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UL SMAND] vyad Tarp, =p BuETfaiseD woISIEA, SATALOLSIUV NA MAS TAG VWATIOUd TA ANONAGAY AUUAId 209-2 Y ‘Titulo original: Le probleme de W'etre cher Aristote © 1962, Presses Usivansrraimss ve France, Paris. © 1974, TAURUS EDICIONES, s. A. Principe de Vergara, 81, 1°-Manené ISBN: 8430611762 Depésito legal: M. 4.527 1981 PRINTED IN SPAIN PROLOGO Sine Thoma mutus ertet Aricoteles. (Pico ne 14 Minawoor.) [AI principio de su lecci6n de apertura de curso de 1862 acerca de Le signifcacion miltiple del ser en Aristételes', sefalaba Bren- Jo presuntuosa que podia parecer, tas vente sels de omen interrumpido y unos cuantos decenios de exégesisfilol6- Sef ccna de dec dgo mac 3 opto Asks y pedia que, en gracia a su javentud, ‘se le perdonase la temeridad filosofia antigua inaugurado por Victor Cousin * habla producido ya al brillante Ensayo de Ravaisson sobre la Metaftsica de Arist6teles?, ¢ iba a confirmarse, por citar sélo autores ya clésicos, con los impor- tantes estudios de Hamelin, de Rodicr®, de Robin*, de Rivaud’, 1 Vor de mamidchee Bdentong. dex Senden mach Arie, Pi a Be re ss (ws me de wo ot ene tte ontazo pox is cna 2 Cis woner ype i et cieHoaia sto lem de una eaduc: ‘iin delibeo Aide a Metafisics. La 2 ed, 1838, dems. una tem urn dal libro A) Se dete dos dips de V. Cousin “Pieont 9 Ta primera traduccidn francesa integra, ain hoy utiliable, de la este ‘Ausrorszs (1800), 4 Le syteme d’Aristote, curso impartide en 1904-1905, publicado en 1920. 5 Che. Eindes: de’ philosophic grecque, 1923. Ue orc acncierne dep Tle ot des Nombres Capris Arte 1908; Aristote, 1944; cit. Le pensée belléwique des origines a Epleure, 1942, 7 B de Bréhier'. Al mismo tiempo, el renacimiento neotomista se aden- traba desde’ muy pronto en el camino de la investigacién histérica, ‘especialmente en Bélgica, dando lugar a los notables trabajos de mon- sefior Mansion y sus discipulos®. En Inglaterra, la gran tradicién fi- Joséfica de Cambridge y Oxford iba a aplicar muy pronto al atistote- lismo las cualidades de precisién analitica y clegancia exposit itiva que ‘habfan avalorado sus estudios sobre Platén; sir David os ‘iba a ser cl principal promotor, en Oxford, de ese renacimiento de Aristé- teles®. En Alemania, donde pese a Lutero y gracias a Leibniz nunca se habia quebrantado seriamente la tradicién filoséfica del aristotelis- mo, i son_todo_de_la historia, spoyada en Ia filolosia, debian llegar los més fecundos impulsos para Ia investiga- ‘Gn aristotdlia; desde este punto de vista, Brentano prolongaba la tradicién ya ejemplificada por Trendelenburg y Bonitz, y que en Jos afios si eae occlitaris co ta Grate 6: ta rman oel colicin del Aristételes de Ia Academia de Berlin, pronto seguida por Ia edicién ain més monumental de sus comentaristas griegos ®; y tna vez més seria la flologia, con las decsivas obras de W. Jaeger acerca de la evolucién de Aristételes ™, Ia que iba a obligar a los f- sofos a un radical replanteamiento de sus interpretaciones. Puede decir que, desde 1925, la csi totalidad de la literatura arsttélica es una respuesta a W. Jaeger %, oad ae mt i ih mel Ses ale re il cee Lovsina, 1938. Cr Scions y comanuron de Ie Mees (1924, 1s Face (1996) oe rimeror 9 Sequrdas Anche (1999), la direcaién de la coleccion Works of Anstotle translated. into English, 1908-1952; y Ia obra ‘rirode, Londres, 1923 (ad. fess, 1928). Ce. Journal of Hellen: Stade, ‘ol, ig 1997 (hoinenaje 2: W. D. Ros), WW" Sobze exe punt, neat inccines en Y. BeLAvAl, Pour comma ibn, ‘coatiene el Index aristoteticus de Bontr2). ape teak iF Pre sige M Shuden sar Entebangecbche der Metsphyik des Arisotles, 912; Arizoteer: Grandleginy. ener Geschcte seiner Entaiotong, We ed, Woh clus Lage ds Arenccictietengs Zetec pice Facey, E Tous ge lab Tio, L, Bouncay, aRappat oat Tet deta earl. ews, Meter de Conpes G. Bada, Ipen, 1958, pp, 4174; Welt, Een recat do question arisrticennes, Iormation aera, 1553, pp. 31: . Acerca de la metafisica aristotélica, que send el objeto exencial de uestro estudio, los trabajos ‘todo en Francia— son sin duda menos abundantes que sobre otras partes de esa filosofia: por ejem- Blo, fis oa Kin. Can todo, el peoblems del ser en cone ‘ret, ya lugar a por Jo menos dos estudios cuyo objeto pa- rece confundirse con el nuestro: el ya citado de Brentano, y el més reciente del P. Owens sobre La dactrina del ser en la metafisica de Aristételes ™; esta dlhima obra, aparecida en 1951, y apoyada en una bibliografia de 527 titulos, imposibilitaria al parecer cualquier inves- ‘igncién realmente nueva sobre el tema. ‘Ast pues, resulta necesario justificar Ia oportunided de muestra empresa, y definir Ia originalidad de nuestras intenciones y método por respecto al conjunto de comentarios e interpretaciones. Nuestro se en s Sar re Be eee io Io ‘radiciin, fo al aristotelisn Ean dene pos he -no viendo ex ella inks modestia de todo intérprete, siempre preocupado por eladat qunson 4 deta: buble dca cence ove coherent de Seat zacién y retorno a las fuentes tiene un sentido preciso, tratindose de “AristSteles, No es éste el lugar para recordar en qué condiciones, cada ‘vez mejor aclaradas pot la erudicién contempordnea ", se ha trans- smitido a la posteridad la obea aristotélica. Pero no enie, cluso —y sobre todo— ey la-comprension fioséfica, te: ee ee Gb cC otlet ay tintin iia ste ao wa Scene et Re er harap o Hibs be ta oA i Daan, Saal de kite He EDO Me tot ae a at oc Syne 2A de Hap, wo 18 lt sone ee eee 2 ee Pier ae eo dene uae ey ee oe Sie heetieks prerec tael p k peaitaede eta bomber in the Aristotelian Metapl s, Toronto, 1951. The Deetrne of Bein 8 Che tbe todo, P. Monto, Les lives ancient des euoraaes @Arie= Lava 9 Dicho Corpus es de tal modo andnimo que recientemente ha sido. po- ‘sible mantener (J. ZORCHER, lees Wen aed Geist, paces 378) ag nee eas eee ee ey ee = t0 abstraldo de su filosofia. Aquello que nos hemos habituado Eonsiderar bajo el nombre de Aristteles no es e! fldsofo ast lame. “do, y ni siqaiera su andadura filoséfica efectiva, sino un filosofema, el residuo.tardfo de una filosofia de 1a cual se olvidé muy pronto ue fue la de un hombre exiivente. «Nos imaginamos siempre a Pla- tn y Avistoteles —decia Pascal" vestidos con grandes togas ma- strales.» Por lo que a Platén concierne, los progresos eruditos han ido buena cuenta hace tiempo de semejantes visiones. Pero cuando se trata de Aristételes, seguimos sorprendiéadonos un tanto al ente- ramos de que forma parte de esa «buena gente que, como todo el ‘mundo, bromea con sus amigos», y padecia del est6mago™. Esta recuperacién del Aristdteles vivo no tendria més interés 41 anecdético, si el anonimato bajo el cual han sepultado su obra tes de srs no bier nid detament es interpretaciones de su filosofia. Imaginemos por un instante que se desclbrise hoy, en un sotano de Koenigaberg, el conjunto de lat cobras manuscritas de un filésofo llamado Kant, que basta el momen- to s6lo fuera conocido por sus , sus discursos académicos, caso un tratado 0 dos de , vel recuerdo semilegendario de Su ensefanza; la fareea misina de la hiptess, Ia cual supondtfa que tno ha habido postkantismo ni neokantismo, nos impide levarla més 'kjos, Sin embargo, nos bast para poner de manifesto Jo que de artifical, y hasta de absurdo en cierto modo, ha podido tener Ia acti- vvidad de los comentaristas que, a partir de la de Andrénico de Rodas, se pusicron a examinar e interpretar los textos de Aristé- teles sin conocer ni el orden efectivo de su composicién ni-el-que ‘Aristétcles pretendia darles, como tampoco los detalles y pore res del , Jos motives y ocasiones de la redaccién, las objecior nes que habla podid susciary Tas rexpucsts de Arnttcles, ete Ima. ginemos una vez més que de Kant hubieran Wegado 2 nosotros, en seve, ls Disraci6n de 1770, as dos ediciones de a Clea de razén' pura y e1 Opus postumum; y sobre todo imaginemos que, jgnorantes de su fa, hubiéramos decidido enfocar dichos es. critos como si fuesen todos contemporineos entre sf e intentfsemos extraer de ellos una doctrina comiin: ni que decir tiene que de tal suerte nuestra concepcién del kantismo ce haba alterado de un modo singular y probablemente scrfa més insulsa. Se impone una primera 2% Pysct, fegrento 331 Branevice 3 Alvmenos esto ex lo que A. W. Bune (The Greek Philosophers, Ty 1. 289, ciado por JoM. Lx Buono, Logigue et méthode chez Aristoe, p. XXIII} ce paler conclu s pare del hecho de que Avistices tone a mertudo como Semple cel paseo cor ticas In sudo, Sobre ls tadiciones concerlentes ¢ i Slosraia de Aciieten ver hoy I. DOniNo, Ariiole tr tbe ancien! Bio arapice tation, Estocolmo, 1951 10 conclusién, opuesta a un error de ptica ampliamente difundido: Jos _comentaristas, incluidos los més antiguos, y aun en el caso de que tuvieran en su poder textos perdides de’ entonces sci ®, no tienen privilegio histérico alguno respecto a nosotros. Al comentar a Aristé- teles mis de cuatro siglos después de su muerte, y estando separados de él no por una tradicién continuada, sino por un eclipse total de su influencia propiamente filoséfica, no se hallaban mejot situados que nosotros para comprenderlo. Siendo asf, comprender a Aristételes de ‘tro modo que los comentaristas, incluidos los griegos, no significa necesaritmente modemizro, sino quief acerarse mis al Arstteles ‘Pues bien: resulta que el aristotelismo que nosotros conocemos —por ejemplo, el de las grandes oposiciones estereotipadas del acto y Ia potencia, la materia y la forma, la substancia y el accidente— es guizd menos el de Aristételes que el de los comentaristas griegos. Interviene aqui una circunstancia histérica, agravante de Ja primera: el estado incompleto en que fueron publicados por André. nico de Rodas los escritos de Aristételes, redescubiertos en el sit slo 12. C., estado incompleto que se hace le a todo lector sin prevenciones en virtud del estilo a menudo alusivo de los textos de Aristételes, el cardcter deshilvanado de sus desarrollos, el hecho de que sea imposible encontrar en ningén lugar de su obra la real zacién de tal 0 cual proyecto expresamente anunciado, o la solucién de tal 0 cual problema solamente formulado. Ese defecto de acaba- do de los escritos de Aristételes conocidos, unido a su dispersin, dicté 2 los comentaristas una tarea que consideraron doble: uni! somata Tal exigencia podia parecer obvia. No por elo dejaba dde encubrir una implicita opcién filoséfica, para librarse de la cual hharén falta siglos. Querer unificar y completar Arist6teles significa admitir que su pensamiento era susceptible, en efecto, de ser unifica- do y completado; significaba querer extracr el aristotelismo de dere cho del Arist6teles de hecho, como si el Aristételes histético no hu- biera llegado a poseer su propia doctrina; valia tanto como suponet que ‘inicamente rezones externas, y talmente una muerte Pematura © un promresvo desinierés por las espculacones flo icas, habtan impedido que Aristételes diese a su sistema caréccer completo y unitatio, Tal opcién no era del todo gratuita: si indujo a Bes comentaritas poseen, en efecto, bien cbs enteas de autores an tiquos, bien cleciones donogrfica, que So fan Hegado thst nosotros mis Ste a tres de lan ces goede els face, exo inlow nf no ee tatibe thls que Se texton y no dena teadiicn ina, que ln bictaunido dices. tent al acsoteliamo, La interesante teniativa Ge Ml Huanoraw (La ‘Deore Iriotciome de Eimelecr dapre Theaphrete, Losing, 198) conde {rece Foro tere tte At ae Commi 10 paula aporar, desde ese punto de vst, sestados cece vor ir nota Sosn Se es ala ca Rew Es eniemey, 1986 pp 3132 i =< error por tanto tiempo fue porque se hallaba inscrita en Ia esencia misma del comentario. ido frente a un conjunto de textos y lo é08, concciendo tan s6lo aquellas intenciones del autor que éste ‘ha fotmulado explicitamente y aquellas realizaciones que han alcan- ado efectividad, el comentatista se encuentra més predispuesto a tomar en cuenta lo que el autor ha dicho que aquello que no ha di- cho; esté més preocupado por lo que se declara que por lo que se silencia, por los éxitos més que por los fracasos. Ignora las contra- icciones del autor, 0, por lo menos, su papel consiste en explicarlas, ‘o sea en negarlas. Conociendo tan s6lo del filésofo el residuo de su ‘ensefianza, cuida mis de la coherencia que de a verdad, y de la ver- ‘Sad légica més que de I verosinilitad hstrica, No Fallando en Aris ®Bteles sino el esbozo de un sistema, no por ello dejars de orientarse segiin la idea de Ia totalidad del sistema. ee de Jo arbitrario de ‘sus presupuestos, se aprecian entonces los peligros de semejante mé- todo; pues si la’sintesis no esté en los textos, forzosamente tendré que estar Ia idea de la sintesis en el espiritu del comentarista. No hay, de hecho, comentarista de Aristételes que no lo sistematice a partit de un idea : Jos comentaristas griegos a partir del neo- Plsonamo, los eicoléstcos a partir de cierta ides del Dios de la ibliay su relacién con el mundo. Cuanto més profundo es el silencio de Aristétcles, més prolija se hace la palabra del comentarista; no ‘comenta el silencio: lo lena; no comenta el mal acabado: Jo acaba; ‘no comenta el aputo: lo resuelve, o cree resolverlo; y acaso lo resvel- vva de veras, pero en otra filosofia. a influencia difusa del comentarismo fue tal que, hasta el final del siglo xtx, nadie puso en doda, pese a las contrarias apatiencias del em l carder sitemitico dela flbsofa de Aisles, Con todo, la interpretacién sistematizante, que, segiin parece, habia al- bergado sus primeras dudas con Suitez™, iba haciéndose cada vez més insegura, cada vez menos satisfecha de si misma, y orientabe su cescontento contra Aristételes mismo. Tras In admirable sintesis de Ravaisson, en Ia cual Plotino y Schelling representaban, ciertamente, ‘un papel mayor que el de Aristételes, surgieron dudes, en autores is ps por la verdad histética, acerca de la coherencia mis: saa de a losin aritoidca. Pero en ver ee ‘cuestionar el cardcter sistemstico de su pensamiento se prefitié proclamar que su sistema fa incoherente.,Seyin Rodier, Arsteles no habriallegado a dec dire ents el punto vista de Ia comprensin el de Ia exe segtin Robin, 1a inconsecuencia brotaria de Ia oscilacién entre una 3 Suktrz eera ya una dualided en la definki6n dela metafca (Die Putationes netaphysicae, 1 paris, disp. T, secciéa 2) % “Rooter, «ltemarques Sur la, conception aristovdlicieane de la substances, Annis gbilespbiqne, 109 (epee sia Eder de phloaphie grec, fp. 165 5, 12 concepcién analitica y otra sintética de la casualidad®;, para Bow- troux, habeia contradiecién entre una teoria del ser para la cual s6lo el individuo es teal y una teotia del conocer para la que sélo hay ciencia de lo general #; Brunschvincg, que habfa mostrado en su tesis ae la duda de Aristételes entre una concern matic y tre biobgica del silogismo *, iba a resumir mis adelante tales oposicio- nes en la de un «natutalismo de la iamanenciao frente a un «artifi cialismo. de la trascendencia», entre cuyos términos Aristételes no hhabria Megado a decidirse ®. Por aquel tiempo, ‘Theodor. describia el conflicto-en-términos.-psicolégicos: Sabitdo por dos persons, el Pla co, incluso «panlogistas, Bs ‘vido de-bservaciones Ver en Aristételes un Platénico que «perdido su alma», pero sin llevar al imite_su_apostasia". Todas estas oposiciones no ci- recian de rasgos comunes, y su convergencia misma era sefal de ss verdad relatva. De un'modo, ener, se oponian tna tox del conocimiento de inspiracién platénica y una teoria del ser que, con- tra Pato, rehailitabe lo sensible, 1o individual, ls materia; 0, dicho ‘con mavor precisién, una noética de lo universal que reclamaba una cosmologfa idealista'y una cosmologia de la contingencia que recla maba una noética empirista. Emancipada de la sintesis tomista y ta, que habfa ordenado las distintas partes del pretendido aristotéico en torno a Ia nocién de analogta, la interpre- tacién moderna buscaba en el platonismo, frecuentemente interpre. tado €1 mismo a Ia Tuz del idealismo exftico, Ia norma 2 partir de la ‘cual ef aristotelismo aparecfa como un platonismo debilitado 0 «con- tenidon, v en cualquier caso inconsecuente, exiando no era el filbsofo mismo quien resultaba acusado de doblez ®. La interpretacién

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