UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES
Rector,
Ing. Julio M. Villar
Vicesrector
Lic. Ernesto Villanueva
Secretario General
Lic. Mario Greco
Sceretario Académico
Lic. Jorge Alberto Flores
Secretaria de Ciencia y Tecnologia
Lic. Maria del Carmen Feijoé
Sectetario de Extensi6n Universitaria
Lic. Alejandro Villar
Director del Depto. de Ciencias Sociales
Lic. Emesto Lépez
Director del Depto. de Ciencia y Tecnologia
Dr. Ricardo Gianotti
Director del Centro de Estudios ¢ Investigaciones
Prof. Mario Albornoz
Loris Zanatta
DEL ESTADO LIBERA
ALA NACION CATOLICA.
Iglesia y Bjército en los origenes del peronismo.
1930-1943
@
UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES,
|CONCLUSION
A fines del siglo XIX ya estaban instalados en la Argentina los
como nostalgicas invocaciones del pasado o bien de modelos
que ya existian en otras partes, especialmente el Portugal de
Salazar. No obstante, el corporativismo fue uno de los princi«:
pales caballos de batalla del catolicismo entre fines ce 16:
afios treinta y la revolucién militar de 1943, y contribuyé
modo determinante a proyectar la imagen de una nueva cris:
tiandad, fundada sobre principios totalmente opuestos.
aquelios sobre los cuales se sostenfa el sistema liberal.
Por consiguiente, durante la década del treinta el objetivg
de la Iglesia fue instaurar en la Argentina un régimen de nueva
cristiandad, 0, como comenz6 a decirse hacia fines del doce
nio, “un nuevo orden cristiano”. Con ese objeto, ésta no dejé,
de elaborar una estrategia articulada, orientada a pene:rar
recristianizar los mAs variados ambitos de la vi dg
el mundo del trabajo hasta la universidad y la politica. x55
En su conjunto, sin embargo, la Iglesia identifies como
prioridad la cristianizacién del estado. Una vez obtenids ie
habria podido realizarse una politica més eficaz de recristianis
zaciéa de la sociedad en su conjunto. Pero el estado, al fin
cuentas, era el estado liberal, y los canales de'aeceso pede
transformacién eran los partidos politicos, el Congresd,:
380
clecciones. La Iglesia no s6lo sentia una natural aversién con
respecto a esa estructura institucional, sino que ademas nunca
habia conseguido ejercer una adecuada influencia politica a
través de ella. La recristianizacién del estado, por ende, no
podria darse sino a través de otros canales. Y el canal princi-
pal fue el Bjército. Al respecto puede afirmarse que la Iglesia
ersiguié una coherente y organica “via militar hacia la cx
tiandad”. En diversa medida, précticamente todas las tenden-
cias del catolicismo fueron protagonistas de ello, y no sdlo la
nacionalista militante, contrariamente a lo que la historiogra-
fia por lo general ha sostenido. De hecho, la alianza entre
Iglesia y Bjército, un fendmeno poco estudiado pero sin duda
decisivo en la historia politica argentina, tanto en los aiios
treinta como después, tuvo un cardcter institucional, es decir
que fue cl fruto de una estrategia eclesidstica que naturalmen-
te tuvo caracteristicas peculiares y una determinada evolucién
en el transcurso del decenio, en buena medida vinculada a la
de la situaci6n politica del pais.
Pero, sobre todo, epor qué la Iglesia identificé en el Ejérci-
to al potencial vehiculo de la recristianizacion del estado? En
primer lugar, sobre la base del hecho de que aquél era, en la
arquitectura del estado, la mas importante instituciéa pre-li
beral. En segundo lugar, porque, al igual que la Iglesia, éste
constituia una institucién nacional, en tanto que radicada en
todo el tersitorio, y popular, porque en sus filas se inclufan
enteras generaciones de jévenes de todas las clases sociales.
En tercer lugar, porque por su estructura el Ejército era el ex.
fremo opuesto a una institucién liberal, ya que se fundaba en
valores como el respeto por las jerarquias, el orden, la fun-
cidn, que lo acercaban sensiblemente a la Iglesia. En cuarto
lugar, porque en la crisis del régimen liberal, el Ejército emer-
fa cada vez mas como un factor de poder decisivo.
El Ejército no habia sido, especialmente entre fines del
siglo XIX y principios del xx, para nada impermeable a la
influencia del liberalismo y del anticlericalismo. Sin embar-
480, las seflales de crisis del liberalismo se manifestaron pre~
cozmente en su interior. Por un lado, éste efectivamente fue
invocado Con mas frecuencia para asumic deberes extra ins-
ticucionales, como la represién de la agitacién popular y la
restauraci6n del orden social. Por el otzo, su disciplina inter-
381na fue cada vez mas acechada por ef activismo, entre las mis-
mas filas militares, de militantes socialistas 0 comunistas. El
desorden social y la amenaza comunista fueron justamente
los factores cuya presencia hizo posible el comienzo de un ti
mido proceso de acercamiento entre Iglesia y Ejército en el
transcurso de los aiios veinte. En un primer momento, el
Ejército recurri6 a la Iglesia, y en particular a los capellanes
militares, en funcién de la ayuda que ésta y su doctrina po-
dian proporcionar para lograr mantener la disciplina entre
sus filas. Pero para la Iglesia éste fue el primer paso de una es-
trategia de més vasto alcance: si el Bjército habia de conver-
ticse en el vehiculo de la recristianizacién del estado, entonces
era necesario, ante todo, recristianizar el Fjército. Las bases de
este proceso se sentaron entre fines de los afios veinte y princi-
pios de los treinta, cnando la Iglesia intensificé sus vinculos
institucionales con el Ejército, reforzando la fancién de la vi-
caria general del Ejército y promoviendo el acceso de un n-
cleo de sacerdotes preparados y entusiastas al clero castrense.
Sin embargo, este proceso arranc6 después de la revolu-
cién de 1930, durante la presidencia de Justo. Poco importa
que el general Justo y muchos miembros de su gobierno fue-
ran tipicos exponentes de la Argentina liberal. Llegados al po-
der gracias a un golpe de estado, elegidos en escrutinios frau-
dulentos, proscripto el cadicalismo, acosados por las revueltas
de los oficiales pro-radicales, éstos partian con una dramatica
deuda de legitimacién politica, que saldaron apelando a una
legitimacién extra politica, proporcionada por la Iglesia y por
el Bjército. Esto tuvo como consecuencia, ya en los aids de la
presidencia de Justo, un rapido proceso de paralela militariza-
ci6n y clericalizacién de la vide pablica argentina.
La Iglesia mantuvo con respecto a Justo una actitud cohe-
rente con su proyecto. Por un lado, no le negd st apoyo, ¥4
que representaba el mal menor en presencia de una eventual
victoria socialista o de una insurrecci6n comunista. Por est
raz6n, también los fraudes electorales que permitieron st
mandato se encontraban, a su juicio, plenamente justificados.
Por otro lado, Justo pagé muy caro este apoyo, porque Ja
Iglesia reconquisté muchas posiciones durante su presidencias
especialmente en el érea educativa, y en su conjunto fa,ima~
gen de laicismo que todavia conservaba el estado se empafio
382
pessegsasee
:
:
¥
notablemente, en razén de la creciente combinacién entre re-
ligion y politica. Para conseguir sus fines la Iglesia nunca dejé
de cjercitar una sensible presién sobre el gobierno, enfatizan-
do mis alla de todo limite la amenaza comunista, cortejando
a los movimientos nacionalistas y actuando sobre los lideres
politicos mds afines a sus posiciones. No obstante, la Iglesia
no abandoné sus objerivos esteatégicos. Es decir, no se ade-
cué a la idea de recristianizar desde dentro del régimen libe-
ral, sino que se preocupé por crear las condiciones que hicie-
ran posible la instauraci6n del nuevo orden cristiano. Y es en
esta perspectiva que deben comprenderse los enormes pasos
dados en este sentido en la obra de recristianizacién del
Ejército durante los aiios de la presidencia de Justo.
En el plano préctico, la incipiente alianza entre Iglesia y
Ejército en clave anticomunista se enriquecid para entonces
de nuevas dimensiones, y asumié el aspecto de un bloque po-
litico e institucional en ciernes. Un bloque cuya relevancia pui-
blica se manifest6 clamorosamente con la compacta partici-
pacién de las tropas, organizadas por sus oficiales, en las
grandes celebraciones religiosas de aquellos aiios, como los
congresos eucaristicos diocesanos de 1932 y 1933 y, sobre to-
do, el internacional de 1934. Pero, en realidad, se trataba en
modo predominante del fruto de un trabajo capilar y subte-
rréneo, desempefiado por una densa red de sacerdotes y de
laicos, en los cuarteles, en los institutos militares, en los ce-
naculos intelectuales y castrenses. Un trabajo tanto de natu-
raleza estrictamente religiosa como de adoctrinamiento ideo-
légico, que tuvo como protagonistas a los obispos y a los
capellanes militares, a fos miembros de la Accién Catélica y a
Jos de las congregaciones religiosas, a los seminaristas y a los
colegios catdlicos.
‘Al mismo tiempo, en el cuerpo de oficiales los elementos li-
berales fueron gradualmente reemplazados por una genera-
cidn de cuadras impregaados de catolicismo nacionalista. En
otros términos, en estos afios cobré forma el “Ejército cristia-
no”. Este comenz6 a adquirir bajo muchos aspectos las fun-
ciones de un partido catdlico, tanto porque vehiculizé las
reinvindicaciones catélicas, como porque en su interior se ar-
ticularon los proyectos de las diversas vertientes del catolicis-
mo, la nacionalista, la social, la conservadora.
383
8Pero también en el plano doctrinario la confesionalizacién
del Ejército hizo sentir sus primecas consecuencias. No sélo
porque los elementos clave del proyecto de nueva cristiandad
echaron raices alli, sino sobre todo porque ese proyecto pro-
porcioné el entorno idealdgico sobre cuya base el Bjércita co-
menz6 a definir su misi6n en nuevos términos. Esta fue cada
vez menos la defensa de! territorio y de la legalidad constitu.
cional y cada vez mas la de la “nacionalidad”, es decir de una
identidad nacional estética, determinada de una vez y para
siempre por la tradicién, por la historia y, en primer lugar,
por la religién. Una identidad pre-constitucional, que por lo
tanto la misma Constitucién no podia sino reflejar fielmente,
Para el Bjército cristiano esto significé, ‘concretamente, la
identificaci6n entre nacién y catolicidad, sobre la base de la
cual Ia defensa de Ja primera pasaba necesariamente a través .
de la promoci6n de la segunda.
En los afios que sucedieron a la presidencia de Justo y has-
ta la revolucién militar de 1943, Ia actitud de la Iglesia con
respecto al gobierno se hizo cada vez més intransigente. Fue
especialmente evidente cuando el presidente Ortiz. inicié un
efimero intento de regenerar el régimen liberal. En efecto, se
propuso renovar la vigencia y credibilidad de los mandatos
constitucionales, eliminando los fraudes electorales y a los
politicos corraptos, creando las condiciones para una colabo-
raci6n politica con los radicales, limitando la presencia ecle-
sidstica en el sector educativo. La Iglesia radicaliz6 entonces
todavia mas su posicién, y su ofensiva contribuy6 a hacer im-
practicable el proyecto de Ortiz, que, gravemente enfermo,
debié prontamente delegar el poder. Pero no se traté de un
episodio fortuito. La radicalizaci6n politica del catolicismo
argentino alcanz6 su cenit en estos afios. El espiritu de enuza-
da, dirigido ya a superar tout court el ségimen politico impe-
rante, encontré en los eftculos catélicos abundante alimento
en la victoria nacionalista en Espaiia y en la difusi6n del his
panismo, en la creciente influencia de los modelos autorita-
rios y corporativos de la Europa meridional y, al poco tiem-
po, también en la legada al poder en Francia de Pétaia. Y
justamente quienes disentfan en el seno del mundo catélico
con este proceso de radicalizacién politica, los catélicos de-
mocréticos y liberales, fueron los primeros en pagar por ello,
384
encontrandose relegados y marginados y con frecuencia tam-
bién vilipendiados.
Ni siguiera el ascenso de Castillo a la presidencia, luego de
la renuncia de Ortiz, sievié para modecar en lo esencial las po-
siciones de los cat6licos. Aunque él fuera un conservador de
tendencia nacionalista y se encontrara muy pr6ximo a las po-
siciones de la Iglesia, la crisis politica habia emprendido un ca-
mino sin retorno. La supervivencia del régimen dependia ya
exclusivamente de la actitud de los militares, que mal po
tolecar el tener que apoyar a un gobierno escasamente legiti-
mado, que dificilmente estaba en condiciones de garantizar es~
tabilidad politica y progreso econémico. Ademés, en este mo-
mento, la presién catélica se habia enriquecido de contenidos
sociales, a los cuales el gobierno de Castillo no zespondia en
modo alguno. El estallido del conflicto mundial y sus reflejos
sobre la vida politica argentina, finalmente, no hicieron mas
que exacerbar el enfrentamiento entre los defensores del esta~
do laico y liberal y los catélicos. El ajuste'de cuentas ya esta~
ba en el aire, y fue puntualmente sancionado por la interven-
cién militar de 1943.
‘Naturalmente, en este periodo la radicalizacién del catoli-
cismo caracteriz6 también su relacién con los militares. Si
aproximadamente hacia fines de 1938 se habia consolidado
Ja confesionalizacién del Ejército, a partir de aquel momento
su alianza con la Iglesia empez6 a asumir la estructura con-
creta de un contra estado, una contra sociedad cristiana, en
definitiva, una prefiguracién de lo que habria de ser la “na-
cién catdlica”. Los institutos educativos militares fueron ele-
vados a modelos de escuelas catdlicas, despojados ya de todo
rastto de laicismo. Los tradicionales valores militares, como
cl heroismo, la disciplina, el respeto por la autoridad y por
los simbolos patrios, se elevaron a cualidades imprescindibles
de todo buen ciudadano. Y sobre todo la alianza entre Iglesia
y Ejército expandi6 su area de accién, especialmente al terte-
no social y econdmico. Las revistas militares y catélicas, nu-
merosos oficiales e intelectuales catélicos, plantearon la ue-
gencia de una solucién a la cuestidn social que atendiera a las
necesidades de las clases populares, ademés de un modelo de
desattollo econémico menos dependiente de los capitales ex-
tranjeros y mas adecuado a las necesidades del mercado inter-
385no y de la defensa nacional. Cuando el 4 de junio de 1943 fos
militares tomaron el poder, la Iglesia fue parte y causa, y aco-
16 con explicito entusiasmo lo que venia. Muchos dirigentes
y militantes de sus organizaciones fueron invocados para ocu-
par puestos de primera linea, En cuanto al programa, el que
{os militares trataron de realizar atin en un marco de tremen-
da inestabilidad politica reflej6 en sus grandes lineas el pro-
yeeto de “nueva cristiandad”.
‘A partir de la mitad de los afios treinta, la Iglesia despleg6.
su actividad mayoritariamente en el rea social. Aunque esto
no representara en si mismo una novedad, dado que las ini-
ciativas eclesiésticas en este terreno habian sido numerosas
desde principios de siglo, este proceso asumié formas y conte-
nidos diversos de los del pasado.
En cuanto a sus formas, las iniciativas sociales de la Iglesia
se afirmaron cada vex mas como parte del proyecto institu-
cional eclesidstico, inspiradas por algunos de entre los més
prestigiosos miembros del Episcopado y de la intelectualidad
catélica, calurosamente apoyados por la Santa Sede. Estas ini-
ciativas se valieron ademés de instrumentos nuevos y eficaces,
como los secretariados econémico-sociales de la Accién Cat6-
lica, o la Juventud Obrera Catélica.
Pero la evolucién respecto del pasado se registré sobre to-
do en el plano de los contenidos. La politica social de la Igle-
sia no se limité solamente a tratar de arrancar alguna reforma
en beneficio de las clases populares, sino que se convirtié en
una parte fundamental de su proyecto de rectistianizacién in-
tegral de la sociedad argentina. En la base de este proceso ha-
bia dos consideraciones esenciales: la primera era que una po-
litica paramente represiva no habrfa resuelto el problema de
la amenaza subversivas fa segunda, en cambio, concernia al
lugar de la Iglesia en la sociedad.
En cuanto al primer punto, en el mundo catélico se alzaron
cada vez mas voces que sefialaban que la atraccién ejercida so-
bre los sectores populares por las ideologias que postulaban al
conflicto de clases no podia exorcizarse recurriendo a la re
presién como tinico instrumento. Era necesario tomar con-
ciencia de que éstas, en buena medida, daban respuestas ina
ceptables a problemas reales. En efecto, éstas representabant
la reaccién a una situaci6n social caracterizada por la injusti-
386
cia, la desigualdad, el egofsmo de las clases poscedoras y la
inepritud del estado. En el futuro, ademas, el conflicto entre
capital y trabajo habrfa de acentuarse atin mas con el avance
de la industrializacién y de la urbanizaci6n. Frente a esta
perspectiva, los catdlicos sociales actuaron en dos planos. Por
un lado, pusieron en marcha un plan de recristianizacién de
la clase obrera y de difusién de la doctrina social de la Iglesia
en el mundo del trabajo. Con ese objeto, multiplicaron sus es-
fuerzos para reforzar el sindicalismo confesional, a decit ver-
dad bastante raquitico, y crearon centros de estudios, escuelas
de formaci6n, cuadros dirigentes catélicos, etc. Por el otro,
intensificaron su campafia en favor de una organizaci6n cor-
porativa de la relaci6n entce las clases. El objetivo que éstos
Perseguian era resolver la grave cuesti6n social, canalizéndola
al mismo tiempo en una estructura institucional que desterra-
ra el conflicto de clases y restableciera la armonia social.
Era en este terreno que se soldaban la politica social y la
ideologia que estaba en la base del proyecto politico catélico.
A juicio de gran parte de los catélicos, en efecto, tanto la in-
justicia social como la amenaza comunista eran fendmenos
causados por la ruptura de los vinculos de solidaridad y coo-
peracién que volvian arménica la sociedad tiana tradicio-
nal. Esta ruptura habia sido causada por la introduccién del
capitalismo en la Argentina por parte de las élites liberales. Y
al igual que su ideologia, el capitalismo no sélo era pernicioso
pata la paz y la justicia social, sina que sobre todo era ajeno a
la identidad nacional. En otros términos, el anticapitalismo
catdlico no fue sino la expresién ideolégica, en el plano eco-
némico y social, del proyecto de “nueva cristiandad”. Sobre
la base de este anzlisis, s6lo un estado cristiano, inspirado en
cl bien comin y no en la ley de la oferca y la demanda, habria
podido prevenir la revolucién social encarando una politica
de audaces reformas ¢ incorporando a la vida publica a los
sectores populares que nunca habian tenido acceso a ella, Por
el-contrario, el estado liberal, con su actitud pasiva, habria
aceletado el camino hacia la revolucién social. Como habia
ocurrido en 1930,con mas razén en 1943, las alternativas
ran por lo tanto Dios y Lenin.
En cuanto alla segunda cuestidn, este enfoque renovado de
la cuestiGn social planteaba un serio problema paca la Iglesia.
387Debia redefinir su propia posicion social. En otras palabras,
si se queria que el catolicismo reconquistara a la clase obrera
y evitar que como en Europa ésta se convirtiera en una clase
descristianizada, la Iglesia debfa liberarse de la imagen de
aliada de los oligarcas o de los burgueses. Esta batalla todavia
no estaba perdida en la Argentina de la segunda mitad de los
afios treinta. La tasa de sindicalizacién era muy reducida en-
tre los trabajadores y ademas la poblacién empleada en la in-
dustria estaba creciendo a ritmos capidisimos. La mayor parte
de los trabajadores, en principio, todavia se hallaba impreg-
nada de los valores cristianos, profundamente arraigados en
las provincias argentinas. Por lo tanto, estaban dadas las con-
diciones para integear al “pueblo” al bloque formado por
Iglesia y Ejército, como natural coronacién de la construccidin
de una alianza politica y social alternativa al régimen liberal.
Se trataba de un resultado del todo natural y coherente ya
que, si las élites habian importado a la Argentina las “ideolo-
fas extranjeras”, el “pueblo”, como se ha dicho ya, represen-
taba por el contrario el baluarte de Ia tradici6n y del cristia-
nismo. Sin embargo, ni siquiera las élites debian considerarse
excluidas de este proyecto, que por el contrario trataba de ta-
telar sus intereses. En efecto, éstas debian alegrarse por la na-
cionalizaci6n del movimiento obrero, por lo menos desde el
punto de vista de sus intereses a largo plazo. Aunque éste les
implicara ciertos costos, visto en perspectiva las salvaba del
riesgo de perderlo todo.
En sintesis, Ia necesidad de redefinir la ubicaci6n social de
Ja Iglesia era una consecuencia ineluctable del proyecto de
“nueva cristiandad”. Pero también resultaba inevitable que
esto encendiera la mecha de 4speros contrastes, ocultos en el
seno del mismo mundo catlico. Si la docerina cristiana de-
bia, en efecto, ser el principio ordenador del orden social, los
conflictos que dividian a la sociedad se convertfan por consi-
guiente en conflictos presentes en el seno de la cristiandad, y
por lo tanto en la Iglesia y en el movimiento cat6lico. La poli-
tizaci6n y el conflicto entre clases estaban por ende destina-
dos a penetrar y 2 influir en modo creciente sobre la’vida’del
catolicismo argentino. Especialmente después de la revolucién
militar de 1943, cuando pierda peso el efecto de cohesion
ejercido en el campo catélico por la cruzada antiliberal y se
388
plantee el problema de dotar de contenidos précticos a la
construcci6n del nuevo orden cristiano, Sin embargo, algunas
importantes lineas de fractura en el seno del catolicismo co-
menzacon a manifestarse mucho antes de 1943, y acomp:
ron el proceso de reubicacién social de la Iglesia. Efectivamen-
te, en su interior conservaban un peso importante, incluso
entre los niveles jerérquicos més elevados, los sectores social-
mente mas conservadores, estrechamente vinculados @ los cfr-
culos oligérquicos mas tradicionalistas. Esto cra particular-
mente cierto en el interior del pais, donde los procesos de
modetnizacién social y econémica flegaban por demas ate-
nnados, y la Iglesia seguia mostrandose refraccaria a una in-
terpretacién actualizada de la doctrina social catdlica. Por el
contrario, en la capital y en las zonas mas industrializadas del
pais, maduré tna corriente catélico-social muy dinémica, fa-
vorable a la sindicalizacién obrera, a la promocién de una in-
cisiva legislaci6n social, a la industrializacién, a Ia interven-
cidn social y econémica del estado. ¥ en el interior de esta
corriente también ganaron peso posiciones radicalmente po-
pulistas, que conjugaban el nacionalismo y el corporativismo
con una agresiva tendencia antioligérquica y con la mistica de
la uni6n entre Iglesia, Ejército y “pueblo”.
Estas tendencias sociales y populistas probablemente nun-
‘ca fueron mayoritarias en el catolicismo argentino. No obs-
tante, ejercieron, durante la crisis social y politica de los pri-
meros afios cuarenta, una indiscutida hegemonfa. Estas se
habian desarrollado en las zonas més modernas, ricas y po-
biadas del pafs, mientras los catdlicos conservadores obtenfan
su fuerza merced a los vinculos mantenidos con un orden so-
cial ya inviable; esas tendencias expresaban el espiritu regene-
rador y revanchista de las nuevas generaciones de militantes
catélicos; finalmente, habjan echado profundas caices en los
rangos militares, sobre todo entre los oficiales de jerarquia in-
termedia, y gozaban de decisivas protecciones institucionales
cn el seno de la jerarqufa eclesidstica. La influencia, directa ¢
indirecta, de hombres ¢ ideas del catolicismo populista fue de-
cisiva.en la elaboracién del proyecto y de la doctrina que daré
luego origen al movimiento peronista, y sin ninguna duda,
también sobre le evolucién intelectual del mismo Perén en los
aiios precedentes a su ascenso al poder.
389¢Cudles fueron, en conclusién, fos efectos inmediatos y
también de mas largo plazo, determinados por la estrategia
eclesidstica de “nueva cristiandad”, en primer lugar en refe-
rencia con el rol de Ia Iglesia en la sociedad nacional, y en se-
gundo lugar, mas en general, respecto de la historia politica
argentina, de sus instituciones, de sus valores?
Por lo que concierne al primer punto, la Iglesia se asigné a
simisma el rol de encarnacién y tutora de la identidad nacio-
nal. En otros términos, en ella triunfo el rechazo a considerar-
se parte, parte importante, es cierto, pero sélo parte, de una
comunidad formada por identidades politicas, culturales,
ideolégicas, y también religiosas, diferenciadas. Por el contra.
tio, sobre la base de la redefinicién en sentido confesional del
concepto de identidad nacional, ésta pretendi6 que la doctri-
na catélica estructurara toda ia organizacién del estado, y
que fuera el principio dltimo de su legitimacién, con grave
perjuicio de su laicismo. Esto explica los obstdculos que la
Iglesia puso continuamente para el surgimiento de un partido
catélico que echara las bases de la autonomia politica del lai-
cado, y sobre todo la reiterada superposicion entre politica y
religién en el pais. Finalmente, el bloque construido en los
afios treinta por Iglesia y Ejército perduré mucho més alld de
Ja época de su fundacién y cumplié un rol crucial en la histo-
ria politica argentina, a veces con funciones de poder de veto,
otras con poder de orientacién politica general. Este bloque,
basado en la defensa de la “nacionalidad” entendida como si-
nénimo de catolicidad, traté de delimitar sobre la base de este
criterio el espacio de la legitimidad ideolégica y politica en la
Argentina en los decenios que siguieron.
En cuanto al segundo punto, puede observarse que [a es-
trategia catdlica de los afios treinta vehiculizé una cultura
“antipolitica”, es decir, que no contemplaba autonomia algu-
na ni de la politica ni de sus actores. En general, ésta contra~
puso Ia centralidad de los problemas sociales al parasitismo
de la actividad politica, indicada como una perniciosa deriva-
cién de la organizacién liberal de la vida publica. El mismo
aporte proporcionado por el catolicismo a la integracién so-
cial de las clases populares, sin ninguna duda uno de sas ma
yores éxitos, dejé en sombras la cuestién de la modalided de
integraci6n politica de esas mismas clases. Esta cultura “anti-
390
politica” nacia de la subordinacién de las leyes del estado a
tun orden metafisico que les preexistia, amén de la negacion
de legitimidad al conflicto social. Cada vez que el conflicto se
manifestaba, éste se convertia entonces en conflicto entre
jentidades, entre nacién y antinacién, entre pueblo y an-
tipueblo, es decir, entre sujetos inconciliables, impermeables
el uno al otro, y sobre todo excluyentes el uno del otro, sin
mérgenes para la mediaci6n. Al no aceptar la ineluctabilidad
y, atin més, el carécter cr6nico de los conflictos en una socie-
dad cada vez més diferenciada, la Iglesia subestimé la impor-
tancia vital de los mecanismos institucionales aptos para re-
glamentarlos. En la cristiandad restaurada, pensaba ella, los
conflictos serfan reabsorbidos por las instituciones “natura-
les”, las células de la armonta social. Asi, la Iglesia contribuyé
a erosionar la representatividad de las instituciones politicas
de intermediacién entre el estado y la sociedad, identificando
en ellas la plaga de la penetracién liberal que destrufa la ar-
monia de la vida cristiana.
@Tuvo éxito el proyecto catélico de construccién de un
nuevo orden cristiano en la Argentina? Visto retrospectiva-
mente, es posible responder negativamente a esta pregunta.
Pero no de manera demasiado taxativa. En efecto, el peronis-
mo recogié muchas de sus banderas. Y desde entonces, y en
adelante, la Iglesia se convirti6 en un factor de poder ineludi-
ble. Mas bien podria decirse que si bien de la cruzada catélica
de los afios treinta no emergié un régimen de nueva cristian-
dad, lleg6 de todos modos a su ocaso la época liberal en la
Argentina. Es decir que la cruzada revel6 los graves limites
politicos y culturales del proyecto liberal de las élites, ademas
de lo restringido de su base social. De hecho, las masas entra-
ron en la vida politica y social argentina en el mas antiliberal
de los contextos. El catolicismo represent el alma de este
proceso historico, fa Iglesia fue la cabeza, el Ejército su brazo
‘consciente. La derrotada fue toda posibilidad de interpenetra-
cin entre las culturas, entre las identidades colectivas. Y, por
lo tanto, la posibilidad de construir un campo politico e insti-
‘tucional cuyos valores fundantes pudieran ser compartidos
or todos los ciudadanos.
391