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Introduccién al tomo II I. Por qué el camino se presenta largo y polvoriento AL principio, Un judfo marginal iba a constituir una obra en un solo tomo 0 volumen sobre el Jestis histérico; luego se hizo necesario otro mas, y ahora sabemos que habré un tercero. Aparte la verbosidad del autor (el moderno, no ef antiguo), cual es el motivo de esta aparente desmesura? A ampliar la extensién original de la obra me han persuadido cuatro razon La primera reside en que Un judio marginal no es un proyecto auté- nomo, Esta integrado en uno mayor, que es la Anchor Bible Reference Li- brary, una serie de obras de consulta. Esto significa que no soy libre para presentar en Un judio marginal mis propias ideas sin prestar atencién a po- siciones discrepantes o conttarias, Toda “biblioteca de consulta” requiere uu mucsuativ tazvuablencute ampliv de autores y opiniones. La riqueza de contenido y la equidad han exigido, pues, mayor espacio del previsto inicialmente para esa biblioteca. La segunda razdn para el tratamiento ampliado mantiene un estrecho vinculo con la primera. La obra Un judio marginal esté siendo escrita en una etapa pujante de la investigacién sobre Jestis, a la que pretende con- tribuir, y que algunos criticos denominan “la tercera busqueda del Jestis hist6rico” |. La primera biisqueda produjo una serie de “biografias libera- alcanzé su culminacién y con- clusién con el libro de Albert Schweitzer Investigaciones sobre la vida de Je- suis (1906). es Cuanto mas intensamente existencialista era un libro sobre el Jestis histérico, més entusiasta acogida se le dispensaba en los afios cincuenta y sesenta... y mas anticuado parece hoy. Nada envejece tan pronto como la mod: historia en vez de teologia 0 cristologia encubiertas. (a tercera buisqueda aprovecha los recientes descubrimientos arqueolégicos, un mejor conoc miento de la lengua aramea y del contexto cultural de la Palestina del si Jo 1, una visién mas clara dei judaismo (0 judaismos) de la época en torno al cambio de era, y las muevas concepciones del andlisis sociolégico y de la teoria literaria moderna. Obviamente, ninguno de esos avances libra a los ctuales investigadores —ni a m{ mismo entre ellos— de set influido por ten- dencias personales o instcucionales. AST SEIPUCARTES Pera ANNES No me faltan, pues, razones para sumergirme en el caudal de la lite- rarura dedicada al Jestis histérico c introducirme en la animada discusién actual al respecto! ‘Ademas de los criterios de historicidad y otras normas metodolégicas, el debate y la critica mutua entre autores resultan funds mentales para evitar que se produzcan desviaciones fantasticas y capricho- sas, nada insélitas en la buisqueda del Jestis histérico. Esa necesidad de didlogo con la abundante literatura generada por tercera buisqueda ~asi como con las obras representativas de las dos pri meras~ es, pues, otra raz6n por la que en este nuevo volumen hay tanta abundancia de material bibliogréfico y de notas al final de cada capitulo. Con vistas a mantener una linea de argumentacién clara para el lector no especializado, he seguido la pauta adoptada en el primer volumen: el texto trata los temas principales de la manera més directa y sencilla posible, dada su complejidad, mientras que las noras finales, dirigidas sobre todo a los especialistas, oftecen referencias bibliogréficas, informacién detallada su- plementaria y razonamientos sobre cuestiones secundarias. De este modo espero tratar debidamente el aluvién de libros y articulos producidos por la terceta busqueda, sin aburtir al lector no especializado. Una tercera raz6n que justifica la extensién del volumen II —asi como la necesidad del volumen 11 es mi creciente conciencia de que, dema- siadas veces en el pasado, se tomaron decisiones cruciales sobre la cidad de palabras o hechos especificos de Jestis sobre la base de una argu- mentacién asombrosamente escasa. La redaccién del presente volumen me ha proporcionado la ocasién de releer clisicos tales como la Historia de la tradicién sinéptica, de Rudolf Bulemann (no hay traduccién espa- fiola) y Jess de Nazaret, de Giinther Bornkamm, pero esta vez “a cimara lenta’, mientras yo efectuaba un detenido anilisis de los diferentes textos evangélicos ’. Lo que me ha llamado repetidamente la atencidn es el des- concertante modo como estos y otros grandes autores decidfan sobre la Ton frecuencia, al someter a prueba esos concisos argumentos, he visto su falta de solidez. Sin embargo, han venido repitiéndose de libro en libro, de generacién en generacién, sobre todo por la autoridad de unos exegetas de talla colosal como los citados. Esa experiencia me ha convencido de que, pairajdefeendenmrecirazalansis; je ahi la extensin del volumen 1. Asi, aunque los lectores no estén de acuerdo con mis conclusiones, al menos podran sa- ber con claridad las razones en que me baso y los motivos por los que ellos discrepan, En el pasado, demasiados libros sobre el Jestis histérico, o bien han omitido los relatos de milagros, © bien, como simple gesto cortés, Jes han dedicado un solo capitulo. Pero esa escasa 0 nula atencién no hace justicia a la abundancia de testimonios sobre la actividad taumatirgica de Jestis en précticamente todos los estra- ctividad produja tos de la tradicién evangélica ni al gran impacen que esa a en al menos algunos judios de la Palestina del siglo 1. Los relatos sobre los milagros de Jestis no estan basados en conjeturas 5 nos los garantiza Josefo. Este histo- riador judio originario de Palestina dedica slo unas pocas palabras al ministerio public de Jestis, pero en su lacénica noticia destaca la afirma- cién de que Jestis fue «autor de hechos asombrosos [TapaddEwv épyov Tours, es decir, un taumaturgo como el profeta Eliseo)’. (SEGRE _ dato de que Jestis fue un hombre sabio y un maestro que se atrajo muchos -seguidores, la faceta taumattirgica es todo lo que menciona Josefo sobre el ‘ministerio puiblico antes de decirnos bruscamente que los judfos acusaron alJesdsianite Pilatovel ctial lo\condensasereracificads. Asi, Joscfo, al igual jue los Evangelios, nos produce la impresién de que GD Seb :2y0 2 palabra reputacién porque no rengo intencién, aqui ni en ninguna otra parte de esta obra, de hacer la afirmacién teolégica de que Jess verdaderamente realizé milagros. Es su- ficiente para el historiador saber que ciertos hechos de Jestis fueron consi- derados milagros por mucha gente, tanto amigos como enemigos. Esta es la clave de muchas cosas. Recuerdo cémo el ya desaparecido profesor Morton Smith solia recalcar en los seminarios de la Universidad de Columbia que, {SGT Durante los siglos 1a. C. 1 d. C. hubo muchos profetas y maestros en Palestina; sin embargo, la com- binacién de un éxito tan grande, un final tan trégico y un impacto tan du- radero solo se produjo en el caso del Nazareno. Una razén fundamental de tal diferencia reside en l@{GSHifiGUReiSilatipica elas eaiactenisticas MEJESIS) Por atribuirse el poder de hacer milagros, poder reconocide por mu- chos, Jesis no fie un profeta 0 un maestro como los denxis, Al mismo. La explosiva convergencia y el reforzamiento mutuo de estas figuras —normalmente separadas~ en la sola persona de Jestis de Nazaret es lo que hace de I un personaje de excepcién, para bien o para mal, en su propia Epoca y en las posteriores, Més en concreto, de todos los elementos de esa “mezcla’, probablemente fue la fama taumattirgica lo que mas contribuyé a su prominencia y popularidad en el ambito publico, asi como a gene- rarle animadversién en los circulos de poder °. Para no andar con rodeos: cabe preguntarse de cudnta popularidad habria disfrutado este particular predicador y maestro judio de no haber estado los milagros de por medio. in 2] miilagros, la figura, la fama y el destino de Jestis habrian sido muy distin- tos y, probablemente, de mucho menor relieve, Sin milagros, nos queda- ria sdlo la figura de papel elaborada por Thomas Jefferson y todos los sub- siguientes buscadores de un Jestis razonable. En resumen, el deseo de compensar la habitual ausencia de todo ané- lisis serio de la tradicién de los milagros en la mayor parte de las obras so- bre el Jestis histérico es lo que me ha llevado a dedicar tanto tiempo al es- tudio de esa faceta de su ministerio. De ahi que la parte tercera del volumen 11 oftezca no s6lo una visién global de la tradicién de los milagros en sus mtiltiples estratos, sino también un minucioso inventario y examen de to- dos los relatos de milagros que se encuentran en los cuatro Evangelios. Esta es la razén por la que el camino se presenta largo y polvoriento. IL. Normas de circulacién La metodologia por la que se rige Un judio marginal qued6 expucsta en la parte primera del volumen 1 (pp. 29-209). Pero hasta las almas in- in. trépidas que recorricron esas doscientas péginas probablemente cree! oportuno un sumario repaso de las normas de circulacién que imperan en nuestro camino de buisqueda. Digamos, en suma, que no se debe identificar ingenuamente el “Jestis histsrico” con la total realidad de Jestis de Nazaret, es decir, todo lo que Jesis pens6, dijo, hizo y experimenté durante su vida o, simplemente, du- rante su ministerio publico. (HOPRESimposible reconstruir lajeoralidaelyde (ERNE HEPASEENCO NEI FERUSEAEJEUMNISEOHED cs ese Jestis que podemos recuperar 0 reconstruir utilizando los nuevos métodos cientifi- cos de invesigncion histérica. El “Jess ii ic pues, ane akon - Sil Jestis histérico no es el Jestis real, tampoco es el “Jestis teoldgico”, investigado por los tedlogos con arreglo a sus propios métodos y criterios. Con vistas a ilustrar en qué se distingue una investigacién histérica sobre Jestis de una investigacién teolégica, propongo la fantasia del “cénclave no Papal”: GiieAeOliGS, inllprotestante lun judiolyanlaBAOSIED) —todos ellos historiadores serios y conocedores de los movimientos religiosos del siglo 1 son encerrados en un hugar reservado de la biblioteca de la Escucla de Teologia de Harvard, sometidos a una dieta espartana y obligados a no sa- tr deal has gue daboren un documento consensuado sobre quia fae LS TD ser susceptibles de verificacién por toda persona sincera que utilizase los Sediosydelayinvestigacionphistoricaymodermad Sin duda, ese documento consensuado adolecerfa de un angulo de vision estrecho, de una percepcién (fAGMERAPA y, quizd, incluso de distorsiones, Ciertamente, soypretenderiayy (@issentarunainterpretacionjeompleta —menos ain tiltima y definitiva— de Jestis, su trabajo a sus intenciones °, Sin ome aa Como quedé de manifiesto en el yolumen 1, hay muy pocas fuentes para el conocimiento del Jestis hist6rico aparte de los cuatro Evangelios ca- nénicos. Pablo y Josefo ofrecen sdlo unos cuantos datos relevantes. El aserto de que materiales tardfos como los evangelios apécrifos y los textos de Nag Hammadi aportan informacién histérica independiente y fiable sobre Jestis es fruto, en gran parte, de la fantasia. Al final, €l§GiniGOIFECUESO) (Guseadeteradicioneshistorieas, TareaaRWD, porque todos esos documen- tos son producto de las iglesias cristianas de la segunda mitad del siglo 1 (fueron escritos entre cuarenta y sctenta afios después de la muerte de Je~ sus} y estén saturados de fe crstiana en Jesis como el Sefior de la Iglesia En la brisqueda del Jestis histérico, @HEBIEHEEHOS se han mostrado es- pecialmente ritiles. He aqui sus nombres y funciones dado que po- dian crear situaciones embarazosas o dificultades teoldgicas a la Iglesia ya durante el periodo neotestamentario (p. ¢j., el bautismo de Jestis por Juan). P. cj. el rechazo del ayuno volun- tatio por parte de Jestis). 3) El criterio del cestimonio miiltiple resalta los dichos 0 hechos de Je~ ‘tis atestiguados en més de una fuente literaria independiente (p. ej. Mar- cos, Q, Pablo o Juan) $/OERnTS{de ui fOFmaTO RENETOLirERAHOS (p.

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