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Al afio siguiente, las presiones aumentaron ¥y el gobierno se vio obligado a rendir cuentas en varios organismos internacionales. Carlos Giambruno fo hizo en la conferencia de Is OFA, en La Pez, y culminé instando a tos asistentes 4 “ocuparse de sus asuntos”: Entre los escasos defensores.vernéculos de la postura del gobierno en Ia oportunidad, se encontré la Revista Bésqueda, quien por boca de uno de sus editorialistas clogi fervo- rosamente Ia actuacién de Giambruno en tér- mines —ineluso por entonces— poco usuales en Ambitos civiles: “es cierto que los derechos humanos:quedaron en suspenso, pero se ju tifiea por los valores que estaben en rieszo “no es momento de juiclos bizantinos"”. “" nos ‘araharon para salvarnos, poco importa”: “las batallas han sido batallas, las guerras han sido sangrientas y el mando ha servido para mandar, aunque duct. S6lo la detrota electoral del presidente Carter permitiria algin “suspiro de alivio”. segiin la opinién de jerarcas. militares. Pero Ache tenerse en cuenta que si bien le presion internacional se hacia visible, Ia iniciativa politica en todos los planos seguia en manos delas FRA. Una “prudente apertura” en busca def ciudadano Entre 1978 y noviembre de 1980, el gobier- no se mostré decidido a legitimar su actuacién mediante la convocatoria de la cludadania 4 las ummas, proceso que culminatia. com el plebiscitoconsttucional Mientras la actividad politica de a civi lidad continuaba prohibide (restringida, a lo sumo, a reuniones de escala familiar 0 @ alesin fipo de acciones de corte clandestine), las FFAA. aprovechaban todo acto piblico para explicitar y fundamentat la continuidad de su tutela sobre el sistema politico. ‘Acomienzos de 1979, el Te. Gral. Alvarez pasaba a reliro reglamentario y tras intensat 22 horas de deliberacin, era designado en la comandancia el Gral. Luis V. Queirolo, quien despidié asu antecesor con elogios a su rafz “Yebrerista. Alvarer, por su parte, para quien i proceso era “dictadura y no tirania” (segtin 6 ‘Méndez y Videla: gran similitud, salvo on la est Ja distincién latina), se despedta confirm que “Las FFAA continuartn brindando se dad al desarrollo y tutelando ef bienestar s desde su sitial que han conquistado con gre y sacrificio y que bajo ningtin con estén dispuestas a abandonar’ La “iprudente apertura’” —segin ¢ sién del Gral. Raimtindez— suponta la de cidn y reactivacién de los partidos tradicio En dicho contexto, la Corte Electoral el un anteproyecto de ley de estatuto de Tos tidos que incluia Ia eliminacién del doble simulténeo. Durante tas deliberaciones de la ¢ militar sobre la materia constitucional jerarquias castrenses desestimaron al “sugerencias” de civiles adeptos, com del Dr. Alberto Gallinal, sobre la inconve cia de las proscripciones politicas. Se ex teaban de esa forma un relstivo apoyo que bien pudo ser de entidad para la inst plebiscitaria, prefiriendo en cambio, co cidos de la viabilidad de su proyecto, sos que “en la democracia caben las pro ciones", segiin afirmaba por aquellos el Brig, Gral, Ral Bendahen, Hagia el plebiecito Tras Ia extensa deliberaciéa que « os titimos meses del afio 79, el gob comenz6 a dar cumplimiento a los pasos pi tos en el acto institucional N° 2: en ac Gra. Quetroto: "a tos vencedores no se les ponen ‘condiciones con el COSENA, el Poder Ejecutivo formuls las pautas en base a las cuales el Consejo de Estado prepararfa un texto, el que luego seria aprobado por el Consejo de la Nacién y el Po- der Ejecutivo, “corporizades en Asamblea Constituyente”’. . el gobierno se “alland” iélogo"” con algunas figuras icas de los partidos tradicionales y de la Unién Radical Cristiana (reseatada de apuro para adornar un supuesto pluralismo). Lejos de hallar aquiescencia, cl Gral. Raiméndez, presidente de la COMASPO, se encontré otra vez con algunas obscrvaciones, que las FAA interpretaron como condicionamientos, De esta forma, el “primer diélogo" habia fra- casado sin haber legado a un nivel razonable de exigencia entre las partes y la fugaz apari cién de alguna figura politica que se opuso @ las pautas, deseneadené una nueva avalancha de discursos adversos a la clase politica, Fl Tie. Gral. Queirolo fue el mas célebremente tajante: “a los vencedores no se les ponen condiciones”. Por su parte, CX 14, radio “El Espeeta- dor", “opin6"" por aquellos dias, dando mues- tras de un oficialismo que seria norma en los més importantes medios de comunicacién du- rante la campafia plebiscitaria: ‘“Pensamos como el Tre. Grak Queirolo —decia Ia nota editorial— los vencedores son el pueblo. las Fuerzas Armadas... que cumplieron la liber: tad del pais, ;Gracias por el triunfo! ;Gracias or el esfuorzo!”* A pesar de algunas cabildeos entre el envia- do de Carter, Samuel Eaton, y dirigentes politicos y militares, el Consejo de Ia Nacién aprobé finalmente el proyecto constitucional con algunos agregados que acentuaban Ia tu- tela militar: para las clecciones de 1981 habria, tun candidato nico avalado por las FFAA. se ratificaban todos los decretos constitueio- nales (incluidos los que fueran a dictarse hasta marzo de 1982); se establecfa la actuacién preceptiva del COSENA, en materia de “se- guridad nacional”. ie repasar sumatiamente los aspect tos mas relevantes, por innovadores, del pro- yecto constitucional del 80. En materia de derechos y garantias, se eliminaba 1a prohi- At biciGn de allanaimientos nocturnos; se incte- mentaba el lapso disponible por et juez suma- tiante; se condicionaba la reglamentacién del derecho de huelga a la iniciativa privativa del Ejecutivo, a la aprobacién perlamentatia por mayorie calificada y al establecimiento de fér- mules de mediacién, conciliacién y arbitraje previas a su ejercicio; se suprimia Ia inamo Vilidad de los funcionarios piblicos. Eno referente a la organizacién institueional, las FFAA asumfan competencia directa en materia de “seguridad nacional; se_institucionaliza- ba por ello el COSENA y se creaba un Tribu. nal de Control! Politico para desinvestir 0 des- tituir hasta autoridades partidarias. En cuanto 8 la soberanta y a los partidos, se eliminaba cl doble voto sirmultineo, se imponia la presen- tacién de candidatos tinicos, se alteraba la re- presentacién proporcional integral (confitien- do Ja mayoria absolute al partide ganador) Y se restringia el funcionamiento y la forma- «id de partidos patties. EISly eNO, una nueva linea divisoria A comicnzos de noviembre, la radio y la televisién comenzaron a difundir publicidad en favor del SI a través de misicas pegadizas, caras alegres del “nuevo Uruguay” y apela- Ta Semana”, popularmente eanociéa como *Le ig cStt'de tos S&bedas"” no respond, finalmentey Mae expectatives, ““opinar” marcarie el renael- ‘niente del periodismo escrito oposttor. cones al riesgo Jatente de Ia “subversion y Sf comunismo internacional”. A pesar de las restricciones a la oposicién, el pais, y sobre fodo Montevideo, parecieron politizarse ace: Teradamente en los veinte dias previos al ple- biseito. La familia, a calle, y el trabajo volvien a scr, fugaz y sigilosamente, ef escenario de lo politico. ‘Los pronunciamientos partidatios _apor~ taron una cuota importante en 1a definic del pleito: dentro del campo colorado, Unidad y Reforma, 1a “315”, of sector de Manuel Flores Mota y los disidentes del reelecionismo, como Raumar Jude y Victor Cortazzo, se de- fnieron claramente en contra del proyecto cons- titucional. Lo mismo hicieron en of nacionalis mo, fos Movimientos de Rocha y Por la Patria ‘asf como Tos sectores herreristas de Jorge Sil- Veira Zabala y Luis A, Lacalle. El $k, por su parte, conts con Ia adhesion —desde Washing: fon de Jorge Pacheco Areco, de algunos grupos herreristas y de sectores..orientados por Alberto Gallinal. La Uniin Radical Cristiana dejé a sus adherentes cn libertad, aunque sus principales dirigentes mifitaron @ favor del 8 o lor Partita: ee NO. En medio de ta proscripeién, el exilio y Tr prision, ln izquierda toda se definié por et NOvy algunos de sus railitantes ofrecieton char- ras en centros sociales y parroquiales Muchos dirigentes politicos de Tos partidos tradicionales. —Jorge Batlle, entre ottos— recorrieron el pais en campaita contra Ia nuev? Constitucién y lograron remover ealtades que demostrarfan estar vives. El Dr. Enrique Tarigo, colorado de extraccién vasconcellista, pero de mis notoria actuacién universitaria Fomo docente y editor, se transformatia en uno de los simbolos més convincentes de la campa- fa porel NO. Ante la indefinicién de “ED. DIA” Te gue no obsté a un tardio pronunciamiento del Dr. Tullo M. Sangainetti contra e pro: syecto, Tatigo funds el semanario “Opinat”, que ton su clara postura opositora, articulé muchas Gisidencias y mareé el reinicio del periodisme escrito opositor. ‘nos dias antes de Ia consulta, el gobier- no se mostré preocupado y jugé sus utimas seartas en un terreno que seguramente des- conoeia, ‘Tras denunciar ana conspiracién alen- tada desde las cérceles politicas —la de los Nla- spuntistas'’—, [a DINARP lanz6 a la prensa el texto a plebiscitar, acompafiado fen este caso, con recuadros que demostraban replicar a un interlocutor —el partidario— en el que le ciudadania parecia confiar més: “La nueva Constitucin —decla— es una apues- ta en favor de los partidos poltticos": “No se concentra el poder del Estado”; “EI Cosena no suplanta al Poder Polftico”; “El Tribunal trol Politico no tiene facultades para Pero las consignas de iltima hora no Hle- garon a tiempo. El 30 de noviembre —hasta el dia y ef mes iban en favor de Ia tradicién politica— Jos uruguayos concurrian_masiva, pacifica y silenciosamente a voter en m« de sospechas de derrota y de fraude. Sufraga: ron mas de un 85% de los habilitados, hacién- en.contra del proyecto, 885.824 ciudadanos | (G7.9%).y a favor 643.858 (42%). La relacisn “de-3'a2 en conta del proyecto autoritario, si bien no suponia numéricamente un desequi- librio aplastante, cobraba sin embargo una enorme trascendencia politica, que sorpren id tanto al gobierno como a sus opositores. ‘La Constitucién propuesta tuvo en su contra ‘la izqulerda, Mov. Nacional de Roch, Batlle, Terigo,.. Pacheco y Gailingl La Corte Electoral de! proceso, bresidida por Storace Arrosa, ‘no generé dudes de fraude, dela Repiblica Oriental del Uruguay _eldomningo 30.de noviembre de 1980 La dictadura transicional (1980-1985) El nuevo plan mititar: {armodtadion partgarie La misma noche del plebisctto, en medio de festejos que no pudieron ser més que familia. res, ef Ministro del Interior anunciaba por ca- dena de radio y T.V. la suspensién de toda ta actividad politica. Entre diciembre de 1980 y ju- lio del afio siguiente, ef gobierno procesé un im- portante reajuste interno y elabors, tras el per- cance plebiscitario, un nuevo plan politico. Preparado por una también nueva Junta de Oficiales Generales, reconocia de manera im- plicita algunas de las razones del fracaso: pro- ponfa un proceso que otra vez apuntaba al logro {de cierto consenso de la sociedad civil, pero en este caso, buscando la mediacién partidaria. EL 7 de julio de 1981, el gobierno convocs sorpresivamente a algunos dirigentes del par- tido Colorado, del Partido Nacional y de la Unién Texto completo dela. Constitucién aplebiscitarse, Radical Cristiana. Las “bases para el dialogo”. inclujan la previsidn de una “transicién’ de tres afios, en el curso de los cuales e! Consejo de Estado incluirfa representantes de los par- tidos politicos, se decretaria una “‘amplia v liberal” desproscripeién de lideres, Ia aproba- cidn de un estatuto de los partidos, se reform: tia le Constitucién y finalmente se convocaria a elecciones nacionales. Pero ain Ia oposicién “permitida’’. se mos tr6 esautiva y rechazé su integracién al gobier- no, que debié entonees ir en su biisqueda. Asi. por ejemplo, el Brig. Gral. Jorge Borad y el Gral. Abdén Reimindez llevaron adelante una serie de inesperadas conversaciones con el pros: cripto lider del Movimiento Nacional de Rocha, Carlos Julio Pereyra. Si bien cl Partido Nacional mostraba diver- gencias internas (no menos de ocho grupos reclamaban su calidad de interlocutores ante los militares), su mayoria, expresada en el semana rio “La Democracia”, tendia a nuslearse @ par- tir del reconocimiento del liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate, Exiliado en Londres, Ferrel. 1a viajé a Rio de Janeiro en setiembre del 81 yy reunié an **e6nelave"” nacionalista al que asis- ficron los miombros del triunvirato —direcei6n nacional del Partido en e! pals— Carlos Julio Carlos Julio Pereyra, Fernando Olid y Oscar Lépez Balesira fueron, tal vez, fos més notories fuchadores dol P. Naclonal, dentro del pals, contra la dictadura. eCacho" (toto) “invento"” los "cumpleanas de Carlos Juilo” y transtormé su farmacia en un activo contro potion ® oe -_ EL NUEVO CONSEJO Fe designado el pasado tunes ‘1 nuove Conseo de Estado, ae {enue en ete perfode una inte- Gracin de 39 membros, AS ism, se nombro presigente dat ‘Cuerpo y por endo, vcepresisen- feds fe? Repablea, a1 aoctor Hamlet eyes, quien. yo ven‘ ‘esempenando dicho 3°90. ‘Cor nuevos Consejeros de Es tada’ son los siulentes, spore endo ‘entre. pardatsi Tos 5 blontes respectvas: DR. ALBERTO AGUIAR, (womerto. Orb6): OR. HUGS AMONDARAIN, (Or. “Juan 8. ‘Sehronder), PROF PERNANOO SSSGNCAO (or Pablo milion TRL BERNARDO BARRAN, (forge Borlandal)s DANIEL BA" RREIKO, (oantel Ordonen:| ARG, WALTER ELVIS! (ia. ust Morelia Benavente): TTE GRaw (av) (R) RAUL J. BEN- DAMAN, ling. Armando Bart Dauly NORBERTO. BERNA- CHIN, gr, Luis. DIni}sCNEL. (hy. NESTOR” BOLENTING (bres. ‘Wherter: Martinez): DF MAmcIAt SUGALLO, (Or. FO CIGANDA, (Vicior Ort Ba. WILSON “CRAVIOTTO (Ghigo Manin) Rios OR. LUIS Seuser, (alberto Oet Pino); Ba, WALOCMAR CUADRI (Br. align Bellame): ALFREDO | De CASTRO, (Asarabal Ales); MILTON DECLOS. SANTOS, (Ora. Maris Ruth Andreae, de Senos): DR, EDUARDO ESYE Va (ariel Persia): OR: JUAN BANANA. ETCHEVERRITO, (irq. Domingo _ Socchardo); KNFowto GABITO BARRIOS, {Br, Ealson Morales); Esc. MA‘ Get 0? VGasrecuMend! (Pro Eduardo E._ Galsgorr), Bre'rewenico GaRciA-ca: PURRO (Or. Enrique Arocena):| BR: CARLOS A, GELP! (Mayor | iy Be Arel vitans GERVA 188 Gonzatez, oan Pe fea); ALFONSO ‘GAEISING, | (Bante Ne trarday, ING. AGE. KBatrO’ GUTeRREZ (Prot ‘asaiido Viera); DAA, IRMA CAMANIA, (Prot. Antoni Guerra), PROF. RICAROO Ml: EESSI (Blanco C- Carainal de Aris); SENARO PERINETTI Gandia, (art Plano Bossa! Ie, EDUARDO" PRADEAI, {Or 'Zapiein Regus)” RUBEN GRiANP {or Joe Paulo Arto Consejo de Estado que acompanaria e Alvarez (recuadro pégina anterior. En las fotes, de fzqulerdle ‘a derecha, el nuevo Presidente y sus Ministre: Y, Arlamend (Economia), Julio C. Espinole (Justicia) ‘ral, Yamandi Trinidad (inierion, FTourreles (un sobreviviente, Industria y Energial, E. Valdés Otero (RREE}, Carlos Mattos Mogila (Agricultura y Pesca, “Operative Conserva’, Carlos Maeto ‘Trabaie), Luis . Givogre Salud Publica), Reque! Lombardo de De Betolaza (Cultura, Justo M, Alonso (Detensa Nacionan y E, Sampson (Transporte y Obras Puifoas). Pereira, Dardo Ortiz y Jorge Silveira Zavala, ademés de algunos Ifderes de su sector como Alembert Vaz, Juan Pivel Devoto, Fernando Olid, Alberto Zumardn y cuatro dirigentes de ta , juventud, En el Partido Colorado, la situacién parecia | algo més simple: mientras Pacheco prometi Su vuelta a pas, Walter Santos, Uses Pere | ra Reverbel y Eugenio Capeche (de su sector) y Enrique Tarigo, José Luis Batlle y Maximo Gurméndez (como representantes del battlismo opositor) eran designados para las conversacio- nes con los militares, Proscripta, presa y repartida entre exilia- dos y residentes, la izquierda no figuraba en los planes militares, no obstante lo cual, la interro- gante de ,qué hacer con ella? comenz6 a plan- tearse con creciente frecuencia y preocupacién en Ambitos politicos legalizados por el régimen. A comienzos de julio, el Ministro del Inte- rior comenz6 a citar a su despacho a politicos proscriptos de los partidos tradicionales. A lo largo de diez dias se establecieron los alcances del nuevo rumbo y el dia 26, el gobierno publi- cit6 las primeras desproscripciones de fa nueva, era que incluan a mds de un centenar de pol ticos. Asimismo, se remarcaba un criterio gra- dual, en tanto se manten{a Ia prohibicién —en los hechos poco efectiva— sobre lideres de pri- mera linea como Carlos J. Pereyra, Dardo Ortiz, Pedro Zabalza, Oscar Lépez Balestra, Jorge Batlle, Amflear Vasconcellos, Raumar Jude y Carlos Cigliutti. De todas formas no resultaba poca cosa si se calibra lo que la accién parti- daria avanzé en explicitacién y con ello en ini- ciativa pol German Araujoen huelga de hambre: La rasiacomo mediode lucha. ral de dicha fraccién con el sector conducide por el Dr, Enrique Tarigo, acuerdo que suponia la presentacién de candidatos comunes en sus res: pectivas listas y que determiné el estallido de hondas divergencias dentro del tariguismo, Sus sectores juveniles nucleados en Ia Corriente Bat: llista Independiente, optaron por segregarse: ‘el batllismo deié de ser renovador por culpa de Unidad y Reforma”, afirmaba entonces Ma- uel Flares Silva, orientador de la CBI. En e] Partido Nacional, el alineamiento fun- damental se produjo a partir de ta confluen- cia de Tos Movimientos Por la Patria y Nacional de Rocha, los que concurritian a la eleccién con una lista comin y en el marco de un discurso que adquirié eresientes tonos de radicalism democritico. La kequierda bifurcada El panorama de Ia izquierda, exchiide del pleito electoral, no pareefa tan undnime como en jel 80, En ese afio se habia funda- do en el exilio Ja “Convergencia Democritica’ integrada por militaries del Partido Nacional, del Partido Comunista y del Partido Socialist yssu sola existencia determiné que muchos votos frenteamplistas derivaran hacia los sectores més opositores y presumiblemente mayorita- ios del Partido Nacional. Si bien esta opeién teforzé el perfil antidictatorial del mismo. 54 las acusaciones de “‘infil- provenientes de la dete: también increment fracién izquierdista’ cha, Por otra parte, los sectores y grupos de la izquierda que no participaban de la Conver- gencia, con el apoyo expreso del Gral. Liber Seregni que atin permanecia en prisién, convo- caron piiblicamente “a quienes no se sintieran expresados por tos partidos habilitados’’, a vo- tar en blanco para expresar no solo “sw esptri= tw demoerdtico”, sino también su propia iden- tidad expresamente negads por las reglas de juego. La efimera campana lanzada por fa revis- ta “Opcién'’ merecié cl cuestionamiento de al unos sectores de la oposicién blanquicolora da y la clausura (y prisién de sus promotores) por parte del gobierno. Nueva derrota, nueva victoria En resumen, las opciones més relevantest para la ciudadania en las elecciones del 28 de” noviembre, podian ordenarse en base a tres ver- tientes: las entonces fuertemente opositoras,. (Movimientos Por la Patria y Rocha, Libertad y Cambio, Union Battista Radical —Flores Mo- ra— Corriente Batllista Independiente y voto en blanco); las moderadamente opositoras (Unidad y Reforma, Consejo Nacional Herre: rista_y Unién Civica) y las vineuladas y procli- ves al oficialismo (Unién Colorada y Batllista —pachequismo— y Libertad y Servicio de Al berto Gallinal). E1 60,4% de los habilitados concurtié a Jas urnas volcando 619.945 votos hacia ct Par- tido Nacional, 527.562 al Partido Colorado, 14.986 a la Unidn Civiea y 85.373 en blanco. Mirados en la perspectiva del régimen, los resul- tados fueron més adversos que Ios det 80, en Ja medida que la oposicién habia triunfado por amplisimo margen en ambos partidos tradicio- nales. Los blancos “‘ganaron’ Ja contienda lo que marcarfa su futura estrategia—; los colorados confirmaron Ia inversién de hegemo- fas dentro del partido en perjuicio det pache- quismo, La ciudadanfa depositaba de esta for- ma su confianza en quienes habian oftecido un perfil mis netamente democratico, en quienes habfan invocado la representacién global de Ja sociedad uruguaya, en quienes habjan puesto més énfasis en Tas personas que en los progr: mas y en la representacion que en Ia participa- cin. La abstencién habfa avanzado lo suficien- te para que de alli en adelante las estrategias politicas del gobierno y del Partido Colorado apuntaran a las *'mayorias silenciosas™ Como elecciones partidarias, éstas fueron un hecho claramente atipico en la historia del pais: repolitizaron intensamente a la sociedad uruguaya para saldar un pleito que si bien la afectaba directamente, contribuyé, ante todo, 8 consolidar los partidos tradicionales. Las mo- tivaciones de la destitucién de Bordaberry parecian estar cabalmente justificadas. Naturalmente, el rambo de la dictadura se volvia més complejo. Con la eleccién interna ha. bia transformado 2 Ia oposicién politica en un interlocutor privilegiado, legftimo y por ello tal ver inico, Los afios siguientes serian de conflic- to y negociacién, enmarcados en la contradic- cign basica que surgia de las elecciones inter- nas: los partidos politicos con representacién, pero sin el gobierno y el gobierno, una vez més, sin representacién. De! “pronunclamtento de Acegua” al “Obeliscazo” Cuando atin no se habjan acallado los ccos de los comicios de noviembre y comenzaban a instalarse las autoridades partidarias. ef pre- sidente Alvarez y su grupo lanzaban una nueva ofensiva tras su proyecto del “partido del pro: ‘Alberto Candeau fue todos nosotros en el Obelisc. Presencia y vor que no elvidaremos nunca, eso", simbolizada en fo gue algunos tlamaron pomposamente el ‘“pronunciamiento de Ace- gui, en un discurso del entonces presidente cen dicha localidad, en el mes de marzo, Pero lo franca revitalizacién partidaria rest6 eco al “hisiérico Mamado”, como lo calificara por centonces Wilson Craviott, En el marco de una importante movil zacién popular, cuyo punto mas alto fue “la welta del 1° de mayo 2 ta calle” en el acto organizado por el flamante Plenatio Intersin- dical de Trabajadores, el 13 de mayo daba co- mmienzo en el Parque Hotel el “didlogo politica- militar’. De inmediato se evidencié a rigidez militar, al tiempo que ef “efrculo alvarista™ relativamente ajeno a la deliberacién, promovia censuras de prensa y prisiones de dirigentes Las penosas negociaciones, sacudidas ademas por la visita del rey espaiiol —que cobré en la época una imprevista significacién politica—, yy por desavenencias en el seno del nacionalismo. culminaron el 5 de julio con ta suspensién del logo”. La rupture volvi6 a cohesionar al frente opesitor y la dindmica politica comenzé a re flejar més directamente la radicalizacién obser- vable en ef campo social. [a que no aminors su empuje a pesar de los endurecimientos po- liticos y represivos del gobierno, Ni el decreto Se suspensién de la actividad ‘politica, ni la amenaza de nuevas proscripciones. ni peor | ain, la detencién y tortura de j6venes comunis. tas, lograron moderar la resistencia civil, pau! {ada entonces por las primeras “‘caccroleadas’", las movilizaciones sindicales, ta marcha estu. | diantil det 23 de setiembre y el ayuno del Servicio de Paz y Justicia en defensa de los dere- | \C chos humanos, entre otras importantes acciones, Cohesionado por la ruptura de las negocia. | ciones y acieateado por Ia iniciativa de la mo. Vitizacién popular, el frente opositor cobraba | de esta forma mayor fuerza en su puja con el | gobierno militar, que comenzé entonces @ mos- trar debilidades y contradicciones, Mientras el 4 se completaban las despros. cripciones de los dirigentes de los partidos habititados, con Ia sola excepcién de Ferreira Aldunate, una dura represién se desaté apenas cinco dias después sobre una manifestacién vacifica organizada por el PIT. y concretada 4 pesar de advertencias y operativos de repre. sién previos. we La conceniracién del_27-de noviembre en {as inmediaciones del Obelisco, mares el punto de maxima confluencia entre la movilizacién social ¥ el consetiso partidatio detris de un Programa inteansigentemente _democritico, De allf en més, la izquierda politica quedé de. finitivamente integrada y acreditada en el fren. fe opositor, para disgusto y preocupacién de muchos (que no sélo alistaban en Ias files del gobierno) El protagonismo de la ‘movilizacion popular Puede definirse a 1983 como el aiio de las movilizaciones populares, las que por sit dimen. sin —inesperada para muchos— lograron pesar en forma decisiva en las relaciones de los partidos con los militares, Es probable que la entidad del fendmeno hubiera ocultado @ grandes sectores —no « Ios coloradas— la presencia de “‘mayorias silenciosas", cuya relevancia decisiva se demostraria en’ otros escenarios. 56 WILSON FERREIRA: | EL EXILIO Y LA LUCHA Las FF.AA., por su parte, lograron defi wit —tras un intenso trémite interno— una estrategia que suponfa el total abandono del “partido det proceso”, pero también del maxi- malismo expresado en tas negociaciones del Parque Hotel. La tendencia. por. fin-predomi- nante era la que se planteaba el problema en Férminos de una “‘salida”, para lo cual debia buscarse ef mejor atajo, aquel que dejara 4 salvo a la corporacién militar. El affo 83 culminaba, no obstante, con una escalada represiva del gobierno, que esta blecié fa censura previa a la prensa. clausuré €X 30 “La Radio" (medida replicada por le huelga de hambre de su director, José G. Aradijo} y someti6 a prisién al dirigente colorado Luis B. Pozzolo. El 84 comenzaria con un avan. ce opositor promovide por el movimiento sin. dical a través del paro civico del 18 de enero. Su extensi6n sorprendié los cdlculos de muchos dirigentes blancos y colorados, que habian mostrado reticencias ante la osadia sindical finalmente reprimida por el gobierno con ef decreto de disolucién del PIT. Dos meses mis tarde y en medio de contac- tos reservados entre politicos y militares, fue levantada Ia censura previa de la prensa. fue liberado et dirigente comunista Ing. José L. Massera y en um hecho de evidente signi ficaciéi fue tan si cn la (en un como pi como ui los act por la los par en lac el prob tos part que. si de prisi de esa ominar através de reali tieran “Ferrel ficacién hacia et futuro politico y la negociacién. fue también liberado el Gral. Liber Seregni Los partidos retoman (a inicietiva Si 1983. se destacé como el ato. decisive en 1d inflexién de la lucha contra la dictadura ‘en un proceso que tuvo a las fuerzas- sociales como protagonistas salientes), 1984 se confirmé como un afio de puja interpartidaria cn el que los actores fueron ganados paulatinamente por Ia perspectiva electoral (lo que alirmé a los partidos —también al Frente Amplio— fen la conduccién del curso politico), Tal vez el problema més notorio de la pugna entre los partidos fue dado por lz notoria asimetria que significaba ta proseripeién y amenaza de prisién sobre Ferreira Aldunate. Marginado de esa forma del escenario crecientemente dominante, et lider nacionalista llegé a plantcar. a través de Juan Pivel Devoto, la posibilidad de realizar elecciones indirectas, que le permi: tictan competir en el mediano plazo. El pacto “Ferreira - Alvarez”, como diria més tarde Wilson y Seregni: ol exilioy la edrcel; diferentes modalidades de una misma lucha. Sanguinetti, fue demunciado por el Parti Colorado como un intento de “brasilerizacién’ del proceso. De todas formas, el contexto se volver menos favorable para el gobierno en la medida gue no logré neutralizar los efectos politicos del asesinato del Dr, Roslik, perpetrado en abril, en una sesién de tortura, Iuego de un operative Tepresivo contra el pueblo de San Javi Aquella dramética instancia -marcaba algunos limites de ta etapa de transicién: la dictadura avin podia torturar y matar, pero ya le resultaba, imposible mantener el secreto 0. silenciar a os enterados, El siguiente elemento conflietivo fo planteé el retorno de Wilson Ferreira a Buenos Aires e123 de abril. Su estrategia politica, —estrategia del Partido Nacional al fin— postulaba la nego- ciacién pero desde posiciones de mayor fuerza © insinuaba un curso de accién unilateral del acionalismo, al “ofrecer” su candidatura, 4 cambio de la vigencia integral de Ia Consti- Iutcién del 67, o iniciar la recoleccién de firmas para plebiscitar Ia derogacién det Acto N° 4 referido a las proscripciones, Los demas parti dos, sobre todo el Colorado, objetaban Io que entendian como énfasis personalista de la es- ‘rategia nacionalista. “Estamos may cerca de la salida —advertia entonces Sanguinctti y también de los Tejero". En medio de tales divergencias en el frente ‘opositor (los blancos terminarfan retirindose de la Interpartidaria) y tal vez por ellas, las FF.AA. se apresuraron a entregdr un nuevo documento de “"bases para el didlogo"’, que fue tecibido sin entusiasmo por todas las ditigen- cins partidarias. 1 “retorno” de Ferreira la “llegada” de Medina Alfinalizar el mes de mayo, Wilson Ferreira y su hijo anunciaban su retorno definitive al ‘Uruguay para el die 16, confirmando asi, el curso unilateral de la estrategia nacionalista. Casi coincidentemente se producia un cambio en Jn cipula castrense que el tiempo demostraria como decisivo: ef Gral. Hugo Medina asumia la Comandancia General del Ejército. Mientras los nacionalistas organizaban el “operativo retor- no” de su lider, las FF.AA. profundizaban sus ‘vineulos con los demés partidos (Rapela entre- vistaba hasta a Seregni) y montaban un osten toso operativo de guerra para “recibir” a Fe- EI 16 de junio, se produjo el retorno det der nacionalista a bordo del Vapor de la Carre: vay miles de frenteamplistas, blancos y algunos colorados “disidentes’, se concentraron en la Avenida “Del Libertador’, desafiando la anun: ciada pero no concretada represiGn. Ferreira y sti hijo setian detenides y procesados por la justicia militar casi de inmediato. Acosado por ‘lecenas de periodistas extranjeros, el Gral. Ra: pela debié reconocer, quizés por primera vez, 10 “'no era un gobierno democré- La ruptura del frente opositor El ttimo intento de roda la oposicidn fue le convocatoria a un “paro civico’” para el aniver~ satio del golpe de Estado, e1 27 de junio. Yeen la preparacin del mismo se volvieron a advertir disidencias importantes, en tanto los blancos se negaban a cualquier negociacién con su lider 38 Jaime Pére2 fue, sin duda, uno de fos presos polit ‘208 mds Innumanaments tratades. con prisin y los demas partidos se inclinaban a acelerar el tramite de la misma. Sorpresivamen- te, sin la anuencia nacionalista y un dia antes del paro, la Multipartidaria hizo llegar @ las FF.AA. su “decisién negociadora”, El éxito sin parangén del paro civico no logré ocultar, sobre todo en la izquierda, cierta perplejidad ante el paso dado, en momentos en que Ia radicaliza: ci6n social pareefa aconsejar una espera que hi- ciera sentir la acurnulacién de fuerzas, “EI Fren: te Amplio —sefalaba Seregni por entonces— std decidiendo Ia viabilidad de la negociacién contre el pueblo oriental y las FAA”. E16 de julio daba entonces comicnzo la. ne: gociacién entre las FF.AA. y el Partido Col rado, la U. Civica y el Frente Amplio, ocupai do todos ellos el nuevo espacio hegeménico de | las decisiones politics. [EI Partido Nacional quedaba asi margina do y debia presenciar desde lejos”, primero la fensién politica que siguié a las primeras entrevistas (derogacién de algunos actos insti- tuctonales, aceleracién de procesos a detenidos politicos, desproscripcién parcial del Frente val tos = ierno, 68 abria un camino nuevo que todos los orientales, cada cual con su bandera, festolamos co” Tte. Gral. Medina a la pregunta de un petio- dista: “Usted me quiere hacer decir algo que un debo decir y no quiere decir. Usted me esté preguntando si nosotros estamos dispuestos @ dar otro golpe de Estado. Yo le digo.que-de-nin- guna manera (lo) pensamos (ni lo) queremos, Lo que. quiero decir es que si (nos) obligan, si se dar fos mismas eausales que se dieron en 1973 ‘no vamos a tener mas remedio que si darlo, Es- pero fervientemente, claro, y con el favor de Dios, que no se den esas eousales porque no queremos dar otro Golpe de Estado" Aunque a la sociedad civil uruguaya le costata —y cuénto— aceptarlo, la transicién ‘no habfa terminado. Seguiria siendo, en un sen: tido u otro, un “continente" a ser Menado. La recuperacién de la democracia era y cont nuarfa siendo una tarea histérica colectiva no resuelta. El proceso futuro se encargaria de demostrarlo. APUNTES PARA UN BALANCE La légiea de una trama Es ésta una historia que por su inminencia, testringe Ia perspectiva de quien la observa y aveces resulta demasiado “entregada” al docu- mento oficial, al discurso por entonces tolera- do... ¥ al juego del rumor todavia vigente. Aun asi, luego de repasado el itinerario politico de la dictadura, no es aventurado desentraflar una cierta dosis de légica en las etapas demarcadas. La "casa en orden” Comisarial, hemos visto, fue la dictadura inaugural del “‘proceso’’, sumida en la porple: jidad del poder recién conquistado e ineapaz de levantar un proyecto que’trascendiera la tarca de poner “la casa en orden”, tan desquicia- da por la “omnipresente subversi6n"". El ‘co- misario” se mostré implacable y tenaz, no dei casi resquicios y en general. su gestién resulid exitosa (la primera hora fue confusa y algunos confundieron al “‘comisario" con el ‘funda. dor” de progresismos). En dicho marco se inscribié ta clausura de la actividad politica tradicional, la ilegatizacién ‘quirdrgica’’ de partidos y agrupaciones, la li- quidacién de la central sindical, la intervencién de la Universidad y el “'saneamiento” de la La politica se privatiz6 al extremo, el poli- tico fue denigrado pablicamente, pero la franja de la poblacién no directamente reprimida pa- reci6 acusar recibo de un respiro ante tantas ‘amenazas” previas. Pero, puesta “a casa en orden”, ,qué ha~ cer de allen adelante? Los militares uruguayos habian penetrado en la légica del poder que siempre requiere permanencias, a la que no le basta el pasado (por més “‘deber cumplido’ que acumule en su seno) y que responde mas bien a los desafios del presente. Y en los que- haceres —tal fa encrucijada del 76— estaba im plicado nada menos que el destino de los par- a tidos y ef destino de tas propias Fuerzas Arma- das. Para Juan Ma. Bordaberry, la nueva ecua- cin politica del Cono Sur suponta “un concepto radicalmente distinto al que descansa en Ia cli- sica division de poderes de Montesquien™. El golpe de Estado habie significado el fin de tal “artificio” y dado cauce @ la autoridad "natural y auténtica”. Se trataba entonces de “dar for ‘na institucional a esto”, “de recibir en la Cons- titucién este nuevo equilibrio". Concluia ef presidente en ta necesidad de la existencia de tina autoridad permanente y real, radicada ‘con ef beneplicito general’ en tas Fuerzas Armadas. Si el poder pliblico se resolvia de esta forma, no debfa insistirse, para el caso del “ po- der privado", en Ia fuente de desunién y dispu- ta ("de fo indisputable”) que eran a su juicio los partidos politicos. Es posible que los militares hubieran escu: chado con mayor entusiasmo la opinién de quien era entonces depositario de la conduccién econdmica del proceso. Para el ministre Végh Villegas, aun con sus debilidades, los '*parti dos tradicionales” significaban la mejor vélvu- la de seguridad del sistema de dominacién en proceso de reajuste. Su eliminacién era la gran ‘oportunidad para la izquierda y sus frentes po- pulares. Las FF.AA. debian evitar eaudillismos internos y retrocesos ffciles: refundar a los partides ittadicionales; terminar con “Terra” ambientar ‘‘un Baldomir” y esperar tranquila- mente “un Amézaga” almente, las, FF.AA. optaron por dill el NO por abultado margen; y c), los jévenes que te- nian entre 18 y 27 afios de edad y que votaban por primera vez, lo hicieron abrumadoramente ‘en eortra del proyecto autoritario (75%), sellan- do de alguria forma su suerte futura. ‘Aungue muchos uruguayes no hubieran to- mado conciencia de tamafia peculiaridad, sexu ramente el Uruguay sorprendis con todo este proceso ala opinién mundial. Como explicarse que en un momento de fugaz —aungue asimé- ttico— empuje econémico, con todos los medios 4.3u arbitrio, tras el exitoso ejemplo chileno de 1977 y 1980, los militares uruguayos perdie- ran stl primer examen electoral? El peso de la tradicién liberal e incluso antimiltarista, Ja in- fuencia de fa breve y velada convocatoria por ef NO, el descontento generado por las politicas econémicas y sociales aplicadas, contribuyen sin duda a la explicaciSn, Tal ver los militares, desde la perspectiva de su continuismo, erraron Jos caminos: la permanente autoidentificacién como conductores de una etapa transitoria de la que finalmente diera cuenta Ia voluntad po- ular; la convieeién de un “deber cumplido” que les hizo presentir, sin oficio electoral, una victoria arroliadora; Ja muy escasa confronta- cién —que pudo ser didlogo— con la sociedad civil y sus intereses, que fes hubiera permitido aprovechar sus debilidades y vacilaciones...: yen la dltima hora, en medio de sospechas de ‘derrota, la incapacidad para el golpe de timén, fruto de la dureza que toda estructura de matriz militar arrastra consigo. Por los resultados inmediates, puede afir- marse que las FF.AA. uruguayas fueron més” eficaces en Tas faenas comisariales que en las Tundacionales, aunque también es cierto que ‘nunca abandsnaron del todo e! primer oficio por el segundo. Tal ver ello hable de las dificulta- des que todo proyecto —"‘ensayo”, en este ca- so—enfrenta en el Uruguay para ser implemen- tado, Pero una vision de los resultados més me- diatos puede justificar otra linea interpretati- vva que echa rafces en una més larga duracién. Puede especularse que el autoritarismo “‘Ile- 26” al Uruguay en los afios 1968-1973 y que la posterior dictadura militar teforzé e insti- tucionalizé tendencias que en esa direccién ya posefa la sociedad uruguaya, Una lectura de la historia del pais bajo esta perspectiva, haria concluir que el resultado del plebiscito del 80, demostré Ja primacia de las tendencias no auto- ritarias (que por comodidad podriamos lamar ““iberales”). Pero ella no autoriza, de manera alguna, a caminar sobre el supuesto de ta “muerte del autoritarismo”’, tan reforzago du- rante Ia pasada década y diseminado sin duda ” ena convivencia de fos uruguayos. Hscia ta satida pactada \"\ Nuestra resefia ha puesto mayor énfasis en In dictadura transicional que en Ia transicign democratica, esto es, en intentar mas una des- cripcin interpretativa de los elementos que fue- ron debilitando al régimen, que de los que sir- vieron de sustento a la restauracién democra- fica, La dictadura uruguaya “‘acept6” finalmente st épilogo, condicionada fundamentalmente por el relevo que sufrié en la iniciativa politi- a. Fue lacviidad, pacificamente impuesta des- de el plebiscito del 80, quien cobraria profago- nismo crecientemente inevitable y quien Ileva- ria a los militares a plantearse la estrategia en Jos términos de hallar la ‘*mejor salida’ La reaccién civil admitié también sus infle- xiones. Si bien los partidos politicos demostra- ron st vigencia durante Ia instancia plebiscita- tia y las elecciones internas de 1982, Ia ‘lucha contra la dictadura’” desencadenada durante 1983 result6 un escenario muy propicio para la cexplicitacién de las fuerzas y organizaciones so- ciales, El 1o. de mayo de aquel afo y el 18 de enero del siguiente, fueron en tal sentido ejem- plos culminantes de una movilizacién social 4 la que los demas actores debieron referirse. Ta segunda inflexién de la dictadura tran- si¢ional fue dada por la voluntad de acuerdo en- tre los partidos y el gobierno, lo que orient6 el proceso hacia la dindmica de la negociacién y devolvié el timén a las colectividades politicas. La voeacién negociadora desemboc6, como es sabido, en tres resultados de gran interconexién: relativizs la presién de la movilizacién social, electoralizé la dindmica politica y ajusté la salida 4 los términos de un pacto entre fos. militares y la mayorfa de los partidos politicos. No es dificil pronosticar entonces que el pacto del Club Naval seguiré-siendo tema del debate poltico de los uruguayos, en tanto su persistencia en la escena tiene que ver con la fragilidad del sistema democratico por él am- jentado, Ademés de un arreglo de salida —j0 de entrada?—, parece haber adquirido, con el tiempo, el cardcter de gran continente al que los actores Ilenaron de valoraciones diversas y sti- cesivas, un continente que se colm6 de tas tensiones de la coyuntura y al que todos termina ton por redefinir y reinterpretar. ‘Sifue pacto, es razonable pensar que no re- sultaron de él asimetrfas muy visibles: si compa~ ramos la exigencia militat del Parque Hotel con Ia del Club Naval, los efectos de este ultimo su- gieren un retroceso evidente de las Fuerzas ‘Armadas, Pero si se observa la cuestién en Ia perspectiva de su salida, el resultado parece | algo distinto. El retiro ordenado y sin pavores fue posible en la medida que lograron —sostiene Luis E. Gonzélez— cancelar Ta reall chance elec- {oral de Wilson Ferreira y reservarse un tiempo prudencial de autonomfa corporativa que evita- +a las sorpresas del revisionismo. Para ello fue preciso asociar a Ia izquierda (gun mal socio para una buena salida?) y trans- formar asi al pacto en algo legitimado por las mayorfas e irreversible. Los “partidos del Club Naval”” aseguraron por su lado el cauce electoral de fa transicién y aceleraron —vaya si esto reforzaba su legitimi- dad— la liberacién de los presos politicos. Pero “ al “entregar la cabeza"” de su principal adver- sario electoral, todo quedé demasiado bien dis- puesto para el triunfo colorado de Sanguine- {ti Fl “comisario" ya tenia su “caballo” y la izquierda (jtras un mal socio por una buena “entrada’"?), entonces “‘duefia’” de la calle, ingresaba de allf adelante al ruedo electoral. Los partidos pactistas ““lograron” la eleccién =a la que todos finalmente coneurricron— y {os militares una gran chance para transformar- se en los érbitros de la misma, {Bra tan segura‘e inminente la caida de ta dictadura como para eviter la Togica de toda ne- gociaciin? Era ésta, como afitmaba Sanguine- iti, la tnica alternativa a la perpetuidad dicta- torial? ;Hasta qué punto la movilizacién social y politica empujaria al régimen al precipicio? Y en caso de disponer de tal fuerza en la sociedad civil, zqué hacer con ella después del 10. de mar- 20? Es seguro que tales interrogantes atravesa- ron la instancia y que en ella se entrecruzaron las respuestas més disfmiles. ‘Mas que la ““impunidad”” para Jos milita- res delictuosos, el pacto dejé planteada una co- rrelacién de fuerzas y sobre todo, un. espacio. a recorrer para su confirmacién 0 modificacion. Quien mejor expresé tal resultancia fue el propio Gral. Medina: “Dejemos que contesten los he- ‘chos”. Y los hechos contestaron —bien pudo ser de otro modo— en perjuicio de fa civilidad, Al avance militar del 85 y el 86, correspondi6 Ia iniciativa de retroceso civil empujada sobre to- do por los partidos tradicionales. Los amenaza- dos de! 84 se transformaron asi en amenazan- tes, mientras quienes no habfan ingresado al circulo de los pactantes, terminaton haciéndolo y ‘con creces, reconciliéndose con los tutores. La salida de Ia democracia a la dictadura sé habia coneretado por una puerta facil, trasladan- do riesgos hacia el futuro, Salida uruguaya al fin, de esta “repiiblica conservadora””. Actores y escenarios. Si la definicién de actotes y escenarios re~ sulta siempre una cuestién fundamental en la elucidacién de todo proceso politico, su rele vancia cobra una significacién especial en el anélisis del perfodo dictatorial. Tal ver. ello se deba tanto 2 la complejidad intrinseca del tema, Pe tore rien nar den bi cas lai pec 198 car it 19 de Mayo de 198: como la multiplicidad y variabilidad de los fac lores operantes en el caso concreto de la expe- riencia histérica en cuestién, En primer lugar, definir los actores y esce- narios —y como resulta obvio, los unos depen- den de los otros— significa de algiin modo tam- bién dirimir primacias 0 hegemonias— en su caso, las situaciones de virtual monopolio —de la iniciativa polttica dominante. Desde esa pers- pectiva, como con respecto a tantos otros temas, 1980 marcé también un antes y un después en el campo de los actores y escenarios de la vida po- litica durante el gobierno de facto, Por su parte, a este cambio de hegemonia en la iniciativa politica se sumaron los efectos de mutaciones importantes operadas en la dindmica social a partir de 1973, lo que conllevé la emer gencia de nuevas modalidades de accién y ex- presién social —tambign de nuevas formas de “hacer politica’—- junto a sugestivas cambios de comportamiento en la reaparicién de organi- zaciones preexistentes respecto a sus pautas iradicionales de funcionamiento. Todo ello comports que las fronteras entre lo social y lo politico se volvieran muy difusas, ssificindose grandemente Ia pluralidad de actores y escenatios y plantedndose una dind- mica de fuerte variabilidad en el juego de unos yotros. El devenir de la dictadura y sobre todo su tramo final, habrian de perlilar con nitidez Ia sta parcial, De espaldes, Ruben Castillo y Graciela Possamey, conductores del acto, trascendencia de esa tensiGn entre novedades y persistencias observable en el campo politico, auin cuando poco a poco ese fendmeno tan uru- guayo del {"restauracionismo” ganara espacio a distintos niveles, El actor politico Fuerza Armadas Aunque es un tema que por su relevancia y especificidad merecerd un tratamiento particu- larizado en uno de los fasciculos de la serie, la consideracién atin sumaria de algunos aspectos incluso, el mero planteamiento de interro- antes no resueltas— en torno al actor politico Fuerzas Armadas constituye un elemento insos- layable en el analisis del mapa politico del pe- riodo dictatorial. Aqui también seguiremos en gran medida los trabajos de cientistas sociales especializados en la tematica, en particular los de Marfa del Huerto Amarillo, Horacio Marto- relliy Juan Rial FI primer problema es el de precisar cud! ¢s lar categoria analitica més apropiada para él andlisis de Jas Fuerzas Armadas como actor | politico, La cuestién se complejiza atin més, si se constata la variabilidad de su rol politico ditrante el gobierno de facto, en tensién de adap- taci6n a las exigencias cambiantes de la evolu- cién del sistema politico y sus escenarios. En fo, muy diferente es la consideracién del actor monopélico y casi solitario previo al 80, a la del que luego debié lidiar dentro de un sistema politico con otros actores rivales, dispt- tandole en forma creciente la iniciativa politi ca. No existe consenso sobre el punto, figurando incluso formulaciones audaces y originales co- mo Ja hipétesis manejada fundamentalmente or Rial, en el sentido de concebir a las FF.AA. como “partido militar sustituto”, Tal vez, ast como en el rol autoasignado por los militares coexistieron —con distintos y cambiantes én- fasis— las tendencias “comisarial", “fundacio- nal" y “transicional”, también cocxistieron en las FF.AA, durante este tiempo, distintes tipos de relacionamiento en el marco del sistema po- litico. Mis allé de esa definicién esquiva, surgen sin embargo con bastante nifide algunas ca- tacteristicas més o menos permanentes de la ac- tividad politica del instituto castrense durante el perfodo. Mencionaremos algunas entre las mas notorias: televante autonomia respecto de la sociedad civil; su_clevada indole estatalista; ‘el desdoblamiento dificil y desgastante entre el ‘cumplimiento de funclones profesionales, liticas y administrativas; Ia clara preeminencia de fa conduccién colegiada, ante Tos intentos de hegemonia personalista 0 de tipo “‘caudilles- co”; la presencia de fuertes inercias de Ia orga. nizacién profesional militar anterior en el de- sempefio de las nuevas funciones (permanen. cia del espiritu comporativo y de 1a estructura je- rarquizada y burocratizeda, continuidad en la exaltacién de determinados valores fuertemente intetnalizados, etc.); un elevado y relativamen- te continuo grado de institucionalidad (refle- jado, por ejemplo, en la general pérdida de in- fluencia de los militares en retiro); el desarro- Ilo de una ideologia de neto corte autoritario, nutrida por configuraciones de diverso origen (doctrina de la seguridad nacional, herencia del subsistema militar, teorfa neoliberal autorita- tia, ete.), entre otras, Al asumir la conduecién del Estado, las FF.AA., debieron responder a los requerimien- tos provenientes de la propia indole de las nue- vas tareas asumidas. Este desafio propiamente politica, se vio a su vez profundizado en sus all cances por el tipo de aparato estatal que se here- ca daba, escasamente apto para la implantacién veloz de nuevos elementos ¥ con fuertes iner- cias que le otorgaban cierta autonom(a relativa frente a los proyectos de la nueva corporacién dominante. La obligacién de “‘hacer politica” FF.AA. algunos asuntos dificles de resolver, gue Martorelli agrupa eficazmente en tres con juntos de problemas, los derivados det “ejerci- cio efective de la autoridad” (que entre otras ‘generé Ia prioridad de mantener la “cohesion monolitica” interna); los vinculados con el logro de ciertas formas de “legitimacién” (que in- tentaron pero no pudieron lograr por la via elec- toral);y, por tiltimo, los asociados ala dimensién de la “representacién de ta autoridad" (que dio lugar a sucesivas ofensivas propagandisticas de a simbologfa militarista, por lo general con escasos resultados). A diferencia de lo sucedido en otras dicta-\ duras latinoamericanas, el régimen militar urw guayo no logré prohijar movimientos. sociales “ni partidos politicos oficialistas. En este sentido “se ubican fenémenos como el del fracasado intento de inducir un “nuevo sindicalismo” o la avarosa trayectoria del proyecto del “partido 4el proceso”. Incluso, las relaciones de los mili tares con sus potenciales aliados sociales (en particular, sus vinculos con los grupos de pre- sin empresariales) no siempre fueron uidas y arménivas, como veremos més. adelante. bien existicron circulos oficialistas (variadas “camarillas” de civiles vinculadas general- mente a los jerarcas militares de mayor predi- ‘camento), el espiritu corporativo y la desconfian- za propia de una estructura cerrada, los llevé con frecuencia a desechar o restar importancia a algunas ofertas de apoyo (escasamente condicio nnadas la mayoria de las veces) provenientes de la sociedad civil. A ahora dela busqueda de mi- nnimas formas de consenso eon la civilidad, esa altanera inclinacién de casta se revelaria como fatal desde el punto de vista politico. Luego de tantos fracasos fundacionales, ef actor politico militar demostraria sin embargo pericia ¥ ductitidad 2 la “hora de la salida”. Muy tejos de la facil postulacidn de “la vuelta a tos cuarteles"’, en el proceso final de las negocia- ciones que desembocarfa en el Pacio del Club Naval, las FF.AA. terminarian por obtener su legitimacién como actor politico, en un hecho que no-podia tener sino prolongaciones eviden: tes hacia Ia etapa democrética. Aunque las / teste implicac més pol reconoci uinetti “constant fieren a roles ye | de desoy de “lap dos, evi ratio, co gitimads Nil primera partidan 0, ni la lograron cl sisten Durante vieron u contra ¢ pero tra: lidad © f nal, tal fas. min ciones habjan ¢ Ei como un por Ia c cuenta d Yensu tuna ley vigencia tidades macién citado f rantes, la resta ional implicaciones de esto resulten un punto por de- més polémico, la notoria permanencia de ese reconocimiento durante el gobierno del Dr. San- ‘guinetti —pautado, entre otros hechos, por las constantes “conversaciones” politicas “forma- Jes" ¢ “informales”” con Tos mandos— nos te fierén a un actor que, aunque redefinido en sus roles ¥ en su funcionamiento, lejos se encuentra de desaparecer del sistema politico. 7 Los partidos: resistencies, persistencias y novedades La dictadura militar demostré una vez mas que Ia historia del Uruguay es asimilable a Ia historia de todos sus partidos politicos, El *‘pro- ‘ceso" que habia comenzado con Ia denigracién de “Ia politica’, de los politicos y de los parti dos, evideneié otro fracaso al culminar su itine- rario, con las colectividades tonificadas v. rele- gitimadas ante la sociedad civil. ‘Ni los entusiasmos neocorporativistas de la primera hora, ni las proseripciones de las elites partidarias, ni la propuesta del candidato tini co. ni la ““tentacién™ del "partido del proceso" lograron borrar las identidades partidarias ni el sistema de lealtades que siempre las nutri6. Durante los primeros afios, los militares sostu- vieron una linea dura y de ribetes principistas contra el régimen def doble voto simultinco, pero tras la derrota del 80, tal vez por permeabi .d 0 pettenencia a la cultura politica tradicio- nal, tal vez para ampliar la representacién de as minorias oficialistas, alteraron sus convic~ ciones y terminaron defendiendo lo que tanto habfan denostado. EI mismo triunfo del NO puede ser visto como una tarea de los partidos politicos, razén por la cual, el nuevo plan militar cayé en Ta cuenta de que nada era posible sin su concurso. Y en su biisqueda, los militares echaron a andar una ley y un proceso electoral que aseguraron su. vigencia. ;Qué otra cosa sino reforzar las iden~ tidades partidarias se logré a partir de Ia reani- ‘macién del 82? Piénsese en el frecuente y publ citado funcionamiento de los érganos delibe- rantes, las convenciones, que mostraron hasta la restauracién de los “‘estilos” (tumultuaria y pasional le blanca; cerebral, ordenada, no exen- . encabezada por ta de fervores, Ia cotorada; tun minuto de “‘meditacién’” —a cambio de un propuesto Padrenuestro— la civiea). Piénsese en el ostensible esfuerzo de elaboraci6n y discu- siGn programAtica, que obligé a saldar al menos una parte de la deuda de “las tradiciones”” con “las ideas’, Piénsese finalmente en lo que Ios partidos ganaron en homogencidad, en expli- citacion y en capacidad de respuesta a la co- yuntura, La eleccién del 84 evidencié Ia restauracién el sistema partidario. Fl “‘tercer partido” 0 el “medio partido” que es la izquierda coaliga- da, confirmé e increment6 su presencia y cau- dal electoral y demostr6 poseer, también ella, la “tradicién™” —quinceafiera— que le faltd al nacer. Pasado el temporal, los partidos estaban cotta ver alli, sobreviviendo al gobierno que dis- puso de las mayores atmas para aniquilarlos. Pero sila lista de permanencias y restaura- ciones en el sistema partidatio resultaba en ver~ dad impresionante, tampoco faltaban importan- tes novedades. En primer lugar. en ninigiin caso de las persistencias anotadas se podia hablar de “estabilidad absoluta””, sino més bien de “‘per- sistencias con cambio y a través del cambio". Un buen ejemplo de ello Io brindaba, por ejem- plo, ta clara funcionalidad de la inversién de hegemonias dentro del Partido Colorado (cam bio en verdad no menor) respecto de Ia continua- ci6n 0 eonfirmaci6n de su predomiaio —tan his- t6rico como relativo—, en el panorama pattida- rio (permanencia esta sf decisiva) Por su parte, los afios finales del perfodo dictatorial —etapa de crisis profunda y generali- vada, precisamente el tipico momento en que 10s sistemas partidarios se reajustan y sus perma- neneias parecen entrar en un hiato peligroso— presenciaton también el despliegue de una serie de fendmenos y situaciones que amenazaban erigitse en desafios importantes para muchas de las continuidades de! sistema: el fuerte pro- ceso de hegemonizacién de fas mayorias dentro de ambos Iemas tradicionaies, que tiende a cohesionarlos en términos ideol6gicos y por ello @ homogeneizar como quizés nunca antes su tradicional diversidad de comportamientos en los periodos interelectorales; Ia confirmaci6n de una “tercera fuerza” realmente poderosa como el Frente Amplio, que profundiza los eam- bios operades en el sistema de partidos luego de 1971 y consolida una modificacién sustancial de las reglas de juego tradicionales; la existencia de o tun liderazgo personal inédito en ta experiencia anterior de la izquierda, lo que entre otras co- sas, vino a coadyuvar la integracién de ésta a ciertas reas de decisién que le eran antetior- mente vedadas (en particular las tltimamente habituales “'reuniones de ctipula”); las inciertas posibilidades —planteadas en los tiltimos tiem- os con ciertas rasgos inéditos— de concrecién de una reforma politica profunda, a la vez de ‘esencia electoral y constitucional; por siltimo, las diversas resonancias en el sistema politico en general y en los partidos en particular del perio- do dela dictadura y del poder militar mismo, ast ‘como de sus notorias sobrevivencias e inerciss ‘nel presente. Dictadura y sindicatos En una perspectiva de mediano plazo. la huclga general impulsada por la CNT habfa he- rido de muerte a fa recién nacida dictadura, al tiempo que habfa:permitido explictar las hon- das divergoncias que debilitaban al movimien- to sindical y @ la izquierda toda. Tras el primer duro golpe a la Central (iegalizacién, proscrip- ciones, detenciones, confiscaciones, autoriza- cidn a fas patronales para despedir @ los huel guistas, etc.), la politica militar se orients icialmente de la mano del ministro Bolen- tini— a la captacién de las bases sindicales, si ‘no como punto de apoyo, al menos como campo a neutralizar con urgencia. Los intentos en tal sentido se demostraron frustrineos: a pesar del decreto 622 de reglamentacin, los trabaje- dores volvieron @ depositar su confianza en los mismos dirigentes; los servicios castrenses de “asesoramiento y asistencia juridiea al trabaja dor” no facilitaban mas que planteos partic laristas y las comisiones paritarias generaron estructuras de muy escasa significacion, Y por si fuera poco, las reteradas denuncias dela CNT ‘enc exteriot, obligaron al gobierno a dar cuen- ta permanente de las violaciones a los conve- nios dela OIT. Tal vez el intento més significative por lo- rar Ia adhesiGn de fos trabajadores fue el ini- iado en junio de 1979, que tendia a promover “un movimiento sindical nacionalista’” a partir de conversaciones de algunos oficiales de les FF.AA. con los detenidos en el penal de Liber- tad y en el FUSNA, a quienes se oftecfa a cam 6 Primera marcha de ASCEEP, por Br. Artigas dio, algunos alivies en su condicién de presos sindicales, El nuevo rechazo de la propuesta cermin por convencer al gobierno de la necesi- dad de abocarse a una legislacién que reanima- ra, con una fuerte regulacién, la actividad gre~ mial del pais. En ese marco, impulsé la ley de Asociaciones Profesionales, un estatuto dura- mente restrictivo que gener6 rechazos y contra propuestas —como la de los empleados banca- rios de AEBU— pero sobre todo, delimité un espacio de reorganizacién sindical que los traba- jadores se epresuraron a ocupar y de inmediato a trascender, Que la opcién habfa sido funcional a la resis- tencia, lo demostrarfa ef hecho de que un pufia- do de “‘asociaciones profesionales de primer grado” lograra organizar el primer gran acto de masas contra la dictadura el to, de mayo de 1983, situando asi al movimiento sindical en el centro de la trama polities, con notable poder de comunicacién y con un programa de demandas de caracter més tarde, * el terreno muchos de conducide ‘mo candid: nes del 84 Los nuev ‘Como construceid ma paralel cién de lo (sindicatos dio conjun sociales de tosenlah ron a cobi ‘ganizacion vistas de diversos comunales populares’ fios y me con un pr titucién ¢ de la luch: Se tr preferente orientado basicas (€ alimentac de solidat agudo en ido, esto ron auté candose : ‘$08. como imposibil organizac intermed y necesi es, se 1 les y polt referirse na, lo au sociales una dime ‘Ade (y siguie de caracter netamente nacional, Apenas un afio mis tarde, la movilizacién social habia perdido “el terreno que ganaban los partidos pollticos y muchos de los mismos dirigentes que habian conducido la reactivacién del 83, aparecian co- mo candidatos de la izquierda pars las eleccio- nes del 84. Los nuevos movimientos sociales Como se ha sefialado, en ef proceso de re- construceién de la sociedad civil operado en for- rma paralela a la agonia dictatorial, la reactiva- ciGn de los movimientos sociales tradicionales (sindicatos y organizaciones estudiantiles) se dio conjuntamente con la aparicién de actores sociales de nuevo eufio, algunos de ellos inédi- tos en la historia del pais. Fue asf que comenza- ron a cobrar creciente vigor y dinamismo, or- ganizaciones como los movimientos cooperati- vistas de vivienda (nucleados en FUCVAM). divetsos_movimientos juveniles, movimientos comunales, organizaciones de mujeres, “‘ollas populares”, organizaciones rurales de peque- fios y medians. productores, etc., todos ellos con un protagonismo insoslayable en la recons- titucién de la trama social y en la proyeccién de Ia lucha antidictatorial. Se trataba, en general, de movimientos preferentemente urbanos, de base territorial, orientados en torno a reivindicaciones sociales basicas (en areas como la vivienda, la salud o 1a n}, surgidos como reflejo.de formas de solidaridad ante la politica autoritaria y el agudo empobrecimiento popular. En ese sen- tido, estos “nuevos” movimientos sociales fue- ron auténticos “hijos de su tiempo”, expli- cindose su. aparicién como respuesta a proce- sos como la renuencia del Estado militar y la i ilidad de los partidos y de las “viejas"” organizaciones sociales de asumir funciones de intermediacién en la satisfaccién de servicios y necesidades esenciales. En su origen, enton- ces, se entrecruzaron causas econdmicas, socia- les y politicas, todas ellas con la singularidad de referirse a aspectos concretos de la vida coti na, lo que terminé de dotar a estos “‘espacios sociales de solidarided popular alternativa”” de tuna dimensién politica poderosisima. Ademés de las caracteristicas ya seffaladas ( siguiendo los trabajos de Carlos H. Filgueita), estos “nuevos” movimientos sociales presen- taron rasgos claramente innovadores: su fuer- te autonomfa respecto al Estado y los partidos, su perfil espontaneista, sus generalmente pre- carios niveles de institucionalidad (con alguna ‘excepcién notable en este sentido como el caso de FUCVAM), el cardcter abierto, maleable y pluralista de su composicién, entre otras. La singularidad de estos “nuevos” movimientos tuvo también su correlato en no pocas noveda- des que presentaron en su reactivacién organi zaciones como el PIT y ASCEEP respecto a sus matrices histéricas, luego diluidas. La propia dindmica de su natural insercién nla oposicién antidictatorial, hizo que las prin- cipales demandas de estas organizaciones fue- ran desarrollandose de lo puntual y meramen- te reivindicativo hacia zonas de exigencias mas alobales y plenamente politicas. Ello se tradu- jo en fendmenos de autotransformacidn de algu- nas entidades (como los cambios ptofundos ope- rados en el MOVIDE) o la coordinacién de gru- ‘pos en instancias organizativas de segundo y ter- cer grado, procurdndose asi evitar las distor- siones de la atomizacién, No resulta exagerado advertir el rol protagsnico cumptido por estos nuevos actores sociales en el pico de las movi- lizaciones populares antidictatoriales de 1983 y parte de 1984, asf como su peso en experiencias como la Intersocial 0 en el trémite de la Con pro. Desde esa perspectiva, Ia proyeccién pol tica de la accién de estas organizaciones contri- buyé de modo destacado a "‘incubar”” los gran- des acontecimientos ocurrides luego de 1980. ‘Sin embargo, y como resultaba previsible, la restauracién del sistema politico tradicional desembocs en la extincién, la absorcién 0 por lo menos la pérdida de dinamismo de muchos de estos "nuevos" movimientos, relegados por la reimplantacion de la hegemonia del Estado, de los partidos, yen menor medida, de los sindi catos. La dictadura y el escenario electoral Si bien hubo varios escenarios de referencia fundamental en el itineratio de las decisiones ticas durante Ia dictadura —baste tulo de ejemplo Ia trascendencia de los dmbitos de la movilizacién y la negociacién—, en el ba- lance final no resulta exagerado sefalar que el escenario electoral volvié a constituirse en el decisive, en funcién del curso que fueron t0- mando les acontecimientos. En un rasgo de singularidad con respecto @ las otras dicladuras de América Latina —y tal vex del mundo entero—, puede decirse que en’el caso uruguayo el proceso de democratiza- cién estuvo signado, en forma decisiva, por la importancia que en 61 tuvo una sucesin de eventos electorates. En efecto, comprobando uuna vez més el espacio central ocupado en la his- toria uruguaya por el arbitraje electoral como re- ferencia incluso configuradora de todo el sis tema politico, en los wltimos cuatro afios de Ja dictadura se convocaron nada menos que tres consultas electorales, de indole diversa y con la alteracién casi constante de las reglas de juego imperantes. Lo primero que salta a la vista es en verdad el peso formidable de Ia tradicién electoralista sobre el conjunto de los actores politicos. Ni siquiera pudieron sustraerse de su influjo los propios militares, quienes en c! momento en que buscaban una legitimacién para sus planes fundacionales, no dudaron en_procurarla por la via plebiscitaria en 1980, aunque cometiendo el rave error —como se ha visto— de prescindir de los partidos tradicionales. Estos, como era absolutamente previsible, centraron progresi« vamente sus rospectivas estrategias con la refe- rencia central de noviembre de 1984, demos- trando una vex-mas su probada eficacia en el ue- 4g0 complejo de la “alquimia”” electoral. Tam- bien la izquierda —Ia “‘convidada de piedra" hasta el iltimo instante— focalizé la tarea de reafirmar su identidad a través de su recomposi: ci6n en 1984, como actor electoral protagénico. Como también lo prueba hoy la campaia del referéndum contra la Hamada “ley de cadu- cidad...”, la dictadura no podifa ajenizarse a esa regla “tan uruguaya’” de dirimir los pleitos en el escenario electoral. ‘Tampoco pudo apartarse de las tradiciona- les potémicas en torno a la Hlamada “ley de le- mas” y su incidencia decisiva en Ia estructura partidaria yen la dilucidacin de las contiendas electorales. En otto de sus ensayos fundaciona- les finalmente fracasados, también la dictadu- 1a buscé terminar con la normativa electoral tra- dicional de nuestro pats, procurande —de acuer- do a sus proclamados objetivos de ‘‘saneamiento politico""— racionalizar y organizer el funcio- namiento interno de las colectividades partida- 70 rias. En efecto, las disposiciones electorales contenidas en el proyecto constitucional del 80 —candidatura presidencial tinica por lema, eli- minacién del doble voto simultineo, entre olras— y, en menor medida, la “Ley Orgdni- ca de los Partidos Politicos" (la Hamada “Ley Fundamental No, 2" en la que los partidos obtu- vieron sin embargo importantes "'concesiones"” que fueron pautando un retormo gradual al sistema tradicional) trataron de fijar una serie de pautas innovadoras que afectaban a casi to- dos los aspectos de la dindmica partidaria: cri- terios organizacionales, propaganda, modali- dades para la eleccién de candidatos, ete. En ese propésito los militares encontrarfan o dencias inespetadas como la del Dr. Jorge Bat- He, quien adn proscripto declararia en enero de 1983, en reportaje que le “‘costarfa”” al semana- rio “‘Buisqueda” una clausura por cinco edicio- nes: "El doble voto simultdneo divide a los parti- dos y no respeta la voluntad del votante” Constatando Ia debilidad de sus apoyos dentro de los partidos, el propio régimen termi- narfa en 1984 avalando el regreso a las pricti- cas que més habia criticado de fa normativa an- terior. Ello, sumado a la poca entidad de las variaciones porcentuales registradas por las fuerzas politicas de mayor peso en los comicios de 1971 y 1984, significaron dos de los testimo- nips més contundentes acerca de la estabilidad restautracionista demostrada por el sistema po- ico uruguayo en toda la coyuntura. Las ‘*ma- yorias silenciosas”” volverian a operar —al igual que antafio— como la clave aseguradora de las “transiciones moderadas"” (Iéase conservado. ras), Lo social y to politico: una compleja articulacion EI juego de correspondencias entre lo poli- tico, lo econsmico y 10 social durante la dicta- ura resulta un tema tan decisivo como de difi- «il anilisis. Como se ha visto, Ia irrupcién del gobierno militar se operé en un escenario sig- nado por Ia agudizacién del conficto social, en el que el realineamiento de los actores politi cos y sociales se perfilaba en una clara perspec- tiva de polarizaciGn. Bajo el imperio del autori- tarismo, la trama de Io politico —y también de | | “Un riode Lamanite © Noviemb 400.00 Jo social— ria, transf cenarios, el final de tir del de “ajuste re bierno de pregnarse go de di mas una 4 sin embar confrontac Todo esto on la evol “un fo de libertad": La manifestacion del Obelisco, on Noviemore de 1983, ‘eetimada en 400.000 personas, ‘700 antecedentes en ‘puesto pais. o social hubo de complejizarse en forma noto- ria, transformandose —forzadamente— los es- ‘cenatios, los actores, hasta los lenguajes. Hacia ¢l final del periodo dictatorial, sobre todo a par tir del deshielo politico y de la aplicacién det “ajuste recesivo”” de la etapa terminal del go- bierno de Alvater, la vida politica volvié a im- pregnarse de modo més directo y visible del jue- go de clivajes sociales, renovindose una vez ms una articulacién de signo polarizador, que sin embargo nunca Tlegé a confundirse con una confrontacién de bloques © alianzas de clases. Todo esto hizo que las inflexiones més notorias en la evolucién de los indicadores econémicos ¥ sociales durante la dictadura no siempre coin- cidieran con los “‘afios bisagra’” del proceso po- litico en el periodo. En ese marco, no resultaron pocos los cam- bios significativos operados en la estructura so- cial durante ese largo decenio, En primer tér~ mino, la politica econ6mica del régimen provo- 6 un “descenso estructural” de la sociedad en su conjunto, a partir de una acelerada distribu- cidn regresiva del ingreso que alcanzé niveles de “desplome” a partir de 1982. La dramética pauperizacién de amplios sectores de la pobla- cién, el sensible crecimiento de los registros porcentuales de situaciones de pobreza y aun de indigencia, el detetioro claramente perceptible de los estratos medios, contrasté en forma nitida con la transferencia de recursos al sector empresatial y sobre todo con el notorio ‘aumento de I importancia econémica y social del capital financiero. Sin embargo, este cuadro social no propicié siempre relaciones idflicas entre la oligarquia y los militares. Confirmando una vez més esa finea de larga duracién que alguna vez apunta- ra Real de Aza acerca de la debilidad relati- va de las clases dominantes uruguayas, los mili- tares obtuvieron resultados muy escasos y par- ciales en su csfuerzo por transferir el lideraz- go social a Jos empresatios, no encontrando alli, en verdad, una fuerza que pudiera hegemo- nizar el proyecto desde lo social. Fi régimen no Tlegé a contagiar con su “entusiasmo fundacio- nal” a buena parte de Ia oligarquia y de la dere- cha politica, que no apoyaron sus planes corpo- rativistas en forma plena y que a partir de 1980 comenzaron incluso a distanciatse de su polit ‘ca econémica. Ello no fue por ““democratismo’ sus criticas a la politica econémica no derivaron 4 su presencia en el frente opositor antidictato- rial, como lo prucba la “‘prescindencia’” de los grupos de presion empresariales (con la excep- ci6n explicable de la Federacién Rural) en oca- si6n del “ paro cfvico” de junio de 1984. También se operaron cambios importan- tes en el interior de estas clases dominantes durante el periodo de la dictadura: Ia creciente hegemonia del sector financicto (cuya acelerada extranjerizacién “desanud6” un tanto la cohe- sionada rosea oligarquica de los 60) y el des- ‘caecimiento de las bases sociales y politicas de poder de los terratenientes, entre otros. EI Estado, por su parte, aun con el impulso privaticador que desplegaban los tecnécratas neoliberales desde los sucesivos equipos econé- micos, no result6 desmantelado en su esquele- to fundamental, manteniendo su accién incluso algunos “‘inesperados” espacios autonémicos. Contrariando la perspectiva de una mera poli- tica representacional, aparecieron jerarcas del régimen (Borad y Raimiindez, entre otros) que defendieton el aparato estatal frente a los arre- atos privatizadores entonces en boga. Hubo, también, connotados personetos de sectores ‘econémicos que, elevados @ puestes jerdrquicos de la AdministraciOn, aparentaron “cambiar de camiseta’’, gandndose incluso la repulse de n sus apoyos originarios (Io ocurtido con el minis- ‘tro Mattos Moglia y las agremiaciones rurales durante 1983 y 1984 es una buena prueba de ello). ‘También en el campo opositor se verifiea ron fenémenios muy significativos en el plano de la articulacién de lo socal y fo politico. El desa- rrollo de experiencias como la Tntersectorial o la Intersocial, el papel decisivo jugado por la mo- vilizacién popular en el curso del proceso pol tico ola singularidad del papel cumplido por las ‘organizaciones sociales en el trémite de la Con- certacién Nacional Programética —entre otros constitufan eventos que en efec- 1 perfilar el arraigo de noveds des importantes también en esa perspectiva. ‘Apreciando estos y otros elementos hubo quie- nes —y no fueron pocos aunque tal vez. lo hicie- ran exigidos por un tiempo de postulaciones ‘comprometidas— anunciaron el advenimiento de una “buena sociedad uruguaya’”, nutrida con impulsos endégenos y posibilidades de de- serrollo desconocidos anteriormente en el pais embargo, ef final de la dictadura ha bria de proyectar un panorama mucho més res- taurador y tradicional que el previsto, Lo social organizado seria capturado lentamente por lo partidetio, reproduciéndose una ver més algunas de las caracteristicas més salientes del sistema politico previo a 1973, La oposicién vi- orosa que en 1983 amenazé —tal ver sélo eso— “desbordar”” a In dictadura cederfa la iniciativa politica en 1984 a las ditigencias par- tidarias y a la primacta de las ‘*mayorias silen- ciosas"” en el escenario electoral. La esperada experiencia de la “Concertacién Nacional Programética’” —répidamente relegada a ta ‘prehistoria'"— terminaria siendo el espacio de la inconsecuencia y dejarfa como uno de sus re- sultados més duraderos un “‘oportuno” (y ace Jerado en algunos casos) “ebautismo democrs- tizador” para muchos oficalistas del “ancien régime”. ais que la sociedad uruguaya —Ia real, no la querida 0 postulada— permitfa otto final? {La politica habia “encorsetado” 0, bloqueado la expresién de una sociedad mis vigorosa 0 ‘eran los propios bloqueos sociales —nunca supe- rados, en realidad— los que se explicitaban? Conjeturas de dificil resolucién, que permanc- cen —y seguirdn estindolo— en el centro del debate.

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