You are on page 1of 16
Capitulo VII ' LA GUERRA FRIA cia por todos mundial ya clement en la paracién e rma y Ja amenaza sovi (Gensen, 1991, p. 56) La economia de guerra decenas de miles de buréer no que van a la oficina c facilita una posicién cémoda a 10 de paisa planificar la guerra atémica; a millones de tabajadores cuyos. puestos de trabajo dependen del sistema de terrorismo nuclear; a cientificos ¢ ingenieros pagados para buscar la «solucién tec nol6gica» definitiva que proporcione una seguridad absoluta; a ccomtratistas que no quieren dejar pasar la ocasién de obtener beneficios faciles; a guerreros intelectuales que venden amena- zas y bendicen guerra, RicarD Baaxer (1981, p. 97) 230) La GUERRA HRI 21 232 LA EDAD DE ORO revolucién china y los afios setenta, cuando ta China comunista ya no for ‘maba parte del mismo, En la prictica, la situacién mui uperpotencias hhabian aceptado el reparto desigual del mundo, habian hecho los esfuerzos por resolver las disputas sobre sus zonas de tun choque abierto de sus fuerzas armadas que pudiese de la ideologia y de la ret6rica de guerra fria, habjan actuado par. tiendo de la premisa de que la coexistencia pactfica entre ambas era posible. De hecho, a ta hora de ta verdad, la una confiaba en la moderacién de la otra, es en que estuvieron off centraron, en guerra. Asf, durante la guerra de Corea de 195% participaron oficialmente los norteamet sabia perfectamente que unos 150 aviones chinos eran en realidad a sovigticos pilotados por aviadores sovicticos (Walker, 1993, pp. 75-77). La idn se mantuvo en secreto porque se dedu no que Mose deseaba era ta guerra. Durante la crisis de 6 de 1962, tal como sabemos hoy (Ball, 1992; Bi durante un importante levantami tir de entonces, tal como confi rho se entrometié en la esfera de control sovic ba tara la altura de su propia retsria de lucha por la supremacta o por én, no era un enfrentamiento en el que las decisiones fundamen- tales las tomaban los gabiernos, sino ta sorda rivatidad entre los di servicios secretos reconacidos y por reconocer, fruto més caracteristico de la tensin de asesinatos encubiertos. En este género, los briténicos, gracias al James Bond de lan Fleming y a Jos héroes agridulces de John Le Carré —ambos hhabian trabajado por un tiempo en los servicios secretos brit vieron la primacta, compensando asf el de poder real. No obstar paises més débiles del tercer mund semejantes fueron desdefiables en términos de p fes que resultasen a menudo En (ales circunst de su pais en in de lo sucedido en LA GUERRA REA 233 accidentes que amenazan inevitablemente a quienes patinan y patinan sobre tna delgada capa de hielo? Es dificil de decir. Es probable que el perfodo més explosivo fuera el que medié entre ta proclamaci6n formal de la «doctrina » efi marzo de 1947 («La politica de los Estados Unidos tiene que ser apoyar a los pueblos libres que se resisten a ser subyugados por minorias armadas o por presiones exteriores») y abril de 1951, cuando el mismo presi dente de los Estados Unidos destituyé al general Douglas MacArthur, coman- dante en jefe de las fuerzas de los Estados la guerra de Corea (1950-1953), que Hev6 demasiado lejos sus ambiciones militares. Durante esta época el temor de los norteamericanos a la desintegeacién social o a la revolucién en icos de Eurasia no era simple fantasia: al fin y al cabo, en 1949 los comunistas se hicieron con el poder en China. Por su pai- tc, la URSS se vio enfrentada con unos Estados Unidos que disfrutaban del Jel armamento atémico y que multiplicaban las declaraciones de anticomunismo militante y amenazador, mientras a solidez del bloque sovie- tico empezaba a resquebrajarse c partir de 1949, el gol bre en Corea -mno de China no sélo se involuerd en una n pensdrselo dos veces, yy sobrevivir a un hi Una vez que la URSS se hi leares —cuatro aiios des pués de Hiroshima en el caso de la bomba atémica (1949), nueve meses. después de los Estados Unidos en el de la bomba de hidrégeno (1953)—, cias dejaron de utilizar la guerra como arma politica en un pacto suicida, Que jizar las armas nucleares con- terceros nidos en Corea en 1951 y para salvar a los franceses en Indochina en 1954; la URSS contra China en 1969— no est claro, pero lo cierto es que no 10 hicieron. Sin embargo, ambas super- otencias Se sirvieron de la amenaza nuclear, casi con toda certeza sin tener wencién de cumplirla, en algunas ocasiones: los Estados Unidos, para ace- rar las negociaciones de paz en Corea y Vi para obligar a Gran Bretafa y a Francia a retirarse de Suez en’ 1956, Por desgracia, la certidumbre misma de que ninguna de las dos superpote: deseaba realmente apretar e} botén atémico tenté a ambos bandos a agitar recurso al arma at6mica con finalidades negociadoras o (en los Estados Unidos) para el consumo doméstico, en la confianza de que el otro tampoco ueria la guerra, Esta confianza icada, pero al precio de desquiciar los nervios de varias generaciones. La cr es suceder. +2 QuiEo fe ha bastard para JERRA RIA 235 234 La PAD DE ORO . cubanos de 1962, uno de estos recursos enteramente innee punto de arrastrar al mundo a una guerra innecesaria a pocos dias ar a las cGpulas les entrar tempo estuvo a /g0 de unos s hasta hacer- 15 moderados, con escasos apo} iados desde dentro y fuera de sus que después de Ia guerra aparecieron en todas {Como podemos, pues, ex armado y de movilizaci I y en este caso era tan ine ble que podia estallar una guerra mundial en cualquier momento, y que eso én mutua sin tregua? En primer lugar, la guerra absurda vista desde el presente pero jica tras el fin de la segunda guerra mundial, de que la era de las catistrofes no se ‘mo mundial y de mayorfa de ios observadores esperaba grave, incluso en los Estados Unidos, por a fe sucumbiria ante los cont le invierno de 1946-1947, algo a lo que (Kolko, 1969, pp. 244-246). in esperaba «serias alteraciones de pos 1969, p. 485) era excepeidn de los Es To que a los norteameri | ver, radi ica» (Hughes, 1969, p. 28) Ia ico que rechazaba toda informaba luego desde Mos- moderno de las guerras ;munismo soviético luchard contra la ‘versién norteamericana del capitalismo 991, pp. 41 y 53-54: Roberts, 1991), ibertad de empresa, les que habia de salvar a los Es ide amtes de la dejando a los Estados Unidos frente a una URSS co 3. El drigeme 236 LA EDAD DE ORO Yes que ahora resulta evidente, y era tal vez razonable incluso en 1945- 1947, gue a URSS ni era expansionsta —menos ain ogesivo— al nabs con extender el avance del comunismo més alld de lo que se supone se habia acordado en las cumbres de 1943-1945, De hecho, controlaba regimenes y movimientos comuni compromiso especifico de no construir estados segiin URSS, sino economéas mixtas con democracias par tas, muy diferentes de la «dictadura del protetariado» y «1 de un partido nico, descritas en documentos internos del ta como «ni itles ni necesarias» (Spr menes comunistas que se negaron a segui revoluciones, que Stalin desalent6 firmeme 6, como Yugoslavia.) Ademds, y aun prestado mucha atencién, Ia URSS desmoviliz6 sus tropas —su principal bbaza en el campo militar— casi tan deprisa como los Estados Unidos, con To que el ejército rojo disminuy6 sus efectivos mo de casi doce millones de hombres en 1945 a tres mi York Times, 24-10-1946 y 24-10-1948) Desde cualquier punto de tarias pluripartiis ‘ocupacién de las fuerzas det ejército rojo, Después de ‘aba en ruinas, desangrada y exhausta, con una econo! ¥y un gobierno que desconfiaba de una po de Rusi ia clara y con men. En sus confines occidentales, la URSS co in gran parte de la c rensible falta de adhesin al régi ud teniendo dific \s ucranianas y de otras nacionalidades durante aiios. La diri de correr rie smo: J, V. Stalin (véase el capitulo XII). da econémica posible y, por lo tanto, no tenia ningiin interés, a corto plazo, tn encmistars con ln Gnica polenta que pola proprciontsla los Est dos Unidos. No cabe dada de gue Stan, et ant qu commit, cela ena inevitable sstiveten del capitalism po el oy dor la coeustencia de ambos sistemas no sera los planificadores soviéticos no crefan que el cay tase en ers a erin del seguna pram ccuya riqueza y poderfo, enormemente aumentados, no eran sino evidentes (Loth, 1988, pp. 36-37). Eso es, de hecho, lo que la UR’ temfa.’ Su postura de fondo tras la guerra no era agresi sospechaba y a sino defensiva 5. Mayores ain hubieran sido sus suspicac estado mayor de los Estados Unidos tn un plan pi tthe pias dee Uni Sov spss ema 1993, pp. 26-27), " " LA GUERRA FRIA 237 a de enfrentamiento entre ambos bandos surgié de su propia situacién. La U nsciente de lo precario e inseguro de su posicidn, se enfrentaba a la potencia mundial de Tos Estados Unidos, cons- Cientes de lo precario e inseguro de la situacién a central y occiden: y del incierto futuro de gran parte de Asia. El enfrentamiento es probable que se hubiese producido aun sin la ideologia de por medio. George Kennan, ‘9 norteamericano que, a principios de 1946, formulé la politica \cidn» que Washington abraz6 con entusiasmo, no crefa que Ru se batiera en una cruzada por el comunismo, y ra posterior— 61 mismo se guardé mucho de part ‘gicas (con la posible excepeién de sus ataques a la fa que tenia una pobre opinién). Kennan no era ms que un buen especi twen Rusia de la vieja escuela de diplomacia entre potencias —habia m ' europeas— que veia en Rusia, ya fuese la de los zares 1c, una sociedad atrasada y barbara gobernada por hombres a intiva de insegt [por autécratas, bus: de «cont spleta desteuccién de la potencia ri promisos con ésta; reaccionando siempre, por lo tanto, s6lo a «la Logica de la fuerza», no ala de la razén, E] comunismo, por supuesto, pensaba Kennan, hhacfa a la antigua Rusia més peligrosa porque reforzaba a la mas brutal de las grandes potencias con la més despiadada de las utopfas, es decir, de las ideologias de dominacién mundial. Per «potencia rival» de Rusia, a saber, tos Esta fecontener» Ja presién rusa con una resistencia in! hubiese sido comunista. Por otra parte, desde el punto de vista de Mosca, ta ti nal para defender y explotar su nueva posicién de gts internacional, era exactamente la misma: { mejor que fan sus cartas. No cabia negoci nes que le habjan ofrecido Roosevelt ccuand soviética era esencial para derrotar a Hit se crefa que seria esen- Cal para derrotar a Japén. La URSS podia estar dispuesta a retirarse de tonas en donde no estaba amparada por los acuerdos de las cumbres de 1943- 1945, y sobre todo de Yalta —por ejemplo, la frontera entre Irén y Turquia cen 1945-1946—, pero todo intento de revisién de Yalta solo podia acogerse con una rotunda negativa, y, de hecho, el «no» del ministro de Asuntos Exte- toclas las reuniones internacionales posteriores @ se hizo famoso. Los norteamericanos tenfan la fuerza de su lado, aunque hasta diciembre de 1947 no dispusieron de aviones capaces de transportar las doce bombas atéi ue contaban y el personal militar capaz de mon- tarlas (Moisi, 1981, pp. 78-79). La URSS, no. Washington no estaba dis: puesto a renunciar a nada sino a cambio de concesiones, pero eso era exac- tamente lo que Moseti no podfa permitirse, ni siquiera a cambio de la ayuda 238 ts econémica que necesitaba desesperadamente y que, en cualquier caso, los norteamericanos no querfan concederles, con 1a excusa de que se les hal straspapelado» la peticién soviética de un crédito de posguerra, presentada tes de Yala. En resumen, mientras que a tos Estados Unidos les preocupaba el peligro de una hipotética supremacia mundial de la URSS en el futuro, a Mosct le preocupaba la hegemonfa real de los Estados Unidos en el presente sobre tedas las partes del mundo no ocupadas por el ejército rojo. No hubiera sido wy dificil convertr a una URSS agotsda y empobrecida en otro satelite de nés poderosa por aquel entonces que todas las demas economias mundiales juntas. La intransigencia era la tactica I6gica. Que destaparan el farol de Mosci, si querian Pero esa politica de mutua intransigencia e incluso de rivalidad perma nente no implica un riesgo cotidiano de guerra. Los minisiros de Asuntos siglo xix, sionista de ta Rusia de los zares debfa «contenerse» constantemente a de Kennan, sabsan perfectamente que los momentos de enfrentamiento abier- to eran contado, y las crisis bélicas, todavia mas, La intransigencia mutua icha a vida o muerte o de guerra de reli- 3s elementos que contribuyeron a bito de la razén al de tas emociones. Estados Unidos eran una potencia que representaba una ida sinceramente por muchos norteamericanos como mo- ‘A diferencia de la URSS, los Estados Unidos eran una racia, Por desgracia, este segundo elemento era probs i ién. Sin embargo, desplazar el enfrentamiento no sovidtico, aunque también satanizara a su antago {que preacuparse por ganarse los votos de los congee: gobierno de los munismo apoc Jy, por consiguiente, tentador, incluso para politicos que no estaban sincerarnente convencidos de su propia ret6ri ca, 0 que, como el secretario de Estado para la Marina del presidente Tr nan, James Forrestal (1882-1949), estaban fo bastante locos, médicamente hablando, como para suicidarse porque veian venir a los rusos desde la ven- tana del hospital. Un enemigo exterior que amenazase a los Estados Unidos les resultaba préctico a los gobiernos norteamericanos, que habian legado a Ja acertada conclusién de que los Estados Unidos eran ahora una potencia mundial —en realidad, la mayor potencia mundial con mucho y que se- guian viendo el waislacionismo» o un proteccionismo defensive como sus nayores obsticulos internos. a salvo, entonces no pr pensas— del ra, Mas concretamente, 1a obtencin de las enormes st ino de la primera gran gue- faba a los presidentes la s necesarias para financiar la politica norte- 1A GUERRA FRIA 239 americana gracias a notoria por su escasa predisposicién a puestos. ¥ el anticomunismo era auténtica y visceralmente popular tn un pais basado en el individualismo y en la empresa privada, cuya defi- icidn nacional se daba en unos parémetros exclusivamente ideolégicos ‘americanismo) que podian considerarse précticamente el polo opuesto al ‘smo, CY tampoco hay que olvidar Tos votos de los inmigrantes proce~ ites de la Europa del Este sovietizada,) No fue el gobierno de los Estados Unidos qui (6 el s6rdido e irracional frenesi de la caza de brujas ‘anticomunista, sino demagogos por lo demas insignificantes —algunos, ‘como cl tristemente famoso senador Joseph McCarthy, ni siquiera especial- mente anticomunistas— que descubrieron el potencial politico de ta denun- 1970, p. 462) facilitaba y Timitaba al mismo tiempo ta hacerle adoptar actitudes extremas, sobre todo en ia comunista en China, de la que natural- mente se culp6 a Moscd. : ‘Al mismo tiempo, la exigencia esquizoide por parte de pol e se instrumentara una politica que hiciera retroceder la Ja ver, ahorrase dinero y perturbase lo menos po- pas, on 1954, Al le un ataque convencional limitado. En resumen, dos a adoptar una actitud agresiva, con una ‘ambos bandos se vieron envueltos en una loca carrera de armamen- 1a a la destruceién mutua, en manos de !a clase de generates atémicos y de intelec jos cuya profesion les exigia que no se an cuenta de esta locura. Ambos grupos se vieron también implicados. To que el presidente Eisenhower, un militar moderado de ta vieja escuela ie se enconiré haciendo de presidente en pleno viaje a la locura sin acabar . al retirarse, de «complejo militar-indus- ‘masa ereciente de hombres y recursos dedicados a !a pre- ‘guerra. Los intereses creados de estos grupos eran los mayo- fen existido en tiempos de paz entre Jas potencias 10s complejos militar-industriales contaron con el para atraerse de contagiarse del to trial», es decir, 0 dela cara de bruja foe anos de la posguerra 240 . LA EDAD DE ORO amar aliados y satélites, y, cosa nada desdefiable, para hacerse c Vos mercados pata la exportacién, al tiempo que se guardabai armas més modernas, asf como, desde luego, las a en la practica, las superpotencias mantuviero uieron Sus propi wir su dependene t6mico era de hecho independiente de los Estados Unidos) y los chinos en los aftos sesenta. Mientras dur la guerra fi arsenales cont6, Durante los ais setenta y ochenta, adquirieron la capacidad de producir armas at Suréfrica y seguramente la India, pero esta pr Virtié en un problema internaci mundial bipolar de las dos superpotencias en Ast pues, zquién fue el culpable de la guerra tema fue durante mucho tiempo un partido de nes le echaban la culpa exclusivamente a la URS todo hay que decirlo, norteamericanos) decian « los Estados Unidos, resulta tentador ta culpa al temor mutuo su dos armados empezaron a mo 1993, p. 55), Esto es verdad, per dado en llamar del muro de Berlin en | fracaso de los anticomunistas occidentale a la hora de evitar verse envueltos en la alianza militar dominada por los Estados Unidos (con la excepcién det general De Gaulle en Francia); y el fracaso de quienes, en el lado oriental d I subordinac Mosci (con ). Pero no explica el tono apocaliptico de la guerra fria. Eso vino de los Estados Uni gobiernos de Europa oct |. con o sin partidos com fueron sin excepcién plenamente anticomunistas, decididos a protegerse con. ataque militar soviético, Ninguno hubiera dudado de haber tenido que elegir entre los Estados Unidos y la URSS, ni siquiera los com- prometidos por su historia, su politica o por tratar de ser neuttal ‘embargo, la sconspiracién comunista mundial» no fue nu (como John F. Kennedy en 1960) para ir en contra del términos de politica interna, era tan insignificante en ‘mo en Irlanda. Si alguien puso el esj to internacional entre px En realidad, tal como demuestra la ret claridad de 1a buena oratoria, la cu LA GUERRA FRA 241 de los Estados Unidos.’ Hay que aftadir, no obstante, que los gobiemnos de 1a OTAN, aunque no estuviesen del todo contentos con la politica norteame~ iaban dispuestos a aceptar la supremacia norteamericana como pre- ién contra el poderio militar de un sistema politico abomi econtencidne era la politica de todos; la destruccién del comunismo, no. mn Aunque el aspecto mis visible de la guerra fria fuera el enfentamiento mititary Ia carrera de armamentoat6mico cada vex mis frengica en Occi- in intl tas mas ani ne a, ee ‘que las potenciasnuclearesparticiparan en tes grandes gueras (aunque sin cya &enffentase), Sobresstados por la victoria comunista en Chin, os bajo el dsfaz de las Naciones Unidas) intervi impedir que el régimen o contra las guerrillas apoyadas por los Pakistin. En resumen, los costosos equipamientos militares propios de la riva lidad entre superpotencias demostraron ser ineficaces. La amenaza de guerra Constante gener movimientos pacifistas internacionales, dirigidos fundamen- jente contra las armas nucleares, que ocasionalmente se convirtieron en mientos de masas en parte de Europa, y que los apdstoles de ta guerra consideraban como armas secretas de los comunistas. Los movimientos. pro del desarme nuclear tampoco resultaron decisivos, aunque un movi- nto antibelicista en concreto, el de los jévenes norteamericanos que se isieron a ser reclutados para panticipar en la guerra de Vietnam (1965- 1975), demostré ser més eficaz. Al final de la guerra fria, estos movimient dejaron tras de sf el recuerdo de una buena causa y algunas curiosas reliquias periféricas, como la adopcién del logotipo antinuclear por parte de los mo mientos contraculturales post-1968, y un arraigado prejuicio entre los ecolo- gistas contra cualquier clase de ene! fan Tas consecuencias 5 de la guerra fria, que, casi de inmediato, polariz6 el mundo dominado por las superpo- tencias en dos «bandos» claramente divididos. Los gobiemnos de unidad nacional antifascista que habfan dirigido Europa hasta el final de la guerra 7, aAttemos a io.deenergiay voiveremos ase los los primeros, pro. Sio ln primers punto. No quiero que el mundo se pregunte qué hace claefor Kruschev. Quiero que se pregunten qué hacen los Estados Unidos (Beschl p28) 242 La HDAD DE ORO (con ta significativa excepcién de los tres principales cont URSS, los Estados Unidos y Gran Bretafia) se escindieron en reg ¥ anticomunistas homogéneos en 1947-1948. En Occidente, desaparecieron de los gobiernos para convertirse en parias p nentes. Los Estados Unidos t URSS siguié 0 eliminando a los no comunistas de las «democraci res» pluripartidistas, que fueron clasificadas desde entonces como «dictadh ras del proletariado», 0 sea, de los partidos comunist tada y euro a) para hacer frente a los dos, pero se disolvié discretamente en 1956 en cuanto el clima se hubo enfriado un poco. La dominacién soviética directa quedé firme- mente establecida en toda 1a Europa oriental, salvo, icos y cuyo, se sali6 del gobierno en 1948. El porqué St podsfa haber instalado un go aunqu intent6 en vano imponer et dominio soviético a la Yugo cen consect con Moxsed en 1948, sin unirse al otro bs Lap nces, previsi te mono} ito fue cada vez mise partir de 1956 (véase el capitulo XVI), La po neados con los Estados Unidos fue menos unicolor, ya que fidad de los partidos politicos locales, salvo los comuni atfa por los soviéticos. En cuestiones de politica exterior, no importaba quign estuviera al mando. Sin embargo, los Estados Unidos simpl cosas en dos de los antiguos paises enemigos, Japin e ‘que venia a ser un sistema permanente de part dos Unidos impulsaron la fundacién del Partido Demécrata-Liberal (1955), ¥ en Italia, al insistir en la exclusi6n total del poder del partido de oposicici hatural porque daba la casualidad de que eran los comunistas, ats a la Democracia Cristiana, con el apoyo suplementario, riera la ocasién, de una seleccién de minipartidos: liber nos, etc. A partir de principios de los afios sesenta, el tinico partido impor- tante que fal f@, se nid a la coalicién gubernamental, tras haber disuelto su larga alianza con los comunistas después de 1956. cconsecuencias para ambos lizacién de los comuni (cn Japén, los socialistas) como la principal fuerza opositora, y la inst ci6n de unos regimenes de corrupcién institucional a una escal [LA QUERRA FEA 243 este procedi rio de las superpotencias que ‘monopolisticas que sus asesores rooseveltianos habfan imput teen la Alemania y el Jap6n ocupados, por suerte para la c americanos, la guerra huba eliminado del escena pobli- smo japonés radical y a Era, pues, imposible de momento movilizar a esos elementos a cacia incuestionable en la lucha del «mundo rismo», pero s{ podta hacerse, en cambio, con las re sas alemanas y los zaibatsu japoneses." La base pol occidentales de la guerra fria abarcaba, asi, desde la izquierda so ies de Ta guerra ala derecha moderada no nacionalista de antes de partidos vinculados a la demostraron ser part ente dtiles, ya que las credenciales anticomunis~ las y conservadoras de fa Iglesia eran de primer orden, pero sus partidos «cristianodem@eratas» (véase el capitulo IV) pose‘an sélidas credenciales antifascistas mporalmente en Francia y de modo més permanente en Alemania, ién pp. 285-286). ‘guerra fria sobre la politica internacional {a politica interna nidad Europea con todos sus problemas; u ‘organizacidn pol in precedente, «sabes am organ sts nente (o por lo menos de larga duracién) para integrar las economias y, cs me egales de un serie do exados-nein indepen: (1957) por seis estados (Francia, Repib Pajses Bajos, Bélgica y Luxemburgo), a fin fema empez6 a tambalearse al igual que ido seis més (Gran Bre- y se habia comprometi- ica como federal 0 confede- pués de 1945, tanto por los Estados Unidos como en contra de ellos, ¢ ilus- J poder como la ambighedad de este pats y sus limitaciones; pero ia fuerza jedo que mantenfa unida a Jo a la URSS: para Francia, Alemania seg rau fascists los emplearon sstemsticamente des Y en otasfunciones apartadas del escratiio public. | \ 244 La EDAD DE ORO tral lo compartfan, en menor grado, los demas paises ex contendientes u ‘ocupados de Europa, todas los cuales se vefan ahora unidos en la OTAN tan- mico y rearmada, aunque afortunadamente los Estados Unidos, aliado indispensable fr por su falta de fiabilidad: un aliado que, de ser capaz de poner los intereses de la supremacia mundial norteamericana por encima de todo lo demas, incluidos los intereses de sus que olvidar que en todos los céculos efectuados sobre el mi guerra, asi como en todas las decisiones de la posguerra, «la pr polftica era la preeminencia econémica (Maier, 1987, p. 125). Por suerte para los aliados de los Europa occidental en 1946-1947 parecia el desarrollo de una economia europea fuerte, y noma japonesa fuerte, era la prioridad més urgente y, en con: Estados Unidos lanzaron en junio de 1947 el plan Mars colosal para la recuperacién de Europa. A diferencia de las ayuda a res, que formaban parte de una diplomacia econém shall adopt la forma de transfere: Una vez. mds fue una suerte para los al para una economia mundial de libre comerci ‘monedas y mercados libres en una posguerra dominada por totalmente de realismo, aunque s6lo fuese porque las tremendas di de pago de Europa y Japén, sedientos de los tan escasos dlares, significa ‘ban que no habia perspectivas inmediatas de liberalizacién del comercio y de los pagos. Tampoco estaban los Estados Unidos en situacién de imponer alos estados europeos su ideal de un pl a sible, hacia una Europa unida seg ica, asi como en una floreciente economia de inicos, que todavia se consi los franceses, que sofiaban con una Francia fuerte y una Alemania dividida, les gustaba. No obstante, para los norteamericanos, una Europa recon cficazmente y parte de la alianza antisovi Ja. Organiza (OTAN) de 1949— tenia que basarse, siendo re mica alemana ratificada con el rearme de ceses podian hacer era vincular’los asuntos de Francia tan estrechamente que resultara imposible un conflicto entre estos dos antiguos adversarios. Asi pues, los franceses propusieron su propia ver- sién de una unidn europea, 1a Comunidad Europea del Carbén y del Acero (1951), que luego se transformé en a Con condi Mercado Comin Europeo (1957), més ade! ple dad Europea, y, a parti de 1993, en la Unién Europea, ral en Bruselas, pero la alianza franco-alemana era su LA GUERRA FRIA 245 ‘dad Europea se cre6 como altenativa a los planes de imtegracién europea de los Estados Unidos. Una vez més, el fin de la guerra fria socavé las ba- ses sobre las que se asentaban la Comunidad Europea y a alianza franco- ana, en buena medida por los desequilibrios provocados por la reuni- jicacién alemana de 1990 y los problemas econémicos imprevistos que No obstante, aunque los Estados Unidos fuesen incapaces de imponer a tos europeos sus planes econdmico-politicos en todos sus det bastante fuertes como para controlar su posicién de alianza contra la URSS era de los Estados Unidos, al igual que sus pla- nes militares. Alemania se rearmé, las ansias de neutralidad europea fueror Estados abortado por la presi6 0 los satélites podian permitirse era rechazar !a tot sin salirse del todo de la misma ( 1s norteamericanos. Lo maximo que Jimeegracidn dentro dk fo cl general De era fria fue cre. poli- plazando de los Estados Unidos a las economias europea y japonesa, que los tenfan la conviecién de haber rescatado yr ido (véase ef lo IX), Los délares, tan escasos en 1947, habi Unidos como un torrente cada vez mayor, acelerado —sobre todo en los aos sesenta— por la aficidn norteamericana’a financiar el def los enormes ividades militares planetaria historia de los Estados Unidos. fundamental de Ia economfa mundial de posgucrra tal cor bido y garantizado los Estados Unidos, se debilité. Resp: fa por el oro de Fort Knox, que habia Hegado a poseer tres cuartas partes de las Ta practica se trataba cada vez mas de un torrente de ibros de contabilidad; pero como la estabilidad del de oro, los pre- cavidos europeos, cambiar papel potencialmente devaluado por lingotes macizos, Asi pues, el (oro salié a chorros de Fort Knox, y su precio aumenté al tiempo que lo hacia Ja. Durante la mayor parte de los afios sesenta la estabitidad del jem internacional de pagos, ya no se basé mas en nde los bancos cen- eos —pr Es -— a no cambiar sus glares por oro, y @ izar el precio det Len los meicados. Pero eso no , xque del oro», ago- idad del délar, formalmente abandonada en agosto de 1971 y, con el estabilidad del sistema internacional de pagos, cuyo domi cde : onal de pagos, yminio por parte de los Estados Unidos 0 de cualquier otro pais toe6 su fin. ‘econémica norteamericana ina, Ia pagaron, con ganas o sin el ros paises que apoyaban a Washington, y fue una de las escasas guerras de las que una gran potencia sacé tadas, salvo para la inf de dias. peligrosos, desdé 1947 hasta Corea (1950-1953), habjan transcurrido sin una conflagraci ga tradicional de los diplo de la tensidn era la adistensiGn», u ra que se hizo de término habia surgido a fi Kruschey establecid su suprem: siguieron, Posiblemente fue también el tinico eampesino que haya digit un estado importante. Sin embargo, la sension tuvo ue sobrevivr primero a Jo que pareci6 una etapa de confrontaciones de una tensi6 in de Kruschev a las fanfarronadas y a las des a de grandes gestos de John F. Kennedy (1960-1963), vis sobrevalorado de este siglo. Las dos superpotencias por dos amantes del ries capi cestaban dirigidas, p dificil de recordar, el mundo occident ventaja sobre, las economias comunistas, que habfan er las suyas en los afios cincuenta. ;,Acaso no habian demostrado una (breve) en una época en la que, es indo su deprisa que superioridad tec 6gica respecto a los Estados Unidos con el espectacul triunfo de ‘m roa 7 Ademis, ;no acababa de fen Cuba, un pais que se "(capitulo XV). TA GUERRA FRIA 247 bio, estaba preocupada no s6lo por la retérica ambigua 1 en extremo de Washington, sino también por la ruptura 1a, que ahora acusaba a Moseii de haber suavizado su respecto al capitalismo, con fo que Kruschev, pese a sus intenciones s. s¢ vio forzado a adoptar en piblico una actitud més Occidente, At mismo y XV) pero confiados se enfrentaro Berlin, por el Congo, por Cuba. _ iado neto de esta fase de amenazas 1 a estabilizacién fernacional y el de ambas superpotencias de no asustarse mutuamen- ni asustar a resto d stalacign del «teléfo- tno rojd» que entonces (1963) conect6 a fa Casa Blanca con el Kremlin. El tnuro de Berlin (1961) cerré ta itima frontera indefinida existente entre el © y e| Oeste en Europa. Los Estados Unidos aceptaron tener a Ja Cuba ta, Las dim a una URSS confiada pero nerviosa por sy de apu- 1 llamas de las guerras de liberacién y de icidn cubana en América Latina y por la o se convirtieron en incendios forestales, rente Sov ‘cho, en los afios sesenta y setenta se dieron pasos signifi- Uratados de gar a 1s misiles antibalisticos (ABM) de cada bando. Y, 10 que 11 comercio entre los Estados Unidos y la URSS, estran- 5 por ambos lados durante tanto tiempo, empezé 1 sesenta a los setenta, Las perspectivas pare- 0 la «segunda» go es cambios en Ia econ: el perfodo de crisis fe caracteriz6 a fas dos décadas a parti de 1973 y que lego a Ipincipios de los aiios ochenta (capitulo XIV), Sin embargo, al o dle clima econsmico apenas fue apreciado por los parti- go de las superpotencias, salvo por et brusco tirén de los dle energia provocado por el certero gotpe de mano del 248 LA EDAD DE ORO Jos Estados Unidos. Ambas superpo de sus respectivas economfas, Los Estados Unidos se vieron much: petjudicados por la recesién econémica que Europa hacen felices al principio a quienes quieren desta viento en popa. Leénidas Brezhnev, el sucesor de Kr durante lo que los reformistas so denominarian «| ‘miento>, parecfa tener razones para sentitse optimist crisis del petrSleo de 1973 acababa de cuadruplicar Precios de mercado de los gigantescos recign descubiertos en la URSS a Pero dejando aparte la econor produjeron un aparente desequilibrio entre las superpotene Jo que parecia ser la derrota y de: embarcarse en una guerra de importanci Ta naci as; destruy6 a un president rican ada anunciadas por todo el mundo al cabo de diez anos 75} ue es més importante en este contexto, demostré el ais Estados Unidos. Y es que ido europeo envi6 siquiera un contingente de wopas simbsico a estadounidenses. Por qué los Estalos guerra que estaban condenados a perder, y conira la eval ‘como fa misma URSS fes habjan alertado,* sible de entender, de no ser por Ia espesa niebla de incompr wa por entre la que los indo el camino, Y, por si Vietnam no hubiera bastado para demostrar Estados Unidos, la guerra del Yom Kippur de 1973 en el mi iado de los Estados Unidos en Prd das de Fj ias estaban satisfechas co chev, presidente cera del est sobre todo porque la valor internacional a yacimientos de petréleo y gas natural \ediados de los aiios sesenta, El primero fue izacin de los Estados Unidos al Sy div principales protagonistas de la guerra frfa ian negaron a pem s emplearan sus bases aéreas con- Juntas para este fin (Los suministros Megaron a Israel a través de las Azores) Los Estados Unidos crefan, que uno pueda ver por qué, que estaban Juego sus propios intereses vitales. De hecho, el secretario de Estado nor americano, Henry Kissinger (cuyo presidente, Richard Nixon, estaba ocupa do tratando de tibrarse de que lo destituyeran), leg6 a declarar la primera alerta at6mica desde la crisis de los misiles cuba 8 LA GUERRA FRIA 49 su brutal dobler, de este pers de opinién a los aliados de | te que de apoyar una jugada de los Estados Unidos que segin Washington sostenfa, con poco éxito, era esencial en la lucha global contra el comunismo. Y es que, mediante la OPEP, los paises 10 Oriente habian hecho todo lo posible por impedir que se apnyara a Israel, cortando el suministro de petrSleo y amenazando con un fan conseguir que se stros de Asuntos Exte- dos no hicieron ni podian hacer nada al respecto. Vietnam y stados Unidos, aunque no la naturaleza de ta con- frontacién en los distintos escenarios regionales de la guerra fra. No obstan tc, entre 1974 y 1979 surgié una nueva oleada de revoluciones por una exten- ‘2 zona del globo (véase el capitulo XV). Esta tercera ronda de convulsicnes fa que una serie de se pasaron al bando soviético y, en res, sobre todo navales, fuera det ta, sin apenas salida al mar. La coincidencia de esta tercera oleada de revoluciones mundiales con el fracaso y derrota piblicos de Jos norteamericanos fue lo que engendré la segunda guerra fria. Pero también fue la coincidencia de ambos elementos con el optimismo y ta autosatisfac- de la URSS de Brezhnev en los afios setenta lo que convinié esta segun- guerra fria en una realidad. En esta etapa los conflictos se dit mediante una combinacién de guerras locales en el tercer mundo, combatieron indirectamente los Estados Unidos, que evitaron esta vez el error de Vietnam de comprometer sus propias tropas, y mediante una acele- racién extraordinaria de ta carrera de armamentos atémicos, lo primero ‘menos irracional que fo segundo. Dado que fa situacién en Europa se hat ble —ni siquiera la revolucién portuguesa Franco en Espaiia la alteraron— y que I ras, en la prictica ambas superpotencias cer mundo. La distensidn en Europa dio a los Estados Unidos en tiempos, Nixon (1968-1974) y de Kissinger la oportunidad de apuntarse dos grandes. éxitos: 10 mucho més signifi- cativo, anza antisoviética. La nueva ‘leada de revoluciones, probablemente todas dirigidas contra los repimenes conservadores cuyo adalid mundial eran los Estados Unidos, dio a la URSS 3 pound supra portugues en Africa 41 dominio comunistay al mira hacia et Este temperador de Etiopfa; af adquirir la marina sov izado de forma tan visi- el fin del régimen ¢ wuinea Bissau, Cal revolucién que d ‘a, en ripido crecimien 250 be: ORO a ambos lados del océano h de Snimo cercano a la hist © y privado de los norteamericanos. basado en la nica superpotencia que habia quedado y que, mds fuerte que nunca, pronto demoste6 ser irreal. No podia volverse al mundo de antes de Ja guerra fria porque era demasiado Io que haba cambiado y demasiado lo que habia desaparecido: todos los indicadores habian caido, habla que, madificar todos los mapas. A politicos y economistas acostumbrados @ us mundo de una sola clase incluso les resultaba di naturaleza de problemas de otra clase. En 1947 los Estados reconocido la necesidad de un proyecto urgente y colosal de restauraci de las economfas de la Europa occidental, porque la presunta amenaza con- tra esas economias —el comunismo y la URSS— era de facil Las consecuencias econémicas y politicas del hundimiento de LA GUERRA FRIA 259 Soviética y de la Europa del Este eran aiin més tremendas que los proble- mas de la Europa occidental, y demostrarian tener un alcance alin ma- yor. Ya resultaban bastante previsibles, incluso evidentes, a finales de los, chenta, pero ninguna de las opulentas économifas capitalists trat6 esa cri sis en ciernes como una emergencia planetaria que exigia una actuacién urgente y contundente, porque las consecuencias politicas no eran tan Faci- les de concretar. Con la posible excepcién de la Alemania Occidental, la reaccién fue lenta, e incluso los alemanes entendieron pésimamente y subestimaron Ta naturaleza del problema, como las dificultades suscitadas Por la anexi6n de Ja antigua Repablica Democrética Alemana demostrarfan. Las consecuencias del final de la guerra fria seguramente habrfan sido | mbito del historiador es lo sucedido y no lo {que habria podido las cosas hubiesen sido distintas, no es necesa- rio fener en cuenta otros escenarios posibles. El fin de la guerra fria demos- #6 ser no el fin de un conflicto internacional, sino et fin de una época, no sélo para Occidente, sino para el mundo entero. Hay momentos histéricos en due incluso los pordneos pueden reconocer que marcan el fin de una cra, Los a 1990 fueron claramente uno de los momentos deci- sivos deli ra pudo ver que el viejo mundo se habia acabado, existia una absoluta incertidumbre sobre la naturaleza y las perspectivas del nuevo, Solo una cosa parecfa sélida e imeversible entre tanta incertidumbre: los mbios, sin precedentes en su magnitud, que experiment6 la s humanas, durante el

You might also like