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‘4 zs Seix Barral Los Tres Mundos Roland Barthes Ensayos criticos ‘Traduccién del francés por Carlos Pujol “Tits orighal Bese ontiques Primera edison fn col. Bibiotca Breve: septiembre 1867 Primers edi fn Biotec Les Des Munds: Septiembre 2002 6 1964, ftions da Seu, Paris ‘Derechos excnsies de ediciin en espaol reservids pea todo el asundo Y propiedad dels radvecion’ «© 197 2000 Baioral Se Buzz, S.A. ‘Drown, 260 ~ 08008 Barseiona Iga 84-322-08863 Deposito lel 5.38 259-2002 Tnpreso en S5p50 SSS Senco inne Tapa pean eu, A Frangois Braunschweig quiz sea por sumisin obstinada a la ideologia deter- minista, que exige que la obra sea el «producto» de una acausa», ¥ que las causas exteriores sean mAs «causas» que las demas; guizé también porque pasar de una cri- tica de las determinaciones a una critica de las funcio- nes y de las significaciones implicaria una conversion profunda de las normas del saber, ¢s decir de la técnica, es decir, de la profesién misma del universitario; no hay que olvidar que, dado que la investigacién atin no se ha destindado de la ensefianza, la Universidad trabaja, pero también otorga los titulos; necesita pues una ideologia que se articule en una técnica suficientemente dificil como para constituir un instrumento de seleccién; el positivismo le proporciona la obligacién de un saber yasto, dificil, paciente; la critica inmanente —al menos eso le parece— s6lo pide, ante la obra, una capacidad de asombro, dificilmente mensurable: se comprende pues que vacile antes de transformar sus exigencias. 1963, Modern Languages Notes. 344 {QUE BS LA ORITICAT Siempre es posible promulgar algunos grandes principios criticos en funcién de la actualidad ideolégi- ca, sobre todo en Francia, donde los modelos teéricos tienen un gran prestigio, porque sin duda dan al escri- tor la seguridad de que purticipa a un tiempo en un combate, en una historia y en una totalidad; asi es como, desde hace unos quince afios, la critica francesa se ha desarrollado, con fortuna diversa, en et interior de cuatro grandes «filosofias». En primer lugar, lo que se ‘ha dado en Hamar, con un término muy discutible, el existencialismo, que ha dado Jas obras criticas de Sartre, el Baudelaire, el Flaubert, una serie de articulos mas cortos sobre Proust, Mauriac, Giraudoux y Ponge, y s0- bre todo el admirable Genet. Luego, el marxismo: ya ¢s sabido (pues el debate es antiguo} hasta qué punto Ja ortodoxia marxista ha sido estéril en critica, propo- niendo una explicacién puramente mecinica de las obras, 0 dictando consignas, mas que criterios de valo- res; es, pues, por ast decirlo, en las fronteras dei mar- xismo (y no en su centro declarado) donde encontra~ mos la critica m4s fecunda: la de L. Goldman (Sobre Racine, Pascal, sobre el «nouveau roman», sobre el tea~ tro de vanguardia, sobre Malraux) debe explicitamente 345 mucho a la de Lukécs; es una de las més flexibles y mas ingeniosas que puedan imaginarse a partir de la histo- ria social y politica, A continuacién, el psicoandlisis; existe una critica psicoanalitica de obediencia frendia- na, cuyo mejor representante en Francia, actualmente, seria Charles Mauron (sobre Racine y sobre Mallarmé); pero, también en este caso, el psicoanslisis «marginal» hha sido el mas fecundo; partiendo de un andlisis de las sustancias (y no de las obras), siguiendo las deforma- ciones dindmicas de Ja imagen en numerosisimos poe~ tas, G. Bachelard ha fundado una verdadera escnela cri- tica, tan rica, que puede decirse que la critica francesa es actualmente, bajo su forma mejor desarroliada, de ins- pirecién bachelardiana (G. Ponlet, J. Starobinski, J.-P. Richard). Finalmente, el estructuralismo (o para simpli- ficar extremando, y de un modo sin duda abusivo: el formalismo): ya ¢s sabida la importancia, podria de- cirse la boga, de este movimiento en Francia, desde que Cl. Lévi-Strauss le abrié las ciencias sociales y le refle~ xidn filoséficas ha originado afin pocas obras criticas; pero se preparan varias en las que sin duda encontrare- mos sobre todo la inflnencia del modelo lingitfstico construido por Saussure y ampliado por R. Jakobson (que, en sus inicios, también participé en un movi- miento de critica literaria, la escuela formalista ruse); parece por ejemplo posible desarrollar una critica lite- raria a partir de dos categorias ret6ricas establecidas por Jakobson: la metifora y la metonimia. Como vemos, esta critica francesa es @ la vez «na- cionaly (debe muy poco o nada a la erftica englosajona, al spitzerismo, al crocismo) y actual, 0, si se prefiere; ainfiels: sumergida por completo en un cierto presente jdeolégico, apenas se reconoce como participando en una tradicién critica,la de Sainte-Beuve, la de Taine o la de Lanson. Este ultimo modelo plantea, sin embargo, a 346 Ja critica actual un problema particular. La obra, el mé- todo, eb espfrita de Lanson, que fue el prototipo del pro- fesor francés, rige, desde hace unos cincuenta afios, a través de innumerables epigonos, toda la critica univer~ sitaria. Como los principios de esta critica, al menos confesadamente, son los del rigor y de la cbjetividad en el establecimiento de los hechos, podria creerse que no hay ninguna incompatibilidad entre el lansonismo y las criticas ideologicas, que son todas ellas criticas de inter~ pretacién. Sin embargo, aunque la mayoria de los criti- cos franceses de hoy (hablamos aqui tan sélo de la cri- tica de estructura, y no de la critica de impulso) sean también profesores, hay una cierta tensida entre la cri- tica de interpretacién y la critica positivista (universita- ria). Lo que ocurre es que en el fondo el lansonismo es también nna ideologia; no se contenta con exigir la apli- cacion de las reglas objetivas de Lucia inyestigacion cien- tifica, sino que aplica convicciones generales sobre el hombre, la historia, la literatura, las relaciones entre elautor y la obra; por ejemplo, la psicologia del lanso- nismo est4 totalmente anticuada, ya que consiste esen- cialmente en una especie de determinismo analogico, segiin el cual los detalles de una obra tienen que pare- cerse a los detalles de una vida, el alma de un personaje al alma del antor, etc., ideologia muy peculiar, puesto que, posteriormente, el psicoanlisis, por ejemplo, ha imaginado relaciones contrarias de denegacién entre una obra y sn autor, Evidentemente, de hecho los pos~ tulados filoséficos son inevitables; es decir que, lo que se puede reprochar al lansonismo no son sns partis pris, sino el hecho de silenciarlos, de envolverlos ea el. ropaje moral det rigot y de la objetividad: la ideologia se intro- duce aqni, como una mercancia de contrabando, en el cquipaje del cientismo, 347 Dado que estos principios ideolégicos diferentes son posibles al mismo tiempo (y por ‘mi parte, en cierto iodo, suscribo al mismo tiempo, cada uno de ellos), sin duda la eleccién ideolégica no constituye el ser de la crf- tica, y la «verdad» no es su sancién, La critica no es ha~ blar justamente en nombre de principios «verdaderos», De ello se deduce que el pecado mayor, en critica, no es la ideologfa, sino el silencio con que se la encubre: ese, silencio culpable tiene un nombre: es la buena concien- cia, 0, por asi decixlo, la mala fe. En efecto, ;como creer que Ta obra es un objeto exterior a la psique y a la histo~ tia de quien la interroga, y ante el cual el critico gozaria’ © de una especie de derecho de extraterritorialidad? ;Por: obra de qué milagro la comunicacién profunda que la’ mayoria de los exiticos postulan entre la obra y el autor que estudian dejaria de existir cuando se trata de su propia obra y de su propio tiempo? ;Acaso puede haber, eyes de creacion validas para el escritor, pere no para el critico? Toda critica debe incluir en su discurso (aunque! sea del modo mas velado y més ptidico) un discurso im-~ plicito sobre si misma; toda critica es critica de la obra: y critica de si misma; para utilizar un juego de palabras” de Claudel, es conocimiento del otro y co-nacimiento de ‘sf mismo en el mundo. Para volver a decirlo en otros, términos, la critica dista mucho de ser una tabla de re-. sultados 0 un cuerpo de juicios, sino que es esencial- mente una actividad, es decir, una sucesién de actos i jelectuales profundamente inmersos en la existencia historica y subjetiva (es lo mismo) del que los Ileva a: cabo, es decir, del que los asume. ;Puede ser «verdades ta» una actividad? No, obedece a exigencias totalmente distintas. ¥ Se supone que todo novelista, todo poeta, sean cua~ 348 Jes sean los rodeos que pueda adoptar la teoria literaria, habla de objetos y de fenémenos, aunque sean imagina- ios, exteriores y anteriores al lenguaje: el mundo existe, y el ascritor habla, ésta es la literatura. El objeto de ta critica es muy distinto; no es «el muudo», es un diseur- 50, el discurso de otro: la critica ¢s discarso sobre un discurso; es un lenguaje segundo, o meta-lenguaje (como dirian los légicos), que se ejerce sobre un lenguaje pri- mero (0 lenguaje-objeto). De ello se deduce que Ia acti vidad critica debe contar con dos clases de relaciones: ta relacién entre el lenguaje critico y el lenguaje del autor analizado, y la relacién entre este lenguaje-objeto y el mundo. La «frotacién» de esos dos lenguajes es lo que define la critica y le da tal vez una gran semejanza con otra actividad mental, la Iégica, que se funda también enteramente en la distincién del lenguaje-objeto y del meta-lenguaje. Porque si la critica no es més que un meta-lengua- je, ello equivale a decir que su tarea no ¢s en modo al- guno la de descubrir «verdades», sino sélo «valideces». Bn sf, un lenguaje no es verdadero o falso, es vilido o no Jo es: vélido, es decir, que constituye un sistema cohe- gente de signos. Las reglas que condicionan el lenguaje literario, no afectan a la conformidad de ese lengua- je con lo real (sean cuales sean las pretensiones de las es- cuelas realistas), sino tan sélo a su sumisién al sistema de signos que el autor se ha fijado (y, desde luego aqui hay qne dar un sentido muy fuerte al término sistema). La critica no tiene que decir si Proust dijo la «verdad», si el barén de Charlus era el conde de Montesquiou, si Francoise era Céleste, ni siquiera, de un modo mas ge- neral, si la sociedad que describié reproducta con exac- titud las condiciones histéricas de eliminacién de la nobleza a fines del siglo xn; su funcién es unicamente elaborar ella misma un lenguaje, cuya coherencia, cuya 349

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