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DAVID GRAEBER HACIA UNA TEORIA ANTROPOLOGICA DEL VALOR La moneda falsa de nuestros suerios . ) e FONDO DE CULTURA ECONOMICA Mexico - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - EcuADoR - Espana Estapos Unipos bE América - GUATEMALA - PERU - VENEZUELA — ~ TRES FORMAS DE HABLAR ACERCA DEL VALOR 43 llegar a tener un resurgimiento: existen esfuerzos recientes en antropo- logia, por ejemplo, el de Charles Nuckolls (1998), de integrar un andlisis del valor como el mencionado con enfoques psicolégicos en antropo- ). — jogia. Pero para los objetivos presentes, lo que importa es que el pri- mer gran esfuerzo de arribar a una teorfa antropoldgica de los valores casi no logré avanzar, y que en la década de 1960, las preocupaciones antropologicas respecto de esos problemas comenzaron a desarrollar- se en dos direcciones opuestas: una miraba hacia la economia; la otra, hacia la lingiifstica. 2. EL INDIVIDUO MAXIMIZADOR PrActicamente desde los inicios de la antropologfa moderna, existieron esfuerzos por aplicar las herramientas de la microeconomia al estudio de las sociedades no occidentales. Hay varias razones por las cuales pa- recfa una decisién obvia. Primero, porque (aparte de la lingiifstica) la economia siempre ha sido la ciencia social capaz de plantear de modo més plausible el reclamo de que procede a la manera de una ciencia natural; por mucho tiempo tuvo la ventaja adicional de ser vista como. el auténtico modelo de ciencia “dura” por parte de la clase de gente que distribuye becas (quienes por lo usual tienen capacitacién en econo- mia). También tiene la ventaja de combinar un modelo extremadamen- te simple de la naturaleza humana con férmulas matematicas extrema- damente complicadas que los no especialistas rara vez entienden y menos atin pueden criticar. Sus premisas son bastante directas. La so- ciedad esta hecha de individuos. Se asume que cualquier individuo tie- ne una idea bastante clara de lo que quiere de la vida, y que trata de lograrlo en la mayor medida posible con la menor cantidad de esfuerzo y sacrificio. (Esto se denomina el enfoque “mini/max”. La gente quiere minimizar sus gastos y maximizar sus beneficios.) Aquello que llama- mos “sociedad” —al menos, si se controla la variable de la “interferen- cia” cultural— es tan solo el resultado de toda esta actividad egofsta. Bronistaw Malinowski ya se quejaba de esta clase de enfoques en 1922, en lo que podria argumentarse fue la primera obra voluminosa de antropologia econémica: Los argonautas del Pacffico occidental. Tal teorfa no servirfa, decfa Malinowski, para explicar el comportamiento econémico en las islas Trobriand: 44 ~ HACIA UNA TEORIA ANTROPOLOGICA DEL VALOR Otro concepto que se debe refutar, de una ver. por todas, es el del Hombre Econémico Primitivo que encontramos en algunos manuales de econo- mfa recientes [...] inspirado en todas sus acciones por una concepcién racionalista del beneficio personal, que logra directamente sus propésitos con el minimo esfuerzo. Un solo caso bien escogido bastarfa para demos- trar hasta qué punto es absurda la idea de que el hombre, en especial el hombre de bajo nivel cultural, actita por motivos puramente econdmicos y de beneficio racionalista. El primitivo trobriandés nos proporciona el ejemplo idoneo para contradecir tan falaz teorfa. Trabaja movido por mo- tivaciones bien complejas, de orden.social y tradicional, y persigue fines que no van encaminados a satisfacer las necesidades inmediatas ni a lo- rar propésitos utilitarios. En efecto, hemos visto en primer lugar que el trabajo no se realiza bajo el principio del minimo esfuerzo. Por el contra- rio, mucho tiempo y energias se dedican a esfuerzos del todo innecesa- rios; entiéndase bien, desde un punto de vista utilitario (Malinowski, 1922: 60 [74]).” Malinowski toma el ejemplo de la actitud que tienen los hombres tro- briandeses hacia sus jardines de fame: la energfa infinita que invierten en competir para que sus jardines sean los mas ordenados y atractivos (esfuerzos que, en términos “econémicos” estrictos, son inttiles), La raz6n de ser del cultivo era que se viese el gran esfuerzo que un hombre podfa empefiar en ello; como resultado, la mitad de lo producido termi- naba pudriéndose porque no habfa quien lo comiera. Es mas, la parte consumida no lo era por el propio cultivador: Sin embargo, lo mas importante es destacar que todo 0 casi todo el fruto del trabajo personal, y por supuesto el excedente que haya podido obtenerse con el esfuerzo suplementario, no se destina al propio individuo sino a sus pa- rientes politicos. Sin entrar en detalles [...] se puede decir que cerca de tres cuartas partes de la cosecha de un individuo se destinan, de una parte, al jefe como tributo y, de otra, al marido y la familia de la hermana (o de la madre) por obligacién (Malinowski, 1922: 60 y 61 [75]. En adelante, los ntimeros que aparecen entre corchetes en las referencias corres- ponden a las paginas de las ediciones en espanol de donde han sido extrafdas las citas. IN. dela T.] TRES FORMAS DE HABLAR ACERCA DEL VALOR 45 En otras palabras, antes que “economizar” sus esfuerzos, los hombres trobriandeses tratan de manera activa de realizar trabajo innecesario; luego entregan los productos a las familias de sus hermanas. No hay si- quiera una reciprocidad directa, por cuanto la propia familia de ese hombre no es alimentada por la familia de su hermana sino por los her- manos de su esposa. Tales ejemplos podrian multiplicarse al infinito, y asf sucedié en los comienzos de la antropologfa; lo cual no significé gran cosa. Cada década ha visto surgir al menos un nuevo intento de volver a situar al individuo maximizador en la teorfa antropolégica, aun cuando, para ello, la teorfa econémica misma suele terminar teniendo que flexibilizarse al maximo. De hecho, el esfuerzo por conciliar las dos disciplinas es, por na- turaleza, contradictorio en varios sentidos. Esto se debe a que la eco- nomia y la antropologia fueron creadas con propésitos opuestos por completo. La economia es sobre todo predictiva. Comenzé a existir, y asi continta, financiada con toda clase de fondos dadivosos porque la gente adinerada quiere saber cual es la conducta probable de otra gen- te adinerada. Como resultado, es también una disciplina que, mas que cualquier otra, tiende a participar del mundo que describe. Es decir, la ciencia econdémica se ocupa ante todo del comportamiento de la gen- te que tiene cierta familiaridad con la economfa, que la ha estudiado o al menos acttia dentro de instituciones que han sido moldeadas por ella. Como disciplina casi siempre jugé un rol en definir las situacio- nes que describe.? A los economistas no parece preocuparles; parecen sentir que, en gran medida, es asi como debe ser. La antropologia, des- de sus comienzos, fue totalmente diferente. Siempre se centré mds en la acci6n de la gente que esta menos influenciada por el mundo teérico o practico en el cual el analista se mueve y opera. Esto se aplica espe- cialmente a los tiempos en que los antropdlogos se vefan a si mismos como quienes estudiaban a los salvajes; pero-hasta nuestros dias, los antropélogos contintian, sobre todo, mas interesados en la gente cuyo entendimiento del mundo y cuyos intereses y ambiciones son distintos a los propios. Como consecuencia, la disciplina suele desarrollarse sin la idea de fomentar esos intereses y ambiciones. Cuando Malinowski ? O.al menos, cuanto mis asf sea, ms posibilidades habré de que sus predicciones sean correctas. 46 HACIA UNA TEORIA ANTROPOLOGICA DEL VALOR trataba de descubrir qué buscaban los agricultores trobriandeses al ac- tuar de la manera en que lo hacian, nunca se le ocurrid, podriamos decir, que, fuera lo que fuese, su libro los ayudarfa a hacerlo mejor. De hecho, a los antropdlogos suele inquietarlos descubrir que alguien esta usando los textos antropolégicos de esa manera, digamos, como una guia para realizar sus propios rituales. La economia, por lo tanto, trata sobre la manera de predecir el com- portamiento individual; la antropologia, sobre cémo comprender las diferencias colectivas. Como resultado, los esfuerzos de apelar a modelos maximizadores en la antropologia siempre terminan cayendo en la misma clase de com- plicados callejones sin salida. Por ejemplo, los estudios de casos clasi- cos de la antropologia econémica —los informes de Franz Boas sobre el potlatch kwakiutl (Boas, 1897, entre otros) 0 los de Malinowski respecto del intercambio kula (Malinowski, 1922)— tenian por objeto sistemas de intercambio que parecian funcionar a partir de principios por com- pleto diferentes a los del observador, en los cuales las figuras principa- les no parecian estar tan preocupadas por acumular riqueza como por competir para ver quién podia desprenderse de mas. En 1925, Marcel Mauss acufié la frase “economfas del don” para describirlas. De hecho, la existencia de dones —aun en las sociedades occiden- tales— siempre ha sido algo problematico para los economistas. Tratar de explicarlos siempre leva hacia alguna variacion de los mismos ar- gumentos circulares, mas bien tontos. P: Si la gente acta solo para maximizar sus ganancias de una u otra forma, ¢c6mo explica entonces que haya gente que haga dones a cambio de nada? R: Estan tratando de maximizar su posicién social, o el honor, o el pres- tigio que acumulan al hacerlo. P: ¢Entonces qué hay de la gente que hace dones anénimos? R: Bueno, estan tratando de maximizar su sentido de la valoraci6n pro- pia o el sentimiento placentero que obtienen al hacerlo. Esto puede continuar indefinidamente. Si uno esta bastante decidido, siempre puede identificar algo que la gente esta tratando de maximizar, Pero si lo tinico que los modelos maximizadores argumentan en reali- dad es que “la gente siempre buscaré maximizar algo”, entonces es ob- TRES FORMAS DE HABLAR ACERCA DEL VALOR, 47 vio que nada pueden predecir, lo cual torna diffcil sostener que al uti zarlos la antropologfa seria més cientifica. Todo lo que de hecho suman al andlisis es un conjunto de supuestos acerca de la naturaleza humana. Sobre todo, el supuesto de que nadie hace nada en funcién de una preocupacién primaria por los demas, sino que cualquier cosa que uno haga solo esta ligada a tratar de obtener algo para uno mismo. En es- pafiol, hay una palabra para esta actitud: se llama “cinismo”. La mayo- ria de nosotros trata de evitar a la gente que se toma las cosas muy en serio. En economia, parecerfa que lo Ilaman “ciencia”? Con todo, estos callejones sin salida produjeron un efecto colate- ral interesante. Para llevar a cabo un andlisis econ6mico como tal, uno casi siempre termina teniendo que rastrear series de “valores” de algo en el sentido sociolégico tradicional —poder, prestigio, pureza moral, etc.— y definirlos como si estuvieran en un nivel fundamentalmente si- milar a los econémicos. Esto significa que quienes hacen antropologia econémica tienen que hablar de valores. Pero también significa que tie- nen que hablar acerca de ellos de una manera peculiar. Cuando decimos que una persona est4 optando entre tener mas dinero, mas posesiones o mas prestigio, lo que en realidad hacemos es tomar una abstraccién. (“prestigio”) y reificarla, tratandola como si fuese un objeto no tan dis- tinto de un pote de salsa para espagueti o lingotes de arrabio. Esta es una operaci6n peculiar porque, de hecho, el prestigio no es un objeto del que uno pueda disponer a voluntad, 0 atin mas, consumir; es més bien una actitud que existe en la mente de otras personas.‘ Solo puede existir dentro de una red de relaciones sociales. Por supuesto, uno po- dria argumentar que la propiedad también es una relacién social, reifi- cada exactamente de la misma manera: cuando uno compra un coche, en realidad no est4 comprando el derecho a usarlo sino el derecho de no permitir que otros lo usen; 0, para ser ms precisos, uno est4 compran- do el reconocimiento de los demas de que uno tiene derecho a usarlo. Pero como es una relacién social tan difusa —de hecho, es un contrato entre el duefio y todos los demas en el mundo—, es facil pensarla como 3 Seria posible destacar aqui que esta presentacion simplificada podrfa parecer una falacia légica; la mayoria de los economistas consumados son mucho mas sutiles. No obstante, cualquiera que haya tomado cursos introductorios sobre, digamos, la teorfa de Ja eleccién racional, tiende a encontrarse cara a cara con esta clase de argumentos. “De manera similar, el poder suele definirse como la capacidad de influenciar las ac ciones de los otros, lo cual, nuevamente, no se parece mucho a la propiedad privada 48 HACIA UNA TEORIA ANTROPOLOGICA DEL VALOR una cosa. En otras palabras, el modo en que los economistas hablan de “bienes y servicios” ya involucra en si el reducir relaciones sociales a objetos: un enfoque economicista de los valores extiende el mismo pro- ceso atin ms lejos, a casi todo. éPero sobre qué base? En realidad, lo Gnico que tienen en comin la salsa de espagueti y el prestigio es el hecho de que algunas personas los desean. Lo que en ultima instancia intenta hacer la teoria econémi- ca es explicar todo comportamiento humano —que, en cualquier caso, considere que vale la pena explicar— sobre la base de una cierta nocién de deseo, que luego, a su vez, tiene como premisa una cierta nocién de placer. Las personas tratan de obtener cosas porque las haran felices 0 las gratificaran de alguna manera (0 al menos porque piensan que lo hardn). La torta de chocolate promete placer, pero también lo hace sa- ber que otros no te consideran obeso; por lo general, los actores racio- nales comparan el beneficio de uno u otro placer. Esta es la promesa de placer que los economistas denominan “valor”. En definitiva, gran parte de la teoria econédmica depende del inten- to de hacer desaparecer cualquier cosa que remita a la “sociedad”. Pero incluso si uno logra reducir toda relacién social a una cosa, de manera de alcanzar el suefio del empirista —un mundo que solo consista en in- dividuos y objetos— se queda perplejo preguntandose por qué los indi- viduos sienten que ciertos objetos les brindaran mas placer que otros. Solo se puede llegar hasta cierto punto apelando a las necesidades fisio- légicas.® Al final, enfrentados a tener que explicar por qué en algunas partes del mundo la mayoria de la gente es indiferente a los placeres de la torta de chocolate pero la entusiasman bebidas saladas de ciruelas, © por qué en otras partes la obesidad es considerada atractiva, los eco- nomistas suelen admitir, aunque de manera reluctante, que tienen que volver a incluir alguna nocién como sociedad 0 cultura. 5 En [a literatura antropologica, estos enfoques han sido llamados a menudo “enfo- gues utilitaristas”, una frase que Marshall Sahlins (1976) hizo famosa. He decidido utili- zar el término “economicistas” porque el significado es mas evidente y porque no hay peligro de confusion con las doctrinas especificas del siglo xix. ©Pese a que debe admitirse que muchos de quienes tienen una mente economicista trataran de llevarlo tan lejos como puedan. Incluso la més tenue reflexi6n demuestra que, en si mismo, poco significa el hecho de que los seres humanos estén biolégicamente dis- puestos a querer comida y sexo; en definitiva, todos podemos pensar en formas de expe- riencia culinaria o sexual que otros ansian, cuya imposicién considerariamos el castigo mas horrible, TRES FORMAS DE HABLAR ACERCA DEL VALOR. 49 Fue justamente esa clase de cuestiones que estaban detrds del de- bate formalistas-sustantivistas lo que preocup6 a la antropologia eco- némica en la década de 1960 (Polanyi, 1957, 1959, 1968; Dalton, 1961; Burling, 1962; Cook, 1966, etc.). En la actualidad, la mayoria conside- ra que ese debate no tuvo demasiado sentido —y de hecho, las bases te6ricas de ambas posturas han sido en gran medida desacreditadas—, pero las cuestiones basicas jamds fueron resueltas. Trataré de ofrecer una breve sintesis. Los términos “formalismo” y “sustantivismo” fueron inventados por el economista htingaro Karl Polanyi. La gran transformacion, el traba- jo mas famoso de Polanyi, daba cuenta de los origenes hist6ricos, en la Inglaterra de los siglos xvm y xrx, de lo que ahora llamamos “el mer- cado”. En este siglo, el mercado se ha convertido practicamente en un fenémeno que se considera algo natural; una emanacién directa de lo que Adam Smith alguna vez Iam6 “la propensién natural del hombre a trocar, permutar e intercambiar una cosa por otra”. De hecho, esta ac- titud se desprende de manera légica de la misma teoria (cfinica) de la naturaleza humana que se encuentra detras de la teorfa econémica. El razonamiento basico —pocas veces dicho de manera explicita— puede expresarse de la siguiente manera. Los seres humanos estan movidos por deseos; estos deseos son ilimitados. Los seres humanos también son racionales, en la medida en que siempre tenderan a calcular los modos mas eficientes de obtener lo que desean. Por lo tanto, si se los deja libra- dos a sus propios recursos, inevitablemente se desarrollaré algo como un bre mercado”. Por supuesto, en el 99% de la historia humana esto ja- mas ocurri6, aunque fue debido a la interferencia de uno u otro Estado, ode alguna elite feudal. Las relaciones feudales, que estan basadas en la fuerza, son basicamente hostiles a las relaciones de mercado, que estan basadas en la libertad; por lo tanto, una vez que el feudalismo comenzé a disolverse, inevitablemente el mercado emergié para tomar su lugar.” La belleza del libro de Polanyi radica en que demuestra cuan erré- neo es ese saber comtin. De hecho, el Estado y sus poderes coercitivos fueron los que tuvieron que ver con la creacién de lo que ahora cono- cemos como “el mercado”, ya que se basa en instituciones como la pro- 7 Esta parece ser una versién popular muy burda de las ideas del pensador social de- cimonénico Herbert Spencer, cuyo trabajo, por extrafio que parezca, se considera total- mente desacreditado en los cfrculos académicos. s 50 HACIA UNA TEOR{A ANTROPOLOGICA DEL VALOR piedad privada, las monedas nacionales, los contratos legales, los mer- cados de crédito. Todo tuvo que ser creado y mantenido por politicas gubernamentales. El mercado fue una creacién del gobierno y asi ha permanecido siempre. Si reflexionamos sobre los presupuestos de los economistas respecto del comportamiento humano, veremos que tiene sentido que fuera asf: después de todo, el principio de maximizacién da por sentado que la gente intentara extraer todo lo que pueda de aque- Ilos con quienes esté tratando, sin considerar en absoluto los intereses de los otros; pero al mismo tiempo supone que jamds, bajo ninguna circunstancia, recurrird a ninguno de los modos mas obvios de extraer riqueza de aquellos cuyo destino le resulta indiferente, tal como tomar la riqueza por la fuerza. El “comportamiento de mercado” seria impo- sible sin policia. Polanyi describe luego cémo casi al mismo tiempo en que se crea- ban esas instituciones, aparecfan hombres como Smith, Malthus y Ri- cardo, que se basaban en analogias de la naturaleza en pos de argu- mentar que las nuevas formas de comporiamiento obedecian a leyes inevitables, universales. El estudio de esas leyes es lo que Polanyi de- nomina “formalismo” econémico. Polanyi est dispuesto a admitir de manera cabal que los métodos formales son apropiados para compren- der cémo se comporta la gente en un mercado como el mencionado. Pero en la mayoria de las sociedades no existian tales instituciones; ni siquiera era posible hablar de “economia” en el sentido de una esfera auténoma de comportamiento que opera de acuerdo con su propia 16- gica interna. En lugar de eso, hay que adoptar lo que llama un enfoque “sustantivo” y examinar el proceso a través del cual la sociedad se pro- vee de alimentos, refugio y otros bienes materiales, teniendo en cuenta que ése proceso esta por completo inserto en la sociedad, en lugar de constituir una esfera de actividad que podria distinguirse de, digamos, la politica, el parentesco o la religién. La escuela sustantivista de antropologia econdmica (cuyo princi- pal exponente fue el discfpulo de Polanyi, George Dalton) fue, enton- ces, empfrica en Jo fundamental. Uno toma una sociedad dada, obser- va cémo estan distribuidas las cosas y trata de entender sus principios. El resultado principal fue una lista de nuevas formas de intercambio y distribucién, ninguna de las cuales parecfa operar segtin los principios de la maximizacién econémica, que se sumaban a la economia de do- nes con la cual Jos antropélogos ya estaban familiarizados. Estas nuevas TRES FORMAS DE HABLAR ACERCA DEL VALOR 51 formas incluian la nocién de economias redistributivas, el fendmeno de los puertos comerciales —enclaves neutrales donde mercaderes de dife- rentes paises podfan hacer negocios segtin tarifas de intercambio prees- tablecidas (Polanyi, Arensberg y Pearson, 1957)—, la nocién de esferas de intercambio (Firth, 1959; Bohannan, 1955, 1959; Bohannan y Bo- hannan, 1968) y las esferas de sociabilidad de Marshall Sahlins (1972). Todo esto fue una contribucién cierta al conocimiento humano. El problema era la armaz6n te6rica en general. Una cosa es decir que las “sociedades” tienen maneras diferentes de distribuir bienes; otra cosa es explicar qué piensan que estén haciendo los miembros particulares de la sociedad en cuestién cuando realizan dones o demandan el pago de la no- via, o intercambian azafran por marfil en un puerto comercial. Esto fue, en efecto, lo que sus oponentes se apresuraron a sefialar, Porque el desaffo sustantivista se top6 casi de inmediato con una contraofensiva de los au- toproclamados formalistas (por ejemplo, Burling, 1962; Cook, 1966). Los formalistas planteaban que Polanyi habia malentendido de qué se trataba lo econémico. No dependia de la presencia 0 ausencia de algo llamado “la economia”. Lo econémico implicaba un cierto tipo de comportamien- to humano denominado “economizar”. La gente economiza cuando hace elecciones entre diferentes usos para recursos escasos en un intento de minimizar sus esfuerzos y maximizar sus beneficios. (Si, afirmaban, esto involucra algunas presunciones a priori acerca de la naturaleza huma- na, pero todo el mundo tiene que trabajar desde algcin presupuesto: la prueba maxima esta dada por los resultados que producen las teorfas.) El objetivo de la ciencia social no es comparar diferentes formas de sis- temas sociales, sino entender qué motiva a los seres humanos a actuar como lo hacen. Aqui habfan legado a una conclusién correcta. En su mayor parte, los sustantivistas no intentaron explicar nada: solo crearon taxonomias. Si es que en realidad invocaban una teoria mas amplia, se trataba por lo general de alguna variante del funcionalismo durkheimiano. Donde los economistas veian la forma de la sociedad sobre todo como el produc- to de decisiones individuales, los funcionalistas la representaban como una fuerza activa por derecho propio —incluso, como algo cercano aun agente con conciencia y voluntad, pese a que su tinico proposito parece ser una suerte de autopreservacién animal—. Para un durkheimiano, las instituciones econémicas pueden ser vistas como un medio de inte- gracién social —una de las formas en que la sociedad crea una red de 52 HACIA UNA TEORIA ANTROPOLOGICA DEL VALOR, vinculos morales entre algo que, de otra manera, serfa una masa cadtica de individuos— o, si no fuera asf, al menos serfan vistas como el medio por el cual la “sociedad” asigna recursos. La pregunta obvia es cémo Ja “sociedad” motiva a las personas a hacer esto. Si carecemos de una teoria de la motivacién, nos quedamos con una imagen de autématas que siguen esttipidamente cualquier regla que la sociedad les impone, algo que en tiltima instancia vuelve dificil comprender de qué manera la sociedad podria llegar a cambiar alguna vez. Desde ya, los formalistas, como he sefialado, no Ilegaron a resulta- dos mejores. Trabajaban con herramientas originalmente disefiadas para predecir el comportamiento individual en un contexto de mercado; mo- dificdndolas, podfan a veces predecir el comportamiento de individuos en otras culturas, aunque no podian hacerlo respecto de los valores que los motivaban o, para el caso, de la forma de la sociedad como un todo. Como la maxima expresién de su ambici6n, un formalista podria tratar de demostrar cémo si uno parte de un grupo de personas que viven en, por ejemplo, Baluchistan, y de una coleccién indiscriminada de “valo- res” (alimento, sexo, prestigio, no ser torturado en el infierno por todo la eternidad, etc.), uno podria mostrar, entonces, cémo la forma exi: tente de la sociedad de Baluchistan emergié como resultado de las es- trategias que la gente adoptaba para asegurar aquellos valores. Esto es bastante cercano a la propuesta de Fredrik Barth respecto de lo que de- berfan hacer los antropdlogos. Barth llamo transaccionalismo a su en- foque (Barth, 1966; vés e Kapferer, 1976). El transaccionalismo fue qui- z4s el intento mAs ambicioso de aplicar los principios de la economia formal a la antropologia, y caus6 algo de revuelo a finales de la década de 1960. Sin embargo, la pregunta obvia era: aun cuando fuera posible crear un modelo que generara asf el sistema completo de linaje baluchi ola estructura de un reino de Africa Occidental a partir de un correcto relevamiento de valores, gqué sentido tendria? ¢Qué se llegarfa a saber que no se supiera antes de comenzar? E] resultado ni siquiera seria una reconstruccién historica, sino un modelo por completo légico que no necesariamente tiene que ver con los verdaderos origenes hist6ricos de las sociedades en cuestién. we En la actualidad, la mayorfa de los antropélogos se preguntaria qué sentido tiene todo esto; el debate sustantivistas-formalistas se conside- ra definitivamente pasado de moda. Pero sf existe un punto para deba- tir, Me parece que estos problemas basicos nunca han sido resueltos. TRES FORMAS DE HABLAR ACERCA DEL VALOR, 53 Quienes comienzan por observar a la sociedad como un todo se que- dan, como los sustantivistas, tratando de explicar cémo se motiva a la gente a reproducir la sociedad; aquellos que comienzan observando los deseos individuales terminan, como los formalistas, sin poder explicar por qué la gente eligié maximizar algunas cosas y no otras (0 en todo caso dar cuenta de cuestiones de significado). De hecho, pese a que los académicos se han volcado a otros temas, siguen surgiendo los mismos problemas. Como habremos de ver, mucho de lo que en la actualidad se presenta como la teorfa postestructural mas nueva y original es en gran medida otra forma de transaccionalismo, aunque sin las elegantes formulas econdmicas y con el agregado de formulas lingiiisticas mas elegantes atin. 3. ESTRUCTURALISMO Y VALOR LINGUISTICO Por mucho tiempo, los lingiiistas se refirieron al significado de una pa- labra como su “valor”. Desde los inicios de la antropologia han existido esfuerzos por relacionar ese uso del término con otras clases de valores. Uno de los més interesantes puede encontrarse en Los Nuer, de Evans- Pritchard (1940: 135-138 [152-155]): una discusién del “valor” de la pa- labra cieng, u “hogar”. Evans-Pritchard sefiala que, para un nuer, el “va- lor” de esta palabra varia con el contexto; un hablante puede usarla para referirse a su casa, su pueblo, su territorio, e incluso (cuando habla con un extranjero) para Nuerlandia como un todo. Pero es mas que una pa- labra; en cualquiera de esos niveles, la nocién de “hogar” también con- lleva una cierta carga emocional. Implica un sentido de lealtad que pue- de traducirse en accién polftica. El hogar es el lugar que uno defiende contra los de afuera. Entonces, también estamos hablando de valor en el sentido socioldgico, en el sentido de “valores”. “Los valores —dice Evans-Pritchard— se expresan en palabras mediante las cuales influyen en el comportamiento” (Evans-Pritchard, 1940: 135 [152]). De manera alternativa, la nocién de “hogar”, cuando sirve para determinar a quién uno considera amigo y a quién enemigo, en el caso de vendettas de san- gre potenciales, también “se convierte en un valor politico”. Nétese aqui cémo “valor” deja de estar ligado a “significado” en favor de algo mas similar a “importancia”: el hogar es esencial para el sentido de uno mis- mo, para las alianzas, para aquello que a uno més le importa en la vida.

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