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Un pe apei mi madre amanecié afiebrada. Sudorosa y exte- nuada entre las sébanas, se acercé penosamente hasta mi padre, esperando de él algiin tipo de asistencia. Mi padre, de manera inexplicable y sin el menor escriépulo, la tom6, obli- gandola a secundarlo en sus caprichos. Se mostré torpe y dila- tado, parecia a punto de desist, pero huego recomenzaba ata- cado por un fuerte impulso pasional. La fiebre volvia extraordinariamente ingravida a mi madre. Su cuerpo estaba librado al cansancio y a una laxitud exaspe- rante. No hubo palabras, Mi padre la dominaba con sus movi- ientos que ella se limitaba a seguir de modo instintivo y des- mafiado. Después, cuando todo terminé, mi madre se distendié entre las sdbanas, durmiéndose casi de inmediato. Tuvo un suefio plagado de terrores femeninos Esc 7 de abril fui engendrado en medio de la fiebre de mi madre y debi compartir su suefio. Sufri la terrible acometida de los terrores femeninos. AL via sicumnre, el 8 de abril, el estado de mi madre habia empeorado notoriamente. Sus ojos hundidos y el matiz de incoherencia en sus palabras indicaban que la fiebre seguia elevando su curso, Sus movimientos eran sumamente dificul- tosos, aquejada por fuertes dolores en todas las articulaciones, 1a sed la consumia, pero la ingestién de liquido la obligaba a un esfuerzo que era incapaz de realizar. El sudor habia em- Papado totalmente su camisa de hilo, y el pelo, también empa- ado, se le pegaba a los costados de la cara provocéndole erup- Giones. Mantenfa los ojos semicerrados, evitando la luz que 147 empezaba a iluminar la pieza. Su cuerpo afiebrado temblaba convulso, ‘Mi padre la contemplaba con profunda desesperaci6n. Sin duda por terror, la tomo al amanecer sin mayores exigencias y de modo fugaz e insatisfactorio. Ella aparenté no darse cuenta de nada, aunque se quejé de fuertes dolores en las piernas que mi padre quiso despejar froténdola para desentumecerla, Al igual que el dia anterior se durmié répidamente y volvid @ sofiar, pero su suefio contenfa imagenes distantes y sutiles, algo asi como la eclosién de un volcdn y la caida de fa lava. Recibi el suefio de mi madre de manera intermitente. El color rojo de Ja lava me caus6 espanto y, a la vez, me llené de iibilo como ante una gloriosa ceremonia. Llegué a entender muy pronto mis dos sensaciones con- trapuestas. Fra, después de todo, simple y previsible: ese 8 de abril mi padre habia engendrado en ella a mi hermana melliza. Fur mvvapipo esa mafiana por un perturbado y caético estado emocional. La intromisién a mi espacio se me hizo insoporta- ble, pero debi ceftirme a la irreversibilidad del hecho, BI primer tiempo fue relativamente placido, a pesar del vago malestar que me envolvia y que nunca logré abandonar del todo. Eramos apenas larvas Tlevadas por las aguas, maneja- das por dos cordones que consegufan mantenernos en espa- ios casi auténomes, Sin embargo, los suefios de mi madre, que se producian con gran frecuencia, rompian la ilusiOn. Sus suefios estaban forma- dos por dos figuras simétricas que terminaban por fundirse ‘como dos torres, dos panteras, dos ancianos, dos caminos, Esos suefios me despertaban una gran ansiedad que des- pués empezaba lentamente a diluirse. Mi ansiedad se traslucta en un hambre infernal que me obligaba a saciarla, abriendo 148 compuertas sométicas que atin no estaban preparadas para realizar ese trabajo. Luego me dejaba llevar por una modorra que podia con- fundirse con la calma, En ese estado semiabilico dejaba a mis sentidos fluir hacia el afuera, ‘Mr mapee, una vez repuesta, seguia con su vida rutinaria, mos- trando una sorprendente inclinacién a lo comtin. Era més fre- cuente en ella la risa que el Ilanto, la actividad que el descan- so, el actuar que el pensar. A decir verdad, mi madre tenia escasas ideas y, Jo mas irri- tante, una carencia absoluta de originalidad. Se limitaba a rea- lizar las ideas que mi padre le imponia, diluyendo todas sus dudas por temor a incomodarlo. Curiosamente, demostraba gran interés y preocupacién por su cuerpo. Constantemente afloraban sus deseos de obtener algén vestido, un perfume exclusive © incluso un adorno demasiado audaz, Mi madre posefa un gran cuerpo amplio y elastico. Su cami- nar era ritmico y transmitia la impresin de salud y fortaleza. Fue, tal vez, lo inusual de su enfermedad Io que enardecis genitalmente a mi padre cuando la vio, por primera vez, inde- fensa y disminuida, ya no como cuerpo enemigo sino como una masa cautiva y décil. ‘Tooa esa nuviNA constitufa para mf una falta radical de estimu- Jos que no me permitian sustraerme de mi hermana melliza, quien rondaba cerca mio, Aun sin quererlo, se me hacian ineludibles su presencia y el orden de sus movimientos e intenciones. Pude percibir muy precozmente su verdadera indole y, lo mas importante, sus sentimientos hacia mi, 149 Mientras yo batallaba en la ansiedad, ella se debatia en la obsesién. Ante cada centimetro 0 milimetro que ganaba se le

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