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CARMEN LYRA LOS CUENTOS DE Ml TIA PANCHITA —— 1936 imprenia Espafiola Soley & Valverde Los Cuentos de mi tia Panchita tria Payomra era una mujer bajita, menuda, M que peinaba sus cabellos canosos en dos tren- zas, con una frente grande y unos ojos pequefii- nes y risuefios. [ba siempre de luto, y entre la casa protegia su falda negra con delantales muy blancos. En sus orejas, engarzados en unos pendientes de oro, se agitaban dos de mis dentezuelos de leche. Quizd. por esto sofié una vez que yo era chirrisca como un frijol y que estaba suspendida de un columpio de oro asegurado en una de las orejas de la tfa Panchita. Yo me columpiaba y hacia cosquillas con les pies en au marchita cara, lo ctal la ponia a reir a carcajadas Elia solia decir que los tenia allf prisioneros, en ecas- tigo de los mordiscos que hincaron en su carne cuan do estaban firmes en las encfas de su duefia, quien solia tener tremendas indiadas. Diligente y afanosa como una hormiga era la an- ciana, y amiga de bacer el real con cuanto negocio honrado se le ponfa al frente. Kso si, no era egeista como la antipdtica hormiga de la faébula, que en maz de una ocasién la sorprendi compartiendo sua. provi- siones con alguna calavera cigarra, Habitaba con mi tia Jestis, impedida de las manca 4 Canmen Lynas por un reuma, en una casita muy limpia en las in- mediaciones del Morazan. La gente las llamaba “Las Nifias” y hasta sas hermanos Pablo y Joaquin, cuan- do me enviaban donde elias, me decfan: —VYaya donde “Las Nifiaa”’. Hacia mil golosinas para vender, que se le iban eomo agua y que tenian fama en toda la ciudad. En él gran armario con puertas de vidrio que habia on el pequefio corredor de la entrada, estaban los regalos que sis manos creaban para el paladar de los josefi- nog; las cajetas de cove y de naranja agria mds ricas que he comido en mi vida: quesadillas de chiverre que muchas veces hicieron flaqgaear mi honradez: muiie- quillos y animales fantdsticos de una pasta de azticar muy blanca que jamds he vuelto a encontrar; bizco- cho y tamai asado que atraian compradores do barrios lejapos: del Paso de la Vaca y de la Soledad; en fras- cos de cristal estaban sus perfumados panecillos de cacao Matina con los que se hacia un chocolate cuyo sabor era una delicia, y que coronaba las tazas con un dedo de rubia espuma. Ella fué quien me narré casi todos los cuentos que poblaron de maravillas mi cabeza. Las otras personae de mi familia, gentes muy prudentes y de bueu sentido, reprochaban a la vieja sefiora su mania de contar’a sus sobrinos aquellos cuentos de hadas, brujas, espantos, eteétera, lo cual, segiin ellas, jes echaba a perder su penaamiento. Yo no comprendia estas sensatas reflexiones. Lo que sé es que ninguno de los que asi hablaban, logré mi con- fianza y que jamds sus conversaciones sesudas y sus cuentecitos cientificos, que casi siempre arrastraban a Los CuznTos be ot TIA Pancurra torpemente una moraleja, despertaron mi interés. Mi tio Pablo, profesor de Légica y Etica en uno de los Colegios de ia ciudad, amaba despeectivamente cuen- teretes y bozorola los relatos de !a vieja tia. Quizd las personas que piengen como el tio Pablo. les den los mismos calificativos y tendrd4n razéu, porque ello es el resultado de aus ordenadas ideas. Ku cuanto a ori, que jamds he logrado explicarme ninguno de ios fenémenos que a cada instaute ocurren en torno mio, que me quedo con ia boca abiarta siempre que miro abrirse una flor, guardo las moutiras de mi tia Pan- chita al lado de las explicaciones que sobre la forma- eidn de animales, vegetales y minerales, me han dado profesores muy graves que se creen muy sabios. iQué sugestiones tan intensas 6 inefables despert- taban en nuestras imaginaciones infantiles, las pala- bras de sua cuentos, muchas de las cuales fueron fabricadas de un modo incom prenosible para la Grama- tica, y que nada decian a las mentes de personas entradas en ahos y en estucdios! Recuerdo 6] cuento de “La Cucarachita Mandin- ga’ (La Hormiguita” de Ferndu Caballero, vaciado en molde quizd americano, quizd tico solamente). que no nos causdbamos de escuchar. Jia Cucarachita mandinga! Jamas podré expre el picaresco eueanto gue este adjetivo de “mandinga”, puesto con tanta gracia ala par de “La Cucarachita”, por los Jabios de quidn sabe qué abuela o vieja china, vaciaba en nueatre interior. éMandinga? Ninguana de las definiciones que sobre esta palabra da el diveionario responds a la que ios & CARMEN LTH nifios nos ddbamos, sin emplear palabras, de aquel ca- lificativo qua se agitaba como una traviesa Hamita naearada sobre la cabeza de la coqueta criaturilia. Los cuentos de la tia Panchita eran humildes llaves de hierro que abrian areas cuyo contenido era un tesoro de ensuefioa. En el patio de su casa habia un pozo, bajo una chayotera que formaba sobre el brecal un dosel de frescura, A menudo, sobre todo en fos calores de marzo, mi boca recuerda el agua de aquel pozo, la mds fria y limpia que hasta hoy probara, que ya no existe, que agoto el calor; y sin quererlo mi voluntad, mi corazon evoca al mismo tiempo, la memoria de mi alegria de entouces, cristaliua y fresca, que ya no existe, que agotoé la experiencia. La vigjecilla me contaba sobre este pozo, menti- ras que hacian mis delicias: en el fondo habia un palacio de cristal, en donde Jas ldmparaa eran eatre- llas. Alli vivian un rey y una reina que tenfan dos hijas muy lindas: una morena de cabellera negra que le Hegaba a la rodilla, con un lunar en forma de flor junto a la boca; la otra blanea, con el cabello de ore que le arrastraba y con un lunar azul en forma de estrella. La rubia era mi predilecta, y ¢] lunar azul en forma de estrella, de su majilla, era una fuente de encanto para mi. : Yo gozaba cuando la tia Panchita cogia su tinaja y se encaminaba al pozo. La precedia brincando cual si fuese a una fiesta. iQué sonidos mds extrafios y atrayeutes subian de aquel profundo agujero umbrio, en cuyo fondo Log CuBNros DR MI TA Paxcurra i dijérase que se encendian y apagaban luces, (Mas tarde me di cuenta que eran los temblorosos girones de clari- dad que habia entre el follaje que lo cubriera, pero en tonces imaginaba que eran las lamparas de que me ha- blara la anciana). El brocal y las paredes estaban tapi- zados por un musgo verde y dorado. Las gotas que rezu- maban caian y predutian una onisica tan delieadal... Tin... tan... La anciana decia que eran los caacabeles de plata que Hevaban al cuelio los perritoa de las princesas, suspendidos en una cinta de oro. Sila tia Panchita, en ciertas ocasiones, hubiese logrado fisgonear dentro de mi pensamiento. se habria horrorizado de aus encantadoras embustes, y habria temblade por mi vida que deseaha ardientemente ira jugar con princesas y perrilloa en el palacio de cristal. {¥ la sonrisa de compasivo trinofo que habria plega- do loa labics del tio Pablo, al profesor de Logica y Etica, si hubiese sasomado sus anteojos por los cam pos de mi fantasia cultivada por su hermana, a quien, aegiin él, te faltabaz dos tornillos! jSerian vuldel buen sentido ¥ el de la idgicat Ahora cierra loa ojos y el recuerdo de la querida viejecilla, que fué mil veees mds amada para mi que ef tio Pablo, a peaar de que ignoraba que existen Logica y Etica en este mundo, se sienta en su silla baja y me narra sus cuentos, mien- tras sus dedos diligentes arrollan cigarrillos. Yo estoy asus pies en el taburetite de cuero que me hizo el tio Joaquin. Siento el olor del tabaco curado con he- jas de higo, aguardiente y miel. He an una gran aala de paredes enjalbegadas y de pavimento euladrillado. En alguna parte hay el cuadro de una pastora que pone un collar de flores a su cordero. Sobre la cémoda, Carmen Lrra ai fanal que protege Hi Paso de las inclemenciag del tiempo y a los lados, unas gallinaa de poreelana echa- das en sendos nidos. {Qué largos se hacian para mi impaciencia los segundos en que ella dejaba de narrar para o ir a encenderlo en una braaa del hogar! Son los cuentos siempre queridos de “La Ceni- cienta”, de “Kl Pulgarcito”, de “Blanca Nieve’’, de “Caperucita’, de “El Pajaro Azul”, que mas tarde encorntré en libros. Son otros cuentos que quizd no estén en libros. De éstos, algunos me han vuelto a salir al paso, no en libros sino en labios. iDe dénde los cogid la tia Panchita? 2Qué muerta imaginacién nacida en América los entretejié, cogiendo briznas de aqui y de alld, roban- do pajillas de afiejos cuentos creados en el Viejo Mundo? Ella les ponia la gracia desu palabra y de Bu gesto que se perdid con eu vida. iLa querida viejita que no sabia de Légicas y Eticas, pero que tenia el don de hacer reir y sofiar a los nifios! GL. Los CurENTOs DE MI Tia PANCHITA 9 AURA Tio Coneio comerciante NA VEZ tio Conejo, U cogié6 una cosecha que consistia en una fatega de maiz y otra de frijoles y como. era tan maldito, se pro- puso sacar de exo todo lo que pudiera. Pues bueno, un} miér— coles muy de mafiana se puso su gran sonibrero.de pita, se echdé el chaque- 10 Caumen Lrea tén al hombro y cogié el camino. Llegé donde tia Cu- caracha y tun, tun, Tia Cucaracha, que estaba tos tando café, saliéd cobijdndose con au pafiuelo para no pasmarse, —?Quién est |Adids trabajos! [Si es tio Conejo! iQué se is ofrece? Pase pa dentro y se sienta—y tia Cuearacha limpié la punta de la banea con su delan- tal. —Aqui no mds—contest6 tio Conajo—ai vengo de pasadita a ver si quiere que tratamos, Qué le pa- rece que vendo Una fanega de maiz y otra de frijoles eb uua onza ¥ media? jBdileme ese trompo en la ufial Regaladas, tia Cucaracha, pero la necesida tiene cara de caballo. —Pues ai vamos a ver, tio Consjo. Sime decido, alla llego. —No, no, tia Cucaracha. Si ae decide es ya. por- que si no voy a buscar otro. Vine agui de primero por ser usté. Y si se decide, llegua a casa el adbado como 4 Jas siete de la mafiana, porque yo tengo que bajar a la ciudad. — Qué caray! Hago el trato y alla lego el sdba- do con mi carreta. Pero no se vaya. Ahorita esta al café y tengo un tamal asado que acabo de sacar. Tio Conejo se senté y al poco rato estaba alli tia Cucaracha con un buen jarro de café acabadito de cherrear y una gran racién de tamal asado. Con exe puntalite entre el estémago, siguid tio Conejo su camino. Llegd donde tia Gallina y tun, tun. —iQuién es? grité desde adentro tia Gallina, que estaba euredada con ef almuerzo, Los CUENTOS ba wn Tis PaNncorra il —Y¥o, tio Conejo, que vengo a ver si Lacemos un trato. —Pase pa dentro v se sienta. A ver, qué ea el trato? —Es que vendo una fanega de maiz y otra de frijoles en onza y media, [Vea qué mamadal Como quien dice, echar el maiciflo y loa frijolilloa a la ealle...Pero estoy en un gran apristo y tenge que ven- derlos por eaa miseria. Me vine derecho a buscarla, tia Gallina, porque al fin y al cabo somos buenos amigos y uno debe preferir-a los amigos. Tia Gallina fué a volver la tortilla al comal, y mientras fué y vino, pened que era un buen negocio J} prometio a tio Conejo ir el sibado como a las ocho con au carreta, por el maiz y los frijolea. También le dié un queso hecho en la casa para que probara. Tio Conejo siguid eu eamino y Hegé donde tia Zorra que estaba pelando unos pollos. —jHola, tia Zorra! {Qué hace Dios de eaa vida? —|[Pero hombre, tio Conejo! |Buenas patas tiene su caballo] Pase adelante, pase adelante y aho- rita almorzamos. Tio Conejo entro 7 propuse al negocic del mafz y de los frijoles a tia Zorra, metiéndole una larga y otra corta: que la habia preferido a todos y que por aqui y por alld, y que si se decidia, Jlegara como a las nueve 6] sibado, porque éltenia que bajar a la ciudad. Tia Zorra dijo que bueuo, y prometié Negar 6] sibado con su ona y media donde tio Conejo. Después que dié una gran almorzada, tio Conejo se deapidid y siguid su camino. Llegé donde tie Coyo- R Cazmen Lypa te, que estaba quitando del fuego una gran olla de conserva de chiverre. ~[U pel Tio Coyote. }Como le va yendo? —|Dichosos ojos, tio Conajo! Vale mas llegar a tiempo que ser convidado. Hntre pa dentro y prueba esta conservita que esta muy rica. Mientras se comia su plato de conserva, tie Co- nejo ofrecié su fanega de maiz y de frijoles a tio Co- yote por onza y media. Nn seguida cerraron el trato y tio Coyote quedé en llegar por ellas el sibado como a las diez de la mafiana, con au carreta. Tio Conejo se despidio y aigniéd adelante. Liegé a@ casa de tio Tirador, que estaba on el corredor aceitando su escopeta. —Tio Tirador, agui vengo a que crea que he per- dide tos bartolos, a ofrecerle una fanega de maiz y otra de frijoles en onza y media. 1Un disparate! Pero es que ando cogidndolas del rabo con una jaranilla que me ba caido encima. Tio Tirador traté, y quedé de Hegar el sabado con sus dos mulas, por el maiz y los frijoles, Tio Co- nejo le propuso que Ilegara como a medio dia, por- que en la mafiaua tenia que estar en la ciudad, de precisa, y no voelveria a casa sino hasta por ahi de la una. Luego tio Conejo regresé a su casa. El sibado se jevanté de mafianita y se senté on la tranquera. Ape- nag habia salido el sol, cuando vi6 venir a tia Cuca. racha con su carreta. Tio Conejo la hizo llevar la carreta detras de la casa. Le ensefié el mafz y los frijoles; tia Cucaracha sacé del seno e) pafiuelo en que traia anudado.el di- Loa CuENTos De ur vfa Panecwira 13 nero, lo degannd6é y puso en manos del vendedor la onza y media. Ei muy labioso de tio Conejo invité a entrar a tia Cucaracha, descolgd la hamaca que estaba pren- dida de ja solera de ia sala y le dijo:— Venga. tia Cu- earacha, y se da una mecidita mientras se fuma este puro habano. Y tia Cucaracha se eché en la hamaca ¥ 88 puso a fumar. Tio Conejo estaba para adentro y para afuera. De pronto aparecié con las manos eu la cabeza, —{Tia Cucaracha de Dios! Alla viene tia Galli- na, y es para acd. —INo diga sao, tio Conejo!—dijo tia Cucaracha tirdndoge de la hamaca.—jDios libre sepa que estoy aqui! |Escéndame per vida suyita, tio Conejo! Ya mu parece que estoy en oe] buche de tia Gallina. Tio Conejo la escondié entre el horno y salié a recibir a tia Gallina, a la que kizo llevar la carreta al galerdn, le ensefié la fanega de maiz y de frijoles y recibié la onza y media. Después por setias la hizo asomarse ai horno y tia Gallina se va encontrande con mi sefiora tia Cu¢aracha, que pasé a su beche en un decir amén, En seguida la Nevd-a la sala, la hizo subir ala hamaca y aceptar an puro habano. Cuando tia Gallina estaba en.Jo mejor, meciéndo- se y fumando, entré tio Conejo con las manos en la ca- beza:—[Tia Gallina de IMos! ;Adivineme quién viene alli no masito? ~—iQuiéa, to Conejos — Pues tia Zorra, y no sé si os por usté o por mi. —Por mi, tio Conejo. jPor quiéa habia de ser? jEecéndame, por vida seya!—Y Ja pobre tia Gallina, rs Canwen Lye més muetia que Viva, corria de aqui y de alld sin sa- ber qué camino tomar. Tio Conejo la escondié en ¢i horno y salié a re— cibir a tia Zorra. La llevé a dejar la carreta en al petrero, para que no vieta las otras, recibié au onza y media y en lo demda hizo como antes. Lo sefialé al horno con mil malicias y tla Zorra se zampé a tia Gallina. Mientras se estaba meciondo en la hamaea y fumdndese su puro habano, tio Conejo eataba como ona lanzadera, para adeutro y para fuera. En una de tantas entré haciéndose el asustado: —ITia Zorra de Dies! :Adivine quién viene para acal Tia Zorra pegé un brinco.—iQuién, tio Conejo? —Pues tio Coyote... Y no se sabe si es por usté o por mi. —{Ah, tio Conejo maa sencillo! {Por quién habia de ser si no por mi? jEseéndame y Dios quiera que no me huelal Tio Conejo la escondid en el horno y galid a reci- pir a tio Coyote. Después que éste le entregé la onza y media, lo Hevé a la sala. “ _Hehese on la hamaca, tio Coyote, y descansa, Mientras tanto famese este purito habano. No hay que apurarse por mada. {|Adid! De repente, cuando uno menos io piensa llega la Pelona y adids mis flores, se acabé quien te queria. Yo por eso nunca me apuro por nada. Aaf que se fum6é el puro, tio Conejo le dijo al ofde:— Vaya y dese una asomadita al horno y vera lo que le tengo allf.— Fué tio Coyote y hallé a tia Zorra haciendo zorro; En un momento la dejé difunta y se Log SVENTOS DE SETA BANORITA is la comidé. Estaba todavia relamiéndose, cuando entré tio Conejo: —ITio Coyote de Dios! jAdivineme quién viene allf no més? —Diga, tio Conejo —contesté tio Coyote asustado al ver la cara que hacia tio Conejo. [Pues tio Tirador, con asi fusil! Y no se sabe si es por usté o por mi. —iAy, tio Conejo! jEse viene por mi, porque me Neva una gana! Eseéndame, por lo que maa quiera. ~-Pues métase entre ese horno y yo gierro la puerta. Tio Coyote ae metid, con el corazén que se le salia y tio Conejo se fué a la tranquera a recibir a tio Tirador. —Ya crei que no venia, tio Tirador—dijo el muy sepulero blanqueado.— Passe, pase y descansa en esa hamaca, que debe de venir muy rendido. Fimese este purito habano y luego viene a ver su mafz y sus frijoles. Cuando tio Tirador hubo descaneado, tfo Conejo le dijo al ofdo: — Prepare la guépil, tio Tirador, y vaya a darse una agsomadita por el horno. Asi lo hizo tio Tirador, quien ae va hallando con tio Coyote que estaba con las canillas en un temblor. Tio Tirador apunté y |punt.. jadids, tia Coyotel.. Después fueron a cargar en las mulas ol maiz y los frijoles, y asf fué como éste fuéd el tinico compra- dor que recibid la cosecha de tio Conejo, quien cobré siete onzas y media por una fanega de mais y otra de 16 Carmen Lrpa frijoles, y se yuedé con cuatro carretas y cuatro yun- tas de bueyes y muy satisfecho de su mala fé. Cuando terminaba este cuento la tla Panchita, siempre afiadia con tristeza: —|Acharé que tio Conejo fuera a salir con accién tan fea! Yo mas bien creo que fué tia Zorra y que quien me lo contd ee equivo- cara... porque tio Conejo era amigo de dar qué hacer, pero amigo de la plata y sin temor de Dios, eso ai que no. Los Cumyios pg MI Tia PANCHITA n La Cucarachita Mandinga chita Mandinga que esta- ba barriendo las gradas de la puerta de eu casita, y se. encontré un cinco. Se puso a pengar en qué em- plearia el cinco. —iSi compro un cinco de colo- rete?——No, porque nome luchel). gSi compro un sombrero?——No, ie uNa Vez una Cucara- (1) No me luce. a8 CaRMEN LYRA porque no me luche. {Si compro unos aretes?_— No, por- que no me luchen. #Si compro un cinco de cintae?—Si, horque si we luchen. Y se fué para las tiendas y compré un cinco de eintas; vino y se bafid, se empolvé, se peind de pelo suelto, se puso un azo on la cabeza y ao fué a pasear a la Calle de la Katacidn. Alli buecd asiento. Pas6 un toro y viéndola tan compuusta, le dijo: —Cucarachita Mandinga, ite querés casar conmigo? La Cuearachita le contesté:—?Y como hacés de noche? --|Mu...mu...! La Cucarachita se tapé los ofdos: —No, porque me chutds (1!) Pasé an perro e hizo ia misma proposicién. —8Y¥ como khacés de noche?-—le pregunté la Ca- carachita. —[Guau...guau...! —No, porque me chutas. Pasé un galio:—Cucarachita Mandinga, ite que- réad casar conmigo? —#Y ecémo haces de noche? —[Qui qui ri quail. —No, porque me chutas. Por fin pasé el Raton Pérez. A la Cucarachita se le fueron los ojos al verlo: parecia un figurin, porque andaba de leva, tirolé y bdaaton. Se acercé ala Cucarachita y ledijocou mil mona- das:—Cucarachita Mandinga, ite querés casar conmigo? (1) «No, porque me asustas. Loa Curxtos pe au tia Pancurra gi —iY cémo hacés de noche? IL i, iii...t A la Cucarachita le agradé aquel ruidito, se le- vanté de su asiento y se fueron de bracete. Se casaton y hubo tina gran parranda. Al dia siguiente la Cucarachita, que era muy mujer de su casa, estaba arriba desde que comenza- ron las elaras del dia, poniéndolo todo en su lugar, Deapuéa de almuerzo puso al fuego una gran olla de arroz cou leche, cogié doa tinajas que colocd una sobre la éabeza y otra on alecuadril, y sefué por agua. Antes de salir dijo a su marido:—Véame el fuego y cuidadito con golosear en esa olla de arroz con leche. Pero apenas hubo salide su esposa, el Ratén Pé- rez le pasé el picaporte a la puerta y se fué a curio- sear en la olla. Metid una manilla y la saco al pun: to: —|Carachas! [Que me quemo!—Metid la otra:— 1Carachas! [Que me quemo!—Metid una pata:—jCa- rachasl [Que me quemo!—Metis la otra pata y salid bailando de dolor:—jDemontres de arroz con leché, para estar pelando!— Pero como eran muchas las ga- nag de golosear, acereé un banco al fuego y se aubidé. a él para mirar dentro de la olla... El arroz estaba hierve ques hierve, y como la Cu- carachita le hab{a puesto queso en polvo y unas asti llitas de canela, salia un olor que convidaba. Raton Pérez no pudo resistir y se inclinéd pata moter las narices entre aquel vaho que olia a gloria, Pero el pobre se resbal6...y cayé dentro de la olla. Volvid la Cucarachita y se encontré con +la puerta atrancada. Tuvo que ir a bablarie a un car 20 CaRyen LyRa pintero para que viniera a abrirla. Cuando entrd, el coraz6n le avisaba que habia pasado una desgracia. Se puso a buscar a su marido por todos los rincones. Le dieron ganas de asomarse a la olla de arroz con leche...y iva viendo!l..a au esposo bailando en aquel ealdo. La pobre se puso como loca y daba unos gritos que se ofan en toda la cuadra. Los vecinos la consi- deraban, sobre todo al pensar que estaba tan recién easada. Mandé a traer un buen atatid, metid dentro de él al difonto y lo colocé en media sala. Ella ae senié a llorar en ef quicio de la puerta. Pasé una palomita que le pregunté: —Cucarachita Mandinga, Apor qué estas tan triste La Cucarachita le respondid: —Porgue Batéa Pérez ne card entre 1a olla, ya Cusarachita Mandinga Jo vime y fo ltora. La palomita le dijo: Pues yo por ser palomitu me cortaré una atita Liegé la palomita al palomar, que al verla sin una alita, le preguoté:—-Palomita, gpor qué te cortas- te una alita? = Porque Ratén Peres se caye eltte fa olla, ¥ da Cocurachita Mandinga To yrlue y lo llora... Y yo por ser patonilta me carré una alita. Los CvENTOS DE MI TIA Panowira a Entonces el palomar dijo: —Pues yo por ser paiomar me qnitaré ef alar. Pas6 la reina y le preguntd: —Palomar, gpor qué te quitaste ol alar? —Porque Ratdn Pért sé eayé entre la olla, ¥ la Cucarachita. Mandinga to gime y Jo Jlora... Y¥ la palomita se corté una aiita... Y yo pot ser palomar me quité mi alar. La reina dijo: —Pues yo por ser reina, mne cortaré una plernsy Liegé la reina renqueando donde el rey, que le preguntd: —Reina, spor qué te cortaste una pierna? —Porque Ratén Pérez se cayé éntre la olla, y la Cucarachita Mandinga lo gime y Io Lora. Y¥ la palomita se corto una alita, el palomar se quité su alar, ¥ yo por ser reina. me corté una plerna. El rey dijo: —Pues ¥o por ser rey, me quitaré mi corona. CaRMEN LYRA Pas6 el rey sin corona por donde el rio, que le pregunté: —Rey, ipor qué vas sin corona? Ei rfo dijo: —Porque Ratén Pérez se eayd entre la alla, y la Cucarachita. Mandinga lo gime y lo lors... ¥ la palomita se cortd una aliia, el palomar se quitd su alar, la reina se corté una plerna, y yo por ser rey, me quité la corona. —Pues yo por ser rio. me tireré a sear... Liegaron unas negras ai rio a ilenar sus cénta- Tos y al verlo seco, le preguntaron: —Rio, ipor qué estda secot —Porque Ratén Péres se callé entre la olla, ¥ la Cucarachita Mandinga Yo gime y lo llora... Y le palomita. se corte una alita, el palomar se quitd su alar, la reina se corté una pierna, el rey se quitd su corana... Y yo por ser ria, mi tiré a secar... Los Cvewros pe at ria Paxcurra —Puea nosctras por ser negras, quebramos ice edntaros. Pasaba un viejito, quien al ver a las negras que- brar cus cdntaros, les preganté: —iPor qué quebrais los cantarost —Porqué Rutdn Péres se cay6 entre la olla, | y Ja Cucarachita Mandinga lo gime ¥ lo Mora... Y¥ it palomita sé cCoTtéd una alita, el palomar se quité su alar, la reina se corté una pierna, el rey se quité la corona, ‘al ria se tird a secar ¥ nosotras por ser negras quebramos los eantaros. . El viejito dijo: —Pues yo por ser viejito, me degollaré, Y se degolld, * & Entre tanto liegé la hora del entierro. La Cucarachita quiso que fuera bien rumboso 6 hize venir misicos que iban detrds del atatid tocan- do. Los violines y los violones decfan: 2 Canmun Lyza -~|Por jartén, por jartén, por jartén se callé entre la olla! Y me meto por un hueqtito y me salgo por otro para que ustedes me cuenten otro. Los Ceenroa De as ria PANGHITS uh tune ¥ marten y midreaies 26 Carmen L¥Ra Salir con un domingo siete aBia UNA vez dos compadres gilechos, uno rico y H otro pobre. El rico era muy mezquino, de los que no dan ni sal para un huevo. El pobre, iba todos los viernes al monte a cortar lefia que veud{a en la ciudad cuando estaba seca. Uno de tantos viernes se extravid en la monta- fia, y le cogid la noche sin poder dar con la galida. Cansado de andar de aqui y de alla, resolvié subirae aun drbol para pasar allf la noche. Atd al tronco el burro que le ayudaba en au trabajo y 6! se encaramd casi hasta el cucurucho. Al rato de estar alli, vid de pronto que a to lejos ae encendia una luz. Bajd y se encaminé hacia ella. Cuando la perdia de vista, su- bfa a un arbol y se orientaba. Al irse acercando, vid que a6 trataba de una gran casa iluminada, situada en un claro del bosque. Parecia como gi en ella se celebrara una gran fiesta. Se oia miisica, cdnticos y carcajadas. El hombre aseguré su bestia y se fué acercando poquite a poco. La parranda era muy adentro, porque las salas que estaban a la entrada se encontraban vacfaa. Ko puntillas se fué metiendo, se fué metiendo hasta que Los Cunwros pw mi Tia PaNncnira 2 dié con lo que era. Se escondié detras de una puerta y se puso a curiosear por una rendija: la sala estaba llena de brujas mechudas y feas que bailaban pegan- do brincos como los micos y que cantaban a gritos esta tinica canciGn: Lunes 7 martés ¥ miércoles tres. Pasaron las horas y las brojas no se cansaban de sus bailes y siempre en su dele que dele: Lunes ¥ martes y miéreales tres, Aburrido el compadre pobre de oir la misma cosa, agregé cantando con su vocecilla de gttecho: ‘hieves y viernes y saharin seis. Gtitoa y brincos cesaron. —iQuién ha cantado?—preguntaban unas, —iQuién ha arreglado tan bieu nuestta can— cidn?—deefan otras. —iQué cdsa mds linda! {Quien ha cantado asi merece uo premio! Todas se pusieron a buscar ¥ por fin dieron con el compadre pobre, que estaba en un temblor detrda de la puerta. [Ave Maria! No hallaban dénude ponerlo: unas lo levantaban, otras lo bajaban, y besos por aqui y abrazos por alld. Una grité:—Le vamos a cortar el giecho. ¥ todas respondieron:—Si, si! El pobre hombre dijo:—|Hso sf que no? 23 CaRMEN LYRA Pero antes de acabar, ya estaba la inventora re- bandndole el giiecho con un cuchillo, sin que é! ain- tiera el menor dolor y sin que derramara una gota de sangre. Luego aacaron del cuarto de aus tesoros sacos Nlanos de oro y ee los ofrecieron en pago de haberles terminado su canto. E) trajo su burro, catgd los talegos y partid por, donde las bruias le indicaron. Al alejarse las ofa dea- gafiitarse: Lunes ¥ marlesy miérevles tres. Jiteves y viernes y sibade seIS, Sin dificultad llegé a su casita, en donde su mu- jer y sus hijos le esperabun acougojados porque te- mian que le hubiera pasado algo. Les conté su aventura y mandé a su esposa que fuera adonde el compadre rico y le pidiese un cuarti- jlo para medir el oro que trafa. Ella fué y dijo a la mujer del compadre rico, que estaba cola en casa:—Comadrita, iquiere prestarme el cuartillo? Es que vamoa a medir unes frijolitos que cogié mi marido. Pero la mujer del compadre rico se puso a pen- sar:—Cdllate, jacaso tu marido ha sembrado nada? #Quién mejor que nosetroa sabe que no tienen mds terreno que ese en gue estén clavadas las cuatro es- tacas del rancho? Y unté de cola e! fondo del cuartillo para averi- guar qué iban a medir sus compadres pobres. Estos midieronu tantos cuartilles de oro que hasta perdieron la cuenta. Los Cuenros pp wi tia PANunETs 2 Al devolver la medida, no ge fijaron que en el fondo habian quedado pegadas unas cuantas mone- das. La comadre rica que era muy augurrienta, y que no podia ver bocado en boca ajena, al ver aquello se santigué y se fué a buscar a su marido. —Mir4, svos decis que tu compadre es un arran- cady, que tiene casi que andar con una mano atrds y otra delante para taparas, que no tiene ni donde caerse muerto? Pues estds muy equivocade... —Y la mojer mostré al cuartillo, conté lo ocurri- do y lo estuve cucando hasta que hizo al compadre Tico irse a buscar al pobre. —Aj4, compadrite —le dijo.—jQué indino es uaté! jConque tenemos que medir el oro an cuartillo? El otro, que era un hombre que no mentia, conté su aventura sencillamente. {El rico volvié a su casa con una envidial La mujer Ja aconsejé que fuera ai monte a cortar lefia.— Quién quita—le dijo—que te pase lo mismo. El viernes muy de mafiana ge puso en camino con cinco mulas y todo 6! dfa no hizo mas que volar hacha. Al anochecer se metid en lo mas espeso de la montafia y se perdio. Se subié a un arbol, vid la luz y ee fué hacia ella. Llegé a la casa en donde las brujas celebraban cada viernes sua fiestas. Hizo lo mismo que su compadra pobre y se metid detras de la puerta. Hetaban las brujas eon lo mejor de su canto: Lunes y nvartes y miércoles tres; Jueves y viernes y stitbado seis. 30 Canmen Lyna Cuando la vocecilla del gitecho canté, toda hecha an temblor: Domingo siete... jiAve Marfa! [Para qué lo quiso hacer! Las brujas se pusieron furiosisimas a jalarse las amechas y a gritar de cdlera: —iQuién es 61 dtrevido que nos ha echado a per- der nuestra cancién? —#Quién as quien ha salido con ese ? Y buscaban ensefiande los dientes, como los pe- fres cuando van a morder. Encontraron al pobre hombre ¥ lo sacaron a trompicones y jalonazos. ~—Vas a ver la que te va a pasar, gitecho de todi- ta la trampa—dijo una que salid corriendo hacia el interior. Luego volvid con una gran pelota entre las manos, que DO era otra coga que el giiecho del compa- dre pobre, y |pan! le planté en la nuca del infeliz, en donde se pegé como si allf hubiera nacido. Le desa- marraron las mulaas, las libraron de aus cargas de lefia y las echaron monte adentro. Al amanecer fué llegando mi compadre rico a su casa con dos gtiechos, todo dolorido y sin sus cinco moulas y por supueato, a la vieja se le regaron las bilis y tuvo que coger cama. Los Cuenros pe wi TL Pascuita 31 La Flor del Olivar Nux pais muy lejos de F agui, habfa una vez un Tey ciego que tenia trea hijos. Lo babian visto loa médicos de todo el mundo, pero ninguno pudo devol- verle la vista. Un dia pidid que lo sen- taran a la puerta de su pa- lacio a que le diera el gol. El sintié que pasaba un hombre apoyado en un bor- d6n, quien se detuvo y le dijo: —-Sefior rey, si Ud. quie. Te curarse, lavese los -ojos 2 Canmen Lyea con el agua en donde se haya puesto la Flor del Olivar. EH] rey quiso pedirle explicaciones, pero el hombre a6 alejé, y cuando acudieron los criados a las voces de su amo y buscaron, no habia nadie en la calle ni en lag vecindades. El rey repitid a sua hijos la receta, y ofrecié que su corona seria de aquel que le trajera ja Flor del Oli- var. El mayor dije quea 41 le correspondis partir pri- mero. Buscé el mejor caballo del palacio, hizo que le prepararan bastimento para un mes y partid con loa bolsillos Henos de dinero. Anda y anda y anda hasta que Hegé a un rio. A la orilla habia una mujer lavando, que parecia una pordiosera y cerca de ella, un chiquito, flaquito como un pijije y que lloraba que daba compasién oirlo. La mujer dijo al principe:—-Sefior, por amor de Dios deme algo de lo que lleva en sua alforjas; mi hijo esta Mo- rando de necesidad. —|Que coma rayos, que coma centellas ese lore taal! Todo lo que va en las alforjas es para mi. —Y eontinué su camino. Pero nadie je dié razén de la Flor del Olivar. Se devolvié y on una villa que habia antes de lMegar a la ciudad de su padre. se metié a una casa de juego y alli jug6 hasta los calzones. Al ver que pasaban log dias y no regresaba el principe, partié el hijo segundo, bien provisto de todo. Le ocurrié lo que al hermano; vid Ja mujer lavando con un nifio esmorecido a su lado; le pidiéd de comer y éste que era tan mal corazén como el otro, le respon: dié:—]Que coma rayos, que coma centellas! Yo no an- do alimentando hambrientos.—Tuvo que devolversé porque en ninguna parte le daban noticias de la Flor Los Urrntos pp La tia Payouts a8 dei Olivar. Se encontrdé con eu hermano que lo ento torotée a que se quedara jugande gu dinero. Por fin, el tiltimo hijo del ray. que era casi un ni- fio, salida busear la Flor del Olivar. ‘Tomé el mismo camino que sus hermanos y al llegar al rio eucontro a la mujer que lavaba y al nifio que Lloraba. Preguot6é por qué lloraba ei muchachito y la mu- ie Je coutesté que de hambre, Entonces ol principe aj6 de su caballo y bused de lo mejor que habia en sus alforjas y se lo dio a la pordiosera, Kn sa tacita de plata vacio la leche que traia en una botella, con aus propias manos desmigé uno de los pamea que su madre la reiua habia amasado, puxo al nifio en su re gazo y le did con mucho carifio laa sopas preparadas; fuego lo durmid, lo envolvid en su capa y lo acosté bajo un arbol. La mujer. que no era otra que la Virgen, le pre- guntéd en qué andenes andaba, y él le conté 6] motivo de su viaje. — Si no ea mds-que exo, no tiene Ud. que dar otro paso—le dijola Virgen—. Levante esa piedra que eata al lado de mi hijito, y abi hallard la Flor del Olivar. Asi lo hizo el principe y ep una cuevita que ha- bia bajo la piedra, estaba Ja Flor, que parecia una es- treila. La corté, besd al nifio, se dexspidié de la mujer, monté a caballo y partis. Al pagar pér donde estaban sus hermanos, les en- seid ia Flor. Ellos le Hlamaron y ie recibieron con mu- eha labia, Lo vonvidaron a comer y mientras fué a desenaillar eu caballo, ellos se aconsejaron. En la co- mida le hicieron beber tanto vino que se embriags, Cuando estuvo dormido, se lo Hevaron al campo, 4 CanMEn LYna Jo mataron, le quitaron la Flor y lo enterraron. Sin querer Je dejaron los deditos de la mano derecha fuera de la tierra. Los principes volvieron donde su padrecon la Flor, que fue puesta en agua en la que se lavd el rey sus ojos, que al punto vieron. Entonces dijo a sus hijos quo al morir, su inmenso reino se dividirfa en dos y asf ambos serfan reyes.: Entre tanto, los deditos del cadaver retofiaron y nacio alli un macizo de cafias. Un dia pasé un pastor y corté una cafia e hizo una flauta. Al soplar en ella se guedo sorprendido al oir cantar ast: No me toy ‘es, pastoreito, ni me dejes de tovar; que nis hermanos mé mataron por la Flor del Olivar. El pastor fué a ensefiar la flauta maravillosa y» loa que ia oyeron le aconsejaron que se fuera a la ciu- dad y que alli todo el mundo pagaria por cirla, Ast, lo hizo y ¢ los pocos dias no se quedaba en Ia ciudad quien no anduviera en busea del pastor duefiode aquet instrumento maravilloso. Llegé la noticia a oidos del rey, y éate hizo llevar al palacio al pastorcito, Al oir la flauta, recordé la voz de au hijo menor a quien tanto amaba y del que nonea habla vuelto a saber nada, Pidié.al pastor la flan- ta y se puso 4 tocarla y con gran admiracién de todos, la flauta canté asi: No me toques, padre mio hi me dejes de tocar, que nis hermanos ine mataron por la Fior del Olivar. Los Cunnvos Dit Mi tia PaANontTA a6 EI rey se puso a llorar. Acudieron la reina y los princi pes. El rey pidié a la reina que tocara la flauta, que entonces dijo: No me Coques, madre mia ni me dlejes de tocar, que mis hermanos me mataron por ia Flor del Olivas. El rey quiso que su hijo segundo tocara. Todos vieron que los dos principes estaban palidos y con las piernas en un temblor. £] principe traté de negar- se, pero el rey lo amenazd. La flauta canto: No me teyjues, hermane mio, ni ine Uejes de bvear, que aunque tu no me mataste me ayudaste a enterrar. El principe mayor, por orden de su padre tuvo que tocar la flauta: Nome loques, perro ingrato, ni me dejes de toear, aque Lu fuiste el que me mataste por la lor del Ofivar. E! pobre.rey mandé a meter a sus hijos en un ealabozo y 6] y la reina ge quedaron incousolables por toda la vida. BB CaRMEN Lyra Azia UNA Vez un Tey que te H nia tres hijos. Y el rey es- taba desconsolade con sus hijos, porque jos encontraba al- go mamitas y él deseaba que fueran atrevidos y valientes. Se puso a idearcémo haria pata sacarlos de entré las enaguas de la reina, quien los tenfa consentidos co- mo a eriaturas recién na- cidas 7 no deseaba ni que lea diera el viento. Un dia los Hamé y les dije-—-Muchachos, por qué no se van a rodar tierras? Le ofrezco et tro- Los Cugnros pit ar TA PANGHITA vi no aaquel que venga casado con la princesa mda ha- bil y bonita. Y io mejor aeré que no digan nada a au mama, porque équién la quiere ver, si ustedes chistan algo de lo que les he propuesta? Y¥ dicho y hecho: a escondidas de la reina los princi pes alistaron au viaje. Para no dar malicia, no salieron todos el mismo dia; primero saliéd el mayor, un lunes; después el de en medio, el miércolea; y el menor, 6] sdbado- El mayor cogioé la carretera y anda y anda, Ne- g6 al anochecer a pedir posadaa una casita aislada entre un potrero. Cuando se acercdé, oyd unos gritos dolordsos, se asomé por una hendija y vid 4 una vieja que estaba dando de latigazos a una pobre miquita que lloraba y se quejaba como un cristiano, encara- mada en un palo suspendido por mecates de la solera. El principe llamé: {Upe! fia Maria... La vieja se asomé alumbrando con ia candela Era una vieja mds fea que un susto en ayunas: tuerta, con un sdlo diente abajo, que se le movia al hablar, hecha la cara un arrnguero y con un lunar de pelos en la barba. El joven pidié posada y la vieja le contesté de mal modo que st casa no era hotel, que si queria se quedara wu el corredor y se acostara en la banca. - Ki principe acepts, porque estaba muy rendido. Desensilld la bestia, ia amarré de un horeédn y 6 ge eché en la bauea y se privd. AJjla4 muy a deshoraa de la noche, se recordé agus. tado porque alguien Jo tiraba de una manga. Sobre él, colgando del rabo, estaba Ja mica, que se habia salido quién sabe por déude. Iba a gritar el principe, pero 38 OsRMeN LYHA ella le puso eu manecita peluda en la boca y le dijo: No grités, porque entonces va y me pillan aqui y me dan otra cuereada. Mira, vengo a proponerte matri- monio y me aacda de esta casa. Al muchacho le cogieron unas grandes ganas de teir, y no fué cnento, sino que reventd ev una carca— jada. —Vos sos tonta—le contesté.—jCémo me voy yo @ caser cou una mica? Si querés te Neve conmigo, pero para divertirme. La pobre animalita se echd a llorar.~Asi no, en- tonces no; yo s6lo casada puedo salir de aqui. Y se puso a contar los malos tratos que le daba la vieja y a querer que le tocara au cuerpo y viera como lo tenia de llagado de loa golpes. Pero el principe no la veia, porque se habia vuelto a dejar caer y estaba dormido. Otro dia muy de mafiana se levante y oyd otra vez a la vieja dando de escobazos a la mica. No tuvo datima y siguié su camino. Eso mismo Je pasé al hijo segundo, quien siguid por la misma carretera, Hate tampoco quiso cargar con la mica. » El tercero tomé también la carretera y al ano- checer Hagé a ta casita del potrero. Y la misma cose: la vieja dando de palos a la mica. Pero éste tenia el corazda derretido y no podia con la crueldad. Abrid- la puerta, le quité el paloa la vieia y la amenazd con darle con 61 si no dejaba a aque! pobre animal. La vieja se puso como un tore guace de brava y no queria dar posada al principe, pero 61 dijo que se quedaria en la banca del corredor y que alli pasaria la noche, aunque se euojara el Padre Eterno. Los Cumwitos bm wt tila Panwoarta 38 Y de veras, alli pasé la noche. Alla en la madrugada lo despertaron unos jalo- nazos que le daban. Desperté azorado, restregéndose los ojos, Una manita peluda le tapé la boca. Como ya comenzaban las claraa del dfa. distinguiéd a la mica que ee mecia sobre 6!, agarrada del techo por el rabo. Y Ja miquita se puso a llorar y a contarle su martirio. Luego le propuso matrimonio. Al principio el joven le Ilev6é el corrieute y quiso tomarlo a broma; le ofre- cid evarla consigo y tratarla con mucho carifio, pero la mica comenzé a sollozar con una gran tristeza y por su carita peluda corrian las lagrimas. — Asi no---contesto—es imposible. Esta mujer 6s bruja y sélo si hallo quien se case conmigo, podré salir de entre sus manos. Este principe, que siempre habia sido de impetus, sea decidié de repente a casarse con la mica. Donde dijo que si, retumbd la casa y entre un humaraseo aparecié la bruja que gritaba:—iY ahora cargd con tu mica para toda tu vida! El sintié de veras come si una cadena atara @ 3u vida la de aquel animal. Hi principe monté a caballo F se puso la mica-en el hombro. Conforme caminaba Treflexionaba ex au aecién, y comprendia que habia hecho una gran touteria. A cada rato inclinaba mds la cabeza, sQué iba a decir 60 padre cuando le fuera a salir con que se ha- bia casado con una mona? |} Y sa madre, que no encon- traba bueta para.sua hijos ni a la Virgen Martial 106mo se iban a burlar sus hermanos y toda la gentel La mica, que parecia que le iba leyendo el pensa- miento, le Cijo:—Mire, e#poso mio. No vayamoa a nin- Es) CaRMEN LyRa guna ciudad. Metamonos entre esa montafia que ae veasu derecha y en alla encontraremos una casita que serd. nuestra vivienda. E} otro obedecid y a poeo de internarse, dieron con tna casa de madera que no tenia més que sala y eocina, con muebles pobres, pero todo que daba gusto de limpio. Al frente ostaba una huerta y atra4s un maizal y un frijolar, chayotera y matas de ayote que ya uo tenian por donde echar ayotes. La mica pidié al principe que fuera a buscar lefia; ella cogié la tinaja y sali6 a juntar agua a un ojo de agua que asomaba alli no mas. Un rato des- pués, por el techo salia una columnita de humo y por la, puerta. al olor de la comida que preparaba la mica y que abria ef apetito. Y asi fué pasando el tiem po. Los tres principes habian quedado en encontrarse al cabo de un afio en cierto lugar. ‘El marido de la mica siempre estaba muy triate y pecsaba no acndir a la cita. Pero ella, cuando se iba acereando al dia sefialado, le dijo:—Espdso mio, maiiana vayase para que el sagado eaté en el lugar en qué shcontrara a sus hermanos. El le preganté:— iCémo sabdés vos¢ Pero ella guards silencio. De veras, otro dia partié. La mica tenia loa ojos llenos de agua al decirle adids y a 6] te Vid mucha listima. Cuando legé al lugar, ya estaban alli 8us herma- tos, muy alegres. Le contaran que se habian casado con unas princesas Mndisimas, que tenian Das Manoa que sabian hacer milagros. E1 pobre no Mmosticaba Los Cusnros pe M1 TIA PaANcHITA oa palabra y al oirloa, sentfa ganas de que se lo tragara la tierra. —Y vos, hombré, contanos cémo es tu mujer—le preguntaron. No se atrevid a confesar ja verdad y Jes metid una mentira:—Es ona nifia fan bella que se para el sol a verla, y sabe convertir los copos de algodén en oro que hila en un hilo més fino qué el de una telarafia. Y sus hermanos al escucharlo, sintiercn envidia. Cuando Negaron donde sus padres, fueron recibidos con gran alegria. Cada uno se puso a poner & su espo- sa por las nobes. ~-Bueno—lea dijo el rey—quiero antes que nada ver los prodigios que sabeu hacer. Cada una va a hi- lat y a tejer una camisa para mi y otra para la reina, tan finamente, que un machachito de pocos meses las pueda guardar en su mano. A ver cudl queda mejor, Les doy un mes de plazo. Volvieron los principes donde sus mujeres y les explicaron el deseo del rey, Inmediatamente las prin- cesas encargaron seda finisima y se pusieron a hilar. La mica no hizo nada, ni volyid a mentar la camisa. Ei marido la lamaba a) orden, pero se hacia como si no fuera con ella y el principe se ponia cada vez mds triste. El dia de ir al palacio, lo desperté la mica muy de mafiana; ya le tenfa el caballe ensillado. —Para qué me has enaillado mi bestia? No pien- so ir adonde mis padres, porque no puedo llevarles lo que me pidieron. Entonces ella le entregé dos semillas de tacaco. —Aqui estan las camisas—le dijo. El muchacho no queria crear, pero la mica le dijo 2 CanMEn LYBA que si al abririae ante su padre no tenfa lo que desea- ba, 6] quedaria libre de ella. Partio el principe y en el camino encontré a sus hermanos, que en cajag de oro, llevaban las camisas ds un tejido de seda muy fino, Las costuras apenas si se vefan y los botones eran de oro. Quando el me- nor ensefiéd sus semillas de ftacaco, loa mayores le hicieron buria. Al llegar ante el rey, se regocijé éste del trabajo de las dos nueras y se puso furiose cuando el otro le dié las semillas de tacaco. Como las cogié con cdlera, las destripd y entonces de cada una aalié una camisa de tela tan fina que una hoja de rosa se veia ordinaria a la par, y de una blancura tal, que parecia tejida con hebras hiladaa del copo de la luna. Los botenes eran piedraa preciosas y las costuras no se podian ver ni busedndolas con lente. El rey y Ja reipa casi se van de bruces y log hermanos salieron avergonzadosa y envidiosos. —Bueno— dijo el rey —Estoy muy satisfecho del trabajo de vuestras esposas. Ahora que cada una me envie vo plate, Quiero ver evdl cocina mejor. Les doy una quincena de plazo. El .wenor velvié muy contento donde gn mica y le conté el nuevo capricho de su padre. La mica no vol- vid a mencionar el asunto, pere el principe esta vez espero pacientemente. Eso si, se sintic algo intrangul- lo cuando Hegado el dia, la vid coger para el cerco y volver con un gran ayote que eché a cocinar en la olla. —Me lo va a Mevar esto a su tata—le dijo sacan- dolo y echandolo en un canasto. E1 no hallaba como ir lisgando con aquello, Pero los ojilios de la mica estaban nadando en malicia. En- Los CuENTos pe mi Tia PANogiTa 43 tonces se decidid, cogié su canasta y eché a andar. En el camino encontré a sus hermanos que venian segni- dos de criados cargados de bandejas de oro y plata, con manjares exquisitos preparados por sus esposas. Quando lo vieron a 6l con su ayote entre un cas nasto, 8e burlaron y le hicieron chacota. Se sentaron a la mesa y comenzarcn a servir los platos y 61 rey y la reina hasta que se chupaban los dedos. Pero cuando fueron enirando con el ayote en- tre el canasto, el rey se enfurecid come un patdén y lo cogiéd y lo reventé contra una pared. Y al reven- tarse, salié volando de 61 una bandada de palomitas blancas, unas con canastillas de oro en el pice, llenas de manjares tan deliciosos como loa que se deben de comer en el cielo en la mesa. de Nuestro Sefior; otras con flores que dejaban caer sobre todos loa presentes. {Ave Maria! [Aquello ai que fué algazara y medial El rey lea dijo:-—Bueno, ahora quiero que me traigan una vaquita que ojala se pueda ordefiar en la mesa, a la hora de las comidas. Les did ocho dias de plazo. Los principes 86 fueron renegando de au padre tan antojado. Llegaron de chicha 4 contar cada uno a gu esposa ol antojo del rey. Sélo el menor no dijo na- da, porque la cosa le pareeia imposible, A los ocho dias fué entrande la mica con un ca- fiuto de cafia de bambu y lo entregd a su esposo: —Tome, hijo, y vaya al palacio. Tenga confianza y verd gue le va bien. No lo abra hasta que llegue alla. El muchache cogié 6] cafiuto y partis. En el pa- tio sncentré a sus hermanos con unas vaquitas onanas 44 Camwen LYRA del tamafio de un ternero reciéa nacido y Nenas de cintas. Al verlo entrar sin nada, se pusieron a codear- ge y a reir. A Ja hora del almuerzo fueron entrando con Bus vacas y se empefiaron en que se subieran a la mesa, pero alif loa animales dejaron una quebrazdo de loza y una haata una gracia hizo en el mantel. El rey y la reina se enojaron mucho y se levantaron de la mesa sin atravesat bocado. A la comida, el rey pregunté a au hijo menor por su vaquita. El sacd el cafiuto de cafia de bambu, lo abrié y va saliendo una Vaquita alazana con una campanita de plata en el peaeuezo y los cachitos y los caaquitos de oro. Las teticas parecian botoncitos de rosa miniatura. Se fué a colocar muy mancita fren- te al rey sobre su taza, como para que la ordefiara. Hil trey lo hizo y llené la taza de una leche amarillita y eapesa. Después se colocé ante la reina e hizo lo mis. mo, y asi fué haciendo con cada uno de los que esta- ban sentados. Todos tenfan un bigote de espuma sobre la bata. Por supusaste que ustedes imaginardn como esta- ban los reyes con au hijo menor. {Ni para qué desir nada de esto! Loa otros, que se veian perdidos, salieran con el tabo entre las piernas. —Ahora—dijo el rey—quiero que me traigan a Bus esposas el domingo entrante. —jAqui si que me Ievd la trampal—pensé el hi- jo menor. Por un si acaso, se fué a laa tiendas y com- pré un corte de seda, un sombrero, guantes, zapatillas, ropa interior, polves, perfume y qué eé yo. Los Cuextos DE 1 Tia PANCHITA 46 Y Hegé con ens regalos adonde su esposa y le conté lo que deseaba su padre. La mica se hizo la sorda y en toda la semana trabajé nada mds que en sus labores de costumbre: barrer, limpiar, hacer la comida y lavar. Cada rato el marido le decia;—Hija, jpor qué no aaca el corte que le traje y hace un vestido? Pero elta 1o que hacia era encaramarse en gu tra- pecio que estaba suspendide de la sclera y hacer maroma colgada del rabo. Cuando la veia en estas piruetas al principe aa le fruncia la boca del estémago de Ja vergtienza... ISi su esposa no era sino una pobre mica! El sdbado pidié a su marido que fuera a conse- seguir oua carreta y que la pidiera con manteado para ir asi.a conocer a aua suegros. Kl quiso persua- dirla de que era muy feo ir en catreta, menos adonde el rey; que se iban a reir de ellos; que la gente de la ciudad era rematada y que por aqui y por alld. Pero la mica metié cabeza y dijo que ai no iba en carre- ta, no irfa. El principe pensaba que eso seria lo mejor, y a ratos intenté no volver a pover les pies en gl! pala- cio, pero el caso es que fué a buscar y contratar la carreta. El domingo quizo que su esposa se arregiara y adornara, que se envolviera siguiera en la seda que él habia traido, porque deseaba que no le vieran el rabo. La mica, que era cabezona como olla sola, no quiso hacer caso ¥ le contesté: Mire, hijo, para el sante que es con un repique basta.—Y se pasé la lengtiilla roaada por el pelo. a6 Carmen Lrna Lo mand6 que se fuera adelante y ella se metié entre la carreta, Ei principe encontré de camino a sua hermanos que iban en sendas carrozaa de cuatro caballos, cada uLo con su esposa lena de encajes y plumas que pe- gaban al techo del coche. Eran hermosotas, no sa podia negar, y el joven volvid la cabeza y pegd un gran suspiro cuando alld vid venir la carreta pesada y despaciosa. —-4Y¥ tu mujer?—preguntaron los hermanos. ~Alld viene en aquella carreta, Las sefioras se asomaron y se taparon ja boca con el pafinelo para que su eufiado no las viera reir. Los principes se pusieron como chiles, al pensar le que podrian imaginar sus mujeres al ver que su cufiada venia entre una carreta cubierta con un manteado, eomo una campiraza cualquiera. Llegaron a la puerta del palacio. Elrey y la reina salieron a recibir a aus hijos. Las dos nueras al inelinarae les metieron los plumajes por la nariz, Eo esto la carreta guise entrar en el patio, pero los guar- dias lo impidieron. —Y tu esposa?—pregunté el rey al menor de sus hijos,que andaba para adentro y para afuera haciendo pinino. —Alif viene entre esta carreta—contestd chi- lado. —|Entre esa carretal Pero hijo, vos estas iocol Y el gentio que estaba a la entrada del palacio Be puso a silbar y a burlarge, al ver la carreta con Bu manteado detras de aquellas carrozas que brillaban tome espojos. Los Curnnros pg a ria Pancurra at El rey grit6 que dejaran pasar la carreta. Y la carreta fué entrando, carardn cararan....8e detuvo frente a la puerta... 1Al principe un audor se le iba y¥ otro 96 le venia! Deseaba que la tierra se lo tragara. Tuvo que sentar- ge en una grada, porque nose podia sostener. jya le parecia oir Ios chiflidos de la gente donde vieran sa- lir de la carreta una mica! {Pero fué saliendo una princess tan bella que ge paraba el sol a verla, vesatida de ora y brillantes, con una estrella en la frente, riendo y ensefiando unos dientes, que parecian pedacitos de cuajada! Lo primero que hizo fné busear al menor de los principes. Le cogié una mano con mucha gracia y le dijo:—Espose mio, presénteme a sus padres.—Cuando se los hubo presentado, loa reyes se aintieron encan- tadogs porque hacia upag reverencias y decia unas co- sas con tal gracia, que jamads se habia visto. El rey en persona la llevo de bracete al ecomedor y la senté a su derecha. Durante la comida, sus con: eufias, que no le perdian ojo, vieron que la princesa se echaba. entre el seno, con mucho disimulo, cucha- radas de arroz, picadillo, pedacitos de peseade y empa- nadas. Por imitarla hicieron lo mismo. Después hubo un gran baile. Cuando empezaron a bailar, la princesa se sacudi6 el vestido y salieron rodando perlas, rubiea y flores de oro. Las otras creyeron que a ellas les iba a pasar lo mismo y sacudieron sus vestidos, pero lo que salié fueron los granos de arroz, el picadillo, los pedazos de carne y las empanadas, Los reyes y sus ma- Tidos sintieron qué ae les asaba la cara de vergiienza. Luego el rey cogié a su hijo menor y a su esposa 8 Carmen L¥na de Ja mano y jos llevé al trono.— Ustedes serin nues- tros sucesores—les dijo. Pero ella con mucha gracia la contesté:—Lea damoa las gracias, pero yo soy la tinica hija del rey de Francia, que esta muy viejito y quiere que mi esposo se haga cargo de la corona. Al oit que era la hija del rey de Francia, 6] rey casi se va para atrds, porque el rey de Francia era el mia rico de todog los reyes, el rey de los reyes, como quien dice. La princesa hablé alganas palabras al oido de su marido, quien dijo a su padre: —FPadre mio, por qué ne reparte su reino entre mis dos hermanos? Asi estara mejor atendido. Al rey le parecié muy bien y allf mismo hizo la reparticién. Los hermanos quedaron muy agradecidos. Luego se deapidiaron y se fueron para Franeia en una earraza de oro con ocho cabalice blancos que tenian la cola y iss crines como cataratas espumosas. Esta earroza llegé cnando la carreta que trajo a la prines- sa iba saliendo del patio de! palacio, y caando estu- vieton solos, la nifia Je coaté que una broja enemiga de su padre, porque éste no habia querido casaree con ella, se vengd convirtiéndols a su bija en una mica la que volveria a ser como los cristianos cuando un prin- cipe quisiera casarse con esa mica. Y¥ despuds vivieron muy feliceas. Y yo fui ¥ toda to vi ¥ todo Io curiosde, ¥ nada saqué. Loa Cumsres DE MI Tia Pancurra a El tonto de las adivinanzas abla una vez una viejita H que tenfa dos hijos: ano vivo y otro tonto, A} @ayor lo crefan vivo porque era trabajador, amigode guar- dar su plata y de plantarse bien los domingos. El otro gastaba en tonteras cuanto cinco le caia en las manos, y no le importaba un pito an dar hecho un candil de sucio: y le decfan por mal nombre eEl Grillos. Un dia Hegé un vecino ¥ le dijo que en el pueblo an- daba el cuento de que e) rey 30 Canmun Lyra ofrecia casar a su hija con aquel que pusiera a Su Majestad trea adivinanzas que no pudiera adivinar, y que le adivinaran otras tres que Su Majestad pro pondria. Otro dia se levanté el tonto muy de mafiana 7 dijo a Ja viejita: : Mama, sabe que he ideado ir yo onde el rey a ver si me gano Vhija. Quien quita que pueda yo Sacarlos a ustedes de jaranas. —Jusiis, apiate y mird estas cosaa,—contestd la viejita al oir a eu hijo.— Callate, tonte de mis culpas, ¥ no me volvade a salir con tus tonteras. Y lo trapié y le dijo unas cosas que no me atrevo a repetir. Pero el muchacho metidé cabeza, y cuando la vie- jita lo vid fué ansillando a Panda, su yegua. Enton- ces, como no habia mas remedic, se puso a prepararle un almuerzo para 6l camino. Fué al solar a cortar unas hojitas de orégano para echarle a una torta de arroz y huevo qua le hacia, pero como estaba medio Pipiriciega no se fij6 que en vez de orégano, cogia unas hojas ds una yerba que era un gran veneno. —Por fin el hijo monté a Panda y dijo adida 4 su madre y a eu hermano, gue habfan hecho tedo lo posible por convencerlo de que desistiera de su viaje. La pobre viejita salié a la tranquera a verlo irsa y te dijo:—Que Dios te acompafie, hijo... Aqui nos dejas séle Dios sabe como. Vas a ver que con lo que vas a salir es con una pata de banco. “ E! muchacho no hizo easo y cogid el camino. Al mucho andar sintiéd hambre, desmonté y sacé de sua alforjas el almuercito que le hiciera eu madre. Era en un lugar en donde no crecia nituna mata de hierba. Los CvmENTos DE MI Tia PANCHITA SL Sintié ldstima al pensar que Ja pobre Panda iba a tener que ayunar. Entfonces, aunque le tenia mucha gana a [a torta, la cogid y se la did a su yegua y él 6e comié un gallito de frijoles que bajé con bebida. Ape- naa la yegua se tragé la torta, cuando cayé patalean- do y enseguida marid a consecuencia del veneno de Jas hojas con que la viejecita quiso dar guato a la torta, creyendo que eran de orégano. El muchacho ge senté al lado da au bestia a ha- eerls eal duelo. En esto liegaron trea perros que se pusieron a lamer el hocico a ia difunta. jPara qué lo hicieron! En seguidita cayeron también patalean- do, y @ poco murieron. El tonto hizo un hueco para enterrara Panda ¥ mientras la enterraba, llegaron siete zopilotes que hicioron una fiesta con los tres perros. A poco los sie- te zopiloies pararon la vista y cayeron tiesos, Entonces, el tonto que no era tan dajado come erefan, e6c6 sus lagrimas y se dijo:_No hay mal que por bien no venga... Ya tengo mi primera adivinanza. Siguid anda y anda y se encontré con una vaca que #6 habia despefiado y que estaba en las ultimas. La acabé de matar y halld entre su panza un terneri- to que estaba para nacer. Lo sacé, asd parte de la carne. del animalito y s¢ la comid. Siguid ea camino y alld en 6] peso del dfa, vié unas palmeras de coco cargadi- tas de frutas. Como tenia mucha sed, subid a una, co- gid unos cocos y bebié au agua. Por fin liegé al palacio del rey y se hizo anunciar como un pretendiente a la mano de su hija. Los cria- dos y ios sefiores se-pysieron a hacerle burla: -[Lo que no han pédido pérsonaa inteligentes lo va on ir CauMEN LYRA a poder este no-nos-dejea!—decfan y se morian de riga. E! rey !e hizo algunas reflexiones:--Que ai no ga- oaba, jo ahorearia y que esto y lo de mae alld, pero dl no hizo caso. La princesa se herrorizé al imaginar que tuviera que casares con aquel tonto, 7 por un si acaso, le pro- puso que si se salia con la suya, se comprometiera a calzarse (porque era descalzo) y vestirse como loa ae- fiores y, qne si no, no habria nada de lo dicho. Y el tonto dijo que bueno. Se reunid un gran gentio en e! salén del palacio: el rey con su hija en au trono, fos ministros, los da- ques, los marqueses y cuanta persona que era gran pelota en el pais, Y va entrando mi tonto muy en ello y¥ con mucha trangnilidad. come si estuviera en la co- cina de an cana, dijo: Alla te va la primera, sefior rey: “Torta maid a Panda. Panda maté a tres; tres muertos mataron a siete vivos''. El rey se puso a reflexionar y fué de reflexionar come una hora, y no pude dar en el ehiste. Por fin se dié por vencido. El tonto explieé:—Panda, mi yegua, murié a consecuencia de haberse comido una torta envenenada; llegaron tres perros, le lamieron el hocico ¥ enseguida murisron; bajaron siete zopilotea, ae co- mieron a los perros y también murieren. Luego el tonte dijo: — Ald te va la segunda: “Comf carne de un animal que no corria sobre la tierra, ni volaba por los airea, ni andaba en las aguas”. Vuelta el rey a cavilaz y al cabo de una hora se dio por veneide. El muchacho explicd:— Encontré una Los Cumnto pe mM via Panonrra cd vaca que se habia despefiado y que estaba boqueando, la acabé de matar y le saqué de la panza un ternerito que estaba para nacer. Lo asé y comi de su carne. Luego el muchacho dijo:—Alld te va la tarcera: “Bebf agua dulce que no salia de la tierra, ni caia del cielo”. Tampoco pude esta vez adivinar el rey, y al tonto explicé:—Me bebi el agua de unos cocos y ya ve, aefior rey, como al mejor mono se le cae el zapote. Le llegé el turno al rey de proponer sus adivi- nanzas. Mand6 cortar a una chanchita el rabo y lo puso entre una caja de oro que presenté al tonto y le pre- gunté:—jAdivinds lo que tengo aquf?—El se rascé la cabeza y al verse en este apuro, se dijo en voz alta: —‘‘Aqui fué donde la puerca torcid el rabo...” #) rey casi se va de bruces. —!Muchacho! {Como has hecho para adivinar? El tonto comprendi6 que de pura chiripa habfa acertado, y como no era tan tonto, dijo haciéndose el misterioso:—Eso no se puede decir... Eso es muy sen- cillo para mi... Entonces el rey fué a su cuarto, cogié un grillo que cantaba en un rincén, lo encerré entre su mano y y se lo presenté6—iQué tengo aqui? E] muchacho se puso a ver para arriba, y viendo que nada se le ocurria, 8e dijo en voz alta:-—jAh ca ray! |¥ en qué apuros tienen a este pobre grillo! (co- moa él lo llamaban “El Grille”...) El rey se hizo de craces, la princesa estaba en un hila y la gente se volvia a ver, admirada. au Canny Lywa —|Muchacho de Dios! {Cémo has hecho para adi- vinar? Otra vez los aires misteriosogs para contestar: --Muy facil, pero no se puede decir... Mand6 a hacer 6] rey en un salén on altar con cortinas de oro y plata, candelabros de oro, candelas de cera rosada, floreros y muchos adornos, y ain que nadie lo viera, llené un vase de estiércol, lo én- volvié bien en un pafio de oro berdado con rubies y brillantes y lo colocé en medio del altar. Hizo Lamar al tonto y le preguntd: —tA qué no me adivinds qué tengo en ese altar? —iQué puede ser? ¢Qué pnede serf—pensaba oe! muchacho godaade la gota gorda.—- Lo que os ahora ai que no adivino.. Lo que me voy a sacar es que me aborquen..,— Luego, casi desesperado, dijo:— Bien me Je dijo mi mama que buen adivinadorde m.... seria yo. El rey se quedé an el otro mundo. —jMuchachol ;Cémo has adivinado?—Y 61 res- pondié:—Muy facil! Si asi me las dieran todas. Inmediataments te comenzaron los preparativos para la boda. La princesa estaba que cogia el cielo con las manos. La pobre no tenia nadita de ganas de casarse con aquel gandumbas. Llamé al zapatero para que le tomara las medidas a sa futuro eaposo de unos zapatos de charol, pero le aconsejé se los dejara lo mds apretados que pudiera. Lo mismo al sastre con ef vestide y mandé a comprar un cuello bien alto. Cuando llegé el dia del matrimonio, el tonto fué a vestirse de sefior, pero todo fué ponerse aquellaa ho- tas de charol y comenzar a hacer muecas. Le pusieron Los CuENTos DE MI TIA PANOHITA 56 tirantes, el cuello que casi no le dejaba respirar y las mangas de la leva le quedaban tan angostas que se vela obligado a tener los brazog tan encogidos que pa- Tecia un chapulin. Pero lo que no ae aguanté fué que Je pusieran guantes. Cuando lo vieron fué sacdndose la leva y arrancandose el cuello y la corbata y tirando todo por la ventana. Los zapatos de charel fueron a dar a un tejado. —IAdiolt |Caray!—gritd al verse libre de todas aquellas tonteras.—Yo por qué voy a andar a dia gusto? La princesa que estaba escondida detraa de una cortiza, ya no podia de tanto reir. El muchacho se fué a buscar al ray y le dijo: —Mucho me gusta su hija, pero mia me guata andar a gusto. Me comprometi a casarme con ella si me vestia de sefior, pero yo no sé cémo hacen pura au- dar con los pies bien chimaoa, con el pescuezd metide entre esta baina, bien echados para atras, que les tie- ne que doler la caja del cuerpo... Prefiero volverme donde mi mama: alli ando yo como me da mi gana: y ai me quedo aqui tendré que pasar mi vida como un Nifio Dios an retoque. (*) Entonces el rey le did dos mulas cargadas de oro y 6l tonto se volvié a su casa, donde jo recibieron muy contentos. () Parece que esas sonrientes egculturas que representan al Nifio Dios, para retocarias y trabajar sin diticultad. las asegurancon un tor- nitlo que les meten por detris. CARMEN LYRA La suegra del Diablo buen pasar, que tenfa una hija. La muchacha era ‘her- mosota y la madre queria casarla cou un hombre bien rics Se pre- sentaron algunos pretendientes, todos hombres henrados, trabaja- dorea y acomodados, pero la viu- da los despedia con su musica a otra parte porque no eran rigufi simon. Una tarde se asomé la mucha- cha a la ventana, bien compuesta y de pelo suelto. (Por cierto gue el pelo je Negaba a Jas corvaa y !o te- niamuy arrepentido). Nohacia ma- Ie una vez una viuda de Los Cvenros pe a1 Tha Pancmira aT cho rato que sataba alli, cuando pasé un sefior a ca- ballo, Era un hombre wuy valdu, muy bien vestido, von an sombrero de pita finisimo, moreno, de ojos ne- gros y unos grandes bigotes con Jas puntas para arri- ba. El caballo ara an hermoso animal con los eascos de plata y los arneses de oro y plata. Saludd eou una gran reverencia a la nifia, y fe echo un perico. La nifia advirtié que el caballero tenfa todos los dientes de oro. El caballo al pagar se volvid una pura pirueta. Desde la eequina. el jinete volvié a saludar a Ja muchacha, que se metio corriegndo a contar a su ma- dre lo ocurrido. A ja tarde siguiente, madre e bija bien alicorea- das, se situaron eu la ventana. Volvid a pasar el ¢a- ballero an ofro caballo negro, mds negro que un pe- cado mortal, con los cascos de oro, frenoa de oro, rien: dag dy aeda y oro y la montura sembrada de elavitos de oro. La vinda advirtié que en la pechora, en la ca- dena del reloj y en el dedito vhigaito de la mano is quierda. le chispeaban brillantes. Se convencid de que era cierto que tenia toda la dentilura de oro. Las dos mujeres se volyieron una miel para contestar el saludo del caballero. Al dia siguiente, desde buena tards, estaban a la ventana, vestidas con las topaa de coger misa, volan- do ojo para la esquina. Al cabo de un rate, aparecid el deaconocido en un caballo que tenia la piel tan ne- gra como ai la hubiezau cortado en una uoche de ac- tubre; laa herraduras eran de oro y los arnoeses da oro, sembrados de rubies, brillantes y esmeraldas. Las dos se quedarou en el otro mundo cuando lo vieron detensrse ante vlias y desmontar. Las saludé as CaRMEN LYRA con grandes ceremonias, Lo mandaron pasar adelante, y la vieja que era muy saca la jicara cuando Ie eon- venia, llamé al concertado para que cuidara del ca- ballo. Ek deaconocido dijo que se Namaba don Fulano de Tal, presentd recomendaciones de grandes perso- nas, habid de sus riquezas, las invitd a visitar sus fincas y por tiltimo, pidié a la nifia por esposa. No ha- bfa terminado de hacer la propuesta, cuando ya esta- ba la madre contestaudole quy con muche guato y lla- mdudolo hijo mio. Desde ese dia las dos mujeres se volvieron tarum- ba; cada dia visitaban una finca del caballere; cada noche bailea y cenas; no volvieron a caminar a pie, sd6lo en coche, y regalos van ¥ regalos vienen. Por fin llegé ef dia dela boda. El caballero na quiso que fuera en la iglesia sino en la casa y nadie ge fijé en que al eotrar e] padre el novio tuvo inten- ciones de salir corriendo. Loa recién casados se fuvron a vivir a otra ciudad an donde el martdo tenia sue negocios. Deade el pri- mer dia que estuvieron solos, ol marido dijo a la esposa a la hora del almuerzo que 6] sabia hacer pruebas que dejaban a todo el mundo con la boca abierta y que las iba a repetir para entretenerla; y diciendo y haciendo se puro a caminar por paredea y cielo con la facilidad de una mosca; se hacia del tamafio de una hormiga, se motia dentro de jas botellas vacias y desde alli hacia morisquetas a su mujer; luego salfa y eu cuerpo se astiraba hasta alcanzar el techo. Y esto se repetia to- dos los diaa al almuerzo y a la comida. En una ocasién vino la viuda a ver a su hija y ésta le contd las gra- Los Ouzn 70s ps MI TiA Pancarra 59 ciaa de su marido. Cuando se sentarona Ia mesa, la suegra pidiéd a su yerno que hiciera las pruebas de que le habia hablado su hija. Este no se hizo de ro- gar y comenzd a pasearae por cielo y paredes y a re— petir cuantas curiosidades sabia hacer. La vieja 2é qued6é con el credo on la boca y desde aquel momento ho las tuvo todas consigo. A los pocos dias volvid a hacer otra visita a ang hijos, trajo consigo una botijuela de hierro, con una tapadera que pesaba una barbaridad. A Ja hora del almuerzo roagé a gu yerno que las divirtiera con aus maromas. Después que éste se dié gusto con sus paseos boca abajo por el techo, le presenté la botijuela y le dijo.—jA postemes a que aqui no entra Ud? El otro de un brinco se tiré de arriba y se metid en la botijuela como Pedro por su casa. La suegra hi- z0 seflas a unos hombres que tenia listos con ja tapade- Ta, tras una Cortina y éstes ee precipitaron y taparon la botijuela. El yerno se puso a dar gritos desaforados y a hacer esfuerzos por salir. La esposa quiso inter- venir para que le abrieran, pero la madre le dijo:— ipues no ves que e3 e] mismo Pisuicas? Desde la otra vez que estuve, eché de ver que tu marido no era come todoa los cristianos. Le consulté a un sacerdote, quien me acabé de convencer de que mi yerno no era sino el Malo. Dale infinitas gracias a Nuestro Sefior de quea mi se me ocurriera este medio de salir de 61. Luego se fué en persona para la montaiia, seguida de los hombres que cargaban Ja botijaeta. Se hizo un hoyoe profundo y alli dejo enterrada la botijuela con su yerno deniro. Este se quedé bramando de rabia y diciendo pestes contra su suegra. wo Carman Lyra En efecto, aquél era el Diablo y desde el dia en que la vieja lo enterrdé, nadie volvis a cometer uno pe- cado mortal, sélo pecados veniales, aconsejades por los diablillos chiquillos. Y toda ia gente parecia may buena, pero aélo Dios sabfa como andaba el frijol. Pasaron los afios y pasaron los afios en aqualla bienaventuranza, y el pobre Pisuicas enterrads, in- ventando a cada minuto una mala palabra contra su suegra. Un dia paeé por aque! lugar un pobre lefiador que tenia. por inico bien una marimba de chiquillos, y tan arrancado que no tenia segundos calzones que ponerse. Le parecié oir bajo ans pies algo asi como Tetumboa; se detuvo y pugo el ofdo. Una voz que salia de muy adentro decia:— Quien quiera que seas, saca- me de aqui,.! El hombre se pueo a cavar en el sitio de donde salfa Ia voz. Al cabo de unas cuantas horas de trabajar, dié con Ia botijuela. De ella salia la voz que ahora deefa:—Nor hombre, sacame de aqui y te tiene cuenta. El pregunté:—jQué pergona, por mds pequefia que sea, puede caber dentro de esta botijuela? El que estaba on ella contesté:—Sacame y vera. Soy alguien que puede hacerte iamensamente rico, Esto era encontrarse con la Tentacién y 6] pobre al ofr lo de las riquezas, hizo un esfuerzo tan grande que levanté solo la tapadera. OCierto es que por den- tro el Diablo empujaba a sa vez con todas sus fuerzas. La tapadera saltd. con tal fmpetu, que desaparecié en los aires; 6] Demonio salid anyuelto en llamas y la montaiia se Ilend de un humo hediondo a azufre. El pebre lefiador cayé al suelo mde muerto que vivo. Ege Curnros pu so Tia Panouira al Qerando fné volviendo en si, se Ie acercé el Diablo y le conté la historia de su entierro. —Para pagarte tu favor—le dijo —nos vamos air a la ciudad. Yo me voy air metiendo en diferentes personas, de las mds ricas y sonadas, para que se pon- gan locas. Vos aparecerds en la ciudad como médico y ofrecerda curarlas. No tenéa mds que acercarte al ofdo del onfermo y decirme: ,—y al punto saldzé del cuerpo. Eso st, cuando te acergqués y yo te diga que 10, 68 mejor que no insistéa porque sera inttil, Ya te lo advierto. Y aef fué. Partieron pata la ciudad, 6] tefiador ae hizo anunciar como médico y a loa poeos dias catate que un gran conde ae puso mda loco que la miama lo- cura. Lo vieron los mds famesoz médicos del reino, y nada. De pronto se aupo que un médico recién Nega- do ofrecia devolvarle ja salud. Llegé donde el enfermo y para disimular, se puso a darle cada hora nna cu- eharada de lo que trafa en una botella y que no era otra cosa que agua del tubo con anilina. A las tres eucharadas ge acered al ofdo del conde y dijo:-- —Inmediatamente salié el Diablo y el conde quedé como si tal enfermedad hubiera tenido Toda la familia estaba agradecidisima, no hallaban donde poner al médico y lo dejaron bien pistudo. Siguieron presentdndose casos de locura de dife- rentes aspectos y casi todos eran en el duque don Fu- lano de Tal, en Ia duquesa dofia Mepgana, an el marqués don Perencejo. Y todos fueron curados por el médico, que ya uo tenia donde guardar el! ore que ganaba. Por fin se puso mala la reina y [el Sefior me 62 Canuen Lypa dé paciencia!l Aquello si que fuéel juicio. La reina no tenia sosiego un minute y ya el rey iba a coger el cielo con las manos y ultimamente tuvieron que ama- Trarla porque ya no se aguantabsa. Aconsejaronal rey que llamara al famoso médico y cuando llegd, le ofre- cié hacerlo su médico de cabecera y dazle muchas ri- quezas si sanaba a su esposa. El otro, por rajén, le contest6 que ya podia hacerss de cuentas de que la rejna estaba curada y que si no sucedia aal, le cortara la cabeza. Se acercé cou su botella de agua y le did las tres cucharadas. A la tercera le dijo al ofdo de la enfer- ma:—«Soy yo, al que te sacd de la botijuela>. E! diablo respondié:—jNo! Al oir eato, el hombre se achucuys. sY¥ ahora qué iba a hacer? Se acercé otra vez al cide de la enferma a suplicarle:—|Sali per lo que mds querras! |Mird que si no acaban conmigo! Por vida tuyifa... Pere de nada le servian jas stplicas: el otro se- guia emperrado en que no y ei que no. Estaba, ‘por Jo que se veia, muy a gusto entre los sesos de la reina, Pidié al rey tres dias datérmino y entre tanto, no hizo otra cosa que suplicar al Diablo que saliera, dar cucharadas de agua con anilina a la pobre reina y s0- barse Jas manos. Cuando estaba para terminarse -el plazo, ee le ocurrié una idea: pidid al rey que hici traer la banda, que comprara triquitraques y coh ten, que a cada persona del palacio le diera una jata o al- gin, tragte de cohre y la armara de un palo y que a una seiial suya, la banda rompieracon una tocata bien parrandera, todos gritaran y golpearan en sus latas y se diera fuego a la pélvora, Los Comwros pa m1 ria Panomrra 83 ¥ asf se hizo. En este momento se acerco el letia- dor al oido de la reina y suplicé al Diablo: —|Salf por vida tuyita..! En vez de contestar, a1 Diablo pregunté:—Hom- bré, §qué es ese alboroto? El otro respondié:—Aguar: date, voy a ver qué es. Tumediatamente volvié y dijo:—{Qué Dios te ayu- de! Hs tu suegra que ha averiguado que estdéa aqui y ha venido con la botijuela para meterte en ella de nuevo. —iQuién le irfa con la cavilosada a la vieja de mi suegrat—dijo el Diablo. {Y patas para qué las quiero? Salié corriendo y no pard sino en el Infierno. La reina se puso buena y el lefiador, que ya era don Fulano y muy rico, mandé por su mujer y su chapulinada y to- dos fueron a vivir a un palacio, regalo del rey. Desde entonces la pasaton muy a gusto. w CaRMEN LYRA La casita de las torrejas ABis UNA Vez unos cha- H ealincites que quedaron hnérfanos de padre y madre y sin nadie quien jes dijera oi iqué hacen alli? Eva Ja pareja: la mujerci- ta, Ja mayor y la que habia quedado de cabeza de casa. Eran muy pobres y un dia no tea amanecié ni una burusca Loa CURNTOS DE wi! Tia PANCHITA 65 con qué encender el fuego. Entonces deetdioron irse a rodar tierras. Atrancaron la puerta y agarraron mon- tafia adentro. All4 al mucho andar, se sintieron eansados; entonces se subieron a un palo para pasar la noche y se acomodaron en una horgueta. Asi que anochecid, vieron all4 muy largo una lucecita. No se atrevieron a bajar por miedo que se los fuera a comer algtin animal, pero ae fijaron bien en la diree- cién en donde quedaba. Apenas comenzé a amanecer, bajaron y andnvie- Ton 60 direccién de la lucecita. Anda y anda, anda y anda, salieron al medio dia a un potrero. A Ja orilla de la montafia habia una casita; por el techo salfa an mechoncite de humo y por la puerta y la ventana uo olor como a miel hirviendo. Poquito a poco se fueron acercandy y vieron on la youtana una cazueleja con torrejas. Como estaban hilando de hambre, y el olor convidaba, no pudieron contenerse y se arrimaron a Ja ventana. La muchachi- ta estird la mano y se caché una torreja. Del interior una voz rouca grité: ‘'|Piscurum, gato, no me robés mis torréjas!”’. Los chiquitos se escondieron entre 61 monte y alli se repartieron su torreja, que lo que hizo fué alboro- tarles la gana de comer. Otra vez se fueron acercando y pescaron otra to- treja. Y otra vez la voz que gritaba: “|Piscurum, gato, no me robés mis torrejas!”. Los muchachos se escondieron, se comieron las to- rrejas y quisieron volver por mds, pero da la desgra» eia que por querer salir a la carrera, lo hicieron muy 66 CARMEN LYRA ateperetadamente y la cazueleja se voled. A la bulla, se asomé la vieja, la dueiia de ia casa, que era una bru: Ja més mala que el mismo Patas. Vid por donde co- gieron jas criaturas, ae les pogo atria y al poco rato las agarré por las orejas y laa trajo arrastrando hasta la casa. Como estaban tan flacos que parecian fideos, la bruja les dijo que no se las comeria, pero que los iba a engordat como a unos chanchitos, para darse cuatro gustog con ellos. Loa encerré entre una jaba y cada dia les echaba los desperdicios, y como loa pobres no tenian otra cosa, no les quedaba mas que convenir y tragarselos. Buena, alla a los ocho dias Hegé la vieja y les dijo: —Saquen por esta rendija el dedito chiquito. A la nifia ae le ocurridé que era para ver como an- daban de gordura y entonces sacé dos veces un rabito de raton que se habia ballado en un rincén de la jaba. Como la vieja era algo pipiriciega, no eché de ver el engatio, y se fué mds brava que un Soliman, al sentir aquellos deditos tan requetefiacoa. Y¥ asi fué por espacio casi de tres meses. Lo cierto del caso es que los chiquillos, quieras que no, se ha- bian engordado con los desperdicios. Pero dié el tuerce que un dia, la nifia no agarré bien el rabito de ratén al pondrselo a la bruja para que tocara, y se le qued6 a ésta en la mano. Se fué a la luz a mirar bien y al convencerse que los chiqui- llog la habian estado cogiendo de mona, se puso muy caliente: abrio la jaba y los sacéd. Al verlos tan ca- chetoncitos, se le bajé la célera. —Bueno—ies dijo—ahora voy a ver si hago una Los CUENTOs DE mI Tia PaNncarra 81 buena fritanga con ustedes. Vayan a traerme agua a aquella quebrada para ponerlos a sancochar.-—Por supussto, que al ofrla a Jos infelices ae les atravesd en la garganta un gran torozin. A cada uno le did una tinaja para que la hinchera y ella se puso a cuidarlos deade la puerta. Cuando Negaron a la quebrada, lea salid de detras de un palo, un viejito que era tatica Dios, y lea dijo:— No ae aflijan, mis muchachites, que para todo hay re- toedio. Miren, van a hacer una cosa: ahora van a Ile- gar con e] agua y se van a mostrar muy aumisos con la vieja. Y hasta procuren quedar bien: aticen el fue- go, barranle la cocina, friéguenie loa trastos. Ella ha de poner una gran olla sobre los tinamastes y una ta- bla anjabonada que llegue a la orilla de la oila y apo- yada en la pared. Lea ha de decir que echen una bai- Jadita sebre Ja tabla, pero es, que sin que, ustedes se den cuenta, va a inclinar la tabla y ustedes se van a tesbalar y vaua ira dar entre la olla; asf la bruja no tendrd, que molestarse oyéndolos gritar y hacer eafuer- z08 por esca parse. Y asi que les aconsejé lo que debfan hacer, ol vie- jecito se metid on la montafia. Volvieron loa chiquitos e hicieron lo-que tatica Dios Jes aconsejata: batrieron, atizaron el fuego, 3 echaron muecbos viajes a la quebrada con laa tinajas, para Hlenar la grau olla en que los iba a sancochar, La vieja se poso muy complacionte con ellos; al verlos tan obedientes y tan afanosos. Por fin puao la tabla enjabonada y les dijo:—Vengan mis muchachi- tos y echen una bailadita en esta tabla. 68 Uaraun Lyita ‘La nifia se hizo la inocents, y dijo para sus aden- tros: —Callate pajara, que ya conozco tus cdbulaa. Hicieron que se ponian a ensayar primero en ol suelo y que no podian. Si es que no sabemos. ¢Por qué no sube usted y bos dice cOmo quiere? Y la vieja les creyd, y va subiéndose ala tabla, ¥ apenag volvié la cara para hacer la primera pirueta, los chiquillos inclinaron la tabla y la vieja fué a dar ichupulun! a la olla de agua hirvierdo. Después la sacaron y i onterraron. Registraron la casa y encontraron un gran cuarto llenode barriles hasta el copete de monedas de oro. Por supuesto que todo les tocé a ellos. Los Cugnros pg Mr Tia PANQAITA 68 Fl Cotonudo vEs sefior, habia Una vez una yiejita que tenia un hijo galanote e inteligen- te y ademds bueno y sumiso con ella, que parecia una hija mujer. La viejita era muy pobre y siempre tenfa quo andar corre que te aleanzo con el real; lo tinico que tenia era una casita er las afueras de la cindad y snus fuerzas, con it) CaRMEn LYRA las que lavaba y aplanchaba, para ayudar a su hijo a quien se Ie habia metido entre ceja y ceja estudiar para médico. Eso si, que e! pobre tenia que presen- taree en la escuela sabe Dios cémo: ei vestido hecho un puro remiendo, nada de cuello ni corbata y con la. patica en el suelo. Para ir a la escuela 6] joven pasaba todos los dias frente al palacio del rey, y did la cagualidad que a esa hora se asomahba la hija del rey al baleén. A la prin- cesa le llamo la atencién aquel joven tan galan vesti- do pobremente, pero tan limpio que parecia un ajito, con los pies descalzoa tan lavados y blancos, que daba lastima wirarlos caminar entre los barriales, ,Adénde irfa con sus alforjitas al hombro y sus libros bajo el braze? Por fin un dia no se aguanté y manddé a una de aus criadaa a que lo llamara, y cuando lo oyé hablar eon tanta seucille: y facilidad. se enamoréd perdida- mente del joven. Y desde entonces lo esperaba en el jardin para conversar con 61, El joven también se habia enamorado, de la prin- cesa quien era un primor de bonita: con una cabeza que era como ver el sol de rubia y en la que cada he- bra era creapa como un quelite de chayote. Ademds era buena y noble, que no tenia compafiera, y ella tan Jo mismo trataba al pobre que al rico. Pero el joven se habia guardado con candado su enamoramiento, porque jen qué cabeza podria caber que una princesa se Casara con un chonete como 6], que no se calzaba porque no tenfa con qué comprar zapatos? Pero asi es e] mundo, y la princesa al ver que el muchacho no tenia trazas de decirle: ‘““Tandés los ojos Loa Cumvros pe a Tla Panomrra cr asi y la boca asé”, dejé a un lado la pena y un dfa, sin mds ni mds, Je declaré que estaba enamorada de él, Al principio e] joven creyé que era por burlarse, pero al fin acabé por convencerse de que le estaba hablando de deveras. Entonces le dijo:—Mire, ea mejor que ne pense- mos en esto. Yo soy lo que se llama un arrancado. Ea de las cosas que no hay que pensar dos veces, y lo me- jor que yo puedo hacer es decirle adiés y no volver ni a pasar por esta calle. Pero la princesa, que también era muy cabezona, 86 le prendié como una garrapata y acabé por hacerlo aceptar una bolsa llena de oro para que se fuera a tantear fortuna. Hilla le juraba esperario. ©) partid a rodar tierras, Un dia se embared, naufragé el buque en que iba, y por un milagro de Dios qued6é vivo para contar el cuento. Hecho un Jay! de mi, regresé a au pais. Su madre lo recibié con gran alegria. Alla, entre oseuro y claro, ae envolvid en un co- ton, 56 puso un gran sombrero, las dos unicas cosas que trajo de au viaje, y fué a pasearse frente al bal- cén de la princesa, para ver si podia entregarle una carta en la que le contaba sus desgraciae y la con- veniencia de que no lo esperara y s@ casara con uD principe. Log que lo encontraban se decian:— jQuién sera, ese cotonude?—Consiguié lo que deseaba, pero la nifia mand6é a buscarlo y loconvencid de que debia recibir otra bolsa de dinero y volver a comenzar. Par- tié de nuevo a rodar tierras, pero en esta ocasidn unos ladrones lo dejaron a buenas nochea con cuanto I[le- vaba.

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