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: Oe Oo Ds. a Be eee een aT Ca UTR (1877-188), Ramon. Lista Marymar ‘Impreso en Argentina Printed in Argentina 918.2 Lista, Ramén, 1855-1897. is exploraciones y descubsimientos en la, Pata gonia, 1877-1880, prélogo de Néstor T. Auza, Buenos ‘Aires, Marymar, 1975. 189 p. ils, 15,3 x 22,5 cm, (Col, Patagonia 5.) 1, ARGENTINA.GEOGRAFIA _1. Auza, Néstor 1. it, Tilo. La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica o modificads, cscrita a méquina por el sistoma “multigraph”, mimedgrafo, impreso, ete, RO aulorizada por les editores, viola derechos reservados. Cualquier debe ser previamente solictada. Primera edicién: 1879 Segunda edicién: 1880 © 1975 by MARYMAR EDICIONES, S.A. Chile 1432 - Buenos Aires Todos los derechos reservados ‘Queda hecho el depésito que establece la ley 11.725 Prélogo Un hombre de la generacién del ochenta Si tenemos en cuenta 1a fecha de los primeros eseritos con que Ramén Lista irrumpe en In literatura geogrifica argentina tenemos neceseriamente ‘ave incluirlo entre los hombres que integran Ia denominada generacién del ehenta sungue esta denominacién y este método de ubicacién no se adecuen trictemente @ la mentada clasficectén de las generaciones. Pero importa destacar, y para nosotros esto es lo significativo, que Lista es un hombre que parece en la vida pablica ean sus escritos y con su actuaciéa cuando otros hombres contempordneos a él, lo hacen con propésitos renovadores 0 ereadores fn las letras, en la politica, en 1a diplomacia, en la industria, en la cultura, sos hombres como Lista participan por igual de un mismo o parecido idea! de nacién y miran con idéntica pasiGn hacia una gran Argent De la generacién del ochenta se conocen los nombres de quienes mili- taron en el campo politico o de quienes integraban el capitulo literario, mas ‘no ocurre lo mismo con quienes no pertenecieron ni a uno ni a otro quchacer profesional Lista, entre ellos, es de los que trabajan por ensanchar el dominio de Ta soberania sobre Iss fronteras exteriores del pafs. Es, no obstante, un ddesconocido para Ia inmensa mayorfa de los argentinos de hoy, a pesar de fa deuda de gratitud que para con él tienen Jos que labran y habiten las inmen- sas extensiones de terra por él exploradas. Le cabe esa constante del olvido ‘que eubre tantas personalidades valiosas entre nosotros y si anotéramos algunas de las causas que Ia producen tendriamos que subrayer esa deficiencia de saber googréfieo de que adolece nuestra cultura. Esa deficiencia —que es el ine sufieiente conacimiento geogrdfico © hist6rico— impide que se rescaten los nombres de los argentines que, de alguna manera, dominaron el suelo y lo dieron @ conocer sefialando sus potencialidades. Ramén Lista es uno de esos ignorados y parece inexplicable este olvido evando fue un cientifico, un explorador, un gedgrafo y un eseritor que sirvi6 al pais con un desinterés y patriotismo ejemplares. La reedicién de Mis exploraciones y descubrimientos en la Patagonia constituye un homenaje a su memoria, al cumplirse en breve los clea aflos de las primeras exploraciones en él incluidas. Fra Ramén Lista hijo de un distinguido militar de In Independencia, el coronel Ramén Lista, emigrado durante la época de Rosas a Montevideo y ‘yuelto al pafs luego de Caseros. Ramén Lista hijo no eligi6 como su padre el Camino de las armas, y sin optar por estudio: universitarios se incorpord fl eervicio de la administracién en el departamento de Marina, en donde llexs 1 ‘MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA Es de color oscuro y un poco mas grande que la Lutra platensis. “Algunos viajeros Ia identifican con Ia chilensis, pero estoy dis- puesta, a creer que es més bien una especie distinta y peculiar a la Austral. + La fabga entomolégica esta representada ricamente. Ademés de los insestos\gnotados en el capitulo VIII, hay muchos género Culex,\yna Meloe y buen mimero de lepidépteros muy comu- a, cuyas principales especies son las siguientes: Agrotis saucia, Ho, Agrotis pexa, Bers, Xylophasia offuscata, BYxg. Synclerostola pampeana, BYxo. Pelamia tehuelcha, Berc. Carsia uniformata, BERG. Gelechia invenustella, BeRc. La flora herbécea es poco variada; forman un tapiz verde-amarillento que se © ‘muy abundantes en vegetales lefiosos como el mata-negra (Verbenacea) y el incienso (Duvaul més de estas plantas debo mencionar la presencia Duestas y leguminosas que crecen cominmente en | sgados. gramineas prevalecen y ende sobre las colinas lafate (Berbers), Ia tagonica). Ade- algunas com- parajes abri- CAPITULO x REGRESO A SANTA CRUZ Al levantar, el dia 29 de octubre, nuestro camy campamento general, tuve el dolor de ver arder Ja selva que visitara dias antes con Moyano y Garcia, Este timo le habia prendido fuego a pesar de mis uegos para que no lo hiciora, Una nube de humo inmensa, enrojecida por las llamaradas del incendio, cubria el cielo al Occidente, 94 RAMON LISTA El viajero que visite en el porvenir aquellas regiones, ha de sentir una impresién de tristeza cuando vea miles de Arboles redu- cidos a cenizas por el capricho de un hombre. Hasta entonces, slo habfamos explorado el “Brazo Noroeste” del Rio Chico; faltébanos reconocer la prolongacién del “Brazo Occidental”. Aquel dia acampamos a sus orillas, practicando un reconoc miento a pie en una extensién de dos leguas. En esa excursién vi algunas rocas erréticas de més de 500 ‘metros cGibicos, que han sido depositadas en aquellos parajes por los antiguas ventisqueros. La caza es muy abundante en ambas mérgenes del Brazo Occi- dental, y ademés de guanacos, avestruces y ciervos, vimos multitud de patos, bandurrias, flamencos y cisnes. EL 30 de octubre, después de dar el iiltimo adiés a los Andes, ccuyos picos coronados de nieve eterna parecen gigantes que ame- nazan al cielo, marchamos. EI 6 de noviembre, cerca de Mawaish, vimos hacia el Sur, en el valle del Rio Shehuen, grandes humaredas que sélo los indios po- dian hacer. Nosotros contestamos con otras, no menos considerables. Al dia siguiente Hegamos a dicho rio, y después de habernos em- pantanado repetidas veces al intentar cruzarlo, nos encontramos pot dicha nuestre con el indio Juan Caballero, que nos condujo a los toldos que se alzaban en un sitio pastoso regado por el Shehuen y distante unas diez leguas de 1a confluencia de este rfo con el Chico. Cada toldo tenia su jefe cuyos nombres eran: Manuel Coronel Lara ‘Ayado Kaikokelteche Orkeke Pecho Alegre Los dos tiltimos habjan llegado de Coy-Inlet en esos dfas, 1o cual festejaban los indios de Shehuen con una gran borrachera. El cacique Orkeke salié a nuestro encuentro con una botella de aguardiente que traté de hacerme beber a viva fuerza, y como yo no me prestara a sus deseos me dijo que me castigaria, pues él era “Jo mesmo que gobierno de todas las tierras”, 95 MIS EXPLORACIONES ¥ DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA Aguel indio me fastidi6 largo rato, hasta que para verme libre de su amena compaiiia tuve que refugiarme en el toldo de Manuel Coronel. Cuando Orkeke dej6 de verme, prorrumpié en gritos y amenazas. Pecho Alegre, otro Tehuelche asi amado pot Jos chilenos de Punta Arenas, fue a visitarme en compafifa de una china vieja, su mujer, que me dio un abrazo sin que yo pudiera evitarlo. —iVos ser compedre mio? —me dijo Pecho Alegre. —Si, hermano, yo compadre tuyo, —iNo querer casar con china, mi “hica”"? —Ahora no compadre. —Bueno, cuando vos querer, decir; yo dar china gratis, Aquella noche hubo baile en festejo de nuestra Hegada a los toldos. A la mafiana siguiente, Orkeke maté uni yegua, cuya sangre be- bieron los indios, teniendo yo que hacer Jo mismo para captarme Jas simpatias de aquellos salvajes. quel rasgo heroico hizo su efecto, pues Kikokelteche y Lara me estrecharon la mano diciéndome con voz aguardentosa: “Vos Io ‘mesmo que indio.” En la tarde continué 1a borrachera, pero yo me ausenté pruden- temente de los toldos, yendo con un muchacho tehuelche a recorrer Jas mérgenes pantanosas del rio, en cuyas turbias aguas nadaban con gallardfa muchos cisnes y patos que al sentimos se ocultaban entre los amarillentos juncales que orlan el Shehuen en toda le parte inferior de su curso, A ppesar del calor sofocante, vagué varias horas consecutivas, ‘ora por las orillas del rio, ora a través de pequefias colinas sembra- das de fragmentos de ostras fdsiles terciarias (Ostrea patagonica). Ya el sol habia desaparecido cuando regresé a la tolderia, Casi todos los indios dormian la mona, después de haberse sgotado Ia provisiGn de aguardiente. Slo en el toldo de Manuel Coronel bri- Haba una alegre fogata, y en torno de ella encontré a Moyano y demas compafieros de exploracién, que charlaban ruidosamente con algunos indios ya libres de la influencia de los vapores alcohélicos. Sin esperar peticién por mi parte, Coronel me present6 en un plato de lata algunos trozos de carne de guanaco, aderezados con una 96 RAMON LSTA ‘especie de purée de farifia y galletas machacadas, que me pus a devorer sentado al amor de la lumbre, mientras que los familiares ‘perros tehuelches pasaban y repasaban por entre mis piernas, frotén- dose en ellas con marcada delicia, ‘Terminada mi comida, me retiré a descansar, pero no consegut dormir en toda la noche debido en parte a los gritos agudos de una vieja, compafiera de toldo, que para mal de mis pecados tuvo la ccurrencia de evocar en aquella ocasién el recuerdo de su matido, amuerto como diez afios antes. Cuando aquella viuda ejemplar se llamaba a silencio, yo me daba -vuelta y estiraba las piernas con la esperanza de conciliar el suefio, MI COMPADRE PECHO ALEGRE 7 ‘MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA pero la vicja maldita volvfa a entonar su canto insoportable el cual agitaba mis nervios horriblemente; 0 algéin famélico perro me pasaba or encima husmeando con tenacidad un pedazo de carne que mi desvelada vecina habia escondido entre las mantas de st eama Poco antes de amanecer sali del toldo y me acerqué a la mujer de Coronel, Ja tehuelche Rosa, que machacaba yerba (Ilex paragua- riensis) en un morterito de piedra.* Hacfa largo rato que conversaba con Rosa, cuando se nos reunis mi compadre Pecho Alegre, que luego de sentarse al lado de la india, ‘me espeté un tremendo discurso sobre los malos efectos del aguar- diente, y 10 desgraciados que eran sus paisanos por el uso inmo- dorado que hacfan de esa bebida. No era Ia primera vez que escuchaba tan singular perorata sa- liendo de los labios del borracho més redomado de aquella indiada, y casi, casi estaba resuelto a huir de la compaiia de mi compadre, ‘cuando la legada oportuna de la mujer de éste, que le condujo a su toldo, puso término a Ja cargante elocuencia del indigena. Todo el resto del dia lo pasé ocupado en el arreglo de mis colec- ciones, y el 10 de noviembre ponfame en marcha para Santa Cruz en compatifa de Moyano y el cacique Orkeke, legando a Pavén ya muy entrada Ja noche. Cinco dias después me embarcaba a bordo de la goleta Santa Cruz que se hacia a la vela para Buenos Aires. CAPITULO XI BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA FAUNA AUSTRAL Opina el Dr, Burmeister,** que los seres organizados que pueblan Ja Patagonia son originarios de Ia meseta de Bolivia, Tan aceptable hipétesis estd casi plenamente confirmada con la dentidad sorprendente de ciertos mamiferos, aves e insectos de Boli- via, que habitan también nuestras tierras australes. Las mujeres tehuelches gustan mucho de Ia yetba mate, y cémenla mezelada con azicar. ‘Description physique de la République Argentine, tom. 5, phe. 8 98 ‘MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA CAPITULO IV LA LAGUNA DE GUTIERREZ Cuando estuvimos a la orilla de Ja laguna, ordené desensillar y larger las mulas para que tomasen agua, operacién que se llev6 a cabo con la mayor prontitud. En seguida, la gente arm6 una carpa para guaidar en ella las provisiones, armas ¢ instrumentos. En ese tiempo, Videla hacta fuego con algunas ramas secas de ma- torros y piquillines, arbustitos muy abundantes en los contornos de nuestro campamento; y calentaba agua para preparar el rico mate tan sabroso después de una large jornada en que se experimentan las, molestias de la sed. . Ni el més ligero soplo agitaba 1a escasa yerba amarillenta que rodeaba nuestro vivac. Ofanse los golpes acompasados y mondtonos del tucutuco, (Ctenomys), infatigable trabajador, tinico ser que turba el silencio abrumador de las mesetas. La laguna de Gutiérrez, era por aquel entonces un pequefio charco de barro liquido, al cual por irrisién le lamaban mis compatieros “el lagunazo del café con leche”. Aunque pesada y con gusto a barro, su agua no es dafiosa, pues fa pesar de haber bebido en abundancia toda Ja gente, nadie sin Ja més minima incomodidad en el estémago. Su profundidad mayor varia entre dos y cinco centimetros, y su temperatura es la del aire ambiente. La vogetacién pastosa de sus orillas es asaz miserable, pero no falta nunca buen combustible, lo cual compensa en cierto punto lo primero, Lucgo de tomar algunos mates, me senté a descansar a la sombra de un matorro; pero no pasaron muchos minutos sin que tuviera que Tevantarme pata recibir a un indio, que con caballo de tiro legaba en aquel momento a nuestro campamento, —i Quin sifior Lista? —pregunt6 el catrielino desmonténdose répi- damente. —Yo hermano, gtienes algo que decirme? 142 RAMON LISTA Por toda respuesta, el indio me alargé un pliego cerrado que abri y lei en yor baja. Decfa asf: ‘Viedma, marzo 17 de 1886, “Sefior D. Ramén Lista: “Por comunicacién que recibf después de su salida del Subdele- gado del Chubut, sé que hay en dicho punto 21 indios de las Manzanas, lo que prueba que vani aprendiendo el camino de Ia costa. Le trasmito esta noticia para que no ande desprevenido y que tome en su viaje las precauciones de vigilancia y de concentracién de su personal que son del caso”. “Dios guarde a Vd. Alvaro Barros” La gravedad de Ia noticia que me transmitia el Gobernador de la Patagonia, me determin6 a llamar aparte a todos los miembros de la expedicién para darles a conocer el peligro en perspectiva que se nos presentaba, y para que al continuar la marcha cada uno de ellos estuviese pronto a repeler cualquier ataque. Reunidos todos, en una especie de consejo, les lef el contenido de la nota, pidiéndoles que cada uno me manifestase si estaba dispuesto 0 zo a proseguir el viaje, a lo cual contestaron por unanimidad que me acompafiarian adonde yo quisiera, pero que siendo el personal de 1a expedicién muy reducido, siempre serfa prudente aumentarlo con algunos hombres més. Penetrado por otra parte de Ia necesidad de llevar algunos cazs- dores, que a la vez podrian servirme de escolta, ordenéle al sefior Cara- bajal que se alistase para ir a Viedma, al siguiente dia, a fin de ver si era posibles encontrar dos o tres gauchos de confianza, que me- diante una recompensa pecuniaria se prestasen a marchar en nuestra compafifa hasta el Chubut. Tomada esta resolucién, cada cual volvi6 a su puesto, y el correo indigena salté a caballo y se marché, ‘Habiéndome dicho el baqueano Le6n, que al Sur de nuestro cam- pamento existia un pozo de muy buena agua, invité al sefior Salvarezza para ir en su busca, quien acept6; poniéndonos inmediatamente en camino seguidos por Videla que se habfa provisto de un par de lazos, tuna pava y una olla. 143 ‘MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA Al poco rato hallamos el pozo, cuya profundidad calculé en quin- ce varas, siendo su boca de forma ovalada y de un didmetro no mayor de dos metros. En torno de él estaba amontonada Ia tierra que se extrajera al cavarlo, Habiendo arrojado una piedra, observé que tenia agua, y tomo se acercara la noche, dimos principio, sin demora, a sacar la necesaria para lcnar Ia olla ‘Yo tomé uno de los lazos, y situéndome frente al pozo y no distante de Al, di uno de sus extremos a Salvarezza que se colocé a mi frente por la parte opuesta. Entre tanto Videla, que acababa de atar la pava con el otro lazo, pasaba ésta por encima de la cuerda, que en ese momento mante- nfamos tirante, haciéndola caer en seguida hasta el fondo del pozo, y luego de Henarla recogia su lazo con cautela para que no se volcara. Tan curiosa operacién se repitié varias veces sin ningin con- tratiempo. Aguella agua era apenas blanguecina, y su frescura impagable, calmé como por encanto la sed andiente que sentiamos desde la mafiana, sed que no habjamos podido aplacar con el barro liquido de Ta laguna, Al regresar al campamento, ya entrada la noche, encontramos un fuego espléndido y una cena suculenta para aquellas circunstan- cias, la cual se componfa de salmén frito, sardinas y las indispen- sables galletas duras como balas. All, al amor de Ia oscilante, lumbre, supe por el viejo Leén, que el pozo que habiamos hallado era obra de un extranjero que tratd de establecerse en la meseta con algunos rebafios de ovejas pampas, ero que al no hallar agua a la profundided de quince varas, renun- ci6 a tan descabellado propésito. Ahora bien; como Movié copiosamente poco antes de nuestra salida de Viedma, las aguas de la hondonada habanse depositado en parte en dicho pozo. Luego de cenar nos retiramos todos a dormir, pero yo no pude conciliar el suefio por el intenso frio que experimentaba, debido sin duda a la sequedad del aire. 144 RAMON LISTA Cansado de hacer esfuerzos para dormir, me levanté envuelto et mi poncho de paifo y me acerqué al fuego que ardia débilmente, La noche era serena: no se vefa ni una sola nube. Era, pues, evi dente que helaba en ese instante, Bueno es que sepa el lector, que en el mes de marzo se experi mentan en la Patagonia grandes frfos y una inconstancia notable en el tiempo: rara vez se mantiene el dia con el mismo aspecto. Me acerqué al moribundo fuego y traté de hacer entrar en calor mis heladas piernas, pero atin no habia logrado mi propSsito, cuandc ‘observé que cafan numerosas gotas de Iluvia. Miré al cielo y qued sorprendido del répido cambio que se habia operado. Negros nuba rrones se levantaban por el poniente y vagamente se dejaba oir rumor de la cercana tormenta. Al poco rato cay6 sobre m{ la primers réfaga helada, luego otra, una tercera; pero contra toda previsi6r es6 de pronto Ja Iluvia y los amenazantes nubarrones huyeron como biihos al brillar la aurora, El dia principiaba a despuntar. Tiritando de frio volvi a mi cama de pieles, y después de una nueva lucha conseguf penetrar por fin en el oscuro reino de Morfeo Cuando me desperté era ya tarde, Carabajal habia hecho ensilla dos mulas, una para él y la otra para Pedernera, Me levanté con la pereza del hombre a quien en lo mejor del suefio se le obliga a incorporarse, y acerquéme al fogén, Al rato fuese Carabajal, y yo emprendf una pequefia excursién 2 ie, en busca de plantas © insectos. Monétona © que anduve no vi ni un solo vegetal digno del mas novel herbo- latio, ni hallé tampoco ningin insecto raro 0 desconocido. Todo el terreno que recorri estaba materialmente cubierto de cue vas de tucu-tucos. i6n se componfa en su mayor parte de piquillines, mato- ros, jarillas y chafiares, Alli como en toda Ia Patagonia Austral, desde el Fstrecho hasta el Puerto Deseado, he observado que Ia sequedad del suelo proviene de Io arenoso que es éste, més que de la falta de luvias y rocfos. En efecto, a poco de lover apenas se percibe himedo el suelo. 145 MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA Por otra parte, los vientos reinantes en aquellos parajes, otiginan una constante y notable evaporaciGn, por razGn de su irresistible vio- Iencia, A pesar de la escasez de agua, toda Ia altiplanicie es abundante ‘en guanacos. En Ia pequefia excursién a que acabo de referitme, descubri mu- chisimas huellas de estos preciosos animales, lo cual causaré sorpresa en algunos de nuestros lectores. Sin embargo, no tiene nada de extraiio que los guanacos habiten en un pais tan desprovisto de agua, pues lo mismo que los camellos, son sumamente parcos en su bebida, satisfaciendo su sed con la hu- ‘medad que mantiene constantemente en sus fauces la secreciGn saliva. Después de reunirme con los compaficros que dejara momenténea- ‘mente, enarbolé frente a mi carpa la bandera nacional, que desplegada al viento flameé toda la tarde sobre aquel apartado pedazo de la patri AI ocultarse el sol detrés de Jas lomadas que rodean la laguna, orillé a ésta con la esperanza de cazar algunas aves que adornasen luego nuestra mesa campestre, pero a pesar de frecuentes acechos, sélo conseguir matar una gallereta (Fulipa armillata) que no evé al cam pamento por haberla hallado sumamente flaca. Cuando anochecié tomamos un frugal alimento, con lo cual cada ‘uno se retiré a su cama, Yo hice como los demés, pero oyendo Iadrar a uno de los perros que montaba ta guardia, me levanté apresuradamente acercéndome @ Florentino y Videla, a quienes pregunté si habfan visto las mulas. Estos contestaron afirmativamente, agregando que no faltaba ninguna. Las personas que hayan viajado en el desierto se explicarén el por qué de estos cuidados. iCusntos desgraciados no han perecido de hambre y de sed en las mesetas por haberse quedado a pie! Nunca olvidaré yo el serio peligro que corr en uno de mis viajes de Santa Cruz a Punta Arenas. Acampaba al ponerse el sol a orillas del rfo Coy-Inlet, después de ocho horas de marcha consecutiva, cuando de improviso, asustados por un puma, dispararon todos mis caballos que confiadamente habia dejado sueltos. Mi sinico compafiero, que lo era entonces un francés aventurero amado Guillaume, echése a correr dominado por un verdadero terror 146 RAMON “LISTA detrds de las cabalgeduras, que a galope tendido se alejaban hacia la costa del mar. Rapido en la carrera, pronto perdile de vista, pero inquieto con Ia suerte que nos esperaba, abuinlonados, sin més viveres que algunas ‘onzas de faritia, a distancias considerables de Santa Cruz y Punta Arenas, sali en su busca, a fin de cooperar a Ja captura de los caballos. ‘Andando, ya al paso, ya a la carrera, busqué a mi francés ind mente por todas partes, hasta que rendido de fatiga me senté en ol suelo para descansar un instante. Un tanto repuesto, me puse de pie y grité con toda la fuerza de mis pulmones, pero nadie contest a mi voz sino el eco burlén, Maldiciendo mi imperdonable imprudencia iba a marchar de nue vo hacia la costa, cuando al lanzar una mirada al Oeste, vi con in decible alegria un penacho de negro humo que se elevaba lenta mente al cielo. No cabfa duda: aquel era un aviso de Guillaume; era el telégraf de los desiertos patagénicos que me comunicaba la captura de la bestias fugitivas. ‘Asi lo comprend{, y sin vacilar un instante, corrf al encuentro di mi afortunado compafiero, con quien me reunf al poco rato en ¢ mismo sitio de nuestro campamento. Alt estaban Ios caballos, pero no ya sueltos como antes, sin maneados y sujetos con fuertes lazos. Como comprenderé el lector, recuerdos de esta clase no se borrar nunce de la memoria, y era justamente por esta razén que en e campamento de la Leguna de Gutiérrez hallébame preocupado de nues ‘tras monturas. Confiando, sin embargo, en Ja vigilancia de mis asistentes, m acosté resuelto a dormir a pierna suelta, empresa que llevé a cabo cor el mejor éxito, pues no desperté sino ya muy alto el sol. La mafiana era muy calurosa, y habiendo mirado el termémetx colocado a la sombra, noté que matcaba 28 grados centigrados. Fastidiado ya de mi permanencia en la laguna, ordené a mis com aiieros que se alistasen inmediatamente para ir conmigo al ‘'Sauc Solo”, donde me proponfa esperar a mi ayudante Carabajal, que si guiendo mis instrucciones pasarfa a su regreso por ese punto. Agobio ‘MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA dos por el fuego de un sol tropical, camingbamos al paso y algo separados, Uevando por delante los “cargueros” y animales sueltos. En menos de una hora descendimos al valle del Rfo Negro, y poco tiempo después legébamos a nuestro destino con las mulas chorrean- do sudor. En todo viaje a través de comarcas desiertas, es muy importante cuidar de Ja salud de las cabalgaduras, de las que puede depender la vida de los jinetes; por lo tanto, mi primer cuidado fue hacer que se refrescasen nuestras mulas antes de tomar agua, Pocas horas habfan trascurrido de mi arribo a ese punto, cuando se present6 mi ayudante seguido del asistente Pedernera. Después de estrecharnos la mano, dijome Carabajal que no habia podido encontrar ingtin hombre resuelto a emprender el viaje al Chubut, pues en ‘Viedma todo el mundo decia que era inevitable un encuentro con los indios hostiles de “Las Manzanas", 5 Este contratiempo pudo demorar mi partida definitiva, pero por suerte se acordé el viejo Le6n de algunos mocetones de San Javier, que a su juicio no tendrfan inconveniente en acompafiarme, siempre que se les pagase bien. Creyendo tener ya en mis manos el hilo de Ariadna, invité al joven Carabajal a ir conmigo a San Javier esa misma tarde, ‘Aceptada mi invitacién, nos marchamos Ilevando a Florentino por escolta, y antes de dos horas nos desmontébamos a la puerta del Co- Iegio, donde fuimos recibidos cordialmente por Mr. Schauemberg. Este cabellero y su esposa me eran conocidos desde mi primera excursién con el Mayor Diez, y conservaba de ellos los mejores re- cuerdos. Deseoso de hablar cuanto antes con los hombres que me recomen- dara el baqueano, mandéles Hamat uno por uno, teniendo la satisfac- cin de que todos se prestasen a ir conmigo al Chubut, donde reci- birfan una pequefia suma de dinero en recompensa de los servi- cios que prestasen, particularmente como encargados de proveernos de care fresca durante el viaje. Hecho este convenio, Ies ordené que sin demora marchasen al “Sauce Solo”, a esperar mi incorporacién. Tba por fin a emprender el viaje en condiciones de poder hacer frente a los indios manzaneros. {Tres hombtes, resueltos a todo, aca- aban de engrosar el personal de la expedicién! 148 CONCLUSION Noticias arqueolégicas y antropolégicas GPerteneven a los indios Patagones o Tehuelches, los créincos, ar- mas y utensilios de piedra que he recogido en distintas localidades de Ja Patagonia? En mi opinién no cabe la mas minima duda, y he aqui las pruebas EI caballero Pigafetta, compafiero de Magallanes, refiere en Ix relacién de su viaje alrededor del mundo, que uno de: los salvajes que vieron en la bahia de San Julién, “hebeua in mano un arco grosso, corto, Ja corda del qual era fatta di nerui del detto animale (el gua- nnaco), un fascio di freccie molte Iughe di canna, impennate como Ie nostre, € nella punta in cambio di ferro hhabeuano una pietra aguzza, della sorte de quelle che fanno fuoco.” Ya por aquel entonces habitaban los Patagones en chozas heches con pieles de guanacos. Ast lo dice el eitado Pigafetta en el siguiente éirrafo de su “Viaggio”. “Non hanno casa ferma, ma fenno con Je pelli detto 4 modo d'una capanna, con la quale vanno hora in un Iuego in un altro.” Estas mismas palabras pueden aplicarse a los actuales pobladores de la Patagonia, Némadas eran los salvajes que describe el cronista del gran navegante lusitano, y némadas son nuestros hospitelarios ‘Tehuelches, que como se sabe, no permanecen nunca largo tiempo n el mismo campamento, a no ser que algtin invierno prematuro los asedio con sus nieves, como me consta que sucedié en Coy-Inlet, ahora cuatro inviernos. Los indios del cacique Papon, se hallaban’ acam- ppados en “Unjen-aiken”, disponiéndose a marchar para la costa del Estrecho, donde suelen pasar el invierno, cuando de improviso co- menz6 a caer nieve que en pocas horas cubrié el suelo, a tal punto que sélo se vefa una que otra blanqueada mata de calafate. 161 ‘MIS EXPLORACIONES ¥ DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA, Aunque contrariades, los indios tuvieron que aguantarse al que los primetos calores deshicieron Ia nieve congelada. Durante el invierno que estuvieron en “Uajen-aiken” (muy cerca de dos meses) se alimentaron con yeguas y caballos, pues a muchas le- guas a la redonda no habia ningiin guanaco ni avestruz que cazar. Todos estos animales habfanse retirado hacia la costa del mar en busca de un suelo menos inclemente. Perdone el lector esta digresién y continGo. Después de Magallanes, otros navegantes visitaron con més o ‘menos detenimicnto las costas de la Patagonia, pero ninguno se ocupa de los usos y costumbres de sus habitantes. Jofre de Loaisa, Alcazaba, Drake y Sarmiento de Gamboa, mencionan la colosal estatura de stos, que tenia ya intrigados a todos los sabios de Europa. Desde 1580, en que el tltimo marino los vio usando fechas, nadie vuelve a hacer menciéa de sus armas hasta 1753, que fueron vistos por la tripulacién del bergantin San Martin (alias Ja tartana Sam Antonio), en el segundo viaje que hizo este buque desde el puerto de Buenos Aires al de San Julién. Sus tripulantes se hallaron “a los siete dias de haber Megado a San Julién, andando ocho hombres en solicitud de agua, con 150 indios a caballo” que “no tenfan otras armas que bolas, y de los arcos de los bartiles que quedaron del viaje anterior, habfan hecho cuchillos y sables”.* Todas estas noticias y Ia comparacién de los vocabulatios de Pi- gafetta, Viedma, D'Orbigny, Musters, etc., demuestran @ todas luces Ta perfecta identidad de los Patagones del siglo xvi con los Tehuel- ches actuales. Asf, pues, no trepido en afirmar que los exdneos, armas y utensilios. de piedra del Rio Negro, Santa Cruz, Rio Chico, Puerto Deseado, etc., pertenecen a los salvajes vistos por Magallanes en Ia Bahfa de San Julidn, y que los Tehuetches que conozco son los descendientes de aquellos supuestos gigantes, que su descubridor Iamé impropiamente: “Patagones”, lo cual quiere decir: hombres de pies grandes. Paso a describir sustancialmente las antigiiedades arqueo-antro- polégicas de la Patagonia, comenzando, com es Idgico, por las dei Rio Negro. i hasta * Viaje del San Martin (Coleccién de ANcruis). 162 RAMON LISTA El primer descubrimiento de armas y utensilios de piedra hecho cen las tierras australes, se debe a los hermanos Nodal,* que levaron de ellas a Espafia, en 1620, “las flechas, cuchillos de pedernales y sartas de caracolillos del mar”, que habfan recogido durante el viaje. ‘Algo més de dos siglos después, Darwin revelaba en st interesan- tisimo “Viaje” la existencia de armas de piedra diseminadas sobre el suelo de la Patagonia, en una época en que sus habitantes no hacfan ‘uso de ellas, habiéndolas reemplazado desde la adopcién del caballo, por ottas més spropiadas para Ja equitacién, como la lanza y el cuchillo, “Yo vi una vez un soldado, dice el gran naturalista, que sacaba chispas de un pedazo de sflex que luego reconocf ser un fragmento de punta de flecha, Me dijo que lo habia hallado cerca de Choele-choel, donde eran muy abundantes.” ** : El profesor Pellegrino Strobel, distinguido arquedlogo italiano, visité y estudi6 en 1866, en el Rio Negro, varios cementerios de los antiguos Teauelches. En ellos recogié dicho sefior, un buen néimero de armas e instru- mentos de piedra, cuyas descripciones puede consultar cl lector en as Actas de la Sociedad Italiana de Historia Natural (vol. X, Milén, 1867) y en los cuadernos que llevan por titulo: Materiali di palaetno- logia comperata racolti in Sud-América, Parma, 1868. El explorador Musters menciona también la existencia de un co- menterio en una estancia, cerca de la Guardia Chica (margen del Rio [Negro), en el cual, dice, encontré algunas puntas de flechas.*** Por otra parte, el Dr. Burmeister **** ha descripto varias flechas ‘coleccionadas al Sur de dicho rio, por el joven naturalista argentino Fontana. ‘Més recientemente, el Sr. D. Francisco P. Moreno publicé una relacién en franeés de los numerosos créneos ¥ objetos de piedra que posee, provenientes de los mismos sitios. + Reacibn det vale que por onden de ss Malet, hicieron fo colons ortead' Gonzalo tel Woli, dneubrinietodel-eareco nuevo de San Feels dpte cu Cid pos Don, Manuel Expnos de Toa Montes te Venoye dn naturist, Cap. V. Nlusens: At Home with the Patagonian, ps. 318, Londres, 1873 sie oun de Ta Soledad de Antroptogta de Berl, junio de 1872 165 ‘MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA ‘Aunque incompleto, este trabajo honra a su joven autor y al Sr. D. Manuel Cruzado, vecino del pueblo Viedma, que contribuyé eficazmente a la formacién del Museo antropol6gico de nuestro com- patriota. Podria consignar muchas otras noticias sobre antigiiedades del valle del Rio Negro, pero como han sido suscriptas por personas que no revisten ningtin carécter cientifico, prescindo de ellas y continéo con mis propias observaciones acerca de los citados cementerios y cuanto en ellos se encuentra, Helos aqu en compendi ‘Mientras esperaba en Viedma Ia legada de las bestias indispen- sables para la exploracién de la costa oriental patagénica, tuve la oportunidad de visitar repetidas veces, en las inmediaciones de ese pueblo, unos diez o doce cementerios, que por desgracia habian sido removidos de mucho tiempo atrés por gauchos a quienes D. Manuel Cruzado encomendara 1a exhumacién de créneos tehuelches, destina- dos a enriquecer el Museo de Moreno. Varios de esos necrépolos me eran conocidos desde mi primera visita al valle del Rio Negro, en 1878, habiendo recogido entonces tres créneos y numerosas armas y utensilios de piedra. Los resultados de mis tltimas excursiones a esos parajes osfferos hhan sobrepasado a mis esperanzas, gracias a la decidida cooperacién do los Sres. Yribamne y Morén, vecinos de Viedma, que personalmente y bajo mi direccién practicaron importantes excavaciones. Puedo asegurar, que después del exploradot Moreno, soy yo quien posee el mayor nimero de eriineos y objetos de piedra pertenecientes los primitivos habitantes de aquellas regiones. ‘Como todos los cementerios de los alrededores de Viedma son idén- ticos, me limitaré a describirlos en general. Muchos de estos notables depésitos ostferos ooupan por lo comin los sitios elevados del valle, pero existen otros en lugares bajos y anegadizos, lo cual se explica a mi juicio por los cambios de nivel del texteno, debidos a la accién erosiva de las aguas pluviales, hecho que se demuestra fécilmente si se atiende a que en estos dltimos, los hhuesos humanos so hallan casi a nivel del suelo, mientras que en los demas cementerios es indispensable cavar una vara 0 dos para desen- terrarlos. 164 RAMON LISTA La formacién geolégica observada en e305 lugares, se compone de tierka vegetal mezeleda con arena, y de arena pura que alterna con aquélla en capas de un espesor muy variable, Esto es por lo que respecta al terreno més superficial, pues que @ ‘una profundidad mayor de un metro, se hallan Jos cantos rodados y el gres caracterfstios del piso superior terciario. Cuando se visita un necrépolo, lo primero que se advierte en su superficie son pequefios hhuesos hhumanos fracturados, pedazos de pedemales informes y restos de conchas de moluscos marinos. Los esqueletos se presentan casi siempre formando pequefios circu- los, colocados en cuclillas y yueltas las caras hacia afuera; pero, en algunos cementerios encuéntranse sepultados sin orden elguno, Es por cierto muy curiosa esta costumbre, tan comén @ tantos pueblos primitivos, de sepultar los cuerpos en Ja actitud que tuvieron cen el seno maternal, “Se ha ereido ver en este modo de enterrar, dice Lehon, una idea simb6lica, Ia de depositar al hombre en la tierra, nuestra madre comtin, en la actitud que tenfa en el seno de la madre individual, y se supone en esto una presuncién de Ia creencia del dogma de la resurreccién; el difunto debe renacer después de In ges- tacién terrestre.”” * En todos Ios cementerios que he registrado personalmente no he hhallado eréineos de nifios, pero he coleccionado sf varios fragmentos de hiimeros y tibias. En general, el estado de conservacién de Jos hnuesos humanos es bastante perfecto, debido sin duda a la naturaleza del suelo que los preserva en cierto punto de Ja humedad. Mezclados con las osamentas de hombres, se recogen muchos ob- jetos de piedras de distintas formas. ‘Ademés, en todos los cementerios abundan huesos de animales mamiferos, eomo el guanaco (Auchernia) , el ciervo (Cervus campes- tris) y el zorro (Canis Azarae). En ocasiones suelen descubrirse también huesos de avestruces (Rhea umericanus) y vouchas de moluscos (Venus, Pecten y Voluta). Ahora bien; estudiando todos esos distintos huesos se observa desde luego que aquellos més largos de los guanacos, ciervos y aves + El hombre fésil en Europa, MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA truces, estin rotos y hendidos transversalmente, lo que prueba que el hombre los ha quebrado para extraer Ia médula tan apetecida por los salvajes. De todo esto se deduce claramente que los muertos eran enterra- dos junto con sus armas, y que sus deudos se encargaban de propor- cionarles todos los titiles y alimentos que pudieran necesitar en la otra vida, costumbre que practican Jos Araicanos y Puelches. Teles son, en resumen, Jos cementerios del valle del Rio Negro. Paso ahora a describir tos innumerables objetos arqueol6gicos y ord rneos recogidos en ellos, que forman parte de mi Musco. 1Los primeros son: 1° Puntas de flechas de sflex, cuarzo, etc., talladas a pequefios golpes en ambas faces. Estas armas afectan distintas formas; las hay semejantes a hojas de olivo, triangulares, en forma de corazin y de clavija de guitarra Las més tienen pediinculo (fig. 1), pero poseo muchos ejemplares que carecen de él, 2? Puntas de lanzas de varias formas y tamafios. Las més interesantes pertenecen al tipo de Dinamarca, represen- tado por tres distintas figuras en el libro del sabio arquedlogo inglés John Lubbock.* 3? Cuchillos de sflex tallados de un solo golpe (fig. 2). 4? Rascadores tallados a grandes golpes, de varias formas y ta- mafios. Los Tehuelches emplean aiin estas piedras para arrancar Jos pelos de las pieles. 58 Morteros de asperén y de pérfido. El més grande que tengo es circular: mide 98 centimetros de cir- cunferencia, 11 de altura y 7 de cavidad. 6 Placas de gres pulimentadas y circulares, de 36 a 38 centi- ‘metros de circunferencia, Estas piedras han debido servir para moler rafces 0 semillas, 1o cual es muy aceptable si se tiene en vista la deolaracién de una ‘mujer puelche con quien comunicaron los espafioles de la expedicién * Lhomme avant histoire. Pig. 189 de Ia edicién francesa de 1867. 166 — RAMON LISTA enviada de Montevideo a la Bahfa Sin Fondo. Interrogada ésta, dijo que los indios del Rio Negro molfan unas semillas entre dos piedras.* 72 Bolas arrojadizas de gres, p6rfido y diotita, semejantes a las que usan los Tehelches actuales, pero algo més grandes y con cin- turas destinadas a atar la tira de cuero que se empleaba pare arrojarlas. 8 Piedras de honda trabajadas muy toscamente. Poseo algunas Tigeramente redondeadas, pero se hallan también esféricas y en forma de limén, Estas piedras son muy abundantes en casi todos Jos cementerios que he visitado, pero para obtenerlas es preciso cavar hasta la pro- fundidad de una ara, 9% Percutores de pérfido, de diez y doce centimetros de largo. El niimero total de estas piedras trabejadas por el hombre, es sumamente considerable, y para que el lector pueda formarse una idea de los inmensos tesoros arqueotégicos del Rio Negro, diré que s6lo mi coleccién contiene cerca de mil puntas de flechas, cincuenta y cinco puntas de lanzas, ciento veinte rascadores, diez cuchillos y ireinta bolas perdidas. [Los eréncos hamanos no son tan abundantcs, poro ticnen en cam bio valor cientifico. Poseo cuarenta en perfecto estado de conservacién. Algunos se singularizan por una extrafia deformaciGn artificial que Jes da cierta semejanza con los Aymarés; pero considerados en su conjunto, saltan Iuego a la vista ciertos caracteres peculiares al tipo Esquimal, tales como la estrechez de la frente, la del intervalo orbitario y¥ cl gastamiento horizontal de los dientes. Un joven sabio francés, M. Topinard, escribe lo siguiente a pro- 6sito de los créneos del Rio Negro: “Esta inesperada semejanza con Jos Esquimales abre nuevos horizontes. ¢Serian acaso los Tehuelches el elemento dolicoéfalo autéctono de América, que por su cruzamiento con una raza asidtica hubiese dado origen al actual tipo americano?” ** Sea de esto lo que fuere, el caso es que del estudio comparado de Jos créneos americanos tiene por fuerza que brotar alguna nueva luz que ilumine el origen del hombre de la Patagonia. ‘Véase el siguiente cuadro: * Véase Expedicion a la Bahia Sin Fondo en 1778, por D. Juan de La Piedra. (C. Angelis) ** Lanthropologie, por el Dr. Paul Topinard, Paris, 1876. 167 MIS EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA MEDICION DE TREINTA CRANEOS TEHUELCHES (en milfmetros) DIAMETROS CRANEANOS Nimeco |” Longitudinat Transversal Frontal de orden_|__““Méximo Méximo Minimo 1 176 142 95 2 170 136 92 3 166 151 90 4 176 139 89 5 165, 144 95, 6 186 140 1 7 156 135 84 8 182 46 92 9 182 133, 89 10 168 141 ot ul 184 136 94 12 176 127 92 13 177 142 91 4 168 128 1 15 161 135 92 16 169 129 1 A7enn| : cmiea' 131 85 18 174 135, 97 19 173, 132 87 20 180 133 88 24 180 138 96 22 158 141 88 23 164 137 90 24 190 135 93 25 166 127 93 26 180 132 92 27 175, 135 96 28 186 135, 94 29 179 127 93 30 169 143 | 88 S88 talirg Los créneos 5, 7, 12, 16, 20, 22 y 23, son de mujer; los restantes son de hombre, siendo deforinados los siguientes: 5, 14, 18, 20, 25, 26 y 28, 168 RAMON LISTA Figura 1. (Tamafio natural) Figura 2. (Tamatio natural) ‘Tales son los notables vestigios que las errantes tribus del tiempo de Magallanes han dejado sepultados en el valle del Rfo Negro. Trasledémonos al Puerto Deseado. He hablado en otro lugar, de notables aglomeraciones de valvas de animales terrestres, que ocupan una gran parte de la costa septen- trional de Ia babfa de Puerto Deseado, entre los cuales he recogido al- gunas flechas algo distintas a las encontradas en los cementerios del Rio Negro. El nombre de Kjokkenmoddings 0 desperdicios de cocina, que the dado a esos montones conchiferos, creo que es el que mejor les cuadra, atento a lo mucho que se asemejan a los grandes depésitos de Dinamarca, Los Kjokkenmoddings de Puerto Deseado se componen casi exclusivamente de valvas enteras y fracturadas de Mytilus magellani- cus y M. chilensis, especies que viven adn en la playa vecina. Examinando més atentamente los montones més distantes de Ia costa, no es dificil ver otros moluscos bivalvos, del género Venus. A pesar de esorupulosas investigaciones no he podido hallar res- tos de moluscos impropios para la alimentacién, ni tampoco ejem- plares jovenes. 169 MIS EXPLORACIONES ¥ DESCUBRIMIENTOS EN LA PATAGONIA Ast ues, los. depésitos de Puerto Deseado no han sido for mados por la accién de las aguas marinas, sino casualmente, por {os Tebuelches prinitivos * que ain deopaty de ie ropagacién Her araballo en la Patagonia, habitaban "en loo’ rape del mar hacia el lado del Rio Negro, como lo dice el Packe José Cardiel en el “Diario” de su expedicién.** N@Uitando superficialmente los Kjokkenmoddings extraje algu- Bis Hechas, un punzén y también un gran ndmens ie edazos de Silex, cuarzo’ y obsidiana ligeramente talladon Y que sin duda servitian a guisa de rascadores, cuchillos, ete, También saque algunos huesos de guanacos y de zorros. Los pti. meros estaban rotos y algo carbonizados. Tas flechas pertenecen a dos tipos distintos; unas tienen pedénculo \fig. 3) y carecen de él las ottes (i Figura 3. (Tamafio natural) Figura 4. (Tamato natural) Figura 5. (Tamaio. natural) RAMON Lista Habiendo estudiado los Kjokknmoddings, demos una ojeada a Jas antigiiedades del Rio Chico, Los terrenos inmediatos al lugar donde el Ro Chico se engrosa con las aguas del Shehuen, son muy ricos en pedemnales tallados uizd por las mismas toscas manos de los indios vistos por Magalla- nes en el puerto de San Julién. Algo més al Este, en un paradero llamado Kooing por los indios del viejo cacique Gumelto, y “Manantiales” por el autor de este trabajo, no es sorprendente hallar a cada paso, al pie de los Taquiticos calafates que crecen en las cercanfas de’ algunos pozos de agua surgente, ora un fragmento informe de silex, ora” una Preciosa flecha tallada, de aquella o distinta piedra. Remontando el Rfo Chico por su margen izquierda, desde “Korpe- aiken”, pasando por “Chunke-siken”, hasta cerca de “Ay-aiken’”, hllanse de vez en cuando lindas flechas y rascadores cuyas formas varian notablemente, Sobre la misma meseta voleénica de “Chunke-aiken” se ven trozos de sflex, y en mi primer viaje a ese punto, encontré una punta de flecha de cuarzo litoideo, que algtin audaz cazador artojé a la carrera sobre el codiciado guanaco, que gracias a su répido andar bburlé la destreza del Nemrod tehuelche, Este lindo spécimen esta toscamente tallado en sus dos caras; carece de pediinculo; mide 5 centimetros de largo y pertencce al tipo triangular. Los demés objetos que conservo en mi poder provienen en su ‘mayor parte de la confluencia del Shehuen, De ese paraje, mencionaré doce flechas, cinco bolas arrojadizas ¥ diez rascadores. Seis de las flechas son completamente idénticas a las dos pequefias figuradas en Ia pagina 88 de este libro: fueron sncontradas @ pocas millas al Oeste We Mawaish. Las restantes son Verdaderas armas de guerra y tienen las puntas y los bordes més ortantes que las otras. Todas estén talladas a pequefios golpes, Las bolas arrojadizas son por lo comtin esféricas y las hay de Pérfido, gres, cuarzo y diotita, Los rascadores afectan distintas formas, pero domina el tipo triangular. En cuanto a las piedras trabajadas, procedentes ‘de Kooing, men-

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