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21 RAFAEL VILLAVICENCIO (Venezuela) DISCURSO * Dignisimo senor Rector; Ilustre cuerpo académico; juventud estudiosa; respetable auditorio: Empezaré, sefiores, dando las gracias al sefior Rector de esta Acade- mia por el honor que me ha discernido eligiéndome para dirigizos la pa- Jabra en tan solemne festividad, Cumplido este deber, paso a ilenar el segundo, obedeciendo a sus érdenes, Yo sé que hay en mi auditorio muchas personas que no encontrarén novedad en mi discurso; pero como él debe dirigitse especialmente a esa brillante juventud que impulsada por el amor de la gloria, corre presurosa a recoger Ia inmarcesible guirnalda que la ilustre Universidad teje de flo- res cultivadas en el hermoso campo de las ciencias, para colocatla sobre las sienes de los que con sus méritos hayan conquistado estos Jaureles, he hecho eleccién del tema cuyo desarrollo ocuparé por algunos instantes vuestra atencién. He encontrado en obras de esctitores autorizados y he ofdo con fre- cuencia a personas ilustradas sostener la doctrina, que no vacilo en ca lificar de fatal, de las contradicciones humanas. “Cuando el hombre llega al apogeo de la civilizecién, se ha dicho, hillase en el iiltimo escalén de la moral: si es libre, es grosero y rudo; si suaviza sus costumbres, se forja pesadas cadenas”. Doctrina, sefiores, que Ilena el alma de descon- suelo y que la artoja en el insondable abismo de la duda, corriendo el peli- gro de ir a estrellarse contra el horrible escollo del escepticismo; doctrina que debe espantar a la juventud al solo nombre de ciencia, que presenta cual letal ponzofia destilando gota a gota de los labios de sus maestros, pata infiltrarse en su seno y desgarrarle el corazén; doctrina, que, como dice un célebre economista *, conduce a la irreligién, a la impiedad, a la * Pronunciado en 1a Universidad en el acto de repatticién de premios. Caracas, 8 de, diciembre de 1886. astiat 395 maldicién, a la blasfemia, en una palabra, a la desesperacién absoluta, porque presenta al hombre sometido a la ley del progreso intelectual que, segiin aquella desoladora teorfa, envuelve la decadencia de las costum- bres y la corrupcién en el mundo moral. Y no se diga que creo fantasmas para combatirlos; estas ideas han tenido defensores en los tiempos antiguos y modernos; unos, porque des- preciando Ja verdadera ciencia social, han querido modelar la sociedad segiin teorfas fabricadas en su gabinete sin el auxilio de la observacién; otros, porque observaciones incompletas los han conducido a leyes ab- sutdas. Homero se duele en sus cantos de que sus contemporineos hu- biesen degenerado de los héroes que militaron en el sitio de Troya, y Pli- nio aseguta que los hombres rectecen constantemente. Hay entre los modernos una numerosa falange que en diversos escti- tos sostienen el mismo pensamiento. Rousseau, Benjamin Constant, Mont- fosier, Belart, Marchangi, el baron de Chateaubriand y varios otros. Una falsa nocién de la propiedad territorial ha sido causa de que muchos eco- nomistas creyesen necesatia la injusticia. La ley de Ricardo sobre la renta conducitia a la desigualdad progresiva de los hombres; la de Malthus so- bre la poblacién los Ievarfa inevitablemente a la miseria; la de Tocque- ville sobre la herencia producirfa la esterilizacién de las tietras, y las cua- tro empujarian de consuno a la humanidad en el triste camino del mal, mal irremediable a que se verfa condenada Ia especie humana. Protesto, sefiores, con todas mis fuerzas contra tan ruinosa teorfa, y lo hago en nombre de Ja importante autoridad de 1a razén y de los he- chos; y no dejardn de concurrir a sostenerme en mi protesta los hombres de verdadera ciencia, Dunoyer, Cobden, Bastiat, Augusto Comte, Littré, etc. Tal asercién es lo mas absurdo que pueda concebirse y me esforzaré por demostraros que la civilizacién es tan favorable a la religién y a la moral como lo es a las ciencias y @ las artes; a la libertad como el orden; © lo que tanto vale, que al paso que el hombre ilustra su entendimiento, que se proporciona bienestar con las riquezas adquitidas por la industria, que procura mantener cf orden social, suaviza sus costumbtes, depura su moral, y se hace verdaderamente libre. En efecto, sefiores, segiin el sentir de muy buenos autores, y segtin Ja etimologia, 1a palabra civilizacidn envuelve Ja idea del progreso en ge- neral, y Jos que la toman como sindnima de adelantos intelectuales y materiales, la sacan de su verdadero significado; ni aun puede concebirse este progreso parcial, porque desenvolviéndose en el hombre las facultades intelectuales, debe perfecrionar el conocimiento de lo bueno, de lo justo y de lo bello como todos los otros conocimientos, y estas ideas arrastran con fuerza irresistible nuestros afectos, toda vez que se las ha compren- dido de lleno; el desarrollo de la industria, libertindola de todo monopo- Tio, de toda ganancia ilegitima, y acostumbrando al hombre al trabajo, a la economia y a la justicia, mejora sus costumbres y sus relaciones sociales. 396 La libertad, o sea el poder que tiene el hombre de usar de sus facul- tades, aumenta’ en Ja misma proporcién que éstas se desarrollan. El hom- bre no es libre de obrar sino sujeto a las leyes infranqueables de su orga- nizacién, y dentro de esta misma esfera, no puede emplear una facultad ‘cuyo uso, © no posee o no conoce. gSerd libre de moverse un paralitico? éSerd libre de ver el ciego? Uno y otro son tristes esclavos, el primero de los asistentes, el segundo de su lazarillo. ¢Serd libre de ser juez el que no ha estudiado !as Seyes? Ird a set siervo de su secretatio o de sus escribien- tes. La libertad de! hombre esté, pues, limitada por su ignorancia inex- periencia, y a propotcién que aprenda a servirse de un mimero mayor de facultades gozaré de més amplia libertad. Es verdad que la civilizacién como que amengua a veces nuestros sentidos externos; pero aumenta, en cambio, considerablemente los internos que, por su inventiva, suplen con superabundancia la falta. El salvaje tiene la vista mds de lince; el hombre civilizado ha inventado el telescopic. El salvaje corre con més velocidad; el hombre civilizado ha domado el caballo, y dispone del vapor. El hombre puede ejercer sur actividad sobre s{ mismo, sobre sus semejantes o sobre Jas cosas que le rodean; y para que esta actividad adguiera su mayor ex- tensién, debe hacer de ella un uso sabio y moral. Somos libres de ejecutar acciones que nos sean perjudiciales; pero no lo somos de que éstas no traigan, por consecuencia, la limitacién de la verdadere libertad. gEl que inconsultamente traspasa las reglas de la higiene, no se condena a Sa en- fermedad y a.la inaccién? Para disponer libremente de nuestras fuerzas debemos servirnos de ellas de modo que no perjudiquen a nuestros seme- jantes. Somos duefios de entregarnos al ctimen; mas no lo somos de no disminuir proporcionalmente nuestra facultad de obrar. El que ataca la vida de su préjimo, se expone a perder la propia; y el que artebata la hacienda ajena vive en continua zozobra pot temor de represalias. Con respecto a las cosas, ninguno es libre de obrar contra las leyes naturales sin cotrer graves peligros. Serfa ilégico que el arquitecto que construyese un edificio sin conocer las leyes de la gravedad, se salvase de sus ruinas. Por tanto, el hombre que se despoja de su ignorancia, que sacrifica sus vicios, sus violencias y sus debilidades en aras de Ja civilizacién ilus- tréndose, lejos de disminuir su libertad, anula precisamente lo que impide su desarrollo, El orden, la seguridad, la propiedad y {a igualdad, efectos necesatios de la civilizacién, constituyen Ia libertad, y ctecen con aquélla prestindose mutuo y poderoso apoyo. Dondequiera que unos hombres pretendan optimir a otros, hay desorden y causa de desérdenes; donde nadie afecte pretensiones ilegitimas, hay reposo y certeza de orden. El despotismo es turbulento; la libertad pacffica. La seguridad es Ja libertad de disponer de nuestra persona; la propiedad la de disponer de nuestra fortuna; la igualdad 1a de elevarse cada cual en proporcién a sus méritos. En consecuencia, mientras mds ilustrado y moral sea el hombre, y més respete el uso legitimo de las facultades de sus semejantes, seré mds libre. En una palabra, la medida de la libertad es la civilizacién. 397 se dice, que han perecido por exceso de cultura; épero cudl es la nacién que ha merecido el nombre de civilizada con ex- ceso? 2Y si la historia nos presenta ejemplos de naciones arrasadas, na debe atribuirse esto a la preponderancia en esos tiempos del elementa barbaro? Grecia sucumbié al vendaval de las hordas macedonias; y Roma se doblegé bajo los hachazos de los barbaros del Norte. ¢¥ de dénde sur- gitin hoy los bérbaros que puedan apagar la antorcha de la civilizaciém después que se ha hecho un incendio que cunde por doquiera? ‘Ademés, sefiores, la naturaleza del hombre es tal, que satisfechas sus necesidades actuales surgen en su ser otras que, cumplidas a su vez, dejan el campo a otras nuevas sin que se colmen jams sus aspiraciones, y la que ha Ilegado tiltimo es siempre de un orden més elevado que Jas ante- riores. He aqui la causa del progreso indefinido. La civilizacién nos pro- porciona los medios de satisfacer todas las necesidades, desartollando em virtud de las leyes de nuestra organizacién, nuevas y superiores de acuer- do con la mayor extensién y actividad de nuestras facultades, y éstas, di- tigiéndose a la consecucién de fines més grandiosos, se ejercen de una maneta més pura y elevada. Esta sola consideracién basta para demostrar el progreso; expondré, sin embargo, algunas otras. Si se observa atentamente la organizacién social, se encontraré la més perfecta regularidad en sus evoluciones, el acuerdo més completo en to- dos los intereses; y el individuo que busca su propio bienestar, contribu- ye a la felicidad comin: asf, el mal fisico da severas lecciones que impi- den el desarrollo del moral, poniendo al hombre en capacidad de reme- diarlo. Hermosisima armonfa que hace brotar en nuestras almas esa fuente de agua viva que Hamamos fe; que nos adormece deliciosamente al arru- Mo consolador de la esperanza y que mostréndonos a la sociedad avanzan- do con paso firme en el camino del bien por los avisos del mal, y a los miembros de Ja familia humana estrechamente unidos entre sf para la con- secucién de tan grande obra, nos hace ver a Jos hombres como herma- nos ligados por los lazos de Ja caridad y de los intereses. Bellisima armo- nfa que en nada difiere del orden inmutable que la astronomfa demuestra en los movimientos que ejecutan en el espacio esos inmensos globos ce- lestes; de los procesos regulares de la vida que la biologia ha sorprendida introduciéndose en el secreto de los érganos; de la maravillosa transfor- macién de la materia y su paso permanente del estado inorgdnico al or- ganizado y viceversa; y que arrebatando al sabio de admiracién y de en- tusiasmo le hace sumergir las sienes en el polvo, y exclamar poseido de profunda reverencia y fervoroso arrobamiento: Digitus Dei est hic. Pero el mejor medio, cefiores, para demostrar mi tesis es el examen de los hechos, porque si el hombre es perfectible se perfecciona, y el espiritu cient{fico aplicado a los sucesos que nos refiere la historia, har& hrotar de ellos las leyes que tigen las grandes evoluciones de la humani- dad. y nos manifestaré a ésta en continuo ascenso hacia la civilizacién. Suplicoos continuéis dispensindome vuestra atencién. 398 Encontréndose el espiritu humano al principio de su carrera cientifica en presencia de los numerosos y variados fendmenos de la naturaleza, y no hallando en ellos la razén de su existencia, se lanzé en investigaciones atrevidas sobre la esencia de las cosas, y pretendié conocer la causa pri- mera y la razdn ultima de la creacién: ast, desde la més remota antigiie- dad, se agitan las grandes concepciones metaffsicas que, hasta poco tiem- po ha, tenfan en efervescencia los espiritus. Pero lo absoluto cs inaccesible al cspititu humano que, sicndo limi- tado, no puede dar solucién sino a cuestiones que tengan este cardcter, y sien los tiempos primitivos las ciencias estaban confundides con Ia me- taffsica, segdn se ve por los escritos de Anaxdgoras, Jendfanes y Parmé. nides, ya en el siglo V antes de Jesuctisto se habian acumulado bastantes observaciones de la naturaleza, y Sécrates satisfizo una necesidad apre- miante separando la filosoffa de las ciencias. De entonces acd, cada una ha seguido su camino: la metafisica agitando eternamente las mismas cues- tiones sin hallarles jamés una solucién que obtenga el asentimiento de todos Ios espfritus, porque sus principios son indemostrables, como que estén fuera de la experiencia, La antigiedad ha visto las luchas de la Academia, del peripatetismo, del epicureismo, del estoicismo, del escepti- cismo; y cuando estas grandes concepciones comenzaron a menguarse, el neoplatonismo adquirié el ascendiente sobre los espfritus. Pero la filosoffa antigua desaparecié con la sociedad antigua, y la metaffsica pagana con la religién pagana; entonces comienza la metafisica de la época cristiana y los mismos problemas son agitados en Jas escuelas: la Edad Media los discu- te baio los nombres de nominalismo, de tealismo y de conceptualismo; sutgen despnés las doctrinas de Descartes, de Spinoza, de Locke y de Con- dillac, la critica de Kant, las especulaciones de Fichte, de Schelling y de Hegel. jTantas y tantas doctrinas disputando sobre la base misma de sus concepciones! Construcciones nuevas que se levantan sobre las ruinas de las antiguas. El papel de la metafisica ha sido, en verdad, esencialmente eritico; as- nirando a hailar solucién a Ias cuestiones absolutas por las solas luces de Ja razén, ha sido enemiga constante de los poderes religiosos y de todo orden nolitico y moral; ha hecho gestiones repetidas para destruir lo exis- tente, y sustituirlo con teorfas que, desprovistas de sdlido fundamento, se desvanecen como el humo y mas de una vez ha conducido los filésofos al materialismo. La metafisica antigua miné las bascs mentales del poli- tefsmo; la metafisica modetna ha asestado ctudos golpes al establecimiento catélico; y de sv seno han salido tantos factores de doctrinas socialistas. Por eso los sabios de estos tiempos la han suprimido del mimero de las ciencias, relegdndola al indtil cuadro de las especulaciones del espirita en su impotente esfuerzo por alcanzar lo imposible. Las ciencias, por cl contrario, nos ofrecen un sello del todo diferent: sus verdades son etetnas, su marcha ascendente, su cardcter positive, su dominio universal. Los problemas mateméticos, astronémicos, o fisicos, 399 Jos resuelven igualmente los sabios de todos los paises; los problemas me- tafisicos tienen una solucién muy diversa en Paris y en San Petersburgo, en Londres y en Berlin. Todos los fisicos y astrénomos estén de acuerdo en que los cuerpos se atraen en razén directa de las masas ¢ inversa de los cuadrados de las distancias. Los metafisicos sittian el alma, unos, en el atomo; otros, en todo el cuerpo; otros, en la glindula pineal y, otros, més atrevidos, la niegan totalmente. ¢Quién puede entenderlos en’ medio de tanta algarabia? Mientras que cuando la inteligencia ha legado a conquistar una ver- dad cientifica entra definitivamente a formar parte de su dominio, y la menor ojeada basta para comprender que el estado actual es superior al estado pasado. Las mateméticas son Ia més antigua de las ciencias, por ser la més simple; siendo su objeto la extensién y los ntimeros, y encontrando la mayoria de sus leyes en la raz6n humana, sélo le bastan muy pocos datos experimentales para construir, por la deduccién, el vastisimo edificio de los conocimientos que encierra. La astronom{a, conecida desde la antigiiedad en sus condiciones esté- ticas, y séto en los tiempos modernos en sus condiciones dinémicas, ocu- pa el segundo lugar jerérquico y cronolégico: ella toma mas de la expe- riencia, y para Ilegar al conocimiento de las leyes que rigen los movimien- tos planetarios, necesita como auxilio obligado de las mateméticas. Dejando las especulaciones sobre la extensién y el movimiento, y so- bre los cuerpos celestes, aparece un nuevo orden de fendmenos naturales gue pertenece a la fisica: la pesantez, el sonido, el calor, la luz, Ia elec- tricidad y el magnetismo, Ciencia mas compleja que las anteriores, por- que toma més de la experiencia, y que necesita de las mateméticas para penetrar por la teorfa en las regles de las covas, y de fa astzonomfa, @ 1a que esté ligada por los fenémenos de la pesantez, modo de ser de la gra- vitacién universal. Bosquejada por Arquimedes, ha recibido después sus brillantes desarrollos. Llegendo a fenémenos més particulates hallamos Ia ciencia que estu- dia los elementos en sus acciones moleculares: 1a quimica viene después de la fisica, sin cuyos conocimientos no puede dar un paso; la luz, el calor y la electricidad desempefian un importante papel en los fenémenos qui- micos. En ella termina la influencia directa de las matemiticas; asi, sus teorfas, desprovistas de este poderoso socorro, son més restringidas en su alcance y en su previsién, cardcter que se marca més en les ciencias sub- yacentes. Los alquimistas, empefados en buscar la piedta filosofal y el elixir de larga vida, dejaron una multitud de hechos de que apoderado el espiritu sintético, construyé la ciencia que nacié a fincs del siglo ultimo. La quimica es el lazo de unién entre el mundo inorgénico y el orga- nizado; es necesatia al desenvolvimiento de la gran ciencia de los seres vivos, 0 sea le biologia, a la que ensefia que estos cuerpos estén compues- tos de elementos inorgénicos; que la materia se cambia constantemente 400 entre los dos reinos; que la nutricién y la reproduccién, funciones que constituyen la vida entera del vegetal y una gran parte de la del animal, no son sino un inmenso trabajo de composiciones moleculares. Se nos presenta aqui una anomalia aparente en el orden cronolégico: Aristételes, Hipécrates, Heréfilo, Erasfstrato y Galeno hicieron trabajos positivos en biologia, porque ella podia ser alanzada por sus condiciones estéticas, o sea la anatomia y la biotaxia; pero no hizo progresos en sus condiciones dindmicas, sino después de los inmortales descubrimientos Bichat, y la respiracién, la nutricién y otras funciones, no han sido mejor conocidas, sino cuando lo han permitido los adelantos de la quimica. Ocupa el sexto tango la ciencia social, estrechamente ligada con la biologia y dependiente de ella. El estudio del hombre en sociedad tiene por fundamento el del hombre individual, y fas leyes generales de la vida son el término en que deben ser confrontadas las teorias sociales. El hom- bre influye en la sociedad, y la sociedad en el hombre, en virtud de las relaciones de los seres con los medios. La invencién de la sociologia, na- cida de la apreciacién de Jos hechos histéricos bien filiados y conexiona- dos, cierta el circulo del saber humano, trae definitivamente la ciencia al terreno del positivismo, y permite la reunién en un cuerpo de doctrina de las nociones abstractas o generales que comprenden las seis grandes ciones de los conocimientos humanos, satisfaciendo la necesidad irresi ble que de Ia unidad tiene nuestra razén y conduciendo naturalmente el espiritu a la filosoffa positiva, cteacién del genio de M. Augusto Comte. De lo expuesto se deduce que es imposible negar el progreso de las ciencias; no lo es menos dudar del de Ja industria, las artes y Ja libertad. La sociologia ha demostrado con cl cardcter de certeza que distingue a Jas nociones cientificas, que toda ¢poca histérica es el resultado de la época anterior, y que si retrogradamos en el curso de los siglos hallaremos el estado primitivo de la humanidad, bien que la histotia se detenga en os imperios de Egipto, de la India y de China. Ha probado, igualmente, que la humanidad pasa por transformaciones graduales de! salvajismo a la vida némada, a la de pueblos sedentarios que se sostienen por esclavos, al régimen feudal y la servidumbre, a los privilegios de las clases y corpora- ciones, a la preponderancia del poder central y, finalmente, 2 la libre con- cutrencia debida al régimen industrial. ¢Y quién no ve en esta marcha a Ja humanidad ascendiendo y mejorando en ciencias, artes, moral y li- bertad? ‘Al hablaros, sefiores, del salvaje, no he querido referirme al que algunos sofiadores como Rousseau, Raynal, etc., se han complacido en describir: el hombre aislado esté condenado a perecer, porque sus nece- sidades exceden con mucho al alcance de sus facultades; hablo del salvaje cual lo concibe Ja razén; cual existe todavia en muchos puntos del globo; cual lo han descrito Peron, Cook, el barén de Humboldt y todos los via- jeros que le han observado. El hombre en este estado se reine en tribus que se mantienen de la caza y de Ja pesca, y como para conseguirlas nece- 401 sita una vasta extensién de terreno para sus correrias, hace la guerta a las tribus vecinas; guerra a muerte, porque es pata suprimir bocas que le disputan el. sustento. Logra al fin domar algunos animales que le suministran en parte el alimento y pasa al segundo estado, 0 sea al de pastor. Ya no hace la guetra tan slo pata destruir, sino que conserva algunos prisioneros que utiliza como esclavos en el cuido de los rebatios. Agobiado todavia de fatiga, pone en juego su inteligencia para salir del malestar, principia a dedicatse al cultivo de la tierra y descubre el ce- real, grano que puede Ilamarse civilizador por excelencia. El hombre se radica al terreno, entra en la vida sedentaria, y se hace agricultor. Asegu- rada la subsistencia por la fécil conservacién de sus abundantes cosechas, puede disponer de algiin tiempo y observar mejor los hechos y fenémenos que le rodean, entregindose a ensayos y experiencias que dan por resul- tado Ia creacién de tas demés industrias y, loego, de tas ciencias en ef orden cronolégico que dejamos apuntado. Hace entonces la guerra, no ya para exterminar a su enemigo, sino para esclavizar los numerosos brazos que requieren las industrias, especialmente la agricola. Pero el esclavo condenado bajo el foete de su sefior al ejercicio de los conocimientos ad- quitidos, se apropia Ja industria y el saber, al paso que aquél, ocupado tan sdlo de la carrera de las armas, y depravado por los botines de! sa- queo, y por las riquezas, productos de cosechas que ningtin esfuerzo le han costado, se abandona al ocio y degrada sus facultades intelectuales. Numerosos esclavos duefios del saber préctico, morales y acostumbrados al trabajo, al frente de pocos sefiores encenagados en los vicios de la ociosidad, tuvo, por consecuencia, las insurrecciones que, si fracasaron al principio, alcanzaron poco a poco en las luchas sucesivas las franquicias de los derechos del hombre. No de otro modo es que el esclavo ha pasado a la condicién de siervo, y de ésta, de siglo en siglo, a la de vasallo, stib- dito y proletario, y se esfuerza por Hegar a la de ciudadano, lo que prin- cipia a conseguirse en los pafses mds adelantados, Echando una ojeada comprensiva de todos estos estados, gno se ve al hombre mejorando al cambiarse de pueblos cazadores en pastores, des- pués en agricultores y, finalmente, por la zedencién paulatina del esclavo, hacerse todos més industriales, mas sabios, mds morales y més libres? La humanidad en estas lachas aspiraba al goce de los derechos po- liticos, que no Ilegé a poseer sino cuando en el estado de vasallos los re- yes y sefiores hubicron de convenir en las asociaciones comuneles. Au- mentando estos derechos en los estados sucesivos, ha legado el pucblo hasta poner individuos de su seno en los tronos europeos y, sobre todo, bajo el solio pontificio, Existen, sin embargo, muchos privilegios, patti- monios exclusives de la autoridad central; pero el progreso de las luces va haciendo decaer estos sistemas para sustituirlos con el dominio de las ciencias positivas y del régimen industrial que es su consecuencia, 402 Hemos visto, sefiores, en esta marcha de Ja humanidad, a la clase tabajadora aprendiendo en la esclavitud y en medio de las penas que le proporcionan los modos de ser sucesivos, para poder Ilegar a constituir la masa de los hombres titiles de hoy. Nueva prueba de la intervenciéa di- vina en los sucesos de Ia historia, Todo hecho, por inicuo que parezca, tiene su raz6n de sez, que no llega a comprenderse, sino cuando terminada una evolucién la podemos ver en todas sus fases. Estas mutaciones prepa- ran el imperio de la ciencia y de la industria, sistema més moral, y en el que domina la més amplia libertad. Pero se acusa a la industria, 0 sea In accién de las facultades huma- nas aplicadas a alguna ttil y honrosa ocupacién, y a la vida industrial, o sea aquella en que las profesiones estén libres en derecho de fraude y de violencia, se las acusa, repito, de ser materialistas, antipoéticas, anticien- tificas y antisociales, {Qué absurdo, sefiores! Es bajo ef régimen industrial que nuestras facultades toman el vuelo més poéticamente animado, més sabiamente dirigido, més moral y socialmente regulares de que sean susceptibles. 2¥ qué significa que la vida industrial es antipoética? zAcaso el sen- timiento de lo justo, no envuelve en sf el sentimiento de lo bello? ¢¥ no son las bellas artes uno de los primeros ramos de la industria? 2Y dénde esta el prosaismo de que se acusa a los progresos actuales de Ia industria? ¢Por ventura nos olvidamos de fa exaltacién y el entu- siasmo con que hoy se acoge en los pafses més industriosos a las artes que hablan a la imaginacién y al sentimiento? ¢¥ los brillantes triunfos que han obtenido en el mundo industrial los Talma, los Malibrén, los Mario, los Verne, los Dumas, los Lamartine y los Hugo, no manifiestan esplén- didamente el favor que se dispensa a las artes liberales? Platén querfa que se echase a los poetas de su repiblica cubriéndolos de flores; nosotros los adornamos con ellas y los retenemos en nuestra esfera, Nada hay tan poético como las obras de la industria. “jCudn bella es —exclamaba Buffon— esta naturaleza animada! jCudn brillante y pom- posamente adornada estd por las manos del hombre!” “Hay mds verda- dera poesia —ha dicho uno de los mayores poetas de Francia, M. de Lamartine— en este movimiento febril dei mundo industrial que hace al hierro, al agua, al fuego y a todos los elementos servidores animados del hombre, que en la inercia de la ignorancia y de !a esterilidad, y en el re- oso contemplative de una naturaleza inactive”. ¢Cudles son las fantasti- cas creaciones de Las Mil y Una Noches que no haya realizado la indus- tria? ¢Qué cosa hay més prodigiosa que el poder de evocar las fuerzas de la naturaleza, dominarlas y hacerlas a la vez las mas sumisas esclavas, y las més poderosas auxiliares del hombre? gPueden compararse las sris- tes ciudades antiguas, con las modernas capitales de calles rectas y em- baldosadas, suntuosos edificios, grandiosos monumentos, espaciosas plazas, magnificos paseos, risuefios y embalsamados jardines? ¢Qué agente de ilu- minacién podrfa oponer Ja antigiiedad al deslumbrante gas que el genio 403 del hombre ha ido a sacar de las tenebrosas minas de hulla? ¢Qué cotce- Jes habrian podido conducir al gran rey con la impetuosidad, la precisién y la seguridad de esas méquinas milagrosas, hoy a la disposicién de todo el mondo, que arrastran no sélo un hombre, sino poblaciones enteras con la velocidad media de diez leguas por hora? ¢¥ en qué es més poético el mezquino barquichuelo que condujo a los Argonautas a la Célchide, que el navio de vapor que franquea en doce dias el Atléntico? ¢Y qué hay de més maravilloso en la navegacién débil que canta el autor de La Odisea, que en nuestras citcunnavepaciones y excursiones atrevidas a los hielos polazes? ¢Y por qué enternecetse ante los miserables bajeles que combatieron en Salamina y Accio, y permanecer de hielo ante nuestros soberbios navios de guerra, empavesados y lujosamente adornados con pabellones y gallardetes, velados con la nube de su velamen, y haciendo fuego con todos sus cafiones a la vez? g¥ no son encantadores esos miles de millones de obras artisticas en que se ha vencido la fragilidad del cris- tal, la dureza del oro y de la plata, pata hacerlos entrar en tejidos, ador- nos y otra multitud de objetos, cada uno de los cuales encietra més poesia que todo lo que haya podido sonar !a antigtedad? ¢¥ cual habria sido el pasmo del sublime Homero, del divino Platén, del lirico Horacio, del dul- cisimo Virgilio, del enamorado Ovidio, y de tantos otros poetas y filé- sofos antiguos si se hubieran encontrado de improviso ante la estupenda maravilla del Palacio de Cristal de la Exposicién de Londres? ¢Y no pa- rece pasar el Limite de las facultades humanas el ver conversar a dos per- sonas, la una en Inglaterra, la otra en los Estados Unidos? “La naturale- za inculta —ha dicho Buffon— es fria y moribunda”. Son bellas las ma- ravillas de la creacién; pero es més bello ver Ja mano del hombre conti- nuando las obras de la divinidad, e¥ qué quiere decir que la industria perjudica al desarrollo de la ciencia? En los pueblos libres ¢ industriosos el estudio es el trabajo serio de hombres que viven todos de las conquistas que hacen a la naturaleza, y que se empefian en encontrar sus leyes para plegarlas al servicio de la humanidad: el sabio trabaja para ser titi] al artista; éste pone en prictica los descubrimientos del sabio, Las artes, se dice, nos materializan porque nos separan de las especu- laciones sobre Ja esencia de las cosas, la causa primera y la taz6n tiltima de todo; pero eno es tiempo perdido el que empleamos en buscar lo que no podemos comprender? Si la industria es favorable al desarrollo de las ciencias y Jas artes, no Jo es menos al de las buenas costumbres. El inmoderado deseo del oro, el fausto, la personalidad, vicios que se atribuyen a la industria, son por desgracia inherentes al corazén humano y han dado nacimiento a los mo- nopolios y privilegios que el régimen industrial se esfuerza en hacer desaparecer. ¢Y no es insensato echar en cara la avaricia a un régimen en que la libre concurrencia es la ley inflexible del trabajo, en que la aboli- cién de los privilegios restringe las ganancias? El fausto es el vicio de los 404 palses en que fas fortunas se levantan de la noche a la maiiana; ¢cémo atribuirlo a un sistema en que el hombze necesita actividad y economfa para alcanzar la riqueza? AIK en donde el ardor de una ganancia inmode- rada cierra el corazén a ta justicia, se comprende el egofsmo, y el que con- culca lo jus:o mal puede ser benevolente; acostumbrados, por el contrario, a Ja justicia los hombres industriosos son, necesariamente, caritativos, por- que las vittudes se enlazan y se fortifican reciprocemente. En fin, seiioxes, la industria que hoy se afecta presentar como Ia fuente de todas los vicios es Ja madre de las buenas costumbres. La industria perfecciona también las relaciones sociales. Desde el mo- mento que se ha probado que todos [os intereses son arménicos, el régi- men de la libre concurtencia debe necesariamente conducit a Ia paz; y si todavia la guerra comparte con aquélla el dominio del mundo, es porque no se han extinguido los privilegios; pero la sociologia nos deja ver por el pasado, el porvenir, y a través de las nubes de humo y sangre que surgen todavia de los campos de batalla, divisemos Ia risuetia aurora del ber- moso dia de Ia paz; y en el hotizonte de la humanidad en que atin se agrupan algunos nubarrones, columbramos les albores que preceden al radiante astro que ha de ihiminar los dias felices de la especie humana; dias en que el positivismo se haya aduefiado de todas Jas inteligencias; en que el régimen industrial gobiemne a mundo; en que el hombte sea libre porque habré separado los obstéculos que se oponen al ejercicio de sus facultades; y en que cada uno seré juzgado por sus métitos. Creo, sefiores, haber demestrado Ja armonia en el progreso de las ideas cuya conjunte constituye la civilizacién por las leyes del espfritu humano, por les leyes sociolégicas, y por Ia filiacién de los hechos histéricos. Vosotros, jévenes que os dedicdis a la noble carrera del saber, no des- mayéis en la ploriose jornada que habéis comenzado. Vososros, fos unos en el poder, los otros en la opinién piblica, tendréis mafiana en vuestras manos los destinos de la patria; no olvidéis que las ciencias y las artes han importado definitivamente Ja idea del progreso al lado de la del or- den sdlo conacida de los antiguos. La sociedad tiene dos necesidades igual- mente imperiosas, el orden y el progreso; es uno tan andrquico cuando pone trabas al progreso, como cuando perturba el orden. Dos grandes partidos se han dividido Ia direccién de la humanidad: el partido del orden y el partido del progreso, En sus perennes luchas han dejado asomar ta cabeza a un tetcero, el conservador, que niega los principios en nombre de las consecuencias, y las consecuencias en el de fos principios. Todos han hecho muchos males; porque es tan imposible el lanzar prematuramente a un pueblo en una civilizacién demasiado avanzada, como el rechazatlo intem- pestivamente en una civilizacién abandonads. En todo fendmeno natural, y la sociedad es uno, la intervencién humana no es eficaz sino a condicién de conocer a ley; no hay, pues, gobierno verdaderamente sélido sino el que satisface al orden y al progreso: para Ia conciliacién de los dos par- tidos es necesario que el del orden deje de ser retrégrado, y el del pro- 405 greso deje de ser revolucionario. Creer que es posible el orden por la res- tauracién de las antiguas cosas, es un error; creer que baste a la sociedad las continuas luchas para la destruccién de lo antiguo y de lo actual es owro error; pero pedir que las mutaciones necesarias se cumplan sin de- sorden, o que Ja conservacién del orden no se oponga al cumplimiento de las mutaciones necesatias, es, bajo dos férmulas equivalentes, asentar el problema politico en su totalidad. Pero tales mutaciones necesarias no se realizen al acaso y de una ma- neta desordenada: ha aguardado el Supremo Hacedor, someter las evo- luciones sociales a leyes tan invariables como las que rigen la naturaleza fisica, y como dichas leyes levan consigo su sancién inevitable, el obrar en desacuerdo con ellas es emplearlas contra sf. Por tanto, por més que oigiis deci que las cucstiones sociales se resuelven, sobre todo en Amé- rica, por la intuicién y el sentimiento, estad seguros que son vanas pala- bras que no suenan tanto sino por el vacfo que encierran. A cada paso oiréis pronosticar lides y cruzadas, olvidando que la filiacién histérica ha puesto en completo descrédito tales ideas, cuando nos muestra a todas as naciones tendiendo por e} progreso social, al par que por el intelectual y material, a la unidad de Ia gran familia humana, e¥ no se ha hecho de moda el dejarse arrastrar por el ardor de 1a ju- ventud, y en cuestiones de tanta trascendencia como las en que se crnzan Js intezeses de las naciones, abandonar el campo del raciocinio y de ta ciencia, para clevarse en las alas de la fantasia y perderse en las regiones del ideal? z¥ no nos sucede con frecuencia que, llevados por un exceso de patriotismo, faltemos a la gratitud y al respeto debidos a nucstros antepa- sados, y exponiéndonos a causar mayores males que los que tratamos de remediar, nos deslicemos hasta el punto de soltar injustas invectivas con- tra Europa de quien hemos recibido toda nuestra civilizacién? Maldigamos, si, maldigamos las inicuas pretensiones de algunos gabinetes colocados a retaguardia en el progreso curopeo, pero no envolvamos en nuestra exe- cracién 2 Europa entera, ni arrojemos a la faz de las naciones hechos cri- minales que ellas no autorizan, ‘América, jévenes, estd llamada a grandes destinos en el porvenir de la humanidad, 'y sois vosotros del ntimero de los obreros que han de realizar tan magna obra; pero no sera, ciertamente, por inspiracién, ni por luchas fratticidas, ni por las que yo lamaria parricidas con naciones que hoy sirvea de tipo al mundo, como modelos de progreso intelectual y material, de buenas costumbres, de relaciones sociales y de verdadera libertad. Elevaos, pues, por vuestra ilustracién y moralidad a la alture de vues- tra misién; tened siempre presente que el triunfo més seguro es el triunfo de la verdad; no olvidéis que es de la cabeza del hombre ilustrado y que ha tenido tiempo de conocer el mundo, que salen juicios rectos sobre todas las cosas; despreciad a los declamadores que, como dijo uno de nuestros oradores sagrados?, “lisonjean hoy a la multitud, como adorarén manaiia 2 Doctor José M. Alegria. 406 Ja tirania”; infiltrad los conocimientos en todas las condiciones sociales; honrad el trabajo, y procurad el desarrollo de la industria; empefios en buscar Ia verdadera fuente de riqueza del pais, para que explotindola, os hagdis felices siendo justos; cultivad una buena amistad con naciones que més adelantadas que nosotros en raz6n de su edad, ni tienen, ni pueden tener aspiraciones de conquista; y seremos libres, 'y habremos merecido ser llamados en el mundo civilizado Venezuela. A vosotros, dignisimo rector e ilustres profesores, que con laudable constancia consagrdis vuestros afanes y desvelos a fa ilustracién de Ia estu- diosa juventud, a vosotros ditigiré mis ulrimas palabras. Sois vosotros las robustas columnas de este templo de la sabidurfa; vosotros, los padres de la ciencia; vosotros, Jos mentores de esta numerosa juventud; en vosottos estan vinculadas las esperanzas de Venezucla. En cada uno de estos tiernos pechos arde y brilla la lama del saber; sopladla para que no se extinga, que en ese fuego sagtado enciende sus antorchas la civilizacién, Haced de este antiguo plantel de Ia ensefianza un semillero inagotable de ciencia y de virtud para la Repéblica, Continuad, continuad infatigables, joh ilus- tres maestros!, la obra meritoria a que consagré toda su vida e! patriota, el bumanitario, et sabio, el modesto Vargas. He dicho. 22 JORGE LAGARRIGUE (Chile) POSITIVISMO Y CATOLICISMO * Seiiores: Antes de separatnos, debo resumir esta larga exposicién, indicando los principales caracteres de la gran doctrina que viene a esteblecer una armo- nia completa y definitiva en el individuo, en la familia, cn la patria, y en Ta Humanidad, Més que ninguna de las doctrinas que la han precedido y preparado, ella merece el bello titulo de Religién, porque ella sola ha abrazado y coordinado en toda su plenitud, las tres partes constitutivas de nuestra existencia individual y social: el sentimiento, la inteligencia y la actividad. Indispensable al orden y al progreso de toda sociedad, la Religién, como Jo indica esa palabra admizablemente construida, no tiene, en efecto, otto fin que realizat en nuestra vida personal y social un estado de completa unided, de plena armonfa, haciendo converger todas sus partes * Con esta conferencia terminé 1a exposicién sobre la Religién de la Humanidad segiin el Catecismo Positivista de Augusto Comte. 1884. 407

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