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Un nuevo cuadro clinico de la enfermedad del divorcio ... 408 413 417 420 EI padre, el juez y el psi Salomén psiquiatra *Cémo conseguir la tenencia alternada” 1, EL PADRE EN LAS CONTROVERSIAS ACTUALES SOBRE EL ORDEN SEXUAL 1, Sexos, géneros, feminismos, edipos .. 2. La violencia sexual, el padre y el psicoandlisis Padres de Ia violencia Las violencias sexuales del padre. El incesto de las madre: Un planteo de coyuntura.. La madre de todos los males, la madre paid6fila El “rufign de la democracia” 3. El padre a prueba de la homgsexualidad - Conclusi6n. irae salidas para el fin de la solucién paterna 1. La restauracin del patriarcado por el psicoandlisis a El relanzamiento de la izquierda libertaria.. 3. Restablecimiento del Estado paterno separador: critica del Estado materno socialist 4. BI psicoanslisis necesariamente subver Epilogo. Salir de la religion del Padre .... Agradecimientos Introduccién EL DISCURSO DE LA DECLINACION Alcomienzo, estarfa el Padre, que serfa la piedra angular de \ns sociedades. Pero Su Majestad estaria vacilando bajo los ata- {ques brutales conjugados de la Ciencia, de la Democracia y del Liberalismo. Asf pues, en este universo de mayiisculas, es toda | Modernidad Ia que parece aliada desde hace mucho contra el Padre, en un combate desigual. Primera paradoja: de este cuadro se podria inferir, logica- mente, que si el Padre esté en declinacién, es porque realmen- {e representa una fancién hist6rica relacionada con. diversos spectos de las épocas pasadas (a través de miiltiples revolucio- ines), En la actualidad se reconoce (a regaitadientes) Ia relacién de esta figura, el Padre, con un poder histéricu “de los padres”, que estos tltimos han perdido. Se empieza a vislumbrar, sin poder medir muy bien hasta dénde, que se trataba de una fun- i6n social vinculada con la arbitrariedad monirquica y jerér~ quica, con el espiritu religioso, con los antiguos modos de pro duccién. Por consiguiente, se deberfa poder admitir que, como 2 FIN DEL DOGMA PATERNO toda realidad hist6rica que ha cumplido su ciclo, esté cediendo su lugar. Es cierto que para ello habria que aceptar, tratindose del Padre, la existencia de una historia real, politica, econémi- ca; de una historia de los sistemas de pensamiento y de los saberes sobre el padre. Habria que preguntarse cémo se vincu- lan efectivamente con ello las funciones psiquicas que estamos acostumbrados a identificar. Pero, en el discurso de las declina- ciones, se trata més bien de mantener una inguietud perma- nente. Alli donde podriamos pensar dinémicamente un cambio de bases, primero hay que dramatizar un derrumbe, a la vez antiguo y siempre inminente, una catastrofe que se sitta en un ands alli metafisico de toda historia real. En otras palabras, no Ags acostumbramos a Su Desaparicién y nos atenemos a una historia legendaria que protege la ilusidn de las realidades de la historia. Sea como fuere, este discurso, que pretende traducir el actual, no es de hoy: actualiza mas bien, en Occidente, una can- tinela segéin la cual el Padre, con su Familia, no termina de declinar. Desde Don Juan hasta principios de este siglo ~para no tomar més que estos momentos-, el padre no deja de morir ¥'de renacer: la rebelién contra él y su resurrecci6n no termi- nan de prosperar. Este lugar comin, esta letanfa, que acaso Ponen miisica a la recriminacién de los propios “padres” en ‘cada generacién, adquieren, no obstante, nuevos acentos. La categoria del padre aparece solidaria con la de “crisis”, no sélo e Ia autoridad (problemstica que subyace a toda la historia politica), sino también de las nuevas “instituciones” que se han convertido recientemente en “lo simbélico”, en “la diferencia sexual”, cuya sueite se presenta en lo sucesivo como relaciona- da con Jos infortunios del Padre. ‘egunda paradoja: en el momento mismo en que el Padre pierde uno tras otro sus poderes, nunca el poder “psiquico” de los padres ha sido tan celebrado y exaltado, al menos en Francia. Verdad de este lado del Atlintico, zerror més alld? Pues ciertamente hay que constatar que esta figura mayascula, el Padre, no interesa, ni mucho menos, dg la misma manera en los paises anglosajones. Este dato extraiio quiads est relaciona- INTRODUCCION b do con el lugar creciente que adquiere en Francia, sobre todo slesde la década de 1980, una versién del discurso del psicoané- lisis, la de la corriente lacaniana, versién completamente con- jonante con esta configuracién tan antigua de una hom poterna, muy anterior al psicoanilisis. Esta coincidencia no es fnyenos perturbadora, Aunque esta corriente nos advierta doc- uinente que no hay que confundir al trivial padre social con el Pulre en su fanci6n Iamada simbdlica, la cuestién sigue sien- Wo obstinada: zcual es la relaci6n entre lo que desaparece ante suestros ojos de los poderes de los padres y “lo universal de la funcién paterna”? Pues es curioso que esta universal funcién futerna parece prevalecer exactamente en los Kimites de la racién de la vulgata lacaniana, que recubren mis 0 menos Ie territorios latinizados de la Contrarreforma (Francia, ‘Alemania y América latina) y algunos enclaves de los estudios Iiierarios en las universidades estadounidenses, incondicionales le los productos regionales franceses excepcionales. Esta funcién universal “subjetivizante” que, ni més ni »s, haria de nosotros, gracias a la intervencién del Padre, wlitos [swjets] humanos, hoy se verfa por lo tanto amenazada, Fi esquema comprometido en muchos debates actuales y que Jus evidencias tienden a representar se presenta miso menos diel siguiente modo: | |. Fl psicoandlisis identifica en la funcién paterna el resorte piquico de la “ley”, que asegura la “institucién del sujeto” (en ‘una palabra, 1o que hace de nosotros sujetos). 2. La evolucién histérica de las sociedades modernas se sracteriza, indiscutiblemente, por una disminucién del poder social atribuido a los padres. ©, La declinacién del poder social de los padres conduce a {inerrogarse con inquietud sobre la manera como en lo sucesi- ¥o puede efectuarse la puesta en marcha de la funcién paterna yi través de ella, la constituci6n del sujeto! iste esquema, bajo diversas formas, esti presente en la Jnmensa mayoria de los trabajos tanto de psicoanalistas, psic6- logos, psiquiatras, como de socislogos, historiadores, juristas 0 trabajadores sociales. Este consenso relativo entre las discipli- 4 FIN DEL DOGMA PATERNO. nas hist6ricas y las “psi” sucede a los debates que de ahora en. més pertenecen al pasado y que tenfan por objeto especialmen- te saber si el complejo de Edipo formulado por los psicoanalis- tas era 0 no universal. Los interlocutores de los psicoanalistas eran entonces esencialmente antropélogos de la cultura 0 estructuralistas, y el debate, principalmente teérico, estaba centrado en la pertinencia del esquema edipico en la diversidad de las culturas. Por el contrario, las discusiones actuales movilizan més a historiadores, a socidlogos de la familia y a juristas implicados muy conereta y pricticamente en las transformaciones de las, sociedades. Ya no se trata de buscar, en las aparentes excepcio~ nes culturales a los efectos del complejo de Edipo, un medio de poner én duda su pertinencia como concepto psicoanalitico, Se tata, mis bien, ahora que se ha trivializado su esquema, de representar gravemente que esta prueba subjetiva, en lo sucesi- vo.reconocida como universal, esti en vias de deconstruccién por las transformaciones sociales que desorganizarian las arti~ culaciones mismas de la subjetividad. Asi, es la propia posibili~ dad de que el famoso complejo sea “liquidado”, segain la expre- sin freudiana, en cada uno, la que se encontraria “liquidada”. Ahora bien, este esquema de la declinacién no es satisfacto- rio por dos razones, que tienen que ver con la historia, por un lado, y con el psicoanilisis, por el otro. En lo que ataiie a la his- toria, es evidente que el discurso comin solemne sobre la declinacién del padre es més una leyenda dorada que un saber historico sobre “el Padre”. La cuestién histérica es més bien saber c6mo se ha construido histéricamente esta leyenda. Pero no estamos demasiado avanzados en este punto, en la medida cen que atin habria que saber cusl es el objeto real de esta histo- ria; punto que no es ajeno a la contribucién del psicoanslisis sobre “el Padre” En lo que concierne a la teorfa y a la clinica psicoanaliticas, se trata de saber qué rol conviene atribuir exactamente al padre en el complejo de Edipo y hasta dénde es conveniente vincular la autoridad -social y tradicionalmentg asignada a la figura paterna~ y la salida del complejo de Edipo. Cul es el escatu- INTRODUCCION 6 \o psicoanalitico de la figura paterna como legisladora en la peracién del complejo de Edipo, y en qué sentido esta figura Joyisladora del padre serfa universal? Estos dos interrogantes son solidarios, pese a ser distintos. J) aspeeto legendario del discurso sobre el padre que, junto a algunos registros histéricos prosaicos, despliega también alusi- yanente una historia inmemorial y una decadencia siempre setwal, hace pensar que la “figura del padre” es el nombre, al mo tiempo, de una configuracién inconsciente potente y de sina forma historica de las estructuras de filiacién y de poder en Occidente. Inversamente, detrés de la apariencia de una reali- ‘hid psiquica, fuera de Ia historia, de las “funciones psiquicas diel padre”, distinguimos hoy una figura inconsciente historica, ve estaria en vias de ceder el lugar a otra, no sin suscitar emo~ ‘¢iones. Cuando uno escruta desde un poco mis cerca esta “fun- ci6n universal” que se pretende disociar de los poderes socia- Jos, no sin sorpresa encontramos en ella, con una forma abstracta, todos los aspectos de las relaciones jerarquicas rela tionadas con las sociedades antiguas y que han sido los mejo- Jes dias, ya pasados, de los Padres. En efecto, en la “funcién Ainiversal” del padre se encuentra el esquema de Ia Sagrada Finilia donde el Padre hace la Ley a Ja Madre. Se ve aquello {que los psicoanalistas han identificado en el funcionamiento [jsiquico como una transitoria “primacia del falo”, transforma tlh en primacia del “principio félico”, Ja cual no tendria, segiin parece, ninguna relacién con el dominio masculino y : un jpuro dato del inconsciente fuera de la De modo que y tal es la expresin de Ia solidaridad entre | problema de la historia y el del psicoandlisis~ Ia cuesti6n seria saber cémo, en la actualidad, el discurso sobre la funcién simbélica del padre es el encargado de ahora en adelante de ‘avegurar, a su manera, lo que antes corria mas abiertamente por ‘quenta de todas las variedades de discursos sobre el padre, reli- iosas y politicas. ree Digamos que “el Padre” es el nombre de una solucién his- téricn que esti stendo desplazada, ES tn arreglo glo de las relacio- nies de sexo y de poder, que utiliza ciertos aspectos del funcia-_ fa FIN DEL DOGHA PATERNO namiento psiquico, arreglo que ha cumplido su ciclo. Evidentemente, para parodiar ura célebre ficcién, “siempre habré padres”, pero el doble parental* del hombre dominante, el Padre, ese Padrone violento y duro, retirado, que no dejaba de resistir por medio del asesinato, desde siglos, en Occidente, termina sus dias en el hospicio; por otro lado, en Oriente, ha empezado a sufrir, recogiendo sus “fandamentos”, los sobresal- tos violentos y ruidosos de una agenia que llevaré tiempo, pero 10 cambiard su ausencia de porvenin. Es licito pensar que la pérdida de los poderes reales del Padre esté exactamente compensada por el alza en potencia de Ja “funcién paterna”, asi como la Infalibilidad pontifical volvié al Santo Padre desde el momento en que perdié todos sus terri- torios y se encontré confinado en lo simbolico, en el Vaticano. De suerte que la invocaci6n, hoy, de la funcién simbélica del padre, bien podria parecer como un medio para perpetuar nos- tilgicamente las competencias de las sociedades de antafo. Desde este punto de vista, es muy importante legar a escla- recer el alcance exacto del discurso sobre la declinacién del padre, para juzgar si nuestras sociedades efectivamente estin destruyendo desconsiderada y perversamente las condiciones de la subjetivacién, como sostiener: algunos, o si estas declara~ ciones son a la vez una reacci6n angustiada frente al cambio de relaciones entre los sexos y un medio retérico de intervenir para conservar las antiguas relaciones, blandiendo (como sue- Jen hacer Jos profetas) la amenaza de catistrofes subjetivas. LA DECLINACION DEL PADREY LA DESDICHA, DEL SUJETO, SU HJO Si el padre impuso sus poderes durante milenios, no seria porque algunas organizaciones sociales han definido formas de * Elegimos el término “parental” en el sentido de a la segunda acepcién 4que da el Diccionario de la Real Academia: “que se tefiere a uno 0 a ambos progenitores", en este caso, evidentemente, al padre. [N. de T] INTRODUCCION 7 poder desiguales entre los hombres y las mujeres, sino porque habia que satisfacer la funcién paterna, de una u otra manera. 1 ejercerse, la funci6n paterna necesita al menos dos ele~ suentos: primero requiere la palabra de una mujer; se trata de jue la madre signifique quién, ademés de ella, le sirve de refe- _J no basta que la madre le reconozea que ¢s esa refe- -] es necesario que esta funcién del padre quede rati- fieada por lo social.” Si hoy se han definido e instaurado otras formas de la alian- vay, potencialmente, de la filiacién (como el Pacs*), no seria en taz6n de un cuestionamiento politico, en nombre de la equi- lad, de las posiciones homéfobas dominantes, sino més bien en virtud del surgimiento, en el afio de gracia 2000, del “incons- lente homosexual”... ;que habria hecho prevalecer sus puntos ile vista! “En lo que concierne incluso a nuestra sociedad, per- tibimos ficilmente cémo las reglas juridicas de la alianza han podido ser modificadas, hace poco, por ejemplo por la inven- tidn del Pacs, que es, ante todo, una solucién social, no del inconsciente neur6tico, sino de lo que podrfamos lamar, para wiar, ‘el inconsciente homosexual’ que mantiene con el Juudre inconsciente una relacién distinta de la ‘neurdtica ordi- jaria’””.2 ;Qué inconsciente audaz! » Versién reaccionaria 0 versiGn liberal, si se quiere, una cosa cierta: el inconsciente de la familia, con sus pequefias histo- permanece por fuera de la Historia y sdlo es audible con el (idlo ejercitado del Especialista. El Sujeto también, ese hijo de Familia que no tiene que producir sus titulos y cuyo porvenir, sin embargo, resulta gravemente preocupante, en sus “desaso- + Pas Pact Civil de Solidarit(Pcto Civil de Solidaridad), en igenia enFrancia desde 199 ras argos debates palamentaios. Se tvs de ut con- Irate que senablece entre dor adultos mayors de edad del miso ode dite fete sexo, para orgnivar In coavivencia, Por convvenca se entende una isn de res, ecb ys wera va de ie Lie sigatrios del pacto, por otro lado, denen Ia obligacin de ayudare Inonament en el plano materi. El Pac confere alunos derechos y ext Wee debers (pr ejemplo los parma son solidaror en el ago de des thy, en lav necesiaes dela vide coidiana y respect de los gases relatvos 1M vivienda contin, [N. eT] ® FIN DEL DOGMA PATERNO siegos”, sus “malestares” y sus “mal-estares” modernos. Pobre Buen “Sujeto” moderno, amenazado en su emergencia por las fuerzas maléficas conjugadas de la “Ciencia”, la “Técnica” y, mas recientemente, el “Mercado”. Esta inquietud, que se cexpresa con mucha insistencia, tiende a presentar al psicoand- lisis como un universalismo antropolégico, competidor del que actualmente esti deshaciendo las “referencias” de ayer. Ayer, justamente, en 1968, cuando dos analistas muy conocidos, con el pseudénimo de “André Stéphane”,3 “psicoanalizaban” el movimiento politico de Mayo y lo adjudicaban a una rebelin edipica mal regulada, la percepciéa de la realidad politica hacfa «que se les pudiera objetar su psicologismo. Hoy, el discurso coanalitico del Padre se ha convertido en el de una funcién universal, “la Referencia”, funcién que estarfa amenazada. ‘Transformado en discurso comin, el psicologismo se vuelve invisible; dirfase més bien que se ha tornado muy préspero y respetable, ya que se viste en la géndola psicoanalitica del supermercado intelectual. ara este discurso, la Historia como tal no existe: se trata de hacer que aparezcan, bajo su desarrollo aparente, munca positi- ‘vamente reconstituido, las maniobras de un universal metapsico- Iégico. En base a este movimiento de interpretacién metafisica de Ia historia, se despliega una psicopatologia “psicoanalitica” de lo social, que expresarfa lo que se pone en juego en el pasaje a “Ia modernidad”. La historia es ayer y hoy. Esti ciertamente en el horizonte, pero como en esas insolentes puestas en perspec- tiva “historicas” que sirven, desde siempre, como historia en las conversaciones comunes: antes era asi, qué desgracia! Hoy ya no ¢s lo mismo. La autoridad del vocabulario religioso, filos6- fico ayer, psicoanalitico en lo sucesivo, se viste con vaticinios que describen desde siempre las infatigables “nuevas enferme- dades del alma”: cl espejo del “malestar”, que es bueno tender 2 los contemporaneos para que se sientan sostenidos en las angustias que se les imponen ante cualquier tipo de cambio. ‘Ast se despliegan los temas perezosos de las Grandes Decadencias, la del Padre, por supuesta, y la del Sujeto, al tiempo que emergen las figuras inquietantes de las Sefioras INTRODUCCION » Ciencia y Técnica, de un Orden liberal Ilevado sin risas al reino ilimitado del Individuo. En estas perspectivas vertiginosas, las relaciones sociales son escamoteadas en beneficio de un anili sis en términos de “lugares estructurales”. En el fondo, el area de este discurso pasa por una cantidad finica de puntos, entre los cuales se definen algunas relaciones. Kn el centro, el desafio “humanizante” que representa la “sub- \ci6n”, cuyo resorte es Ja famosa funcién paterna, por de la cual estaria garantizada desde siempre la transmi- sién de Ia probibicién fundadora entre las generaciones y la diferencia sexual, clara y distinta. La pureza bienhechora de ste armonioso edificio, que se confunde con la humanidad tnisma, hoy estaria quebrantada por el irresponsable desarrollo de las ciencias y las téenicas, asi como por las reivindicaciones snirquicas de los extremismos sexuales. 4 Asi, este discurso define relaciones particulares entre algu- has nociones desarrolladas por el psicoanilisis y la configura- ci6n de la coyuntura social y politica. Aunque es evidentemente solidaria del conjunto de cuestiones relativas a las transforma- ciones de la familia y de la sexualidad, la cuestién del padre ‘cupa una posicién particular, en la medida en que se supone que gobierna a las otras, lo cual presenta el inconveniente de ponerla aparte, de sacarla de la historia, en el momento en que habria que hacer que regresara a ella. Por otro lado, y correlativamente, las puestas en perspectiva que despliegan las “declinaciones” son todo menos hist6ricas y ‘obstaculizan un andlisis tanto del estado actual como del pasado dle las cuestiones ligadas a la parentalidad. Lo que se expresa de Jun modo fantasioso en esos discursos son las transformaciones dle los sistemas de gobierno y de poder en la sexualidad y la vida jue se presentan en las sociedades occidentales, una crisis en los modclos politicos de esos poderes que alejan cada vez més resueltamente el recurso al modelo paterno. Michel Foucault habia empezado a despejar la dialéctica compleja de las relaciones entre sujeci6n y subjetivacién segiin na nueva modalidad que permite salir de una concepeién sim- Plista del poder, Los sujetos son el resultado de tecnologias de » FIN DEL DOGMA PATERNO poder histéricas por reconstituir, al mismo tiempo que de su resistencia a estas sujeciones. “El principal desaffo de la lucha reside, precisamente, en la constitucién de sujetos definidos por sus maneras de gobernar, de ser gobernados y de gobernar- se para no serlo” + Desde esta perspectiva, la resistencia, la obs- tinacién en no dejarse gobernar, ocupa un lugar principal. En estas condiciones, las finalidades que se alegan a propésito de la emergencia del sujeto en el psicoanilisis, en su versién freu- diana, lacaniana u otra, no son separables de las grandes divi siones que reinterpretan en nuestras sociedades la cuestién del sujetamiento, del poder y de la obediencia, o de la resistencia. En ningiin caso pueden presenttarse como su fundamento. La cuestin de la subjetivacién se despliega en un momen- to histético en que abjertamente se trata al individuo ya sea ‘como un potencial explotable, invitado a explotarse a si mismo en todas sus potencialidades y en todos los sectores de su exis- tencia, ya sea como el objeto ambiguo de una solicitad huma- nitaria, en el caso de que ya no sea solvente. = Conel nombre de “ética” se esboza la cuestién fundamen- tal del Iazo entre la subjetivacion y la obediencia o Ia resisten- cia, Pero la relacion entre la “soluci6n paterna” y una valoriza~ Gién mas o menos sutil de la sumision a la ley es estrech: devenir sujeto es como, en virtud de una evidencia, someterse a la ley (del padre). Si, por el contrario, se puede entrever que Ja solucién paterna no ¢s la tinica relacién que los sujetos pue- den mantener con Ia ley, sino un momento totalmente particu lar, entonces se vuelve posible concebir una concepci6n de la subjetividad completamente diferente. El poder ejercido en forma de relaciones parentales, a su vez. dominadas desde hace tanto tiempo por el poder paterno “natural”, sirvié como modelo al poder politico. Tal ver ha llegado el momento de desnaturalizar las representaciones del poder psiquico mismo, que tradujeron en el desarrollo y en la subjetivaci6n las relacio- nes de subordinacién, de sumisién, que han predominado en lo que yo denomino la solucién paterna. Fn estos cambios, emerge cad vex més claramente la cues- tién de lo que termina por llamarse “sexualidad”. Ahora bien, INTROOUCCION u ho mas que ayer, la sexualidad no es solamente, hoy, el conti- hente turbulento y ahistérico de lo sexual en general; es mucho mas el material de una politica del sexo, terreno en el cual se enfrentan las empresas de normalizaci6n sexual, con sus aspec- tos discriminatorios y las resistencias que acarrean a cambio. Fste es el terreno en el cual maniobran las consideraciones que na los destinos del “Padre”. He aqui, en el fondo, el objeto de esta obra: desde los tiem- jos mas antiguos, la relacién con el hombre dominante, que ¢s nr gp social fondamentl de les sotiedades, compone Is figw- '» lel Padre La realidad biolégica de Ia participacién del hom- ‘we dominante en la procreacion esti sometida a una serie de operaciones que apuntan a controlar esta tltima, a someter a ‘nujeres y nifios al hombre dominante. Uno de los aspectos mis \Jeterminantes de Ta realizacidn de este objetivo pasa por la sepa- uci6n organizada de la parentalidad, entre la mujer proveedora -y el padre de los ideales: separar tle los cuidados maternos y el Jes: separar al Iijo vardn de la madre después de haber dejado a ésta el mono- polio de los cuidados, abandonar a la nifia a la suerte de su inure. Estos son los esquemas que se reproducen de genera- 0n en generacién, en todas las sociedades conocidas, a través division sexual de la parentalidad. Su proyeccién ideolé- ffict ha tomado la forma de las diversas religiones, que se repar- arte de pastorear a los humanos. Occidente, sucede que el juego conjugado de la eritica ‘ientifica, el desarrollo de las relaciones mercantiles y la critica filosotica ha quitado toda ilusién a los fandamentos de la domi- cién en general, de la dominacién masculina en particular. No obstante, sigue intacta la cuestién de saber cudl era el ori- jen de la representacién dominante misma, si estaba privada de fundamento racional. En un primer tiempo, se repatrié al Padre celeste a la tierra mostrando que no era sino la proyec- ¢i6n de los humanos. Sin embargo, el limite de esta operacion ‘ef evidente, ya que no se sabe demasiado qué es lo que se ha Ployectado, es decir, un tipo de relacién entre los sujetos sexvados y entre las generaciones. La esperanza que ha traido 1 psicoanilisis, explicitamente, en Freud, ha sido ciertamente 2 FIN DEL DOGMA PATERNO lade analizar la base de las proyecsiones religiosas pensando en vvincularlas con las fuentes infantiles del funcionamiento psi- quico. No obstante, como se veri, esta operacién dio un giro brusco, porque extraiiamente “reencontré” en el funciona miento psfquico la relacién con el Padre dominante en las sociedades, sin examinar c6mo éste era reproducido, agregan- do en consecuencia a la variante religiosa del culto al Padre, ya maltrecho, las buenas razones del inconsciente. ‘Analizar la figura del Padre como formacién hist6rica es separar el vinculo entre el funcionamiento psiquico y las divi- siones de género y este fancionamiento con el dominio mascu- lino; es hacer que aparezcan los resortes de la reproduccién de esos funcionamientos en la divisiSn sexual de la parentalidad y cen sus procesos de transmisién intergeneracional. Hoy sabe- ‘mos -por los cambios ya operadcs en el dolor de largas luchas, pero también en la rapidez historica de la decisién politica, que, en algunas sociedades occidentales, la eternidad facticia del orden del dominio de los hombres sobre las mujeres y las generaciones ha sido un periodo histérico, que el tiempo rui- ddoso de los dioses y del Padre tiene los dias contados. La gran- deza del psicoandlisis consiste er participar en esta operacién. No pretende detentar la tiltima palabra, cuando todavia se necesitan varios lustros para deshacer el gusto por el culto al Padre. Pero al escudrifiar los mecanismos por los cuales la infancia de los sujetos los transforma en futuros adeptos al dominio masculino principalmente, el psicoanilisis hace al menos més laboriosa la reproduccién de lo mismo y nos vuel- ve mis resistentes. PLANITEOS, PERSPECTIVAS, El discurso reaccionario tradicional deplora la pérdida de los poderes politicos y sociales del padre, que engendraria la declinacién de la funcién paterna estructurante de los sujetos. De este modo, al vincular confisamente el dominio del padre INTRODUCCION a madre y el nifio con el ejercicio de la funcién parental jpor el lado del padre, se nutre Ia nostalgia infatigable de los ‘lens antiguos bienhechores y se orquestan las angustias del ‘cambio. En otras palabras, este discurso identifica desestructu- fuciones, pero las interpreta de manera errénea, atribuyendo \nvlebidamente vireudes imaginarias a los érdenes pasados. No © porque el padre “hacfa la ley a la madre” que el orden anti- vo era hasta cierto cs “estructurante”, sino porque habia una ley. Habrd otras. Por su parte, el discurso de Ja “liberaci6n” apoya, por el eontrario, todas las medidas tomadas para poner fin a la domi- Jnacion masculina, privando a los padres de sus poderes uno tras ‘otro. Pero subestima los efectos negativos de la alteracién de Ins formas familiares, que las investigaciones obstinadamente Iwncen salir a la luz, y en particular el hecho principal de que la Imilia instituida, que tiende a conceder un lugar concreta- {uente preponderante a las madres, criticé no solamente los fjoderes de dominio de los padres (lo cual es indispensable), sino también Ia posibilidad misma en los padres de ejercer su fncion parental en un pie de igualdad con las madres. De alli, {omo veremos, las reacciones conservadoras de derecha (retor- ino al patriarcado) o de izquierda (revalorizar la funcién pater~ 1), la autoridad del padre, ete. {Cudl es el planteo central? Se trata de la divisién de género de Jn cwidados prodigadas a los niios, es decir el hecho de que “natu- talmente” se supone que quienes se ocupan de los nifios son las Ihuidres. Esta atribucién de los cuidados a las mujeres es masiva ‘on las sociedades tradicionales. Esté relativizada en los princi- pilos en las sociedades que ventajosamente se presentan como ‘odernas, incluso “posmodernas”, pero es igualmente automé- tiea, Incluso ese naturalismo es el que concentra de modo amplio ~de derecha a izquierda, de manera aplastante, no s6lo ‘en los discursos sino en la organizacién politica la organizacién Alel trabajo y la atribuci6n de los cuidados infantiles. 1 fp) Bl interrogante que este libro no haré més que abrir es el ‘siguiente: zqué es lo que reproduce esta atribucién de los cui- dios? La respuesta hacia la cual se orienta es que el coraz6n » FIN DEL DOGMA PATERNO. de este proceso es el universo del trabajo. Desde comienzos del siglo pasado, los idedlogos describian, no sin pertinencia, la declinacién del padre como vinculada con la produceién, con las empresas, por cuanto los padres estin entregados, atados de pies y manos, a la dictadura del trabajo. Ciertamente no es casual que el tinico estudio psicoanalitico que se ha interesado, en Francia, por la psicopatologia psicoanalitica del trabajo otorga una importancia central a los funcionamientos psiqui~ 08 que estin sometidos a la ideologia de la “virilidad” en todos los niveles de las empresas.5 En consecuencia, hay que poner en perspectiva la cuestién del, padre de un modo muy diferen- tea como lo esti en los lamentos por el padre potente del pasa- do, tinico padre “estructurante”, y considerar en paralelo el tra bajo donde el Padre prosigue con su ejercicio despiadado, especialmente sobre los padres sometidos. Distingamos, en primer lugar, Ia cuestién de la pérdida de Jos poderes politicos de los padres (que permite, por el contra- rio, una més libre dedicacién al nifio por parte del padre), y su sujecién al trabajo, que los descalifica y acarrea los efectos negativos que luego se deploran. El padre no es ni un apéndi- ce de la madre ni una segunda madre. Pero la cuestién crucial ¢s la de las condiciones efectivas de la parentalidad. Hasta que la distribucién de los roles no sea igualitaria, no aparecers la verdadera especificidad de la funcién paterna, Esta realidad politica es la que le pondré limites al “poder de las madres”, incriminado luego por nuestros “psis” como toxico, cuando en rigor ha sido instaurado por los propios hombres. Evidentemente, cabe interrogarse sobre la fuerza de los pre- juicios, que bloquea la implementacién de un ejercicio brado de la funcién parental. Sin duda surgiré la tentacién de esperar del psicoandlisis una aclaracién sobre este punto. No es gue falten, en el psicoanilisis, textos esclarecedores sobre la “primacia inconsciente del falo” y el “rechazo de la feminidad” capaces de iluminar los resortes inconscientes de los mecanis- mos sociales de dominio. Pero la relacién entre estos movi- mientos inconscientes y las formas sociales que los utilizan las mis de las veces es muy extrafia. La invocaci6n del inconscien- INTRODUCCION % Ww sucle tender a desplegarse en forma de llamado de una potencia universal, irreductible, que invita a moderar, con un ‘sscepticismo “de buena ley”, toda perspectiva de cambio, ;no Nablemos de cualquier trastorno un poco enérgico! Por lo la simple mencién del término mismo “igualdad” des- i, en el mejor de los casos, una discreta sonrisa de ‘entendido en quienes conocen (y no se hacen rogar para invo- ‘r la prueba del divén) las ilusiones que puede designar este \érmino, habida cuenta de los abismos de “la desigualdad en 4 inconsciente”, que exploran en el batiscafo analitico. Ahora bien, ocurre que esa misma sonrisa es familiar por fuera del Jpsicoanilisis: es la de todos aquellos que repiten el discurso .gado de confirmar las relaciones sociales de sexo domi- antes. De alli a pensar que no ¢s tanto al psicoandlisis al que Meberiamos estos “esclarecimientos”, sino a un. prejuicio social en el cual “el psiccandlisis” no tendria nada que hacer, mis que un paso, que, por supuesto, hay que dar ale- te. En consecuencia, no se trata de recordar, a propésito de tal ‘9 cual realidad empirica, el “punto de vista del psicoanalista”, sino que, primero, partiendo de la construccién social e hist6- fica de algunos datos de la parentalidad, se trata de examinar en rer lugar emo se inscriben los mecanismos inconscientes, u composici6n. Voy a examinar la manera como los psico- analistas se han dedicado, a partir del momento en que se han preocupado por ello, a describir esta inscripcién. Por iiltimo, yoy a seguir la evolucién paralela de las transformaciones de las tealidades sociales y los abordajes psicoanaliticos, que es de la inayor importancia para discriminar lo que verdaderamente es ‘wn abordaje psicoanalitico, que abre perspectivas te6ricas y clt- nicas, y lo que es una forma sutil de normalizacién que varia al spas de las relaciones de fuerza, dado que la norma de hoy puede esbozar el rostro de la aberracin de mafiana. En una palabra, el psicoanilisis ha vinculado desafortunada- mente la suerte de sus construcciones mis determinantes (Edipo) con formas histéricas contingentes, al punto de que con todo derecho podemos preguntarnos si algunas construc- pr % FIN DEL DOGMA PATERNO. mnes no son un caleo puro de las relaciones sociales del ‘momento. Por ende, hay que examinar: 1. Por un lado, cual es la parte propiamente analitica y la parte politica de las construcciones de la paternidad en psicoa- nilisis. 2. Y luego cémo, de formas diferentes, con posiciones poli- ticas y analiticas opuestas, ha intervenido en la reestructuraci6n, de otra figura del padre, distinta de la del patriarca, a la que yo denomino “el Padre”. En otros términos, es un falso problema preguntarse ansio- samente: gqué ser del padre, que ya no tiene los poderes que les correspondian a los padres desde el patriarcado hasta el dlti- mo cuarto del siglo xx (en Occidente)2, ge6mo van a ejercerse sus funciones psiquicas si ya no dispone de ellas? Consideraré que existen varias figuras hist6ricas de la paternidad, entre ellas Ja del Padre, figura provista de caracteristicas particulares y reproducida hasta fines del siglo xx. Cada una de esas figuras reproduce sujetos a su manera, segiin esquemas que declinan Jas posibilidades del Edipo. Luego, es menester preguntarse cémo cada figura de la paternidad construye su funciGn de padre, con sus condiciones nuevas y con las ruinas de las antiguas normas. La resistencia a ver la declinacién del Padre, cuando la realidad atestigua abun= dantemente la liquidacién de los poderes del Padre, no s6lo es tuna ilusién te6rica. Es un fenémeno del mismo orden que la relacién nostilgica de muchos en las democracias modernas con la realeza, con la religi6n, con la artistocracia. No es que haya ‘un miicleo inconsciente “aristo-realista-religioso”, anclado en el psiquismo de cada uno de nosotros, que acaso los psicoanalistas estarian muy naturalmente habilitados a explorar. Por el contra- rio, los resortes inconscientes y las figuras de las formas anterio- res del poder se transmiten y su culto se mantiene. En la primera parte, voy a examinar los modos en que se cuenta Ia historia del Padre que, como veremos, se limita a pasar en limpio la leyenda difundida durante la instauracién de |a figura de “el Padre”, analizando en qué condiciones una his- toria real de los padres podria darse un objeto. Si, como sosten- InrropucciON ” o, “el Padre” es una organizacién psiquica hist6rica del poder, fo trata de analizar e6mo se inscriben sus transformaciones en las tle la familia en Occidente, en la desestructuracién de las refe~ ‘wncias familiares, especialmente religiosas, y en las recomposi- ones politicas de la familia con el impulso de los movimientos Joministas y de todos aquellos que reclaman la autonomifa de la ‘loccidn individual, lo que se traduce en las politicas sociales. En la segunda parte, se trata de poner en evidencia, en Vreud yen Lacan, quienes han planteado lo esencial de la figu- 1 psicoanalitica de la patemnidad, la distincién entre elementos sencrales del Edipo y rasgos de la figura paterna vinculados a ecient da cian) yin ine foyuntura histérica. Los elementos asf diferenciados también ‘tin articulados. En un espacio social donde domina la figura dhe “el Padre? (con sus poceres, su intervencién decisiva en la wnulre y en el hijo), el modo de resolucién del Edipo va a Aulquirir la forma de lo que llamo “la solucién paterna”,é cuyos Jepectos detallo, Pero en la representacién comiin del psicoa- Auilisis, In factura histérica de la solucién paterna esté denega- ty la famosa funcién del padre, con sus componentes muy par- Aiculares, esta dada como shistorica (“desde siempre” el padre tiene la funcién de separar al hijo de la madre). En la tercera parte, se crata de plantear los jalones de una storia de las transformaciones de la figura de la paternidad en | tanscurso del Gltimo medio siglo en Occidente. Por cierto, Juy que admitir que el esquema de la declinacién, redoblado (on el tema adormecido de la novedad (los “nuevos padres”), jormite relanzar indefinidamente la nostalgia del verdadero pure (el Padre del patriarcado) e interrogarse con angustia sobre las consecuencias “psiquicas”, evidente y necesariamente siempre draméticas, de su liquidacién. Si se sale de esta repre- jentacién angustiada, primero queda seguir los avatares de la Mleconstrucci6n de la solucién paterna a la que asistimos y en la {que participamos en directo, con Ia invencién de nuevas formas dle paternidad y de parentalidad. En la cuarta parte, recorté el anilisis de las controversias que, a partir de los afios 1980 y sobre todo 1990, en particular ~ FIN DEL DOGMA PATERNO. en Francia y en los Estados Unidos, van a concernir al Padre en sus relaciones con la sexualidad: la inscripcién de esta figu= ra paterna en las transformaciones de las relaciones de sexo y de género, en los debates sobre la seduccién por parte del padre y en la desestabilizacién de su relacién considerada un poco répidamente como natural de la heterosexualidad. ‘Veremos que, en esta crisis ~que, después de haber desalojado al Padre del poder politico stricto sensu, después de haberlo des poseido del control de la procreacién, tiende a corroer sus pri= vilegios més tenebrosos en el terreno de la dominacién sexual el Padre es objeto de un tiltimo restablecimiento al ser promo vido al lugar central de un orden simbélico, fabricado entre 1985 y 1995 para justificar la oposicién al alza de las reivindi~ caciones liberales en materia de procreacién y sexualidad. Voy a examinar metédicamente las salidas que los psicoanalistas han tratado de encontrar para armonizar sus concepciones de la sexualidad y las relaciones de sexo con las exigencias colectivas de libertad e igualdad. No hay cabida para las ilusiones: los encantos del Padre son poderosos, tanto més potentes cuanto que han sido reforzados desde hace unos treinta afios, por el coro de los partidarios del Padre dentro del propio psicoanilisis, $i el Padre del patriarca~ do es una estructura inconsciente, universal, lo que se pone en juego para el sujeto es Ia sujecién a la funcién del padre. Jano bifronte: por un lado el Poder, por el otro la Funcién de las fanciones. Lo que se trata es de dejar a la mitologia justamen- te este monstruo, para comprometer al psicoanélisis en un tra~ bajo prosaico, menos heroico, el de las complicaciones de la paternidad de nuestros dias. Habida cuenta de las intrigas cuyo teatro es el asunto paterno, no se juzgaré instil, espero, que me haya tomado la molestia (pero también el placer) de identificar, demostrar y analizar tantas construcciones heterogéneas que impiden pensar. El objetivo de este trabajo se habria alcanzado si, al despejar de tal modo las perspectivas, tendiera un puente para proseguir. Pues cuando los partidarios del Padre-reconducen arrogan- tes el discurso inmemorial del orden antiguo, se produce una INTRODUCCION » \ntimidaci6n insidiosa, tanto més temible cuanto que en lo sucesivo se eerce en el terreno del divin. Freud habia situado, ‘09 sus relaciones con el pastor Pfister, las posibilidades de que «| psicoandlisis fuera empleado para transmitir mejor la leccién tel Evangelio, lo cual era el objetivo no disimulado de Pfister, como buen pastor que era bajo el habito de psicoanalista. A pesar de este buen comienzo, la construccién sintomitica del Pailre, el sindrome paterno-religioso atraves6 hasta aqui el psi- {oanilisis ~el cual lo incorpor6~ mis de lo que éste tltimo ana liv6 sus resortes. Sinos sustraemos a la atraccién del complejo religioso, cuyo ypecto central es el Padre, es posible concebir una redistribu- cin determinante del lugar del psicoandlisis mismo; y no es jpor cierto el desafio menor de este trabajo. Hace ya unos trein- {u aiios, hemos terminado por ver la constitucién de una visién ‘extraiia del psicoandlisis. En efecto, a medida que las transfor- tnaciones de las relaciones entre los sexos fueron trastornando ‘en la sociedad occidental las estructuras de la familia, del pparenteseo, del ejercicio social de la sexualidad, pudo parecer el psicoanilisis tenia intereses comunes con los esquemas 4s tradicionales, justamente descartados, como si su vocacién siempre fuera recordar alguna norma inconsciente. Por el con- ario, sin movilizar lo imaginario de la “revolucién psicoanali- fica" se puede sostener una versién muy diferente, que se intentaré ilustrar en las paginas siguientes y que se resumirfa en algunos puntos muy simples. Up Hay psicoandlisis, desde Freud, allf donde hay produccién interpretacién de relaciones inconscientes, que son algo diferen- te de las normas sociales, aunque evidentemente no se desarro- lien por fuera de Ia historia. Tratindose de la figura que nos ocupari, el Padre, que jue la contribucién psiconaliti- ‘1 es njtidamente situable ea la produecién de los mecanismos ‘edipicos en el senti mplio: una fect amor y de odio, de identificaciones entre hijos y padres que hunéa antes habia sido formulada, cuando en realidad parece ser de una formidable evidencia en sus principios. El anilisis de x» FIN DEL DOGMA PATERNO biantes: el trabajo psicoanalitico se realiza con el funciona~ miento de los contemporsneos de Freud, de nuestros contem= pordneos, con nuestras referencias, incluso nacionales, gene~ ralmente identificadas con la esencia del “orden simbélico”, que data de ayer. En consecuencia, se puede considerar que el psicoanilisis no es ese trabajo de conservacién museolégica de las relaciones familiares arcaicas al que desde hace ya demasia- do tiempo se dedica una minoria de analistas pusilinimes, sino la interpretaci6n ingeniosa, a veces genial -dado que no acep- ta concesiones, impavida, fel a la famosa “neutralidad” del pro- ceso analitico-, de las estrategias inconscientes puestas en mar~ cha en todo lo que concierne a las relaciones de sexo, de parentesco, de filiacién. El psicoandlisis del Padre, por lo tanto, no es en absoluto el recitado del “En el nombre del padre” (aire conocido desde los Padres de la Iglesia): es el anilisis prosaico de las estrategias de reconocimiento y de no-reconocimiento por parte de los padres, relacionadas con los poderes que ejer- cen, de los procedimientos de denegacién de la paternidad ‘empleados por las madres para hacer que fracasen esos poderes © ejercer los suyos cuando acceden a ellos. Por ende, mis que vestir al psicoandlisis con la mortaja de las leyes del ayer o, peor atin, de “la Ley”, se deberia ser més sensible alas exigencias inédi- tas que el psicoandlisis represent6 para sus contempordneos y que estin tomadas de Ja experiencia, con los analizantes adultos, nifios adolescentes, y de las innumerables devastaciones que no evita ninguna disposicién de ley. El psicoanilisis no es el Supery6 severo de la época que recordaria “al Padre”: es mucho més el memorial molesto para cada uno, formulable, posiblemente puesto en comin, de los procedimientos incons~ Cientes inventados sin cesar para herir al otro y gozar del otro, y no seguir el propio deseo por cuanto no equivale a esas fina lidades. El psicoanilisis se ha vuelto conveniente al tiempo que nos quieren contar, en serio, que los viejos tiempos del Padre eran estructurantes y los nuestros decadentes. El historiador se sonrfe ante estas cantinelas sobre el alza de la violencia, refres- cando la memoria de los amnésicos que.no habrian sobrevivi- do hace poco para erigir su diagnéstico angustiado.® Por lo INTRODUCCION a tanto, hay que invertir resueltamente el anilisis. Ese Padre no era mejor “antes”. Pero no empecemos a volvernos exigentes; ya no nos satisfacemos, dado el resultado obtenido con los ana- lizantes, con ese fantoche, con ese Gran Lobo Malo: el psicoa- nilisis lo ha cuestionado, lo puso a trabajar, le dio un ultim: Jum. Incluso se las arregié bastante bien, contrariamente a lo aque se dice por doquier, hace algunas décadas. ;Un esfuerzo nis...! Lejos de declinar, emerge. Exit solamente Sefior Paterfamilias. Notas |. Lebrun, JP, Un Monde son limite, Eres, 1997, pigs. 46-47. Véase del tor Les Nowweau Desert d ae, Exes, 2000 (trad. esp. Un mundo sn lite, Barcelona, Ed. del Serta, 2003). 2. Zafiropoulos, M., “La soluion paternelle en déelin?", en Ler Solutions ‘wiales de Fincnscient, Scthropos, 2001, pag. 6. 3. André, S, L'Univer contestationnare, Payot, 1968. i: Feher, M, “Les interrignes de Michel Foucavl", L'dctualité de Micbel Ponce, Kachala, 2002. 5. Desjours, C.,Souffrance en France, Le Seuil, 1998. (6. Tort, Michel, “La solution paternelle", Ot en et le prychanabye?, Actas 4h coloquio de Espacio Analitco (1998), Exés, 2000, pags. 89-99. 1. Robert, M., La Revelation pyebanaytgae, Payot, 1964, 8. Dal, G., “La paranoia dune société obsédée par Is violence”, ivraton, 24 de diciembre de 2004, pig. 32.

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