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LA INCESANTE CONCEPTUALIZACION: DELA POLITICA Delfin Ignacio Grueso La filosofia, que no deja de conceptualizar lo que creemos tener suficiente- mente entendido y compartido, sigue conceptualizando la politica, de la cual la Modernidad nos dejé la ficcién de que tenfamos un entendimiento suficiente. ‘Tres factores, al menos, moldearon esa ficcién. El primero fue esa secuencia de filésofos que trataron de precisar el modo en que la politica hace su irrup- cién en el campo social y la funcién que cumple. En esto fueron claves los contractualistas, con st salto al vacfo de la no-politica, que llamaron ‘estado de naturalezat ylos liberales, con su esperanza de domesticar juridicamente la politica y reducirla a una institucionalidad concertada y eficaz. Unos y otros nos ensefiaron a hablar dela politica como algo conceptualmente diferente de ‘Jo otro’ (lo natural, lo social, lo jurfdico, lo cultural o lo econémico, en fin, lo no-politco). El segundo factor, que acabé dindole sentido a esa diferencia~ cién conceptual, fue esa creciente complejizacién de las sociedades modernas, ‘Terminamos experimentando la politica como algo distinto a lo otro, porque aprendimos a orientarnos cognitiva y normativamente frente a un subsistema social distintivamente politico; uno que broté de esa especie de divisién mitésica que fragmenta un sistema social en varios subsitemas bien definidos, diferen- ciados y complementarios. El tercer factor, beneficiario directo delos procesos anteriores, fue Ia emergencia de las ciencias sociales, especialmente la mas joven de ellas la ciencia politica, con su conviccién de que los hechos politicos son realidades objetivas y que de ellos es posible un conocimiento cientifico. [Ri ~ CONCEPTUALIZANDO LA OLITICA V LA DEMOCRACIA El problema es que, pese a todo eso, no tenemos un entendimiento com. partido de la politica. No nos hemos puesto de acuerdo con respecto a ella nj en lo cientifico-social, ni en ideolégico, ni en lo filos6fico. ¥ es en la filosofig Politica, mas que en ningtin otro campo, donde brotan las mayores dificultades para llegar a un acuerdo. Después de todo, ella no ha sido otra cosa que un incesante afin por fijar conceptualmente la politica y una constante problema. tizacién de las definiciones que se van proponiendo. Ha sido un rasgo notorio dela filosofia problematizar cada conceptualizacién dela politica, todo intento por fijarla en términos comprensivo-descriptivos o normativos. Este articulo comienza por la desestabilizacién filos6fica de la intencién de hablar objetivamente de la politica, que a este respecto viene a ser como la cereza en el pastel en el afin moderno por establecer la naturaleza y dindmica de la politica. Tras ese comienzo, que en modo alguno pretende demeritar ¢| esfuerzo disciplinar de la ciencia politica, el articulo avanza tratando de mostrar elincesante esfuerzo filoséfico por atrapar conceptualmente esa indémita reali- dad que llamamos ‘politica’; el afan por dominarla cognitiva y normativamente. LA SOMBRA FILOSOFICA SOBRE LA CIENCIA POLITICA Podemos convenir en que la apuesta principal de la ciencia politica es alcanzar una mirada objetiva de las cosas politicas. Esto supone expurgar su campo de esas categorfas que hacen parte de nuestro acervo lingtifstico Y que usamos para referirnos a esa dimensién de la realidad, pero que van cargadas de actitudes y esperanzas frente ala politica. ¥ entre las categorias a ser expurgadas estan aquellas que heredamos de las filosofias, de un modo directo 0 a través de las ideologias que ellas inspiraron, pues ellas suelen intro- ducir sesgos indeseados en el conocimiento objetivo de los hechos politicos. Ahora bien: jes eso posible? Dificilmente, piensa uno de sus més conno- tados autores, el italiano Giovanni Sartori. Segtin él, en la ciencia politica gravita “de un lado, la hipoteca de la filosofia politica (infiltrada, aunque sélo sea mimetizandose, tras los pliegues del conocimiento empirico dela politica) y del otro el apremiante reclamo de la praxis politica cotidian” (Sartori, 2006: 16). La hipoteca con la filosofia la adquirié la ciencia pol tica con Maquiavelo y su doctrina de la razén de Estado, pues fue en ella, segtin Sartori, donde se inspiré esta disciplina para pretender alcanzar SY autonomia, En esto Sartori pareciera coincidir con lo expresado, cuarent# afios atrds, por su compatriota Umberto Cerroni: Una ciencia de este tipo dificilmente podia nacer alli donde ni siquiet®S° ‘ubisopmas apainar tna vida politica distinta del vida social y dona ‘0 en cuanto tal era inexistente prdctica y tedricamen" 14 La IncesANTE CONCEFTUALIZACEN DE LA FOLITCA ges quiz4s puramente casual el que aquella nocién no encuentre paralelosen el diccionario politico de los escritores premaquiavelanos? (Cerroni, 1987:23-25). Pero si el asunto se redujera a la sombra de Maquiavelo, no se ve como eso afectaria la pretension de objetividad de la ciencia politica. Al fin y al cabo ella no se configuré disciplinariamente en tiempos del florentino. El problema real parece ser que la hipoteca se ha acrecentado y tiene que ver con la filosofia politica posterior a Maquiavelo, Para comenzar, ya resulta problematico que la definicién de los contornos del campo politico y la especificidad de su objeto epistémico estén muy influenciados por un liberalismo filoséfico que tiene (si cabe la expresién) una facilidad lingiistica para designar como ‘politica’ una dimensién especifica de la vida social. Es claro que desde Hobbes y Locke se han venido creando las condiciones que facilitan hablar de la politica como si fuese una realidad posterior y hasta artificial con respecto alas ‘més naturales’ dimensiones de la vida privada y del mercado. Pero una ciencia politica que se acogiera acriticamente a esas facilidades atraeria hacia s{ objeciones multiples provenientes de posturas filoséficas y enfoques cientifico-sociales en desacuer- do con los supuestos del liberalismo. Asi, por ejemplo, la sociologia politica marxista objeta la autonomia que la ciencia politica quiere concederle a los. hechos politicos y lo hace por razones de perspectiva filoséfica. Ella, por ser marxista, mas que por ser sociol6gica, tiende a tomar los hechos politicos como una variacién muy especifica de los hechos sociales, pues en su perspectiva la politica no es sino una realidad determinada por el orden y el conflicto social. Lacuestién no se reduce a las diferencias entre el liberalismo y el marxismo como filosofias politicas. Las diferencias se ahondan entre las ideologfas que se desprenden de esas filosofias, pues en lo ideologico se funden lo comprensivo, lo deseable y lo normativo. Esto lo quiso mostrar Raymond Aron al sefialar que tun equivoco frecuente con relacidn al término ‘politica’ es “que designamos con el mismo vocablo la realidad y la conciencia que de la misma tenemos’. Asu entender, “en todo conocimiento politico se dan cita la posible oposicién, entre la politica vivida y las dems politicas factibles’, por lo que “la integra- cién de la conciencia politica con la realidad politica plantea el problema dela relacién existente entre el juicio factico y el juicio de valor” (Cfr. Aron, 1968: 20-21), En tanto sefiala esa enorme dificultad, Aron parece aproximarse a lo seftalado por Sartori: hay un pasadizo oculto que une el entendimiento de la politica y la aceptacién, 0 no, de una realidad politica, de un lado, con la pretensién de hablar ‘cientificamente’ de ella, del otro. Nétese que Aron es un liberal y, més enféticamente, un anti-marxista. A pesar de eso, al sefialar esa problematica relacién entre el juicio factico y el juicio de valor, él se aproxima a lo que un marxista, Tom Bottomore, llamé la “tensin entre explicacién y valoraci6n” (Cfr. Bottomore, 1976: ll) ysu 15 a i Re -concerrUALZANGO 1A GLIA LA DOGMA a impacto sobre la posibilidad de un conocimiento objetivo de la Tealidag social’, Pero el marxismo tiene una forma de eludir este problema, Parg comenzar, él no se propone introducir, entre explicacién y valoracién, y entre entendimiento y accién, una instancia cientifica e independiente de la filosofia. El marxismo opera con una perspectiva mds comprehensiva de los hechos sociales, dentro de los cuales incluyen los hechos politicos: ¢| materialismo histérico. Basados en esa perspectiva, los marxistas podrian decir, con respecto a la ciencia politica, lo que en su tiempo decfa Marx con respecto a la naciente ciencia econémica: que “describe pero no explica’ © que “explica pero no comprende” (Cfr. Marx, 1993:107-109). Desde su perspectiva filoséfica (que él no siempre reconoce como filosofia) el marxista puede ‘comprenderlo’ todo. Por eso puede tener raz6n Sartori cuando afirma que el marxismo es “el caso que muestra de modo mas ostentoso la filiacién directa de una accién politica de la filosofia politica” (Sartori, 2006: 15). Esta diferenciada perspectiva filosofica que tienen frente a la politica las filosofias liberal y marxista, se genera en la relacién que ellas tuvieron con el evolucionar histérico de las sociedades modernas. La filosofia libe- ral emergié en sintonia con el proceso moderno que separé lo econdmico, lo politico y lo juridico como subsistemas del sistema social; la marxista afianzo su raz6n de ser en la critica a ese proceso. Mientras una termind ‘naturalizando’ esa separacin de esferas relativamente independientes, la otra se orienté a poner en evidencia su cardcter histérico y clasistamente funcional. Pero mas alld de tan profunda diferencia, ambas compartian algo: la tendencia de la Modernidad a desconfiar de la politica 0, mas con- cretamente, del poder politico. LA MODERNIDAD Y SU DESCONFIANZA EL PODER POLITICO Liberales y marxistas estan lejos de considerar el poder politico com? un bien en términos absolutos. Es un bien relativo para los liberales: se quiere, un ‘mal’ necesario; algo aceptable sélo a condicién de que esté regulado por un contrato, Los marxistas lo entienden como una expresion de otro poder, el dela clase dominante, y le apuestan a la superacién de ss 1 Bottomore hace notar cémo los marxistas descreen de la posibilidad de las ciencias sociales °° disciplinas asépticamente positivas. As{ como Marx no podfa ceder a una sociologia clarame™* positivista, los tebricos marsistas de fillacin hegeliana, preservando la idea marxiana de P “rechazaban la diferencia entre hecho y valor, entre ciencia y ética, No puede tomarse la vid® cial (..] como un objeto que la ciencia sea capaz de describir y analizar desde el exteriot- gneste campo los hombres son simulténeamente objetos y sujetos; ei desarrollo de su saber acer“ de ; sociedad supone un aumento de su propia autoconciencia y representa un avance en $1 PP liberacién’ (Bottomore, 1976:71). 16 _ 1 5 a Lamers concur ot rotten condiciones hist6ricas que determinan la existencia de ese poder; un poder que le cierra a la sociedad la posibilidad de ser realmente libre. Desarrolle- mos un poco ambas ideas. La tradicién liberal, siguiendo el modelo contractualista, tiende a afian- zar la idea de un poder politico legitimado desde abajo, precisamente por aquellos que tendrian que obedecerlo; aquellos a los que el iberalismo eleva ala categoria de participes del pacto social que funda el orden politico. A ese poder la prudencia aconseja dividirlo, siguiendo la premisa de que sdlo el poder puede controlar al poder (Montesquieu). Pero, ante todo, hay que someterlo al derecho natural (Locke), a la voluntad general (Rousseau) 0 a la moral (Kant). Este sometimiento expresa la necesidad, creciente conforme se va configurando el paradigma liberal, de conciliar el poder politico con la libertad. Ninguno de estos autores se ha apartado lo suficiente de la pesimista tesis de Hobbes segiin la cual, sin un poder que nos coaccione a todos no habria un minimo de seguridad para ninguno; pero todos tienden a insistir en que una vida digna de ser vivida, ademés de segura, debe ser vivida en libertad. Este es un rasgo definitorio del liberalismo post-hobbesiano: tratar dde ampliar la libertad frente al poder politico; a eso es a lo que John Stuart Mill lama ‘la lucha entre libertad y autoridad: En virtud de ella los liberales se han enfrentado sucesivamente ala Iglesia al Rey, al Estado, al totalitarismo yal poder irracional de las masas sobre el cual este iltimo se asienta. Los li berales siempre han temido que el poder politico salte la barrera que deb contenerlo e inapropiadamente socave la autonomia del individuo, el libre juego del mercado y la independencia de a vida social con respecto al Estado. Los marxistas no desconfian del poder politico de ese modo. Para ellos el problema no es que ese poder llegue a trasgredir los Iimites y afectar la libertad. Para ellos, si se quiere, la trasgresién corre en direccién contraria, pues ya la politica (y el poder politico como concrecién institucional de la misma) esta determinada por la logica propia de una sociedad clasistamen- te enfrentada consigo misma. Tanto el orden social, como el poder que lo articula, obedecen a la I6gica de la clase dominante; estan para reproducit la dominacién de clase y para garantizar los intereses econémicos y sociales inherentes a esa dominaci6n, Siasison las cosas, sla sociedad esté dominada por un poder politico que es, a su vez, dependiente de la clase dominante, {cul es el sentido de hablar de libertad individual y de relaciones sociales libres? En una sociedad asi la libertad, que tanto preocupa al liberal, no existe sino de una manera alienada, pues las que ali campean son “relacio- nes materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas’, como dijera Marx en El capital (Marx, 1981: 38). La libertad individual al modo liberal ‘no es més que una libertad formal socavada por las desigualdades sociales, "7 RE CoNCHPTUALIZANDO LA OLICA ¥ LA DEMOCRACIA © compatible con ellas. Al marxismo lo que Ie interesa es la emancipacign gg la sociedad como un todo y ésa sélo se daria en la sociedad comunista, la delgg productores libres asociados. Sdlo entonces la sociedad quedaria liberada del dominio de una clase y, ademés, del Estado y, més radicalmente, de la politica, 4ES LA POLITICA REDUCIBLE AL DOMINIO POLITICO? El problema con estas perspectivas es que reducen la politica al poder politico, a algo que se materializa por encima de la sociedad, en las insti tuciones que la ordenan, la rigen o la controlan. Reduciendo la politica g dominacién (unos a ‘dominio concertado; otros a ‘dominio impuesto’), [a tensi6n de fondo siempre es ‘politica o libertad’ Asi nunca aparece la opcién de pensar la politica como ejercicio de la libertad. Esto requiere superar la prioridad de esa libertad que Constant llamé ‘moderna, que la reduce al ambito privado y convierte a los semejantes ala vez en su limite externo y en su constante amenaza. Cuando se la prioriza, se limita la lucha contra el poder politico a la defensa de las relaciones pri- vadas y la funcién de la institucionalidad politica a ser una simple barrera contra los semejantes. Para que la politica sea ‘ejercicio permanente de la concertacién, en cambio, implica priorizar en la libertad la capacidad de incidencia en las decisiones que atafien a todos. Esta libertad, que Cons- tant llamé ‘de los antiguos, se despliega en lo puiblico y no se refugia en lo privado. Desde esta perspectiva pasa al centro la cuestidn de la actividad civica que forma la opinién y la voluntad politicas Laimportancia de esta tercera perspectiva, en comparacién con a liberal y la marxista, es que se sale del marco de entendimiento de la politica exclu- sivamente en términos de ‘dominacién, necesario, segtin Dolf Sternberges para abrirnos a una concepcién que sea capaz de percibir en ella el ‘consen- so: El consenso, ciertamente, se incorpors a la tradicién filosofico-politica con los contractualistas y se referia al momento fundacional en el cual las cosas quedaban establecidas. Lo establecido fue e! dominio politico que segiin este autor, cobré centralidad en el entendimiento de la politica, desde Hobbes hasta Weber (con quien la categoria ilumina retrospectivamente # tendencia). Por supuesto, en esta tendencia prima la exigencia de que lado" minacién politica debe ser legitima; legitimidad que otorga el pacto mism ola forma como ja dominacién se concilia con los derechos naturales ° co la voluntad general; en fin, legitimidad racional, moral, politica 0 juridic O simplemente legitimidad socioldgica, en términos weberianos: un poe” politico es legitimo cuando es ‘considerado legitimo’ por los gobern@ “i Puesto que el consenso quedé atras, en el hipotético momento fundacio® 18 di La weusants CONCERTUALIZACCN DE LA POLIICA del orden politico, en el cual se le fijaron los limites y las funciones al poder politico, él ya no es la categoria central de la politica. La actividad politica de consensuar (y en general la politica como actividad) queda limitada en pro de la accién del Estado, que es en adelante el actor politico por excelencia. La perspectiva republicana saca la politica del ambito puramente insti- tucional del poder politico y la traslada a la actividad civica de construir, de modo permanente, los términos de la convivencia. Es una actividad permanente porque cada consenso alcanzado es, como dijera Habermas de la constitucién, un “proceso abierto e inconcluso”; uno en el cual el uso piiblico de la razén tiene el sentido de una ejercitacién actual de la autono- mia politica (Habermas, 1998; 66-67). Desde Maquiavelo, Rousseau y Kant hasta Hannah Arendt, Pollok, Petit y el tiltimo Rawls, con obvios matices entre ellos, los pensadores republicanos han sofiado con que la sociedad retenga en sus manos la concertacién de los términos de la vida en comin. Esa permanente concertacién no era contemplada por pensadores como Hobbes y Locke. Ellos no le concedian tanto juego a la politica y de esa manera abonaron el camino para eso que Sternberger llama la ‘ceguera socioldgica’: reducir el poder politico a una simple dominacién que es efi- caz en canto que es legitima y que es legitima en cuanto es 'considerada legitima’. Weber no hace sino culminar esta tendencia con su andlisis dela administracién ‘democratica’ hasta la modernidad contemporanea y su idea de que todo partido auténtico es una formacién que lucha por la domina- cién en sentido especifico y, por tanto, posee la tendencia a organizarse en su estructura puramente como dominacién (Cfr. Sternberger, 1992: 23). El marxismo, con su légica de la lucha de clases, no es sino una variacién de este entendimiento de la politica como dominacién. ‘Al enfatizar Sternberger la distincién entre la politica como dominio y la politica como consenso, no hace sino enfatizar el caracter normativo que alienta toda pretensién de articular un poder politico legitimo; el vinculo moral que debiera conectar el derecho a mandar y el deber de obedecer si se aspira a superar la mera obediencia prudencial, el simple armisticio y el adaptativo modus vivendi, propios de un poder politico inestable ¢ilegitimo, Desde que la Modernidad llené de requisitos el proceso de afirmacién de un poder politico legitimo, con el fin de eludir la inestable correlacién fuerza re- presiva-obediencia prudencial, el consenso, no el mero dominio, ha devenido enuna parte substantiva de la organizacién politica de las sociedades. Seguir presos de la ‘ceguera socioldgica’ propia de la politica como dominacién es ignorar la importancia que han llegado a alcanzar estos requisitos; es ignorar el acumulado histérico tanto de la filosofia politica normativa moderna, como de la doctrina constitucional y de la vivencia misma de la politica en 19 emnerT¥ALZASODA OLGA ES DEIOCST SS _— el papel que siguen cumpliendo esos acumuladgs g Jas representaciones Y en los juegos politicos, configurando un desarrollo ue ya llenando de exigencias morales, en medio de los eres la primarig siempre ineludible lucha (motor de toda dinamica pol ftica) entre los serey humanos para determinar quiénes dominan a quiénes. Inmersos como ya on normativa y constitucional, la politica se liga g estamos en esta tradici uci ft la voluntad de seres humanos interesados en vivir en comunidad; porque s6lo si el poder reside en la comunidad se puede decir que “el gobierno no es dominacién’” (Sternberger, 1992: 40). Esto implica, ademas, superar la legitimidad en términos weberianos; es decir, como mera aceptacién; lo cual podria lograrse dejando atras lo que Habermas ha venido a llamar la acep. tacién y dando el paso ala aceptabilidad racional (Habermas, 1998: 56-58). Una perspectiva como ésta estaria més cerca a ese ideal clasico dela politica como ‘vivencia de la libertad entre iguales, propio de La politica de Aristoteles. Esa vivencia supone una obediencia cuya observancia no degrada a quien obe- dece, pues es obediencia a las leyes, no a los individuos; y no estd basada en el temor o la impotencia, sino en la prudencia y la justicia. Alessandro Passerin DEntréve esboza conceptualmente las vias para pensar la politica de ese modo, en términos contemporaneos, al demarcar la distincién entre Jas dimensiones social, jurfdica y moral de la politica, iluminando de esa manera las relaciones dela politica con la fuerza, el poder y la autoridad respectivamente. En la misma linea Hannah Arendt nos aproxima a una reinterpretaci6n republicana dela politica como vida en comtin y sustentada en un consenso alcanzado a través de la palabra. Y en ella estaria todos los pensadores que entienden la concer- tacion politica como un ejercicio entre individuos que, no siendo iguales entre ellos, se hablan como libres e iguales y se ofrecen unos a otros razones param romper esa igualdad. Piénsese en la ‘situacién ideal de habla’ de Habermas, en el ‘uso publico de la razon’ de Rawls. Hay otras lineas de reconceptualizacion de la politica, ya no ligandola al dominio 0 al consenso, sino al conflicto en general y al modo més radic mismo, la guerra. Veamos un poco eso para cerrar el capitulo. Jos dos tiltimos siglos; 4Es LA POL{TICA LA SUPERACION DE LA GUERRA? Para los‘antiguos’ (término que solemos usar para designar lo pre-mode™? pero que més bien hace referencia a los griegos) el contflicto, y la forma ™* fuerte del conflicto, la guerra, estan al margen de la politica; son como © excepcion, una interrupcién de la vida civica, en todo caso lo no politico” . 2 Enun i aparte de ;Qué es la politica?, Hannah Arendt, al comparar nuestro tiempo co? adel , : i griegos y nuestro entendimiento de las cosas con el de ellos, dice que para ellos “al Ambito pout La WicusaNTE CONCEPTUALIZACIN DE LA POLITICA diferencia de ellos, algunos pensadores representativos de la Modernidad olitica, de Maquiavelo y Hobbes a Marx, han pretendido establecer la naturaleza de la politica siguiendo su conexién, no con la paz, sino con el conflicto humano y con la guerra. Muchos de ellos, al elaborar sus teorfas politicas, suponen de una forma o de otra un déficit humano en términos de la sociabilidad, lo que justifica, en todo caso, que se apele a la politica para agruparlos y coordinarlos’ . Esto no significa, sin embargo, que todos los modernos hayan pensado quela politica es una forma del conflicto y de la guerra. Hobbes, el pesimista antropolégico por excelencia, remite su anidlisis de las condiciones de posi- bilidad de la vida en comiin al més extremo conflicto humano imaginable, Ja ‘guerra de todos contra todos”; pero liga la politica directamente ala vida en paz. Una vez entra en vigor el pacto social, lo que hemos desterrado de la vida social, al menos mientras se observe el pacto, es la guerra. Marx, quien liga la politica al conflicto social y a la logica de dominacién de clase, la en- tiende como un modo de contencién de ese conflicto y de estabilizacién de esa dominacién. En tanto no se den las condiciones hist6ricas para revertir esta dominacién ala vez social y politica, la politica garantiza la reproduccion no sélo material sino ideolégica e institucional de la sociedad. Quizas la guerra aparezca més ligada a la definicién de la politica en un pensador anterior a Hobbes y Marx, aquel que inaugura la mirada moderna dela politica como estrechamente ligada al conflicto y que escribié una obra lamada El arte de la guerra: Maquiavelo. La actividad politica no tiene otro propésito, segiin se colige de la lectura de E! principe, que la conquista, la conservacién y el acrecentamiento del poder. Es una actividad que requiere de un hombre de espiritu intrépido que sepa combinar sabiamente las conquistas militares con las consolidaciones diplomaticas y con una sabia legislacién. Porque la politica no se conduce como una guerra; tan importante como el valor para actuar es la paciencia para esperar. La politica requiere de la virti, que no es otra cosa que la capacidad para leer las circunstancias y para ertenecla fundamentalmentetodoaqull que nosotros entendemos por extrapolitco, aranosotros Ja guerra no es la continuacién por otros medis de la potica, sino a la inverse la negociacin y Jos tatados siempre una continuacin dela guerra por otros medios: Tos de la astucia y el engaio” (Arendt, 1997: 109). 3 Carl Schmitt dijo al respecto: Todas las teorias poltias propiamente dichas presuponen que el hombre es ‘mala’ y lo conside- ran como un ser no sélo problemitico sino ‘peligros0’y dindmico, No es difel documentar esta osicién en cada uno de los pensadores especiicamente politics. Por muy diversos que sean el tipo, el rasgoy la sigaiicacin istérica de estos pensadores,en la medida en que son pensadores capecticamente politicos, estin todos de acuerdo en concebir la naturaleza humana como cosa problemétia” (Schmit, 2002: 90) 21 umockacts [Re - cONCHPTUALIZANDO poner de su lado la adversidad, si fuese necesario. Lo importante, | principe virtuoso debe entender, es que la clave de la retencién del poder Noe tanto hacer la guerra en el exterior, sino crear condiciones internas de segurija Lal6gica bélica parece mis ligadaa la politicaen el entendimiento que doa tiene Carl Schmitt. No en vano fijéen la telacion amigo-enemigo la distney especifica dela politica y afirmé que la guerra “constituye el presupuesto que ests siempre dado como posibilidad real, que determina de una manera Peculiar}, accion y el pensamiento humanos y origina asi una conducta especificaments politica”. Con todo, Schmitt tampoco pretendié que la guerra fuera “objetivog incluso contenido dela politica’ ni quela politica “no sea sino guerra sangrient ni “mucho menos atin quelo politicamente correcto no pueda consistir Precisa. mente en laevitacién della guerra’ (Cfr. Schmitt, 2002: 63). Para este pensado, la evitacidn de la guerra no es la superacién de la légica amigo enemigo, sing su traslado al seno de la politica o, mejor, hacer de ella el elemento articulador del ‘nosotros’ que viene a ser la unidad politica. No en vano es a Schmitt que debemos la popularidad de la frase de Clausewitz. seguin la cual “la guerra e la prosecucién de la politica por otros medios” (citado por Schmitt, 2002; 63), Conviene, para cerrar, aprovechar la frase de Clausewitz para volver a Hobbes apelando un poco a Foucault. El, en su andlisis de la politica en la Modernided propone invertir la frase de Clausewitz diciendo que “la politica es la guerra continuada por otros medios” (Foucault, 1992; 29), Para explicar esta inversién, Foucault se remite a la apelacién hobbesiana a la guerra, que ya se mencioné. ‘Trata de hacer ver que en Hobbes se apela al miedo ala guerra para avanzat una nocién de la politica como paz. Histéricamente lo que Hobbes tiene en mente es el fantasma de la guerra civil, equivalente a la muerte de la so- ciedad politica misma. Pero la guerra que nos presenta en Leviatén es otra cosa. Foucault observa que la guerra de Hobbes, su ‘estado de naturale, no es realmente una guerra y, ademas, est4 pensada por fuera de la politica. En la ‘guerra de todos contra todos’ hay es una condicién de igualdad que, precisamente, genera la evitacién de la guerra’, eal 4 Elprincipe, dice Maquiavelo, debe: “honrara los que son excelentes en un arte (y) animar asus ciudadanos para que tranquilamett® gjerciten los ejercicios suyos, en el comercio y la agricultura y en todo otro ejercicio de los hot bres, y que aquél no tema adornar sus posesiones por temor a que le sean quitadas, y quel" no tema abrir un tréfico por miedo a los impuestos; sino que debe disponer premios pa - quiera hacer tales cosas, y para cualquiera que piense en algiin modo engrandecer su ciuds ‘su estado” (Maquiavelo, 1992: 108). 5 Dice Foucault: i En la guerra primitiva de Hobbes no hay batallas, no hay sangre, no hay cadéveres. Hay £ representaciones, manifestaciones, signos, expresiones enfaticas, astutas, mendaces; hay enB™ > ~voluntades disfrazadas de su contrario, inquietudes enmascaradas por certezas y asi sucesi"@™ (Foucault, 1992: 101). LA INCUSANTE CONCEPTUALIZACION DE LA POLITICA Ahora bien: lo que Foucault intenta mostrar es que entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII, la guerra pudo haber comenzado a aparecer como como aquello que decididamente es el fundamento y principio de las relaciones de poder®. Pero, al parecer de Foucault, lo que le interesa a Hobbes no es la guerra, sino la fundamentacién del poder politico; la suya es una cuestién més bien jurfdica y se parte de una concepcidn del poder como un bien que se tiene, se transfiere, se cede; concepcién sin la cual no podria darse la construccién del Leviatdn’ Yuna comparacién mas antes del cierre: Maquiavelo y Hobbes. Para Hobbes la guerra esta en el origen del conflicto y la politica le pone fin; para Maquiavelo Ja guerra no desaparece nunca del horizonte de la politica, si bien no ésta no es reducible a ella. Y como la guerra de Hobbes, finalmente, no es guerra, sino conflicto social al margen del poder politico, puede sefialarse aqui otro con- traste notable: para Maquiavelo es el conflicto, no la guerra, lo que vive en el seno de toda comunidad politica y ese conflicto la hace fuerte; la guerra propiamente dicha se dirige hacia el exterior. Hobbes, por el contrario, trata de eliminar todo conflicto del seno de la comunidad politica, porque él nos puede llevar a la guerra’. Cerramos volviendo a Clausewitz dela mano de Foucault que, como se dijo, invierte su frase. En Clausewitz se enfatiza aquello de que la politica se resuel- ve, finalmente, en guerra; que sin politica no hay guerra. Esto podria querer decir que es !a politica, y no la guerra, la que connota la polarizacién absoluta, de la cual la guerra no es sino una consecuencia. Cuando Foucault insiste en invertir la frase de Clausewitz, lo que tiene en mente es que no es que la guerra se desprenda de la politica, sino que “la politica es la guerra continuada por otros medios” (Foucault, 1992: 29). Esto tiene tres implicaciones. 1) Que las relaciones de poder que funcionan en la sociedad se derivan de una cierta rela- cién de fuerzas establecidas por la guerra. 2) Que dentro de la paz civil, “o sea, “De hecho para Hobbes, en el fondo del orden, més alla de la paz, por debajo de la ley, en los origenes de la gran maquinaria constituida por el Estado, el soberano, el Leviatdn, siempre esta la guerra’ Ibid, 7. “En cuanto hombre fabricado, el Leviatén no es otra cosa que a coagulacién de un cierto niimero de individualidades separadas, que se encuentran reunidas por un conjunto de elementos constitutivos del Estado; pero en el corazén del Estado, o mis bien en su cabeza, existe algo que lo constituye como tal: la soberania, que Hobbes redefine como el alma del Leviatin’, Foucault, op. Cit, p 39. En esto vuelve a tener razén Foucault cuando dice: “Iejos de ser el tedrico de las relaciones entre la guerra y el poder politico, es como si Hobbes quisiera eliminar la guerra en tanto realidad histérica, es como si quisiera eliminarla de la génesis de la soberania” p. 106, 8 Enesto vuelve a tener razén Foucault cuando dice: “lejos de ser el tedrico de las relaciones entre la ‘guerra el poder politico, es como si Hobbes quisiera eliminar la guerra en tanto realidad histérica, es como si quisiera climinarla de la génesis de la soberan{a" p, 106. 23 R= CONCHMLALEAND LA CLINCA YA IBOERACA €n un sistema politico’, las luchas politicas siguen siendo extensiones Buerra. 3) Que la decisidn clave “solo puede venir de la guerra, es qe tuna prueba de fuerzas en la cual, finalmente, sélo las armas deberin Jueces” (Cfr Foucualt, 1992: 29-30). de ci, de Set log ConcLusiON Los articulos que componen Ia primera parte de este libro most lector las diferentes formas en que la filosofia politica vuelve sobre de ‘politica’ para hacerla més inteligible y para atrapar conceptual especifico del hecho politico, El articulo que aqui concluye inten Poco el abanico de las discrepancias filoséficas contrastando, Principalmente, al marxismo y al liberalismo y luego el entendimiento de la politica como dominacién y como ejercicio permanente de la concertacién, Finalmente abrié la comparacién entre los fildsofos en relacién con el rol que juegan el conflicto y la guerra en la constitucién de la politica, El articulo no in- fentaba mostrar cémo esos contrastes se proyectan en los tebricos politicos SontemPordneos (por ejemplo, en Claude Lefort, Ernesto Laclaw, Geogio Agamben, entre otros). Sélo queria mostrar que dificilmente la filosofia ha trarén a a nocién Imente lo 6 abrir un 24 La cesaNre COMCEPTUALIAACION D6 LA POLES BIBLIOGRAFIA Arendt, H. (1997). ;Qué es la politica? Barcelona: Paidos LCE/U.A.B. Aronn, R, (1968). Democracia y totalitarismo. Barcelona: Editorial Seix Barral. Bottomore, T. (1976). La sociologia marxista. Madrid: Alianza Editorial. Cerroni, U. (1987). Introduccién al pensamiento politico. México: D.F: Siglo Vein- tiuno Editores. Foucault, M. (1992). Genealogia del racismo. Madrid: Ediciones la Piqueta. Habermas, J. (1998). “Reconciliacién mediante el uso publico de la razén’: En: Habermas, J., Rawls, J. Debate sobre el liberalismo politico. Barcelona: Paidés. —. (2000) Filosofia de la historia, Fondo de cultura economica de espafia. Maquiavelo, N. (1992). B! principe. Bogoté: Editorial Norma —.(1981). “El fetichismo de la mercancia’ En: El Capital. Tomo Uno. Bogota: EC.E. —.(1993). “El trabajo Alienado”. En: Manuscritos. Barcelona: Altaya. 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