La seguridad y la vanidad
Pp” experiencia propia —que también me ha golpeado- debo admitir
que un director bueno o malo comete a menudo elpecado-de-la~>
vanidad y, desgraciadamente, lo proyecta a sus cantores.
Hay que retomar las fuentes éticas de la interpretacién musi-
cal: es un servicio que cl director-artista presta al compositor, porque
lo admira, porque sc sicnte gencralmente inferior a él, porque se
complace en servirlo, en imitar su emocién creativa, porque-lo-ama
‘mas que asf mismo.
‘A menudo la vanidad parte de una nocién objetiva de seguridad _
por parte del director, que al pretender interpretar esta ejerciendo el
recurso de repetir férmulas que le han conquistado aplausos en anterio-
res oportunidades. Nada més falso. Bs ms creativa laduda, que permite
renovarse continuamente en materia de interpretacién, manteniendo la
afinidad con un arte que al ser temporal, se va recreando continuamente.
Otras veces Nace Ta Vaniidad de considerar que hay obras de
para que los piiblicos se enar-
dezcan al ofrlas. No hay una sola nota escrita que no contenga todos los
elementos de anilisis, duda, desazén, entusiasmo sin limites y atin pena;
al pasar ella hay-queshacer=>
lo sirviendo y no usando
“para”.
Con esta actitud de
conducta evitaremos:la:so-»
ante un buen
resultado celebraremos fn-
timamente el buen acuerdo
que ha permitido comuni-
carnos con un ptblico
receptor silencioso de
nuestras especulaciones
artisticas W