Enrique Gonzdlez Rojo, |
entrevisto
He pensado siempre en Enri-
que Gonzilez Rojo como en el jo-
yen Telémacos Ade Homero? no, de
Fénclon. Viajero porel mundo, des
de sus veinte afios, ha recorrido la
ha ido y vuelto
a oseilacién in-
América del Sur
| ira Europa en um
cesante. Hasta su rostro, que con=
serva a través del tiempo y Por en
cima de los rigores de la experien=
J sér que busca
cia ese aspecto del
| al mismo tiempo el fulgor de las
_ ayenturas y el norte que Jo guie a
| puerto seguro, parece concentra®
Jos rasgos ideales del hijo del pru-
dente Ulises.
Como el joven Telémaco, En-
rique Gonzilez Rojo hha viajado ¥
ivido a la ‘recherche de Son
“Jo desde muy nifio Por
B Miner eaineMinenrnieonts euya
cabeza, en vez del cucryo de Edgar
‘Allan Poe, se pose &l puho de Enri-
que Gonzalez Martinez
Sus dos Jibros de poesia llevan,
pere”, guint
titulos earacteristicos: BU PUER-
| To, y ESPACIO.
} México os su Itacm, el puerto
| desalida,pere también el de Mega
| day entre tanto, we sapaetorduor at
| rrecorrer ¥ due aprehender- ENRIQUE GONZALEZ ROJO,
| jor Vilourrutia
Ahora mismo ha yaelto oe ‘ P e
viaje, *Convalectente de °0 enya encuentro wan. Com ee eco de la fiebre que enciencde fervo~
a yee resigna del todo ® Ihaber vuelto ya) a haber sanado.
‘ana conversaci6n que se entrees pron-
viajero que?!
jma faeilmente en
casi tant
Inventa y proyecta, Se-
res sitbitos al
raia 8
eos to como fama.
mar juegos ¥ Proyectos infantiles y ca-
Su cara di
| go yin reservas. Fun ineans soe ae fee
yin reer nos 3 su8 Prove’ a)
guir us invenciones ¥ = iy u ire jaro en wn HlOMen’? } tn un sitio deseado, por-
si olvidados- Pars ay al fo jmpulso To hace saltar rapidamente.
‘un tram
a igarrillo, me Tanz & preguntarle acerea de sus
ca estos filtimos tiempos. Lue-
que, como
en aparienciits
"Aprovechande 4° napira sntensamente 4
| dos eres Je Italia y de 5 ida inactive, al mee 5
: i riggs mueve EOP cla:
[295 ]PS a ee ee a ee
~—Digame, Enrique, ¢se ha formado usted una idea de la situacién del escritor mexicano en
Europa? ?Se le considera ? Se le conoce?
Me responde en seguida:.
—“El europeo no siente curiosidad por nuestras actividades intelectuales y artisticas. Su si-
fuacién prominente en el desarrollo de la cultura actual lo hace ser, si no despectivo, cuando menos
indiferente a manifestaciones que considere reflejo de las suyas. Sélo le aman la ateneion nuestra
arqueologia y . . . nuestras revoluciones.
—Pero Y Valery Larbaud y..
—Se puede citar uno que otro nombre y uno que otro caso de excepeién que no modifican el
sentimiento general.
—i¥ en Espaiia?
En lo que se refiere a Espaiia y a los espafioles debo hacer una salvedad. Con ellos nos unen
Yeulos de raza y de lengua, bienes comunes que despiertan su interés por nosotros, aunque nO
destierran fundamentalmente su actitud de superioridad. Casi todos los eseritores de Espatia pien-
san en América como en un buen mercado para la venta de sus libros y conferencias. La reciprocidad
no existe. Nuestra amistad literaria que desean respetuosa y que casi siemprelo es—resulta un
medio de propaganda. Dificilmente admiten comparaciones con nuestros buenos eseritores y, aun
fuando entre sf se discuten, a la hora de la critica en el libro, revistas y periédicos, presentan Un
frente unido. Sélo asf se explica la existencia de tantos grandes escritores en Espaniay Y le advierto
usted que no considero ilegitimo su procedimiento, sino como un producto de lefensa econdmica.
Como el tema es incitante, y como Gonzalez Rojo parece estar dispuesto a continuarlo, pre-
gunto:
Fak endl es, para usted, Ia actitud que el escritor mexicano debe guardar con relacién a esta
experiencia?
Frio y seguro, contesta:
—Como yo no ereo en Ja superioridad virtual del escritor espafiol sobre el mexicano, abogo desde
Juego por una mayor confianza en nuestras reputaciones nacionales y un menor acatamniento para
las extranjerass y por el estudio atento, justo, desapasionado de nuestra literatura, Y también por
cl estrechamiento de lazos amistosos con los mis jvenes escritores espafioles, los tinicos que Tas
tarde sabrén comprendernos y estimarnos.
Gonzilez Rojo se detiene, y luego, perezosamente, como en un ‘iltimo gesto indolente que con-
trasta con su actividad constante, me dice esta frase cuyo sentido no estoy seguro de captar del
todo
=, Por otra parte, el tiempo, que esté a nuestro favor, se eneargarii de poner las cosas en su ver-
dadero Ingar.
El didlogo se desvia a otros terrenos. Hablamos de juego y deportes. Gonzélez Rojo es su am
teapasionado. Me cuenta sus triunfos de ajedrecista. Me habla de sus lecturas de tratados de aje=
drez y de bridge que alterna con novelas de aventuras geogrificas «. -
—Hableme de sus deseos literarios actuales, de sus proyectos.
Pasando de un tema a otro con una naturalidad envidiable, me contesta:—Tengo listos los
originales de un libro en prosa que pronto entregaré a las prensas. Se llama “Viviendas on el sar’,
¥ £4 una serie de relatos, algunos de los cuales han sido publicados en la revista ““Contempordncos”,
de que fui fundador y editor con Gastélum y Torres Bodet, hasta hace poco tiempo.
saa Gontemporineos”? en su forma actual {le parece una revista representativa de Ins ideas Y
formas artisticas de los escritores nuevos de México?
~Francamente—me responde—no. Si alguna cosa se advierte en ‘“Contemporéneos”, de mas
de un afio a esta parte, es la falta de doctrina, de designios, de direcciones. Al principio, antes del
viaje de tres de nosotros, era una revista de grupo y hoy no es ni de un solo grupo ni de todos les
grupos, ni de una sola tendencia ni de todas las tendencias. Se colabora en ella por inercia, sin pasion
niinterés. No soy yo quien debe juzgar si ha ganado o ha perdido en ello. Lo nico que sé es aie, en
su forma actual, no me interesa.
He visto y he lefdo poestas suyas escritas en Italia, ;formar4 usted con ellas un libro?
—Justamente. Y¥ le confio mi deseo de escribir una novela que muy pronto empezaré . . .
Marcial ROJAS,
[296]