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PROLOGO DEL AUTOR Bebedores ilustres, preciados sifilfticos (pues a vosotros solos dedico mis escritos), —Alcibfades, en el didlogo de Platén titulado E/ banquete, declara entre otras cosas en alabanza de su preceptor Sécrates, indiscutible principe de los filéso- fos, que era semejante a los silenos*. Eran éstos entonces unos cajoncitos como los que hoy pueden verse en las boti- cas de los farmacéuticos, con el frontal pintarrajeado de ale- gres y frivolas figuras, harpias, satiros, gansos encordados, liebres cornudas, patos empalados, chivos volantes, ciervos limoneros, y otras pinturas semejantes contrahechas a placer para excitar al mundo a risa (cual fue Sileno, maestro del buen Baco); mas en su interior se conservaban las mas finas drogas, balsamo, ambar gris, algalia, amomon, almizcle, pe- drerias y otros objetos preciosos. Tal decia de Sécrates; pues ‘ Alcibiades, al hacer en E/ banquete el elogio de Sécrates, comienza di- ciendo: «Afirmo, en efecto, que es muy parecido a esos Silenos que hay en los talleres de los escultores, que modelan los artifices con siringas o flautas en la mano, y que al abrirlos en dos permiten ver en su interior las estatui- llas de los dioses.» La comparaci6n la recogié y populariz6 Erasmo, en tiempos de Rabelais, incluyéndola en sus Adagios primero y en el Elogio de la Es- tulticia mis tarde. No obstante, existe aqui un doble sentido, pues Sileno, igual que Baco, era una divinidad relacionada con el vino y la embriaguez. 39 viéndolo desde fuera y estimandolo por su exterior aspecto, no darfais ni una peladura de cebolla por él, tan feo era de cuerpo y de tan ridicula apariencia; nariz puntiaguda, mirar de toro, cara de loco, tosco de costumbres, rastico en el ves- tir, pobre de fortuna, desafortunado con las mujeres, inep- to para todos los oficios de la repGblica, riendo siempre, siem- pre bebiendo como el que més, siempre burlando, disimu- lando siempre su divino saber; mas, abriendo aquel cajonci- to, dentro hallariais una celeste ¢ inestimable droga: enten- dimiento sobrehumano, virtud maravillosa, valor invencible, impar sobriedad, conformidad certera, seguridad perfecta, desapego increible por cuantas cosas los humanos velan, co- tren, trabajan, navegan y batallan. Mas, ga qué propésito obedece, me diréis, este prologo © ensayo? Vosotros, mis queridos discipulos —y algn que otro chiflado que ande ocioso—, al leer los alegres titulos de ciertos libros de nuestra invencién, tales como Gargan- tha, Pantagruel, Culopinto, La Dignidad de las Braguetas, Pichén relleno cum conmento, y ottos, juzgaréis harto facil- mente que no pueden hallarse en ellos sino burlas, dispara- tes y jocosas mentiras, viendo que su exterior reclamo (0 sea, el titulo) —sin seguir mas adelante—, es recibido con rechi- fla y jolgorio generales. Mas no conviene con tamaiia ligere- za juzgar las humanas obras, pues bien decis que el habito no hace al monje; y algunos visten de habito monacal sin llevar cura por dentro, como otros, bajo su capa espafiola, en nada se aproximan al valor de Espafia*. Por todo lo cual, Spee abrir el libro y sopesar con cuidado cuanto alli se refiere. Entonces conoceréis que la droga que guarda en su interior es de muy mayor precio que el que su estuche pro- > En aquel momento, Espafia era la primera potencia europea —para los franceses, estaba atin reciente la derrota de Francisco I en Pavia por las tro- pas del Emperador Carlos V— y el valor de los espaftoles alcanzaba caracte- . fisticas proverbiales. 40 metia, es decir, que las materias de las que trata no son tan ligeras como lo pretendia el titulo que las precede. Y aun en el caso de que, en su sentido literal, podais ha- Ilar materia de burlas en consonancia con su nombre, no os detengiis en ello ms que si escucharais cantos de sirenas °; antes, inerpretad en su més elevada significaci6n lo que quiz4 credis dicho como chanza. éDescorchasteis tal vez una botella? {Qué diablo! Reco- brad luego la continencia antigua. ¢Visteis quizds a un pe- tro, realizando el hallazgo de algtin hueso de cafia? Aquél es, como dice Plat6n, /tb. Il, de Rep., el animal ms filésofo del mundo. Si lo visteis, habréis podido observar con cuanta devocién lo mira, con qué cuidado lo guarda, con qué fer- vor lo sostiene, con qué prudencia lo abre, con cuanto afec- to lo quiebra, con cuanta prisa lo sorbe. ¢Quién lo induce a tal cosa? ¢Qué espera de su estudio? ;Qué ventajas pre- tende? Nada sino un poco de tuétano. Aunque hay que con- ceder que esa pequefia porcién es mas sabrosa que otra al- guna, pues es el tuétano alimento elaborado a perfeccién de natura, como dice Galeno, III, Facu. natural. y X1, De Usu arti. a A imagen suya, bueno sera que tengais conocimiento bas- tante para olfatear, sentir y apreciar libros de tal enjundia —al seguirlos, ligeros; en el choque, atrevidos—; y luego, con su curiosa lectura y frecuente meditaci6n, partir el hue- so y absorber la sustanciosa médula —es decir, lo que me- diante esta pitagérica simbologia’ entiendo por tal— en la © Aunque su canto era bellisimo devoraban a cuantos se les acercaban, por lo que era preciso no darle ofdos y huir'sin atenderlo. > Se atribufa a Pitégoras haber traido a Grecia la cultura jeroglifica de los egipcios y, por tanto, el mundo simbélico y la capacidad metaforica de sus imagenes. Cuando se publica el Gargantiia ya ha editado Alciato sus Emblemas, con enorme éxito, mientras que F. Beroaldo habia publicado una Explicacién moral de los simbolos de Pitdgoras. Poco después vendria 41 esperanza y seguridad de haceros més avisados y virtuosos con su lectura; pues en ella encontraréis el mayor gusto y la mas oculta doctrina —tanto en lo que concierne a nuestra religién como al estado politico y a la vida econémica—, re- veladora de muy altos sacramentos y asombrosos misterios. En verdad creeréis que Homero, al escribir la I/iada y la Odisea, pens6 jamés en las alegorias que han perpetrado a su costa Plutarco, Heraclides Péntico, Eustacio, Fornuto, y aun cuanto Policiano tomé de todos éstos? Si asi lo creéis, ni a gatas os aproximis a mi opini6n, por la que resuelvo que todo aquello fue tan premeditado por Homero como por Ovidio en sus Mesamorfosis los sacramentos del Evange- lio —aunque tal cosa intentara demostrar un Fray Lubin’, gorr6n entero y verdadero, en cuanto daba con otros tan chi- flados como él; pues (como dice el refran), para tal banco tal pata. Mas si no lo creéis, gpor qué no habriais de hacer otro tanto con estas festivas y nuevas crénicas, ya que, dictaéndolas, no pensé nunca sino en vosotros, que acaso estéis bebiendo, co- mo yo? Pues en la composici6n de libro tan sefiorial jamas perdi ni empleé m4s tiempo que el que para mi corporal re- fecci6n tenia establecido, a saber, mientras comfa y bebfa. Tal es el momento adecuado para escribir sobre ciencias tan profundas y tan elevadas materias, como bien sabfa hacerlo Homero, modelo de todos los fildlogos, y Ennio, padre de los poetas latinos, segGin Horacio lo atestigua —aunque al- Ja Iconologia de Ripa, pretendiendo también tomar como punto de parti- da a egipcios y pitagoricos. * Fray Lubin, nombre burlesco. Rabelais lo toma de C. Marot, que ha- bfa escrito: «Hacer el mal y no el bien / Fray Lubin lo haré muy bien. / Mas si ¢s una buena obra / Fray Lubin jamds lo logra.» Parece que Rabelais se refiere aqui a un dominico inglés, Tomés Wales, autot de una Metamorfo- sis Ovidiana moraliter explanata (Metamorfosis de Ovidio explicada segin la moral), Paris, 1509, obra disparatada en la que se hacia de las Metamor- fosis una’ alegotia del ctistianismo. 42 gin malandrin haya dicho que sus Cérmines, mas que a acei- te, a vino siempre olfan. Lo mismo dice cierto mentecato de mis libros; jmierda para él! |Cuanto mas celestial y tentador, cuanto mas delicioso, mis gozoso y sabroso que el olor del aceite es el del vino! Tanto loor obtendré si de mi se dice que mas usé de vino que de aceite, como logré Deméstenes cuando le dijeron que mis de aceite que de vino usaba. Que mucho me honro en ser tenido por gentil colega y alegre compajfiero, siendo bien recibido como tal en los mas pantagruélicos cenaculos. A De- méstenes reproché un envidioso que como sucia y pringosa bayeta de aceitero olian sus Discursos. Asi, pues, deberéis interpretar mis dichos y mis hechos, en su aspecto mejor; reverenciad el caseiforme cacumen que de bufiuelos tales os atraca, y en fin, quedad felices, si podéis. Alegraos pues, queridos mios, leed contentos cuanto si- gue, dad gusto al cuerpo, si, desrifionaos; jque buen prove- cho os haga! Oidme, pijas de asno, mal rayo os parta: bebed a mi salud y enhorabuena, que yo desde ahora mismo he de serviros. 43

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