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ja, en ¥ a)... - deg. “| Hortiguera y del cura ge ofa afc mpezaba SU Ciclo rev nt defer wt tat ni ah IIL. El estallido revolucionario 1, Buscando causas Es poderosa, por su plasticidad, la imagen del levantamiento oriental de 1811 como una *rebelion de instinios”, que traza el his- toriador Alberto Zum Felde’"Una palabra magica va cundicndo por las cuchillas desiertas, de estancia en estancia, de rancherfo en rancherfo, de monte en monte: jGuerra al Godo! Y a su conjuro, el pe6n deja la estancia, sale el matrero de la espesura del monte, el indio ailla y levanta su tolderfa: Guerra al Godo! Blancos, rubios, morenos, indios, negros, pardos, viejos, muchachos y mujeres, semi- desnudos, hirsutos, desmelenados, montando redomones, blandien- do lanzas y cuchillos, empufiando viejos trabucos, voceando, en- vueltos en polvaredas, salidos no se sabe de dénde, como paridos por la tierra, llegan de todas partes”, Para este autor, las riendas las lleva el caudillo, que es un conductor de pueblos: “la masa rural alzada constituye una fuerza que tomar la direccién en que se le encauce y serviré al bien o al mal segtin quien la dirija”®. Las causas que tensan la sociedad hasta hacerla estallar —apa- rentemente a puro instinto— y el papel histérico jugado por José Artigas, a quien José Pedro Barrén denomin6, mds que como “el conductor”, “el conducido”, deben ser incluidos dentro de un gran movimiento iberoamericano. Este forms parte del ciclo de revolu- ciones que sacudieron el mundo entre los siglos XVI y XIX. A su vez ese ciclo se inicié en Inglaterra en 1688, se continué con la independencia de las colonias inglesas de Norteamérica y culminé con la Revolucién Francesa, en 1789. El ciclo revolucionario amer: cano comenzé en 1810, nutriéndose de los ecos y repercusiones de los anteriores. ese momento histéri a, est gue slams hora esta muy ligaa a In yo Dang de a patria Vie as yen part por la labor hist ag ep por ascot yo a a or srg 3 posterior, que hino &¢ ee relato se basa en una concepeig a ene ona i rovelacién del sentido de la hurr Me {a en la historia la re ‘ . t aap hist6rico un camino de liberacién. La idea de Prog,’ $ 50, de avace social, de bisqueda de igualdades y libertades ® tar dispuestos a ofrendar la vida en esa ee ¢ Pensamien we colectivo y abstracto ("la patria’, el “patrimonio” de los Orientales) primando sobre el pensamiento individual y concreto, son many, & festaciones de modernidad filos6fica También es moderna la ruptura que los movimientgy Independentistas realizaron respecto del derecho divino de los no: 1g narcas, asi como la biisqueda de un Estado basado en la igualdad i juridica y de nacimiento, mediante un pacto en el que gobernes4 (G" tes y gobernados se reconocieran mutuas obligaciones y derechos ~¥ Pero, aunque contenga esos elementos de modernidad, el mov, Zhusnto revolucionario hispanoamericano no es un mero refleo de la caida del “antiguo régimen” europeo, América molded, estilo de su paisaje y su gente, un proceso rico y complejo, que ni toners fel ee euseande la independencia politica, sino man & Corona espaiiola, amenazada por la invasion ; como mili nobles, sin privilegios realeg” uitares, Cuando el Movimiento s¢ a © Orient6 hacia la by F pendencia pottica, sus nicieos dine’ ela busqueda de la inde- irigen humildes como protagonists del en on alas masas més que sin querer cam- 3 _ biar las estructuras ec: cz . 3 I paces ils sociteg fh . Con Jo que muchos a v : & la “Carta de Jamaica denen ¢ Bue tos caudillos de la primera hors revol coe na gmes masas sociales y raciales (nev 4!ONaria arrastraron a F 0s pobres) detras de si y de we *.indios, mestizos, blan- i ts. = recto & Independencia se logré, no fue cumpligg® Poltico que, scosem 50_, sfeombior esbychnes wy pobbics Como otra complejidad debe hacerse notar que esa misma par- ticipacion popular, especialmente fuerte en la Revoluci6n artiguista, fue la que alejé a la Revolucién de la posibilidad de ser un simple reflejo del pensamiento iluminista o de la situacion politica france sa. Lo espafiol estaba presente en los conceptos juridicos de Jovellanos* y Francisco Suarez**, tanto como en la participativa instituci6n de los Cabildos y en la tradicional Iglesia, que en Méxi- £0, por ejemplo, encabez6 la insurreccién, sosteniendo la imagen de Nuestra Sefiora de Guadalupe, asi como en la Banda Oriental Jos “curas patriotas” fueron un baluarte intelectual del levantariento (casi todos los secretarios y diputados del movimiento artiguista fueron sacerdotes). Los sucesos previos a 1810 ya daban indicios de una gran com- plejidad de tonalidades de piel y orientaciones politicas. Los llama- dos movimientos “comuneros” fueron levantamientos varios de crio- los blancos contra medidas fiscales 0 abusos de poder por parte de los representantes de la Corona; pero también los hubo que fueron en protesta por la protecci6n que los jesuitas hacfan de los indige- nas, a quienes los comuneros querfan usufructuar como mano de obra. Levantamientos que tuvieron, en el caso del venezolano de 1781, la consigna de: “Viva el Rey y muera el mal gobierno” Los movimientos de los indfgenas fueron més dramaticos, en- cerraron el odio hacia el conquistador y su sistema, sentidos como opresores, y fueron espontaneos, solo desatados por las hambrunas © ayudados por algiin liderazgo de excepeién, en pueblos que se sabian derrotados, Los criollos los vieron como una amenaza de las, castas, aunque ni siquiera José Gabriel Condorcanqui (Tapac Amaru), que tuvo por dos afios en armas a 25.000 indigenas en Perd, se atrevi6 a cuestionar la monarquifa, sino apenas al gobierno de “los inicuos corregidores”. La violencia de la guerra que se desa- 16 a partir de 1810 ya estaba preanunciada en aquel 1781 en que, habiéndolo hecho prisionero, el Imperio espafiol condené a muerte a Tupac Amaru. “Después de haberle hecho presenciar en una pla- za, rodeada de tropa, la ejecucién de su mujer, sus hijos y sus lugartenientes (...) se le sacé a media plaza; alli le corté la lengua el verdugo, y despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el sue- lo, atéronle a las manos y pies cuatro lazos y asidos estos a la cin- *G.M. de Jovellanos, escritor, jurista y politico ilustrado espatiol (1744-1811). ** Jurista y te6logo jesuita espafiol (1548-1617) que teorizé sobre pacto social vy soberanta, mestizos a cuatro distintas cha de cuatro caballos sraban ua migto en esta ciudad. No s¢ partes, espectdculo au jamés 56 1 ndio en realidad fuese si porque los eaballos me utamente dividirlo, después de un lar. de ferro, no pudieron or Sneando, de modo que lo tenfan en e] go tiempo que estuvieron Wiehe a arafa. Tanto que el visitador, aire, en un estado que Pare Tr cciese més el infeliz, despa. movido de compasion, POrave MO Pi le cortase el verdugo la ch6 de la Compatifa una, orden m cabeza, como 86 lee isconformidad y de ideas Activos agentes de propaga ipréctica de filosofia mo. renovadoras serdn los rns dy la igualdad), los jesuitas (avisto. ra que predicaba a ser cio eclesidstico, con la llaga de haber _ ea ates por la Corona) y los judios (propagado- sex meen ono) els epg Se onde ser expulsos, consolidaban la leyenda negra espafiola), Sin tanta letra escrita, y con el accionar concreto de su comercio, Ios ingleses fueron el detonante de un problema que era un barril de polvora: ademas de relegados politica y socialmente, los criollos Se resentian del monopolio espafiol. Ni siquiera las libertades que dieron los Borbones disimulaban la escasez y carestia que afectaba ‘unos, aunque es justo sefialarlo— beneficiaba a otros. Esos po- ox beneficiarios militarfan en las filas de los defensores a ultranza Ge la Corona espafiola, aunque no fueron los tnicos, ya que la leal- tad a la Corona estaba formada y alimentada por elementos econé- rmicos, pragmaticos y simbélicos, irreductibles a una sola explica- cién causal. El orden colonial era un todo; habia una armonja entre el mun- do religioso, el cotidiano y el politico, y al rey se lo amaba en tanto cabeza de ese todo arménico, La quiebra de tal sistema fue violenta en esencia, porque desbarat6 un orden, buscando imponer otro nuevo. Que tal quiebra no fue facil lo prueba el hecho de que a la Banda Oriental le costé un siglo (el purptireo siglo XIX) encontrar su orden nuevo y convertirse en el Uruguay. 2. Entre empecinados y federales En 1808, Napoleén invadié Espafia y orquesté una cadena de abdicaciones reales para eliminar a la familia reinante, e impuso como rey a su hermano José Bonaparte, al que cruelmente el pue- 52. blo penn Pie como “Pepe Botella”. La doctrina de la sobe- ranfa popular salié de las paginas de la jurisprudencia espanol r 1 ruudencia espafola y se convirtié en politica viva. Menos letrados, los pueblerinos sem. an, & puro instinto, que la monarquia era patrimonio de ellos y que el francés era un rey extranjero respaldado por un ejéreite ie vasor. Se sintieron “acefalos”, es decir, sin cabeza politica, y forma. ron Juntas de gobierno, Los reinos de Indias, que'eso era Ameren hicieron otro tanto. : cod lores Mota sintetiz6 ast los sucesos politicos acaecidos en 1808: * Con el pronunciamiento popular de setiembre de 1808 y la Junta de él surgida, inaugura Montevideo el vasto movimiento de la Re volucién americana, Invadida Espafia por los ejércitos de Napoleon Ty prisioneros de aquel monarca los legitimos del Imperio, pidi nuestra ciudad a la Real Audiencia de Buenos Aires, en nota que firman su Gobernador Elfo y algunos cabildantes, la deposicion de Liniers, Virrey del Rio de la Plata, en quien se sospechaban simpa- tfas bonapartistas. "Las pretensiones de la ciudad oriental fueron desoidas sin em- bargo en la capital. ¥ el Virrey, respaldado en las demas autorida- des bonaerenses, intent6 a su vez la deposicién de Elio, designando para sustituirlo a Michelena. El nuevo gobernador montevideano es arrojado a golpes del despacho de Elio, en el que se hiciera pre- sente con los pliegos que atestiguaban su nombramiento, Descono- cida igualmente su autoridad por el Cabildo (que encontré buenos los pliegos, pero que se atuvo a la voluntad popular, consultandola a través de la ventana, segtin consta en actas, tuvo que huir el mal- trecho Michelena, en tanto la relaci6n entre las dos ciudades que- daba rota. "Para «proveer a su seguridad», aparténdose de la sumisién de un «Virrey extranjero» y sometiéndose directamente a la Junta Cen- tral de Sevilla, Montevideo acordé entonces, en Cabildo abierto de 21 de setiembre, la formacién de una Junta, conservadora de los derechos de Fernando VII, que fue la primera en América y que sostuvo la identidad de facultades y deberes politicos entre los «es- Pafioles americanos» y los «espaiioles peninsulares», al seguir el camino juntista de estos tiltimos” El patriotismo local de Montevideo, su fidelidad a la Corona, su eterna rivalidad con Buenos Aires, la posici6n que adoptaria luego frente a la Revolucién artiguista, maduré en los episodios del aio ocho. Un documento ilustrativo al respecto es el que el Cabildo de Montevideo dirige al de Buenos Aires, calificando a la ciudad como 53 wn haver despertade ito consiste € p lel mia en averse fe del funesto sa haver detextado la intripg nos de sit Monare 1 gid" el Partido deli aay munca se arrepentité de haverky sabe que todo su del pucblo: n que dor en haver ipios;¢ los. Sieste es ult desde sus P me Mame traidor por ea Montevideo que He Hume tein cometido: sultinh Bee Te identifica con los Pueblos de Madrid, que este Titulo glortowt fe aeranguien fos atixilios dle Su can pata ¥ Vitoria, Sule ce vert rey Sospe fo enemigo. Lo sulrirg Suftird que se huso castigue su Fidel nos el que tt toto en fin, a nV + vindique™. dad mientras no se vi brigadier ae ba Real Armada, dln 108 sionado por ka Junta Suprema de Sev na eee do visitaba el Plata, informé de esa Tea pat SPaares trminos: "E tas chovas del campo ¥ ‘ i ale donde » hasta Hegar'd esta capital, no he advertido may donde he rasta a le poh eat de nes en sus moradores que ardor ine ; Fernando Rey y Sefor natural, cuyo cntusiasmo igual al de ly Q Peni ha excitado muchas veces mi ternura y admiracion al ver 2 a rapide con que se han comunicaclo los sentimientos de aquellos © estos Espanoles; y es por tanto que veo con sumo dolor los males ®@ que les ha ocasionado la condueta de sus Xefes y la de algunos > agentes de la discordia, de que son solo miserables victimas los Y Pueblos que ninguna parte han tenide podido tener en la desgra- Ja, don Joaquin de Molina, comi ‘i nombre de blos por ciada causa que los agita"™, se Sin embargo, dentro de la fidelisima Montevideo ya se anun- © ciaba el gérmen de la Revolucién. Solo habla que hurgar en los ~“ gestos de la gente comtin. El 14 de diciembre de 1808 se certifi Fon, ante escribano, algunos sucesos que involucraban al cura vi & cario de la ciudad, Juan José Ortiz, Se habfa anunciado, por me- W dio de carteles con mandato del Gobierno y del Cabildo, que la ~ noche del 13 de diciembre se debia poner iluminacién especial en “toda la ciudad, “en obsequiosa demostracién de nuestro afecto a nuestro amado Monarea Don Fernando Séptimo”, cuyo cumplea- Atos se celebraba el dia catorce. En la ciudad iluminada hubo una tinica excepeién, protagonizada por el cura Ortiz, “que ni en su a particular ni en la Santa Yglesia Matriz, que se halla situada gaa laa Mayor al fente de las casas capitulares puso, ni hizo Rombres pesados umn ion’. Indignados, un grupo de acceder af campana te ia Helesia y la empujé, procurando Para “repicar ‘ampanas € interrumpir 54 of sacrilego silencio que se obscrvaba en esta parte en la Yylesia Matriz, quando en tile San Erancisen se he temente desde las siete y media, hor bia repieado cons! a acostumbrada”, Para pali cl celoso veeindario se mantuve tocands las eampa nas hasta hs nueve de ki noche mee ' Hl dia 14 debfa cele lamb ban lo: brarse una misa solenme con ‘Te Deum, y alli se noté fa discontormidad del sacerdote, ya que falta lornos habituales para ka ocasiGn: en el que se habfa de celebrar ka HNO ExiStian Mas que UNOS ped Jos que mudaron con ote dlichia Iles se hall fina que cubr via pi “en el Altar mayor, que nisa, 4 las nueve de ka manana 70 muy cortos de velas de cera, centeray alyunos de los elérigos que en. ban a ta saz6n, haciendo lo mismo con la cor al Santisimo, por ser ka que estaba puesta la que cl uso diavio"™ 11 ano 1809 comicnza con el fracaso, en Bi Jo juntista similar al montevide: confinamiento de varios dirigentes. Os Aires, de un 10, 1o que costé Ja prision y el ortefios. Las milicias popula. res continuaban creciendo, adquiriendo poder, autonomia, Cuan: do Heya Hidalgo de Cisne irrey, para reemplazatr a Liniers, | la raz6n de ser de la Jun- montevideana, y el pleito entre las dos ciudades. HI desconoci miento de las jerarqufas virreinales superiores, por parte de Monte. video, inauguraba un camino de discordia entre las dos ciudades mayores del Plata, que serfa ratificado al ano siguiente “E125 de mayo de 1810 five depuesto Cisneros en Buenos Aires. No se trata ya, en el caso, del temor a la infidelidad del Virrey, Se trata de los progresos de Napoledn en la peninsula. Perdido todo poder efectivo, la Junta Central de Sevilla del galmente su autoridad en un Consejo de Regencia (...)". A Buenos Aires le co- respondia formar tna Junta conservadora de los derechos de Fe nando VIL. rd presidida por Saavedra. A Montevideo le correspondia, entonces, obedecer al nuevo érgano. "Exhortada a reconocerlo y apoyarlo, nuestra ciudad vacila durante algunas ho- inclinarse por hacerlo. La llegada de un buque wo, en la noche del 1.° de junio) le proporciona, sin embargo, el pretexto para negarse. Las noticias traidas desde Espa- fa dicen de algunos progresos militares y politicos, y el afianza- miento de la Regencia. Montevideo jura fidelidad a esta dltima y contesta a Buenos Aires que, entretanto la Junta constituida en. aquella ciudad no la reconociera, a su vez, eno se mantendrfan ni inte con su nombramik 85 = cs conelta por parte del Gobierno de Montevidg, sa ees deta segunda rpture om ee : Las oblos orientales indican la atmésfera de autogoree!™™ tes pueblos omiganda, Maldonado reconoce al Gobieme® Porte aoe on un primer momento, también. Pero hue} Colonia, en un E 80, enterada ¢y scion de Montevideo, da marcha atrésy toma partido pos’ [S. Iaposicion a pio hace el pueblo de Soriano, con ke oposicign time. “bildantes. En junio de 1810, de todos modos, con By ~ Noe Aires juntista y con Montevideo empecinada en le fidelidad ai, ~¥. jhtoridad peninsular que sea, la unidad del Virreinare queda nue » 3 = vamente rota “En diciembre, la Junta bonaerense es ampliada, con poraiondenueve diputados proviniles, Elo cust clan” to de Mariano Moreno, ue muere poco después. Con ello yor Ret golpe de Estado del'5'y 6 de abril del any siguiente, 1811, ¢0 liquida cuanto habfa de pensamiento democrético y revoluciong. ro en el movimiento de mayo. En adelante, los sucesivos sean nos porteos buscardin simplemente mantener en su proverh ha J gohesisa delos pueblos del Vrreinato, bajo el poder arbnnee a ~ la capital”®. En nombre de los derechos de Fernando Vil, que por todas fue invocado en un principio (lo que fue eatalogade por su tempordneos como “la mascara de Fernando VII"), oscilande on ie el zepublicanismo y el monarquismo, con una firme vocac, de poder centralista, Buenos Aires enfrent6, por un lado «| los auténticamente fernandistas (los “empecinados’ o “godos’)y, por Ctro, a los poderes provinciales que desafiaron su condicige de Capital. la incon 3. Desercién en nombre del rey de Mayo, enfrentando a Montevideo. El 15 de febrero de 1811, Artigas deserts de las fuerzas espafiolas y se present6 a la Junte Revolucionaria de Buenos Aires, junto con el padre Pefia y Rafael Hortiguera. Fue un largo viaje: primero se dirigieron al arroyo San Juan, refugiéndose en un bosque cercano al cerro de las Armas. Luego atravesaron las tierras d Proporcioné caballos y la ayuds des, cruzaron el rio Negro y, sf A principios de 1811, la Banda Oriental se pleg6 al movimiento fa de un baqueano, Al llegar a Merce: alaaltura de Paysanda, el rfo Uruguay. 56 Primero 4 la ucampafia, y persuadir 4 diez que 4 instalacién de la Junta en nom 'e a los pueblos de s disuadir y loctrina sea proclamada por ellos” Puntualizaban— deben mandarse agentes ‘omendaciones para las casas principales y 3 Propagar “la benevolencia y buenas dispo Bobierno, lo justo de él, su actividad en los n Al mismo tiempo — @ cada pueblo, con rec mo tiempo de Napoleén, la 2 campafia de cartas privadas “por cuya combinacién indisponemos de esta forma los énimos det Popula- 87 a asde padres & hijos, de tfos & sobri. as de Fp que “logremos dividir los eal manera qUe quizé causemos jn il de que podemos sacar mu- lisensi¢ nvulsiones populares, ea eisensons yom ellos mismosI8 Sms Oe an ran descontianza’ Trae sambres propios para Orquesta ©! PI i co te estado, Jos siguientes: “Puesta la campafia en, est aa) nes, s jimen de estas operaciones, fecte que se promete pore regimen de oi cen rem les puiblicos, seductivos y ; iin de peas ils pos de i abs ata muy del caso atraerse & dos sujetos por cualquier IO y Promesas, asf por sus conocimientos, que nos consta son Muy ex, pincos en la campafia, como por sus talentos, opini6n, concep to y reapeto: como son los del capitan de dragones don José Rondeau y Jos del capitan de blandengues don José Artigas; quienes, puesta la ‘campaiia en este tono, y concediéndoles facultades amplias, conce- Siones, gracias y prerrogativas, hardn en poco tiempo progresos tan répidos, que antes de seis meses podria tratarse de formalizar tl sitio de la plaza’. Los batallones y escuadrones de los pueblos debfan formarse en torno a aquellos para quienes debfan ser los primeros pucstos, “a un Barde.negro, a un Baltazar Bargas, 6 4 los hermanos y primos de Artigas, 4 un Benavidez, 4 un Vazquez, de San José, y 4 un Baltazar Ojeda, etc, sujetos que, por lo conocido de sus vicios, son capaces para todo, que es lo que conviene en las circunstancias, por los talentos y opiniones populares que han ad- quirido por sus hechos temerarios (...)"™*, cho", debiendo “escribir las hos, de mujeres 4 maridos, disponerlos de tal En consonancia con tal plan, se le otorg6 a Arti teniente coronel y se lo nombré segundo comandaces deen cae ‘as a organizarse en la “campafia de Montevideo" Se le ote gene caballos para su gente a Jo largo del camino de retoy le otorgaron Grdenes de pago. Mariano Moreno, el mas radical de Ino soon narios de Mayo, morfa por es0s dias en alta mar (oies pevolucio- podia apagar tanto fuego”, dijo alguien), ‘solo tanta agua [Artigas estaba atin en Buenos Aires cuando se. tamiento encabezado por Viera y Benavidez, aque}, ers del levan- al que siguié la ocupaciGn de la ciudad de Mercedes 1° teniente de blandengues Ramén Fernandez, marge, Ja rebelién de la campafia. Tiempo después se exprne® &l inicio de acontecimiento: “(.,) dia memorable que habja sens) As( sobre ese ‘© la Provi- 58 a ESTALUDO ESPONTANED DIRiGine POM BAR. dencia para sellar los primeros pasos de la libertad en este territo- rio, y dia que no podré recordarse sin emocién, cualquiera que sea nuestra suerte”. Ya de regreso en la Banda Oriental, Artigas desembarcd en la zona de Paysandk. Tenfa cuarenta y seis afios, por lo que no es de suponer que siguiera un impulso juvenil. Dejaba atras aquel diag- néstico médico que lo habia desahuciado y emprendia los diez afios de mayor actividad de su vida: miles de leguas a caballo, batallas, partes, cartas, proclamas, convenios, arengas, amores, ajusticiamientos, proyectos, asambleas, congresos, campamentos, cargas a lanza, huidas, cruces de rios, noches de fogon y baile... y la cuenca entera del Plata para transitar sin parar. Iniciado en Asencio, el movimiento se extendié rapidamente. Los caudillos locales lideraron los levantamientos: Fernando Otorgués en el Pantanoso y el Miguelete; Tomas Garcia de Zaniga, Ramén Marquez y Pedro Bauza en Canelones y Florida; Juan Fran- cisco Vazquez en San José; Manuel Artigas y Joaquin Suarez en Santa Lucia y Casup4; Baltasar Ojeda en Tacuarembé; Julidn Lagu- na en Belén; Blas Basualdo en Lunarejo; Baltasar Vargas en Arroyo Grande; Fructuoso y Félix Rivera entre los rios Yi y Negro. “No eran los paisanos sueltos, los solos que se movian: vecinos establecidos, poscedores de buena suerte y de todas las comodida- des eran los que se convertian repentinamente en soldados, aban- donandolo todo’, dir luego el propio Artigas. Si bien era un movi- miento marcado por el estallido espontineo, lo cual le valié la de- signacién historiogréfica (tomada de una expresién de Artigas) de “admirable alarma”, su direcci6n estaba en manos de Buenos Ai- res, que dispuso la invasién de la Banda por un ejército de 1.400 hombres. Belgranc, que antes habfa sido enviado al Paraguay (que se negé a reconocer a la Junta portefla), fue designado general en jefe luego que regresé derrotado por la resistencia paraguaya. Rondeau fue nombrado como su segundo y Artigas como jefe de las milicias, 0 sea de aquellos que se levantaban en armas. La “admirable alarma” fue un desatar de pasiones y violencias, como sucede en toda guerra. Caducan los derechos y principios y lo mejor y lo peor afloran en los hombres. Robo de muebles en medio de la toma de Mercedes, desinteligencias en el tratamiento a los enemigos, son algunas de las situaciones que revelan los documen- tos de la época. El desorden aument6 en la toma de Soriano, co- mandada por Soler, informando el propio Artigas a Belgrano que 59 ras Tropas, 4 varias fami el saqueo p-nra if ling Ce das", por lo que dispone una partiq, vs que el calileseo MO era un pode, ‘c © estaban los ia wcido desorden en q.* es iS mramente itr dela China, Paysandl ee de Mercedes Tran hecho retardar mis marchas, por ponerlos en Orden, y restable, sae ios veeinos Su ‘Tranquilidad perdida”, le See Junta de marca ‘aires en abril de 1811. Agregando que “el atriotico ent, siasmo del Paysanage es gral” acercindose todos al ejército y “ofre. ciendo sus personas y bienes””. “tha sido tan desmedido hhan quedado enteram.* des para proteger a los vecinos El virrey Elfo, pocos dias antes, habfa lanzado una proclama amenazante, dirigida a todos los habitantes de la campafia de la Banda Oriental: “Vecinos de toda esta campafia, las intrigas y su. gestiones de la desesperada Junta de Buenos Aires os han precipi. tado en el proyecto més disparatado y criminal, Retiraos 4 vuestras casa 4 gozar de vuestra tranquilidad; no se os perseguiré: de otro modo westra ruina, y la de vuestras familias es ciertisima. La Jun- ta de Buenos Ayres ni quiere, ni puede daros los auxilios de solda- dos y armas que os promete, porque ni los tiene, ni puede pasar expedicion alguna por el rio, que no sea desbaratada por los mu- chos barcos armados con que lo tengo inundado; pero aunque al- guno escape ¢de qué os sirve? Mirad que 4 mi sola orden entrarn quatro mil portugueses, y con la expedicién que ha salido a la cam- pafia, cogidos entre dos fuegos, ni podéis escapar, valdré el arrepentimiento: todavia ahora t os digo, otra vez a vuestros hogares, réis sin remedio, y vuestros bienes s ni entonces os tenéis ocasi6n; retiraos, ¥ sino me obedecéis, perece- ern confiscados”"s, Es en funci6n de este bando de Elfo, del la proclama de Mercedes, la primera que —— aoe mente, les brinda datos de la ayuda dela Junta: eq 8 Publica nes, y tres mil patriotas aguerridos", que desmign ens toS muncio- expresiones con que os habla el fatuo Blig” Lert, 18s fabulosas dados como de "valientes patriotas” de pasg a,'#!8 de esos sol- ayudardn a salir de “la opresi6n en que gimen, falestose, que los despético gobierno”. La Junta es, en sus palabras ‘ola tirania de su tora’, por encima de la cual esté el ain incuest, “Uestta protec- Vi: “nuestro amado xefe". ¥ como jefe de hompsonble Fernando dados culmina diciéndoles: “A laempresa, compages® arenga sol, fo-esnuesto: veneer o mori sea muestra elias y te Sue trian le ", tiemblen Hepcence o abnl Jan + PROCLANA De esos tiranos de haber excitado vuestro enojo, sin advertir que los americanos del sud estén dispuestos 4 defender su patria; y 4 morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio"”. Venancio Benavidez, el hombre que encabez6 Asencio, entré victorioso en el pueblo del Colla a fines de abril de 1811. En carta que dirige a Artigas, le informa de lo actuado y le dice que aguarda las érdenes que juzgue conveniente para “el mejorServicio de laPatria”. Artigas era, visiblemente, la cabeza del movimiento, al menos para los orientales. Aunque también lo cra para el observa- dor jefe del Apostadero Naval, don José de Salazar, quien adjudi- cando la desercién de Artigas del cuerpo de Blandengues a un con- flicto personal que habfa tenido con uno de sus superiores, Muesas, agreg6 una observacién que, pretendiendo descalificarlo, retrataba su liderazgo: “Artigas era el coquito de la campaia, el nifiomimado de los Jefes, porque para todo apuro lo llamaban, y se estaba segu- ro del buen éxito, porque tiene un extraordinario conocimiento de Ja. campafia, como nacido y criado en ella”. ¥ remarcando una au- toridad que a sus ojos era ilegitima, dice: “En suma, en diciendo Artigas en la campafia, todos tiemblan”. ‘Cuando esa campafia estuvo ya casi toda bajo el control de la Revolucién, se fue estrechando el cerco alrededor de la ciudad puer- to. En el pequefio pueblo de Las Piedras se libré el encuentro que dejé abierto el camino hasta la misma muralla que encerraba a “la muy fiel Montevideo", 4, Sangre y banderas en el barrial El 18 de Mayo de 1811, en Las Piedras, se libré un hecho de armas que caus6 una honda repercusién en la época. Guardado en la memoria histérica como el gran triunfo artiguista que per- mite poner sitio a Montevideo, es, analizado desde los testimo- nios més directos de la época, un episodio en el que corajes, co- bardias, herofsmos, sangres y heridas de dos ejércitos enfrenta- dos, se mezclaron en el barro. Porque llovié durante dias, en aquel mes de mayo. En el territorio cercano a Montevideo, pero que entonces era ya plena campafia, rondaban las fuerzas espafiolas y las revolucionarias, confundiéndose los motivos militares con los enojos personales. Obsérvese lo que relataba Matfas Tort, comen- tando los acontecimientos desde el campo realista: llegada la or 61 fn Las Piedras, ¥ reconocide el capi como comandante general, su com de auxiliares del cuerpo de Ur tanuel Mena, con 1e2 pres ride por salir de los calabozos de la Ciu nw rotal de 412 hombres “con los que diariamente ot las inmediaciones del canton donde ‘con los disidentes. de los que hubo genes, que se hicieron conducir a disposicion ruceiones, en las que recomendaba jos con la mayor consideracion, A los cro de presentar un individuo de 0. y jefe 100. cay de la Plaza la exigian, por balleria con direccion a de don Sve de Pos Jos mos came fF oda la div de Pando. Llegamos a las inmediaciones de la e: jose Artigas, sita en las puntas del Sauce, donde fue tom En seguida se dispuso atacarlos en 2 me destac en observacion con treinta hom- fue entregado al saqueo de nuestra g as partidas a recoger caballos y ga ra reservada caballeria, la que in jo por este medio batirlos neros en su desorden: gas, al que se le enconw un pliego que s de Buenos Aires, listas de revistas y érdenes del villa del Canelén con fuerza de las ria, la que le detallaba, como el dia que campo, 2 efecto de que dispusi po. Como 2 media tarde nos empezam il animales vacunos, casi igual de lanar Y caballos™™. “Cucho” era José Nicol: ie José Artigas, que después del triunfo del dia 15 Matias Tort, el cronista seria canjeado por prisioneros espanole a plena batalla y se pas6 que esto relata, fue uno de los que desert6 al bando arti José Artigas se encontraba desde el 12 de mayo en Canelones buscando la rendicién de la plaza de Montevideo. Hostilizaba a la ciudad, impidiendole su abastecimiento. Habla demorado el ata- que a raiz de la Huvia: desde el 12 al 18 llovié torrencialmente. La incursi6n realista en tierras de los Artigas precipité el encuentro en. la zona de Las Piedras, donde se hallaban acampados aquellos sol- dados de la Corona, que no tenian mejor aspecto que los paisanos ¥ gauchos de Artigas. Posadas en su informe, posterior a la derrota, detallé que salio de Montevideo con 186 marineros de guerra y mercantes y dos cafiones servidos por Pardos y Morenos. Marinos en medio de la campafia, que —relata— “a una hora de mi salida ya noté los excesos de una gente que acavaba de desembarearse. sin disciplina ni instrucci6n militar, pues todo el esfuerzo de los oficia- les y el mio no fue suficiente 4 contenerlos de separarse del orden en que los hice salir, pues aunque anticipadamente mandaba cerrar las tabernas del trinsito, se internaban en ellas y se hizo general la embriaguez la que habia tenido ya principio en este Pueblo Hizo entonces un alto en el Miguelete, “al dia siguiente, des- pués de un improbo trabajo en reunirlos, segui mi marcha prece- diendo a una partida que destiné para que los duefios de Pulperias las tuviesen cerradas”. Luego detalla cémo se vio imposibilitado de hacer ejercicios de instruccién, “por la pertinacia de los temporales ¥ copiosas lluvias, el suelo hecho un lodazal. y tener que subsistir al Taso sin auxilio de lefia’. Con tal panorama “principié la tropa a enfermarse, v era forzoso remitir diariamente a este Hospital mu- chos Individuos cuyo reemplazo no regresaba, y de esta suerte se fue en pocos dias desmembrando la fuerza; 4 lo qual también contibuyé la calidad de Tropa, que componiéndose de vecinos la de Milicias con Comercios y otras atenciones, quebrantaban, en el momento que les era posible, la estrechisima orden que yo havia dado para que solo diariamente se permitiese un hombre por Com- pafifa para practicar sus diligencias y las de sus compaiieros; sobre lo cual experimenté un perjudicial disimulo en los Cabos y Sargen- tos, y tolerancia de muchos oficiales, de suerte que hubo dias de faltar hasta cien hombres”. Posadas contaba, al comenzar el combate, con una cifra que oscilaba entre los 700 v los 1.000 hombres, mientras Artigas estimé 63 y 400 infantes. Posadas fa res de caballert i ssufrié varias suis var pameraso contingenie jg puesta del sol. En sy Jes con un ma avonce det maken Os y 482 prisionero a onsignd 97 muertos, 61 herds yn er s parte, Artigas conta, mientras en sus filas hubo 11 muertos y le 7 ; entre la gente d 28 heridos. Rec! i armas en esta brillante empress todo de la fuerza de ios enemiso®, su jones ventajosas, cl Je nuestra caballe a Fuerza ds Meularmente el estado de nuestes T Fert ae art de pals ree ve t S itoe de los tiranos estardn siem- Tos soldados sobre los esclavos nos es " et selladas en sus corazones iflamados del fuego que produce el amor a la patria” ‘Ademés de ej6rcitos ¢ un oficial que debe just monio de quien debe remé dos, en esos dos partes se adivina a e osadas), frente al testi ficar su derrota (Ps farcar su triunfo (Artigas) {Clemencia o furia? 19 se visualizaba al “otro” y sus de- rechos, resulta extrafa la existencia misma de prisione®™™ ¥ elcan- jade ellos. Quizaresulte menos asombroso sis Dict 31 el pro- +o antiga, y varios de sus soldados, ean blandensics al servicio FA ey hasta no hacia mucho tiempo atrés. El “odio al godo” era esatizo en aquellos que venfan de compartir por igual el sistema idad eran tan difusos como Colonial; los limites entre ley y marginali frprecisa era la frontera entre piedad y furia. La oficialidad pare are tetar ganada por la voluntad de respetar al enemigo, pero lx tropa desbocd sus instintos. Dice el ya citado parte de Posadas:“(-) tne hirieron los Enemigos dindome un sablazo en el sombrero de Cuyas resultas se me cayé en el suelo, me dieron otro de bastante consideracién en la cara que me dividi6 el carrillo izquierdo en dos partes, yl tercero en la caveza, y milagrosamente no fui muerto en quel acto, pues me tiraron un balazo casi 4 boca de jarro sin tocar: me, y me iban 4 asegundar otro pero un oficial que llegé en aquel acto me liverté la vida". En la parroquia de San Isidro de Las Piedras se guardan las partdas de detuncién de los muertos en la batalla del 18 de Mayo En aquella época en que poc 64 Se distinguen de las defunciones comunes e quel acto José Mactas de Soto dibujoaTtpen de cad A todos les dio sepultura con oficio “de entierro menor rezado” (0 sea una liturgia mas breve: tres salmos en vez de nueve). Y de todos detallé esos rasgos limos que identifican a un hombre, De Mar cos Ibatiez anot6 que era soltero y natural de Santa Fe; de otro, que se Ilamaba Fermin y era soltero y natural de Montevideo; de otro, solo supo que era un hombre que llevaron herido a casa de Juana Ramirez, donde muri6, También sin nombre ni identificacion algu- de otro solo se supo que murié en el campo de batalla. De "un ro llamado Juan José Barrios” anoté que “fue pasado p.* las ‘Armas por un robo provado”, De Ramén Arregui, de las Milicias de Montevideo, vecino del Miguelete y casado con Marfa Mercedes, cuenta que “sus parientes desenterraron del campo de batalla (don- de murié y fue antes sepultado) pa. Enterrarloen este campo San- to”. Varios dias demoraron otros en mori, y algunas hojas mas ade- Jante welvea aparecer la flor crucffera: Victoriano, soltero, de Mon- tevideo, murié el 28 de mayo “de resultas de la amputacion deuna pierna herida en el campo de batalla”, Y el dia treinta “un Yndio (cuyo nombro ignoro) q. Murié de heridas que recivié en el ataque g. Dieron los Patricios en este continente” Detras de los grandes episodios militares siempre queda flotan- do la misma duda: gpuede recrearlos alguien? ¢Puede la literatura superar, con su plasticidad y dramatismo, el dato descarnado de algunas de estas partidas de defuncién? ¢Habra exagerado 0 esca- moteado la realidad Eduardo Acevedo Diaz en Ismael? En esa obra, alimentada con la rica memoria oral del siglo XIX, Acevedo Diaz crea este episodio en medio de la batalla de las Piedras: "El cadaver ‘al rodar produjo un ruido semejante al de una bolsa de huesos o de semillas secas. Blandengue alarg6 el hocico, olfateando la pulpa tri- turada, algo asf como carne de matadero; dio un resoplido, y se eché resollante junto al zaino oscuro. "Artigas, a caballo en el extremo del ala izquierda, vio cruzar a Ismael, arrastrando aquella masa informe. Qué es eso? —pregunté con frialdad. "Un prisionero cogido detras de las piezas, y a quien ese mas- tin degolld de una dentellada en el deelive —contest6 el comandan- te Valdenegro. “artigas apart6 de alli, impasible, para fijarlos en el campo enemigo: hablanse apagay sus ojos de verdosos reflejos, ido todos los fue- 65 gos, rompian clarines y tambores en ruidosas dianas y las tropas espafiolas abatiendo armas y banderas, se rendian a discreci6n”** La “mas decidida victoria” —asf calificé Damaso Antonio Larrafiaga el 18 de Mayo— llev6 a las fuerzas espafiolas a atrinche- rarse en Montevideo, sitiada desde entonces por los soldados de Artigas y por las fuerzas auxiliares bonaerenses.

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