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12 Cuando hablabamos con los muertos A esa edad suena mitsica en la cabeza, todo el tiempo, como si transmitiera una radio enla nuca, bajo el créneo. Esa miisica un dia empieza a bajar de volumen o sencillamente se detiene. Cuando eso pasa, uno deja de ser adolescente. Pero no era el caso, ni de cerca, de la época en que hablébamos con los muertos. Entonces la mitisica estaba a todo volumen y sonaba como Slayer, Reign in Blood Empezdmos con la copa en casa de la Pola- ca, encerradas en su pieza. Tenfamos que hha- cerlo ensecreto porque Mara, la hermana de la Polaca, le tenfa miedo a los fantasmas y 4 los espiritus, le tenia miedo a todo, bah, era una pendeja estapida. Y tenfamos que hacerlo de dia, por la hermana en cuestion y porque la Po- Jaca tenia mucha familia, todos se acostaban temprano, y lo de la copa no le gustaba a nin- guno porque eran recontracatélicos, de ir amisa y rezar el rosario. La inica con onda de esa fa~ milia era la Polaca, y ella habia conseguido una tabla ouija tremenda, que venfa como oferta es- 207 2 7 Mariana Enriquez pecial con unos suplementos sobre magia, bru: jerfa y hechos inexplicables que se lamaban EZ snundo de lo oculto, que se vendian en kioscos je revistas y se podian encuadernar. La oulja ya Ia habian regalado varias veces con los fescicu- Ios, pero siempre se agotaba antes de que cual- quiera de nosotras pudiera juntar el dinero para compraria. Hasta que la Polaca se tomé las co- sas en serio, ahorré, y ahf est@bamos con nues- tra preciosa tabla, que tenfa los nuimeros y las Jetras en gris, fondo rojo y unos dibujos muy sa- tanicos y mfsticos todo alrededor del circullo central. Siempre nos juntébamos cinco: yo, Ju- lita, la Pinocha (le deciamos asi porque era de madera; la:més bestia en la escuela, no porque tuviera nariz grande), la Polaca y Nadia. Las cin- co famabamos, asf que a veces la copa parecia flotar en humo cuando jugébamos, y le dejaba- mos la habitacién apestando a la Polaca y su hermana. Para colmo cuando empezamos con Ja copa era invierno, asi que no podiamos abrir Jas ventanas porque nos cagabamos de fio. Asf, encerradas entre humo y con la copa to- talmente enloquecida nes encontré Dalila, la madre de la Polaca, y nos sacé a patadas. Yo pude recuperar la tabla —y me la quedé desde entonces—y Julita evité que se partiera le copa, lo cual hubiera sido un desastre para la pobre Polaca y su familia, porque el muerto con el que estabamos hablando justo en ese momento pa- 208 i Los peligros de fumar en la cama recia malisimo, hasta habfa dicho que no era ‘un muerto-espiritu, nos habia dicho que era un Angel cafdo. Igual, a esa altura, ya sabfamos que los espfritus eran muy mentirosos y mafiosos, y no nos asustaban m4s con trucos berretas, como que adivinaran cumpleafios 0 segundos nombres de abuielos. Las cinco nos juramos con sangre —pinch4ndonos el dedo con una agu- ja— que ninguna movia la copa, y yo confiaba ‘en que era asi. Yo no la movia, nunca la movi, y creo de verdad que mis amigas tampoco. Al principio, a la copa siempre le costaba arran- car, pero cuando tomaba envién parecia que ha- ‘bia un iman que la unfa a nuestros dedes, nila tenfartios que tocar, jamds la empujabamos, ni siquiera apoyébamos un poco el dedo; se desli- zaba sobre los dibujos misticos y las letras tan rapido que a veces ni hacfamos tiempo de ano- tar las respuestas a las preguntas (una de no- sotras, siempre, era la que tomaba nota) en el cuaderno especial que tenfamos para eso. Cuando nos descubri6 la loca de la madre de la Polaca (que nos acusé de saténicas y pu- tas, y hablé con nuestros padres: fue un ga- rronazo) tuvimos que parar un poco con el jue- go, porque se hacia dificil encontrar otro lugar donde seguir. En mi casa, imposible: mi mam4 estaba enferma en esa época, y no queria ana- die en casa, apenas nos aguantaba a la abuela y a mf; directamente me mataba si trafa com- - “2090 Mariana Enriquez pafieras de la escuela. En lo de Julita no daba porque el departamento donde vivia con sus abuelos y su hermanito tenia un solo ambien- te, lo dividfan con un ropero para que hubie- ra dos piezas, digamos, pero era ese espacio solo, sin intimidad para nada, después queda- ban solamente la cocina y el bafio, y un bal- concito leno de plantas de aloe vera y coronas de Cristo, imposible por donde se lo mirara Lo de Nadia era imposible también porque quedaba en la villa: las otras cuatro no vivia- mos en barrios muy copados, pero nuestros padres no nos iban a dejar ni en pedo pasar la noche en la villa, para ellos era demasiado. Nos podriamos haber escapado sin decirles, pero Ja verdad es que también nos daba un poco de miedo ir. Nadia, ademas, no nos mentia: nos contaba que era-muy brava la villa, y que ella se queria rajar lo antes que pudiera, porque es- taba harta de escuchar los tiros a la noche y los gritos de los guachos repasados, y de que la gente tuviera miedo de visitarla. Quedaba nomas lo de la Pinocha. El tnico problema con su casa era que quedaba muy le- jos, habia que tomar dos colectivos, y conven- cer a nuestros viejos de que nos dejaran ir has- ta all4, ala loma del orto. Pero lo logramos. Los padres de la Pinocha no daban bola, asi que en su casa no corriamos el riesgo de que nos sacaran a patadas hablando de Dios. ¥ la e _ 210 : Los peligros de fumar en la cama Pinocha tenfa su propia habitacion, porque sus hermanos ya se habian ido de la casa. Por fin una noche de verano las cuatro con- seguimos el permiso y nos fuimos hasta lo de Ja Pinocha. Era lejos de verdad, la calle donde quedaba su casa no estaba asfaltada y habia zanja al lado de la vereda. Tardamos como dos horas en legar. Pero cuando legamos, en se- guida nos dimos cuenta de que era la mejor idea del mundo haberse mandado hasta ail4. La pieza de la Pinoche era muy grande, habia ‘una cama matrimonial y cuchetas: nos podfa- mos acomodar las cinco para dormir sin pro- blema. Era una casa fea porque todavia esta- ba en construcci6n, con el revoque sin pintar, las bombitas colgando de los feos cables ne- gros, sin lamparas, el piso de cemento nomas, sin azulejos ni madera ni nada. Pero era muy grande, tenfa terraza y fondo con parrilla, y era mucho mejor que cualquiera de nuestras ca- sas. Vivir tan lejos no estaba bueno, pero si era para tener una casa asf, aunque estuviera ins completa, valfa la pena. Allé afuera, lejos dela ciudad, el cielo de la noche se vefa azul mari- no, habia luciérnagas y el olor era diferente, una mezcla de pasto quemado y rio. La casa de la Pinocha tenfa todo rejas alrededor, eso si, y también la cuidaba un perro negro gran- dote, creo que un rottweiler, con el que no se podia jugar porque era bravo. Vivir lejos pare- : zur : Mariana Enriquez cfa un poco peligroso, pero la Pinocha nunca se quejaba. Alo mejor porque el lugar era tan diferente, porque esa noche nos sentiamos distintas en la casa de la Pinocha, con los padres que escu- chaban a Los Redondos y tomaban cerveza, mientras el perro le ladraba alas sombras, alo mejor por eso Julita blanques y se animé a de- cimos con qué muertos querfa hablar ella. Julita querfa hablar con su. mama y su papa. Estuvo buenfsimo que Julita finalmente abriera la boca sobre sus viejos, porque noso- tras no nos animabamos a preguntarle. En la escuela se hablaba mucho del tema, pero nadie se lo habia dicho nunca en la cara, y nosotras saltébamos para defenderla si alguien decfa una pelotudez. La cuestion era que todos sabian que los viejos de Julita no se habian muerto en un accidente: los viejos de Julita habfan desapare- cido. Estaban desaparecidos. Eran desapareci- dos. Nosotras no sabfamos bien cémo se decia. Julita decfa que se los habfan levado, porque asi hablaban sus abuelos. Se los habfan llevado ypor suerte habian dejado a los chicos en Ia pie- za (no se habfan fijado en la pieza, capaz: igual, Julita y su hermano no se acordaban de nada, ni de esa noche ni de sus padres tampoco). 212 Los peligros de fiumar en la cama Tulita los querfa encontrar con la tabla, 0 pre- guntarle a algtin otro espiritu si los habia visto. Ademas de tener ganas de hablar con ellos, que- ria saber dénde estaban los cuerpos. Porque eso tenfa locos a sus abuelos, su abuela lloraba to- os los dias por no tener dénde llevar una flor. Pero ademés Julita era muy tremenda:.deefa que si encontrébamos los cuerpos, si nos daban Ja data y era posta, tenfamos que iralateleoa los diarios, y nos hacfamos més que famosas, nos iba a querer todo el mundo. ‘A mf por lo menos me parecié refuerte esa parte de sangre fria de Julita, pero pensé que estaba bien, cosa de ella. Lo que sf, nos dijo, te- niamos que empezar a pensar en otros desapa- recidos conocidos, para que nos ayudaran. En un libro sobre el método de la tabla habfamos Jefdo que ayadaba concentrarse en un muerto conocido, recordar su olor, su ropa, sus gestos, el color de su pelo, hacer una imagen mental, entonces era mas facil que el muerto de verdad viniera. Porque a veces venfan muchos espiri- tus falsos que mentian y te quemaban la cabe- za. Era dificil distinguir. La Polaca dijo que el novio de su tia estaba, desaparecido, se lo habfan Uevado durante el Mundial. Todas nos sorprendimos porque la fa- milia de la Polaca era recareta. Ella nos aclaré que casi nunca hablaban del tema, pero a ella selo habfa contado la tia, medio borracha, des- 2i3 Mariana Enriquez pués de un asado en su casa, cuando los hom- res hablaban con nostalgia de Kempes y el Campeonato del Mundo, y ella se sulfuré, se tom un trago de vino tinto y le conté a la Po- Jaca sobre su novio y lo asustada que habia es- tado ella. Nadia aporté a un amigo de su pap4, que cuando ella era chica venia a comer segui- do los domingos y un dia no habia venido més. Ella no habfa registrado mucho la falta de ese amigo, sobre todo porque él solfa ir mucho ala cancha con su viejo, y a ella no Ja Hevaban alos partidos. Sus hermanos registraron mas que ya no venfa, le preguntaron al viejo, y al viejo no le dio para mentirles, para decirles que se ha- pian peleado o algo ast. Les dijo a los chicos que se Jo habfan Ievado, lo mismo que decfan los abuelos de Julita, Después, los hermanos le con- taron a Nadia. En ese momento, ni los chicos ni Nadia tenfan idea de ad6nde se lo habian Ile- vado, o de si llevarse a alguien era comtin, si era bueno o era malo. Pero ahora ya todas sabia- mos de esas cosas, después de la pelicula La no- che de los lapices (que nos hacia lorar alos gri- tos, la alquilébamos como una vez por mes) y el Nunca mds —que la Pinocha habia trafdo a Ja escuela, porque en su casa se Jo dejaban’ Jeer— y lo que contaban las revistas y la televi- sién. Yo aporté a mi vecino del fondo, un veci- no que habia estado ahf poco tiempo, menos de un aiio, que salfa poco a la calle pero nosotros Los peligros de fuimar en la cama lo podiamos ver paseando por ¢] fondo (la casa tenfa un parauecito atrés). No me lo acordaba mucho, era como un suefio, tampoco se la pa- saba en el patio: pero una noche lo vinieron a buscar y mi vieja se lo contaba a todo el mun- do, decia que por poco, por culpa de ese hijo de puta, casi nos Ievan también a nosotras. Alo mejor porque ella lo repetfa tanto a mf se me qued6 grabado el vecino, y no me quedé tran- quila hasta que otra familia se muds a esa casa, y me di cuenta de que é] no iba a volver més. ‘La Pinocha no tenfa a ninguno que aportar, pero Hegamos ala conclusién de que con todos jos muertos desaparecidos que ya tenfamos era, sificiente. Esa noche jugamos hasta las cuatro de la mafiana, a esa hora ya empezamos a bos- tezar y a tener la garganta rasposa de tanto fur mar, y lo mas fantastico fue que los padres de la Pinocha ni vinieron a tocar la puerta para mandamnos a la cama. Me parece, no estoy se- gura porque la oujja consumfa mi atencién, que estuvieron mirando tele o escuchando uisica hasta la madrugada, también. Después de esa primera noche, conseguimos permiso para ir a lo de Ja Pinocha dos veces mas, en el mismo mes. Era increfble, pero los padres o responsables de todas habfan hablado 215 $ ete Mariana Enriquez .or teléfono con los viejos de la Pinocha, y por algdn motivo la charla los dej6 recontratran- quilos. El problema era otro: nos costaba ha~ } lar con los muertos que queriamos. Daban mu- chas vueltas, les costaba decidirse por el sf o por el no, y siempre Hegaban al mismo lugar: nos contaban dénde habian estado secuestrados, y ahf se quedaban, no nos podian decir si los ha- bian matado ahi, o si los llevaron a algun otro lugar, nada. Daban vueltas después y se iban. Era frustrante. Creo que hablamos con mi ve- cino, pero después de escribir Pozo DE ARANA, se fue. Era él, seguro: nos dijo su nombre, lo Duscamos en el Nunca mds y ahf estaba, en la lista. Nos cagamos en las patas: era el primer” muerto posta posta con el que hablabamos. Pero de los padres de Julita, nada. Fue la cuarta noche en lo de la Pinocha cuan- do pasé6 lo que pasé. Habfamios logrado comu- nicarnos con une que conocia al novio dela tfa de la Polaca, habfan estudiado juntos, decfa. El muerto con el que hablamos se Jamaba Andrés, y nos dijo que no se lo habfan levado ni habia desaparecido: él mismo se habia escapado a Mé- xico, y ahf se murié después, en un accidente de coche, nada que ver. Bueno, este Andrés te- nfa rebuena onda, y le preguntamos por qué to- dos los muertos se iban cuando les pregunta- mos adénde estaban sus cuerpos. Nos dijo que algunos se iban porque no sabian dénde esta- 216 - € | | Los peligros de fuunar en la cama ban, entonces se ponfan nerviosos, incomodos. Pero otros no contestaban porque alguien les molestaba. Una de nosotras. Quisimos saber por qué, y nos dijo que no sabia el motivo, pero que era asf, una de nosotras estaba de mas. Después, el espiritu se fue. Nos quedamos.pensando un toque en eso, pero decidimos no darle importancia. Al prin- cipio, en nuestros primeros juegos con la tabla, siempre le preguntabamos al espiritu que venta si alguien molestaba. Pero después dejamos de hacerlo porque a los espiritus les encantaba mo- lestar con eso, y jugaban con nosotras, prime- ro decfan Nadia, después decfan no, con Nadia est todo bien, la que molesta es Julita, y asf nos podfan tener toda la noche poniendo y sacan- do el dedo de la copa, y o hasta yéndonos de la habitacién, porque los guachos no tenfan limi- tes en sus pedidos. Lo de Andrés nos impresioné tanto, igual, que decidimos repasar la conversacién anota- da en el cuaderno, mientras destapabamos una cerveza, Entonces tocaron a la puerta de la pieza. Nos sobresaltamos un poco, poraue los padres dela Pinocha nunca molestaban. —Quién es? —dijo la Pinocha, y la voz le salié un poco tembleque. Todas tenfamos un poco de cagazo, la verdad. —Leo, ¢puedo pasar? 217 Mariana Enriquez —iDale, boludo! —la Pinocha se levanté de un salto y abrié la puerta. Leo era su hermano mayor, que vivia en el centro y visitaba a los vie- jos només los fines de semana, porque trabaja- ba todos los dias. ¥ tampoco venta todos los fi- nes de semana, porque a veces estaba demasiado cansado. Nosotras lo conocfamos porque antes, cuando éramos mAs Chicas, en primero y se- gundo afio, a veces é] iba a buscar a la Pinocha ala escuela, cuando los viejos no podfan.. Des- pués empezamos a usar el colectivo, ya estéba- mos grandes. Una ldstima, porque dejamos de vera Leo, que estaba fuertisimo, un morocho de ojos verdes con cara de asesino, para morirse. Esa noché; ei'la casa de la Pinocha, estaba tan Undo como siempre. Todas suspiramos un poco ytratamos de esconder la tabla, només para que élno pensara que éramos raras. Pero no le im- ports. —{Jugando a la copa? Es jodido eso, a mf me da miedo, revalientes las pendejas —dijo. ¥ después, la miré a su hermana: —Pendeja, cme ayudds a bajar de la camioneta unas cosas que les traje a los viejos? Mamé ya se fue a acostar y él viejo esta con dolor de espalda... —Qué ganas de joder que tenés, jes retarde! —Y bueno, me pude venir recién a esta hora, qué querés, se me hizo tarde. Copate, que si dejo Jas cosas en la carnioneta me las pueden afanar. La Pinocha dijo bueno con mala onda, y nos > 218 Los peligros de fumar en la cama pidio que esperemos. Nos qtiedamos sentadas en el suelo alrededor de la tabla, hablando en voz baja de lo lindo que era Leo, que ya debfa tener como veintitrés afios, era mucho més grande que nosotras. La Pinocha tardaba, nos extrafié. Ala media hora, Julita propuso ir a ver qué pasaba. ¥ entonces todo pasé muy rapido, casi al mismo tiempo. La copa se movié sola. Nuinca habiamos visto una cosa asf. Sola solita, nin- guna de nosotras tenfa el dedo encima, ni cer- ca. Se movi6 y escribié muy rapido, «ya esta». Ya. esta? ¢Qué cosa ya esta? Enseguida, un gri- to desde la calle, desde la puerta: la voz de la Pi- nocha. Salimos corriendo a ver qué pasaba, y Ja vimos abrazada a la madre, lorando, las dos sentadas en el sill6n al lado de Ja mesita del te- léfono. En ese momento no entendimos nada, pero después, cuando se tranquilizé un poce la cosa —un poco—, reconstruimos més o menos. La Pinocha habia seguido a su hermano has- ta la vuelta de la casa. Ella no entendia por qué habfa dejado la camioneta ahf, si habia lugar por todas lads, pero él no le contest6. Se ha- bia puesto distinto cuando salieron de la casa, se habfa puesto mala onda, no le hablaba, Cuan- do legaron a Ja esquina, él le dijo que esperara, y, segtin la Pinocha, desapareci6. Estaba oscu- ro, asf que poda ser que hubiera caminado unos pasos y ya se perdiera de vista, pero segtin ella habia desaparecido. Esperé un rato a ver si vol- : 219 = Mariana Enriquez via, pero como tampoco estaba la camioneta, le dio miedo. Volvié a la casa, y encontré a los vie~ jos despiertos, en la cama. Les conté que habfa, venido Leo, que estaba stiper raro, que le habia pedido bajar algunas cosas de la camioneta. Los viejos la miraron como si estuviera loca. «Leo no vino, nena, ¢de qué estas hablando? Mafia- na trabaja temprano». La Pinocha empezé a temblar de miedo y decir «era Leo, era Leo», y entonces su papé se calenté, le grité si estaba drogada o qué. La mamé, més tranquila, le dijo: «Hagamos una cosa: lo llamamos a Leo a la casa. Debe estar durmiendo ahf». Ella también dudaba un poco ahora, porque veia que la Pi- nocha estaba muy segura y muy alterada. Lla- m6, y después de un rato largo Leo la atendio, puteando, porque estaba en el quinto suefio. La madre le dijo «después te explico» 0 algo asi, y se puso a tranquilizar ala Pinocha, que tuvo tre- mendo ataque de nervios. Hasta la ambulancia vino, porque la Pino- cha no paraba de gritar que «esa cosa» la habia tocado (el brazo sobre los hombros, como en un abrazo que a ella le dio mas frio que calor), y que habia venido porque ella era «la que mo- lestaba. Julita me dijo, al ofdo, «es que a ella no le desaparecié nadie». Le dije que se callara la boca, pobre Pinocha. Yo también tenfa mucho miedo. Si no era Leo, cquién era? Porque esa Los peligros de fumar en la cama persona que habfa venido a buscar ala Pinocha era tal cual su hermano, como un gemelo idén- tico, ella no habia dudado ni un segundo. ¢Quién era? Yo no queria acordarme de sus ojos. No queria volver a jugar a la copa ni volver alo de la Pinocha. Nunca volvimos a juntarnos. La Pinocha quedé mal y los padres nos acusaban —pobres, tenfan que acusar a alguien— y decfan que le habfamos hecho una broma pesada, que la ha~ bia dejado medio loca. Pero todas sabiamos que no era asf, que la habian venido a buscar por- que, como nos dijo el muerto Andrés, ella mo- lestaba. ¥ asf se termins la época en que ha- blabamds G6n los muertos.

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