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Vias Romanas y Otros Caminos en La Antig PDF
Vias Romanas y Otros Caminos en La Antig PDF
LA COMUNICACIÓN
ENTRE PAMPLONA Y LOGROÑO
A LO LARGO DE LA HISTORIA
Título: Tiempo y Camino. La comunicación entre Pamplona y Logroño a lo largo de la historia.
Libro confeccionado con motivo de la construcción de la Autovía del Camino de Santiago Pamplona-Logroño 2002-2006
© Javier Martínez de Aguirre Aldaz (Coordinador), Mikel Ramos Aguirre, Teresa Melchor Moral, Agustín González Enciso y Rafael Torres Sánchez.
© GOBIERNO DE NAVARRA
Departamento de Obras Públicas, Transportes y Comunicaciones
Diseño y maquetación:
Impresión:
ISBN:
D.L.:
Promociona y distribuye:
Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra
(Dirección General de Comunicación)
C/ Navas de Tolosa, 21. 31002 Pamplona.
Teléfono: 848 427121. Fax: 848 427123
Correo electrónico: fondopublicaciones@cfnavarra.es
www.cfnavarra.es/publicaciones
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Exterior de la ermita de San Tirso (Oteiza de la Solana), posible establecimiento carreteril romano. En primer término, parte de una columna y al fondo
miliario de época del emperador Adriano.
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Introducción
“...Está situada a diecisiete millas de Roma, de modo bajo diario es casi contemporánea. Resulta evidente
que, una vez acabadas las actividades que deben que en una época sin los medios de transporte mo-
realizarse en la ciudad, puedes pasar aquí la noche dernos debían darse unas condiciones mínimas que
sin tener que acortar ni apresurar el trabajo diario. permitiesen esa práctica. La explicación se halla en
Se llega a ella por más de una ruta pues llevan allí la existencia de unas buenas carreteras, además de
la via Laurentina y la via Ostiense, pero hay que salir una desahogada posición social, circunstancias am-
de la Laurentina en la milla decimocuarta y de la bas que favorecían estos usos.
Ostiense en la undécima. Cualquiera que sea el ca-
mino que tomes en parte es arenoso, un poco pesado
y lento para los carruajes pero fácil y accesible para Roma, la pequeña ciudad del Lacio fundada el año
los caballos...”. Esta carta del escritor Plinio el Joven 750 a. de C., configuró paulatinamente, durante
(
(63-113 d. de C.) a su amigo Gallo hablándole de centurias, una red de comunicaciones terrestres a
su villa Laurentina transmite un aire de modernidad través de las cuales extendió su poder y sus formas
innegable. Esa referencia a la posibilidad de pasar de vida, en una malla que abarcaba buena parte de
las noches en una agradable casa de campo (a unos Europa y todas las tierras que bordean el Mediterrá-
20 ó 25 kilómetros de la ciudad) de vuelta del tra- neo.
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El propósito de este texto va a ser mostrar las vías de comunicación terrestres creadas en el
territorio de los vascones, la Navarra actual, durante la “Romanización”, el momento histórico
comprendido entre el siglo II antes de Cristo y el siglo VI de nuestra Era.
El marco geográfico escogido es el cuadrante Sudoeste de la actual Comunidad Foral de Na-
varra dado que, como se verá, no parece haber existido en este momento histórico una línea
El entramado viario de comunicación directa entre las ciudades de Pompaelo (Pamplona) y Vareia (en las inmedia-
conectaba todas ciones de Logroño)). Por ello se va a mostrar el sistema de comunicaciones romano de dicho
las partes del ámbito, enmarcado al Norte por las sierras de Urbasa y de Andía, al Este por el Valle del Arga
aproximadamente, al Sur por el Ebro y al Oeste por el límite con las comunidades vecinas,
Imperio y permitía el
básicamente la Merindad de Estella más una parte de la Cuenca de Pamplona y Valdizarbe.
desplazamiento de un En primer lugar se expondrán, de forma panorámica, los rasgos propios de la red viaria roma-
ciudadano romano a na para, a continuación, plantear la situación de nuestros conocimientos sobre las carreteras
cualquiera de ellas romanas en el territorio de los vascones. Al final se incluirá una reflexión y una propuesta de
investigación futura sobre la red de comunicación romana en Navarra.
desde la cerámica, la agricultura o la metalurgia. Esa traslación debió hacerse por trayectos de
carácter variado, itinerarios a gran distancia.
El desarrollo de formas de vida sedentarias y el establecimiento de núcleos urbanos perma-
nentes con sociedades estructuradas darían lugar a la creación de vías de comunicación de
diversas escalas. No obstante, no parece que estas redes respondiesen a una política viaria
centralizada con programas de construcción y mantenimiento, con un deseo de permanencia o
con una serie de objetivos claramente definidos.
Para la aparición de líneas de comunicación planificadas habrá que esperar a los grandes
“imperios” y a las sociedades ricas bien organizadas, como egipcios, persas, chinos, incas o
romanos.
En el ámbito mediterráneo fueron los griegos y los macedonios quienes perfeccionaron la cami-
nería de sus tierras con el establecimiento de una red de carreteras que unía todas las regiones
griegas, incluidas las más inaccesibles. Los cartagineses, asimismo, trazaron caminos en las
tierras que controlaban para los desplazamientos de tropas y mercancías. Pero el tendido de la
primera red de caminos articulada de acuerdo a criterios políticos y económicos, y construida
con técnicas de ingeniería en este entorno del Mediterráneo se debe al pueblo romano.
maquinaria administrativa pletamente ajena a la de las sociedades indígenas conquistadas. Un instrumento fundamental
de esa política fue la creación de grandes ejes de comunicación para estructurar el territorio
que se materializaban en la construcción de vías. Muestra del interés puesto en esta labor es el
hecho de que la red viaria pública llegó a alcanzar 120.000 kilómetros de recorrido.
El mundo romano no sustentó su economía, claro está, sólo en esa red terrestre. El control so- La vía romana de Tarraco a
Asturica Augusta a su paso por
bre el gran mar interior, el Mediterráneo, hizo que las comunicaciones y transportes marítimos
Navarra (Corella, cerca del límite
jugaran un papel esencial. provincial con La Rioja)
La infraestructura viaria romana, debido a su carácter estratégico, estuvo siempre bajo la
competencia de las más altas instancias del estado romano, el Senado durante la República y
los propios emperadores después, sobre todo tras la reforma del sistema administrativo viario
realizada por Augusto el año 20 a. de C.
Las carreteras romanas se construían generalmente según un sistema cuidadosamente planea-
do, destinado a crear un entramado que uniese los enclaves esenciales mediante una red de
carreteras estatales planificadas para facilitar la comunicación más rápida posible. La finalidad
de esta trama fue asegurar, primero, la expansión territorial –de hecho muchas se abrieron para
permitir la conducción de las campañas bélicas– y, segundo, el correcto funcionamiento de la
maquinaria administrativa romana. Así, su sistema de carreteras sirvió como herramienta de
poder para generar un espacio romano unificado en Europa occidental y el Mediterráneo.
La política viaria romana, aplicada de un modo semejante en todo el Imperio, modeló un paisa-
je nuevo basado en la red de carreteras y en el establecimiento de una interconexión mediante
el transporte terrestre a largas distancias. Las carreteras eran la base de la organización física
de las tierras en torno a las ciudades como ejes rectores de las grandes labores de parcelación,
las centuriationes. El resultado de esta actuación fue la creación de un formato cultural reco- Las carreteras romanas
nocible como característicamente romano. se caracterizan por su
Las vías eran una manera de hacer tan romana a cualquier provincia como lo era el uso de
alineamiento rectilíneo
formas arquitectónicas romanas en las ciudades y villas campestres. Puede decirse así que la
cultura romana y la identificación con la romanidad dependía de los enlaces viarios entre los
diversos lugares, los cuales iban adoptando un aspecto cada vez más uniforme a través de esa
relación mutua. Esa cohesión quedaba reforzada con la presencia del emperador en los milia-
rios que jalonaban las rutas, como muestra evidente de su intervención (construcción, man-
tenimiento, mejora...) y su protección. La suma de ambos conceptos, emperador y carreteras,
sirvió para crear una conciencia romana*.
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y sus familiares, y en El esquema viario quedaba así compuesto de un tronco principal, la via publica, al que se enla-
zaban las viae vicinales y a éstas, a su vez, las viae privatae, para comunicar todo el territorio.
las aportaciones de los
Los responsables de la construcción y mantenimiento de las vías fueron durante la época repu-
habitantes del entorno blicana los magistrados (cónsules, procónsules, pretores...). Bajo el Imperio el emperador tomó
para sí este papel, si bien podía delegar en los gobernadores, procónsules o procuradores. En
una escala más local se encargaban de la red viaria, como ya se ha adelantado, los magistrados
locales (magistri pagi, duumviri, etc.).
La supervisión (cura viae) del estado de las carreteras de la red pública se encontraba a cargo
de los curatores viarum, funcionarios de la administración romana instituidos por el emperador
Augusto. Su obligación era mantener las carreteras en el estado de conservación adecuado,
organizar las reparaciones necesarias e, incluso, realizar nuevos tramos si las necesidades de
la ruta lo exigían.
La construcción de carreteras exigía fuertes desembolsos económicos y una financiación bien
organizada alimentada desde fuentes diversas. Es difícil llegar a conocer el coste real de cons-
trucción, y de mantenimiento, de una carretera romana pues escasean datos del valor real de
la moneda (sujeta a alzas y depreciaciones). Dependía del tipo de vía, del acabado del firme,
de las obras complementarias, de las dificultades orográficas, etc. Se ha estimado que la cons-
trucción de una vía publica en época altoimperial (siglos I a III d. de C.) podría ascender a unos
500.000 sestercios por milla+. Evidentemente podría haber un gran abanico de posibilidades
de acuerdo al material utilizado y a las fluctuaciones de precios pero, en todo caso, estas obras
constituían una gran inversión.
La financiación de las obras de carreteras se apoyaba en primer lugar en el presupuesto público
(aerarium), después en el presupuesto de los emperadores (fiscus) quienes, ellos y a veces sus
familiares, pagaban de su bolsillo la construcción o mejora de un determinado tramo. Igual-
mente debían colaborar los habitantes (terratenientes y comunidades) situados en el entorno,
entendido muy ampliamente en extensión, de la carretera.
El dinero se recaudaba mediante un sistema de exacción fiscal cuyo formato exacto se desco-
noce, pero en el que no había exenciones: todos debían colaborar. En ese sentido, la adminis-
tración local financiaba ordinariamente las obras también mediante la asignación a cada uno
de los propietarios de tramos de carretera para su gestión. Además había otras imposiciones
como peajes, gravámenes sobre la importación o exportación de determinadas mercancías,
derechos de paso en los puentes e incluso impuestos especiales para los vehículos pesados
debido a que sus llantas deterioraban el pavimento viario.
La construcción de carreteras estuvo encomendada al ejército de manera sistemática durante
las fases de conquista, ya que éste necesitaba de las vías para sus desplazamientos y abasteci-
miento. Las obras las ejecutaban los propios soldados con sus técnicos y medios de trabajo.
También podían hacerse cargo de este trabajo contratistas civiles, redemptores, quienes reci-
bían adjudicaciones públicas para construir la vía y contrataban los trabajadores necesarios
para su ejecución. En este caso la supervisión de la obra era responsabilidad de ingenieros,
civiles o militares. Terminada la obra se hacía el trámite de “recepción” de la obra, que podía
ser rechazada si no había alcanzado los patrones de calidad establecidos.
Una tercera posibilidad era que un particular se encargase de hacer un munus, es decir abordar
la construcción o reparación de la carretera a sus expensas y con sus medios, en esa política
de mecenazgo tan apreciada por los romanos.
Para terminar, hay que indicar que para facilitar el tráfico se hacía necesario proceder a una
vigilancia de la red de carreteras. Se establecieron unidades militares permanentes (benefi-
ciarii, speculatores, stationarii) en las estaciones de la carretera y en puestos emplazados en
puntos de carácter estratégico (cruces, vados, puntos de agua, etc.),. El bandidaje fue un mal
endémico de las rutas romanas y se hicieron grandes esfuerzos para su control-.
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Las calzadas romanas pueden considerarse como una obra realizada con el empleo de las téc-
nicas de ingeniería, tanto en el trazado como en el afirmado, que posibilitaban el tráfico roda-
do, el pedestre y el ecuestre, verdaderas carreteras que muestran el pragmatismo y la eficacia
de los procedimientos romanos.
Los caminos romanos se proyectaron de nueva planta y con diseño innovador. Su trazado, y no
tiene nada de extraño, empleó los corredores naturales utilizados por los pueblos prerromanos
ya que no es fácil modificar las razones estratégicas y topográficas. Pero se tendieron al margen
de unos caminos creados desde intereses diferentes y con objetivos totalmente distintos, de
índole mucho más local.
Se construyeron con afán de durabilidad, con unas previsiones mínimas de mantenimiento,
siempre de acuerdo a unas características constantes aplicadas en todo el orbe romano y con
las lógicas adaptaciones a las condiciones locales (topografía, disponibilidad de recursos na-
turales, etc.).
La mayor parte de la información disponible sobre las características, técnicas constructivas y
dimensiones de las carreteras romanas viene dada por la documentación arqueológica ya que
muy raramente los escritores romanos aportan datos concretos.
La primera impresión que se obtiene de las diversas intervenciones arqueológicas desarrolladas
sobre las carreteras romanas es que hay una gran variedad de secciones tipo/. Los construc-
tores romanos adaptaban los esquemas teóricos a las condiciones locales (topográficas y, por
qué no, económicas). Sin embargo existía un patrón general que es la base constructiva de la
red viaria.
El trazado
Uno de los rasgos distintivos de las carreteras romanas era su trazado rectilíneo, diseño que
se aplicaba siempre que las circunstancias lo permitían, claro está. La mayoría presentaba
tramos rectos de considerable longitud (con recorridos de hasta 155 kilómetros en la Via Aemi-
lia, por ejemplo). En estas largas líneas rectas se constatan, sin embargo, ligeros cambios de
alineación en la dirección general. También, como muestra del espíritu práctico romano, son
apreciables carreteras en las que las alineaciones se componen de cortos tramos rectilíneos,
adaptados al relieve aunque sin emplear curvas.
Este trazado debió realizarse con la ayuda de instrumentos topográficos pues sin ellos parece
imposible ejecutar larguísimas alineaciones perfectamente rectas y pendientes continuas de
varios kilómetros de largo0.
Los obstáculos del terreno como sierras, valles de ríos, etc. tendían a superarse de la forma
más práctica y sencilla posible. Las vías seguían las cuerdas altas y bien drenadas para evitar
los fenómenos de escorrentía y erosión, sin necesidad de hacer estructuras y obras de drenaje,
que sólo se emprendían en casos excepcionales.
El trazado se organizaba para economizar gastos, de modo que se evitaba la multiplicación de
cruces de cursos de agua para ahorrar en estructuras y se obviaban los valles profundos o los
valles fluviales estrechos, peligrosos y que ocasionaban fuertes gastos de mantenimiento. Des-
cendía a los valles sólo en los puntos de cruce de los ríos, generalmente buscando su cabecera,
para retornar a las cuerdas altas y así evitar las medias laderas. Se hacían excepciones cuando
era necesario conseguir rasantes del porcentaje adecuado.
Se dotaba a las vías de un perfil longitudinal de entre 0% y 4% en muchos de sus tramos, con
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máximos de hasta el 10%, pues estaban diseñadas para el tráfico de vehículos de ruedas, es
decir, se trataba de carreteras en sentido estricto. Sólo en algunos trechos de alta montaña (por
ejemplo, en los pasos de los Alpes) podían encontrarse pendientes mayores, cercanas al 15%
pero regulares, adecuadas sólo para peatones y bestias de carga.
La mayor parte de las vías romanas se caracteriza por la presencia de un terraplén, agger, de
altura variable según los terrenos por las que discurrían. Estaba destinado a proporcionar a la
infraestructura un drenaje adecuado y evitar al firme los efectos negativos del agua.
Las dimensiones de este terraplén eran muy variadas, en anchura y en altura. Es muy habitual
encontrar anchuras en la base de la plataforma de hasta 15 metros. La elevación sobre el sue-
((
lo circundante oscila entre 2 y 5 pies romanos de alto aproximadamente (de 0,6 a 1,5 m) .
El uso constante de las vías y los sucesivos trabajos de mantenimiento dieron a veces como
resultado la creación, por acumulación de capas, de altos terraplenes. En muchos lugares la
erosión y otros procesos ocurridos tras el abandono de la estructura viaria provocaron la pérdida
de capas de la plataforma.
Las carreteras se construían con varios niveles de espesor y grosor diferentes, con los materia-
les más gruesos en la parte baja y los más menudos en las más superficiales().
Primero se retiraba la tierra vegetal y se formaba la caja del camino en la que se disponía una
capa inicial compuesta de canto grueso, con grandes piedras (bolos, losas y lajas) en los lados, Las carreteras se
como caja y asiento de las capas superiores. Sobre ella, oculta por las superiores, se colocaban construían con varios
otras a base de materiales granulares sueltos, en número variable y con espesores cada una en niveles de espesor y
torno a los 15 cm. La capa de rodadura se componía de cantos rodados de pequeña granulo- materiales diferentes
metría(*. Esta capa final se afirmaría, posiblemente mediante compresión y agua, para generar
una superficie homogénea capaz de permitir el tránsito de carruajes(+.
La banda de rodadura de las vías públicas interurbanas sólo en muy raras ocasiones se cubrió
Secciones tipo de carreteras
romanas que muestran
similares sistemas y materiales
constructivos:
1. Terreno natural
2. Arcilla
Ermite Street (Ware-Gran Bretaña) 3. Piedra
4. Canto rodado fino
5. Arena y grava
6. Zaborra
7. Margas
(Navark, S.L.)
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1. Terreno natural
2. Arcilla
3. Piedra
4. Canto rodado fino
5. Arena y grava
6. Zaborra
7. Margas
(Navark, S.L.)
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con piedras planas, losas, colocadas de manera concertada. Su construcción, y sobre todo su
mantenimiento, hubiesen sido muy costosos, aparte de la escasa durabilidad de estos enlo-
Calle de grava de Andelo (Fotografía sados. La mayoría de las carreteras empedradas de este modo se encuentra en la Península
Servicio de Patrimonio Histórico del Itálica, centro del poder de Roma.
Gobierno de Navarra)
En cambio se enlosaban sistemáticamente las vías urbanas, las calles de las ciudades, como
medio para favorecer el tránsito peatonal pues este tipo de firme obligaba a disminuir la velo-
cidad del tráfico rodado. También podían pavimentarse tramos de carretera a la salida de los
núcleos poblacionales, zona habitual de localización de las necrópolis.
Durante la Edad Media y la Edad Moderna se empedraron muchos caminos si bien de acuerdo
a un trazado y con unos afirmados distintos de los caminos romanos pues se construyeron con
Las calles empedradas
de Andelo se adecuan
a la imagen tópica,
pero no real, de las
calzadas romanas
interurbanas. Sus
grandes losas de piedra,
pasaderas y aceras
son características, sin
embargo, de una vía
urbana
una técnica, y unos objetivos, claramente diferentes. Ese aspecto superficial semejante a las
vías urbanas romanas, modelo “ideal” de cualquier vía romana desde los estudios de Bergier
en el siglo XVII, ha motivado que se hayan llegado a calificar de calzadas romanas caminos
medievales o modernos sólo por su aspecto y por encontrarse en zonas con restos arqueológicos
romanos.
El rápido deterioro de
las calles pavimentadas
Las dimensiones de la vía a veces obligaba a su
reparación con diversas
Los romanos, pueblo ordenado y normativo, regularon ya desde antiguo la anchura teórica de capas de grava, afirmado
sus carreteras. Así la Ley de las Doce Tablas (siglo V a. de C.) establecía una anchura de 8
pies (2,36 m) en los tramos rectos y de 17 en las curvas (5 m). Noticias posteriores (siglos II
más barato y de más fácil
y I a. de C.) dan para las carreteras públicas anchuras de 12 pies (3,54 m). Esas dimensiones mantenimiento, es decir,
permitían el cruce de vehículos, con una anchura de unos 4 pies (1,18 m), sin perturbar el los mismos materiales
paso de los caminantes. usados en las carreteras
Pero estas eran normas puramente teóricas pues en la práctica variaban sensiblemente incluso
Representación de viajeros
en el mismo recorrido. En principio las viae publicae debían ser más anchas que las otras, pero en el mausoleo de Igel (según
esto no era una regla universal por lo que de las dimensiones, como de la forma constructiva, Chevallier)
de una carretera no puede deducirse su categoría.
Las excavaciones arqueológicas han dado anchuras que oscilan entre 3,50 y 9 m, con anchuras
intermedias de 4,50, 5,40, 6 ó 7,20 entre otras. Sólo en aquellos lugares donde la vía tenía
que atravesar laderas abruptas o terrenos rocosos estas anchuras se veían reducidas en un
evidente intento de economizar esfuerzos y disminuir los gastos.
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Obras complementarias
Las carreteras necesitaban de una serie de obras necesarias para el trazado, la conservación de
la ruta y el tráfico, entre las que se exponen a continuación las más significativas.
Un complemento característico, visible desde el aire, eran unas bandas laterales delimitadas
por zanjas realizadas a ambos lados de la carretera y a cierta distancia de ella. Tenían una
función simbólica y práctica: delimitaban el espacio público de la vía, terreno a salvo de las
ambiciones privadas, y su anchura, cercana a la veintena de metros, servía para el tránsito de
grupos de jinetes, rebaños, etc.
El propósito general de obtener perfiles longitudinales suaves y uniformes se tradujo en la reali-
zación de largos terraplenes y desmontes, a veces de dimensiones notables, en las laderas y en
las líneas de altura que la carretera debía atravesar. Los romanos emprendieron la construcción
de estas estructuras sin reparar en dificultades.
Algunos terraplenes necesitaron de la erección de muros de piedra para alcanzar la rasante per-
seguida (aún hay tramos de hasta 3.200 m de largo) o de la realización de trincheras y cortes
en las laderas rocosas de las montañas, a veces con muros de contención en el lado inferior de
la ladera para evitar el deslizamiento del camino. También excavaron túneles de muy distintas
longitudes (como la “cueva de la Sibila”, al norte de Nápoles).
El puente de Mérida sobre el Guadiana Para evitar que la acción del agua dañase las estructuras viarias los ingenieros romanos arbi-
(Badajoz). Magnífico ejemplo de la traron diversas soluciones además de los terraplenes y cunetas junto a la vía. En los trazados a
ingeniería romana levantado en el siglo I d.
de C. con más de 800 m de longitud. media ladera se excavaban cunetas en el lado de la montaña para recoger y evacuar las aguas.
Fue reparado y reconstruido La evacuación se producía mediante tajeas, obras de fábrica que se usaban también para sal-
en múltiples ocasiones var pequeños cauces de agua como arroyos o pequeños barrancos.
Uno de los problemas de mayor envergadura al que se enfrentaban los constructores de carre-
teras era el cruce de aquellos cauces de agua que no podían afrontarse mediante desvíos del
trazado viario. El medio de paso utilizado fue la construcción de puentes y, en ocasiones, de
vados.
Los puentes eran un elemento funcional de comunicación en la civilización romana y poseían
un alto valor simbólico como exaltación de la potencia de Roma y la gloria de los emperadores.
Las vías romanas fueron dotadas de puentes que son una muestra de la tecnología constructiva
Los puentes eran un de la civilización romana. Hoy día se conservan un buen número de puentes romanos en toda
elemento funcional de la extensión del Imperio que son obras de todos los tamaños, adecuados a cauces de diversas
envergaduras, para comunicar localidades de muy diversa población, grandes, pequeños, de un
comunicación en la arco, de varios, ornamentados, sencillos, etc. Los puentes romanos son una de las realizaciones
civilización romana y más interesantes de la ingeniería romana(,.
poseían un alto valor Sólo para Hispania pueden citarse, entre los treinta y cinco probadamente romanos, los de
simbólico Cerezo del Río Tirón (Burgos), Alcántara, Mérida, Alconétar y Segura (Cáceres) y Salamanca(-.
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El paisaje viario
Quienquiera que se aventurase por las carreteras romanas veía discurrir ante sus ojos, de un
lado, las vistas que ofertaba el entorno natural y de otro, una serie de elementos que servían
para la orientación y para las necesidades surgidas en los desplazamientos.
Los miliarios
Los más antiguos datan del siglo II a. de C., pero será a partir de los Gracos cuando se amojo-
nen sistemáticamente las vías, primero en Italia y después en las provincias que iban siendo
conquistadas.
Los miliarios tenían forma de columna, con una base cúbica, una altura de entre 2 y 4 m y un
diámetro de 0,5 a 0,8 m. Estaban tallados en piedras duras y alcanzaban pesos de entre 1.500
y 2.000 kilogramos. Se colocaban en el borde de la ruta y servían para marcar las distancias
entre el punto de colocación y el extremo, o extremos, de la carretera.
Los elementos fundamentales de un miliario son una inscripción conmemorativa con una men-
ción a la autoridad bajo la que se amojona la vía, a veces la descripción de la obra realizada y,
finalmente, los datos que constituyen estrictamente la información viaria. Ésta consistía en una
cifra que hacía referencia a la distancia desde o hasta el punto terminal de la carretera (caput
viae). Nunca hacían referencia al punto donde estaban instalados.
Es habitual que los ejemplares conservados no lleven alguna de las partes. Así en época repu-
blicana era frecuente omitir el nombre del magistrado y son abundantes los miliarios imperia-
les sin indicación de distancias, sobre todo en época tardorromana, momento en el que poseían
un marcado carácter político(..
Las piedras miliares jugaban un papel fundamental para el viajero. Los miliarios, junto a los
itinerarios, servían para calcular exac- Miliario de Cara (Santacara) del
tamente las distancias, organizar las año 32 d. de C., en época del
emperador Tiberio (Museo de
paradas cotidianas y evaluar el núme- Navarra, Pamplona). Las letras
ro de días necesarios para culminar M I señalan la distancia respecto
su viaje. a la ciudad: milia I (una milla)
Complemento de los miliarios eran los
indicadores de carreteras generales,
grandes monolitos de forma poligonal
o circular que llevaban inscripciones
con listas de estaciones y distancias
de diversas carreteras. El emperador
Augusto erigió en el Foro de Roma un
Los miliarios tenían forma
gran pilar de bronce dorado, el milia-
rium aureum, con las principales ca-
de columna e indicaban
rreteras que salían de la ciudad(/. las distancias entre el
punto de colocación y el
extremo de la vía
Los servicios
Las carreteras romanas estaban jalonadas de establecimientos que, además de las ciudades,
pueblos y aldeas, satisfacían las necesidades del desplazamiento de viajeros y transportistas.
Sus nombres eran variados: mansiones, establecimientos de carácter permanente (a veces
incluían cauponae y tabernae, locales de ocio poco recomendables); mutationes, puntos des-
tinados al cambio de vehículo o montura(0; palatium, para acoger al príncipe o altos funciona-
rios; praetorium, local dedicado exclusivamente a los funcionarios imperiales; stationes, con
Reconstrucción ideal
de la mutatio localizada
en Mariturri (Vitoria).
Dibujo de J. Núñez y
J.M. Martínez
El viaje
Las fuentes de información a nuestra disposición, escritas (epigráficas, literarias, normati-
vas...) y arqueológicas, muestran que las vías de comunicación terrestres romanas se encontra-
ban constantemente transitadas.
A pesar de las frecuentes referencias a la incomodidad, dificultades y costo de los desplaza-
mientos (¿acaso los viajes son totalmente cómodos, incluso actualmente?) las noticias dispo-
nibles señalan un movimiento continuo a lo largo de la Antigüedad romana, desde el s. I a. de
C. hasta el s. VII d. de C.
Puente de Vallecas
Puerta de
Arganda
P
Delicias
Villa de Vallecas
zona
B1
zona
Rivas Urbanizaciones
P
Usera Rivas Vaciamadrid
incluye los diversos puntos que jalonan Parque Oeste
Alcorcón
Central
Parque Lisboa
Pan Bendito 11
Abrantes
3 Legazpi
Congosto 1 B2
zona La Poveda
P
Joaquín Vilumbrales
B3
una ruta pero no es un mapa topográfico P
9
Puerta del Sur 12 10 Arganda del Rey
P
Las evidencias escritas Finalmente algunas fuentes señalan que a pesar del desarrollo de los carruajes y la buena ca-
lidad de las carreteras era imposible hacer más de 35 millas diarias (unos 50 km) en carro, de
y arqueológicas
modo que para desplazamientos diarios más largos se viajaba a caballo)+.
demuestran el traslado
de productos variados a
puntos geográficamente
muy alejados
La población romana de
Navarra consumía vajilla
cerámica procedente de
áreas productoras del
Imperio bastante alejadas
de nuestra tierra
Mapa con expresión de los lugares de procedencia de vasijas cerámicas recuperadas en actuaciones
arqueológicas (Navark, S.L.)
Por otra parte, los romanos se desplazaban por motivos muy diversos: por estudios (a las escue-
las griegas de filosofía o de retórica), por motivos de trabajo (funcionarios, militares, artesanos,
emigrantes, comerciantes y transportistas), para supervisar sus posesiones (propietarios rura-
les), por motivos religiosos (peregrinos a santuarios famosos o a Tierra Santa, como la hispana
Egeria en el siglo IV), por ocio (turismo, visitas a las amistades), por entretenimiento o para
satisfacer la curiosidad científica)-.
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Pese a la abundancia de
yacimientos, hasta ahora
no se conoce ningún
camino o vía de época
prerromana en Navarra
valles de los ríos Aragón, Arga, Ega y Ebro) aunque no se conozca la manera en que se realiza-
ban o si se ejecutaron obras destinadas a modificar el entorno y facilitar los recorridos. Posible-
mente la red viaria prerromana no respondía ni a un programa ni a un propósito centralizados
sino que constaría de vías surgidas espontáneamente entre unos puntos y otros.
En la reorganización del territorio por Roma algunas de las nuevas carreteras trazadas emplea-
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ron, como es lógico, idénticos corredores naturales)/. Pero es más difícil suponer, al menos sin Las Eretas (Berbinzana) es un poblado
con una larga historia que abarca
pruebas, que las carreteras romanas siguiesen sistemáticamente los caminos de los indígenas, desde la Primera Edad del Hierro hasta
sobre todo si se considera que los objetivos, y las técnicas, de los romanos eran muy otros, la Romanización. Poblados como este
como hemos visto. Hasta que la documentación arqueológica no muestre esas rutas nada podrá formaban la estructura urbana de la
Navarra prerromana
afirmarse sobre su trazado, su modo de construcción y su relación con la red viaria romana)0.
La ocupación romana del territorio navarro dio comienzo en el siglo II a. de C., con la fundación de
las ciudades de Graccurris (Alfaro) y Calagurris (Calahorra) por Tiberio Sempronio Graco. Hacia el
año 75-74 a. de C. Pompeyo el Grande fundaba la ciudad de Pompaelo en tierras de los vascones y
se iniciaba desde ese momento un proceso de asimilación de las costumbres romanas del territorio.
La construcción de ciudades, villae y otros núcleos poblaciones se fue desarrollando progresivamen-
te a lo largo de los siglos hasta cubrir la mayor parte del territorio. Ciertos modos de vida romanos se
mantuvieron en lo que hoy es Navarra al menos hasta el siglo VI d. de C.*'
El panorama viario se organizaba sobre el bastidor que formaban cuatro carreteras principales cuya
existencia, e incluso su trazado, está demostrada. Desde ese marco se han ido lanzando una serie de
líneas hasta formar un entramado que se extiende por buena parte del territorio, como puede verse
en los mapas adjuntos. Seguidamente se expondrán las vías principales que discurren por Navarra y
a continuación aquellas que son específicas de su cuadrante sudoeste.
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A Irún
Reparacea
A St. Jean le Vieux
Almandoz
Linzoain
Alto de Erro
Zubiri
Las cuatro vías principales Pamplona
que atravesaban Navarra Ibiricu Echauri Ibero
comunicaban Tarragona Puente la Reina
Lumbier
Añorbe
con Astorga, Burdeos con Los Arcos
Andión
Astorga, Zaragoza con Irún Oteiza
Artajona Eslava Sangüesa
A Jaca
Berbinzana
y el valle del Arga A Varea
Viana
Lodosa
Pitillas Sos del Rey C.
Carcar Santacara
A Calahorra Falces
Carcastillo Castilliscar
Azagra Funes
Milagro
Mapa de la red viaria romana en
Arguedas Calzada
Navarra a partir de las fuentes de localización moderna
históricas y las principales Corella
Tudela Vía hipotética
propuestas de trazado Fitero
(elaborado a partir de Sayas y Miliarios
A Cervera Cascante
Perex, 1987)
A Tarazona
Se ha propuesto la
existencia de varias
vías enmarcadas en
el cuadrante entre
Pompaelo y el sudoeste
del territorio
• Vía de Tarraco (Tarragona) a Asturica Augusta (Astorga): es la vía número 1 del Itinerario de Vista de la villa de Liédena. Hipótesis
Antonino: De Italia in Hispanias. Ab Asturica Tarracone. Desde Tarragona, pasando por Ilerda recientes postulan que esta gran
(Lérida) y Caesaraugusta (Zaragoza), remontaba el Ebro por su margen derecha hasta llegar a edificación, habitada desde el siglo I al IV
d. de C. (e incluso más tarde), pudo haber
Birovesca (Briviesca) donde enlazaba con la ruta que venía de Burdeos. Pasaba por las ciuda- sido una mansio en la vía romana de
des de Cascantum (Cascante), Graccurris, Calagurris y Vareia *(, al Sur de Navarra. Sus restos Osca a Pompaelo por la Canal de Verdún
han sido identificados claramente entre Cascante y el límite con La Rioja*).
• Vía desde Graccurris (o del Arga): Apuntada en el Anónimo de Rávena, partiría hacia el Norte
por las mansiones de Beldalin, Ergauica y Bitouris (no identificadas). Se ha propuesto que
su destino final sería Pompaelo y para ello se han planteado cuatro trazados. Dos circularían
por el valle del Arga hasta alcanzar Andelo. Desde allí seguiría hacia el Norte por los caminos
empedrados de Cirauqui y Guirguillano para acceder a la Cuenca de Pamplona. Una tercera
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teoría lanza la vía por Falces a Puente la Reina y la cuarta hacia Arguedas para enlazar en Cara
con la vía de Caesaraugusta y subir por Artajona a Puente la Reina; ya desde esta localidad se
encaminaría a Pompaelo, a la que se accedería por el valle del Arga.
Además de estas carreteras principales se han propuesto una serie de vías que unirían las
anteriores. Cruzarían el territorio de Este a Oeste y algunas serían deudoras de la red viaria
procedente de áreas vecinas como Aragón. Aquí sólo se van a mostrar las principales:
• Vía desde Sangüesa por Eslava, Artajona y Andelo al Este, hacia Oteiza de la Solana (¿a Los
Arcos, posible emplazamiento de Cournonium?).
• Carretera desde Sangüesa, por Javier, a Pamplona, posible vía de Osca (Huesca) a Pompaelo
(Vía de las Cinco Villas en Aragón).
• Vía del Ega: carretera que debía dar servicio a los asentamientos romanos detectados en am-
bas orillas del río y que circularía por la margen izquierda del Ega.
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Los agrónomos Anónimo de Rávena (y que han sido expuestos en el epígrafe anterior), pero su identificación
no es segura y está todavía sujeta a revisión, discusión e interpretación. No existen fuentes
latinos aconsejaban
semejantes ni para la vía Pompaelo-Vareia ni para la del Ega.
la construcción de En cuanto a la presencia de miliarios, resulta evidente que indican la existencia de una ruta.
las villae lejos de las El problema estriba en que estas piezas raramente se han encontrado en su emplazamiento
carreteras principales original. Incluso no son infrecuen-
Asentamientos romanos y su
relación con las vías romanas
(en rojo) del entorno de
Samarobriva (Amiens-Francia)
según Agache. Se ve claramente
que la mayor parte de los lugares
se encontraban alejados de la
carretera
El valle del río Arga desde la acceso a la presa de Iturranduz más que con una vía de mayor envergadura. El de Berbinzana
terraza donde se encuentra la por su ubicación no podría pertenecer a una posible vía Pamplona-Logroño. Y en cuanto a los
ciudad de Andelo
dos miliarios de Oteiza, uno de ellos es anepígrafo, por lo que no proporciona datos, y el otro
se encuentra en relación con Andelo, no con Pompaelo.
En tercer lugar, los estudios publicados hasta la actualidad han dado gran valor a la presencia
de caminos empedrados o de puentes cuya cronología en algún momento se ha establecido
como romana. A partir de ellos los estudiosos han trazado itinerarios que frecuentemente
carecen de otra apoyatura. Sin embargo, en las últimas décadas se ha demostrado que es ne-
cesario tener precaución a la hora de atribuir origen romano a un puente simplemente porque
así lo afirme la tradición o porque emplee aparejo de grandes sillares y arcos de medio punto,
Es posible que por el tal como muestran ejemplos de provincias limítrofes. Concretamente, los restos del puente de
valle del Arga discurriese Agoncillo sobre el río Leza (La Rioja) habían sido catalogados como romanos tras un cuidadoso
estudio de su modulación; por el contrario, una investigación en los archivos históricos rioja-
una vía de unión entre la
nos averiguó que se construyó en 1757, que estaba arruinado gravemente en 1797 y que fue
ciudad de Andelo y otros +'
abandonado en 1841 . De igual modo, el puente de Iruña (Trespuentes, Álava) siempre había
núcleos romanos de sido considerado romano, pero un exhaustivo vaciado documental y un análisis arqueológico
relevancia de su estructura han concluido que fue construido en el siglo XVI y sufrió reparaciones de en-
+(
vergadura en los siglos XVI, XVII, XIX y XX . Por el momento no hay publicado ningún estudio
similar para el área navarra que aquí nos interesa.
Algo parecido podemos afirmar por lo que respecta a los caminos empedrados. La mayor par-
te de las hipótesis del trazado de carreteras romanas en Navarra pivotan sobre el pueblo de
Cirauqui. En este lugar hay un puente de piedra de un solo ojo y dos caminos empedrados: el
Camino de Iguste (hacia Guirguillano) y el tramo de Camino de Santiago hacia Estella al sur
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de la población. Estos caminos, y con ellos el puente, habitualmente han sido clasificados
como romanos, pero su cronología es mucho más moderna, puesto que se construyeron en
el siglo XIX sobre sendas anteriores carentes de elementos que prueben un origen antiguo.
Concretamente, el Camino de Iguste, entre Cirauqui y la muga de Guirguillano, fue ejecutado
en los años 1806 y 1807 por el cantero de Cirauqui Francisco de Arteaga. El camino, ahora
de Santiago, que desciende de la villa por el Sur y cruza el señalado puente de piedra, fue
construido el año 1807 por Miguel de Urquía, cantero de Puente la Reina. Con la obra a punto
de terminarse se hundió parte del puente, que ya existía y acababa de ser recrecido para adap-
tarlo al nuevo camino+). Dicho puente, a su vez, posee rasgos constructivos, como la talla de
la piedra, propios de la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII).
Muchos de los caminos considerados romanos que sirven de base a los recorridos planteados
presentan rasgos constructivos inquietantemente similares a los de Cirauqui, de manera que
es legítimo dudar sobre una atribución cultural basada solamente en sus características exter-
nas.
Finalmente, las hipótesis de trazado se apoyan en los hallazgos arqueológicos de época roma-
na. A partir de su existencia se ha planteado una densa red de carreteras que serviría para unir
todos y cada uno de esos asentamientos romanos y formaría una tupida trama de comunica-
ciones. Sin embargo, la práctica romana en aquellas zonas que han podido ser estudiadas con
detenimiento y a través de gran número de hallazgos se revela ciertamente distinta, pues sólo
se unían directamente mediante construcción de vías los núcleos de especial relevancia. Por
su parte, las aglomeraciones humanas de entidad inferior establecían sus comunicaciones con
dichos ejes vertebradores y no entre sí+*.
Como conclusión ha de deducirse que no encajan cronológicamente los argumentos que per-
mitirían proponer una comunicación directa en época romana entre Pamplona y Logroño. En
consecuencia, parece adecuado dudar de su existencia hasta que dispongamos de nuevas
informaciones debidamente contrastadas.
Esta revisión habrá de alcanzar igualmente a otros de los trazados postulados para esta parte
del territorio navarro, no para desecharlos sin más, sino para proceder a un replanteo de las
hipótesis de trabajo. Sin lugar a dudas se construyeron vías romanas en esta zona y es claro
que hubo comunicación entre Pompaelo y las tierras del medio Valle del Ebro, en concreto con
Calagurris++, pero parece necesario emprender su búsqueda desde otra perspectiva. Con esa
necesidad en mente se proponen a continuación una serie de líneas de trabajo.
Propuestas de futuro
Actualmente los conocimientos de la infraestructura viaria romana en Navarra se encuentran en un
punto inmejorable desde la perspectiva científica. Se conoce con razonable seguridad el trazado
general de las grandes vías públicas descritas en las fuentes escritas. Los hallazgos de miliarios
permiten proponer la existencia de una serie de carreteras que serían el nexo de unión entre esas
grandes rutas. Finalmente a estas fuentes ha de añadirse la profusión de hallazgos de asentamien-
tos romanos, aunque no se conozca en absoluto la entidad exacta de la mayoría (vicus, pagus,
locus, castellum, villa, etc.). Falta, por el contrario, documentación arqueológica contrastada de la
mayor parte de las carreteras romanas.
Sobre dicha información se han planteado abundantes hipótesis referentes a la red de comunica-
ciones que formaba el cañamazo de la organización romana de nuestro territorio. Así, la identifi-
cación exacta de esta serie de rutas conforma un problema científico de gran interés para nuestra
historia que espera su resolución+,. En las líneas siguientes se van a proponer, de manera resumida,
unas líneas de investigación que podrían seguirse para conocer la red viaria romana en Navarra.
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Ante todo sería necesario configurar equipos interdisciplinares, formados por diversos pro-
fesionales (arqueólogos, historiadores, documentalistas, ingenieros, geólogos, cartógrafos...)
que deberán poner los instrumentos de cada una de las disciplinas al servicio de un proyecto
general con unos objetivos previamente consensuados.
Las tareas que se estiman necesarias podrían ser las siguientes y se deberían aplicar sobre las
propuestas de trazado ya existentes, aunque es muy posible que la investigación proporciones
nuevos itinerarios u obligue a desechar algunas hipótesis+-.
En primer lugar se hace necesario proceder a la recogida de documentación medieval y moder-
na referente a caminos (cartularios, documentación contable, repertorios de caminos, itinera-
rios militares, etc.) ya que puede aportar noticias sobre la continuidad de los caminos a través
Los hallazgos romanos de la historia.
producidos en el curso Un segundo paso consistiría en el análisis de la cartografía. Habrá que revisar primeramente
la cartografía histórica, civil y militar, elaborada desde principios del siglo XVIII (trabajos como
medio del río Ega
los de F. Coello, Mapa de la Provincia de Navarra de 1861, de N. de Prestamero, los mapas
permiten establecer la topográficos nacionales de comienzos del s. XX, mapas de carreteras del siglo XIX o anteriores,
hipótesis de la existencia planos catastrales, etc.). En un segundo momento se analizaría la cartografía moderna (mapas
de una vía en este valle topográficos y militares, planos parcelarios y catastrales…) y la fotografía aérea (vuelos históri-
cos, como el de P. Rada de 1934).
El paso siguiente podría consistir en el vaciado bibliográfico de todo lo escrito sobre el tema
(trabajos históricos sobre vías, estudios sobre las pautas básicas del trazado de las carreteras
romanas, análisis de la toponimia, mayor y menor, etc.).
Por último, la definición de la red viaria podría quedar establecida con el estudio de la distribución
de los yacimientos arqueológicos en los corredores por donde se proponen los trazados viarios investiga-
Valle del Ega desde Lerín dos y los datos sobre la organización del territorio (parcelaciones).
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En este punto, una vez establecidos los recorridos de las carreteras romanas, sería interesante la compro- Trinchera excavada en la roca
bación de su romanidad y de las construcciones complementarias. Una buena fuente de información para yesífera para la vía de Calagurris
a Pompaelo (Azagra)
este objetivo puede hallarse en los proyectos de obras públicas modernas y contemporáneas de archivos
municipales e históricos (carreteras, caminos, puentes, vías férreas, etc.). Esta documentación es de gran
utilidad para precisar la datación de aquellas obras públicas existentes en los trazados propuestos. Además
aporta noticias sobre las afecciones provocadas (desaparición, alteraciones, sustitución) por la infraestructura
de comunicaciones moderna sobre los trazados viarios antiguos.
No ha de olvidarse que las vías romanas son un resto arqueológico y como tal se hace necesaria la verifica-
ción directa sobre el terreno de las estructuras conservadas. Para ello habrá de procederse a la realización de
El muy posible que la
una prospección de campo, un recorrido de los caminos en toda su longitud, para corroborar o descartar la comunicación entre
información preliminar. Esta actuación arqueológica, que podría complementarse con encuestas orales sobre Pamplona y Calahorra
el terreno, se completaría mediante las oportunas operaciones de evaluación arqueológica (análisis geofísico, pasara por Azagra,
georradar, sondeos arqueológicos...). donde se han localizado
El último paso sería, lógicamente, la publicación de los resultados. Este documento de síntesis debería ir vestigios de una vía
acompañado de la documentación utilizada y un importante apartado gráfico con los datos físicos de los
romana
trazados detectados y de las obras construidas (puentes, por ejemplo).
Como final de esta exposición sobre la red viaria romana parece pertinente insertar una hipótesis de trabajo
referida a la posible comunicación entre Pompaelo y Calagurris. Desde Pompaelo saldría hacia el Sur por el
paso del Carrascal y torcería por el valle de Ilzarbe (miliario de Añorbe), ruta tradicional hacia Castilla en la
Edad Media. Al llegar al valle del Arga se desviaría hacia el Sur para seguir su recorrido hasta Andelo. Desde
allí se encaminaría al Este, hacia Oteiza de la Solana (miliario de la ermita de San Tirso). A partir de este punto
giraría hacia el Sur para continuar por la margen izquierda del valle del Ega hasta Azagra (en donde se han
localizado vestigios de una vía romana) para pasar a Calagurris, probable origen de dicha carretera+..