You are on page 1of 55
indy Robinson desvela en estas crdnicas los ent te la extraccién y el negocio de las materias peli nas valiosas de América Latina, como la carne, ¢ «I petréleo, el aguacate, el hierro, los diamantesy lt 4 soja, el cobre o el niobio. Robinson recorre Potosi, Minas Gerais, Zacateeis Ymuchos otros de los itinerarios que ya recorrié Edi Galeano cincuenta afios atras, en Las venas abier &e América Latina, y actualiza la célebre tesis de qu ‘los latinoamericanos somos pobres porque es rice ef ‘uelo que pisamos». Aquel libro se convirti6 en la biblit te la generacién de izquierdas que aleanz6 el poder & América Latina a principios del siglo xx1, como Lula 44 Silva, Evo Morales, Rafael Correa 0 Hugo Chives £Qué ha ocurrido en esos paises desde entonces? cual es la utilizacién final de estas materias prima en UOSUIGOY ‘Imundo actual, de consumo ostentoso, recursos naturales henguantes, fuertes tensiones geopoliticas y extrema 8 esigualdad? ¢Qué podemos aprender de los pueblos 4 ‘Indigenas para afrontar el reto existencial del cambio Q imatico? ¢Como repercute la extraccién de materias S Primas en los dramaticos sucesos politicos que han g ‘Sacudido la regién en los tiltimos aiios? Inevitablemente, < Sualquier lector, americano o europeo, se sentira re Mrerpelado como ciudadano y consumidor. Ss “Un vivide y dramstico reportaje sobre las venas, a Sin duda adn abiertas, de América. Una colosal obra & de divulgaci6n». MIGUEL DELIBES DE CASTRO #Latinoamérica thistoria politica #onsumo #cambio climatico #erénica arpa a Andy Robinson ORO, PETROLEO Y AGUACATES Las nuevas venas abiertas de América Latina (© del exto: Andy Robinson, 2020 © de esta edicion: Aepa & Alf Editores, , Le Primera edivion: marzo de 2020 ISHN: 978:84-17635-57-1 Sebastian Cabor, 1544 © Album Maguetacin: Angel Daniel Impresion y encuademaciéns Romanya Valls mpreso en La Torre de Claramunt Dieanigunet eats Gi Disefio de coleccion: Enric Jardé iF er and = ied Disefo de cubierta: Anna Juvé saa lagen de cubis Map de Airc del Sur ae r C2 7Zo Apa Manila, 65 ‘98054 Barcelona arpaeditores.com Reservists deren Ninna pare et pin rede repodin meena ania por singin mio sin erin del en arpa SUMARIO INTRODUCCION LA BATALLA POR EL FUTURO DEL AMAZONAS 3 PRIMERA PARTE. MINERALES 1. Oro (Colombia, Centroamérica, Estados Unidos) EI Dorado en Salt Lake City 29 1, Hierro (Minas Gerais, Brasil) La fuerza bruta férrea 59 1. Niobio (Roraima, Brasil) El fetiche de la ultraderecha brasilefia 9 1v. Coltén (Gran Sabana, Venezuela) Las minas de Nicolis Maduro 93 v. Diamantes y esmeraldas (Diamantina, Brasil) Al otro lado del paraiso 105 vi. Plata (San Luis Potost, México) Peyote y racers 144 vu. Cobre (Apurimac, Pera / Atacama, Chile) Dos ruedas de prensa y una revolucién 137 VIL. Litio (Potost, Bolivia) Potosi, golpe en el salar 153 SEGUNDA PARTE, ALIMENTOS 1X. Quinoa (Uyuni, Bolivia) xu. xu, xiv. El auge y la caida del geano milagro Patata (Puno, Pera) Del chufio a la potato chip Aguacate (Michoacan, México) EL hot dog con guacamole Plitanos (Honduras) La Repiiblica bananera versién siglo xx1 Soja (Pari, Bahia, Brasil) Cargill y la guerra del fin del mundo Carne (Paré, Brasil) La capital del buey ‘TERCERA PARTE, ENERGIA x. Petrdleo (Venezuela, Brasil, México) Petrosocialismo y contraataque en PDVSA, Petrobras y Pemex xvi. Hidroeléctrica (Para, Brasil) Los mapas de los mundurukus 175 186 208 223 237 254 267 302, «fn la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarta y los alimentos se convierten en venteno». EDUARDO GALEAKO, Las venas abiertas de América Latina ORO (COLOMBIA, CENTROAMERICA, ESTADOS UNIDOS) EL DORADO EN SALT LAKE CITY ‘Dorado siempre fue una empresa de avaricia, dels teeién, Y aunque ahora sus protagonistas eran multi- Jonales mineras con sede en Vancouver, dotadas con eft es departamentos de responsabilidad social corpora” 0 desesperados buscadores de fortuna en Colombia “I ta fiebre del oro del siglo xxt seguia el mismo camino aguel primer frenesi de extraceiOn y muerte, quiniento» ratrds,en tiempos de Cortés y Pizarro. Pero quizés otro texplicaba el nuevo gold rusb que yo habia presencia- ‘ea los rios tefiidos de sangre y mercurio de la Antioquia vmbiana y las grandes minas a cielo abierto en Centroa- rca. En los ais de crisis, el oro fue un refugio del mic: Hel caos que, desde Wall Sree, se extendia al mundo en- Los barequeros y garimpeiros escarbaban en el barro vao en busca de su potost 0, al menos, de una tse los frijoles. Pero en os paises norte global el oro se perseguia en una busqueda neuro ica de seguridad financiera y psicol6gica. «El oro siempre Gustifieado los actos mis atroces y la resistencia humana nds extraordinaria porque aniquila la incertidambrey, die Peter Bernstein en su libro EI poder del oro. El Fondo Mo- » [ANDY ROBINSON netario Internacional’ reconoce que el precio del oro «se ve respaldado por un temor (posiblemente irracional) al co- lapso». Mas directa, la bloguera financiera Masa Serdarevis sentencia: «Comprar oro es siempre un asunto de miedo». “Tras la crisis global iniciada en el afio 2008, el miedo no ‘escaseaba en la economia mundial. Dutante el colapso del sis- tema financiero, cl precio de la onza troy de oo (460 gramos), que se habia mantenido estable en torno a los quinientos d6- lares durante las décadas anteriores, alcanz6 los mil novecien- tos délares en 2011 La destruccién de billones de délares de valores bursétiles —aunque pronto se recuperarfan para res- taurar las fortunas de la plutocracia global— clev6 el atrac- tivo del metal amarillo, Una expansién monetaria sin prece- dentes y el desplome de los tipos de interés a cero reforzaron Ja huida hacia la trinchera dorada. Pero el miedo escénico no lo explicaba todo. En la socie~ dad de ostentacion globalizada y extrema desigualdad, tan perfectamente personificada por Donald Trump y sus torres en forma de gigantescos lingotes, el oro representaba también el deseo de prestmir de estatus social. La demanda erecia en las nuevas clases medias de la India y China, Abundaban los compradotes de oyeria orfebre en las nuevas boutiques Swa- rovski junto a barrios marginales, Pero también en las exclu- sivas tiendas LVMH ladies only de las teocracias del kitsch en Dubai o Doha. El metal mas preciado era la via directa al cestatus deseado y un valor seguro. ¥ al igual cue otros objetos de Injo, el oro se incorpo- 16 al decadente mundo del arte contemporaneo, superando al bronce como material predilecto de artistas de marca glo- bal como Damien Hirst, cuyo esqueleto de mamut Gone but ee Fund, World Economic Outlook, octubre le 2019. (ORO (COLOMBIA, CENTROAMERICA, ESTADOS UNIDOS) 3 forgotten de oro puro se vendis por quince millones de ‘o Mare Quinn, creador de una escultura en oro de la delo Kate Moss adquirida por el Museo Briténico por dos Js de délares. Sin olvidar el viter hecho de oro de die- cho quilates del artista Maurizio Cattelan, que el Guggen- de Nueva York quiso regalar a Trump para el cuarto de tio de la Casa Blanca en sustitucién del Van Gogh que el sidente habia exigido al museo neoyorquino. ‘Al mismo tiempo, el oro se convirtié en el negocio pre- de las grandes redes internacionales del crimen orga do, que competian —y, a veces, se asociaban— con las wultinacionales de la mineria, que cotizaban en la Bolsa de pronto, para alcanzar el liderazgo empresarial de El Dora~ i 2.0. Fl oro era un activo financiero fiable y cada vez mas ido, idéneo para blanquear los ingresos ilicitos de las {¢Mafias. Tras extorsionar a millones de mineros artesana~ responsables nada menos que del 20% de la produccién obal en condiciones proximas a la esclavitud, estas mafias igilaban la venta del oro a intermediarios instalados en Fe- otas ciudades de los Andes o en la selva tropical, Se lleva- “an su tajada y lo exportaban a un mundo mucho mas civil zado, a Suiza, cuyas cuatro refinerias procesaban el 50% del ‘oro producido a escala global. En cada eslabén de la cadena del metal mas brillante, se Javaban miles de millones de délares de dinero sucio. Pero Jos garimpeiros y los barequeros, 0 incluso los paramilitares ¥y guerrilleros que sembraban el miedo en las minas, con: ttfan solo el sintoma, La enfermedad era la desigualdad ex- - trema, la plaga del capitalismo depredador del siglo xx1, del ‘cual el negocio mundial del oro venia a ser un simbolo, su quintaesencia, como el anillo de Wagner. «Yo he visitado la mina La Rinconada, a 5.500 metros de altitud en los Andes peruanos. Alli trabajan sesenta mil mineros artesanales que viven en chabolas de chapa. Mueren antes de los cincuenta 2 ANDY ROBINSON Porque en las zonas mas bajas el aire solo tiene un 50% de oxigeno. No hay policia, pero si cuatro mil prostitutas, casi todas esclavas», me explicé el abogado suizo Mark Pieth, autor del libro Gold laundering, the dirty secrets of the gold trade, ‘cuando regresaba a Basilea de un viaje al infierno andino. «Es tetrorifico, deberia prohibirse. Pero cien millones de familias a escala mundial dependen de esto». Siel terror financiero y el consumo ostentoso de las nue- vas élites revalorizaban el oro, el auge de las nuevas ideolo- ‘gias apocalipticas lo convertfan en culto. El anhelado regreso. del patr6n oro —un delitio de los excéntricos gold bugs (bi- chos dorados) y también, por algin comentario, del propio ‘Teump—ganaba adeptos en las comunidades conservadoras de Estados Unidos y Alemania, en aquellos afios de impara- ble expansién monetaria que definiria la segunda década del nuevo siglo. Aunque la inflacién que estos fetichistas de los metales preciosos vaticinaban, como predicadores ante el dia del juicio final, jams llegaria, Tampoco la timida normaliza- ci6n de la politica monetaria,a partir de 2017, pudo frenar la demanda del metal amarillo. Los precios ya no alcanzaban los récords de 2011, pero, al oscilar en torno a los 1.400 délares la onza, bastaban para alimentar la desesperada fiebre en las cordilleras y los rios latinoamericanos, fuentes de suministro del 60% del oro vendido en Estados Unidos, La demanda de oro, al igual que de otros metales, se veia impulsada también por el crecimiento explosivo de la industria electronica. Cada ‘uno de los mil millones de teléfonos mévilesfabricados cada aito en la segunda década del siglo xx1 contenia oro por valor de ‘unos 50 céntimos de curo. Pese a ser el menos ttil de todos los metales, el oro siem- pre ha engendrado delirios. Quimicamente inerte,el elemento Au (del latin azrum, con niimero atémico 79) jamas se oxi- da, «Posee la longevidad con la que todos sofiamos», afirma Bernstein, Quiza piensa en el billonario libertario de Silicon (ORO (COLOMBIA, ENTROAMERICA,ESTADOS UNIDOS) 38 ley Peter Thiel, que no solo invierte millones en nanotec- gia einvestigacion genética en busca de la inmortalidad, ‘que también defiende con la pasién de un rey medieval el 6n oro porque «conectaria el mundo virtual con el mun- real». El nuevo El Dorado resulta irresistible para conser- es libertarios como Thiel porque el oro no depende de xin Estado. «Eloro puede ser un trozo de metal init y brillante, pero ‘menos los bancos centrales no pueden imprimirlo», resu- iié Dylan Grice, analista del Credit Suisse. Incluso cuando Fed dej6 de inyectarbillones de liquidez en el sistema, los ld bugs prosiguieron en su biisqueda de estabilidad con el tal. Gillian Tett, antropéloga y columnista del Financial imes, achacaba el atractivo del metala «un eco de la llamada ga de culto, que los antropélogos estudian en las islas del fico: algo que proporciona orden y significado en tiempos caos y miedo». Results terapéutico también para los nos- icos defensores del Brexit, muchos de ellos gold bugs, que voto a favor de salir del club europeo provocara, ademas colapso de la libra, una subida del 219% de la demanda iténica de oro. Eran tiempos de delirios y el oro fue un bal samo. En las calles de las ciudades ricas y pobres, junto a los predicadores evangélicos que vaticinaban el armaged6n, cit- laban hombres de gesto humillado con carteles que decian: «We buy gold». Bl oro estaba perfectamente hecho a la me- ‘dida del llamado movimiento End Times (fin de los tiempos) Las milicias catastrofisias del survivalism de Idaho y Texas aconsejaban llevar unos lingotes junto con la ametralladora ‘en el kit de supervivencia para el postapocalipsis. © quiza la fascinacién conservadora por el oro tiene que ‘ver con Ia solidez del metal mas denso. Freud achacaba el fe- tiche del oro a la neurosis y ala fijacién anal. Si para los ma- ‘yas de Mesoamérica, grandes artistas de la orfebreria, el oro ‘era el excremento de! adorado dios Sol, de incalculable valor Pa [ANDY ROBINSON estético y simbélico, pero sin ningin valor comercial 0 mo- netario, para los gold bugs de la poscrisis el metal se habia convertido en el excrement s6lido del buen cristiano conser. vador,intelectualmente estreiido y en busca de una inversion segura. Aunque Trump rechazaria el regalo del Guggenheim ¥ Peditia la cabeza de la osada comisaria Nancy Spector, que se mofaba de un presidente conocido por preferir el oro en la sriferia de sus inmuebles de lujo, el inodoro dorado de Mau- rizio Cattelan se convertiria en el objeto de deseo de muchos lavabos de la nueva derecha. Por supuesto, la neurosis se traducia en fantisticos be- neficios para las grandes multinacionales mineras y sus con- sejeros, entre ellos el conservador expresidente espaiol José Maria Aznar, que ya habia fichado por la compafifa canadien. se Barrick Gold, la mas grande del mundo, para perforar la resistencia social en América Latina ante el nuevo saqueo de sus venas mas abiertas. En los afios de la poscrisis, se busca- ba oro en «lugares antes considerados no rentables o margi- nales, y donde vive mas gente», explicé el economista argen- tino Leonardo Stanley. La fiebre se extendia desde Tanzania hasta Mongolia, Pero lo mas dramético fue el regreso a Fl Dorado, a la vieja fiebre del oro americana. Colombia, Mé- xico, Brasil, Centroamérica —menos desarrollados en mine ria que Chile o Pert, en el sur— se convirtieron en la nueva frontera minera del continente. En Venezuela, donde el ejér- Cito bolivariano ya tenia carta blanca para abrir minas al sur del Orinoco, el presidente Nicolés Maduro invité a los venezolanos a comprar «el arn de Guayana, el oro del puc- blo, para el plan de ahorro nacional», como si se tratara de tun acto revolucionario de lealtad chavista. Mientras que en el norte, desde Alaska hasta Nevada, los escenarios del gold rush decimonénico volvieron a convertirse en el suefio ilu- sorio de los buscadores de fortuna y de los nuevos gold bugs de la era del miedo del siglo x1. ‘ORO (COLOMBLA, CENTROAMERICA, ESTADOS UNIDOS) és de una jornada de protestas mineras en Medellin y ia, que tetminaron con batallas campales contra la po: ycon al menos tun muerto, los buscadores de oro volvie al trabajo en la mina de Orlando,en Amalfi,en un peque- Jafluente del gran rio Cauco entre las verdes montaiias de! ste de Antioquia, Mientras dos excavadoras descargaban fladas de barro espeso color cemento sobre una mangue- |mecénica para que el liquido corriera hacia abajo y depo- los granos de oro, unos doscientos barequeros (mine- artesanales) se pusieron a buscar sus propias pepitas en /Montones de residuos. Cavaban con palas en el fango gris jado por las excavadoras Caterpillar y lo echaban en las s. Luego se metian hasta la cintura en el charco opaco leche turbia para remover en busca de flecos amarillos. Parecia esa imagen dantesca de los garimpeiros desespe- dos del fotégrafo brasileito Sebastiio Salgado, todo un do- Imento grafico de los miserables de la tierra. Pero estos equeros colombianos no se quejaban de su destino, sino le sonreian y defendian con orgullo la dignidad de su tra- ‘bajo. Como jugadores de casino, reivindicaban la libertad del azar frente a la monotonia del trabajo del esclavo asalariado ‘en las grandes minas de las multinacionales mas arriba, en la sierra. «Aqui somos nosotros quienes decidimos cuando vamos @ trabajar», me explicé Ratil Duque, barequero desde hacia treinta y cinco afios, de ojos verdes como las esmeraldas que se _ extraian al otro lado de la sierra, padre de tres hijos y propie- tario de una humilde vivienda en el pueblo, «Hay dias que se ‘gana, y dias que se pierde». Levanté la batea para enseftar un grano dorado que resplandecia contra el acero gris. Los otros Iiineros se acercaron y les hice una foto con la pepita cente- ~ Meando al igual que sus sonrisas. Venderian el oro aquella tar- de en el pucblo por dieciocho mil pesos, unos nueve délares.

You might also like