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Historia Carlo Ginzburg MITOS, EMBLEMAS, INDICIOS Morfologia e historia ser ii ss z Indicios Rajces de un paradigma de inferencias indiciales Dios estd en tos detalles A. Warburg Un objeto que habla de la pérdida, de la destruccién de la desaparicién de objetos. No habla de si. Habla de oiros. Los abarcard también? J Johns En estas piginas trataré de hacer ver c6mo, hacia fines del siglo XIX, sur- ‘0 silenciosamente en el 4mbito de las Ciencias humanas un modelo epistemo- Igico (si asi se prefiere, un paradigma [1]}, al que no se le ha prestado ain la suticiente atencién. Un andlisis de tal paradigma, ampliamente empleado en la prictica, aunque no se haya teorizado explicitamente sobre él, tal vez pueda ayudarnos a sortear el tembladeral de la contraposicién entre “racionalismo” e “jrracionalismo”. qT 1, Enure 1874 y 1876 aparecieron en la Zeitschrift fr bildende Kunst una serie de articulos sobre pintura italiana. Los firmaba un desconocido estudioso uso, Ivan Lermolieff; el traductor al aleman era un no menos desconocido Jo- hhannes Schwarze. Estos articulos proponfan un nuevo método para la atribu- cidn de cuadros antiguos, que desat6 reacciones adversas, y vivaces discusio- nes, entre los historiadores del arte, S6lo algunos afios después el autor prescin- dirfa de Ia doble mascara tras la cual habia estado oculuindose: se wataba del italiano Giovanni Morelli, nombre del que Johannes Schwarze es un calco, y ‘Lermolieff el anagrama, 0 poco menos. Aun hoy los historiadores del arte ha- blan corrientemente de “método morelliano”. (2) 138 ‘Veamos sucintamente en qué consistia el tal método. Los museos, sostenta Morelli, estan colmados de cuadros atribuidos inexactamente. Pero devolver cada cuadro a su autor verdadero es dificultoso: muy a menudo hay que vérse- las con obras no firmadas, repintadas a veces, o en mal estado de conservacisn, En tal situacién, se hace indispensable poder distinguit los originales de las co- pias. Pero para ello, sein sostenfa Morelli, no hay que basarse, como se hace habitualmente, en las caracteristicas més evidentes, y por eso mismo més fécil- ‘mente imitables, de los cuadros: los ojos alzados al cielo de los personajes del PPerugino, la sonrisa de los de Leonardo, y ast por el estilo. Por el contratio, se debe examinar los detalles menos trascendentes, y menos influidos por las| racteristicas de la escuela pictirica a la que el pintor pertenecia: los lébulos de las orejas, las ufias, la forma de los dedos de manos y pies. De ese modo More- Ui descubri6, y catalogé escrupulosamente, la forma de oreja caracteristica de Bouticelli, de Cosmé Tura y demas: rasgos que se hallaban presentes en los ori- inales, pero no en las copias. Valigndase de este método, propuso decenas y decenas de nuevas atribuciones en algunos de los principales museos de Euro- pa. Con frecuencia se trataba de atribuciones sensacionales: en una Venus, aacostada, conservada en la pinacoteca de Dreste, que pasaba por ser una copia, del Sassoferrato de una pintura perdida del Ticiano, Morelli identifica una de. las poquisimas obras seguramente aut6grafas de Giorgione. ese a estos resultados, el método de Morelli fue muy criticado, aunque tl vez. influyera en ello la casi arrogante seguridad con que lo proponia. Al fin, til- dado de mecanicista y de burdo posiivista, cay6 en descrédito. (3) (Por otra parte, puede que muchos de los estudiosos que acostumbraban referirse en for~ ma displicente a su método siguieran haciendo uso de él en forma técita para sus atribuciones. ) La renovacién del interés por los trabajos de Morelli se la de~ bemos a Wind, quien vio en ellos un ejemplo tipico de la moderna actitud hacia. Ja obra de arte —una actitud que leva a gustar de los detalles, antes que del conjunto de la obra—. Segiin Wind, en Morelli se encuentra algo asi como una exasperacién del culto por la inmediatez del genio, que el estudioso italiano hhabria asimilado en su juventud, en contacto con los cifculos roméanticos berli- neses. (4) Es una interpretacién poco convincente, puesto que Morelli no se planteaba problemas de orden estético (cosa que le serfa reprochada) sino pro- blemas previos, de orden filolégico, (5) En realidad, las implicaciones del mé- todo que proponia Morelli eran distintas, y mucho mds ricas. Ya veremos cémo el propio Wind estuvo a un paso de intuirlas. 2. “Los libros de Morelli —escribe Wind— presentan un aspecto bastante ins6lito comparados con los de los dems historiadores del arte. Estén mot dos de ilustraciones de dedos y orejas, cuidadosos registros de las tipicas mim ciosidades que acusan la presencia de un artista determinado, de la misma for- ‘ma en que un criminal es acusado por sus huellas digitales... Cualquier museo de arte, estudiado por Morelli, adquiere de inmediato el aspecto de un museo criminal...” (6) La comparacién de marras ha sido brillantemente desarrollada por Castelnuovo, quien alinea el método de los rastros de Morelli al lado del ue, casi por los mismos afios, era atribuido a Sherlock Holmes por su creador, 139 Anthur Conan Doyle, (7) El conocedor de materias artisticas es comparable con el detective que descubre al autor del delito (el cuadro), por medio de indicios que a la mayoria le resultan imperceptibles. Como se sabe, son innumerables los ejemplos de la sagacidad puesta de manifiesto por Holmes al interpretar hhuellas en el barro, cenizas de cigarrillo y o1ros indicios parecidos. Para termi- nar de persuadimnos de la exactitud de! paraleto trazado por Castelnuovo, vea- ‘mos un cuento como La aventura de la caja de cartén (1892), en el que Sher- lock Holines se nos aparece, lisa y Hanamente, como “morelléfilo”. Justamen- te, el caso comienza con dos orejas mutiladas, que una inocente seforita recibe por correo. ¥ aquf vemos cémo el conocedor (Holmes) pone manos a la obra. Se interumpi6, y yo [Watson] quedé soxprendido, al mirarlo, de que observara {ijamente, y con singular atencin, el perfil de a seforita. Por un momento fue po- sible leer en su rosto expresivo sogpresa y satisfaccin a la vez; aunque, cuando ella se volvié para descubrit el motivo de su repentino silencio, Holmes ya estaba tan impasible como siempre. (8) Mis adelante Holmes explica a Watson (y a los lectores) el camino segui- do por su fulminea elaboracién mental: No ignoraré usted, Watson, en su condicisn de médico, que no hay pute alguna del ‘cuerpo humano que presente mayores varantes que una ore. Cada orejaposce ca racteriticas propia, y se diferencia de todas las dems. En la “Reseia antropolég- 4” del ao pasado, encontraré usted dos breves monografias sobre este tema, que son obra de mi pluma, De modo que examiné las orejas que venian en la eaia con. ojos de experto, y registré cuidadosamente sus caracteriticas anatémicas, Imag nese cuél no serfa mi sorpresa cuando, al detener mi mirada en la seiorita Cushing, lobservé que su orejacorrespondia en forma exacta a Ta oreja femenina que acabe ba de examinar. No era posible pensar en una coincidencia. En ambas existia el :mismo acortamiento del pabelln, la misma amplia curva dl obulo superior, igual circunvolucién del cartiago interno. En todos los puntos esencales se ataba dela ‘misma oreja. Desde ego, enseguida comprendi la enorme importancia de seme- jamte observacin. Era evidente que la vieima debia ser una consanguinea, proba Dlemente muy estrecha de Ia seforita.. (9) 3, Muy pronto veremos las implicaciones de este paralelo. (10) Por ahora cconviene tener en cuenta otra preciosa intuicién de Wind: A algunos de los eriticos de Morelli les parecta extafia Ia afirmacin de que "ala personalidad hay que buscarla all donde el esfuerzo personal es menos intens0”. Pero en este punto la psicologia moderna se pondria sin duda de parte de Morel ‘nuestros pequefos gestos inconscientes revelan nuesto cardcter en mayor grado que cualquier otra actitud formal, de las que solemos preparar cuidadosamen- a1) “Nuestros pequeftos gestos inconscientes”... La expresiGn genérica de “psicologia modema” podemos, sin ms, sustituirla por el nombre de Freud. En ‘efecto, las pdginas de Wind sobre Morelli han atraido 1a atencién de los estu- «ins0s (12) hacia un pasaje largo tiempo olvidado del famoso ensayo de Freud 140 El Moisés de Miguel Angel (1914). En él escribia Freud, al comienzo del se- gundo parrafo: “Mucho antes de que pudiera yo haber ofdo habla de psicoandisis vine enterame dde que un experto en arte, el ruso Ivén Lermolieff, cuyos primeros ensayos $e pu blicaron en alemén entre 1874y 1876, habia provocado una revolucién en las pina cotecas de Europa, volviendo a poner en discusién la aribucién de muchos cuadros «los diferentes pintores, enschando a distinguir con seguridad ene imitaciones y originales, y eifiando nuevas individualidades artisticas a partir de las obras que habian sido libradas de anteriores auribuciones. Habia aleanzado ese resultado prescindiendo de la impresi6n general y de los rasgos fundamentales de ls obra, s- brayando en eambio a caracteristica importancia de los detalles secundarios, de las peciliaridades insignficantes, como la conformacién de las unas, de los Wobulos auriculares, de la aureola de los santos y ours elementos que por lo comin pasan inadveridos,y que el copista no se cuida deimitar en tanto que cada antsta fos rex- Vizade una maneraque lees propia, Més tarde, fue muy interesante para mi enterar ‘me de que tra el scudénimo ruso se escondia un médico italiano apelidado More Ili, Nembrado senador del reino de Ttalia, Morelli murié en 1891. Yo ereo que su _método se halla estrechamente emparcntado con la téenica del psicoandlisis médi co, También éta es eapaz de penetrae cosas Secreta y oculas a base de elementos poco apreciados o inadvertidos, de detritos 0 “desperdicios” de nuestra observa- ci (auch diese ist gewohnt, aus gering geschitzien oder nicht beachteten Zigen, aus dem Abhub —dem “refuse” — der Beobichtung, Geheimes und Verborgenes ‘meraten). (13) En un primer momento, el ensayo sobre el Moisés de Miguel Angel apare- is annimo: Freud reconocié la paternidad de ese escrito slo en el momento de incluirto en sus obras compietas. Se ha llegado a suponer que la endencia de Morelli de borrar su personalidad de autor, oculténdola tras seudénimos, puede haber contagiado, en cierta forma, tambign al propio Freud; y hasta se han for ‘mulado conjeturas, mas 0 menos aceptables, sobre el significado de esta coinci dencia, (14) Lo concreto es que, envuclio en los velos del anonimato, Freud declaré de manera a un tiempo explicta y reticente, la considerable infiuencia intelectual que sobre él ejercié Morelli en un perfoio muy anterior al del descu- brimiento del psicoandlisis (“lange bevor ich etwas von der Psychoanalyse horen konnte..."). Reducir tal influencia, como se ha pretendido, al ensayo S0- bre el Moisés tinicamente, 0 en forma mis genérica a sus ensayos sobre temas relacionados con ta historia del arte, (15) significa limitar indebidamente el alcance de las palabras de Freud: “Yo creo que su método se halla estrechamnen- te emparentado con la técnica det psicoandlisis médico”. En realidad, toda la declaracién de Freud que acabamos de citar asegura a Giovanni Morelti un lu- {gar especial en la historia de la formacién del psicoanalisis. Se trata, en efecto, de una vinculacién documentada, no conjetural, como en el caso de la mayor parte de los"*precursores” y “antecesores” de Freud. Para mejor, su tomna de co- Rocimiento de Jos escritos de Morelli, como ya hemnos dicho, sucedié en el pe- iodo “preanaltico” de Freud, Deberios vérnoslas, pues, con un elemento que contribuy6 de manera directa a la concrecién del psicoanalisis, y no (como en el caso de la pagina sobre el suefio de J. Popper, “Lynkeus”, recordada en las 4 reediciones de la Traumdeutung), (16) con una coincidencia settalada a poste- riori, una vez producido el descubrimiento. 4, Antes de tratar de entender qué pudo habér tomado Freud de la lectura {de los escritos de Morelli, conviene fijar con precisiGn el momento en que tuvo lugar tal lectura. Mejor digho, las momentos, puesto que Freud habla de dos diferentes encuentros: “Mucho antes de que pudiera yo haber ofdo hablar de psicoandlisis vine a enterarme de que un experto en ante el ruso Ivan Lermo- lief..”; “ms tard, fue muy interesante para mf enterarme de que tras el seu- ‘d6nimo ruso se escondia un médico italiano apellidado Morell..”. ‘La primera afirmacién s6lo es datable conjeturalmente, Como terminus ante quem podemos establecer el afio 1895 (fecha de publicacién de los Estu- dios sobre la histeria, de Freud y Breuer), oel de 18%6 (en que Freud utiliz6 por primera vez el término “psicoanalisis”). (17) Como terminus post quem, el aio 1883. En efecto, en diciembre de ese afto Freud relaté; en una larga carta a su novia, el “descubrimiento dela pintura” que realiz durante una visita la pina- coteca de Dresde. Antes, la pintura no habia llegado a interesarle; ahora, esc bia, “me despojé de mi barbarie y he empezado a admirar”.(18) Es dificil supo- ner que antes de esta vitima fecha Freud se sintiera atraido por los escritos de un desconocido historiador del arte; en cambio, resulta perfectamente plausible «que emprendiera su lectura poco después de la carta su novia sobre la pinaco- teca de Dresde, en vista de que los primeros ensayos de Morelli recogidos en volumen (Leipzig, 1880) estaban referidos a las obras de maestros italianos existentes en las pinacotecas de Munich, Dresde y Berlin. (19) EI segundo encuentro de Freud con los escritos de Morelli es datable con aproximacign tal vex mayor. El verdadero nombre de Ivn Lermolieff se hizo publico por primera vez en la portada de la traduccién inglesa, aparecida en 1883, de los ensayos que recordamos; en las reediciones y traducciones poste- rioresa 1891 (afio de la muerte dé Morelli) figuran siempre tanto el nombre: co- ‘mo el seud6nimo. (20) No se excluye la posibilidad de que alzuno de es0s voli- menes fuera a dar tarde o temprano a manos de Freud, aunque, probablemente, su conocimiento de la identidad de Ivin Lermolieff tuvo tal vez lugar por pura ccasualidad, en setiembre de 1898, mientras curioseaba en una ligreria de Milin, En la biblioteca de Freud que se conserva en Londres figura, en efecto, un cejemplar del libro de Giovanni Morelli (Ivin Lermolieff), Della pittura italic ‘na. Studi storico critic. - Le gallerie Borghese e Doria Pamphili in Roma, Mi- én, 1897. En la falsa portada del libro esti manuscrita la fecha de compra: Mi lin, 14 de setiembre, (21) La dnica estada de Freud en Mikin tuvo lugar en el otofio de 1898, (22) En ese momento, por otra parte l libro de Morelli revestia para Freud un motivo adicional de interés. Desde hacfa algunos meses, Freud se venia ocupando de los lapsus: poco antes, en Dalmacia, habia tenido lugar el episodio, analizado més tarde en Psicopatologta dela vida cotidiana, de su fa- lido intento por recordar el nombre del autor de los frescos de la catedral de Orvieto, en Umbria. Ahora bien, tanto el autor real de los frescos (Signorelli Como los que erréneamente habia creido recordar Freud en un primer mo to Botticelli, Boltraffio), eran mencionados en el libro de Morelli. (23) 142 Pero, zqué podia representar para Freud —el Freud de la juventud, muy le- jos aiin del psicoandlisis— la lectura de los ensayos de Morelli? Es el propio Freud quien lo sefiala: la postulacign de un método interpretativo basado en lo secundario, en los datos marginales considerados reveladores. Asf, los detalles que habiwualmente se consideran poco importantes, o sencillamentetriviales, “bajos”, proporcionaban la clave para tener acceso a las mis elevadas real ciiones del espiritu humano: “Mis adversarios”, escribia irénicamente Morelli, con una ironia muy a propdsito para el gusto de Freud, se complacen en carac- terizannne como un individuo que no sabe ver el significado espiritual de una obra de arte, y que por es0 les da una importancia especial a medios exteriores, como las formas dé la mano, de la orejay, hasta, horribile dictu, de tan antips- tico objeto como son las uas”. (24) También Morelli podria haber hecho suya Ja maxima virgitiana cara a Freud, escogida como epigrate a la Interpretacién de los suenes: “Flectere si nequeo Superos, Acheronta movebo”. (25) Por aia- didura, para Morelli esos datos marginales eran reveladores, porque constitufan Jos momentos en los que el control del artista, vinculado con la tradicién cultu- ral, se relajaba, y cedia su lugar a impulsos puramente individuales “que se le escapan sin que él se d& cuenta”. (26) Mis todavia que la alusién, no excepcio- nal por esa época, a una actividad inconsciente, (27) nos impresiona la identii- cacién del nicleo intimo de la individualidad artistica con los elementos que escapan al control de la conciencia. 5. Hemos visto delinearse, pues, una analogéa entre el método de Moreli, cl de Holmes y el de Freud. Ya nos hemos referido al vinculo Morelli-Holmes, Jo mismo que al que lleg6 a entablarse entre Morelli-Freuds Por su parte, S. Marcus ha hablado de la singular convergencia entre los procedimientos de Holmes y los de Freud. (28) El propio Freud, por lo demas, manifest6 a un paciente (el “hombre de los lobos”) su interés por las aventuras de Sherlock Holmes. Pero a un colega (T. Reik) que establecia un paralelo entre el método psicoanalitico y el de Holmes, le hablé en forma més bien admirativa, en la pri- maverade 1913, de las t&cnicas atrbutivas de Morell. En los tres casos, se tra- ta de vestigios, tal vez infinitesimales, que permiten captar una realidad mas profunda, de otro modo inaferrable. Vestigios, es decir, con més precisin, sit tomas (en el caso de Freud), indicios (en el caso de Sherlock Holmes), rasgos pictéricas (en el caso de Morelli) (29) {{Cémo se explicaesta triple analogéa? A primera vista, la respuesta es muy sencilla. Freud era médico: Morelli tenia un diploma en medicina; Conan Doy- Je habia ejercido la profesién antes de dedicarsea a literatura. En los tres cas0s se presiente la aplicaciGn de! modelo de la sintomatologia, o semictica médica, 1a disciplina que permite diagnosticar las enfermedades inaccesibles a la obser- vacién directa por medio de sintomas superficiales, a veces irrelevantes a ojos del profano (un doctor Watson, pongamos por caso). A propdsito, puede obser- vvarse que la dupla Holmes-Watson, el detective agudismo y el médico obtuso, ‘epresentael desdoblamiento de una figura real: uno de los profesores del joven ‘Conan Doyle, conocido por su extraordinaria capacidad de diagnosticacién. (30) 143 Pero no es cuestidn de simples coincidencias biogréficas; hacia fines del siglo XIX, y con mis precisi6n en la década 1870-80, comenz6 a afirmarse en las Ciencias humanas un paradigma de indicios que tenfa como base, precisamente, Ja sintomatologéa, aunque sus raices fueran mucho més antiguas. I 1, Durante milenios, el hombre fue cazador, La acumulacién de innumera- bles actos de persecucidn de la presa le permitié aprender a reconstruir las for- ‘mas y los movimientos de piezas de caza no visibles, por medio de huellas en el barro, ramas quebradas, estiércol, mechones de pelo, plumas, concentraciones de olores. Aprendié a olfatear, registrar, interpretar y clasificar rasros tan infi- nitesimales como, por ejemplo, los hilillos de baba. Aprendié a efectuar com- plejas operaciones mentales con rapidez fulm/nea, en ta espesura de un bosque en un claro Ileno de peligros. Generaciones y generaciones de cazadores fueron enriqueciendo y trasmi- tiendo todo ese patrimonio cognoscitivo. A falta de documentaciéa verbal para agregar alas pinturas rupesires y a las manufacturas, podemos recurrir a los cuentos de hadas, que a veces nos trasmiten un eco, si bien tardio y deformado, del conocimiento de aquellos remotos cazadores. Una fabula oriental, difundi da entre quirguices, tirtaros, hebreos, turcos... (31), cuenta que tres hermanos se encuentran con un hombre que ha perdido un camello (en ciertas variantes, s€ trata de un caballo). Sin vacilar, lo describen: es blanco, tert, Heva dos ‘dres en la grupa, uno lleno de vino y el otro de aceite. ,Quiere decir que lo han visto? No, nolo vieron. Se los acusa de robo y son jugados; pero los tes her ‘manos se imponen, pues demestran al instante que, por medio de indi ‘imos, han podido reconstrir el aspecto de un animal que nunca han Es evidente que los tres hermanos son depositarios de-un saber de tipo ci- negético, por mis que no se los describa como cazadores, Lo que caracteriza a este tipo de saber es su capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en for- ma directa, Podemos agregar que tales datos son dispuestos siempre por el ob- servador de manera de dar lugar a una secuencia narrativa, cuya formutacién mds simple podria ser lade “alguien pas6 por ahi”. Tal vez-la idea misma de na- rraciGn (diferente de la de sortilegio, encantamiento 0 invocacién) (32) haya nacido por primera vez en una sociedad de cazadores, dela experiencia del des- ciframiento de rastros. El hecho de que ls figuras retGricas sobre las que atin hoy gira cl lenguaje de la descfracin cinegética —Ia parte por el todo, cl efee- to por la causa— puedan ser reducibles al eje prosistico de la metonimia, con ‘igurosa exclusion de Ia metafora (33) reforzara osta hipétsis que es, obvia- ‘mente, indemostrable. El cazador habrfa sido el primero en “contar una histo- , porque era el nico que se hallaba en condiciones de leer, en los rastros ‘muds (cuando no imperceptibles) dejados por la presa, una serie coherente de acontecimientos, 4 “Descifrar” 0 “leer” los rastros de los animales son metaforas. No obsta te, se siemte la tentaci6n de tomarlas al pie de la letra, como la condensacién verbal de un proceso hist6rico que llev6, en un Lapso tal vez prolongadisimo, a Ja invencién de la escritura. Esa misma conexign ha sido formulada, en forma de mito aitiolégico, por la tradicién china, que atribuia la invencién de la escri- tura a un alto funcionario que habia observado las huella impresas por un ave sobre la ribera arenosa de un rio. (34) Por otra parte si se abandona el mundo de los mitos y las hipétesis por el de la historia documentada, no pueden dejar {de impresionarnos las innegables analogéas existentes entre el paradigma cine~ iético que acabamos de delineary el paradigma implicito en los textos adivina- torios mesopotimicos, redactados a partir del tercer milenio a. C, (35) Ambos presuponen el minucioso examen de una realidad tal vez éafima, para descubrir Jos rastros de hechos no experimentables directamente pore observador. En un caso, estiércol,huellas, pelos, plumas; en el ot, visceras de animales, gotas dc aceite en el agua, astos, movimientos involuntarios del cuerpo y cosas por el estilo, Ciertamentc, la segunda serie, a diferencia de la primera, era practic mene ilimitada, en el sentido de que todo, 0 casi todo, podia convertinse para los adivinos mesopotimicos en objeto de adivinacién, Pero la divergencia més importante a nuestros ojos es otra: la adivinacién se drigia al futuro, y el desci- framiento cinegstico al pasado (aunque fuera a un pasado de un par de instan tes, nada més), Con todo, la acitud congnoscitiva era, en ambos casos, muy si- las operaciones intelecutales involucradas —anélisis, comparaciones, 's. Pero slo formalmente, puesto que el contexto social era en todo sentido diferente, Ein particular, se ha subra~ yadlo (36) que la invencién de la escritura moldes profundamente la adivina- Cidn mesopotmica, ya que, en efecto, a las divinidades se les atribufa, junto con las demas prerrogativas de los soberanos, el poder de comunicarse con los siibitos por medio de mensajes “escritos” en los astros, en los cuerpos huma- nos 0 en cualquier otra parte. La funcién de los adivinos era descrfrar esos ‘mensajes, idea que estaba destinada a desembocar en la multimilenaria imagen del “libro de la naturaleza”. ¥ la identificacién de la disciplina méntica con el desciframiento de los caracteres divinos insritosen la realidad se vefa reforza- da por ls caracteristicas pictogrificas de la escrtura cuneiforme: también ella, como la adivinacidn, designaba cosas por medio de cosas. (37) Una hella representa a un animal que ha pasado por allt. En retacién con Ja materialidad de la huella, del rastro materialmente entendido, el pictograma cconstituye ya un paso adelante por el camino de la abstraccin intelectual, un paso de valor incalculable. Pero la capacidad de abstracciGn que la adopcién de Ja escrtura pictogréfica supone es, a su vez, muy poca cosa en comparacién con Ia capacidad de abstraccidn que requiere el paso a la eseritura fonética. De hecho, en la escritura cuneiforme siguieron coexistiendo elementos pictograt cos y fonéticos, ai como, en Ia literatura adivinatoria mesopotmica, la paula- tina intensificacién de los rasgos aprioristicos y generalizantes no elimin6 la tendencia fundamental a inferir las causas de los efectos. (38) Esa actitud es ka ‘que explica, por un lado, la contarninacién de la lengua adivinatoria mesopoui- mica con iérminos técni¢os tomados del Iéxico juridico, y por otra parte la pre- 145 sencia de pasajes de fisionémica y de sintomatologia médica en los tratados adivinatorios, (39) Tras un largo rodeo, volvemos pues. la sintomatologia, La hallamos inte ‘grando una verdadera constelacién de disciplinas (término éste que es evidk temente anacrénico) de aspecto singular. Podriamos incur en la tentacién de contraponer dos seudociencias, como la adivinacién y la fisionémica, a dos Ciencias como el derecho y la medicina, y auibuir la heterogeneidad de tal asi- milacién a nuestra distancia, espacial y temporal, de las sociedades de las que venimos hablando. Pero seria una conclusi6n superficial. Algo habia que uni de verdad, en la antigua Mesopotamia, a estas diferentes formas de conoci ‘miento (siempre que no incluyamos en tal grupo a la adivinacién inspirada, que se fundaba en experiencias de tipo extitico). (40) Habja una actitud, orientada al andlisis de casos individuales, reconstruibles s6lo por medio de rastros, sin tomas, indicios. Los propios textos de jurisprudencia mesopotimicos, en lugar de consistr en la recopilaciGn de diferentes leyes u ordenanzas, se basaban en ladiscusiOn de una casufstica muy concreta. (41) En resumen, es posible hablar de paradigma indicial o adivinatorio, que segtin las distntas formas del saber se dirigia al pasado, al presente o al futuro. Hacia el futuro, se contaba con la adi- ‘vinacién propiamente dicha. Hacia el pasado, el presente y el futuro todo a un tiempo, se disponia de la sintomatologia médica en su doble aspecto, diagnds- tico y pronéstico. Hacia el pasado, se contaba con la jurisprudencia, Pero detrés de ese paradigma indicial 0 adivinatorio, se vislambra el gesto tal vez mis an- tiguo de la historia intelectual del género humano: el del cazador que, tendido sobre el barro, escudrfia los rastros dejados por su pres. 2. Cuanto hasta aqui hemos dicho explica por qué era posible que un diag- rnéstico de trauma crancano, formulado en base a un estrabismo bilateral, halla ratio en un tratado mesopotimico de adivinaciGn, (42) Mas genéricamente, ello explica el surgir, hist6ricamente hablando, de una constelacién de discipli- nas basadas en el desciframiento de seftales de distinto género, desde los sin- tomas a la escritura. Si pasamos de la cultura mesopotimica a la griega, tal constelacién cambia profundamente, al constituirse nuevas diseiplinas como la historiografia y a flologia, y a causa también de la obtenciGn de una nueva au- tonomia social y epistemolgica por parte de disciplinas antiguas, como la me- dicina. E1 cuerpo, el lenguaje y la historia de los hombres quedaron sometidos Por primera vez-a una baisqueda desprejuiciada, que excluia por principio la in- lervencién divina. Es obvio que de tan decisiva mutacin, que por cierto ¢s la que caracterizé la cultura de la polis, ain hoy somos los herederos. Menos ob- vvio es el hecho de que en ese cambio tuvo papel preponderante un paradigma definible como sintomético o indicial, (43) Ello se hace especialmente eviden- teen el caso de la modicina hipocrética, que detinié sus métodos reflexionando sobre la nocién decisiva de sintoma (semejon). Solo observando atentamente y registrando con extremada minuciosidad toss los sintomas —afirmaban los hipocraticos— es posible elaborar “historias” precisas de las enfermedades in- dividuales: la enfermedad es, de por sf, inaferrable. Esa insistencia en la natura- Jeza indicial de la medicina se inspiraba, con toda probabilidad, en la contrapo- 146 sicién, enunciada por el médico pitagérico Alemesn, entre la inmediatez det ‘conocimiento divino y la conjeturalidad del humano. (44) En esa negacidn de la tasparencia de la realidad hallaba implicita legitimaci6n un paradigma ini- cial que, de hecho, regia en esferas de actividad muy diferentes. Para los grie- 80s, dentro del vasto terrtorio del saber conjetural estaban incluidos, entre mu- hos ouros, los médicos, los historiadores, los politicos, los alfareros, los car= pinteros, los mazinos, los cazadores, los pescadores, las mujeres... Los limites de ese territorio, significativamente gobemnado por una diosa como Metis, 1a primera esposa de Zeus, que personificaba la adivinacién mediante el agua,es- {aban delimitados por términos tales como “conjetura”, “conjeturar” (tekmor, tekmairesthai), Pero, como se ha dicho, este paradigma permaneci implicito, avasallado por el prestigioso (y socialmente més elevado) modelo de conoci- ‘miento elaborado por Platén. (45) 3. El tono, delensivo a pesar de todo, de ciertos pasajes del “corpus” hipo- critico (46) permite inferir que ya en cl siglo V a. C. habia empezado a mani- {estarse el cuestionamiento, que ha durado hasta nuestros dias, la inseguridad de la medicina. Semejante perpetuacién se explica, por cierto, mediante el he- ccho de que las relaciones enure médico y paciente —que se caracterizan por la imposibilidad, para el segundo, de controlar el saber y el poder que el primero conserva— no han cainbiado mucho desde los tiempos de Hipécrates. Si cam: biaron, por el contrario, en el curso de casi dos milenios y medio, los términos de esa polémica, en consonancia con las profundas transformaciones experi ‘mentadas por las nociones de “rigor” y de “ciencia”, Como es obvio, el hiato decisivo en este sentido esti constituido por el surgimiento de un paradigma cientifico, basado en la fisica galileana, si bien se revelé més duradero que es~ talilkima, Por més que la fisica moderna, sin haber renegado de Galileo, no pue- da definirse hoy como “galileana', el significado epistemolégico y simbdlico ‘de Galileo para la ciencia en general ha permanecido intacto, (47) Resulta cla- ro,entonces, que el grupo de disciplinas que hemos denominado indiciales (i cluida la medicina) no encuentre en modo alguno un lugar en los criterios de cientficidad deducibles del paradigma galileano, En efecto, se trata de discipli- nas eminentemente cualitativas, que tienen por objeto casos, situaciones y do- ‘cumentos individuales, en cuanto individuales, _y precisamente por eso alcan- an resultados que tienen un margen insuprimible de aleatoriedad; basta pensar cen el peso de las conjeturas (el término mismo es de origen adivinatorio (48}) cen la medicina o en la filologfa, ademas de en la méntica. Muy distinto cardcter ;poseia la ciencia galileana, que hubiera podido hacer suya la maxima escolésti- ca individuum est ineffabile, de lo individual no se puede hablar. El empleo de la matematica y del método experimental, en efecto, implicaban respectiva- ‘mente la cuantificaciGn y la reiterabilidad de los fenémenos, mientras el punto de vista individualizanté exclufa por definicién la segunda, y admitia la prime~ acon funcién solamente auxiliar, Todo ello explica por qué la historia nunca logré convertirse en una ciencia galileana, Mas aun, fue precisamente en el twanscurso del siglo XVI cuando la incorporacién de los métodos del anticu riado al ronco de la historiografia llev6 ala luz, indirectamente, los lejanos ori 147 ‘genes indiciales de esta titima, que haban permanecido ocultos durante siglos.. Este dato de base ha permanecido inmutable, a pesar de los vinculos cada vez ‘mais estrechos que unen la historia con las ciencias sociales. La historia no ha dejado de ser una ciencia social sui generis, iremediablemente vinculada con lo concreto. Si bien el historiador no puede referirse, ni explicita ni implicita- ‘mente, a series de fenémenos comparables, su estralegia cognoscitiva, asf co- 'mo sus cédigos expresivos, permanecen intrinsecamente individualizantes (aun- que el “individuo" sea, dado el caso, un grupo social o toda una sociedad). En ‘se sentido el historiador es como el médico, que utiliza los cuadros nosograti- ‘eos para analizar la enfermedad especitica de un paciente en particular. Y €l.co- rnocimiento hist6rico, como el del médico, es indirecto, indicial y conjetural (49) Pero la contraposicién que sugerimos es demasiado esquemitica. En el ‘marco de las disciplinas indiciales, hay una —lafilologfa, y mas concretamen- te hablando, la critica textual— que, desde su aparicién ha constituido un caso en cierto modo atipico. En efecto, su objetivo ha llegado a establecerse por me- dio de una dristica selecciGn —destinada a reducirse aun mas— de sus corres- ppondientes componentes. Este proceso interno de la disciplina filolbgica se desplegé en relacién con dos hiatos histéricos decisivos: la invencién de la es- critura y lade la imprenta. Como es bien sabido, la critica textual nacié después del primero de esos hechos (es decir, en el momento en que se decide transeri- birlos pocmas homéricos), y se consolidd trasel segundo (cuando las primeras, yon frecuencia apresuradas ediciones de los clisicos fueron reemplazadas por ‘owas ediciones mas atendibles). (50) Se empez6 por considerar no pertinentes al texto todos los elementos vinculados con la oralidad y la gestualidad; des- pués, se siguié igual criterio con los elementos relacionados con el aspecto ma- terial de la escritura. El resultado de esta doble operacién fue la paulatina des- materializacién del texto, progresivamente depurado de toda referencia a 10 sensible: si bien la existencia de algin tipo de relacién sensible es indispen: sable para que el texto sobreviva, el texto en si no se identifica gon su base de sustentacién. (51) Hoy todo esto nos resulta obvio, pero de ninguna manera lo es. Pignsese solamente en la decisiva funcién que cumple la entonacién en las literaturas orales,o bien la caligratia en la poesfa china; ello nos permite perca- tamos de que la nocién de texto a que acabamos de aludir se vincula con una to ‘ma de posicién cultural de incalculables consecuencias, Que la solucién adop- tada no fue determinada por la consolidacién de los procesos de reproduccién ‘mecéinica, en vez de manual, esta demostrado por el muy significativo ejemplo de China, donde la invencién de la imprenta no llev6 a abandonar la vincula- cidn entre texto literario y caligratia, Pronto veremos que el problema de los “textos” figurativos se planteé histGricamente en muy distintos términos.) Esta nocién profundamente abstracta de texto explica por qué la critica textual, si bien seguia siendo ampliamente adivinatoria, posefa en sf misma aquellas posibilidades de desarrollo en sentido rigurosamente cientifico que ‘madurarian en el transcurso del siglo XIX. (52) Mediante una decisién radical, sa critica consideraba tnicamente los elementos reproducibles (manualmente en un principio, y después, a consecuencia de Gutenberg, en forma mecinica) del texto. De esa manera, ¥ aun asumiendo como objeto de su estudio casos in- 148 dividuales, (53) la critica habia llegado a evitar el principal escollo de las cien- cias humanas: lo cualitativo. No deja de ser sugestivo que Galileo, en el mo- ‘mento mismo en que fundaba, por medio de una reducci6n igualmente dréstica, la moderna ciencia de la naturaleza, se remitiera a la filologia. El tradicional pa- ralelo que en la Edad Media se trazaba entre el mundo y el libro estaba basado cn la evidencia, en la inmediata legibilidad de ambos; Galileo, en cambio, su- brayé que “la filosofia... escrita en este grandisimo libro que continuamente se ros aparece abierto ante nuestros ojos (yo me refiero al Universo)... no puede entenderse si antes no se aprende a entender la lengua, y a conocer los carac- teres en los que estd escrito”, es decie “widngulos, circuios y otras liguras geo- métricas”. (54) Para el fildsofo natural, como para el fil6logo, el texto es una eentidad profunda e invisible, que se debe reconstruir més alld de los datos de los sentids: “las figuras, los niimeros y los movimientos, pero no ya los olores, ni los sabores ni los sonidos, fos cuales fuera del animal viviente no creo que sean ‘otra cosa que nombres”. (55) Con esa frase, Galileo imprimfa a la ciencia de la naturaleza un caricter de significado tendencialmente antiantropocénurico y antiantropomérfico, que ya no perderfa, En el mapa del saber se habfa producido una rasgadura, que estaba destinada a agrandarse cada vez més. Y por cierto que entre el fisico salileano, profesionalmente sordo a los sonidos e insensible a los sabores y los olores, y el ‘médico de su misma época, que aventuraba diagndsticos aplicando el ofdo a ppechos catarrosos, olfatcando heces y probando el sabor de orinas, no podia cexistit mayor contraposicién. 4, Uno de tales facultativos era Giulio Mancini, de Siena, protomédico del ‘papa Urbano VIII. No hay pruebas de que conociera personalmente a Galileo, pero es muy probable que ambos se hayan tratado, puesto que frecuentaban en Roma los mismos circulos, desde 1a corte papal a la Accademia dei Lincei, y las mismas personas, como Federico Cesi, Giovanni Ciampoli o Giovanni ber. (56) Gian Vittorio Rossi deline6, bajo el seudénimo de Nicio Eritreo, un vivacisimo retrato de Mancini, de su ateismo, de su extraordinaria capacidad diagndstica (que es descrita mediante términos tomados del Iéxico adivinato- rio) y de su falta de escripulos para hacerse regalar cuadros —en pintura era “intelligentissimus"— por sus clientes. (57) Ciertamente Mancini habia redac- tado una obra titulada Alcune considerationi appartenenti alla pittura come di diletto di un gentiluomo nobile e come introduttione a quello si deve dire, que circul6 ampliamente en forma manuscrita (su primera impresiGn integral se re- ‘monta apenas a dos décadas atrds) (58) Ya desde el titulo, e! libro muestra estar Jirigido no a los pintores, sino a los nobles aficionados, a esos virtuosi que en cada vex mayor nimero concurrian a las exposiciones de cuadros antiguos y ‘modemnos que se realizaban cada aio, el 19 de marzo, en el Panteén, (59) Sin la cexistencia de ese mercado artistico, la parte tal vez més novedosa de las Consi derationi de Mancini —es decir, 1a dedicada a la “recognition della pittura”, Jos métodos para reconocer las falsificaciones, para distinguir los originales de las copias y dems— (60) jamés habria sido escrita. El primer imtento de funda- i6n de la connoisseurship (como se la lamaria un siglo més tarde) se remonta 149 pues a tn médico célebre por sus fulmineos diagndsticos, un hombre que, al ‘zopezarcon un enfermo, de una répida ojeada “quem exitum morbusille esset habiturus, divinabat” (61) Se nos permitiré, en este punto, ver en la combina ci ojo clinico / ojo de conocedor algo mas que una vulgar coincidencia. ‘Antes de emprender Ia tarea de seguir las argumentaciones de Mancini, se ‘debe hacer hincapié en un supuesto previo que es comiin al, aese gentithuomo nobile a quien estaba dirigida la obra y a nosotros. Se trata de un supuesto no explicito, porque erréncamente sc lo consideraba obvio: el de que entre un cua~ dro de Rafael y la copia de ese cuadro (tanto si se trataba de na pintura como de un grabado u, hoy, de una fotografia) existe una diferencia insuprimibl. Las implicaciones comerciales de tal supuesto —es decir, que una pintura, por definicién, es un unicum, algo irrepetible— (62) son evidentes. Con ellas st re- Jaciona la aparicién de una figura Social como la del conocedor. Pero se trata de ‘un supuesto que brota de una toma de decisién cultural de ninguna manera obli- gatoria, como lo demuestra el hecho de que la misma no se aplica a textos escri- tos, Nada tiene que ver agut el supuesto carcter eterno dela pintua y la litera- tura, Ya hemos visto a través de qué mutaciones hist6ricas Ia nocién de texto escrito se fue depurando de una serie de elementos considerados no pertinentes. En el caso de la pintura, tal depuracién no se verifies, hasta ahora al menos. Es [por eso que, a nuestros ojos, las copias manuscritaso las ediciones del Orlando Jurioso pueden reproducir exactamente el texto descado por su autor, Ariosto ‘cosa que no pensamos jamés de las copias de un retrato de Rafael. (63) El diferente estatus de las copias en pintura y literatura explica por qué Mancini no podia hacer uso, en cuanto conocedor, de los métoxios de la critica textual, aun cuando estableciera, como principio, una analogia entre el acto de intr y el de escribir. (64) Pero partiendo precisamente de esa analogéa, Man- Cini se volvi6, en busca de ayuda, a otras disciplinas en proceso de formacicn. EI primer problema que se planteaba era el dela datacin de las obras pic- ‘6ricas. Para ese fin, afirmaba, hay que adquirir “cierta préctica en el conoci- ‘miento de la variedad de Ia pintura en cuanto a sus tiempos, como el que estos nticuarios y bibliotecarios poseen de los caracteres, por los cuales reconocen la €poca de una escritura”. (65) La alusién al “conocimiento ... de los caracte- 185” debe ser relacionada casi con seguridad con los métodos elaborados por los mismos atios por Leone Allacci, bibliotecario de la gran Biblioteca Vati- cana, para la datacién de manuscrtos griegos y latinos, métodos que medio siglo més tarde serian retomados y desarrollacios por Mabillon, el fundador de laciencia paleogrifica. (66) Pero “mis all de la propiedad comtin del siglo” —continuaba Mancini— existe “la propiedad propia ¢ individual”, tal como “vemos que en los escritores se reconoce esta propiedad diferenciada”. El vinculo analégico entre pintura y escritura, sugerido en principio a escala ma- crose6pica (“sus tiempos”, “el siglo”), venia a ser repropuesto, en consecuen- cia,a escala microsc6pica, individual. En ese marco, los métodos prepaleogrd- ficos de un Allacci no eran utilizables. Sin embargo, por los mismos aos hal habido un intento aislado de someter a andisis, desde un punto de vista no habi ‘ual, los escritos individuales. EI médico Mancini, citando a Hipécrates, obser- vvaba que es posible remontarse de las “operaciones” a la “impresiones” del al- 150 ‘ma, que a su vez tienen raices en la “propiedad” de los cuerpos aislados: “por ccuya suposicién, y con la cual, como yo creo, algunos buenos ingenios de este nuestro siglo han escrito y querido dar regla de conocer el intelecto ¢ ingenio ajeno con el modo de escribir y de la escritura de este 0 aquel hombre”. Uno de esos “buenos ingenios” era muy probablemente el médico boloiés Camillo Baldi, quien en su Tratado de cdmo por una carta misiva autégrafa se pueden conocer la naturaleza y cualidad del escritor inclvia un capitulo que puede ser ‘considerado el més antiguo texto de grafologia que haya visto la luz en Europa. Se trata del Capitulo VI del Tratado, intitulado: *Cuales son las significaciones {que de la figura del cardcter se pueden tomar”; aqui “carécter” designabaa “la figura y el retrato de la letra, que elemento se lama, hecho con la pluma sobre el papel”. (67) Con todo, y pese a las palabras elogiosas ya recordadas, Manci- ni se desinteres6 del objetivo declarado de la naciente grafologia, la reconstruc cin de la personalidad del que escribia por medio de un andlisis que particra del “carscter” grifico trazado para llegar al “cardcter” psicol6gico (se trata ag) de una sinonimia que una vez. mas nos remite a una inica y remota matrz temi- tia). En cambio, Mancini se detuvo en el supuesto bisico de la nueva diseipli- na, cl de que las distintas grafias individuales son diferentes y, més aun, tables, Si se aislaban en las obras pict6ricas elementos igualmente inimitables, seria posible alcanzar el fin que Mancini sc habia prefijado: la elaboracién de tun método que permiticra distinguir las obras originales de las fasificaciones los trabajos de los maestros de las copias, o de los productos de una misma es- ‘cuela. Todo ello explica la exhortaciGn a controlar sien las pinturas. seve esa franqueza del maestro, y en particular en esas partes que por necesidad 5, Inacen de resolucién y no se pueden bien hacer con la imitaciin, como son en espe: cial el eabelo, la barba, los ojos. Que el ensotijamiento de los eabellos, cuando se To ha de imitar, se los hace con penuria, la que nla copia después aparece, y, sil copiaior no ls quiere imitar, entonces no tienen la perfeccién de maestro. ¥ si tas partes, en Ia pintura, son como los iramos y grupos en la escritura, que piden esa, franqueza y resolucién de maestro. Aun lo mismo se debe observar en algunos ¢s- pitas y vasos de Ii [sie] que de a poco por el maestro son hechwos de un taz0 y ‘on un resolucién por una no imitable pinelada; ¢ igual en los pliegues de ropes ¥ su Tuz, los cules dependen més de Ia fantasia del maestro y su resolucién que de fa verdad de Ia cosa puesta en su ser. (68) ‘Como se ve, el paralelo entre el acto de escribir y cl de pinta, ya sugerido por Mancini en varios pasajes, es retomado aqui, descle un punto de vista nuevo ¥ sin precedentes (si se exceptia cierta fugaz. alusiGn de Filaretes, que puede haber sido desconocida para Mancini) (69). La analogfa se subraya por medio ‘del uso de términos técnicos repetidamente citadosen los tratados de pintura de la 6poca, como “franqueza”, “irazos”, “grupos”. (70) Incluso la insistencia en a“velocidad” tiene el mismo origen: en una época de creciente desarrollo bu- rocritico, las peculiaridades que aseguraban el éxito de una buena letra cursiva sterial en el mercado escritural, por asi decirlo, eran, ademés de laclegan- cia, la rapidez en el ductus. (71) En general, a importancia que Mancini aribu- yea los elementos omamentales atestigua una reflexiGn para nada superficial 1st sobre las caracteristicas de los modelos escrituriales que prevalecfan en Talia entre fines dl siglo XVI y principios del XVI (72) El estudio de la grafia de los “caracteres” demostraba que Ia identificacién de la mano del maestro debia buscarse, de preferencia, en aquellos seetores de un cuatro que a) eran realiza- 4dos més répidamente, yen consecunecia— b) tendencialmente més disocia- 4os de la representacign de lo real (disposicién del tocado y la cabellra, plie- ues dela vestimenta que “dependen mas de la fantasia del maestro y su res0- Iucién que de la cosa puesta en su ser”). Ya tendremos ocasién de volver mas adelante sobre la riqueza que ocultan estas manifestaciones, una riqueza que ni Mancini ni sus contemporéneos estaban en condiciones de develar. 5. “Caracteres”. La misma palabra reaparece, en su sentido cabal o en for- ‘ma anal6gica, hacia 1620, en los escritos del fundador dela fisica moderna, por un lado, ¥en los de los iniciadores de la paleosrafia, la grafologia y la connois- seurship,respectivamente. Por supuesto que entre Ios “caracteres” inmateriales, ‘que Galileo lefa con los ojos de su mente (73) en el libro de fa naturaleza, ylos que Allacci, Baldi o Mancini descifraban materialmente en papeles y pergami- nos, telas 0 tablas exista s6lo un parentesco metafdrico, Pero la identidad de {érminos pone de relieve aun mas la heterogencidad de las dsciplinas que he- ‘mos situado en forma paralcla, Su componente de cientificidad, en la acepcién zzalieana del término, decrecia bruscamente, segin se pasara de las “propieda- des” universales de la geometria a las “propiedades comunes del siglo” de los, escritos y, luego, a la “propiedad propia c individual” de las obras pictoricas 0, sin més, de la caligrafia. Esta escala decreciente confirma que el verdadero obstéculo para la aplica- ign del paradigma galileano era la exitencia 0 no de una centralidad del ele ‘mento individual, en cada una de las dsciplinas enunciadas. La posibiidad de tun conocimiento cientifico riguroso iba desvaneciéndose en la misma medida ‘que los rasgos individuals eran considerados de més en mds pertinentes. Cla ro que la decisin previa de dejar de lado los rasgos individuales no parantiza- ba por sf misma la aplicabilidad de los métodos fisico-matematicos (si la cual no se podia hablar de adopcidn del paradigma galileano propiamente dicho): pero al menos no la excluia, 6. En este punto se abrian dos caminos: 0 se sacrificaba el conocimiento del clemento individual a la generalizacién (mas 0 menos rigurosa, mas 0 me- nos formulable en lenguaje matematico), o bien se trataba de elaborar, si se auiere a tientas, un paradigma diferente, basado en el conocimiento cienilico, ‘ero de una cientificidad atin completamente indefinida, de lo individual. El primero de esos caminos seria recorrido por las ciencias naturales, y sélo mu- cho tiempo después fue adoptado por las llamadas ciencias humans; y la cau. sa es evidente. La propensiGn a borrar los rasgos individuales de un objeto se halla en relacién directamente proporcional con la distancia emotiva del obser: vvador. En una pégina del Tratado de arquitectura, Filaretes, tras afirmar que es imposible construir dos edificios exactamente idénticos (tal como, a pesar de Jas apariencias, as “etas de los trtaros, que tienen todos el rostro de un mismo 152 modo, 0 bien las de os de Etiopfa, que son todos negros, si bien fos miras, en- contrarés que hay diferencias en los parecidos”), admite con todo que existen “muchos animales que son parecidos uno al otro, como ser moscas, hormigas, ‘gusanos y ranas y muchos peces, que de esa especie no se reconoce uno del 0110". 74) A los ojos de un arquitecto europeo, las diferencias, incluso min ‘mas, entre dos edificios (europeos) eran relevantes, en tanto que Ias que separa- ‘ban a dos “jetas”tirtaras oetfopes resultaban desdemtabes, y las de los gusanos © las hormigas directamente inexistentes, Un arquitecto tirtaro, un etiope igno- rante en temas de arquitectura o una hormiga habrian propuesto jerarquias di- forentes. El conocimionto individualizante es siempre antropocéntrico,etno- énitico y asi por el estilo, Es claro: también los animales, los minerales 0 las Plantas podian ser considerados desde una perspectiva individualizante, por ejemplo adivinatoria; (75) y sobre todo, en el caso de ejemplares que estuvieran Claramente fuera de la norma. Como se sabe, la teratologfa era una parte impor- tante de la mamta. Pero en las primeras décadas del sigio XVI la influencia 4que, aun indirectamente, podia ejercer un paradigma como el galileano tendia a subordinar el estudio de los fendmenos andmalos ala busqueda de la norma, [a adivinacidn al conocimicnto toalizador de la nauralera. En abil de 1625 na- Ci cerca de Roma un terero de dos cabe7as. Los naturalists vinculados con la ‘Accademia dei Lincei se interesaron por el caso, yen los jardines del Belvede re vaticaro dos intclectuales estrechamente vinculados con Galilco, Giovanni Faber, secretario de lacitada academia, y Ciampoli, discutieron el extraordina ro suceso con Mancini el cardenal Agostino Vegio y el papa Urbano VII. El primer interrogante fuc el temnero biestalo,;debia sor considerado un animal, ‘0 dos? Para los médicos, cl elemento que distingu‘a al individuo era el cerebro, para los émulos de Arist6teles, l coraz6n, (76) En el resumen eseritoal respec: to por Faber, seadvierte el presumible eco de la intervencin de Mancini, el tin- ico médico presente en esa rcunién. Vale decir que, a pesar de su interés por la astrologfa, Mancini (77) analizaba Tas caracteristicas espectficas del parto ™monstruoso, no para idemtificar auspicios en funcién del futuro, sino para llegar una definicén més concreta del individuo normal, aque! que por pertenecer ‘una determinada especie — podia con todo derecho ser considerado repetible. Con igual atencién que a que sola dedicar al examen de las obras pictricas, ‘Mancini debié escudrniar la anatomia del ternero bicsfalo, Pero la analogia con su actividad de connoisseur se detenia all, En cierto sentido, precisamente un personaje como Mancini expresaba el punto de contacto entre el paradigma adivinatorio (el Mancini diagnosticador y connoisseur) y el paradigma totaliza- 4or (el Mancini anatomista y naturalist). punto de contacto, pero también la diferencia, Pese las apariencias, la muy precisa descripcidn de la autopsia del temero, redactada por Faber, y los pequefisimos grabados que la acompatia- ‘ban, y que representaban los Greanos intemos del animal, (78) no se proponian capla la “propiedad propia ¢ individual” del objeto en cuanto tal sino, mas alld de dicha propiedad, las “propiedades.comunes” (aqui, naturales, no hist6ricas) de la especie. De esa forma, se retomaba y afinaba la wadicién naturalita que reconocia por jefe a ArisiGteles. La vista, simbolizada por la agudisima mirada 153 del lince, el animal emblemstico que figuraba en el escudo de la Accademia dei Lincei, de Federico Cesi, se transformaba en el 6rgano privilegiado de aquellas disciplinas a las que el ojo suprasensorial de Ia mateméltica les estaba veda- do. (79) 7. Entre esas ciencias se contaban, al menos en apariencia, as ciencias hu- ‘manas (como las definiriamos hoy). Y en cierto sentido era una inclusién afor- tiori, aunque més no fuera por el tenaz antropocentrismo de estas disciplinas, {an candorosamente expresado en la ya recordada pagina de Filaretes. Y sin embargo, hubo intentos de introducir el método matematico también en el estu- dio de los hechos humanos. (80) Resulta comprensible que el primero y mis logrado de esos intentos —l de los aritméticos politicos— asumiera como su objeto propio los gestos humanos més determinados desde el punto de vista \dgico: el nacimiento, la procreacién, la muerte, Esta dréstica reduccién per- ‘mitia una investigacién rigurosa y, al mismo tiempo, bastaba para los fines in- formativos, militares 0 fiscales de los estados absolutos, que dada la escala de sus operaciones se orientaban en sentido exclusivamente cuantitativo, Pero la indiferencia por lo cualitativo de los abanderados de fa nueva ciencia la esta- distica, no aleanz6 a borrar por completo el vinculo de esta vikima disciplina con la esfera de las que hemos llamado indiciales. Elcdtculo de probabilidades, como lo proclama e! titulo de la clisica obra de. Bernouilli (Ars conjectandi) trataba de dar una formulacién matemsticarigurosa alos problemas que de ma: nera absolutamente diferente yahabian sido alrontados por la adivinacién. (81) Pero el conjunto de las ciencias humanas permanecié s6lidamente unido a lo ualitativo; y no sin malestar, sobre todo en el caso de la medicina. A pesar de los progresos cumplidos, sus métodos aparccian incierto, y sus resultados du- ‘dosos. Un escrito como La certezza della medicina, de Cabanis, aparecido a fines del diglo XVII (82), reconocia esta carencia de rigor, por mis que a con- tinuacién se esforzara por reconocerle a la medicina, pese a todo, una cientifici- dad sui generis. Las razones de la “incerteza” de la medicina pareefan ser dos, fundamentalmente. En primer lugar, no bastaba catalogar las distintas enferme= dades de manera de integrarlas a un esquema ordenado: en cada individuo, la enfermedad asumia caracterfstcas diferentes. En segundo término, el conaci- rmiento de Iss enfermedades seguia siendo indirecto, indicial: el cuerpo vivien- te era, por definicin, intangible. Por supuesto, era posible seccionar el cadé- ver, pero jcémo remontarse desde el cadaver, ya alectado porlos procesos de la muerte, a las caracteristicas del individuo vivo? (83) Ante esta doble dificultad, era inevitable reconocer que la eficacia misma de los procedimientos de la me- dicina era indemostrable. En conclusién, la imposibilidad para la medicina de alcanzar el rigor propio de las ciencias de la naturaleza derivaha dela imposibi lidad de la cuantificacién, como no fuera para funciones puramente aunxiliares, La imposibilidad de Ia cuantificacion se derivaba de la insuprimible presencia de lo cualitativo, de 10 individual; y la presencia de lo individual dependfa del hecho de que el ojo humano es mas sensible alas diferencias (aunque sean mar- finales) entre los res humanos que a las que se dan entre las rocas © las hojas. 154 En las discusiones sobre la “incerteza” de la medicina, estaban formulados ya 40s futuros dilemas epistemol6gicos de las ciencias humanas. 8. En la citada obra de Cabanis podia leerse entre lineas una impaciencia ‘muy comprensible, Pese alas ms 0 menos justificadas objeciones que se le pu- dieran formular en el plano metodol6gico, la medicina seguia siempre siendo tuna ciencia plenamente reconocida desde e! punto de vista social. Pero no todas las formas de conocimiento indicial se beneficiaban en ese perfodo de un pres tigio semejante. Algunas, como la connoisseurship, de origen relativamente re- ciente, ocupaban un lugar ambiguo, al margen de las disciplinas reconocidas, Otras, més vinculadas con la préctica cotidiana, estaban lisa y Hanamente fuera de todo reconocimiento. La capacidad de reconocer un caballo defectuoso por la forma del corvején, 0 de prevenir la Ilegada de un temporal por un cambio inesperado en la direccién del viento, o la intenciGn hostil de una persona que adoptera una expresién cefiuda, no se aprendia por cierto en los tratados de ve- terinaria, meteorologfa o psicologia. En cualquier caso, esas formas del saber eran mds ricas que cualquier codificacin escrita; no se transmitian por medio de libros, sino de viva vor, con gestos, mediante miradas; se fundaban en suti- lezas que por cierto no eran susceptibles de formalizacién, que muy a menudo ni siquiera eran traducibles verbalmente; constituian el patrimonio, en parte unitario y en parte diversificado, de hombres y mujeres pertenecientes a todas las clases sociales. Estaban unidas por un sutil parentesco: todas ellas nacian de Ja experiencia, de la experiencia concreta, Este caricter concreto constitufa la fuerza deta tipo de saber, y también su limite, es decir la incapacidad de servir- se del instrumento poderoso y terrible de la abstraccién. (84) Desde hacfa ya tiempo, la cultura escrita habia tratado de producir una for mulacién verbal concreta de ese corpus de saberes locales. (85) En general, se habia tratado de formulaciones chirles y empobrecidas. Piénsese, sin més, en el abismo que separaba a la esquemetica rigidez de los tratados de fisiondmica de la penetraciGn fisiogndmica flexible y rigurosa que podian ejercer un amante, tun mercader de caballos oun jugador de cartas. Tl vez. fuera solo enel caso de la medicina donde la codificacivn escrita de un saber indicial habia dado lugar aun verdadero enriquecimiento... pero la historia de los vinculos entre la medi- Cina culta y la medicina popular ain esta por escribirse. Durante el siglo XVII, Jaituacién cambia, Existe una verdadera ofensiva cultural dela burguesia, que ‘se apropia de gran parte del saber, indicia y no indicial, de artesanos y campe- inos, codificandolo y al mismo tiempo intensificando un gigantesco proceso ‘de aculturacién, ya iniciado (como es obvio, con formas y contenidos muy dife- rentes) por la Contrarreforma. El sfmbolo y el instrumento central de esa ofen- sivaes, por supuesto, la Encyclopédie. Pero habria que analizar también ciertos episodios minisculos pero reveladores, como la réplica de aquel no identifica- 40 oficial de albafil romano que le demuestra a Winckelmann, presumible- ‘mente estupefacto, que ese “guijarro pequefio y chato” que podia reconocerse entre los dedos de la mano de una estatua descubierta en el puerto de Ancio era la “tapita de una vinagrera”. La recopilaciGn sistemética de estos “pequetios discernimientos”, como Jos lama Winckelmann en otra parte, (86) aliments entre los siglos XVII y XIX 155 Ja reformutacién de saberes antiguos, desde la cocina a la hidrologia o la vete- ‘inaria, Para un mimero cada vez mayor de lectores, el acceso a determinadas experiencias fue mediatizado mas y mas por las paginas de los libros. La nove- Ja lleg6 hasta a proporcionar a la burguesia un sustituto y al mismo tiempo una reformulacién de los ritos de iniciacidn, 0 sea el acceso a la experiencia en ge- neral (87) ¥ fue precisamente gracias a la literatura de ficcién que el paradig- ‘ma indicial conocié en este perfodo un nuevo e inesperado éxito. 9, Ya hemos recordado, a propésito del remoto origen, presumiblemente cinegético, del paradigma indical, a fabula 0 cuento oriental de Tos tres herma- ‘nos que, interpretando una serie de indicios, logran describir cl aspecto de un animal que jams han visto. Este relato hizo su primera aparicién en Occidente en la recopilacidn de Sercambi. (88) Luego regresarfa, como marco de una re copilacién de relatos mucho més ampli, presentada como traduccis del persa al italiano por “Cristébal armenio”, que aparecis en Venecia, a mediados de! si- slo XVI, bajo el tulo de Peregrinagio di tre glovani figliuali del re di Seren- dippo ("Peregrinaje de tres j6venes hijos del rey de Serendib”). Con estas ca- racleristicas, el libro fue repetidas veces impreso y traducido: primero al ale- ‘mén, luego, en el transcurso del siglo XVII, a favor de la moda orientalizante dela época, alas principales lenguas europeas, (89) El éxito de la historia de los hijos del rey de Serendib fue tan grande que Horace Walpole acufié en 1754 el ncologismo serendipity, para designar “los descubrimientos imprevistos, lleva: dos a cabo gracias al azar ya a iteligencia”. (90) Algunos aft antes de esto. Voltaire habfa reelaborado, en el wercer capitulo de su Zadig, el primero de los relatos del Peregrinaggio, que habia lefdo en traduccin francesa. En esta r2- claboracién, el camello del original se haba convertido en una perra y un caba- Mo, que Zadig lograba describir minuciosamente descifrando las huellas deja- das por los animales en el terreno. Zadig, acusado de robo y conducido ante los jueces, se disculpaba reproduciendo en alta voz el razonamiento mental que Ie habia permitido trazar el retrato de dos animales que jams habia visto: J'ai vusurla sable les traces d'un animsl, eta jogé aisément que c'Siient cells {un petit chien. Des sillons légers et longs, imprimés sur de petites éminences de Sable ene les traces des pats, mont ft contre que était une chienne dont les mamelles Euiont pendants, et qu sisi elle avait ait des petits ily a peu de jours... 1) En estas linea, yen las que las Seguian, se hallaba el embrign de la nove- 1a policial. En ellas se inspiraron Poe, Gaboriau, Conan Doyle; directamente Jos dos primeros, tal vez indirectamente el tercero. (92) Las razones del extraordinario Gxito de la novela policial son conocidas, y sobre algunas de ellas volveremos mes adelante. De todos mods, cabe obser- var desde un principio que ese género novelistico se basaba en un modclo cog- noscitivo al mismo tiempo antiquisimo y modemo. Ya hemos hecho referencia ‘a suantigiieda, incluso inmemorial. En cuanto a su modernidad, basta citar la peigina en la que Cuvier exalts los métodos y ls éxitos de Ia nueva ciencia pa- Teontol6gica: 156 _ ayjoud hui, quelqu'un qui voit seulement la piste d'un pied fourch peut en con- lure que animal qui a Tass€ cet empreinteruminait et cette conclusion est tout faussicertaine qu’ aucune autre en physique et en morile. Cette seule piste donne done &celui qui obterve, et la forme des dents, et la forme des machoires, tla forme des verttbres, et la forme de tous les os des jambes, des cusses, des épaules ‘etd bassin de I’animal qui vient de passer: c'est une marque plus sire que toutes, celles de Zag. (93) Un indicio tal vez més seguro, aunque similar en el fondo: el nombre de Zadig se habia vuelto hasta tal punto simbslico que en 1880 Thomas Huxley, tenel ciclo de conferencias que pronuncié para dfundir los descubrimientos de Darwin, definis como “método de Zadig” al procedmiento que mancomunaba Ia historia, la arqueotogia, la geologsa, la astronomia fisica y la paleontologia; cs decir lacapacidad de hacer profecias retrospectivas. Disciplinas como éstas, profundamente impregnadas de diacronia, no podian sino estar referidas al pa ‘adigma indicial o adivinatorio (y Huxley hablaba en forma explicita de adivi- naciGn dirigida al pasado), (94) descartando el paradigma galileano, Cuando las causas no son reproducibles, silo cabe inferirlas de los efectos an 1. Los hilos que componen la rama de esta investigacién podrian ser com: parados con los que forman un tapiz. Llegados a esta altura, los vemos ya ‘ordenados en una malla tupida y homogénca, La coherencia del diseiio puede ser verificada recorriendo con ia vista el tapiz en distintas direcciones. Si lo hacemos verticalmente, establecemos una secuencia del tipo Serendib-Zadig - Poe-Gaboriau-Conan Doyle. Silo hacemoshorizontalmente, nos encontramos, a comienzos del siglo XVII, un Dubos, que cita una junto a otra, en orden de- reciente de plausibilidad, la medicina, la connoisseurship y la identificacién de la letra manuserita. (95) En fin, si lo hacemos en forma diagonal, saltamos deuno a otro contexto histrico, yen los orfgenes de Monsieur Lecog (el detec- tive creado por Gaboriau, que recorre febrilmente un “tereno inculto, cubierto de nieve”, moteado por huellas de criminales, comparéndoto con una “inmensa pagina en blanco, donde las personas que buscamos han dejado escritos no solamente sus movimientos y pasos, sino también sus pensamientos secretos, las esperanzas y las angustias que las agitaban”), (96) veremos perfilarse auto” res de tratados de fisionémica, adivinos babilonios ocupados en descifrar los mensajes eseritos por los dioses en las piedras y en los cielos, cazadores del Neolitico El tapizes el paradigma que sucesivantente,segsin cada uno de los contex- tos, hemos ido lamando cinegético, adivinatorio, indi Claro que €s0s adjetivos no son sindnimos, aurique remitan a un modelo episte- ‘molégico comin, estructurado en disciplinas diferentes, con frecuencia vincu- ladas entre sf por el préstamo mutuo de métodos, 0 de términos-clave. Ahora, entre los siglos XVIII y XIX, con la aparicién de las “ciencias humanas” cconstelacién de las disciplinas indiciales cambia profundamente: surgen nue- vos astros, destinados a un rapido eclipse, como la frenologfa, (97) 0 a un ex- traordinario éxito, como la paleontologia: pero sobre todo se afirma, por su prestigio epistemolégico y social, la medicina. A ella se remiten, explicita 0 implicitamente, todas las “ciencias humanas”. Pero,ia qué porcién de la medi cina? A mediados del siglo XIX vemos perfilarse una alternativa: por un lado, el ‘modelo anat6mico; por el otro, el sintomstico, La metéfora de Ia “anatomia de Ja sociedad, usada hasta por Marx, en un pasaje crucial, (98) expresa la aspira- ci6n a un conocimiento sistemstico en una época que habia visto ya derrumbar- se el dltimo gran sistema filos6fico, el hegeliano, Pero a pesar del gran éxito del 'marxismo, las ciencias humanas han terminado por asumir cada vez mas (con ‘una relevante excepcién, como veremos) cl paradigma indicial de la sintomati- ca. Y aqui nos reencontramos con la tfada Morelli-Freud-Conan Doyle, de la que habiamos partido. 2, Hasta ahora habiamos venido hablando de un paradigma indicia (y sus sinGnimos) en sentido general. Es el momento de desarticularlo. Una cosa es analizar huellas, astros, heces (humanas y animales), catarros bronquiales, 6 reas, pulsaciones, terrenos nevados 0 cenizas de cigarrillos; otra, analizar gra- fias, obras pit6ricas o razonamientos. La distincién entre naturaleza(inanima- dao viva) y cultura ¢s fundamental, macho més, en verdad, que fa distincién infinitamente més superficial y cambiante entre las distntas disciplinas. Ahora bien, Morelli se habfa propuesto rastrear, dentro de un sistema de signos cultu- ralmente condicionados, como el sistema pict6rico, las sefiales que poseian la involuntariedad de los sintomas y de la mayor parte de los indicios. Y no sola- ‘mente eso: en esas sefiales involuntarias, en las “materiales pequefieces —un el punto de vista de Croce) es insostenible, (62) Cir S. Timpanaro, La genes del metado Lachmann, Florencia, 196. Ena pina 1 se pre- ‘ena Ia cretion de a Zecentio coma el elemento que conviriencientifcs a una disci ‘na que ants del siglo XIX era un “ane” antes que ona “ciencia pes se identfcaba con la ‘emendatio, oat conju (53) Ciel aforismo de. Bidezrecordado poe Timpansto 1 opsur. i, pi. 72 (54) Cie. G. Galilei, 1 Saggiatore ed. prparada pot L. Sosio, Milén, 1968, pig. 38. Cle. Ga fin, La muon scienaae il simbolo de "libro sen La eulurafloofica del Rnascimento ila Tiano. Ricerche ¢ document, Florencia, 196}, pig. 52-65, quien cvestons Ia intespets im propucsia por ER. Corin de ete y de oto pastes galileanos desde um pont devs ta creano al ue aq x propone. 5) Galilei. 1 Sagpitore, ct, p 264, Cit bid, sobre ese punto, J. A. Martner, Galileo on Primary and Secondary Qualuies, en “Joumsl of the History of Behaviorl Scenes”, 10, 1974, pgs, 160-63. los pases elleanos, ls carsivas som mins 169 (66) Para Gampoly Ce, vaseimds adelante; pra Faber, cf. 6. Cale, Oper, tno XI, Flo= rencia, 1935, pg. 207 (51) Gir, TN, Bidreo (G, V. Ross), Pinacothesa imaginan ihr, doctrinae vel ingenit laude, vir Leipzig, 162, tomo pgs 79-42. A igual que Ross, ambien Nand jozeaba 2 Mancini “grand et parfait Athée” (ef. R. Pinan, Le lberinage drut dans la [premiare moi du XVlesgele, tno |, Pas, 1983, pigs. 261-62). (8) EG, Mancini, Considerazion sulla psa, ed. preparada por A. Marvceh, 2 tomes, Ro ‘ma, 156.57. Sabre Ia imponancia de Mancini en cuano "conozsdor” he inssido D. Ma hon, Stuaies in SeicemoAvt and Theory, Les, 1947, pigs. 279 ysis. Rico en informa nes, poroexcusivamentereduccinista en ss juiciose3 1. Hesse, Nowe manciniane, eh “inchenerJaach der bildenden Kans” serie IN, rx (1968), page. 10320. (69) Cle F Haskell, Paro and Painters, Si i the Relations Between lia Ar and So- et in the Age of Baroque, Noeva York, 1951, pg 16; wEase ambien el expo The Pri tate Patrons (es. 949 sien), (60) Cre Mancini, Consseronion’. i, tome T ys. 133 y siguientes, (Gi) Cir Brive, Pinacohoca. i, pgs. 80-81 (las crsvas son mias) Poco més adelante (i, 42) oto de los dingndstions de Mancini que se revelarian ext e pacieneera Ur- Fano Vu), es deinido “seu vaticinao, seu predict ‘problema gue plancan los grabados vs eileen, evidenement, de dels pintros. Ea sural, pode obsevaise que hoy existe una tendenci a erosional nicidad dela obra do se Higa (piénese en lor “lipo por ambien se maniestan edencies ops 1, que hacen ica on I repaid (Ta psormance, antes que del ba: body ‘ark iand at (6) Deie aeg que tod eta lna do angumentasin proven de W. Beran, Lapra are elf epoca deo sua rpreduciiti tecnica, Turn, 197, bie es abajo ocupa sto de tac obras de anes piste. La unicidad de ts ~y en especial lad os euadrowe~es con imapuerta tn reproduc meesnica de Jos eat teraios por © Cleon. Petre wt realte, Parts, 1958, pig 93 y soe odo, 95.96 eho ala amabidac de Reto Tord ain diac dea imponancia de est texto). No obtae, para Gon se wata dena eontrap ‘ct inriasea, no de ester histrico, como aga se ha ntentado demostse. Un caso 6 imo el de las “iasficaciones de autor" de Giorgio De Chine, demucstra gue la moderna ‘ocién de sols singularidad dela obra de ate tiene a prescinde sts de I nia Topica del individuo-anisa (6A) Cle uma alsin de L Salerno en Mancini, Coniderasion.. cit tomo hp xiv, ota SS. (65) Cte tbat, toma pig. 134 Gace inal den sa coro orignal “pntors" por “scr. 13 tl eonno lo require el eto), (66) El nombre de Alles es propuesto potas siguientes razon. hy un passe atrior, sina sl que s ita, Mancini habla de “biliotesros,y en pancuar de In Viana”, eapaes de Aste eserituae tgs, tarts grzyas como latinas (itp 105) Ninguro 8 lor doe pa ‘jes et includo en Ta edaceion breve, el asta Discord pita, terminal por Mas ‘ini ste del 13 de noviembre de 1619 (fr. i, ig. xxx el ext del Discorso en as pies 291 y sis lapate ole "reconoimionto de as pinturas” elas pigs. 227-10). Ahora ben, [Alles oe design "scion" de la ibhoeea Vion hacia modindce de 1619. (ef 3 [Bignam Odie, La bBlithogue Vaicane de Sint 14 Pie 1. Cindad del Vatiano, 1973, ‘le, 129; estudio eentes sobre Alla on enorerados on Ins pgs. 1281), Poros par teen la Roma de esos os, nadie, fuera de Alc, posal idoneidad paleogriicngriege Ying que menciona Mancin. Respeto de Ia smporaneia de asides pleogrfios Se [Aaei, ate Ex Catamarsma, Per una storia dele drrinepaleopafiche doll Umanesino {2 Jean Mabillon, en "Stu medieval, seo I v, (19), pg. 532, nota 9, quien propone {anbitn la vincolacién Aacei Maillon, remtinde par Ta compeobecién docamentel de ‘it afcienos a la continuaciga de ese ems, qe or desgracia munca spareié. Del ‘pstolaio de Alle qoe se conzerva ena BbiotecsValiclians de Roma no songen r= {tor de relactones con Mancini; de todos modes, sms formate pate de mismo ambi te neleeaal, como lo demuestra la conn amistad con GV. Roe (fr, Pinar, Le ier rage St, pg 259), Vsve, espeto de lat baeasrelacioves eave Allacly Maffeo Bar (ern ets del pontiado de este timo, , Mevea, Note perl storia di aleune bible ©) 170 he romane nei secoli va, Cinda del Vatienno, 1952, pg 26, nota (como ya se ha ho, Mancinl fe protomédico de Urbano Vi). (61) Ce Mancini, Considerazion.. cit, pag. 1OF;C. Bai, Trttat... Carpi, 622, pigs. 17, 18 y sigs. Respecto de Bald, que escibio también sobre fsionomiay advan, wéanso las informaciones bibliogefieas que recoge ene correspondiente aticloel Disonaria bio- srafico deli italian’ (3, Roma, 1963, plys. 465-6; el arculo sobre Bali fue redactsdo for M, Trond quien lo final haciendo Soyo el desprecative jc de Moet: "on peut be le mesie dans Te catalogue de couxqul oot eit fur des sujets de nant”). Es de hacer ota qu en el Diseorsodi puta, errinado ants del 13 de noviembre de 1619 (véase més srs, nota 66), xcibia Mancini" sobre Ia propiedad individual del ecb rat exe noble spirit, el cus, emel brit suyo que ands en manos de los hombves, ha ata de demos- trary dei ns casas de ese propedal igual que, sbre el modo de eset, ha iatado de ar preceeos sobre el emple yeostumbwes dl que ba esito, cosa cuion y bala, px ur siesno es estech” (ef, Conideraron.. ci, pigs. 3067, con “abstract” por “este= ha" en bases In ectura gue proporcions el manusrito 169% (0) de Ia Bibitecs univers tara de Boloni,c. 347), [Respectivamenc,en taliano,axratiaabrics) yastret, x d= ‘ro que no he podido consular, Serendipity andthe Tivee Princes: Prom the Pereginag io of 1557, eb preparada por. G. Remes, Norman, Oklahoms, 1965, que enumera Is ‘diclone yradoctonesen las pigs. 18490 (ct. W.S. Heckscher, Petes perceptions: an ‘Account of Sores Warburgianae, en "The Yours of Medieval and Renaissance Stace", 41974, pig 31, nota 46), m (00) Cte tid, pgs. 130-31, que desarrla na alosién de i, The Genesis of Ieonoogy. en Stil und Uebelefrang in der Kost des Abendlandes, om I, Berta 1967 (Akten des XXL Interationalen Konarestes fr Kursigeschchle in Bonn, 1961), pg. 245, nota 11. E308 dos ensayos de Heckscher, rigisimos en ideas ysugestiones,examinan Ia genesis del mé todo de Aby Warburg desde an punto de vista que coincide en parte en el adoptado en el presente tbo, En na version posterior me propomge, ene cas cca, sep Is pista Tetbniriana indiada por Heckache. (01) *Visobre la arena la hells den animal y compren ficken que eran Ins de un pe ‘10 poqueso. Lar surcosleves y argos marcas sobre pequfos montieulos de afena ene Ins huelas de sus ptas me hiceroncomprander que se alaba de una pera de mamas Ol {antesy que habs dado shox cachorror,pocos dias anes." Ci, Volare, Zag ow a des inde, en Romans et canes, ed. pepatada por R. Pemeau, Pats, 196, pls. 36. (02) Clecen forma general R. Mésst, Le "deecive novel” et Fnfluence de la pense cient ‘ue, Part, 1939 (excelente, si ben hoy di ers ys, n parte, enveecid}. Aceres del rl ign enue el Peregrinagaioy Zadi, cf. pigs 1 sig. bien 211-12. (63) C-Moy, quienquiera que ves tan slo la halla dun pe hendido puede sacar en conch sig que el animal que ba dejado exe easuo ramiab, esta conelusin es an cit como ‘algae tr de fies ode moral. sta nica hella proporciona, pes, quien la obeerva Ts forma de fs dienes, ls forma dela manda, ia de la vertebra, la de odo lo he sozde la pata, de los moss, de los hombrosy deka cavidad sara dal animal que seaba de [pasar ex una sofa mds segura que todas lar de Zag") Ti, pps. 3435 (de'G. Cuvier, Recherches sur es osremenis ose. mo T, Pai, 1833, pag. 183) (04) Chr. Hunley, On the Method of Zag: Retrspectve Prophecy ata Function of Science, cen Science and Culture, Londres, 181, pgs 12848 (ee ata de una conferencia que Han ley pronuneié ol afo anterior, Méstae Yue quien lamé la atencén sobre este wexio, en Le "detective novel”... ci. pig. 3D. En api. 132, Hunley explicaba que “even inthe res Usted sense of ‘divination’ tx cbvious that tbe exzence of the prophetic operation docs ‘at ie nite backward o forward ration tothe ease of ime, bat the fa hat the Spprchension ofthat which les out ofthe sphere of mediate knowledge: the Seing of {hat which othe matoral sense ofthe ocr invisible”, Vea tambien FH. Gembrich, The Exidence of Images, en Interpretation, e8 repaaa por C.S- Singleton, Balimore, 1969, igs. 35 y siguientes (95) Cle GB Dubos), Reflexion: critiques sw la pode esa a peinure, xn Pas, 1729, igs. 362.65 (ciao en pane por Zemer, Giovanni Morel, cit pig 215, nota) (06) Cie: E. Gabornn, Monsieur Lecog tomo L'engucte, Pars, 1877, pg. En la pg. 25, “jeune uhéor det joven Lecog es contrapuesta 2 la “vel pratique” del viejo polis Gévra, “champion dela police postviste” (ps. 20), quien se deine en las spanenciasy, por 0, no logra ver nada (61) Scbre el prolengado éxito popular dela Fenologis en Inglaterra cuundo ya a ciencia ot ial la miraba con suficencia, véase D. De Giottino, Conquest of Mind. Phrenology and Vierrian Social Thought, Landtes, 1975 (8) “Mi investgacio legé aa conclusién... de que la anatoma dela sociedad civlizada debe buscate en i economia poles” (K. Mar, Per la cia dll'economia poiia, Roma, 1957, pig 10, se ata de pasje del prélogo de 1859). (9) Cie, More, Dela pinura... ci, psig. 71, Zemer Giovanni Morel. cit) ha sonenido, tobe la bate de exe parse, que Morell ditingwfa wes niveles: a) lax caracteisticas gene. ales de I exucl; B) las carciesticas individuals, reveladas por lat mance, lat oj, Cefier...€) lor smaneramientcsinoducidos “sin itenci6n. Bn realidad By ¢) ide ‘iem: wéate Ie alation de Morell s In “encesiviente destacads ers del paren lat ‘manos masculnas, recurente en Tot cundos dl Tian, “error” que un coisa habs cevitndo (Le opere dei mast. it, pg. 174). (100) Un eco de at pigs de Mancin sms analizadat ede haber Hegado « Morelli por ater medio de F. Baklinuce, Letra. nella quale rigponde ad aun quest in mateie di pita 17a, Row, 1681, pigs 7-8, y Lanzi (véasemeneica a este motor en no 103). Hasta donde fe'vsto, Morell no cia ntnea lat Considerazion,de Mancini m 01) Ce an Lm. Semi inert gp Clan Ls Sra Pas, 19 (002) Cir A Catt Linzi dei connaa ne document popirace delta grecoro smo, Min, 192 (003) Ge Las, Stra piterca data. orga por M Copa, Prec 1968, temo pay (000 GiB mpeon ir and Haters, The Org ofthe Blac Act Lanes, 11 (003) Gir Mi. Rove Sure unr Naaonce dea prion, Pa 197 (006) Ge ME Peo, Deinnance et aytine pene en France au XO neon Aras SC. 20, 198 pigs 31,9 pecan pe. (007 Ge A Boron, cnt der estes te de relia, Par, 1859 (ect de Jos “Amaes de denoprptieiveasonse pip. 29 Loa L'decton det ‘dna Pa, 1909, Ls ey Wales Rosen, cee la pro par oso ‘eicoter”y exguinon eos nso comeradorecgeie” ede 1. ie er Daina. ct, pit 6 (10s) Capen datas fama toi on rnc en 1852 fl conde de Montero deat 1844 align que Loses morgan Lor averables e189 Laina cp. fresiarioe oe pean lara fancan dk dope, con Vain aor, Wea gentcamente Chea, Cla evra las perclse. Part carious indie Ba, 1910 pp 9 y 98. (105) Cia iced pcan por Berto, Lem. cit py. 10 {110 See Avene Ac Lacs, Alphonse Ballon Pho evant, pense pio hgue,E Lar, Cue Aiphone Berton Lyon, T9'4 eura bs “Acives

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