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ESCRITOS DE LA REPUBLICA NOTAS HISTORICAS DE LA GUERRA EN ESPANA (1917-1940) Francisco Largo Caballero Edicién, estudio preliminar y notas de Santos Julié EDITORIAL Primera edicén, octubre de 1985 © Editorial Pablo Iglesias Monte Esquinza, 30, 28010 Madrid ISBN: 84-85691-26-1 Depésito legal: M, 37.011-1985 Compuesto en Alfan, S.A San Romualdo, 26, 28037 Madrid Impreso en Closas-Orcoyen, 8. L. Poligono Tgusa Paracucllos del rama (Madrid) Note editorial SOCIALISMO Y REVOLUCION EN EL PENSAMIENTO Y LA ACCION POLITICA DE INDICE FRANCISCO LARGO CABALLERO, Santos Julié .. Primacta de la organizacién obrera y subordinaci6n de le politics, x1 EL socialismo, revolucién de todos los dias», xix—La via cor- porativa al socialismo, xxrnt—La Unién «entra de leno» en la ‘ccién politica, xxtt—Opcién por Ia Reptblice y «relacién orgé- nica» entre el Partido y Ie Unién, xxxrti—La via republicana al socialismo, x1.—Socialismo y revolucién en el derrumbe del idee! republicano, xuvit—Después de Octubre: la ruptura con la direc- cidn del Partido, zv.—A la espera del momento decisive, rx —Nota «la edicién, tx, NOTAS HISTORICAS DE LA GUERRA EN ESPARA. 1917-1940 1. ALGUNOS ANTECEDENTES 1, MUELGA DE AcOsTO DE 1917 1¥. mos viscuRsos ‘CONGRESO SOCIALISTA DE 1932 Yi. ocTUBRE DE 1934 .. ‘VIL ELECCIONES DE FEBRERO 1X, FLECCIONES DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA .. 2X. LA GUERRA CIVIL, ¢7UDO EVITARSE? vm 34 »” 159 Ege NOTA EDITORIAL El presente libro forma parte de un testimonio més amplio titulado por Francisco Largo Caballero «Notas histéricas de la guerra en Es- aia, 1917-1940». Los 1541 folios mecanografiados, y con firma aut6grafa al mat- gen del propio Caballero, fueron donados por sus hijos FRANCISCO, ISABEL y CARMEN @ la FUNDACION PABLO IGLESIAS en 1978, donde pueden ser consultados por los investigadores que lo deseen, El testimonio que hoy presentamos, conocido como las «Memo- rias» de Largo Caballero, complements el libro publicado en 1954 con el titulo Mis recuerdos. Cartas a un amigo, con prologo y notes de Enrique de Francisco. Este volumen abarca el perfodo comprendido entze 1917 y julio de 1936, La Guerra Civil y el primer afio del exilio se abordarén en futuros volimenes, ‘Queremos dejar constancia de nuestro agtadecimiento a FRANCIS: C0, ISABEL y CARMEN LARGO CALvo por haber facilitado el que estos ~epapeles» vean la luz. SOCIALISMO Y REVOLUCION EN EL PENSAMIENTO Y LA ACCION POLITICA DE FRANCISCO LARGO CABALLERO. ‘A pesar de las fechas que enmarcan el texto original de estas «No- tas histéricas de la guerra en Espafia (1917-1940)», el lector com- probaré en seguida que Largo Caballero dediea sélo cinco paginas del manuscrito al perfodo que va desde 1917 a 1930; unas pocas mis al movimiento que intent6 instaurar la Repiblica por la via revolucionaria; ninguna a los dos afios y pico que fue titular de le cartera de Trabajo en los gobiernos del primer bienio, y que entra realmente en materia con la transcripcién del primero de sus dis- ‘cursos en que puede apreciarse un claro distanciamiento de la Re- piiblica. Sin solucién de continuidad, el texto se planta en seguida ‘en los prolegémenos del movimiento de octubre de 1934, al que se dedica una parte sustancial del volumen. Inmediatamente, con la reproduccién de una largufsima carta «Al camarada X», Caballero se ocupa de los problemas y divisiones surgidos en el seno del socia- lismo durante el afio 1935 y, mds especialmente, de su enfrenta- miento con Indalecio Prieto, cuya sombra alcanza también las pégi- nas que dediea a la formacién de la nueva coalicién con los republi- canos y a la primavera de 1936. Con esta primera parte de las «Notas histéricas», Largo Cabe- lero limita, pues, el campo de su reflexién a examinar y justificer su ruptura con la Reptiblica —iniciada en 1933 y consumada en 1934— y su ruptura con Ia comisién ejecutiva del Partido Socia- lista, que se inicia desde que Prieto asume la responsabilidad politi- ca de reconstruir la slianza con los republicanos y se consuma en la reunién del comité nacional del sox en diciembre de 1935, cuando Largo Caballero dimite de forma irrevocable la presidencia de la ccomisién ejecutiva del Partido, para la que fue clegido en el Congre- so de 1932, Se trata de las dos rupturas mds graves que podfan x Sentos Julié: ‘ocurtir a quien tenfa ain fresco en el recuerdo su nombramiento como ministro de la Republica y como presidente de su Partido, El intento de presentar estas dos graves decisiones politicas como la coherente secucla de una actitud mantenida invariablemente desde antiguo es, quizé, lo que explica que Largo Caballero sélo haya juz- gado necesario recordar, de toda su vida, su participacién en dos movimientos que pasaron a la literatura posterior con el calificativo de revolucionatios: 1a huelga general de 1917 y el intento de derro- car a la Monarqufa por medio de una insurrecc:én militar y una huelga general en diciembre de 1930. El propio Largo Caballero se encarga de subrayar esta aparente continuidad de su trayectoria po- Iisica y de situar su acci6n de 1934 en una linea continua cuyos momentos culminantes, pero en modo alguno contradictorios, son 1917 y 1930. Es més, la persistencia de esa actitud inveteradamente revolucionaria explicaria también su ruptura con la comisién ejecu- tiva del PsoE, cuando le ve renunciando a los ideales socialistas y entregdndose una vez més en manos de los republicanos, repre- sentantes al cabo de intereses burgueses. Hacer hincapié en la coherencia de esa trayectoria politica exige tuna especial escritura de la propia historia por medio de una memo- ria muy selectiva, Ciertamente, Largo fue uno de los dirigentes de Ja huelga general de 1917 y del intento de huelga general de 1930. Desde que en 1890 se pregunté «equé es eso del Primero de Mayo?» y se afilié para encontrar una respuesta a la Sociedad de Albariles de Madrid?, Largo Caballero ha sido, en efecto, un paciente orga- nizador de huelgas, parciales 0 generales. Pero Largo fue también, ‘© quizé sobre todo, ese dirigente sindical «cauto, disciplinedo, orge- nizador, desapasionado y esencialmente reformista» dibujado por Gerald Meaker?, Fue, ademés, partidario decidid> de la Organiza- cién Corporativa Nacional creada durante la Di:tadura de Primo de Rivera y el infatigable legislador del primer bienio republicano. Habria, pues, en esta primera aproximacién, un Largo Caballero que pretende romper los moldes de la legalidad cvando se han vuel- to excesivamente estrechos 0 se alzan como una barrera insoporta- ble para el avance de la organizacién obrera; y un Largo que apro- 1 Francisco Largo Caballero (en adelante, FLC), Postbilismo socialsta en le democracia, Madrid, . f. (1933), p. 6. 2 Gerald Meaker, The revolutionary left in Spain, 19141923, Stanford, 1974, p. 277. (Flay trad. castellana, Barcelona, 1978.) Socialismo y revolucion en el pensamiento y la accién politica a vecha todas las oportunidades de la legalidad hasta agotatlas, pres- cindiendo incluso de que se trate de una legelidad politica sin legiti- macién democritica. Esta ambigtiedad radical de Ja trayectoria polftica de Largo Ca- ballero no aparece sélo si se considera el conjunto de le vida del personaje, sino que salta a la vista en cualquiera de los afios que cubren estas «Notas histéticas». Hay, por ejemplo, en 1934 un Largo Caballero que habla de revolucién y de conquista de todo el poder, que prepara y organiza una insurreccién armada; pero hay también un Largo Caballero que juzga extemporénea cualquier ini- ciativa huelgufstica, que niega la solidaridad del Comité Nacional de la uer a grandes movimientos de huelga declarados sin su previo conocimiento, que rechaza a oportunidad de convocar una huelga contra la concentracién catélica de El Escorial o que se muestra como el cauto ditigente sindical que siempre fue ante el anuncio de una huelga general de campesinos. Un Largo, pues, que se aven- tura por los senderos de la revolucién, pero que se preocupa a la vez de conducir a su organizacién obrera por los caminos tradicio- nales de le prudencia y Ia cautela®, Naturalmente, una figura que presenta tantos perfiles habré de- bido merecer juicios contradictorios. ¢Es la suya una trayectoria polftica errética, oscilante entre un reformismo extremo y un revo- lucionarismo verbalista y sin freno? 2Es, por el contrario, Ia trae yectoria coherente de un revolucionario que aprovecha toda opor- tunidad para lograr que sus posiciones avancen vez hasta el mite de lo posible? 2Es, acaso, la trayectoria de un burécra- ta sindical que en los tiltimos afios de su vida i6 la suprema urgencia de la revolucién? Su ruptura con la Reptiblica zes la res- puesta de alguien que se siente frustrado por las expectativas inge- nuamente depositadas en el nuevo régimen y que responde a tal decepcién abandondndose a un verbalismo extremista? 2Es, en fin, Largo Caballero un reformista sindical que radicaliza sus posiciones tradicionalmente corporativista hasta encerrarse en un callején sin salida politica alguna? Esta larga serie de cuestiones no es otra 3 EL primer Largo aparece en los discursos que pronuncia antes y después de Ins elecciones de noviembre de 1933, parcialmente recogidos en Discursos {os trabajadores, Madrid, 1934 (Barcelona, 1979). F1 segundo se manifiesta en las reuniones de In Comisi6n Ejecutiva y del Comité Nacional de la uor, cuyas actas se pueden consultar en el Archivo Histérico de le Fundacién Pablo Tgle- va Santos Julié cosa que el resumen, un tanto abusive, de lo que ya en los afios treinta 0, después, en los setenta se ha dicho y escrito de Largo Caballero, Fue llamado entonces, y no precisamente por los comu- nistas, el Lenin espafiol, pero no falté quien le motejase de redo- mado burécrata y de traidor a la revoluci6n obrera. Hay ahora quien afirma que la suya es la expresin més alta de la tradicién revolu- cionaria del socialismo, pero tampoco falta quien le defina como extremista verbal. Entre tales posiciones y juicios, todo ha cabido y, al parecer, todo cabe * Lejanas ya las luchas politicas en las que con tanto empefio par- ticipé, Ia disponibilidad de fuentes hasta ahora poco accesibles y la apaticién de varios estudios sobre el socialismo en la Repiblica permite volver sobre Ia figura de Largo para reconstruit la raz6n interna de una trayectoria politica aparentemente ambigua e incluso contradictoria. Por razones que tienen que ver con la materialidad del texto al que este estudio sirve de introduccién, el examen que aqui se emprende deberé explicar —o intentarlo— las dos rupturas a las que Largo dedica Ia casi totalidad de su reflexién y de sus documentos: la de 1934 con la Repaiblica y Ia de 1935 con la comi- sidn ejecutiva de su Partido. Pero con objeto de situar a Largo Caballero al comienzo de ese camino que le leva a romper con dos de sus més preciadas creaciones, no ser ocioso cirigit una mirada, siquiera breve, a su pasado, PRIMACIA DE LA ORGANIZACION OBRERA Y SUBORDINACION DE LA POLITICA Esta breve mirada se justifica todavia més si se considera que Ja posible racionalidad de la trayectoria politica de Largo hay que buscarla en su calidad de ditigente sindical. El problema que plan- tean algunas interpretaciones de los dirigentes politicos de los afios “Para distintas interpretaciones de Largo pueden verse, entre otros: Am ddeés de Blas, El socialismo radical en 1a IT Repiblica, Madrid, 1978; Marta Bizcarrondo, Araquistéin y la crisis socilista en 1a II Repiiblica. Leviatén, Madrid, 1975; Santos Tulid, «Largo Caballero y Ia lucha de tendencias en el socilismo espafol, 1923-1936», en Fondazione Giangiacomo Feltrnelli, Annali 1983.84, Milén, 1985, pp. 857.885; Paul Preston, La destruccidn de la demo- cracia en Fepaiia, Madtid, 1978. Socialism 9 revolucion en el pensamiento y la accién politica xa treinta en Espafia consiste en haber sometido sus discursos y sus précticas a conceptualizaciones externas a su propia historia. Sin conocer —o sin tomar en cuenta— en qué tradicién de pensamiento y accién se sitdan, carece de sentido indagar si eran, y hasta qué punto, socialdemécratas, reformistas, mencheviques, marxistas, revo- lucionarios o bolcheviques, que son las voces generalmente esgrimi- das para definir sus posiciones 0 sus transiciones de una posicién a otra, Por lo que respecta a Largo, el hilo conductor de este estu- dio es que las posiciones politicas por él adoptadas —y que, en oca- siones, hizo adoptar a todo el movimiento socialiste— dependfan de lo que consideraba exigencias y necesidades de la «organizacién obrera», expresién con la que se designaba a la uct. Largo fue, ante todo, el dirigente de un sindicalismo de oficio, de estructu societaria, y luego, més en segundo lugar, un dirigente de un parti do politico. Este lugar no es segundo s6lo como dato biogréfico, sino que indica una relacién de subordinacién y dependencia: hacia politica para garantizar en ese plano las conquistas de la accién societaria *. El hecho de ser un dirigente sindical que concebia la politica como medio para consolidar logros obreros le condujo a salir de las, fronteras de su «sociedad» y aventurarse por el partido politico, primero, y por la totalidad del sistema politico, después. Largo Ca- ballero entré en el movimiento socialista por la puerta sindical 0, més exactamente, por la puerta de una «sociedad» de oficio que agrupaba a trabajadores de la industria de la edificacién de Madrid. Nacido en esta ciudad el 15 de octubre de 1869, comenzé a trubs- jar desde muy nifio, cuando sélo tenia siete afios de edad, y tras pasar por varios oficios, llegé todavia joven a oficial estuquista. Probablemente se habria emancipado a buena edad si no hubiera sido por aquel encuentro con los manifestantes del Primero de Mayo de 1890, que transformé su voluntad de emanciparse perso- nalmente por la de contribuir a Ia emancipacién de toda la clase obrera, Los trabsjadores con que tropez Largo aquel dia eran el resul- 5 Del examen de lo lefdo y ofdo sagué el convencimiento de que los tra- bajadores debfamos actuar activamente en la lucha politica si querlamos con solidar 1o conguistado en la Iucha econémica contra la clase patronal y abrit brecha en las fortficeciones del Poder capitalista, a fin de llegar a la completa ‘emancipacién econémica del proletariado», FLC, Mis recuerdos, México, 1976, igina 32, xv Sentos Julié tado del crecimiento y primera expansién de una Asociacién que agrupé en su origen a obreros impresores cuyos hogares, ordenados y pulcros, se perfumaban con «la lejfa de 1a ropa bien limpia y el pufiado de espliego echado en el braseror. Trabajadores impregna- dos ain por el sentimiento de la dignidad de su oficio y que con- centraban «sus fuerzas individuales para auxiliarse mutuamente con- tra algo o alguien que tiene poder bastante para avasallar al débil», La defensa como «ides dominante» de las incipientes organizaciones de trabajadores madrilefios se completeba —en aquella cuna de un gigente— con el «propésito de marchar en lo posible de acuerdo y amistosamente con los duefios» de las imprentas, sin renunciar naturalmente, e incluso convirtiéndola a veces, en , que los medios legales de la domi- 2 FLC, «Qué es la luche parlamentaria revolucionia?s, El Socialist, 251.1921. Para lo anterior, «¢Qué es Ia colaboracién de clases?», Id, 25.1920, y «2Qué es la lucha de clases?», Id, 22.1920. Los comunistas peroren, aunque todo acaba en aconversacién de Puerta de Tiertas, dice FLC en «No et lo mismo predicar..», Id, 13 vii 1921 «Qué es la revolucién proletaria?», El Socialiste, 1.vi1921. Socielisemo 9 revolucion en ef pensamiento y la accién politica xa nacién burguesa se convierten en medios legales para el crecimiento de la organizacién obrera y, en consecuencia, para la implantacién del socialismo ™. De ah{ que sea revolucionatio todo lo que empuje a la historia en direccién al socialismo, que es decit en direccién del progreso. Revolucién no es ante todo, en el pensamiento de Largo, una accién, un momento decisivo, la toma del poder. Revolucién es lo que se hace «todos los dias» si realmente todos los dias se trabaja pot Ia organizacién obrera: «nosotros, los socialistas, los de la Unién General, creemos que no hay que hacer més que una revolucién: la de Ia labor diaria, sin cesar, inteligente, serena, firme y enérgica». Es una labor miltiple, que debe cubrir més de un frente, pero que se presenta claramente jerarquizada. Lo primero, «lo més tevolu- cionatio que pueda realizarse» es «robustecer 1a organizacién obre- ra», Esa es la conviccién sobre lo que se construye, y de lo que depende, todo lo demés: lo més revolucionario es robustecer a la Unién General, y eso sélo se logra por medio de una lucha tenaz, firme pero serena, por el mejoramiento y la moralizacién de cada oficio. De esa lucha saldrin los obreros conscientes, 0 sea, los obte- ros capacitados para dirigir la produccién y el intercambio de bienes. A ese fin contribuird también Ja accién politica, competencia y res- ponsabilidad de un partido que, ademés de «dar a conocer a Ja clase trabajadora las condiciones y 1a naturaleza de la gran misién histé- rica que esté lamada a cumpliry, debe estar presente, defendiendo Jos intereses y las conquistas de la organizacién, en el Parlamento, Jos ayuntamientos o cualquier otro sitio en que se discutan leyes laborales y condiciones de trabajo. ‘Cuando se hayan cumplido «ciertas condiciones histéricas, eco- némicas y morales» y cuando, por la labor revolucionaria de todos los dias, los trabajadores hayan «alcanzado el grado de capacidad suficiente para impedir un retroceso en Ia obra realizada», quizé tentonces sonar la hora de la «revolucién proletatia, o sea, la socia- lizacién de los medios de produccién». Caballero es de «los que opinan que por desgracia la revolucién proletaria no seré pacifica, que serd violenta», pero se apresura a aclarar que Ja violencia no es una necesidad histérica ni serd tampoco suficiente «para hacer la 1 «2Qué es la revolucién proletaria?», El Socialste, 24.i.1921 15 Qué es In Tucha parlamentaria revolucionatia?», cit, y «El control sin- ical y so finalidads, El Socialista, 27 ix.1923, vot Santos Julié revoluci6n». Es, por el contratio, resultado de una accién de los clementos reaccionarios que, al negarse al progreso, serdn sus ever- daderos provocadores». Si esa provocacién, muestra de la «locura» burguesa, no tuviera lugar, tampoco babrfa que pensar en una accién violenta, que finalmente no serfa sino una desgracia ®. Afios des- pués, cuando los elementos del discurso caballerists se articulen de nuevo de otra forma, la lucha de clases se presentaré como «una forma particular de la ley general de la evolucién natural». Y to- davia varios afios después, cuando todas las experiencias estén ya agotadas, Largo Caballero ‘s6lo podré pensar la accién decisiva, la revolucién proletaria, como respuesta a una provocacién reacciona- tia, Es significative que desde el principio de esa trayectoria ideo- Iégica encuentre la compafifa de Luis Araquistdin, quien ya en 1923 —como he sefialado antes— afirmaba que «més que en una catés- trofe histérica, en lo que probablemente piensa Marx es en una integracién del sistema capitalista en el ideal social’sta, gradualmen- te, como una evolucién orgdnica» ™. En resumen, los contenidos de este primer pentamiento caballe- rista debian verse no como una forma a la espafiola de Ia confron- tacién entre reformismo y revolucién, sino como sesultado de una concreta experiencia histérica que abarca desde la sociedad de albafiles de Madrid a Ia presencia como diputado en el Parla- mento. Hay en esa experiencia un penoso trabajo organizativo, la resistencia frente a los patronos, la preparacién de huelgas y nego- ciaciones, el esfuerzo por «moralizar» los oficios y por crear traba- jadores conscientes; la dedicacién, en fin, a la vids de Ia sociedad obreta para procurar su crecimiento y «robustecimiento». Eso era 4 Al referirse a la forma violenta de la revolucién proletaria, dice FLC: «los verdaderos provocadores de est forma de revolucién tern los elementos reaccionarios, que tratan de detener el movimiento histrio». La. revolucién, habia dicho ‘poco antes, «no seré violenta por Ia propaganca socialista, sino @ pesar de la propaganda’ socialites, en «Qué es la revolucién proletaria?», Le. 1 FLC, «A pesar de todos [...]», El Socialists, 8xi.1929, donde dice tam- ‘big que la lucha de clase «desaparece con la anulacién de ‘uno de los ante. gonistas», y afiade: esta anulaci6n puede ser producida lentamente si Ia fuerza de uno de los combatientes aumenta insensiblemente en tanto que Ja de la otra disminuye en forma absoluta o relativa, o por un hecho catastréfico». 4 Este texto tan sugestivo de Luis Arequistéin, «Santc, poeta y mértirs, cit, comienza: «Toda idea necesita sus santos, sus poetas y sis mértires, Tomés Meabe fue el mértir, el poeta y el santo del socialismo [...] se dio por entero ‘uns idea de redencién humana [...]». Socielismo 9 revolucin en el pensamiento y la accién politica vat lo principal y es0 era lo que definfa a un verdadero dirigente obre- ro. Pero como se trataba de un régimen con un Parlamento que aprobeba leyes y decidia asuntos que afectaban a los trabajadores, era también preciso estar alli para consolidar en ese plano las con- quistas logradas en el otro. Esa doble accién no tenfa idéntica enti dad, pero ante los ataques de sindicalistas y comunistas habia que responder de su conjunto: s6lo por el crecimiento de le sociedad y por la capacitacién de los obreros y sélo por la presencia en el seno de instituciones burguesas se podria llegar algiin dia al socia- lismo, Revolucién era, sencillamente, lo que se hacia todos los fas en la organizacién obrera y en el organismo politico para situar a Ta clase obrera cada dfa més cerca de su ideal. LA VIA CORPORATIVA AL SOCIALISMO ‘Ocurrfa, sin embargo, que aquel Estado eta incapaz de hacer cum plir sus leyes y que el suftagio universal no pasaba de ser una far- sa, Los ditigentes de Ia uc —inclinados al aislamiento politico como en general todos los dirigentes sindicales de la Espafia de la Restauracién— aprendieron a confiar sobre todo en sus propias fuerzas, en la capacidad de resistencia y accién de su organizacién obrera. El cardcter subordinado y dependiente de la accién politica se reforz6 en la medida en que lo politico apareci6, tras la crisis de 1917, como el terreno de la traicién y de las corruptelas. Los ditigentes obreros desconfiaron, sobre’todo, de quienes llamandose republicanos se mostraron incapaces de agrupar fuerzas para em- prender una accién decidida por la Reptblica. Y como por el lado de las alianzas con el sindicalismo tampoco habfa mucho que hacer después de los intentos de 1920, los dirigentes de la Unién General reforzaron su aislamiento y con 1 sus convicciones tradicionales. La escisién comunista no hizo més que empujar en el mismo sentid En el doble marco de Ja solidez de la Unién General y Ia fragil dad de las iniciativas politicas tomadas desde 1917 es donde hay que analizar seguramente la respuesta que los dirigentes obretos dieron al golpe de Estado de Primo de Rivera®, Es vano buscar Para Ia reaccién de los dirigentes socilistas ante el golpe de Estado, J. AndtéeGallego, EI socialism durante la Dictadura, Madrid, 1977, pp. 74 a Santos Julié explicaciones ex post y atribuir a no se sabe qué oportunismo revo- lucionario la actitud de Largo Caballero, quien, por lo dems, expli- 6 muy razonablemente los motivos de su accién: el caciquismo hacia istisoria para los trabajadores Ja legalidad parlamentaria. Si tun cacique, 0 cualquier patrono, podfa no cumplir Jo legislado, gpata qué Ia ley? En el plano en que se movie Ia organizacién obrera, lo importante no es que hubiera leyes, sino que se cum- plieran. Si tal cosa no ocurria, para qué el Parlamento y, en defi- nitiva, para qué los partidos politicos? Se dird que ese es un pen- samiento que pierde de vista la lucha por la democracia, y en efecto lo cs. Es el pensamiento del dirigente de una unién de sociedades obreras para quien el Parlamento y Ia democracia slo se justifican si con sus leyes consoldan los avances de su organzacéa, No era De ahi que Largo Caballero acepte el dilogo con el dictador sin que le preocupe sobremanera que tal didlogo deba hacerse por encima de los partidos y dé lo que éstos representaa, La clase obte- ra organizada no se enfrentard a la dictadura por defender @ unos partidos que han «perdido todo su prestigion. Nadie podré, después de lo visto en afios recientes, «salir en su defensa». Largo Caballe- 1, desde luego, no saldré. Su problema no es el de optar entre un sistema democrético y una dictadura militar, abstractamente consi- derados, sino el de defender a un sistema corrupto y desprestigiado © responder a la mano que le tiende un militar que, al parecer —y 8 significativo que Largo lo destaque precisaments para justificar su aceptacién del didlogo— esté dispuesto a «moralizar Ia adminis. tracién y acabar con el caciquismo» *, Porque es dirigente de una organizacién obrers, Largo tomar su decisi6n mirando a esa orgenizacién y relegando cualquier consi- deracién politica. Su posicién ante la Dictadura se pretende de «com- pleta neutralidad», como si tal cosa fuera posible ccando se es dirt gente de un sindicato y de un partido politico. Realmente, est neutralided no es més que el pértico de un razonamiento en ef que se acepta el diflogo con Primo e incluso el terreno en que tal didlogo se establece. La clase obrera mantendré su neutralidad «en 5% que reproduce algunos documents de to el perfodo, También Silom Ben Sa a dane de Primo de for Baron, 1988p. 23 % Dart eto 7 To ghe sige, FLC, sObervacones 0 un oan, cialista, 4.x.1923, ee Socialismo y revolucion en el pensamiento y la accién politica av tanto se les respete aquello que constituye para ellos Jo fundamental para el desenvolvimiento de su vida como clase: el derecho social alcanzado a fuerza de inmensos sacrficios». Ya se ve, sin més comen- tatio, que la preocupacién fundamental de Largo Caballero es idén- tica a la que guiaba su actuacién politica en el sistema parlamentario: la onganizacién obrera, su existencia y su identidad, pero también el reconocimiento pablico de Ia eficacia de su accién, la verdadera ‘obsesién por el «derecho social». Asi, de apoyar con su patticipacién tun sistema politico parlamentario a dialogar de forma constructiva ‘con un sistema politico dictatorial, Largo Caballero habré efectuado tun trdnsito sin tener la sensacién de haber cambiado de sitio. Su sitio real es Ia organizacién, para la que el tipo de poder de Estado ¢s itrelevante a condicién de que garantice su existencia y haga que ase cumplan en toda su integridad las mejoras obtenidas» por los trabajadores. Se trata de un razonamiento de contenidos similares a los que diez afos después le sirve para justificar su ruptura con la Repiblica, Sin duds, la situacién de la uct y el camino recorrido son muy diferentes en 1923 y 1933 y, por tanto, las consecuencias politicas de esas distancias respecto a regimenes parlamentatios no son las mismas. Peto el determinante sf lo es. Y el determinante es la organizacién obrera, a la que le interesa sobre todo Ia relacién que ella establece con las organizaciones patronales y que considera al Estado en funcién del respaldo que de él puede legar para su propia posici6n. En 1923 un Estado dispuesto a moralizar la vida ptiblica y acabar con el caciquismo podia ser mds funcional para Ja organizacién obrera que un sistema politico parlamentario pero ineapaz de hacer cumplir sus propias lees Con todo, al garantizar a la Dictadura su encutralidad» y al acep- tar el terreno de diélogo que marcaba el dictador, Ia uct no podia permanecer en el luger institucional que ocupaba en el régimen ante- terior. Todo compromiso politico entrafia consecuencias politicas y no podfa ser menos en el caso del diflogo entre la uor y Primo de Rivera. Para lo que aqui interesa, la Dictadura arrastré a la organi- zacién obrera en dos direcciones nuevas para ella y prefiadas de futuras consecuencias. La primera fue su colaboracién para edificar tun sistema de relaciones laborales segiin el modelo corporativo. La segunda, de no menos importancia, consistié en invitar a la ucT a enviar representantes —elegidos corporativamente— a otganismos ¢ instituciones politicas. Ambas direcciones implicaban que la clésica divisién organizativa y funcional entre organizacién obrera y partido iid Santos Julié politico y entre accién econémica y accién politica desaparecta, ya que, en el primer caso, el respaldo poltico a los acuerdos econsmi. 0s procedia del interior de la misma Organizacién Corporativa y, en el segundo, serfan representantes de la uct —no del Psoz— quienes ocupasen puestos de decisién politica en Ayuntamientos, Diputaciones y, epor qué no?, en la Asamblea Nacional. _ Que la uct entrara por ese camino no fue una casualidad y no dej6 de acarrear efectos politicos, entre los que destacaré lo que Largo definié como entrada «de eno» de la orgenizacién obrera en Ja accién politica y como necesidad de establecer una nueva sselacién orgénica» entre la Unién y el Partido. Dejando para luego el andlisis de estos dos asuntos fundamentales, conviene destacat shora que la integracién de la or en la Onganizacién Corporativa no fue una casualided ni obedecié a ningiin tipo de oportunismo tevolucionario. Como se sabe, el corporativismo primortiverista, de inspiracién catélica, se apartaba del modelo fasciste en un punto sustancil: la representacién corporativa no aniquileba In pluralidad sindical. Eso permitié a la uot gozar de legalidad, mantener sus sociedades obreras e incluso consolidarlas ante la falta de competen. cia, provocada por la caida y represién de la cw y por la debilidad de los sindicatos catdlicos y libres», que dejaron de hecho la representaci6n corporativa en manos de Ja uct. Ahora bien, la uct no se integré con tanta facilidad —y con tanto entusiasmo— en el sistema corporstivo sélo porque estaba lll, ocupando todo el terreno, sino porque su estructura como unién de sociedades de oficio se amoldaba perfectamente a le estructura de los comités paritarios. Encontré, por decitlo lanamente, le horma de su zapato, Si Ia neutralidad de Largo se explica por le tradicién societaria de Ia que procedia y por las experiencias politicas que atravesS, su compromiso activo con las instituciones corporatives —hasta cupar en ellas el Iugar més alto posible— obedece al escucto y simple hecho de que él era dirigente de una organizacién obrere de carécter —estructura y préctica— corporativa. Hl juicio politico de Largo ante Ia Dictadura estaba supeditedo a su condicién de secretario general de una organizacién que encontré en su peculiar ‘El principio del sindicato libre dentro de la corporacién_ obligatoria, svotegna denctdo do a ecole spcal etana: cease a yee Siu edn Eagar Guest, wa iced fe Biss Se Riek 71d Coporstvanon, Caceres Rondncor te IEE 1b GORI ok Socilismo 9 revolucién en ef pensamiento y la accién politica avi corporativismo el terreno més idéneo para su consolidacién y cre- cimiento. Consolidacién y crecimiento: esos eran los motivos principales de la preocupacién politica de Caballero. La ucT goza de buena salud, Ia vcr progresa, asegura el miimero de El Socialista que cierra el afio 1923, y que apenas recuerda las libertades perdidas. Pero crecer y robustecerse en un sistema de dictadura tiene, obviamente, efectos distintos de hacer lo mismo en democracia. Para lo que inte- resa aqui, la consecuencia bésica fue que Largo Caballero reafirmé ss tradicional seguridad en la instauraci6n del socialismo como resul- tado natural de un proceso evolutivo. La idea de revolucién legé incluso a desaparecer de aquel horizonte sine die, dibujado en 1923, y en el que «por desgracit» —debido més que nada a la «provoca- én» de elementos reaccionarios— habrfa que declarar una accién violenta, Ahora son las metéforas bioldgicas las que priman. El socia- lismo se compara a un virus que «contamina» a toda la sociedad, mientras las «ideas socialistas progresan ¢ invaden todos los medios sociales». Nada se verd libre de esa contaminacién: el pequefio taller, la gran fabrica, la ciudad, el campo, la escuela, la universidad, la religiGn, la academia, el ejército, 1a literatura, el arte, la politica, la ciencia econémica, el Estado. Nada, en fin, no quedard nada que pueda «interrumpir la marcha progresiva de la civilizacién». El gene- ralmente comedido y més bien sobrio Largo Caballero se deja llevar de cierta exaltacién y euforia cuando contempla, a finales de 1929, cl camino recotrido y las amplias avenidas que se oftecen a su mira da y que permitirén, sin duda, implantar el socialismo por medios evolutivos y pacificos, ya que la burguesta no tendré més remedio que «adoptar normas, métodos y soluciones m{nimas del socialismo», Jo que inevitablemente conduciré al «triunfo total de éste>”. LA UNION 4ENTRA DE LENO» EN LA ACCION POLITICA La reafirmacién de los contenidos tradicionales del discurso caballe- rista sobre socialismo y revolucién fue, pues, resultado principal de Ia consolidacién de la estructura societaria de la ucT y del nuevo ‘campo que se abrié a su accién corporativa desde 1926. La ucr cre- B «A pesar de todor...», El Socialist, 8.3i1.1929. *. De ahf que la revolucién politica se considerase como una lejana eventualided, posible tnicamente cuando se hubieran realizado todas Jas transformaciones que capacitaban a la organizacién obrera para echar sobre sus hombros la responsabilidad de Ia produccién. Ahora, sin embargo, con la organizaci6n obrera responsable también de la accién politica, esa evolucién pacifica y lenta hacia el socialismo afectaré también a la estructura del Estado. Pues si con la vor res- ponsable de la accién econémica no podia concebirse una revolucién de la estructura econémica de la sociedad que no fuera su lente transformacién, con la vor responsable de la accién politica no po- ded concebirse una revolucién politica que no sea la lenta transfor- macién del Estado, El socialismo se implantaria polfticamente por Ja creciente presencia de la organizacién obrera en el aparato del Estado, lo que equivalfa a suprimir toda idea de revolucién politica, hhasta el punto de que si Largo no lo hubiera dicho seria legitimo atribuitle la afirmacién de que «el socialismo no es una revolucién politica»; pero lo dijo, afiadiendo —claro esté— que era una revolu- cién «econémica» en el sentido de que «para llegar al socialismo hhay que pasar un largo perfodo de transformaciones». La visién del socialismo emergiendo del seno del capitalismo se reforzé, pues, con la experiencia corporativa hasta su tiltima consecuencia légica: si el socialismo es la Ienta transformacién del capitalismo, carece de FLC, «Mirando hacia el mafiana», El Socialista, 31.xi.1929. «La sctuaci6n sindical y politica del proletariado», El Socialists, 9.1929. xt Sentos Julié sentido postular un momento de revolucién politica, ya que tal transformacién implica que la organizacién obrera expande y conso- lida pacificamente y por la via legal sus posiciones en el aparato del Estado. Al socialismo —sentencia Largo— «hay que verlo en tun plano de continuidad infinita» ®. De la entrada de la ucr en la accién politica y de su previsible Iegada a un parlamento, Largo saca ademés una consecuenci damental para la propia «orgenizacién sindical», que debe suftr, fen su opinidn, «una transformacién profundisima :anto en la teorla como en la pricticar. Se trata, ante todo, de acelerar Ia ya antigua aspiracién de construir sobre ia base de «las pequetias organizacio- nes de oficion unas «grandes Federaciones de industria». Pero hay algo més y distinto, aunque anunciado también desde 1925: si la Unién tiene ya un programa politico es preciso establecer un nuevo tipo de relacién con el Partido. En 1925, Ja oriertacién politica de la ver no implicaba su transformacién en «un partido politico més», aunque la necesidad de negar que tal fuera Ja consecuencia inmediata de aquella orientacién mostraba bien que se trataba de una posible eventualidad. De hecho, Largo no sducla més que un argumento de oportunidad para negar que Ia transformacién del sindicato en par- tido, aparte de posible, fuera deseable: crearfa cuizé una divisién entre los obreros. Con todo, a medida que 1a ucr asumié responsa- bilidades politcas, Ia necesidad de encontrar una f6rmula para re- solver los problemas de sus relaciones con el Ps08, que el nuevo intervencionismo planteaba,’se hizo cada vez més acuciante, espe- cialmente tras los enfrentamientos de 1928. Esa urgencia adquirié nuevos tintes y otro tono tras Ia cafda de Primo y el auge del senti- miento popular republicano. Precisamente, en el marco de una op- cin por la Repiblica es donde se va a plantear la necesidad de establecer «una unidad no sélo espititual, sino orgénica», entre el Partido y la Unién, «aunque ello obligue a modificar Ja estructura de los Srganos directores» ®, Largo Caballero entendfa que optar por la Repiblica iba a exigir de la ucr una mayor responsabilidad ® FLC, «Accién sindical y socialite de 1a clase trabsiadores, Le. % Desde principios de 1929, Largo se presenta también como el i de una transformacién interna de a vor para no «limiter su tuir pequefas organizaciones de oficio para el simple mejoramiento moral ¥ material de su clase» y concentrar fuerzas «formando grandes Federaciones de Industrlan, «Hay que prepararse», Boferin UGT (cncro 1929), p. 1. Usa gran organizacin obrera centralizada es la que esteria llamada a «intervenir en toda a Dee Socialiemo y revoluciin en el pensamiento y la accidn politica soot politica y, en consecuencia, una diferente relacién con el Partido, Fue decisivo para el futuro de esa doble conviccién que se hubiera Megado a ella gracias a una préctica corporativa, OPCION POR LA REPUBLICA ¥ «RELACION ORGANICA® ENTRE EL PARTIDO ¥ LA UNION En el XIII Congreso del sor, celebrado en octubre de 1932, al presentar tna resolucién que pedia el fin de Ia colaboracién minis- terial socialista en el gobierno de Ia Repiblica, sus autores tecorda- ban, sin embargo, «la decisién persistente [del Psoz] de colaborar cen la instauracién de una Repiblica democritice», y citaban varios acuerdos congresusles en este sentido®. Incluso los adversarios de la colaboracién ministerial reconocfan de buen grado el papel deter- minante del socialismo en la instauracién del nuevo régimen demo- crético. Y efectivamente, en los programas socialistas y en los acuer- dos de muchos de sus congresos la Repsiblica aparecta como aspira- cién propia del socialismo organizado, no, ciertamente, porque fuera su tltima meta, sino porque no se podfa concebir de otro modo la marcha legal hacia la nueva sociedad. La relacién entre socialismo y repiblica democrética fue particu- larmente poderosa entre el sector del Partido Socialista que no se hhabfa distinguido por su pertenencia a la uGT o que, simplemente, no tenfa con ella ninguna vinculacién préctica. Es conocida la céle- bre frase de Prieto: soy socialista a fuer de liberal. No menos evi- dente es el caso de Fernando de los Rios, uno de los pocos apoyos relevantes que tuvo Prieto durante los afios —amargos para él— de la Dictadura®, Pero no se trata sélo de ellos: en la efervescencia republicana que antecedié y acompafié la caida de Primo de Rivera, vatios conferenciantes —entre ellos, dos conocidos doctotes— afir- maron ante el auditorio de Ia Casa del Pueblo de Madrid que ellos la vida politica del Estado», segin armumenta en «Temores infundados», Boletin UGT (mayo 1929), p. 17. La modificacién que tal novedad exigitfa en los 6r ‘panos directivos se srgumenta en «Mirando hacia el mafianay, le. 4 Véase ponencia sobre «Colaboracién ministerial», en Actar de las sesiones del XIII Conareso, Madrid, 1934, p, 961. ® Prieto comienza su intervencién ante el XII Conareso del sor. afirman- do que se enfientaba wal conflicio polltico més amangon de su vidat XIT Com sweso del Partido Socialista Obrero Espafol, Madrid, 1929, p. 127. 2 vxav Santos Julié ‘eran socialistas por ser republicanos. Con una exptesién que provo- card el disgusto de Besteiro —fiel hasta el extrem a todas las con- secuencias politicas del obrerismo corporativista—, Negrin afirmé que el Partido Socialista es Pare ea afirmacin tan oranda de repablicnismo, véae intervencién de wav Santos Julié Pero en esta manifestacién inequfvocamente republicana de Lar- g0 Caballero no influye s6lo la tradicién republicanista del socialis- mo espafiol, actuante en él a través de una fuerte mediacién sine dical. Tras la caida de Primo de Rivera, el gobierno monérquico “se mostré menos decidido a realizar su politica corporativa y menos dlispuesto a intervenir en la reglamentaci6n de las selaciones labora- les. Los patronos, que hablan mostrado ya su disconformidad con Ja politica social de Primo de Rivera, emprendieron una fuerte ofen- siva contra los comités peritarios en unos términes que adelantan —en ocasiones con tonos tan exasperados— Ia que serd su posicién comin de 1933 y 1934, Podia temerse que un gobierno débil y sin mucho terreno de maniobra les prestara ofdo 0, al menos, se mos- trara pasivo ante la incipiente rebeldfa contra la Organizacién Cor- porativa”, Todo se complicaba, ademés, porque la nueva politica econémi- ca hacta més dificil la obtencién de mejoras a través de los comités paritarios. La inguietud por la paralizacién de obras y por la rece- sign econmica se mostré en el aumento espectacular de huelges ‘que, ditigidas por una rediviva cw, tuvo lugar en varias grandes capitales, A los problemas econémicos se afiadié Ia movilizacién estudiantil y la extensién del sentimiento republicano por amplios, sectores de las clases medias y de la clase obrera. Las dificultades y finalmente la incapacided de Primo de Rivera para encontrar una salida politica a Ia Dictadura se convirtieron, tras su dimisién, en evidente incapacidad del nuevo gobierno pam encontrar una salida politica a la Monarquia. Las manifestaciones a favor de la Repiblica se multiplicaron, dejando al conjunto del movimien- to socialista en la incémoda posicién-de tener que justificar su com- promiso corporativo con la Dictadura como una estratégica conquis ta de posiciones para traer ahora Ia Repiblica. Sélo al parecer Bes- teiro —entre los dirigentes més relevantes del socialismo— no se tin de homenaje a Pablo Iglesias, El Socialisc, 8iv.1930. Quiero fade Largo— «para después, naturalmente, complir con muestra indola derivar hacia la tendencia socialist, Se observaré también que Largo ustituye en Ia ocasign lo que podria llamarse wlenguaje de clase» ‘por un elenguaje de pueblo»: «Es el pueblo. Lo que en Espafia haya de hacerse Jo tiene que hacer el pueblo». 37-De la agitacin patronal contra los comités peritarios pueden verse mil- tiples ejemplos en la prensa de Ins organizaciones de patronos, En Madrid fue muy agretive El Mercantil Patronal Socialismo y revolucion en el pensamiento y la accién politica voxvit percaté cabalmente del fendmeno y sélo él mantuvo la negetiva a colaborar con los republicanos. En este clima de degradacién de la Monarqufa, la opcién repu- blicana de Largo no se presenta, pues, como resultado de une nostalgia parlamentaria —ya que en las instituciones polfticas bur- guesas se corria un grave riesgo de contaminacién—, sino como reciente conviccién de que la Republica era la vinica férmula que permitiria a la organizacién obrera no perder las posiciones con- quistadas en la Dictadurs, ¢ incluso alcanzar metas superiores. Lar- go era muy sensible a las inquietudes de las agrupaciones locales de la ur y pudo percibir durante 1930 los problemas con que trope zaban las sociedades obreras para que se cumpliera le legislacién laboral, La oposicién de lo que él llamaba caciquismo y la resisten- cia de unos patronos que pretendian tener las manos fibres de ate duras corporativas —aunque no consiguieron que legaran a reali- arse los proyectos de reforma de la Organizacidn— obligaba a las sociedades locales de la usr @ preocuparse por problemas politicos. Hoy —escribia Largo en junio de 1930— en muchos pueblos de Espatia interesa més a las sociedades obreras Ja lucha polftica que la del mejoramiento de las condiciones de trabajo, y al preguntarse por la razén de este fenémeno no encuentra més respuesta que la actuacién indigna del clésico caciquismo, aque no respeta leyes» *. El nuevo estado de inguietud obrera y popular que inclina @ Largo a optar por la Repiblica le obliga a plantear de nuevo con més fuerza Ia tesis, ya conocida, de que «nuestro organismo obrero nacional no puede excusarse de actuar en politica». Por consi- guiente, optar por la Repiblica en 1930 exigia que la Unién Gene- ral de Trabajadores como tal, con sus Srganos directivos nacionales al frente, actuara en politica. Es el mismo principio que le llev6 a comprometer a la uct con la Dictadura y que sale, pues, reforzado de ese compromiso. La redical negacién que esta tesis supone de la tradicional distinciGn entre accién econémica y accién politica, ade- ‘Hay que unificar mfs la scci6n poltice de la clase obrer 1930), p. 2. 3 Antes habfa’afirmado que segin su «modesta opinién, es dificil que se presente en Ia historia de Espasa un momento més oportuno para aconsejar @ Ia clase obrera organizada que debe actuar en poltice, sin dejarse sugestionar por las viejas y desacreditadas teorfas de le accién profesional exclusiva y del apoliticiemo sindical»: «Contestando « observaciones», Boletin UGT (agosto 1930), pe 1. Bolesin sown Sentos Julié mds de arrastrar a la ucT a un pacto con los partidos polfticos republicanos, entrafiard una consecuencia decisiva en Ie tradicional relacién que la vinculaba al Partido Socialista. No era ciertamente una novedad que al actuar en politica la vor coordinase su accién con el Partido para asegurar asf la unidad y Ia eficacia. Ahora, sin embargo, hay algo més: la coordinacién debla garantizarse por medio de una nueva «relacién orgénica» que entrafiarfa la creacién de un «nuevo organismor, voz que en el len- guaje de Largo s6lo designaba hasta entonces al Partido o a la Unién, Crear un «nuevo organismo» significaba, pues, crear una nueva organizacién, mitad politica y mitad sindical, de la clase obre- za que al no suprimir a las dos anteriores deberfa superponerse a cllas mientras se legaba a la unificacién total, timo y verdadero objetivo de Largo Caballero. Para que no cupiesen dudas —aungque en el proyecto subsisten miltiples ambigiedades, debidas, sobre todo, a la oposicién con que tropez6—, Largo afiade que tal orga- nismo setfa una Federacién més, con sus congresos y con sus érganos directivos e incluso con sus programas méximo y minimo. A mi juicio, lo que Largo pretende en 1930 es echar las bases que permi- tirfan luego transformar a la uct en un partido politico, capaz de adoptar y llevar a cabo decisiones polfticas, sin dejar de ser por eso Ja gran organizacién sindical obrera que ya era. La idea, que no cera nueva en Largo, sélo podfa aparecer de esa forma como produc- to inmediato de una experiencia corporativa y para garantizar la continuided de tal experiencia en un régimen demecritico que entra- aria la libertad de partidos politicos. La conveniencia de establecer tuna relacién otgénica entre la Unién y el Partido, sefialada ya desde 1924, se convirtié —cuando muchos socialistas volvieron a mos- trarse activos en Ia lucha por la democracia y la repdblica— en la urgencia de garantizar orgdnicamente que el Partido cumplirfa su tradicional funcién como instrumento politico de la clase obrera organizada ®, “® Largo lleg6 # preguntarte si en las nuevas circunstancias polities era conveniente que esa autonom{a e independencia» de la Unién y el ontinuarin: «Mirando hacia el mafane», cit, y hablé incluso de que la Uniéa yy el Partido debfan «former un bloque algo més orgenisador que serfa «la ver- Gadere fusi6n, [la] verdadera alianza» (Mitin de homemsje « Pablo Iglesias, tit,). Besteiro pens6 que las intenciones de Largo eran fundir ambos organismos io que probablemente no estaba lejos de le verdad—. Largo tuvo que aclarer que ede ninggn modo se trata de fixiones y confusionismose («Hay que uni- Socidismo y revolucién en el pensemiento y la acci6n politica cod La entrada de Ia uor ade Ieno» en la politica y Ia nueva «rel cign orginica» que se postulaba con el Partido desembocaron final- mente —tras la derrota de los retrafdos— en un compromiso por la Republica. Por supuesto, Largo Caballero tenfa claro desde antes que Ia organizacién obrera debfa hacer «una declaracién explicita en favor del régimen republicano»: era lo que por tradicién y por ritual le correspondia®. Pero de hacer una declaracién a participar en un movimiento habfa un paso que, cauto como era, no dio hasta percibir que el republicenismo era ya una marea a punto de ane- garlo todo y hasta convencerse de la «seriedad» y Ia esolvencias de quienes s6lo dos afios antes le parecfan charlatanes de tertulia. Que la Monarqufa carecfa de salidas politicas y que los republicanos eran gentes serias, aparte naturalmente de que todo el pueblo se habta ‘vuelto republicano, fueron, més que sus propias convicciones demé- cratas, las razones que le empujaron # comprometer a la ucT en la conspiracién que los partidos republicanos preparaban con algunos ‘elementos militares. A partir de octubre de 1930 —después de una sesién de la comisién ejecutiva del Partido que se haria célebre porque en ella planted Ia urgente necesidad de «creer 0 no creer» en el movimiento— la organizacién obrera estaba politicamente com- prometida en la conspiracién republicana. Su misién: arropar con el calor de la huelga general la salida de los cuarteles de unos militares dispuestos a poner en manos republicanas un régimen de libertades ®. ficar...», it) y que no serfa preciso «tocar & la estructura y autonomfa de Ia Unién y del Partido, nia su funcionamiento» («Contestando a observaciones»). Para la posicién de Besteiro, véase Emilio Lamo de Espinosa, Filosofia y poli tica de Julién Besteiro, Madtid, 1973, p. 72. Véase también Manuel Contreras, El PSOE en la II Repiblica: Orgenieaci6n e ideologis, Madrid, 1980, para las adivergencias ideol6gicas» de este perfodo. 4 Esa declaracién serfa uno de los primeros puntos del «programa minimo» aque debla aprobar el primer Congreso de ese «nuevo organismo» en que piensa Largo: «Contestando a observaciones», ct. @ Ep el XII Congreso del psos, Largo ironiz6 —en su respuesta a Prie- to— sobre la’ opiniGn del corrillo, de la cacharrerfa del Ateneo, del bar de la plaza de Santa Ana», Le, p. 193. Para sus intervenciones en el Comité Eje- ‘cutive del rsor desde octubre a diciembre de 1930, véase «Apuntamiento de ‘Actas del Comité Ejecutivos, en XIII Congreso Ordinerio del Partido Socalista Obrero Espafiol, Madrid, s£ Para las telaciones de los socialistas con los re: publicanos durante este afco, véase Shlomo Ben Ami, The origins of the Second Republic in Spain, Oxford, 1978, cuyas fuentes pueden complecarse ahora con In consulta de lat actas de Joe comités Ejecutivo y Nacional de la ver y del x Sentos Julié LA VIA REPUBLICANA AL SOCIALISMO. Si la vor era republicana y si debfa actuar decididamente en politica para instaurar una repiblica; si, ademés, esa actuacién se dirigia a respaldar desde el poder del Estado Ia legislaciéa social y obligar as{ a que las leyes se cumplieran, era légico que participase con su presencia en el comité revolucionario y que alguien, en su represen- tacién, formara parte del gobierno provisional de la futura Repabli- ca. El Partido tenfa ya garantizado esa cercanfa al movimiento revolucionatio por medio de Indalecio Prieto y Fernando de los Rios, quienes habfan asumido independientemente de toda discipli- na formal o de una decisién de su Partido la responsabilidad de estrechar lazos con los republicanos. La negativa de Besteiro y las dudas de Largo retrasaron el compromiso de la ucT con el comité revolucionario hasta octubre de 1930, Desde que tomé Ia decisién de «creer» en Ia solvencia de los republicanos, Largo Caballero es mostré también partidatio decidido de aceptar los puestos que el comité revolucionerio ofrecia a los socialistas en el futuro gobierno. Largo defendié ese participacién en reuniones de la Comisién Ejecutiva del rsox, pero se trataba de una decisién que le afectaba en cuanto dirigente de la vcr, ya que lo que se pedia a los socialistas —y lo que Largo defendia— era la declaraciOn de «la huelga general donde haya elementos [mi- litares] comprometidos, para que éstos, tan pronto se encuentren cn Ia calle, se vean asistidos por el pueblo que los anima». Por lo demés, y aunque no se hubiera hecho nada en la direccién marcada por Largo desde el verano de 1930, a partir de cctubre y hasta el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas, en abril de 1931, las ejecutivas de Ia vcr y del Psoz acttian no ya al unisono, sino como una sola, multiplicando las reuniones mixtas. Esta unidad préctica de ambas organizaciones se confirmé en los plenos de sus comités nacionales, reunidos conjuntamente en febrero de 1931 para examiner la continuided de la colaboracién con los republicanos y la petmanencia de los socialistas en el gobierno provisional. Es signi- ficativo que la derrota suftida por Besteiro en esa reunién mixta le obligue a presentar le dimisiGn simulténea de las presidencies de Ia Unién y del Partido, que funcionan efectivamente durante esos meses como un movimiento tinico “. “© Véanse sesiones de 17 y 20 de octubre de 1930 del Comité Ejecutivo del Socilismo 9 revolucién al pensamiento y le accién politica xa Hay que «estar dentrop: este es el principal argumento de Largo pera forzar le decisién de su Partido por el compromiso con los re- publicanos. Fiel a sus tradicionales principios de accién, Largo Cabs- Ilero —que habia defendido como ningéin otro la necesidad de estar dentro de las instituciones de le Dictadure— defiende ahora la pre- sencia de los socialistas y més exactamente de la organizacién obrera en el movimiento republicano. Las razones son también las de siem- pre: sélo desde dentro se puede einfluir de manera decisiva en la otientacién de la revolucién». Influir por la presencia: el argumento tradicional que habia levado a comprometer a la Unién en la vie corporativa sitve ahora para adentrar a la misma organizacién por la vfa republicana “. Habia también argumentos més coyunturales para legitimar la entrada por esta nueva via. Uno, al que recurre reiteradamente, es que «nuestra presencia en el Gobierno dard a éste garantias de sol vencia». Los socialistas no crefan que los republicanos tuvieran fuerza suficiente para alcanzar las metas que se habfan propuesto. Habla que ayudarles, pues, a hacer su obra. De miltiples maneras, este argumento se repetird luego hasta Ia saciedad: Ja debilidad de las clases medias y Ia fragilidad de 1a democracia exiglan que los socia- listas —sacrificando su propio programa— afianzaran con su fuerza Jo que las limitadas energlas republicanas no podrfan consolidar abandonadas a si mismas. Influir en un movimiento al que simulténeamente se confiere fortaleza y solvencia: tal es el objetivo de Largo Caballero cuando decide unir la fuerza de la organizacién obrera a la del comité repu- blicano. La meta final, Ia Reptiblice, era por definicién obra de otros, pero al estar dentro se convertia en tarea propia, Estar dentro para influir y fortalecer era, pues, la tnica estrategia que permitiria construir una Repiblica que sin ser s lismo abriera sin embargo las puertas para llegar al socialismo por la via legal. Todo esto se volverd més claro luego, una vez la Repéblica instaurada y cuando sea preciso legitimar por la palabra la presencia socialista no ya en un movimiento revolucionario —lo que no necesitaba justificacién—, ‘PSOE para las decisiones de Largo. En Ia Wltima se acordé que ala diteccién del ‘movimiento obrero deben llevarla las dos comisiones cjecutivess. La dimisi6n de Besteiro tuvo lugar en le sesién de 22 de febrero de 1931 de los comités nnacionales del Partido y de 1a Unién. Todo en «Apuntamiento», cit. “4 Para esto y lo que sigue, véase sesién de 20 de octubre del Comité Bje- ‘curivo, «Apuntamlentos, cit. x Santos Julis sino en un gobierno democritico que en definitiva y tal como se entendia ideolégicamente, no pasaba de ser instrumento de Ia burgue- sta. La presencia en el gobierno sélo podia legitimarse insistiendo en su origen revolucionario y en el cardcter revolucionitio de su actua- cin, Para Largo Caballero, Ia Repiblica no significaba simplemente la instauracién de la democracia, sino la construcc‘én —sobre fun- damentos republicanos y socialistas— de un régimen democritico ccoya esencia era permitir la evolucién pacifica hacia el socialismo ®. Se explica ast que de entre todos los dirigentes ce la organizacién obrera, Largo Caballero fuese el més firme defenior de la perma- nencia de los socialistas en el gobierno de la Repiblica. Ya lo habla sido al defender la continuidad del compromiso con el comité revo- lucionario incluso después del fracaso de la huelge general o de la revoluci6n de diciembre de 1930. Lo fue también en la reunién del Comité Ejecutivo que su partido celebré el 14 de abril cuando toda- via eta incietta Ia salida politica de las manifestaciones populares que venian sucediéndose en todo el pafs desde que empezaron a conocerse los resultados de la votacién del dfa 12. Largo no acepts la dimisién presentada por Prieto ante la ejecutiva del Psoz en la reunién de 28 de septiembre de 1931 por los problemas surgidos en el Ministerio de Hacienda. Se mostré de nuevo partidario de mantener la presencia socialista en el gobierno cuando se discutié la posibilidad de abandonarlo una vez aprobada la Constitucién, re- pitiendo su argumento de que era preciso afianzar al régimen y que para esa tarea no se bastaban los republicanos. Aconsejé Ia conti- ruacién de Azafia al frente del ejecutivo y la permanencia a su lado de los socialistas cuando se comenz6 a hablar de crisis tras los su- cesos de Casas Viejas. En fin, no deseché la idea de que un socia- lista pudiera sentarse en , diré después a los j6venes socialistas cuando les exprese el dolor» y Ia «indigne- ign» que le produce el rumbo tomado por la Repiblica: EI Socialists, 21. 1934, Pare In conviceién muy general de que era posible evolucionar hacia el sodalismo dentro de le Constitucién republicana, vésse ademés Luis Araquis- tin, «Motivos», EI Socialite, 911.1934. Socielismo y revolucién en el pentamiento y la accién politica wut ‘cién, Largo Caballero afirma una vez més la necesidad de que el Partido y la Unién tienen «que ser uno de los factores principales de Ia politica de nuestro pals», dando a entender de esa forma que nadie podia excluirlos del gobierno *. ‘Mantener una decisién tan firme y continuada en asunto tan ca- pital y debatido debfa tener para Largo Caballero un significado de Ta més alta importancia. El sentido de la presencia en el gobiemo lo daba el porvenit: los socialistas, en palabras de Largo, «hemos tenido que soportar ciertos hechos por interés de la Republica, por- que miramos al potvenir, y por encima de todo est nuestro porve nir, ¥ nuestro porvenir exige, principalmente, lograr una gran per- sonalidad para el Partido y para la Unién». No fue nada locuaz Largo Caballero durante los dos afios que estuvo al frente del Mi- nisterio de Trabajo y es dificil reconstruir su pensamiento en este asunto central. Durante todo ese tiempo estuvo casi «sin hablar». No que no hablara en absoluto, pero su palabra —en los preimbulos y textos legales, en discursos oficiales— tiene todos los visos de pertenecer a otro, No pronuncié esos discursos tan personales, que definen un cardcter tanto como un pensamiento, a los que volvié de rnuevo en julio de 1933 cuando se present6 en el Pardifias ante un piblico con el que conectaba inmediatamente. Callado, sf, pero tremendamente activo en la labor legisladora es seguramente por ahf por donde mejor pueda apreciarse el significado que daba a su pre- sencia en el gobierno como medio para que el Partido y la Unién alcanzasen esa «gran personalidad» que garantizaba «nuestro porve- “W Acta de Ia reunién celebrada por la comisién ejecutiva del Partido So- aista y la Uni6n General de Trabsiadores el dia 14 de abril de 1931», Far Gacién Pablo Tplesis, Archivo Hist6rico, 20-1, f, 33, «Sesién extraordinaria el dia 28 de septiembre de 1931», Id., {. 53, «Reunién del dia 12 de no- viembre de 1931, Id, f. 62, «Acta de le reunién celebrada... el dia 4 de sbril de 1933», Id. 20-3, f. 48. «Reunién extraordinaria.. el dia 9 de junio de 1933», Td, £ 61. En fin, Posibilismo socialiste en 1a democracia, conferencia pronun- clade el 12 de agosto de 1933 y editada como folleto por las Juventudes Socia listas, pp. 18 y 19. En el discurso de julio habla dicho: «Yo me permito afir ‘mar aqut que # la Repablica espafiola le hace falta todavia el apoyo, Ia colabo- tacién del Partido Socialista y de la Unién General de Trabajadores», EI Sov ialista, 25.91.1953. '@ Para lo citado, véase Posibilizmo socialista en 1a democracia, p. 18. Hay varios discursos de Largo, evidentemente no escitos por él, en Ministerio de Trabajo y Previsién Social, Labor realizada desde la proclamacién de la Repd- lien basta el 8 de teptiombre de 1932, Madeid, sf. xuv Santos Julié Como se sabe, Largo fue el primero, entre sus compafieros de gobierno, que puso répidamente manos a una copiosa obra legislativa. A este respecto, tenfa claras desde mucho antes las ideas y ya cuando proponfa la unidad orgénica entre Partido y Unién sefialaba como pro- grama del nuevo organismo todo lo relativo al cumplimiento y des- arrollo del derecho social. A su presencia en el comité revolucionario se debe, con toda probabilidad, que el gobierno provisional de la Repitiblica incluyera en su primer estatuto juridico el respeto a la personalidad sindical y a la organizacién corporativa, Su permanencia en ese gobierno y en todos los que le siguieron hasta septiembre de 1933 tiene justamente el sentido de consolidar I personalidad de su sindicato en una organizacién de las relaciones laborales que conti- ria siendo corporativa aunque no vuelva a emplearse esta denomi- nacién. Un sindicato fuerte en una organizacién corporativa consoli- dada y respaldada por el Estado era la tinica forma en que Largo Caballero podia imaginar el mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera y el avance hacia la total emancipacién de los tra- bajadores. A esta actividad y con ese objetivo dedicé todas sus fuerzas en el Ministerio de Trabajo. La sucesién de medidas ‘egislativas —jor- nada méxima, descanso dominical, términos municipales...— se acom- pafié del aumento de competencias y la extensién a todos los oficios, incluidos los agricolas, de la antigua organizacién corporativa por medio de la ley de jurados mixtos. Largo Caballero reafirmé, pue el derecho social anterior, lo completé y, sobre todo, reforaé el in ‘trumento corporativo para la reglamentacién de las relaciones labo- rales construido durante la Dictadura; amplié sus atribuciones y le dio un respaldo més decidido del poder pitblico pare el cumplimiento de sus funciones de negociacién ¢ inspeccién de contratos de tra- bajo, Al hacer esto, y por el solo hecho de hacerlo, daba a la organi- zacién obrera un papel relevante en Ia sociedad y en el Estado. La convittié en el instrumento de Ia politica laboral y social del gobier- no de la Repiblica. Ni que decir tiene que al ocupar esa posicién de poder social y politico, la uct desperté en la clase obrera y —nue- vo dato fundamental— campesina la expectativa de que finalmente algo decisivo se iba a transformer en la tradicional relacién de depen- “4 Juan Montero Aroca, Los tribunales de Trabsjo (1908-1938), Valencia, 1976, pp. 129 as Sociaismo 9 revolucién en ef pensamiento 9 la eccién politica xv dencia y explotacién que caracterizaba las relaciones de clase en Es- pafia, Cientos de miles de obreros y campesinos se acercaron 0 $€ afiliaron a la uct a partir de su llegada al gobierno. De esta for- ta, al consolidar el papel de Ia uct en el Estado, Largo Caballero podia ratificar su conviccién de que efectivamente por «estar dentro» del sistema politico la organizacién obrera crecia y se robustecta, es decir, adquirfa aquella «gran personalidad» que permitfa mirar con confianza a «nuestro porvenir». No era sélo Ia vcr la que estaba en el gobierno de la Repiblica para afianzar la personalidad de la organizacién obrera y asegurar af a marcha al socialism. Frente a la Dictadura, la Repablica oftecta la novedad nada desdefiable de que también el Partido se sentaba en el gobierno y ocupaba una posicién relevante en el Parlamento. En el pensamiento de Largo, la transformacién econémica que garantizaba la fortaleza de la organizacién obsera permitia avanzar pacificamente hacia el socialismo a condicién de que se ocupara cada vez més el espacio politico y se abrieran as{ las puertas legales que permitfan pasar a la nueva sociedad. La confluencia de un poder politico-sindical y politico-parlamentario y su expresién en el gobierno era lo que definia a la Repiblica como etapa de transicién al socialismo. Por un lado, la organizacién obrera crecfa y se capacitaba para hacerse cargo de la produccién; por otto, el Parlamento habia elaborado una Constitucién tan flexible que, sin salir de ella, se podrla proceder agin dfa, cuando Megara el momento de seivindicar todo el poder, a la transformacién en un sentido socialista de la propiedad *, Todo La afiliacién a a ucr pass de unos 250000 asociados a mediados de 1930 hasta més de un millén en junio de 1932. Sin embargo, los voros re- presentados en el Congreso de octubre de 1932 no superaron nunca los 500 000 (los emitidos para In eleccién de presidente fueron 486399). Por otra parte, los ingresos presupuestados por la Comisién Ejecutiva no contaben més que on_ 4000000 cuotas en mayo de 1934. En Io reunidn de la Comisién Ejecutiva de 24 de mayo se habla de cotizantes a través de las federaciones en nimero de 396 629 (incluidos los 62918 de Ia Federacién de la Tierra) y de otros 137 883 cotizantes no adheridos a ninguna federacién «cue uaidos 4 los anteriores hacen tun total de 434512», dice textualmente el acta, sin que yo pueda decir dénde std el error, si en algin sumando o en el resultado, «Actas de la Comisién Ejecutiva de la ers, Fundacién Pablo Iglesias, Archivo Histétco. 5 «Nosotros vamos la conquista de todo el poders, afirma Largo en su discurso_ de julio, nuestro propéito es lograrlo segiin’la Constitucién nos lo permite [...] Hemos venido a colaborar a la proclamacién de la Republica para hacer una Constituci6n flexible susceptible de que un partido revoluci arlo como el nuestio, que quiere hacer una wansformaciéa de la sociedad en xv Sentos Julié estaba abierto: la Repiblica no era el socislismo pero el socialismo no setfa posible sin afianzar antes la Reptiblica. En el futuro inme- diato, la tinica tarea consistfa en consolidar, sin prisas, lo ya conquis- tado y organizar nuevas fuerzas que permitieran dar pasos adelante. Si el sentido que Largo Caballero dio a su presencia en el gobier- no consistfa en afianzar y expandir lo realizado durante la Dictadura, la perspectiva en que se situaba esa politica era, pues, completamente distinta, no porque la direccién lo fuera, sino por la cota que se habla alcanzado al seguir aquella direccién. Largo Caballero podia pensar que por haber seguido en los afios veinte el camino correcto, Ia orga- hizacién obrera y el partido politico habfan conquistado una posicién cuyo abandono serfa un retroceso ya que seguir desde ella hacia ade- ante significaba pasar al socialismo. Con una organizacién obrera crecida y robusta y unas leyes que permitfan el avance pacifico hacia dl socialisimo, s6lo el socialismo podia plantearse como nueva com ‘quista, pues la Repiblica estaba ya conquistada, Monarqu{a, Repé- blica, Socialismo aparecen como tres momentos necesatios de la con- tinuidad evolutivo-organicista s6lo cuando se ha akeanzado le segunda ‘etapa y conquistado en ella una posicién de poder. Antes, cuando la Repablica era todavia una aspiracién, plantear la conquista de todo ‘el poder era simplemente una cuestién «platénica». Ahora, no. Ahora ya no habfa lugar para el platonismo: «después de la Repiblica, ya no puede venir més que nuestro régimen» *. Esto no es, realmente, Ja consecuencia de una transformacién «marxista» del pensamiento de Largo ni el desarrollo «radical» de una idea anterior. Las ideas poltticas no tienen, por lo general, un desarrollo auténomo. Cuando enuncia esta perspectiva, lo que hace Largo es ccnvalidar por la ex- periencia de Ia préctica el pensamiento elaborado 2 partir de la direc cién de sociedades obreras, de su presencia en un parlamento, de su papel en una organizacién corporativa y, finalmente, de su participa ign en el gobierno. Su lento progresar le confirmé que el progreso no tendrfa fin hasta llegar a la emancipecién total de los trabajadores de la que habia oido hablar por vez primera una mafiana de mayo de 1890. ‘abroluto, socializando los medios de produccién, Jo pueda hacer con arreglo a sus preceptos y a las leyese, El Socalste, 25.vi.1933. 30 Posibiliemo, cit, p. 24, Socielismo 9 revolucién en el pentamiento y la eccién politica xuvit SOCIALISMO Y REVOLUCION EN EL DERRUMBE DEL IDEAL REPUBLICANO A diferencia de otros socialistas m&s «politicos». —como Indalecio Prieto— la Republica no era, pues, para Largo en primer lugar un régimen democrdtico que garantizaba unas libertades, sino un régimen. de libertad que, al confirmar toda su experiencia anterior, permitia una transicién pacifica y legal al socialismo por medio del crecimien- to de la organizacién obrera y de !a presencia de la Unién y del Par- tido en el aparato del Estado, Cémo se pasarfa realmente al socials. mo, y cudndo, eran cuestiones que no parecen haberle preocupado inmediatamente, absorto como estaba en su obra legisladora. Habta mucho que afianzar y quedaba mucha legislacién que elaborar antes de que se pudiera plantear la necesidad de dar nuevos pasos adelante Se explica, pues, que Largo sédlo se plantee esa necesidad cuando percibe, a mediados de 1933, que todo lo conseguido comienza a correr setios peligros. Todo lo conseguido significa, en primer lugar, Ja legislacién laboral, que tropieza —segiin afirma ante el comité na- cional de su partide— con Ia oposicién «que hacen los patronos»; ademés, el mismo instrumento de su politice laboral que, aparte de Ja hostilidad patronal, que se manifiesta en grandes asambleas, es el objeto central de la ofensiva anarcosindicalista; unida a esta ofensiva cenetista es evidente ya un declive de la uct tras dos afios de cre- cientes expectativas sélo parcial 0 malamente cumplidas; en fin, corre peligro también la posicién politica alcanzada en el Estado y en eb gobierno, con la ofensiva de los radicales y las dudas y reticencias de los partidos de la coalicién, que sugieren a Largo Ia imagen de unos socialistas cercados «por el enemigo comtin» *, Resistencias a a legislacién Iaboral; debilidad de los jurados mixtos; declive de © GEL enemigo comtin va apretando el cerco», dice Largo en el Pardifes. patronal, véase Mercedes Cabrera, La patronal ante la II Re- , 1983, El hecho de que le frustracién de expectatives en las zonas del sur aumentabs el atractivo y la afiliacién a Ia ext fue evocado —en- tre protestas— por Jiménez de Asia para defender le retirada del gobierno, en el XIII Congreso’del rsoe, donde hablé de «otros muchos ncleos, de otros obreros, de otras gentes proletaris, que salen del Partido Socialista decepcio: nados», Le, p. 404. Las condiciones —inaceptables para el rsoe— planteadas por el Partido RadicalSocialista para continuar en la coalicién fueron exami- radas por la Comisién Ejecutiva en su reunién de 9 de agosto de 1933, «Ac tas, Le, £. 75 vio. xvi Sentos Julié Ja uGr; dura hostilidad de la cnt; ofensiva politica del Partido Radi- cal; creciente combatividad patronal y, por iltimo, cambio de actitud de algiin partido de la coalicién son algunos de los graves problemas {que se presentan ante los socialistas en el verano de 1933. Sin poder entrar aqui en el anélisis de esta situaci6n, es evidente que una con- centracién tal de problemas ponfa en cuestién no sélo Ja permanencia de los socialistas en el gobierno, sino la continuidad del trabajo que realizaron desde abril de 1931, En medio de ese cerco, Largo Caballero plantea por vez primera la posibilidad de que los socialistas tengan que salir del gobierno. Plantear esa eventualidad no podfa ser un juego retérico en quien hasta ese momento se habla mostrado como el més convencido de sus adversarios. La trascendencia del problema se entiende mejor si se recuerda que, para Largo, la salida o abandono de posiciones pre- viamente conquistadas era una vuelta atrés, un retroceso, cuando no Ta entrega al enemigo. Largo aplicé al posible abandono del gobierno de la Repiblica idéntico criterio que el esgrimido antes en la discu- sién sobre la presencia socialista en instituciones de la Dictadur: ho se pueden abandonar las posiciones alcanzades porque eso signi- fica entregar tales posiciones a los enemigos de la orgenizacién obrera®, Si la raz6n para no abandonar era idéntica, no podia ser igual la consecuencia politica del posible abandono porque no era el mismo el lugar conquistado ni el cardcter o la naturaleza del adversario. La Repiblica, en efecto, existfa porque los socialistas habtan colabo- rado a su Tlegada: formaba parte del origen —y se crey6 también que de la naturaleza— del régimen la presencia de los socialistas en su direccién, Légicamente; 1a participacién en e: gobierno no podia entenderse 0 no se entendié como «una participacién ministerial co- rriente, normal», sino como la exigencia derivads de un hecho revo- lucionatio. Nosotros —dice Largo— hemos ido « una revolucién, he- mos participado en ella y hemos formado parte de un gobierno rev lucionario, De él sdlo se podia salir si alguien cometfa traicién al ori- gen y al cardcter del régimen republicano. Pero las traiciones se suelen cometer para entregar fortalezas a los enemigos. No podia pensarse —segin la razin politica de Largo Caballero— que la selida de los socialistas dejaria tal cual a Ja pro- Para esto y lo que sigue, El Socialists, 25.vi.1933. Socilismo 9 revolucién en el pensamiento y la accién politica mu pia fortaleza. Esa Replica, sin los socalistas como fundamento prin- Eipal y con sus enemigos duefios del poder, no podia ser la misma. La traicién conducfa as{ a la entrega de la Repiblica a la reaccién restauradora, a las oligarqufas que habfan sido desplazadas del poder. No se trataba de una alternancia I6gica en cualquier democracia, sino de una restauracién. La consecuencia Idgica de este razonamiento era gue no se podia dejar el poder hasta que la Repsiblica estuviera con- Solidada y fuera por eso imposible el triunfo de la reaccién que con- vertitia a la Repiblica en una Monarquia disfrazada™. ‘Ahora bien, sin ninguna explicacién, cuando la Repiiblica no es taba atin afianzada y era, pot tanto, posible el triunfo de la reaccién, los republicanos dieron por terminada la coalicién con los socialistas. Expulsién indecorosa, dice Largo, que los socialistas no merecen des- pués de los grandes sactificios que han debido realizar para consolidar {a Repiblica, La consecuencia politica de tal expulsién es inmediata: los socialistas se sienten libres de los compromisos que ligaban su politica a los republicanos. En unas declaraciones a Santiago Carrillo } cuando todavia es confuso el camino a seguir, Largo Caballero tiene Yaro sin embargo que estén «liquidados los compromisos que habia con los republicanos» Libres gpara qué? Si se recuerda Ja ideologia evolutivo-organicista cde Largo Caballero y la perspectiva ideolégica en que situaba su ac- 7 Tengo le presentimiento —dice Largo— de que el dia que los socia- listas defen el Gobierno y se constituya otro (...] todas estas instituciones tenemiges de la Repiblica se irdn desenvolviendo {...] y seré muy dificil com fenctlase, Largo aseguraba ain que el «interés de los trabsjadores» consistfa En econsticuse en vigilantes perpetuos del interés de la Repiblican, 1d. ibid. 5 En su conferencia de agosto de 1933, todavia en el gobierno, Largo habia dicho que wlo que no se puede tolerar de ninguna manera es que los demés rean que se nos puede tratar como a un criado y un da darnos la cuenta deci: ya se pueden ustedes marchar. No; es0, no», Posibilismo, p. 19. No e fextrufo que en el discutso en el cine Europa, El Socialists, 3.1933, asegure GGue «al Partido Socialista se le ha expulsado’del poder de wna manera inde- Corosan y afada: «El Partido Socialista y la clase trabajadora consciente de Expafia ao podrin olvidar jamés que, después de hacer lo que hicieron, se los haya despedido de la forma que se ha llevado a efecto». La ruptura de com promisos Ia anuncia Largo desde la reuniGn extraordinaria de Ia comisién ejecu- Gi celebrada el 11 de septiembre de 1933, Le, f. 81 vio. El Comité Nacional hhabsla dado por «cancelados los compromisos que os ataban « los partidos republicanos» sein nota editorial de EI Socialite, 20ix.1933, aunque en cl ‘Aeta de la reunién del comité de 19 de septiembre no hay mencién express de tal decisién, La entrevista con Carrillo, en E! Socialists, 244.1933. L Santos Julié cién politica, esa libertad de todo compromiso que proclama al salir del gobierno sélo podia tener un objetivo: todas las etapas estdn quemadas y sélo queda en el horizonte 1a conquista de todo el poder. Se ha visto en la formulacién de este objetivo un giro politico, una tansicién de la socialdemocracia reformista al marxismo revolucio- nario. Conceptos, en mi opinién, vacios de contenido cuando se apli- can a voleo dando por supuesto los elementos que los constituyen. Quizé, para entender a Largo, fuera mejor situar esta reivindicacién de todo el poder como tiltimo paso de una razén politica que se ha construido a si misma a partir de sus experiencias. En cualquier caso, lo cierto es que si hasta septiembre de 1933 el discurso de Largo se construye en torno a la necesidad de participar en el gobierno para consolidar la Repiiblica, evitar el triunfo de la reaccién y avanzar asf hacia el socialismo, a partir de ese mes el centro del discurso ser la conquista 0 adueiamiento de todo el poder politico como tinica via al socialismo *. Ahora bien, si esta erd Ja dltima perspectiva del discurso tradicio- ral (de a ideologta sindical-societaria) sobre la transicién al socialis- mo, no sorprenderé que la estrategia elaborada para alcanzar todo el poder tome también de aquel discurso sus elementos centrales, Como ya se ha sefialado antes, el momento de revolucién s6lo aparecia en ese discurso por una provocacién de la burguesla y no por una nece- sidad inherente @ Ia propia marcha hacia el socielismo. Ahora, ese ‘elemento central del pensamiento sindical-societario se repite como elemento decisive del discurso de la revolucién en cualquiera de los scenarios que se construyen durante el verano de 1933 para visua- lizar ese acontecimiento. La revolucién tendré lugar cuando un sujeto indeterminado se atreva a provocatla Tal provocacién podia ocurrir en lo que he lamado en otro lugar doble escenario de la inminente revolucién. En el primero, Largo rechaza sin vacilar cualquier idea de ir «contra la Repiblicay. Esta- mos todavia antes de las elecciones y seré dentro de la Replica, legalmente, llevando diputados al Parlamento y concejales a los Ayun- tamientos como los socialistas se aduefiarin de todo el poder. Mis adelante, cuando comiencen a gobernar —y porque lo harén solos, 3 De lo aoe simifique en se momento adueaniento del poder y de lot fescenarios en que tal acontecimiento podia ocurrir he tritado con alguna am- plitud en «Los socalistes y el escenatio de la futura revolucién», en el colee- ta Octubre 1934, Madrid: Siglo XXT, 1985, pp. 103-130 Socialismo y revolucién en el pensamiento ta accién politica uw sin compromisos con los republicanos— tendrén que it, siempre den- tro de los cauces de una Constitucién que han elaborado flexible precisamente con este objeto, a la socializacién de los medios de pro- duccién y cambio. En el momento en que se decidan a emprender esa tarea, la clase capitalista opondré resistencia, quizé violenta, y seré entonces llegada Ta hora de proceder a la violencia revolucionaria. En todo caso, se trata de una revolucién desde el poder legitimamente conquistado y provocada por la intransigencia de la clase capitalista Pero esa provocacién puede ocurrir también en otto escenario diferente y que Largo Caballero separa con nitidez de este primero. Tal como lo exptesa en julio de 1933, se. tratarfa de que alguien —eestos sefiores— «nos eche de la Constituciéne. No es inmedia- tamente evidente a quién se refiere Largo en esta ocasién y no que- daré mucho més claro en posteriores intervenciones. Se trata, en cual- quiet caso, de alguien por quien cruza «el mal pensamiento de tentar implantar en Espafia una dictadura o el fascismo». Se hablard también més adelante, ¢ indistintamente, de tentativas restauradoras o de vuelta de las oligarquias tradicionales. Restauracién, fascismo y dictadura burguesa son sinénimos en el lenguaje que Largo emplea a partir de este momento, En todos los casos, y sea cual fuere el con- creto sujeto polttico a que se refiera, se trata de una provocacién, de una decisién ajena de romper la Constitucién republicana y expul- sar de ella a la clase obrera, En ese momento —o quizé cuando ese momento sea inminente— y para impedirlo, los socialistas darén una respuesta revolucionaria por Ia que se derrotard el intento restaurador © dictatorial y se implantaré el socialismo”. ‘Antes de celebrarse las elecciones, estos dos escenarios de revolu- cin se cruzan 0 yuxtaponen en los discursos de Largo Caballero; el primero como expresién de la voluntad y la esperanza de triunfar por la via parlamentaria; el segundo quiz4 sdlo como advertencia, evidente en la repeticién de f6rmulas condicionales: «si estos sefiores nos dicen [...]», «si alguien tiene el mal pensamiento [...J». El primero se construye en torno a una certidumbre: «Hay que triunfar Tlevando a los concejales a los Municipios y diputados al Parlamento. Después ya vendrd Jo demés por afiadiduray; el segundo, en torno ‘aun temor: «Id a los pueblos a decir: eso de la revolucién social 1 Todas las citas de éste, y el siguiente, pérrafo proceden del discurso ea cl Pardifas y de Ie conferencia ante los j6venes socalistas, de julio y agosto de 1933, respectivamente ur Sentos Julis cs nuestra aspiraci6n [...]. Es que se puede dar el caso de que no queriendo nosotros, no esperindolo nosotros, las ci:cunstancias nos la impongan [...]». Se trata ciertamente de un camino que Largo no desea recorrer en la seguridad de que el primero permanecia abierto. ‘Que lo pareciera incluso después de salir del gobierno indica bien que el ideal de legar al poder por el camino de la Constitucién no habfa muerto todavia y que la Repdiblica, con su legilidad, se consi- deraba atin como la mejor via al socialismo. Fue la pérdida de elec- ciones la que borré del discurso de Caballero y, en general, del dis curso socialista cualquier resto de ideal republicanc. A Ja’ anterior consigna de que «dentro de 1a Repiblica es donde hay que hacer sa transformacién» sigue pronto la afirmacién de que «la Republica cen el orden econdmico 5 exactamente igual 0 peor que la Monar- quia». Con ella habfa que hacer, pues, lo mismo que con la Mo- narquia: «creer que por la evolucién se va a llegar al Poder es un error». Después de las elecciones —y estas Notas prueban lo inme- diato del sentimiento— no quedaba més que el cartino de la revo- lucién *. ¢Qué revolucién? Pues la que se habia anunciado como segundo escenario de la conquista de todo el poder: Ia «cose definitivan, el «movimiento revolucionario» que ahora se anuncia con tanta profu- sin s6lo se produciré si la derecha sale de la legalidad y comete algin «atropello». El objetivo del movimiento es claro: «impedir cualquier intento fascistan. La revolucién es la respuesta de la clase obrera a Ja iniciativa de la derecha en general, o de los fascistas en particular, de salir de la Constitucién e implantar una dictadura. El elemento central del viejo discurso de la revolucién —la provocacién: como causa desencadenante— se repite ahora como razin legitimadora de la accién socialista ”. 5 De los discursos pronunciedos por Largo el 14 y 21 de enero de 1934 ¥ teproducides en Discursos a los trabsiadores, Madtid, 198, pp. 139140 y 156, «No vale expantar al miedo», escribia EI Socialista el 91.1934, ala revo- locién es inevitable, Es tan Idgica, necesaria e inevitable como lo fue la exlda 4e la monarqufa y la implantaci6n de Ia Repablice», Esto es asf desde el primer momento y lo ser hasta el mismo mes de ctubre de 1934. En la «Reunién extraordinaria del Comité Nacional del Per tido Socialista celebrada el 26 de noviembre de 1933», Fundicién Pablo Tgle- sins, Archivo Histérico 24-1, £ 18, Largo dijo que no era «politico adelantar Jos acontecimientos, sino que por él contrario conviene esperar parta de elloe Socialismo y revolucién en el pensamiento 9 la eccién politica um Que consistiria, en esos momentos, en una huelga general decla- rada por la organizacién obrera. En diciembre de 1933 y enero de 1934 el elemento insurreccional armado no esté todavia inserto en el discurso de la revoluci6n. La prueba evidente de que Largo pensaba en una huelga general como respuesta a una provocaciGn fascista es que la primera propuesta de movimiento revolucionario se plantea casi inmediatamente después de las elecciones y cuando no existia ningiin tipo de organizacién militar y nadie habia pensado ain seria- mente en ese remedo de organizacién militarizada que serén las mi- licias de jévenes socialistas. Desencadenante de la revolucién y forma que la revolucién adopta —provocacién y huelga general, respectiva- mente— reproducen, pues, elementos del discurso tradicional ‘También los reproduce el agente de revolucidn en que se piensa y la forma de diteccién que se organiza. Largo pens6 que los socia- listas se bastaban para llevar a buen puerto el movimiento revolucio- nario. Por socialistas se queria decir, ante todo, la organizacién obre- ra y, también, el partido. De abi la urgencia de Largo en romper con Ia direccién bestefrista de la uct y desplazarla de sus puestos al bloquear toda posibilidad de constituir una comisién mixta eficaz y decidida a emprender las acciones revolucionarias. En resolver la lucha interna por el poder dentro de Ia ucr se consumieron los meses de diciembre del 33 y enero del 34, en los que se sucedieron diversos anuncios de revohuci6n sin que nadie tomara ninguna deci- sién préctica en ese sentido ®, Se comprende la confusién de que fue victima una clase obrera muy movilizada ante tanto anuncio de revolucién siempre pospues- ta®, Pero la demora en el movimiento no fue sélo causa de confu- sin, sino de afadidos al proyecto original procedentes de otros sec- le provociién, para jonifcar ante el pas les rarnes de meta acin defen a. lrrrrrtrst—sSCS trubre en Espana la lucha de las detecas por el poder, Sistem, 14 (jlo $576) 95405. De eat lace interna pore contol de le Yor to con mi delle a Largo Caballero y la lcha de fendencas en el sodlisoo expen, Anal 1983:1984, Min, 1985, Se babls tanto” de revolucisn que machos creeron_ que 8 habia co smenzado Gundo fos thangs decidieon liar la supe, Ejemplo de esc isin el cata que Fernando de Rows dings « so scaiwina Mamas el de diciembre Ge 1993, en la que fe dela que clos argues ya se baten Y parece que fw socialists desencadenin ratana fa hele general 9 lai Jurretiones Mario Giovan, Fernando de Rote, Pama, 1974, 25, uv Sentos Julié tores y que finalmente no pudieron integrarse en un discurso tinico de revolucién. Pues al proyecto inicial —nunca Ievado a la practi- ca— se afiadié en seguida un proyecto insurreccional, que procedia de las Juventudes Socialistas, y un proyecto de unidad obrera que procedia de sectores comunistas no pertenecientes la Tercera Inter- nacional: huelga general, insurreccién armada, alianza obrera. Desde que Largo controla la direccién de la uct, revolucién no quiere decir ya exclusivamente aquella «cosa definitiva» en que antes se pensaba. Ahora, revolucién es también «la insurreccién armada de la clase trabajadora para aduefarse del Poder politico integramente, instau- rando la dictadura del Proletariado» ®. Este lenguaje, esta escritura —con sus maytisculas— no era el lenguaje ni la escritura de Largo. Eso viene de otra tradicién tedrica y de una préctica ajena por com- pleto a las organizaciones tradicionales —cnt y ver— de la clase obrera espafiola, Era imposible que dos tradiciones dispares y posiblemente anta- s6nicas fundieran en una sola estrategia politica en el corto lapso de unos meses, Estas «Notas» ponen bien de manifiesto que Largo Ca- ballero organizé y ditigié el movimiento cumpliendo estrictamente con todos los requisitos del escenario tradicional. La direccién recay6 sobre una comisin mixta exclusivamente socialista aunque con pre~ dominio sindical; la base de la organizacién estaba formada por afi- liados a las sociedades obreras que cumpliendo todos los requisitos de una administracién burocrética tradicional debfan apuntarse en grupos que formarfan escuadras; la accién proyectada era fundamen- talmente una huelga general de apoyo a algunas acciones armadas que estarfan de nuevo a cargo de militares comprometidos que recibirfan la ayuda de milicias propias; 1a ocasién de la huelga serfa una pro- vocacién de la derecha, anunciada a todos los visntos: la entrada de la cepa en el gobierno de la Repiblica; la consigna fue también la de siempre: estar atentos y vigilantes y no malgastar las fuerzas cen huelgas lamadas extemporéneas ©. En resumen, Largo Caballero © De In ponencia sobre «Posici6n politica de las Jwventudes por el Congreso reunido en Madrid en abril de 1934, El Socilista, 8 Para lo que Largo esperaba de los militares, véase Joan Simeén Vidarte, El Bienio negro, Barcelona, 1978, p. 210. Que la provocacién esperada era la entrada de la ceDA en el gobierno fue, ademés de un anincio reiterado, una instruccin secreta enviada a las organizaciones, como puede verse en estas Notas Histéricas, p. 105. «Es preciso prepararse para ese acto desde ahora mis- mmo», dice Largo tras recordar la necesidad de preparar ax las masat para 1a Socieliemo 9 revolucién en el pensamiento 9 la accién politica w condujo con la I6gica de la huelga general —lIlevada hasta el diltimo extremo simbélico con su vuelta a casa a esperar la egada de la policia— lo que sin embargo se habfa entendido como insurreccién armada para la conquista del poder por la clase obrera. El fracaso de Octubre de 1934 es, sencillamente, resultado de la inadecuacién més absoluta entre el objetivo de Ia toma de poder pot la via insurreccional, la estrategia elaborada para conseguitlo y el instrument de Ia accién propuesta: a organizacién obrera sindical societaria que Largo habia conducido con tanta eficacia durante el ‘iltimo perfodo de la Restauracién, la Dictadura y la Repiblica. De tuna organizacién de ese tipo —es decir, de esa naturaleza y con esa historia— podia esperarse, a costa de un tremendo desgaste, el éxito en una convocatoria de huelga general, pero jamés el triunfo en una insurreccién. Seguramente, Largo Caballero también lo crefa ast y esperé —y confié— hasta tiltima hora que el presidente de la Repi- blica impediria, porque asi se lo pedia él, la provocacién de la de- recha*. DESPUES DE OCTUBRE: LA RUPTURA CON LA DIRECCION DEL PARTIDO Tras el fracaso de Ia insurreccién y la derrota de la huelga general, Largo Caballero y los directivos de la et se quedaron literalmente vacios de politica y sin saber qué hacer excepto esperar. Su ya ma- nifiesta desconfianza hacia la Alianza Obrera se multiplieé ahora por- que esa iniciativa se convirtié en motivo de agitacién comunista, ya que sus antiguos detractores, y viltimos legados, pasaron a ser des- revolucién espiritualmente pero sobre todo materialmente», Fundamental en esa preparacién era ir rectos hacia el final sin entretenerse «en las cosas pe- uefias», Discursos, p. 157. Para la telacién que en el pensemiento de Largo tiene y todo el enfrentamiento se reducitia a arencotes» y «odios» perso- nales, surgidos por la pretensién de Prieto de hacerse con la «hege- monfa en el partido». En realidad, y si se tiene en cuenta Ia respuesta que los dirigentes «caballeristas» dieron a Ia oferta de Azafia para reconstruir Ia alianza republicano-socialista con vistas a las futuras elecciones, la diferencia se refiere mds al alcance que serfa preciso dar a Ia coalicién con os republicans que al mismo hecho de la coalicién, aceptada finalmente por todos ®. Esa diferencia no era ciertamente baladi, pero no explica el grado de acritud y el punto de no retorno al que llegaron las relaciones entre ambos dirigentes y sus respectivos partidarios. La carta de los presos de Oviedo, la discusién con los jévenes socialistas, la polémica con Enrique de Francisco y, en fin, los duros ataques con el grupo de intelectuales reunidos en'torno a Leviatén y Claridad, indican se- jguramente que Prieto deseaba tener las manos libres para conducir a ssu modo, y sin estorbos procedentes de Ja organizacién obrera y de sus dirigentes, la alianza con los republicanos. Si eso es asf, podria explicarse quiz4 politicamente lo que de otra forma no tendria més cexplicacién que la del carécter personal: Prieto pudo finalmente con- ducir las conversaciones con los republicanos pero a un altfsimo pre cio, ya que perdié el apoyo de la Unién General, de las Juventudes Socialistas y de aquellas agrupaciones del Partido que consideraban todavia a Largo Caballero como ditigente indiscutido. Si las polémi- cas en que se enzarzé durante el verano de 1935 tenfan algiin sentido, no podia ser otro que provocar Ia separacidn entre el Partido —o la parte del Partido que seguia su misma politica— y la Unién. Las polémicas del verano —a las que se dedican muchas péginas ‘en estas Notas— tuvieron, pues, su culminacién en la reunién del ‘Comité Nacional del psoz, en la que Prieto arriesgé toda su influen- cia y autoridad en el Partido con objeto de provocar la dimisién de Largo Caballero. Al saberse en minorfa en una cuestién marginal a los problemas politicos del momento pero por la que ya habia dimi- tido en una ocasién anterior, Largo presenté de nuevo la dimisién irrevocable de su cargo. Formalmente, pues, esa dimisién no se pro- dujo en toro a la direccién politica que tomaba el socialismo a fi- © Para la correspondencia entre Manuel Azafia y Enrique de Francisco véa- se, mio adelante, pp. 254261, eae Santos Julié nales de 1935, ni tuvo como resultado un cambio de politica en slianzas firmades deide noviembre. Largo patticps ce cxceseenss y dedicacién en la campafa electoral y no opuso la resistencia de ningtin frente obrero a lo que se iba conociendo ye como frente po. polar. Pero si los socialists no legaron a escindirse por la polities de alianzas a seguir a corto plazo, se adentraron sin embargo por el camino de la escisién al abandonar los dirigentes més relevantes de Ja ver sus puestos en Ia direccién del Ps0z. Lo que estaba realmente en juego con ese abandono era quién, para qué politica futura y con qué nuevo tipo de organizacién iba a controlar la totalidad del soo, vimiento socialista Pero la resistencia de Prieto Y sus partidarios en la comisién eje- cutiva del soe puso en cuestién la misma posibilidad de que en al futuro pudiera seguir existiendo un solo movimiento socialista, fuese cual fuera ty ey politica. En efecto, el psoz tenfa un alto Porcentaje de aliliados a través de sociedades obreres y en los pues. tos de su dizeccin se sentaban habitualmente los dirigentes mis sig, nificados de la vor. La presencia de las mismas personas en los pues. tos de direccién de dos organizaciones distintas pero muy imbricadas ¥ casi siempre solidarias en la misma accién politics era lo que, en ‘Sltimo término, aseguraba la unidad de un movimiento al que reco. trian intermitentemente tensiones internas, originadas en la dvalidad de su estructura y en la posible disparidad de las pettcas a seguir La dimisién de Largo Caballero y de Pascual Tomds de’ sus puestos en la ejecutiva del psoz y la permanencia en ésta de Prie to y de otros dirigentes que no tenfan responssslidades en la direccién de la uct produjo una nueva situacién ea la tradicional forma de relacién entre el Partido y.la Unién. Por debajo del com flicto ideolégico entre ecentristas» y «matxistat» lo realmente deck sivo para el futuro del movimiento socialista era la distancia abierta entre la ejecutiva del Partido y la de la Unién. A partis del triunfo electoral de febrero de 1936 —es decit, a partir de su dedicacion preferente a la lucha interne— la comisin ejecutiva del Partide ox recié del apoyo de la Unién e incluso aparecié como abiertamen te enfrentada a ella. Habia ganado cietamente independencia y con, seguido que finalmente el pacto con los republicanos produjers el 4 Para el desarollo de la reunién de 16 de diciembre de 19: Nacional et aoe yin dsunén ence Pato y Coolers voog “ascot Fundacién Pablo Iglesias, Archivo Histérico, 241. : Socialismo 9 revolucién en el pensamiento y la accién politica ux nada desdefiable resultado polftico de devolver a Ia izquierda el go- bierno de la Replica, pero en el camino habfa perdido apoyos sus- tanciales sin los que el Partido era incapaz de asumir con eficacia sus responsabilidades politicas. Los érganos dirigentes de! Partido —comisién ejecutiva y comité nacional— aparecian completamente divorciados de los érganos dirigentes de la Unién. EI problema no hebrfa trascendido los limites de la inevitable distancia entre partidos y sindicatos, normal en cualquier sistema de- mocritico de representacién politica, si la ucT no fuera ya algo més que aquella «organizacién obrera», dedicada a la accién econémica en la que habfa ingresado Largo Caballero hacta cuarenta y cinco aos. Mucho tiempo habia transcurrido desde entonces y en el entre- tanto la drganizacién obrera, de Ia mano de Largo, habfa entrado «de leno» en la politica. Era inevitable que al frente de una organizacién de ese tipo y con una amplia dedicacién politica a sus espaldas, Largo Caballero quisiera dar finalmente cima a un viejo proyecto: acabar con la dualidad estructural del movimiento socialista convirtiendo de hecho a la Unién en partido politico. Contaba ahora con el apoyo de la propia Unién, o de su mayor parte, pero ademés con el de las Juventudes Socialistas y el de algunas agrupaciones del propio Par- tido —especialmente, ia madrilefia, muy influyente a través de las publicaciones periddicas, La «independencia politica» que la uct declarabe desde las p&- ginas de Claridad y la capacidad para «suplir autométicamente> a la ejecutiva del Partido que el mismo periédico atribuia a la ejecutiva de la uct no pueden entenderse s6lo como aspectos de un conflicto ideol6gico, sino como muestra evidente de que los dirigentes de la ver se habian propuesto edificar el partido sobre la base de la -corganizacién obrerar. No es en absoluto claro cul habria sido el resultado final, pero Largo habia dejado algunas indicaciones cuando, al plantear la reforma del Partido, propuso la supresién de sus fede- raciones provinciales y del Comité Nacional, creando en su lugar una Comisién Ejecutiva muy amplia pero inoperante, y concentrando todos los poderes de direccién en una reducidisima «comisién administra- tivay. Mientras tal objetivo —que habria supuesto quizé la absorcién del Partido en la Unién al romper'su estructura federal y reducir sus drganos directivos— no se alcanzaba, Largo se movié en esa direccién cuando hizo adoptar a la ucr decisiones estrictamente po- Iiticas. No es una ironfa, ni una casualidad, que la més importante de ellas consistiera en amenazar con la ruptura del pacto de frente

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