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68 Jato Ortega ba Ia pierna izqu donde las rocas arrastraban tan mal que en el cam en huevos mx. Me dije que tendria que Devar la cuenta prea de mis partes perdidas para recobrarlas luego y darme spl pero cuando me arrojaron por fin a un hueco anche poco - fundo y empezaban a taparme con piedras y pai he rid vera ano de los policias hurgando en torno con una bola de pico ve tas manos, ¥ de inmediato he sabido que este hijo de mals dre recogeria mis pedazos para llevarse medio cvesPo mio. Bste mismo policia, antes de legar al hueco ave seria mi tamba me ta rellenado la barriga con paja seca, iendose de mi, como iy0 faese un muaeco hecho para ser deshecho 1 me iban qued 2 Me estuve muriendo un rato latE ya muerto cuando me cul entreruve pensando en mi come como dice mi comp: or aqui, pero que &! agacren tee gai es uno de nacimient>Y endl ni rmala suerte, poniendose serio, di. rac Po ides entenderian, asintiendo, ¥ poquito a poco, precisamente porue solo tengo medio cue ‘conmigy, pude deslizarme y escabullirme, Se ea y ee oI quemado del caminito, He trepado despacio cima vi el pueblo, abajo, oscuro y rojo, y sent tuna pene larga, tranuila, 1Oyeme, policia!, write, a és rire, aunque me salia un ronquide ms bien neat mane Para practicar, repeti mis gritos. iOveme, Belatinde!, griné, Devuelveme mi cuerpo, Dénde hhan escondido mis huesecitos? . Y lors. 3 i saltando entre las rocas. Qué trabajo dar act de culo, rembleque, agarrindome de las le que se me desprenda otro hueso. wii la que me falta? Fse hijo de su ma- », que Hevaba mis huesos en una bolsa de mals Rubia. Yo iba escondido entre la Ge cabra. Lo escuchaba silbar un hi yh habia excuchado de muchacho, todas las maftanas, Si ahora dl pobre, loraria. "Al llegar a la primera calle de piedra la mola de Luciano se J los dias en la primera casa, la de los Robles, puerta y Rosa Robles salud6 con su wz Caoraina.y yo también respondi a su saludo, con mi rugido pe tal vez no escuchd, «0 si escuchs seguramente fomd por om & pricho de la mula decrépita. Don Luciano, zqué ha oido Ud. del ella a ~=Muchacho loco, pues -respondis el viejo- 149 han mt importancia tic kine Chm seri, gro? coment’ la Ros de mi madre, » ~abii ella, com ansiedad-, Tene- » mi padre-, venga a advertrnos, Ybrada que la de mi madre. Quiz’ he perdide la parte de mi cuespo que viene de mi padre, y su vor, distante y debil —Fuera, perm, fuera —iba diciendo el viejo; la mula trotaba, nerviosa, Detris de la carreta un perm ladné con furia. Fl condenado me habria olide, v ya otros perros ladraban desde las puertas. Per el recornide del lechero terminaria en el otro extremo del Pueblo, junto a la parada de los camioneros, y alli yo me bajaria Para escabullirme entre la carga de papas de cualquiera de esos ‘camiones que fuese a la costa, Porta ruta de Ayacucho eran cuatro di ye hacia Lima, Hasta ahora no me habia sorprendido ny suerte, nadie lo haria hasta legar a Lima. 2lendria que descubrirme llegando a Lima? La gente de Lima estaba acosrumbrada a ver cadiiveres en la televisidn, En cuanto ~ Julio Ortega lograse yo hacerme entender, £0 los perros ladraron como locos brusco, - 4 __ Laleche de las botijas me habia salpicado las barbs bia oler como un seciéa nacido; pero la paja de a eaten se habia pegado por todas partes, y debia mas bien patecer uno de esos mufiecos de la altura, aplastados y bobos, que arstan nifios indios y aguantan igual la uv En la atiborrada estaciGn de camiones logsé escabullrme en el camin lamado «El Peruaniton, a pesar de que ese nombre me produjo cierta aprensidn; no sea que se desbarrancase, de puro peruano, y me mata dos veces por doblemente pa Pero era el camidn més apropiad, leno de cajas de fates costales de papa y toda clase de costalillos de cereales De modo que me cubri como pude, me arrastré entre Ia carga ¥ Crt dele caseta anidé en un sinc6n abrigado. El chofer y su chulillo se daban unos pis dominar el frio, hasta que por fin subieron, encen J, como quien no quiere la cosa, arrancaron. Cuando escuché que alguien silb primir un sobresalto, Me descut silbaba a mi lado, y que dejaba de yyode. 1 tempranos past lieron la ri baba junto 4 pude. werto y me tapé como ve que uno es unm Hasta en eso | | | Adis. Ico B tun muerto argentino o cubano habria «que revela la suerte ale la victima y la comiectin del veruadera historia nacional seria este cuento de las va rmatarza en » ere que dice el vals, un panteon con aeropuerta, De estas cosas venia charlando con el tipo raro que me asus aque resulté ser un estudiante de antropologia, fuese el primer bicho many que él encontraba, untropologe de mucho porveni que aceprara una tue buseaba una explicaciin; pero, sobre todo, se veia elabigeo Superman ~aijo- el cojo, wnidades de altura, eA Jo Ortega Alfonso Canepa ~dije-, 0 mas bien, lo que dejé de ag Me miré sin inmutarse, aoe vambito -djo por fina i hay que enterrarte 5 rare fue el primero de los compaiieros ocasionales en mi pe. regrinaje a Lima que quisieron enterrarme siguiendo un podero- xo instinte urbano y académico. Si me descubri pona, sequramente se echaria a orar; una gente t rezar pidiendo perdén por sus pecados Pero con los cos diferente. Yo erei que del susto correrian, pero la mayora s sa en enterrarte alli mist Ayacucho una mujer, Es verdad que el mejor de los casos, de puler Después de todo, Lima fue antes de los espa indigena. Y el rio Rimac, de donde la ciudad te cen lengua aborigen a Ud. hay que darle descanso eterno», ta sierra, hasta de muerte -Si—replicaba él, ciustico~, por delicado ex que te sacaron la chochoea, én0? ~éPero ni crees que te puedes echar a andar por todas partes qué? gQuién te crees que eres? ¢El i, Iyaenco % sme fue pasando viamos a la carrete Nbancay, mas © menos, {que empect a reparar en la gente que de rato en i sentada al borde d piedras. La sospecha de que eran, com iba a Lima a reclamar por sus hute- cacretera, sobre las gran mas frias y mas dridas 6 —El cura, pues, Fl eapellin de las tropas de Pizarro, No, cmo va ser. Pero fijate que se ports como un cienti un verdadero juicio del Inea ahualpa, anticipand =F] Inca no habia visto nunca un libro y cuando Valverde le Jalio Ortega ereyendo que le hablata, p, Por =z a nombre de quign habla Valverde? 2 qué les promere? =A nombre de Dios, Promet vacin. & Qué te propones demostrar? Me miré, fijamente. De info ‘o-, Un Tiipac 4 r Inkarri, que espera {que sus miembros renazcan para despertar? iDescansa en paz! Riendo, me dio un cod: lo que hice de inmediato. temperamentales. Un oun dia vienen Pero fijate en le paciencia, sabiendo que curse de tus colegas antr verdad? «Veni- sabemos que Uds. mataron in en un estado de confasién modos de has ssa matanza, ¥# tiene nada que ver Adis, Apache -Si, hombre, ba justicia cuande con exe discur por experiencia propia, me aterra, Me basta con —gPero quign te crees que eres? Porque se les fue la mano a unos policias borrachos vas a condenamos a todos? £Te crees un Don Quijote de la mancha andina, a0? Y rompié a rei. Ya, pues —protesté-, acuéndate que me dedicaris ru primer libro, el que te valdré una beca a Francia y un puesto en Alemania, Pero no 16. — Policia! -grité de pronto. ;AAqui hay un cadaver comunistal Pero, claro, a cinco mil metros de altura no habia ningin po- licia. Sin embargo, el camién se detuvo. El chofer lo habia visto gesticular y debié temer que algo an- dase mal con la carga. —eQué pasa, doctor? ~pregunts, ahvecando la voz con las manos, Aqui hay un cadaver de contrabando. ¢Es suyo este muerto? El chofer subi6, movié tales y me destapé la cara. me quedé mirando, aprensivo. Pata impresionarlo me abri la ca- isa, per nmovi. —Qué muerto mis feo — cualquie ban a matar, Y esa e mientras los antrc wrcosto, Iban a moris, y esa certidumbre los hacia encarnar la violencia, como si fueran desnudos. Uno le veia la cara al pais en se detuvo junto al nuestro, Me levanté ayudado por Alex y le busqué la cara al ca lo llamé-, Las infantes de marina me miraron fijamente sin inmutarse. —Muy bien, gracias respon ; y mucho cuidado con este camino —dijo el capitan, y siguieron de largo, Arrancamos también nosotros. Pronto llegariamos a Huanta, uno de los ejes de la contrail- surgencia militar. Hacia poco que fueron descubiertas aqui tu bas secretas, enormes fosas comunes. Los cadaveres yacian € Adis, yaccho 85 Ja plazuela, irteconocibles, mientras las madres gemian en coro buscando a sus muer ‘escuchaba el crujir de los huesos, ofa el ante intermitente. snta matanza, y nada, cielo de Huanta se abria limpio y luminoso sobre la ciudad tachonada de flores, verde y roja. 8 Una pobre fila de campesinos m: descender la carretera de montafa, jeados nos conterplaba sibitamente, una viva nostalgia. Yo habia on los hombres de mi comunidad, baja municado un mes entero, Pensé mucho en esa circel infestada de vi, por primera vez, que mi vida era una vida ‘estos muertos de hambre sera esta vez la vicima. Uno yo, cualquiera de ellos. 86 Jeti Ortega semidesnude hacia la plaza camiones: un atrio aguarda. pero otra vez tuvimos que esperar en una fila de fiinebre legaba a la iglesia mayor en cuyo ban las autoridades vestidas de negro. Algin mando van as : p : ajusticiado por Sendero, Una trompeta fiinebre ee pero cuando call6, de pronto, un rugido subterrines inn por todas partes provocando el pinico inmediato, Aparece techos banderas rojas y se oyeron al fondo explosionee de dinamita que remecian la tierra. La plaza se llené de soldados que pasaria en seguida, de modo que procedi ayuda de Alex, lo mejor que pude. En efecto, nuestro camién fue rodeado por la tropa, y en cua un estudiante de antropologia envalentonado, pero le cayeron a patadas le jarian al bote un par de di riencia de haber probado ese margen de error d vo le permitiria demostrar la capacidad que tenia de corregits, 10 cual le valdria una nueva beca en Washington. Por fin nos moviamos, a bocinazo limpio, frenando y apuran- do, A la salida del centro del pueblo, cerca de la zona elegant," grupo de gente bien trajeada excuchaba a su propio parlanchin Adis, Ayocbo 87 ue prometia la paz. del fin del mundo, lemocracia como el me- or alimentados. pena de ser recuperada? 2No seria recuperable también, a pesar de tanto discurso en la oferta y la demanda, el antropélogo amoralista? cay como mentacién formal. Solo faltaba ver cuanta violencia podia desatar ese Estado antes de anegarse en sangre, ya sin discurso antro- polégico posible. La matanza indicaba que el sistema se sostenia precisamente en ese célculo, haciendo consustancial a su orden un indice repartido de violencia per capita. De manera que me enfrenté al chofer, ayudado por Alex, y amenazando con demunciarlo por contrabandista de coca, lo obli- ‘gué a dar la vuelta en la calle siguiente y volver a la plaza por la callecita de piedtra, felizmente despejada. Nos dimos de frente con la patrulla de soldados que se levaba, o, al estudiante apaleado. Trepado encima de la carga, Gala patrulla, Allverme, dejaron caer al estudiante y die- ron un paso atrés, Uno de ellos me apunté con su metralleta, ~iQuién manda aqui? —reclamé. ~Yo, carajo dijo un cholo pintén, y dio un paso adelante. el primer deber de un soldado? —lo desafié. 4 coraz6n de un senderista —respondi6, amenazado- pensé. También estas bestias han sido educa- das en una interpretacién razonada del pais. 88 LOO Muy bien -volvi-, A ver, & soldado patriota? Matar un comunista. La puta que te pari. —Cémo? ¢Es Ud. senderista? es el mayor premig ge i , gO ME FeCONDCE? ZOQuig ha ensefiado a beber sangre? SS eQuien te —Enerenamiente, carajo —Brits “ZY no sabes quién es ese joven que has rajado a patadas? —Senderista apitucado seri, pues, i “Cémo va set. Miralo bien, No tiene cara de Por si acaso, pues relajindose. stropeen, Es mi alum: habia hecho perder una beca, es aaa Tenia la nariz hinchada y cre gota de sangre. prada. Y le asomaba una medio- 9 Esta es la primera carta que dicté: Presidente Belatine Por la presente, lis, Iyacncbo 89 aemade y mutilade, Muerto, i protesta nacional Ja mia propia, pidiéndole me de- os quee se me llevaron a Lima, Como 1s los cédigos nacionales ¥ todos los tratadk internacionales, ademas de todas las cartas de derechos humanos, proclaman ni el derecho inalienable a la vida humana sino J derecho a una muerte propia, con entierro propio y de elemental deber de resperar la vida humana supo- Ud. bien sabe, Jos muertos, idad minima vi, ex quebrar rambicn la ley natural y la ley social, en cuye acuerdo se fundan las naciones, Sus antropélogos € intelecruales han determinado que la Ja se origina en Sendero Luminoso. lencia se origina en el sistema, y en el Estado que dice una de sus vietimas, que no tiene ya nada » dio por experiencia propia. Sus abogados han se aplican a los excesos de hace mal), pero juridica primitivista y ta sirve, reveladoramente, para encubri a los verdaderos multiplicada por la ocupacién, se puede cumpli la filosofia de la ley, ya que no po- » de derecho, ya que no jira de los cédigos, que all alpie de la letra. La ero, auunque sea han determinado que todos somos culpables. 0 Julio Ortega més culpables que otros, Porqu culpa, ni ley ni sancidn pe inocentes: No, de ninguna manera. Se han istficaciones en el mercado, donde, unos yon, han saldado el pais al extranjero, y lo han hecte tiolencia tiene su historia a la vista, Sus soldados, que ejecutan en e campo la defensa de la democracia real, son la praxis de tanto discur- so, Con esta praxis pronto no necesitaremos de ningiin discurso, ‘Al final, dudo seriamente si Ud, leera alguna vez este mio, Un anrepasado mas cindido que yo escribié una carta al rey espatiol de dos mil paginas, que tomé doscientos afios en ser leida. En so de Valverde y el discurso de Uchuracay se colegios de este pais, como dos columnas del Estado, veguro de que Ud. hard todo lo posible por no demorar mi entierro. 10 Mucha vaina —protesté el antropélogo, harto de eseribir-. sperariis que te responda, no? 1 qué no? Yo también voré por él. jor perder por un namero de votos, que por un mime- —Daremos nuestra primes D a conferencia de prensa ~dije. Micro i ia. i pasando, Por favor, recapacita. Primero te la das de Guamin Poma actiollado, con esos anteojos de sol y ese sombrem morochuco. ¥ ahora qui anuncian el fin del munde Belaunde te recetarin un. Imaginarme en mani rigs. Desisti de inmediato de la conferencia de prensa. Se -repetia &-, no podré contigo. Y qué Saldré perdiendo, y haré el ridiculo ante Fulbright. Te he peometido el decanato de Ciencias Sociales -lo conso- Jaba yo. Seris un barén del diseurso nacional, un sefior de Ulbro y cuarilla . ‘Me puse a cantar ut huayno de mi tierra. Alex me acompa- faba, alegre de ver al antropslogo, por primera vez, acorralado. ‘Tambien al habia entendido que el otro era un pishtaco disfraza- do de doctor, El camién entraria pronto a Ayacucho, «lugar de muertos» significaba ese nombre en quechua, speraba qué siguigramos de largo y empeziramos el descenso hacia los valles secos y calientes de la costa. El camién subia una cadena de montafias, sobre abismos pro- fundos, lentamente. Me acordé de mi padre y de mi madre, que debian estar despertando ahora, en Quinua, a frio de la madruga- da, Verian, al menos, un cielo mas limpio que este y escucharian el alboroto de los primeros pijaros, Después de un bosquecillo ralo, empezamos a ver algunas mujeres sentadas al pie del eami- elaurobuis, Luego, gente a pie, cargando toda clase bultos, que caminaban no al borde de la carretera sino por Jos caminos de herradura del cerro, en direcciones contrarias, y a distinta altura. De pronto, al pasar un puente estrecho sobre un rio chico y grandes mubes, una » de ripio y polvo @ unos veinte amiGn frend bruscamente mientras arti- 9 Ino Onega miinindome en silencio, inquietos quieres venirte con nosotros? ~me pregunt ella, em 44 wa que quernar 8. =No, gracias ~respondi-. Odio favor, hermanita. Dale recibo a este incendios, Pero hazme un afer por sus papas. Es legal. papel Salvo el poder todo es ilusién ~ieté ella. Haz un recibo para este chofer ~afiadis, —2Quién firma? —pregunté el estadiante, La camarada Diana Firmé y le entregy el papel al cho A habia dejado de sudar —Fres un dirigente -me di hha tomado la palabra al sistema. Esa es una etapa derrorista oes tad ~Puede ser —concedi-, pero mi derrota es mi renuncia, clases de espadas —repliqué lide a los clasicos, pero el estudiante ago- Se fueron en otra nube de polvo, ripidamente. Cansac callados, nos acomodamos b quemados. unos arboles El chofer repartié el café de su rermo, curado con aguar- ‘un pan de maiz fue circulando, Aqui terminaba nues- 2 Quinua, luego de rar la denuncia del asalto, y yo y el estudiante tendriamos que encontrar otro cami. El viento helado doblegaba las ramas secas del arbol. Mu Cuando legamos al primer puesto policial, a las puertas mis- ‘mas de la ciudad, encontramos una muchedumbre instalada en los oF Julio Ortega negocios de la espera. Pululaban 3 aie puler, seconocis al antopolon tudiante le expli policial una denuncia, para validar asi el certi- firmado por la camarada Diana. por cierto, idea mia, y no debo ocultar, por falsa modestia, la poderosa logica de esa necesidad. Después de todo, gqué le quedaba a una para acelerar la denuncia obtener una copia legalizada en el ac pagé la mitad como adelant i inmediato le fue extendido por El antropélogo no ocultaba su furia. Evidentemente, 9° & hecho para las complejdades nacionales, y ao podia entender do" yo aceptara el cinismo del coimero, un parisito del sistem’, dijo. 7 compaiero de la Facultad de Ciencias Sociales, le recordé 90 99 © un cinico: es un hombre de éxito. Utiliza su condicién de Loser de conocedor de medio mundo para algo evidentemente inmoral téeminos de la moral publica, pero precisamente es monn litaria: somos una sociedad profundamente antidemocritce Adhiés, Ayacucho 95 tu titulo como mi desapaticion son un producto de la falta de escri- pulos: De manera que la eficacia de st justicia: acelera los trémites, y eso es lo ‘Alla ley peruana no hay que peditle sino que casi se cumpla, Con eso salvariamos Jos ojos y la lengua. Ya después, cuando sea la hora, esa ley hari, ademés,justicia. Por lo pronto, que evite una injstica ma- yor, para no seguir gastindenos el poco Faruro que aos queda 6 el coimes | chofer. Habia cumplido su trabajo, buen negocio, el coimero se ofrecié para obtenerme un c - do de forense, silo necesitaba, o un certificado de buena salud, si Jo preferia, Peto también podria serme ii dio, un pasaporte: en cl extranjero pasaria desapercibido. Este coimero expansivo era un verdadero hombre de estado. Pero mientras el animoso antropélogo buseaba un nuevo c2- mién, cotejando horarios en el mercadillo, un tipo alto y grueso, de casaca negra y botas nuevas, se senté a mi lado. Yo estaba lejos del gentio, detris de los ultimos puestos, pero debia haberme he cho sospechoso. Lo estudiaba con el rabillo de ojo, pero no pod adivinar el negocio del forzudo, que encendi6 un cigarsilo y pas6 otro, sin mirarme. “He sabido —habl por fin que se encontraron Uds con Sendero. Dio una larga pitada y exhalé lentamente un humo inmenso, “Ja camarada Diana me pertenece ~dijo- dEs esta, verdad? ‘Me pass el retrato-robot de una mujer Me lo quedé mirando. Era, mas bien, elretrato abstracto dela mujer peruana: el rostro oval, los ojos almendrados, la boca llena, el cabello lacio, Me sorprendié que ese modesto retrato tuviera una fidelidad involuntaria, y fuese capaz de documentar el caric- ter més general de una protagonista de la subversién. a que es un mer militarmente a Sende seria a través de trata de dertotar hacetlo plenamente trata de excederio, Me perdi yo ei esos prtfindidadey olvidansdo que tenia a mi lado a un policia secreto, que muy bien podia identificarme y centerrarme en el acto. ~Si-dije, con cuidado-, es ella. La camarada Diana. -Se lo agradezco ~dijo el forzudo, complacido-. sCuanto le debo? Qué dice, no, nada. —Puedo pagar, esabe? .. Puedo pagar. ¢Cuinto jo el hombre, y se puso de pie- Me llamo José Ignacio Cruz, para servirlo-. Y me extendié una mano regor deta que no estreché-. Periodista ~aftadis. Casi me caigo de la banqueta. lis, yucaco 7 ~pregunté, todavia amedrentado. me recibi en Comunicaciones. del pais nacivmal, pensé, desconsolado 4, mordiende las palabras. ste hombre era la tipica bestia yo, tratando de debia haber frecuentado delicadamente los iguiendo su vocacion, para no escribir nada -No entiendo —se sobresalté el otro, que por lo visto resolvia dileras. —~Cambiar victimas por délares es parte del oficio, claro, pero Ja libertad que uno tiene no demuestra la que tienen los demas, eno eree Ud. ~aY su vocaci6n? En este pais todos tenemos una vocacién frustrada. Es por €s0 que todos tenemos un precio. Resist su mirada ~Diana o yo, tendni que elegir —dije, como si se tratara de la s nudillos sonaron; senti que 98 Jato Ortega crvjian mis huesos. Ud, puede para exis op a Pero no creo que ambio, los at a « imprescindibles Una sere de reportajes sobre Ud. podrian ser una propagan- da persuasiva... —gPero piensa Ud. que se los creeria? ¢No haria Ud, sidiculo? En cambio, Diana... —zTiene Ud. un contrato con el antropslogo? Mi revista po- dia ofrecerle més por la exclusividad. —{Métase su revista en el culo! ~perdi la paciencia-. .No se da Ua. cuenta que Belatinde terminara pronto su petiodo? éCree Ud. «que el présimo gobierno seguiri financiando a la prensa oficalis- ta? Uds. habrin perdido la exclusividad del crimen, piense. Me miré con franca admiracién. —cUsted sabe ya quién ganars las proximas elecciones? Mire, rerminemos esto. Ud. es irrecuperable. Usted es la roca sobre la que se levanta el sistema. Me marcho con el antropélogo. Siga Ud. su camino. —Espere ~dijo, poniéndose de pie, intimidante-. Ese antro- pélogo amigo suyo es un asesor del servicio de inteligencia del Estado. clo sabia Ud? tue diseia la estrategia ideo} gica — maleta, me dicté esta carta mental a un periodista Compadre Guillermo: puede que la prensa opositora sea sen- mis sensacionalista que Uds. Ti que la resurreccion popular. mitin de protesta esa tarde? Con suerte, ese mitin po- ppara llegar a la mesa de partes, pedir una cita con el presidente. 118 Julio Ortega Esperé un buen rato pero s guardias de asalto, Qué es de Quinua» y averiguar qué ocurria, Aunque toda precan escasa a estas alturas. una hora més, Los periodistas famaban, despatarrados sudo de la corbata. a co a poco, yno sé de dénde, han empezado a llegar ala Pl. za unos mendigos desarrapados, quizé pensando mendigar entes los proximos manifestantes levados por sus hi jue no me extrafid que la guardia de asalt ncio, tal vez para proteger| curria, gFa el dia nacional del mente y me ubi- qué entre dos mendigos barbones y mug jue me miraron con viva desconfianza, —Usted parece mendigo de verdad —dijo uno de ell rarme. —Usted también ~lije, convirtiendo en cumplido su amenaza. —Déjalo en paz Je dijo el otro, mirandome-. Eres malo por in mi- ~chillé a mis espaldas una voz familias. té, eres un Judas, ~Y ti un Cristo, pobrecito ~se burlé—. Qué cojudo eres, venit a predicar a Lima, Te quemarin esta vez con gasolina. El buen y el mal ladrén ries —¢Tan cojudo es? ~pregun ~Ya aprender me defendi ~aSe puede saber por gunté, aprovechand. qué estamos parados aqui, Petiso? —PF maximo mi inocencia na Adiés; Ayacucho 19 Los tres, en efecto, rieron entre dientes, winde echara un discursito sobre la necesidad de la cari- 1na —dijo el Petiso—. Somos un piblico conmovedor, dla manyas? {Qué suerte! -exclamé-. Podré darle mi carta personalmente, risotada. .e alzaron a las puertas del Palacio y en- seguida el ps onante de los soldados marchando. Por fin, Belainde en persona y con el brazo en alto avanzé al centro de su escolta y se detuvo exactamente frente a mi. Lo vi agobiado, ceniciento, mortal. Lo miré sin emociin, Alli estaba el culpable de mi muerte, pero seguramente ignoraba hasta mi nombre, y tendsia una expli- cacién pata probar su inocencia personal. Era, claro, un politico. Pero si las leves significan algo él resultaba directamente respon- sable, aun si no habia sancion. formal para la multiplicacion dela hora que terminaba su gobierno, al menos él fa mirada helada de una de sus victimas. .6 amable pero remota. No sé a quién se dirigia. ros, ciertamente. Examos un piblico no solo falso, so- Dbstracto. Y ese vacio al centro mismo de su discurso re- vvelaba la fria angustia de un hombre convencido de su bondad y, porello, de la maldad ajena. Este debe haber sido un hombre muy simple, pensé, derrotado de antemano por el peso de las wenden palabras huecas, Al final, quiz este discurso.a los mendigos Lima, que buscaba el equilibrio liberal clisico entre la caridad cris- tiana y'la necesidad del turismo, era caracteristico de su gobierno: ya era tarde para la caridad, y el turismo bufa del pais arruinado, Sus periodistas decian que lo mejor de su gobierno era el hecho de que entregaria el poder a otro presidente elegido en voracién. N lariamos, sin embargo, no por el numero de ino por el ntimero de muertos Las tres ahogaro muerte en el ps debia sentir en sus Ds Me acerque todo lo que pude Un culatazo me levanté del s caer y rebotar a sus pies. De inmediato, antes de que pudiera incorporarme, me vieron varazos en la cabeza. Belainde, destroz6 mis anteojos: el ruido chirreante Su guardia me registré de pies a cabeza, perc Volé por los aires antes de carta y vi que la guardaba en el bolsillo de su saco azul, Me miré fija, inexpresivamente. Usted, sefior, ha afiadido afliccién al afligido — le die, en vor baja pero muy clara. Le temblaron las mejillas, Pero ya su guardia me caia con renovada furia, dindome de varazos y arrastrindome a un lado. Uno de ellos se empefiaba en robarme la tinica bora. El Petiso me rescaté con un coraje asombro dio de la paliza y grité «basta, basta, es mi padre! taciturnos me soltaron en el acto. Belatinde se despedia en medio del fervor de los mendigos y las grandes luces de la television. ‘Me recomponia ayuda cuando en el piso oscuro he Belatinde, simplemente, habia decidido ni —Tienes que esconderte, viejito me el antropologo y su amigo, tendré que venderte. —Pero me acabas de salvar de las garras de esas bestias —pr —Digamos que he proteyido la mercaderia ~acl: Volvia a sentirme solo y desolado, el gris y mortuorio monumento de Palaci dor Francisco Pizarro habia sido asesinado. Miré la Idiés.. rach 121 ide se cernia con su. el mundo. F: »brar mis huesos, el Petison, te eseonderé en hay un hotel que administra un prime wy humedo y triste ~dije, sin fuerzas. la alta escalinata, en silencio. pones, viejito? Dimelo. quedé un rato estudian una urna de vidrio y marm« a. La verdadera calavera de Piza- que me bacen falta. 1 Petiso-. Con este capital abriré 122 Julio Ortega Ahora, aytidame a subir, Y Heévate este poncho, que ya no me sirve. —Pero toda la gente creer que eres Pizarro —dud6 el Petiso, Lo miré, sonriendo. " —Te traeremos flores —dijo, entendiendo por fin-. 2Quicres algo mas? —Nada mas. Adids, Petiso, y mucha suerte. Te juro que cuando sea presidente buscaré tus huesos ~jurd, palido. Ya los encontré, y ahora si mi cuerpo esta completo. Mi voz soné como de otro en la amplia urna. Me escuché a mi mismo en el eco, y entendi que mi hora era cercana. Ya me levantaria en esta tierra como una columna de piedra y fuego.

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