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concebido y realizado por Carl G.Jung Ss cer Pe a as =. A Paid6és Titulo original: Man and his simbols Publicado en inglés por Anchor Books, Doubleday, Nueva York Traduccién de Luis Escolar Barefio (reproducida con autorizacién de Aguilar, S.A. de Ediciones) 12 edicion, 1995 ‘Quedan ngurosamente prohibidas, sin ja aulorzacién esenta de los ttulares del «Copyrights, bayo las sanciones establecidas en las leves, la reproducc:on total o parcial ce esta obra gor cualqurer método 0 procedimiento, ccomorencicis la reprogratia y el tratamiento informatco, y la disirbucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 prestamo publicos © 1964 by J. G. Ferguson Publishing © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidés Ibénca, S. A., Mariano Cubi, 92 - 08021 Barcelona y Editonal Paidés, SAICF. Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN; 84-493-0161-0 Deposito legal: TO-964/1995 Impreso en Espafia - Printed in Spain cl ray ee Introduccién por John Freeman Los origenes de este libro son lo bastante inusitados para que sean de interés y mantienen relacién directa con su contenido y con la Jabor que expone, Por lo cual, permitaseme contar cémo se empez6 a escribir. Cierto dfa de la primavera de 1959, la British Broadcasting Cor- poration me invité a que entrevistara, en la televisién inglesa, al doc- tor Carl Gustav Jung. La entrevista tenfa que hacerse “a fondo”. Por entonces, yo sabia muy poco acerca de Jung y su obra ¢ inmediata- mente fui a conocerle a su hermosa residencia a orillas del lago de Zurich. Eso fue el comienzo de una amistad que significé mucho para mi y, confio, fuera agradable para Jung en los dltimos afios de su vida. La entrevista para la televisién no tiene mds espacio en este relato salvo que se Ta considers de buen éxito y que este libro, por una casual combinacién de circunstancias, es el resultado final de aquel acontecimiento, Uno de los que vieron a Jung en la pantalla del televisor fue Wolfgang Foges, gerente de la editorial Aldus Books. Foges se habia interesado vivamente, desde su infancia, por el desarrollo de Ja psi- cologia moderna, cuando vivia cerca de los Freud en Viena, ¥ mien- tras observaba a Jung hablando de su vida, su obra y sus ideas, Foges reflexioné qué \istima era que, mientras el esquema general de la obra de Freud era conocido de sobra por los lectores cultos en todo el mundo occidental, Jung jamés habia conseguido abrirse paso hacia el piiblico general y siempre se le consider demasiado dificil para el lector popular. De hecho, Foges es el creador de El hombre y sus simbolos. Al saber por la TV que existia una cdlida amistad entre Jung y yo, me pregunté si queria unirme a sus intentos de persuadir a Jung para que expusiera sus ideas m4s importantes y bdsicas en un lenguaje y una amplitud que resultaran iateligibles e interesantes para los lec- tores adultos pero no especializados. Acepté inmediatamente Ja idea y parti de nuevo para Zurich seguro de que podrfa convencer a Jung del valor y la importancia de semejante labor. Jung me escuché en su jardin durante dos horas casi sin interrupcién y después dijo no. Lo dijo de la forma més amable posible, pero con gran firmezay mun ca habfa intentado popularizar su obra y no estaba seguro de que pudiera hacerlo ahora con buen éxito; en todo caso, ya eta viejo, se sentia un tanto cansado y poco inclinado a aceptar un compromiso tan largo acerca del cual tenfa tantas dudas. ‘Todos los amigos de Jung estarin de acuerdo conmigo en que era 9 un hombre de lo més absoluto en sus decisiones. Sopesaba un pro- blema con cuidado y sin prisa: pero cuando daba su respuesta, co- minmente era detinitiva. Regresé a Londres muy desilusionado pero convencido de que la negativa de Jung era el final de la cuestién. Asi hubiera sido a no ser por la intervencién de dos factores que yo no habia podido prever, Uno de ellos fue la pertinacia de Foges, el cual insistié en que volviera a dirigirme a Jung antes de aceptar la dereota. El otro fue un suceso que, cuando vuelvo a recordarlo, ajin me sigue asombrando. Como dije, el programa de televisidn se consideré de muy buen éxito, Hizo que le llegaran a Jung muchisimas cartas de toda clase de gente, muchas de ellas de personas comunes sin conocimientos mé- dicos ni psicolégicos que se habfan sentido cautivadas por la presencia autoritaria, el humor y ia encantadora modestia de este verdadero grande hombre, el cual habla entrevisto en su idea de la vida y de a persona humana algo que podria serles ati. Y Jung quedé muy complacido, no solo por cecibir las cartas (el volumen de su correo era siompre enorme) sino por recibirlas de gentes que, normalmen- te, no hubieran tenido contacto con él. Fue entonces cuando tuvo un suefio de Ia mayor importaneia para Al (y al leer este libro, se comprender4 lo importante que fue). Sofé que, en vez de estar sentado en su despacho y hablando a los grandes doctores y psiquiatras que solfan acudir de todo el mundo a verle, estaba sentado en una plaza piibtica y ditigiéndose a una mul- titud de gente que le escuchaba con embebida atencién y entendien- do lo que decia... Cuando, una o dos semanas después, Foges renovd su ruego de que Jung se deberia encargar de un nuevo libro proyectado, no para el estudio clinico 0 el filoséfico, sino para el publico general del mercado librero, Jung se dejé persuadir. Puso dos condiciones. Pri- mera, que el libra no fuera de uno solo, sino el esfuerza colective de 1 mismo y de un grupo de sus més intimos seguidores, por medio de Jos cuales habfa intentado perpetuar sus métodos y sus ensciianzas, Segunda, que se me encargara a mi la tarea de coordinar la obra y de resolver todos los problemas que pudieran surgir entre los auto- res y los editores. Para que no parezca que esta introduccién rebasa los limites de una modestia adecuada, me apresuraré a decir gue me halagé esa se- gunda condicién, aunque comedidamente, Porque muy pronto me ¢n- teré de que Ia razin por Ia cual me escogié Jung fue, esencialmente, 10 que me consideraba de inteligencia adecuada, pero no excepcional, y sin el menor conocimiento serio de psicologia. Asi es que, para Jung, yo eta el “lector medio” de este libro; lo que yo pudiera entender serfa inteligible para todo el que tuviera interés; donde yo me atas: cara, quizd fuera demasiado dificil u oscuro para algunos. Aunque no me sentfa indebidamente halagado con esta apreciacién de mi pa- pel, no por eso dejé de insistir escrupulosamente (temo que, a veces, para exasperacién de los autores) para que todos los parrafos estu- vieran esctitos y, si era necesario, vueltos a escribir con una claridad y wna brevedad que me permitieran decir con confianza que este libro, en su totalidad, -estd destinado y dirigido al lector general y que los temas complejos de que versa estén tratados con una sencillez poco frecuente y alentadora. Después de mucha discusién, se acordé que el tema general del libro seria el hombre y sus simbolos; y el propio Jung escogié a sus colaboradores en la obra: la doctora Marie-Louise von Franz, de Zu- rich, quiz su mis intima confidente profesional y amiga; el doctor Joseph L. Henderson, de San Francisco, uno de los més eminentes y leales seguidores norteamericanos de Jung; Ia sefiora Aniela Jaffé, de Zurich, quien, ademés de ser una expetimentada analista, era se- cretaria privada de Jung y su bidgrafa; y la doctora Jolande Jacobi que, después del propio jung, es la autoridad de mayor experiencia en el circulo de Jung en Zurich. Estas cuatro personas fueron elegi- das, en parte, por su destreza y experiencia en los temas particulares que se les asignaron y, en parte, porque todas ellas tenfan la plena confianza de Jung de que trabajarian desinteresadamente, bajo sus instrucciones, como miembros de un equipo. El cometido personal de Jung era planear la estructura total del libro, supervisar y dirigir la obra de sus colaboradores y escribir, por su parte, el capitulo clave “Acercamiento al Inconsciente”. El iiltimo afio de su vida lo dedicé casi totalmente a este libro; y cuando murié en junio de 1961, su seccién estaba completa (de he- cho, la terminé solo unos diez dfas antes de su enfermedad final) y habia aprobado todos los borradores de los capitulos de sus colegas. Después de su muerte, la doctora Von Franz asumié toda la respon- sabilidad para la conclusién del libro, de acuerdo con las instruecio- nes expresas de Jung. Por tanto, el tema de El hombre y sus simbolos y su bosquejo fueron determinados—hasta en sus detalles—por Jung, El capitulo que Heva su nombre es obra suya y (aparte algunas eves ampliaciones editoriales para mejorar la comprensién del lector nl general) de nadie més, Fortuitamente, fue escrito en inglés. Los de- mas capitulos fueron escritos por los otros autores segiin las instruc~ ciones de Jung y bajo su supervisin. La labor final de la edicidn de la obra completa, despuds de fa muerte de Jung, la realiz6 ta doctora Von Franz con una paciencia, comprensién y buen humor que nos dejaron a los editores y a mf mismo muy agradecidos, Por iiltimo, respecto al contenido del libro: EI pensamiento de Jung transform6 el mundo de la psicologia mo- derna més de lo que puedan comprender muchos de los que solo tie- nen conocimientos someros, Términos tan conocidos como, p. @jn, “ex- travertido”, “introvertido” y “arquetipo” son todos conceptos jun- guianos, tomados y, a veces, mal usados por otros. Pero sa abruma- dora contribucién a la comprensiOn psicolégica es su concepto del inconsciente; no (como el “subconsciente” de Freud), un mero tipo de desvin de los deseos reprimidos, sino un mundo que es precisa ‘mente una parte tan vital y tan real de la vida de un individuo como fa consciencia, el mundo “cogitativo” del ego, e infinitamente més rico, Bl lenguaje y la “gente” del inconsciente son simbolos, y los medios de comunicacisn son los sueiios Por lo cual, el examen del hombre y de sus simbolos es, de hecho, al examen de la relacién del hombre con su propio inconsciente. Y como, segin las ideas de Jung, el inconsciente es el gran gufa, amigo ¥ consejero de lo consciente, este libro se refiere en los términos mas directos al estudio de los seres humsnos y sus problemas espiritua- Jes. Conocemos el inconsciente y comunicamas con él (un servicio de doble camino) principalmente por medio de los suefios; y a lo largo de este libro (sobre todo en el capitulo del propio Jung) se encontraré una notable insistencia en la importancia del sofar en la vida de la persona. Seria una impertinencia por mi parte el intento de interpretar a Tos lectores la obra de Jung, pues muchos de ellos, con seguridad, tendrian mayor capacidad para comprenderla que yo mismo, Recuér- dese que mi papel era meramente el de servir de “filtro de inteligit lidad”, pero en modo alguna el de intérprete. No obstante, me atre- vo a ofrecer dos puntos generales que, como profano en Is materia, me parecen importantes y que pudieran ayudar a otras indoctos, El primero es acerca de los sueiios, Para los junguianos el sueiio no es tuna especie de criptograma tipico que puede descifrarse mediante un glosario de significados simbélicos. Es una expresién integral, impor- tante y personat del inconsciente individual. Y es, precisamente, tan 2 hy = ww wv wa “real” como cualquier otro fendmeno concerniente al individu, El inconscrente individual del sofiante est4 en comunicacién con el so- iante solo pata ese fin y esta seleccionando simbolos que tengan sig- nificado para el sonante y para nadie mds, Por tanto, la interpreta- cidn de los suefios, ya sea por el anatista o por el propio sofiante, es para los psieélogos junguianos un asunto totalmente personal e in- dividual (y, @ veces, también experimental y muy largo) que, en modo alguno, puede confiarse a normas empiricas. Lo contrario de esto cs que las comunicaciones del inconsciente son de la mayor importancia para e} sohante—es uatural que asi sea, ya que ef inconsciente es, por lo menos, la mitad de su ser—y con frecuencia Je ofrece consejo o gufa que no podria obtener de ningén otro origen. Asi es que, cuando describf el sueiio que tuvo Jung re ferente 2 que heblaba a una multitud, no estaba describiendo un euadro de magia o sugiriendo que Jung probaba a cchar la buena ventura. Lo que yo hacfa era volver a contar en los téminos senci- Wos de la experiencia daria eéma [ung fue “aconsejado” por su propio inconsciente que recapacitara sobre un juicio inadecuado he- cho por la parte consciente de su mente. Ahora bien: de aqui se deduce que el sofiar no es una cuestién ‘que los junguianos consecuentes puedan considerar tan sencilla como una cuestién casual. Contrariamente, la capacidad para establecer co- manicacidn con el inconsciente es una parte de la totalidad del hom- bre, y los junguianos “enseiian” (no se me ocurre un término me- jor) a ser receptivo para ios sueiios. Por tanto, cuando el propio Jung se hallé frente a la decisién critica de si escribir este libro 0 no escribirlo, pudo acudir al doble recurso de su consciente y su incons- ciente para decidirse. Y en todo este libro se encontrard que al sueito se le trata como una comunicacién directa, personal y significativa al sofiante, una comunicacién que utiliza los simbolos ‘comunes a toda Ja humanidad, pero que los utiliza en todas las ocasicnes de una for- ‘ma completamente individual que solo puede ser interpretada con una “clave” por entero individual. El segundo punto que deseo sefialar se refiere @ una caracterfstica particular del método argumentative que es comin a todos los escri- tores de este libro y, quizd, de todos Ios junguianos. Quienes se han Jimitado a vivir totalmente en el mundo de lo consciente y rechazan Ja comunicacin con el inconstiente, se atan por las leyes de Ia vida consciente y convencional, Con la Iégica infalible (pero frecuentemen- te sin sentido) de la ecuacién algébrica, razonan con premisas supues- 13 i tas para deducir conclusiones incontestables. Me parece que jung y sus colegas, se den 0 no cueata de ello, rechazan las limitaciones de ese método de argumentacién. No es que desdefen la légica sino que, en todo momento, parecen estar argumentanda para el inconsciente y el consciente. Su método dialéctica es simbolica y, con frecuencia, indirecto. Convencen no por medio de la luz minuciasamente enfoca- da del silogismo, sino hordeando, repitiendo, presentando una vision reiterada del mismo tema visto, cada vez, desde un angulo ligerae mente distinta, hasta que, de repente, el lector, que on ningin mo- mento se dio cuenta de que hublera ninguna demostracién conclusi- va, halla que se ha apoderado, e incarporado dentro de si, de alguna verdad mds amplia, Los argumentos de Jung (y tos de sus colegas) se elevan en espi- ral sobre su tema como un piijaro volando en torno a un arbol. Al principio, cerea del suelo, solo ve una confusién de hojas y ramas. Paulatinamente, segtin va ascendiendo mds y mds en sus vueltas, los reiterados aspecios del Arbol forman un todo y estén en relacién con Sus contornos, Algunos lectores pueden encontrar este método de argumentacidn “en espiral” un tanto oscuro y hasta confuso en unas pocas paginas pero no creo que més. Bs caracteristiea del métado de Jung, y el lector bien pronto se verd arrastrado por él a un viaje per- suasivo y absorbente, Las diferentes secciones de este libro hablan por sf mismas y apenas necesitan introduccién mia, El capitulo de Jung introduce al lector en el inconsciente, en los arquetipos y simbolos que forman su longuaje y en los suefios por las cuales se comunica, En el capitulo Siguiente, el doctor Henderson explica la aparicién de diversos ar- quetipos en la mitologia antigua, la leyenda popular y el ritual pris mitivo, En el capitulo titwlado “El proceso de individuacién”, Ja doctora Von Franz describe el praceso por el cual el consciemte y el inconsciente, dentro de un individuo, aprenden a conocerse, res potarse v acomodarse recfprocamente, En cierto sentido, este capitu- Jo no solo contiene el quid de todo el libro, sino, quizd, la filosotia de Jung acerca de la vida: el hombre se totaliza, integra, calma, se hace fértil y feliz cuando (y solo entonces) se completa el proceso de individuacién, cuando et consciente y el inconsciente ha aprendido a vivir en paz y a complementarse reciprocamente. La sefiora Jatfé, al igual que el doctor Henderson, se ocupa en demostrar el reitera- do interés del hombre—casi una obsesién—por los simbolos del in- consciente. Tienen para é] una {ntima atraccién profundamente sig- 14 nificativa, casi nutricia y fortalecedora, ya se produzcan en los mitos y cuentos de hadas que analiza el doctor Henderson o en las artes pla ticas que, como demuestra la sefiora Jaffé, nos satisfacen y deteitan con la incitacién continua al inconsciente, Finalmente, debo decir unas palabras acerca del capitulo de ta doctora Jacobi que, en cierto modo, se separa del resto del libro, En realidad, es e! resumen de la historia cltnica de un andlisis interesante ¥ positive, Es evidente el valor de un capftulo semejante en un libro como este; sin embargo, son necesarias dos palabras de advertencia, Primero, como sefiala 1a doctora Von Franz, no hay lo que podria Tla- marse andlisis tipico junguiano. No puede haberlo porque cada sueito es una comunicacién individual y privada y no hay dos suefios que utilicen los simbolos del inconsciente de fa misma manera. Por lo cual, cada anilisis junguiano es tinico; y es erréneo tomar este, saca- do del archivo clinic de 1a doctora Jacobi (0 cualquier otro de los que haya), como “representativo” o “tipico”. Todo lo que se puede decir del caso de Henry y sus suefios, a veces sombrios, es que for- man un ejemplo auténtico de la forma en que e método junguiano puede aplicarse a un caso particular, Segundo, la historia completa, aun de un caso relativamente sencillo, requeritia un libro entero para contarla, Inevitablemente, la historia det andlisis de Henry se per- judica un poco al resumirse. Las referencias, p. ej. al Ching, han quedado un tanto ascuras y le dan un sabor artificioso (y para mé in- satisfactorio) de ocultismo al ser presentadas fuera de su contexto. No obsiante, legamos a ta conclusi¢n—y estoy segure de que el lec- tor estard de acuerdo—de que, con las advertencias hechas, la cla- ridad, por no mencionar el interés humano, del andlisis de Henry en riquece mucho este libro. Comencé describiendo cémo Jung Megs a escribir El hombre y sus simbolos. Concluyo recordanda al lector la notabilidad—quiza Yinica—de esta publicacién, Carl Gustay Jung fue uno de los grandes doctores de todos los tiempos y uno de los grandes pensadores de este siglo. Su finalidad fue siempre ayudar a los hombres y a las mu- jeres a conocerse a si mismos, de tal modo que, conociéndose y uti= lizdndose sensatamente, pudieran Mevar una vida plena, fértil y fe- liz. En el mismo final de su vida, que fue tan plena, fértil y feliz como jamds he conocido otra, decidié utilizar la fuerza que le quedaba para dirigir su mensaje a un pablico més amplio que el intentado aleanzar hasta entonces. Terminé su tarea y su vida en el mismo mes, Este libro es un legado al amplio puiblico lector. 15 ‘Sumario Introduccién John Freeman 1. Acercamiento al inconsciente Carl G. Jung 2. Los mitos antiguos y el hombre moderno Joseph L. Henderson e El proceso de individuacién Marie-Louise von Franz = El simbolismo en las artes visuales Aniola Jaffe a . Simbolos en un andlisis individual Jolande Jacobi Conclusién. La ciencia y el inconsciente Marie-Louise von Franz Notas y referencias indice Procedencia de las ilustraciones 104 158 304 3n1 316 319 HL sprwey orodi6o upesey jap equim e| ap speriue © ACERCAMIENTO AL INCONSCIENTE Carl G. Jung. 1 La importancia de los suefios El hombre emplea Ia palabra hablada 0 ¢s- cerita para expresar el significado de Yo que desea transmitir. Su lenguae esté leno de simbolos pero también emplea con frecuencia signos 0 imégenes que no son estrictamente desctiptivos, Algunos son meras abreviaciones @ hilera de iniciales como ONU, UNICEF, 0 UNESCO; otros son conacidas marcas de fé- brica, nombres de medicamentos patentados, emblemas 0 insignias. Aunque estos carecen de significado en sf mismos, adquirieron un sig- nificado reconorible mediante el uso comin 0 una intencién detibetada. Tales cosas no son simbolos. Son signos y no hacen mas que de- notar los objetos @ Ios que estén vinculados. Lo que llamamos simbolo es un término, un nombre 0 aun una pintura que puede ser co- nocido en Ta vida diaria aunque posea conno- ies especificas ademas de su sigmticado corriente y obvic, Representa algo vago, des- conocido u cculto para nosotros, Muchos mo- numentas eretenses, por ejemplo, estén marca- dos con ef dibujo de la azuela doble. Este es un objeto que conocemos, pero desconocemos sus proyecciones simbélicas. Como otro ejem- plo, tenemos el caso del indio que, después de una visita a Inglaterra, conté a sus amigos, at regresar a la patria, que los ingleses adoraban animales porque habfa encontrado Aguilas, i2o- nes y toros en las iglesias antiguas. No se daba cuenta (ni se la dan muchos cristianos) de que esos animales son simbolos de los Evangelis- tas y se derivan de la visién de Ezequiel y que eso, a su vez, tiene cierta analogia con el dios egipcio Horus y sus cuatro hijos. Ademds, hay objetos, tales como la rueda y ta cruz, que son conocidos en todo el mundo y que tienen to significado simbélico bajo ciertas con- diciones, Precisamente lo que simbotizan sigue siendo asunto de especulaciones de contro- versia, Asf es que una palabra o una imagen es. simbélica cuando representa algo més que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspec- to “inconsciente” més amplio que nunca esta definido con precisién 0 completamente ex- plicado. Ni se puede esperar definirlo 9 expli- carlo, Cuando la mente explora el simbolo, se ve Mevada a ideas que yacen més alli del al- cance de la raz6n, La rueda puede conducir muestros pensamientos hacia el concepto de un sol “divino”, pero en ese punto, la razon tiene que admitis su incompetencia; el hom- bre es incapaz de definir un ser “divino”. Cuan- do, con todas nuestras limitaciones intelectua- les, Hamamos “divino” a algo, le hemos dado meramente un nombre que puede basarse un credo pero jamds en una prueba real. Como hay innumerables cosas més alld del alcance del entendimiento humano, usamos constantemente términos simbdlicos para re- presentar conceptos que no podemos definir © comprender del todo, Esta es una de las ra- zones por las cuales todas las religiones em- plean lenguaje simbélico imagenes. Pero esta utilizacién consciente de los. simbolos es solo un aspecto de un hecho psicolégico de gran importancia: el hombre también produce simbo- los inconsciente y esponténeamente en forma de suciios. No es facil captar este punto. Pero hay que captarlo si queremos saber mds acerca de las formas en que trabaja la mente humana. El hombre, como nos damos cuenta si reflexio- amos un momento, jamés percibe cosa algu- na por entero o la comprende completamente. Puede ver, oft, tocar y gustar; pero hasta donde ve, cuanto oye, qué le dice el tacto ¥ qué saborea dependen del mimero y calidad de sus sentidos. Estos limitan su percepcién det mundo que le rodea, Utilizando instrumen- tos cientificos, puede compensar parcialmente las deficiencias de sus sentidos, Por ejempio, puede ampliar el alcance de su vista con pris» miticos 0 el de su ofdo mediante amplificacién eléctrica. Pero los més complicados aparatos no pueden hacer mas que poner af alcance de sus ojos los objetos distantes o pequefos o ha- cer audibles los sonidos débiles, No importa qué instrumentos use, en determin alcanza el limite de certeza mds al no puede pasar el conocimiento consciente, ‘Ademés, hay aspectos inconscientes de nues- tra percepcin de la realidad. El primero es el hecho de que, aun cuando nuestros sentides reaccionan ante fenémenos reales, visuales y sonoros, son trasladados en cierto modo desde el reino de la realidad al de la mente. Dentro de la mente, se convierten en sucesos psiqui= cos cuya naturaleza ultima no puede conocer- Inquietds: tres de las. cuatro. Evangeistas (en un relieve dela catecral de Chartres) sparecen como animales: ol len es Marcos, el toro 8 Lucas, #) aguila es Juan. Arriba: también son animales eres ce los hyos del dios agiecio Horus (hacia 1250 a.de J C ) ‘Anvmales y grupos de cuatro. son. simboloe religiosos. Un versie a ct PM seh | & fe) 4, eee se (porque la psique no puede conocer su pro- pia sustancia psiquica, Por tanto, cada expe- riencia contiene un niimeto ilimitado de factores desconocidos, por no mencionar el hecho de que cada objeto conereto es siempre desconocida en ciertos respectos, porque no podemos conocer la naturaleza tltima de la propia materi Después hay ciertos sucess de los que no nos hemos dado cuenta conscientemente; han permanecido, por asf decir, bajo el umbral de la consciencia. Han ocutrido pero han sido ab- sorbidos subliminalmente, sin nuestro cono- cimiento consciente. Podemos darnos cuenta de tales sucesos solo en un momento de intui- cién 0 mediante un proceso de pensamiento profunde que conduce a una posterior com- prensién de que tienen que haber ocurrido; y aunque, primeramente, podamos haber desde- fiado su importancia emotiva y vital, posterior- mente surgen del jnconsciente como una espe- cie de reflexién tardia, Podrfa aparecer, por ejemplo, en forma de suefio, Por regla general, el aspecto inconscien- te de cualquier suceso se nos revela en suefios, donde aparece no como un pensamiento rar ional sino como una imagen simbélica. Como cuestion histérica, fue el estudio de los suefios Jo que primeramente facilité a los psicdlogos investigar el aspecto inconsciente de los sue cesos de la psique consciente. Basdndose en esa prueba, Ios psicélogos su- Pusieron la existencia de una psique incons- ciente, aunque muchos cientificos y filésofos niegan su existencia. Razonan ingenuamente que tal suposicién implica la existencia de dos “sujetos” 0 (expresindolo en frase comtin) dos personalidades dentro del mismo individuo. Pero eso es precisamente lo que representa con toda exactitud, Y una de las maldiciones del hombre moderno es que mucha gente su- fre a causa de esa personalidad dividida, En modo alguno es un sintoma patolégico; es un hecho normal que puede ser observado en todo tiempo y en cualquier Jugac, No es simplemen- te el neurdtico cuya mano derecha ignora lo que hace In mano izquierda, Ese conflicto es un sintoma de una inconsciencia general que es la innegable herencia comin de toda Ja hue manidad. El hombre fue desarrollando la consciencia lenta y laboriosamente, en un proceso que ne- cesité incontables eras para alcanzar el estado civilizado (que, arbitrariamente, se fecha con la invencién de la escritura, hacia el 4,000 a. de J.C). ¥ esa evolucién esté muy lejos de hallarse completa, pues adn hay grandes zonas de la mente humana sumidas en las ti- nieblas. Lo que Hamamos la “psique” no es, en modo alguno, idéntica a nuestra consciencia y su contenido. Quienquiera que niegue ta existencia del ine consciente, supone, de hecho, que nuestro co- nocimiento actual de la psique es completo. Y esia creencia es, claramente, tan falsa como la suposicién de que sabemos todo lo que hay que saber acerca del universo, Nuestra psique es parte de la naturaleza y su enigma es ili mitado. Por tanto, no podemos definir ni la psique ni la naturaleza. Solo podemos afirmar ‘qué creemos que son y describir, to mejor que podamos, cémo funcionan. Por Jo cual, com- pletamente aparte de las pruebas acumuladas por Ia investigacién médica, hay firmes bases logicas para rechazar afitmaciones como No hay inconsciente”. Quienes dicen tales cosas no hacen mds que expresar un anticuado “mi- sonefsmo”: miedo a lo muevo y lo descono- cido, Hay razones histéricas para esa resistencia a Ia idea de una parte desconocida de la psique humana, La consciencia es una adquisicién muy reciente de la naturaleza y atin est4 en perodo “experimental”. Es fragil, amenazada por pe- ligcos especificos, y fécilmente daiiada, Como 23 han sefialado los antropélogos, uno de los desérdenes m4s comunes producidos entre los pueblos primitives es el que laman “la pérdida de un alma”, que significa, como la denomit cién indica, una rotura perceptible (0, técnicamente, una disociacién) de la conscien- cia, Entre tales pueblos, cuya consciencia esta en un nivel de desarrollo distinto al nuestro, el “alma” (0 psique) no se considera unitaria. ‘Muchos primitives suponen que el hombre tie- he un “alma selvética” ademds de la suya pro- pia, y que esa alma selvética esté encarnada en un animal salvaje o en un érbol, con el cual 1 individuo humano tiene cierta clase de iden- tidad psiquica, Esto es lo que el eminente et- ndlogo francés Lucien Lévy-Briihl Tamé una “participacién mistica”, Posteriormente, reti- 16 ese término por presiones de las criticas adversas, pero creo que sus criticos estaban equivocados. Es un hecho psicolégico muy co» nocido que un individuo puede tener tal iden- tidad inconsciente con alguna otra persona o con un objeto. Esta identidad toma diversidad de formas entre los primitives. Si el alma selvatica es Ja de un animal, al propio animal se le considera como una especie de hermano del hombre. Un. hombre cuyo hermano sea, por ejemplo, un cocodrilo, se supone que esté a selvo cuando nade ea un rio infestado de cocodrilos. Si et alma selvatica-es un Arbol, se supone que el Arbol tiene algo asi como una autoridad paternal sobre ¢l individuo concernido, En ambos casos, una ofensa contra el alma selvética se inter preta como una ofensa contra el hombre, En algunas tribus se supone que el hombre tiene varias almas; esta creencia expresa el sentimiento de algunos primitivos de que cada uno de ellos consta de varias unidades ligadas pero distintas. Esto significa que la psique in- dividual est4 muy lejos de estar debidamente sintetizada; por lo contratio, amenaza frag- mentarse muy fécilmente con solo los ataques de emociones desenfrenadas. Mientras esta situacién nos es conocida por Jos estudios de los antropSlogos, no es tan ajena, como pudiera parecer, a nuestra propia civilizacién avanzada. También nosotros pode- mos llegar a disociarnos y perder nuestra iden- tidad. Podemos estar poseidos y alterados por el mal humor 0 hacernos itrazonables ¢ inca- paces de recordar hechos importantes nuestros © de otros, de tal modo que la gente pregun- te: “Pero zqué demonios te pasa?” Hablamos acerca de ser capaces de “dominarnos", pero al autodominio es una virtud rara y notable. sDisodlacténs sigelfea una asclsién en Jn psique, Ie cval produce una neurosis. Un famaso ejemplo literarlo de ese estae do es El Dr, Jekyll y Mr. Hyde (1886), dl escocés RL. Stevenson, En volo, [a aescisléns de Jokyil toma la for- ‘ma de un cambio flsleo més qua {como la realided) un estads interior pel quico. lequierda: Mr. Hyde (do la pe lievia Ge 1992), la otre mited> de Jee. { Lor pueblos primitives amaban a la leoeiacisnpérdids de um alma>; cralan que el hombre tenfa un wala talviticy> ademés de la suya propia. Péglna epuests, tzqulerde: un hombre ola tribu Nyenga, del Congo, con una méscera ce ealao, ave con Ta que Tdertifca su alma salvaticn, { Pégina opuesta, derccha: telefonistar on tuna central muy active, mansjendo & Ia vez mmuchee lamadas. En tal ere, Is Opararias xescinden parte do. wu mente consciente para concentrarse. Pero ess eaciién es controlade y tem- poral, no una disclacién esponténes ‘orm, Podemos creer que nos dominamos; sin em- bargo, un amigo facitmente puede decirnos co- sas acerca de nosotros de las cuales no sabemos nada, Sin duda alguna, aun en lo que lamamos un elevado nivel de civilizacién, la consciencia humana todavia no ha conseguido un grado conyeniente de continuidad, Atin es vulnera- ble y susceptible la fragmentacién, Esta capa- cidad de aislar parte de nuestra mente es una caracter(stica valiosa. Nos permite concentrar~ nos sobre wna cosa en un momento determina- do, excluyendo todo Io demas que pueda re- clamar nuestra atencién. Pero hay un mundo de diferencia entre una decisién consciente de separar y suptimir temporalmente una parte de nuestra psique y una situacién en la que esto ccurra espontineamente sin nuestro co- nocimiento 0 consentimiento y aun contra nues- tra intencién. Lo primero es una hazafa ci- vilizada, Jo ultimo una primitiva “pérdida de un alma” o, aun, la causa patolégica de una neurosis. De este modo, incluso en nuestros dias, la unidad de consciencia es todavia un asunto dudoso: puede romperse con demasiada fa- cilidad, La capacidad de dominar nuestras emo- ciones, que pueden ser muy deseables desde nuestro punto de vista, seria una consecucién discutible desde otro punto de vista porque privarfa a las relaciones sociales de variedad, color y calor, Es ante este fondo donde tenemos que revi- sar la impottancia de los suefios, esas fanta- sias endebles, evasivas e inciertas, Para expli- car mi punto de vista, desearfa describir cémo se desarrollé durante un perfodo de afios y cémo fui Nevado a concluir que los suchios son la fuente mas frecuente y universalmente ac- cesible para la investigacién de la facuiltad sim- bolizadera del hombre Sigmund Freud fue el precursor que primero intenté explorar empiticamente et fondo in- consciente de la consciencia. Trabay con la presuposicién general de que los sueiios no son algo casual sino que estan asociades con pen- samientos y problemas conscientes. Esta pre- suposicién, por lo menos, no era arbitraria, Se basaba en la conclusién de cminentes neuré- Jogos (por ejemplo, Pierre Janet) de que los sintomas meurdticos se relacionan con cierta experiencia consciente, Hasta parecen ser zo- nas escindidas de la mente consciente que, en otra ocasién y bajo circunstaneias distintas, pueden ser conscientes. Antes del comienzo de este siglo, Freud y Josef Breuer habfan reconocido que los. sin- tomas neurdticos—histeria, ciertos tipos de do- lor, y 1a conducta anormal—tienen, de hecho, pleno significado simbélico. Son un medio por el cual se expresa et inconsciente, al igual que hace por medio de los suefios que, del mismo modo, son simbélicos. Un paciente, por ejem- plo, que se enfrenta con una situacisn intole- rable, puede provocar un espasmo siempre que trate de tragar: “No puede tragarlo”, En situaciones andlogas de tensién psiqnica, otro paciente tiene un ataque de asma: “No. pue- de respirar el aire de casa”, Un tercero sufre una peculiar pardlisis de las piernas: no puede andar, es decir, “ya no puede andar més”. Un 1 Sigmund Freud (Viens. 2 Oita Rank (Vera) 6 de 3 Lutwig Binswanger (Krevahingen). «8B Bell 26 5 Max Engen (Berlin) J Putnam (Boxten). 10 Emma Jung (Kusnache) 7 Ernest Jones (Toronto) Mi Sandor Ferene2\ (Budapest) 8 Wilelie Stoke (ions) 12 dung (Kusnacht) cuarto, que vomita cuando come, “no puede digerir’, cierto hecho desagradable, Podcia ci- tar muchos ejemplos de esta clase, pero tales Teacciones fisicas son solo una forma en la que los problemas que nos inquietan pueden expresarse inconscientemente. Con mayor fre- cuencia, encuentran expresién en nuestros sue~ merosas personas contat sus siefos, sabe que Jos simbolos del sueiio tienen mucha mayor variedad que los sintomas fisicos de la neuro- sis, Muchas veces consisten en fantasias ela boradas y pintorescas. Pero si el analista que se enfrenta con ese material onirico emplea la > Eugen Blouter (Zurich) técnica primitiva de Freud de “aseciacién li- bre”, encuentra que los suefios pueden redu- cirse, en definitiva, a ciertos tipos basicos. Esta técnica desempeé un papel importante en el desarrollo del psicoandlisis porque permitis a Freud utilizar los suefios como punto de par- tida desde el cual podfa explorarse el problema inconsciente del paciente. Freud hizo la sencilla pero penetrante ob- servacién de que si se alienta al sofiante a se- guir hablando acerca de las imdgenes de su suefio y Jos pensamientos que ellas suscitan ent su mente, se traicionard y revelara el fondo inconsciente de sus dolencias, tanto en lo que dice como en lo que omite deliberadamente, Sus ideas pueden parecer irracionales y dispa- tatadas pero poco después es relativamente facil ver qué es lo que estd tratando de evitar, qué pensamiento o experiencia desagradable est suprimiendo. No importa cémo trate de enmascararlo, cuanto dige apunta hacia el meo- lo de su malestar. Un médico ve tantas cosas desde el lado desagradable de 1a vida que, con frecuencia, se hala lejos de la verdad cuando interpreta las insinuaciones hechas por su pa- ciente como signos de una consciencia turba- da, Por desgracia, Io que casualmente descubre confirma sus suposiciones, Hasta aqui, nadie puede decir nada contra la teorfa de Freud de la represidin y satisfaccién de deseos como cau- sas aparentes del simbolismo de los suefios. Freud concedié particular importancia a los suefios, como punto de partida de un proceso Iquierde: muchos da los grandes pre- ccoryorer del psicoandlisis moserno, fOt0- ‘ofaindes en Un Congreso de Pstcoandlsic ‘elebrade en 191 en Weimar, Alera via. La clave puesta al ple identifica algunas de tas figuras mis imporientes, Derechas el test do elas manchas de tintas ideeda por al priquiatre sulza Hecmuon Rorschach. La forma. det jeién libre; de hecho, casi teda forma irregular bre puede provecar ot proceso avociativo Leonardo da Vi feribrd an aus Notas: eho os cosult : P itll cetoneros.aigunes. veces y rrirar 2 ‘ - las manchas de los paredec © Ins centzas dde_un furgo © nubes © harro 0 sitios anilogos en los que... sodéls encontrar utentcas Ideas maracas.» de “asociacién libre”. Pero algin tiempo des- pués, comencé a pensar que eso era una uti- lizacién errénea e inadecuada de las ricas fan- tasfas que el inconsciente produce durante el suejio. En realidad, mis dudas comenzaron ‘cuando un colega me hablé de una experiencia tenida durante un largo viaje en tren por Ru- sia, Aunque no sabfa el idioma y, por tanto, no podia descifrar la escritura cirilica, se encon- tré meditando acerca de las extraias letras en que estaban escritos los avisos de! ferroca- rril y se sumié en una divagacién en ta que imagin6 toda clase de significados para ellos. ‘Una idea le condujo a otra y en su vagar mental hallé que su “asociacién libre” habfa removido muchos viejos recuerdos. Entre ellos, le molest6 encontrar algunos desagradables y hacta mucho tiempo enterrados. cosas que ha- bia deseado olvidar y habia olvidado cons- cientemente. De hecho, habfa Hegado a lo que Jos psicétogos Hamarfan sus complejos, es de- cir, temas emotivos reprimidos que pueden producir constante perturbacién psiquica o ine cluso, en muchos casos, los sintomas de una neurosis. Este episodio me abrié los ojos al hecho de que no era necesario utilizar un suefio como punto de partida para el proceso de “asocia- cidn libre”, si se desea descubrir los compiejos de un paciente. Me mostraba que se puede aleanzar el centro directamente desde cual- quier punto de 12 brijula, Se puede comenzar desde las letras cirflicas, desde las meditacio- oraciones 0 aun desde una conversacion ca- sual acerca de algiin suceso trivial. El suefio no era ni mds ni menos til a este respecto que cualquier otro posible punto de partida. Sin embargo, los suefios tienen un significado particular aun cuando, a menudo, proceden de un trastorno emotivo en el que los complejos habituales también estén envueltos. (Los com- plejos habituales son tos puntos delicados de Ja psique que reaccionan rapidamente a un | estimulo externo 0 alteracién). Por eso la aso- ; ciacién libre puede conducir desde cualquier | suefio a criticos pensamientos secretos. | No obstante, en este punto se me ocurrié | ! i hes sobre una bola de cristal, un molino de i que (si hasta ahi estaba en lo cierto) podria deducirse legitimamente que tos suefios tienen por si mismos cierta funcién especial y més importante, Con mucha frecuencia, los sueiios tienen una estructura definida, de evidente propésito, que indica una idea o intencién sub- yacente, aunque, por regla general, lo altima no es inmediatamente comprensible. Por tan- to, comencé a considerar si se debe conceder més atencién a la forma efectiva y contenido de un suefio que a permitir a la asociacién “Jibre” que conduzea por medio de un encade- namiento de ideas a complejos que podrian aleanzarse con la misma facihdad por otros medios. Este nuevo pensamiento fue un cambio de ireccién en et desarrollo de mi psicologia. Significé que paulatinamente renuncié a Jas demas asociaciones que alejaban del texto de un suefio, Preferi concentrarme mds bien en las asociaciones del propio sueio, en la creen- cia de que fo tiltima expresaba algo especifi- co que el inconsciente trataba de decir. El cambio de mi actitud hacia los suefios os distintes estimulon poubles de Ia seociecion iore al meine (ce oraciones de un mend tbe taco (inquierda), 0 Ia bole de cratal de una ashvinedera (dere ‘cha, una adwinadors mederna en tne ferie inglese) acarreaba un cambio de método: la nueva té&- nica era tal que podria tener en cuenta los diversos y mas amplios aspectos de un sueiio. Una historia contada por Ix mente conscien- te tiene un principio, un desarrollo y un final pero no sucede lo mismo en un suctio. Sus di- mensiones de tiempo y espacio son totalmen- te distintas; para entenderlo hay que exami- narlo en todos Jos aspects, al igual que se puede coger en Tas manos un objeto descono- cido y darle vueltas y mas vueltas hasta que se conocen todos los detalles de su forma. Quizé ya haya dicho lo suficiente para mos- trar cémo se fue acrecentando mi desacuerdo con Ia asociacién “libre” tal como Ia empleé Freud al principio: yo deseaba mantenerme lo més cerca posible det sueio mismo y excluir todas las ideas que no hicieran al caso y las asociaciones que pudiera evocar. En verdad, eso podia conducir hacia los complejos de un paciente, pero yo tenfa en mi pensami‘ento una finalidad de mayor alcance que el descubri- miento de los complejos productores de alte- raciones neurdticas. Hay otros muchos me- dios con fos cuales pueden ser identifieadas: Tos psicslogos, por ejemplo, pueden captar to- @as Tas alusiones que necesiten utilizando los tests de asociacin de palabras (preguatando al paciente qué asocia a una serie dada de palabras y estudiando Iuego las respuesta) Pero para conacer y comprender ei proceso vital psiquice de toda la personalidad de un indsviduo es importante darse cuenta de que sus suefios y sus imégenes simbélieas tenen un papel mucho mas importante que des- empeiiar. Casi todo el mundo sabe, por ejemplo, que hay una mmensa variedad de imdgenes con las que se puede simbolyzar el acto sexual (0, podriamos deci, representarse en forma de alegoria) Cada una de esas imagenes puede conducir, por un proceso de asociacion, a la idea de relacién sexual y a complejos especi- ficos que cualquier mmdividuo pudiera tenet acerca de sus propios actos sexuales Pero tam- biéa pudicra desenterrar tales complejos con un soar desprerto ante un conjunto de indes- cafrales letras rusas. Por tanto, Hegué a la su: posicion de que un sueiio contiene cierto men- ssaje distinto de Ia alegoria sexual, y que eso es asi por razones defindas Para aclarar este punto: Un hombre puede sofia que introduce una lave en una cerradura, que empufia un pesado bastén, o que echa abajo wna puerta con un atsete Cada una de esas cosas puede consi- derarse una alegoria sexual Pero el hecho de que su inconsctente haya elegido, con ese fin, tuna de esas imagenes especificas—sea fa Have, al baston 0 el ariete—es también de la mayor importancia, La verdadera tarea es compren- der por qué se ha preferido 1a lave al baston acl baston al anete Y, a veces, esto pudicra conduci al descubrimiento de que no es, en definitiva, el acto sexual el que esta represen tado sino o6o punto psicolégico totalmente distanto ‘A partir de este razonamento, Negué a la Une ce fas iacontebles imagenes simbd Tieos © slegorieas op) acto sewal es Ia censn celcervo Dereche detalie de un feiadeo. del pintor alernan dels XVI Granech La implicacion sexval de Ta ‘coro det carve te subeaya con une ca ‘osm popular inglesa dela Edad Media, ‘eruleds wEl guordas Alla primara gama que dspard, ‘is Yon la segunda gama slags Y beso Y fa tercera buys en el coravin de un owen Elio exth entte las hoyos del verde 0 conclusion de que, para interpretar ua suefo, solo deberia uttlrzarse el material que forma parte clara y visible de él, El suego tiene su propia Limitacién, Su misma forma especfica nos dice qué le pertenece y qué nos aleya de él Mientras Ia asociacsn “iibre” nos engaiia alejindonos de ese material en una especie de Kinea en zigzag, e! método que desarrollé es mas semejante a una circunvalacién cuyo cen tro es la deseripetén del suciio, Trabajo en tor- no a la descripcion del sueiio y me desentien- do de todo intento que haga el sofiante para desprenderse de éI. Una y otra vez, en mi labor profestonal, he tenido que repetir las palabras: “Volvamos a su sueiio. {Qué dice el sueio?” Por ejemplo: un paciante mio sofié con una mujer vulgar, borracha y desgrefiada En el suefio, parecia que esa mujer era su esposa aunque, en la realidad, su esposa era totalmen- te distinta Por tanto, en Io externo, el suetio era asombrosamente incierto y el pacieate lo rechazé al pronto como una tonteria sofiada. Si yo, como médico suyo, le hubiera dejado miciar un proceso de ascctacion, inevitable. mente él habria intentado aleyarse lo més po- sible de la desagradable sugestién de su suefio. En tai caso, él hubiera desembocado en uno de sus compleyos princtpales—posiblemente, un complejo que nada tuviera que ver con su Una Hlave en une carraduea puede ser ton smbelo sexs) evnque no imearia- lemente quverds parte de_un rerable del oriste flomenco del: XV Comain yo. un abuipo ingles durante Ie. consa gracicn de una iglesia celebra la tradi ‘anal ceremonta golpeando an le puerta eo la iglesia con un bacule que ew Ccontemente no et un simiale Un simbclo de sutondad y de pastor Ningura imagen ‘mbolien in Simul puede docirse que tenga un sig tmficado general cograticamente tied el elements femnenino del “ masculine (ella y el ean mute an al_meonsciente femenina se fetudian en el cap 3) Esta dsicad Intena se sumboliea con freevencid. por Une figure hermafrodhts como el hertne fredita coronas. pagina opvesta arriba de un manuseret® de aiquinia eit padre y 010 de Is madve esposa—y yo no habria sabido nada acerca del significado especial de ese suefio peculiar, Entonces, cqué trataba de transmitir su in- consciente por medio de una afirmacién de falsedad tan obvia? Con toda claridad expre- saba de algén modo la idea de una mujer de- generada que estaba {ntimamente relacionada con la vida del sofiante; pero puesto que la proyeccién de esa imagen sabre su esposa era injustificada y falsa en la realidad, tuve que buscar en otra parte antes de encontrar lo que representaba esa imagen repulsiva. En la Edad Media, mucho antes de que los, fisiélogos demostraran que, a causa de nuestra estructura glandular hay, a la vez, elementos masculinos y femeninos en todos nasotros, s¢ decia que “cada hombre leva una mujer den- tro de si". Este elemento femenino de todo macho es lo que he llamado el ““énima”, Este aspecto “femenino” es esencialmente cierta clase inferior de relacionamiento con el con- torno y, particularmente con las mujeres, que se guarda cuidadosamente oculto a los demds asi como a uno mismo. Es decir, aunque 1a personalidad visible de un individuo pueda pa- recer completamente normal, también puede estar ocultando a los demas—o aun a sf mis- mo—ta situacién deplorable de “la mujer de dentro”. Ese era el caso de mi peculiar paciente: su lado femenino no era agradable, De hecho, su sueiio le decia: “En cierto modo, te estés portands como una mujer degenerada”, y eso Je produjo una conmocién conveniente. (Por supuesto, un ejemplo de esta clase no puede tomarse como prueba de que el inconsciente se ocupa de dar érdenes “morales”. El sueio no le decfa al paciente que se “portara me- jor”, sino que trataba, simplemente, de equi- ibrar fa naturaleza desnivelada de su mente consciente, la cual mantenéa la ficcién de que 41 era todo un perfecto caballero.) Es facil comprender por qué Tos sofantes tienden a ignorar, ¢ incluso negar, el mensaje de sus suefios. La conciencia se resiste a todo To inconsciente y desconocido. Ya seiialé fa existencia entre los pueblos primitives de Jo que los antropélogos Jaman “misoneismo”, un miedo profundo y supersticioso a la novedad. Los primitives manifiestan todas las reaccio- nes del animal salvaje contra los sucesos fu- nestos. Pero el hombre “‘civilizado” reacciona en una forma muy parecida ante las ideas nuevas, Ievantando barreras psicolégicas para protegerse de Ia conmocién que le produce enfrentarse con algo nuevo. Esto puede ob- servarse fécilmente en toda reaccién indivi- dual ante sus propios suefios cuando le obli= gan a admitir un pensamiento sorprendente. Muchos precursores en filosofia, ciencia, ¢ in- cluso en literatura, fueron victimas del inna to conservadurismo de sus contempordneas. La psicologia es una de las ciencias mas j6- venes; como intenta ocuparse de la labor del inconseiente, se ha encontrado inevitablemente con un misonefsmo extremado, 31 Pasado y futuro en el inconsciente Hasta ahora, he tratado de bosquejar algu- nos de los principios con los cuales afronté el problema de los suefios, pues cuando se de- sea investigar la facultad del hombre para crear simbolos, los suefios resultan el material mas bésico y accesible para ese fin. Los dos puntos fundamentales al tratar de los sueiios son: primero, el stefio ha de tratarse como un hecho acerca del cual no deben hacerse supo- siciones previas, salvo que, en cierto modo, el suefio tiene sentido; y segundo, el suefio es una expresién especifica del inconsciente. Dificilmente se podrian poner estos princi- plos en forma mas modesta. Por bajo que sca el concepto que se tenga acerca del incons- ciente, hay que conceder que merece inves- tigarse; el inconsciente, por lo menos, esté al nivel del piojo, que, después de todo, goza del honrado interés del entomélogo. Si alguien con poca experiencia y conocimiento de los suefios piensa que los suefios son solo sucedi- dos cadticos sin significado, esta en libertad de pensarlo asi. Pero st damos por admitido que son sucesos normales (como de hecho lo som), entonces hay que considerar que son 0 causados—es decir, que hay una causa racio- nal de su existencia—o, en cierto modo, inten- cionados, 0 ambas cosas. Examinemos algo mas de cerca las formas en que los contenidos conscientes e incons- cientes de la mente estén ligados. Pongamos ‘un ejemplo conocido por todos. De repente, nos encontramos que no podemos acordarnos de lo que ibamos a decir a continuacién, aun- que, un momento antes, el pensamiento era perfectamente claro, Q, quiza, fbamos a hacer la presentacién de un amigo y se nos escapa el nombre al ir a pronunciarlo. Decimos que no potiemos acordarnos; aunque, de hecho, el pensamiento se ha transformado en incons- ciente 0, al menos, ha quedado momentinea- mente separado de la consciencia, Encontra- mos los mismos fenémenos en nuestros sen- tidos. Si escuchamos una nota continuada en €l limite audible, el sonido parece interrum- pirse a intervalos regulares y comenzar de nuevo. Tales oscitaciones se deben a un de- crecimiento y crecimiento periédicas de nues- tra atencién, no a ningdn cambio de la nota. Pero cuando algo se evade de nuestra cons- ciencia no cesa de existir, como tampoco un coche que desaparece al volver una esquina se diluye en el aire, Simplemente, esté fuera de nuestra vista. Al igual que, después, pode- mos volver a ver el coche, nos encontramos con los pensamientos que hablamos perdido durante algin tiempo, Por tanto, parte del inconsciente consiste en una multitud de pensamientos oscurecidos temporalmente, impresiones e imagenes que, 2 pesar de haberse perdido, contintian influ- yendo en nuestra mente consciente. Un hombre que es distraida 0 abstraido cruza Ja habitacién para ir a coger algo. Se detiene aparentemente perplejo; se ha olvi- dado de Jo que iba a buscar. Sus manos tan- tean entre los objetos de la mesa coma si fuera un sondimbulo; se ha olvidado de su primitiva intenciém; sin embargo, inconscientemente va guiado por elta. Luego se da cuenta de lo que queria, Su inconsciente se 1o ha apuntado, Si se observa la conducta de una persona neurdtica, se la puede ver haciendo muchas cosas que parece realizar consciente e inten- cionadamente. Sin embargo, si se le pregun- ta acerca de ellas, se descubriré que 0 es in- consciente respecto a ellas o esté pensanda en otra cosa completamente distinta, Oye y RO oye; ve, pero esté como ciega; sabe y es ignorante. Tales ejemplos son tan corriemtes, que los especialistas pronto se dan cuenta de que los contenidos inconscientes de la mente se portan como si fueran conscientes y que, en tales casos, nunca se puede estar seguro de si el pensamiento, palabra o accidn es cons- ciente o no lo es, Es esta clase de conducta fo que hace que muchos médicos desechen como mentiras to- tales las afirmaciones de pacientes histéricos, Cierto es que tales personas dicen més false- dades que la mayorla de nosotros, pero “men- tira” no es precisamente la palabra adecuada, De hecho, su estado mental produce incert dumbre de conducta, porque su. consciencia es susceptible de eclipses impredecibles pro- ducidos por interferencia del inconsciente, In- luso sus sensaciones téctiles pueden tevelar similares fluctuaciones de conocimiento. En determinsdo momento, la persona histérica puede sentir en el brazo el pinchazo de una 8. antidervini El emisoneismos, un miede jeracional a les ideas nuevas, fue uno de los mayores obstéculos para ‘gue epublica aceplace la psicologia moderna, Tarbiéa se oparo a le teorit de la evolvelén de Daren, como cuerde un maestro da escucla horiesmerleano llamadn Scopes fe pron cesado en 1925 por engecar ol evalu ienismo Pégina puesta, laquierda: d- ante <} jucio, af abezado Clarence Dev row defendiends 3 Scopes. Pégina opues- te, derecha- el propio Scopes, Iqualmante in el clio de Ie te ‘uierds, publicada en 186i en Ia revista Ingese Punch, [Et ca lun hombre y wn hermano?s |. Derecha tuna Jocoea interpretacion del misoneisma cuya aguja; en ef momento siguiente, puede no ad- vertirlo, Si su atencién puede enfocarse sobre cierto punto, todo su cuerpo puede quedar como anestesiado hasta que Ja tensién causante de ese oscurecimiento de los sentidos se re- jaja. Entonces se reanuda inmediatamente la percepcién sensorial. Sin embargo, en todo momento ha estado inconscientemente atento a lo que estaba sucediendo, El médico puede ver este proceso con toda claridad cuando hipnotiza a un paciente de ese tipo. Es facil demostrar que et paciente se daba cuenta de todos los detalles. El pincha- zo en el brazo o la observacisn hecha durante un eclipse de consciencia se puede recordar tan exactamente como si no hubiera habido anestesia u “olvido”. Me acuerdo de una mu- jec que una vez fue admitida en la clinica en un estado de total estupor, Cuando a} dia si- guiente recobré la consciencia, recordé quién era, pero no sabia dénde estaba, cémo 0 por qué habia ido alli, ni cl dia. Sin embargo, des- pués de hipnotizarla, me conté por qué se habia puesto enferma, cémo habia Hegado a la clinica y quién la habia admitido, Todos es- tos detates se pudieron comprobar, Incluso pudo decir la hora en que fue admitida, por- que vio et reloj del zaguin. Bajo la hipnosis su memoria era tan clara como si hubiera estado consciente todo el tiempo, Cuando estudiamos tales materias, general mente tenemos que aportar pruebas propor- cionadas por la observacién clinica. Por tal motivo, muchos criticos suponen que el in- consciente y todas sus sutiles manifestaciones pertenecen solamente 2 la esfera de la psico- z 2 a 4 z I dice: egSoy (ecla 61) tamin que | alectricidee se ottuvirs filteendo por tess partess. 33 ee Fatologia, Consideran toda expresién del i conscieate como algo de indole neurética 0 psicopitica, que nada tiene ue ver con el estado de una mente normal. Pero los fenéme- nos neuréticos en modo alguno son exclusi« vamente producto de enfermedad. En realidad, no son mas que exageraciones patolégicas de sucesos normales; y solo porque son exagera- ciones resultan més patentes que su contra- partida normal. En todas las personas norma- es pueden observarse sintomas histéricos, pero son tan leves, que, por lo general, pasan inadvertidos, E] olvido, por ejemplo, es un proceso nor- mal en el que ciertas ideas conscientes pierden su energia espectfica, porque la atencién se desvid. Cuando el interés se vuelve hacia cual- quier parte, deja en sombra las cosas de las que se ocupaba anteriormente, al igual que un foco de juz ilumina una nueva zona, defando otra en oscuridad. Esto es inevitable, porque la conseieneia solo puede mantener en plena claridad al mismo tiempo unas pocas imdge- nes y aun esa claridad fluctia. Peto las ideas olvidadas no han dejado de existir. Aunque no pueden reproducirse a vo- Tuntad, estén presentes en un estado sublimi- nal—precisamente, més alld del umbral del recuerdo—, del cual pueden volver a surgir esponténeamente en cualquier momento, con frecuencia, después de muchos afios de apa- rente olvido total. Estoy hablando aquf de cosas ofdas 0 vis- tas conscientemente y luego olvidadas. Pero todos vemos, ofmos, olemos y gustamos mu- chas cosas sin notarlas en su momento, ya porque muestra atencién esta desviada o por- que el estimulo para nuestros sentidos es de- masiado leve para dejar una impresin cons- ciente. Sin embargo, el inconsciente se ha dado cuenta de 41, y esas subliminales percepciones sensibles desempefian un papel significative en nuestra vida diaria. Sin darnos cuenta de ello, influyen en la forma en que reaccionamos ante Jos hechos y Ta gente. ‘Un ejemplo de esto, que encontré particur Tarmente revelador, me Jo proporcioné un pro- fesor que habia estado paseando por ef campo con uno de sus disefpulos, absorbidos en pro- funda conversacién. De repente, se dio cuenta de que sus pensamientos eran interrumpidos por un inesperado torrente de recuerdos de su primera nifiez. No sabia a qué atribuir esa di traccién. Nada de lo que habia dicho parec’ tener relacisn alguna con sus recuerdos. Recons- truyendo la escena, vio que cuando surgié el primero de esos recucrdos de la nifiez acababa de pasar ante una granja. Propuso a su disci pulo que retrocedieran hasta el sitio donde habfan comenzado los recuerdos. Una ver alli, el profesor noté ef olor de los gansos, e iame- diatamente se dio cuenta de que era ese olor el que haba precipitado el torrente de re- cuerdos, En su niiiez habia vivido en una granja donde se criaban gansos, y su olor caracterfs- tico dejé una impresién duradera, aunque ol- vidada. Cuando pas6 ante la granja durante su En casos de extremads historia eolecta (aye en el paredo ae llamo uposesion=) lav canscuencia Is percepeien sensors] ezerientes parecer eclipse Iequierdin fl frenesi de una dance ce las espace Babnesa hace que for sanzantes caigan en trance ya veces © que welven com Ura si las armas Pagina epuesta, abajo el maderns rack and ell parece prove ‘ear en grees lo bain una especie de ‘ance do exenacion parecice por chor Ghece, quer, Invernblonerte, 2 marital crvzadas y cigarnilo en la boca, Iuquierda: un culte roligiose en Terres: sea (EE UU) en la actualided, cuyas ceremonies ‘reluyen el manojo de ser- Plentes venenosas La histera se pro: cinticos y palmedss; ‘ve pasando les ser- mano. (A veces los ordeduras fa: paseo, habia notado el olor subliminalmente ¥ esa percepcién inconsciente habia evocado experiencias de su nifiez por largo tiempo ol- vidadas. La pereepcién cra subliminal, porque Ja atencién estaba prendida en otras cosas y el estimulo no era Jo bastante fuerte para dese viarla y aleanzar la consciencia direetamente, Sin embargo, trajo Jos recuerdos “olvidados”. Tal “sugerencia” 0 efecto de “gatillo” puede explicar el brote de los sintomas. neuréticos, asi como los més benignos recuerdos cuando Jo que se ve, huele o suena recuerdan una cir- cunstancia del pasado, Una muchacha, por ejemplo, puede estar muy atareada en su ofi- cina, aparentemente con buena salud y de ‘buen humor, Un momento después se le levan- ta un dolor de cabeza entontecedor y mu chos otros sintomas de abatimiento, Sin no- tarlo conscientemente, ha ofdo la sirena de un barco Tejano, y eso le ha recordado incons- cientemente Ia desventurada separacién de un novio que ella hizo todo fo posible por olvidar. Aparte del olvido oormal, Freud deseribié varios casos que envolvian e) “olvido” de re- cuerdas desagradables, recuerdos que estamos muy predispuestos a perder. Como dijo Nietzs che, donde el orgullo es de sobra insistente, et recuerdo preficre ceder, Ast, entre Jos recuer~ dos perdidos, hallamos no pocos que deben su estado subliminal (y su incapacidad para ser reproducidos voluniariamente) a su naturaleza desagradable ¢ incompatible. Los psicélogos las Haman contenidos reprimidos. ‘Un caso también apropiado pudiera ser ef de una secretaria que tuviera envidia de uno de los sacios de su jefe, Ella habitualmente ol- vida invitarlo a fas reuniones, aunque el nom- bre esté claramente mareado en ta lista que ella utiliza. Pero si se le pide una explicacién sobre ello, dird simplemente que “‘se le olvi dé" y que ta “interrumpicron”. Jamis admite ni para si misma~la verdadera causa de su omisién, Mucha gente supervalora equivocadamente €l papel de ta fuerza de voluntad y piensa que nada puede ocurrir en su mente sin que lo haya decidido ¢ intentado. Pero debemos: aprender a diseriminar cuidadosamente entre Jos contenidos intencionados e inintencionados de lz mente, Los primeros derivan det ego de la personalidad; sin embargo, los tittimos pro- vienen de un origen que no es idéntica al ego, Los autos do juguete formardo la rarca de tries Votiswagen en este nuncio purde tener el elec de «ga file on lo mente Gel lactor versa. Wisndole cecverdas. inconseientes de Su ner Si esae recuerdos son ag debles, lo grato_ puede queer asc ‘redo {incanachontamenta) con el pro- ddocto y su marca sino que es su “otro lado”. Es este “otro lado” el que harla que Ia sectetaria olvidase las invi- taciones. Hay muchas causas por las cuales olvida- mos cosas que hemos sabido o vivido; y, del mismo modo, hay otras tantas formas por las, que pueden ser recordadas. Un ejemplo inte- resante es el de la criptomnesia, 0 “memoria ceulta”, Un autor puede estar eseribiendo con soltura sobre un plan preconcebido, trazando un argumento o desarrollando el esquema de un relato, cuando, de repente, se desvfa tan- gencialmente. Quiz4 se le ha ocurrido una nue- va idea o una imagen diferente o toda una trama distinta, Si se Je pregunta qué le sugi- rid la digresién, no sabré decirlo, Incluso pue- de no haberse dado cuenta del cambio, aun- que lo que ha escrito es completamente nue- vo y, en apariencia, le era desconocido antes. Sin embargo, a veces puede demostrarse de forma convincente que lo que escribié tiene un asombroso parecido con la obra de otro autor, ‘una obra que él cree no haber visto jamés. Encontré acerca de eso un ejemplo curio- sfsimo en el libro de Nietzsche Asf hablé Za. ratustra, en el que el autor reproduce, casi palabra por palabra, un suceso relatado en un diario de navegacién del aiio 1686, Por mera casualidad lei el relato del marino en un libro publicado hacia 1835 (medio siglo antes de que Nietzsche escribiera); y cuando encon- tré el pasaje andlogo en Ast hablé Zaratustra, me asombré su estilo peculiar, que era dife- rente al lenguaje usual de Nietzsche. Quedé convencido de que Nietzsche también tuvo que conocer el viejo libro, aunque no lo men- ciona. Escrib{ a su hermana, que ain vivia, y me confirmé que su hermano y ella habian leido el libro juntos cuando él tenia once aiios, Pienso, por lo dicho, que es inconcebible que Nietzsche tuviera idea alguna de estar plagian- do aquel relato. Creo que cincuenta afios des- pués se deslizé inesperadamente bajo el foco de su mente consciente, En este caso hay una reminiscencia autén- tica, aunque inadvertida. Mucho de eso mismo puede ocurrirle a un miisico que haya afdo en su infancia una tonada campesina o una can- cin popular y se la encuentra que surge como tema de un movimiento sinfénico que est& componiendo en su vida adulta. Una idea 0 una imagen ha regresado desde el inconscien- te hasta la mente consciente. Lo que, hasta ahora, he dicho acerca del inconsciente no es més que un r4pido bosquejo de la naturaleza y funcionamiento de esa com- pleja parte de la psique humana. Pero habria que indicar 1a clase de material subliminal del que pueden producirse espontdneamente los, simbolos de nuestros suefios. Este material sub- liminal puede constar de todos los deseos, impulsos e intenciones; todas las percepciones ¢ intuiciones; todos los pensamientos racio- nales e irracionales, conclusiones, inducciones, deducciones y premisas, y toda la variedad de sentimientos. Algunos o todos esos pueden tomar la forma de insconciente parcial, tem- poral o constante. Tal material, por lo comin se ha convertido en inconsciente porque—por asf decir—no hay sitio para 4 en la mente consciente. Algunos de nuestros pensamientos pierden su energia emotiva y se convierten en subliminales (es decir, ya no reciben tanta de nuestra atencién consciente) porque han venido a parecer sin interés o importancia, o porque hay alguna razn por la que descamos perderlos de vista De hecho, es normal y necesario que lo “ol- videmos” de ese modo, con el fin de dejar espacio en nuestra mente consciente para im- presiones ¢ ideas nuevas. Si no ocurriera 0, todas nuestras experiencias permanecerfan en el umbral de Ja consciencia y nuestra mente se convertirfa en una barahinda inservible. Este feémeno esté tan ampliamente recono- cido hoy dfa que la mayorfa de la gente que sabe algo sobre psicologia lo da por admitido, ‘Pero asf como los contenides conscientes pueden desvanccerse en el inconsciente, hay contenidos nuevos, los cuales jamds fueron conscientes, que pueden surgir de él. Podemos tener, por ejemplo, la vaga sospecha de que algo est4 a punto de romperse en la conscien- cia, de que “algo estd en el aire” 0 de que “nos olemos algo”. El descubrimiento de que el in- consciente no es mero depositario del pasado, sino que también esté leno de gérmenes de futuras situaciones ps{quicas e ideas, me con- dujo a mi nuevo enfoque de fa psicologia. Nu- merosas controversias se produjeron en torno a este punto, Pero es un hecho que, ademds de los recuerdos de un pasado consciente muy lejano, también pueden surgir por st mismos del inconsciente pensamientos nuevos ¢ ideas creativas, pensamientos e ideas que anterior mente jamds fueron conscientes. Se desarrolian 7 a desde las oscuras profundidades de Ta mente al igual que un loto y forman una parte impor tantisima de Ia psique subliminal Esto lo encontramos en la vida diatia, don- de los dilemas se resuelven a veces con las proposiciones més sorprendentemente nuevas; muchos artistas, filésofos y aun cientificos de- ben algunas de sus mejores ideas a las inspi- raciones que aparecen siibitamente proceden- tes del inconsciente, La capacidad de Wlegar a tun rico filén de tal material y convertirlo real- mente en filosoffa, literatura, musica 0 des- eubrimiento cientifico es uno de los contras- tes de garantia de lo que cominmente se lama’ genio. Podemos hallar una prueba palmaria de este hecho en la propia historia de Ta ciencia. Por ejemplo, el matemético francés Poincaré y el quimico Kekulé debieron importantes descu- Drimientos cientificos (como ellos mismos re- conocieron) a repentinas y pintorescas “reve- Iaciones” del insconsciente. La Wamada expe- 38 riengia “mistica” del filésofo francés Desear- tes implicaba una revelacidn repentina andloga en la que él vio, como en un reldmpago, el “orden de todas las ciencias”, El autor inglés Rovert Louis Stevenson habia pasado afios duscando un argumento que se adaptara a su “fuerte sensacién del doble set del hombre”, cuando la trama de Ef Dr. Jekyll y Mr. Hyde se le revelé repentinamente en un stiefio. Posteriormente describié con més detalles c6mo surge del inconsciente ese material y exeminaré la forma en que se expresa, Por ahora solo deseo sefialar que la capacidad de Ta psique humana para producir semejante material nuevo es particutarmente significa tiva al tratar el simbolismo de los suefios, pues encontré una y otra vez en mi trabajo profe- sional que las imagenes € ideas contenidas en los suefios posiblemente no puedan explicarse solo en funcién de la memoria. Expresan pen- samientos nuevos que, hasta entonces, jamas habfan alcanzado el umbral de la consciencia, EL quimico alerndn dal 3. XIX Keer Ie, Invesigando acerca de "1 euiror 2 tn molecular dl Bence, sand con oy uns serpiente que se mordia Ia cola, uy (Ene es im smeois aniquisinas te ‘auierda: uno. representacisn de la fon un manuscrio griego del sl 661.6.) Inlorprets a siena como que la estructura. del bencena era Gn enille cerrado da carton, come 2 fa iaqvierds de le pking, en cn iro de texto de quimica crgdnica (a1) icine oavesta: una carretera eo» fovea corrienia con una #0Adl con. ‘da que signifies «Atencia a cr ce chy aninslers, Paro lop autor Tistbs Cevya sombre so ve en primer erin) ven Un elefante, un rinoce. ronte y hasta un dincrauric, Esta pimura’ de un sonio {hacks por al fSrcsty golzaroederna) Exh Juco: by) deteribe con esactivel Ia mata ralora, aparestemente legice @ aherenes, do las imagenes. cniricas, La funcién de los suefios He llegado hasta ciertos detalles acerca de nuestra vida onirica porque es el suelo desde e cual se desarrollan originariamente la mayoria Ge los simbolos. Por desgracia, los suefios son dificiles de entender. Como ya sefialé, el suefio no es nada parecido a una historia contada por la mente consciente. En la vida diaria se pien- sa To que se desea decir, se escogen las formas mds eficaces para decirlo y se intenta que los comentarios tengan coherencia l6gica. Pot efem- plo, una persona culta tratara de evitar el em- pleo de una metéfora confusa porque daria una impresion equivoca de su punto de vista. Pero los suefios tienen una estructura diferen- te. Imégenes que parecen contradictorias y ri- diculas se apiiian sobre el sofiante, se pierde el normal sentido del tiempo y las cosas co- rrientes pueden asumir un aspecto fascinante © amenazador, Puede parecer extrafio que el inconsciente ordene su material de manera tan diferente a Ja forma, tan disciplinada en apariencia, que po- demos imponer a nuestros pensamientos en In vida despierta, Sin embargo, todo el que se detenga un momento a recordar un sueiio, se dard cuenta de ese comtraste que, de hecho, 5 una de las razones principales por las que la persona corriente encuentra tan dificil en- tender los suefios. No les encuentra sentido ateniéndose 2 su experiencia normal de cuan- do esté despierta, y, por tanto, se inclina a desentenderse de ellos 0 a confesar que se sien- te confusa, ‘Quizd resulte mas facil de comprender este punto si, en primer Jugar, nos percatamos del hecho de que las ideas maneyadas en nuestra aparentemente disciplniada vida despierta no son, en modo alguno, tan precisas como nos gusta reer. Por el contrario, su significado (y su significancia emotiva para nosotros) se hace més impreciso cuanto mds de cerca las exa- minamos. La causa de esto es que todo lo que hemos ofdo o experimentado puede con- vertirse en subliminal, es decir, puede pasar a al inconseiente. Y aun To que retenemas en nuestra mente conseiente y podemos repro- ducir a voluntad, ha adquirido un ton bajo inconsciente que matizard fa idea cada vez que Ja recordemos. Nuestras impresiones conscien- tes, en realidad, asumen répidamente un ele- mento de significado inconsciente que es de importancia psiquica para nosotros, aunque no nos damos cuenta consciente de la existencia de ose significado subliminal o de la forma en que, a la vez, extiende y confunde el signifi- ado corriente, Desde luego que, tales tonos bajos, varian de una persona a otra, Cada uno de nosotros recibe toda nocién abstracta o general en el ‘conjunto de su mente individual y, por tanto, Jo entendemos y aplicamos en nuestra forma individual. Cuando, al conversar, utiliza pa- Jabras tales como “estado”, “dinero”, “salud” © “sociedad”, supongo que mis oyentes entien- den, més 0 menos, Jo mismo que yo. Pero la frase “mas o menos" es el punto que me in- teresa. Cada palabra significa algo ligeramen- te distinto para cada persona, aun entre las que comparten 10s mismos antecedentes cul- turales. La causa de esa variacién es que una nocién general es recibida en un conjunto in- dividual y, por tanto, entendida y aplicada en forma ligeramente individual, Y ta diferencia Ge significado es naturalmente mayor cvando la gente difiere mucho en cxperiencias socia- Jes, politicas, religiosas 0 psicoidgicas. Mientras, como conceptos son idénticos a meras pa- labras, la variacién es casi imperceptible y no desempefia ningiin papel préctico. Pero cuando se necesita una definicién exacta o una explicacién minuciosa, se pueden descubrir, por cacuulidad, las més asombrosas variacio- nes no soto en la comprensién puramente inte- ectual del término sino en especial, en su tono emotvo y su aplicacién. Por regla general, es- tas variaciones son subliminales y, por tanto, jamés advertidas. Se puede tender a prescindir de tales dife- rencias como matices de significado superfluos ‘© desperdiciables que tienen poca importancia en las necesidades diaries. Pero el hecho de que existan demuestra que aun tos contenidos de consciencia mas realistas tienen en tomo una penumbra de incertidumbre, Hasta el con- cepto filoséfico 0 matematico mas cuidedosa- mente definido, del que estamos seguros que 40 no contiene mis de lo que hemos puesta en 41, es, no obstante, mas de lo que suponemos. Es un hecho psiquico y, como tal, incognoseible en parte. Los mismos nimeros que utilizamos al contar son més de To que pensamos que son. Son, al mismo tiempo, elementos mitolégicos (para los pitagbricos eran. incluso, divinos} pero no nos damos cuenta de eso cuando utili- zamos los némeros con un fin préctico, En resumen: todo concepto de nuestra men- te consciente tiene sus propias asociaciones psiquicas. Mientras tales asociaciones pue- den variar en intensidad (de acuerdo con la imporvancia relativa del concept para toda nuestra personalidad, 0 de acuerdo con otras Em estas paginas. ottos ejemplos de te ratorslesa irscional y fantastea.ée Ios tooo Pagina opuests arriba unos y rmorcieligos bullen sobre un hombre que ste sofardo on un grabado do Goya Drayones © monstruax analogos ton mse genes comunes de los sueios Pagina Spun, shape un dagen pertigye 3 un sorte’ &n un grabado on madera de FF surio de Polio, farcatia eccrite por fl monje malian eels XV Francesco Colona seroa pntura ula Et wep som in oillas, del artista raderno More svocracién dee 4l ideas y aun complejos a los que estin asociadas en nuestro inconsciente), son capaces de cam- biar el cardcter “normal” de ese concepto, In- cluso puede convertirse en algo totalmente dis- tinto mientras es arrastrado bajo el nivel de Ja consciencia. Estos aspectos subliminales de todo lo que nos ocurre puede parecer que desempefian es- aso papel en nuestra vida diaria, Pero en el anilisis de los sueios, donde el psicslogo ma- neja expresiones del inconsciente, son muy im- portantes porque son las rafces casi invisibles de nuestros pensamientos conscientes. De abi que los abjetos 0 ideas comunes puedan asu- mir tan poderosa significancia psfquicr en un suefio del que podemos despertar gravemente confusos, a pesar de haber soiiado con nada peor que una habitacién cerrada con Mave 0 un tren que hemos perdido. Las imagenes producidas en suefios son mu- cho mis pintorescas y vivaces que los concep- tos y experiencias que son su contrapartida cuando se esta despierto. Una de las causas de esto es que, en un sueio, tales conceptos pueden expresar su significado inconsciente, En nuestros pensamientos conscientes, nos constrefimos a los Iimites de las expresiones racionales, expresiones que son mucho menos coloreadas porque las hemos despojado de Ja mayorfa de sus asociaciones psfquicas. Recuerdo un suefic que tuve y que me fue Gificil de interpretar. En ese suefio, cierto in- dividuo trataba de ponerse tras de mf y saltar sobre mi espalda. Nada sabia yo de ese hom- No solo fos ndmeros, sino cosas tan ‘comynes coma lar piedras y los ar2oles, ppueden tener umportarcia simedlica para foucha gente Pagina opvesta, abo ple- rae puiestoe al Lorde del camino por ccamiranter do la Inia pare representa cl lingam, simbolo falleo vncio doe Procrencion erecha un arkol de Africa CSccidental que [oe tribuales Haman jue Juno espirtu del drool y al que stribu- {yon poder mig, re excepto que me data cuenta de que él, de algiin modo, habla eseogido cierta observacién hecha por mf y Ia tergivers6 alterando grotes- camente su significado, Pero yo no podia ver la relacidn entre este hecho y su intento, en el suefio, de saltar sobre mi. Sin embargo, en mi vida profesional ha ocurrido con frecuencia que alguien haya falseado Io que diye, tan fre- cuentemente que apenas me molesté en pregun- tarme si esa clase de falseamiento me icritaba, Ahora bien, hay cierto valor en mantener un dominio consciente de las reacciones emoti- vas; pronto me di cuenta de que ese era el pun to importante de mi suefio, Habla tomado un coloquialisme austrizeo y lo habla convertido en una imagen pictérica, Esa frase, muy co- triente en el habla comin es Du kannst mir auf den Buckel steigen (puedes saltar sobre mi espalda), que significa: “No me importa Jo que digas de mi.” Un equivalente norte- americano, que fécilmente podria aparecer en un suefio andlogo, serfa “Vete a saltar al lago”, (Go jump in the take.) Podria decirse que el cuadra de ese sueiio era simbélico porque no establecia directamen- te Ja situacién, sino que la expresaba indirec- tameate por medio de una metéfora que, al principio, no pnde comprender. Cuando ocu- re eso (como es frecuente) no est deliberada~ mente “disfrazada” por el sueio; simplemente fefleja las deficiencias de muestra compren- sién del lenguaje pintoresco cargado de emo- tividad. Porque en nuestra experiencia diaria necesitamos decir cosas con la mayor exacti tud_ posible, y hemos aprendido a prescindir de los adornos de 1a fantasia en el Ienguaje en los pensamientos, perdiendo asf una cuali- dad que es adn caracteristica de la mente pri- mitiva, La mayoria de nosotros hemos transfe- Fido al inconsciente todas fas asociaciones psi- quicas fantisticas que posee todo objeto o idea, Por otra parte, el primitivo sigue dindose cuenta de esas propiedades psiquicas; dota a animales, plantas 0 piedras con poderes que nosotros encontramos extrafios ¢ inaceptables. Un habitante de la selva africana, por ejem- plo, ve durante el dfa un animal nocturne y sabe que es un hechicero que, temporalmente, ha adoptado ese aspect. O puede considerar- lo como el alma selvética o espiritu ancestral de alguno de su tribu. Un drbol puede des- empefiar un papel vital en la vida de un primi- tivo, paseyendo, de forma evidente para él, su propia alma y voz, y ese hombre sentiré que comparte con el érbol su destino, Hay ciertos indios en Sudamérica que asegurarén que ellos son papagayos ara, aunque se dan cuenta de que carecen de plumas, alas y pico. Porque, en el mundo del hombre primitivo, las cosas no tieaen los mismos limites tajantes que tienen en nuestras sociedades “racionales”. Lo que los psicdloges llaman identidad pst- quica 0 “participacién mistica”, ha sido elimi- nado de nuestro mundo de cosas. Pero es precisamente ese halo de asociaciones incons- ientes el que da un aspecto cotoreado y fan- tastico al mundo del primitivo. Lo hemos per- ido hasta tal extremo que no lo reconocemos cuando nos Io volvemos a encontrar. Para nos atros, tales cosas quedan guardadas bajo el umbral; cuando reaparecen ocasionalmente, Péging epursta: un hechicero del Come: rim llevando una rdscere de loin, No fee qe pretends ser un leSn; asté ‘cone Yencido de que ¢# un leén. Al iguat que ce conledo.y 60 méseara de ove (pe ‘gra 25], comparte una aidentided ps- ‘quiens con e| animal, Idertieac que ex. 8 eno reine del mito y dol timbo. Iismo. 2 hombre sractonaly moderna ha Uateco. da ctligarie de talon ancelae clones plquices (que, no obstante, so- braviven en el inconsciente); para él, ure. azece es una azada y Un lesa es lo que dice «| diccionario’ (derechs), hasta nos empefiamos en que algo esta equi- vocado. ‘Mas de una vez me han consultado perso- nas cultas e inteligentes acerca de suefos ca- racteristicos, fantasias ¢, incluso, visiones que les habfan conmovido profundamente, Supo- fnian que nadie que tuviera buena salud men- tal podia padecer tales cosas y que todo el que, realmente, tenga visiones ha de tener una alteracién patolégica. Un tedlogo me dijo una vez que las visiones de Ezequiel no eran més que sintomas mérbidos y que, cuando Moisés y otras profetas ofan “voces” que les hablaban, estaban sufriendo alucinaciones, Se puede imaginar el pénico que sintié al expe- rimentar “esponténeamente” algo parecido es0. Estamos tan acostumbrados a la evidente naturaleza de nuestro mundo que apenas po- demos imaginar suceda algo que no se puede explicar por el sentido comtin. El hombre pri- mitivo enfrentado con una conmocién de ese tipo no dudaria de su salud mental; pensaria en fetiches, espfritus 0 dioses, Sin embargo, Ias emociones que nos afec- tan son las mismas. De hecho, los terrores que proceden de nuestra complicada civilizacién pueden ser mucho mas amenazadores que tos que el hombre primitivo atribuye a los demo- nios. La actitud del hombre moderno civiliza- do me recuerda, a veces, a un paviente psicé- pata de mi clinica que también era médico, Una manana le pregunté qué tal estaba, Me contest6 que habia pasado una noche maravi- losa desinfeetando todo el cielo con cloruro mercurioso, pero que durante toda esa tarea sanitaria no habfa encontrado rastro alguno de Dios. Aquf tenemos una neurosis o algo peor. 620 Hiquety wet ty tem fo St Nata na dente remy tat Ailine (a Santlitor or thei Leos ype SS COAT ioe ees eee at ep citar Enea ee sears Z anoet Beaied, ibeatbumery a tence ot Hors’ [Sting one who’ runs siter celebrities —v.t Henlse, te De Sys Ae Seas ewe ee bet aeicuien ie ns nae fh ie ae Go eee lial ceteris: sen) Sa RE Pégina opuesta. Sen Pablo caido en he Ariba grenjeroe javaneees secrficando ‘un gallo para protaper sie campos cone tra Tes espirites Tales ereencias . prdc> lucas ton fundementalee en Ta vida. pre tra por 30 viiée ce Crista {en una pine tra del artista Taliano dels XVI Ca ravagate) En vez de Dios 0 el “miedo a Dios” hay una ansiedad neurdtica o alguna clase de fobia. La emocién continué siendo la misma, pero su objeto cambié tanto de nombre como de na- turaleza para empeorar. Recuerdo a un profesor de filosoffa que una vex me consulté acerca de su fobia al cancer. Padecfa la convicein forzosa de que tenia un tumor maligno, aunque nada de eso se hallé en docenas de radiografias. “Sé que no hay nada—diria—, pero tiene que haber algo.” {Qué es lo que le producfa esa idea? Evidentemen- te procedia de un temor que no dimanaba por deliberacién conscieate, El pensamiento mér- bido se apoderd de él de repente y tenfa una fuerza propia que no pudo dominar. Era mucho més dificil para este hombre cul- to aceptar una cosa asi que lo hubiera sido para un hombre primitive decir que estaba atormentado por un espiritu, La influencia ma- ligna de los malos espiritus es, por lo menos, una hipétesis admusible en una cultura primi tiva, pero para una persona civilizada resulta una experiencia desoladora tener que admitit que sus dolencias no son més que una trave- sura insensata de su imaginacién, El primitivo fenémeno de la obsesién no ha desaparecido; AArnibar en une ercultura moderna del ingles Jneab Epstein te represents al hombre come un monstruo mecarizade, qoizd una imagen de los emalos espiri Nee de hoy cia es el mismo de siempre. Solo que s¢ interpreta de una forma distinta y mas desagradable, He hecho varias comparaciones de esa cla- se entre el hombre primitivo y el modemo. Ta- les comparaciones, como mostraré después, son esenciales pata comprender la propensién del hombre a crear simbolos y del papel que desempefian los suefios para expresarlos. Por- que nos encontramos que muchos suefios pre- sentan imdgenes y asociaciones que son andlo- gas a las ideas, mitos y ritos primitivos. Estas imagenes sofiadas fueron Iamadas por Freud “zemaneates arcaicos"; la frase sugiere que son elementos psiquicos supervivientes en la mente humana desde lejanas edades. Este pun- to de vista es caracteristico de quienes con- sideran el inconsciente como un mero apéns dice de la consciencia (0, mAs pintorescamente, un cubo de Ia basura que recoge todos los des- perdicios de la mente consciente). Investigaciones posteriares me sugirieron que esa idea es insostenible y debe ser desecha- da. Hallé que las asocraciones e imagenes de esa clase son parte integrante del inconsciente que pueden observarse en todas partes, tanto si el sofiante es culto, como analfabeto, inte- ligente @ estdpido. No hay, en, sentido alguno, 47 “remanentes” sin vida o sin significado. Si- guen funcionando y son especialmente valio- sos (como demuestra el Dr. Henderson en el capttulo siguiente de este libro) precisamente a causa de su naturaleza “historica”. Forman un puente entre las formas con que expresa- ‘mos conscientemente nuestros pensamientos y una forma de expresién més primitiva, més coloreada y pintoresca. Esta forma es tam- bign la que conmueve directamente al senti: miento y la emocién, Estas asociaciones “his- téricas” son el vinculo entre el mundo racional de la consciencia y el mundo del instinto. Ya he watado del interesante contraste en- tre los pensamientos “controlados” que tene- mos mientras estamos despiertos y ta riqueza de imagenes producida en los suefios. Ahora podemos ver otra razén para esa diferencia, Como en nuestra vida civilizada hemos des- posefdo a tantisimas ideas de su energia emo- tiva, en realidad, ya no respondemos mds a ellas, Utilizamos esas ideas al hablar y mos- tramos una reaccién usual cuando otros las emplean, pero no nos producen una impresién muy profunda, Algo més se necesita para que ciertas cosas nos convenzan lo bastante para hhacernos cambiar de actitud y de conducta. Eso es lo que hace el “lenguaje onirico”; su simbolismo tiene tanta energia psiquica que nos vemos obligados a prestarle atencidn. Por ejemplo, habia una sefiora que era muy conocida por sus prejuicios estiipidos y su ter- a resistencia a los razonamientos. Podria uno pasarse toda la noche tratando de convencerla sin resultado alguno; ella ni se habria dado Pigina oponsta: otras dos plarmnciones do espirtus: Ariba: damonios inferna Tet detcenslendo sobre Sin Antonia (eta dro del piotor slemén dol. XV) Gro nawald). Debajo, ev el parel central ce ten triptice aponés dels. XIX, of fan- auma'de un seesinado bere a6 320 tina, EI confliclo ideolbglco produce muchos de lor edemoniaes del Kombee moder. Derecha: un dibujo del_norteamer cane ‘Gahon Wilson pinta [a sombre de Krus chev come. una monsiruose miquine de Iuerte, Derecha, af extreme: 0% sibufe dde ly revista rura Krokedlil ints ol mune do occidental «imperiaiistes coma on Todo. demonisco expultado de Africa por Tas banderas de algunas de fas naciones alricanas recientemerte independientes. por enterada, Sin embargo, sus suefios toma: ron un camino distinto de acceso, Una noche sofé que asistia a una reunién social impor- tante, La anfitriona la saludé con estas pala bras: “Qué agradable que haya podido venir, Todos sus amigos estén aqui y la estén espe- rando.” Luego la anfitriona la condujo hasta la puerta, la abrid, y Ia sofante entré.... jen un establo de vacas! Este lenguaje onirico era Jo bastante sencillo para que lo comprendiera hasta un lerdo. La mujer no admitia al prin- cipio un detalle del suefio que afectaba tan directamente a su altivez; sin embargo, su mensaje la convencié y después de algun tiem- po Jo tuvo que aceptar porque no pude me- nos de ver la chana que ella misma se gasté. Tales mensajes del inconsciente son mAs im- portantes de lo que piensa la mayoria de ia gente, En nuestra vida consciente estamos ex- puestos toda clase de influencias, Hay perso» nas que nos estimulan 0 deprimen, Jos acae- cimientos en nuestro puesto de trabajo o en nuestra vida social nos perturban. Tales cosas ‘nos Hevan por caminos inadecuados a nuestra individualidad, Démonos cuenta 0 no del efec- to que tienen en muestra consciencia, se per- turba con ellas y a ellas est expuesta casi sin defensa. Especialmente, ese es el caso de la persona cuya actitud mental extravertida pone todo el énfasis en los objetos externos 0 que alberga sentimientos de inferioridad y duda respecto a su més intima personalidad. Cuanto més influida esté 1a consciencia por prejuicios, errores, fantasias y deseos infanti- les, més se ensanchard la brecha ya existente 49 haciéndose una disociacién neurética que con- duzea a una vida més o menos artifical, muy alefada de los instintos sanos, la naturaleza y la verdad. La funcién general de los suefios es intentar restablecer ituestro equilibrio psicolégico pro- duciendo material onfrico que restablezca, de forma sutil, el total equilibrio psiquico, Eso es Jo que amo ef papel complementario (0 com pensador) de los suefios en nuestra organiza- cién psiquica. Eso explica por qué gente que tiene ideas nada realistas o un concepto dema- siado elevado de sf misma o que hace planes grandiosos y desproporcionados con sus ver- daderas posibilidades, tiene suefios de volar 0 caer. El suefio compensa las deficiencias de su personalidad y, al mismo tiempo, le advierte tos peligros de su vida presente, Si se desdefian las advertencias de los suefios, pueden ocurrit verdaderos accidentes, La vietima puede caerse por las escaleras o tener un accidente automo- vilistico, Recuerdo el caso de un hombre que estaba inextricablemente envuelto en ciertos negocios oscuros, Se le desarrollé una pasién casi mér- bida por las ascensiones peligrosas de montafa, como una especie de compensacién. Buseaba “llegar més arriba de s{ mismo”. En un suefio, por la noche, se vio escalando la cumbre de tuna alta montafia en el vaclo, Cuando me cone 50 16 su suefio, vi inmediatamente e) peligro y traté de recalcar la advertencia y convencerle de que se contuviera. Incluso le dije que el suefio Te prevenfa su muerte en un accidente de montaiia. Fue en vano. Seis meses después “escalé en el vacio”. Un guia montaiiero le vio a él y aun amigo descender por una cuer- da en un sitio peligroso. El amigo habla en- contrado un saliente donde apoyar el pie y el sofiante le iba siguiendo, De repente, solté a cuerda, segin el guia, “como si fuera a sale tar en el aire”, Cay6 sobre su amigo y ambos se precipitaron y se mataron. Otro caso tipico era el de una seiora que Nevaba una vida superior a lo que le corres- pondia. Su posicién era elevada y poderosa en su vida diaria, pero tenfa suefios chocantes. que e recordaban toda clase de cosas desageads- bles. Cuando se las deseubri, se neg indig- nada a reconocerlas. Entonces Jos suefos se icieron amenazadores y lenos de alusiones a los paseos que solia dar por el bosque donde ella se permitia fantasias sentimentales. Vi el peligro que corrta, pero no escuché mis insis- ‘tentes advertencias, Muy poco tiempo después, fue salvajemente atacada en el bosque por un pervertido sexual; a no ser por ta intervencién de algunas personas que oyeron sus gritos, hhubiera sido asesinada, No hube magia en esto. Lo que sus suefios Péigina opuesta: dos influencias a Jas que fet sujeta hey dia la eonscienciaindi- Vidval: Ia publicidad (aruncio rorteame- eano. subreyando le csoziabilided») y Is propagands politica (cartel francés para el referendum de 1962 instando a Wotar ‘es, pero con cttor sebrapuestos con el ence de le oposicién). Estas y otras influencise puedon hacar cua viva mes en formes inadecuadas a nuestra rnaturaleza Indivisual; y et desequilibrio pslqvico que se puede deriver tiene que Ser compensaclo por el inconsciente, Derecha: ol torrero (tbujo del nortan americana Roland B, Wilson), al pares e206 figeramente porturbado ‘2 causa ds So alslemlenta, Su inconsciente, en #0 funeién compensadors, ha creado un competerg iluscrio ® quian el torrare onfigea (er ef ole del dibyjo): «Ne fe s2lo 610, Bil, sino que ayer me volv 1 sorprender hablande conmigo misma!» Abo: El oréelo ditico consultado por fet rey geo de Atenes (le un x00 pis tado} Los «mensajes» dol Incorsciente on con facuercia tan sicilinos yam bigues como eran lax palabras cel ‘oraeulo, me dijeron es que esta mujer tenfa el secreto anhelo de una aventura de ese tipo, al igual que el escalador de montafia buscaba incons- cientemente Ia satisfaccién de encontrar una salida definitiva a sus dificultades, Evidente- mente ninguno de los dos se esperaba el eleva- do precio que pagarian: ella la rotura de va- rios huesos y él la propia vida. Por tanto, los sueiios, a veces, pueden anun- ciar ciertos sucesos mucho antes de que ocu- fran en Ja realidad. Esto no es un milagro o une forma de precognicién, Muchas crisis de nuestra vida tienen una larga historia incons- ciente. Vamos hacia ellas paso a paso sin dar- nos cuenta de los peligros que se van acumu- lando. Pero lo que no conseguimos ver cons- cientemente, cot frecuencia lo ve nuestro inconsciente que nos transmite Ja informacion por medio de los suesos. Los suefios pueden, muchas veces, adverti nos de ese modo; pero igualmente, muchas ve~ ces, parece que no pueden, Per tanto, toda su- posicién acerca de una mano benévola que nos detiene a tiempo es dudosa. O, diciéndolo en forma mds concreta, parece que cierta inter- vencién benévola unas veces acta y otras no. La mano misteriosa puede, incluso, sefialar el camino de la perdicién; los suefios demuestran que son trampas o que parecen serlo. A veces se comportan como el ordculo délfico que dijo si al rey Creso que si cruzaba el rfo Halis, des- truirfa un gran reino. Solo después de haber sido derrotado completamente en una batalla, después de cruzar el rio, fue cuando se dio cuenta de que el reino aludido por el ordculo era su propio reino. No podemos permitirnos ser ingenuos al tra tar de Ios sueiios. Se originan en un espirita que no es totalmente humano sino mds bien una bocanada de naturaleza, un espfritu de diosas belias y generosas pero también crue- Jes. Si queremos caracterizar ese espiritu, ten- dremos que acercarnos més a él, ene] Smbito de las mitologfes antiguas 0 las fabulas de los bosques primitives, que en la consciencia del hombre moderno. No niego que se han obte- nido grandes ganancias con Ja evolucjén de la sociedad civilizada. Pero esas ganancias se han hecho al precio de enormes pérdidas cuyo al- cance apenas hemos comenzado a calcular. Parte del propésito de mis comparaciones en- tre los estados primitive y civilizado del hom- bre ha sido mostrar el balance de esas pérdi- das y ganancias. El hombre primitive estaba mucho mas go- bernado por sus instintos que sus modernos descendientes “racionales” los cuales han apren- dido a “dominarse”. En este proceso civili- zador hemos ido separando progresivamente nuestra consciencia de los profundos estratos instintivos de la psique humana y, en definiti- va, hasta de la base somética det fenémeno psiquico. Afortunadamente, no hemos perdido esos estratos instintivos bésicos; continiian siendo parte del inconsciente aun cuando solo pueden expresarse por medio de imagenes so- fiadas. Esos fenémenos instintivos—aunque, incidentalmente, no siempre podemos recono- cerlos por lo que son, porque su cardcter es simbélico—desempefian un papel vital en lo que tlamé la funcién compensadora de los suefios, En beneficio de la estabilidad mental y aun de la salud fisiolégica, el inconsciente y la cons- ciencia deben estar integralmente conectados Y, por tanto, moverse en Hneas paralelas. Si estn separados o “disociados”, se derivaré al- teracién psicoldgica. A este respecto, los sim- bolos ontricos son los mensajeros esenciales de la parte instintiva enviados a la parte racional de Ta mente humana, y su interpretacién en- riguece la pobreza de la consciencia de tal 52 modo que aprende a entender de nuevo el ol- vidado lenguaje de los instintos. Por supuesto, la gente puede poner en duda esa funcién ya que sus simbolos pasan, con tanta frecuencia, inadvertidos o sin compren- derse, En la vida normal, fa comprensién de los suefios con frecuencia se considera super- flua, Puedo poner un ejemplo de esto por mi experiencia con una tribu primitiva del Africa oriental, Para asombro mio, esos hombres iri- buales negaban que tuvieran ningin sueho. Pero con paciencia, en charlas indirectas con ellos pronto comprobé que tenfan suefios como todos los demés, pero que estaban convencidos de que sus suefios carecfan de significado, “Los suefios de los hombres corrientes no signifi- can nada”, me dijeron. Crefan que los ttnicos suefios que importaban eran los de los jefes y los hechiceros; de estos, los que concernfan al bienestar de ja tribu, eran muy apreciados. El tinico inconveniente era que el jefe y et hechicero decian que ellos habfan dejado de tener suefios significativos. Databan ese cam- bio en el tiempo en que los ingleses Megaron al pais. El comisario del distrito—el funciona- rio inglés encargado de ellos—habia ocupado la funcién de los “grandes suefios” que hasta entonces guiaban Ja conducta de ta tribu, ‘Cuando estos tribuales admitfan que ellos no tenfan suefios, salvo los que carecfan de sig- nificado, pensaban como el hombre moderno gue cree que un suefio no tiene significado para él simplemente porque no lo entiende. Pero aun un hombre civilizado puede obser- var, a veces, que un suelio (del cual, incluso, no se acuerda), puede alterar su humor mejo- randolo o empeordndolo. El sucfio ha sido “comprendido” pero solo en forma subliminal. Y esto es lo que ocurre por lo general. Solo cuando, en raras ocasiones, un suefio produce una impresién especial o se repite a interva- Jos regulares, la mayorfa de la gente conside- ra deseable una interpretacién, Deberia afadir una palabra de advertencia contra el andlisis torpe o incompetente de los suefios. Hay algunas personas cuyo estado men- tal est tan desequilibrado que la interpreta- cién de sus suefios tiene que ser extremada- mente arriesgada; en tal caso, una consciencia muy unilateral esté separada de su correspon- diente inconsciente irracional o “quebrantado”, y no deben juntarse los dos sin tomar precau- ciones especiales, Y, hablando més en general, es una simple bobada creer en gufas sistemdticas ya prepa- radas, para Ia interpretacién de suetios, como si Se pudiera comprar, sencillamente, un libro de consulta y buscar en él un simbolo deter- minado, Ningin simbolo onfrico puede sepa- rarse del individuo que lo suefa y no hay in- terpretacién definida o sencilla de todo suetio. Cada individuo varia tanto en la forma en que su inconsciente complementa o compensa su mente consciente que es imposible estar seguro. de hasta qué punto pueden clasificarse los suefios y sus simbolos. Pégina opuests: una fotografia de Jung (cuarto por la dorecha) en 1926 con los tribuales do Ia monta- fa Elgon, Konia El estucio directo hecho por Jurg sobre las sociedodas rimitias le eeneujo a muchos de fut més valiotos y profundas cone. mientos pricalégicor. Derecha: dos libros de suiot—une e le Inclaterra moderne y otro del Egypto antiguo {el cltime es uno de los" documentos. escrtos mét antl Ql0s existentes, h. 2000 a de J.C.), Tals riots de le son prefabricadas y hechas ample fe corecen de Walr, lor toeor 200 Individusles en grado sumay $0 lumpotismo no puede encasiirss. Es verdad que hay sueiios y simbolos aisla- dos (preferiria Hamarlos “motivos”) que son tipicos y se producen con frecuencia. Entre tales motivos estan las cafdas, los vuelos, ser perseguido por animales peligrosos u hombres. hostiles, estar poco o absurdamente vestido en lugares piblicos, tener © estar perdi- do entre las apreturas de una multitud, luchar con armas imitiles o estar completamente in- defenso, correr mucho sin Negar 2 ninguna parte, Un tipico motivo infantil es sofiar que se crece 0 se disminuye infinitamente © que se transforma en otro como, por ejemplo, se Tee en Alicia en el pais de las maravillas, de Lewis Carrol. Pero debo insistir en que 650s son. motivos que han de considerarse en el con- texto del propio sueiio, no como cifras que se explican por si mismas. EI suefio repetido es un fenémeno digno de nota, Hay casos en que la gente tiene el mismo suefio desde la infancia hasta los dltimos aitos de su vida adulta, Un suefio de esa clase sucle ser un intento para compensar un defecto par- ticular de la actitud del sofiante hacia la vidas © pucde datar de un momento traumitico que dejé tras de sf cierto perjuicio espectfico, A veces, también puede presagiar un futuro su- ceso importante. Yo soié cierto motivo durante varios afios, acerca de que yo “descubrfa” una parte de mi casa cuya existencia desconocia, Unas veces <0 trataba de las habitaciones donde vivieron mis padres, ya hacia tiempo fallecidos, y donde mi 2a AySAetln £ wt, syasen ax rules Ae a) sistecn J a Paip \ = Se tg ER seid $B AL IONS ces - Fak Sabo S emi PBSasEy ones 33 chasse uh ements ‘Raut tet Be teste | anim padre, para sorpresa mia, tenia un laborato- rio en el que estudiaba la anatomfa compa- rada de los peces, y mi madre tenia un hotel para visitantes fantasmales. Usualmente esa ala desconocida del edificio destinada a los hués- pedes era un edificio viejo e histérico, olvida- do hacia mucho tiempo, pero de mi propiedad heredada, Contenfa interesante mobiliario an- tiguo, y hacia el final de esa serie de sueiios, descubri una vieja biblioteca cayos libros me eran desconocides. Finalmente, en el timo suefio, abri uno de fos libros y hallé en él una profusién de ilustraciones del més maravilloso simbolismo. Cuando desperté, mi corazén pal- pitaba excitado Poco tiempo antes de tener ese iiltimo y par- ticular suefio de Ja serie, habia enviado un en- cargo a un librero de viejo acerca de una de las compilaciones clasicas de los alquimistas medievales, Habia hallado una cita literaria y pensé que podria tener cierta relacién con la primitiva alquimia bizantina y deseé compro- barla. Warias semanas después de tener el sue- fio del libro descontocido, recibi un paquete det librero. Dentra habfa un volumen en perga- mino que databa del siglo xvi. Estaba ilustrado con deliciosos dibujos simbélicos que inmedia- tamente me recordaron los que habia visto en el sueiio, Como el redescubrimiento de los principios de la alquimia Negé a ser parte im- pertante de mi trabajo como precursor de la psicologia, el motivo de mi reiterado suefio puede comprenderse fécilmente. La casa, des- de luego, era un simbolo de mi personalidad y su consciente campo de intereses; y el anexo desconocido representaba el presagio de un nuevo campo de interés ¢ investigacién del que mi mente consciente no se dio cuenta por entonces. Desde aquel momento, hace treinta afios, no volvi a tener ese sucfio. Arriba un ejemelo famosa dl suero fammun de ise heciends me Undbbuje de Alle on rmaravilas (1877) muestra a Alico Creciende haste tena la cata Con tro el suefe, igualmence comun. ce velar, e9 un dibuIo Cel artiste sles dele XIX Wham Blake}, ute edo «yA, come sofia con e068 im poner!» 34 El anilisis de los suefios Comencé este ensayo sefialando Ia diferen- cia entre signo y simbolo, E! signo es siem- pre menor que el concepto que representa, mientras que un sfmbolo siempre representa algo més que su significado evidente e inme- diato. Ademds, los simbolos son productos na- turales y esponténeos. Ningiin genio se senté jams con la pluma o el pincel en la mano, diciendo: “Ahora voy inventar un simbolo.” Nadie puede tomar un pensamiento més o me- fos racional, alcanzado como deduccién 16gi- ca o con deliberada intencién y luego darle forma “simbélica”. Nada importan cuantos adomos fantdsticos puedan ponerse a una idea de esa clase, pues continuard siendo un signo, ligado al pensamiento consciente que hay tras 4), pero no un simbolo que insinila algo no conocido atin. En los suefios, los simbolos se producen espontaneamente porque los sueios curren, pero no se inventan; por tanto, son la fuente principal de todo lo que sabemos acerca del simbolismo, Pero debo sefialar que los simbolos no solo se producen en los suefios. Aparecen en toda clase de manifestacién psiquica. Hay pensamientos y sentimientos simbdlicos, situaciones y actos sim- Bélicos. Frecuentemente parece que hasta los objetos inanimados cooperan con el inconscien- te en la aportacién de simbolismos. Hay nu- merosas historias de probada autenticidad acerca de relojes que se paran en el momento de morir su dueio; uno fue el reloy de péndu- lo en el palacio de Federico el Grande en Sans Souci, el cual se pars al morir el empe- rador. Otros ejemplos corrientes son los de es- ‘A. veces, los cbjer0s inanimados parecon ssectuar> eumbelicamente Paging opues- te, abao “ol relay de Federico el Gran ce, ef uel s¢ pard al morirse su duefio fen 1788. Lor simbolos son _producidos esponts fneamente por al inconsciente (aunque, iar terde, pueden ser eloborades cone cestemente) Derecha el enkh, simbolo de ia de, el universo y el hombre en fl Egipte soniguo Por contrat, lon em Biemas de compsias aéreas son 19908 sdeados conscientemente, no simbolos pejos que se rompen o cuadros que caen cuando ocurre un fallecimiento; 0 roturas menores, pero inexplicables, en una casa donde alguien esta sufriendo una crisis emotiva. Aun si los escépticos se niegan a dar crédito a tales relatos, las historias de esa clase siempre si- guen presentandose, y eso solo puede servir de amplia demostracién de su importancia psi- colégica. Sin embargo, hay muchos simbolos (entre ellos el m4s importante) que no son individua- les sino cofectives en su naturaleza y origen. Son, principalmente imigenes religiosas. El creyente admite que son de origen divino, que han sido revelados al hombre. El escéptico dice rotundamente que han sido inventados. Ambos estén equivocados. Es cierto, como dice el escéptico, que los simbolos religiosos y los concaptos fueron durante siglos objeto de ela- boracidn cuidadosa y plenamente consciente. Es por igual cierto, como to es para el cre- yente, que su origen est4 tan enterrado en el ‘mistetio del remoto pasado que no parecen tener origen humano. Pero, de hecho, son “re~ presentaciones colectivas” emanadas de los suefios de edades primutivas y de fantasias crea- doras. Como tales, esas imagenes son manifes- taciones involuntanamente esponténess y en modo alguno invenciones intencionadas. Este hecho, como explicaré después, tiene una conexida directa e importante con Ja inter- pretacién de los suefios, Es evidente que si admitimos que el sueio es simbélico, lo inter- pretaremos de distinta forma que una persona que crea que el pensamiento energético esen- 35 cial 0 emacién ya es conocido y esté meramen- te “disfrazado” por e! sueio. En el sltimo caso, la interpretacién del sueiio tiene poco sentido, Puesto que se encuentra [o que ya se conoce. Por esa razén, yo siempre decfa a mis alum- aos: “Aprendan cuanto puedan acerca del sim- bolismo; luego, olvidenlo todo cuando estén analizando un suefio.” Este consejo es de tal importancia préctica que hice de él una norma para recordarme que Jamds puedo entender to suficiente ef suefio de otra persona para inter- pretarlo correctamente, Hice eso con el fin de detener el torrente de mis propias asociacio- nes y reacciones, que, si no, podrfan prevalecer sobre las incertidumbres y titubeos de mi pa- ciente. Como es de la mayor importancia te- rapéutica para un analista captar el mensaje especial de un suefio (es decir, la contribucién que el inconsciente est haciendo a la mente consciente) Io mas exactamente posible, es para él esencial explorar el contenido de un suefio en su totalidad, ‘Cuando trabajaba con Freud, tuve un suefo que aclata este punto, Sofié que estaba en “mi casa”, al parecer en el primer piso, en una sa- lita abrigada, grata, amucblada al estilo del siglo xvi. Estaba asombrado de que jamés hhubiera visto esa habitacién y empecé a pre- guntarme cémo serfa ta planta baja, Bajé la escalera y me encontré que era mas bien oscu- ra, con patedes apaneladas y mobiliario pesa- do det siglo xvr 0 aun anterior. Mi sorpresa y mi curiosidad aumentaron, Necesitaba ver mds de Ia restante estructura de esa casa, Asi es que bajé a la bodega, donde encontré una puer- Drache let padres de Jung Enter rea de Jung por la réigién antique Yl mutolagin te slejo. del mundo Feligioto de sus padres (su pedre erm Pastor protestante), como muestra eb uefa, explicseo en esta pM, que tuvo cuando trabaiebe con Freud Pde fg siguente Jung en Burghelz, ‘onde traueys an (900 comme psiqula: ‘a en un hospital mental 36 ta que daba a un tramo de escalones de piedra que conducian a un gran espacio abovedado. EI suelo estaba formado por grandes losas de piedre_y las paredes parecian muy antiguas, Examiné la argamasa y vi que estaba mezcla- da con trozos de ladrillo. Evidentemente, las patedes eran de origen romano. Mi excitacién iba en aumento. En un rincéa, vi una argolla de hierra en una losa, Tiré de Ia argolla y vi ‘otro tramo estrecho de escalones que Hevaban @ una especie de cueva que parecia una tumba prehstérica, donde habia dos calaveras, algu- nos huesos y trozos rotos de vasijas. Enton- ‘ees me desperté, Si Freud, cuando analizé este suefio, hubie- ra seguido mi método de explorar sus asocia- clones especificas y contexto, habria escucha- do una historia de mayor alcance. Pero temo que la hubiera desdefiado por considerarla un mero esfuerzo para librarse de un problema que, en realidad, era el suyo. El suefio, de he- cho, es un breve resumen de mi vida, mas es- peefficamente, del desarrollo de mi mente. Cre- ‘of en una casa que databa de hacta doscientos afios, nuestro mobiliario constaba, en su ma yorfa, de muebles de hacia trescientos aiios y, hasta entonces, mi mayor aventura espiritual, en la esfera de la mente, habia sido el estudio de la filosoffa de Kant y Schopenhauer. La ‘gran aoticia de entonces era la obra de Char- Jes Darwin, Hasta muy poco antes de eso, yo habia vivido con los tranquilos conceptos me dievales de mis padres, para quienes el mun- do y los hombres atin estaban presididos por fa omnipotencia y la providencia divinas. Ese mundo se habfa convertido en anticuado y ca- duco. Mi fe cristiana se habia hecho muy re- lativa en su encuentro con las religiones orien- tales y la filosofia griega. Por eso la planta baja era tan silenciosa, oscura y, evidentemen- te, deshabitada. Mi interés histrico de entonces arrancaba de una primitiva preocupaci6n por la anatornfa comparada y la paleontologfa que tuve mien- tras trabajé como auxiliar en el Instituto Ana- témico. Me sentfa fascinado por los huesos del hombre {6sil, en especial por el tan discu- tido Neanderthalensis y el mas discutido aiin crineo del Pithecanthropus de Dubois. De he- cho, esas eran mis verdaderas asociaciones res- pecto al suefio; pero no me atrevi a mencionar el tema de las calaveras, los esquéletas 0 ca- dayeres a Freud porque sabfa que ese tema no era de su agrado. Mantuvo la curiosa idea de que yo presagiaba su muerte temprana, Y sa- caba tal conclusién de] hecho de que yo mos- traba mucho interés por los caddveres momi ficados del Namado Bleikeller de Bremen, que visitamos juntos en 1999 en auestro viaje para tomar el barco con direccién a América. Por tanto no me senti inclinado a exponer mis pensamientos ya que, por reciente expe- riencia, quedé profundamente impresionado por el casi insalvable abismo que separaba los puntos de vista y ef fondo mental de Freud y los mfos. Temfa perder su amistad si le expo- nia mi propio mundo interior que, supuse, le hubiera parecido muy extraito. Sintiéndome demasiado inseguro de mi propia psicologia, amente, le mentf respecto a mis EEE EE EE — — “asociaciones libres” con el fin de librarme de Ja tarea imposible de explicarle mi sistema per- sonal y completamente distinto, Debo excusarme por este relato, un tanto largo, de los apuros en que me vi al contar mi suefio a Freud. Pero es un buen ejemplo de las dificultades con que se tropieza durante el andlisis de un suefio auténtico, Gran parte de ellas depende de las diferencias entre el analista y el anatizado, Pronto me di cuenta de que Freud buscaba algiin deseo Incompatible mio, Asi es que pro- bé a sugetir que las calaveras con las que soné podrfan referirse a ciertos miembros de mi familia cuya muerte, por alguna razin, pudie- ra yo desear, Esta sugerencia encontr6 su apro- bacién, pero yo no quedé satisfecho con una solucién tan 2comodaticia, Mientras trataba de encontrar respuesta apropiada a las preguntas de Freud, me sentt confuso por una intuicién acerca del papel que el factor subjetivo desempeita en la compren- si6n psicolégica. Mi intuicién era tan abruma- dora que sélo pensé en como escapar de ese embrotlo y tomé el camino fécil de una men- tira, Fso no eta nj elegante ni moraimente de- fendible; pero, de otro modo, me hubiera arries gado a una fatal disputa con Freud, y yo n0 me sentia en condiciones para eso por muchas razones. Mi intuicién consistfa en la percepcién pro- funda y més repentina e inesperada del hecho de que mi suefio significaba yo mismo, mi vida y mi mundo, toda mi realidad frente a una estructura tedrica erigida por otro, por una mente extraiia con razones y propésitos suyos, El! suefio no era de Freud sino mfo; y vi de repente, como en un reldmpago, 1o que signi- ficaba mi suefio. Este conflicto aclara un punto vital acerca del andlisis de los suefios. No es tanto una técnica que puede aprenderse y aplicarse segiin sus nermas como un cambio dialéctico entre dos personalidades, Si se maneja como una técnica mecénica, la personalidad psiquica in- dividual del sofiante se pietde y el problema terapéutico se reduce a la simple pregunta: 1Cudl de las dos personas concernidas—el ana- lista o el sofiante—dominard a la otra? Desis- tf del tratamiento hipnético por esta razén, porque no querfa imponer a otros mi voluntad. Deseaba que el proceso curativo surgiese de la 7 propia personalidad del paciente, no de mis sugestiones que podrian tener solo un efecto pasajero, Mi finalidad era proteger y preservar Ia dignidad y Ia libertad del paciente de modo que pudiera vivir segiin sus deseos, En este intercambio con Freud, empecé a ver con cla- tidad que, antes de construir teories generales sobre el hombre y si psique, tenemos que aprender mucho més acerca del verdadero set humano del que nos vamos a ocupar. El individuo es la tinica realidad, Cuanto mas nos alejamos del individuo hacia ideas abstractas acerca del homo sapiens, mis ex- puestos estamos a caer en el error. En estos tiempos de conmociones y ripidos cambios so- Ciales, es deseable saber inucho més de lo que sabemos acerca del ser humano individual, por= que es mucho Io que depende de sus cualida- des mentales y morales. Pero si queremos ver las cosas en su verdadera perspectiva, necesi- tamos comprender el pasado del hombre ast como su presente. De ahi que sea de impor- tancia esencial comprender los mitos y los simbolos, PRESIATA 50 case sae s ERES UMA RAT, igneusTeee, ase toes ERB TETS elason Bie aid, NTS LW PRBIE. & peceeo ek a 58 way4 Panes Los estes atta haw El problema de los tipos En todas tas demés ramas de la ciencia, es legitimo aplicar una hipétesis a un tema im- personal. Sin embargo, la psicologia nos en- frenta inevitablemente con las relaciones vivas entre dos individuos, ninguno de los cuales puede ser despojado de personalidad subjetiva ni, por supuesto, despersonalizado de cualquier otra forma, El analista y su paciente pueden comenzar acordando tratar un problema ele- sido, de una forma impersonal y objetiva; pero una vez que hayan comenzado, su res pectiva ¥ total personalidad se vera envuelta en ef estudio del problema. En ese momento, solo seré posible avanzar si pueden Megat a un acuerdo mutuo. zPodemos hacer cualquier tipo de juicio ob- jetivo acerca del resultado final? Solo si ha- cemos una comparacién entre nuestras con- clusiones y las normas generales que son vé~ lidas en el medio social a que pertenecen los individuos. Aun entonces, hemos de tener en cuenta el equilibrio mental (0 “cordura”) del individuo en cuestin. Porque el resultado no puede ser un total nivelamicnto colective del DE Hécno we ther maacecn Un extravertide afirmative domina aun ‘ecoquinade inteovertide en una Bistorie- ta del nortearericano Jules Foiffer (*) Esce tarmines.junguienos para [es «ti: por humanos ne. son dogmiticor: por fiempla, Gandhi (eégice opvesta) ver, aseético (intravartico) y rie gente politico {extravertida), Un Indic uomcualquier rosico. de ia mnulitud (fen (a otra foto)—selo puede ser cla: ssfieado aproximademente. individuo para adaptarlo a las “normas” de su sociedad. Esto levaria a la situacién menos natural. Una sociedad sana y normal es aquella en que la gente esté habitualmente en des- acuerdo porque un acuerdo general es relati« vamente raro fuera de la esfera de las cuali- dades humanas instintivas, El desacuerdo funciona como an vehiculo de Ja vida mental en sociedad, pero no es una meta; el acuerdo es jgualmente importante, Como la psicologla depende basicamente de! equilibrio de opuestas, ningiin juicio puede con- siderarse definitive si no se ha tenido en cuenta su reversibilidad. La causa de esa peculiaridad reside en el hecho de que no hay punto de vista por encima o fuera de la psicologia que nos permita formar un juicio definitive acerca de To que es fa psique, A pesar del hecho de que los suefios requic- ten tratamiento individual, son necesarias cier- tas generalidades con el fin de clasificar y acla- rar el material que recoge el psicélogo al es- tudiar muchos individuos. Es evidente que seria imposible formular teoria psicolégica alguna, 9 ensefiarla, describiendo grandes can- tidades de casos aislados sin ningin esfuerzo Por ver lo que tuvieran en comin y en qué diferian. Puede elegirse como base toda carace teristica general. Se puede, por ejemplo, hacer una distincién relativamente sencilla entre in- ividuos que tienen personalidad “extraverti- da” y otras que son “introvertidos”, Esta es solo una de las muchas generalizaciones posi- bles, pero permite ver inmediatamente las difi- cultades que pueden surgir si el analista fuera de un tipo y su paciente del otro, Puesto que todo anilisis profundo de un suefio lleva a la confrontacién de dos indivi- duos, seri muy distinto si sus tipos de acti- tud son Tos mismos © no fo son. Si ambos pertenecen al mismo tipo, pueden seguir ade- Tante con toda felicidad por mucho tiempo. Pero si uno es extravertida y el otro introver- tido, sus puntos de vista distintos y contradice torios pueden chocar de plano, en especial cuando desconocen su propio tipo de persona- lidad 0 cuando estin convencidos de que el suyo es el nico tipo justo, El extravertido, por ee ir ejemplo, elegiré el punto de vista de la ma- Yoria; el introvertido Io rechazara simplemente por considerarlo de moda, Tal desavenencia es facil porque el valor def uno no es valor para el otro. El propio Freud, por ejemplo, inter- pretaba al tipo intravertido como un individuo mérbidamente concernido consigo mismo. Pero la introspeccién y el autoconocimiento tam- ign pueden ser de grandisimo valor e impor- tancia. Es de necesidad vital tener en cuenta tales diferencias de personatidad en la interpreta- cién de sueiios. No se puede suponer que et analista es un superhombre que esté por en- cima de tales diferencias, precisamente porque es un médico que adquirié una teoria psico- Jégica_y su correspondiente técnica. El solo puede imaginarse que es superior mientras su- pone que su teorfa y su técnica son por entero verdaderas, capaces de abarcar la totalidad de Ja psique humana, Puesto que tal suposicién es mds que dudosa, realmente no puede estar seguro de ella, En consecuencia, se verd asal- tado por dudas secretas si confronta la tota- Jidad humana de su paciente con una teoria © ténica (que es metamente una hipétesis 0 tun intento) en vez de confrontarla con su pro- pia totalidad viva. La total personalidad del analista es el tini- co equivalente adecuado de la personalidad de su paciente. La experiencia psicolégica y el saber no son m4s que meras ventajas por parte del analista. Pero no le mantienen al margen de Ia contienda en la que se verd puesto a etal Case punto de le 2rdjule Sites: “en un ipo cen. predomini de Sponsmionton, el Indo eeertimiento> estar ones desorcisgetesentiantossancn Sou) in facies de opener yesloae le STpwrienca ch Inform en que. poder hie sronto que esd bien acer som, in neceided de snoicr 0 razor col porate Serta nti). Desde Lege, oy superba tin en cata indviguo: on unt barra con fredominio dit epercepciins, a Indo el fovea © w cel swcinento puede fot Sci ten tonne (y 20, opuste, ei tine, sarin nds oil. o prueba tanto como st paciente, Por to cual interesa mucho si sus personalidades estén en armonia, en conflicto 0 se complementan. La extraversién y la introversién son solo dos particularidades entre las muchas de la conducta humana. Pero con frecuencia son fo bastante evidentes y faciles de reconocer. por ejemplo, se estudian los individuos extra- vertidos, pronto se descubre que difieren en muchas formas unos de otros y que el ser ex- travertido es, por tanto, un concepto superfi- cial y demasiado general para ser realmente ca- acteristics. Por eso, hace ya tiempo traté de encontrar otras particularidades bdsicas, par- ticularidades que pueden servir para poner clerto orden en las vatiaciones, aparentemente ilimitadas, de la individvalidad bumana, Siempre me impresioné et hecho de que hu- biera un numero sorprendente de individuos que jamés utifizaban la mente, si podian evi- tarlo, y un ndmero igual que la utilizaban, pero en una forma asombrosamente estdpida. También me sorprendié encontrar muchas per- sonas inteligentes y muy despiertas que vivian (en to que se podia apreciar) como si nunca hubieran aprendido a utilizar los sentidos: no vefan las cosas que tenfan ante los ojos, no ofan Tas palabras dichas ante sus oidos ni sentfan las cosas que tocaban o saboreaban, Algunas vivian sin enterarse det estado de su cuerpo. Hab(a otras que parecfan vivir en un estado de consciencia més curioso, como si el estado al que habjan llegado fuese definitivo, sin po- Pensar/Pensomionto en Pereibi/Pereepeién Intui7/inturain Senti/Sentiniento Percibi/Pereepcién — ‘Senti/ Sertimiento Pensar/Pensamierto Intui/ intuiosn sibilidad de cambio, 0 como si el mundo y Ja psique fueran estiticas y hubieran de per- manecer asf por siempre. Parecian vacias de toda imaginacién y que dependieran entera- mente de su percepcién sensorial. Las ocasi nes y las posibilidades no existian en su mundo y en su “hoy” no habla verdadero “mafiana”. Et futuro eta exactamente Ia repeticién del pa- sado, Estoy tratando de dar al lector una visham- bre de mis primeras impresiones cuando co- mencé a observar li muchisima gente que co- noci. Sin embargo, pronto vi con claridad que Jas personas que utilizaban la inteligencia eran’ as que pensaban, es decir, que aplicaban su facultad intelectual para tratar de adaptarse a Ja gente y las circunstancias. Y las personas igualmence inteligentes que no pensaban eran Jas que buscaban y encontraban su camino por medio del sentimiento, “Sentimiento” es una palabra que requiere cierta explicacién, Por ejemplo, “sentimiento” [feeling] corresponde a la palabra francesa sen- timent. Pero también se aplica 1a misma pas labta para definir una opini6n, por ejemplo, un comunicedo de fa Casa Blanca puede co- menzar: “El Presidente siente {feels o “El sen- tir (a opinién) del Presidente...]”. Ademds la palabra puede emplearse para expreser una in- tuicién: “Sentt como si...” Cuando empleo la palabra “sentimiento” Ueeting} en contraste con “pensamiento”, me refiera a un juicio de valor, por ejemplo, agra- dable y desagradable, bueno y malo, etc. El sentimiento, segin esta definicién, no es una emocién (que, como indica la palabra, es in- voluntaria). El sentimiento a que me refiero es (como ei pensamiento) una funcién racional (es decir, ordenante), mientras que la intuicién es una funcidn irracional (es decir, percibien- te). En tanto que la intuicién es una "sospe- cha”, no es el producto de un acto voluntario; es, mds bien, un acto, involuntario que depen- de de diversas circunstancias externas o in- ternas y no de un acto de juicio. La intuicién se parece mds a la percepcién sensorial, que también es un acto irracional en tanto que dependa esencialmente de estimulos objetivos que deben su existencia a causas fisicas, no a causas mentales. Estos cuatro tipos funcionales corresponden a los medios evidentes por los cuales obtiene Ja conciencia su orientacién hacia la experien- cia. La percepcién (es decir, la percepcién sen- sorial) nos dice que algo existe; el pensd- miento nos dice lo que es; el sentimiento nos dice st es agradable o no lo es; y la intuicién nos dice de dénde viene y adénde va. El lector ha de entender que estos cuatro criterios sobre los tipos de conducta humana son solo cuatro puntos de vista entre otros muchos, como fuerza de voluntad, tempera ‘mento, imaginacién, memoria y demds. No hay nada dogmatico en ello, pero su naturaleza basica fos abona como criterios adecuados de clasificacién. Los encuentro especialmente uti- Jes cuando tengo que dar explicaciones 2 los padres acerca de sus hijos y a los maridos acerca de sus esposas, y viceversa. También son uitiles pata comprender los prejuicios pro- ios. Por tanto, si se desea comprender el sueito de otra persona, hay que sacrificar las predi« lecciones propias y suprimir los prejuicios. Esto no es fécil ni cémodo porque representa un esfuerzo moral que no es del gusto de todos. Pero si el analista no hace el esfuerzo de eri- ticar su propio punto de vista y admitir su relatividad, no conseguiré ni la informacién ni el suficiente conocimiento profundo de la mente de su paciente, El analista espera, por Jo menos, cierta buena voluntad, por parte del paciente, para que escuche su opinién y fa tome en serio; y al paciente hay que conce- derle el miso derecho. Aunque tal relacién es indispensable para toda comprensién y, por tanto, es de necesidad evidente, debemos re- cordar una y otta vez que en la terapia es més importante para el paciente comprender que para el analista ver satisfecha su expec tacién te6rica, La resistencia del paciente a Ia interpretaciGn del analista no es necesariamen- te mala; es, més bien, un sintoma seguro de que algo encaja mal. O es que el paciente to- davia no atcanz6 el punto de comprensién para 41, 0 es que Ia interpretaciém no es adecuada, En nuestros esfuerzos para interpretar los stmbolos onfricos de otra persona, casi nos sen- timos invariablemente estorbades por nuestra tendencia a rellenar Tos inevitables huecos en nuestra comprensién mediante la proyeccién, es decir, con la suposicién de que lo que el analista percibe o piensa es percibido y pensa- do igualmente por el sofante. Para superar esa 61 fuente de error, siempre insist{ en la impor tancia de aferrarse al contexto del suefioc en cuestin y excluir todas las suposiciones ted- ricas acerca de los suefios en general, excepto de la hipétesis de que los suefios, en cierto modo, tienen sentido. Se desprenderd claramente de todo lo que she dicho que no se pueden dar normas gene- rales para la interpretacin de suefios. Cuando sugeri primeramente que la funcién primordial de los sueiios parece ser la de compensar las deficiencias 0 falseamientos de la mente cons- ciente, quise decir que esa suposicién abria el camino més prometedor hacia la naturaleza de los suefios particulares. En algunos casos, se puede ver esa funcién claramente demostrada. Uno de mis pacientes tenfa un concepto muy elevado de sf mismo y no se daba cuenta de que casi cuantos le conocian se sentian irtitados por sus aires de superioridad moral, ‘Me conté un suefio en el que vio un vagabun- do borracho caer en una zania, lo cual solo evocé en este paciente ef comentario conmi- serativo: “Es terrible ver qué bajo puede caer ‘un hombre.” Bra evidente que la naturaleza desagtadable del suefio era, en parte, un in- tento de contrapesar su inflada idea acerca de sus propios méritos, Pero habia algo mis que eso. Resulté que tenia un hermano que era un alcohélico degenerado. Lo que también revelaba el suefio era que su actitud superior estaba compensando al hermano, a la vez como figura’ exterior e interior, En otro caso que recuerdo, una mujer que estaba orgullosa de su inteligente comprensién de Ia psicologfa soié repetidamente con otra mujer. Cuando en su vida ordinaria se encon- traba con esa mujer, no Je agradaba porque la consideraba una intrigante vanidosa y des- Teal. Pero en los suefios, la mujer aparecia casi como una hermana, simpética y amable, paciente no podfa comprender por qué so- fiarfa tan favorablemente acerca de una perso- na que le desagradaba. Pero estos suefios es- taban tratando de transmitir la idea de que ella misma era “seguida” por un personaje inconsciente que se parecia a la otra mujer. Resultaba arduo para mi paciente, que tenia ideas muy claras acerca de su propia persona- lidad, comprender que ef sueiio le estaba ha- blando de un poderoso complejo suyo y de sus ccultas motivaciones: influencias inconsciente 62 que la habian Ievado més de una vez a rifias desagradables con sus amistades. Pero siem- pre habia culpado de ellas a los demés, no a sf misma. No es simplemente el lado «sombrios de nuestra personalidad el que descuidamos, des- defiamos y reprimimos, También podemos ha- cer lo mismo con nuestras cualidades positi- vas. Un ejemplo que me viene a la memoria es el de un hombre, en apariencia modesto, retraido y de modales agradables. Siempre pa- recfa conformarse con el dltimo sitio, pero insistia discretamente en que se notara su pre- sencia. Cuando se le pedia su opinién daba una bien informada, aunque jamds trataba de imponetla. Pero, a veces, insinuaba que ua tema determinado podrla tratarse de una for- ma superior desde un nivel més elevado (aun- que nunca explicaba cémo). Sin embargo, en sus suefios, constantemente se encontraba con grandes figuras histéricas tales como Napoleén y Alejandro Magno. Es- tos sucfios estaban clatamente compensando ‘un complejo de inferioridad. Pero tenian otras secuelas. {Qué clase de hombre debo de ser, Preguntaba el suefio, para tener tan ilustres visitantes? A este respecto, los suefios apun- taban a una secreta megalomania que contra- pesaba el sentimiento de inferioridad det so- fiante, Esa inconsciente idea de grandeza le aislaba de la realidad de su ambiente y Je pacitaba para permanecer alejado de obligacio- nes que resultarian imperativas para otras per- sonas, No sentia necesidad de demastrar—a sf mismo © a otros—que su juicio superior se basaba en méritos superiores. De hecho, estaba jugando inconscientemente a un juego insensato y Ios sueiios trataban de evarlo al plano de la consciencia de una forma particularmente ambigua. Departir con Napo- leén y charlar con Alejandro Magno son exac- tamente el tipo de fantusfas producidas por un complejo de inferioridad. Pero zpor qué —se me diré—no puede ser el suefio claro y directo acerca de eso y decir sin ambighedad Jo que tuviera que decir? Con frecuencia me han hecho esa pregunta y también me la he hecho yo mismo. A me- nudo me ha sorprendido la forma atormenta- dora con que los suefios parecen evadir una informacién concreta u omitir el punto deci- sivo. Freud supuso la existencia de una fun- Pagina puesta un aleahdico neo. rregible en ura chabela.neovorquina (ee lp pelicvia, de 1955, Ont Bowery}. Una figure as; puede 2p3- tecer en tos svefon de. Gn hembra que se stente superior @ los demis De ee modo, 50 inconsciente com> ponsarea To urilateralided Ge eu mene Ceracho La peseliia,pintura del ar- iste sues, dal CVI, Henry Puc sell Cast todos hemo stdo. despor- tadorsobressitacae 0. aleradoe por rnuesiros suofor, misniras dorm: mes, Po parece due estamos. protege ‘dos entra los contenido del incens ‘ronte ee, cién especial de la psique a la que Mamaba el “censor”, Este, segin suponia, retoreia las imégenes oniricas y las dejaba irreconocibles ‘© equivocas con el fin de engafiat a la cons- ciencia acerca del verdadero tema del suefio. Ocultando al sofiante el peasamiento critico, el “censor” le protegia, mientras estaba durmien- do, del sobresalto que le produciria un recuer- do desagradable. Pero yo veo con escepticismo la teorfa de que el suefo sea un guardian del dormir; lo m&s frecuente es que los suefios perturben el dormir. ‘Mis bien parece como si el aproximamiento a la consciencia tuviera el efecto de “tachar” Jos contenidos subliminales de la psique. Zi estado subliminal retiene ideas © imagenes con un nivel de tensién mucho més bajo que el que tienen en ta consciencia. En 1a situa- cién subliminal pierden claridad de lineas; las relaciones entre ellas son menos légicas y més vagamente andlogas, menos racionales y, por tanto, mas “incomprensibles”. Esto también se puede observar en todas las situaciones andlo- gas al suefio, ya se deban a Ja fatiga, a Ia fie~ bre o a las toxinas, Pero si ocurre algo que proporcione mayor tensién a cualquiera de esas imagenes, se transforman en menos sublimina- Tes y, segiin se acercan ms al umbral de la consciencia, en mds rotundamente definidas. Por ese hecho podemos comprender por qué Jos suefios se expresan frecuentemente en for- ma de analogias, por qué una isagen onirica se introduce en otra y por qué ni nuestra légi- ca ni muestra medida del tiempo de cuando estamos despiertos parecen tener aplicacién. La forma que toman los suefios es natural al in- consciente porque el material con el que estin construidos esta retenido en estado subliminal Precisamente de ese modo. Los suefios no de- fienden el acto de dormir de lo que Freud Tlamé “deseo incompatible”. Lo que él llamé “enmascaramiento” es, de hecho, la forma na- tural que adoptan todos los impulsos en el inconsciente. Por tanto, un suefio no puede Producir un pensamiento definido. $i comien- za a hacetlo, deja de ser un suefio porque traspasa el umbral de la consciencia. De ahf que los suefios parezcan omitic los puntos que, verdaderamente, son los més importantes para Ta mente consciente y parecen, mis bien, ma- nifestar el “borde de la consciencia”, como et Palido centelleo de las estrellas durante un eclipse total de sol. Hemos de comprender que los simbolos onf= ricos son, en su mayoria, manifestaciones de ma psique que estd més’alld del dominio de Ja mente consciente. Significado y propésito fo son precrogativas de la mente: actian en Ja totalidad de la naturaleza viva. En princi- pio, no hay diferencia entre desarrollo orgénico ¥ psiquico. A! igual que una planta produce us flores, la psique crea sus simbolos. Cada sueio es prucba de ese proceso. ‘Asi, por medio de los suefios (més toda cla- se de intuiciones, impulsos y otros hechos o3- ponténeos) las fuerzas instintivas influyen en la actividad de la consciencia. Que esa influen- cia sea para bien o para mal depende del con- tenido efectivo del inconsciente, Si contiene muchas cosas que, normalmente, deberfan ser conscientes, entonces su funcién se retuerce y se perjudica; los motivos parecen no basarse en verdaderos instintos, sino que deben su existencia e importancia psiquica al hecho de que han sido consignados al inconsciente por represién o desdén. Recargan la normal psique inconsciente y desvian su tendencia natural a exptesar simbolos y motivos bésicos, Por tan- 64 to, es razonable que un psicoanalista, ocupado en una alteracién mental, comience provocan- do en su paciente una confesién, mas 0 menos yoluntaria, y comprobando todo lo que des- agrade 0 infunda miedo al paciente. Esto es andlogo a la mucho més antigua confesién de la Iglesia que, de diversas ma- neras, se anticips a las modemas técnicas psi- col6gicas. Al menos esa es la regla general. Sin embargo, en la préctica, puede actuar en forma opucsta; los opresivos sentimientos de infe- rioridad 0 la debitidad grave pueden dificul- tar mucho, incluso imposibilitar, que el pa- ciente se enfrente con nuevas pruebas de su propia insuficiencia. Por eso, hallé con fre- ‘cuencia que era provechoso comenzar presen- tando al paciente un panorama positivo; esto Je proporcionaba una saludable sensacién de seguridad cuando se acercaba a las observa- ciones més penosas, Pongamos como ejemplo un suefio de “exal- tacién personal” en et que, digamos, uno toma ef té con la Reina de Inglaterra o chatle inti- ‘mamente con el Papa. Si el sofiante no es un esquizofrénico, la interpretacién prdctica del simbolo depende en gran medida de su es tado mental presente, es decir, la situacién de su ego. Si el sofiante sobreestima su propio valor, es facil demostrar (por el material extrai- do por asociacién de ideas) cudn inadecuadas infantiles son las intenciones del sofiante y cGmo proceden, en gran parte, de sus deseos infantiles de ser igual o superior a sus padres. Pero si se trata de un caso de inferioridad, en el que un invasor sentimiento de insigni cancia se ha sobrepuesto a todo aspecto posi- tivo de Ia personalidad del sofante, seria un completo error deprimirle aiin més mostrén- dole Jo infantil, ridiculo y hasta perverso que es. Eso aumentaria cruelmente su inferioridad, asi como producirfa mala acogida y resisten- cia innecesaria al tratamiento, ‘No hay técnica terapéutica 0 doctrina que sea de aplicacién genetal, ya que cada caso que se presenta para tratamiento es un indivi- Pésina opuasta: los suehos hercicoe con fog que Walter Mitty (an in palieuls de 1947 sobre al cuenta de Jemes Thurber} eompersabo su santimiento. ce inferio. iced. duo en unas condiciones especificas. Me acuer- do de un paciente al que tuve que tratar du- rante nueve afios, Le vi sélo durante algunas semanas cada afio, pues vivia en el extranjero, Desde el principio supe cudl era su verdadero padecimiento, pero también me di cuenta de que el menor intento para acercarse a la ver~ dad tropezarfa con una violenta reaccién de- fensiva que amenazaria con una total ruptura entre nosotros, Me gustata 0 no, tuve que ha- cer todo Jo posible para mantener nuestras re- laciones y seguir sus inclinaciones, que estaban sostenidas por sus stiefios y que alejaban nues- tro examen de la raiz de su neurosis, Nos apartamos tanto que muchas veces me acusé de estar desviando a mi paciente. Unicamente el hecho de que su estado mejoraba, despacio Pero francamente, me impidié enfrentarle, sin rodeos, con la verdad. Sin embargo, en el décimo afio, el paciente se consideré curado y libre de todos sus s{n- tomas. Me quedé sorprendido porque, ted camente, su estado era incurable. Notando mi asombro, sonrié y me dijo (en sustancia): “So- bre todo, quiero darle las gracias por su infa: tigable tacto y paciengia para ayudarme a ace- char ta triste causa de mi neurosis, Ahora cs- toy dispuesto a contarle todo sobre ella. Si hhubiera sido capaz de hablar libremente acerca de ella se lo hubiera contado el primer dia de consulta. Pero eso hubiera desbaratado mis rolaciones con usted. {Qué habria sido de mf entonces? Me habria quedado destrozado mo- ralmente. Durante estos diez afios aprend{ a confiar en usted; y segin aumentaba mi con- fianza, mejoraba mi estado. Mejoraba porque ese lento proceso restauré la confianza en mf mismo, Abora me encuentro lo bastante fuer- te para que examinemos el problema que me estaba destruyendo.” Luego me confesé con terrible franqueza su problema, el cual me demostré con cudnta ra- zén hubimos de seguir un tratamiento tan par ticular. La conmocién originaria habfa sido tal que se sintié incapaz de enfrentarse con ella 41 solo, Necesitaba la ayuda de otro, y la labor terapéutica fue el restablecimiento lento de la confianza mas que la demostracién de una teo- ria clinica, De casos como ese, aprendi a adaptar mis métodos a Tas necesidades de cada paciente en vez de confiarme a tedricas consideraciones generales que podrfan ser inaplicables en cual- quier caso particular. El conocimiento que, Le eas de fos locos, pintado por ‘Goya Ntense ab 2 le derecha, La sxquizoirenia ome, fon tracuencia, la forma de

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