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| | |CUADERNOS DE PSICOANALISIS| Lo Social y Lo Clinico oN Santiago de Ow? (Por qué no es posible que nos salvemos solos? Stéphane Thibierge. 23/04/2004 Conferencia pronunciada en el Instituto Chileno ~ Francés. Voy a intentar responder a la pregunta que plan- tea este titulo, gpor qué no podemos salvarnos solos? Mirando los papeles que presentan esta jomada veo que han sido evocados dos textos clésicos: “Psicologia de las masas y andlisis del yo” de Sigmund Freud y lo que me hizo sonreir un poco es que se nombra el texto de J. Lacan, que no sé si es clisico aqui, pero en Francia no lo es para nada, ademés tiene un titulo que parece incomprensible, se llama “El tiempo légico y la asercién de certeza antici- pada”. Parece incomprensible, pero les asegu- ro que de ninguna manera lo es. Intentaré de- cirles, si puedo, silo logro, por qué nos parece incomprensible, cuando en realidad es muy simple. Pero como a menudo tenemos la oca- sién de constatarlo y en particular cuando so- Entonces me dije, que lo mejor seria hhablarles de aquello que es nuestra dificultad mis Quisiera también para comenzar, hacer un co- ‘mentario respecto a la palabra ‘salvarnos’ que esti en el titulo de la conferencia. ‘Salvarnos’, ustedes lo escuchan, es un término del regis- tro religioso. Yo no lo tomo en el sentido reli- gioso de ta palabra evidentemente, pero tiene la ventaja de indicar claramente la idea de lo- grar salir adelante, de encontrar una salida. Y es verdad que un neurdtico es alguien que esti capturado, atrapado como cuando uno queda atrapado en un impasse; y entonces ;qué hace? Intenta salir como puede, Cuando uno esté muy sucede, como uste- des saben, qu La palal ‘angustia es una experiencia muy comin, que cada cual ya ha tenido. Me parece que eso nos da.uni de la preocupa- cién que a veces podemo: ; en dificultad, como su- cede tan a menudo, con el otro. Entonces quisiera partir de una idea curiosa, una idea extrafia, pero una idea que muchas 's una idea ‘muy comin, que muchos tenemos, tal como ustedes saben y que tiene un origen muy pre- ciso: pers ‘mos siempre en un cierto sentido, una cierta orientacién y agregaria inclusive que ese sen- tido nos importa mucho. Si ya no tenemos ese senti Ww Stéphane Thibierge pues bien, ahi justamente sentimos angusti Elfeconocimiento familiar de ese sentido que siempre buscamos reconocer en la realidad tie- ne un nombre ¥@ellaitia MaFeIsISMD. Por qué se llama_narcisismo?(El sentido del cual les hablo esta directamenté ligado a festa ima? gen. Esa imagen que una vez, siendo nifios, Teconocimos en el espejo) Nuestra imagen, que Mamamos especular puesto que nos viene del espejo, pues biew(@ iiagen eS a Primera Fea lidad que hemos reconocido en el mundo. No ddigo que sea la primera realidad que hayamos encontrado en el mundo, pero(@s/ld primer) realidad que hemos reconocido, Les hablaba hace un momento del sentido que reconoce- ‘mos en la realidad, pues bien, de cierto modo, nuestra imagen es el primer sentido que he- ‘mos reconocido en el mundd. Lo que Ilama- ‘mos nuestra visién del mundoflVision guelleD ‘Vamos Con HOSOHBS, como una suerte de peli- ccula que nos orienta y que esté siempre delan- te de nuestros ojos. Creemos que vemos la rea- lidad, pero en realidad vemos nuestra propia pelicula y nuestra propia pelicula no es la mis- ‘ma que la del vecino, por ejemplo. Es por eso que no es facil la relacién con el otf, y es por eso también que cuando se esti en pareja, 0 con un amigo, sucede que es muy grato ir al cine juntos, porque al menos ahi estamos se- guros de estar viendo la misma pelicula. Pero en la vida no es tan simple.4B§ GHlReGHOGe experiencia comtin, el que nos importe mucho nuestra imagen, ya sea que la amemos o la detestemos, por lo dems, |NUNEs SOMOS ARG ferentes a ella, estamos ligados a esta imagen, del mismo modo que estamos ligados a nues- tra vison del mundo 6 a nuestra pelicula. Y es lo que Hlamamos el narcisismo. Entonces, si las cosas son més 0 menos como se las estoy indicando muy brevemente, es evidente que en una configuracién tal, gc6mo vamos a recibir al otro? El otro, en esta légica narcisista, no puede aparecer sino como un molestoso. l- guien que me impide gozar tranquilamente de rl|eSpaciolprVAMD. .Qué es mi espacio? La realidad a mi alrededor, pero también mis 12 ideas, mis concepciones, mis sentimientos, en resumen lo que llamamos mi Yo. Ustedes sa- ben, puesto que es muy evidente, cuanto el otro es perturbador para mi Yo. Al mismo tiempo, lo que es muy extraiio, a causa de esto, es el hecho de que vamos a dirigimnos al otro muy fécilmente. En efecto, constatamos que{li68) dirigimos a este otro de manera muy esponté- neamente reivindicativa, {Por qué? Porque el ‘otro me tomé lo que yo tenia. O bien, nos dis ‘gimos a este otr de tin modo 661080) ; Por qué? Porque él tienello Guelyomortengo, jes injus- to! Reivindicativo, celoso 6 ainppodemos dif? gimnos a este otro de un modo que podriamos alificar de erotomaniaco. ;Qué quiere decir? Quiere decir que me sedujo y no cumple sus promesas. Ustedes ven que a través de estas modalidades muy simples de nuestra relacién con el otro, porque 1o que les acabo de decir: la reivindicacién, los celos y Ia erotomania, deteen que es algo que sucede poco? Es lo mis frecuente. Entonces, si esto es cierto, consta- tamos que nuestra relacién habitual con el otro, pues bien es una relacién paranoica, para la- ‘mar las cosas por su nombre. Y(@staSif0 0 GATGARRs que les he recordado son - lo digo asi al paso pues esto puede interesar a algunos de ustedes SOnj|aS ies formas e|psicosig) pasionales que han sido aisladas por uno de os mejores psiquiatras de la tradicién france- sa que se llamabél@igramibaull) Ustedes notan que cuando é1 aisla estas tres psicosis@{@elin® de reivindicacién, delirio de celos y delirio Grotomaniaed, pues bicn, aislélires modalida® des habituales de nuestra relacién con nues- ‘ros semejantes. Entonces, en una tal légica, paranoica, esté claro que fundamentalmente no hay lugar para el otro, 0 es él 0 soy yo en el mismo espacio; no hay espacio para ambos. Por lo demas se dice - cuando uno esté atento al lenguaje se puede escuchar esto - el lengua- je expresa bien esta dificultad, esta antinomia, puesto que se dice el otro y el semejante. Pues justamente ese es el problema; si efectivamen- te se trata de mi semejante, si es semejante a mi, amenaza mi ser; y si es otro también lo ¢Por qué no es posible que nos salvemos solos? amenaza. {Se fijan cémo esta légica sencilla que les estoy evocando puede ser muy simple, ‘véase rudimentaria? Sin embargo no deja de ser una légica que gobierna nuestra vida politi- cca, aunque ~ y hago este comentario al pasar - pienso que los verdaderos politicos, aunque no lo dicen siempre, saben que no pueden limitar- se a un discurso del tipo o bien él o bien yo, es decir la pura competencia, el vencedor y el ven- cido. Un buen politico esté obligado a saber un poco, jy ven cémo entramos en el tema? que si hay un vencido absoluto, no puede haber un vencedor. Dicho de otro modo, en esta légica de mi relacién con otro estoy obligado a darme cuenta que no me la puedo solo, porque si aplas- to totalmente al otro, habré dificultades.. Quisiera también sefialarles que esta logica ru- dimentaria, muy rudimentaria, demasiado ru- dimentaria, no solamente Ia encontramos ac- tuando en nuestra vida politica, sino también en nuestra vida amorosa, en nuestra vida con- ‘yugal y de un modo general en aquello que nos interesa més, o sea en el otro. Lo que es bas- tante extrafio y a la vez. banal, respecto de esto, es que el otto entonces se me aparece frecuen- temente, como aquello que amenaza la homo- geneidad de mi mundo y de mi espacio. Podria- ‘mos decir que‘€lfepresenta, en este espacio gue eel mio, un punto que no controlo y que con- sidero de buena gana como una amenaza, De ahi a desear eliminar esta amenaza, ustedes sa- ben que no hay mucho trecho. Y también saben que esto de lo que les estoy hablando, o sea eli- minar al otto porque representa una amenaza para mi espacio, ustedes saben que no son abs- tracciones, Esto se ve todos los dias. La pregunta es por qué somos tan sensibles y mas que sensibles, sensitivos? {Por qué nos sentimos amenazados fundamentalmente en nuestra relacién con el otro? Les propondré algunos comentarios bastante sencillos, Es sin lugar a dudas, puesto qué tenemos la experien> cia desde el inicio de nuestra vida, desde lo que Ilamamos(fidestra veniida al iuiido 1a xe periencia de una alteridad que nos perturba fundamentalmente en nuestro ser, es decir en Jo que reconocemos, o en lo que queremos Teconocer como nuestro Yo.(@QUué @s esta AIEHAAD) experimentada desde el inicio como ‘molesta? Pues bicn{@S{I@]Ge Se ROSIniainiES ta_de un cuerpo, es nuestro cuerpo, nuestro cuerpo real que desde el inicio de nuestra vida ‘hemos experimentado como una alteridad ex- Hrafia) Yes un cuerpo, hay que decirlo, ligado al lengaje) un cuerpo que habla, un cuerpo del cual recibimos constantemente mensajes, que a veces nos molestan, inquietan o inclusi- ve pueden enloquecernos completamente, al punto que llegamos a hacer cualquier cosa. Hablabamos al inicio de 1a angustiag@QUSBER cosa es la angustia sino el cuerpo cuando ya mo sabemos qué hacer con él? Y pienso que ustedes saben - esto se constata clinicamente todos los dias - cuando las personas, los suje- tos humanos estén muy angustiados, a menu- do no tienen otro recurso que arrojarse los unos sobre los otros, apretarse los unos contra los otros, haciendo la guerra o haciendo el amor. Son dos modos muy communes de responder a la angustia, ciertamente uno mds interesante que el otro. Lo quéde.este modo nos vuelve de) lun cuerpo que nos parece extrafio: estos men- sajes que he evocado constantemente, es lo que Freud llamé el inconsciente@ES\€I/CUGp6 Io gado al lenguaje lo que se nos manifiesta a tra- vvés de un cierto modo recurrencias que pode- ‘mos llamar formaciones del inconsciente, es decir suefios, lapsus, trozos de lenguaje que ‘nos pasan por la cabeza, sintomas. ‘Todos estos ‘modos a través de los cuales el cuerpo y el len- Buaje estdn ligados, {qué nos dicen? Funda- ‘mentalmenté n0s di6en HUGSHOUESED) Y aqui precisofintestro deseo en cuanto sexual. Es este deseo, este deseo sexual, es decif ligadola ia diferencia irreducible entre un hombre y una Miijer, es ese deseo entonces el que nos hace hablar y el que nos atormenta, Es lo que hace que nos interroguemos, suspiremos, pidamos, busquemos algo. Pero a través de todo eso{ ss tamos en la busqueda de algo que siempre es Stéphane Thibierge Saa- hablamos sino de eso, de ese deseo que acabo de evocar. Eso es lo que fundamentalmente nos preocupa, lo sepa- ‘mos 0 no. A veces no lo sabemos, por ejemplo al dormir sofiamos con eso. Todo lo que al res- ecto manifestamos en términos de inquie- ud, de pregunta, nuestras palabras, nuestros actos, nuestras conductas, nuestros gestos, son diversas maneras de dirigirse al otro, en todo caso de dirigir a alguna parte nuestra interro- gacién y nuestra inquietud. En este sentido podemos decit que nuestro mun Es decir, por esta pregunta planteada a... esta pregunta dirigida a... y que concierne al desco que nos anima. Es este otro, ‘o mejor dicho, esta alteridad que nos atormen- ta atin més, en la medida en que se encuentra en el corazén de nosotros mismos: Efectivamente ese deseo, y les ruego que estén atentos a todo esto, jue a ment doo lo estamos, te desi To econo Decimos: ‘No soy yo’, “Eso, no soy yé Y esto nos va hacer avanzar un poquito en la pregunta de esta noche, puesto que lo que el psicoandlisis nos ensefia de manera cotidiana y banal es: ,Qué vamos a hacer con el otro, nuestro semejante, nuestro vecino, aquel que encontramos al lado nuestro del modo mas ‘Ustedes me diran: “jComo es eso que vamos a hacer del otro el representante de nuestro deseo? A mi nunca me ha pasado. Mi deseo es mi deseo”. Pues no es tan simple. Les voy a dar un ejemplo: siem- Pre es el otro el que es avaro, celoso, liibrico, obsesionado, que solo piensa en el sexo. Sino hubiese este otro asqueroso, molestoso, ruido- ‘so, obsceno, dicho en otras palabras: si no hu- biera este otro, jla vida seria muy agradable! Entonces saben cémo este otro muy facilmente 14 Iega a ser para nosotros la figura de lo extra- fio, y muy fécilmente la figura del extranjero, €s decir aquel que no se nos asemeja, que no €s como nosotros. Siendo qui De ahi enton- ces el odio que se liga tan ftcilmente para no- sotros en todas las figuras de la alteridad, es decir del otro. Puede ser el del otro lado de la frontera, el salvaje, el primitivo, el judio, el arabe, una mujer. Es decir todas las figuras desconocidas de nuestra propia alteridad. Es ahi donde el psicoandlisis permite tal vez no solamente esclarecer, sino tal vez proponer un modo sencillo de hacer las cosas y también, hay que decirlo, un modo menos malvado que el nuestro habitual, es decir el modo habitual- mente paranoico de hacer las cosas. El psicoandlisis puede al respecto hacer avan- zat un poco las cosas, y lo que J. Lacan justa- mente avanzé de una manera muy sencilla - que nos parece complicada porque tenemos tendencia a quedar tomados en esta légica paranoica - es lo que él aclaré en un articulo, aqui nombrado y que lleva por titulo “El tiem- po légico y la asercién de la certeza anticipa- da”. No les voy a hacer un comentario de este texto, pero quisiera proponerles algunas re- flexiones que pueden constituir una suerte de introduccién a lo que é! dice. La primera cosa que hay que sefialar es que ese otro y yo, él y yo, ella y yo, al menos compartimos una cosa, cualquiera sea mi voluntad o su voluntad de proteger cl espacio privado. Pues bien, com- ppartimos esta condicién que es que ambos ha- blamos, y hablamos de lo que nos preocupa, de lo que pedimos, de lo que deseamos y en particular de eso sexual que esté en el funda- mento de nuestro deseo y que causa nuestra dificultad mas habitual. El otro, asi como yo, hablamos de eso cuando hablamos, Por qué no es posible que nos salvemos solos? cuando hablamos verdaderamente, cuando es- tamos ahi donde hablamos, pues bien, es de ese deseo que hablamos. Y en ese momento, notémoslo, cuando hablamos asi, le hablamos a. ¢L¢hablamos a quién? Le hablamos al otro. Una palabra, una verdadera palabra siempre esta dirigida a... Hablamos a... al otro, pero justamente ahi esté el problema, no sabemos a qué otro hablamos, no sabemos cual es ese otro al que nos dirigimos y no sabemos quién es ese otro a quien hablamos y que al mismo tiem- po determina nuestra palabra. Es por lo dems la inquietud que nos surge cuando pregunta- ‘mos a quién le hablamos? ca quién nos diri- gimos? Es esta inquietud que puede facilmen- te llevarnos a poner AlDi08 6m SSE NUBAP y us- tedes saben que es uno de los. resortes mas potentes de la religién, puesto que ella viene asi a_temperar(@almiai und iniqilietd extrema damente viva en cualquiera de nosotros. El psicoandlisis habla del Otro, con una O ‘maytiscula. El Sujeto se dirige a un Otro, que después de J. Lacan escribimos Otro. Por qué con una O mayéiscula? Para subrayar que este Otro al que le habla el Sujeto, él no sabe quien es. ,Por qué? Porque aquello que hace, que nos hace hablarle al Otro, es justamente lo que evo- caba hace un momento, o sea nuestro deseo, deseo en tanto que es un deseo sexual, y no solamente es sexual, sino que es inconscien- f€)Yieslo mismo) Es eso lo que descubre el psicoanilisis, que fundamentalmente lo sexual noes lo que se crefa, noes que el hombre y la ‘mujer serian complementarios, pero en reali- dad eso desde el inicio no se crey6, si hubiese sido el caso se habria sabido desde el inicio. Lo que el psicoandlisis muestra es que la difi- cultad del deseo es que es sexual y no permite complementariedad. Es por es0 que nos ator- ‘menta. Entonces lo escribo: SOx (desconocido) Es entonces por- que hablamos de ese deseo que es inconscien- te, puesto que no sabemos qué es y de eso hablamos, es por eso que no sabemnos a quién hablamos. Entonces, indiqué simplemente unos, puntos de referencia muy simples para mos- trar que hablamos a... pero no sabemos exac- tamente a quién o a qué, por la simple razén que no sabemos de qué hablamos, eso es el inconsciente, Es fuestro deseo, pero él es jus- ‘tamente inconsciente. {Acaso a este gran Otro, que escribi ahi con una O mayiscula, podemos encontrarlo para arre- lar nuestras cuentas con é1? ;Porque tenemos cuentas que arreglar con él! A veces ustedes ven en a calle, por ejemplo, gente que camina moviendo los brazos y hablando solos. No ha- bblan solos, le hablan al Otro e intentan arreglar ‘sus cuentas con él. El problema es quel@siniliy dificil arreglar sus cuentas con el Otro, Lo que es dificil evidentemente,es que a este gran Otro no lo encontramos nunca, o bien, cuando se le encuentra no es algo muy formidable, no es buen signo... Lo que mas comiinmente encontramos esa nuestro semejante, a nuestro projimo; pero este prdjimo, este otro, es como nosotros. Ei tonces, él también le habla a.... E10 ella, tam- ign est atormentado/a por un dirigirse, por sun deseo que no conoce. Lo que hace que en mi relacién con el otro en realidad no hay dos interlocutores, como lo quisiera indicar esta 16- ‘gica paranoica, que les indicaba al inicid: Hay ‘ademas un tervero que es precisamente el gran tro, que determina la palabra y el cuerpo, que determina el deseo) Este X_ que me hace hablar al Otro, y este gran Otro, pues bien tanto yo como mi semejante, mi amigo, mi mujer, mi amiga, mi vecino, él y yo tenemos que vérnos- las con ese gran Otro, estamos concernidos por ‘ese Otro, con ese tercer término. Ss a oO Lo que nos ensefia el psicoanilisis, a condicién que estemos dispuestos a sacar algunas conse~ ccuencias, ustedes saben que ésa es tambiedfaiid de las dificultades que nota el psicoanalisis: el que a menudo no sacamos las consecuencias de Jo que aprendemos, por una razén muy simple: ‘R08 importa ueSANIABEr, y es por eso que todo lo que estoy diciéndoles no tiene mucho 15 ‘Stéphane Thibierge ‘Peso frente a nuestro apego, el mio, el de uste- des, a nuestra imagen. Nuestra tinica esperanza en este campo, no es una esperanza muy alenta- dora, puesto que si hubiese una en este campo sélo podriamos ubicarla en la légica. Lo que escribi en la pizarra es un poco una légica, pero el problema es que no nos gusta mucho la légi- ca. Intentemos sin embargo decir algo sobre esta gia que tiene que ver en nuda élaion con Otto. Lo que elpsicodnalisis enisera, no so- lamente ena teoria sino tanibién en larpréctica, ces que no tenemds ofa Salida pard)saber algo - si eS qule, lo queremos - acerca de Io que nos pasa, 1i0§ determina, nos atonmenta, nos hace desear, etc. NO tenémos otra Salida, sino la que consiste en habla PREGUNTAS: Pregunta Sr. X: En esa biisqueda de poder hablar con el Otro, para descubrir, conocer lo que yo ‘busco ,qué rol otorga el psicoandlisis, en su opi- nién, a valores como la gratuidad, la confianza para llegar a hacer surgir esa transferencia? ‘Stéphane. Thibierge: Es una muy buena pre- ‘gunta, una pregunta muy dificil también, Y voy a responder muy simplemente‘ gratuidad que WSEGIEVEED) contrariamente a las apariencias, no es de naturaleza a suscitar confianza, por- que si recibo a alguien gratuitamente, él va a preguntarse necesariamenteiB@E@uelyOuHagO eso y tendré razén en preguntirselo, Hay de- iris del ideal de la gratuidad, y perdénenme decirlo de un modo muy directo, hay a veces a pesar de intenciones a menudo muy buenas, una(@FaR]ABRESIVIGAEIPucs si yo recibo al otro gratuitamente, le impongo de un Giers modo el bien, el bien que yo me supongo, por ejem- plo) En todo caso él puede legitimamente es- tar inquieto, preguntindose qué es lo que yo busco en este asunto, Es por eso que los psi coanalistas otorgan tanta{imiportanicialipag, porque es el tinico modo posible, en todo caso hasta ahora no se ha encontrado otro, @\abHib ERG /eRpacio de ld aRSTereBeIA) En un segun- 16 do tiempo, el sujeto que viene entonces al psi- coanalista y paga por esto, efectivamente va a plantearse de un modo u otro esta pregunta que usted evoca: es decir: {qué confianza puedo otorgarle al otro? Pero algun dia muy proba- blemente va a descubrir que esa pregunta que Ie coloca al otro, es primero él que la recibe, ¢ decir la confianza que cuestiona por el lado del otro, es de su propio lado que se planted Pregunta Sra.. X: Quisiera saber a qué se re- fiere cuando usted dice: el otro acepta escu- char. Como si estuviera relacionado con una cierta voluntad, ‘Stéphane Thibierge: No tiene relacién con una cierta voluntad, hace bien en plantearlo, tiene relacién con el hecho que yo no puedo hablar de mi relacién con el gran Otro que sino si otro me reconoce esa relacién y esa direccién; es decir si hay otro que acepta que su visién del mundo, su yo, sea de algtin modo perturbado, por la actualidad, la efectividad de otra cosa, de otra palabra, que el sentido que yo veo en las ‘cosas. Eso es un hecho, no una voluntad, es un acto, {se fija? Es el acto que, por ejemplo, rea- liza un analista cuando invita a alguien a hablaf Pregunta Sr. ¥: siempre que hay un yo que quiere analizar a otro, le hace decir. Hay autores que sefialan que hay una diferencia fundamental en- tre pensar a un otro como otro y pensar al otro en tanto representado desde mi. Teniendo en cuenta 0, ges realmente posible conocer a un otro des- de mi yo sin que este otro se disuelva? ‘Stéphane Thibierg&N@)HO 6S BOBBIE. Es 10 que evocaba al comienzo de esa légica para- noica: yo no puedo comprender al otro a par- TAYE mi, Lo que evocaba era justamente otra cosa, es decir! PenmitiF al Otro articular Su Re Taio Con|el Otro) Yo no tengo que compren- der esa relacién, puedo darle lugar, puedo dar- le acceso, pero comprenderlo...No veo cémo se podria comprender a un otro...Seria muy pretencioso en todo caso.

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