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FERNAND BRAUDEL LAS AMBICIONES | DE LA HISTORIA Edicion preparada y presentada por ROSELYNE DE AYALA Y PAULE BRAUDEL Prélogo de Maurice AYMARD Traducci6n castellana de Maria José FuriO CRITICA BARCELONA Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacién escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprogratia y el tratamiento informético, y la distribu- cién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo piblicos. Titulo original: LES AMBITIONS DE L’HISTOIRE Cubierta: Joan Batallé Tlustracién de la cubierta: B. Gozzoli, Cortejo de los Reyes Magos (detalle). Fresco. Florencia, Palazzo Medici-Riccardi. Foto: Alinari-Giraudon Fotocomposicién: Punt Groc © Editions de Fallois, 1997 © 2002 de la traduccién castellana para Espafia y América Eprroriat Critica, S.L., Provenca, 260, 08008 Barcelona e-mail: editorial@ed-critica.es hutp:/www.ed-critica.es ISBN: $4-8432-351-X Depésito legal: B. 16.309-2002 Impreso en Espafia 2002.— A & M Grafic, Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona) Capitulo II GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO el espacio es més importante que el tiempo. Kari Hausnorer ---bajo la superficial agitaci6n de los acontecimientos circula en profundidad la gran corriente tibia que nos mueve sin alarma y sin indiferencia. Nosotros somos bastante mis las olas de ese movimien- to, los instantes de este imposible recorrido que la arcilla de la tierra. Gaston Roupnet Historia y destino, 1943 La GEOGRAFIA, CIENCIA INACABADA La goografia no se limita al estudio de la tierra, se extiende a todo lo que vive sobre la tierra, especialmente al hombre, a la vida econémica, social y politica del hombre. ANDRE SIEGFRIED Curso de geografia humana, 1941 Renunciemos a considerar a los hombres como individuos. ALBERT DEMANGEON Problemas de geografia humana, 1942 Los gedgrafos lo saben bien: la geografia es una ciencia inacabada. A pesar del dinamismo de su ensefianza, esa revolucién de ayer; a pesar de 54 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA la cantidad y la calidad de los trabajos realizados, de las tesis, libros, revis- tas, colecciones, atlas, manuales escolares; a pesar de la excelencia de los métodos seguidos; a pesar de todas sus riquezas, la geografia esta incluso terriblemente inacabada. {Como todas las ciencias del hombre? Si, por supuesto, pero todavia més que esas otras ciencias porque es mas compli- cada y mucho més antigua que todas ellas, si se excepttia la historia; es, en realidad, una aventura intelectual muy vieja que se confunde por sus ori- genes con los primeros pasos firmes del pensamiento y de la reflexin de los hombres. Se diga lo que se diga, no empieza en Humboldt o en Ritter o en Ratzel, 0 entre nosotros, en Vidal de la Blache. Herodoto no es sola- mente el padre de la historia, es también el padre de la geograffa, de esta geografia tan cambiada desde entonces y tan parecida a sf misma, rica en experiencias y en tareas apasionantes pero numerosas, confundida con frecuencia en sus tradiciones, comprometida en muchos falsos problemas, complicada incluso por sus potentes adquisiciones recientes pues, a lo lar- go de este tiltimo medio siglo, extendid muy lejos y répido el campo de su trabajo horizontal, a expensas de los territorios de las demés ciencias, las de la naturaleza més atin que las ciencias del hombre. Y todo imperialis- mo entorpece. {Existe acaso en las ciencias del hombre un campo de rea- lidades mas vastas y heterogéneas que el suyo? Ahi tenemos por qué los movimientos de la geograffa no siempre pa- recen bastante libres, bastante flexibles para volverse ostensiblemente ha- cia lo real 0, lo que poco mas o menos viene a ser lo mismo, para definir- se con firmeza, para elegir entre sus tareas posibles y clasificarlas segiin su grado de importancia en relaci6n al hombre. Hay una crisis de la geogra- fia. Comprenderlo equivale a aclarar nuestra propia crisis de la historia. Ocurre con la geograffa como con la historia: en lugar de ayudarla siempre, su pasado la abruma o, cuando menos, la entorpece. En 1942 to- davia se presenta (véase la preciosa Guide de André Cholley)' como una descripcién de la tierra; la etimologfa primero, ;n0? Lo mismo que la his- toria en 1942, como ya hemos dicho, la geograffa también se presenta siempre como relato, como una ciencia de lo evenemencial, aunque sin ser consciente de ello, lo cual agrava la situaci6n. Y los resultados son los mis- mos: de un lado, los acontecimientos, las peripecias, los gestos de los gran- des © supuestos grandes hombres, una completa historia de superficie: de otro lado, simétricamente, las descripciones, los viajes, toda una geografia también de superficie. De una parte, el arte del narrador; de la otra, obli- gatoriamente las notas, los recuerdos del viajero y en el pasado los re- " cuerdos, mas prestigiosos si cabe, del explorador. Reconozcamos que muy a menudo en estos terrenos estamos lejos de 1. Guide de 'étudiant en géographie, 1942. GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 55 la ciencia con C mayiscula. Describir es ver lo particular, captar la vida y, en verdad, es eso lo que pide el ptiblico, pues la historia y la geograffa si- guen siendo para él medios conocidos y ya acreditados de aventura que le permiten evadirse de los tonos grises de la vida corriente, de los caminos de desorientacién y de suefio. Con frecuencia es nada més eso; ya es mu- cho. Aquf tiene, al alcance de su mano para que no se mueva (y a todos les gustaria moverse), pafses que no visitara y adonde viajara mentalmen- te si gusta. Pensemos qué desea el lector: ver con el mayor detalle, tener la impresién de estar ahi. {Qué tentaci6n aparejar, largar velas para llegar hasta los paises extranjeros y exdticos que estimulan la nostalgia de todo el mundo! ;Cosas de literatura y de propaganda; cosas de la época! Del mismo modo, con las mismas velas al viento, con otro viaje, es posible abordar los paises del pasado... Primera linea: la literatura de carretera, de las estaciones, de los sleepings y de los steamers. Segunda linea: las vi- das noveladas y las crénicas del tiempo pasado. El historiador y el ge6- grafo se encuentran en la misma situaci6n: en el umbral de sus respecti- vos oficios, qué grande es la tentacién de detenerse en estas tareas iniciales, tradicionales, faciles y rebosantes de interés humano. Ser lefdo, conseguir que te lean, ,no es actuar? Ademas, describir es un modo de conocer: ver y ver bien es el primer cometido del gedgrafo. Y es una materia inagotable: cudntas regiones del mundo nos resultan geograficamente mal conocidas. Ademas de que, cuando el trabajo est4 terminado, casi siempre, antes o después hay que volver a empezar desde el principio, pues las palabras que utilizamos para pintar envejecen muy r4pido —como nuestras propias imdgenes, como to- dos nuestros pertrechos de viaje y de pintura. Hay que cambiarlos, reno- varlos, en fases muy préximas, tanto ms porque hasta la tierra se trans- forma, porque los pueblos evolucionan, continuamente hay que volver a visitarlos. La vuelta al mundo en ochenta dia de Phileas Fogg es de 1872. jQué pasado de moda esta! Yo dudo que siga divirtiendo a nuestros hijos majiana, e incluso hoy. Miren, el Marruecos del que me habla es el de 1935, pero no es, se lo aseguro, ya no es el Marruecos de 1942. La Améri- ca del Sur que visité entre 1935-1937 mucho me temo que se desvanezca entretanto, terriblemente cambiada en su ser después de tantos aiios de verse sometida a grandes adversidades. Estoy seguro también de que la Picardfa de Albert Demangeon (vista en 1905), esa Picardia sélida, pujan- te, sumergida en sus valles, apegada a sus llanuras de arcilla y a sus exten- sos campos de limo, un mundo que ofrece tantos valores seguros, ya no cuadra con su retrato antiguo. jEs pobre y fragil el esbozo que puede ha- cerse del mundo vivo! Apenas se ha secado la pintura, el modelo deja de parecerse a su retrato. Descubrir, redescubrir, describir, redescribir, la ta- rea es interminable. 56 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA «La escuela geogréfica francesa» hija de la vigorosa ensefianza de Vi- dal de la Blache no retrocedié ante la empresa; quiso ver y supo ver, e in- cluso ha alcanzado una especie de perfeccin en el arte de describir la tie- rra, una perfeccién sin parang6n en el extranjero, por Io que yo puedo saber, y que en nuestro pais nunca se ha destacado como seria necesario. Y sin embargo, jah{ tenemos uno de nuestros éxitos literarios! «La escue- la francesa» ha sido capaz de convertir la descripcién en un arte concreto, sobrio, evocador, de incontestable belleza, un arte de pintar segiin las me- jores tradiciones de nuestro pais. Al mismo tiempo, ha convertido el ofi- cio de geégrafo en un oficio al aire libre, un oficio de viajeros, de obser- vadores de lo real, casi de campesinos. Y no es este el menor de sus méritos. Vidal de la Blache ya ofreci6 el ejemplo, no el primer ejemplo por su- puesto, en su admirable Cuadro de la geografia de Francia. El suelo, el re- lieve, las superficies de agua, el cielo, la vegetacién (en sus lineas como en sus masas), e] conmovedor rostro humano de Francia, é1 supo captarlo con una maravillosa inteligencia, con una ternura menos romantica pero que no deja de recordar a Michelet, mediante una descripci6n densa, con ano- taciones breves, nerviosas, en trazos claros, incisivos y en colores francos, con un agudo sentido de la armonja de los planos. Todo ello con la so- briedad propia de un clasico; nada de florituras en esta escritura apreta- da, y quizd excesivamente apretada, del maestro. Todos los alumnos de Vi- dal han prohijado a su modo este sugestivo arte de la descripcién, adaptandolo cada uno a su propio temperamento y creando su propia es- critura, su estilo: en planos tratados con rapidez, de pinceladas largas, de una manera sencilla, es el estilo de Demangeon al describir su lanura pi- carda; mediante manchas precisas, plumazos, dejando enormes blancos, asi es el estilo tan diferente y tan personal de Jules Sion, un escritor de gran clase; mediante abundantes manchas de color, miltiples, menudas y apresuradas que invaden las péginas, con los colores de la tierra, los colo- res de las plantas, macizos boscosos, prados, grupos de casas, laderas solea- das, asf es la pintura de Maximilien Sorre en sus Pirineos orientales, don- de s6lo las manchas de sombra me parecen un poco raras; en los répidos y expresivos croquis, que rara vez destaca con colores crudos, descubrimos el estilo de Emmanuel de Martonne; mediante pinturas «divertidas», dirfa yo, caricaturescas muy a menudo pero siempre exuberantes de vida, se de- fine el estilo sorprendente de Emile-Félix Gautier, probablemente el mas importante de los gedgrafos e historiadores de expresién francesa en vis- peras de esta tltima guerra. En resumen, no creo que la verdadera litera- tura ofrezca demasiado a menudo algo equivalente a este tipo de escritu- ra ajustada, inteligente. El arte del paisaje es un arte exacto y refinado. Un gran logro, en suma, que subrayan a veces, aunque de manera algo cruel, GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 57 los ensayos de gedgrafos menos dotados que los jefes de filas. Después de todo, ,no tienen todas las escuelas de pintura sus artistas de segunda linea? Hay_otra manera de describir, y de describir mejor, que recurrir al es- cenario de la region natural. Esto supone descomponer un espacio, abiga- rrado por naturaleza, en pequeiios espacios que son aproximadamente del mismo color y donde los caracteres geograficos son sensiblemente iguales. Es romper la vidriera para descomponerla en sus fragmentos de cristal monocromos, romper Ia dificultad para comprenderla mejor. Y, ahf tam- bién, siguiendo a Vidal de la Blache y a Albert Demangeon, la escuela francesa ha producido numerosas obras de calidad. Ha hecho maravillas, principalmente en lo relativo a nuestro pajs; desde el trabajo clasico de Albert Demangeon, dedicado a la Ilanura picarda (1905), hasta esta tesis, reciente atin y digna de mencién, de Roger Dion sobre el valle del Loire (1933), otro estudio clasico. Es necesario que insista? En la literatura geografica internacional no hay nada que se pueda comparar a esos libros densos en los que viven y se iluminan las imagenes de nuestras provincias geogrficas. Digamoslo sin falso orgullo: gexiste en el mundo un pafs que se preste tan bien como Francia, con sus provincias y sus «regiones> a un estudio regional tan rico? En los paises nuevos 0 menos viejos que el nuestro, donde no hay hombres apegados a la tierra, arraigados desde hace milenios en su tra- bajo, en sus campos y en sus pueblos, donde no abundan como entre no- sotros esas «realidades» que son las «regiones», estos terrufios individua- lizados y caracterizados por la riqueza de su largo pasado y de una poderosa experiencia humana, ,existe una materia de geograffa regional que retina tanta belleza y tanta fuerza? Seguramente no. Nosotros posee- mos por Io tanto admirables imagenes de Francia, y sobre su modelo, di- bujadas por nuestros gedgrafos, admirables imagenes del mundo. Todas deberén recitificarse, antes o después, pues es la ley inevitable del género. Describir. Pero falta explicar. La geograffa es una «descripcién racio- nal»; se ha consolidado a Io largo de estos tiltimos cincuenta afios, e inclu- So antes, como una ciencia del paisaje, o digdmoslo de forma més precisa, un estudio cientifico del medio natural 0 geogrdfico 0, més exactamente atin, del medio fisico y biolégico, esas formulas que en términos generales sirven para designar «el entorno» de la vida de los hombres del que ha- blan los geégrafos americanos. Es por lo demas en este estudio del entor- no donde se han podido realizar los avances mas perceptibles, y Dios sabe con qué dinamismo. Desde luego que no sera a los gedgrafos de la Sor- bona, a partir de 1920, a los que podamos reprochar las pusilanimidades y las criticas esterilizantes de sus colegas de historia. ;Menuda diferencia! Aqui Sylvestre Bonnard, alla, todo lo contrario, la vida, el aire libre, los 58 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA grandes problemas humanos... Los verdaderos maestros de nuestra ju ventud fueron los geégrafos. El tinico reproche que cabe hacerles es, qui- zs, el de haber estado, a nuestro juicio, més cerca del mundo fisico y de Sus certezas que de lo humano y de su desconcertante complejidad. No hay manuales perfectos, escritos de una vez y para siempre, ya lo sabemos, pero sf hay manuales preciosos que, siempre y cuando los actua- licemos regularmente, resumen todos nuestros conocimientos utiles. Asi, Tespecto a la geografia fisica, est4 el hermoso manual aleman de Alfred Philippson. En francés, tenemos el admirable Tratado de geografia fisica de E. de Martonne. Afortunados estudiantes, demasiado afortunados es- tudiantes de geograffa, me dirdn ustedes. No habré ningdin problema de tectonica, de climatologia o de hidrografia que pueda parecerles compli- cado. Estudiantes en exceso afortunados, tal vez, pues serdn demasiado Proclives a caminar tras las huellas de los pasos de sus antecesores, La verdadera vida del espiritu se obtiene al precio de plantear nuevos pro- blemas y asumir nuevos riesgos, ;Ay de los intelectuales sin inquietudes! iAy de los discipulos aborregados! Afortunadamente, siempre y cuando se quiera estar atento, las verda- deras, las enriquecedoras dificultades empiezan tan pronto se trata de po- ner al hombre en escena y en acci6n. Ya sea indirectamente cuando trate- mos de geografia econémica, ya sea directamente, cuando abordemos los vastos y dificiles problemas de la geografia humana, una ciencia pendien- te de constituir, de delimitar y afirmar. En lo que concierne a la econo. mia, disponemos de buenos estudios, de herramientas excelentes y de vi- siones te6ricas y practicas de la economia politica que el gedgrafo muy a menudo ignora, lo sé, pero que estan a su disposicién. Pero es cuando se trata de abordar directamente al hombre, cuando se intenta captarlo, cuando necesitamos verdaderas gufas. Vidal de la Blache no tuvo tiempo de acabar su Tratado de geografia humana cuyo texto inédito se publicé {ras su muerte, acaecida en 1918; son sus Principios de geografia humana (1922) unas notas admirables, pero no podemos Iamarlo libro. La misma triste aventura se repitié con Albert Demangeon (fallecido en 1940): de Sus Problemas de geografia humana, publicados dos aiios después de su muerte, sdlo las diez primeras paginas son nuevas. Son una introduccién perfecta, pero nada més, a una obra didéctica que atin seguiremos espe- tando durante mucho tiempo. Ojald sirva esta doble aventura de adver. tencia al menos en nuestro pais. Estos dos «descubridores» legaron de- masiado tarde a estas tierras tan nuevas de los problemas directos del hombre. Lo cual no quiere decir que no se haya hecho nada, en nuestro pais o en el extranjero, en tan apasionantes terrenos. Todo lo contrario, jcudntos estudios sobre la poblacién, sobre el habitat, sobre las ciudades y sobre los GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 59 movimientos de la poblacién! Cudntas obras excelentes sobre ésta o aquella cuestién de detalle. ;Cudntos hallazgos importantes, cudntos mé- todos acertados o puntos de vistas ingeniosos para cartografiar 0 explicar la moviente y compleja sustancia de la geografia de los hombres! Tampo- co todo es inttil en el libro demasiado descriptivo, demasiado simplista, que se queda demasiado en la superficie de los problemas, de Jean Bru- nhes, La geografia humana, que su discipulo Pierre Deffontaines acaba de resumir en una cuarta edicién Ilena de vida, avezada y bien actualizada. jCuantos comentarios sorprendentes y profundos en este libro apasiona- do que ha sabido detectar tantos problemas y, a menudo, formularlos con gran exactitud! No olvidemos, para ser justos, que su primera formulacién data de 1910, que es el libro de un pionero, con sus méritos y sus imper- fecciones, aunque no siempre resulte valido, también conviene decirlo, en 1942. Pero jqué complejo es el objeto de la geograffa humana! Repitémos- lo como han hecho tantos otros, aunque s6lo sea para no ser injustos con esos otros. Al principio de la ciencia geogréfica, hacia 1890, en la época de Ratzel, el verdadero fundador de la escuela geografica alemana, e incluso antes, en la época de Taine, se podia suponer la existencia de un estrecho vinculo entre el hombre y su medio, creer en los cables sélidos de un de- terminismo geogrdfico, tanto més faciles de captar porque eran més grue- sos. Pero pronto hubo que cambiar de tono. La escuela francesa, formada algo después, nunca crey6 demasiado en tal determinismo. Para Vidal, un medio geografico es un conjunto de posibilidades. Al hombre le corres- ponde elegir entre ellas, como entre granos que puede sembrar o no sem- brar; al hombre le corresponde «tomar partido», en eso consiste, resumi- do en dos palabras, el posibilismo vidaliano. Esta es también la tesis del brillante libro de Lucien Febvre, La tierra y la evolucién humana (1924). Aunque quiza demasiado inclinado (a mi juicio) a poner el acento, por reac- cidn, en la voluntad y en la libertad del hombre, es en tltimo término el Unico libro de método del que disponemos sobre estas dificiles cuestiones. Cabe preguntarse si en los circulos geogrdaficos se ha dado a esta obra toda la carga de significado que posee. Parece que se ha entendido tinica- mente como una advertencia, como un Ilamamiento a la prudencia, a los aquizds», a los «todas las cosas son iguales a fin de cuentas», a los «sin duda» de las mentalidades reacias. Y sin embargo... jcon cudnta violencia se lo ha llevado hasta las consecuencias de sus negaciones! En cuanto a los geégrafos alemanes, nunca creyeron en ese «posibi mo», en esas prudencias; han perseverado en su linea «ratzeliana». Y su esfuerzo, con independencia de lo que se haya dicho, merece nuestra con- sideraci6n. jQué persistencia la de Ratzel! De ahi la solidez, la sencillez de los libros y de las afirmaciones de los gedgrafos alemanes. La comple- 60 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA jidad humana les impresiona 0, mejor dicho, les desanima mucho menos que a nosotros. La verdad se encontrarfa, quizds, a medio camino entre nuestras dudas y sus audacias. Los gedgrafos alemanes me Pparecen mas «temerarios» que nosotros, mas apegados a desarrollar las consecuencias de una idea o de una tesis, a mostrarla bajo todos sus aspectos, a agotar las Posibilidades que ofrece. Pero, més alld de su caso, lo que est en discu- sion es todo un arte de pensar distinto del nuestro. iEs un tema demasia- do vasto! Otros peligros para la geografia humana: su tendencia a explicarlo todo a través del medio geogrdfico 0 biolégico, cuando con ello forzosa- mente sdlo se explica una parte de las realidades. Esta temible costumbre, ademas, de hablar siempre del hombre: el hombre y el bosque; el hombre y las islas; el hombre y la montaiia, etc. Es de Jos hombres de lo que hay que hablar. Ya sé que la palabra se utiliza como significante de la huma- nidad, en esas férmulas habituales, los hombres, y yo también las utilizaré en este sentido. Pero la duda puede subsistir y subsiste. «Renunciemos, es- cribfa Albert Demangeon, a considerar a los hombres como individuos.» «Ya lo ven ustedes —dijo un dia Jean Brunhes—, el individualismo debe ser proscrito de la geografia.» Grandes palabras, El objeto, el centro de la geografia humana, y quizé de la geografia a secas, de la geograffa «pro- funda» a la que tenemos el derecho de sofiar no es el hombre sino la so- ciedad, verdadero medio del hombre, donde éste se mueve como pez en el agua. La sociedad es el estudio de la sociedad en el espacio, yo dirfa in- cluso por el espacio, igual que defini en mi anterior conferencia la histo- tia como el estudio de la sociedad gracias al pasado, ese «medion. El es- Pacio también es un medio, un escenario menos sdlido de lo que creen éstos, mucho mas importante de lo que creen aquellos otros. Yo aftado que es de la sociedad de donde a menudo convendria partir (y no solamente de su entorno). En todo caso, es en la sociedad donde hay que desembocar. Es muy extrafio que la geografia, especialmente en nuestro pais, olvide tan a me- nudo al hombre y se detenga asf en el camino. Y este no es un ataque gra- tuito por mi parte, Obsérvese que son pocos los libros de geografia que nos hablen de lo que el hombre puede comer, su manera de vestir, o lo que canta, o qué lengua habla, o lo que piensa, o lo que cree. Hay, al hilo de numerosas paginas, un extrafio homo geographicus. Es el hermano del homo oeconomicus, dotado de buena memoria y, como él, totalmente al margen de la vida. Digamos que es un olvido frecuente del hombre, pero un olvido habitual de la sociedad entre nuestros gedgrafos franceses, Un filsofo extranjero descubriré un dia ahi, con humor y jtibilo, la prueba de nuestro individualismo. Queremos estar solos ante el Estado, solos ante la Naturaleza, lo cual es una manera como cualquier otra de resistir a ese GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 61 gran movimiento del pensamiento contempordneo. Nosotros descubrimos al hombre, ayer, al hombre centro del mundo. Nosotros descubrimos hoy la sociedad, ese nuevo Dios... Se trata de un descubrimiento todavia no consciente en todos los Ambitos del pensamiento. Aqui tenemos, de Pierre Monbeig,? un excelente estudio, Ileno de vida, directo, sobre la zona del cacao de los Ilheos, en el estado brasilefio de Bahia. Todo se deduce en él con exactitud y precision. Excelente tra- bajo. Pero no nos cuenta —o apenas— qué sociedad hay en esta zona pio- nera, de dénde vino, cémo se form6. A partir de 1840, en este bosque li- toral de Ilheos, este bosque a orillas del mar, colonos suizos y alemanes establecieron los primeros claros, las primeras plantaciones de cacao. Otto Quelle nos ha contado su mediocre y heroica historia. Segunda ocupa- cin, una ola de fondo en realidad, tiene lugar hacia 1890: buscadores de oro, raza de aventureros, de fieras, que se encontraban tierra adentro en el estado de Bahia, arruinados por la competencia lejana de las minas de Transvaal, se dirigieron entonces hacia la costa y, viéndose perseguidos, se lanzaron sobre las tierras apenas desbrozadas de los Ilheos. El resto de la zona ardera a partir de su llegada, hervird de disputas y, gracias a ellos y también pese a ellos, la zona pionera vivird sus primeras horas importan- tes. Los aventureros han recuperado y completado la primera obra de los nérdicos, creado el reino del cacao y del sudor, del pesar de los hombres, cacau e suor como dice de manera tan expresiva la hermosa novela popu- lista de Jorge Amado. Ahora bien, se nos ha escatimado toda una historia violenta y, por detrds de ella, el papel de los comerciantes portugueses de Bahia, aficionados a la pesada vajilla de plata, mercaderes de esclavos, de toneles de bacalao, de carne curada al sol, sefiores de las casas altas, del mercado, del puerto y de los veleros de la ciudad baja, y por tiltimo, pres- tamistas de dinero sin los cuales nada de todo eso habria sido posible en el sur... Extrafia laguna, {no les parece? Muy a menudo el geégrafo de nuestro pafs descuida asi, en el marco de su estudio, no diré yo al hombre sino lo social. Sin duda porque estu- dia desde demasiado cerca cl medio geografico y el medio bioldgico, se agota en estas tareas faciles pero profusas, sobre el suelo, el relieve, el cli- ma, las plantas y los animales. Tareas faciles, quiero decir que se han he- cho faciles gracias a tantos trabajos tipo, esclarecedores y que basta con trasponer repetidamente. Demasiada geograffa fisica, en toda caso, dire- mos, demasiados niveles de erosi6n, de plataformas litorales, demasiada geologia. Todo ello relega al hombre y lo social a un segundo plano. {Qué aprendiz de gedégrafo o ya consolidado no ha ofdo hablar de la «bouton- 2. «Colonisation, peuplement et plantation de cacao dans le Sud de Bahia», Annales de géographie, 1937. 62 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA niére de la region de Bray»? ,Quién, por el contrario, no podria decir algo del campesinado 0 de las ciudades de esta region de aguas vivas? Invita- mos a los especialistas a hacer la prueba. Pensemos en el hombre, en los hombres, «en cl medio humano», como dice André Cholley. No olvidemos las realidades de los grupos, de las co- munidades, la fraternidad de los vinculos sociales, todo lo que une al hom- bre con el hombre y convierte a la sociedad establecida en el espacio en un tejido vivo, de mallas mas o menos apretadas... Son estas realidades sociales lo que la geografia debe explicarnos, 0 al menos ayudarnos a ex- plicar, dado que la geografia es, a nuestro juicio, tanto un método como una ciencia... En realidad, no existe problema social que no deba reubicarse en su marco geografico, es decir, situar en el espacio, que deba confrontarse con este espacio; no hay realidad social que no ocupe un lugar en la tierra, en ésta en lugar de aquélla, y eso es ya todo un problema. Situar los hechos que hay que estudiar es el primer paso de cualquier estudio social serio. 2Es preciso citar al respecto los estudios de geografia politica, cldsicos y conocidos de André Siegfried, dedicados al macizo armoricano (y su cu- tiosa frontera politica al este), a propésito de Francia en general, de Ingla- terra o de Estados Unidos? ;Es preciso citar los estudios recientes, de tan- to interés, que Gabriel Le Bras dedicé al catolicismo francés, basados en los documentos diocesanos? El autor ha sefialado en el mapa las regiones de fervor religioso y aquellas donde se registra una indiferencia a veces completa; tenemos entonces una geograffa del catolicismo francés, 0 al menos un esbozo. A nosotros nos corresponde seguir la pista, pero el au- tor se encargar4, con los problemas proyectados sobre el suelo, de ver qué hechos sefialan su localizacién tan importante. Los ge6metras hablarian aqui de una huella de hechos sociales en el plano geografico. No sabria- mos decir hasta qué punto estas huellas son, en general, ricas en informa- ciones. Esto equivale, salvando las distancias, al registro, e incluso a la fo- tograffa de un movimiento en una investigacién de fisica mecdnica, pues la geografia nos ofrece en este caso mucho més que una instanténea. La geograffa es una gran ayuda para la historia. No repetiré el ejem- plo que ya di de los estudios de Emile-Félix Gautier. Ustedes ya los co- nocen y tienen mucho éxito en nuestras bibliotecas. Situar los hechos his- t6ricos en el espacio supone a la vez comprender mejor y plantear con més exactitud los verdaderos problemas. Aqui tenemos la Lorena y el Barrois en visperas de la Revolucién francesa, poco después de su unién oficial con Francia, que se produjo en 1766, a la muerte de Stanislas Leczinsky. En realidad, la verdadera ane- GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO. 63, xién se remonta a 1738, a la Paz de Viena. No olvidemos ademas que la Lorena siempre habja estado a merced de los ejércitos franceses, desde al menos el siglo xvt y, por tiltimo y sobre todo, que toda la zona era de len- gua y civilizacién francesas, hasta la frontera germénica més allé de Metz. {Esta Lorena? Pobre y drido pais boscoso, pantanoso, guijoso, con vifias siempre inseguras en sus puntos més favorables, con «labradores» a me- nudo miserables. Ademas los pobres manants.* de los vendimiadores de uvas verdes (jay, qué grandes vinos los de Bar-le-Duc 0 del pais de Metz!). En el siglo xvin, la Lorena experimentaria muchos cambios y casi un despertar. Si observamos atentamente sus pueblos, advertimos que todos 0 casi todos aumentaron entonces la superficie de sus tierras cultivables, ampliaron el perimetro de su limite municipal. Ya conocen esos clasicos pueblos de Lorena: en el centro las casas amontonadas unas encima de las otras, apretadas en una doble fila a lo largo de la carretera transformada en patio de granja, y alrededor los cultivos, es decir, un ancho disco con sus tres estaciones: los trigos, las avenas, las «laderas» de colores diferen- tes; por ultimo, al borde del circulo, cubriendo las colinas calcdreas y tapi- zando las tierras demasiado lejanas, el bosque y su larga linea azul dibu- jando el horizonte. Pueblo, campos, bosques, tres zonas, tres géneros de vida: la sopa, el trabajo diario, las ocupaciones excepcionales de los lefia~ dores. Aqui en el hondén entre las casas se vive y se ama y se habla con la familia durante toda la perra vida —y lo sentimos por el vecino si le Ile- gan las voces, aunque en realidad si se grita tan fuerte es para que él lo oiga. Mas lejos, en el campo abierto, se trabaja: la siega del heno, rega- dios, recoleccién de las mieses (con las ollas de sopa caliente a mediodia), con el agotador trabajo del haz y la ligadura de las gavillas. Los desespe- rados, si los hay —y los hay—, se encuentran en el bosque, es el mundo de los pobres y los réprobos, hostil al hombre, es la zona refugio (todavia lo era en 1870 frente al enemigo), una zona siempre temida. Enel siglo xvi, la Iinea del bosque, que permanecia inalterada desde el siglo xm, se vio atacada por numerosos puntos y fue entonces cuando se fundaron las grandes granjas aisladas, sobre los terrenos poco fértiles, en general, de aquellos nuevos caserfos. En el siglo xi nuevos pueblos, Laneville 0 Neufville 0 Neuveville, ocuparon el terreno conquistado y contintian montando guardia frente a sus bosques, a menudo en los ame- nazantes desfiladeros forestales, 0 entre el bosque y el valle. Los grandes propietarios, burgueses 0 nobles, solamente construyen granjas, ya muy apartadas de los pueblos. Esas granjas estan escondidas en los bosques hostiles, situadas sobre suelos a menudo cubiertos de brezo y de helechos. Todas esas granjas han subsistido, han ido sobreviviendo hasta nuestros * Patanes, palurdos. (N. de la T:) 64, LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA, dias. Ya antes de 1914 se mantenfan sélo gracias a la mano de obra de obreros extranjeros a la provincia, luxemburgueses, alsacianos 0 alema- nes, Las granjas eran y siguieron siendo objeto de envidias y de sospechas y comadreos malévolos, ya se lo pueden imaginar. Esta ampliacién de las tierras en el siglo xvi ha sido ligada a un au- mento de la poblaci6n lorenesa, y al necesario empleo de nuevos métodos agrarios. Literalmente, la Lorena rebosa de campesinos. Hay un sinnéme- ro de pobres y de itinerantes; estos tiltimos, obreros en busca de trabajo, eran estafiadores, caldereros, cesteros, zapateros (los de Condé-en-Ba- rrois), carreteros (los de Rembercourt-aux-Pots fueron célebres ya desde el siglo xv1). Una cadena continua conduce los Arboles abatidos desde los Vosgos hasta Bar-le-Duc, que era entonces un puerto de la madera, don- de los robles y los abetos de montafia eran lanzados al Ornain y ahi, por el agua, conducidos hasta el Sena. Crecimiento demografico: hubo enton- ces que ampliar las tierras para alimentar a una poblacién mds numerosa y, a la vez, para facilitar su subsistencia, también la industria se desarroll6: fabricas de tejidos en los Vosgos, fundiciones y forja en los valles del Meu- se, del Ornain, fabricas de cerveza, por tltimo, en los futuros departa- mentos de Mosa y de Meurthe. ‘Todo esto nos ayuda a comprender en sus grandes Iineas el drama que supondrd en el futuro la Revolucién para la Lorena. Es facil de adivinar: todo su proletariado agrario ha encontrado una salida en los ejércitos de la Repiiblica y del Imperio. Para nuestros campesinos del este esto supuso una gran aventura, Pignsese que en 1793, durante la loca insurreccién gi- rondina, la Lorena siguié a los «federalistas» debido a su posicién sobre las lineas de retaguardia de los ejércitos combatientes, de la defensa nacional y de la Revolucién todo a la vez. Pero la Lorena no se movi6. No cabe duda que no fue la tinica provincia que salvé entonces a la vez a la regi6n y ala Reptiblica, pero obsérvese que contribuy6 mucho a ello y que su participa- ci6n en la aventura militar realmente la soldé a Francia, esta patria nueva. No hay ciudad, casi no hay ningtin pueblo entre nosotros que no tuviese entonces sus soldados, sus oficiales (por supuesto), pero también su gene- rales, desde Ney [nacido en Sarrelouis] hasta Exelmans y Oudinot, hijos de Bar-le-Due (al otro extremo de la regi6n lorenesa) sin contar..., pero ,es que vamos a arrancar las paginas del Diccionario de los generales de la Re- volucién y del Imperio, de Six? Se dice que la Lorena es una regién fronte- riza y que toda su psicologia se explica por este detalle; digamos, para ser exactos, que a partir de 1792 fue una zona de regi6n militar, de verdaderos cantones suizos. Fue y sigue siendo una regi6n de soldados y eso es lo que la explica. Afiadamos que se puede ser zona fronteriza sin ser una zona de sol- dados. Con la Revolucién empieza la gran gesta militar de nuestra Lorena. No digo que la historia del este deba deducirse del aumento del espa- GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 65 cio dedicado a las tierras cultivadas, de ese pequefio indicio geografico. No, desde luego que no. Pero este ejemplo, elegido a voluntad, nos mues- tra bastante bien un aspecto geogrdfico de un amplio movimiento de his- toria; el hecho geografico es aquf uno de los eslabones de la cadena, nada mas, aunque considerable, pues siempre hay un eslab6n geografico, y a ve- ces mds de uno, en la cadena de los hechos sociales. ;Que los historiado- res y demés nunca lo olviden! Aqui, como en otros lugares, la geografia no nos ayuda a verlo todo sino a ver mejor. Sé muy bien que a algunos ge6grafos esta posicién segundona no les gustaria. Cada ciencia humana suefia con ser autosuficiente; pero zno es ese un suefio peligroso e ilusorio? Nuestro objeto de estudio —la socie- dad— rebasa los recursos de cada una de esas ciencias tomadas por sepa- rado. A nosotros nos corresponde unir los esfuerzos y conjugar nuestros resultados. Creo incluso que la geografia Hamada humana realizaria pro- gresos decisivos si tuviese clara conciencia de los limites de su método, si se persuadiese de que necesita unirse a las otras ciencias del hombre, como se ha unido, para enriquecerse con ellas, a las ciencias de la natura- leza en lo que concierne a sus fundamentos fisicos y biolégicos. También realizarfa progresos si no partiera siempre de la tierra, repitamoslo, sino también de la propia sociedad, una sociedad que hay que resituar, tanto ella como sus problemas, en el espacio. ;Menudo trabajo! Es desde estas necesidades, realidades, problemas de lo social desde donde, como ge6- grafos, nos gustaria partir, incluso en una exposicién sistematica. La natu- raleza no prevé al hombre. Partir de la naturaleza significa a menudo ex- traviarse, ir a ciegas, delimitar mal las verdaderas cuestiones. Si Lucien Febvre critica duramente el.determinismo geografico, el su- puesto vinculo de lo fisico con el hombre, si yo lo entiendo bien, es que en nuestra investigacién de las causas y de los efectos, partiendo de la natu- raleza para llegar a la sociedad, nuestro hilo se rompe en el camino y nos explicamos mal y no explicamos nada. Cuando Gaston Roupnel, al con- trario que Karl Haushofer, nos afirma la primacfa del tiempo, realidad de las realidades sociales y de la vida, y nos dice: «Nosotros somos mucho mis las olas de ese movimiento [el de la duracién], los instantes de ese im- posible recorrido, que la arcilla de la tierra», él también nos esté sugirien- do que invirtamos los términos del problema geogréfico. No tomar como punto de partida la arcilla sino.al hombre. Del mismo modo, cuando Jean Brunhes escribe su tesis sobre la irrigacién en la Peninsula Ibérica y en Africa del Norte (1902) prescinde del marco regional estricto, rebasa el ejemplo, lo particular, y hace hincapié en el trabajo del hombre... Fue una hermosa novedad en su tiempo y sigue siéndolo hoy. En Los elementos biolégicos de la geografia humana. Ensayo de una ecologia humana (1942), Maximilien Sorre culmina, a mi parecer, la geograffa biolégica de 66 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA una parte (culminado por algunos afios, se entiende), y por otra insiste con vehemencia en la necesidad de observar el medio fisico ya no en si mis- mo, sino —y esa es una revolucién pendiente— a la medida del hombre. Aqui tenemos un progreso evidente, un renacimiento util del habitual problema geografico, si en lugar de la medida del hombre se colocase de una vez y para siempre la medida de los hombres, de los grupos, de las so- ciedades. A mi me gustaria engarzar asi la geografia con una sociologia entendida en sentido amplio, la de, en nuestro pais, un Marcel Mauss 0 de un Maurice Halbwachs; o la de ese libro tan debatido en Alemania, aun- que tan curioso y rico en sus intenciones, de Robert... sobre los Alpes occidentales de Estiria. En esta sociologia yo buscaria algunos escenarios, verdaderos problemas humanos, y ello sin olvidar que el otro camino, tan criticado y resbaladizo, que va del medio fisico a lo social sigue siendo un camino util. Dos polos, en suma, lo social y el espacio; hay que ir de uno a otro y luego hacer la ruta al revés. La sociedad se proyecta en el espacio, se ad- hiere a él: la sociedad, en sus casos concretos, constituye unos cuantos hombres y un poco de tierra. Captar esta adherencia como un moldea- miento y, a través de él, explicar la sociedad, es lo que le pido a las viejas y nuevas potencias de la geografia. Y no soy el tinico que lo pide. Los grandes problemas siempre se plantean en el limite de los campos cienti- ficos: en lo que respecta a la geografia, entre sus investigaciones, concep- tos y métodos y las grandes [canteras] de las ciencias humanas. Este es, mal y apresuradamente esbozado, el problema geografico tal como yo lo veo, uno de los mayores problemas «sociol6gicos» quizés —y, forzosamente, un gran problema de historia: el de los vinculos entre el me- dio humano y el espacio (entendiendo esta palabra espacio en el sentido tan fecundo del entorno de los gedgrafos americanos). Si se afiade ahora a esos elementos (el espacio, lo social) la poderosa coordenada del tiempo, tendremos una formulacién rapida pero neta de la geohistoria y del tema mismo de esta conferencia. 3. Nombre del autor, cuyo apellido se dejé en blanco en el manuscrito. GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO. 67 EL TRINOMIO DE LOS GEOGRAFOS ALEMANES: Rau, Wirtscuart, GESELLSCHAFT Junto a los factores geograficos, hay por lo tanto un factor tiempo. ANDRE SIEGFRIED Curso de geografia econémica, 1941 La geografia trabaja por lo tanto sobre lo actual —ahj reside su debi- lidad y su fuerza—, sobre el mundo tal y como es, y si cuestiona el pasado como suele hacer, no es por s{ mismo sino como una explicacién del tiem- po presente. Intentar transponer este trabajo en el pasado, preguntarnos por ejemplo qué geografia social tuvo Francia en tiempos de Luis XII, o tal o cual zona de la América precolombina, constituye el programa de la geohistoria. Estas cuestiones son tan valiosas, por lo demds, para conocer lo social como los ejemplos estrictamente actuales, y a menudo incluso mucho mas. Y no me refiero a su interés directo para la historia. No se tra- ta de ver solamente la grandiosidad de la politica de Richelieu, sino mos- trar cémo aquella perra guerra de los Treinta Afios devasté toda la Fran- cia del este como un vulgar compartimento de Alemania y vacié de hombres la Borgofia y la Lorena, separandonos de Europa central. Esa es tarea de geégrafo y tarea también de historiador. Pero podemos explicarlo de otro modo: la vida de una sociedad esta en la dependencia de factores fisicos y biolégicos; esta en contacto, en sim- biosis con ellos; estos factores modelan, ayudan o estorban su vida y por lo tanto su historia... No toda esta historia sino una parte: aquella a la que proponemos Ilamar geohistoria. En un libro reciente tuve que ocuparme de la historia del Mediterrd- neo en el siglo xvi.4 Con ese titulo no pretendf aprehender tnicamente la historia de los gobiernos y de las flotas de guerra, de las economfas, so- ciedades y civilizaciones, todos esos suntuosos pasados, sino también la historia monétona, aunque en cualquier caso potente y suntuosa, de esas restricciones permanentes que son los relieves, los suelos, los climas y los entornos.de-vida. Intenté encontrar la importancia constante y orgdnica del reparto de las tierras y los mares, el papel histérico regular de las es- taciones pues, en el siglo xv1, las estaciones, con sus limitaciones y sus efec- tos, sus creaciones, son factores de historia (como hoy). ;Resulta razona- ble olvidarlos en la «resurrecci6n integra» del pasado? Y si esos simples movimientos del tiempo, la eclosién de la primavera, el regreso del in- 4. Véase supra: Prélogo y p. 50. 68 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA vierno, marcasen el compas, tal y como yo creo, no sélo de la vida de los campesinos, algo que todo el mundo acepta sin inconveniente, sino tam- bién el comercio y la «gran historia», la de los principes y diplomaticos? {Se combatia en invierno en el siglo xvr? No, en general no. {Se navega- ba en invierno? En general, no. El invierno es un periodo de la vida al ra- lenti, que solfa dedicarse a las labores domésticas. Entonces sélo trabaja- ban los grandes Estados Mayores politicos, el invierno es su estaci6n, la de los proyectos y negociaciones, y que asf sea nos explica muchas cosas. Esto es lo que me ha empujado, para enriquecer los habituales con- ceptos tan estrechos de la geograffa historia, a ampliar la empresa de los geopoliticos alemanes a un estudio completo del pasado y no, como ellos hacen, solamente al pasado de los Estados. Esta «sola politica» de los geo- politicos de Munich, su deseo de cambiar el materialismo econémico en determinismo geografico, aunque limitado al plano politico, me parece una posicién excesivamente restrictiva, por original que sea. Introducir asi, en el problema geografico, la coordenada del tiempo significa consi- derar la geograffa humana como historiador, en toda la masa viva de sus problemas, de sus vinculos de causa a efecto; es ver cémo varian los ele- mentos —una oportunidad de entender mejor esos problemas, pues el tiempo es una medida, una de las realidades del mundo y de la vida, una de las realidades mas importantes. Una experiencia demasiado vasta para resumirla trivialmente, es cierto, y sobre la cual aqui apenas podemos ofrecer algunos bosquejos [...] algunas vistas de conjunto. Para simplificar, remit4monos al principio, a las extensas y habituales divisiones de los geégrafos alemanes. Sus estudios se dividen en tres ma- sas regulares: Raum, el espacio; Wirtschaft, la economia; Gesellschaft, la sociedad. Sélo el primer término, Raum, exige explicaciones. Raum es en sentido lato el entorno de los geégrafos americanos, y mds exactamente atin el medio geografico (a la vez fisico y psicoldgico) de los gedgrafos de nuestro pais, el espacio en suma con todos sus caracteres fisicos (quiero decir el espacio terrestre, iquido y aéreo, esas tres dimensiones del hom- bre, con todas sus posibilidades y todas sus riquezas y todas sus limitacio- nes). Ya vemos las ventajas que implica esta palabra, tan de moda en los estudios alemanes: resume todo un complejo de factores y de agentes geo- gréficos; permite designar con una sola palabra el conjunto de fuerzas sin numero que constituyen el determinismo geogrdfico y crea la costumbre de ligarlos en un solo haz. En nuestras discusiones se tiende en exceso a romper ese todo, a fragmentarlo para examinar sus partes y minimizar su influencia. Es la pesada total lo que tal vez importe ver. En relaci6n al es- pacio, la economia (Wirtschaft) sera el conjunto de las conquistas, o diga- mos més bien del grupo, su manera més o menos activa de conquistarlo.o de poseerlo (no olvidar el atascamiento de lo econémico entre lo social y GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 69 la naturaleza). ELiltimo término.del trinomio, Gesellschaft, la sociedad: la palabra me.parece-excelente, mucho més rica que el término de «geogra- fia social», que se ha intentado a usar en varias ocasiones. Aceptemos esta terminologia sin discutirla demasiado: espacio, eco- nomfa, sociedad. Nuestra intencién es mostrar (a grandes rasgos) cémo variaran esas realidades, unas en relacién a otras, al hilo del tiempo, de qué modo, con los afios y los siglos, la accién va de uno a otro de esos fac- tores y luego vuelve sobre sus pasos para volver de nuevo y asf continua- mente... ,Necesito decirles que la economia modela lo social y el espacio, que el espacio gobierna la economia y lo social, que lo social a su vez go- bierna las otras dos realidades? Nos encontramos dentro de este ambito en un mundo de acciones, de reacciones, de interacciones, «la sociedad cuya accién sobre el terreno deberia estudiar el gedgrafo, segtin se ha di- cho, después de que esa misma sociedad haya sufrido la accion de ese te- rreno». Como hemos repetido a menudo, el hombre es simulténeamente causa y efecto. Imaginemos una piedra que rebotara sobre el agua indefi- nidamente... Dicho esto, tomemos ejemplos simples, observados a grandes rasgos en vista a una sumaria aclaracién de los problemas. ~ Una sociedad crece en ntimero; de pronto, la economfa cambia y el es- pacio también, al menos el espacio ocupado, trabajado por el hombre; no- sotros lo decfamos a propdsito de Lorena en 1789, podriamos decirlo con mayor motivo, y el ejemplo resultarfa mas convincente para la superpo- blada Europa de los siglos xit y xm, por entonces febrilmente en busca de tierras nuevas que debia ganar a los bosques, a los terrenos Ppantanosos 0 al mar. Pero {c6mo se explica este crecimiento demogréfico?, nos pregun- taremos. ,No puede tener, aparte de razones todavia misteriosas (Marc Bloch), causas econémicas? Asjf se cerrarfa, debe cerrarse en la realidad, la cadena de las causas, de las consecuencias y de las concomitancias den- tro de las cuales los hechos sociales no representan todos los eslabones. Prueba contraria: una sociedad declina, una regién se despuebla, se em- piezan a abandonar las tierras menos fértiles. Es el caso de la Francia ru- ral en 1936. Segtin Gaston Roupnel, buen observador en estos temas, el retroceso resulta visible en el linde de los malos campos, en los lindes de los bosques, un retroceso demasiado evidente para negarlo. Ahi tenemos un signo revelador sobre la sociedad nacional. Otras variaciones, ahora de la economia. Las consecuencias son inme- diatas y claras en todas las direcciones, se concretan en cambios del espa- cio por un lado y, por el otro, en alteraciones de la sociedad. Veamos In- glaterra en los siglos xvi y x1x, agitada por su Revolucién industrial, 5. Una anotacién bibliografica, dificilmente legible, indica R. Daude 0 Dande. 70 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA contrayéndose y reduciéndose a sus zonas negras y dejando casi vacfo el resto de su espacio, abandondndolo al crecimiento de los arboles, a los prados, a las ciénagas y a las landas de brezales poblados de zorros. Vea- mos de otro lado, en esta misma €poca, todos los trastornos sociales de esa misma Inglaterra, de los que no vale la pena hablar aqui. Hacia 1890, en Argelia, en el Alto Atlas, el arado permitid, con el mulo en sustitucién del buey, organizar una zona de trigo y la multiplicacién de granjas europeas, y también, en consecuencia, la reduccién de los espacios reservados hasta entonces al pastoreo para los indigenas. También aqui, como en todas partes, se produjo una revolucién econémica con conse- cuencias en ambos sentidos, en el espacio y en lo social, como era facil de prever. Muchos escritores alemanes creen incluso que la vida econémica se organiza en espacios més 0 menos amplios, en economias-mundos (Welt- wirtschaften), como ya sucedi6 en ese mundo antiguo que fue el Medite- rrdneo. La economia mundial seria la suma, mds o menos bien hecha o mas o menos soldada, de esas economias-mundo. La economia posee es- pecificidad espacial. Todos esos torbellinos tienen su traduccién en el mapa. La sociedad utiliza el espacio, vive en él y lo acondiciona y también lo usa. En esta sim- biosis imaginamos avances pero también retrocesos, despilfarros pero también barbechos, el necesario reposo tal vez, segtin ritmos que nosotros apenas percibimos, con equilibrios: asf el poderoso equilibrio, en el cora- z6n continental de la Europa del oeste, del campesinado (cf, sobre este asunto el hermoso libro de Gaston Roupnel, Historia del campo francés, del que hablaremos largo y tendido); asi el equilibrio antiguo a orillas del mar Interior; luego las grandes rupturas en Occidente con los siglos xi, XVI y Xvi; luego otros equilibrios y asi continuamente... El espacio ha sido dominado, comido y digerido a tajos. En el curso de esta evolucion, entre el espacio y la sociedad se han producido diversos reequilibrios eco- némicos. Asi, ciertos paisajes agrarios son paisajes de equilibrio. Otros, en los paises americanos, son paisajes inestables, andrquicos, incoherentes, paisajes en revolucién. En_un espacio todavia ilimitado, la sociedad ame- ricana, sin parang6n con nuestras poblaciones de Europa, es despilfarra- dora de suelos.y.de tiquezas. Como los cursos de agua que tienen en sus ciclos de erosién fases de juventud, de madurez y de senilidad, determi- nados paisajes son jévenes, adultos y luego viejos, y entonces el hombre ya no es capaz de animarlos y vivir de su ayuda... Tal vez solo hay verdadera prosperidad en la medida en que el espa- cio titil no deja de crecer ante los hombres. Fijémonos en la Creta orien- tal, que nos ofrece un ejemplo bastante preciso. Un gedgrafo arquedlogo, A. Lehman, se ha dedicado a localizar sus escasas placas de suelo fértil, GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 1 uefios islotes en el interior de los macizos caleéreos 0 gresosos, Pero “iene imaginar toda la isla segtin esta textura: es un semillero de oasis esulta un juego mostrar que, desde los origenes hasta la época actual, a vida estuyo prisionera de esas islas mintisculas de tierra blanda. Los ya- nientos prehist6ricos, los restos clasicos, las ruinas de pueblos en la épo- ca veneciana, los pueblos de hoy, todo esté dentro de esos circulos estre- chos, tanto hacia el mar como hacia las colinas 0 sobre las primeras laderas escarpadas, pero nunca fuera de la vista de los olivos y de los cam- pos de cereales; bonito ejemplo de determinismo de paisajes, de espacios icolas fijados al suelo. Pero Creta no es préspera —asi ocurrié en la época [minoica], asf ocurrié més tarde en el siglo xvi de nuestra era, cuan- do afiade a esas riquezas de base las riquezas del espacio marino. Creta depende de los viajes, de la aventura, del vasto mundo de allende el mar, del aumento de espacios. Sin estos engrosamientos no hay prosperidad. Pero en cuanto la isla pueble los mares con sus barcas, 0 con sus veleros de carga, la riqueza llega a sus ciudades. Génesis, realidad de mil imperia- mos del pasado lejano que son la busqueda de un poco de pan o de acei- te, o de pescado ahumado. La historia general lo muestra de modo similar en un plano mucho mas amplio y para cuestiones terriblemente mas vastas. A la Antigiiedad encerrada en la cuenca mediterranea se afiade en la Edad Media el espa- cio de una Europa barbara, una verdadera regién colonial a las puertas del Imperio romano, verdadero pats «americano» con sus zonas pioneras, sus cultivos inestables, sus campesinos seminémadas, sus ciudades nuevas y sus latifundia. A Henri Hauser le gustaba mucho esta tltima compara- cién. Entonces la Europa central tuvo veinte afios... En el siglo xvi se pro- duce un nuevo despegue cuando el dominio de los europeos se extiende por el mundo entero y en vastos espacios, hasta entonces mal trabajados por cl hombre, en todo caso mal explotados. A. toda prosperidad le co- rresponde una inflacién del espacio. Pero hoy, en 1942, la prosperidad esté amenazada, como nos dice el economista Ferdinand Fried después de algunos otros. Sucede que el glo- bo se conoce por entero, que este mundo esta acabado en el sentido del que hablan los matematicos y, como le gusta decir a Paul Valéry en el mis- mo sentido, deja de ser eldstico y deformable. Nos gustaria decir, en el sentido de estas constataciones pesimistas, que lo tinico que se puede ha- cer es colonizar un planeta y aumentar una vez més el espacio de la hu- manidad. En realidad, la situacién es tanto més grave porque la explota- cién que se esta Ilevando a cabo se hace sin ninguna consideracién, en nombre del beneficio —del inhumano beneficio— y es responsabilidad de un capitalismo despiadado que ha gastado el espacio nutricio del mundo y comprometido su futuro. La gran historia que nos salta a la vista es tal 72 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA vez la de la deforestacion de los bosques. ,Una historia muy vieja? Si, sin duda. Pero observemos que en Estados Unidos la explotacién del Medio Oeste, de la Pradera, que ayer fuera un terreno de Bas-de-Cuir y de los héroes de Fenimore Cooper, hoy zona de trigo, de majz, del algod6n ha- cia el sur, esté amenazada por las devastadoras crecidas del Missisippi, que son consecuencia de la tala en las zonas donde tiene sus fuentes: al su- primir los bosques es como si se hubiesen roto los diques de los depésitos naturales. Ademés, la desaparicién de la capa herbacea de la llanura tuvo como consecuencia soltar los elementos blandos libres al viento. Las cre- cidas de un lado, las tempestades de tierra por el otro, se desarrollaron como vastas calamidades. Toda la riqueza del Medio Este queds asi com- prometida. Segtin Ferdinand Fried, el resultado incluctable depende de los hombres, la transformacién de la cuenca del Mississippi en [un vasto espacio, al que tanto las inundaciones como el encenagamiento de los campos han arruinado. De ahf la necesidad de confiar finalmente a la Ten- nessee Valley Authority la tarea de regularizar el conjunto de todo el sis- tema hidrolégico para una explotacién eficaz].° Pero el hombre ha desatado en otros lugares de manera parecida y contra si mismo fuerzas contrarias: asf, la tala abre al desierto nigeriano el camino del golfo de Guinea, de modo que el desierto avanza hacfa él a ra- z6n de un kilémetro cada afio. El mismo drama provoca la sequia en Afri- ca del Sur, esta vez beneficiando al Kalahari. Un drama similar en Aus- tralia, donde el hombre pierde el terreno que ganan dos recién llegados, la higuera de Barbaria (mexicana a pesar de su nombre) y el conejo, una plaga que no’somos capaces de dominar; las fuerzas biolégicas se levan- tan aqui contra el hombre. Esos ejemplos nos bastan. Podriamos dar muchos més. Los ejemplos precedentes que les ofrezco quedan bajo la responsabilidad de Ferdinand Fried. Bstos, verdaderos 0 inexactos, poseen a mi entender la ventaja de plantear de manera vivaz los problemas que nos preocupan. Pero gtiene raz6n Fried? Esta es otra cuestién. Algunos de dichos ejemplos deben admitirse a beneficio de inventario. No acepto sin mds que el mundo esté «acabado» (el mundo como espacio vivo): hay todavia tierras muy inutili- zadas por desarrollar. Pienso en las observaciones de Saint-Exupéry sobre el espantoso vacfo de la tierra vista desde lo alto del cielo, sobre la locali- zacion estrecha del hombre a lo largo de franjas, de Iineas de fuentes y de manchas fértiles. Existen tantas tierras que pueden explotarse mejor, son tantas las colonizaciones interiores que intentar, hay tantos descubri- 6. Una gran cantidad de espacios en blanco al final del parrafo lo hacen ilegible. Lo hemos reconsiruido gracias a la obra de Ferdinand Fried, Wende der Weltwirtschaft, 1940, citado por Fernand Braudel. GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO B mientos pendientes y tantos por desarrollar en el decisivo campo de la biologia agricola. Algunos ge6grafos creen que la tierra todavia podria so- portar de cinco a siete mil millones de habitantes mds de los que tiene ac- tualmente. jEs de lo més tranquilizador! Yo desconfio también de un eco- nomista que, como Fried, pseudomédico, tiene su solucién, sus soluciones a punto. Escuchémosle: que el mundo renuncie al capitalismo inhumano; que se organice en espacios econémicos particulares: espacio europeo, es- pacio ruso, espacio britanico, espacio gran-asidtico, espacio americano; que el planeta, en suma, se parcele en planetas particulares; que el mun- do sé ponga a la medida del hombre y no, al revés, el hombre a la escala del mundo, algo que va contra el buen sentido. Ya vemos de dénde viene esta medicaci6n y yo no creo en su eficacia. Su origen nos alerta contra sus premisas y contra su conclusi6n. ZEL ESPACIO VARIA POR S{ MISMO? Y luego, ,realmente es el hombre el tinico que modifica, segtin le dic- tan sus apetitos, sus métodos y su organizacién, este espacio una vez dado por la naturaleza? Seguramente no, si miramos el pasado de los hombres en toda su amplitud, es decir, si afiadimos a los siglos de historia los mile- nios de la Prehistoria (de 20 a 500 milenios y antes 500 que 20). El tiem- po de los hombres es lo bastante largo como para haber estado marcado por vastas revoluciones geograficas, algunas de las cuales nos han afecta- do, aunque sélo se trate de las grandes mutaciones climaticas. El hombre de Mauer fue descubierto a orillas del Weser. No necesito hablarles del clima, ni del aspecto actual de esos lindes fluviales, pero en el museo que se encuentra cerca de aqui se conservan testimonios irrecusables de un clima muy distinto. Imaginemos el Weser’ de entonces segtin el modelo del Niger actual. ;Hay que decir més? Ya conocemos esos dramas clima- ticos de la Prehistoria: aquellas oleadas de frio intenso, con grandes avan- ces de los glaciares y los descensos hacia el sur de la fauna y poblaciones nérdicas, y las contraofensivas meridionales que resulta facil imaginar, lle- vando consigo plantas, animales y hombres; siguen periodos secos y cali- dos. La Europa actual fue el foco de una lucha lenta pero potente e im- parable, entre el norte y el mediodfa: un drama de la latitud. El mundo de las plantas y el de los animales lo refleja, y tal vez también el de los hom- bres. Lo cierto es que salimos de un largo pasado en el que hubo que lu- char con la naturaleza y, ademas, contra los cambios de esta naturaleza. Hoy —véase entre nosotros a Camille Jullian y a Gaston Roupnel- 7. Litbeck, donde se encontraba el campo de prisioneros, est4 cerca del Weser. 74 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA la gran época del Neolitico, por cefirnos exclusivamente a él, ya no nos parece bastante alejada de la vida actual como lo estuvo tiempo atrds en nuestras especulaciones. Encontramos en esas cafiadas, en esos campesi- nos neoliticos, en la Francia del este, con sus caracteristicos bosquecillos de espinos, las zanjas con que rodeaban sus bosques y muchos de sus ves- tigios: herramientas, osamenta, grabados. Hace mucho tiempo que Robert Gottmann sefial6 la existencia de pueblos neoliticos, instalados en los cla- Tos naturales del bosque europeo del centro y del oeste, esos pueblos de vieja tierra (Altland) por oposicién a los pueblos de tierra nueva (Neu- land), creados gracias a los desbroces medievales. Si no por entero, al me- nos sobre sus extensas zonas del este, un pafs como el nuestro es neoliti- Co por sus cimientos campesinos. Fue Marc Bloch quien nos recordé que Ia palabra trigo (y sin duda la cosa) es un regalo de esos milenios oscuros, Todo esto esta dicho para que esta Prehistoria deje de parecer una ridi- cula ocupacién de eruditos més 0 menos razonables, Esta larga gestacion de la Prehistoria afecta a las raices, a las fibras mas profundas de nuestro ser, y la época neolitica fue la de su esplendor con sus herramientas y sus civilizaciones despiertas. A fuerza de psicoanalizar nuestras almas en do- bles, triples y cuddruples fondos, tal vez un buen dfa encontremos todas las angustias mal razonadas del hombre primitivo, demos con sus c6leras y sus necesidades salvajes. iQué admirable geohistoria la de esos milenios entrecortados por grandes dramas! Aqui, glaciares que avanzan y se baten luego en retirada, que vuelven y se alejan de nuevo mientras en otra zona hay, por ejemplo, un Sahara sembrado de lagos (de lagos Chad, dice Théodore Monod), de- sierto y luego otra vez cubierto de lagos, y desierto una vez mas. En dos ocasiones, una humanidad, negra probablemente, ha avanzado, ha acam- pado y se ha incrustado en el espacio sahariano, y en dos ocasiones ha sido expulsada por un cataclismo dejando tras de si, en su retirada monstruo- sa, humanidades residuales y un enorme material cultural que sdlo ahora empezamos a cosechar: herramientas, anzuelos, hachas, sierras, rascadores, muelas para aplastar los granos... En realidad, esos dramas geograficos exigieron capas de tiempo inve- rosimiles para realizarse. El tiempo histérico, en cambio, es tan breve (de 4 a5 milenios para re- giones privilegiadas, pero escasas, como Egipto; de 1 a 2 milenios para otras), es tan breve que los dramas geogrdficos no tuvieron tiempo de alo- jarse en él. En cuanto a sus caracteres fisicos, gacaso el espacio no ha sido reconocido como un [invariable], un mobiliario, en el marco de la histo- ria? Pero gno es esta una afirmacién demasiado apresurada? Las mediciones que hemos localizado con mayor exactitud nos reve- lan cambios minimos, aunque bastante constantes. Evidentemente, no po- GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 5 driamos erigirnos en garantes de todas las observaciones realizadas en es- tos tiltimos veinte afios sobre este gran problema. No por ello dejan de ser bastante inquietantes. Lo sé muy bien, todos los historiadores de la Anti- giiedad nos muestran que el clima del Mediterraneo era entonces el mis- mo que hoy en el sur tunecino, en las islas del Egeo (A. Jardé), en el valle del Nilo (Fritz Jaeger, quien ademés hizo extensivas a toda Africa sus im- portantes constataciones), en Palmira (Emile-Félix Gautier). Sin embar- go, estas y otras afirmaciones concordantes no resuelven el problema. Tenemos ante nuestros ojos variaciones probadas de los elementos natu- rales. Variaciones de longitudes y de latitudes (evidentes siguiendo las teorfas de Alfred Wegener); Nueva York se aleja de Europa a la mintis- cula velocidad de 1 cm por afio, pero no por eso deja de alejarse; lo mis- mo ocurre con Corcega, que se aleja de la costa francesa hacia el sur a una velocidad anual de unos pocos milimetros;$ un reciente estudio sobre los Alpes orientales nos indica asimismo un movimiento general de la masa montafiosa en direcci6n a Baviera, a raz6n de 2 cm al afio, provocando en puntos neurdlgicos desprendimientos y deslizamientos de terreno que la historia menciona a intervalos mas 0 menos regulares, cuando afectan a la vida de ciertos pueblos. Variaciones de los litorales también, como su- cedié en el Mediterraneo, entre los tiempos antiguos y la época actual (Philippson). Y no solamente variaciones locales que podrian ser debidas a su vez a perturbaciones locales (seismos 0 erupciones volcdnicas): algu- nos autores, como Dina Albani, piensan en fases sucesivas de vaciamien- to generalizado o de relleno generalizado, una especie de modulacién de la erosién marina que, si es exacta, plantearia singulares problemas de fi- sica. A partir de 1900, habriamos entrado, en el caso del Mediterraneo, en una fase de vaciamiento en que las costas retrocederfan en Africa del Norte y en el delta del Nilo y lo mismo sucederfa en determinadas playas. El interés de este movimiento, si existe, estarfa en subrayar unas modu- laciones en relacién a un estado medio que, por su parte, permaneceria sensiblemente fijo. Variaciones, por tiltimo, de clima, sobre las cuales nos gustaria insistir pues son, con mucho, las més importantes, dado que pa- recen tener una incidencia bastante directa (no digo rapida) sobre los hombres. Que los elementos del clima varian lo sabemos por experiencia, por las series de nuestras cifras de observacién. Quedarfa por determinar el sentido de esas variaciones y su perfodo, si es que existe tal periodo. ,No hemos hablado al respecto de ciclos de doce aiios, relacionados, sigue sien- 8. Estas medidas no figuran en el cuaderno donde se han resuelto los espacios en blanco. Nosotros ofrecemos las que Fernand Braudel habria podido dar teniendo en cuen- ta las obras cientificas de las que podia disponer entonces. 76 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA do una hipétesis, con las manchas solares? Variaciones del clima, peque- fias variaciones, las conocemos también a través de los maravillosos estu- dios de los sabios americanos sobre la cronologia de los pueblos, esos pue- blos indios del sur y del oeste de Estados Unidos. Sabemos que los Arboles, siguiendo la pluviosidad variable del afio, crecen en capas con- céntricas, de un espesor variable también. Son asi higrémetros registrado- res. Que se hayan podido distinguir los afios con esos documentos toscos y reconstituir cadenas, datar finalmente los pueblos (algunos de los cuales fueron contempordneos.de Carlomagno) segtin los arboles que emplea- ron en sus construcciones, es un bonito éxito del ingenio cientifico. Pero debemios preguntarnos si se trata de una mera curiosidad. Esa seria una manera de completar las escasas observaciones de nuestros documentos escritos sobre el «tiempo», en el sentido climatico, de los afios transcurri- dos, quizds un medio, por ejemplo, de resolver los muy curiosos problemas de la historia climatica de los Alpes. Los Alpes, como las demas montaiias, son amplificadores de las variaciones del clima; pensemos en los avances y retrocesos de los glaciares, acontecimientos que la historia conserva en su memoria lo mismo que su medida. Hoy el retroceso es generalizado; en los Alpes orientales el hielo acaba de descubrir unas grutas prehistéricas de excepcional interés y minas de oro que fueron explotadas en la Edad Media. Otra region sensible a las variaciones del clima, el borde de la ban- quisa rtica, nos ofrece observaciones andlogas. Segtin las observaciones tusas, desde 1880 la banquisa drtica ha retrocedido, en el meridiano de Ar- khangelsk, de 85 a 90 km. cAlguien objetard al respecto unas observaciones discutibles y que la exploraci6n ha sido insuficiente? Es un hecho, en todo caso, que toda la Politica de poblamiento y de equipamiento del norte soviético se bas6, y no a la ligera, en un hipotético recalentamiento del Artico. La aventura, Por supuesto, continuaré y es ademés lo bastante importante para apor- tarnos multiples lecciones y dar que hablar. Pero en este vasto terreno de las modulaciones climéticas, resulta pru- dente avanzar paso a paso, No comprometerse y esperar, esperar nuevos balances de los manuales cientificos, el inico alimento sin embargo de las mentes que van a remolque. No es esto lo que pens6 un gedgrafo italiano (V. Monterin) en un buen estudio dedicado a los Alpes.? Segtin él, el cli- ma variarfa por largos periodos de trescientos afios, sucesivamente frios y lluviosos, y luego eélidos y secos. En 1300 empezaria un periodo seco, des- tinado a durar hasta 1600; en 1600, un periodo Iluvioso lo sustituirfa yse prolongaria hasta 1900 y desde casi medio siglo atras habriamos entrado en un periodo seco. No sé si esta ley es exacta, Vale como hipotesis y que- 9. I Clima sulle Alpi ha mutato in eta storica?, 1937. GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 1 daria por verificarla con mds detalle. En todo caso, sabemos que en 1300 unos colonos alemanes alcanzaron las laderas elevadas del Monte Rosa, aprovechando el recalentamiento y el retroceso del limite forestal. ,No es curioso constatar, en esta ocasi6n ante nuestros ojos, que con el periodo seco, que empezé en 1900, coincidid una colonizacién italiana de los Al- pes, de los Apeninos y, especialmente, de los Alpes Apuanos? Hacia 1600, por el contrario, nos Ilama la atenci6n la proliferacién de inviernos rigu- rosos en la peninsula y las inundaciones devastadoras en las zonas bajas, productoras de grano. Los siglos xvu-y-xvul fueron en Italia siglos de pro- gresiva intensificacién de la malaria. 7No se da ahi, en verdad, el progre- so natural de una enfermedad geogrdfica que se extenderia con la simple subida de las aguas estancadas? Cerca de 1600, se da —y no es, histérica- mente, la primera vez— una especie de progreso de las aguas daiiinas en el valle de Chiana, en la Toscana. Gaston Roupnel se pregunta con curio- sidad si los cambios climaticos no provocaron los cambios de la Europa occidental de los siglos xiv y xv. Todo eso no son mas que simples, y fragiles, hipétesis, es verdad. Es- tamos demasiado mal informados para sacar ninguna conclusion y para plantear correctamente siquiera los problemas. Ahora bien, cada vez que se nos proponga acusar al hombre de los cambios del espacio, jdesconfie- mos! No se trata de absolverlo, se trata, para ser exactos, de acusar a la na- turaleza al mismo tiempo que al hombre. Asi, en el siglo 1x, segtin Goetz, en Sicilia se agotaron las fuentes superficiales. ;Echaremos la culpa a la deforestaci6n, y por lo tanto al hombre, o bien diremos que debe acha- carse a los posibles cambios climaticos? Importante pregunta. Serdn los musulmanes de Africa quienes aporten la solucion a esta carestia del agua siciliana, con sus politicas de irrigacién y de dry farming. Podemos pensar, sonar, que fue la desecacién del clima lo que en el aiio 827 llev6é a cruzar el estrecho de Sicilia. Del mismo modo, cuando Ferdinand Fried acusa al hombre y al capitalismo de grandes perjuicios cuyas consecuencias sefia- la, ayer para el Medio Oeste, hoy para el valle del Mississippi, las regiones costeras del Kalahari 0 del Sahara, tenemos la impresi6n, rapida, fugaz, de que tal vez también haya que acusar a la naturaleza. La naturaleza, un gran tema, quizd no sea tan inmutable como noso- tros imaginamos funddndonos en la fe de nuestras demasiado breves ex- periencias. A decir verdad, ,hay algo, en relaci6n a la ciencia, que pueda considerarse estable en el mundo que nos rodea? Las coordenadas de este mundo cambian bajo nuestros pasos a un ritmo de una lentitud diffcil- mente imaginable. Pensemos en las rosas de Fontenelle, en aquellas rosas a las que atribufa inteligencia y que tenian por inmortal al jardinero, in- variable realidad. 7B LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA Los Dos SENTIDOS DE LA GEOHISTORIA La discusion no esta cerrada y, sobre todo, nuestra busqueda no ha culminado. En efecto, no pretendemos ver tnicamente lo que Jean Bru- nhes llama con una férmula expresiva «las responsabilidades del medio». Eso seria limitarse a ver una sola cara, un solo polo del problema: la na- turaleza. Pero al hombre, quiero decir, ;la sociedad? Jean Brunhes lo se- fala gentilmente con estas palabras: «El vifiatero debe ser considerado més importante que la vifia, el pastor que el rebaiio...», luego rectifica, Pues en estos campos conviene siempre rectificar: «Aunque sin la vifia no habria vifiatero, sin el rebaio no habria Pastor...» La-geohistoria-es-jus- tamente la historia que el medio le impone a los hombres a través de sus constantes, el caso mas frecuente, o mediante sus ligeras variaciones, cuan- do éstas legan a entrafiar consecuencias humanas —son tantos los cam- bios que pasan desapercibidos, siendo incluso desdefiados por la débil y corta medida del hombre. Sf, ciertamente es asi, pero la geohistoria es también la historia del hombre enfrentado a su espacio, luchando-contra 1a lo largo de su dura vida plagada de pesares y fatigas, que consigue vencer, o mas bien soportar, al precio de un esfuerzo incesante y repetido. La geohistoria es el estudio de un doble vinculo, de la naturaleza con el hombre y del hombre con la naturaleza, el estudio de una accién ydeuna teaccién, mezcladas, confundidas, incesantemente reanudadas, en la reali- dad de cada dia. Es incluso la calidad, la potencia de este esfuerzo lo que nos obliga a invertir el enfoque habitual del gedgrafo. Vivimos una época —atin no culminada— que empez6 a mediados del siglo xix y que esta marcada por el signo de la ciencia y de la técnica; es la €poca del ingeniero y de la maquina, caracterizada por la progresiva li- beracién (no esta atin completa, lejos de ello) del hombre respecto a la na- turaleza. No cantemos demasiado alto su victoria, su imperio sobre la tic- tra. Pero hoy mucho més que en el pasado, la voluntad del hombre es un gran factor geografico, no es cierto? Esta voluntad pertinaz, y no sola- mente la del campesino siempre fue, por lo demas, un factor considerable. En el siglo xv, como en los antiguos tiempos de la ley Rodiana, como en los tiempos del viaje del apéstol Pablo de Cesarea a Roma, el Medite- rraneo se cierra todos los afios a la navegaci6n, desde el mes de octubre hasta el mes de abril. Por entonces las depresiones de origen atlantico mantenfan un continuo y desordenado vals en el agitado oleaje. Imagi- nense que el mistral desordena el mar, que rizado por la espuma se ex- tiende como blanca Ianura de nieve alborotada. Algunas veces, todavia actualmente, [dedican] un dia, dos dias seguidos, a juntar todos los barcos que lo surcan en puertos mal protegidos contra el viento, en puertos en- GEOHISTORL. : LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 719 tonces Ilenos de los rumores de las sirenas de los remolcadores engan- chados a las amarras de los barcos en peligro. Por lo tanto, tiempo atras, antes del siglo xv, en los tiempos de la vela, del remo y de los cascos de madera, los cargueros y barcos de guerra se veian obligados a invernar en un puerto apto para el estacionamiento, apto ad hiemandum. Esta barre- ra de tiempo agitado y de oleaje era una defensa de los elementos que se mantuvo durante siglos, una barrera tan insistente y tan regular que es forzoso que el historiador la tenga en cuenta. Fue uno de los rasgos mas significativos del mar Interior. Es, por lo tanto, un hecho geohistérico de la primera categoria (de la naturaleza en el hombre). Pero hacia 1450 se introduce en el Mediterraneo un nuevo tipo de barco procedente del nor- te, el casco (la «Kogge»). Es un gran barco redondo y sélido, la «nave» se- gun aparece designada en los documentos italianos; sus planchas, fuerte- mente clavadas, se superponen como las tejas de un tejado. Este barco robusto sera el que «venza» al invierno mediterraneo, sin que falten las di- ficultades y accidentes 0 los «azares del mar», e incrementara asi —coin- cidiendo con el Renacimiento, época que explica a su manera— el trafico de las rutas liquidas del mar Interior. ; Victoria-del hombre sobre la natu- raleza? Si, sobre el espacio, sobre el mar embravecido, hecho geohist6rico de la segunda categoria. Vemos ademas que las dos categorias convergen aqui y se mezclan en lo real. Evidentemente, no vamos a seguir al detalle, con ejemplos o intentos de clasificaci6n, esta segunda categoria de hechos. Este combate contra la naturaleza, tan variado y complejo, todavia lleva la marca del hombre, la sefial de su medida, de sus recursos, marca, medida y recursos que varian conforme las épocas. Al principio, durante milenios el hombre luché con armas mediocres, gracias al codo con codo de sus tribus [de cazadores], y sus recursos apenas cambiaron del Neolitico al Renacimiento e incluso més tarde. En realidad, apenas acabamos de pasar «del instrumento a la maquina», por utilizar el lenguaje directo caracteristico de André Sieg- fried. O haciéndonos eco de una de sus frases exactas: «César y Napo- le6n se desplazan del mismo modo. Napoleén no va mucho mas rapido que César». Georges Duhamel dijo: «El mundo ha cambiado mucho més desde Pascal a la actualidad que desde las Piramides a Pascal», lo que equivale a la misma e importante constatacién. Y asf hasta el punto que en nuestros estudios de geohistoria, el gran problema reside en tomar con cuidado la medida de los recursos de que disponen los hombres, y esta- blecer una escala. Sin ello, jintenten comprender la accién del hombre so- bre el medio fisico y biolégico e incluso la de ese medio sobre el hombre, pues todo esta relacionado! Pienso en la Francia de las guerras de religion. Piénsese en todo lo que se conseguir, en la comprensién de sus realidades, al establecer lo 80 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA que puede ser su espacio material considerado desde el angulo de las dis- tancias. ,Cudnto tiempo necesitan los viajeros o las cartas para recorrer tal o cual distancia, desde Rennes a Rudn o de Paris a Burdeos? Por tér- mino medio, en relacién al tiempo actual, de ocho a diez veces mAs tiem- Po para cubrir la misma distancia; lo cual supone un enorme incremento, no de las riquezas de este espacio, muy al contrario, sino del obstaculo, del Peso pesado, de la pardlisis de la distancia. Aqui buscar una proporcién exacta entre el pasado y el presente seria un error. Pero, en fin, cuando ha- blamos de la Francia de Carlos IX o de Enrique III imaginamos un pats tan vasto (no digo tan poblado) como la China actual, ejemplo mucho mas iluminador porque China tiene sus guerras civiles, sus guerras exteriores, toda la secuela de miserias y atrocidades que entrafian estas plagas; tiene, como la Francia cruelmente dividida del siglo xv, sus generales coman- dantes de los ejércitos —esos principes—, sus bandas de mercenarios sa- queadores, sus proletarios campesinos, sus campos destruidos, asilvestra- dos y sus ciudades atemorizadas y alerta, tan en guardia como cualquier otra ciudad cefiida por murallas y fosos Henos de agua de la Picardia de Condé, de la Bretafia de Mercoeur 0 de la Borgofia de Mayenne. Los re- latos de reporteros sobre esta guerra de China guardan un aire comtin con nuestras cr6nicas de la Francia del siglo xvi. inmensidad de la Francia del siglo xvi!, y més concretamente la Fran- cia del Antiguo Régimen. Asi, en 1619, el duque de Epernon abandona Metz, de la que es gobernador, acompafiado de una reducida escolta. Lle- gard en breves etapas hasta Blois, donde le esperaba la reina madre Ma- tia de Médicis. Sorprende que pase desapercibido, pues efectivamente pasa desapercibido, en este enorme pais y se cuele entre las vigilancias? Era como buscar una aguja en un pajar, oa una compafiia china despla- zAndose hoy en alguna parte de la cuenca del Wei-Ho. Diversidad de la Francia monarquica y, por lo tanto, multiplicidad de Sus libertades locales, de sus privilegios de provincias o de ciudades: gy no se explica todo eso por la lentitud de las sillas de posta o de las diligencias y otras muchas cosas més? Algunos historiadores historizantes se pregun- tan si el objetivo de Enrique IV fue hacer esto o aquello; historiadores que no estan al corriente de esas demoras del camino, de los retrasos de las cartas y de las respuestas, de la dificultad de gobernar a mayor distan- cia de donde la voz alcanza, que no tienen en cuenta las agotadoras ca- balgadas, las prisas del bearnés, ese némada al que la distancia no perdo- na, que corre tras sus enemigos o se precipita a sus citas. Esta lucha contra la distancia fue uno de los grandes dramas del pa- sado de los hombres, uno de los mas importantes, si no el més importan- te. Hoy, el drama contintia. Pero hay una verdad constante: grandes revoluciones geograficas, fru- GEOHISTORIA!: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 81 to de la intervencién del hombre, marcaron etapas decisivas de la historia; ocurrié con la aparicién del caballo, hacia el afio 2000 antes de Cristo en Oriente Préximo, trastornando su calma dichosa; la aparicién del camello en el siglo m de nuestra era en el Séhara occidental, de este lado de los re- levos tripolitanos; aparicién de la «nave» (he contado su historia hace un instante); aparicién en el ‘Atlantico Norte primero, hacia 1850, del steamer de hierro, movido por vapor, que enarbolaba bandera inglesa y que expul- sard del océano a su rival, el campedn de la época, el elfper de madera, de vela. Es inutil que les hable del motor de explosién y de sus distintas y su- cesivas aplicaciones, como son el coche, el camién, el vehiculo oruga y Por {iltimo el avién, lo cual supone mencionar la época actual, cuyo caracter revolucionario, todavia activo, a nadie le pasa desapercibido. Bvidentemente ver solo la lucha contra la distancia es reducir el com- bate del hombre contra las fuerzas de la naturaleza y realizar una especie de contrasentido implicito sobre la palabra Raum. No es esta mi inten- cin, No pretendo omitir las demas luchas del hombre para establecer sus campos, sus bosques, su ganado, sus ciudades y sus casas... Su lucha por los campos y los jardines.es.un tema que abordaré a continuacién apro- vechando los hermosos estudios de Gaston Roupnel: un campo es una creacién del hombre, de las herramientas y el sudor del hombre, de sus co- munidades. En lo que se refiere a las casas, voy a dejar un lugar conside- rable a los estudios del socidlogo historiador Gilberto Freyre. No obstan- te, me resulta imposible, como ya comprenden, seguir uno por’uno todos estos importantes problemas. Si insisto aqui en la lucha contra la distan- cia es sencillamente porque deseo poner en evidencia uno de los sectores mas importantes y més directamente accesibles de la accién del hombre sobre las cosas: este espacio marino del que Karl Haushofer, en su intro- duccién geopolitica a la historia, afirma que es y ha sido el mas decisivo de los espacios de la historia. Es asf porque.es la gran ruta, el gran medio de transportar hombres y mercancfas, Ni la via férrea 0 fluvial (y diffcil- mente Ja via aérea) tendrén nunca una capacidad de tréfico tan decisiva. EI espacio maritimo es el espacio de la gran historia, de la historia muy grande. Sobre este mundo liquido ideal, abierto a todas las rodas* no hay que construir carreteras ni uncir animales, basta con el hombre y sobre todo con el viento, mientras llegan el vapor y el fuel-oil. Que lo esencial de la vida de los hombres se haya construido sobre los mares es una po- derosa realidad. Qué gran conquista también, pues es lo terrestre y NO lo liquido, el espacio dado, la coordenada de base. El liquido se conquist6 con mayor esfuerzo que el mundo aéreo del que hoy dia disfrutamos. Es un hecho que los historiadores han destacado, aunque no siempre han + Pieza gruesa y curva que forma la proa de las naves. (N. de la) 82 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA acotado como corresponde esta verdad de base. No sabemos hasta qué Punto, es cierto, las ciencias historicas siguen apegadas a los suelos firmes, a espacios muy s6lidos y ricos en tierra... Para muchos no existen ni pue~ blos ni campanarios ni historia. Ahora bien, ;qué no podriamos decir de la historia de la navegaci6n? Gracias a la abundancia de relatos sobre los viajes maritimos del pasado Podemos medir-aqué cuanto tiempo ha transcurrido. En el siglo xv1, lean el Viaje, de tono tan animado, de Jean de Léry,”” el ginebrino de Borgoiia, co- lono de Fort Coligny en la bahia donde después se levantaria Rio de Ja. neiro, que nos cuenta sus dos travesfas, de Francia a Brasil y de Brasil a Francia, navegando a ras del agua, en contacto con las realidades del océa. nO due casi toca con la mano, y que nosotros sélo percibimos de Iejos, des- de el puente del mas modesto de nuestros cargueros, por una cuestion de altura y de velocidad... Los bancos de peces, las enormes balsas de huevos de pescado, espuma rosada que devora la fauna marina; zhemos visto al. guna vez esta vida de superficie desde la altura de nuestros confortables viajes? {Nos hemos arriesgado nunca a morir de hambre durante la trave. sia, 0 unos dias después de legar, como era habitual en la época? Tenemos entonces dos geohistorias: el lado hombres y el lado natura- leza. En realidad, dos corrientes de velocidad diferente. Del lado naturaleza: la influencia del medio a grandes Tasgos es in- mutable, se plantea en términos naturales, siempre los mismos 0 casi, la excepcion, si existe histéricamente, confirma la regla. Esta historia es in- movil o casi inmévil, quiero decir que se repite indefinidamente en las mismas condiciones, en los mismos momentos: es el descenso de los reba- fos hacia las llanuras de invierno y su ascenso hacia los altos pastos en ve- rano; es, en el hemisferio norte, las cosechas y vendimias en las mismas fe- chas del afio; es el barro, ese quinto elemento de las tierras polacas y rusas tras los deshielos de la primavera, barro triunfante sobre la voluntad de los ejércitos alemanes y rusos, puesto que consigue inmovilizarlos dos ve_ ces ya, de marzo a junio. Théodore Monod puede explicarse determinados Tasgos de la Biblia a partir de sus recuerdos del Sahara, ya que en la zona que él observa la historia no se ha movido. «E] pillaje ha sido en todos los tiempos —escribié— una floreciente industria en los paises desérticos yi resulta de lo mds natural encontrar en el Antiguo Testamento tantas his- torias de esas que no son las de una época sino de un medio, y que estén fuera del tiempo y que, traducidas al lenguaje moderno, serfan la narra. cidn exacta de un episodio sahariano.» 10. Histoire d’un voyage fait en la terre du Brésil, 1561. GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO. 83 Del lado de los hombres ahora: su accién contra las cosas varia se- gtin las épocas, pero se ejerce lentamente, mucho més lentamente de lo que somos capaces de suponer. Sin duda existen del lado de los hombres revoluciones geogrdficas, e incluso estamos viviendo una, pero exigen mucho, mucho tiempo para realizarse. Los primeros cascos aparecen en el Mediterraneo hacia 1450, la tltima «galera» mediterranea (es el viejo tipo de barco para gran distancia) abordé en Inglaterra en 1587. Del mismo modo, no crean que el automévil ha conquistado hoy todo el pla- neta, lo que entendemos por conquistado. Ha sido necesaria la guerra de 1939-1943 para que Ilegara hasta el desierto, para que remplazase las proezas de las pistas de Bidon V" o de la caza de gacelas, en el Sahara © en Siria o en otros lugares, por los éxitos masivos y repetidos de la guerra de Tripolitania. En 1932, un experimento de ataque simulado del oasis de Kufra concluy6 que era imposible utilizar unidades motorizadas. Los meharistas* habfan ganado. En resumidas cuentas, forzando los términos, tenemos dos historias: una inmévil, y la otra muy, muy lenta, pese a la presién insistente del pro- greso... LA UNIDAD DEL MUNDO, ASPECTO GEOGRAFICO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL Una de las victorias del hombre sobre la distancia y sobre la naturale- za es a buen seguro el encogimiento del mundo y, como consecuencia na- tural, su unidad. Ayer cubriamos la ruta de Caracas a Bogota en quince dias, hoy basta con tres horas en avin. Se cuenta que en Brasil ayer las urnas de las votaciones de [determinados pueblos del sertao] no llegaban a Rio hasta seis meses después de celebradas las elecciones. En la actua- lidad basta con unos dfas. Sabemos que el Atlantico ha sido domado por la linea aérea de Nueva York a Lisboa, via Azores (linea que une Nueva York con Lisboa en veinticuatro horas), o de Natal a Dakar por los «Co- rreos Sur». Todo esto no es posible sin graves consecuencias, que tardaran mds 0 menos en manifestarse pero que no dejardn de hacerlo. Admirable tema de reflexién al final de esta conferencia. Unidad del mundo? No crean que sea una simple imagen, un artifi- 11, Fernand Braudel, durante los dos o tres primeros afios de su enseflanza en Arge- ia (1923-1932), conoci6 las pistas del Sahara, que recorrié en el transcurso de numerosos Viajes, incluso a lomos de camello, * Soldados montados en camello. (N. de la T:) 84 LAS AMBICIONES DE LA: HISTORIA cio, un cliché de discurso politico. Es una seria, seria, e impresionante rea- lidad. La humanidad habra vivido durante milenios acantonada, encerrada en sus continentes como otros tantos espacios cerrados, dispersa en sus respectivos planetas, segiin se ha dicho. Pero de planeta a planeta, de un area de civilizacién vecina a otra drea de civilizacion se han lanzado ama- tras entre los siglos, se han establecido puentes, multiplicado los enlaces tiles, intercambiado bienes, primero gota a gota: una bala de seda, mo- nedas de plata con la efigie de Nerén... Poco a poco, las humanidades se han ido descubriendo unas a otras. Es una vieja historia. El mundo ha vi- vido tan rapido desde entonces que hoy se solapan, intercambian sus cos- tumbres y civilizaciones. Tal y como observa André Siegfried, se estable- cen «contactos eruptivos» entre «civilizaciones con herramientas» y «civilizaciones con méquinas», lo que da lugar a verdaderos choques eléc- tricos. jLastima por los mds débiles! Sobre una tierra cada vez mas pe- quefia, mas sobrecargada de seres humanos (mil millones y medio en 1914, jdos mil millones en 19391), va faltando sitio y el codo a codo se con- vierte en la norma. «El mundo es una aldea» nos dice Gaston Roupnel. Ya no vivimos en Europa sino en el mundo, La etapa Europa hace algunas lunas que la quemamos, y se frustré tres o cuatro veces, Vivimos por lo tanto en el mundo y, lo queramos 0 no, mas allé de los intermedios que nos ocultan el horizonte provisionalmente, somos ciudadanos del mundo. Eso no es ni bueno ni malo. {Qué sabemos nosotros? Pero es un hecho. Id est quod est, como dice el Eclesiastés. Que Ia cultura es internacional es ya una realidad, pues no hay nada més mévil que los aspectos culturales. La ciencia es internacional, basta con que se fijen en sus manuales. Y el arte otro tanto de lo mismo, si bien se esfuerza menos para serlo. La arquitectura de Le Corbusier, desnuda, geométrica, ctibica, este triple triunfo del hierro, del cemento y del cristal, esa arquitectura abierta de par en par a la luz, se esta implantando en to- das partes, incluso allé donde las temperaturas muy bajas y el exceso de luz se presentan a priori como obstdculos razonables, De un extremo a otro del mundo, vemos asomar un tipo de literatura (de novela o de tea- tro) enteramente dominado por el mismo dolor de los hombres: una lar- ga melopea sobre una reivindicacién vehemente, extensa, mon6tona, an- gustiada. Echemos la cuenta de todos los que niegan sus miserias, la cantidad de corazones que quieren ser ellos mismos, vivir su vida a pesar de todo, como si nuestra vida estuviese, jay!, a nuestra disposicion... No clegir, aconsejaba El inmoralista de Gide, reservar sus posibilidades, pro- tegerlas como un bien muy valioso que mantenemos agarrado con nues- tra mano en el naufragio que a cada instante nos amenaza. Vivir en el dpi- ce de nuestra experiencia como hombres, dice otro, el gran Saint Exupéry, GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO 85 vivir peligrosamente, aconseja otro... Pero zes que somos libres de reali- zar semejante eleccién, eleccién que no seria exclusiva? El mundo se co- agula a nuestro alrededor, se solidifica como un cristal, con una sorpren- dente indiferencia por cual haya de ser nuestra suerte y por la suerte de todo lo que amamos, siguiendo leyes propias que la técnica ha provocado pero que no controlamos. El dfa en que los folclores locales -como rique- zas originales que son— hayan quedado agotados por las literaturas de gran rendimiento, la uniformidad ser4 una amenaza, en el plano terrestre, para el pensamiento y la literatura —ese lamento y ese suefio de los hom- bres—, igual y monocorde en todas partes. Internacional es también la economia: el capitalismo de las grandes empresas ha emprendido la conquista del globo a gran escala, ha realiza- do a su modo la unidad del mundo. Incluso, nos dicen los bidlogos, el po- blamiento microbiano tiende a equilibrarse de un continente a otro. Todo el mundo tiene que vivir... Internacionales son, por lo tanto, las enferme- dades y las profilaxis. También a nivel mundial, bajo el peso de esta unidad, se dirimen las guerras. Solemos decir que la Gran Guerra de 1914-1918 es la primera guerra mundial. Aqui tenemos la segunda, no menos mundial que la an- terior. Pero la guerra de 1914-1918, realmente fue la primera guerra mundial? El engranaje funcioné mucho antes. Las guerras revolucionarias y napoleénicas tuvieron su escenario mas espectacular en Europa. Pero en el mismo momento, Inglaterra ocupaba todas las rutas del mundo y se apoderaba de la India. Esto, en suma, tiene tanta importancia como aque- Ilo. Guerra mundial es también esta contienda que nuestros manuales di- viden en capitulos sucesivos como guerra de Sucesién de Espaiia, guerra de Sucesién en Austria, guerra de los Siete Afios. Guerras mundiales son también, por distintas que sean, desde el siglo xvi las emprendidas por el imperio espafiol. Entre Pavia y Rocroi, por favor, no veamos solamente Europa. El mundo ya existfa. Desde que fue, no aprehendido y conquis- tado sino tan sdlo percibido, los hombres se lo disputaron. Y hubo un mundo, ligado en sus partes, que forz6 —y por ello hubo una Weltges- chichte— desde que fue derribada en el siglo xvi la gran barrera del Atlan- tico, que durante tanto tiempo dividio absurdamente en dos el oekoume- ne. El Pacifico, mucho més vasto, no desempefié el papel de mamparo estanco entre Asia y América (pensemos en Ia Ilegada de los malayos a la isla de Pascua y en las migraciones de los amarillos hacia América siglos antes de Colén). Con la conquista definitiva del Atlantico por los blancos, el mundo se ha cerrado sobre si mismo. Como tantas otras fuerzas que conforman la historia y agitan al mun- do, esta unidad creciente no es una corriente continua sino una corriente modulada, alterna. Experimenta retrocesos y avances y es a través de esos 86 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA avances y retrocesos como finalmente progresa. ,Retrocesos? éAvances? Pensemos en dos épocas préximas a nosotros. 1914 en primer lugar: un mundo abierto a las mercancias, a las. ideas, a los hombres, a todos los in- tercambios. Un verdadero mundo. Se podia dar la vuelta al mundo lle- vando consigo tan sélo la tarjeta de visita... 1939: confesemos que enton- ces, al cabo de veinte afios, el mundo se habia atrincherado y fraccionado de forma absurda. Los que no han vivido ese insensato retroceso encon- traran la explicacién en el admirable librito de Henri Hauser, titulado sin duda de forma eufemistica, La paz econémica (1935). Lo cierto es que en cl periodo de entreguerras el viaje de Phileas Fogg habria soportado, no como en los tiempos de Julio Verne en 1872 accidentes técnicos, sino in- extricables dificultades con los visados y pasaportes... Oscilacién entre un mundo abierto y un mundo atrincherado: gacaso el problema de la guerra actual no es precisamente esta oscilacion? ;Qué futuro nos espera? ;Parcelamiento de la tierra en espacios auténomos, en Planetas (espacio gran-alemén, espacio gran-asidtico, espacios inglés, ame- ricano, ruso) o mantenimiento —o la salvaguarda— de la unidad del mun- do? Lo mas probable a mi juicio es que gane esta tiltima, Una construccién que para mafiana querrd, en mente, fronteras cerradas a cal y canto, eco- nomias planificadas y autarquias monstruosas. De 1919 a 1939, el hombre ha podido oponerse al mundo, mediante una agotadora actividad. Rinda- mos honor al egoismo americano (la ley de 1924 sobre la inmigracién). Europa, culpable también, tuvo la excusa de sus locuras y de su debilidad. Nien el pasado ni hoy se transforma uno impunemente en campo de ba- talla. Después de esta guerra, no creo que todavia se puedan poner diques y constrefiir el mundo. Creo que el mundo se va a contraer por si mismo, pero al mismo tiempo se abrira sobre si mismo con todos sus poros a la vez. Quizas haya Ilegado el momento de que asf sea. '_¢No estamos vislumbrando cudles serén los problemas, los grandes problemas, de mafiana? Son los problemas de esas puertas abiertas, de las grandes corrientes de aire que sacudiran las casas. Cuidado con los viejos Papeles, quiero decir con los viejos métodos, las ideas trasnochadas, con las sociedades trasnochadas, con las civilizaciones y Estados de ayer. Colaboracién con todos los hombres de buena voluntad: ,c6mo no abandonarse por un instante a ese suefio de Navidad? Colaboracién, ayu- da mutua, fraternidad, fe en la humanidad pacifica y mejor. Son suefios, no realidades inmediatas, bien lo sabemos. Ayuda mutua sf, pero luchas tam- bién, luchas feroces con los grandes paises del mundo entero, con las ra- zas del mundo entero, con las ideas, con las economfas y las locuras del mundo entero, con los odios, con los egoismos, con los canibalismos del mundo entero, con los determinismos y los fatalismos del mundo en- GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL TIEMPO. 87 tero. Y todas esas luchas aparecen con sus largos y monstruosos vinculos en el espacio. Quién nos dice que el destino de nuestro mundo, Francia, una de las islas de Occidente, no se elabora hoy mismo a tal profundidad en China 0 en tal otro mundo? Todos los paises del universo se tocan y se mezclan en un cuerpo a cuerpo tumultuoso. {Se dan cuenta por mis explicaciones y mis ejemplos, y sobre todo por ese gran ejemplo de la unidad del mundo, que por desgracia he debido abordar demasiado apresuradamente lo que puede ser esa extensa capa de historia —y de vida—, este conjunto de fondos y de realidades per- ceptibles a nivel de los enlaces geograficos entre los hombres y la tierra que los sustenta? Reconozcdmoslo: la geograffa proyecta una luz sor- prendente sobre las complicaciones, los millones de hilos que constituyen la vida humana. En todo estudio sobre el pasado, en todo problema ac- tual, siempre encontraremos en la base, exigente, constante, luminosa también para quien realmente quiera observarla, esta zona que hemos de- signado con la palabra no del todo buena de geohistoria. Prescindir de ella como hacen los historiadores, al menos casi todos los historiadores, como hacen tantos especialistas de lo social y de lo actual, es un error cuyas con- secuencias creo que ya adivinan: horizontes incompletos, problemas plan- teados en falso, realidades engaiiosas, el absurdo cada vez mayor de las politicas. Repitamoslo: nuestra suerte est4 siempre unida a la tierra. Por lenta que sea esta historia de base, es una historia, una realidad de la vida. El peligro, pues sigue habiendo un peligro, estarfa en hacer lo contra- rio que quienes no la reconocen, en verla s6lo a ella. La geohistoria no es, digémoslo entonces con vehemencia, no puede ser toda la historia. Una de las debilidades de las admirables obras de Emile-Félix Gautier es pre- cisamente la de haber visto la historia, muy a menudo, tan sdlo con la mi- rada penetrante y fresca de un gedgrafo. En realidad, necesitamos ojos distintos para verlo todo o al menos para intentar verlo todo y compren- der.!? 12, El cuaderno se interrumpe ahi, a mitad de recorrido del proyecto anunciado en la introducci6n,

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