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Recursos Psico-Sociales para El Post-Conflicto - 2nd Edition Final
Recursos Psico-Sociales para El Post-Conflicto - 2nd Edition Final
Segunda
Edición
RECURSOS
PSICO-‐SOCIALES
PARA
EL
POST-‐CONFLICTO
Segunda
Edición
Ángela
María
Estrada
Mesa
y
Catalina
Buitrago
Murcia
Editoras
Contributing
authors:
Kenneth
J.
Gergen,
Harlene
Anderson,
Michael
White,
Constance
Quosh,
Elizabeth
Lira,
Sylvia
London,
Marcela
Polanco,
Sally
St.
George,
Josep
Segui
Dolz,
Dan
Wulff,
Heiman
Nupan
Criollo,
Ángela
María
Estrada
Introducción
Angela
María
Estrada
Mesa
y
Catalina
Buitrago
Murcia
Capítulo
1
®
Constance
Quosh
y
Kenneth
J.
Gergen
Capítulo
2
®
Michael
White
Capítulo
3
®
Michael
White
Capítulo
4
®
Harlene
Anderson
Capítulo
5
®
Sylvia
London,
Sally
St.
George
y
Dan
Wulff
Capítulo
6
®
Elizabeth
Lira
Capitulo
7
®
Marcela
Polanco
Capítulo
8
®
Heiman
Nupan
Criollo
Capítulo
9
®
Josep
Segui
Dolz
Capítulo
10
®
Ángela
María
Estrada
Foto
portada
Catalina
Buitrago
Murcia
Segunda
Edición
2016
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Taos
Institute
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1-‐440-‐338-‐6733.
Taos
Institute
Publications
A
Division
of
the
Taos
Institute
Chagrin
Falls,
Ohio
USA
E-‐Book
Format
Only
ISBN:
978-‐1-‐938552-‐47-‐2
"Recursos
Psico-‐sociales
para
el
Post-‐conflicto"
–
Second
Edition.
by
Ángela
María
Estrada
Mesa
y
Catalina
Buitrago
Murcia.
Editoras
(PDF
version
2016)
2
Taos
Institute
Publications
The
Taos
Institute
is
a
nonprofit
organization
dedicated
to
the
development
of
social
constructionist
theory
and
practice
for
purposes
of
world
benefit.
Constructionist
theory
and
practice
locate
the
source
of
meaning,
value,
and
action
in
communicative
relations
among
people.
Our
major
investment
is
in
fostering
relational
processes
that
can
enhance
the
welfare
of
people
and
the
world
in
which
they
live.
Taos
Institute
Publications
offers
contributions
to
cutting-‐edge
theory
and
practice
in
social
construction.
Our
books
are
designed
for
scholars,
practitioners,
students,
and
the
openly
curious
public.
The
Focus
Book
Series
provides
brief
introductions
and
overviews
that
illuminate
theories,
concepts,
and
useful
practices.
The
Tempo
Book
Series
is
especially
dedicated
to
the
general
public
and
to
practitioners.
The
Books
for
Professionals
Series
provides
in-‐depth
works
that
focus
on
recent
developments
in
theory
and
practice.
WorldShare
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is
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Our
books
are
particularly
relevant
to
social
scientists
and
to
practitioners
concerned
with
individual,
family,
organizational,
community,
and
societal
change.
Kenneth
J.
Gergen
President,
Board
of
Directors
The
Taos
Institute
Taos
Institute
Board
of
Directors
Harlene
Anderson
Mary
Gergen
Ginny
Belden-‐Charles
Sheila
McNamee
Ronald
Chenail
Sally
St.
George
David
Cooperrider,
Honorary
Jane
Watkins,
Honorary
Robert
Cottor
Diana
Whitney,
Emerita
Kenneth
Gergen
Dan
Wulff
WorldShare
Books
Senior
Editors
-‐
Kenneth
Gergen,
Dan
Wulff
and
Mary
Gergen
Books
for
Professional
Series
Editor
-‐
Kenneth
Gergen
Taos
Institute
Tempo
Series
Editor
-‐
Mary
Gergen
Focus
Book
Series
Editors
-‐
Harlene
Anderson
Executive
Director
-‐
Dawn
Dole
For
information
about
the
Taos
Institute
and
social
constructionism
visit:
www.taosinstitute.net
3
QUIRA
-‐Centro
Latinoamericano
para
el
Desarrollo
de
la
Cultura
Colaborativa-‐,
es
una
Organización
No
Gubernamental
dedicada
tanto
a
la
potenciación
de
los
recursos
colaborativos
de
la
cultura,
a
fin
de
facilitar
transformaciones
en
la
convivencia,
la
reconciliación
y
la
comunicación,
entre
otros;
como
a
la
divulgación
del
pensamiento
y
las
prácticas
socio
construccionistas
entre
la
comunidad
hispano
hablante.
Realizamos
intervenciones,
capacitaciones,
consultorías
e
investigaciones
orientadas
a
que
las
personas
y
los
sistemas
humanos,
las
organizaciones
y
las
instituciones,
mejoren
e
incrementen
sus
recursos
para
la
comunicación
abierta
y
saludable,
resuelvan
conflictos
por
la
vía
del
diálogo,
logren
sanar
el
sufrimiento,
pongan
en
marcha
proyectos
pedagógicos
colaborativos
y
comunidades
de
aprendizaje,
desarrollen
un
estilo
contemporáneo
de
liderazgo
y
fortalezcan
su
capacidad
innovadora.
Directora
Ejecutiva
Ángela
María
Estrada,
PhD
–
Psicología
Social.
Coordinación
de
Proyectos
Catalina
Buitrago
Murcia,
MA
–
Psicología
Social
y
Género.
María
Paula
Céspedes,
MA
–
Terapeuta.
Comité
de
Mentores.
Kenneth
Gergen,
Mary
Gergen,
Ian
Parker,
Valerie
Walkerdine,
Dawn
Dole,
Diana
Whitney,
Alfredo
Gaitán,
Diana
Rodríguez,
Martha
Restrepo,
Mark
Chupp,
Elizabeth
Lira,
Maritza
Montero.
For
information
about
QUIRA
visit:
www.quira.co
4
Tabla
de
Contenido
Introducción
Construyendo
el
trauma
y
su
tratamiento:
conocimiento,
poder
y
resistencia
Por
Constance
Quosh
y
Kenneth
J.
Gergen
…………………………………………………………
12
El
trabajo
con
personas
que
sufren
las
consecuencias
de
trauma
múltiple:
una
perspectiva
narrativa
Por
Michael
White
………………………………………………………………………………………………
29
El
proceso
de
hacer
preguntas:
¿una
terapia
de
mérito
literario?
Por
Michael
White
……………………………………………………………………………………………
79
Relaciones
de
colaboración
y
conversaciones
dialógicas:
ideas
para
una
práctica
sensible
a
lo
relacional
Por
Harlene
Anderson
………………………………………………………………………………………
92
Guía
para
la
colaboración
Por
Sylvia
London,
Sally
St.
George
y
Dan
Wulff
…………………………………………………
116
Desaparición
forzada
trauma
y
duelo:
Chile
1973-‐
2014
Por
Elizabeth
Lira
……………………………………………………………………………………………..
128
La
infidelidad
al
machismo
y
la
búsqueda
de
sueños
de
restitución
moral
Por
Marcela
Polanco
…………………………………………………………………………………………
168
Acercamiento
a
los
significados
de
salud
y
enfermedad
en
una
población
rural
de
Colombia:
Jongovito
Por
Heiman
Nupan
Criollo
…………………………………………………………………………….…
197
Estamos
en
guerra.
De
la
biología
de
la
violencia
a
la
Psicología
Social
de
la
paz
Por
Josep
Segui
Dolz
…………………………………………………………………………………………..
224
Retos
que
los
escenarios
actuales
le
imponen
a
la
formación
profesional
para
la
atención
psicosocial
a
las
víctimas
del
conflicto
armado
en
Colombia
Por
Ángela
María
Estrada
…………………………………………………………………………………..
254
Sobre
los
Autores
………………………………………………………………………………………
261
5
Introducción
La
obra
que
tiene
ante
sus
ojos
responde
a
un
doble
reto:
por
una
parte,
ofrecer
un
conjunto
de
recursos
conceptuales
y
prácticos
para
abordar
las
secuelas
psicosociales
del
prolongado
conflicto
armado
interno
en
Colombia
y
en
otras
regiones
del
mundo.
De
otro,
poner
a
disposición
de
profesionales
y
especialistas
una
mirada
basada
en
el
giro
social
de
la
ciencia
de
la
acción
humana
para
la
atención
psicosocial
del
sufrimiento
por
violencia.
En
efecto,
consideramos
que
no
solo
era
necesario
apoyar
a
los
profesionales
vinculados
a
los
procesos
de
reparación
integral
a
las
víctimas
de
las
dinámicas
de
confrontación
armada,
poniendo
a
su
servicio
un
conjunto
de
conocimientos
dirigidos
a
orientar
su
práctica,
sino
ofrecer
un
corpus
explícito
acerca
de
las
ventajas
conceptuales
y
éticas
de
un
paradigma
que
inspirado
en
el
pensamiento
sistémico,
se
compromete
con
las
propuestas
dialógicas
y
colaborativas
contemporáneas;
es
decir,
que
superan
el
tradicional
individualismo
de
la
ciencia
social
moderna
sobre
el
sujeto.
Buscando
dar
cuerpo
a
esa
iniciativa,
el
Centro
latinoamericano
para
el
desarrollo
de
la
cultura
colaborativa
–
QUIRA
con
el
apoyo
del
Taos
Institute,
inició
la
planeación
y
desarrollo
de
un
programa
internacional
de
formación
de
recursos
humanos
en
atención
psicosocial
del
sufrimiento
por
violencia.
En
el
proceso
el
programa
fue
aceptado
como
la
primera
versión
aplicada
a
una
problemática
particular
del
Certificado
Internacional
en
Prácticas
Colaborativas,
uno
de
cuyos
retos
era
conformar
su
propia
planta
docente.
Varias
de
las
autoras
que
participan
en
esta
compilación
hacen
parte
de
ese
equipo
docente
de
excelencia
que
Quira
logró
conformar.
Con
sus
contribuciones
decidimos
abordar
la
tarea
de
editar
la
presente
obra
como
soporte
y
recurso
para
ese
diplomado
y
en
general
para
todos
aquellos
profesionales
vinculados
a
la
ejecución
de
la
política
pública
de
reparación
integral
y
atención
psicosocial
a
las
víctimas
de
la
violencia.
También
nutren
esta
compilación,
trabajos
de
autores
de
habla
inglesa
muy
destacados
que
nos
cedieron
sus
obras,
ya
publicadas
en
inglés,
para
enriquecer
el
conjunto,
dada
la
pertinencia
de
las
temáticas
tratadas.
Es
el
caso
de
Ken
Gergen
y
Michael
White.
Debemos
hacer
aquí
un
especial
reconocimiento
a
Cheryl
White
con
quien
tuvimos
la
oportunidad
de
discutir
la
selección
de
los
textos
de
Mike
incluidos
en
la
compilación.
Jill
Freedman
también
nos
animó
y
orientó
en
el
Instituto
Internacional
de
Verano
del
ICCP
en
San
Miguel
de
Allende
México,
en
la
estancia
que
compartimos
en
2014.
6
Los
textos
iberoamericanos,
todos
inéditos,
contaron
con
una
lectura
de
pares
con
base
en
la
cual
se
enriquecieron.
Tal
estrategia
garantiza
la
calidad
de
la
obra
en
su
conjunto.
Las
traducciones
contaron
con
una
revisión
técnica.
Esperamos
que
la
obra
sea
acogida
por
profesionales
de
los
sectores
público
y
privado
y
de
los
niveles
decisorios
y
ejecutivos
en
los
territorios,
para
enriquecer
y
darle
foco
a
su
práctica
y
formar
sus
equipos
de
trabajo.
No
obstante,
también
esperamos
que
además
esta
obra
pueda
sorprender
positivamente
los
procesos
académicos
en
las
universidades.
La
totalidad
de
la
tarea
editorial
para
alcanzar
el
producto
final
estuvo
a
cargo
del
equipo
profesional
de
QUIRA,
logro
que
en
sí
mismo
representa
un
significativo
avance
de
consolidación
de
nuestro
equipo
y
de
nuestra
organización,
máxime
considerando
su
carácter
intergeneracional.
De
esta
forma,
la
historia
del
libro
es
una
de
aprendizajes,
luchas
y
sueños
colectivos
que
apuntan
al
objetivo
de
trazar
nuevos
caminos
que
lleven
a
brindar
un
tratamiento
más
humano,
integral
y
diferencial
para
el
gran
número
de
personas
que
han
sufrido
las
consecuencias
del
conflicto
armado
en
Colombia,
pero
también
al
desarrollo
de
la
colaboratividad
en
la
cultura,
reto
clave
para
la
consolidación
del
postconflicto
y
la
construcción
de
la
paz
entre
nosotros.
Actualmente
el
país
está
frente
al
reto
de
construir
la
tan
anhelada
paz,
después
de
una
guerra
de
más
de
cincuenta
años.
Un
conflicto
que
ha
dejado
centenares
de
miles
de
víctimas
que
buscan
verdad,
justicia,
reparación
y
garantías
de
no
repetición,
y
que
necesitan
ser
acompañadas
por
profesionales
de
la
psicología
y
las
ciencias
humanas
que
estén
preparados
para
asumir
este
gran
reto
de
transformación,
como
aspecto
central
de
una
paz
sostenible
y
duradera.
Sin
duda
esta
experiencia
tiene
mucho
que
aportar
a
procesos
semejantes
en
otros
lugares
del
mundo.
Como
se
puede
concluir
de
lo
ya
dicho,
el
libro
acompaña
el
proceso
académico
del
‘Diplomado
internacional
en
atención
psicosocial
del
sufrimiento
por
violencia’,
desarrollado
por
QUIRA
–
Centro
latinoamericano
para
el
desarrollo
de
la
cultura
colaborativa-‐,
programa
que
obtuvo
el
aval
del
ICCP
–
International
Certificate
in
Collaborative
Practices1,
toda
vez
que
se
constituye
en
una
herramienta
teórica
y
conceptual
muy
específica
y
significativa
para
quienes
se
formen
en
él.
El
libro
cuenta
con
la
participación
de
importantes
autores
y
autoras
que
desde
diferentes
orillas
ofrecen
ideas
y
nuevas
perspectivas
para
el
abordaje
de
la
atención
psicosocial
del
sufrimiento
por
violencia.
Cada
uno
de
los
diez
capítulos
desarrolla
propuestas,
ofrece
reflexiones
y
formula
cuestionamientos
en
relación
con
el
abordaje
del
dolor
que
han
dejado
las
múltiples
formas
de
violencia
social
y
política.
Es
así,
como
a
través
de
ellos
se
va
tejiendo
una
fibra
que
intenta
ser
el
hilo
1
http://collaborativepractices.ning.com
7
conductor
de
un
nuevo
camino
de
saberes
para
las
y
los
profesionales
de
las
ciencias
humanas
que
deseen
trabajar
de
la
mano
de
las
víctimas
y
contribuir
a
superar
y
comprender
su
sufrimiento.
El
capitulo
de
inicio
‘Construyendo
el
trauma
y
su
tratamiento:
conocimiento,
poder
y
resistencia’
de
Constance
Quosh
y
Kenneth
J.
Gergen,
ofrece
un
interesante
punto
de
partida;
se
trata
de
una
mirada
crítica
sobre
las
bases
conceptuales
del
Trastorno
de
Estrés
Post-‐traumático
(TEPT)
considerando
las
particularidades
de
su
construcción
histórica
y
de
su
evolución
a
una
categoría
de
enfermedad.
En
este
sentido,
los
autores
exploran
el
poder
de
las
profesiones
que
tienen
que
ver
con
la
enfermedad
mental
y
la
investigación
farmacológica,
de
cara
a
la
difusión
de
información
sobre
este
desorden
y
la
materialización
de
su
existencia.
Más
allá
de
la
crítica
al
concepto
de
trauma,
los
autores
exploran
la
posibilidad
que
tiene
el
rótulo
o
etiqueta
para
cumplir
importantes
funciones
políticas
y
sociales.
Asimismo,
los
autores
se
refieren
a
las
formas
de
resistencia
al
discurso
social
dominante
de
trastorno
por
estrés,
y
al
potencial
de
las
personas
para
confrontar
eventos
estresantes
sin
necesidad
de
ser
tratados
como
disfuncionales
o
requerir
fármacos.
El
segundo
capítulo
es
una
muestra
paradigmática
del
abordaje
terapéutico
con
personas
que
han
sufrido
trauma;
en
efecto,
Michael
White
en
su
texto
‘El
trabajo
con
personas
que
sufren
las
consecuencias
de
trauma
múltiple:
una
perspectiva
narrativa’
presenta
de
forma
detallada
y
a
partir
de
casos,
la
prioridad
dada
al
desarrollo
y
la
revitalización
de
un
‘sentido
de
mí
mismo’
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
Describe
cómo
esto
se
puede
alcanzar
a
través
del
uso
de
estructuras
ceremoniales
definitorias,
prácticas
de
testigos
externos
y
conversaciones
de
re-‐autoría.
La
última
sección
discute
el
trabajo
de
teóricos
de
la
memoria
y
su
relevancia
para
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
Más
específicamente
propone
que,
para
re-‐asociar
la
memoria
disociada,
debemos
primero
posibilitar
una
revitalización
del
‘sentido
de
mí
mismo’.
En
el
siguiente
capítulo
‘El
proceso
de
hacer
preguntas:
¿una
terapia
de
mérito
literario?’
nos
encontramos
de
nuevo
con
Michael
White,
quien
en
este
texto
se
enfoca
en
el
proceso
de
hacer
preguntas
en
terapia
y
la
creciente
atención
a
su
empleo
en
la
terapia
familiar.
De
tal
forma,
el
autor
se
focaliza
en
brindar
una
aproximación
a
lo
que
él
mismo
llama
el
preguntar
con
“influencia
relativa”,
dando
cuenta
de
las
prácticas
que
los
miembros
de
las
familias
y
los
terapeutas
han
experimentado
como
empoderantes.
Quisimos
tener
dos
textos
de
White,
por
cierto
de
dos
momentos
distintos
del
desarrollo
de
su
obra,
dada
la
importancia
de
la
pregunta
como
componente
técnico
de
los
abordajes
terapéuticos
contemporáneos
y
como
componente
de
la
formación
de
profesionales
en
este
campo.
El
cuarto
capítulo
‘Relaciones
de
colaboración
y
conversaciones
dialógicas:
ideas
para
una
práctica
sensible
a
lo
relacional’
de
Harlene
Anderson,
presenta
un
8
conjunto
de
supuestos
filosóficos
que
ofrecen
un
lenguaje
diferente
para
pensar
y
responder
preguntas
persistentes:
“¿Cómo
pueden
ser
relevantes
nuestras
prácticas
terapéuticas
para
la
vida
cotidiana
de
las
personas
en
un
mundo
que
cambia
rápidamente?”;
“¿De
qué
relevancia
se
trata
y
quién
la
determina?”;
“¿Por
qué
algunas
formas
de
relación
y
modos
de
hablar
vinculan
mientras
otros
alejan?”;
“¿Por
qué
algunos
abren
posibilidades
y
caminos
hacia
adelante
que
nunca
antes
imaginamos
y
otros
nos
encierran?”
La
autora
traduce
los
supuestos
para
fundamentar
la
postura
filosófica
de
un
terapeuta:
una
forma
de
ser.
Además,
discute
los
rasgos
distintivos
de
dicha
postura
y
cómo
facilita
relaciones
colaborativas
y
conversaciones
dialógicas
que
ofrecen
a
los
terapeutas
y
sus
clientes
medios
fértiles
para
alcanzar
metas
creativas.
Sin
duda,
un
capítulo
que
propone
retos
importantes
para
la
relación
entre
terapeuta
y
cliente.
En
el
quinto
capítulo,
‘Guía
para
la
colaboración’,
Sylvia
London,
Sally
St.
George
y
Dan
Wulff
presentan
la
colaboración
como
estilo
de
vida
a
través
de
la
exploración
de
su
aplicación
fuera
de
los
contextos
terapéuticos.
En
este
trabajo,
se
destacan
algunas
formas
y
pautas
de
lo
que
una
buena
colaboración
comprende.
Sobre
la
base
de
las
experiencias
colectivas
de
los
autores,
se
proponen
y
desarrollan
nueve
claves
para
facilitar
prácticas
de
colaboración.
El
texto
es
sin
duda
una
excelente
sistematización
de
múltiples
experiencias
aplicando
principios
colaborativos
a
diferentes
escenarios
de
la
interacción
humana.
A
continuación,
el
texto
de
la
psicóloga
chilena
Elizabeth
Lira
‘Desaparición
forzada
trauma
y
duelo:
Chile
1973-‐
2014’,
describe
las
actuaciones
del
Estado
al
producir
la
desaparición
forzada
como
método
de
exterminio
y
represión
y
también
las
acciones
del
Estado
para
reconocer
a
las
víctimas
y
ofrecer
reparaciones.
Esta
descripción
es
crucial
para
entender
el
itinerario
moral
y
el
impacto
psicológico
de
la
desaparición
forzada
sobre
las
familias
y
las
personas
a
lo
largo
del
tiempo.
La
identificación
de
los
efectos
de
las
políticas
represivas
así
como
de
los
efectos
de
las
políticas
de
reconocimiento
y
reparación
sobre
las
personas
y
las
familias
permite
visualizar
la
evolución
de
esta
interrelación,
que
debiera
constituir
el
fundamento
de
las
propuestas
de
reparación
y
de
las
intervenciones
psicosociales
y
terapéuticas.
‘La
infidelidad
al
machismo
y
la
búsqueda
de
sueños
de
restitución
moral’
de
la
psicóloga
colombiana
Marcela
Polanco,
ofrece
una
mirada
clave
y
crítica
sobre
el
impacto
de
la
hegemonía
de
la
geopolítica
del
conocimiento
en
la
identidad,
a
través
de
la
ilustración
de
un
caso
de
infidelidad
en
una
pareja
mexicana
atendida
por
ella
como
terapeuta
de
familia
en
San
Antonio,
Texas
donde
ejerce
como
terapeuta.
La
autora
ofrece
una
rica
exploración
de
epistemologías
decoloniales
y
de
frontera
que
pueden
ser
de
mucha
utilidad
para
la
discusión
en
el
contexto
de
la
formación
de
profesionales
en
la
atención
del
sufrimiento
por
violencia,
ya
que
ofrecen
una
mirada
contributiva
a
la
reparación
moral,
haciendo
visibles
los
efectos
de
patrones
coloniales
en
las
identidades
(muy
propios
de
actores
armados,
pero
persistentes
en
las
culturas
latinoamericanas).
En
este
sentido,
la
autora
ilustra
la
terapia
de
la
solidaridad
y
los
diálogos
artesanales
como
posibilidades
para
el
trabajo
en
terapia.
9
Posteriormente,
el
psicólogo
colombiano
Heiman
Nupan
Criollo
en
su
texto
‘Acercamiento
a
los
significados
de
salud
y
enfermedad
en
una
población
rural
de
Colombia:
Jongovito’,
nos
ofrece
una
mirada
ilustrativa
que
sirve
de
abrebocas
a
la
discusión
sobre
la
importancia
de
considerar
los
procesos
sociales
locales
y
culturales
al
momento
de
construir,
en
los
discursos
profesionales,
no
sólo
la
enfermedad,
sino
la
cura.
El
autor
hace
una
interesante
reflexión
sobre
cómo
el
sistema
médico
‘universal’
ha
dejado
por
fuera
los
saberes
tradicionales
y
locales
en
relación
con
la
enfermedad
y
la
salud.
Asimismo,
aborda
la
pregunta
por
la
separación
de
las
enfermedades
físicas
versus
las
enfermedades
mentales
y
propone
una
mirada
sobre
la
salud
integral
y
holística
desde
lo
encontrado
en
Jongovito,
una
apartada
zona
rural
colombiana,
en
la
que
el
autor
llevó
a
cabo
una
investigación
que
le
permitió
trabajar
el
texto
que
aquí
se
presenta.
Este
capítulo
amplía
la
mirada
sobre
la
salud
mental,
proponiendo
un
abordaje
que
no
deje
por
fuera
lo
local,
social
y
cultural.
El
siguiente
capitulo
‘Estamos
en
guerra:
de
la
biología
de
la
violencia
a
la
Psicología
Social
de
la
paz’
escrito
por
el
psicólogo
catalán
Josep
Seguí
Dolz,
propone
una
interesante
reflexión,
en
primera
persona,
sobre
algunas
‘verdades’
comúnmente
aceptadas
en
torno
al
conflicto,
la
violencia
y
la
agresividad,
poniendo
en
cuestión
el
conflicto
como
algo
socialmente
construido.
El
autor
ofrece
una
rica
contextualización
del
conflicto
en
entornos
colectivos,
los
movimientos
y
movilizaciones
sociales,
e
incluso
desde
contextos
violentos
como
las
llamadas
guerrillas
urbanas.
Presenta
todo
lo
anterior
desde
la
perspectiva
de
diferentes
teorías
psicosociales
propuestas
por
diferentes
expertos,
con
el
objetivo
de
avanzar
hacia
posibles
orientaciones
que
puedan
ayudar
al
profesional
de
la
atención
a
las
víctimas
de
violencia,
a
desarrollar
estrategias
de
asistencia
en
estas
situaciones
desde
las
prácticas
colaborativas
y
la
investigación
acción
participativa.
Finalmente,
el
capítulo
‘Retos
que
los
escenarios
actuales
le
imponen
a
la
formación
profesional
para
la
atención
psicosocial
a
las
víctimas
del
conflicto
armado
en
Colombia’
de
Ángela
María
Estrada
Mesa,
plantea
una
serie
de
retos
claves
para
Colombia
en
relación
con
los
debates
internacionales
contemporáneos
sobre
la
relación
teoría-‐práctica-‐realidad
y
la
crisis
del
conocimiento
profesional
frente
las
exigencias
del
proceso
de
reparación
integral
a
las
víctimas
primarias
y
secundarias
del
conflicto
armado
en
Colombia.
De
tal
forma,
este
capítulo
propone
reflexiones
estratégicas
y
necesarias
de
cara
a
la
formación
profesional
para
la
atención
psicosocial
del
sufrimiento
en
el
marco
del
contexto
colombiano
de
construcción
de
paz
y
de
reparación
integral
a
las
víctimas
del
conflicto
armado.
Para
finalizar
es
necesario
destacar
que
nuestro
uso
de
la
noción
de
‘víctimas
de
conflictos
armados’
no
es
ni
ingenua
ni
unidimensional.
Reconocemos
con
ello
en
primer
lugar,
que
su
uso
remite
al
referente
común
del
marco
jurídico
internacional
sobre
reparación
y
en
segundo
lugar
al
derecho
a
la
reparación
integral
que
asiste
a
quienes
han
sufrido
violaciones
graves
a
sus
derechos
humanos.
El
conjunto
de
10
textos
incluidos
en
este
libro,
sin
desconocer
el
valor
jurídico
de
la
noción
de
víctima,
realiza
diferentes
deconstrucciones
de
las
pretensiones
absolutizantes
de
ésta
y
sugiere
caminos
y
alternativas
para
su
resignificación
manteniendo
aperturas
cruciales
que
se
fundamentan
en
la
resiliencia
y
la
capacidad
de
colaborar
para
re-‐
inventar
nuestras
narrativas
identitarias
como
sobrevivientes.
11
Capítulo
1
Construyendo
el
trauma
y
su
tratamiento:
conocimiento,
poder
y
resistencia2
3
Constance
Quosh4
y
Kenneth
J.
Gergen5
Introducción
Mientras
que
el
concepto
de
enfermedad
mental
se
ha
venido
aceptando
de
manera
cada
vez
más
amplia,
se
ha
venido
dando
un
aumento
concomitante
de
la
dependencia
de
las
personas
en
los
profesionales
de
la
salud
mental.
El
resultado
ha
sido
doble:
primero,
un
aumento
en
el
repertorio
conceptual
que
permite
clasificar
a
las
personas
como
enfermas,
y
segundo,
un
aumento
de
la
dependencia
en
las
“curas”
psico-‐farmacológicas
para
estas
enfermedades.
Este
capítulo
está
primeramente
enfocado
en
el
Trastorno
por
Estrés
Post-‐traumático
(TEPT),
una
“enfermedad”
cada
vez
más
común
en
nuestras
sociedades.
Trazaremos
el
desarrollo
histórico
del
concepto
de
trauma
y
su
evolución
a
una
categoría
de
enfermedad.
Exploraremos
el
poder
de
las
profesiones
que
tienen
que
ver
con
la
enfermedad
mental
y
la
investigación
farmacológica
en
la
difusión
de
noticias
sobre
este
desorden
y
la
concretización
de
su
existencia.
Esto
será
contrastado
con
formas
de
resistencia
al
discurso
dominante,
particularmente
dentro
de
aquellos
que
han
suscrito
a
la
teoría
construccionista,
que
hace
posible
a
las
personas
confrontar
condiciones
estresantes
sin
tratamientos
tradicionales
con
fármacos.
Más
allá
de
la
2
En:
Meaning
in
Action.
Constructions,
Narratives
and
Representations.
T.
Sugiman;
K.J.
Gergen;
W.
12
crítica
al
concepto
de
trauma,
exploraremos
la
posibilidad
de
que
el
rótulo
o
etiqueta
pueda
cumplir
importantes
funciones
políticas
y
sociales.
Su
abandono
debería
posiblemente
esperar
alternativas
efectivas
a
la
definición
actual.
Como
veremos,
existen
perspectivas
que
proveen
formas
holísticas
y
contextuales
para
manejar
la
crisis
y
el
trauma.
TEPT:
la
construcción
actual
La
palabra
“trauma”
es
un
componente
importante
de
nuestras
descripciones
cotidianas
sobre
eventos
altamente
estresantes.
Aunque
no
existe
una
clara
distinción
entre
el
estrés
y
el
trauma,
existe
un
entendimiento
general
que
plantea
que
un
evento
traumático
es
aquel
que
genera
un
estrés
tan
extremo
que
abruma
a
la
persona.
Teorías
psicológicas
actuales
sobre
el
trauma,
distinguen
entre
una
situación
traumática,
el
trauma,
y
los
síntomas
resultantes
del
trauma.
En
el
IV
Manual
de
Diagnósticos
y
Estadísticas
de
la
Asociación
Americana
de
Psiquiatría
(DSM
IV,
1994),
el
Trastorno
de
Estrés
Post-‐Traumático
(TEPT)
está
ubicado
en
la
categoría
de
los
Desordenes
de
Ansiedad.
El
actual
criterio
diagnóstico
para
el
TEPT
incluye
una
especificación
del
evento
traumático
junto
con
tres
síntomas
característicos:
1)
Persistente
re-‐experimentación
del
evento
traumático
causando
angustia
y
signos
de
pánico;
2)
Persistente
evitación
de
los
estímulos
asociados
al
trauma,
embotamiento
de
la
reactividad
general
;
y
3)
Síntomas
persistentes
de
un
aumento
en
la
excitación.
Todos
estos
síntomas
deben
estar
presentes
y
ser
suficientemente
severos
como
para
causar
impedimentos
sustantivos
en
los
dominios
de
lo
social,
ocupacional
o
interpersonal.
Además,
los
síntomas
deben
estar
presentes
al
menos
por
un
mes.
Los
síntomas
de
TEPT
relacionados
con
diferentes
dominios
de
la
expresión
reportados
más
comúnmente
son:
− Físicos:
Dificultad
para
dormirse
o
mantenerse
dormido,
palpitaciones
del
corazón
y
dificultades
respiratorias,
dolores
de
cabeza,
o
dolores
generales,
sentimiento
de
cansancio
y
fatiga,
nauseas,
diarrea
o
constipación,
sobresaltos
fáciles
por
sonidos,
agitación
y
tensión
muscular;
− Mentales:
Inhabilidad
para
concentrarse,
problemas
de
memoria,
pensamientos
intrusivos
del
trauma
pasado
y/o
intentos
de
dejar
fuera
recuerdos
dolorosos,
sueños
y
pesadillas
sobre
lo
ocurrido,
imágenes
angustiantes
y
flashbacks;
− Emocionales:
Rabia,
dolor,
tristeza,
vergüenza,
confusión,
ansiedad
severa
y
depresión,
sentimiento
de
entumecimiento
emocional,
indiferencia
al
contexto,
anhedonia;
y
− Comportamentales:
Rechazo
por
parte
de
otros,
fácil
irritabilidad
debido
a
otras
personas,
pérdida
de
interés
en
actividades
normales
y
pasatiempos,
pérdida
de
apetito,
pérdida
del
interés
sexual,
y
aumento
del
uso
de
alcohol
o
cigarrillo,
insomnio
e
hipervigilancia.
13
El
diagnóstico
de
TEPT
difiere
significativamente
de
otras
categorías
del
DSM
IV
porque
este
especifica
un
evento
etiológico
como
criterio
diagnóstico.
Es
la
única
categoría
diagnóstica
que
incluye
la
etiología.
La
aproximación
descriptiva
del
DSM
usualmente
focaliza
en
los
síntomas
sin
tener
en
cuenta
el
contexto.
Su
intención
es
responder
el
qué
–
pero
no
el
cómo
–
o
el
por
qué.
Sin
embargo,
para
una
persona
diagnosticada
con
TEPT
es
diferente:
es
necesario
que
haya
una
situación
traumática.
Es
así
como
lo
define
la
Asociación
Americana
de
Psiquiatría
“si
la
persona
experimenta,
presencia,
o
fue
confrontada
con
un
evento
o
eventos
que
involucre
muerte
o
amenazas
de
muerte
o
lesiones
graves,
o
amenazas
a
la
integridad
física
de
la
persona
o
de
otras
personas”
y
por
lo
cual
evoque
“miedo
intenso,
impotencia
u
horror”
(DSM
IV
1994,
pp
427
–
428).
La
definición
de
un
evento
traumático
es
amplia.
Esta
incluye
combates
militares,
ataques
personales
violentos,
desastres
naturales
o
humanos,
y
tortura.
Pero
es
la
“
experiencia
subjetiva
de
eventos
objetivos
lo
que
constituye
un
trauma…
Entre
más
creas
que
estás
en
peligro,
más
traumatizado
estarás”
(Allen
1995,
p.14).
Construyendo
y
reconstruyendo
el
trauma
y
el
TEPT
El
concepto
y
consciencia
sobre
el
trauma
en
el
mundo
occidental
ha
aparecido,
desaparecido
y
re-‐aparecido
en
la
medida
que
las
condiciones
sociales,
políticas
e
históricas
han
cambiado.
De
acuerdo
con
su
significado
en
la
historia
griega
temprana,
la
palabra
trauma
fue
usada
para
describir
un
daño
o
herida
física.
Mientras
que
el
término
persistía
en
varios
lugares
durante
siglos,
el
primer
escrito
y
descripción
de
un
síndrome
traumático
fue
en
1866.
Examinando
victimas
de
accidentes
en
vías
férreas,
John
Erich
Erichsen
(1818
–
1896)
identificó
una
condición
clínica
llamada
“espina
dorsal
ferroviaria”.
El
creciente
interés
en
la
condición
y
su
tratamiento
fue
alimentada
por
las
inversiones
en
las
reclamaciones
de
accidentes
industriales
(Lerner,
2003).
El
neurólogo
alemán,
Hermann
Oppenheim
(1889),
desarrolló
la
noción
de
neurosis
traumática,
que
significa
daño
nervioso
sutil
sin
daños
obvios
causados
por
un
evento
que
produce
un
shock
profundo.
Ver
el
trauma
como
un
evento
neurológico,
fue
abrir
la
puerta
para
la
psicología,
ya
que
los
problemas
psicológicos
se
identificaron
con
condiciones
del
cerebro.
Jean
Martin
Charcot
(1825
–
1893),
un
neuropatólogo
francés,
fue
el
primero
en
estudiar
y
enfatizar
la
relación
entre
el
trauma
físico
y
la
enfermedad
mental
(Kohl,
1993).
Él
destacó
la
posibilidad
de
que
podría
existir
alguna
demora
en
el
inicio
de
los
síntomas
de
trauma
después
del
evento
desencadenante.
Junto
con
sus
estudiantes
–
Sigmund
Freud
y
Pierre
Janet
–
llegaron
a
la
conclusión
de
que
el
síndrome
del
trauma
puede
también
tener
una
base
psicológica.
Freud
(1896)
estableció
la
noción
de
histeria
masculina
como
resultado
del
trauma,
por
tanto,
igualó
el
trauma
con
la
psicopatología.
Esta
tendencia
continua
en
el
día
de
hoy.
Las
orientaciones
contrastantes
de
Oppenheim
y
Charcot,
crearon
una
duradera
tensión
entre
soma
–
y
psique
–
como
el
locus
del
trauma.
Aunque
el
concepto
de
trauma
varió
durante
este
tiempo,
el
foco
cambió
durante
la
Primera
Guerra
Mundial.
Muchos
soldados
fueron
diagnosticados
con
neurosis
de
14
guerra,
la
cual
primero
fue
pensada
como
un
defecto
del
sistema
nervioso.
Con
el
tiempo,
sin
embargo,
el
mismo
comportamiento
fue
interpretado
como
una
simulación
y
etiquetado
como
una
neurosis
defensiva
(Kutchins
and
Kirk,
1997).
Posteriormente,
Kardiner
(1941)
la
llamo
neurosis
traumática
de
guerra
y
describió
sus
características
críticas
en
términos
psicogénicos.
La
guerra
de
Vietnam
puso
sobre
la
mesa
una
“nueva”
aprehensión
del
trauma
como
patología.
Veteranos
de
guerra
frecuentemente
enfrentaron
problemas
severos
de
adaptación.
El
mayor
grupo
de
lobby
de
veteranos
de
Vietnam
(VVWG),
intentaron
con
éxito
hacer
públicas
las
horribles
experiencias,
el
sufrimiento,
y
la
negación
de
estos
efectos
por
parte
de
oficiales
a
cargo
(Scott
1990).
El
VVWG
se
convirtió
en
la
fuerza
impulsora
que
promovió
el
diagnóstico
del
TEPT.
Ellos
fueron
confrontados
por
profesionales
de
la
salud
mental
que
no
estaban
ni
interesados
ni
entusiasmados
en
introducir
un
diagnóstico
relacionado
con
la
guerra
en
el
Manual
de
Diagnósticos
y
Estadísticas
–DSM-‐
de
la
Asociación
Americana
de
Psiquiatría
(Bloom
2000).
Muchos
estudios
y
publicaciones
(Haley
1974;
Lifton
1975;
Figley
1978;
Wilson
1989)
aportaron
pruebas
científicas
para
los
esfuerzos
del
grupo
de
veteranos
VVWG.
Durante
esta
lucha,
ellos
extendieron
su
interés
y
apoyaron
el
lobby
para
que
el
estrés
de
combate
fuera
considerado
como
otra
forma
de
experiencia
traumática,
ya
que
descubrieron
puntos
en
común
entre
ellas,
y
pensaron
que
sería
más
fácil
probar
el
caso
si
las
similitudes
en
diferentes
tipos
de
trauma
se
podían
mostrar.
Finalmente
en
1977,
se
conformó
el
Comité
de
Desordenes
Reactivos,
incluyendo
miembros
del
equipo
especial
para
el
DSM
III
y
del
grupo
de
veteranos
VVWG.
A
pesar
del
intento
para
incluir
un
criterio
etiológico
(el
evento
traumático)
porque
la
etiología
era
generalmente
excluida
de
los
borradores
del
DSM
III;
otro
problema
era
la
connotación
Freudiana
subyacente
a
la
propuesta
de
categoría
sugerida.
Esto
no
era
bienvenido
después
de
que
el
término
neurosis
fue
borrado
del
DSM
III
por
el
equipo
especial
del
DSM
impulsado
por
la
influencia
de
las
ideas
de
la
“tradición
de
Kraepeliana”.
Sin
embargo,
con
la
finalización
del
DSM
III
(1980),
la
mayoría
de
las
sugerencias
hechas
por
el
grupo
de
veteranos
VVWG
fueron
incorporadas
y
el
diagnóstico
fue
llamado
Trastorno
de
Estrés
Post-‐traumático.
La
larga
lucha
para
establecer
este
diagnóstico
en
el
sistema
de
clasificación
transformó
las
experiencias
y
los
efectos
de
las
personas
traumatizadas
en
una
categoría
psiquiátrica,
y
permitió
que
estas
personas
recibieran
servicios
de
atención
en
salud
mental
que
habían
sido
negados,
asistencia
financiera,
aceptación
pública
e
incluso
simpatía.
Con
cada
guerra,
cambian
las
condiciones
y
nuevas
clases
de
rótulos
o
diagnósticos
son
producidos,
los
cuales
difieren
de
las
descripciones
de
tiempos
anteriores.
Las
herramientas
iniciales
de
clasificación
raramente
eran
suficientemente
adecuadas
para
capturar
los
significados
inherentes
a
las
situaciones
contemporáneas,
y
esto
es
especialmente
aparente
en
el
caso
de
las
personas
que
han
experimentado
diferentes
tipos
de
situaciones
en
el
marco
de
la
guerra.
Curiosamente,
como
lo
señalaron
Kutchins
y
Kirk
(1997),
desde
el
punto
de
vista
de
los
veteranos
de
la
Guerra
del
Golfo,
ellos
estaban
siendo
frecuentemente
mal
diagnosticados
con
TEPT
15
y
no
sentían
necesidad
de
dar
cuenta
de
su
experiencia
en
el
sistema
de
clasificación.
Otros
grupos
de
incidencia
expresaron
sus
preocupaciones
por
las
consecuencias
de
la
violencia,
la
guerra
y
los
desastres
para
los
civiles
(Krystal
1968).
Después
de
reconocer
el
poder
de
las
clasificaciones
diagnósticas
de
los
trastornos
mentales,
varias
“poblaciones
de
consumidores”
mostraron
un
aumento
del
interés
en
los
diagnósticos
psiquiátricos.
Por
lo
tanto,
se
encontraron
razones
para
extender
el
rótulo
del
TEPT
y
aplicarlo
a
victimas
de
tortura
y
violación
sexual,
así
como
a
víctimas
de
la
violencia
organizada,
desastres
naturales,
y
varios
tipos
de
accidentes.
Por
ejemplo,
los
grupos
de
mujeres
crearon
conciencia
pública
sobre
la
violencia
sexual
y
doméstica
al
mismo
tiempo
que
se
daban
los
esfuerzos
de
los
veteranos
de
guerra
de
Vietnam
(Walker
1979;
Gelles
et
al.
1979;
Herman
1981).
Más
adelante,
en
1974,
Burgess
y
Holmstrom
describieron
el
“síndrome
de
trauma
por
violación”
(Bloom
2000).
Desarrollos
similares
se
dieron
en
casos
de
violencia
contra
la
niñez,
junto
con
víctimas
de
desastres,
terrorismo
y
secuestro.
Todos
han
reclamado
encajar
en
los
criterios
diagnósticos
del
TEPT.
Así
como
Ziskin
(1995)
lo
dijo,
el
TEPT
se
ha
vuelto
un
diagnostico
tipo
“colcha
de
retazos,
muy
de
moda”.
El
concepto
de
trauma
estaba
en
el
aire
y
una
conciencia
incipiente
empezó
a
surgir,
sugiriendo
que
varias
formas
de
experiencias
traumáticas
podrían
ser
similares
e
incluso
estar
interconectadas.
Ya
en
1977,
varios
investigadores
estaban
comparando
el
estrés
catastrófico
de
los
desastres
naturales
y
los
causados
por
la
humanidad,
trauma
por
combate,
encarcelamiento,
el
desastre
de
Buffalo
Creek,
Hiroshima,
y
el
entierro
en
los
campos
de
la
muerte.
Había
llegado
el
momento
para
la
convergencia,
para
que
las
personas
se
unieran
y
compartieran
su
conocimiento,
experiencias,
y
dolor
(Bloom,
2000).
En
la
década
de
los
noventas
emergió
una
floreciente
industria
del
trauma
y
el
campo
de
la
(Psico-‐)
Traumatología
fue
inventado.
Con
la
aparición
de
una
nueva
disciplina,
se
crearon
nuevas
necesidades
y
una
nueva
clase
de
terapia
e
investigación
sobre
el
trauma
fue
justificada.
En
línea
con
la
filosofía
de
la
APA,
gran
parte
de
los
curriculums
en
el
área
de
atención
en
salud
fueron
ajustados
de
acuerdo
con
la
perspectiva
biomédica.
Actualmente,
la
gran
mayoría
de
los
equipos
de
atención
en
salud
están
influenciados
por
esta
aproximación.
Más
allá
de
tener
clasificado
y
justificado
el
TEPT,
diferentes
escuelas
de
psicoterapia
percibieron
este
diagnóstico
desde
diferentes
ángulos,
llenándolo
con
significado
así
como
enmarcándolo
de
formas
diferentes
para
llevar
a
cabo
intervenciones
específicas.
A
pesar
de
las
diferencias,
parece
haber
un
acuerdo
general
que
considera
que
la
mayoría
de
los
tratamientos
para
el
trauma
están
basados
en
tres
pasos
secuenciales:
estabilización,
“trabajando
a
fondo”,
e
integración
psicosocial.
El
modelo
piramidal
de
estos
tres
aspectos
es
considerado
como
el
estado
del
arte
para
el
tratamiento
del
trauma,
pero
la
interpretación
y
opiniones
sobre
la
necesidad
de
etapas
individuales,
así
como
su
orden,
difieren
ampliamente.
En
línea
con
el
actual
sistema
de
creencias,
muchos
asumen
que
la
terapia
de
elección
para
personas
16
traumatizadas
es
una
terapia
cognitivo-‐conductual
combinada
con
tratamiento
farmacéutico.
Otro
tipo
de
tratamiento
popular
es
el
EMDR
(Desensibilización
y
Reprocesamiento
por
Movimientos
Oculares),
que
está
siendo
glorificado
pero
a
la
vez
fuertemente
criticado
por
su
falta
de
fundamentación
científica.
Especialmente
debido
a
los
desarrollos
científicos
de
la
psicofarmacología,
las
aproximaciones
psicodinámicas
se
están
volviendo
cada
vez
más
menos
importantes.
Muchos
tratamientos
con
variaciones
exóticas
y
creativas
(P.
ej:
Experienciación
Somática
descrita
por
Levine
y
Frederick,
2004)
han
entrado
al
mercado
también6.
Temas
críticos
en
el
diagnóstico
y
el
tratamiento
Este
rastreo
de
las
vicisitudes
históricas
del
trauma
y
su
patologización
destaca
su
carácter
socialmente
construido.
Sin
embargo,
esta
relativización,
plantea
varias
cuestiones
adicionales
y
preguntas
que
son
relevantes
específicamente
con
respecto
a
las
políticas
y
prácticas
contemporáneas.
Etiología
y
elusividad
Como
se
señaló
anteriormente,
el
TEPT
es
único
dentro
de
los
llamados
desordenes
mentales
ya
que
incluye
la
etiología
en
la
descripción
de
los
síntomas.
Esto
significa
que
una
persona
puede
reportar
un
mismo
conjunto
de
síntomas,
pero
sin
la
identificación
de
la
causa
traumática,
no
se
diagnosticaría
con
TEPT.
Y,
de
hecho,
muchos
de
los
síntomas
del
TEPT
no
son
distinguibles
de
los
síntomas
de
trastornos
como
la
depresión,
ansiedad
o
enfermedades
psicosomáticas.
Sin
embargo,
es
el
nombramiento
mismo
de
la
causa
lo
que
ha
jugado
en
un
proceso
político
esencial
para
la
validez
aparente
del
trastorno.
En
el
caso
de
los
veteranos
de
Vietnam,
sólo
una
inhabilidad
de
“servicio
conectado”
les
permitiría
recibir
tratamiento
o
compensación
(financiera).
En
palabras
de
Goodwins
(1984).
En
1980
la
administración
de
los
veteranos
anunció
que
el
TEPT,
de
tipo
retardado,
era
un
trastorno
compensable.
Esto
significó
que
por
primera
vez,
desde
la
I
Guerra
Mundial,
el
Departamento
de
Beneficios
para
los
Veteranos
podría
considerar
trastornos
asociados
al
servicio
cuando
los
síntomas
aparecieran
tiempo
después
del
fin
del
servicio.
Muchos
veteranos
respondieron
llenando
reclamaciones
basados
en
la
creencia
de
que
sufrieron
de
trastorno
de
estrés
post-‐traumático,
de
tipo
retardado,
relacionado
con
sus
experiencias
de
guerra.
Los
síntomas
del
trastorno
fueron
bastante
bien
publicitados
a
través
de
los
medios
y
a
través
de
brochures
que
fueron
distribuidos
por
organizaciones
del
servicio
a
nivel
nacional.
Pocas
veces
se
habían
tenido
tantos
demandantes
que
se
presentaban
a
sí
mismos
ante
los
examinadores
psiquiátricos,
después
de
haber
leído
las
listas
impresas
de
6
Para
mayores
detalles
históricos,
la
persona
interesada
puede
consultar
“Allen
Young´s
The
Harmony
of
Illusion,
y
Paul
Learner´s
Hysterical
Men:
War,
Psychiatry,
and
the
Politics
of
Trauma
in
Germany
1890
–
1930.
17
verificación
de
síntomas
que
describen
las
características
de
diagnóstico
de
la
enfermedad
para
la
que
buscaban
compensación
(p.82).
En
una
línea
similar,
un
refugiado
que
se
limita
a
informar
sintomas
de
depresión
o
ansiedad
tendría
poco
derecho
a
permanecer
en
la
mayoría
de
los
países
occidentales
sobre
la
base
de
estos
diagnósticos.
Sin
embargo,
un
diagnóstico
de
TEPT
acompañado
de
un
tratamiento,
a
menudo
ayuda
a
los
refugiados
a
extender
su
estancia,
al
menos
temporalmente.
El
futuro
de
las
personas
que
buscan
asilo
está
en
peligro
sin
una
etiología
traumática
tal
y
como
se
reconoce
en
el
campo
de
la
salud
mental.
El
carácter
ambiguo
de
la
causalidad
Se
relaciona
con
el
punto
anterior
la
forma
en
que
los
eventos
etiológicos
están
incrustados
en
la
interpretación
de
los
síntomas.
Como
se
ha
dicho,
el
TEPT
está
caracterizado
por
una
frecuente
re-‐experimentación
del
evento
traumático
a
través
de
sueños,
pesadillas,
y
flashbacks.
Sin
embargo,
hay
muchos
síntomas
clínicos
que
se
asemejan
al
TPET
en
casi
todos
los
aspectos,
excepto
en
el
hecho
de
que
el
tiempo
corre
en
la
dirección
reversa,
es
decir,
desde
el
presente
hacía
el
pasado
(Young
1995).
Entonces,
¿Cómo
podemos
saber
que
lo
que
tomamos
por
efectos
de
un
evento
son
en
realidad
sus
consecuencias?
Más
específicamente,
¿no
es
posible
que
los
síntomas
creen
la
búsqueda
de
una
causa
y
que
esa
identificación
de
la
causa
es
errónea
o
ilusoria?
La
investigación
sobre
los
procesos
de
memoria
señala
las
dificultades
existentes
para
dibujar
una
línea
clara
entre
la
imaginación
y
los
hechos
determinados
convencionalmente
(Loftus
y
Ketcham,
1994).
No
existe
necesariamente
una
relación
causal
entre
el
pasado
y
el
presente.
Considerando
que
los
funcionarios
suelen
buscar
relaciones
causa-‐efecto
determinantes,
el
trabajador
de
la
salud
está
por
lo
general
más
preocupado
por
el
sufrimiento
de
la
persona.
La
causa
real
puede
ser
irrelevante.
Sin
embargo,
los
trabajadores
de
la
salud
en
el
campo
del
trauma
se
ven
obligados
a
pensar
en
términos
de
patrones
que
son
marginales
para
sus
objetivos
profesionales.
En
efecto,
la
responsabilidad
política
es
desplazada
desde
el
lado
gubernamental
hacía
los
trabajadores
de
la
salud,
debido
a
que
no
hay
una
solución
política
adecuada
que
se
puede
encontrar.
Estos
problemas
se
exacerban
por
el
hecho
de
que
es
complejo
especificar
qué
es
y
qué
no
es
un
trauma.
Las
atrocidades
están
en
la
misma
categoría
de
los
desastres
naturales,
choques
de
avión,
violencia
sexual,
tortura,
y
violaciones
de
derechos
humanos.
En
la
versión
más
reciente
del
DSM,
incluso
eventos
cotidianos
(como
las
amenazas
y
el
acoso)
pueden
ser
traumatizantes
si
se
acumulan
en
el
tiempo.
Además,
el
derecho
a
determinar
qué
es
traumatizante
no
está
del
todo
claro.
Virtualmente
cualquier
evento
podría
ser
considerado
traumatizante
si
el
individuo
provee
un
relato
suficientemente
impresionante.
18
¿Es
el
trauma
una
patología?
En
este
contexto
podemos
apreciar
la
importancia
del
creciente
mercado
de
las
etiquetas
diagnósticas
de
la
década,
y
con
ella
la
expansión
de
las
profesiones
de
la
salud
mental
y
la
formulación
de
psicofármacos.
Más
terapeutas
y
más
productos
farmacéuticos
requieren,
por
su
puesto,
más
clientes.
Mientras
que
los
medios
ayudaban
a
construir
personas
afectadas
por
el
trauma,
las
personas
empezaron
a
definirse
a
sí
mismas
en
esos
términos.
En
efecto,
profesionales
de
la
salud
mental,
en
acuerdo
con
la
industria
farmacológica,
contribuyeron
a
la
creación
de
la
“enfermedad”
para
la
que
ellos
tenían
la
“cura”.
En
el
caso
del
TEPT,
evitando
las
implicaciones
políticas
de
la
categorización,
el
campo
de
la
salud
mental
también
tuvo
éxito
en
crear
reacciones
anormales
ante
eventos
estresantes:
a
pesar
de
sus
orígenes
políticos,
la
categoría
cambió
a
una
categoría
patológica
médica.
Sin
embargo,
como
Yehuda
(2003)
ha
señalado,
los
tres
grupos
de
síntomas,
es
decir,
re-‐
experimentación,
evasión,
y
excitación,
son
reacciones
prácticamente
universales
a
experiencias
muy
impactantes
y
no
deberían
ser
clasificadas
como
anormales.
Asimismo,
“el
movimiento
de
incidencia
sobre
el
trauma”
no
se
opone
a
la
patologización
porque
sus
constituyentes
se
benefician
de
la
categorización.
En
efecto,
las
diversas
profesiones
parecen
más
interesados
en
la
consecución
de
sus
propios
objetivos,
mientras
que
aquellos
que
deben
recibir
la
atención
principal
simplemente
se
convierten
en
cuerpos
dóciles,
a
merced
de
las
mareas
cambiantes
del
poder
administrativo.
Aunque
la
terapia
para
el
trauma
se
desarrolló
sobre
la
base
de
los
conceptos
occidentales,
el
concepto
de
trauma
no
se
limita
a
los
EE.UU.
solamente;
sino
que
por
el
contrario,
se
aplica
a
nivel
mundial.
Considere
el
siguiente
relato
de
un
refugiado
camboyano:
Los
recuerdos
se
filtran
de
nuevo
en
mí
de
formas
que
no
me
había
imaginado
...
La
visión
de
alguien
vestido
completamente
de
negro
también
puede
desencadenar
una
memoria:
los
uniformes
de
los
Jemeres
Rojos...
Hay
momentos
en
que
he
negado
mis
propios
recuerdos.
Invito
a
los
recuerdos
de
nuevo.
(Him
2000,
p.25).
Este
testimonio
es
precisamente
lo
que
un
profesional
de
la
salud
mental
entrenado
en
occidente
esperaría
oír
de
una
víctima
de
TEPT.
Sin
embargo,
la
persona
que
da
su
testimonio
nunca
se
hubiera
enterado
que
estaba
mostrando
síntomas
de
un
trastorno
mental
antes
de
que
huyera
de
Cambodia.
La
cultura
Camboyana
–
como
muchas
otras
culturas
–no
comparte
el
concepto
de
occidental
de
trastorno
mental.
En
efecto,
profesionales
de
la
salud
mental
occidentales
perciben
síntomas
de
TEPT
porque
imponen
sus
marcos
culturales
y
profesionales.
Además,
presumen
que
las
personas
que
no
están
concientes
de
los
síntomas
son
personas
“ciegas”.
Al
mismo
19
tiempo,
personas
en
otras
culturas
tienen
medios
para
responder
a
eventos
estresantes
en
formas
diferentes
a
la
terapia
y
a
los
fármacos.
Por
ejemplo,
algunas
culturas
le
dan
un
alto
valor
al
estoicismo
y
al
olvido
activo
(Summerfield
1999;
Angel
et.
Al.
2001).
Tampoco
pueden
tales
dificultades
resolverse
a
través
de
investigaciones
más
amplias.
Por
ejemplo,
en
un
estudio
epidemiológico
Británico
con
824
solicitantes
de
asilo
de
Kosovo
en
Gran
Bretaña,
se
encontró
que
la
gran
mayoría
no
reportaba
síntomas
psicológicos
(Summerfield
2002).
Sus
preocupaciones
más
grandes
tenían
que
ver
con
el
trabajo,
la
familia,
la
escuela
y
similares.
Sin
embargo,
el
contrastante
estudio
de
Turner
(2003)
con
el
mismo
grupo
de
solicitantes
de
asilo,
concluyó
que
la
mitad
de
ellos
tenían
TEPT.
Esto
dependía
obviamente
de
la
perspectiva
interpretativa
traída
a
la
situación.
La
pregunta
central
sería,
¿Qué
perspectiva
es
la
más
ventajosa
para
las
personas
en
consideración?.
Se
podría
esperar
que
la
investigación
basada
en
un
escaneo
cerebral
podría
proporcionar
un
avance
definitivo.
Hay
estudios
de
este
tipo,
así
como
recomendaciones
sobre
el
tratamiento
farmacológico
del
TEPT
(McNally
2003;
Schiraldi
2000).
Al
mismo
tiempo,
investigadores
en
esta
área
reconocen
que
hay
problemas
en
identificar
el
locus
cortical
del
TEPT.
Tal
y
como
lo
describe
McNally
(2003),
“Con
tan
diversos
eventos
considerados
causalmente
relevantes
para
el
TEPT,
será
difícil
identificar
mecanismos
psicobiológicos
comunes
subyacentes
a
la
expresión
sintomática”.
Sin
embargo,
desde
una
perspectiva
construccionista
el
problema
de
la
identificación
es
mucho
más
profundo.
Incluso
si
la
mayoría
de
los
pacientes
con
diagnóstico
de
TEPT
compartieran
un
mismo
patrón
distintivo
de
funcionamiento
cortical,
no
habría
suficientes
motivos
para
concluir
que
el
TEPT
tiene
una
base
neuronal.
La
categoría
diagnóstica
es
una
construcción
cultural,
y
el
mismo
“síntoma”
podría
ser
construido
en
numerosas
formas.
Es
así
como
podríamos
ver
a
la
misma
población
como
aquella
que
"se
esfuerza
por
hacer
frente",
o
que
está
"muy
alerta",
“múltiplemente
preocupada
"
o
"
intensamente
esperanzada",
u
“ontológicamente
insegura",
o
incluso"
espiritualmente
necesitada”.
¿Abandonar
el
TEPT?
Existen
serios
argumentos
para
abandonar
las
categorías
en
el
campo
de
las
profesiones
de
la
salud
mental,
y
con
esto
el
rápido
aumento
en
la
dependencia
de
los
medicamentos
para
tratar
problemas
normales
de
la
vida
humana.
Nosotros
tenemos
una
gran
simpatía
por
estos
argumentos,
y
de
hecho
hemos
hecho
contribuciones
a
estos
diálogos
(Gergen
2006).
Sin
embargo,
también
hay
razones
para
un
desarrollo
cuidadoso
y
sensible
de
alternativas.
Independientemente
de
su
legitimidad,
es
importante
tener
en
mente
las
consecuencias
sociales,
funcionamientos
legales
e
implicaciones
políticas
del
rótulo
del
TEPT.
Como
es
el
caso
de
la
mayoría
de
los
rótulos
diagnósticos,
el
TEPT
proporciona
un
medio
sencillo
para
que
la
gente
pueda
explicar
y
hacer
inteligible
su
angustia
y
su
20
contexto
sociocultural
complejo.
Y,
mientras
que
la
patologización
puede
tener
poderosos
efectos
iatrogénicos
para
algunas
personas,
otras
pueden
sentirse
aliviadas
al
encontrar
que
su
dificultad
especial
es
parte
de
una
clase
común.
Más
importante,
sin
embargo,
un
diagnóstico
tiene
importantes
consecuencias
sociales
y
legales.
Una
mala
comprensión
de
estas
funciones
puede
tener
consecuencias
desastrosas
para
las
personas
cuyo
derecho
a
la
pensión
o
asilo
político
se
pone
en
peligro
por
esta
(Watters
2001).
“Un
diagnóstico
de
TEPT
es
el
camino
real
para
la
compensación
de
las
víctimas
de
muchas
formas
de
violencia,
incluyendo
el
refugio”
(Ingleby
2005,
p.
21).
A
pesar
de
todas
sus
limitaciones
yo
por
lo
tanto
pienso
que
“hasta
que
un
mejor
sistema
pueda
ser
ideado,
sería
injusto
bloquear
este
camino”
(Ibid).
Además,
como
hemos
visto,
el
diagnóstico
ofrece
un
victimismo
legitimado
para
veteranos
de
guerra
(Summerfield
1999).
Ingleby
(2005)
también
habla
sobre
asuntos
relacionados
con
la
ley:
Los
efectos
de
los
conceptos
en
un
entorno
jurídico
varían
notablemente
de
su
aplicación
en
un
entorno
de
atención
en
salud.
Muchos
profesionales
de
la
salud
mental
tratan
de
evitar
la
“patologización”
o
“medicalización”
de
los
problemas
de
sus
pacientes
intentando
difuminar
la
distinción
entre
normalidad
y
patología.
Sin
embargo,
esta
“normalización”
(Ingleby
1980),
la
cual
enfatiza
que
muchas
formas
supuestas
de
patología
son
“entendibles”
en
términos
cotidianos,
pueden
ser
devastadoras
en
una
corte
o
en
demandas
para
el
cubrimiento
de
seguros
(p.22).
Finalmente,
si
miramos
a
los
grupos
que
originalmente
figuraron
en
la
creación
del
TEPT,
y
que
en
algunos
momentos
son
olvidados
en
esta
lucha,
vemos
mujeres
traumatizadas,
niños
y
niñas,
soldados,
víctimas
de
violencia
y
refugiados
insuficientemente
representadas.
Estos
grupos
–
frecuentemente
minorías,
al
menos
en
un
sentido
material
-‐
intentan
ser
reconocidos
por
instituciones
de
apoyo.
En
este
sentido,
el
rótulo
diagnóstico,
anulado
de
otra
manera
por
su
significado
político,
es
en
realidad
una
protesta
política.
Si
abandonamos
la
etiqueta
también
quitamos
una
herramienta
política
importante
a
aquellos
que
todavía
la
necesitan.
De
los
diagnósticos
al
cuidado
Frecuentemente,
parece
que
las
profesiones
que
se
desempeñan
en
el
campo
de
la
atención
y
el
cuidado
están
más
involucradas
en
ejecutar
un
programa
de
diagnóstico
y
tratamiento
que
en
el
cuidado
de
aquellos
que
sufren.
Sostener
precedentes
históricos
parece
más
importante
que
atender
nuevas
fuerzas
políticas
y
sociales
que
contribuyen
con
los
significados
contemporáneos
de
aquellos
en
estado
de
necesidad.
Desde
nuestra
mirada,
es
importante
que
los
profesionales
que
brindan
atención
en
salud
y
servicios
legales
presten
su
voz
para
las
poblaciones
poco
privilegiadas
con
el
objetivo
de
dar
mayor
reconocimiento
a
su
situación,
mientras
que
simultáneamente
usan
las
herramientas
del
sistema
existente
para
su
beneficio.
21
Más
allá
de
la
patología
y
la
farmacología
Desde
nuestra
mirada,
el
intento
por
objetivizar
y
universalizar
un
sistema
diagnóstico
que
refleja
solamente
los
puntos
de
vista
filosóficos
y
las
necesidades
políticas
de
la
profesión
terapéutica
es
contraproducente.
Las
instituciones
que
son
elevadas
justamente
por
estos
diagnósticos
contemporáneos,
funcionan
como
máquinas
moledoras
que
transforman
una
amplia
y
siempre
cambiante
variedad
de
fenómenos
en
una
sola
forma
producto
de
su
propia
elección.
Además,
con
el
aumento
de
la
tendencia
a
medicalizar
todas
las
formas
de
sufrimiento
humano,
estas
mismas
instituciones
contribuyen
a
una
cultura
cada
vez
más
dependiente
de
medicamentos
que
alteran
la
mente
para
poder
pasar
el
día
a
día.
Tal
vez
las
profesiones
requieran
un
lenguaje
privado
a
través
del
cual
discutir
sus
actividades
y
comparar
experiencias.
No
hay
sanción
para
la
difusión
y
ofuscación
del
discurso
profesional
a
las
poblaciones
en
general.
Dañamos
la
cultura
cuando
reemplazamos
su
lenguaje
común
por
un
lenguaje
profesional,
cuyo
resultado
es
informar
a
las
personas
que
están
enfermas
y
que
requieren
servicios
profesionales.
Como
mínimo,
ayudaría
un
poco
más
el
alterar
el
significado
de
la
palabra
trauma,
dejando
de
llamarlo
un
trastorno
o
desorden,
sino
preferiblemente,
una
reacción
a
condiciones
estresantes
abrumadoras.
(Ver
también
Kleber
y
otros.
1992,
para
una
crítica
de
la
connotación
patológica
del
TEPT).
Los
servicios
de
atención
en
salud
son
continuamente
confrontados
con
clientes
que
difieren
en
cuanto
a
sus
contextos
culturales
y
sociales.
Aunque
ha
habido
un
creciente
interés
en
el
contexto
cultural
de
las
enfermedades,
aún
asumimos
que
las
categorías
de
enfermedades
occidentales
y
sus
aproximaciones
para
la
intervención
son
relevantes
a
nivel
mundial.
Pocas
personas
son
formadas
en
la
provisión
de
servicios
sensibles
a
la
cultura
y
por
tanto
hay
un
gran
vacío
en
este
sentido
en
muchos
grupos
profesionales.
Hacer
encajar
conceptos
occidentales
en
contextos
no
occidentales,
es
normalmente
asumido
desde
la
idea
de
que
sólo
se
requieren
pequeños
ajustes
en
diferentes
lenguajes
culturales.
En
el
caso
del
trauma,
vemos
esta
tendencia
especialmente
problemática.
Es
dentro
del
medio
cultural,
social
y
político
contemporáneo
que
los
clientes
vienen
a
construir
sus
mundos.
La
eficacia
de
tratamientos
que
no
son
sensibles
a
estos
significados
es
cuestionable.
Desde
nuestra
mirada,
es
importante
articular
estrategias
de
intervención
con
los
mundos
construidos
de
las
personas
que
reciben
estas
estrategias.
Sólo
si
tomamos
en
cuenta
los
significados
particulares
de
la
vida
de
la
persona,
una
intervención
puede
tener
sentido
para
ella.
Este
no
es
un
cambio
pequeño
para
muchos
profesionales,
ya
que
requiere
una
aproximación
de
abajo
hacía
arriba,
en
la
que
las
presunciones
del
terapeuta
sobre
“la
naturaleza
de
la
enfermedad”
den
paso
al
significado
del
receptor.
Al
mismo
tiempo,
fomentadas
tanto
por
orientaciones
construccionistas
como
cognitivas,
una
creciente
gama
de
terapias
se
están
moviendo
en
esta
dirección.
(ver
Gergen
2006,
para
una
revisión).
22
Es
cada
vez
es
más
común
confiar
en
la
farmacología
como
un
complemento
central
para
el
tratamiento
del
TEPT.
Desde
nuestra
mirada,
es
esencial
limitar
la
influencia
y
el
poder
de
las
compañías
farmacéuticas.
Esto
puede
significar
restricciones
en
la
publicidad,
restricción
del
apoyo
a
las
compañías
farmacéuticas
por
parte
de
psiquiatras
influyentes,
y
educar
a
las
personas
mucho
más
sobre
los
límites
y
detrimentos
de
la
dependencia
en
los
fármacos.
A
través
de
la
despatologización
de
las
reacciones
del
trauma,
nuevos
y
más
esperanzadores
mensajes
podrían
animar
a
las
personas
a
participar
más
activamente
en
su
salud
y
bienestar.
Sin
negar
el
dolor
del
sufrimiento,
podría
haber
un
énfasis
paralelo
en
la
resiliencia
y
los
recursos,
y
no
en
el
déficit.
Un
aspecto
importante,
la
individualización
del
sufrimiento
producida
por
las
categorías
diagnósticas,
tiene
la
función
de
destruir
el
poder
y
la
resiliencia
de
las
personas
que
trabajan
juntas
para
sanarse.
Hacía
una
construcción
colaborativa
Aumentando
la
sensibilidad
frente
a
las
múltiples
y
maleables
construcciones
del
trauma,
podemos
también
expandir
el
dominio
de
potenciales
prácticas
de
utilidad.
En
el
caso
de
la
guerra
o
de
los
desastres
naturales,
por
ejemplo,
las
redes
sociales
normales
entre
las
personas
están
frecuentemente
fracturadas.
En
estas
circunstancias,
un
enfoque
terapeútico
basado
en
lo
comunitario
podría
ser
preferible.
Existe
también
una
gran
cantidad
de
literatura
en
aumento
que
acredita
el
valor
de
la
sanación
tradicional
en
contextos
de
posguerra.
(Bracken
y
compañía
1995;
Gibbs
1994;
Taussig
1986;
Wilson
1989).
No
podemos
descartar
la
importancia
de
sanadores
o
líderes
comunitarios.
Munczek
(1998)
también
encuentra
que
el
foco
del
tratamiento
individualista
de
la
salud
mental
occidental
es
ilegítimo.
El
problema
individual
“tiene
un
origen
social,
y
debe
ser
enfrentado
en
múltiples
niveles.
No
puedes
solamente
tratar
al
individuo.
Tienes
que
enfrentarte
a
la
sociedad,
e
intentar
“reestablecer
un
sentido
de
comunidad
en
las
personas
que
lo
han
perdido”
(p.
318).
En
vez
de
urgir
a
las
personas
a
visitar
clínicas
de
salud
mental,
Munczek
favorecía
encuentros
en
iglesias
o
centros
comunitarios
que
“incorporaban
un
componente
de
salud
mental,
pero
que
no
se
enfocaban
en
la
salud
mental”
(p.
319).
En
otros
casos,
por
ejemplo
con
violencia
sexual,
lo
primero
de
todo,
es
hacer
evidente
que
podría
ser
importante
reconstruir
la
confianza
general
en
las
relaciones.
Sin
embargo,
en
mucho
casos
podía
ser
útil
juntar
a
las
personas
para
apoyar
la
comprensión
de
que
su
experiencia
es
compartida
y
no
se
limita
a
un
solo
individuo.
Muchos
psicólogos
han
limitado
sus
expectativas
por
la
psicoterapia
porque
estos
eventos
traumáticos
simbolizan
perdidas
que
no
pueden
ser
reemplazadas.
La
pregunta
“¿Qué
pasa
cuando
los
sobrevivientes
no
quieren
hacer
terapia?”
ha
forzado
a
los
profesionales
de
la
salud
mental
a
improvisar.
Para
ayudar
a
la
mayoría
no
tratada,
Weine
(1999)
inventó
la
terapia
del
“testimonio”,
la
cual
anima
a
contar
historias
de
trauma
en
grupos
y
archivar
las
transcripciones
así
pueden
ser
usadas
en
tribunales
de
guerra.
Esta
forma
de
sanación
está
dedicada
a
la
sanación
23
de
toda
la
sociedad.
Idealmente
puede
ser
usada
para
desarrollar
compresiones
colectivas
de
la
historia
y
la
identidad
comunitaria
que
puede
soportar
mejor
la
paz
y
la
confianza
social.
También
en
relación
con
el
significado
socialmente
embebido
del
trauma,
Becker
(2001)
en
el
contexto
de
la
situación
Chilena,
ha
argumentado
que
sin
negar
el
sufrimiento
individual,
uno
puede
en
últimas
trascender
el
énfasis
en
el
nivel
individual
del
tratamiento.
Con
la
ganancia
de
lo
social
en
el
foco,
es
posible
aproximarse
al
tratamiento
de
una
manera
completamente
distinta.
La
rehabilitación
puede
venir
a
través
de
iniciativas
de
desarrollo
rural,
entrenamiento
en
habilidades
vocacionales
y
de
generación
de
ingresos,
educación
pública,
empoderamiento
comunitario,
intervención
en
crisis,
construcción
de
capacidades,
reencuentro
familiar,
actividades
grupales
con
niños
y
niñas,
o
fortalecimiento
en
habilidades
de
afrontamiento,
en
adición
al
tratamiento
de
algunas
personas
angustiadas
(De
Jong
2001).
Dadas
una
serie
de
tradiciones
terapéuticas
en
occidente,
y
una
expandida
concepción
de
“lo
terapéutico”
que
emerge
en
la
medida
que
nos
movemos
globalmente,
es
claro
que
ninguna
mirada
o
tratamiento
debería
ser
acreditada
con
aplicabilidad
universal.
Más
bien,
lo
que
podría
requerirse
es
una
orientación
colaborativa
de
la
terapia,
que
no
sólo
tome
en
consideración
múltiples
voces
profesionales,
sino
también
múltiples
voces
de
clientes.
Las
potencialidades
de
este
tipo
de
colaboración
están
ilustrada
en
el
trabajo
de
la
Organización
Transcultural
Psicosocial
(OTP)
(Eisenbruch
1994,
1997).
Esta
organización
está
particularmente
preocupada
con
los
problemas
de
las
personas
refugiadas
y
con
víctimas
de
violencia
organizada.
El
programa
colaborativo
de
la
OTP
provee
una
respuesta
en
salud
pública
a
los
problemas
psicosociales
de
refugiados
o
victimas
de
violencia
organizada,
orientada
hacía
la
comunidad
y
sensible
culturalmente.
Cada
proyecto
de
OTP
es
multidisciplinario
e
integra
métodos
de
sanación
tradicionales,
locales,
y
occidentales
en
la
medida
de
lo
posible.
Los
programas
integran
la
experiencia
y
metodologías
de
la
salud
pública,
psicología,
psiquiatría,
y
antropología,
con
el
objetivo
de
encontrar
soluciones
prácticas
a
los
problemas
complejos
de
los
diagnósticos
de
la
salud
mental
interculturales,
intervenciones
efectivas
y
gestión
en
curso.
La
metodología
busca
capturar
descripciones
idiomáticas
sobre
los
problemas
en
salud
mental
que
cuadran
con
la
experiencia
de
la
enfermedad
desde
la
cultura
local.
En
este
sentido,
las
experiencias
de
afrontamiento
indígena
son
reforzadas.
El
programa
también
hace
énfasis
en
la
necesidad
de
entender
la
naturaleza
del
sufrimiento
humano
en
el
contexto
específico
antes
de
que
se
haya
ofrecido
el
apoyo.
En
cada
país,
participantes
primarios
de
investigación
identifican
la
comprensión
local
sobre
la
angustia
y
los
sistemas
o
formas
locales
de
tratamiento.
En
la
medida
que
el
programa
se
desarrolla,
se
va
entregando
paulatinamente
para
el
gerenciamiento
por
parte
de
personas
a
nivel
local.
24
Finalmente,
es
importante
considerar
las
acciones
legales,
como
por
ejemplo
los
tribunales
de
guerra,
como
una
forma
adicional
de
sanación.
Esto
contribuye
al
sentido
de
un
mundo
justo
y
puede
ayudar
a
restaurar
la
esperanza
y
la
confianza
en
la
sociedad.
Idealmente,
las
acciones
legales
en
contra
de
los
crímenes
de
guerra
deberían
ser
articulados
con
programas
de
compensación
para
víctimas.
Al
mismo
tiempo,
sin
embargo,
existe
una
controversia
continua
sobre
cómo
manejar
traumas
del
pasado,
y
muchos
psicólogos
están
preocupados
pues
estos
tribunales
pueden
ser
retraumatizantes.
En
resumen,
perspectivas
diferenciales
ofrecen
varias
formas
de
tratar
personas
que
sufren
experiencias
traumáticas.
Un
elemento
importante,
existe
una
gran
diversidad
de
intervenciones
del
trauma
basadas
en
la
sensibilidad
cultural
y
una
orientación
integrativa
de
la
salud
mental.
Esta
combinación
puede
llevar
a
efectos
multiplicativos
positivos.
En
nuestra
mirada,
cuando
estos
programas
son
combinados,
aplicados,
e
implementados
en
el
contexto
de
un
diálogo
multi-‐
disciplinar,
encontramos
razones
para
el
optimismo.
En
conclusión
Es
engañoso
suponer
que
los
conceptos
de
trauma
y
de
TEPT
reflejan
fenómenos
atemporales
y
globales.
Ambos
con
categorías
socialmente
construidas,
y
su
significado
y
aplicación
son
contingentes
a
las
condiciones
sociales,
culturales,
políticas,
económicas
e
históricas
del
tiempo.
Estas
construcciones
no
pueden
ser
separadas
de
las
ideologías,
rutinas
diarias,
tecnologías,
necesidades
institucionales,
etc.,
que
constituyen
la
vida
cultural.
Sin
embargo,
visibilizar
el
carácter
socialmente
construido
del
trauma
y
del
TEPT
nos
confronta
con
un
dilema
ya
que
el
valor
pragmático
de
estos
discursos
es
de
varios
lados.
En
muchos
aspectos,
estas
construcciones
funcionan
como
un
medio
que
tiende
a
estereotipar
y
patologizar
a
muchas
personas.
Invitan
a
la
expansión
de
la
dependencia
en
los
fármacos.
Sin
embargo,
personas
trabajando
en
el
campo
de
la
intervención
humanitaria
están
muy
agradecidas
con
la
promoción
del
concepto
de
TEPT
pues
ha
aumentado
la
conciencia
global
del
sufrimiento,
el
cual
no
puede
ser
“curado”
y
tratado
desde
una
base
puramente
económica
y
política.
Para
estas
personas,
esto
llama
la
atención
sobre
la
responsabilidad
global
del
lado
de
las
naciones
más
ricas.
La
situación
de
los
refugiados
a
nivel
mundial
en
la
actualidad
es
terrible.
Sadako
Ogata,
Alto
Comisionado
de
la
ONU
para
los
Refugiados
llama
a
los
refugiados
“los
síntomas
de
los
males
de
una
época”.
La
más
alta
prioridad
en
relación
a
la
intervención
en
salud
del
trauma
es
desarrollar
aproximaciones
sensibles
a
lo
cultural.
Culturas
tan
diferentes
y
tantos
contextos
variables
del
trauma
requieren
conceptos
y
prácticas
únicas.
La
cultura
y
el
contexto
deben
ser
consideradas
a
nivel
de
la
población
y
de
los
individuos.
El
trabajo
frente
al
trauma
debería
ocurrir
desde
una
aproximación
multidisciplinaria.
El
entrenamiento
en
competencias
culturales
debería
ser
una
parte
esencial
de
la
educación
médica
así
como
de
la
educación
de
todos
y
todas
que
trabajan
atención
25
en
salud.
Cada
profesional
de
la
salud
debería
tener
un
profundo
respeto
por
las
múltiples
formas
de
sanación,
y
de
ser
posible,
integrarlas
a
su
propia
práctica.
Finalmente,
deseamos
expresar
nuestra
admiración
al
enorme
poder
de
la
resiliencia
humana.
Nos
sentimos
atraídos
por
relatos
como
los
de
Chanrithy
Him
(2000),
un
camboyano
sobreviviente
que
ahora
vive
en
los
Estados
Unidos:
A
lo
largo
de
una
infancia
dominada
por
la
guerra,
aprendí
a
sobrevivir.
En
un
país
que
enfrentaba
cambios
drásticos,
el
centro
de
mi
alma
estaba
decidido
a
no
dejar
que
las
situaciones
horribles
se
llevaran
la
mejor
parte
de
mí
...
(del)
silencio
viene
un
ardiente
deseo
-‐
el
deseo
de
luchar,
no
con
armas
de
fuego
pero
con
la
mente
-‐
el
deseo
de
aprender.
De
maneras
que
nunca
podré
imaginar,
este
deseo
vendrá
a
tocarnos
a
todos
...
Todo
el
mundo
aprende
a
afrontar
...
Este
es
el
delicioso
poder
de
la
mente
(pp.
21
-‐
86).
Debemos
permanecer
impresionados
por
la
capacidad
de
las
personas
de
movilizar
la
fuerza,
el
coraje,
la
creatividad
e
inventar
formas
de
afrontamiento,
resistencia
y
recuperación.
Referencias
(en
idioma
original)
Allen
JG
(1995)
Coping
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self-‐understanding.
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28
Capítulo
2
El
Trabajo
con
personas
que
sufren
las
consecuencias
de
trauma
múltiple:
una
perspectiva
narrativa
Michael
White
Dulwich
Centre
En
octubre
del
2003,
Michael
White
hizo
una
presentación
en
el
Treatment
&
Rehabilitation
Center
for
Victims
of
Torture
and
Trauma
[Centro
de
Tratamiento
y
Rehabilitación
para
Víctimas
de
Tortura
y
Trauma]
(TRC)
en
Ramala,
Palestina.
En
consulta
con
los
asistentes
se
decidió
que
sería
útil
grabar,
transcribir,
editar
y
luego
traducir
esta
presentación
al
árabe
con
el
fin
de
ponerla
a
disposición
de
otros
trabajadores
de
habla
árabe
en
Palestina
y
demás
lugares.
El
trabajo
aquí
publicado
fue
creado
con
este
fin.
En
el
desarrollo
del
trabajo
nos
dimos
cuenta
de
que
era
un
trabajo
que
sería
de
valor
para
un
público
más
amplio,
y
por
lo
tanto
lo
hemos
incluido
aquí.
Jane
Hales
hizo
la
transcripción
de
un
audio
cassette
de
la
presentación
y
David
Denborough
ayudó
a
poner
el
documento
en
su
formato
actual.
Este
trabajo
enfatiza
la
prioridad
dada
al
redesarrollo
y
la
revitalización
de
un
´sentido
de
mí
mismo´
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
Describe
cómo
esto
se
puede
alcanzar
a
través
del
uso
de
estructuras
ceremoniales
definitorias,
prácticas
de
testigos
externos
y
conversaciones
de
re-‐autoría.
La
última
sección
del
trabajo
discute
el
trabajo
de
teóricos
de
la
memoria
y
su
relevancia
al
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
Más
específicamente
propone
que,
para
re-‐asociar
la
memoria
disociada,
debemos
primero
posibilitar
una
revitalización
del
´sentido
de
mí
mismo´.
Introducción
A
mi
entender,
muchas
de
las
situaciones
por
las
que
regularmente
se
consulta
acá
en
Ramala,
involucran
personas
que
están
sufriendo
las
consecuencias
de
trauma
significativo
y
recurrente.
En
Australia
y
otros
lugares,
trabajo
con
personas
que
han
experimentado
trauma
significativo
y
recurrente,
y
hoy
voy
a
transmitir
algunas
29
de
las
ideas
que
conforman
este
trabajo.
También
voy
a
compartirles
varias
historias
de
conversaciones
terapéuticas.
Hay
muchas
prácticas
diferentes
de
terapia
narrativa
que
son
relevantes
para
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
Estas
varias
prácticas
narrativas
se
emplean
para
redesarrollar
historias
ricas
de
las
vidas
e
identidades
de
las
personas.
Hoy
por
las
limitaciones
del
tiempo
solo
me
enfocaré
en
un
número
pequeño
de
prácticas
narrativas
-‐
especialmente
las
relacionadas
a
las
estructuras
de
la
´ceremonia
definitoria´,
los
´recuentos
de
testigos
externos´,
y
las
´conversaciones
de
re-‐autoría´.
Espero
que
en
una
fecha
próxima,
hayan
otras
oportunidades
para
más
reuniones
entre
nosotros
en
las
cuales
podamos
explorar
más
en
detalle
estas
prácticas,
al
igual
que
la
relevancia
de
otras
prácticas
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
PARTE
UNO:
Valor,
resonancia
y
la
ceremonia
definitoria
Los
efectos
de
traumas
múltiples
sobre
la
identidad
de
la
persona
En
mi
trabajo
como
terapeuta,
muchas
de
las
personas
que
me
han
sido
remitidas
han
sufrido
trauma
significativo
y
recurrente.
La
mayoría
de
estas
personas
me
consultan
acerca
de
sentimientos
de
vacío,
desolación
y
desespero.
Frecuentemente
están
abrumadas
por
una
sensación
de
desesperanza
y
parálisis,
y
creen
que
no
hay
nada
en
absoluto
que
puedan
hacer
para
afectar
la
forma
de
su
vida
o
la
forma
de
los
eventos
que
los
rodean.
Muchos
de
ellos
han
perdido
el
contacto
con
un
sentido
de
identidad
como
persona.
Han
perdido
el
contacto
con
un
sentido
particular
y
valorado
de
quién
son
-‐
un
´sentido
de
mí
mismo´.
(1)
Estoy
seguro
de
que
usted
está
familiarizado
con
este
´sentido
de
mí
mismo´.
¿Cuántos
de
ustedes,
cuando
han
reflexionado
sobre
un
evento
estresante
y
la
forma
como
respondieron
en
el
contexto
del
mismo,
se
hallaron
pensando
´Claro
que
fui
yo,
pero
no
era
yo
mismo´?
Un
resultado
de
la
experiencia
del
trauma
es
que
con
frecuencia
las
personas
pierden
el
contacto
con
este
sentido
familiar
de
su
identidad.
Podemos
pensar
en
la
identidad
como
un
territorio
de
la
vida.
Cuando
las
personas
sufren
un
trauma,
y
especialmente
cuando
este
es
recurrente,
hay
una
contracción
muy
significativa
de
este
territorio
de
identidad.
Cuando
su
territorio
de
identidad
es
reducido
a
tal
punto,
se
torna
muy
difícil
para
las
personas
saber
cómo
proceder
en
la
vida,
saber
cómo
avanzar
con
cualquier
proyecto
personal
o
con
cualquier
plan
para
la
vida.
Además,
todas
las
cosas
en
la
vida
a
las
que
normalmente
darían
valor
son
disminuidas
o
reducidas.
Cuando
una
persona
ha
pasado
por
trauma
recurrente,
su
´sentido
de
mí
mismo´
puede
estar
tan
disminuido
que
puede
ser
muy
difícil
descubrir
a
qué
es
que
le
da
valor.
Esto
es
porque
el
trauma
recurrente
es
corrosivo
a
lo
que
las
personas
30
valoran
en
la
vida.
Es
una
violación
de
sus
propósitos
en
la
vida
y
de
sus
sentimientos
de
vida.
Por
los
efectos
de
esta
corrosión
y
violación,
cuando
las
personas
han
pasado
por
trauma
significativo
y
recurrente,
puede
ser
muy
difícil
aún
dentro
de
contextos
terapéuticos
realmente
extraer
a
qué
es
que
le
dan
valor
en
sus
vidas.
En
mi
trabajo
con
personas
que
han
sido
sujetas
a
trauma
múltiple
y
recurrente
una
de
las
primeras
consideraciones
es
restaurar
ese
sentido
valorado
de
quienes
son,
ese
sentido
preferido
de
identidad
o
persona
que
en
esta
presentación
denominaré
el
´sentido
de
mí
mismo´.
Hay
varios
aspectos
clave
en
este
trabajo.
Un
aspecto
clave
supone
descubrir
a
qué
es
que
la
persona
le
da
valor
en
la
vida.
Una
vez
se
haya
descubierto
esto,
la
siguiente
tarea
es
encontrar
formas
de
respuesta
que
validen
altamente
a
lo
que
la
persona
le
da
valor.
Esto
provee
el
fundamento
para
el
desarrollo
rico
de
historia
en
la
vida
de
la
persona.
Este
abordaje
a
la
revitalización
del
´sentido
de
mí
mismo´
es
especialmente
relevante
en
circunstancias
donde
se
es
consultado
por
personas
quienes
han
experimentado
trauma
recurrente
del
cual
tienen
poca
o
ninguna
memoria.
Hay
otras
ocasiones
en
las
que
es
posible
muy
temprano
en
las
conversaciones
terapéuticas
el
desarrollo
de
un
recuento
de
cómo
la
persona
respondió
al
trauma.
El
desarrollar
tal
recuento
contribuye
significativamente
a
aclarar
a
qué
le
ha
seguido
asignando
valor
la
persona,
y
a
su
vez
a
un
desarrollo
rico
de
la
historia.
Ambos
abordajes
contribuyen
a
la
revitalización
del
´sentido
de
mi
mismo´.
Ambos
se
considerarán
en
esta
presentación.
Escuchando
doblemente
-‐
buscando
dos
historias
Al
trabajar
con
personas
que
han
sufrido
trauma
recurrente
es
muy
importante
escuchar
lo
que
sea
que
las
personas
quieran
compartir
conmigo
acerca
de
su
experiencia
del
trauma.
Para
posibilitar
esto
proveo
la
terapia
como
un
contexto
en
el
cual
las
personas
pueden
hablar
acerca
de
lo
que
posiblemente
no
han
hablado
previamente.
(2)
Pero
a
la
vez,
es
de
vital
importancia
que
yo
escuche
buscando
signos
de
aquello
a
lo
que
la
persona
ha
continuado
dando
valor
en
su
vida,
a
pesar
de
todo
lo
que
ha
atravesado,
y
buscando
cualquier
expresión
que
podría
suministrar
una
pista
en
cuanto
a
la
respuesta
de
la
persona
al
trauma.
Nadie
es
un
recipiente
pasivo
del
trauma.
Las
personas
siempre
toman
pasos
para
buscar
evitar
el
trauma
y
aún
si
es
claramente
imposible
prevenir
el
trauma,
toman
pasos
para
buscar
modificarlo
de
alguna
pequeña
forma
o
para
modificar
sus
efectos
en
sus
vidas,
o
toman
pasos
en
un
esfuerzo
por
preservar
lo
que
es
precioso
para
ellos.
Aun
de
cara
al
trauma
arrollador
las
personas
toman
pasos
para
buscar
proteger
y
preservar
lo
que
valoran.
Las
maneras
en
las
que
las
personas
responden
al
trauma,
los
pasos
que
toman
en
respuesta
al
trauma,
están
basados
en
lo
que
valoran,
en
lo
que
tienen
por
precioso
en
la
vida.
Sin
embargo,
en
el
contexto
del
trauma
y
en
sus
secuelas,
estas
31
respuestas
al
trauma
al
igual
que
el
fundamento
de
estas
respuestas
generalmente
se
ven
disminuidas
-‐
estas
respuestas
y
a
lo
que
se
le
da
valor
en
la
vida
regularmente
se
desprecian
y
ridiculizan
-‐
o
se
descalifican
por
completo.
Aún
cuando
estas
respuestas
al
trauma
no
se
descalifiquen
de
esta
manera,
generalmente
se
consideran
insignificantes
y
son
pasadas
por
alto.
Esto
contribuye
a
un
sentido
de
desolación
personal
y
al
desarrollo
de
la
vergüenza
que
se
experimenta
fuertemente
por
tantas
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma
y
a
la
erosión
del
´sentido
de
mí
mismo´.
Para
reiterar,
en
circunstancias
donde
las
mismas
respuestas
de
las
personas
al
trauma
que
están
experimentando,
incluyendo
las
precisas
acciones
que
toman
para
prevenirlo,
modificarlo,
o
resistir
sus
efectos,
son
descalificadas
o
vueltas
irrelevantes,
el
resultado
es
generalmente
un
sentido
de
desolación
personal
y
un
fuerte
sentimiento
de
vergüenza.
En
algunas
circunstancias
esto
puede
llevar
a
sentimientos
de
desgracia
y
odio
hacia
si
mismo.
Así
que,
en
mi
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma
es
muy
importante
que
no
solo
escuche
lo
que
ellos
consideren
importante
compartir
acerca
de
la
historia
del
trauma,
sino
también
que
provea
un
fundamento
a
través
de
mis
preguntas
que
les
dé
oportunidad
a
las
personas
de
resucitar
y
desarrollar
aún
más
un
´sentido
de
mi
mismo´preferido
y
de
identificar
cómo
respondieron
al
trauma
al
que
fueron
sometidos.
Es
importante
que
estas
respuestas
se
conozcan
ricamente,
sean
honradas
y
sean
altamente
reconocidas
por
nosotros
en
nuestro
trabajo
con
estas
personas.
Aparte
de
otras
cosas,
esto
aporta
para
la
re-‐asociación
de
la
memoria
disociada,
lo
cual
trataré
hacia
el
final
de
esta
presentación.
Estas
respuestas,
estos
pasos
que
toman
las
personas
para
buscar
prevenir
o
modificar
el
trauma
y
sus
efectos,
estos
pasos
que
tienen
que
ver
con
esfuerzos
por
conservar
y
preservar
lo
que
es
precioso
para
las
personas
a
pesar
del
trauma,
son
formadas
por
ciertos
conocimientos
acerca
de
la
vida
y
las
destrezas
de
vida.
Con
frecuencia
me
refiero
a
estas
destrezas
de
vida,
que
incluyen
destrezas
de
resolución
de
problemas,
como
´prácticas
de
vida´.
Los
pasos
que
toman
las
personas
en
medio
del
trauma
y
en
sus
secuelas
que
invariablemente
son
descalificadas
o
disminuidas,
se
fundan
en
conocimientos
de
vida
y
en
prácticas
de
vida
que
han
sido
desarrolladas
en
la
historia
de
la
vida
de
la
persona,
y
en
la
historia
de
sus
relaciones
con
otros.
En
nuestro
trabajo
es
posible
crear
un
contexto
en
el
cual
estos
pasos,
y
las
prácticas
y
el
conocimiento
que
representan,
puedan
llegar
a
ser
conocidos
y
ricamente
reconocidos.
Los
conocimientos
que
desarrollamos
acerca
de
nuestras
vidas
tienen
mucho
que
ver
con
lo
que
valoramos.
Lo
que
valoramos
en
la
vida
nos
provee
un
propósito
en
la
vida,
con
un
significado
para
nuestras
vidas
y
con
un
sentido
de
cómo
proceder
en
la
vida.
Lo
que
valoramos
en
la
vida
es
moldeado
por
nuestras
relaciones
con
otros
quienes
han
sido
importantes
para
nosotros
-‐
esto
puede
incluir
miembros
de
la
familia,
familiares
y
amigos
-‐
por
nuestras
comunidades,
por
las
instituciones
de
estas
comunidades
y
por
nuestra
cultura.
Y
lo
que
valoramos
en
la
vida
frecuentemente
está
ligado
a
nociones
acerca
del
sentimiento
de
vida
de
uno
mismo,
32
la
ética
de
la
existencia
de
uno
mismo,
la
estética
de
la
vida
de
uno
mismo,
y
a
veces
a
nociones
espirituales
específicas.
Una
vez
podamos
entender
a
qué
le
da
valor
una
persona,
tendremos
un
fundamento
para
el
desarrollo
de
ricas
conversaciones
que
nos
lleven
atrás
a
la
historia
personal,
y
que
nos
provean
de
un
recuento
de
cómo
estos
importantes
conocimientos
de
la
vida
y
prácticas
de
vida
fueron
generadas.
Esto
establece
un
campo
fértil
para
la
recuperación
y
revitalización
del
´sentido
de
mi
mismo´
de
la
persona,
y
para
el
desarrollo
de
una
comprensión
de
cómo
la
persona
respondió
al
trauma
y
a
sus
secuelas.
Utilizo
el
término
´escuchando
doblemente´para
describir
mi
postura
en
estas
conversaciones.
Cuando
me
reuno
con
personas
quienes
me
están
consultando
acerca
del
trauma
y
sus
secuelas,
escucho
la
historia
acerca
del
trauma,
pero
también
escucho
expresiones
acerca
de
a
qué
han
seguido
asignando
valor
en
sus
vidas
a
pesar
de
lo
que
han
sufrido.
Igualmente,
encuentro
signos
de
la
respuesta
de
la
persona
al
trauma
que
ha
sufrido.
Y
busco
establecer
un
contexto
para
que
las
capas
múltiples
de
estas
respuestas
sean
ricamente
conocidas,
poderosamente
reconocidas
y
honradas.
Cuando
las
personas
nos
consultan
inicialmente
acerca
del
trauma
y
sus
consecuencias
generalmente
tienen
comprensiones
muy
delgadas
de
sus
respuestas
al
trauma
al
que
han
sido
sometidos.
En
nuestras
conversaciones
terapéuticas
con
estas
personas,
la
comprensión
de
sus
propias
respuestas
al
trauma
se
tornan
mucho
más
gruesas.
En
mi
trabajo,
todas
las
conversaciones
terapéuticas
que
sostengo
con
personas
que
han
sufrido
trauma
son
conversaciones
de
doble
historia,
no
de
una
sola
historia.
Siempre
está
la
historia
acerca
del
trauma
-‐
las
personas
tienen
la
oportunidad
de
hablar
de
sus
experiencias
del
trauma,
y
son
apoyadas
activamente
en
el
recuento
de
sus
historias
acerca
del
trauma
en
formas
que
les
hacen
posible
hablar
acerca
de
lo
que
no
se
ha
hablado
antes.
Y
también
está
la
historia
acerca
de
la
respuesta
de
la
persona
al
trauma
que
con
frecuencia
es
conocida
muy
delgadamente
-‐
esta
historia
con
frecuencia
está
presente
sólo
como
un
muy
delgado
trazo,
que
puede
ser
muy
difícil
de
identificar.
Es
de
vital
importancia
que
sí
captemos
este
trazo,
y
que
ayudemos
a
las
personas
a
engrosarlo.
El
primer
paso
para
alcanzar
esto
es
frecuentemente
a
través
de
la
identificación
de
aquello
a
lo
que
las
personas
han
seguido
asignando
valor
a
pesar
de
todo
lo
que
han
experimentado.
Ahora
compartiré
una
historia
de
una
conversación
terapéutica
que
refleja
este
principio.
La
historia
de
Julie
Esta
es
una
historia
acerca
de
una
mujer
llamada
Julie
quien
ha
sufrido
mucho
abuso.
Este
ha
sido
un
trauma
recurrente
en
su
vida.
Mucho
de
este
abuso
fue
perpetrado
por
su
padre
y
por
un
vecino,
y
ella
ha
estado
viviendo
con
un
hombre
que
ha
reproducido
este
abuso.
En
numerosas
ocasiones
Julie
ha
buscado
librarse
del
contexto
abusivo,
pero
siempre
ha
regresado
a
una
situación
violenta
inalterada
que
la
ha
llevado
a
estar
sujeta
a
todavía
más
trauma.
Julie
tiene
diagnóstico
de
trastorno
límite
de
la
personalidad,
relata
que
tiene
un
sentido
generalizado
de
33
vacío,
y
que
de
vez
en
vez
se
siente
abrumada
por
vergüenza
y
desesperanza.
Tiene
antecedentes
de
auto-‐mutilación
en
estos
momentos.
La
ruta
de
escape
usual
de
Julie
de
la
violencia
del
hombre
con
quien
vive
es
a
través
de
un
albergue
para
mujeres.
En
la
ocasión
de
su
más
reciente
ingreso
a
este
albergue,
los
trabajadores
allí
hablaron
con
Julie
acerca
de
sus
ciclos
de
ingreso
al
albergue
y
acerca
de
su
auto-‐mutilación,
y
pronosticaron
que
ella
una
vez
más
retornaría
a
una
situación
violenta
inalterada
a
no
ser
que
se
intentara
algo
diferente.
Luego
le
preguntaron
a
Julie
si
ella
accedería
a
reunirse
conmigo.
Ella
accedió,
y
se
acordó
la
cita
para
que
yo
me
reuniera
con
Julie
y
con
dos
de
las
trabajadoras
del
albergue,
Sally
y
Dianne,
quienes
la
habían
llegado
a
conocer
bastante
bien
a
través
de
varios
años.
Cuando
me
senté
y
hablé
con
Julie
ella
me
dijo
que
tenía
un
trastorno
límite
de
la
personalidad,
y
que
generalmente
se
sentía
vacía
y
desolada.
Ella
representó
su
vida
como
una
crónica
de
eventos
trágicos
y
desmoralizantes
que
simplemente
ocurrieron
uno
después
de
otro,
eventos
que
parecían
totalmente
sin
relación.
Julie
se
describió
a
sí
misma
como
un
recipiente
pasivo
de
estos
eventos.
Tenía
el
sentido
de
que
no
podía
hacer
nada
para
moldear
su
curso;
que
no
había
ninguna
acción
que
pudiera
tomar
para
modificar
sus
circunstancias
de
modo
alguno.
En
el
recuento
de
Julie
de
estos
eventos
en
su
vida,
no
detecté
ningún
sentido
de
agencia
personal,
y
ningun
´sentido
de
mi
mismo´unificante
que
pudiera
trazarse
a
través
de
estos
eventos.
Luego
de
unos
cuarenta
minutos
de
escuchar
esta
crónica
de
eventos
trágicos
y
desmoralizantes,
verifiqué
con
Julie
si
estaría
bien
que
yo
le
hiciera
una
pregunta.
Ella
dijo
que
estaría
bien.
Para
este
momento
yo
tenía
alguna
apreciación
de
las
muchas
experiencias
trágicas
y
traumáticas
que
ella
había
sufrido.
Una
de
sus
experiencias
dolorosas
más
recientes
había
ocurrido
aproximadamente
ocho
meses
antes
de
nuestra
reunión.
Esta
fue
una
experiencia
de
ver
a
un
niño
siendo
atropellado
por
un
carro
en
la
ciudad.
El
niño
fue
gravemente
herido.
Hubo
otras
personas
en
el
sitio
que
fueron
a
ayudar
al
niño,
y
pronto
llegó
una
ambulancia.
Julie
habló
acerca
de
cómo
se
había
sentido
paralizada
en
ese
momento.
Ella
encontró
que
no
podía
actuar,
y
que
era
incapaz
de
moverse
para
ayudar
en
la
escena
del
accidente.
Esta
experiencia
de
parálisis
había
sido
claramente
significativa
para
Julie,
y
aunque
Julie
no
lo
dijo,
cuando
habló
de
este
parálisis
pensé
que
detectaba
un
sentido
de
vergüenza.
En
todas
las
historias
que
había
escuchado
de
Julie,
esta
era
la
única
en
la
que
pensé
que
detectaba
una
expresión
de
sentimiento,
o
tono
afectivo.
Así
que
le
pregunté
acerca
de
esto:
´¿Detecté
una
nota
de
vergüenza
en
su
voz
cuando
estaba
hablando
acerca
de
su
incapacidad
para
actuar,
su
incapacidad
de
ayudar
al
niño?´
Julie
dijo
que
nunca
antes
lo
había
pensado,
pero
que
suponía
que
debió
haber
sido
vergüenza
-‐
´vergüenza
de
haber
defraudado
al
niño´.
Quería
saber
si
esto
era
una
vergüenza
leve
o
una
vergüenza
moderada
o
una
vergüenza
fuerte,
34
esperando
que
fuera
fuerte
o
por
lo
menos
vergüenza
moderada.
Luego
de
alguna
reflexión,
Julie
dijo
que
ella
pensaba
que
debió
haber
sido
vergüenza
fuerte,
aunque
no
se
había
percatado
de
ello
en
el
momento.
Recuerdo
haberme
sentido
muy
entusiasta
acerca
de
su
conclusión
de
que
esta
era
una
vergüenza
fuerte,
porque
esto
indicaba
una
apertura
para
más
conversación
acerca
de
lo
que
Julie
valora
en
la
vida.
Luego
quería
saber
de
Julie
por
qué
ella
se
sentiría
avergonzada
de
esta
manera.
Ella
dijo
´¿De
seguro
usted
sabría?´
Respondí,
´Bueno,
yo
vivo
mi
vida,
no
la
suya.
Yo
sé
acerca
de
cómo
y
por
qué
respondo
a
las
situaciones,
pero
no
sé
cómo
o
por
qué
usted
responde
a
las
situaciones.
Así
que
no
tengo
un
sentido
de
lo
que
este
evento
significó
para
usted,
y
por
qué
usted
se
sentiría
avergonzada
por
esto.´
Luego
Julie
dijo,
´Bueno,
vi
a
un
niño
ser
atropellado
por
un
carro.
Debí
haber
hecho
algo
para
ayudar
a
este
pobre
niño,
pero
no
actué
,
y
creo
que
he
vivido
con
esta
vergüenza
desde
entonces.´
´Pero,
¿por
qué
su
falta
de
acción
en
esta
situación
en
particular
dio
lugar
a
vergüenza?´
le
pregunté.
´No
puede
ver´,
dijo
Julie,
´que
no
hay
nada
en
la
vida
que
valga
mucho,
pero
las
vidas
de
los
niños,
eso
es
diferente.´
Luego
hablamos
más
del
tema,
y
poco
a
poco
Julie
empezó
a
hablar
más
abiertamente
acerca
de
a
qué
le
asignaba
valor.
En
el
contexto
de
hacer
más
entendible
para
mí
su
sentido
de
vergüenza,
ambos
aprendimos
que
ella
valoraba
las
vidas
de
los
niños.
Julie
de
hecho
estaba
bastante
sorprendida
de
escucharse
hablar
de
este
modo
acerca
de
lo
que
valoraba.
En
este
punto
empezé
a
pensar
acerca
de
qué
tipo
de
indagación
terapéutica
ayudaría
a
Julie
a
colocar
esta
valoración
de
las
vidas
de
los
niños
dentro
de
un
historial
de
su
vida.
Encontrando
público
a
lo
que
las
personas
valoran
El
primer
paso
en
este
trabajo
con
Julie
fue
descubrir
aquello
a
lo
que
ella
le
da
valor.
En
mis
encuentros
con
personas
que
han
sufrido
trauma
muy
significativo
en
sus
vidas
no
siempre
es
fácil
sacar
este
tema.
En
el
contexto
del
trauma,
lo
que
las
personas
valoran
generalmente
es
disminuido
al
ser
menospreciado
y
ridiculizado
o
totalmente
descalificado.
Por
esto
las
personas
toman
medidas
para
mantener
a
salvo
lo
que
es
precioso
para
ellos
y
estas
medidas
generalmente
involucran
el
esconderlo
de
los
demás.
El
segundo
paso
en
mi
trabajo
con
Julie
fue
conseguir
que
lo
que
era
precioso
para
ella
tuviera
respuesta
en
el
mundo
externo
en
formas
de
alto
reconocimiento.
La
práctica
de
reconocimiento
más
poderosa
que
conozco
supone
la
participación
activa
de
un
público.
Cuando
recluto
a
un
público
específicamente
para
participar
en
conversaciones
terapéuticas,
me
refiero
a
los
miembros
de
este
público
como
´testigos
externos´
(véase
White
1995,
1997,
2000a;
Russel
&
Carey
2003).
Este
término
´testigo
externo´es
prestado
del
trabajo
de
campo
de
una
antropóloga
cultural
llamada
Barbara
Myerhoff
(1982,
1986).
En
el
caso
de
mi
reunión
con
Julie,
las
dos
trabajadoras
del
albergue
para
mujeres,
Sally
y
Dianne,
también
estuvieron
35
en
el
lugar
escuchando
el
progreso
de
la
entrevista.
Estas
dos
mujeres
habían
de
ser
los
testigos
externos.
Cuando
mi
conversación
con
Julie
había
llegado
al
lugar
donde
ella
había
hablado
acerca
de
lo
que
valoraba
siginificativamente,
le
pedí
que
se
sentara
atrás.
Luego
comencé
a
entrevistar
a
Sally
y
Dianne
acerca
de
lo
que
habían
escuchado
de
Julie.
Antes
de
hacer
esto
puse
en
claro
el
tipo
de
respuesta
que
estaba
buscando
de
las
trabajadoras
del
albergue.
Lo
que
es
clave
en
este
trabajo
es
que
las
respuestas
de
los
testigos
externos
sean
´resonantes´.
No
es
el
rol
de
los
testigos
externos
dar
una
respuesta
empática,
dar
consejo,
expresar
opiniones,
hacer
juicios,
resaltar
fortalezas
y
recursos,
alabar
o
formular
intervenciones.
Julie
había
estado
hablando
acerca
de
lo
que
ella
valoraba
-‐
las
vidas
de
los
niños
-‐
y,
en
el
recuento
de
los
testigos
externos,
la
tarea
de
las
dos
trabajadoras
del
albergue
era
responder
de
manera
resonante
con
esto;
que
Sally
y
Dianne
volvieran
a
presentar
lo
que
Julie
valoraba
en
la
vida.
Con
el
fin
de
asegurar
que
se
genere
una
respuesta
´resonante´en
el
recuento
de
los
testigos
externos,
dejo
muy
poco
al
azar.
Más
bien
entrevisté
a
Sally
y
Dianne
en
presencia
de
Julie.
Esta
entrevista
fue
conformada
por
cuatro
categorías
primarias
de
indagación.
i)
Particularidades
de
las
expresiones
Comencé
preguntándoles
a
Sally
y
Dianne
qué
habían
escuchado
de
Julie
que
realmente
les
había
llamado
la
atención;
que
capturó
su
imaginación;
a
lo
que
habían
sido
particularmente
atraídas;
que
les
tocó
la
fibra
sensible;
que
les
dió
un
sentido
de
a
qué
es
que
Julie
le
atribuye
valor.
Las
trabajadoras
del
albergue
empezaron
a
hablar
acerca
de
la
historia
que
Julie
había
contado
sobre
no
haber
actuado
en
relación
a
la
lesión
del
niño,
acerca
de
la
vergüenza
que
había
experimentado
en
relación
con
esto.
Y
hablaron
en
términos
fuertes
acerca
de
a
qué
le
habían
escuchado
a
Julie
atribuir
valor
-‐
las
vidas
de
los
niños.
Julie
era
una
espectadora
de
esta
conversación
mía
con
las
dos
trabajadoras
del
albergue.
Era
muy
importante
que
ella
no
fuera
parte
de
la
conversación.
El
poder
de
las
respuestas
de
un
´testigo
externo´
es
mucho
mayor
cuando
la
persona
involucrada
no
participa
en
la
conversación
misma.
En
su
posición
como
espectadora
de
la
conversación
mía
con
las
trabajadoras
del
albergue,
Julie
podía
escuchar
lo
que
de
otro
modo
no
hubiera
escuchado
si
hubiera
estado
en
diálogo
con
Sally
y
Dianne.
ii)
Imágenes
de
identidad
36
Luego
les
pedí
a
Sally
y
Dianne
que
me
dijeran
lo
que
les
había
sugerido
la
historia
de
Julie
acerca
de
ella;
cómo
había
afectado
su
imagen
de
ella
como
persona;
cómo
había
formado
su
perspectiva
de
ella;
qué
les
decía
acerca
de
lo
que
podría
ser
importante
para
Julie;
y
qué
de
pronto
decía
acerca
de
lo
que
ella
representaba
en
la
vida,
acerca
de
lo
que
ella
creía.
Por
medio
de
preguntas
como
estas
yo
estaba
invitando
a
las
trabajadoras
del
albergue
a
describir
las
imágenes
de
la
identidad
de
Julie
que
fueron
evocadas
para
ellas
por
las
expresiones
que
les
llamaron
la
atención
mientras
escuchaban
su
historia.
Sally
y
Dianne
habían
sido
especialmente
atraídas
al
recuento
de
qué
valoraba
Julie
en
la
vida,
acerca
de
lo
que
era
precioso
para
ella,
y
en
respuesta
a
mis
preguntas,
empezaron
a
hablar
acerca
del
tipo
de
imágenes
de
la
vida
de
Julie
y
a
identificar
lo
que
esto
evocaba
para
ellas.
Mientras
hablaban
de
estas
imágenes,
las
animé
a
especular
acerca
de
lo
que
estas
implicaban
con
relación
a
los
propósitos,
valores,
creencias,
esperanzas,
sueños
y
compromisos
de
Julie.
Entre
otras
cosas,
Sally
y
Dianne
presentaron
imágenes
de
una
adulta
cariñosa
y
protectora,
de
una
persona
con
un
fuerte
deseo
de
extenderse
en
apoyar
a
alguien
más
vulnerable
que
ella
misma.
A
través
de
este
tiempo
Sally
y
Dianne
me
estaban
hablando
a
mí
de
Julie.
No
estaban
hablando
directamente
a
Julie.
No
se
voltearon
a
Julie
a
decir,
´Julie,
cuando
tú
dijiste
esto,
esto
es
lo
que
me
vino
a
la
mente´.
Más
bien
dijeron
´Cuando
escuché
esto
de
Julie
lo
que
evocó
para
mí...´.
Este
proceso
de
recuento
en
el
cual
Julie
estuvo
estrictamente
en
posición
de
espectadora
fue
muy
poderosamente
autenticante
de
qué
era
lo
que
valoraba
Julie.
Si
las
trabajadoras
del
albergue
se
hubieran
vuelto
a
Julie
y
le
hubieran
dicho
directamente:
´Mira,
es
realmente
importante
que
tú
aprecies
este
valor
y
que
te
aferres
a
esto´,
esto
marcaría
poca
o
alguna
mínima
diferencia
en
Julie.
Esto
podría
ser
menospreciado
con
demasiada
facilidad
y
no
proveería
para
Julie
la
experience
de
resonancia
en
el
mundo
exterior.
iii)
Encarnar
su
interés
No
es
posible
escuchar
las
historias
significativas
de
las
vidas
de
otros
sin
ser
tocados,
sin
que
nos
afecte
personalmente
de
alguna
manera.
Y
no
es
fortuito
que
seamos
involucrados
por
aspectos
particulares
de
las
historias
de
las
personas.
La
historia
de
Julie
acerca
de
la
vergüenza
y
a
qué
le
asignaba
valor
en
la
vida
tocó
una
cuerda
sensible
para
las
dos
trabajadoras
del
albergue.
Y
las
imágenes
de
la
identidad
de
Julie
que
fueron
evocadas
por
mi
conversación
con
ella,
y
de
las
cuales
habían
tenido
la
oportunidad
de
hablar,
habían
disparado
reverberaciones
en
la
historia
de
sus
vidas.
Estas
reverberaciones
tocaban
experiencias
específicas
de
sus
historias
personales
las
cuales
habían
venido
a
la
memoria
y
se
les
habían
iluminado.
Les
pregunté
a
Sally
y
Dianne
acerca
de
por
qué
fueron
atraídas
a
ciertas
expresiones
de
la
historia
de
Julie
y
acerca
de
con
qué
habían
resonado
estas
37
imágenes
de
la
identidad
de
Julie
en
sus
propias
historias
personales.
En
respuesta,
Sally
habló
acerca
de
cómo
ella
tenía
dos
hijos,
y
de
cómo
las
declaraciones
de
Julie
acerca
del
valor
de
la
vida
de
un
niño
la
tenían
pensando
aún
más
acerca
de
lo
que
significaban
para
ella
las
vidas
de
sus
propios
hijos,
y
acerca
de
algunas
de
las
maneras
en
las
que
su
propia
vida
era
diferente
por
tener
estos
hijos.
Dianne
habló
acerca
de
algunas
de
sus
experiencias
de
niña.
Ella
había
conocido
algunos
adultos
que
no
habían
valorado
las
vidas
de
los
niños
en
ninguna
forma,
y
ella
había
conocido
uno
o
dos
que
sí
lo
habían
hecho.
Habló
de
modo
conmovedor
acerca
de
la
diferencia
que
había
marcado
para
ella
conocer
estos
adultos
a
quienes
les
importaba
los
niños
y
la
diferencia
que
había
marcado
específicamente
para
ella.
A
medida
que
las
trabajadoras
del
albergue
hablaban
de
estas
resonancias
personales
se
volvió
claro
para
Julie
que
su
interés
en
su
vida
no
era
meramente
un
interés
académico
o
profesional,
sino
un
interés
personal.
A
medida
que
las
trabajadoras
del
albergue
situaban
su
interés
en
las
expresiones
de
Julie
dentro
de
la
historia
de
sus
propias
experiencias
de
la
vida,
este
interés
se
hizo
un
interés
encarnado,
no
un
interés
incorpóreo.
Y
el
encarnar
el
interés
de
uno
de
esta
forma
es
una
autenticación
poderosa
del
mismo.
iv)
Reconocer
catarsis
Cuando
las
historias
de
las
vidas
de
las
personas
tocan
la
historia
de
nuestras
propias
experiencias
en
formas
que
generan
resonancias,
somos
inevitablemente
movidos
por
esto.
Aquí
me
refiero
no
sólo
a
ser
movidos
emocionalmente,
sino
ser
movidos
en
el
sentido
amplio
de
esta
palabra
-‐
acerca
de
a
dónde
nos
ha
llevado
esta
experiencia
en
nuestros
propios
pensamientos;
en
términos
de
nuestras
reflexiones
acerca
de
nuestra
propia
existencia;
en
términos
de
nuestro
entendimiento
de
nuestras
propias
vidas;
en
términos
de
especulación
acerca
de
conversaciones
que
podríamos
tener
con
otros
en
nuestras
vidas;
o
en
términos
de
opciones
de
acción
en
el
mundo
-‐
por
ejemplo,
con
respecto
a
volver
a
poseer
lo
que
consideramos
precioso
en
nuestras
propias
historias,
o
con
respecto
a
tratar
con
predicamentos
actuales
en
nuestras
propias
vidas
y
relaciones.
Comencé
a
entrevistar
a
Sally
y
Dianne
acerca
de
su
experiencia
de
movimiento
en
este
sentido
más
amplio
de
la
palabra.
Dianne
respondió
con:
´Bueno,
debido
a
lo
que
he
oído
de
Julie
tengo
un
nuevo
entendimiento
de
cómo
sobreviví
algunas
de
las
cosas
con
las
que
tuve
que
lidiar
de
jóven.
Ahora
mismo
estoy
mucho
más
en
contacto
con
las
formas
en
las
que
fui
ayudada
a
sobrevivir
unos
tiempos
muy
malos
por
un
par
de
adultos
que
se
preocuparon
por
mí.
Una
de
estas
personas
era
un
vecino,
y
otro
era
nuestro
tendero.
Y
esto
me
ha
dado
una
idea
acerca
de
volver
a
conectarme
con
estas
personas,
de
hablar
con
ellos
acerca
de
lo
que
significaron
para
mí.
Creo
que
esto
será
un
paso
importante
de
tomar
para
mí,
porque
estoy
segura
que
me
dará
una
sensación
de
tener
una
vida
más
llena.´
Sally
habló
acerca
de
sus
relaciones
con
sus
hijos:
´Mientras
hablaba
Julie
pensé
más
y
más
acerca
de
las
vidas
de
mis
dos
hijos.
Me
he
movido
más
a
honrar
mi
deseo
de
que
mis
hijos
38
tengan
contacto
con
adultos
que
valoran
las
vidas
de
los
niños.
Siento
que
he
estado
aguantando
algunas
circunstancias
que
me
han
hecho
incumplir
mi
promesa
a
mi
misma
en
este
sentido.
No
quiero
que
mis
hijos
tengan
que
pasar
tiempo
con
adultos
que
nos
los
valoran
adecuadamente.
Así
que,
debido
a
la
historia
de
Julie
voy
a
tomar
algunas
decisiones
acerca
del
contacto
de
mis
hijos
con
algunos
miembros
de
mi
familia,
decisiones
que
he
estado
aplazando.´
En
el
contexto
de
este
reconocimiento
de
movimiento,
Julie
estaba
en
contacto
con
el
hecho
de
que
las
ondas
de
su
historia
estaban
tocando
las
vidas
de
estas
otras
dos
mujeres,
llevándolas
a
otro
lugar
en
sus
vidas
que
era
importante
para
ellas.
En
este
contexto,
Julie
experimentó
el
hacer
una
contribución
significativa
a
las
vidas
de
otros.
No
conozco
otra
práctica
terapéutica
que
sea
más
poderosamente
reconocedora
que
esta.
Hubiese
podido
reunirme
con
Julie
cada
día
de
su
vida
en
un
esfuerzo
por
ayudarla
a
apreciar
que
es
una
persona
valiosa.
Pero
esto
marcaría
poca,
si
alguna,
diferencia
en
su
sentido
de
si
misma.
De
hecho,
esto
podría
inclusive
tener
el
efecto
de
alienarme
de
ella.
Pero
el
experimentar
el
reconocimiento
de
movimiento
en
sus
propias
vidas
de
unos
testigos
externos
de
esta
manera,
debido
a
la
historia
de
uno
mismo,
es
extraordinariamente
validante
y
potencialmente
restaurador.
Es
potencialmente
restaurador
del
tipo
de
´sentido
de
mi
mismo´que
para
Julie
ha
resultado
ser
tan
fugaz
en
la
historia
de
su
propia
vida.
Otra
manera
de
pensar
acerca
de
esta
cuarta
parte
del
recuento
del
testigo
externo
es
enlazarlo
con
la
idea
de
´catarsis´.
En
tiempos
contemporáneos,
la
catarsis
frecuentemente
se
asocia
con
la
idea
de
que
debido
a
trauma
histórico,
o
lo
que
sea,
hay
sustancias
tales
como
el
dolor
mantenidos
bajo
presión
en
el
sistema
emocional,
de
modo
muy
parecido
a
cómo
una
nube
de
vapor
se
mantiene
bajo
presión
en
una
máquina
a
vapor.
Esto
se
asocia
con
la
noción
de
que
la
curación
es
el
resultado
de
la
descarga
o
liberación
de
estas
sustancias.
No
soy
muy
amigo
de
esta
versión
moderna
de
la
catarsis.
Estoy
mucho
más
interesado
en
la
visión
clásica
central
de
la
catarsis.
Para
los
griegos
antiguos,
la
catarsis
significaba
muchas
cosas,
pero
su
sentido
central
estaba
ligada
a
la
representación
de
la
tragedia
griega.
La
representación
de
la
tragedia
griega
era
catártica
para
el
público
si
les
movía
a
otro
lugar
en
sus
vidas;
si
suministraba
el
ímpetu
para
que
los
miembros
del
público
se
volvieran
otros
de
los
que
eran
al
inicio
de
la
representación.
Si
por
haber
sido
testigos
de
este
poderoso
drama
las
personas
en
el
auditorio
podían
pensar
de
forma
diferente
acerca
de
su
vida,
o
si
tenían
una
nueva
perspectiva
de
su
propia
historia
personal,
o
si
se
involucraban
de
una
forma
nueva
con
ciertos
valores
y
creencias
preciosas,
o
si
tenían
nuevas
ideas
acerca
de
cómo
podrían
proceder
en
la
vida,
formas
que
estaban
más
en
armonía
con
estos
valores
y
creencias,
esto
se
entendía
como
una
experiencia
catártica.
Extendiendo
esta
metáfora
al
ámbito
terapéutico,
cuando
entrevisté
a
Sally
y
Dianne
acerca
del
movimiento
en
sus
propias
vidas,
reconocieron
la
catarsis.
Hablaron
acerca
de
lo
que
había
en
la
historia
de
Julie
que
había
tocado
sus
propias
vidas
en
formas
que
marcarían
una
diferencia.
Ya
he
hablado
acerca
del
significado
potencial
39
para
Julie
de
ser
testigo
de
este
reconocimiento
de
la
catarsis,
y
me
referiré
de
nuevo
a
esto.
¿Puede
usted
imaginar
lo
poderoso
que
fue
esto
para
Julie,
quien
había
creído
tan
completamente
que
el
mundo
nunca
respondería
al
hecho
de
su
existencia?
¿Puede
usted
imaginar
cómo
esto
podría
afectar
a
una
mujer
quien
creía
totalmente
que
nunca
podría
ser
influyente
de
forma
positiva
en
las
vidas
de
otros?
¿Puede
usted
imaginar
lo
que
ser
testigo
de
este
reconocimiento
de
la
catarsis
podría
hacer
por
una
mujer
que
no
tenía
ningún
sentido
de
agencia
personal?
Y,
¿puede
usted
imaginar
el
papel
que
esto
podría
jugar
en
la
restauración
y
el
desarrollo
adicional
del
´sentido
de
mi
mismo´que
había
sido
tan
escurridizo
en
la
historia
de
la
vida
de
Julie?
Cuando
había
terminado
de
entrevistar
a
Sally
y
Diane
me
volví
a
Julie
y
le
hice
una
serie
de
preguntas
acerca
de
lo
que
ella
había
escuchado.
En
esta
entrevisto
no
animé
a
Julie
a
reproducir
el
contenido
completo
de
lo
que
los
testigos
externos
habían
dicho.
Más
bien,
la
entrevista
fue
moldeada
por
las
mismas
cuatro
categorías
de
indagación
que
estructuraron
mi
entrevista
de
Sally
y
Dianne,
quienes
fueron
los
testigos
externos
de
nuestra
reunión.
Primeramente,
quería
saber
si
lo
que
había
escuchado
Julie
le
había
tocado
una
fibra
sensible;
acerca
de
a
qué
había
sido
atraída
específicamente;
acerca
de
las
particularidades
de
lo
que
había
llamado
su
atención
o
capturado
su
imaginación:
´¿Qué
escuchaste
que
te
atrajo?
¿Hubo
palabras
específicas
que
te
tocaron
una
fibra
sensible?´etc.
Segundo,
entrevisté
a
Julie
acerca
de
las
metáforas
o
imágenes
mentales
de
su
propia
vida
que
fueron
evocadas
por
el
recuento
de
los
testigos
externos:
´Mientras
escuchabas,¿cuáles
imagenes
de
la
vida
vinieron
a
tu
mente?
¿Tuviste
alguna
comprensión
acerca
de
tu
propia
vida?
¿Cómo
afectó
esto
tu
imágen
de
quién
eres
como
persona?´
etc.
En
este
momento
también
entrevisté
a
Julie
acerca
de
lo
que
estas
imágenes
podrían
reflejar
acerca
de
su
identidad:
´¿Qué
te
dijo
esto
acerca
de
lo
que
es
importante
para
ti,
acerca
de
lo
que
valoras?
¿Qué
sugiere
esto
acerca
de
tus
propósitos
en
la
vida?
¿Tienes
un
sentido
de
lo
que
esto
refleja
acerca
de
lo
que
representas,
o
acerca
de
tus
esperanzas
en
la
vida?´etc.
Tercero,
entrevisté
a
Julie
acerca
de
su
sentido
de
por
qué
era
que
ella
podía
identificarse
con
lo
que
había
escuchado
en
los
recuentos
de
los
testigos
externos.
Esto
le
animó
a
identificar
esos
aspectos
de
su
experiencia
personal
que
resonaban
con
lo
que
le
había
atraído
en
las
respuestas
de
Sally
y
Dianne:
´Has
hablado
acerca
de
lo
que
escuchaste
que
te
tocó
una
fibra
sensible.
¿Se
te
hizo
más
visible
algo
más
acerca
de
tus
propias
experiencias
que
podría
explicar
por
qué
fuiste
tan
atraída
a
lo
que
escuchaste?
etc.
Finalmente
le
hice
preguntas
a
Julie
que
le
dieron
una
oportunidad
de
identificar
y
expresar
catarsis;
que
le
proveyeron
de
un
marco
para
hablar
acerca
de
a
dónde
las
respuestas
de
los
testigos
externos
y
sus
reflexiones
acerca
de
estas
respuestas
la
habían
llevado:
´Cuál
es
tu
sentido
acerca
de
a
dónde
te
han
llevado
estas
conversaciones?
¿Cuál
es
el
lugar
donde
te
encuentras
ahora
donde
no
estabas
al
40
comienzo
de
estas
conversaciones?
Has
hablado
de
unas
comprensiones
importantes
acerca
de
tu
vida
que
han
venido
de
escuchar
a
Sally
y
Diane,
y
me
interesaría
conocer
tus
predicciones
acerca
de
los
posibles
efectos
de
estas
comprensiones.
También
has
dado
voz
a
algunas
conclusiones
significativas
con
respecto
a
de
qué
se
trata
tu
vida,
y
me
interesaría
saber
si
esto
ha
contribuido
a
nuevo
entendimiento
acerca
de
tu
propia
historia...´etc.
Estructura
de
la
ceremonia
definitoria
-‐
contar
y
re-‐narrar
Este
proceso
terapéutico
que
he
delineado
lo
defino
como
la
´ceremonia
definitoria´.
Es
una
característica
significativa
de
la
práctica
narrativa
que
incluye
niveles
estructurados
de
narrar
y
re-‐narrar,
y
que
reproduce
una
tradición
específica
de
reconocimiento.
Yo
creo
que
la
ceremonia
definitoria
es
una
metáfora
apropiada
para
describir
esta
característica
de
la
práctica
narrativa,
ya
que
crea
lo
que
considero
ser
una
ceremonia
para
la
re-‐definición
de
la
identidad
de
las
personas.
Creo
que
esto
encaja
con
el
sentimiento
original
asociado
con
esta
metáfora
la
cual
tomé
del
trabajo
de
Barbara
Myerhoff,
una
antropóloga
cultural
norteamericana
(1982,
1986).
Tal
como
se
ilustra
en
mi
narración
de
mis
conversaciones
con
Julie
y
las
dos
trabajadoras
del
albergue,
las
ceremonias
definitorias
de
la
práctica
narrativa
siempre
constan
de
al
menos
tres
partes.
i)
El
contar
En
el
ejemplo
que
he
dado,
primero
entrevisté
a
Julie
de
maneras
que
facilitaron
un
contar
de
doble
capa.
Este
fue
un
contar
de
historias
de
tragedia
y
trauma,
y
también
de
la
respuesta
de
Julie
a
la
tragedia
y
el
trauma
de
maneras
que
hicieron
visible
las
cosas
a
las
cuales
ella
le
daba
valor
en
la
vida.
En
estas
entrevistas,
el
terapeuta
siempre
provee,
a
través
de
preguntas
apropiadas,
un
contexto
para
un
contar
de
doble
historia.
En
este
momento
las
dos
trabajadoras
del
albergue
estaban
en
posición
exclusiva
de
espectadoras.
Considero
que
´testigo
externo´
es
un
término
apropiado
para
definir
los
miembros
del
auditorio
ya
que
en
este
momento
no
son
participantes
activos
de
la
conversación,
sino
que
están
observando
la
conversación
desde
afuera.
ii)
El
re-‐narrar
del
narrar
Cuando
el
contar
de
doble
historia
de
Julie
se
había
desarrollado
lo
suficiente,
al
punto
donde
había
alguna
claridad
acerca
de
a
qué
le
asignaba
valor
en
la
vida,
organizé
una
respuesta
externa.
Esta
fue
una
respuesta
externa
que,
entre
otras
cosas,
fue
poderosamente
resonante
con
lo
que
Julie
valoraba
en
la
vida.
Esta
respuesta
resonante
fue
el
resultado
de
mi
entrevista
de
las
dos
trabajadoras
del
albergue
quienes
estuvieron
presentes
como
testigos
externos.
En
esta
respuesta,
estos
testigos
externos
entablaron
una
re-‐presentación
vívida
de
a
qué
era
que
Julie
41
le
asignaba
valor.
En
este
momento
Julie
estaba
estríctamente
en
posición
de
espectadora,
escuchando
las
respuestas
de
los
testigos
externos
mientras
yo
las
entrevistaba
acerca
de
lo
que
les
había
atraído
(la
expresión),
acerca
de
las
metáforas
e
imágenes
mentales
que
esto
había
evocado
(la
imagen),
acerca
de
con
qué
había
resonado
esto
en
términos
de
su
experienca
personal
(encarnación),
y
acerca
de
las
maneras
en
las
cuales
esto
les
había
movido
(la
catarsis).
Fui
activo
en
la
estructuración
del
re-‐narrar
de
los
testigos
externos.
No
les
dije
simplemente
a
las
trabajadoras
del
albergue:
´Bueno,
¿qué
piensan
de
lo
que
dijo
Julie?´
Más
bien,
las
entrevisté
cuidadosamente
de
acuerdo
a
las
cuatro
categorías
de
indagación
que
ya
he
descrito.
De
nuevo
enfatizaré
la
responsabilidad
importante
que
tiene
el
terapeuta
de
andamiar
esta
entrevista
a
través
de
la
formulación
de
preguntas
apropiadas.
Expresiones
comunes
de
empatía
tales
como
´Me
conmuevo
profundamente
por
Julie
por
el
hecho
de
que...´
rara
vez
alcanzarán
una
re-‐
presentación
poderosamente
resonante
de
a
qué
le
da
valor
la
persona.
Y
como
he
mencionado
previamente
en
esta
presentación,
las
prácticas
asociadas
con
dar
consejo,
opiniones,
afirmaciones
o
con
resaltar
lo
positivo
es
improbable
que
sean
exitosas
en
establecer
esta
resonancia,
y
pueden
ser
peligrosas
en
estos
contextos.
Es
importante
que
esta
responsabilidad
por
el
andamiaje
del
re-‐narrar
del
testigo
externo
sea
ejercido
desde
el
inicio
de
estas
ceremonias
definitorias.
Por
ejemplo,
si
un
testigo
externo
comienza
su
re-‐narrar
en
el
superlativo
(por
ejemplo,
´Pues,
yo
creo
que
Julie
es
simplemente
increíble
porque...´)
le
corresponde
al
terapeuta
rápidamente
responder
con
una
pregunta
que
anime
a
este
testigo
externo
a
suministrar
alguna
narración
de
los
aspectos
particulares
del
contar
de
Julie
a
los
cuales
el/ella
fue
atraído(a)
(por
ejemplo:
´La
historia
de
Julie
obviamente
le
fue
muy
cautivadora.
¿Qué
fue
exactamente
lo
que
escuchó
o
de
lo
que
fue
testigo
que
le
llamó
la
atención
y
que
pudiera
ser
realmente
significativo
para
Julie?´).
iii)
El
re-‐narrar
del
re-‐narrar
Luego
de
la
parte
uno
(el
contar)
y
la
parte
dos
(el
re-‐narrar
del
contar),
entrevisté
de
nuevo
a
Julie,
esta
vez
en
cuanto
a
su
respuesta
a
lo
que
los
testigos
externos
habían
dicho.
Esta
tercera
parte
de
la
ceremonia
definitoria
se
conoce
como
el
re-‐
narrar
del
re-‐narrar,
y
como
he
descrito
anteriormente,
es
moldeado
por
las
mismas
cuatro
categorías
de
indagación
que
forman
el
re-‐narrar
del
testigo
externo
al
enfocarse
en
las
particularidades
de
expresiones;
imágenes
de
identidad;
encarnación
de
interés;
y
reconocimiento
de
la
catarsis.
En
este
momento
los
testigos
externos
vuelven
a
la
posición
de
espectadores.
Dentro
de
las
ceremonias
definitorias
todos
los
desplazamientos
entre
las
tres
etapas
diferentes
son
movimientos
marcados
y
relativamente
formales.
Si
estos
movimientos
marcados
se
degeneraran,
y
las
conversaciones
se
tornaran
un
simple
diálogo
entre
las
partes
en
lugar
de
un
contar
y
re-‐narrar
estructurado,
sería
muy
improbable
que
esto
permitiera
el
re-‐desarrollo
y
la
revitalizacion
del
´sentido
de
mi
mismo´que
es
vital
42
para
reparar
el
efecto
del
trauma
múltiple.
Resumen
Al
comienzo
de
la
ceremonia
definitoria,
Julie
tenía
conclusiones
muy
delgadas
acerca
de
su
vida
e
identidad,
y
no
había
prácticamente
ningun
rastro
de
un
´sentido
de
mi
mismo´que
es
crítico
para
el
desarrollo
de
la
agencia
personal,
el
desarrollo
de
una
experiencia
de
la
continuidad
de
temas
preciosos
a
través
de
la
historia,
presente
y
futuro
de
la
vida
de
uno,
y
el
desarrollo
de
relaciones
íntimas
con
otros.
Por
esto,
los
sentimientos
predominantes
de
Julie
eran
de
desolación,
vacío,
incompetencia,
e
inutilidad.
Sacar
el
tema
de
a
lo
que
Julie
le
asignaba
valor
en
la
vida
y
establecer
un
contexto
para
una
respuesta
fuertemente
resonante
con
esto
a
través
del
re-‐narrar
de
los
testigos
externos
fueron
los
primeros
pasos
en
el
re-‐
desarrollo
y
la
revitalización
del
´sentido
de
mi
mismo´de
Julie.
El
significado
de
estos
pasos
de
apertura
fue
autenticado
por
la
riqueza
del
re-‐narrar
de
Julie
de
las
respuestas
de
los
testigos
externos,
y
también
por
su
descripción
de
algunas
de
las
sensaciones
corporales
a
las
que
estas
dieron
lugar:
´Mientras
escuchaba
sentía
unas
sensaciones
extrañas.
Realmente
no
sé
cómo
describir
estas
sensaciones.
Estoy
un
poco
trabada
de
palabras
ahora
mismo.
Pero
es
como
algo...bueno,
tal
vez
es
como
empezar
a
salir
de
algún
tipo
de
congelamiento
profundo.
Sí,
eso
es...de
pronto
es
como
salir
de
una
hibernación.´
Fuentes
de
testigos
externos
Estas
ceremonias
definitorias
de
la
práctica
narrativa
siempre
emplean
testigos
externos.
En
el
ejemplo
dado
aquí,
estos
testigos
externos
fueron
conocidos
de
Julie.
Ese
es
frecuentemente
el
caso
-‐
la
persona
tiene
una
conexión
pre-‐existente
con
las
personas
que
son
invitadas
a
participar
como
testigos
externos
(por
ejemplo,
estas
personas
podrían
ser
familiares,
amigos,
conocidos,
o,
como
en
el
caso
de
Julie,
miembros
de
las
disciplinas
profesionales
a
quienes
la
persona
ha
llegado
a
conocer).
Sin
embargo,
no
siempre
es
el
caso
que
la
persona
tenga
esta
conexión
ya
establecida
con
las
personas
que
son
invitadas
a
participar
como
testigos
externos.
En
ocasiones
los
testigos
externos
de
mi
trabajo
con
las
personas
que
me
consultan
acerca
de
las
consecuencias
del
trauma
son
tomados
de
un
grupo
de
voluntarios
que
tienen
conocimiento
privilegiado
del
trauma
y
sus
efectos.
Con
frecuencia,
estos
voluntarios
vienen
de
una
lista
de
nombres
de
personas
que
me
han
consultado
acerca
de
las
consecuencias
del
trauma
en
sus
propias
vidas,
y
quienes
han
estado
entusiasmados
por
unirse
conmigo
en
mi
trabajo
con
otros
que
estan
siguiendo
sus
pisadas
(3).
En
otras
ocasiones
estos
testigos
externos
son
tomados
de
mi
propia
red
personal
y
social,
o
de
personas
de
las
disciplinas
profesionales
quienes
son
colegas
o
quienes
están
visitando
Dulwich
Centre
por
entrenamiento
y
consulta.
Independientemente
de
la
fuente
de
testigos
externos,
siempre
hago
mi
mejor
esfuerzo
por
cumplir
mi
responsabilidad
por
la
forma
del
re-‐narrar
del
testigo
externo.
En
cumplimiento
de
esta
responsabilidad,
entrevisto
activamente
a
los
43
testigos
externos,
y
esta
entrevista
es
formada
por
las
cuatros
categorías
de
indagación
que
he
delineado
en
esta
presentación.
Cuando
los
testigos
externos
son
tomados
de
las
disciplinas
profesionales,
generalmente
es
importante
conversar
acerca
de
la
naturaleza
de
la
tradición
de
reconocimiento
a
ser
reproducido
en
el
re-‐
narrar
de
los
testigos
externos.
Esto
ayuda
a
estos
trabajadores
a
alejarse
de
las
tradiciones
de
teorizar
y
conjeturar
acerca
de
las
vidas
y
relaciones
de
las
personas;
de
evaluar
las
expresiones
de
las
personas
de
acuerdo
a
los
conocimientos
expertos
de
las
disciplinas
profesionales;
y
de
formular
intervenciones
y
tratamientos
para
los
problemas
de
las
vidas
de
las
personas.
Estas
conversaciones
acerca
de
la
tradición
del
re-‐narrar
de
los
testigos
externos
abren
un
espacio
para
que
los
miembros
de
las
disciplinas
profesionales
mantengan:
a)
una
conciencia
de
qué
es
lo
que
les
atrae
en
las
expresiones
de
las
personas,
b)
una
consciencia
de
las
imágenes
que
les
son
evocadas
por
estas
expresiones,
c)
una
atención
a
qué
es
lo
que
de
su
propia
experiencia
hace
resonancia
con
estas
expresiones
e
imágenes,
y
d)
una
posición
reflexiva
sobre
las
maneras
en
las
que
son
movidos
por
cuenta
de
ser
espectadores
de
este
contar,
y
por
cuenta
de
participar
en
este
re-‐narrar.
El
trabajo
extendido
de
la
catarsis
En
esta
presentación
he
enfatizado
considerablemente
sobre
el
significado
del
reconocimiento
de
la
catarsis
por
cuenta
de
los
testigos
externos.
Al
hacer
esto
he
provisto
un
recuento
de
cómo
los
testigos
externos
podrían
reconocer
la
catársis
en
el
segundo
estadío
de
la
ceremonia
definitoria.
Ahora
quisiera
describir
opciones
para
el
trabajo
extendido
de
la
catarsis.
Las
personas
que
han
sufrido
trauma
signficativo
y
recurrente
generalmente
tienen
un
fuerte
sentido
de
que
el
mundo
es
totalmente
indiferente
al
hecho
de
su
existencia.
Además,
su
sentido
de
agencia
personal
con
frecuencia
esta
disminuida
al
punto
de
que
no
creen
que
les
sea
posible
influenciar
el
mundo
que
les
rodea
de
modo
alguno.
El
resultado
de
esto
es
una
sensación
de
la
irrelevancia
de
su
propia
vida,
de
vacío
y
de
parálisis
personal
-‐
un
sentido
de
que
la
vida
de
uno
está
congelada
en
el
tiempo.
Por
esto,
es
especialmente
importante
que
personas
que
han
sido
sujetos
al
trauma
experimenten
un
mundo
que
de
alguna
forma
responda
al
hecho
de
su
existencia,
y
que
experimenten
el
hacer
por
lo
menos
una
pequeña
diferencia
en
este
mundo.
El
trabajo
extendido
de
la
catarsis
tiene
el
potencial
de
contribuir
significativamente
a
este
logro.
Ahora
compartiré
una
historia
que
ilustra
este
potencial:
Marianne
tenía
un
antecedente
de
trauma
significativo
y
recurrente.
Como
un
resultado
de
esto,
entre
otros,
ella
había
tenido
una
larga
lucha
con
las
consecuencias
de
lo
que
generalmente
se
conoce
como
una
memoria
disociada:
bajo
circunstancias
estresantes
ella
tendía
a
re-‐vivir
el
trauma
de
su
historia
sin
tener
44
ninguna
consciencia
en
el
momento
de
que
estas
eran
memorias
que
estaba
volviendo
a
experimentar.
En
nuestra
segunda
reunión
yo
había
entrevistado
a
Marianne
en
presencia
de
tres
testigos
externos.
Dos
de
ellos
eran
personas
que
me
habían
consultado
previamente
por
los
efectos
del
trauma
en
sus
vidas,
y
al
concluir
nuestro
trabajo
juntos
habían
estado
dichosos
de
que
sus
nombres
se
incluyeran
en
uno
de
mis
registros
de
testigos
externos.
El
otro
testigo
externo
era
una
mujer
de
nombre
Hazel,
quien
era
consejera.
Hazel
tenía
un
interés
especial
en
trabajar
con
personas
quienes
habían
sufrido
trauma.
Al
inicio
de
nuestra
reunión
yo
había
entrevistado
a
Marianne
acerca
de
algunas
de
sus
experiencias
de
trauma,
y
las
consecuencias
de
estas
para
su
vida.
A
través
de
un
escuchar
atento
durante
esta
etapa
de
nuestra
reunión,
también
había
encontrado
una
entrada
para
explorar
algunas
de
sus
respuestas
al
trauma,
y
el
fundamento
de
estas
respuestas
-‐
a
qué
era
que
ella
le
daba
valor
en
su
vida.
Luego
entrevisté
a
los
testigos
externos
de
acuerdo
a
la
manera
que
he
estado
describiendo
en
esta
presentación,
y
noté
que
Marianne
parecía
estar
especialmente
atraída
al
reconocimiento
de
la
catarsis
de
Hazel.
En
este
reconocimiento,
Hazel
había
hablado
de
unos
nuevos
entendimientos
que
ella
había
tenido
acerca
de
lo
que
podría
ser
útil
en
su
trabajo
con
dos
de
sus
clientes.
Estos
clientes
eran
ambas
mujeres
quienes
consultaban
a
Hazel
acerca
de
los
efectos
del
trauma
en
sus
vidas.
Hazel
dijo
que
hasta
ese
momento
ella
se
había
sentido
de
alguna
manera
restringida
en
su
trabajo
con
estas
dos
mujeres,
y
frustrada
de
que
no
podía
encontrar
una
forma
de
proceder
que
fuera
de
su
satisfacción.
Ella
también
dijo
que
a
través
del
último
mes,
más
o
menos,
ella
había
empezado
a
preocuparse
de
que
les
estaba
fallando
a
estas
dos
mujeres.
Dentro
del
contexto
del
re-‐narrar
del
testigo
externo,
Hazel
habló
de
estas
nuevas
comprensiones,
de
las
posibilidades
que
ella
pensaba
que
estas
podrían
traer
a
sus
conversaciones
terapéuticas
con
estas
dos
mujeres
que
le
estaban
consultando.
Ella
redondeó
este
reconocimiento
de
la
catarsis
con:
´Por
lo
que
he
escuchado
de
Marianne,
ahora
tengo
unas
ideas
claras
acerca
de
cómo
proceder
en
mi
trabajo
con
mis
clientes´.
Cuando
entrevisté
a
Marianne
acerca
de
su
respuesta
al
re-‐narrar
de
los
testigos
externos,
ella
se
detuvo
por
algún
tiempo
en
este
recuento
de
su
contribución
al
trabajo
de
Hazel.
Ella
parecía
atónita:
´Yo
siempre
pienso
de
mi
misma
como
algo
que
es
inútil,
y
sólo
una
carga
para
los
demás.
Quién
hubiera
pensado
que
yo
pudiera
hacer
algo
que
pudiera
ayudar
a
alguien
más.
Esto
es
algo
demasiado
grande
para
poder
comprender,
verdad
que
lo
es.
¡Va
a
tomar
un
tiempo!
Al
finalizar
esta
reunión
Hazel
estaba
sumamente
consciente
del
significado
para
Marianne
de
su
reconocimiento
de
la
catarsis.
Tres
semanas
después
recibí
dos
cartas
dirigidas
a
Marianne
a
través
de
mi
oficina,
junto
con
una
nota
de
presentación
de
Hazel.
En
esta
nota
de
presentación
Hazel
explicó
que
estas
dos
cartas
habían
sido
escritas
en
conjunto
por
ella
y
sus
dos
clientes,
y
que
estas
cartas
suministraban
un
recuento
de
las
formas
en
las
que
la
historia
de
Marianne
había
45
abierto
nuevos
caminos
para
que
estas
mujeres
abordaran
las
consecuencias
del
trauma
en
sus
vidas.
En
la
nota
de
presentación
Hazel
sugirió
que
yo
le
leyera
estas
cartas
a
Marianne
en
el
momento
de
mi
siguiente
reunión
con
ella.
Esto
hice
posteriormente
y
Marianne
fue
tan
movida
por
esto
que
en
dos
ocasiones
tuvo
que
tomar
un
tiempo
muerto
con
un
cigarrillo
en
nuestro
patio
para,
en
sus
palabras
´Recobrar
la
compostura´.
También
fue
poderosamente
tocada
por
los
obsequios
que
habíamos
descubierto
en
los
dos
sobres.
Una
de
estas
cartas
fue
acompañada
de
una
hermosa
tarjeta
hecha
a
mano
con
una
leyenda
que
honraba
la
contribución
de
Marianne.
La
otra
carta
fue
acompañada
de
cinco
cupones
para
espresso
y
torta
en
un
café
de
la
ciudad.
Esta
tarjeta
y
estos
cupones
fueron
un
regalo
de
estas
dos
mujeres
quienes
habían
reconocido
por
escrito
la
contribución
de
Marianne
a
sus
esfuerzos
por
sanar
de
los
traumas
de
sus
vidas.
Estas
cartas,
tarjeta
y
cupones
representan
un
ejemplo
del
trabajo
extendido
de
la
catarsis.
El
trabajo
extendido
de
la
catarsis
tiene
que
ver
con
iniciativas
luego
de
la
sesión
que
son
tomadas
por
los
testigos
externos
para
hacer
seguimiento
a
los
reconocimientos
de
la
catarsis
hechos
en
el
segundo
estadío
de
una
ceremonia
definitoria.
Es
este
trabajo
extendido
de
la
catarsis
que
le
proveyó
a
Julie
un
sentido
inconfundible
de
agencia
personal,
y
un
sentido
de
que
el
mundo
respondía
al
hecho
de
su
existencia.
De
esta
forma,
el
trabajo
extendido
de
la
catarsis
tiene
el
potencial
de
contribuir
de
manera
muy
significativa
al
re-‐desarrollo
y
la
revitalización
del
´sentido
de
mí
mismo´
al
cual
me
he
referido
en
esta
presentación.
Entre
otras
cosas,
en
respuesta
a
la
lectura
de
estas
cartas
y
el
recibir
estos
obsequios
Marianne
habló
de
sensaciones
corporales
muy
similares
a
los
reportados
por
Julie.
Tal
como
he
mencionado,
Marianne
estaba
bastante
abrumada
por
estos
reconocimientos.
Algún
tiempo
después
ella
me
dijo
que
nunca
había
experimentado
algo
siquiera
cerca
de
este
tipo
de
reconocimiento
en
toda
su
vida;
que
esto
estaba
a
´años
luz´de
cualquier
cosa
que
ella
jamás
hubiera
conocido.
En
este
momento
ella
también
dijo
que
había
sido
importante
que
este
reconocimiento
no
viniera
en
una
forma
que
ella
pudiera
refutar
o
negar.
Ella
no
había
experimentado
este
reconocimiento
como
un
intento
de
mostrar
lo
positivo
con
la
esperanza
de
hacer
que
se
sintiera
mejor,
sino
más
bien
como
un
recuento
basado
en
los
hechos
de
las
ondas
que
tuvieron
su
inicio
en
sus
propias
expresiones,
y
que
habían
tocado
la
vida
de
otros
de
manera
significativa.
Esto
le
proveyó
a
ella
de
una
plataforma
para
nuevas
iniciativas
en
su
propia
vida
para
recuperarse
del
trauma
de
su
propia
historia.
Supe
más
tarde
que
este
trabajo
extendido
de
la
catarsis
había
establecido
una
resonancia
profundamente
sanadora
para
Marianne.
La
comprensión
de
que
ella
había
contribuído
a
posibilidades
para
otros
en
abordar
la
injusticia
había
resonado
con
una
esperanza
secreta
de
larga
data
pero
debilmente
conocida
-‐
que
todo
lo
que
había
sufrido
no
sería
en
vano.
Esta
noticia
no
me
sorprendió,
ya
que
he
encontrado
que
es
común
que
personas
quienes
han
sufrido
trauma
significativo
alberguen
un
46
anhelo
de
que
el
mundo
sea
diferente
por
cuenta
de
lo
que
han
sufrido;
o
una
esperanza
secreta
de
que
todo
lo
que
han
sufrido,
todo
lo
que
han
aguantado,
no
ha
sido
en
vano;
o
un
deseo
escondido
de
contribuir
a
las
vidas
de
otros
que
han
tenido
experiencias
similares;
o
una
fantasía
acerca
de
desempeñar
un
papel
en
el
alivio
del
sufrimiento
de
otros;
o
tal
vez
una
pasión
de
desempeñar
un
papel
en
actos
de
reparación
con
relación
a
las
injusticias
del
mundo.
El
valor
de
las
estructuras
de
la
ceremonia
definitoria
En
esta
presentación
me
he
estado
enfocando
en
el
lugar
de
la
estructura
de
la
ceremonia
definitoria
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
No
puedo
hacer
demasiado
hincapié
en
la
efectividad
de
esta
estructura.
Tiene
el
potencial
de
contribuir
de
manera
muy
significativa
a
la
revitalización
de
ese
´sentido
de
mí
mismo´
que
con
tanta
frecuencia
se
encuentra
disminuido
o
aún
borrado
por
las
experiencias
del
trauma.
En
mi
experiencia,
no
existe
un
proceso
terapéutico
más
poderoso.
Tal
vez
la
manera
más
sencilla
para
mí
de
comunicar
esto
es
compartir
otra
historia.
Paul
Paul,
un
niño
de
doce
años,
fue
traído
a
verme
por
su
padre
y
su
madre,
quienes
estaban
muy
preocupados
por
él.
Según
ellos,
él
estaba
persistentemente
triste,
ansioso
y
solitario,
y
de
una
variedad
de
formas
había
estado
expresando
pensamientos
altamente
negativos
acerca
de
su
identidad
y
de
su
vida.
Mientras
estos
padres
me
describían
sus
preocupaciones,
Paul
lloraba
silenciosamente.
Según
estos
padres,
Paul
siempre
había
sido
un
niño
sensible
que
tenía
la
costumbre
de
tomar
las
cosas
a
pecho.
No
había
sido
inusual
para
él
estar
afligido
por
muchas
de
las
vicisitudes
de
su
niñez,
pero
en
el
transcurso
de
los
últimos
dieciocho
meses
sus
padres
habían
notado
el
desarrollo
de
una
ansiedad
y
una
tristeza
más
generales,
que
ahora
tocaban
prácticamente
todo
aspecto
de
su
existencia.
Paul
seguía
llorando,
así
que
les
hice
unas
preguntas
a
sus
padres
acerca
de
lo
que
ellos
entendían
como
el
contexto
de
esta
novedad.
Entre
otras
cosas,
la
madre
de
Paul
habló
de
la
constante
provocación
y
matoneo
del
que
había
sido
objeto
en
el
colegio
en
épocas
recientes.
En
esta
coyuntura
Paul
comenzó
a
sollozar,
y
tomé
esto
como
confirmación
de
la
observación
de
su
madre
acerca
del
significado
de
esta
provocación
y
matoneo.
Me
volví
a
consultar
a
Paul
acerca
de
esto
pero
él
puso
en
claro
que
aún
no
estaba
listo
para
unirse
a
nuestra
conversación.
Le
pregunté
si
estaría
bien
que
yo
entrevistara
a
sus
padres
acerca
de
su
entendimiento
adicional
de
esta
provocación,
y
los
efectos
de
ella
en
su
vida
y
él
hizo
señas
de
que
esto
estaría
bien.
Entonces
inicié
una
conversación
con
estos
padres
acerca
de
lo
que
ellos
sabían
en
cuanto
a
las
tácticas
específicas
de
esta
provocación,
acerca
de
las
actitudes
expresadas
en
47
ella,
y
acerca
de
lo
que
ellos
entendían
como
las
consecuencias
de
esta
en
la
vida
de
Paul.
Por
ejemplo,
indagué
acerca
de
su
entendimiento
de
cómo
estas
tácticas
y
actitudes
estaban
afectando
la
imagen
de
Paul
de
sí
mismo
como
persona,
y
acerca
de
a
lo
que
lo
estaban
convenciendo
acerca
de
su
vida.
También
indagué
acerca
de
su
entendimiento
de
cómo
estas
tácticas
interferían
con
sus
mundos
sociales
y
emocionales.
Parecía
bastante
claro
que
estas
estaban
aislando
a
Paul,
y
alterando
altamente
su
vida
emocional.
Fue
en
este
momento
que,
por
primera
vez,
su
madre
declaró
que
era
´maltrato´
aquello
a
lo
que
que
estaba
siendo
sometido
Paul.
Paul
ahora
parecía
más
dispuesto
a
entrar
en
la
conversación.
En
respuesta
a
mi
pregunta,
él
confirmó
la
especulación
de
sus
padres
en
cuanto
a
su
tristeza
y
soledad,
y
en
cuanto
a
las
conclusiones
negativas
que
sostenía
en
cuanto
a
su
identidad
y
su
vida;
que
él
era
´débil´,
´patético´,
´inadecuado´
e
´incompetente.
También
confirmó
su
entendimiento
acerca
del
contexto
principal
de
estas
experiencias
-‐
la
provocación
constante
y
el
matoneo
frecuente
en
el
colegio.
Yo
estaba
abiertamente
curioso
acerca
de
cómo
Paul
había
podido
entrar
en
nuestra
conversación.
Me
pregunté
en
voz
alta
si
fue
el
que
sus
padres
nombraran
las
tácticas
de
maltrato
entre
pares,
las
actitudes
expresadas
en
estas
tácticas,
y/o
su
comprensión
de
las
consecuencias
de
estas
para
su
vida
pudieran
tener
algo
que
ver
con
esto.
Paul
confirmó
que
era
todo
esto,
y
a
medida
que
se
fue
desarrollando
nuestra
conversación
me
enteré
que
esta
era
la
primera
ocasión
en
la
que
estas
tácticas,
actitudes
y
sus
consecuencias
habían
sido
nombradas
en
sus
particularidades.
Era
claro
que
esto
le
había
suministrado
algún
alivio.
En
respuesta
a
la
iniciación
de
una
conversación
acerca
de
la
acción
que
había
tomado
esta
familia
en
sus
esfuerzos
por
abordar
estas
circunstancias,
supe
que
la
madre
de
Paul
había
intentado
llevarlas
ante
las
autoridades
escolares
en
varias
ocasiones,
sin
resultado.
Cada
vez,
sus
preocupaciones
habían
sido
desestimadas
con
versiones
de:
´Hemos
investigado
esto,
y
consideramos
que
el
problema
se
encuentra
principalmente
en
Paul.
Él
claramente
necesita
ayuda
con
su
auto-‐
estima´
y
´¿No
cree
que
va
siendo
tiempo
que
Paul
se
mire
a
si
mismo?
Es
un
mundo
grande
ahí
afuera,
y
él
simplemente
tendrá
que
aprender
a
ser
más
asertivo´.
Luego
de
más
conversación
acerca
de
las
acciones
tomadas
por
los
padres
basados
en
su
entendimiento
de
las
circunstancias
del
predicamento
de
Paul,
inicié
una
indagación
en
cuanto
a
las
respuestas
de
Paul
frente
a
lo
que
estaba
sufriendo.
Mi
concepto
es
que
ninguno
es
un
receptor
pasivo
de
los
maltratos
que
le
son
perpetrados
en
su
vida.
Todas
las
personas
responden
a
lo
que
están
sufriendo
y
siguen
respondiendo,
aunque
generalmente
sucede
que
ignoran
mayormente
estas
respuestas.
Esto
es
porque,
dentro
del
contexto
del
maltrato,
estas
respuestas
son
mayormente
desalentadas,
despreciadas,
ridiculizadas
y
menospreciadas,
e
invariablemente
pasan
inidentificadas
e
ignoradas.
En
mi
concepto,
las
respuestas
de
las
personas
al
maltrato
están
fundadas
sobre
lo
que
valoran
en
sus
vidas,
y
sobre
las
formas
de
relacionarse
que
pueden
ser
entendidas
como
prácticas
de
48
contrapoder.
En
cualquier
conversación
con
personas
que
han
sido
objeto
de
maltrato,
considero
que
es
de
crítica
importancia
volver
visible
y
desenvolver
sus
respuestas
respecto
a
aquello
a
lo
que
han
sido
sometidos.
Es
en
este
desenvolver
de
sus
respuestas
que
se
puede
conocer
ricamente
a
qué
es
que
las
personas
le
dan
valor.
Es
en
este
desenvolver
que
las
prácticas
de
contrapoder
se
pueden
apreciar
en
sus
particularidades
y
ser
más
desarrolladas.
Y
es
este
desenvolver
que
provee
un
fundamento
para
el
desarrollo
mayor
de
estas
prácticas
de
contrapoder.
En
la
cotidianidad
es
muy
raro
que
el
desarrollo
y
el
desempeño
de
estas
prácticas
de
contrapoder
sean
reconocidos
signficativamente,
a
pesar
del
hecho
de
que
este
logro
refleja
la
consecución
de
habilidades
sociales
bastante
extraordinarias
(4).
Como
un
resultado
de
esta
indagación
acerca
de
las
respuestas
de
Paul
a
lo
que
estaba
siendo
sometido,
descubrimos
que,
entre
otras
cosas,
él
había
tomado
pasos
para
hacerse
amigo
de
la
bibliotecaria
del
colegio
para
que
pudiera
pasar
sus
horas
de
almuerzo
en
la
biblioteca
del
colegio,
alejado
de
la
cultura
del
patio
escolar.
Esta
y
otras
iniciativas
fueron
examinadas
en
nuestra
conversación.
Como
un
resultado
de
esto,
Paul
y
sus
padres
se
familiarizaron
mucho
más
con
las
particularidades
de
las
prácticas
de
contrapoder
que
había
estado
desarrollando
Paul,
con
las
raíces
de
las
mismas,
y
con
lo
que
reflejaban
estas
iniciativas
acerca
de
a
qué
le
asignaba
valor
en
su
vida.
Era
inmediatamente
aparente
que
Paul
estaba
encontrando
más
consuelo
en
el
desarrollo
de
esta
conversación
en
la
cual
las
particularidades
de
sus
respuestas
al
trauma
se
estaban
haciendo
conocer
más
ricamente.
Con
la
aprobación
de
Paul
y
sus
padres,
llamé
al
colegio.
Era
mi
esperanza
que
alguna
colaboración
con
las
autoridades
escolares
relevantes
podría
contribuir
a
iniciativas
generales
para
abordar
esos
aspectos
de
la
cultura
del
patio
escolar
que
eran
maltratantes,
y
a
iniciativas
específicas
en
respuesta
a
la
experiencia
de
Paul
de
este
maltrato.
También
había
esperado
que
me
fuera
posible
reunirme
con
los
niños
que
estaban
perpetrando
el
maltrato
entre
pares.
La
respuesta
del
colegio
a
mi
iniciativa
confirmó
la
predicción
de
la
madre
de
Paul
-‐
no
fue
positiva.
A
pesar
del
cuidado
que
tomé,
el
director
del
colegio
estaba
claramente
molesto
con
mi
abordaje
y
exigió
saber:
´¿Cuáles
son
estos
alegatos
acerca
de
la
cultura
del
patio
escolar?´
Llamé
a
la
familia
de
Paul
y
hablé
con
su
madre
acerca
de
un
plan
sustituto
-‐
invitar
a
nuestra
próxima
reunión
a
algunos
otros
niños,
extraños
para
Paul,
quienes
tenían
experiencia
privilegiada
de
maltrato
entre
pares.
Sugerí
que
estos
niños
podrían
apreciar
aspectos
de
la
historia
de
Paul
que
nosotros
como
adultos
no
percibiríamos,
y
que
sus
respuestas
podrían
proveerle
a
Paul
un
especie
de
validación
que
estaba
fuera
de
nuestro
alcance
suplirle.
La
madre
de
Paul
estaba
entusiasta
con
esta
idea
ya
que,
aparte
de
otras
cosas,
la
soledad
aguda
de
Paul
había
sido
de
tanta
preocupación
para
ella.
La
respuesta
del
padre
de
Paul
fue:
´Bueno,
¡supongo
que
no
tenemos
nada
que
perder!´
Paul
se
sentía
positivo
en
cuanto
a
la
idea,
aunque
sentía
algo
de
ansiedad
al
respecto.
49
En
el
contexto
de
la
práctica
terapéutica
no
es
inusual
que
me
refiera
a
mis
registros
-‐
estas
son
listas
de
nombres
y
detalles
de
contacto
de
personas
que
me
han
consultado
en
el
pasado
y
quienes
se
han
ofrecido
para
contribuir
a
mi
trabajo
con
personas
que
siguen
sus
pisadas.
Así
que,
de
mi
registro
de
nombres
de
los
niños
quienes
me
habían
sido
referidos
en
relación
con
las
consecuencias
del
maltrato
entre
pares
en
sus
vidas,
llamé
a
las
familias
de
los
tres
voluntarios
más
recientes.
No
tuve
necesidad
de
avanzar
más
en
la
lista,
ya
que
todos
estos
niños
estaban
entusiastas
en
cuanto
a
este
llamado,
al
igual
que
sus
padres.
Pronto
me
estaba
reuniendo
con
Paul
y
sus
padres
y
estos
tres
invitados.
Al
comienzo
de
esta
reunión
entrevisté
a
Paul
acerca
de
sus
experiencias
de
maltrato
entre
pares,
acerca
de
lo
que
él
había
aprendido
con
respecto
a
las
tácticas
específicas
de
maltrato
entre
pares
a
las
cuales
había
sido
sometido,
acerca
de
las
consecuencias
de
esto
para
su
vida,
y
acerca
de
sus
respuestas
a
lo
que
había
sufrido.
Escaloné
esta
conversación
de
tal
forma
que
le
proporcionó
a
Paul
una
oportunidad
de
describir
de
forma
gruesa
las
contraprácticas
en
las
que
se
había
ocupado
y
a
qué
era
que
le
había
seguido
dando
valor
en
su
vida
y
se
había
rehusado
a
entregar.
Durante
esta
primera
parte
de
nuestra
reunión,
nuestros
tres
invitados
eran
estrictamente
espectadores
de
nuestra
conversación.
Luego
le
pedí
a
Paul
y
a
sus
padres
hacerse
atrás
y
comencé
a
entrevistar
a
estos
niños
acerca
de:
a)
Lo
que
habían
escuchado
de
Paul
que
les
había
llamado
la
atención
de
forma
particular;
b)
Las
imágenes
mentales
y
las
metáforas
que
esto
había
evocado,
y
lo
que
esto
les
sugería
en
cuanto
a
quién
era
Paul
como
persona
y
acerca
de
lo
qué
era
importante
para
él;
c)
Por
qué
se
podían
identificar
con
lo
que
estaban
escuchando;
qué
tocó
una
cuerda
sensible
en
su
propia
experiencia;
y
sobre
qué
era
d)
A
dónde
se
habían
trasladado
personalmente
por
cuenta
de
haber
estado
presente
como
testigos
de
la
historia
de
Paul
en
cuanto
al
maltrato
y
sus
respuestas
al
mismo.
Fue
en
el
contexto
de
este
re-‐narrar
por
estos
niños
que
la
contribución
de
Paul
al
desarrollo
de
las
prácticas
de
contrapoder
se
hicieron
más
visibles,
y
lo
que
Paul
representaba
en
la
vida
se
hizo
más
ricamente
conocido:
´Paul
no
se
dejó
involucrar
en
todo
esto.
Nada
de
lo
que
estos
niños
hicieron
podía
hacer
que
él
se
les
uniera
en
esta
provocación
y
matoneo´;
´Paul
representa
estilos
más
cariñosos
y
comprensivos´;
´Paul
es
uno
de
esos
niños
que
no
le
pasará
la
responsabilidad
a
otros.
No
encontró
niños
más
pequeños
a
quienes
pasarles
este
matoneo.´
Mientras
evolucionaba
el
re-‐narrar
de
estos
tres
niños,
Paul
comenzó
a
llorar
y
luego
a
sollozar.
Presumí
que
esto
era
significativamente
un
resultado
del
hecho
de
que
las
misma
formas
de
ser
en
la
vida
que
habían
sido
tan
despreciadas
y
50
descalificadas
en
el
contexto
del
maltrato
entre
pares
ahora
estaban
siendo
reconocidas
y
honradas.
También
presumí
que,
por
cuenta
de
esto,
Paul
se
estaba
separando
de
todas
las
conclusiones
negativas
que
le
habían
sido
impuestas
a
su
identidad
en
el
contexto
del
maltrato
entre
pares.
Cuando
llegó
el
momento
para
que
nuestros
tres
testigos
externos
se
hicieran
atrás,
y
que
yo
entrevistara
a
Paul
acerca
de
lo
que
él
había
escuchado
en
este
re-‐narrar,
y
acerca
de
a
dónde
le
había
llevado
esto
con
respecto
al
entendimiento
de
su
propia
vida,
el
confirmó
mi
corazonada.
La
experiencia
de
este
re-‐narrar
sí
resultó
ser
un
punto
decisivo,
y
me
dió
la
fuerte
sensación
de
que
él
nunca
más
sería
vulnerable
a
estas
conclusiones
negativas
acerca
de
su
identidad
y
de
su
vida.
Debo
decir
que
estos
tres
niños
hicieron
un
trabajo
excelente
en
reconocer
las
maneras
en
las
que
la
historia
de
Paul,
y
la
oportunidad
provista
en
su
re-‐narrar
de
su
historia,
los
hacía
transportar.
Al
reconocer
los
aspectos
transportadores
de
estas
experiencias,
estos
niños
hablaron,
entre
otras
cosas,
acerca
de
posible
acción
que
podrían
tomar
que
podría
contribuir
más
a
alguna
reparación
en
relación
con
las
injusticias
del
maltrato
entre
pares.
Este
reconocimiento
de
los
aspectos
transportadores
de
estas
experiencias
es
siempre
altamente
resonante
para
las
personas
que
han
experimentado
el
maltrato.
Esto
resuena
con
un
rango
de
sentimientos
de
la
vida,
incluído
el
anhelo
porque
el
mundo
sea
diferente
en
razón
de
lo
que
ellos
han
sufrido.
Hay
más
en
la
historia
de
mis
conversaciones
con
Paul,
sus
padres
y
los
tres
niños
que
nos
acompañaron
como
testigos
externos
en
tres
de
estas
conversaciones.
Sólo
diré
un
poco
acerca
de
uno
de
los
acontecimientos
que
se
desarrolló
durante
el
curso
de
nuestras
reuniones,
y
que
consideré
excepcional.
Me
enteré
en
mi
quinta
reunión
que
Paul
había
empezado
a
ocuparse
de
buscar
otros
niños
que
tenían
conocimiento
privilegiado
de
maltrato
entre
pares.
La
mayoría
de
estos
niños
eran
de
su
colegio.
Al
identificar
estos
niños,
les
estaba
involucrando
en
conversaciones
acerca
de
lo
que
el
ser
sometido
a
maltrato
entre
pares
reflejaba
acerca
de
lo
que
era
importante
para
ellos,
y
acerca
de
lo
que
representaban
en
la
vida;
esto
es,
formas
más
honorables
de
ser
niños
en
la
cultura
del
patio
del
colegio.
También,
dado
que
la
identificación
y
la
apreciación
de
sus
propias
respuestas
al
maltrato
entre
pares
como
prácticas
de
contra
poder
había
sido
muy
significativo
para
Paul,
él
estaba
invitando
historias
de
estos
otros
niños
acerca
de
sus
propias
respuestas
a
lo
que
habían
sido
sometidos.
Esto
estaba
contribuyendo
al
desarrollo
de
un
inventario
compartido
de
conocimiento
acerca
de
las
prácticas
de
contrapoder,
y
a
iniciativas
en
el
desarrollo
de
una
cultura
alternativa
del
patio
del
colegio.
En
una
siguiente
reunión
tuve
el
gran
placer
de
reunirme
con
Paul
y
varios
de
estos
niños.
Más
tarde,
al
final
de
nuestra
serie
de
reuniones,
le
pedí
a
Paul
y
a
sus
padres
que
reflexionaran
sobre
nuestras
reuniones
y
me
hablaran
acerca
de
lo
que
les
había
sido
más
util,
y
acerca
de
su
entendimiento
de
esto.
También
quería
saber
acerca
de
cualquier
cosa
que
les
había
parecido
inútil.
En
respuesta
a
estas
preguntas
hablaron
mucho
acerca
de
nuestras
reuniones
cuando
estuvieron
presentes
los
51
otros
tres
niños
como
testigos
externos.
Les
pregunté
qué
valor
les
atribuían
a
estas
reuniones
en
el
contexto
total
de
nuestro
trabajo
juntos:
´Su
contribución
ameritó
una
reunión
adicional?´
¿Como
una
sesión
de
terapia
adicional?
¿O
valía
media
sesión
de
terapia,
o
dos
sesiones
de
terapia?
¿Cuál
es
su
impresión
en
cuanto
a
esto?´
En
respuesta
a
mi
pregunta,
Paul
y
sus
padres
todos
me
dieron
sus
estimados
individuales.
Todos
fueron
altos.
Dividí
estas
cifras
por
tres
para
obtener
el
promedio.
que
resultó
ser
837,4
sesiones.
Mi
aporte
a
la
terapia
fue
seis;
había
sostenido
seis
reuniones
con
esta
familia.
Así
que
de
las
843,
4
sesiones
de
terapia
que
había
llevado
abordar
el
trauma
al
que
Paul
estaba
siendo
sometido,
mi
contribución
fue
menos
del
1%.
Este
no
es
un
ejemplo
ejemplificante
del
resultado
de
emplear
la
estructura
de
la
ceremonia
definitoria
en
nuestro
trabajo
con
personas
que
nos
consultan
acerca
de
experiencias
de
trauma.
Las
personas
rutinariamente
valoran
muy
altamente
las
respuestas
de
los
testigos
externos
cuando
estas
respuestas
se
moldean
de
acuerdo
a
la
tradición
de
reconocimiento
que
he
estado
describiendo
en
esta
presentación.
He
ofrecido
aquí
tres
ejemplos
del
uso
de
la
estructura
de
la
ceremonia
definitoria
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
En
todos
estos
ejemplos,
con
Julie,
Marianne
y
Paul,
los
testigos
externos
lograron
algo
que
estaba
más
allá
de
mis
capacidades
lograr.
Fui
sin
embargo
influyente
en
todos
estos
ejemplos
-‐
estas
respuestas
de
los
testigos
externos
no
hubieran
tomado
la
forma
que
tomaron
si
yo
no
hubiera
entrevistado
activamente
a
los
testigos
externos
de
acuerdo
a
las
cuatro
categorías
de
indagación
que
he
bosquejado
en
diferentes
lugares
de
esta
presentación.
Considero
que
fue
el
acto
de
entrevistar
a
los
testigos
externos
de
acuerdo
a
estas
categorías
de
indagación
que
facilitó
el
re-‐narrar
que
fue
tan
fuertemente
resonante
para
Julie,
Marianne,
y
para
Paul.
PARTE
DOS:
Conversaciones
de
re-‐autoría:
Desde
una
existencia
de
una
sola
historia
a
una
existencia
de
historias
múltiples
Ahora
revisaré
un
tema
que
toqué
antes
cuando
estaba
describiendo
el
principio
de
escuchar
doblemente.
Este
tema
trata
de
la
naturaleza
de
la
vida
que
es
de
historias
múltiples.
Cuando
me
consultan
personas
que
han
sido
sometidas
a
trauma
considerable,
con
frecuencia
representan
sus
vidas
como
si
fueran
de
una
sola
historia.
Es
como
si
se
sintieran
totalmente
atrapados
en
una
sola
dimensión
de
la
vida,
una
que
presenta
de
forma
predominante
un
sentido
de
desesperanza,
futilidad,
vacío,
vergüenza,
desespero
y
depresión.
Generalmente,
en
mi
primer
contacto
con
personas
que
han
sufrido
el
trauma,
buscan
explicar
los
predicamentos
tristes
y
dolorosos
en
los
que
se
hallan
sus
vidas.
En
esta
explicación
se
esfuerzan
por
ligar
algunos
de
los
eventos
de
sus
vidas
en
algún
tipo
de
secuencia
que
se
desenvuelve
a
través
del
tiempo
de
acuerdo
a
temas
específicos
que
normalmente
son
de
tragedia
y
pérdida.
Aunque
estas
explicaciones
generalmente
son
bastante
delgadas
y
desarticuladas,
y
generalmente
excluyen
cualquier
consciencia
del
tipo
de
temas
valorados
que
se
reflejan
en
el
´sentido
de
mí
mismo´
preferido
al
cual
me
52
he
referido
en
esta
presentación,
sin
embargo
constituyen
historias.
Cuando
las
personas
representan
sus
vidas
como
de
una
sola
historia,
y
cuando
se
experimentan
a
sí
mismas
como
atrapadas
en
una
sola
dimensión
de
la
vida,
me
resulta
útil
concebir
la
vida
como
de
historias
múltiples.
Como
forma
de
explorar
las
implicaciones
de
esta
idea
de
que
la
vida
es
de
historias
múltiples,
consideremos
la
metáfora
de
un
edificio.
Por
ejemplo,
tomemos
este
edificio
de
varios
pisos
en
el
cual
nos
estamos
reuniendo
acá
en
Ramala.
Solo
imaginen
por
un
momento
que
este
edificio
no
tiene
ascensores,
escaleras,
escaleras
eléctricas
ni
escaleras
de
incendio,
y
que
no
hay
forma
de
que
las
personas
que
están
en
el
primer
piso
tengan
acceso
a
los
demás
pisos,
y
no
hay
forma
de
salir
del
primer
piso.
Imagínense
cómo
se
sentirían
de
atrapadas
estas
personas
en
el
primer
piso
al
serles
negado
el
acceso
a
los
demás
pisos
de
este
edificio
de
pisos
múltiples,
especialmente
cuando
estos
otros
pisos
representan
otros
territorios
de
la
vida;
otros
territorios
de
la
vida
en
los
cuales
se
encuentran
muchas
cosas
preciosas
acerca
de
las
vidas
de
estas
personas,
incluyendo
otros
conocimientos
de
la
vida
y
prácticas
de
la
vida
que
les
podrían
ayudar
a
encontrar
una
salida
a
sus
predicamentos
en
la
vida,
que
les
podría
ayudar
en
sus
esfuerzos
por
sanar
del
trauma
al
que
han
sido
sometidas.
En
las
conversaciones
de
la
terapia
narrativa
moldeadas
por
nuestras
preguntas
y
por
estructuras
tales
como
las
asociadas
a
la
ceremonia
definitoria,
construimos
un
andamio
parecido
a
lo
que
hacen
los
trabajadores
de
la
construcción
alrededor
de
los
edificios
sobre
los
cuales
están
trabajando.
Es
en
el
construir
de
este
andamio
a
través
de
nuestras
preguntas
y
estructuras
terapéuticas
que
hacemos
posible
que
las
personas
consigan
acceso
a
los
demás
pisos
o
territorios
de
sus
vidas.
Cuando
se
identifican
inicialmente
estas
otras
historias
acerca
de
la
vida,
o,
si
se
quiere,
estos
otros
territorios
de
la
vida,
parecen
pequeños,
de
hecho
minúsculos.
Se
podrían
asemejar
a
unos
atolones
en
medio
de
mares
tempestuosos.
Sin
embargo,
a
medida
que
se
exploran
más
estas
historias
alternativas,
o
estos
territorios
de
la
vida
previamente
descuidados,
en
nuestras
conversaciones
terapéuticas,
se
vuelven
islas
sobre
las
que
se
puede
hallar
seguridad
y
sustento,
y
luego
archipiélagos,
y
finalmente
continentes
de
seguridad
que
abren
otros
mundos
de
la
vida
a
las
personas
que
nos
consultan.
En
el
desarrollo
de
estas
historias
alternativas,
en
las
exploraciones
de
estos
otros
territorios
de
la
vida,
las
historias
de
trauma
y
dolor
de
las
personas
no
se
invalidan
ni
son
desplazadas.
Sin
embargo,
las
persons
encuentran
que,
como
resultado
de
estas
conversaciones,
tienen
otro
lugar
en
el
cual
pararse
que
hace
posible
dar
expresión
a
sus
experiencias
de
trauma
sin
ser
definidas
por
estas
experiencias.
En
todas
las
historias
que
he
compartido
con
ustedes
en
esta
presentación,
el
primer
paso
para
acceder
a
estos
territorios
alternativos
de
la
vida
fue
a
través
del
descubrimiento
de
aquello
a
lo
que
la
persona
le
da
valor.
Las
personas
siempren
le
asignan
valor
a
algo.
Considero
que
el
simple
hecho
de
su
continuada
existencia
es
evidencia
de
esto.
Aunque
a
qué
es
que
las
personas
le
asignan
valor
puede
ser
muy
difícil
de
identificar,
las
expresiones
de
dolor
y
angustia
de
las
personas
53
generalmente
proveen
una
pista
en
este
sentido.
No
creo
que
una
persona
experimentaría
dolor
en
relación
al
trauma
si
no
valoraran
algo
que
haya
sido
violado
y
deshonrado
en
nombre
del
trauma.
Y
creo
que
la
intensidad
sentida
de
este
dolor
es
un
testimonio
a
la
intensidad
con
la
que
consideraron
valiosa
o
consideraron
preciosa
lo
que
se
estaba
violando
y
deshonrando.
No
creo
que
las
personas
experimentarían
angustia
permanente,
día-‐a-‐día,
como
resultado
del
trauma,
si
no
estuvieran
manteniendo
una
relación
con
la
cosa
a
que
le
asignan
valor
-‐
más
bien,
simplemente
estarían
resignadas
a
sus
experiencias
en
la
vida,
a
su
situación,
y
a
sus
circunstancias
(White
2000b,
2003).
La
angustia
permanente,
día-‐
a-‐día,
como
resultado
del
trauma,
se
puede
entender
como
un
homenaje
al
mantenimiento
de
una
relación
permanente
con
la
cosa
que
la
persona
tiene
por
preciosa,
y
como
una
negativa
a
entregarla.
El
descubrir
a
qué
es
que
las
personas
le
dan
valor
abre
la
puerta
a
un
mayor
desarrollo
de
las
otras
historias,
o
a
más
exploraciones
de
los
otros
territorios
en
las
vidas
de
las
personas.
En
cada
uno
de
los
ejemplos
dados
en
esta
presentación,
el
siguiente
paso
en
el
desarrollo
más
amplio
de
estas
historias,
en
la
exploración
mayor
de
estos
territorios,
fue
el
organizar
respuestas
resonantes
en
el
mundo
externo.
En
la
siguiente
parte
de
esta
presentación
me
enfocaré
en
las
formas
en
las
que
las
conversaciones
de
re-‐autoría
pueden
ayudarles
a
las
personas
a
acceder
a
algunas
de
las
historias
alternativas
de
sus
vidas
que
están
presentes,
en
primera
instancia,
sólo
en
trazas
muy
delgadas.
Conversaciones
de
re-‐autoría
Ningún
recuento
de
mi
trabajo
con
las
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma
sería
muy
satisfactorio
sin
referencia
al
lugar
de
las
otras
prácticas
narrativas
que
son
formadas
por
lo
que
llamo
el
´mapa
de
conversaciones
de
re-‐autoría´.
Aunque
no
es
mi
intención
revisar
de
lleno
este
mapa
de
conversaciones
de
re-‐autoría
en
el
espacio
de
esta
presentación,
sí
suministraré
una
prueba
de
las
prácticas
asociadas
con
este
mapa
acá,
y
dejaré
que
usted
le
haga
seguimiento
en
la
abundante
literatura
sobre
este
tema
(White,
1991,
1995;
Morgan
2000;
Freedman
&
Combs
1996).
El
mapa
de
las
conversaciones
de
re-‐autoría
se
asocia
con
la
idea,
prestada
del
trabajo
de
Jerome
Bruner
(1986),
de
que
las
historias
se
componen
de
dos
panoramas.
Constan
de
un
panorama
de
acción,
y
un
panorama
de
identidad.
(5)
En
el
diagrama
a
continuación
(Diagrama
1
–
versión
original)
estos
dos
panoramas
son
representados
por
dos
líneas
de
tiempo
horizontales,
paralelas,
que
atraviesan
el
presente,
la
historia
reciente,
la
historia
distante
y
el
futuro
cercano.
54
Panorama
de
acción
El
panorama
de
acción
se
compone
de
eventos
que
están
ligados
en
secuencias,
a
través
del
tiempo,
de
acuerdo
a
un
tema
o
a
una
trama.
Estos
cuatro
elementos
parecen
representar
la
estructura
rudimentaria
de
las
historias.
Por
ejemplo,
al
leer
una
novela,
uno
se
involucra
en
la
narración
de
eventos
específicos
que
son
ligados
en
algún
tipo
de
secuencia,
no
necesariamente
lineal,
a
través
del
tiempo
o
de
acuerdo
a
un
tema
o
a
una
trama.
La
trama
podría
ser
romántica,
o
una
tragedia,
o
comedia,
o
farsa,
o
lo
que
sea.
Panorama
de
identidad
El
panorama
de
identidad
se
compone
de
categorías
de
identidad
que
son
como
archivadores
de
la
mente.
Estas
categorías
de
identidad
son
específicas
a
la
cultura,
y
podrían
incluir
motivaciones,
atributos,
rasgos
de
personalidad,
fortalezas,
recursos,
necesidades,
impulsos,
intenciones,
propósitos,
valores,
creencias,
esperanzas,
sueños,
compromisos,
etc.
Es
en
estos
archivadores
de
la
mente
que
las
personas
archivan
una
variedad
de
conclusiones
acerca
de
la
identidad.
A
estas
conclusiones
acerca
de
la
identidad
generalmente
se
llega
a
través
de
una
reflexión
sobre
los
eventos
de
la
vida
que
están
esquematizados
en
panoramas
de
acción.
De
acuerdo
con
la
´perspectiva
constitutiva´
que
forma
la
práctica
narrativa,
las
vidas
de
las
personas
no
son
formadas
por
cosas
con
nombres
como
motivaciones
y
rasgos
de
personalidad,
sino
más
bien
por
las
conclusiones
acerca
de
las
motivaciones
y
los
rasgos
de
personalidad
propios
que
se
archivan
en
estos
archivadores
de
la
mente.
En
las
conversaciones
terapéuticas
orientadas
por
el
mapa
de
las
conversaciones
de
re-‐autoría,
es
tarea
del
terapeuta
suministrar
un
andamio
a
través
de
preguntas
que
hace
posible
que
las
personas
reúnan,
en
una
trama,
muchos
de
los
descuidados,
pero
más
destellantes,
eventos
y
acciones
de
sus
vidas.
También
es
tarea
del
terapeuta
proveer
un
andamio
que
ayude
a
las
personas
a
reflexionar
sobre
los
eventos
y
los
temas
de
esta
trama
alternativa
a
medida
que
se
desarrolla,
y
derivar
55
conclusiones
acerca
de
sus
identidades
que
contradigan
muchas
de
las
existentes
conclusiones
de
identidad
basadas
en
el
déficit
que
han
sido
tan
limitantes
para
sus
vidas.
Quisiera
ilustrar
brevemente
la
relevancia
de
las
conversaciones
de
re-‐autoría
al
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
el
trauma.
Para
hacerlo,
regresaré
a
la
historia
de
mi
trabajo
con
Julie.
A
medida
que
progrese
con
esta
ilustración,
por
favor
refiérase
al
Diagrama
II
que
provee
un
recuento
gráfico
de
la
naturaleza
serpentina
de
estas
conversaciones
de
re-‐autoría.
Es
posible
revisar
la
ceremonia
definitoria
con
Julie
que
describí
anteriormente
y
trazar
este
contar
y
re-‐narrar
en
el
mapa
de
las
conversaciones
de
re-‐autoría.
Como
recordarán,
una
de
las
experiencias
de
las
que
habló
Julie
fue
la
de
su
parálisis
en
respuesta
a
presenciar
que
un
niño
fuera
atropellado
por
un
carro
(esto
es
material
del
panorama
de
acción
-‐
véase
#1
en
el
diagrama
II).
En
nuestras
conversaciones,
fue
la
historia
acerca
de
este
evento
y
la
respuesta
de
Julie
al
mismo,
lo
que
suministró
una
avenida
para
sacar
el
tema
de
a
qué
era
que
Julie
le
asignaba
valor
en
la
vida
-‐
ella
atesoraba
las
vidas
de
los
niños
(esto
es
material
del
panorama
de
identidad
-‐
véase
#2).
Luego
organicé
un
contexto
en
el
cual
Julie
experimentara
respuestas
que
eran
poderosamente
resonantes
con
lo
que
ella
valoraba.
Esto
se
logró
con
el
re-‐narrar
de
los
testigos
externos.
Estos
testigos
externos
hablaron
acerca
de
lo
que
les
atraía
en
la
historia
de
Julie
(material
del
panorama
de
acción
-‐
véase
#3),
acerca
de
las
imágenes
de
su
identidad
que
fueron
evocadas
por
esto
(material
del
panorama
de
identidad
-‐
véase
#4),
acerca
de
cuáles
resonancias
disparó
esto
en
su
propia
experiencia
(material
del
panorama
de
acción
-‐
véase
#5),
y
acerca
de
las
maneras
en
las
que
esto
les
había
movido
(material
del
panorama
de
acción
y
panorama
de
56
identidad
-‐
véase
#6).
En
la
tercera
parte
de
esta
reunión,
entrevisté
a
Julie
acerca
de
lo
que
ella
había
escuchado
en
el
re-‐narrar
de
los
testigos
externos.
Esta
entrevista
fue
informada
por
las
mismas
cuatro
categorías
de
indagación
que
habían
formado
este
re-‐narrar.
En
respuesta
a
mis
preguntas,
Julie
habló
acerca
de
las
expresiones
de
los
testigos
externos
que
habían
capturado
su
atención
(material
del
panorama
de
acción),
acerca
de
las
imágenes
mentales
de
su
vida
que
habían
sido
evocadas
por
estas
expresiones
(material
del
panorama
de
identidad)
acerca
de
cuáles
experiencias
habían
salido
a
la
luz
para
ella
por
cuenta
de
esto
(material
del
panorama
de
acción),
y
acerca
de
cómo
esto
podría
afectar
su
perspectiva
de
la
vida
(material
del
panorama
de
identidad).
Esto
también
se
podría
graficar
en
el
Diagrama
II.
En
mi
segunda
reunión
con
Julie,
procedí
a
entrevistarla
en
maneras
que
fueron
formadas
por
el
mapa
de
conversaciones
de
re-‐autoría
de
la
terapia
narrativa.
Ahora
proveeré
una
muestra
de
esta
conversación
y
la
trazaré
en
el
Diagrama
III.
Michael:
Al
final
de
nuestra
primera
reunión
te
pregunté
acerca
de
lo
que
habías
escuchado
de
los
testigos
externos
que
te
había
llamado
la
atención,
y
acerca
de
lo
que
esto
había
disparado
para
ti.
Entre
otras
cosas,
hablaste
acerca
de
cómo
esto
había
fortalecido
tu
comprensión
de
lo
preciosas
que
son
las
vidas
de
los
niños
para
ti,
y
de
cómo
esto
debió
siempre
haber
sido
el
caso
para
ti.
Me
dió
curiosidad
conocer
el
tipo
de
historias
que
podrías
contarme
acerca
de
tu
vida
cuando
eras
más
joven
que
reflejarían
este
alto
valor
que
le
das
a
las
vidas
de
los
niños?
Esta
es
una
pregunta
del
panorama
de
acción
acerca
de
los
eventos
de
la
historia
de
Julie.
Esta
pregunta
del
panorama
de
acción
fue
referenciada
al
desarrollo
del
panorama
de
identidad,
que
presentaba
una
comprensión
más
fuerte
acerca
del
57
valor
que
Julie
le
da
a
la
vida
de
los
niños.
Julie:
Pues...eh...Ahora
mismo
no
puedo
pensar
en
nada
que
contarte.
Verás,
tengo
muchos
problemas
con
mis
recuerdos.
Muchos
espacios
vacíos...así
que
simplemente
no
sé.
La
respuesta
de
Julie
de
´no
saber´
sugería
que
sería
necesario
que
yo
fuera
más
activo
en
proveer
un
andamio
para
esta
conversación
de
re-‐autoría.
Yo
asumí
que
en
el
contexto
de
un
mayor
andamiaje
de
esta
conversación,
Julie
se
hallaría
más
conocedora
con
respecto
a
esta
pregunta
acerca
de
su
vida.
Michael:
Tengo
entendido
que
tienes
un
hermano
menor
y
una
hermana
menor.
Si
tu
hermano
y
hermana
pudieran
estar
aquí
con
nosotros
hoy,
y
estuvieran
escuchando
nuestra
conversación,
¿podrías
adivinar
el
tipo
de
historias
que
me
podrían
contar
de
ti
que
reflejarían
el
alto
valor
que
le
das
a
las
vidas
de
los
niños?
Julie:
Si
mi
hermano
y
hermana
pudieran
estar
aquí,
¿qué
dirían
acerca
de
mí?
Michael:
Sí.
Si
pudieras
pedirles
a
tu
hermana
y
a
tu
hermano
que
me
contaran
historias
acerca
de
ti
que
reflejaran
cómo
las
vidas
de
los
niños
son
preciosas
para
ti,
¿qué
tipo
de
historias
piensas
que
me
contarían?
Aquí
estoy
buscando
evocar
la
presencia
del
hermano
y
la
hermana
de
Julie.
(6)
Pedirle
a
Julie
que
represente
a
su
hermano
y
a
su
hermana
en
asuntos
de
su
propia
identidad
tiene
el
potencial
de
proveerle
una
distancia
de
la
inmediatez
de
su
propia
experiencia,
y
de
lo
que
es
tan
conocido
y
familiar
para
ella
(i.e.
las
muchas
conclusiones
altamente
negativas
acerca
de
su
propia
identidad).
Yo
esperaba
que
esta
maniobra
de
distanciamiento,
una
que
animaba
a
Julie
a
entrar
en
la
consciencia
de
su
hermano
y
de
su
hermana
en
asuntos
de
su
propia
identidad,
suministraría
un
fundamento
para
que
Julie
llegara
a
un
tipo
de
saber
diferente
en
relación
con
mi
pregunta
acerca
de
su
vida
más
joven.
Julie:
Bueno.
Veamos...¡ya
sé!
Puedo
pensar
en
algo
que
mi
hermana
te
podría
contar
acerca
de
mi
cuando
yo
era
apenas
una
niña
pequeña.
Michael:
Bien.
¿Qué
historia
me
contaría?
Julie:
Ella
te
contaría
una
historia
de
cuando
yo
era
una
niña
pequeña...tal
vez
de
unos
9
o
10
años
de
edad
en
ese
momento.
Ella
te
contaría
que
siempre
que
yo
veía
que
mi
padre
estaba
bebiendo
demasiado
alcohol,
y
yo
sabía
que
había
una
buena
probabilidad
de
que
él
nos
lastimaría,
yo
recogía
a
mi
hermano
y
a
mi
hermana
y
los
llevaba
de
prisa
a
un
escondite
en
el
bosque
cerca
de
nuestro
hogar.
Era
mi
tarea
protegerles
porque
yo
era
la
mayor,
y
realmente
no
había
a
quién
más
acudir.
Esperábamos
en
este
escondite
hasta
que
yo
consideraba
que
era
seguro
regresar
a
58
casa,
cuando
mi
padre
estaba
tendido
inconciente
por
haber
bebido
demasiado.
Michael:
¡Vaya
historia!
Julie:
Y
recuerdo...Sí,
ahora
recuerdo
que
yo
solía
dejar
cosas
para
comer
y
beber
en
este
escondite,
y
cosas
para
que
jugaran
mi
hermano
y
mi
hermana,
para
que
no
tuvieran
hambre
ni
sed,
y
para
que
estuvieran
entretenidos.
Esto
es
material
del
panorama
de
acción
(véase
#7)
y
¿no
es
una
historia
extraordinaria?
Es
un
recuento
hermoso
de
algunas
de
las
acciones
de
la
historia
de
Julie
que
refleja
lo
que
ella
valoraba
-‐
las
vidas
de
sus
hermanos
de
niños.
Como
terapeutas
no
escucharemos
tales
historias
a
menos
de
que
tomemos
mucho
cuidado
con
las
preguntas
que
hacemos.
Y
las
personas
que
nos
consultan
no
recordarán
tales
historias
a
menos
de
que
tomemos
responsabilidad
por
el
andamiaje
de
estas
conversaciones
de
re-‐autoría.
Considero
que
el
trazar
de
esta
manera
la
historia
de
a
lo
que
Julie
le
atribuía
valor
contribuyó
a
un
amanecer,
para
Julie,
de
una
consciencia
del
hecho
de
que
a
lo
que
ella
le
asignaba
valor
en
el
presente
era
parte
de
un
tema
que
se
extendía
a
través
de
su
historia:
un
amanecer
de
una
apreciación
explícita
de
un
tema
que
era
continuo
en
su
vida,
uno
alrededor
del
cual
se
ligaban
muchas
de
sus
acciones
a
través
del
tiempo.
Yo
presumí
que
el
amanecer
de
esta
consciencia
contribuiría
al
re-‐desarrollo
de
ese
´sentido
de
mi
mismo´
al
que
hice
referencia
anteriormente
en
esta
presentación.
Michael:
Julie,
imaginando
que
si
tu
hermano
y
hermana
estuvieran
presentes,
si
yo
les
preguntara
qué
fue
lo
que
estas
acciones
tuyas
les
dijeron
acerca
de
tí,
¿qué
te
imaginas
que
podrían
responder?
O
si
les
preguntara
acerca
de
cómo
esto
moldeó
su
imágen
de
ti
como
persona,
¿cómo
supones
que
podrían
responder?
O
si
les
preguntara
acerca
de
lo
que
esto
les
decía
en
cuanto
a
lo
que
representabas
en
la
vida,
¿qué
crees
que
me
dirían?
Estas
son
preguntas
del
panorama
de
identidad.
No
tienen
que
ver
con
acciones,
pero
están
referenciadas
a
nuevos
recuentos
de
las
acciones
de
Julie.
Estas
preguntas
invitan
a
la
reflexión
sobre
acciones
con
el
fin
de
derivar
nuevas
conclusiones
en
cuanto
a
la
identidad
de
la
persona.
Invitan
a
la
reflexión
sobre
acciones
para
determinarlo
que
estas
acciones
sugieren
acerca
del
carácter
de
la
persona,
o
acerca
de
los
propósitos,
los
valores
y
las
creencias
de
la
persona,
y
así
sucesivamente.
Julie:
Déjame
pensar
un
poco...¿qué
le
hubiera
dicho
esto
a
mi
hermana?
Supongo
que
le
hubiera
dicho
algo
acerca
de
lo
que
represento
con
respecto
a
la
justicia.
Sí.
Supongo
que
acerca
de
mi
postura
frente
a
la
injusticia.
Michael:
¿Y
tu
hermano?
59
Julie:
Bueno,
creo
que
le
hubiera
dicho
algo
acerca
de...veamos...acerca
de,
pues,
de
pronto
le
hubiera
dicho
algo
a
él
en
cuanto
a
mi
creencia
en
lo
importante
que
es
defender
a
las
personas
que
están
pasando
tiempos
difíciles.
Estas
palabras
contribuyeron
al
desarrollo
de
nuevas
conclusiones
de
identidad
(material
del
panorama
de
identidad
-‐
véase
#8
y#9),
que
están
en
marcado
contraste
con
las
conclusiones
negativas
a
las
que
Julie
le
estaba
dando
voz
al
comienzo
de
nuestra
primera
reunión.
Sólo
imagina
estas
nuevas
conclusiones
siendo
archivadas
en
esos
archivadores
de
la
mente
a
los
cuales
me
referí
anteriormente
en
esta
presentación.
Sólo
imagínalas
ocupando
el
espacio
que
una
vez
fue
ocupado
por
esas
conclusiones
negativas
previamente
archivadas.
Michael:
¡Acerca
de
tu
postura
frente
a
la
injusticia!
¡Y
acerca
de
lo
importante
que
es
defender
a
las
personas
que
están
pasando
por
tiempos
difíciles!
Julie:
Sí.
Eso
es.
Michael:
¿Puedes
pensar
en
otros
eventos
recientes
de
tu
vida
que
podrían
ser
ejemplos
de
tu
postura
frente
a
la
injusticia,
y
de
tu
creencia
en
defender
a
las
personas
que
están
pasando
tiempos
difíciles?
Esta
es
una
pregunta
del
panorama
de
acción
que
está
referenciada
a
los
desarrollos
en
las
conclusiones
del
panorama
de
identidad.
Es
una
pregunta
acerca
de
cualquier
acción/evento
que
pueda
reflejar
estos
principios
y
estas
creencias
que
Julie
tiene
como
preciosas.
Julie:
Déjame
pensar
un
poco
...
No
estoy
segura
de
que
pueda
pensar
en
algo.
Lo
siento,
pero
no
puedo
recordar
nada
como
esto.
Michael:
Intenta
llevar
atrás
tu
mente
sobre
las
últimas
semanas.
De
pronto
sobre
el
tiempo
que
te
has
estado
quedando
en
el
albergue
de
mujeres.
Lo
que
sea,
cualquier
cosa
que
puedas
pensar
de
estas
semanas
que
podría
ser
un
ejemplo
de
tu
postura
frente
a
la
injusticia,
o
de
tu
creencia
en
defender
a
las
personas
que
están
pasando
tiempos
difíciles,
sería
de
ayuda.
Julie:
Pues,
de
pronto
...de
pronto
puedo
pensar
en
un
ejemplo.
Pero
no
he
pensado
acerca
de
esto
antes,
así
que
podría
estar
equivocada.
Michael:
¿Qué
es?
Julie:
Hay
otra
mujer
que
se
llama
Bev.
Ella
se
está
quedando
en
el
albergue,
y
ella
ha
pasado
un
tiempo
muy
difícil.
Creo
que
ella
ha
sido
aterrorizada.
Ella
no
habla,
y
mayormente
se
aisla
de
todos.
Pero
me
he
estado
sentando
con
ella
a
la
hora
del
almuerzo,
simplemente
estando
con
ella.
Le
hago
claro
que
no
espero
que
ella
hable,
y
que
simplemente
estoy
ahí
para
sentarme
con
ella
(material
del
panorama
de
acción
-‐
60
véase
#10).
Creo
que
ella
sabe
que
yo
sé
algo
acerca
de
lo
que
ella
ha
sufrido,
y
que
por
eso
es
que
ella
no
habla.
Creo
que
ella
sabe
que
lo
que
ella
ha
sufrido
no
está
bien
conmigo,
pero
que
está
perfectamente
bien
que
ella
no
hable.
Michael:
¿Esto
podría
ser
un
ejemplo
de
tu
postura
frente
a
la
injusticia
y
acerca
de
lo
importante
que
es
para
ti
defender
a
las
personas
que
están
pasando
tiempos
dificiles?
Julie:
Pues,
como
dije.
Nunca
había
pensado
en
esto
antes.
Pero
ahora
supongo
que
podría
ser
un
ejemplo
de
esto.
Sí,
realmente
lo
podría
ser.
Esta
reciente
expresión
de
solidaridad
con
esta
otra
mujer
en
el
albergue
proveyó
opciones
para
más
preguntas
acerca
del
panorama
de
identidad
y
el
panorama
de
acción,
y
en
el
curso
de
los
siguientes
cuarenta
minutos,
en
el
contexto
de
esta
conversación
serpentina
de
re-‐autoría,
la
historia
alternativa
de
la
vida
y
la
identidad
de
Julie
fue
más
ricamente
desarrollada.
Es
en
las
conversaciones
reales
como
estas
que
procede
la
reconstrucción
de
la
identidad.
Es
en
las
conversaciones
reales
como
estas
que
el
´sentido
de
mi
mismo´
se
re-‐desarrolla
y
revitaliza
gradualmente.
Es
a
través
de
este
re-‐desarrollo
y
revitalización
que,
en
lugar
de
un
sentido
de
descontinuidad,
Julie
empezó
a
experimentar
una
continuidad
de
un
sentido
preferido
de
si
misma
a
través
de
muchos
de
los
episodios
de
su
historia.
Este
fue
un
sentido
preferido
de
si
misma
que
era
una
expresión
de
lo
que
ella
valoraba
y
de
actos
de
agencia
personal
fundados
sobre
lo
que
ella
valoraba.
El
enfoque
de
esta
conversación
de
re-‐autoría
con
Julie
fue
el
desarrollo
de
una
historia.
Esta
conversación
reunió
muchos
eventos
previamente
desatendidos
de
la
vida
de
Julie
en
una
secuencia
que
se
desenvolvió
a
través
del
tiempo,
de
acuerdo
a
temas
específicos.
Estos
eran
temas
que
contradecían
los
temas
de
´la
vida
como
una
tragedia´,
de
´la
vida
como
una
futilidad´.
El
desarrollo
de
la
línea
alternativa
de
historia
generalmente
es
gradual
y
progresivo.
Volviendo
a
las
metáforas
de
territorio
que
propuse
anteriormente
en
esta
presentación,
podemos
concebir
de
estas
conversaciones
contribuyendo
a
la
apertura
gradual
de
los
territorios
desatendidos
de
la
vida,
empezando
por
los
atolones,
luego
las
islas,
luego
archipiélagos,
y
luego
continentes.
Para
resumir
mis
reuniones
con
Julie:
Al
comienzo
escuché
cuidadosamente
sus
historias
de
existencia
en
un
esfuerzo
por
identificar
a
qué
era
que
ella
le
daba
valor.
Luego,
a
través
de
mis
respuestas
y
por
medio
del
re-‐narrar
de
los
testigos
externos,
se
re-‐presentó
a
lo
que
Julie
le
daba
valor
de
maneras
poderosamente
resonantes.
Seguidamente,
entrevisté
a
Julie
acerca
de
su
experiencia
del
re-‐narrar
de
los
testigos
externos,
y,
entre
otras
cosas,
esto
evocó
aún
más
imágenes
de
su
vida
e
identidad
que
eran
armoniosas
con
estas
respuestas
resonantes.
Estas
imágenes
luego
proveyeron
el
punto
de
entrada
a
una
conversación
extendida
de
re-‐autoría.
Esto
tuvo
el
efecto
de
regenerar,
para
Julie,
un
´sentido
de
mi
mismo´que
le
proveyó
61
de
una
experiencia
de
continuidad
en
la
existencia
a
través
de
los
episodios
de
su
vida.
Este
es
un
logro
que
es
de
vital
importancia
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma.
Es
importante
notar
que
a
lo
largo
de
las
conversaciones
terapéuticas
formadas
por
la
metáfora
de
la
ceremonia
definitoria,
y
por
el
mapa
de
las
conversaciones
de
re-‐
autoría,
el
terapeuta
no
tiene
un
rol
como
autor
primario
de
las
historias
alternativas
de
las
vidas
de
las
personas.
En
mi
trabajo
con
Julie,
el
recuento
de
a
qué
le
daba
valor
representaba
una
traza
delgada
de
una
historia
alternativa
de
su
vida,
una
que
podría
ser
ricamente
desarrollada
en
nuestra
conversación.
Pero
nunca
podría
conocer
ninguna
de
las
particularidades
de
esta
historia
alternativa
previo
a
las
respuestas
de
Julie
a
mis
preguntas
del
panorama
de
acción.
Y,
antes
de
mis
preguntas
del
panorama
de
identidad,
no
podría
presumir
saber
qué
podrían
reflejar
algunos
de
los
eventos
desatendidos
de
la
historia
de
Julie
acerca
de
su
identidad,
que
sería
resonante
para
ella.
Yo
no
era
el
autor
de
ninguno
de
estos
recuentos
de
sus
acciones
ni
de
ningunas
de
estas
nuevas
conclusiones
de
identidad.
Sin
embargo,
yo
fui
influyente
a
través
de
las
estructuras
terapéuticas
que
introduje,
y
a
través
de
las
preguntas
que
hice.
A
mi
juicio,
estas
estructuras
y
preguntas
proveyeron
un
andamio
que
hizo
posible
que
Julie
se
separara
de
lo
conocido
y
familiar
y
llegara
a
nuevas
conclusiones
acerca
de
su
vida
y
su
identidad.
PARTE
TRES:
Sistemas
de
memoria
y
las
consecuencias
del
trauma
Las
consecuencias
del
trauma
infringen
en
la
vida
de
las
personas
de
varias
maneras.
Para
muchos,
es
a
través
de
memorias
traumáticas
que
invaden
sus
vidas,
y
se
entrometen
en
su
sentido
de
si
mismo
de
una
infinidad
de
maneras.
Por
esto,
el
estudio
de
los
efectos
del
trauma
en
las
vidas
de
las
personas
ha
sido
tomado
muy
significativamente
de
exploraciones
de
los
sistemas
de
la
memoria
humana.
Dado
que
la
consideración
de
la
memoria
es
primaria
en
el
entendimiento
de
las
consecuencias
del
trauma
y
en
el
desarrollo
de
prácticas
de
sanación,
ahora
me
volveré
al
tema
de
la
teoría
de
la
memoria.
Aunque
la
mayor
parte
de
mi
entendimiento
acerca
de
lo
que
es
relevante
al
trabajo
con
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma
está
fundado
sobre
las
exploraciones
de
la
práctica
narrativa,
he
encontrado
que
la
teoría
de
la
memoria
refuerza
altamente
este
entendimiento.
La
teoría
de
la
memoria
también
me
ha
posibilitado
el
afinar
algunas
de
mis
prácticas
terapéuticas,
y
´ampliar
los
límites´
un
poco
en
este
trabajo.
Mi
conocimiento
de
la
teoría
de
la
memoria
y
de
los
efectos
del
trauma
sobre
la
memoria
es
tomado
principalmente,
aunque
no
completamente,
del
trabajo
de
Russell
Meares.
(7)
Mucho
de
lo
que
estoy
a
punto
de
compartir
con
ustedes
de
estos
temas
es
tomado
de
lo
que
aprendí
de
mi
participación
con
Russell
Meares
en
un
foro
de
una
conferencia
hace
algunos
años,
y
de
leer
su
libro,
´Intimacy
and
Alienation´
[Intimidad
y
Alienación]
(2000).
62
Sistemas
de
la
memoria
Como
resultado
de
exploraciones
de
la
memoria
humana,
es
ahora
generalmente
aceptado
por
muchos
teóricos
de
la
memoria
que
hay
varios
sistemas
distintos
de
la
memoria,
y
que
estas
se
desarrollan
secuencialmente
desde
el
nacimiento.
Tulving
(1993),
al
agrupar
varias
contribuciones
a
la
comprensión
de
la
memoria,
definió
cinco
sistemas
de
la
memoria
que
se
considera
se
desarrollan
secuencialmente
en
el
curso
del
desarrollo
humano.
Estos
sistemas
de
la
memoria,
por
órden
de
desarrollo,
son:
(a)
representación
perceptiva,
(b)
procedimental,
(c)
semántica,
(d)
episódica,
y
(e)
memoria
a
corto
plazo.
Trataré
brevemente
acá
cada
una
de
estas,
al
igual
que
un
sistema
de
la
memoria
al
que
Nelson
(1992)
se
ha
referido
como
autobiográfico,
y
un
sistema
de
la
memoria
al
que
Meares,
siguiendo
a
William
James
(1892)
se
refiere
como
al
´flujo
de
conciencia´.
i)
Sistema
de
representación
perceptiva
-‐´memoria
de
reconocimiento´
El
sistema
de
representación
perceptiva
(SRP)
se
trata
de
la
memoria
de
reconocimiento.
En
la
primera
semana
luego
de
nacer,
los
bebés
empiezan
a
reconocer
una
gama
de
estímulos
familiares,
incluyendo
voces,
acciones,
formas
y
aromas.
El
SRP
es
una
memoria
de
reconocimiento
en
la
que
se
registra
experiencia
sensorial
perceptible.
Ya
que
este
registro
no
involucra
un
recuerdo
explícito
de
la
experiencia
previa,
este
sistema
de
memoria
es
no-‐verbal
y
no-‐consiente.
Es
no-‐
consiente
ya
que
es
un
sistema
de
la
memoria
que
funciona
sin
ningún
conocimiento,
de
parte
del
bebé,
que,
al
reconocer
un
estímulo
familiar,
el/ella
está
recordando.
ii)
Memoria
procedimental
-‐
´memoria
de
recuerdo´.
La
memoria
procedimental
se
asocia
con
el
desarrollo
de
habilidades
y
repertorios
motrices,
los
cuales
se
fundamentan
en
la
capacidad
del
bebé
de
recordar
experiencias
del
mundo.
Esta
memoria
se
ve
en
la
capacidad
del
bebé
de
traer
a
la
memoria
estímulos
que
no
están
inmediatamente
presentes
-‐
por
ejemplo,
esta
memoria
está
presente
cuando
un
lactante
recuerda
la
existencia
de
juguetes
en
un
mueble
cuando
las
puertas
del
mueble
están
cerradas,
o
cuando
el
mueble
no
está
en
el
ambiente
inmedaito
del
lactante
-‐
y
coordinar
sus
habilidades
motrices
y
repertorios
de
comportamiento
específicos
con
base
en
este
recuerdo.
Por
la
memoria
procedimiental,
el
lactante
es
capáz
de
coordinar
sus
acciones
para
obtener
un
resultado
específico
basado
en
el
recuerdo
(tal
como
obtener
los
juguetes
que
se
encuentran
en
el
mueble).
La
memoria
procedimental
es
no-‐
conciente,
y,
en
primer
lugar,
no-‐verbal.
Es
no-‐conciente
porque
el
niño
no
es
conciente
de
las
circunstancias
que
dieron
lugar
a
este
aprendizaje.
iii)
Memoria
semántica
63
El
segundo
año
de
vida
trae
el
desarrollo
de
lo
que
frecuentemente
se
conoce
como
la
´memoria
semántica´.
La
memoria
semántica
almacena
lo
que
se
consideran
ser
´hechos´-‐
esto
es,
el
conocimiento
del
´mundo
tal
como
es´-‐
y
el
niño
utiliza
esto
para
navegar
en
el
mundo.
La
memoria
semántica
se
puede
considerar
un
desarrollo
más
a
fondo
de
la
memoria
procedemental.
Este
sistema
de
memoria,
el
cual
es
claramente
evidente
al
final
del
segundo
año
de
vida,
es
verbal
-‐
se
puede
llevar
a
palabras
y
vocalizar.
El
desarrollo
de
la
memoria
semántica
es
evidente
en
la
habilidad
de
los
niños
pequeños
de
retener
una
clara
memoria
de
los
nombres
y
atributos
de
los
objectos
del
mundo
que
les
rodea,
y
en
su
desempeño
de
rutinas
específicas
para
abordar
el
mundo.
Este
es
un
sistema
de
memoria
que
almacena
un
rango
de
aprendizajes
acerca
del
mundo
que
pueden
ser
vocalizados,
pero
que
son
implícitas
y
no-‐concientes
en
el
sentido
de
que
estos
aprendizajes
se
recuerdan
sin
memoria
de
los
incidentes
específicos
que
les
dieron
lugar.
El
lenguaje
asociado
con
el
sistema
de
memoria
semántica
es
de
afrontamiento
y
adaptación.
iv)
Memoria
episódica
La
memoria
episódica
se
desarrolla
durante
el
tercer
año
de
vida.
Para
cuando
los
niños
cumplen
los
tres
años,
tienen
la
habilidad
de
contar
experiencias
del
pasado
reciente
como
episodios
específicos
de
su
historia.
Estas
memorias
personales
del
sistema
episódico
de
la
memoria
son
verbales
-‐
pueden
ser
vocalizadas
-‐
y
son
memorias
explícitas
o
concientes.
En
el
re-‐narrar
de
estos
episodios
recientes
de
la
experiencia
personal,
el
niño
es
conciente
de
que
él/ella
está
recordando
incidentes
específicos
de
su
vida,
y
no
los
confunde
con
la
experiencia
presente.
v)
Memoria
a
corto-‐plazo
-‐
´memoria
funcional´
La
memoria
a
corto
plazo
con
frecuencia
se
conoce
como
´memoria
funcional´.
Este
es
el
sistema
de
memoria
que
almacena
memorias
de
experiencias
de
los
muchos
incidentes
recientes
en
las
vidas
de
las
personas,
y
provee
de
una
orientación
inmediata
en
sus
esfuerzos
por
lograr
tareas
específicas
y
complejas.
La
capacidad
de
una
persona
de
hacer
media
docena
de
cosas
al
tiempo
se
funda
en
la
memoria
funcional.
La
memoria
a
corto
plazo
se
asocia
con
la
memoria
episódica,
aunque
es
principalemnte
un
sistema
de
almacenamiento
temporal
para
experiencias
de
los
incidentes
recientes
en
las
vidas
de
las
personas.
Este
es
un
sistema
de
memoria
verbal
y
consciente,
el
cual
también
es
evidente
en
las
vidas
de
los
niños
para
cuando
cumplen
los
tres
años
de
edad.
vi)
Memoria
auto-‐biográfica
Nelson
(1992)
distingue
entre
estas
memorias
de
corta
duración
de
los
episodios
recientes
de
la
vida
de
uno
que
forman
parte
del
sistema
de
memoria
de
corto
plazo,
y
las
memorias
episódicas
que
son
altamente
seleccionadas,
perdurables
y
64
frecuentemente
remotas.
Ella
propuso
que
estas
altamente
seleccionadas,
perdurables
y
frecuentemente
remotas
memorias
proveen
el
fundamento
para
el
desarrollo
de
una
memoria
autobiográfica
que
se
desarrolla
en
el
quinto
año
de
vida.
Es
esta
memoria
autobiográfica
que
provee
el
fundamento
para
el
tipo
de
sentido
de
identidad
personal
que
hace
posible
que
las
personas
afirmen
´esta
es
mi
vida,
y
este
soy
yo´.
Las
historias
relativamente
estables,
formales
y
basadas
en
los
hechos
que
contamos
cuando
estamos
dando
cuenta
de
nuestra
historia
personal
son
de
la
memoria
autobiográfica.
La
memoria
autobiográfica
es
tanto
conciente
como
verbal.
Este
sistema
de
memoria
contribuye
a,
y
es
dependiente
de,
el
desarrollo
de
una
capacidad
reflexiva
-‐
una
capacidad
que
hace
posible
que
una
persona
diga:
´Este
soy
yo´,
´Déjame
contarte
acerca
de
mi´,
´y
declare:
´Estos
son
mis
pensamientos´,
´Estas
son
mis
memorias´,
´Estas
son
mis
reflexiones´,
´Esta
es
mi
historia´,
´Esta
es
mi
vida´.
vii)
Flujo
de
conciencia
Existe
otro
sistema
de
memoria
que
permite
el
desarrollo
de
un
sentido
particular
de
sí
mismo
que
no
es
representado
por
la
memoria
autobiográfica.
Es
este
sistema
de
memoria
que
contribuye
al
desarrollo
de
una
continuidad
de
un
sentido
familiar
de
quién
es
uno
en
el
flujo
de
las
propias
experiencias
internas
de
la
vida.
Es
un
sistema
de
memoria
que
representa
la
capacidad
de
las
personas
de
ordenar
aspectos
de
sus
experiencias
vividas
en
el
tipo
de
secuencias
que
les
provee
de
un
sentido
del
desenvolvimiento
de
sus
vidas
en
el
tiempo,
y
con
un
sentido
de
coherencia
personal.
Es
un
sistema
de
memoria
que
hace
posible
que
las
personas
tejan
pedazos
de
experiencias
diversas,
y
eventos
de
otro
modo
desconectadas,
en
temas
coherentes.
Es
un
sistema
de
memoria
que
está
presente
para
nosotros
como
un
lenguaje
de
la
vida
interna.
El
flujo
de
conciencia
parece
narrativa
en
su
forma
(James
1892).
En
el
flujo
de
conciencia,
muchos
aspectos
de
las
experiencias
de
la
persona
se
organizan
de
acuerdo
con
el
tipo
de
secuencia
progresiva
y
asociativa
no-‐lineal
que
es
una
característica
de
la
estructura
narrativa.
La
imaginación
y
la
simulación
figuran
fuertemente
en
este
flujo,
al
igual
que
la
analogía,
la
metáfora
y
el
símil.
Para
la
mayor
parte
de
nosotros,
este
flujo
de
conciencia
está
siempre
presente
como
un
fondo
a
nuestro
encuentro
diario
con
la
vida,
y,
a
veces
cuando
estamos
ocupados
con
el
desempeño
de
tareas
importantes,
apenas
se
experimenta.
Sin
embargo,
en
estados
de
ensueño
o
meditación,
cuando
hemos
dado
un
paso
atrás
de
las
tareas
de
la
vida
y
de
nuestros
contextos
sociales
y
relacionales
inmediatos,
frecuentemente
experimentamos
una
inmersión
en
este
flujo
de
conciencia.
En
estos
momentos
nos
hacemos
más
concientes
de
la
forma
deambulante
y
errante
de
este
lenguaje
interior,
de
los
altibajos
que
lo
caracterizan,
y
de
las
imágenes
y
los
temas
que
se
le
asocian.
Y
a
veces
somos
capaces
de
sostener
estas
imágenes
frente
65
a
nosotros
por
un
período
prolongado
de
tiempo.
(8)
Yo,
mí,
y
yo
mismo
William
James
propuso
que
el
desarrollo
de
este
flujo
de
conciencia
se
asocia
con
una
´duplicación
de
conciencia´(1892).
El
llamó
la
atención
sobre
el
hecho
de
que
cuando
estamos
recordando
no
estamos
simplemente
trayendo
a
la
mente
episodios
específicos
de
nuestras
vidas,
sino
que
también
somos
conscientes
del
hecho
de
que
este
es
un
episodio
de
nuestro
propio
pasado
que
estamos
recordando.
Somos
conscientes
del
hecho
de
que
estamos
reviviendo
lo
que
hemos
experimentado
en
nuestro
pasado,
del
hecho
de
que
hemos
tenido
este
pensamiento
o
esta
experiencia
antes.
Mientras
recordamos,
nos
mantenemos
más
o
menos
conscientes
de
nuestra
propia
existencia
(existencia
personal)
-‐
no
somos
sólo
los
´conocidos´,
sino
también
los
´conocedores´.
A
esto
se
refería
James
como
la
duplicación
de
la
conciencia
-‐
la
emergencia
de
un
conocedor
que
se
puede
denominar
como
el
´yo´,
y
del
conocido
que
se
puede
denominar
como
el
´mí´.
Es
desde
la
posición
del
´yo´
que
se
dirige
nuestra
atención,
desde
donde
nuestras
experiencias
diversas
de
la
vida
se
unifican
para
formar
un
sentido
de
existencia
personal,
y
desde
donde
se
construye
la
realidad
personal.
Meares
(2000)
sugiere
que
hay
más
de
una
duplicación
de
la
conciencia
asociada
a
este
fenómeno
-‐
él
concluye
que
la
existencia
personal
no
es
doble,
sino
´tripartita´(en
tres
partes
inter-‐relacionadas).
El
basa
esta
conclusión
en
la
observación
de
que
es
posible
que
uno
tenga
experiencias
en
las
que
existe
un
sentido
de
´mí´,
en
que
uno
permanece
convencido
de
su
propia
identidad
(´Mira,
sé
que
soy
yo...´)
pero
a
la
vez
estar
desprovisto
de
un
sentido
familiar
del
´yo
mismo´(´...pero,
simplemente
no
soy
yo
mismo´).
Es
decir,
hay
experiencias
en
las
que
la
memoria
autobiográfica
puede
estar
presente,
proveyéndole
a
la
persona
de
un
sentido
de
mí,
pero
en
las
cuales
el
lenguaje
de
vida
interna,
que
es
de
forma
narrativa
y
que
da
lugar
a
la
realidad
personal
y
a
un
sentido
de
bienestar,
está
ausente.
En
su
lectura
de
James,
Meares
concluye
que
James
estaba
en
efecto
hablando
acerca
de
dos
experiencias
relativamente
distintas
del
ser,
fundadas
sobre
dos
duplicaciones
de
la
conciencia,
una
que
provee
para
la
experiencia
de
un
´yo´
en
relación
con
´mí´,
y
el
otro
que
provee
para
el
´yo´
en
relación
con
´mi
mismo´.
De
acuerdo
a
esta
formulación,
el
´yo´
en
relación
con
´mí´
es
relativamente
invariable,
mientras
que
el
´yo´
en
relación
con
´mi
mismo´
es
variable,
constantemente
en
flujo.
Esta
versión
de
´mí´
se
fundamenta
en
el
tipo
de
conocimiento
de
hecho
que
se
registra
en
la
memoria
autobiográfica,
mientras
que
esta
versión
de
´yo
mismo´
es
relativamente
plástica
siendo
visualizada
y
re-‐visualizada
en
respuesta
a
los
encuentros
propios
con
la
vida,
constantemente
siendo
sometida
a
la
construcción
y
reconstrucción.
66
Efectos
del
trauma
sobre
los
sistemas
de
la
memoria
La
memoria
traumática
siempre
se
dispara
por
un
estrés
general,
por
circunstancias
específicas
de
coacción,
y/o
por
pistas
específicas.
Estas
pistas
reflejan
algún
aspecto
del
trauma
original,
y
pueden
ser
internas,
como
en
el
caso
de
una
experiencia
emocional
o
sensorial
específica,
o
externas,
tal
como
en
circunstancias
específicas
o
eventos
relacionales.
Estas
pistas
externas
pueden
estar
asociadas
a
circunstancias
en
las
cuales
hay
una
ausencia
percibida
de
validación
social,
o
con
experiencias
de
disminución,
tal
vez
asociadas
a
la
burla
o
la
crítica.
Ahora
resumiré
brevemente
los
efectos
principales
del
trauma
sobre
los
sistemas
de
la
memoria
tal
como
los
describen
Meares
y
otros
investigadores-‐teóricos.
Disociación
En
nuestro
trabajo
en
el
área
del
trauma,
es
bastante
frecuente
encontrar
personas
que
están
experimentando
el
fenómeno
de
las
memorias
disociadas.
Estas
son
memorias
traumáticas
que
no
se
experimentan
como
memorias
de
experiencias
pasadas,
sino
que
se
ubican
y
se
re-‐experimentan
en
el
presente.
Estas
memorias
traumáticas
se
entrometen
en
el
sistema
de
memoria
asociado
con
el
flujo
de
conciencia,
y
sobre
el
cual
se
fundamenta
el
sentido
de
mi
mismo.
Cuando
estas
intromisiones
son
severas,
pueden
totalmente
borrar
el
propio
sentido
familiar
de
la
realidad
personal,
y
contribuir
a
un
sentido
de
desprendimiento,
desolación,
agotamiento,
y
a
un
sentido
agudo
de
vulnerabilidad.
Estas
memorias
traumáticas
disociadas
generalmente
se
separan
de
la
conciencia
ordinaria
-‐
uno
no
es
consciente
de
sus
orígenes.
Disolución
jerárquica
Es
evidente
que
los
sistemas
de
la
memoria
que
se
desarrollan
más
tarde
y
que
se
desarrollan
más
lentamente
son
más
frágiles
y
más
vulnerables
al
tipo
de
asalto
asociado
con
el
trauma.
Jackson
(1931)
propuso
que
entre
más
significativo
el
asalto,
mayor
el
retroceso
con
respecto
a
la
secuencia
de
desarrollo
de
la
memoria.
De
acuerdo
con
esta
propuesta,
los
sistemas
de
la
memoria
fallan
de
manera
jerárquica
-‐
los
sistemas
que
se
forman
de
manera
tardía
y
que
son
más
sofisticados
fallan
primero.
El
trauma
moderado
puede
tener
el
efecto
de
inactivar
el
flujo
de
conciencia,
contribuyendo
a
una
pérdida
del
sentido
de
´mi
mismo´.
Con
la
disolución
del
flujo
de
conciencia,
las
personas
sentirán
la
pérdida
de
sustancia,
un
vacío,
un
sentido
de
ingravidez
personal
y
desolación.
El
trauma
moderado
y
recurrente
puede
tener
el
efecto
de
borrar
no
sólo
el
flujo
de
conciencia,
sino
también
los
sistemas
autobiográficos
y
episódicos
de
la
memoria.
Con
la
pérdida
de
la
memoria
autobiográfica,
las
personas
tendrán
dificultad
para
armar
un
recuento
de
la
trayectoria
de
su
vida
a
través
del
tiempo,
y
el
sentido
de
´este
soy
yo´
se
volverá
bastante
escurridizo.
Cuando
la
memoria
a
corto
plazo
se
ve
67
afectada,
se
vuelve
muy
difícil
lidiar
con
más
de
una
tarea
a
la
vez,
y
las
personas
reportan
sentirse
crónicamente
estresadas
por
las
tareas
sencillas
de
la
vida
cotidiana.
Esta
teoría
de
la
disolución
jerárquica
también
propone
que
entre
más
recurrente
el
trauma,
mayor
probabilidad
de
que
sea
almacenado
en
los
sistemas
de
memoria
no-‐
consciente.
Por
ejemplo,
las
experiencias
de
un
trauma
más
severo
y
recurrente
pueden
almacenarse
en
la
memoria
semántica,
o
en
la
memoria
procedimental
y
en
el
sistema
de
representación
perceptiva.
De
acuerdo
a
esta
teoría,
el
trauma
más
severo
puede
contribuir
a
la
falla
de
la
memoria
semántica
también,
de
tal
modo
que
únicamente
estén
operativos
los
sistemas
de
memoria
procedimental
y
de
representación
perceptiva.
Desacoplamiento
Cuando
las
memorias
traumáticas
se
entrometen
en
la
conciencia
cotidiana,
con
mucha
frecuencia
el
resultado
es
un
desacoplamiento
de
la
conciencia
-‐
se
disuelve
la
duplicación
de
la
conciencia.
Uno
ya
no
tiene
una
posición
estratégica
en
la
cual
ubicarse
en
el
presente
que
hace
posible
una
conciencia
de
que
lo
que
uno
está
experimentando
es
de
otro
momento
de
la
vida
de
uno.
Este
desacoplamiento
de
la
conciencia
contribuye
a
una
desmantelación
de
un
sentido
familiar
del
ser
que
tiene
continuidad
a
través
del
tiempo
-‐
la
experiencia
de
un
´yo´en
relación
a
´yo
mismo´,
y
a
veces
la
experiencia
de
´yo´en
relación
a
´mí´
es
significativamente
reducida,
y
en
oportunidades,
perdida.
La
capacidad
de
evaluar
y
monitorear
las
experiencias
y
acciones
propias
es
luego
muy
sensiblemente
reducida,
y
puede
ser
completamente
borrada
cuando
estas
memorias
intrusas
son
de
trauma
severo
y
recurrente.
Significado
Aún
en
medio
de
la
experiencia
traumática,
las
personas
buscan
darle
sentido
a
lo
que
les
está
sucediendo.
Para
muchos,
aunque
no
todos,
la
experiencia
del
trauma
es
irreconciliable
con
algún
tema
familiar
y
con
algún
recuento
preferido
de
la
identidad
propia.
Estos
son
temas
y
recuentos
de
identidad
que
están
asociados
con
la
memoria
autobiográfica
y
con
un
lenguaje
de
vida
interior
que
organiza
la
experiencia
y
que
tiene
una
estructura
que
es
característica
de
la
narrativa.
La
naturaleza
irreconciliable
de
la
experiencia
traumática
lo
lleva
a
uno
a
territorios
de
significado
que
se
separan
de
estos
temas
y
narrativos
del
ser
familiares.
Por
esto,
los
significados
que
se
fabrican
en
estos
territorios
generalmente
son
profundamente
negativos,
y
no
abiertos
a
revisión
de
la
manera
en
que
los
asociados
a
la
narrativa
del
ser
están
abiertos
a
la
revisión
-‐
otras
experiencias
de
la
vida
de
uno
que
podrían
contradecir
estos
significados
tienen
poco
efecto
sobre
ellos.
Estas
otras
experiencias
no
contribuyen
a
la
revisión
de
estos
significados.
Estos
significados
que
son
fabricados
en
el
contexto
del
trauma
se
tornan
hechos
68
virtualmente
inexpugnables
acerca
de
la
identidad
propia.
(9)
Devaluación
La
experiencia
del
trauma
recurrente
puede
contribuir
al
establecimiento
de
conclusiones
altamente
negativas
acerca
de
la
identidad
y
la
vida
propia
que
alcanzan
el
estado
de
hechos
invariables.
El
trauma
también
contribuye
a
una
disminución
de
a
lo
que
la
persona
le
atribuye
valor,
a
lo
que
tiene
por
precioso,
a
lo
que
es
esencial
a
la
integridad
personal
de
uno
mismo;
es
decir,
a
la
devaluación
de
las
imágenes,
las
memorias,
las
conclusiones
y
los
sentimientos
acerca
de
la
vida
y
la
identidad
que
les
proveen
a
las
personas
de
un
sentido
de
intimidad
personal
y
de
los
cuales
toman
un
sentido
de
calor
personal
y
sentimientos
positivos.
Es
la
devaluación
de
a
lo
que
se
le
da
valor
y
se
tiene
por
precioso
que
lleva
muy
significativamente
al
desarrollo
de
un
sentido
de
estar
“dañado”,
“hecho
un
desastre”
e
“incapacitado”.
Crónica
Cuando
el
flujo
de
conciencia
es
infringida
por
memorias
traumáticas,
la
vida
se
experimenta
como
simplemente
una
cosa
tras
otra,
y
siempre
se
recuenta
a
otros
como
un
catálogo
de
eventos
saturado
en
problemas
y
fragmentado.
Es
un
recuento
de
la
vida
al
que
le
hace
falta
vitalidad
y
animación
-‐
es
plano,
muerto.
El
lenguaje
empleado
en
este
re-‐narrar
es
lineal
y
desapasionado
y
no
contiene
ninguna
evidencia
de
ningún
contenido
de
una
realidad
interna
personal
-‐
está
desprovisto
de
metáfora,
asociación
y
temas
coordinadores
que
proveen
un
sentido
de
existencia
que
es
continuo
y
se
está
desenvolviendo;
está
desprovisto
de
un
sentido
de
la
unidad
y
continuidad
de
si
mismo.
Con
esta
falla
en
el
sentido
de
la
continuidad
de
la
existencia
y
la
cohesión
personal,
uno
se
vuelve
cautivo
del
momento
presente,
atrapado
por
estímulos
particulares.
Ya
no
existe
la
opción
de
deambular
en
el
tiempo.
También
se
ha
ido
la
opción
de
jugar
un
papel
de
coordinación
y
síntesis
en
la
vida
de
uno
mismo;
de
auto-‐
regulación,
y
de
un
sentido
de
agencia
personal
que
se
asocia
con
esto.
Ahora
me
dirigiré
a
una
discusión
de
algunas
de
las
implicaciones
terapéuticas
de
este
entendimiento
de
los
efectos
del
trauma
sobre
los
sistemas
de
la
memoria.
Aunque
con
frecuencia
he
empleado
otros
términos
para
describir
mi
trabajo
con
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma,
comparto
los
sentimientos
de
Russell
Meares
acerca
de
la
tarea
terapéutica
primaria:
que
es
la
revitalización
y
el
re-‐
desarrollo
del
sistema
de
la
memoria
llamado
el
flujo
de
conciencia
en
la
instauración/re-‐instauración
de
un
´sentido
de
mí
mismo´.
También
comparto
los
sentimientos
de
Russell
Meares
acerca
de
la
ruta
para
alcanzar
esto:
esto
es,
a
través
de
la
identificación
de
a
qué
es
que
las
personas
le
dan
valor,
y
a
través
del
establecimiento
de
respuestas
que
son
resonantes
con
esto.
En
la
traducción
de
estos
sentimientos
a
la
práctica
hay
divergencias
con
respecto
a
nuestras
posiciones
69
respectivas
-‐
mis
traducciones
son
fuertemente
un
resultado
de
una
tradición
de
exploraciones
narrativas
de
la
práctica
terapéutica.
Implicaciones
terapéuticas
Siempre
resulta
que
los
esfuerzos
por
abordar
directamente
las
experiencias
de
trauma
de
las
personas,
animándoles
a
reconsiderarlo,
son
en
el
mejor
de
los
casos
improductivos,
y,
en
muchas
circunstancias,
peligrosos.
Tales
esfuerzos
pueden
contribuir
a
experiencias
de
re-‐traumatización,
y
a
un
sentido
revivido
de
alienación.
E
involucrarse
en
esfuerzos
por
contradecir
directamente
y
desestabilizar
las
conclusiones
negativas
acerca
de
la
identidad
de
la
persona
que
son
generadas
en
el
contexto
del
trauma,
conclusiones
que
podrían
estar
almacenadas
en
el
sistema
de
memoria
semántica
y
que
tienen
el
estado
de
hecho,
se
puede
experimentar
como
un
irrespeto,
un
desdeño
y
aún
una
burla.
La
tarea
terapéutica
primaria
al
abordar
los
efectos
del
trauma
en
las
vidas
de
las
personas
es
proveer
un
contexto
para
el
desarrollo
o
re-‐desarrollo
del
tipo
de
realidad
personal
que
da
lugar
a
un
sentido
de
si
mismo
que
con
frecuencia
se
conoce
como
´yo
mismo´.
Este
es
el
sentido
de
uno
mismo
que
se
asocia
con
el
desarrollo
de
un
lenguaje
de
vida
interna
que
tiene
forma
narrativa
y
que
caracteriza
lo
que
William
James
llama
el
´flujo
de
conciencia´.
Desde
una
perspectiva
narrativa,
el
desarrollo
o
re-‐desarrollo
de
este
sentido
de
una
vida
interna
se
puede
alcanzar,
en
parte,
a
través
de
la
indagación
terapéutica
que
provee
un
andamio
para
que
las
personas
junten
experiencias
diversas
de
la
vida
en
una
línea
de
historia
que
unifica
estas
experiencias,
y
que
les
provee
de
un
sentido
de
continuidad
personal
a
través
del
curso
de
su
historia.
El
arreglo
de
las
experiencias
de
la
vida
alrededor
de
temas
específicas
y
metáforas
relevantes
contribuye
significativamente
a
esta
unificación
y
al
sentido
de
contiuidad,
y
a
la
restauración
de
la
duplicación
de
la
conciencia
al
que
se
ha
hecho
referencia
en
esta
presentación
como
el
´yo´en
relación
con
el
´yo
mismo´.
Re-‐valoración
y
resonancia
En
los
ejemplos
que
he
dado
en
esta
presentación,
la
indagación
terapéutica
ha
sido
dirigida
primeramente
a
la
identificación
de
aquellos
aspectos
de
la
vida
a
las
que
las
personas
le
han
dado
valor.
Estos
podrían
ser:
propósitos
específicos
para
la
vida
de
uno
que
son
estimados,
valores
y
creencias
preciados
con
respecto
a
la
aceptación,
la
justicia
y
la
equidad;
aspiraciones,
esperanzas
y
sueños
atesorados;
promesas,
votos
y
compromisos
personales
a
formas
de
ser
en
la
vida;
memorias,
imágenes
y
fantasías
especiales
de
la
vida
que
están
ligadas
a
temas
significativos;
metáforas
que
representan
esferas
especiales
de
existencia;
y
así
sucesivamente.
En
el
contexto
de
las
conversaciones
terapéuticas
que
he
descrito,
estos
aspectos
de
las
vidas
de
las
personas
fueron
identificados
y
re-‐valorados
a
través
de
una
gama
de
70
respuestas
resonantes.
No
siempre
es
fácil
identificar
aquellos
aspectos
de
la
vida
a
los
que
las
personas
les
han
dado
valor
-‐
con
frecuencia
han
sido
escondidos
en
lugares
donde
están
a
salvo
de
mayor
escarnio
y
disminución
-‐
y
aún
cuando
sean
identificados,
puede
ser
una
tarea
significativa
lograr
que
las
personas
los
nombren.
Sin
embargo,
a
pesar
de
cualquier
dificultad
inicial
en
identificar
aquellos
aspectos
de
la
vida
a
los
cuales
las
personas
atribuyen
valor,
considero
que
estos
están
siempre
presentes
en
las
expresiones
de
vida
de
las
personas.
Considero
que
esto
es
cierto
aún
cuando
estas
personas
experimenten
la
vida
de
forma
regular
a
través
de
la
esclavitud
de
las
memorias
traumáticas
disociadas
-‐
tal
como
observa
Meares
(2000),
aún
en
este
momento
hay
algún
principio
operando
en
la
selección
de
las
memorias.
Este
hecho
es
un
tributo
extraordinario
a
la
negativa
de
la
persona
a
entregar,
o
ser
separado
de,
lo
que
fue
tan
poderosamente
irrespetado
y
despreciado
en
el
contexto
del
trauma.
Una
vez
identificado,
lo
que
sea
de
la
vida
y
la
identidad
a
la
que
la
persona
le
ha
dado
valor
provee
una
orientación
para
el
desarrollo
de
la
resonancia
dentro
de
la
conversación
terapéutica.
En
esta
presentación
he
presentado
ejemplos
de
prácticas
terapéuticas
que
contribuyen
un
andamio
para
desarrollar
esta
resonancia.
Uno
de
estos
ejemplos
fue
la
historia
acerca
de
mi
trabajo
con
Julie
quien,
en
el
curso
de
varias
reuniones,
y
en
ocasiones
con
la
participación
activa
de
las
trabajadoras
del
albergue
y
otras
mujeres
que
vivián
en
el
albergue,
fue
capaz
de
re-‐desarrollar
un
rico
´sentido
de
mi
mismo´,
y,
como
resultado
de
esto,
nunca
volvió
a
vivir
con
el
hombre
que
la
había
maltratado.
Re-‐asociar
la
memoria
disociada
Dado
que
las
memorias
disociadas
se
ubican
fuera
de,
y
son
independientes
de,
las
vidas
de
las
personas,
son
memorias
atemporales;
estas
memorias
están
aparte
de
las
líneas
de
historia
de
las
vidas
de
las
personas,
que
se
componen
de
experiencias
ligadas
en
secuencias
a
través
del
tiempo
de
acuerdo
a
temas
específicos.
Estando
ubicados
fuera
de
la
dimensión
del
tiempo,
estas
memorias
traumáticas
no
tienen
comienzo
ni
fin.
Cuando
las
memorias
traumáticas
están
fuera
del
tiempo
en
esta
forma,
siempre
existe
el
potencial
de
que
circunstancias
particulares
disparen
el
re-‐
vivir
de
estas
memorias
en
tiempo
real.
Estas
memorias
traumáticas
se
re-‐viven
como
una
experienca
presente
y
el
resultado
es
la
re-‐traumatización.
Aparte
de
ser
memorias
atemporales,
las
memorias
disociadas
son
medias
memorias.
Lo
que
se
excluye
de
la
memoria
disociada
es
un
recuento
de
la
respuesta
de
la
persona
a
lo
que
fue
sometida.
Las
personas
no
son
recipientes
pasivos
de
los
traumas
a
los
que
son
sometidos.
Aún
si
son
impotentes
para
influenciar
significativamente
a
lo
que
están
siendo
sometidos,
o
no
tienen
opciones
para
escapar
del
contexto
traumático,
toman
los
pasos
que
están
a
su
disposición
para
modificar
de
alguna
manera
pequeña
a
lo
que
están
siendo
sometidas,
o
71
modificar
los
efectos
de
este
trauma
sobre
sus
vidas
y
sus
identidades.
No
solo
son
excluidos
los
detalles
de
estas
respuestas
de
la
memoria
disociada,
sino
que
los
fundamentos
de
estas
respuestas
también
son
borrados;
esto
es,
a
qué
era
que
la
persona
seguía
dando
valor
a
través
de
esta
experiencia,
incluyendo
su
sentimiento
de
vida,
y
las
prácticas
de
vida
asociadas
con
este
sentimiento
de
vida.
En
otras
palabras,
las
memorias
traumáticas
son
medias
memorias
ya
que
excluyen
un
recuento
de
agencia
personal
que
estaría
en
armonía
con
el
sentido
de
mi
mismo
familiar
y
preferido
de
la
persona.
Hay
muchos
factores
que
contribuyen
al
desarrollo
de
una
memoria
disociada.
Estos
incluyen
el
hecho
de
que
la
experiencia
del
trauma
es:
a)
Irreconciliable
con
lo
que
la
persona
valora;
b)
en
muchos
casos
un
asalto
directo
a
lo
que
las
personas
tienen
por
precioso;
c)
irreconciliable
con
muchas
de
las
nociones
de
la
vida
preciadas
por
la
cultura;
d)
Frecuentemente
asociadas
con
la
disminución,
descalificación
y
el
castigo
activo
de
las
respuestas
de
las
personas
a
lo
que
están
siendo
sometidos,
y
de
lo
que
provee
el
fundamento
de
estas
respuestas.
Para
re-‐asociar
las
memorias
disociadas,
es
necesario
restaurar
estas
medias
memorias
a
memorias
plenas.
En
otras
palabras,
la
tarea
es
resuscitar
lo
que
ha
sido
borrado
en
la
memoria
disociada
-‐
esto
es,
las
respuestas
de
las
personas
a
lo
que
estaban
siendo
sometidas,
y
los
fundamentos
de
estas
respuestas.
Esta
resurrección
es
restaurador
de
un
sentido
de
agencia
personal,
uno
que
está
en
armonía
con
el
´sentido
de
mi
mismo´
preferido
de
la
persona.
Este
es
el
´sentido
de
mi
mismo´
al
cual
he
hecho
referencia
en
muchas
ocasiones
en
el
curso
de
esta
presentación,
uno
que
provee
una
experiencia
de
continuidad
de
la
persona
a
través
de
los
muchos
episodios
de
la
historia
personal.
La
restauracion
de
estas
memorias
a
memorias
plenas
provee
el
fundamento
para
que
ellas
sean
integradas
a
la
historia
de
las
líneas
de
historia
de
las
vidas
de
las
personas
-‐
al
ser
restauradas
de
esta
manera,
estas
memorias
llevan
consigo
recuentos
de
la
persona
que
ya
no
son
extraños,
y
esto
provee
condiciones
para
que
estas
memorias
sean
incluídas
en
las
líneas
de
historia
de
las
vidas
de
las
personas
en
maneras
que
les
proveen
con
comienzos
y
finales
en
el
tiempo.
Cuando
se
reasocia
la
memoria
traumática
de
esta
manera,
el
potencial
de
que
estas
memorias
sean
re-‐traumatizantes
se
disminuye
de
manera
muy
signficativa.
Estas
consideraciones
relacionadas
con
la
re-‐asociación
de
la
memoria
disociada
enfatizan
aún
más
la
importancia
de
la
prioridad
dada
en
este
trabajo
a
la
revitalización
y
el
re-‐desarrollo
de
un
´sentido
de
mi
mismo´.
La
memoria
disociada
no
puede
ser
re-‐asociada
si
no
hay
un
marco
receptor
en
el
cual
incluirlo;
si
no
existe
una
línea
de
historia
a
través
de
la
cual
se
pueda
trazar
un
´sentido
de
mi
72
mismo´preferido
a
través
de
los
muchos
epidsodios
de
la
historia
personal.
Una
vez
haya
progreso
en
la
revitalización
y
el
re-‐desarrollo
de
este
´sentido
de
mi
mismo´,
las
personas
pueden
ser
ayudadas
a
especular
imaginativamente
acerca
de
cómo
pudieron
haber
respondido
a
los
traumas
de
su
historia,
y
acerca
del
fundamento
de
estas
respuestas.
En
esta
especulación
imaginativa,
se
les
anima
a
las
personas
a
re-‐
proyectar,
a
la
historia
de
sus
vidas,
lo
que
se
está
conociendo
más
ricamente
acerca
de
su
sentimiento
de
la
vida,
y
acerca
de
las
prácticas
de
la
vida
que
se
asocian
con
esto,
incluyendo
sus
prácticas
de
contra-‐poder.
Agregaría
que,
en
mi
experiencia,
esta
especulación
imaginativa
no
siempre
es
necesaria
en
la
re-‐asociación
de
la
memoria
disociada.
En
muchas
instancias
la
revitalización
y
el
re-‐desarrollo
de
este
´sentido
de
mi
mismo´,
en
la
forma
que
he
descrito
en
esta
presentación,
provee
condiciones
para
la
re-‐asociación
espontánea
de
la
memoria
disociada;
en
el
curso
de
estas
conversaiones
terapéuticas,
las
experiencias
del
trauma
con
frecuencia
vienen
a
la
memoria
conciente
y
son
asignadas
a
la
historia
por
primera
vez.
Volviendo
a
la
historia
de
Julie,
una
vez
que
ella
tuvo
la
oportunidad
de
desarrollar
ricamente
una
narrativa
personal
que
exhibía
un
sentido
valorado
de
la
persona
que
se
podía
trazar
a
través
de
la
historia
de
eventos
significativos
de
su
vida,
estábamos
en
una
posición
donde
podíamos
involucrarnos
en
la
especulación
imaginativa
acerca
de
cómo
ella
había
respondido
al
trauma
al
que
había
sido
sometida
de
niña.
Este
fue
un
trauma
del
que
mayormente
no
tenía
memoria
conciente,
pero
sentía
que
había
experimentado.
Este
sentido
se
confirmó
con
información
que
le
había
sido
dada
por
su
hermano,
su
hermana
y
una
tía
materna.
Esta
especulación
imaginativa
se
basó
en
las
muchas
comprensiones
acerca
del
sentimiento
de
vida
de
Julie,
y
en
las
prácticas
de
la
vida
asociadas
con
esto,
que
fueron
generadas
en
el
contexto
de
nuestras
conversaciones
terapéuticas
(i.e.
su
posición
frente
a
la
injusticia,
su
creencia
en
la
equidad,
su
compromiso
a
defender
a
las
personas
que
estaban
pasando
por
tiempos
difíciles,
y
las
formas
en
las
que
ella
valora
las
vidas
de
los
niños).
Fue
en
el
contexto
de
esta
especulación
que
Julie
comenzó
a
recordar
aspectos
de
sus
experiencias
de
trauma.
Mientras
algo
de
angustia
se
asoció
con
este
recuerdo,
este
no
fue
re-‐traumatizante
para
Julie.
Como
resultado
de
estos
esfuerzos
por
re-‐asociar
la
memoria
disociada,
ella
reportó
una
disminución
muy
significativa
en
episodios
de
ideas
profundamente
desmoralizantes
acerca
de
su
identidad,
y
de
las
imágenes
visuales
asustadoras
que
con
frecuencia
se
asociaban
a
estas,
que
parecían
salir
de
la
nada.
Este
es
el
tipo
de
re-‐asociación
de
las
memorias
disociadas
que
se
hace
posible
cuando
se
restaura
el
´sentido
de
mi
mismo´.
73
Agradecimientos
Gracias
por
invitarme
a
venir
y
unirme
a
ustedes
hoy.
¡Hemos
abarcado
mucho
territorio
en
un
breve
tiempo!
En
esta
presentación
he
enfatizado
la
prioridad
dada
al
re-‐desarrollo
y
la
revitalización
de
un
´sentido
de
mi
mismo´en
mi
trabajo
con
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma.
He
compartido
con
ustedes
algunas
reflexiones
acerca
de
cómo
se
puede
alcanzar
esto
a
través
del
uso
de
las
estructuras
de
la
ceremonia
definitoria,
las
prácticas
de
los
testigos
externos,
y
las
conversaciones
de
re-‐autoría.
Y
en
la
última
parte
de
esta
presentación
he
discutido
el
trabajo
de
los
teóricos
de
la
memoria
y
su
relevancia
a
nuestro
trabajo
con
personas
que
han
sufrido
trauma.
Más
exactamente,
he
propuesto
que,
para
re-‐asociar
la
memoria
disociada,
debemos
primero
habilitar
una
revitalización
del
´sentido
de
mi
mismo´.
Pero
esta
no
es
la
historia
completa.
Es
sólo
una
pequeña
parte
de
la
historia.
Espero
que
esto
haya
sido
interesante
y
relevante
para
usted
y
estaré
a
la
expectativa
de
la
oportunidad
de
que
nuestros
caminos
se
vuelvan
a
cruzar.
Ojalá
pudiéramos
encontrarnos
en
el
futuro
cercano
para
participar
en
más
exploraciones
de
nuestro
interés
común
de
trabajar
con
los
que
han
sido
sometidos
al
trauma.
Muchísimas
gracias.
Reconocimientos
Queremos
reconocer
las
contribuciones
de
Rose
Nakad,
Bassam
Marshoud,
y
el
Dr.
Mahmud
Sehwail
en
la
formacion
de
los
enlaces
entre
el
TRC
y
el
Dulwich
Centre.
También
quisiéramos
reconocer
la
hospitalidad
y
espíritu
colegiado
del
Barcai
Institue
en
Tel
Aviv,
quienes
fueron
los
anfitriones
del
viaje
reciente
de
Michael
White
a
Israel,
durante
el
cual
tuvo
lugar
esta
visita
a
Ramala.
Notas
1. Este
sentido
de
mí
mismo
es
un
fenómeno
del
lenguaje
de
la
vida
interna
que
William
James
(1892)
denominó
el
´flujo
de
conciencia´.
2. Aparte
de
otras
cosas,
actualmente
con
frecuencia
hallo
la
oportunidad
de
ayudar
a
las
personas
a
nombrar,
frecuentemente
por
primera
vez,
la
naturaleza
del
trauma
al
que
han
sido
sometidos,
y
a
identificar
las
estrategias
de
poder
a
las
que
han
sido
sometidas
en
el
contexto
de
este
trauma.
He
discutido
en
otro
lugar
este
aspecto
de
una
aproximación
narrativa
en
el
abordaje
del
trauma
(White,
1995),
y
no
me
enfocaré
en
esto
aquí.
3. Al
finalizar
nuestras
reuniones,
Julie
insistió
en
que
yo
incluyera
su
nombre
y
datos
de
contacto
en
uno
de
mis
registros
de
testigos
externos.
4. Al
atribuirle
el
significado
debido
a
este
logro,
es
útil
que
los
terapeutas
conciban
del
desarrollo
de
estas
prácticas
de
contra-‐poder
como
una
contribución
a
una
tecnología
más
amplia
de
contra-‐poder.
5. Tomando
de
la
teoría
literaria,
Bruner
(1986)
emplea
el
término
panorama
de
conciencia,
no
identidad.
Veo
esto
como
una
descripción
más
adecuada,
pero
tiende
a
ser
confuso
en
el
74
contexto
de
la
cultura
de
la
psicoterapia,
donde
el
término
´conciencia´
tiene
diferentes
asociaciones
históricas.
6. Desafortunadamente,
el
hermano
y
la
hermana
de
Julie
no
pudieron
asistir
a
nuestras
reuniones.
Si
hubieran
estado
disponibles,
los
hubiera
podido
invitar
a
asumir
la
posición
de
testigos
externos
en
parte
de
mi
conversación
con
Julie.
7. Russell
Meares
es
un
psiquiatra
de
Sydney
quien
se
ha
especializado
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma.
Tuve
la
buena
fortuna
de
compartir
un
foro
con
Russel
Meares
en
un
congreso
psiquiátrico
hace
algunos
años,
y
descubrí
que
teníamos
muchos
intereses
en
común.
No
sólo
dedicamos
ambos
un
considerable
tiempo
y
pensamiento
al
desarrollo
de
abordajes
para
el
trabajo
con
el
trauma,
sino
que
también
tenemos
un
interés
común
en
los
escritos
de
muchos
pensadores
interesantes,
incluyendo
a
William
James
(1892),
Lev
Vygotsky
(1962),
y
Gaston
Bachelard
(1969).
Además,
tenemos
un
aprecio
compartido
por
el
significado
de
conceptos
clave
en
la
formación
de
las
prácticas
sanadoras,
incluyendo
el
concepto
de
´resonancia´,
y
una
apreciación
compartida
de
la
importancia
de
identificar
a
qué
es
que
las
personas
´dan
valor´,
a
lo
que
me
he
referido
muchas
veces
en
esta
presentación.
En
este
foro
yo
estaba
recién
llegado
a
la
teoría
de
la
memoria,
y
estaba
fascinado
por
esto
y
por
el
pensar
de
Russell
Meares
en
cuanto
a
las
implicaciones
de
la
teoría
de
la
memoria
en
el
trabajo
con
personas
que
habían
sido
sometidas
al
trauma.
Y
me
pareció
muy
interesante
que
compartíamos
la
misma
prioridad
en
nuestro
trabajo
en
el
área
del
trauma,
y
sin
embargo
habíamos
llegado
a
esta
por
rutas
muy
diferentes
-‐
para
mí
es
el
´desarrollo
rico
de
las
narrativas
personales´que
es
restaurador
del
lenguaje
de
la
vida
interna
del
cual
escribió
tan
elocuentemente
James,
y
para
Russell
Meares
es
el
re-‐desarrollo
de
un
´sentido
de
mi
mismo´
que
está
fundado
en
la
revitalización
de
este
lenguaje
de
la
vida
interna.
Al
abandonar
este
foro,
leí
el
libro
de
Meares,
Intimacy
and
Alienation
[Intimidad
y
Alienación]
(2000),
y
luego
hice
seguimiento
consultando
algunos
de
los
autores
a
quienes
él
se
refirió
en
el
foro
que
compartimos.
Intimacy
and
Alientation
provee
un
excelente
resúmen
de
lo
que
han
dicho
los
teóricos
de
la
memoria
acerca
de
la
memoria
y
el
trauma,
y
también
es
fuente
de
numerosas
ideas
originales
que
yo
considero
altamente
relevantes
a
este
campo
de
investigación
y
práctica.
En
esta
presentación
en
Ramala,
mucho
de
lo
que
hablé
acerca
de
la
teoría
de
la
memoria
y
los
efectos
del
trauma
sobre
la
memoria
fue
informado
por
las
exploraciones
de
Russell
Meares
en
este
tema,
mientras
que
las
prácticas
terapéuticas
reales
que
discutí
fueron
tomadas
de
mis
exploraciones
de
las
ideas
narrativas.
8. Ya
que
se
le
da
prioridad
al
re-‐desarrollo
y
la
revitalización
de
este
flujo
de
consciencia
en
el
trabajo
con
personas
que
han
sido
sometidas
al
trauma,
en
esta
nota
final
proveeré
un
recuento
extendido
de
este
sistema
de
memoria,
y
su
desarrollo.
Gran
parte
de
este
recuento
es
tomado
del
trabajo
de
William
James
(1892),
Lev
Vygotsky
(1962),
y
Gaston
Bachelard
(1969).
76
un
sentido
de
mí
mismo
aumentado.
Todo
esto
se
experimenta
mientras
que
a
la
vez
uno
es
conciente
de
que
soy
´yo´
el
que
está
recordando.
Es
el
desarrollo
de
esta
realidad
personal
a
través
de
la
interiorización
de
este
lenguaje
de
la
vida
interna
que
nos
provee
de
un
sentido
de
intimidad
personal.
Es
también
este
desarrollo
que
provee
un
fundamento
para
alcanzar
un
sentido
de
intimidad
personal
con
otros.
Esta
es
una
intimidad
que
depende
de
la
capacidad
de
uno
de
expresar
una
experiencia
interna
que
se
puede
compartir
con
otros,
y
que
tendrá
una
resonancia
con
la
experiencia
interna
de
otros.
Esto
contribuye
a
un
sentido
de
familiaridad
interpersonal
y
a
un
sentido
de
mutua
comprensión
que
es
el
distintivo
del
relacionarse
íntimamente
con
otros.
En
este
recuento,
el
sentido
de
mi
mismo,
que
tiene
sus
orígenes
en
la
colaboración
social,
sigue
siendo
muy
significativamente
un
fenómeno
relacional
-‐
el
´sentirme
a
mi
mismo´es
de
forma
muy
significativa
una
experiencia
de
movimientos
resonantes
en
nuestras
relaciones
íntimas.
La
interiorización
de
este
lenguaje
de
la
vida
interna
también
hace
posible
una
relación
´empática´con
aspectos
de
un
mundo
familiar
y
entendible,
que
de
otra
manera
serían
extraños
y
rudimentarios.
Este
es
el
resultado
de
experimentar
una
resonancia
entre
los
temas,
propósitos
y
planes
orientadores
de
la
vida
interna
de
uno
con
los
eventos
en
desarrollo
de
una
realidad
externa
-‐
una
continuidad
entre
la
experiencia
interna
y
el
mundo
externo.
9.
De
acuerdo
con
algunas
versiones
de
la
teoría
de
la
memoria,
estas
conclusiones
acerca
de
la
identidad
que
son
asignadas
al
estado
de
hechos,
son
almacenados
en
la
memoria
semántica,
y
son
relativamente
invulnerables
a
los
esfuerzos
directos
por
modificarlas
o
refutarlas.
Consistentemente
he
encontrado
que
el
desarrollo
de
conversaciones
de
exteriorización
es
corrosivo
para
estas
conclusiones
negativas
(por
ejemplo,
véase
White
2001).
Estas
conversaciones
de
exteriorización
tienen
como
objetivo
desenvolver
estas
conclusiones,
y
no
constituyen
esfuerzos
por
refutarlas
ni
modificarlas.
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idioma
original)
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White,
M.
2003:
‘Community
assignments
and
narrative
practice.’
International
Journal
of
Narrative
Therapy
and
Community
Work,
No.2.
78
Capítulo
3
El
proceso
de
preguntar:
¿una
terapia
de
mérito
literario?
Michael
White
7
Este
texto
se
enfoca
en
el
proceso
de
hacer
preguntas
en
terapia.
Se
ha
venido
dando
un
aumento
en
la
atención
sobre
la
formulación
de
preguntas
en
la
literatura
de
la
terapia
familiar
(Penn,
1985
y
Tomm,
1987),
inspirado
especialmente
por
la
contribución
del
grupo
de
Milán
(Selvini
–
Palazzoli,
et
al
1980).
Aquí
intento
restringir
mi
foco
a
una
aproximación
que
llamo
el
preguntar
con
influencia
relativa
(White,
1986)
y
dar
cuenta
de
esta
aproximación
como
un
proceso
de
preguntar
a
través
del
desmantelamiento
y
la
especificación
de
estas
prácticas
que
los
miembros
de
las
familias
y
los
terapeutas
han
experimentado
como
empoderantes.
El
proceso
de
preguntar
con
influencia
relativa,
invita
a
los
miembros
de
la
familia
a
derivar
en
dos
descripciones
diferentes
sobre
su
asociación
con
el
problema
que
traen
a
terapia.
La
primera
es
una
descripción
de
la
influencia
del
problema
en
sus
vidas
y
las
relaciones
de
los
miembros
de
la
familia;
la
segunda
es
una
descripción
de
la
influencia
de
los
miembros
de
la
familia
y
su
relación
en
la
vida
del
problema.
El
proceso
de
preguntar
con
influencia
relativa
también
invita
a
los
miembros
de
la
familia,
a
participar
en
la
construcción
de
una
nueva
descripción
del
problema
mismo
-‐
una
descripción
externalizada8.
La
descripción
de
la
influencia
del
problema
en
las
vidas
y
las
relaciones
de
los
miembros
de
la
familia,
se
obtiene
con
relativa
facilidad.
La
segunda
descripción,
que
requiere
que
los
miembros
de
la
familia
encuentren
excepciones
a
la
influencia
del
problema
en
sus
vidas
y
en
sus
relaciones,
es
más
difícil
de
obtener.
La
derivación
de
esta
segunda
descripción
usualmente
requiere
que
el
terapeuta
inicie
preguntas
que
inviten
a
los
miembros
de
la
familia
a
atender
“resultados
únicos”,
es
decir
esos
resultados
que
contradicen
aspectos
de
la
descripción
que
hace
la
familia
sobre
la
saturación
del
problema
en
su
vida.
Aunque
desatendidos,
estos
resultados
7
En:
Dulwich
Centre
Newsletter,
Winter,
1988,
pp
8-‐14.
8
Terapeuta
Familiar,
Dulwich
Center.
79
únicos
están
siempre
presentes.
Estos
incluyen
una
serie
de
eventos,
ideas,
sentimientos
e
intenciones
que
no
son
seleccionadas
por
los
miembros
de
la
familia
para
sobrevivir
ya
que
inadvertidamente
participan
en
la
sobrevivencia
del
problema.
He
considerado
esta
desatención
ó
esta
no
selección
de
resultados
únicos
dentro
del
contexto
del
relato
estocástico
de
Bateson
sobre
el
proceso
evolutivo.
De
acuerdo
con
este
relato,
hay
dos
caras
del
proceso
evolutivo;
los
eventos
que
ocurren
al
azar
por
un
lado,
y
el
acto
de
selección
por
el
otro
lado.
Los
resultados
únicos
pasan
sin
ser
reconocidos,
a
no
ser
que
el
receptor
esté
de
"alguna
forma
listo
para
apreciar
el
descubrimiento
cuando
éste
llegue”
(Bateson).
…
Arrancar
lo
nuevo
de
lo
azaroso
requiere
algún
tipo
de
maquinaria
selectiva
para
dar
cuenta
de
la
persistencia
continua
de
la
nueva
idea.
(Bateson
1980,
p-‐
49).
La
práctica
de
invitar
a
los
miembros
de
la
familia
a
atender
los
resultados
únicos,
introduce
un
estado
de
“estar
listos”
para
seleccionar
los
nuevos
“descubrimientos”.
En
la
medida
en
que
esta
práctica
permita
a
los
miembros
de
la
familia
estar
alerta
y
los
motive
a
luchar
para
tener
en
cuenta,
las
contradicciones,
no
se
describiría
adecuadamente
como
“señalar
lo
positivo”.
En
respuesta
a
la
invitación
de
atender
los
resultados
únicos,
los
miembros
de
la
familia
elaboran
nuevas
descripciones
de
ellos
mismos,
de
los
otros
y
de
sus
relaciones.
En
este
proceso,
el
terapeuta
no
requiere
convencer
a
nadie
de
nada.
De
forma
consistente,
he
encontrado
que
las
preguntas
de
influencia
relativa,
en
sí
mismas,
precipitan
cambios
significativos
que
son
empoderantes
para
las
los
miembros
de
la
familia
y
para
los
terapeutas.
Mi
comprensión
de
esto
esta
pasada
en
la
explicación
que
Bateson
propone
para
eventos
del
“mundo
de
los
vivos”.
Él
argumenta
que
solamente
podemos
conocer
el
mundo
bajo
descripción,
y
que
una
percepción
objetiva
de
la
realidad
no
está
disponible
para
nosotros,
esto
lo
fundamenta
citando
la
famosa
frase
de
Korzybski:
“El
mapa
no
es
el
territorio”.
Además,
Bateson
mantiene
que
todos
los
nuevos
eventos
en
el
mundo
de
los
vivos
deberían
ser
considerados
una
respuesta
a
información
ó
“noticias”
sobre
la
diferencia,
respecto
a
distinciones
ofrecidas
por
nuevas
descripciones;
y
no
como
una
reacción
a
fuerzas,
impactos
e
impulsos.
Al
proveer
dos
descripciones
contrastantes
sobre
el
yo,
los
otros,
las
relaciones,
y
el
problema
en
sí
mismo,
las
preguntas
de
influencia
relativa
permiten
que
los
miembros
de
la
familia
creen
nuevas
distinciones,
distinciones
que
provocan
nuevas
respuestas.
Sin
embargo,
mientras
está
claro
que
la
“influencia
relativa”
provee
una
metáfora
útil
para
la
terapia
que
hace
que
los
miembros
de
la
familia
puedan
dar
cuenta
de
la
opresión
que
han
experimentado
en
relación
con
el
problema
y
que
les
invita
a
atender
resultados
únicos
que
contradigan
las
descripciones
sobre
la
saturación
del
80
problema,
y,
mientras
que
la
teoría
del
Bateson
provee
una
explicación
sobre
el
efecto
de
esta
terapia,
esto
dice
poco
acerca
de
las
micro-‐prácticas
más
específicas
de
la
aproximación
que
efectivamente
establece
las
condiciones
para
la
generación
de
nuevas
extensiones.
Al
considerar
estas
micro
prácticas,
me
enfocaré
aquí
en
aquellas
preguntas
que
invitan
a
la
descripción
de
la
influencia
de
los
miembros
de
la
familia
y
sus
relaciones
en
la
vida
del
problema.
Estas
preguntas
van
a
ser
localizadas
dentro
del
contexto
de
un
proceso.
Preguntas
que
traen
a
la
luz
una
descripción
sobre
la
influencia
de
los
miembros
de
la
familia
y
sus
relaciones
en
la
vida
del
problema
incluyen
aquellas
que
invitan
a
la
selección
de
resultados
únicos
y
aquellas
que
invitan
a
la
familia
a
reposicionarse
en
relación
con
ellos
mismos,
con
los
otros,
y
en
sus
relaciones,
en
referencia
con
estos
resultados
únicos.
Durante
la
discusión
de
este
trabajo
y
siguiendo
la
observación
de
entrevistas,
muchos
colegas
han
dado
comentarios
muy
útiles
y
han
hecho
preguntas
importantes.
Estas
preguntas
han
incluido:
−
¿Es
esta
segunda
descripción
impuesta
a
la
familia
por
el
terapeuta
como
una
realidad
objetiva?
− Si
no
es
así,
cómo
se
estás
“abriendo
el
espacio”
para
que
los
miembros
de
la
familia
consideren
nuevas
posibilidades?
− ¿Cómo
estás
ayudando
a
los
miembros
de
la
familia
para
atraer
a
la
luz
nuevas
realidades?
− ¿Cuales
descripciones
resultan
más
empoderantes
para
los
miembros
de
la
familia?
− ¿Cuál
es
la
estructura
de
estas
nuevas
descripciones?
− ¿Cuál
es
la
gramática
de
estas
preguntas?
Respuestas
únicas,
re-‐descripciones
y
posibilidades
Las
preguntas
que
invitan
a
los
miembros
de
las
familias
a
poner
su
atención
sobre
los
resultados
únicos
son
inicialmente
experimentadas
de
forma
extraña.
Estas
preguntas
nos
mantiene
con
curiosidad
sobre
las
contradicciones
que
surgen,
Y
por
las
cuales
son
confrontados
respecto
a
vacíos
de
conocimiento
respecto
a
ellos
mismos,
a
los
otros
Y
sus
relaciones.
El
terapeuta
anima
a
los
miembros
de
la
familia
para
llegar
estos
vacíos
a
través
de
(1)
ubicar
la
respuesta
única
dentro
del
contexto
de
un
determinado
patrón
de
eventos
que
derivan
en
la
“respuesta
única”,
(2)
atribuir
significado
a
estas
respuestas
únicas
y
de
esta
forma
derivar
en
“re-‐
descripciones
únicas”
sobre
ellos
mismos,
los
otros,
y
la
relaciones
(3)especular
sobre
los
nuevos
futuros
de
acuerdo
a
estas
re-‐descripciones
y
por
lo
tanto
derivar
en
“posibilidades
únicas”.
Estas
respuestas
únicas,
descripciones
y
posibilidades
son
derivadas
del
sistema
terapéutico,
no
son
impuestos
por
el
terapeuta,
y
usualmente
poseen
una
gran
riqueza
y
complejidad
de
la
cual
carecen
las
antiguas
respuestas,
descripciones
y
posibilidades.
81
Para
localizar
la
respuesta
única
dentro
del
contexto
de
un
patrón
de
eventos,
las
preguntas
son
hechas
de
forma
tal
que
ayuden
a
los
miembros
de
la
familia
a
localizar
esta
respuesta
en
tiempo
y
lugar,
asegurando
que
esta
es
parte
de
una
secuencia
que
la
hace
inteligible,
y
que
la
provee
de
significado.
Una
rendición
de
cuentas
direccional
sobre
los
eventos
surge
en
la
medida
que
la
respuesta
única
se
enmarca
dentro
de
un
contexto
de
progresión,
de
cambio.
La
diferencia
que
ocurre
a
lo
largo
del
tiempo
es
lo
que
llamamos
cambio.
(Bateson
1972,
p.
452).
Esta
direccionalidad,
que
a
menudo
adquiere
el
perfil
de
un
estilo
de
vida
o
una
carrera
en
la
vida,
implica
sucesos
pasados
y
se
anticipa
a
los
acontecimientos
futuros,
trayendo
consigo
una
sugerencia
de
nuevas
posibilidades
y
destinos
valorados.
Por
lo
tanto
los
resultados
únicos
proveen
la
base
para
historias
únicas.
Las
preguntas
entonces
son
iniciadas
invitando
a
la
apreciación
el
significado
de
esas
respuestas
únicas
e
historias
singulares,
en
términos
de
las
re-‐descripciones
únicas
del
sí
mismo,
los
otros,
las
relaciones,
y
las
posibilidades
únicas
asociadas.
Los
miembros
de
la
familia
toman
un
rol
activo,
en
vez
de
pasivo,
en
la
generación
de
estas
nuevas
historias
y
re-‐descripciones.
No
es
usual
para
ellos
experimentar
la
capacidad
de
decir
esta
nueva
historia
hasta
que
son
conscientes
de
que
son
responsables
de
su
producción
y
de
que
es
producto
de
su
auto-‐reflexividad
consciente.
En
respuesta
al
resto
de
hacer
este
proceso
más
accesible,
las
preguntas
que
son
hechas
en
esta
terapia
fueron
grabadas
y
luego
transcritas
y
ordenadas.
La
clasificación
de
las
preguntas
detalladas
en
este
documento
es
el
resultado
de
este
esfuerzo.
Al
ofrecer
esta
clasificación
estoy
claro
de
los
peligros
de
la
reificación
de
un
sistema
de
este
tipo.
Para
enfatizar
el
hecho
de
que
esta
clasificación
es
una
producción
y
de
que
“el
mapa
no
es
el
territorio,
y
que
el
nombre
de
la
cosa,
no
es
la
cosa
nombrada”
(Bateson
1980,
p.33),
es
suficiente
decir
que
mi
práctica
es
fluida
y
que
en
el
mismo
momento
de
escribir
estas
notas
he
pensado
sobre
algunas
nuevas
formas,
tal
vez
más
útiles
que
este
proceso
de
preguntas
aquí
presentado.
Sin
embargo,
he
encontrado
el
actual
esfuerzo
muy
útil
dado
que
se
trata
de
una
herramienta
para
el
entrenamiento
en
terapia
familiar
que
permite
experimentar
nuevas
posibilidades
para
los
terapeutas
y
para
sus
clientes.
Una
segunda
descripción
La
discusión
anterior
de
este
enfoque
se
ha
enmarcado
en
términos
de
la
consideración
estocástica
de
Bateson
sobre
el
proceso
evolutivo.
Con
el
objetivo
de
82
presentar
una
segunda
explicación
de
este
proceso,
con
la
esperanza
de
que
las
distinciones
asociadas
puedan
proveer
una
ganancia
extra
de
visión
interna
(insight)
para
mí
mismo
y
para
los
lectores,
he
decidido
presentarlo
a
través
de
analogías
provenientes
de
la
tradición
de
la
explicación
interpretativa
en
Ciencias
sociales.
En
las
ciencias
sociales,
o
al
menos
en
aquellas
que
han
abandonado
una
concepción
reduccionista
sobre
el
tema
que
tratan,
las
analogías
vienen
más
y
más
de
los
artificios
del
performance
cultural
que
de
la
manipulación
física
proveniente
del
teatro,
la
pintura,
la
gramática,
la
literatura,
las
leyes…
los
instrumentos
para
el
razonamiento
están
cambiando
Y
la
sociedad
está
siendo
cada
vez
menos
representada
como
una
máquina
ó
un
cuasi-‐organismo,
y
más
bien
como
un
juego
serio,
un
drama
callejero
o
un
texto
conductual.
(Geertz
1983,
pp.22
y
23).
Específicamente,
usaré
esta
tercera
analogía,
la
del
texto
–“la
más
amplia
de
las
últimas
re-‐figuraciones
de
la
teoría
social”-‐
en
la
segunda
explicación
sobre
el
proceso
de
hacer
preguntas.
Esta
tradición
interpretativa
explica
la
conducta
humana
y
la
interacción
a
través
de
la
analogía
del
“lector”
y
“escritor”.
La
“materia
prima”
para
esta
explicación
está
en
cómo
a
las
acciones
se
les
inscribe
un
significado
duradero
y
en
cómo
los
patrones
y
cambios
en
la
interacción
entre
lectores
y
escritores
son
susceptibles
de
ser
leídos.
Muy
particularmente
me
referiré
a
la
discusión
de
Bruner
sobre
el
pensamiento
del
modo
narrativo
en
la
aplicación
de
esta
analogía
del
texto
de
cara
al
proceso
de
hacer
preguntas.
En
la
investigación
del
modo
narrativo
de
pensamiento,
Bruner
considera
historias
de
mérito
literario:
Las
historias
de
mérito
literario,
para
estar
seguros,
son
acerca
de
eventos
del
mundo
“real”,
pero
estos
eventos
pero
ellos
hacen
que
ese
mundo
nuevo
extraño,
a
salvo
de
la
obviedad,
se
rellene
con
brechas
que
convocan
al
lector,
a
convertirse
en
un
escritor,
un
compositor
de
un
texto
virtual
en
respuesta
al
actual.
Al
final
es
el
lector
quien
debe
escribir
por
sí
mismo
lo
que
intenta
hacer
con
el
texto
actual…
El
texto
virtual
se
convierte
en
una
historia
en
sí
misma,
su
propia
naturaleza
extraña
contraste
con
el
sentido
del
ordinario
del
lector.
A
este
paisaje
de
ficción,
finalmente,
se
le
debe
dar
una
“realidad”
para
sí
mismo
-‐
el
paso
ontológico.
Es
ahí
que
el
lector
hace
una
pregunta
interpretativa
clave
“¿De
qué
se
trata
todo?”
Pero
de
lo
que
se
trata
no
es,
por
supuesto,
del
texto
actual
–
a
pesar
de
su
gran
poder
literario-‐
si
no
del
texto
que
el
lector
ha
construido
bajo
su
influencia.
Y
es
por
esto
que
el
texto
actual
necesita
la
subjuntividad
dad
que
hace
posible
para
el
lector
crear
un
mundo
para
sí
mismo.
Al
igual
que
Barthes,
yo
creo
que
una
gran
cualidad
del
escritor
hacia
el
lector
consiste
en
ayudarlo
a
convertirse
en
escritor…
Más
allá
de
Barthes,
yo
creo
que
la
gran
cualidad
de
un
escritor
es
ayudar
a
convertir
al
lector
en
un
mejor
escritor.
(Bruner
1986,
pp
24-‐37).
83
Esta
“forma”
de
historias
de
mérito
literario
corresponde
con
la
forma
de
una
terapia
que
trae
a
la
luz
resultados
únicos,
re-‐descripciones
y
posibilidades.
Por
lo
cual
podríamos
investigar
el
beneficio
de
definir
una
terapia
de
“mérito
literario”
en
la
cual
la
principal
cualidad
del
terapeuta
hace
las
personas,
es
ayudarles
a
convertirse
en
sus
propios
escritores.
Clasificación
de
preguntas
Las
preguntas
representadas
en
las
siguientes
categorías
tienen
diferentes
formas.
Algunas
preguntas
invitan:
1. La
selección
directa
de
resultados
únicos,
producto
de
nuevas
historias,
re-‐
descripciones
únicas
y
posibilidades
únicas.
Estas
preguntas
anima
a
los
miembros
de
la
familia
a
especular
sobre
nuevas
percepciones
para
de
forma
más
directa
a
aceptar
significancias
que
de
otra
forma
se
hubiera
perdido.
2. La
selección
indirecta
de
resultados
únicos,
derivado
de
historias
únicas,
re-‐
descripciones
únicas
y
posibilidades
únicas.
Estas
preguntas
animan
a
los
miembros
de
la
familia
a
especular
sobre
su
percepción
de
los
otros,
incluyendo
al
terapeuta
Y
colegas.
Esto
les
permite
depender
de
los
códigos
de
los
otros
para
decodificar
o
leer
significancias
que
de
otra
forma
se
hubieran
perdido.
Esto
también
anima
una
audiencia
para
los
cambios
que
contribuyen
a
la
duración
y
consolidación
de
nuevas
descripciones.
3. Una
revisión
y
re-‐apreciación
de
la
relación
de
cada
uno
con
sí
mismo.
Estas
preguntas
animan
a
los
miembros
de
la
familia
a
especular
sobre
qué
cambios
en
su
experiencia
de
sí
mismos
podrían
estar
acompañando
los
resultados
únicos,
historias,
re-‐de
descripciones,
y
posibilidades.
4. Una
revisión
y
re-‐apreciación
de
la
relación
de
cada
uno
con
los
otros.
Estas
preguntas
animan
a
los
miembros
de
la
familia
a
especular
sobre
qué
cambios
en
su
experiencia
con
los
otros
podrían
estar
acompañando
los
resultados
únicos,
historias,
re-‐descripciones,
y
posibilidades.
No
voy
a
presentar
aquí
preguntas
que
traigan
a
colación
la
descripción
de
la
influencia
del
problema
en
la
vida
y
en
las
relaciones
de
los
miembros
de
la
familia.
Ejemplos
sobre
este
tipo
de
preguntas
han
sido
comentados
en
otros
textos
(White
1987).
Lo
que
voy
a
hacer
es
presentar
varias
opciones
de
preguntas
que
ayuden
a
los
miembros
de
la
familia
a
seleccionar
respuestas
únicas,
ubicar
estas
respuestas
únicas
en
el
contexto
de
un
patrón
a
través
del
tiempo,
atribuir
significado
a
las
historias
únicas,
y
especular
sobre
nuevas
posibilidades.
Todas
estas
son
preguntas
que
invitan
a
los
miembros
de
la
familia
a
desarrollar
un
“performance
del
significado”.
Muchas
de
estas
preguntas
son
complejos
en
cuanto
a
su
estructura
y
pueden
ser
parcializadas
para
facilitar
su
comprensión.
Las
formas
de
las
preguntas
presentadas
aquí
no
son
exclusivas,
la
decisión
sobre
qué
formas
excluir
de
la
presente
discusión
no
fue
fácil.
Preguntas
sobre
Resultados
Únicos
84
La
aplicación
imaginativa
del
modo
narrativo
lleva…
a
buenas
historias,
tramas
que
atrapan,
creíbles…
narraciones
históricas.
Tiene
que
ver
con
lo
humano
con
la
intención
y
acción
humana,
así
como
las
vicisitudes
y
consecuencias
que
hacen
parte
de
su
camino.
Se
esfuerza
por
poner
sus
milagros
fuera
del
tiempo
dentro
las
particularidades
de
la
experiencia…
(Bruner
1986,
p.
13).
Las
preguntas
sobre
resultados
únicos
invitan
a
los
miembros
de
la
familia
a
extraer
aquellas
intenciones
y
acciones
que
contradicen
la
descripción
sobre
la
saturación
del
problema
en
su
vida
familiar,
es
decir
aquellos
“milagros
fuera
del
tiempo”
que
de
otra
forma
hubieran
pasado
desapercibidos.
Esto
re-‐define
la
relación
de
los
miembros
de
la
familia
con
el
problema.
Estas
preguntas
pueden
ser
utilizadas
para
traer
a
la
luz
resultados
únicos
que
han
sido
localizados
en
el
relato
histórico
de
los
eventos,
así
como
localizadas
dentro
de
los
eventos
que
han
ocurrido
en
la
interacción
entre
los
miembros
de
la
familia
y
el
terapeuta
durante
la
sesión.
Preguntas
Directas
-‐ ¿Puede
recordar
una
ocasión
en
la
que
podría
haber
quedado
atrapado
en
el
problema
pero
no
lo
hizo?
-‐ ¿Puedes
recordar
una
ocasión
en
que
John
estaba
casi
sobrepasado
por
el
problema,
pero
en
vez
de
eso
logró
intervenir
y
socavarlo?
-‐ ¿Puede
pensar
en
un
momento
en
que
su
relación
se
enfrentaba
a
la
adversidad
y
podría
haberse
hundido
en
el
problema,
pero
en
lugar
de
eso
se
recuperó
y
conjuró
el
problema?
-‐ ¿Puede
pensar
en
un
episodio
en
el
que
sus
padres
estuvieron
divididos
ante
el
problema
pero
luego
lograron
unirse
y
desafiar
su
influencia?
-‐ ¿Puede
reconocer
una
ocasión
en
que
su
determinación
para
escapar
del
problema
fue
tal
que
casi
logró
liberarse
de
esa
influencia
sobre
usted?
-‐ ¿Podría
identificar
una
ocasión
en
que
la
intención
de
Sally
por
escapar
de
la
opresión
del
problema
era
tal
que
casi
corrió
más
aprisa
que
él?
-‐ ¿Puede
identificar
un
incidente
en
el
que
su
relación
se
sentía
más
en
forma
y
más
fuerte
y
casi
no
sometida
por
el
peso
del
problema?
-‐ ¿Le
ha
sorprendido
descubrir
que
ha
sido
capaz
de
escapar
de
las
garras
de
su
estado
de
ánimo
en
este
encuentro
y
responder
a
unas
preguntas?
-‐ ¿Le
ha
sorprendido
qué
tanto
Harry
ha
sido
capaz
de
desafiar
el
problema
y
tener
ideas
propias
en
esta
reunión?”
Preguntas
Indirectas
-‐ ¿De
qué
cree
que
se
tratan
los
eventos
que
me
ha
relatado
y
me
dice
que
todavía
tienen
alguna
influencia
en
la
vida
del
problema?
85
-‐ ¿Puedes
ver
que
yo
podría
estar
sorprendido
de
la
contribución
que
usted
hizo
dadas
las
circunstancias?
-‐ ¿Qué
aspecto
de
esta
evolución
crees
que
mis
colegas
están
descubriendo
más
llamativo?
-‐ ¿Qué
cree
que
podrían
ver
ellos
en
este
episodio
como
una
negativa
de
su
parte
a
cooperar
con
el
problema?
-‐ ¿Qué
crees
que
Fred
podría
haber
notado
sobre
cómo
su
relación
hizo
frente
en
esta
ocasión,
y
qué
podría
haber
sido
una
sorpresa
para
él?
-‐ En
vista
de
la
historia
de
la
gran
influencia
del
problema
en
su
relación,
¿qué
piensa
que
estoy
notando
acerca
de
su
relación
en
esta
ocasión
que
me
está
sorprendiendo?
-‐ ¿De
qué
cree
que
se
trata
esa
actuación
de
su
relación
que
en
este
momento
podría
haber
despertado
la
curiosidad
de
mis
colegas?
Preguntas
de
Recuento
Único
…
La
historia
debe
ser
construida
en
dos
paisajes
simultáneamente.
Uno
es
el
paisaje
de
la
acción
constituido
por
los
argumentos
de
la
acción:
agente,
intención,
meta
de
la
situación,
instrumento,
algo
correspondiente
con
“la
gramática
de
la
historia”.
(Bruner
1986,
p.
14)
Las
preguntas
del
recuento
único
invítan
a
los
miembros
de
la
familia
a
dar
sentido
a
las
respuestas
únicas
a
través
de
localizarlas
dentro
de
un
patrón
ó
clase
de
eventos
que
estén
vinculados
en
tiempo
y
lugar.
Las
respuestas
únicas
se
ubican
en
el
“paisaje
de
la
acción”.
Las
preguntas
historizan
los
resultados
únicos,
emplean
una
gramática
de
puntos
de
inflexión
y
progreso,
e
invitan
a
un
recuento
de
la
historia
personal
y
de
la
relación.
Preguntas
Directas
-‐ ¿Cómo
hizo
para
dar
este
paso?
-‐ ¿Me
puede
ayudar
a
entender
qué
hizo
para
escapar
del
problema?
-‐ ¿Cuando
se
dio
cuenta
por
primera
vez
que
estaba
tomando
la
decisión
de
aventurarse
y
probar
algo
nuevo?
-‐ ¿Qué
cree
usted
que
pudo
acontecerle
a
John
en
preparación
para
este
logro?
-‐ ¿De
dónde
cree
que
obtuvo
la
idea
de
experimentar
un
nuevo
estilo
de
vida?
-‐ Si
este
ejemplo
de
su
escape
del
problema
es
una
señal
de
una
nueva
orientación,
¿qué
le
dice
de
la
naturaleza
de
la
misma?
-‐ ¿Qué
más
ha
notado
que
pudiera
decirle
más
acerca
de
esa
nueva
orientación?
-‐ ¿Qué
tipo
de
entrenamiento
hiciste
a
fin
de
preparar
tu
relación
para
declinar
la
invitación
a
colaborar
con
el
problema?
-‐ Si
este
fue
un
punto
de
giro
de
su
relación,
¿qué
otros
eventos
más
recientes
podrían
sugerir
que
usted
está
consolidando
un
nuevo
rumbo?
86
-‐ Con
el
beneficio
de
la
retrospección,
¿qué
tan
ajustado
ve
usted
el
éxito
de
esta
ocasión
a
las
esperanzas
y
metas
de
su
vida?
Preguntas
Indirectas
-‐ ¿Qué
piensa
usted
que
me
dice
este
logro
como
señal
de
la
naturaleza
de
su
nueva
orientación?
-‐ ¿Puede
entender
cómo
mis
colegas
podrían
ver
este
logro
como
un
hito?
-‐ ¿Qué
tipo
de
viaje
de
vida
piensa
usted
que
estoy
asociando
con
este
hito?
-‐ ¿De
qué
crees
que
se
trata
de
el
punto
de
inflexión
que
le
parece
más
importante
a
mis
colegas?
-‐ ¿Qué
cree
que
esta
contribución
me
dice
acerca
de
cómo
se
estás
construyendo
un
nuevo
sentido?
-‐ ¿Qué
cree
usted
que
su
intención
de
escapar
del
problema
le
dice
a
María
acerca
de
cómo
está
ahora
tratando
de
dar
forma
a
una
nueva
carrera
en
la
vida?
Preguntas
de
Re-‐descripción
Única
El
otro
paisaje
es
el
paisaje
de
la
conciencia:
lo
que
saben,
piensan,
sienten,
o
no
saben,
piensan,
o
sienten
aquellos
que
están
envueltos
en
la
acción.
(Bruner
1986,
p.14)
Las
preguntas
de
re-‐descripción
única
invitan
a
los
miembros
de
la
familia
a
dar
significado
a
la
respuestas
únicas
y
a
los
relatos
únicos
a
través
de
la
re-‐descripción
de
ellos
mismos,
los
otros,
y
sus
relaciones.
Estas
preguntas
animan
a
los
miembros
de
la
familia
a
operar
en
el
dominio
de
conciencia
y
a
generar
conocimientos
alternativos.
Preguntas
Directas
-‐ ¿Qué
le
dice
esto
acerca
de
sí
mismo
que
para
usted
es
importante
conocer?
-‐ ¿Qué
dice
esto
acerca
de
las
cualidades
de
Jane
que
de
otra
forma
usted
no
podría
conocer?
-‐ ¿Qué
le
dice
esta
nueva
orientación
acerca
de
su
relación
que
para
usted
es
agradable
conocer?
-‐ ¿Qué
declaran
estos
descubrimientos
acerca
de
la
relación
de
sus
padres
que
de
otra
forma
serían
ajenos
para
usted?
-‐ ¿Cree
que
la
nueva
imagen
de
usted
que
acompaña
a
esta
nueva
orientación
se
adapta
más
a
su
tipo
de
persona
que
la
imagen
antigua?
Si
es
así,
¿por
qué
le
conviene
más?
-‐ ¿Qué
hay
en
su
tipo
de
persona
que
le
lleva
a
creer
que
esta
nueva
orientación
se
adapta
mejor
que
la
antigua?
-‐ ¿Cuáles
de
los
logros
que
acompañan
esta
nueva
imagen
de
Harry
la
atraen
más
a
usted?
87
-‐ ¿Qué
le
dice
su
desapego
exitoso
del
viejo
cauce
acerca
de
su
relación
que
usted
puede
admirar?
-‐ ¿Qué
es
lo
que
usted
sabe
ahora
de
su
relación
que
hace
que
usted
quiera
una
conexión
más
fuerte?
Preguntas
Indirectas
-‐ ¿Qué
cree
usted
que
estos
desarrollos
me
dicen
de
usted
como
persona
que
es
importante
para
mi
saber?
-‐ ¿Cómo
piensa
que
esto
ha
cambiado
mi
imagen
de
usted
como
persona?
-‐ ¿Qué
piensa
usted
que
mis
colegas
han
descubierto
acerca
de
su
habilidad
que
de
otra
manera
habrían
pasado
por
alto?
-‐ ¿Qué
piensa
usted
que
esto
le
estaría
diciendo
a
Jane
acerca
de
lo
que
ella
puede
valorar?
-‐ ¿Qué
aspectos
de
su
relación
piensa
usted
que
son
ahora
visibles
para
otros
que
otra
forma
estarían
perdidos
para
todos
nosotros?
-‐ ¿Qué
cree
usted
que
me
dice
esto
acerca
de
su
relación
que
yo
puedo
valorar?
-‐ ¿Qué
podría
estar
advirtiendo
Jim
acerca
de
la
capacidad
de
resolver
problemas
por
parte
de
su
relación
que
podría
ser
nuevo
para
él?
Preguntas
de
relación
consigo
mismo
-‐ ¿Qué
se
siente
al
escucharse
siendo
una
autoridad
en
sí
mismo?
-‐ ¿Qué
diferencia
hace
saber
esto
acerca
de
usted
mismo
en
cómo
se
siente
con
usted
mismo?
-‐ ¿Cómo
estos
nuevos
logros
personales
inciden
en
su
capacidad
para
respetarse
a
sí
mismo?
-‐ ¿Qué
efecto
tiene
esta
valoración
sobre
su
capacidad
para
resolver
y
no
cooperar
con
el
problema
sobre
su
actitud
hacia
usted
mismo?
-‐ ¿Cómo
esta
nueva
imagen
de
usted
mismo
ha
cambiado
su
forma
de
tratarse
como
persona?
Preguntas
de
relación
con
Otros
-‐ ¿Cómo
afectan
estos
descubrimientos
acerca
de
su
influencia
en
la
vida
del
problema
su
relación
con
Sandra?
-‐ ¿Qué
efecto
tiene
en
su
relación
con
Paul
saber
esto
sobre
él?
-‐ ¿Cómo
afecta
esa
comprensión
de
la
importancia
de
estos
cambios
en
la
relación
de
sus
padres
en
la
firma
en
que
está
interactuando
con
ellos?
Preguntas
de
Posibilidad
Única
…
Es
como
si
ellos
se
estuvieron
embarcando
en
un
viaje
sin
mapa
y
aún
así,
poseen
una
serie
de
mapas
que
podrían
darles
pistas,
y
además,
ellos
saben
mucho
acerca
de
88
viajes
y
de
hacer
mapas…
Con
el
tiempo,
el
viaje
se
convierte
en
una
cosa
en
sí
misma
por
más
que
su
forma
inicial
se
tomó
prestada
del
pasado,
(Bruner
1986,
p.
36)
Las
preguntas
de
posibilidades
únicas
invitan
a
los
miembros
de
la
familia
a
especular
sobre
nuevas
relaciones
personales
futuras
que
están
vinculadas
con
los
relatos
únicos
y
con
las
re-‐descripciones
únicas.
Estas
preguntas
animan
a
los
miembros
de
la
familia
a
investigar
sobre
conocimientos
alternativos
sobre
sí
mismos,
y
de
la
relaciones,
a
descubrir
cómo
los
destinos
nuevos
o
metas
valoradas
pueden
acompañar
los
recuentos
únicos
y
las
re-‐descripciones
únicas,
y
descubrir
las
pistas
que
estos
conocimientos
alternativos
pueden
brindar
respecto
a
posibilidades
futuras
y
a
los
pasos
específicos
que
ayudarían
a
llevar
a
cabo
estas
posibilidades.
La
discusión
de
estos
pasos
es
usualmente
acompañada
por
un
debate
respecto
a
si
los
miembros
de
la
familia
están
listos
o
no
para
dar
este
paso.
Durante
este
proceso,
la
nueva
dirección
se
convierte
en
una
“cosa
en
sí
misma”,
con
voluntad
de
tener
vida
propia,
y
siendo
poseedora
de
un
momento
para
sí.
Preguntas
Directas
-‐ ¿Qué
diferencia
hacer
saber
esto
acerca
de
usted
mismo
sobre
los
pasos
que
siguen?
-‐ ¿Cuáles
son
algunas
de
las
posibilidades
que
podrían
ser
alcanzadas
por
la
nueva
orientación
de
Jason?
-‐ ¿Qué
diferencia
puede
tener
para
su
futuro
esta
nueva
comprensión
sobre
su
relación?
-‐ ¿Qué
posibilidades
piensa
que
están
disponibles
ahora
para
la
relación
de
Sara
con
su
padre?
-‐ Puesto
que
usted
encuentra
esta
nueva
imagen
de
sí
mismo
atractiva,
¿de
qué
manera
podría
aumentar
una
mayor
identificación
con
ella?
-‐ ¿Qué
nuevas
posibilidades
piensa
usted
que
se
abrirán
ahora
para
la
relación
de
Sara
con
su
padre?
-‐ ¿En
qué
forma
podría
usted
ampliar
esta
nueva
imagen
de
usted
misma?
-‐ ¿Qué
otras
posibilidades
se
abrirán
para
Fred
cuando
él
se
alinea
con
esta
nueva
imagen
que
usted
tiene
como
persona?
-‐ ¿Cómo
su
atracción
por
esta
nuevas
imágenes
sobre
su
relación
afectan
sus
planes
para
el
futuro?
-‐ Dado
que
te
encuentras
con
estos
nuevos
descubrimientos
acerca
de
ti
mismo,
¿cuál
piensas
que
será
el
siguiente
paso?
-‐ Siendo
cuidadoso
con
no
ir
muy
lejos
antes
de
lo
previsto,
¿cuando
cree
que
estaría
dispuesto
a
intentar
este
paso?
Preguntas
Indirectas
-‐ ¿Qué
diferencia
habrán
de
tomar
algunas
de
estas
nuevas
posibilidades
en
su
relación
consigo
mismo?
89
-‐ ¿Qué
efectos
cree
que
tendrán
estas
nuevas
oportunidades
que
acompañan
esta
nueva
orientación
en
su
valoración
de
usted
mismo
como
persona?
-‐ ¿Cómo
afectará
la
realización
de
algunos
de
estos
pasos
el
grado
de
comodidad
y
satisfacción
que
experimenta
con
usted
mismo?
Preguntas
de
relación
consigo
mismo
− ¿Qué
diferencia
hará
que
usted
tome
algunas
veces
nuevas
posibilidades
a
su
relación
consigo
mismo?
− ¿Cómo
piensa
usted
que
explorar
las
nuevas
oportunidades
te
acompañen
esta
nueva
dirección
tendrán
un
efecto
en
su
apreciación
que
usted
mismo
como
persona?
− ¿Cómo
será
que
completar
algunos
de
estos
pasos
tendrá
un
efecto
el
grado
de
confort
y
satisfacción
que
usted
experimenta
consigo
mismo?
Preguntas
sobre
la
Relación
con
Otros
-‐ ¿Qué
diferencia
hará
esta
nueva
comprensión
sobre
usted
en
su
relación
con
John?
-‐ ¿Qué
efecto
tendrá
la
búsqueda
de
algunas
de
estas
nuevas
posibilidades
de
Sally
en
su
interacción
con
ella?
-‐ ¿De
qué
manera
la
futura
evolución
de
la
nueva
carrera
de
relación
de
sus
padres,
afectará
su
interacción
con
ellos?
Conclusión
Me
he
esforzado
en
proveer
un
mapa
para
un
proceso
de
hacer
preguntas
a
través
de
referenciar
el
relato
estocástico
de
la
evolución
de
Bateson
y
de
la
analogía
del
texto
traída
de
la
tradición
de
explicaciones
interpretativas
en
las
ciencias
sociales,
con
un
foco
específico
en
la
contribución
de
Bruner.
Una
pequeña
muestra
de
preguntas
de
varias
categorías
fueron
dadas
para
demostrar
algunas
de
las
posibilidades
que
son
presentadas
por
este
mapa.
Todas
estas
preguntas
requieren
modificaciones
de
acuerdo
con
el
feedback
que
esté
disponible
en
las
respuestas
de
los
miembros
de
la
familia.
Esta
aproximación
que
establece
la
terapia
como
un
contexto
para
la
curiosidad,
y
toma
la
forma
de
un
esfuerzo
cooperativo
y
una
investigación
sobre
nuevas
posibilidades.
La
terapia
toma
una
dirección
única
en
la
cual
los
miembros
de
la
familia
son
invitados
atrapar
al
terapeuta,
sesión
a
sesión,
en
la
imagen
cambiante
de
sus
vidas
y
sus
relaciones.
Referencias
(En
idioma
original)
Bateson,
G.
1972:
Steps
to
an
Ecology
of
Mind.
New
York,
Ballantine
Books.
90
Bateson,
G.
1980:
Mind
and
Nature:
A
necessary
Unity.
New
York,
Bantam
Books.
Bruner,
J.
1986:
Actual
Minds,
Possible
Worlds.
Cambridge,
Mass,
Harvard
University
Press.
Cecchin,
G.
1987
“Hypothesizing,
Circularity,
and
Neutrality
Revisited:
An
Invitation
to
Curiosity”.
Family
Process,
26:4.
Epston,
D.
&
White,
M.
1985:
“Consulting
your
Consultant´s
Consultants”.
Proceedings
of
the
Australiand
Family
Therapy
Conference.
Melbourne,
V.A.F.T.
Epston,
D.
1986:
“Writing
your
Biography”.
Case
Studies,
1:1.
Foucault,
M.
1965:
“Madness
and
Civilization:
A
history
of
Insanity
in
the
Age
of
Reason.
New
York,
Random
House.
Foucault,
M.
1973:
The
Birth
of
the
Clinic:
An
Archaecology
of
Medical
Percepction.
London,
Tavistock.
Geeritz,
C.
1983:
Local
Knowledge:
Further
Essays
in
Interpretive
Anthropology.
New
York,
Doubleday.
Goffman,
E.
1961:
Asylums.
New
York,
Doubleday.
Penn,
P.
1985:
“Feed
Forward:
Future
Questions,
Future
Maps”.
Family
Process,
24:3.
Selvini
–
Palazzoli,
M.,
Boscolo,
L.,
Cecchin,
G.,
&
Prata,
G.
1980:
“Hypothesizing-‐Circularity-‐Neutrality:
Three
Guidelines
for
the
Conductor
of
the
Session.”
Family
Process,
19:3.
Tomm,
K.
1987:
“Interventive
Interviewing:
Part
II.
Reflexive
Questioning
as
a
Means
to
Enable
Self-‐Healing.”
Family
Process,
26:2.
White,
M.
1986:
“Negative
Explanation,
Restraint,
and
Double
Description:
A
Template
for
Family
Therapy.”
Family
Process,
25:2.
White,
M.
1987:
“Family
Therapy
and
Schizophrenia:
Addressing
the
Inter-‐corner
Lyfestyle.”
Dulwich
Centre
Newletter,
Spring.
91
Capítulo
4
Relaciones
de
colaboración
y
conversaciones
dialógicas:
ideas
para
una
práctica
sensible
a
lo
relacional9
Harlene
Anderson10
Resumen
La
autora
presenta
un
conjunto
de
supuestos
filosóficos
que
ofrece
un
lenguaje
diferente
para
pensar
y
responder
preguntas
persistentes:
“¿Cómo
pueden
ser
relevantes
nuestras
prácticas
terapéuticas
para
la
vida
cotidiana
de
las
personas
en
un
mundo
que
cambia
rápidamente?”
“¿De
qué
relevancia
se
trata
y
quién
la
determina?”
“¿Por
qué
algunas
formas
de
relación
y
modos
de
hablar
vinculan
mientras
otros
alejan?”
“¿Por
qué
algunos
abren
posibilidades
y
caminos
hacia
adelante
que
nunca
antes
imaginamos,
y
otros
nos
encierran?”
A
continuación
la
autora
traduce
los
supuestos
para
fundamentar
la
postura
filosófica
de
un
terapeuta:
una
forma
de
ser.
Más
adelante
discute
los
rasgos
distintivos
de
dicha
postura
y
cómo
facilita
relaciones
colaborativas
y
conversaciones
dialógicas
que
ofrecen
a
los
terapeutas
y
sus
clientes
medios
fértiles
para
alcanzar
metas
creativas.
Palabras
Claves:
relaciones
colaborativas;
conversaciones
dialógicas;
postura
filosófica;
forma
de
ser;
testigo;
terapia
postmoderna.
Tal
y
como
se
anunciara
cuando
Harry
Goolishian
y
yo
concluimos
nuestro
artículo
Human
Systems
as
Linguistic
Systems
(Sistemas
Humanos
como
Sistemas
Lingüísticos)
en
1988,
las
que
entonces
parecían
ser
ideas
plausibles
han
evolucionado
con
el
tiempo.
En
esa
época
estábamos
inmersos
en
la
exploración
de
9
Publicado
originalmente
en:
Family
Process,
Vol.
51,
No.
1,
2012
©
FPI,
Inc
10
Houston
Galveston
Institute,
Houston
TX.
La
correspondencia
en
relación
a
este
artículo
debe
dirigirse
a
Harlene
Anderson,
Houston
Galveston
Institute,
3316
Mount
Vernon,
Houston,
TX
77006.
E-‐mail:
harleneanderson@earthlink.net
92
una
metáfora
de
los
sistemas
de
lenguaje
para
nuestro
trabajo,
y
habíamos
dejado
atrás
las
metáforas
de
sistemas
cibernéticos
mecánicos.
Habiendo
dejado
de
pensar
en
los
sistemas
humanos
como
sistemas
sociales
definidos
por
una
organización
social,
los
veíamos
como
sistemas
de
lenguaje
diferenciados
por
sus
respectivos
indicadores
lingüísticos
y
comunicacionales.
Desde
entonces,
si
bien
la
metáfora
de
los
sistemas
lingüísticos
era
importante,
había
pasado
a
segundo
plano
a
medida
que
yo
seguía
explorando
otras
metáforas
organizadoras
para
mis
experiencias
en
la
práctica
profesional.
Este
artículo
es
una
respuesta
a
las
persistentes
preguntas
mencionadas
en
el
resumen,
cuyo
fin
es
a
llegar
a
ser
una
profesional
más
sensible
a
lo
relacional11.
Se
centra
en
la
idea
de
que
ciertos
tipos
específicos
de
relaciones
y
conversaciones
son
características
esenciales
para
ajustar
nuestra
práctica
a
la
singularidad
de
las
circunstancias
de
cada
persona
y
son
transformadoras
en
sí
mismas.
Vivimos
y
trabajamos
rodeados
por
paisajes
globales
y
locales
que
cambian
rápidamente
y
reflejan
transformaciones
sociales,
culturales,
políticas
y
económicas.
Al
mismo
tiempo,
desde
todos
los
rincones
del
mundo
somos
testigos
de
una
fuerte
y
creciente
demanda
por
democracia,
justicia
social
y
derechos
humanos.
Las
personas
desean
participar,
contribuir
y
compartir
la
propiedad.
Demandan
una
escucha
respetuosa,
receptividad 12
a
las
necesidades
que
expresan
y
tomar
decisiones
con
respecto
a
sus
vidas.
Se
rehúsan
a
que
se
las
deje
de
lado
como
si
fueran
números
y
categorías,
o
a
que
se
deshonre
violentamente
su
humanidad
y
se
les
prive
de
su
libertad.
Estas
demandas
nos
obligan
a
reevaluar
cómo
experimentamos
y
comprendemos
el
mundo,
a
nuestros
clientes,
a
nosotros
mismos(as)
y
nuestros
roles
como
profesionales.13
Al
reflexionar
sobre
estas
demandas
y
preguntas
me
baso
en
el
trabajo
de
diversos
pensadores14
sociales
críticos
dentro
de
un
movimiento
que
Shotter
(2011)
llama
“filosofía
práctica”,
que
incluye
supuestos
interconectados
de
las
filosofías
postmodernas
hermenéuticas
contemporáneas
y
las
teorías
sobre
diálogo,
lenguaje,
narrativa
y
construcción
social.
Estos
pensadores
han
hecho
una
contribución
11
Tomado
de
Bakhtin,
es
un
término
que
utilizan
Katz
y
Shotter
(Katz
&
Shotter,
1996;
Shotter,
2008,
2010),
que
se
refiere
a
comprender
dialógicamente
y
que
captura
el
tipo
de
relación
y
conversación
que
quiero
tener
con
mi
cliente.
12
Nota
traducción:
El
término
responsiveness
alude
a
sensibilidad
y
receptividad,
aunque
en
un
sentido
más
activo
que
en
español,
porque
puede
connotar
atención,
demostración
de
interés
y
en
ocasiones
disposición
a
actuar
en
concordancia.
13
Nota
traducción:
La
autora
utiliza
los
términos
practice
(práctica)
y
practitioner
(quien
ejerce
la
práctica).
Este
último
puede
incluir
terapeutas,
otros
profesionales
de
salud,
consultores,
etc.
Se
ha
traducido
practitioner
como
profesional,
pero
debe
entenderse
en
un
sentido
amplio.
14
Nota
Traducción:
En
inglés
muchas
palabras
se
usan
indistintamente
para
ambos
géneros,
como
por
ejemplo
“thinker”
(pensador/pensadora),
“client”
(clienta/cliente).
Para
mantener
la
fluidez
del
texto
se
ha
usado
el
género
masculino
en
referencia
a
ambos
géneros,
a
no
ser
que
se
explicite
lo
contrario.
93
fundamental
ofreciendo
alternativas
para
un
análisis
lingüístico
y
narrativo
del
saber
(por
ejemplo,
verdades,
creencias
y
expertise)
y
los
sistemas
de
conocimiento,
liderando
un
movimiento
que
se
aleja
de
una
visión
heredada
clásica
de
tradiciones
de
conocimiento
asumidas
y
a
menudo
invisibles,
y
nociones
asociadas
sobre
el
lenguaje,
la
comprensión,
la
interpretación,
la
realidad,
el
dualismo
sujeto-‐objeto
y
el
self
nuclear
(Bakhtin,
1981,
1984,
1986;
Bateson,
1972,
1979;
Berger
&
Luckmann,
1966;
Derrida,
1978;
Edwards,
2005;
Foucault,
1972;
Gadamer,
1975;
Garfinkle,
1967;
Gergen,
1985,
1999,
2009;
Habermas,
1973;
Hacking,
1999;
Heidegger,
1962;
Lyotard,
1984;
Maturana,
1978;
Merleau-‐Ponty,
1962;
Ricouer,
1988,
1991;
Rorty,
1979;
Shotter,
1984,
2004,
2005,
2008,
2010;
Trevar,
2004;
Vygotsky,
1986;
Wittgenstein,
1953).
Durante
las
últimas
tres
décadas,
varios
terapeutas
académicos
de
las
disciplinas
psicoterapéuticas—muy
influidos
por
los
autores
mencionados
más
arriba,
las
experiencias
clínicas
y
las
circunstancias
del
contexto—se
sintieron
cada
vez
más
incómodos
con
prácticas
psicoterapéuticas
basadas
en
estas
tradiciones
heredadas
y
comenzaron
a
cuestionar
su
capacidad
de
enfrentar
los
desafíos
contemporáneos
que
encuentran
terapeutas
y
clientes.
Basándose
en
los
supuestos
alternativos
mencionados
anteriormente,
desarrollaron
prácticas
que
han
llamado
conversacionales,
dialógicas,
discursivas,
colaborativas,
de
diálogo
abierto,
reflexivas,
narrativas
y
orientadas
a
la
solución
(Andersen,
1987,
1991;
Anderson,
1997,
2007;
Anderson
&
Gehart,
2007;
Anderson
&
Goolishian,
1988;
Anderson
&
Goolishian
1992;
Anderson,
Goolishian
&
Winderman,
1986;
Anderson,
Goolishian,
Pulliam
&
Winderman,
1986;
Cromby
&
Nightingale,
1999;
Deissler,
1989;
Freedman
&
Combs,
1996;
Hoffman,
1981,
2002,
2007,
2008;
Holzman,
1999;
Katz
&
Shotter,
2004;
McCarthy
&
Byrne,
1988;
McDaniel,
1995;
McNamee
&
Gergen,
1992;
Neimeyer,
1998;
Penn
&
Frankfurt,
1994;
Roth,
2007;
Seikkula
et
al.,
1995;
Seikkula
&
Olson,
2003;
Shawver,
2005;
Shotter,
1984,
1993,
2010;
Stern,
2003;
Strong
&
Paré,
2004;
White
&
Epston,
1990).
A
continuación
discuto
brevemente
seis
supuestos
que
en
conjunto
ofrecen
un
lenguaje
diferente
para
pensar
sobre
las
preguntas
persistentes
y
aproximarse
a
mi
forma
de
trabajar.
Supuestos
interconectados
que
orientan
una
perspectiva
Las
meta-‐narrativas
y
el
conocimiento
no
son
fundamentales
ni
definitivos
Nacemos,
vivimos
y
somos
educados
bajo
narrativas
globales
de
conocimiento,
verdades
universales
y
discursos
dominantes,
abarcadores,
monopólicos,
en
su
mayor
parte
invisibles,
y
que
damos
por
sentado.
La
autoridad
y
las
convenciones
con
las
que
funcionan
pueden
inducirnos
a
prácticas
que
no
están
en
sincronía
con
las
sociedades
contemporáneas
y
pueden
ser
ajenas
a
las
personas
con
quienes
trabajamos.
Del
mismo
modo,
los
frecuentemente
“ocultos
mecanismos
de
coerción”
y
las
discrepancias
de
poder
que
existen
en
nuestro
lenguaje,
nuestras
relaciones
y
sociedades
pueden
“privilegiar
y
oprimir”
(Lyotard,
1984).
Reconocer
la
naturaleza
dualística
y
jerárquica
de
nuestro
lenguaje
y
nuestros
sistemas
de
conocimiento
implica
un
llamado
a
analizar
el
significado
literal
de
los
textos
filosóficos
y
94
literarios
y
de
nuestras
narrativas.
Esto
a
su
vez
puede
llevar
a
significados
alternativos,
e
idealmente,
a
un
mundo
más
justo.
El
llamado
es
simplemente
una
propuesta
para
que
cualquier
conocimiento—
cualquier
discurso—
sea
sometido
a
cuestionamiento
o
duda
en
cuanto
a
su
afirmación
de
ser
verdadero.
Es
importante
tener
presente
que
estos
supuestos
no
connotan
un
meta-‐conocimiento
o
una
meta-‐narrativa
ni
demandan
que
abandonemos
nuestros
saberes
o
discursos
heredados
(por
ejemplo,
teorías
psicológicas
o
criterios
a
priori).
Generalizar
los
discursos
dominantes,
las
meta-‐narrativas
y
las
verdades
universales
es
atractivo
y
peligroso
Las
advertencias
con
respecto
a
la
tentación
y
consecuencias
potenciales
de
las
narrativas
globales
nos
incentivan
a
considerar
a
la
gente
y
los
hechos
de
su
vida
como
desconocidos,
excepcionales
y
extraordinarios,
y
a
vincularnos
con
ellos
de
acuerdo
con
esto.
De
otro
modo,
continuamente
navegamos
según
nuestros
conocimientos
previos;
vemos
lo
que
nos
resulta
familiar
e
inevitablemente
encontramos
lo
que
pensamos
que
sabemos
y
lo
que
estamos
buscando;
llenamos
los
vacíos
y
procedemos
con
base
en
todo
lo
anterior.
Deberíamos
ser
cautelosos
con
las
limitaciones
y
riesgos
de
suponer
que
los
discursos
dominantes,
las
meta-‐
narrativas
y
verdades
universales
pueden
o
deberían
generalizarse
y
aplicarse
a
través
de
pueblos,
culturas,
situaciones
o
problemas.
Tales
supuestos
(por
ejemplo,
guiones
teóricos,
estándares
de
comportamiento)
pueden
conducirnos
inadvertidamente
y
en
forma
convincente
a
buscar
similitudes
entre
individuos,
creando
categorías,
tipos
y
clases
“artificiales”
(por
ejemplo,
personas,
problemas
o
soluciones).
Ellos
inhiben
nuestra
apertura
a
la
singularidad
y
novedad
de
cada
persona
o
grupo
de
personas
y
su
situación(es),
y
existe
el
riesgo
de
suponer
que
una
similitud
percibida
es
real
o
válida,
despersonalizando
al
otro,
perdiendo
de
vista
su
carácter
especial,
y
limitando
así
nuestras
posibilidades
y
las
suyas.
Conocimiento
y
lenguaje
son
procesos
sociales
relacionales
y
generativos
El
conocimiento
y
el
lenguaje
son
procesos
sociales,
culturales,
históricos
y
comunitarios
contextualizados.
Crear
teorías,
ideas,
verdades,
creencias,
realidades
o
instructivos
es
un
proceso
interpretativo
interactivo
del
discurso
social,
que
ocurre
dentro
de
comunidades
de
conocimiento
y
se
produce
en
el
lenguaje;
todos
los
involucrados
contribuyen
a
su
desarrollo
y
sostenibilidad.
A
su
vez,
esta
actividad
relacional
dialógica
elimina
la
dicotomía
entre
“el
que
sabe”
y
“el
que
no
sabe”.
El
lenguaje,
como
el
medio
de
conocimiento,
es
cualquier
forma
que
usamos
para
comunicar,
articular
o
expresarnos
con
los
otros
y
con
nosotros
mismos,
usando
95
palabras,
gestos,
ojos,
manos,
etc.15
El
lenguaje,
al
igual
que
el
conocimiento,
es
activo
y
creativo
en
lugar
de
ser
estático
y
representacional.
Las
palabras
no
son
espejos
que
reflejan
un
significado
fijo;
adquieren
significado
a
medida
que
las
usamos
y
según
cómo
lo
hacemos.
Esto
incluye
el
contexto
en
que
las
usamos,
nuestra
intención
y
cómo
las
pronunciamos
(por
ej.,
nuestro
tono,
inflexiones,
movimientos
corporales,
etc.).
Wittgenstein
(1953),
entre
otros,
señaló
que
es
importante
entender
el
lenguaje
y
las
palabras
como
algo
relacional,
algo
que
nos
hechiza,
y
entender
también
que
los
significados
de
las
palabras
se
producen
al
usarlas.
Bakhtin
(1984)
sugirió
que
el
uso
del
lenguaje
es
siempre
individual
y
contextualizado
y
si
bien
una
palabra
es
expresada
por
un
individuo,
todas
las
palabras
y
sonidos
son
“producto
de
la
interacción
entre
los
interlocutores
(...)
producto
de
la
total
y
compleja
situación
social
en
que
han
ocurrido”
(p.
30).
La
relación
recíproca
entre
lenguaje
y
cambio
fue
sugerida
por
Heidegger
(1962)
y
Gadamer
(1975),
entre
otros.
El
cambio
o
transformación
se
genera
en
el
lenguaje;
es
parte
del
proceso
participativo
de
comprender,
y
está
lleno
de
incertidumbre
y
riesgo.
Se
privilegia
el
conocimiento
local
Conocimiento
local
es
la
narrativa
-‐sabiduría,
expertise,
competencias,
verdades,
valores,
costumbres
y
lenguaje-‐
creada
y
usada
dentro
de
una
comunidad
de
personas
(por
ejemplo,
personas
de
una
familia,
sala
de
clases,
sala
de
directorio,
equipo
de
una
fábrica
o
vecindario).
Los
significados
y
las
comprensiones
singulares
y
con
matices
de
las
experiencias
personales
de
los
miembros
de
la
comunidad
influyen
en
la
creación
de
conocimiento
práctico,
relevante,
hecho
a
medida
y
sostenible
entre
sus
miembros.
Importa
que
el
conocimiento
local
particular
está
siempre
asociado
y
se
desarrolla
en
un
contexto
y
se
ve
influido
por
el
telón
de
fondo
de
los
discursos
y
narrativas
dominantes
en
los
cuales
se
inscribe.
Diálogo,
conocimiento
y
lenguaje
son
intrínsecamente
transformadores
El
diálogo
es
una
forma
de
interacción
comunicativa
que
tiene
lugar
entre
personas
en
un
intercambio
de
afirmaciones
(Bakhtin,
1984).
Es
una
forma
dinámica
de
habla
en
la
cual
los
participantes16
se
vinculan
uno
con
el
otro
(en
voz
alta)
y
consigo
mismos
(en
silencio)
para
articular,
expresar
y
comunicarse.
En
el
diálogo
los
participantes
examinan
en
conjunto,
se
preguntan,
se
asombran
y
reflexionan
sobre
los
temas
que
los
ocupan.
A
través
de
estos
intercambios
de
ida
y
vuelta
los
participantes
tratan
de
entenderse
mutuamente
y
de
entender
la
15
Yo
no
distingo
entre
los
conceptos
verbal
y
no
verbal
heredados
en
psicoterapia.
Todas
las
formas
constituyen
lenguaje.
16
En
un
diálogo
uno
de
los
participantes
puede
ser
otro(a)
o
uno
mismo(a).
96
singularidad
del
lenguaje
del
otro(a)
y
su
significado
desde
la
perspectiva
del
otro,
no
desde
la
propia.
Los
participantes
no
suponen
que
saben
lo
que
el
otro
pretende
ni
tratan
de
llenar
los
vacíos
que
hay
en
el
significado.
Más
que
una
búsqueda
de
hechos
o
detalles,
el
diálogo
busca
orientación.
Es
un
proceso
(inter)activo,
receptivo,
más
que
un
proceso
pasivo
de
hacer
conjeturas
y
entender
al
otro(a)
y
su
mundo
con
base
en
una
pre-‐comprensión,
como
en
una
teoría
por
ejemplo.
En
este
proceso
los
entendimientos
locales
provienen
de
dentro
de
la
conversación.
Diálogo,
conocimiento
y
lenguaje
son
procesos
sociales
interactivos
inconmensurables
que
evolucionan,
lo
que
sugiere
su
naturaleza
mutuamente
transformadora.
“Transformación”
o
“transformar”
parecen
descriptores
más
apropiados
que
“cambio”
o
“cambiar”,
que
reflejan
un
desde–hacia.
Transformación
o
transformar
mantienen
el
foco
en
un
proceso
en
curso
dentro
del
diálogo.
En
la
actividad
dialógica
viva
cada
participante
es
influenciado:
no
podemos
permanecer
estáticos.
Self
es
un
concepto
relacional–dialógico
Estas
perspectivas
sobre
diálogo,
conocimiento
y
lenguaje
ofrecen
una
alternativa
a
la
noción
tradicional
del
self
como
un
individuo
autónomo,
contenido
y
con
límites,
que
tiene
un
self
nuclear:
el
“yo”
esencial.
Nuestras
identidades
y
aquellas
que
atribuimos
a
los
demás
son
relacionales
y
se
construyen
en
el
diálogo
o
la
conversación
(Gergen,
2009).
Hablamos,
pensamos
y
actuamos
como
la
multiplicidad
de
voces
que
habitan
en
cada
persona.
Narrar
continuamente
da
una
forma
y
luego
otra
a
la
persona.
Lo
que
la
construcción
dialógica
del
self
permite
no
es
la
esencia
de
una
persona
sino
el
“despliegue
de
un
horizonte
emergente,
cambiante
y
abierto
de
posibilidades
humanas
que
no
es
posible
conocer
inmediatamente,
de
antemano
ni
fuera
del
diálogo,
sino
que
emerge
como
una
propiedad
del
mismo
diálogo
en
curso”
(Sampson,
2008,
p.
24).
Podemos
decir
que
el
self
es
un
constructo
socio-‐cultural
singular
en
los
discursos
más
amplios
y
locales
en
que
ocurre:
tal
vez
el
self
narrativo
múltiple
sea
una
historia
rizomática17
(Sermijn,
Devlieger
&
Loots,
2008).
En
un
planteamiento
similar
referido
al
aprendizaje
y
desarrollo
en
bebés
y
niños,
Vygotsky
(1934/1962,
1986)
y
Trevarthen
(2004),
destacaron
el
contexto
lingüístico,
social
e
histórico
del
pensamiento
y
la
cognición
creativos,
y
plantearon
que
la
naturaleza
interdependiente
e
intersubjetiva
de
sus
procesos
sería
social
e
individual.
Desafiando
teorías
establecidas
sobre
el
aprendizaje
y
el
desarrollo,
propusieron
que
los
procesos
sociales
dialécticos
no
ocurren
dentro
de
la
mente
de
un
individuo,
ni
se
transmiten
de
quien
enseña
a
quien
aprende.
Ocurren
en
cambio
dentro
de
una
relación
social
en
la
cual
la
persona
que
aprende
juega
un
papel
activo
17
Un
rizoma
es
una
red
(network)
abierta,
descentralizada
y
dinámica
que
tiene
múltiples
vías
de
97
en
“el
cómo
y
el
que
́”
del
aprendizaje,
y
quien
enseña
también
es
alumno(a).
Ninguno
de
ellos
sugiere
que
la
noción
tradicional
de
self
es
falsa,
sino
que
proponen
una
perspectiva
alternativa
que
permite
más
libertad
y
flexibilidad
en
nuestros
pensamientos,
acciones
y
potenciales
futuros.
En
resumen,
estos
supuestos
orientadores
y
los
discursos
de
conocimiento
asociados
no
abogan
por
el
abandono
de
las
tradiciones
del
conocimiento,
ni
alegan
ser
meta-‐narrativas
o
meta-‐perspectivas.
En
lugar
de
eso,
ofrecen
un
lenguaje
alternativo
que
brinda
una
orientación
específica
a
la
práctica
clínica
y
a
la
forma
en
que
educamos
a
los
terapeutas,
e
incluso
la
forma
en
que
nos
acercamos
a
la
vida
misma.
Abogan
por
el
hábito
de
la
reflexión
continua,
la
autocrítica
y
la
apertura
a
la
crítica
de
los
demás.
Esto
requiere
lo
que
Schön
(1983,
1987)
describe
como
ser
un
profesional
reflexivo
en
acción:
alguien
que
hace
pausas
y
formula
preguntas
para
comprender
sus
fundamentos
teóricos
y
para
describir
su
práctica
tal
como
la
lleva
a
cabo.
La
teoría
y
la
práctica,
por
tanto,
se
influyen
recíprocamente
y
evolucionan
en
paralelo
a
medida
que
el
profesional
se
vuelve
más
reflexivo
y
responsable,
y
les
va
dando
a
ambas
un
nuevo
significado.
Esto
es
esencial
para
una
práctica
ética.
En
forma
gradual
y
sostenida
estos
supuestos
interrelacionados
han
ido
resultando
atractivos
para
la
terapia
familiar
y
otras
disciplinas
psicoterapéuticas;
como
ya
se
mencionó,
han
inspirado
una
nueva
clase
de
terapias,
y
aun
cuando
se
encuentran
en
los
márgenes,
han
tenido
una
influencia
rizomática18
(Deleuze
&
Guattari,
1987)
en
el
desarrollo
de
una
comunidad
internacional
de
profesionales,
académicos
y
educadores.
Al
relacionar
la
metáfora
del
rizoma
con
el
desarrollo
y
evolución
de
estas
terapias,
como
Norris
(Bogue,
1989)
sugiere:
quienes
las
desarrollan
y
quienes
las
hacen
evolucionar
“no
imponen
fronteras
fijas
y
sedentarias
en
un
territorio,
sino
que
ocupan
un
espacio
en
la
medida
de
sus
capacidades,
y
luego
siguen
adelante.
(...)
Gradualmente
se
vuelven
menos
reconocibles,
se
van
expandiendo
en
forma
desordenada
(...)
[sus
trabajos
acumulativos
están]
por
lo
general
muchos
años
más
avanzados
que
las
disciplinas
académicas
y
las
de
enseñanza,
que
tienen
sus
propias
y
obvias
razones
para
mantener
el
statu
quo”
(p.
ix).
El
efecto
rizoma
mantiene
estos
supuestos
vivos
y
fluidos—vivos
en
nuestra
práctica—como
respuesta
que
evoluciona
frente
a
las
demandas
de
nuestro
mundo
cambiante
y
las
personas
con
las
que
trabajamos,
y
por
lo
tanto,
como
un
desafío
constante
al
status
quo.
18
Recientemente
los
terapeutas
familiares
Hoffman
(2007)
y
Kinman
(2001,
2006)
destacaron
la
metáfora
del
“rizoma”
de
Deleuze
y
Guattari
(1987)
para
describir
el
crecimiento
y
transformación
de
ideas
y
prácticas,
su
propagación
y
expansión,
las
sorpresivas
formas
que
toman
y
dónde
surgen.
98
Medios
fértiles
para
fines
creativos:
la
forma
de
ser
del
terapeuta
Estos
supuestos
ofrecen
un
lenguaje
diferente
para
considerar
y
responder
a
las
preguntas
persistentes
mencionadas
más
arriba.
Ofrecen
medios
fértiles
para
fines
creativos.
Cabe
destacar
que
los
supuestos
tienen
un
rol
fundamental
en
la
actitud
con
la
cual
un(a)
terapeuta
se
aproxima
a
la
terapia:
la
manera
en
que
pensamos
sobre
nosotros
mismos(as),
la
gente
con
la
que
trabajamos
y
el
ambiente
y
proceso
en
los
cuales
los
incorporamos.
Sugieren
más
una
filosofía
de
la
terapia
que
una
teoría
(un
mapa
explicativo
que
informa,
predice
y
genera
procedimientos
estandarizados,
pasos
estructurados,
categorías,
etc.).
Filosofía
parece
ajustarse
mejor
porque
yo
enfatizo
una
forma
de
ser
con
versus
un
sistema
de
hacer
por,
hacer
para
y
hacer
con
respecto
a.
Si
no
se
aplican
procedimientos
estandarizados,
etc.
¿hay
similitud
en
terapia
dialógica–colaborativa
entre
una
situación
y
otra,
o
entre
una
persona
y
la
siguiente?
Y
si
la
hay
¿cuál
es?
Sí,
la
similitud
es
la
postura
filosófica
que
adopta
el
terapeuta:
la
forma
de
ser
(Anderson,
1997,2007)
de
una
persona
específica,
incluyendo
nuestro
pensamiento,
discurso,
acciones,
orientación,
conexión
y
respuesta
al
otro:
es
una
forma
de
posicionarse
a
uno
mismo(a)
con.
Con
es
la
palabra
clave,
porque
sugiere
un
proceso
de
estar
con
(withness)
la
otra
persona,
orientándose
y
re-‐orientándose
hacia
ella
(Anderson,
2007,
2009;
Hoffman,
2007;
Shotter,
2004,
2005,
2008,
2010).
Shotter
(1993)
señala
que
un
pensamiento
y
acción
(dialógicos)
de
estar–con
significa
ser
espontáneamente
sensible
a
otra
persona
y
a
los
eventos
que
se
van
presentando:
conocer
y
actuar
“‘desde
dentro’
del
momento”,
en
lugar
del
pensamiento
y
acción
(monológicos)
acerca–de
(aboutness)
desde
afuera.
Hoffman
(2007)
sugiere
que
una
relación
de
estar–con
es
“una
relación
que
es
tanto
comunitaria
y
colectiva
como
íntima”.
Por
el
contrario,
la
respuesta
externa
o
acerca–de
no
es
íntima:
nos
alejamos
de
la
persona
para
analizar
desde
un
lugar
discreto
a
cierta
distancia—un
esquema
teórico—y
luego
regresamos
a
ella
con
una
respuesta
influida
por
dicho
esquema.
Esta
manera
de
ser
se
refiere
a
cómo
eres,
no
a
lo
que
haces.
Se
trata
de
estar
en
la
posición
apropiada,
listo(a)
para
actuar:
sereno,
calmado
y
preparado
para
responder
espontáneamente
a
la
situación
presente
y
cualquier
cosa
que
ella
demande
(Anderson,
1997,
2007;
Shotter,
2010).
La
situación
misma
indica
cuál
es
la
posición
apropiada.
Esta
posición
de
preparación
para
responder
no
es
algo
que
uno
hace
sino
un
estado,
la
condición
de
lograr
el
equilibrio
mediante
el
movimiento.
El
terapeuta
esta
́
“siendo
en
el
momento”
de
los
fragmentos
narrativos,
moviéndose
dentro
y
junto
a
ellos
(Goolishian
&
Anderson,
s/f).
Involucrarse
dialógicamente
en
el
momento
presente
contrasta
con
el
no-‐
involucrarse
monológico
(Anderson,
1997,
2007;
Anderson
&
Goolishian,
1988).
Monológico
se
refiere
al
dominio
de
una
voz
única,
o
varias
voces
únicas,
hasta
el
punto
de
exclusión
de
no
ser
capaz
de
tomar
en
cuenta
a
otras.
Los
participantes
se
transforman
en
una
especie
de
montañistas
solitarios
que
existen
uno
al
lado
del
otro
sin
puertas,
ventanas
ni
puentes
que
los
conecten.
Estar
en
el
presente
implica
99
responder
espontáneamente
en
el
momento,
no
una
respuesta
prefabricada
o
técnica.
Requiere
una
respuesta
auténtica
que
se
ajuste
de
manera
fina
a
la
situación
en
ese
momento
y
lugar
(Stern,
2003),
a
la
persona
y
la
relación.
Tanto
Shotter
como
Stern
hablan
del
momento
presente
y
las
oportunidades
que
trae
y
que
están
ausentes
cuando
uno
sigue
un
rumbo
predeterminado.
Stern
y
otros
sugieren
que
en
terapia
el
cambio
ocurre
en
el
momento
presente
o
en
lo
que
él
llama
“momentos
ahora”
y
“momentos
de
encuentro”.19
Sin
embargo,
a
pesar
de
la
sensación
que
tiene
una
persona
del
“ahora”,
el
momento
presente
es
una
puntuación
y
una
descripción
dentro
de
un
proceso
en
curso.
Cada
persona
tiene
su
propia
y
única
puntuación
y
descripción.
En
terapia
nada
asegura
que
cliente
y
terapeuta
estarán
de
acuerdo
en
un
momento
significativo
que
asocien
con
el
cambio.
Resulta
interesante
que
los
clientes
a
menudo
reportan
que
el
cambio
y
los
momentos
de
“darse
cuenta”
ocurren
fuera
de
la
oficina
del
terapeuta,
y
los
atribuyen
a
eventos
o
circunstancias
de
su
vida
cotidiana
o
a
una
manera
diferente
de
entender
algo,
pero
no
son
capaces
de
identificar
una
“causa”.
Estas
son
las
palabras
de
una
mujer
que
conocí
en
una
consulta
en
relación
con
un
tema
familiar
de
larga
data.
Ella
espontáneamente
me
mandó
un
e-‐mail
de
seguimiento
sobre
los
eventos
que
ocurrieron
después
de
la
sesión:
“No
sé
realmente
por
qué
cambió
mi
actitud,
pero
me
agrada
este
cambio.”
Estas
son
las
palabras
de
una
madre
que
observaba
la
sesión
de
terapia
de
su
hija
adulta:
“(...)
lo
implícito
se
hizo
explícito,
no
durante
la
sesión
de
terapia
sino
después
(...)
No
sé
por
qué,
pero
sentí
la
necesidad
de
hablar
con
mi
familia
para
que
no
se
sintieran
tan
responsables.”
A
pesar
de
que
hay
características
comunes
e
identificables,
no
hay
una
sola
forma
de
ser
un(a)
terapeuta
colaborativo–conversacional.
El
estilo
de
cada
terapeuta
y
su
forma
de
expresar
estos
rasgos
serán
únicos,
inventados
y
personalizados
creativa-‐
mente
con
cada
cliente,
sus
circunstancias
y
deseos.
Si
la
práctica
no
se
basa
en
una
fórmula,
y
no
se
puede
replicar
en
distintas
personas
y
problemas,
entonces
¿qué
hace
un
terapeuta
y
cómo?
Relación
de
colaboración
y
conversación
dialógica
Las
relaciones
y
las
conversaciones
son
inseparables
y
se
influyen
mutuamente.
La
manera
en
que
nos
vinculamos—la
forma
en
que
desarrollamos
una
relación
con
otra
persona—influye
en
el
tipo
y
calidad
de
las
conversaciones
que
podemos
tener
unos
con
otros,
y
del
mismo
modo,
las
conversaciones
que
empezamos
a
tener
con
otros
influirán
en
el
tipo
y
la
calidad
de
nuestras
relaciones.
“Relación
colaborativa”
se
refiere
a
cómo
nos
orientamos
para
ser,
actuar
y
responder
de
manera
que
la
otra
persona
comparta
el
vínculo
y
la
“acción
conjunta”
(Shotter,
1984)
o
lo
que
yo
llamo
indagación
mutua
(Anderson,
1997,
2009;
Anderson
&
Gehart,
2007).
Shotter
sugiere
que
todos
vivimos
en
acción
conjunta:
19
Nota
de
la
Traducción:
“Now
moments”
y
“moments
of
meeting”
respectivamente.
100
encontrándonos
e
interactuando
unos
con
otros
en
formas
mutuamente
receptivas.
Como
seres
relacionales
que
nos
influimos
unos
a
otros,
nuestros
“sí
mismos”
no
pueden
estar
separados
de
los
sistemas
de
relaciones
de
los
cuales
formamos
parte.
Aun
cuando
siempre
hablamos
un
lenguaje
ambiguo
y
diferente
al
de
los
demás,
como
sugiere
Bakhtin
(1981),
nuestra
habla
y
nuestro
lenguaje
siempre
incluyen
las
intenciones
y
significados
de
la
otra
persona:
nuestra
respuesta
siempre
es
influida
y
es
producto
de
la
relación
y
las
interacciones
con
el
otro(a)
y
con
el
contexto.
Saint
George
y
Wulff
(2011)
sugieren
que
“La
belleza
de
colaborar
es
que
no
hay
roles
preestablecidos;
hay
una
flexibilidad
y
fluidez
que
permiten
que
liderar
y
seguir
a
otra
persona
estén
permanentemente
en
movimiento”.
Sin
embargo,
colaborar
requiere
espacio
para
que
cada
persona
esté
incondicionalmente
presente,
y
para
que
su
contribución
sea
igualmente
apreciada
y
valorada.
La
sensación
de
ser
apreciado
y
valorado
conduce
a
un
sentido
de
pertenencia,
que
lleva
a
un
sentido
de
participación,
que
a
su
vez
lleva
a
una
sensación
de
ser
copropietarios
y
compartir
responsabilidad.
Todas
se
combinan
para
hacer
que
la
terapia
y
otras
prácticas
constituyan
prácticas
de
ser-‐con
desde
adentro.
El
contenido,
proceso
y
resultado
de
la
terapia
están
mutuamente
determinados
por
los
participantes
y
se
despliegan
a
medida
que
éstos
interactúan
entre
sí;
no
están
determinados
por
una
estructura
previa
de
progresión
lineal.
Una
práctica
de
este
tipo
es
por
naturaleza
colaborativa
y
generativa,
y
promueve
resultados
personalizados
y
sustentables
(Anderson,
1997,
2007;
Shotter,
1993).
“Conversación
dialógica”
involucra
indagación
mutua:
una
conexión
vincular
de
compartir,
explorar,
entrecruzar
y
tejer
ideas,
pensamientos,
opiniones
y
sentimientos
a
través
de
los
cuales
emergen
novedad
y
posibilidad.
Responder,
un
rasgo
crucial
del
diálogo,
es
un
proceso
interactivo
de
doble
sentido.
Siempre
estamos
respondiendo:
no
existe
la
ausencia
de
respuesta.
El
receptor
interpreta
cada
sonido,
gesto
o
silencio
y
responde
a
su
vez.
La
manera
en
que
nos
respondemos
unos
a
otros
(incluyendo
actitud,
forma,
momento
y
tono)
es
fundamental
para
el
marco
de
referencia,
el
parámetro
y
la
oportunidad
para
que
se
desarrollen
generatividad
y
posibilidad,
e
influye
fuertemente
en
la
calidad
de
éstas.
Los
miembros
de
una
conversación
generan
conocimiento
y
otros
tipos
de
novedad
mucho
más
creativos,
abundantes
y
adecuados
a
sus
necesidades
y
al
contexto
local,
de
lo
que
cualquiera
de
esos
miembros
podría
haber
logrado
por
sí
solo(a).
El
terapeuta
crea
las
condiciones
para
que
esta
colaboración
tenga
éxito.
La
pregunta:
“¿Cómo
pueden
los
profesionales
promover
y
facilitar
las
condiciones
y
el
espacio
metafórico
para
el
diálogo,
es
decir,
para
la
colaboración
conversacional?
101
La
postura
filosófica:
sensibilidades
que
orientan
la
acción
La
postura
filosófica
tiene
siete
rasgos
definidos
e
interrelacionados
que
sirven
como
sensibilidades 20
que
orientan
la
acción
y
la
forma
de
ser
del
terapeuta:
indagación
mutua,
expertise
relacional,
no-‐saber,
ser
abierto,
vivir
con
incertidumbre,
transformación
mutua
y
orientación
hacia
la
vida
cotidiana
común.
En
conjunto
ellas
describen
cómo
piensa
un
terapeuta
sobre
la
relación
y
la
conversación
con
un
cliente
y
cómo
cultiva
un
espacio
metafórico
para
ellas.
Indagación
mutua
La
indagación
mutua
involucra
un
proceso
juntos-‐en-‐esto
en
el
cual
dos
o
más
personas
juntan
sus
cabezas
para
abordar
el
motivo
de
la
conversación.
A
través
de
esta
actividad
conjunta,
cliente
y
terapeuta
determinan
el
proceso
de
indagación
y
dan
forma
al
relato
de
la
historia,
el
re-‐relato
y
el
nuevo
relato.
Desde
el
interior
de
la
relación
y
conversación
presente
y
particular,
ambos
van
creando,
a
medida
que
cada
momento
se
despliega,
el
sendero
que
recorrerán
y
la
forma
de
recorrerlo.
Para
preparar
la
escena
de
la
indagación
mutua
un(a)
terapeuta
debiera
ser
acogedor
y
estar
abierto
a
aprender.
El
terapeuta
es
un
anfitrión
y
un
invitado
amable
La
indagación
mutua
supone
hospitalidad
o,
como
sugiere
Derrida
(Bennington,
2003),
hospitalidad
incondicional.
La
hospitalidad
involucra
sutilezas
y
matices
de
saludos
y
encuentros
que
dan
forma
al
tono
y
la
cualidad
de
la
relación
y
la
conversación,
y
por
consiguiente,
a
su
potencial
(Anderson,
1997,
2007).
El
terapeuta
es
simultáneamente
anfitrión
e
invitado
temporal
en
la
vida
del
cliente.
Cuando
enseño
le
pido
a
mis
alumnos
que
piensen
cómo
les
gusta
que
los
reciban
cuando
son
invitados
y
que
describan
las
cualidades
de
un
buen
anfitrión.
¿Qué
hace
el
anfitrión
que
los
hace
sentir
bienvenidos
o
no,
cómodos
o
no
y
especiales
o
no?
¿Qué
cualidad
sentían
que
tenían
el
encuentro
y
el
saludo
(Anderson,
2007)?
La
postura,
actitud,
acciones,
respuestas
y
tono
del
anfitrión(a)
deben
comunicar
al
invitado(a)
su
importancia
especial
como
ser
humano
único
que
es
reconocido
y
apreciado,
y
cuyas
historias
vale
la
pena
contar
y
escuchar.
Del
mismo
modo,
le
pido
a
los
estudiantes
que
piensen
sobre
ser
un
buen
invitado:
¿Qué
hace
un
invitado
que
lo
hace
bienvenido
y
que
lo
inviten
nuevamente?
Estas
son
sensibilidades
que
ellos
necesitan
adoptar
para
ser
buenos
anfitriones
y
buenos
invitados
en
la
vida
de
un
cliente.
20
Shotter
habla
de
recomendaciones
(advisories)
o
sensibilidades
(sensitivities)
que
orientan
la
acción.
Esta
idea
se
relaciona
con
la
noción
de
estar-‐con
y
se
refiere
a
cómo
podemos
orientarnos
con
los
demás
y
con
lo
que
nos
rodea,
lo
que
podemos
hacer
en
nuestra
participación
momento-‐a-‐
momento.
102
La
metáfora
anfitrión–invitado
enfatiza
la
idea
de
que
un
cliente
es
como
un
extranjero
que
llega
a
una
tierra
desconocida,
y
la
importancia
de
ser
cortés,
sensible
a
su
inquietud
y
tener
cuidado
de
no
importunarle.
Dicho
en
términos
simples,
se
trata
de
ser
bien
educado
y
crear
una
relación
de
cierto
compañerismo.
Lo
que
empieza
como
curiosidad
en
una
dirección
se
transforma
en
curiosidad
en
ambas
direcciones
Con
mis
estudiantes
uso
la
metáfora
de
“la
pelota
que
contiene
la
historia”
para
conversar
sobre
la
invitación
a
la
indagación
mutua
(Anderson,
2007,
2009).21
Cuando
un
cliente
empieza
a
hablar
es
como
si
presentara
un
regalo
intangible,
una
pelota
con
la
historia
de
los
fragmentos
narrativos
entrelazados
de
su
vida
y
las
circunstancias
actuales
por
las
cuales
está
consultando.
El
regalo,
una
pelota
formada
por
mil
páginas
ajadas
con
una
historia
de
vida,
es
una
invitación
a
un
terapeuta
para
entrar
en
su
vida
en
sus
términos
por
un
momento.
Hay
muchas
vías
de
entrada
pero
yo
presto
cuidadosa
atención
a
las
que
los
clientes
me
presentan
y
quiero
ser
coherente.
Respondo
(Anderson,
2007):
Cuando
me
acercan
la
pelota,
y
mientras
sus
manos
todavía
la
sostienen,
pongo
delicadamente
las
mías
sobre
la
pelota,
pero
no
la
retiro
de
sus
manos.
Empiezo
a
participar
con
ellos
en
el
proceso
de
relatar
la
historia
mientras
voy
lentamente
[y
con
cuidado]
mirando
y
escuchando
el
fragmento
que
me
están
mostrando.
Trato
de
conocer
y
comprender
su
historia
a
través
de
las
respuestas
que
les
doy:
tengo
curiosidad,
hago
preguntas,
comentarios
y
gestos.
En
mi
experiencia
he
observado
que
esta
posición
de
aprendizaje
del
terapeuta
involucra
espontáneamente
a
los
clientes
como
compañeros
de
aprendizaje;
es
como
si
la
curiosidad
del
terapeuta
fuera
contagiosa.
En
otras
palabras,
lo
que
comienza
como
un
aprendizaje
en
una
sola
dirección
se
transforma
en
un
proceso
de
dos
vías,
un
ir
y
venir
de
aprendizaje
mutuo
a
medida
que
cliente
y
terapeuta
exploran
juntos
lo
conocido
y
desarrollan
juntos
lo
nuevo,
pasando
a
una
indagación
mutua
de
examinar,
cuestionar,
preguntarse
y
reflexionar
juntos.
(p.
47)
Responder
es
una
forma
de
participar
en
la
conversación,
no
de
dirigirla
Ofrezco
mis
respuestas
como
una
forma
de
participar
en
la
conversación.
No
las
propongo
para
guiar
el
diálogo.
Un
terapeuta
no
puede
dirigir
la
conversación
en
forma
unilateral.
La
respuesta
de
cada
uno
de
los
participantes
influye
en
su
formación
y
dirección.
Sea
un
comentario,
una
pregunta,
un
gesto
de
asentimiento
o
un
silencio,
mis
respuestas
se
sustentan
desde
dentro
de
la
conversación
y
se
relacionan
con
lo
que
el
cliente
ha
dicho.
No
las
traigo
desde
fuera
de
la
21
En
http://vimeo.com/10815790
puede
verse
una
discusión
sobre
la
metáfora
de
la
pelota
con
la
103
conversación,
no
se
basan
en
que
lo
que
yo
pienso
que
un
cliente
debería
relatar
o
cómo
debiera
hacerlo,
ni
en
alguna
“verdad”
percibida
sobre
él
o
ella.
Siempre
estoy
aprendiendo
más
acerca
de
los
fragmentos
de
su
historia,
chequeando
si
entiendo
lo
que
ellos
esperan
que
entienda,
incorporando
su
curiosidad
y
animando
el
ir
y
venir
en
la
indagación
mutua
del
diálogo.
A
través
de
este
proceso
dialógico
un
cliente
empieza
a
desarrollar
para
sí
mismo
(a)
y
las
personas
y
eventos
de
su
vida
nuevas
comprensiones
y
significados
de
lo
conocido,
que
pueden
tomar
infinitas
formas.
En
conversaciones
entre
varios
participantes,
cada
miembro
trae
su
propia
pelota
con
la
historia.
En
ese
relato
colectivo
no
es
infrecuente
que
los
miembros
tengan
diferentes
versiones
de
la
historia,
o
incluso
versiones
que
entran
en
conflicto
o
compiten
entre
sí.
No
busco
el
consenso,
porque
he
descubierto
que
las
diferencias
son
importantes
y
que
de
esas
diferencias
emergen
posibilidades
a
medida
que
nos
involucramos
unos
con
otros.
Independientemente
del
número
de
personas,
el
proceso
emerge
como
una
conexión
y
una
actividad
juntos-‐en-‐esto
en
la
cual
la
gente
empieza
a
hablar
naturalmente
con
los
demás
y
no
unos
a
otros.
Hablar,
escuchar
y
oír
son
igualmente
importantes
para
el
diálogo
Cuando
hay
varios
participantes
en
una
sesión
tiendo
a
hablar
con
una
persona
a
la
vez
mientras
los
demás
escuchan.
Me
involucro
intensamente
en
cada
historia
y
transmito
con
las
palabras
y
acciones
la
importancia
de
la
versión
de
cada
persona.
Mis
respuestas
—preguntas,
comentarios,
etc.—
se
basan
en
lo
que
cada
uno(a)
ha
dicho,
no
en
lo
que
yo
pienso
que
deberían
decir.
Mantengo
la
coherencia
y
sigo
un
ritmo
con
su
historia
y
la
forma
en
que
la
cuentan,
y
no
quiero
que
mis
respuestas
inadvertidamente
conduzcan
el
contenido
o
la
forma
de
la
conversación.
Mientras
uno
habla,
los
demás
siguen
en
mi
visión
periférica.
Cuando
una
persona
tiene
el
espacio
para
expresarse
plenamente
sin
interrupción
y
los
demás
tienen
el
mismo
espacio
para
escuchar,
los
clientes
sienten
a
los
demás
y
lo
que
se
está
diciendo
y
oyendo
de
manera
diferente.
Del
mismo
modo,
cuando
una
persona
puede
escuchar
plenamente
sin
la
necesidad
de
preparar
su
respuesta
o
responder
en
forma
prematura
(por
ejemplo,
interrumpir
para
corregir
o
terminar
la
frase
de
otra
persona)
tienen
la
oportunidad
de
oír
y
comprender
lo
que
ya
conocen
de
maneras
diferentes.
A
menudo
hago
pausas
y
me
dirijo
hacia
otra
persona,
ansiosa
de
escuchar
su
versión
de
la
historia,
y
curiosa
en
relación
con
sus
pensamientos
internos
mientras
la
otra
persona
y
yo
hablábamos.
Poner
los
pensamientos
internos
mudos
en
palabras
habladas
les
va
dando
más
forma,
a
medida
que
son
expresados
en
voz
alta:
un
proceso
generativo
de
crear
lo
“no-‐
dicho-‐todavía”
y
las
semillas
de
la
novedad.
Por
ejemplo,
hablé
con
una
mujer
joven
que
estaba
tratando
de
tomar
una
dura
decisión
y
había
invitado
a
su
hermana
a
la
sesión.
En
determinado
momento
hice
una
pausa
y
me
volví
hacia
la
hermana
y
le
pregunté
qué
había
estado
pensando
mientras
nosotras
dos
hablábamos.
Su
respuesta
fue:
“Al
escuchar
a
mi
hermana,
por
primera
vez
se
me
hizo
muy
claro
que
ella
estaba
buscando
apoyo
de
la
comunidad.
Yo
siempre
pensé
que
estaba
104
buscando
apoyo
de
la
familia,
pero
ya
lo
tenía.”
La
mujer
joven
no
había
dicho
nada
que
no
hubiera
dicho
antes,
pero
la
hermana
lo
escuchó
de
manera
diferente.
Mi
forma
de
escuchar
y
responder
no
tiene
el
propósito
de
modelar
cómo
podrían
hablar
e
interactuar
los
miembros
de
la
familia
entre
ellos
dentro
o
fuera
de
la
terapia;
el
sentido
es
más
bien
ayudarme
a
oír
su
historia
y
entender
qué
es
lo
importante
para
ellos.
Yo
distingo
entre
escuchar
y
oír.
Escuchar
atenta
y
cuidadosamente
no
garantiza
que
voy
a
oír
(comprender)
lo
que
la
otra
persona
quiere
que
yo
oiga.
Para
escuchar
y
oír
se
requiere
hablar:
son
todos
procesos
activos.
Expertise
relacional
El
expertise
relacional
se
refiere
a
crear
conocimiento
local
en
conjunto.
Cliente
y
terapeuta
traen
un
expertise
particular
al
encuentro:
los
clientes
son
expertos
en
sí
mismos
y
sus
vidas;
los
terapeutas
son
expertos
en
procesos
y
espacios
para
relaciones
colaborativas
y
conversaciones
dialógicas.
En
conjunto
desarrollan
un
expertise
o
conocimiento
que
es
una
forma
de
saber
compartido
intersubjetivamente
“desde
dentro
de
una
situación,
grupo,
institución
social
o
sociedad”,
y
que
se
construye
en
forma
conjunta
y
espontánea
(Shotter,
2008,
pp.
16–17).
El
foco,
sin
embargo,
está
en
el
expertise
del
cliente,
destacando
la
riqueza
de
su
saber-‐hacer
en
su
vida.
En
esta
línea,
un
cliente
también
ayuda
a
organizar
su
terapia,
teniendo
posibilidad
de
opinar
en
decisiones
como
quién
debiera
estar
hablando
con
quién,
cuándo,
dónde
y
acerca
de
qué.
Si
un
terapeuta
tiene
una
opinión,
por
ejemplo,
sobre
la
pertenencia
a
la
terapia,
la
expresaría,
daría
sus
razones
y
alentaría
la
discusión.
Sin
embargo,
al
mismo
tiempo,
respetaría
una
preferencia
clara
de
un
cliente.
Un(a)
terapeuta
no
niega
su
expertise,
no
pretende
que
carece
de
él
ni
le
resta
valor.
Desde
una
perspectiva
colaborativa,
la
importancia
está
puesta
en
un
tipo
diferente
de
expertise
del
terapeuta:
“un
saber-‐cómo”
promover
y
mantener
un
espacio
y
un
proceso
donde
se
de
una
relación
colaborativa
y
una
conversación
dialógica.
No
supongo
que
se
más
que
una
pareja
con
respecto
a
cómo
enfrentar
la
traición
o
el
perdón.
Podemos
hablar
de
un
tema
de
muchas
maneras
y
yo
puedo
plantear
mis
ideas
pero
quiero
ser
cuidadosa
en
relación
a
mi
intención,
el
timing
y
la
forma
de
hacerlo.
Por
ejemplo,
cuando
tengo
una
oportunidad
para
hablar,
puedo
decir
algo
así
como:
“Mientras
ustedes
hablaban
estaba
acordándome
de
un
artículo
de
investigación
que
leí
hace
poco
sobre
la
traición
y
el
perdón
en
las
parejas.
Las
parejas
tenían
un
tema
un
poco
similar
pero
no
exactamente
el
mismo
que
ustedes
están
enfrentando.
¿Les
interesaría
saber
lo
que
decía
el
artículo?”
Presto
mucha
atención
a
su
repuesta
y
no
le
asigno
ningún
valor
ni
interpreto
interés
o
desinterés.
Si
ellos
muestran
desinterés,
entonces
lo
dejo
ir.
Tengo
cuidado
de
no
valorarme,
darme
prioridad
ni
admirarme
a
mí
misma
como
si
supiera
más
que
el
cliente.
105
No-‐saber
No-‐saber
es
un
concepto
que
remite
a
la
orientación
de
un
terapeuta
hacia
el
conocimiento,
y
en
especial
hacia
tres
cosas:
(1)
la
forma
en
que
conceptualiza
la
creación
de
conocimiento,
(2)
la
intención
con
la
que
usa
su
conocimiento,
y
(3)
la
forma,
actitud
y
oportunidad
en
que
lo
introduce.
Este
concepto
enfatiza
el
“saber
con”
o
“conocimiento
relacional”:
la
construcción
particular
de
conocimiento
creado
en
forma
conjunta
en
los
intercambios
momento-‐a-‐momento
de
la
terapia.
Un
terapeuta
expresa
con
humildad
lo
que
él
o
ella
piensa
que
podría
saber
y
no
cree
tener
acceso
a
información
privilegiada;
nunca
puede
llegar
a
comprender
totalmente
a
una
persona
y
siempre
necesita
saber
más
sobre
lo
que
se
ha
expresado
y
lo
que
no
se
ha
expresado
aún.
Saber-‐con
es
crucial
para
el
proceso
dialógico.
Un
terapeuta
no
pretende
que
no
sabe
ni
oculta
ningún
tipo
de
conocimiento.
Los
terapeutas
traen
todo
su
conocimiento
con
ellos
a
la
sala
de
terapia,
y
éste
es
siempre
un
recurso
para
la
conversación.
Introducirlo
es
un
medio
para
participar
en
ella
ofreciendo
algo
para
la
reflexión
y
el
diálogo,
planteándolo
como
otra
manera
de
pensar
y
hablar
sobre
el
tema
en
cuestión.
Es
importante
poner
énfasis
en
la
intención,
actitud,
manera
y
oportunidad
en
las
cuales
el
terapeuta
lo
introduce.
La
intención
no
sería
promoverlo
ni
persistir
si
la
respuesta
del
cliente
indica
que
no
hay
concordancia
o
que
no
tiene
interés.
La
actitud
y
la
forma
deben
comunicar
“esta
es
una
posibilidad”,
y
su
introducción
debe
tener
alguna
congruencia
con
la
conversación
en
curso.
Ser
abierto
Al
entrevistar
clientes
a
lo
largo
de
varios
años
con
respecto
a
sus
experiencias
con
terapeutas,
algunos
se
preguntaban
sobre
los
pensamientos
que
sus
terapeutas
no
expresaban,
qué
pensaba
realmente
el
terapeuta
sobre
ellos,
qué
estaba
“detrás”
de
las
preguntas
de
un
terapeuta.
Por
supuesto
las
y
los
terapeutas
tienen
pensamientos
privados:
profesionales,
personales,
teóricos
o
basados
en
su
experiencia
(por
ejemplo,
diagnósticos,
juicios
o
hipótesis).
Estos
pensamientos
influyen
en
la
forma
en
que
un
terapeuta
escucha,
oye
y
formula
sus
respuestas.
Desde
una
postura
colaboradora,
un
terapeuta
es
sincero
y
generoso
con
sus
pensamientos,
haciéndolos
evidentes
o
mostrándose
abierto
(Anderson,
1997,
2007).
Ser
abierto
tiene
dos
ventajas:
una,
es
una
acción
respetuosa,
cortés
y
generativa;
y
dos,
puede
prevenir
que
el
diálogo
interno
del
terapeuta
se
deslice
hacia
un
monólogo.
Aquí
no
se
trata
de
auto-‐exposición:
se
trata
de
las
conversaciones
internas
que
los
terapeutas
tienen
consigo
mismos
sobre
un
cliente
y
la
terapia.
Ser
abierto(a)
es
ofrecer
posibilidades
en
relación
a
cosas
sobre
las
cuales
conversar
y
modos
de
106
hablar
sobre
ellas.
La
intención
es
participar
de
una
manera
no
sesgada
y
no
maniobrar
la
conversación
promoviendo
o
sosteniendo
una
idea,
opinión
o
línea
de
indagación
con
la
cual
el
cliente
no
resuena.
Más
importante
todavía,
un
cliente
tiene
la
oportunidad
de
responder
a
un
pensamiento
interno
y
un
“conocimiento”
del
terapeuta,
lo
que
abre
la
posibilidad
de
respuestas
que
pueden
tomar
muchas
formas:
mostrar
interés,
estar
de
acuerdo,
preguntar
o
no
tomar
en
cuenta.
La
articulación
de
los
pensamientos
está
alterada:
poner
en
palabras
un
diálogo
interno
o
pensamientos
personales
organiza,
re-‐forma
y
crea
algo
distinto
al
pensamiento
mismo.
La
presencia
de
un
cliente
y
el
contexto
también
influyen
en
la
articulación,
afectando
las
palabras
que
un
terapeuta
elige
y
la
manera
en
que
las
presenta.
Una
conversación
interna
no
revelada
y
no
sintónica
corre
el
riesgo
de
favorecer
y
perpetuar
una
comprensión
del
terapeuta
que
no
coincide
con
la
del
cliente,
y
que
el
diálogo
interno
del
terapeuta
se
reduzca
a
un
monólogo.
Ser
abierto
puede
minimizar
el
riesgo
de
que
el
discurso
(diálogo)
interno
del
terapeuta
se
quiebre,
y
la
posibilidad
de
un
monólogo
terapeuta–cliente:
que
cada
uno
entone
su
monólogo
sin
oír
al
otro
y
la
conversación
dialógica
se
pueda
“venir
abajo”
(Anderson,
1997,
pp.
124–125).
Un
terapeuta
debe
darse
cuenta
cuándo
se
desliza
hacia
el
monólogo,
tomarlo
como
una
oportunidad
y
estar
preparado
para
hacer
lo
que
sea
necesario
para
que
la
conversación
sea
más
dialógica.
Vivir
con
incertidumbre
Las
relaciones
y
conversaciones
terapéuticas
a
las
que
me
refiero
no
se
guían
por
mapas
estructurados
con
preguntas
preformadas
o
estrategias
que
determinan
cómo
debiera
verse
o
desarrollarse
la
conversación.
Esto
incluye
sobre
qué
se
habla,
cómo
se
habla
de
ello
y
el
ritmo
de
la
conversación.
Sin
un
mapa
establecido
e
instrucciones
que
lo
acompañen,
siempre
hay
una
incertidumbre
con
respecto
a
hacia
dónde
se
dirigen
y
cómo
llegarán
allí.
Por
supuesto
los
clientes
a
menudo
vienen
con
un
problema
predefinido
y
una
solución
deseada,
como
también
con
expectativas
acerca
del
terapeuta
y
la
terapia.
Sin
embargo,
éstas
con
frecuencia
cambian
a
lo
largo
de
las
conversaciones
del
proceso
terapéutico.
Como
colaboradores
en
la
conversación,
naturalmente
el
cliente
y
el
terapeuta
definen
juntos
su
camino
y
su
meta.
Ninguno
puede
saber
el
rumbo
que
tomará
una
historia,
cómo
se
desarrollará
y
qué
novedad
va
a
emerger.
La
ruta
misma
se
desvía
a
lo
largo
del
camino
a
medida
que
durante
el
proceso
aparecen
las
sorpresas
de
los
interminables
virajes
del
diálogo.
Lo
que
se
crea
es
distinto
y
mayor
de
lo
que
podría
haber
creado
cada
uno(a)
de
ellos
sin
el
otro(a).
Desde
esta
perspectiva
las
conversaciones
terapéuticas
son
más
parecidas
a
conversaciones
cotidianas
espontáneas,
y
naturalmente
no
siguen
una
secuencia
predeterminada.
Igual
que
en
la
conversación
cotidiana,
las
conversaciones
107
terapéuticas
no
siempre
son
fluidas
y
predecibles:
pueden
deambular,
hacer
pausas,
balbucear,
estancarse
y
pueden
conllevar
falta
de
armonía,
desacuerdo
y
tensión.
La
incertidumbre
es
inherente
a
este
tipo
de
situación
espontánea
y
no
planificada.
La
habilidad
de
un(a)
terapeuta
de
confiar
en
la
incertidumbre
es
importante
e
involucra
correr
un
riesgo
y
estar
abierto
a
lo
imprevisto.
Esto
requiere
una
actitud
de
estar
“preparado(a)”
(Shotter,
2010):
adoptar
la
posición
que
permite
reaccionar
a
cualquier
respuesta
que
viene
del
otro
o
cualquier
cosa
que
la
ocasión
demande
(Anderson,
1997,
2007).
“Una
actitud
de
estar
‘preparado’
se
refiere
a
algo
distinto
de
planificar.
Un
terapeuta
no
puede
planificar
de
antemano
pero
puede
tener
una
forma
de
pensar
que
le
permita
responder
espontáneamente
y
de
acuerdo
a
la
situación.
Transformación
mutua
La
terapia
es
un
proceso
de
transformación
mutua
para
todos
los
miembros.
Cada
persona
está
bajo
la
influencia
del
otro(s);
de
ahí
que
cada
uno
esté
en
peligro
de
cambiar.
El
proceso
no
es
una
actividad
desigual,
unilateral
conducida
por
el
terapeuta,
ni
el
terapeuta
es
meramente
pasivo
y
receptivo.
Un
terapeuta
está
activamente
involucrado
con
el
cliente
en
un
proceso
interactivo
complejo
de
respuesta
continua,
y
también
con
su
propio
diálogo
y
experiencia
interna.
Como
compañeros
de
conversación
continuamente
coordinamos
nuestras
acciones
a
medida
que
respondemos,
y
por
lo
tanto
nos
afectamos
unos
a
otros.
Orientación
hacia
la
vida
cotidiana
común
Años
de
práctica,
enseñanza
y
consultoría
en
diversos
contextos,
culturas
y
países,
me
han
hecho
sentir
que
la
terapia,
como
cualquier
faceta
de
la
vida,
es
simplemente
un
tipo
de
situación
social
que
ocurre
en
un
ambiente
particular
con
una
agenda
específica.
Puede
parecerse
a
la
manera
en
que
interactuamos
y
hablamos
en
la
vida
cotidiana:
la
“conversación
interactiva
que
ocurre
en
forma
natural
(...)
mediante
la
cual
la
gente
vive
sus
vidas
y
conduce
sus
asuntos
cotidianos”
(Edwards,
2005,
p.
257).
En
terapia,
como
Wittgenstein
sugiere
refiriéndose
a
la
vida
cotidiana,
la
gente
busca
formas
de
avanzar
y
continuar
con
su
vida.
Me
resulta
útil
tener
una
visión
positiva
de
quienes
me
consultan,
independientemente
de
sus
historias
y
circunstancias,
y
creer
que
la
gente
es
naturalmente
resiliente
y
desea
relaciones
y
calidad
de
vida
sanas.
No
encuentro
útil
pensar
en
términos
de
problemas
importantes
versus
problemas
poco
importantes,
sino
sobre
desafíos
que
son
parte
de
la
vida.
De
manera
similar,
me
resulta
útil
no
estar
limitada
por
discursos
de
patología
y
disfunción
como
los
diagnósticos
por
ejemplo,
que
al
igual
que
cualquier
discurso
sobre
déficit
tienen
el
potencial
de
limitar
nuestro
posible
éxito
(Gergen,
Hoffman
&
Anderson,
1996).
Por
ejemplo,
la
identidad
asociada
a
un
diagnóstico
puede
encerrar
a
una
persona
en
dicha
identidad
y
entorpecer
su
sentido
de
agenciamiento
personal.
Busco
crear
108
comprensiones
más
particulares
con
los
clientes,
que
sean
menos
restrictivas,
que
tengan
el
potencial
de
promover
agenciamiento
y
la
promesa
de
identidades
posibles
y
futuros
diferentes.
En
conclusión
Recurro
a
las
palabras
de
Shotter
(2010)
con
respecto
a
la
naturaleza
especial
de
los
seres
vivos
(las
personas):
Algo
muy
especial
ocurre
cuando
dos
o
más
seres
vivos
se
encuentran
y
comienzan
a
responderse
mutuamente
(lo
que
sucede
es
más
que
el
mero
hecho
de
que
tengan
un
impacto
uno
sobre
el
otro)
(...)
se
crea
(...)
algo
cualitativamente
nuevo,
formas
de
vida
bastante
originales
y
definidas
(...)
que
son
más
que
simples
formas
estructuradas
de
desarrollo
dinámico,
promediadas
o
mezcladas
pero
no
integradas
(pp.
2–3).
Los
supuestos
orientadores
discutidos
aquí
invitan
a
una
forma
de
ser/estar
con
los
demás:
una
postura
filosófica.
En
esta
forma
de
estar-‐con,
el
terapeuta
es
un
ser
humano
que
se
encuentra
con
otro
y
es
capaz
de
establecer
una
relación
más
receptiva
con
él
o
ella.
La
relación
terapéutica
se
vuelve
menos
jerárquica,
el
proceso
se
hace
más
de
a
dos
y
el
resultado
es
más
personalizado.
A
través
de
relaciones
y
conversaciones
futuras,
estos
supuestos
y
las
prácticas
que
se
derivan
de
ellos
cambiarán
y
evolucionarán
a
medida
que
seguimos
tratando
de
comprender
la
compleja
naturaleza
dialógica
del
vivir,
la
terapia
y
la
transformación,
e
intentamos
desarrollar
una
práctica
más
efectiva.
En
palabras
de
Hoffman
(2007):
“Este
movimiento
nuestro
no
se
dirige
hacia
un
punto
de
llegada.
Es
sólo
un
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115
Capítulo
5
Guía
para
la
colaboración
Sylvia
London,
Sally
St.
George
y
Dan
Wulff
Resumen
Cuando
hablamos
de
colaboración,
nos
referimos
a
ella
como
un
estilo
de
vida;
una
forma
deliberada
de
relacionarnos
con
los
otros,
que
es
a
la
vez
flexible
y
responsable.
La
colaboración
no
debe
tomarse
a
la
ligera,
no
se
trata
de
algo
rápido
o
azaroso
ni
de
un
evento
singular.
Es
un
proceso
que
lleva
tiempo,
energía,
dedicación
y
persistencia
de
manera
constante
–constituye
una
manera
de
conducirnos
en
la
vida-‐.
El
concepto
de
colaboración
ha
servido
como
piedra
angular
para
algunas
propuestas
terapéuticas
(Anderson,
1997;
Anderson
&
Gehart,
2007).
En
este
artículo,
deseamos
resaltar
algunas
formas
en
que
se
puede
entender
y
aplicar
la
colaboración
fuera
del
contexto
psicoterapéutico.
Muchos
de
los
principios
sobre
la
colaboración,
que
estudiamos
y
discutimos
en
este
documento,
han
sido
explorados
originalmente
en
el
terreno
de
la
terapia;
sin
embargo,
en
esta
ocasión
nosotros
quisimos
enfocarnos
en
cómo
las
ideas
colaborativas
pueden
impactar
y
orientar
otras
actividades
y
relaciones
con
la
misma
profundidad
(St.
George
&
Wulff,
2007).
La
colaboración
se
construye
sobre
las
posibilidades,
la
creatividad
y
la
innovación,
resultado
de
las
conversaciones
y
las
relaciones.
Mediante
la
colaboración,
nuevas
ideas
y
patrones
pueden
surgir,
especialmente
a
medida
que
múltiples
puntos
de
vista
se
van
comparando,
midiendo,
mezclando.
Miembros
de
una
familia,
estudiantes
y
colegas
que
suelen
reunirse
para
abordar
retos
y
problemas
de
manera
colaborativa,
nos
reportan
regularmente
que
han
ido
generado
nuevas
ideas
-‐ideas
que
probablemente
no
habrían
desarrollado
si
hubiesen
maniobrado
como
individuos-‐,
y
que
estas
ideas
creativas
han
ido
a
su
vez
generando
proyectos
innovadores
o
acciones
reales
que
han
hecho
una
diferencia
en
la
vida
de
las
personas.
116
Creemos
que
el
poder
y
la
generación
de
estas
ideas
podrían
y
deberían
expandirse
a
muchas
áreas
del
quehacer
cotidiano.
Para
mostrar
su
vasta
utilidad,
ofrecemos
aquí
nueve
lineamientos
basados
en
nuestras
experiencias
conjuntas,
e
ilustramos
con
ejemplos
cómo
cada
uno
de
estos
lineamientos
puede
generar
acciones
creativas
y
productivas.
Acerca
de
los
colaboradores:
Sylvia,
Sally
y
Dan
Sally
y
Sylvia
se
conocieron
en
el
Galveston
Symposium
en
Chicago
en
1994,
donde
dialogaron
sobre
su
mutuo
interés
en
el
empleo
de
las
ideas
posmodernas
en
el
salón
de
clase
y
en
la
supervisión
clínica.
En
medio
de
una
de
estas
conversaciones,
se
les
acercó
Tom
Andersen
(reconocido
siquiatra
noruego
recientemente
fallecido),
las
observó
con
su
famosa
mirada
envolvente
y
les
dijo
“ustedes
deben
ser
hermanas”.
Sylvia
y
Sally
se
miraron
y
abrazándose
respondieron
“a
partir
de
ahora,
somos
hermanas”.
La
conexión
de
Sylvia
con
Dan
se
consolidó
durante
la
celebración
de
una
conferencia
del
Houston
Galveston
Institute
en
Guadalajara
al
año
siguiente.
Como
organizadora
y
anfitriona
de
una
noche
de
mariachi,
Sylvia
incluyó
el
acostumbrado
y
tradicional
brindis
con
tequila.
Dan
notó
que
Sylvia
enseñaba
a
los
invitados
el
arte
de
brindar
con
tequila
(con
sal
y
limón)
a
pesar
de
que
ella
no
estaba
probando
las
bebidas.
Así
que
le
dijo
“permíteme
enseñarte
cómo
se
hace”
y
sorpresivamente
procedió
a
hacerlo
¡como
un
Maestro!.
Ese
día
Dan
fue
proclamado
como
el
“Tequila
King”
y
desde
entonces
comenzó
su
especial
relación
de
amistad
y
cariño.
Por
su
parte,
Sally
y
Dan
tienen
una
relación
muy
especial
debido
a
que
además
de
trabajar
juntos,
forman
un
matrimonio.
No
se
exagera
al
decir
que
tienen
oportunidades
ilimitadas
de
colaboración.
A
través
de
los
años
Sylvia,
Sally
y
Dan
han
desarrollado
una
relación
de
productividad
profesional,
enmarcada
por
su
gran
amistad,
creatividad
y
diversión,
de
las
que
este
documento
es
una
fiel
muestra.
Las
historias
que
aquí
incluimos
son
resultado
de
esta
relación
de
colegas
y
amigos.
En
los
últimos
12
años
han
generado
proyectos,
planeado
conferencias
y
compartido
ideas
sobre
la
docencia;
han
visitado
sus
ambientes
de
trabajo
mutuos.
Incluso
por
un
semestre,
Sylvia
vivió
con
Sally
y
Dan
en
su
casa
cuando
fue
profesora
invitada
en
el
campus
donde
ellos
trabajaban.
Esto
no
quiere
decir
que
para
colaborar
se
requiera
de
esta
intimidad
o
de
encontrarse
en
este
tipo
de
conexiones
tan
cercanas,
aunque
éstas
ciertamente
fueron
un
valor
agregado
a
la
productividad
experimentada
por
el
trío.
En
este
documento
ellos
esbozan
y
proveen
ejemplos
de
algunos
de
sus
esfuerzos
e
iniciativas
de
colaboración,
con
la
esperanza
de
que
germinen
en
sus
lectores
ideas
nuevas
que
puedan
servirles
ya
sea
para
identificar
los
procesos
colaborativos
en
117
los
que
estén
implicados,
o
bien,
para
estimularlos
a
incluir
las
invitaciones
a
la
colaboración
tanto
en
sus
contextos
personales
como
en
los
y
profesionales.
Los
escenarios
Nuestros
ejemplos
vienen
de
tres
escenarios
específicos
en
los
que
estamos
o
hemos
estado
involucrados.
El
primero
es
el
International
Summer
Institute
(ISI),
un
evento
anual
consistente
en
una
semana
de
taller
intensivo
sobre
prácticas
colaborativas
en
los
que
Sylvia
comparte
la
responsabilidad
organizacional
y
al
que
Sally
y
Dan
asisten
regularmente
(visite
www.harleneanderson.org).
El
segundo
escenario
es
el
Programa
de
Terapia
Familiar
que
co-‐dirigieron
Sally
y
Dan
en
la
Kent
School
of
Social
Work
de
la
Universidad
de
Louisville.
El
tercero
es
el
Visiting
the
Visiting
Professor
Program
desarrollado
por
los
tres
durante
la
estancia
de
Sylvia
en
la
Universidad
de
Louisville,
como
profesora
invitada
durante
el
semestre
de
otoño-‐
invierno
del
2006.
Los
nueve
lineamientos
1.
Participación
en
igualdad
de
condiciones
Una
pieza
clave
de
los
esfuerzos
colaborativos
es
la
clara
sensación
de
que
todos
los
participantes
se
encuentran
en
igualdad
de
condiciones,
es
decir,
que
todos
los
compañeros
son
igualmente
valorados
e
importantes.
Ciertamente
cada
individuo
contribuye
en
algo
diferente
a
las
relaciones
y
conversaciones,
pero
el
valor
puesto
a
todas
las
contribuciones
es
el
mismo.
Los
más
vocales
no
son
considerados
superiores
a
los
más
callados.
Los
“serios
y
observadores”
son
de
igual
valor
que
los
“desenfadados
y
bromistas”.
Hay
una
clara
apreciación
de
las
diferentes
contribuciones
dentro
de
las
relaciones,
así
como
un
merecido
entendimiento
de
que
si
todos
los
participantes
tuvieran
los
mismos
talentos
y
puntos
de
vista
entonces
no
habría
necesidad
de
su
participación.
En
otras
palabras,
las
diferencias
son
considerablemente
valoradas.
En
el
ISI
(Internacional
Summer
Institute)1
las
actividades
se
diseñan
de
manera
que
se
puedan
mezclar
los
diferentes
talentos
y
experiencias
de
los
participantes
y
se
reconozca
cada
contribución
como
significativa.
Estudiantes
de
posgrado
discuten
ideas
y
asuntos
con
profesionales
experimentados.
Clínicos
con
amplia
experiencia
conversan
con
consultores
organizacionales.
La
sensación
es
que
todas
las
contribuciones
son
valiosas.
Cada
voz
es
considerada
en
la
planeación
del
ISI
a
medida
que
éste
se
va
desarrollando.
Incluso,
los
participantes
entregan
reflexiones
escritas
sobre
las
actividades
de
días
previos
y
éstas
son
revisadas
y
presentadas
ante
quórum
general
en
parejas
de
participantes
provenientes
de
diversos
países,
disciplinas
y
niveles
de
experiencia.
2.
Creación
de
una
cohorte
118
El
ISI
es
un
seminario
anual
bilingüe
y
multicultural
en
Terapias
Colaborativas
organizado
por
el
Houston
Galveston
Institute
en
Houston,
Texas
y
Grupo
Campos
Elíseos
en
la
Ciudad
de
México.
Participan
como
docentes
Harlene
Anderson,
Sylvia
London,
Elena
Fernández,
Irma
Rodríguez-‐Jazcilevich
y
Margarita
Tarragona.
En
nuestra
experiencia
el
efecto
de
la
cohorte
es
profundo.
Cuando
la
gente
se
une
por
una
experiencia
común,
especialmente
cuando
ésta
es
intensa,
el
grupo
puede
convertirse
en
una
influencia
poderosa
sobre
sus
propios
miembros
y
su
entorno.
Una
cohorte
desarrolla
una
sensibilidad
a
las
necesidades
individuales
de
sus
miembros
así
como
a
lo
que
requiere
el
grupo
para
retener
su
valor
e
integridad.
Los
individuos
se
vuelven
parte
de
algo
más
grande
que
ellos.
Cuando
Sally
y
Dan
dirigieron
el
programa
de
terapia
familiar,
en
el
formato
de
ingreso
se
les
pedía
a
los
estudiantes
que
se
aplicasen
“tanto
al
progreso
de
su
cohorte
como
al
suyo
propio”.
Como
maestros
y
supervisores
del
programa,
nosotros
poníamos
un
gran
énfasis
en
el
poder
de
la
cohorte
a
través
de
nuestro
lenguaje
o
mediante
nuestras
palabras,
acciones
o
respuestas.
Por
ejemplo,
si
algunos
estudiantes
presentaban
una
queja
o
preocupación,
les
preguntábamos
si
ya
habían
considerado
el
tema
con
la
cohorte
antes
de
venir
a
nosotros;
y
les
pedíamos
que
la
cohorte
se
reuniera
también
con
ellos
para
discutir
el
dilema
relacionado
con
el
programa
y
después
nos
presentasen
sus
recomendaciones.
Nuestros
estudiantes
aprendieron
rápidamente
a
buscar
formas
que
incluyesen
las
voces
y
la
participación
de
todos
sus
miembros
en
los
grupos
de
estudio,
platicando,
intercambiando
ideas,
presentando
y
defendiendo
sus
posturas
individuales.
Notamos
el
mismo
tipo
de
comportamiento
que
manifiestan
los
grupos
del
ISI
–
los
participantes
forman
vínculos
especiales
y
gran
aprecio
entre
ellos
que
los
lleva
a
extender
su
apoyo,
relacionarse
y
mostrarse
curiosos
hacia
los
demás
participantes
con
los
que
incluso
pudieran
haber
tenido
desacuerdos
en
algunos
asuntos.
Por
su
parte,
Sylvia
aplica
los
beneficios
de
la
experiencia
de
la
cohorte
en
el
proceso
de
evaluación
del
trabajo
académico
de
estudiantes
de
posgrado.
Por
ejemplo,
como
parte
de
los
requisitos
de
la
asignatura,
se
espera
que
cada
estudiante
realice
una
presentación
para
la
clase.
Durante
el
proceso,
el
alumno
tiene
la
responsabilidad
de
invitar
e
incluir
de
alguna
manera
las
voces
de
todos
sus
compañeros.
La
evaluación
de
la
presentación
es
efectuada
por
todos
los
miembros
de
la
clase
(considerando
que
sus
propias
ideas,
posturas
y
voces
deben
estar
incluidas
en
dicha
presentación).
Este
proceso
ha
generado
un
altísimo
nivel
compromiso
y
respeto
por
el
presentador
así
como
una
mayor
planeación
y
calidad
de
la
presentación.
En
este
entorno
se
crea
una
comunidad
de
aprendizaje
colaborativo
(Anderson,
1997,
Anderson
&
Gehart,
2007),
donde
cada
participante
se
esfuerza
por
traer
y
mostrar
lo
mejor
de
sí
mismo,
así
como
el
interés
por
el
aprendizaje
y
el
bienestar
común.
Se
trata
de
compartir
la
responsabilidad
por
el
proceso
de
aprendizaje.
En
nuestro
mundo
actual
que
alienta
vigorosamente
(y
a
veces
inescrupulosamente)
a
los
profesionistas
exitosos
a
perseguir
de
manera
individual
sus
metas
119
profesionales,
la
experiencia
de
ser
parte
de
una
comunidad
colaborativa
es
muy
estimulante.
De
esa
manera,
se
aprecia
muy
claramente
el
placer
de
poner
nuestros
objetivos
particulares
junto
(y
no
frente)
a
los
de
los
otros.
3.
Intersecciones:
conexiones
personales
y
profesionales
Si
recurrimos
a
la
colaboración
como
una
luz
que
nos
guía,
se
hace
difícil
separar
su
carácter
personal
del
profesional,
lo
que
Harlene
Anderson
llama
“coherencia
entre
la
forma
de
ser
en
lo
personal
y
en
lo
profesional”
(Anderson
&
Gehart,
2007).
Cuando
un
profesional
está
“realizando”
su
trabajo,
está
presente
también
como
persona.
El
planteamiento
de
que
nuestras
ideas
y
puntos
de
vista
personales
pueden
ser
aislados
de
nuestras
tareas
profesionales
es
bastante
problemático.
Podríamos
afirmar
que
nuestra
visión
y
postura
puede
permanecer
fuera
del
consultorio
(salón
de
clase
o
espacio
organizacional),
pero
esto
es
indudablemente
una
ficción.
Incluso
es
posible
que
intentemos
minimizar
o
escindir
nuestras
actitudes
y
puntos
de
vista
personales,
sin
embargo,
nuestra
habilidad
para
lograr
esto
es
limitada.
Más
allá
de
que
sea
posible
separar
lo
“personal”
de
lo
“profesional”,
podemos
preguntarnos
qué
es
lo
que
perderíamos
al
tratar
de
crear
esta
separación.
Las
conexiones
personales
y
profesionales
pueden
ampliar
y
mejorar
todos
los
aspectos
de
nuestras
vidas.
Una
razón
de
esto
es
que
nuestros
clientes
y
alumnos
tampoco
dejan
“afuera”
su
naturaleza
personal
cuando
nos
reunimos
con
ellos.
Todos
anhelamos
la
conexión
humana
y
lo
que
somos
como
personas
es
lo
que
tenemos
para
ofrecer
al
otro.
Pretender
ser
de
una
manera
en
el
trabajo
y
de
otra
en
nuestra
así
llamada
“vida
privada”
puede
convertirse
en
una
carga
pesada,
sobre
todo
si
esas
maneras
son
muy
diferentes.
Comportarse
en
el
trabajo
de
una
forma
antagonista
a
nuestras
preferencias
y
actitudes
personales
puede
crear
conflictos
éticos.
Una
de
las
condiciones
en
la
que
incorporamos
la
conexión
personal
y
profesional
es
al
principio
de
una
clase,
taller
o
conferencia,
pidiendo
a
los
estudiantes
o
participantes
que
se
presenten
en
el
grupo
por
medio
de
las
historias
acerca
de
sus
nombres.
Les
pedimos
que
respondan
a
las
siguientes
preguntas:
¿Cómo
te
llamas?
¿Cuál
es
la
historia
del
por
qué
te
llamas
así?
¿Qué
ha
significado
para
ti
ir
por
la
vida
llevando
ese
nombre?
¿Cómo
quisieras
que
te
llamemos
durante
este
tiempo
que
estaremos
juntos?
Esta
manera
de
conocer
gente
le
da
a
cada
uno
el
tiempo
y
el
espacio
para
compartir
una
historia
muy
personal
como
parte
del
principio
de
la
formación
de
una
relación
profesional.
Esta
manera
de
empezar
invariablemente
invita
y
anima
a
los
participantes
a
pensar
en
ellos
mismos
y
en
los
demás
primero
como
personas,
después
como
profesionales.
Las
relaciones
que
se
van
formando
son
una
mezcla
de
elementos
personales
y
profesionales.
Conocer
a
“la
persona
del
profesional”
agrega
dimensión
y
profundidad
a
la
relación,
además
de
promover
una
atmósfera
favorable
para
la
formación
de
una
comunidad
colaborativa.
120
4.
Hospitalidad
La
hospitalidad
es
crítica
para
la
creación
de
una
atmósfera
de
colaboración.
Hemos
encontrado
que
“sale
caro
ser
barato”
y
que
cuando
renunciamos
a
la
hospitalidad
y
generosidad
en
términos
de
comida,
celebraciones
y
fiestas,
renunciamos
a
tener
gente
reunida
en
una
atmósfera
de
interacción
informal,
cercana
y
personal.
Tampoco
consideramos
a
la
hospitalidad
como
una
escueta
bienvenida.
Por
el
contrario,
estamos
profundamente
comprometidos
con
la
idea
del
filósofo
francés
de
origen
argelino
Jacques
Derrida,
de
que
la
hospitalidad
es
la
bienvenida
incondicional
al
otro:
...debo
recibir
al
otro
quienquiera
que
sea
–y
esto
es
definitivo-‐
sin
pedirle
un
documento,
una
identificación,
un
nombre,
sin
exigirle
una
identidad.
Este
es
mi
primer
comienzo
en
la
relación
con
el
otro.
Les
abro
mi
espacio,
mi
hogar,
mi
casa,
mi
lengua,
mi
cultura,
mi
nación,
mi
estado.
A
mí
mismo,
no
tengo
que
forzarme
a
abrirme
porque
estoy
abierto
de
antemano.
Estoy
abierto,
incluso
antes
de
que
tome
la
decisión
de
hacerlo:
después
tengo
que
mantenerme
abierto
o
trato
de
permanecer
abierto
de
manera
incondicional.
(Bennington,
2003,
Pregunta
4)
Cada
proyecto
que
desarrollamos
lleva
incluida
una
forma
explícita
de
hospitalidad,
desde
la
manera
en
que
invitamos
y
recibimos
a
los
participantes,
hasta
los
refrigerios
y
el
lugar
que
seleccionamos.
Esto
ayuda
a
establecer
el
tono
de
la
bienvenida
y
la
invitación.
En
el
programa
de
posgrado
que
Sally
y
Dan
dirigían
(y
donde
Sylvia
enseñó
y
supervisó
un
semestre),
acostumbrábamos
empezar
el
semestre
con
una
fiesta
en
honor
a
los
nuevos
estudiantes
y
sus
familias.
Además,
contábamos
con
la
participación
de
ex
alumnos
y
sus
familias
que
daban
también
la
bienvenida
a
los
novatos,
respondiendo
a
sus
preguntas
y
ofreciéndoles
amistad
y
apoyo.
En
el
proyecto
Visiting
the
Visiting
Profesor,
los
invitados
que
vinieron
a
Louisville
desde
México,
se
hospedaron
con
nosotros.
Comimos
y
viajamos
juntos,
y
participaron
en
nuestro
ritual
nocturno
del
“tequila”
–
condiciones
perfectas
para
la
generación
de
ideas
y
de
colaboración.
En
el
ISI,
siguiendo
la
tradición
de
hospitalidad
mexicana,
siempre
hay
comida
regional
y
actividades
culturales
que
ayudan
a
que
los
participantes
se
sientan
bienvenidos
y
convidados
a
apreciar
y
aprender
acerca
de
la
cultura
mexicana.
Somos
firmes
creyentes
en
la
idea
de
Harlene
Anderson
de
que
la
manera
en
que
comenzamos
a
recibir
y
conocer
a
las
personas
crea
el
tipo
de
conversaciones
y
relaciones
que
podemos
tener
con
ellas
(Anderson,
1997;
Anderson
&
Gehart,
2007).
Siguiendo
esta
idea,
toda
persona
que
pregunte
o
se
registre
en
el
ISI
recibe
una
respuesta
personal
de
Harlene
o
Sylvia.
Ellas
se
toman
el
tiempo
para
establecer
una
conversación
vía
correo
electrónico
con
cada
uno
de
los
interesados
para
asegurarse
que
entiendan
el
tipo
de
seminario
intensivo
que
se
planea,
y
poder
por
su
parte,
conocer
más
acerca
de
las
personas
y
cuáles
son
sus
necesidades
121
personales
y
profesionales.
Para
las
organizadoras,
es
muy
importante
que
los
participantes
se
sientan
seguros
y
bienvenidos
a
un
seminario
que
se
lleva
a
cabo
en
un
ambiente
y
país
diferente
al
suyo.
De
manera
personal,
Harlene
y
Sylvia
se
aseguran
de
ofrecer
instrucciones
precisas
acerca
de
cómo
llegar
al
lugar
del
evento,
qué
pueden
vestir
y
qué
artículos
pueden
llevar
para
asegurar
su
comodidad.
La
traducción
es
una
práctica
relacional
y
provee
otra
dimensión
de
hospitalidad.
El
ISI
es
una
comunidad
de
aprendizaje
internacional,
que
cuenta
con
participantes
que
hablan
diferentes
idiomas.
Otra
manera
de
practicar
la
hospitalidad
es
el
cerciorarse
de
que
todos
entiendan
qué
es
lo
que
se
presenta
y
que
tengan
cada
uno
la
oportunidad
de
expresar
sus
ideas
y
preguntas.
Durante
el
ISI,
todas
las
presentaciones
son
traducidas
al
inglés
y/o
al
español.
En
su
mayoría,
las
conferencias
del
seminario
son
en
inglés
con
traducción
secuencial
al
español.
Los
participantes
han
comentado
que
este
formato
les
da
tiempo
para
reflexionar,
además
de
oportunidad
para
practicar
su
inglés
o
español.
A
medida
que
cada
participante
habla,
el
traductor
(parado
cerca
o
detrás
de
él)
espera
su
señal
para
hablar.
Esto
permite
a
cada
expositor
mantener
su
estilo
y
ritmo
personales
cuando
hablan.
5.
Un
lugar
apropiado,
cómodo
Parecería
que
las
conversaciones
se
pueden
llevar
a
cabo
en
cualquier
lugar,
más
no
es
éste
necesariamente
el
caso.
El
desarrollo
de
buenas
relaciones
y
conversaciones,
que
forman
la
base
de
la
colaboración,
sólo
ocurrirá
si
se
tiene
un
cuidado
especial
al
establecer
el
contexto
de
la
colaboración,
así
como
una
atención
particular
a
la
manera
en
que
se
crea
la
hospitalidad.
Por
ejemplo,
es
difícil
lograr
conversaciones
significativas
en
un
salón
frío
y
estéril,
o
donde
las
personas
no
puedan
hablarse
de
frente.
Pensemos
por
qué
ciertas
cafeterías
logran
tanto
éxito
para
reunirse
y
conversar.
En
el
ISI
estamos
convencidos
de
la
importancia
que
tiene
la
cuidadosa
selección
y
atención
del
entorno
físico
para
que
ocurran
el
tipo
de
conversaciones
y
relaciones
que
deseamos
fomentar
durante
la
semana.
Nos
gusta
trabajar
al
aire
libre,
fuera
de
los
salones
de
juntas
tradicionales,
rodeados
de
la
belleza
natural;
el
ambiente
de
playa
ha
demostrado
ser
un
entorno
que
relaja
e
invita
a
la
reflexión.
Nos
gustan
hoteles
pequeños
donde
fácilmente
se
dan
encuentros
fuera
de
las
horas
de
reunión,
lo
que
permite
que
las
conversaciones
continúen
día
y
noche.
También
nos
gustan
poblaciones
pequeñas
donde
el
acceso
a
comidas,
compras
y
paseos
sea
fácil
a
pié.
Nuestros
participantes
vienen
de
diversas
partes
del
mundo
y
generalmente
no
se
conocen,
el
estar
en
un
pueblo
chico
crea
un
ambiente
relajado
e
invitador
donde
fácilmente
te
encuentras
a
otros
miembros
del
seminario
y
te
les
puedes
unir
y
conversar
mientras
comen,
toman
un
refrigerio,
van
de
compras
o
de
paseo.
122
6.
Retroalimentación
y
ajustes
La
colaboración
requiere
de
la
habilidad
de
recibir
bien
la
retroalimentación
y
darle
buen
uso.
Ésta
viene
a
veces
automáticamente
pero
otras
veces
hay
que
pedirla.
Tanto
el
recibirla
como
luego
incorporarla
son
componentes
vitales,
ninguno
de
estos
necesariamente
fáciles
de
implementar.
Les
pedimos
a
los
participantes
que
antes
de
venir
al
ISI
nos
envíen
sus
expectativas
e
ilusiones,
lo
que
nos
ayuda
a
diseñar
el
evento
de
acuerdo
a
los
intereses
de
los
participantes.
Aunque
nos
mantenemos
abiertos
debido
a
que
las
expectativas
van
cambiando
conforme
el
grupo,
las
personas,
nos
vamos
acercando.
Como
mencionamos
brevemente
en
el
primer
lineamiento,
al
final
de
cada
día
durante
la
semana,
pedimos
a
los
participantes
que
escriban
sus
reflexiones
del
día
y
las
depositen
en
una
canasta
durante
el
desayuno
al
día
siguiente.
Asignamos
participantes
para
que
nos
ayuden
a
leerlas
y
luego
presentar
al
grupo
las
ideas
y
peticiones
expresadas
en
ellas.
Tomamos
muy
en
serio
esta
información
y
hacemos
nuestro
mejor
esfuerzo
para
acomodar
las
necesidades
y
peticiones
específicas
de
los
participantes.
En
respuesta
a
esta
retroalimentación
efectuamos
cambios
en
algunos
aspectos
del
ISI
que
van
desde
crear
grupos
de
discusión
sobre
tópicos
solicitados
hasta
responder
a
solicitudes
logísticas
como
conseguir
sillas
más
cómodas
o
aumentar
el
número
de
recesos.
La
incorporación
de
la
retroalimentación
en
ambientes
universitarios,
jerárquicos,
tradicionales,
no
es
siempre
fácil,
pero
lo
consideramos
necesario
para
crear
la
armonía
dentro
del
grupo
y
el
sentido
de
valoración
de
cada
individuo.
Esto
puede
parecer
un
asunto
no
académico.
Sin
embargo,
en
algunos
grupos
de
supervisión
en
nuestros
programas
de
posgrado,
los
alumnos
trajeron
a
discusión
el
asunto
de
los
recesos
para
comer.
Nosotros
teníamos
la
concepción
(común
entre
maestros
en
el
campus)
de
que
se
pueden
tener
buenas
conversaciones
y
ambiente
de
trabajo
durante
la
comida,
con
la
ventaja
de
que
así
acabábamos
antes
la
jornada
de
trabajo.
Sin
embargo,
uno
de
los
grupos
indicó
que
no
querían
trabajar
mientras
comían,
preferían
extender
el
tiempo
de
supervisión
(trabajo)
haciendo
un
receso
para
comer
y
platicar
entre
amigos.
Como
supervisores
aceptamos
su
petición
en
busca
de
crear
el
mejor
ambiente
para
el
aprendizaje.
Esta
implementación
empezó
a
tener
problemas
en
las
semanas
siguientes
ya
que
los
alumnos
que
realizaron
esta
petición
se
retrasaban
para
llegar
después
del
receso.
Entonces
fue
nuestro
turno
de
dar
retroalimentación
al
grupo,
expresándoles
nuestra
preocupación
por
los
retrasos
como
resultado,
el
grupo
decidió
esforzarse
en
regresar
a
tiempo
de
los
recesos.
Si
bien
los
asuntos
de
tiempos
y
comidas
no
suelen
ser
piezas
críticas
nos
dan
aquí
la
idea
de
cómo
podemos
dar
y
recibir
información
y
hacer
los
cambios
apropiados.
123
7.
Resultados
duraderos
A
veces
se
considera
a
la
colaboración
como
algo
“del
momento”
sin
implicaciones
futuras,
sin
embargo
nosotros
la
vemos
como
algo
que
tiene
historia,
presente
y
futuro
–un
componente
del
“mundo
real”
con
su
propia
acción.
La
práctica
puede
seguirse
en
reuniones
cara
a
cara,
o
en
actualizaciones
periódicas.
Uniéndose
a
otros
en
proyectos
o
investigaciones
internacionales,
presentando
colegas
ya
conocidos
a
nuevos
colegas,
incorporando
a
nuestra
práctica
diaria
las
ideas
adquiridas
durante
el
taller.
Las
nuevas
relaciones
de
amistad
y
trabajo
se
mantienen
a
medida
que
algunos
participantes
implementan
formas
de
colaborar,
por
ejemplo
mediante
comunicación
por
internet,
consultándose
mutuamente
en
proyectos
de
investigación.
En
otras
palabras,
los
participantes
se
integran
a
una
comunidad
colaborativa
mundial.
Para
algunos
de
nosotros,
el
ISI
se
ha
convertido
en
una
especie
de
reunión
familiar
a
donde
regresamos
cada
año
para
renovar
lazos
con
nuestros
viejos
amigos
y
a
recibir
nuevos.
Algunos
mantenemos
contacto
esporádico
durante
el
año
intercambiando
correos
electrónicos,
otros
esperamos
a
que
llegue
la
reunión.
Hemos
creado
un
blog
en
internet
para
compartir
ideas,
imágenes
y
comentarios.
Algunos
participantes
se
comprometen
a
dar
seguimiento
a
proyectos
profesionales
para
asegurar
que
mantengamos
el
contacto,
pensando
y
planeando
juntos.
El
último
día
del
ISI
hablamos
acerca
de
cómo
llevarnos
las
ideas
de
regreso
a
casa,
pidiendo
a
los
participantes
que
seleccionen
algún
aspecto
del
ISI
con
el
que
quisieran
regresar
y
poner
allí
en
acción.
Se
forman
parejas
de
participantes
como
“socios
conversacionales
o
responsables”
de
dar
seguimiento
a
cada
idea
identificada.
Estas
“sociedades”
ayudan
a
mantener
vivo
el
proceso
colaborativo
a
medida
que
los
socios
encuentran
formas
de
darle
seguimiento
y
apoyo
a
estos
planes
o
ideas.
En
nuestro
programa
“Visitando
al
Profesor
Visitante”,
seguimos
intercambiando
ideas
con
nuestros
estudiantes
y
colegas
participantes,
que
han
sido
compartidas
dentro
y
a
través
de
varias
agencias
de
servicio
social.
Uno
de
los
triunfos
que
nos
han
reportado
en
los
diversos
talleres
que
hemos
ofrecido
es
la
importancia
de
escuchar.
Escuchar
las
voces
de
aquellos
que
comúnmente
excluimos
u
obviamos.
En
sus
diversas
prácticas
(por
ejemplo,
trabajando
con
víctimas
de
violencia,
con
niños,
con
inmigrantes)
los
clínicos
pedían
a
sus
supervisores
y
grupos
de
trabajo
que
invitaran
a
“otros”
que
normalmente
no
son
considerados
como
parte
del
trabajo
clínico,
tales
como
clientes,
vecinos
o
amigos
que
pudieran
contribuir
con
ideas
basadas
en
su
experiencia;
artistas
y
administradores
que
participasen
con
sus
clientes
para
ampliar
las
conversaciones
y
las
opciones
para
generar
el
cambio
y
el
alivio.
Irónicamente
ninguno
de
los
talleres
fue
sobre
el
tópico
de
escuchar
e
incluir
a
otros;
y
sin
embargo,
el
mensaje
fue
escuchado
y
promovido.
124
8.
Aprendizaje
a
través
del
arte,
la
música,
la
cultura,
las
lenguas
Uno
de
los
grandes
beneficios
que
nos
ha
traído
la
colaboración
es
el
de
enfrentarnos
con
la
diversidad.
La
diversidad
trae
lo
desconocido,
nos
obliga
a
poner
más
atención,
estimula
nuestra
creatividad,
nos
energiza.
Nuestros
esfuerzos
colaborativos
nos
han
llevado
a
dialogar
con
practicantes
de
diversas
disciplinas
intercambiando
ideas
y
visiones.
Estos
intercambios
amplían
cualitativa
y
cuantitativamente
nuestra
experiencia
profesional.
Uno
de
los
elementos
que
destaca
en
el
ISI
es
la
presencia
de
un
“artista
residente”.
Sara
London
(de
la
Ciudad
de
México)
ha
sido
nuestra
artista
residente
en
los
últimos
9
años.
Ella
se
sienta
e
interactúa
con
el
grupo
durante
la
semana,
siendo
su
aportación
más
visible
la
generación
de
una
pieza
de
arte
que
emana
de
su
experiencia
en
el
ISI.
La
mayor
parte
del
tiempo
trabaja
en
el
espacio
común
donde
se
desarrollan
las
actividades
de
los
participantes,
mientras
que
otras
veces
se
separa
del
grupo.
Algunos
participantes
se
interesan
en
su
trabajo
artístico
y
le
piden
utilizar
sus
materiales
como
parte
de
su
proceso
de
aprendizaje.
Otros
se
interesan
en
particular
por
ver,
entender
y
aprender,
A
lo
largo
de
la
semana,
ella
trabaja
creando
una
pieza
de
arte
que
es
su
interpretación
de
lo
que
oye
y
ve.
En
la
última
noche,
Sara
presenta
al
grupo
su
creación,
explicando
cuál
fue
su
proceso.
De
esta
manera,
se
integra
el
lenguaje
del
arte
al
proceso
multilingüístico
ya
existente.
El
año
pasado
Sara
creó
una
pieza
de
arte
para
uno
de
nuestros
clientes,
producto
de
su
reflexión,
después
de
escuchar
su
historia
durante
una
consulta.
Otros
participantes
en
el
ISI
han
incluido
música,
poesía
y
danza,
como
formas
de
expresar
ideas
nuevas,
o
como
una
manera
de
conectar
al
grupo
al
contexto
local.
Sara
fue
una
de
las
visitantes
en
nuestro
programa
de
visitas
al
profesor
visitante.
En
su
papel
de
“visitante”
se
solicitó
el
permiso
de
clientes
y
sus
terapeutas
para
que
ella
pudiese
presenciar
y
observar
una
de
las
sesiones
de
terapia.
Durante
el
curso
de
la
siguiente
semana,
reflexionó
sobre
su
experiencia
en
la
sesión
y
creó
una
pieza
de
arte
que
le
fue
entregada
al
cliente.
La
presencia
de
la
artista
nos
permitió
enriquecer
la
variedad
de
la
experiencia
clínica
y
el
trabajo
terapéutico
durante
los
procesos
reflexivos.
9.
Apertura,
que
nos
permita
hacer
lo
que
la
ocasión
amerita
Apertura
es
para
nosotros
la
creación
y
mantenimiento
de
un
entorno
abierto,
libre,
creativo
y
respetuoso,
donde
la
flexibilidad
y
las
actividades
espontáneas
son
bienvenidas.
Apertura
para
responder
a
las
necesidades
cambiantes
y
poder
aprovechar
las
oportunidades
emergentes
y
aún
las
inesperadas.
Queremos
enfatizar
que
esta
actitud
y
entorno
de
apertura
promueve
y
provee
de
buenas
oportunidades
para
establecer
acciones
coordinadas
mutuamente,
donde
la
responsabilidad
se
comparte.
No
se
trata
de
un
“todo
se
vale”.
125
Por
ejemplo,
en
el
Pre-‐ISI
del
año
pasado
(que
es
un
forum
para
talleres
cortos
que
se
reúne
dos
días
antes
del
ISI),
se
presentó
una
complicación
debido
a
que
un
ponente
pidió
cambio
de
hora
para
su
presentación,
lo
que
forzaba
a
reprogramar
la
presentación
de
Sylvia
(sobre
conversaciones
Inter-‐culturales)
y
la
de
Sally
con
Dan
(sobre
ética),
pues
ambas
estaban
marcadas
en
el
mismo
horario.
Esto
implicaba
que
los
últimos
tres
expositores
no
asistieran
a
la
presentación
del
otro
como
lo
habían
planeado.
Luego
de
analizar
juntos
la
situación,
los
tres
decidieron
fusionar
ambas
presentaciones
en
una
y
presentarla
juntos.
Como
esto
implicaba
un
cambio
en
el
plan
ya
anunciado
Sylvia,
como
miembro
del
equipo
organizador,
presentó
la
idea
a
Harlene
quien
aceptó
inmediatamente
depositando
en
ellos
toda
su
confianza,
aunque
algo
intrigada
acerca
de
cómo
iban
a
poder
integrar
ambas
presentaciones
en
una
sola
con
tan
poco
tiempo
de
preparación.
Gracias
a
la
cercana
relación
existente
entre
los
tres,
pudieron
preparar
un
taller
bilingüe
interactivo
en
el
que
se
trataron
ideas
tanto
de
ética
como
de
cultura,
integrándolas
en
uno
de
los
ejercicios
que
tuvieron
que
adaptar.
El
taller
resultó
tan
energético
y
exitoso
que
el
equipo
organizador
les
pidió
que
para
el
año
siguiente
armaran
algo
en
conjunto,
y
que
sirviera
de
igual
forma
como
clausura
del
Pre-‐ISI
con
todo
el
grupo
de
participantes.
En
el
verano
del
2007
prepararon
un
taller
para
el
ISI
sobre
colaboración
como
estilo
de
vida
usando
las
ideas
que
aparecen
en
este
artículo.
Ideas
finales
La
colaboración
nos
ha
informado
y
guiado
a
través
de
nuestras
jornadas
profesionales
y
personales,
no
es
una
idea
o
práctica
que
tomemos
a
la
ligera.
Usamos
estos
lineamientos
como
marcadores
que
nos
ayudan
a
mantenernos
honestos
en
lo
que
creemos
que
funciona
en
las
relaciones
humanas.
A
su
vez,
reconocemos
que
nuestras
intenciones
al
vincularnos
con
otros
con
una
capacidad
colaborativa
no
siempre
tienen
éxito
(Fernández,
London
&
Rodríguez-‐
Jazcilevich
2006).
Aunque
eso
no
quiere
decir
que
renunciemos
a
estas
ideas.
Nuestros
tropiezos
nos
inspiran
a
reflexionar
y
considerarlos
como
retroalimentación,
como
experiencias
de
aprendizaje
que
podemos
incorporar
a
nuestro
pensar
y
actuar.
Podemos,
a
través
del
tiempo,
dar
nuevas
formas
a
los
significados
de
la
colaboración
y
cómo
es
explicada.
Por
ahora
consideramos
que
esta
es
una
buena
forma
de
respetar
nuestros
principios
de
vida
y
trabajo
así
como
de
reconocer
que
forman
parte
de
los
principios
elegidos
por
otros
colegas
con
los
que
interactuamos.
Referencias
Anderson,
H.
(1997).
Conversation,
language,
and
possibilities:
A
postmodern
approach
to
therapy.
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2007).
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Relationships
and
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that
make
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126
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friendship:
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George,
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Wulff,
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(2006).
A
postmodern
approach
to
teaching
family
therapy
as
community
practice.
Journal
of
Systemic
Therapies,
25
(4),
73-‐
83.
127
Capítulo
6
Desaparición
forzada,
trauma
y
duelo:
Chile
1973-‐
2014
Elizabeth
Lira
Introducción
La
desaparición
de
personas
fue
una
forma
de
exterminio
de
opositores
políticos
utilizada
en
casi
todos
los
países
de
América
Latina.
El
número
de
víctimas,
las
acciones
y
denuncias
de
los
familiares,
las
actuaciones
y
respuestas
de
los
gobiernos
y
las
investigaciones
judiciales
difieren
en
cada
país.
Los
efectos
psicológicos
y
psicosociales
de
la
desaparición
forzada
han
dependido
estrechamente
de
las
acciones
del
Estado
tanto
en
relación
con
las
formas
de
exterminio,
negación
e
impunidad
consiguiente,
como
en
las
acciones
de
justicia
y
reparación
emprendidas
a
favor
de
las
víctimas
y
en
el
proceso
de
construcción
democrática
de
la
paz
social.
Las
políticas
de
justicia,
reparación
y
memoria
en
diferentes
países
expresan
la
voluntad
de
una
comunidad
nacional
que
se
ha
propuesto
condenar
las
violaciones
de
derechos
humanos
como
herramienta
de
control
político;
que
ha
decidido
identificar,
reconocer
y
reparar
a
las
víctimas
y
sus
familiares
realizando
gestos
simbólicos
y
materiales
para
expresar
ese
propósito.
Sin
embargo,
cabe
preguntarse
como
esas
políticas
pueden
contribuir
a
un
proceso
de
reparación
que
siempre
es
personal
aunque
es
simultáneamente
social
y
político.
¿Cómo
podría
ser
posible
que
se
pudiera
vivir
el
duelo
por
su
ausencia
y
por
su
muerte?
¿Se
requiere
para
ello
del
reconocimiento
y
la
confirmación
de
la
autoridad
sobre
la
condición
de
detenido/a
desaparecida
de
esa
persona?
¿Se
requiere
conocer
su
destino
final
y
su
paradero?
¿El
duelo
se
hace
posible
cuando
se
logra
la
identificación
de
los
restos
y
se
puede
realizar
un
ritual
funerario?
¿Bastaría
la
confirmación
de
la
autoridad
acerca
de
su
condición
de
desaparecido
aunque
no
aparezcan
sus
restos?
¿Cómo
podría
repararse
la
ausencia
prolongada
y
la
pérdida
traumática
de
un
ser
amado
producida
por
una
política
del
Estado?
¿La
reconstrucción
de
lo
sucedido,
-‐la
verdad
judicial-‐
y
la
condena
de
los
responsables,
puede
contribuir
a
la
reparación
moral
y
psicológica
de
los
sobrevivientes
y
sus
128
familias?
¿Pueden
los
memoriales
y
sitios
de
memoria
contribuir
a
restaurar
la
memoria
de
las
vidas
y
de
la
dignidad
de
los
muertos
y
desaparecidos?
¿Cuál
es
el
valor
simbólico
del
reconocimiento
oficial
del
crimen
y
del
otorgamiento
en
nombre
del
Estado
de
una
indemnización
a
las
familias?
¿Qué
efectos
tienen
las
peticiones
de
perdón
y
de
disculpas
por
lo
ocurrido
expresadas
en
nombre
del
Estado
por
otras
autoridades
del
país,
no
por
aquellas
responsables
de
los
crímenes?
Cabe
señalar
que
las
políticas
de
reparación
establecidas
para
distintos
tipos
de
víctimas
incluyen
restituciones,
compensaciones,
e
indemnizaciones
bajo
la
forma
de
pensiones
de
acuerdo
a
cada
ley,
cuyos
montos
son
prácticamente
iguales
para
todos,
sin
diferenciar
los
daños
padecidos
por
las
personas
en
esas
asignaciones
de
dinero.
También
se
incluyen
medidas
de
rehabilitación.
En
algunos
países
la
rehabilitación
se
ha
efectuado
mediante
el
ofrecimiento
de
atención
médica,
psicoterapéutica
y
apoyo
psicosocial
por
parte
del
Estado.
En
el
caso
de
Chile
esa
política
se
inició
en
1991
con
la
creación
del
“Programa
de
Atención
Integral
de
Salud
(PRAIS)”,
para
las
víctimas
de
violaciones
de
derechos
humanos
ocurridas
entre
1973
y
1990
y
sus
descendientes
hasta
la
tercera
generación,
incluyendo
más
de
750.000
beneficiarios
en
2014.
¿Qué
sentido
tiene
o
ha
tenido
para
sus
destinatarios
el
derecho
a
la
salud
como
medida
de
reparación?
¿Ha
sido
una
medida
efectiva
para
la
salud
y
la
salud
mental
de
las
víctimas
y
sus
familias?
No
hay
estudios
que
respondan
esas
preguntas.
El
programa
continúa
vigente
en
el
sistema
público
y
presta
servicios
a
través
de
unidades
especializadas
a
lo
largo
del
país.
Sin
embargo,
a
pesar
de
las
políticas
y
medidas
implementadas
persiste
una
dimensión
irreparable
para
las
familias
y
para
la
sociedad.
Esta
se
hace
visible
cuando
a
pesar
del
reconocimiento
individualizado
y
de
la
reparación
de
cada
víctima
en
nombre
del
Estado,
a
pesar
de
la
sanción
judicial
a
los
victimarios
o
de
la
conmemoración
de
los
desaparecidos
en
actos
y
sitios
de
memoria,
las
personas
sienten
que
nada
podrá
compensarlas
de
esa
pérdida,
del
proyecto
de
vida
truncado,
del
sufrimiento
padecido.
La
vida
no
puede
volver
atrás.
Las
consecuencias
sobre
las
personas
y
familias
no
solo
dependen
de
sus
recursos
psicológicos
y
morales.
También
ha
dependido
de
las
políticas
y
actuaciones
del
Estado.
Esta
interrelación
y
su
oportunidad
define
la
posibilidad
de
la
reparación
como
proceso
en
las
personas
y
en
las
familias.
Este
trabajo
se
refiere
a
la
desaparición
forzada
en
Chile
entre
1973
y
2014.
Tiene
el
propósito
de
describir
las
actuaciones
del
Estado
al
producir
la
desaparición
forzada
como
método
de
exterminio
y
también
las
acciones
del
Estado
para
reconocer
a
las
víctimas
y
ofrecer
reparaciones.
Esta
descripción
es
crucial
para
entender
el
itinerario
moral
y
el
impacto
psicológico
de
la
desaparición
forzada
sobre
las
familias
y
las
personas
a
lo
largo
del
tiempo.
La
identificación
de
los
efectos
de
las
políticas
represivas
así
como
de
los
efectos
de
las
políticas
de
reconocimiento
y
reparación
sobre
las
personas
y
las
familias
permite
visualizar
la
evolución
de
esta
129
interrelación,
la
que
debiera
constituir
el
fundamento
de
las
propuestas
de
reparación
y
de
las
intervenciones
psicosociales
y
terapéuticas.
Desaparición
forzada
En
distintos
países
de
América
Latina
se
había
denunciado
la
desaparición
forzada
de
personas
bajo
dictaduras,
gobiernos
militares
y
guerras
civiles.
En
varios
países
los
familiares
se
organizaron
localmente
en
agrupaciones
y
en
1981
se
organizó
FEDEFAM
(Federación
Latinoamericana
de
Asociaciones
de
Familiares
de
Detenidos-‐Desaparecidos)
con
la
participación
de
organizaciones
de
varios
países,
incluidas
las
de
Argentina
y
Chile.
FEDEFAM
se
propuso
“rescatar
con
vida
a
las
víctimas
de
la
desaparición
forzada”
y
lograr
la
devolución
de
los
niños
apropiados
de
madres
y
padres
desaparecidos,
situación
producida
especialmente
en
Argentina-‐
así
como
investigar
cada
caso
y
obtener
el
juicio
y
el
castigo
de
los
responsables
de
estos
crímenes.
Los
familiares
en
distintos
países
se
encontraron
con
la
negación
de
las
autoridades
acerca
de
la
detención
de
la
persona.
Esta
respuesta
formal
tuvo
y
sigue
teniendo
efectos
jurídicos,
morales
y
emocionales
sobre
las
familias,
transformando
la
situación
vivida
en
un
hecho
alucinante:
nadie
es
responsable
de
la
desaparición,
no
solamente
ante
los
tribunales
de
justicia
sino
también
ante
las
instancias
internacionales
que
requerían
información
sobre
las
personas
desaparecidas.
FEDEFAM
se
propuso
entonces
“la
promoción
de
normas
jurídicas
nacionales
e
internacionales
que,
tipificando
a
la
desaparición
forzada
como
un
crimen
contra
la
humanidad,
constituyan
medidas
de
justicia
y
prevención
de
este
delito”24.
Una
década
después,
en
1994
la
organización
de
Estados
Americanos
aprobó
la
Convención
Interamericana
sobre
Desaparición
Forzada
de
Personas,
reafirmando
que
“la
práctica
sistemática
de
la
desaparición
forzada
de
personas
constituye
un
crimen
de
lesa
humanidad”.
Dicha
Convención
(artículo
II)
establece
que:
Se
considera
desaparición
forzada
la
privación
de
la
libertad
a
una
o
más
personas,
cualquiera
que
fuere
su
forma,
cometidos
por
agentes
del
Estado
o
por
personas
o
grupos
de
personas
que
actúen
con
la
autorización,
el
apoyo
o
la
aquiescencia
del
Estado,
seguida
de
la
falta
de
información
o
de
la
negativa
a
reconocer
dicha
privación
de
libertad
o
de
informar
sobre
el
paradero
de
la
persona,
con
lo
cual
se
impide
el
ejercicio
de
los
recursos
legales
y
de
las
garantías
procesales
pertinentes25.
24
Federación
Latinoamericana
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos.
http://www.desaparecidos.org/fedefam/
(27/08/2014).
25
Organización
de
Estados
Americanos.
Departamento
de
Derecho
Internacional.
“Convención
130
Dictadura
(1973-‐1990):
desaparición
y
ausencia
La
desaparición
irrumpe
en
la
vida
de
una
familia
a
partir
de
la
ausencia
inesperada
de
uno
de
sus
miembros.
La
incertidumbre
por
su
destino
vital
se
hace
angustiosa
y
desesperada
iniciándose
la
búsqueda.
Los
testimonios
de
testigos
han
permitido
establecer
en
algunos
casos
las
evidencias
de
un
secuestro,
pero
en
muchos
otros
no
hubo
ningún
indicio
de
lo
sucedido
y
la
persona
pareció
esfumarse
sin
huellas.
Sus
familiares
intentaron
dar
con
su
paradero
en
los
lugares
que
frecuentaba,
para
luego
averiguar
en
hospitales,
cementerios
o
en
la
morgue,
temiendo
le
hubiera
sucedido
una
desgracia,
preguntando
entre
amigos,
conocidos
y
vecinos
sin
resultados.
Algunas
personas
fueron
detenidas
ante
su
familia
y
otras
fueron
llevadas
a
su
hogar
por
sus
captores,
sin
embargo
no
volvieron
a
aparecer
y
su
detención
fue
negada
oficialmente26.
Durante
1973
y
1974
aparecieron
algunos
cuerpos
en
las
calles
y
permanecieron
sin
identificar
en
el
entonces
Instituto
Médico
Legal,
por
meses
e
incluso
años.
Algunos
de
ellos
fueron
identificados
y
las
familias
se
enfrentaron
a
la
muerte
de
su
familiar
sin
explicaciones
y
sin
conocer
quienes
eran
los
responsables.
La
mayoría
de
los
cuerpos
tenían
huellas
de
maltrato
y
tortura
y
casi
todos
habían
sido
baleados.
En
la
mayoría
de
los
casos
se
presentaron
recursos
de
amparo
ante
los
Tribunales
de
Justicia.
El
tribunal
consultaba
al
Ministerio
del
Interior
sobre
la
persona
amparada.
Las
autoridades
de
la
época
negaron
formalmente,
en
casi
todos
los
casos,
que
se
hubiera
expedido
una
orden
de
detención
o
que
la
persona
se
encontrara
detenida.
Los
tribunales
aceptaron
esta
respuesta,
rechazando
el
recurso.
Sin
embargo,
con
frecuencia
se
encontraban
en
recintos
secretos
de
detención
e
interrogatorio.
Estos
recintos
fueron
financiados
con
cargo
al
erario
nacional,
dirigidos
por
funcionarios
del
Estado,
en
su
mayoría
miembros
de
las
Fuerzas
Armadas
y
de
Orden27.
A
pesar
de
las
negativas
recibidas,
los
familiares
continuaban
en
una
búsqueda
que
se
hacía
angustiosa,
agotando
todos
los
esfuerzos
y
derroteros
posibles
para
dar
con
el
paradero
de
la
persona
desaparecida.
En
muchas
familias
fue
la
esposa,
la
madre,
la
hija,
la
hermana-‐
casi
siempre
mujeres-‐
quienes
se
hicieron
cargo
de
la
búsqueda,
convirtiendo
esa
tarea
en
el
eje
afectivo
y
moral
de
su
vida
cotidiana28.
26
Sería
el
caso
de
Agustín
Reyes
González
en
1974.
Véase
historia
completa
en
el
sitio
“Memoria
Viva”.
http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-‐R/agustin_eduardo_reyes_gonzalez.htm
27
Dichos
recintos
fueron
identificados
en
procesos
judiciales
y
en
la
Comisión
Nacional
de
Prisión
Política
y
Tortura.
Informe
Comisión
Nacional
de
Prisión
Política
y
Tortura.
Santiago,
2004.
Capítulo
6:
Recintos
de
Detención.
http://www1.umn.edu/humanrts/links/CAP-‐06.pdf
(19/08/2014).
28
En
Chile
el
6%
de
los
casos
de
desaparición
forzada
son
mujeres.
Véase
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación. Informe
de
la
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación
(1996):
Anexo
VI.
Estadísticas:
945-‐947.
Véase
Corporación
Nacional
de
Reparación
y
Reconciliación.
Informe
sobre
calificación
de
víctimas
de
violaciones
de
derechos
humanos
y
de
violencia
política.
Santiago.
1996:
131
El
rechazo
de
los
recursos
de
amparo
preocupaba
no
solo
a
las
víctimas
y
a
sus
abogados.
La
Comisión
Interamericana
de
Derechos
Humanos,
en
su
informe
anual
de
1983,
analizó
un
fallo
de
la
Corte
Suprema
sobre
un
recurso
de
habeas
corpus
rechazado.
El
rechazo
se
basó
en
la
reafirmación
de
la
Corte
señalando
que
no
podía
cuestionar
los
fundamentos
de
la
decisión
“del
Presidente
de
la
Nación,
sino
solamente
constatar
el
cumplimiento
de
los
requisitos
puramente
formales
vinculados
con
la
restricción
a
la
vigencia
de
los
derechos
afectados”.
La
Comisión
hizo
presente
que
“en
las
circunstancias
por
las
que
atraviesa
Chile,
constituye
un
antecedente
peligroso
la
renuncia
de
los
tribunales
de
justicia
a
controlar
las
medidas
adoptadas
por
el
Poder
Ejecutivo
y
que
se
refleja
en
el
fallo
aludido”29.
Sin
embargo,
estas
observaciones
dirigidas
al
Estado
chileno
no
hicieron
variar
la
conducta
de
los
tribunales
de
Justicia,
que
continuaron
rechazando
la
mayoría
de
los
recursos
de
amparo
presentados.
Por
otra
parte,
la
respuesta
de
las
autoridades
que
negaba
todo
conocimiento
sobre
la
situación
de
la
persona
amparada
agravaba
el
temor
y
la
incertidumbre
de
los
familiares.
Si
las
autoridades
no
proporcionaban
una
respuesta
satisfactoria
¿Dónde
buscar?
¿A
quién
preguntar?
Acciones
judiciales
Los
familiares
se
organizaron
en
la
Agrupación
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos
en
197530.
Se
vincularon
al
Comité
de
Cooperación
para
la
Paz
en
Chile
formado
por
las
iglesias
católica,
ortodoxa,
evangélica
y
la
comunidad
israelita.
El
Comité
fue
creado
“para
realizar
una
acción
ecuménica
dando
ayuda
a
las
personas
afectadas
por
el
régimen
militar,
brindándoles
asistencia
legal
y
judicial
para
la
defensa
de
sus
derechos
fundamentales” 31 .
Los
abogados
del
Comité
presentaron
el
29
de
marzo
de
1974
un
recurso
de
amparo
masivo
ante
la
Corte
de
Apelaciones
de
Santiago
por
131
personas
que
se
encontraban
desaparecidas
hasta
esa
fecha.
No
obtuvieron
respuesta.
565-‐592.
Véase
también
“Mujeres
detenidas
desaparecidas.
Chile
1973-‐2010”
en
MUJERES
Historias
chilenas
del
siglo
XX.
Julio
Pinto.
Editor.
Santiago:
LOM,
2011,
pp.
141-‐
173.
29
Capítulo
IV
“Situación
de
los
derechos
humanos
en
varios
Estados”
en
Organización
de
Estados
Americanos.
Comisión
Interamericana
de
Derechos
Humanos.
Informe
Anual
1983
–
1984
https://www.cidh.oas.org/annualrep/83.84sp/cap.4a.htm
(07/10/2014).
30
La
agrupación
funcionó
inicialmente
en
dependencias
del
Comité
de
Cooperación
para
la
Paz.
Luego
en
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
en
Santiago
hasta
1992.
A
su
cierre
estuvo
en
la
sede
de
la
Fundación
de
Ayuda
Social
de
las
Iglesias
Cristianas
hasta
trasladarse
a
una
casa
propia,
la
Casa
de
la
Memoria
Sola
Sierra.
También
se
organizaron
en
regiones
desde
el
inicio
en
Concepción
y
Temuco
con
el
apoyo
de
la
iglesia
católica.
Véase
de
Mireya
García
Agrupación
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos
de
Chile.
AFDD.
Santiago:
2002:
15.
31
Arzobispado
de
Santiago.
Fundación
Documentación
y
Archivo
de
la
Vicaría
de
la
Solidaridad.
132
La
suerte
de
las
y
los
desaparecidos
seguía
pendiente
sin
que
las
autoridades
asumieran
alguna
responsabilidad
aunque
el
país
estaba
bajo
estado
de
sitio.
La
Comisión
Interamericana
de
Derechos
Humanos
recibió
el
24
de
noviembre
de
1974
la
denuncia
de
la
muerte
de
Lumi
Videla
Moya,
cuyo
cadáver
fue
lanzado
por
sobre
el
muro
de
la
Embajada
de
Italia
en
Santiago,
el
domingo
3
de
noviembre
de
1974.
De
acuerdo
a
la
denuncia
recibida
“había
sido
detenida
por
la
Dirección
de
Inteligencia
Nacional
de
Chile
(DINA)
el
21
de
septiembre
de
1974,
se
había
presentado
recurso
de
amparo
(Habeas
Corpus)
en
los
Tribunales
de
esa
ciudad
y
entre
el
15
y
30
de
octubre
de
1974
se
encontraba
entre
los
detenidos
en
las
dependencias
del
DINA.
El
cadáver
presentaba
señales
de
violencia”32.
La
respuesta
del
Gobierno
de
Chile
(20
febrero,
1975)
a
la
Comisión
estableció:
(…)
la
muerte
de
la
señora
Videla
Moya
está
siendo
investigada
por
los
Tribunales
Ordinarios
de
Justicia.
Tiene
a
su
cargo
la
investigación
el
Octavo
Juzgado
del
Crimen
de
Santiago
y,
debido
a
la
gravedad
del
caso,
la
Corte
de
Apelaciones
de
Santiago
ha
designado
un
Ministro
de
Visita,
recayendo
este
nombramiento
en
don
Eduardo
Araya
Rojas
(…)
causa
número
11.41633.
El
4
de
julio
de
1975
el
Comité,
en
representación
de
los
familiares,
solicitó
a
la
Corte
Suprema
la
designación
de
ministro
en
visita
para
que
investigara
la
suerte
de
163
personas
que
habían
sido
detenidas,
desconociéndose
su
paradero
desde
su
arresto34.
Operación
Colombo
A
mediados
de
1975,
la
prensa
nacional
se
interesaría
en
publicitar
noticias
sobre
supuestos
guerrilleros
y
extremistas
que
estarían
actuando
en
los
países
vecinos.
El
12
de
junio
de
1975
el
diario
La
Segunda
tituló
“Extremistas
chilenos
son
adiestrados
en
guerrillas”.
El
13
de
junio,
La
Tercera
diría
“Forman
ejército
guerrillero
contra
Chile”.
El
16
de
junio
de
1975
El
Mercurio
publicó
en
portada
“Paso
de
miristas
armados
a
Chile”.
Las
Últimas
Noticias
tituló
en
portada
“Extremistas
cruzan
la
frontera”.
La
prensa
se
refirió
también
a
“extremistas”
32
La
Comisión,
en
nota
de
17
de
diciembre
de
1974,
solicitó
del
Gobierno
de
Chile
la
información
correspondiente.
Copia
de
dicha
solicitud
fue
transmitida
a
la
Misión
de
Chile
ante
la
OEA
el
18
del
propio
mes
y
año.
Véase
Organización
de
Estados
Americanos.
Comisión
Interamericana
de
Derechos
Humanos.
Informe
Anual
1975
https://www.cidh.oas.org/annualrep/75sp/sec.3e.htm
33
Ibíd.
El
caso
no
fue
esclarecido
en
ese
período.
Sería
investigado
judicialmente
desde
2006
por
el
ministro
de
fuero
Alejandro
Solís
(Rol
2182-‐98).
La
sentencia
de
7
de
septiembre
de
2009
de
la
Corte
Suprema
determinó
que
Lumi
Videla
murió
a
causa
de
las
torturas
y
condenó
a
los
agentes
de
la
DINA
que
participaron
en
el
crimen.
34
Eugenio
Ahumada,
Rodrigo
Atria
y
otros.
Chile
la
memoria
prohibida.
Santiago:
Pehuén,
1990,
4°
Edición. Véase
Vicaría
de
la
Solidaridad,
Arzobispado
de
Santiago
Dónde
están,
Santiago,
1979.
7
tomos.
Véase
Arzobispado
de
Santiago.
Fundación
Documentación
y
Archivo
de
la
Vicaría
de
la
Solidaridad.
“Memorias
para
construir
la
Paz.
Cronología”:
14.
Véase
http://www.archivovicaria.cl/cronologia_01.htm
(28/10/2014).
133
chilenos
que
estarían
siendo
adiestrados
en
Tucumán,
Argentina35.
Las
noticias
hacían
referencias
a
enfrentamientos
y
ajusticiamientos
entre
ellos.
Un
mes
después,
el
12
de
julio
de
1975,
un
cable
desde
Buenos
Aires
informaba
que
se
habían
encontrado
acribillados
en
Pilar,
Argentina,
los
cadáveres
de
Jaime
Robotham
(detenido
por
la
DINA
en
Santiago,
el
31
de
diciembre
de
1974)
y
de
Luis
Alberto
Guendelman,
(detenido
en
Santiago,
el
2
de
septiembre
de
1974).
Guendelman
había
sido
visto
por
algunas
personas
cuando
fue
llevado,
en
muy
mal
estado,
a
su
propia
casa
al
día
siguiente
de
su
detención.
En
el
expediente
de
su
caso
un
testigo
declaró
haber
estado
en
la
misma
celda
con
él,
en
el
recinto
“4
álamos”,
el
día
25
de
septiembre
y
que
habría
sido
sacado
de
allí
ese
día
con
destino
desconocido.
Otros
testigos
también
lo
confirmaron.
Las
Últimas
Noticias
informaría
el
16
de
julio
de
1975
sobre
los
“ajusticiados”
Robotham
y
Guendelman
aparecidos
en
Buenos
Aires,
titulando
“Sangrienta
vendetta
interna
hay
en
el
MIR”.
También
se
tituló:
“Desaparecidos
en
Chile
resucitan
en
Argentina,
pero
ahora
son
ultimados
por
sus
propios
compañeros”.
Los
cuerpos
encontrados
en
Pilar
estaban
quemados
y
tenían
cédulas
de
identidad
evidentemente
adulteradas.
No
era
el
cuerpo
de
Luis
Alberto.
El
otro
cadáver
no
correspondía
a
Jaime
Robotham36.
Estos
casos
estarían
en
el
centro
de
la
operación
comunicacional
sobre
el
destino
y
paradero
de
los
detenidos
desaparecidos
que
se
desplegaría
en
los
diarios
chilenos
durante
más
de
dos
meses.
Pocos
días
después
se
publicitó
que
119
presuntos
desaparecidos
habrían
muerto
en
enfrentamientos
fuera
del
país.
Las
publicaciones
Lea
de
Argentina
y
O’
Día,
aparecida
en
Curitiba
fueron
reproducidas
durante
varios
días
por
los
medios
nacionales,
especialmente
por
el
diario
La
Segunda,
titulando
en
primera
página
el
día
24
de
julio:
“Exterminados
como
ratones:
59
miristas
chilenos
caen
en
operativo
militar
en
Argentina”,
refiriéndose
a
algunos
detenidos
desaparecidos
que
figuraban
en
las
peticiones
de
ministro
en
visita
para
investigar
su
desaparición.
En
todas
las
noticias
se
insistía
que
ellos
habían
encontrado
la
muerte
en
enfrentamientos
entre
facciones
de
esos
grupos.
La
investigación
periodística
y
la
investigación
judicial,
décadas
después,
permitieron
identificar
que
estas
publicaciones
respondieron
a
un
diseño
de
35
Véase
en
“memoria
viva”
el
caso
de
“los
119”
en
http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/119.htm
(05/11/2014).
36
Comité
de
Derechos
Humanos
y
Ciudadanos.
Colegio
de
Arquitectos
de
Chile.
Ocho
Arquitectos
en
la
memoria.
Santiago:
Edición
Fundación
Espacio
y
Desarrollo.
Colegio
de
Arquitectos
de
Chile,
2005:
48-‐
69;
Véase
también
“Luis
Alberto
Guendelman
Wisniak”
http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-‐G/gue-‐wis.htm
(07/11/2014);
“Jaime
Robotham
Bravo”
http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-‐R/jaime_eugenio_robotham_bravo.htm
(07/11/2014).
134
inteligencia
denominado
Operación
Colombo 37 .
Mediante
estas
publicaciones
se
intentaba
probar
que
la
desaparición
de
personas
era
el
resultado
de
decisiones
privadas
o
de
decisiones
de
grupos
políticos
extremistas
y
que
el
Gobierno
no
tenía
responsabilidad
alguna
en
lo
ocurrido.
La
Agrupación
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos
se
refirió
a
esta
operación
años
después
señalando
que
“Esta
burda
maniobra
de
la
dictadura
para
responder
ante
la
Comunidad
Internacional
acerca
del
destino
de
los
detenidos
desaparecidos,
nos
obligó
a
iniciar
un
proceso
extremadamente
doloroso,
asumir
que
nuestros
familiares
estaban
siendo
asesinados
y
sus
cuerpos
enterrados
en
lugares
secretos,
o
sea,
estábamos
enfrentados
a
la
desaparición
forzada
de
personas”38.
El
1º
de
agosto
de
1975
el
Comité
de
Cooperación
para
la
Paz
insistió
ante
la
Corte
Suprema
sobre
la
petición
de
un
ministro
en
visita
para
investigar
los
casos
de
los
119
que
aparecieron
en
las
listas
de
esas
publicaciones
en
el
extranjero.
El
5
de
septiembre
el
Comité
hizo
entrega
a
la
Corte
Suprema
de
una
nueva
lista
de
188
personas
detenidas
desaparecidas
solicitando
que
se
investigaran
los
casos.
La
presentación
fue
firmada
por
275
religiosos
y
los
familiares
directos
de
los
detenidos.
La
Comisión
Interamericana
de
Derechos
Humanos
consignó
en
el
informe
sobre
Chile
de
1976
la
relación
de
este
caso,
citando
parte
de
los
alegatos
de
los
abogados
ante
la
Corte
Suprema:
En
toda
sociedad
organizada
como
la
nuestra,
nadie
está
sobre
la
ley,
todos
estamos
bajo
la
ley.
Nadie
en
ellas
puede
estimarse
dueño
de
la
vida
de
otra
persona,
ni
ejercer
acto
alguno
que
ponga
siquiera
en
peligro
su
seguridad
e
integridad.
Y
si
ello,
por
desgracia,
llega
a
ocurrir,
son
los
Tribunales
de
Justicia
quienes
deben
intervenir,
investigando
los
hechos
y
sancionando
a
los
responsables,
con
el
objeto
de
evitar
la
repetición
de
esas
conductas.
Así
lo
ha
entendido,
por
lo
demás,
siempre
la
Corte
Suprema,
que
ha
sido
extremadamente
vigilante
frente
a
cualquier
hecho
o
circunstancia
social
que
ponga
en
peligro
la
vida
humana
o
perturbe
gravemente
la
paz
de
la
comunidad
nacional,
sea
ordenando
la
investigación
de
esos
hechos,
sea
expresándole
a
los
gobernantes
sus
inquietudes
y
advirtiéndoles
sobre
sus
perniciosas
consecuencias.
El
desaparecimiento
de
las
personas
arrestadas
en
conformidad
a
las
normas
sobre
estado
de
sitio,
es
decir,
estando
ellas
bajo
la
custodia,
tutela,
control
y
vigilancia
del
Estado
es,
ciertamente,
un
hecho
de
esta
naturaleza.
Por
ello,
no
dudamos
que
esta
Corte
va
a
ordenar
su
investigación.
Sin
embargo,
y
a
objeto
de
que
la
amplitud
de
la
37
Proyecto
Internacional
de
Derechos
Humanos
Véase
www.memoriaviva.com/Desaparecidos/119.htm
(15/09/2014);
Véase
documental
“El
diario
de
Agustín”
Ignacio
Agüero
y
Fernando
Villagrán
(2008);
Lucía
Sepúlveda
Ruiz
119
de
nosotros,
Santiago:
LOM,
2005;
Véase
de
Mónica
González
“El
rol
de
los
medios
en
la
Operación
Colombo”
Reportajes
de
investigación.
Publicado:
29.05.2008.
http://ciperchile.cl/2008/05/29/el-‐rol-‐de-‐los-‐medios-‐en-‐la-‐operacion-‐colombo/
(21/10/2014).
38
Véase
de
Mireya
García
Agrupación
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos
de
Chile.
AFDD.
135
investigación
solicitada
no
atente
contra
la
eficacia
de
la
misma,
pedimos
que
ésta
se
inicie
y
centre
de
una
manera
preferente
en
la
situación
de
las
188
personas
arrestadas
y
de
las
cuales
no
ha
vuelto
a
tenerse
noticia
alguna
sobre
su
paradero,
que
aparecen
incluidas
en
la
nómina
que
se
adjunta
en
un
otrosí
de
este
escrito,
y
cuyas
circunstancias
del
arresto
constan
en
las
declaraciones
juradas
que
se
acompaña39.
No
hubo
respuesta
de
la
Corte.
Poco
después
el
Comité
de
Cooperación
para
la
Paz
fue
disuelto
debido
a
las
presiones
del
Gobierno40.
En
enero
de
1976
se
inauguró
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
del
Arzobispado
de
Santiago
reemplazando
al
Comité
en
la
defensa
legal
de
los
perseguidos41.
En
agosto
de
1976
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
hizo
una
presentación
a
la
Corte
Suprema
solicitando
la
designación
de
un
ministro
en
visita
para
investigar
la
situación
de
383
personas
desaparecidas.
Huelgas
de
hambre
Precisamente
por
la
falta
de
respuestas
del
Gobierno
y
del
Poder
Judicial
sobre
los
detenidos
desaparecidos
los
familiares
realizaron
huelgas
de
hambre.
La
primera
de
ellas
fue
entre
el
14
y
23
de
junio
de
1977
en
la
sede
de
la
Comisión
Económica
para
América
Latina
(CEPAL)
finalizando
con
el
compromiso
de
la
Junta
Militar
ante
el
secretario
general
de
la
ONU
Kurt
Waldheim
de
que
se
investigarían
las
denuncias
de
desaparición.
Entre
el
28
y
31
de
diciembre
de
1977
los
familiares
de
detenidos
desaparecidos
realizaron
una
huelga
de
hambre
en
la
iglesia
de
San
Francisco
en
Santiago.
Ante
la
dictación
del
decreto
ley
de
amnistía
2.191
en
abril
de
1978,
la
Agrupación
convocó
a
una
nueva
huelga
de
hambre
que
se
realizó
simultáneamente
en
varias
parroquias
y
en
las
oficinas
de
la
UNICEF
en
Santiago.
La
huelga
de
hambre
duró
17
días42.
Los
familiares
realizaron
también
distintas
acciones
públicas
para
llamar
la
atención
de
la
opinión
pública
y
obtener
respuestas
del
Gobierno
en
los
meses
siguientes43.
39
Organización
de
Estados
Americanos.
Comisión
Interamericana
de
Derechos
Humanos.
Segundo
informe
sobre
la
situación
de
los
derechos
humanos
en
Chile.
Véase
cidhhttp://www.cidh.org/countryrep/Chile76sp/Cap.2a.htm
40
Entre
otras
medidas
el
gobierno
impidió
el
ingreso
al
país
del
obispo
alemán
de
la
iglesia
evangélica
luterana
Helmut
Frenz,
uno
de
los
fundadores
del
Comité.
41
Varios
abogados
del
Comité
fueron
detenidos
a
fines
de
1975
y
fueron
puestos
en
libertad
en
1976.
Algunos
de
ellos
fueron
detenidos
y
expulsados
del
país.
Es
el
caso
de
José
Zalaquett
en
abril
de
1976
y
de
Jaime
Castillo
y
Eugenio
Velasco
en
agosto
del
mismo
año.
Véase
Arzobispado
de
Santiago.
Fundación
Documentación
y
Archivo
de
la
Vicaría
de
la
Solidaridad.
“Memorias
para
construir
la
Paz.
Cronología”:
21.
Véase
http://www.archivovicaria.cl/cronologia_01.htm
(28/10/2014).
42
Véase
de
Mireya
García
Agrupación
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos
de
Chile.
AFDD.
desaparecidos.
Alcances
Morales.
Santiago:
1978.
Véase
Archivo
Digital.
Fundación
Documentación
y
136
“Presuntos
desaparecidos”
Poco
después
del
término
de
la
huelga
de
hambre
de
mayo
de
1978,
Sergio
Fernández,
ministro
del
Interior
se
dirigió
al
país
para
“fijar
ante
la
ciudadanía
la
posición
definitiva
del
Gobierno
frente
a
las
personas
presuntamente
desaparecidas
durante
el
lapso
en
que
rigió
en
Chile
el
estado
de
sitio,
con
posterioridad
al
pronunciamiento
militar
del
11
de
Septiembre
de
1973”.
Señaló
que
“frente
a
la
nómina
de
presuntos
desaparecidos
a
que
actualmente
se
ha
reducido
el
problema,
declaro
categóricamente
que
el
Gobierno
carece
de
todo
antecedente
sobre
las
circunstancias
de
su
presunto
desaparecimiento,
por
lo
cual
rechaza
en
forma
tajante
la
sugerencia
de
que
ellos
podrían
estar
detenidos
ocultamente
por
las
autoridades”44.
Más
adelante
se
señala
en
el
mismo
discurso:
En
tal
situación,
y
considerando
que
la
gran
mayoría
de
la
nómina
de
presuntos
desaparecidos
corresponde
precisamente
a
activistas
de
esas
filiaciones,
es
muy
factible
no
solo
que
esas
personas
hayan
pasado
al
clandestinaje,
sino
también
que
hayan
podido
caer
en
enfrentamientos
con
las
fuerzas
de
seguridad,
y
ser
sepultadas
bajo
identidades
falsa
que
portaban,
lo
cual
impidió
su
oportuna
individualización
real…45.
Este
discurso
informaba
a
la
opinión
pública
que
la
desaparición
era
el
resultado
de
una
decisión
voluntaria
del
desaparecido:
había
viajado
fuera
del
país
utilizando
identidades
falsas,
o
se
había
“ido
a
la
clandestinidad”
como
parte
de
sus
actividades
políticas.
Es
decir,
la
desaparición
era
el
resultado
de
una
decisión
individual
sobre
la
que
los
gobernantes
carecían
de
información
y,
por
tanto,
escapaba
completamente
a
su
ámbito
de
responsabilidad.
Hallazgos
de
detenidos
desaparecidos
Las
primeras
víctimas
de
desaparición
forzada,
que
fueron
“encontradas”
oficialmente
en
1978,
habían
desaparecido
la
noche
del
7
de
octubre
de
1973.
El
padre
y
los
hijos
mayores
de
las
familias
Astudillo,
Hernández
y
Maureira
habían
sido
detenidos
en
sus
casas,
ante
sus
familiares,
por
los
carabineros
de
la
localidad46.
Al
día
siguiente,
al
preguntar
por
ellos,
fueron
informados
que
los
Archivo.
Vicaría
de
la
Solidaridad:
http://www.archivovicaria.cl/listado.php?pageNum_documento=18&totalRows_documento=1131&i
d_tipo=RG9jdW1lbnRvcw==
(21/10/2014).
44
Discurso
de
Sergio
Fernández
Fernández,
ministro
del
Interior,
trasmitido
por
cadena
nacional
de
Barrios,
Doris
Meniconi
de
Pizarro,
Norma
Matus
de
Carrasco,
Ángeles
Álvarez
y
Viviana
Díaz,
Memorias
contra
el
olvido.
Santiago,
Amerinda,
1987.
137
detenidos
no
estaban
en
el
recinto
policial
y
que
habían
sido
enviados
al
estadio
nacional
de
Santiago.
Los
buscaron
y
no
los
encontraron
allí
ni
en
ninguna
parte47.
La
iglesia
católica
recibió
en
noviembre
de
1978,
una
información
sobre
la
existencia
de
restos
humanos
en
unos
hornos
de
cal
abandonados,
ubicados
en
Lonquén,
lo
que
dio
lugar
a
una
denuncia
judicial.
La
investigación
forense
preliminar
permitió
saber
que
se
trataba
de
los
restos
de
los
desaparecidos
de
Isla
de
Maipo 48 .
La
investigación
judicial
identificó
como
autores
del
crimen
a
los
carabineros
de
la
localidad.
La
Corte
Marcial
cerró
el
caso
con
la
aplicación
del
decreto
ley
de
amnistía
2191
de
197849..
La
denuncia
pública
del
hallazgo
de
Lonquén
fue
una
noticia
devastadora
para
las
familias
involucradas,
pero
también
para
todos
los
familiares
de
detenidos
desaparecidos
que
aun
esperaban
encontrarlos
con
vida.
Era
el
único
caso
hasta
ese
momento
que
confirmaba
la
muerte
de
algunas
víctimas
de
desaparición
forzada,
pero
anunciaba
dramáticamente
que
podrían
estar
muertos.
Aunque
tres
familias
encontraron
a
los
suyos
en
Lonquén,
no
pudieron
tener
una
ceremonia
de
funeral
ni
enterrarlos
debidamente.
Por
decisión
de
las
autoridades
los
cuerpos
fueron
lanzados
a
la
fosa
común
del
cementerio
de
Isla
de
Maipo
en
197950.
Solo
en
2006
fueron
exhumados
para
su
identificación
y
en
2010
les
fueron
entregados
a
sus
familiares51.
Las
familias
pudieron
cerrar
un
ciclo
de
casi
37
años
de
violencia
por
parte
de
agentes
del
Estado
que
se
había
iniciado
con
sus
muertes
y
con
el
ocultamiento
de
sus
cuerpos,
culminando
con
la
impunidad
de
los
responsables
y
la
47
El
delegado
de
Chile
ante
Naciones
Unidas,
Sergio
Diez
Urzúa,
había
entregado
a
la
asamblea
general
de
ese
organismo
(7
noviembre,1975)
dos
tomos
documentales
titulados
“Situación
actual
de
los
derechos
humanos
en
Chile
en
la
que
señalaba
que
de
un
total
de
768
personas
presuntamente
desaparecidas
se
había
comprobado
que
153
no
tenían
existencia
legal.
La
misma
presentación
se
realizó
en
junio
de
1976
en
la
sexta
Asamblea
General
de
la
OEA
realizada
en
Santiago.
Las
investigaciones
judiciales
posteriores
demostraron
que
la
información
era
falsa.
Aparecen
en
ese
listado
algunos
de
los
miembros
de
la
familia
Maureira
que
serían
encontrados
en
los
hornos
de
cal
de
Lonquén
en
1978.
48
Máximo
Pacheco
Lonquén.
Santiago:
Comisión
Chilena
de
Derechos
Humanos,
Editorial
Aconcagua,
2º
edición,
1980.
Véase
también
Patricia
Verdugo
y
Claudio
Orrego
Vicuña.
Detenidos-‐desaparecidos,
una
herida
abierta. Santiago.
Editorial
Aconcagua,
1980;
Patricia
Verdugo
Verdugo.
Tiempo
de
días
claros:
los
Detenidos
Desaparecidos.
Capitulo
VI.
Santiago:
ChileAmérica
CESOC.
49
Véase
de
Denisse
Alejandra
Gutiérrez
Zúñiga
“Los
Hornos
de
Lonquén:
El
hallazgo
que
reveló
la
verdad
sobre
los
detenidos
desaparecidos
en
Chile.
Relexiones
a
la
prensa
escrita
en
la
difusión
del
caso
(1973
–
1979).
Tesis
Facultad
de
Humanidades
y
Artes
Departamento
de
Ciencias
Históricas
y
Sociales.
Carrera
Licenciatura
en
Historia.
Universidad
de
Concepción,
2013.
El
Decreto
Ley
de
Amnistía
dictado
en
abril
de
1978
cubría
los
delitos
cometidos
entre
1973
y
1978.
50
Solo
en
2010
serían
identificados
por
el
Servicio
Médico
Legal
y
enterrados
con
un
ritual
funerario.
Véase:
Alejandra
Matus
“Lonquén:
el
fin
del
adjetivo
‘presunto’
en
http://www.casosvicaria.cl/temporada-‐uno/lonquen-‐el-‐fin-‐del-‐adjetivo-‐presunto/:
(13/10/2014).
51
“Identifican
restos
de
13
detenidos
desaparecidos
del
caso
‘Hornos
de
Lonquén’.
El
ministro
Héctor
Solís
ordenó
la
continuidad
de
los
peritajes
con
el
objetivo
de
determinar
la
identidad
de
otros
dos
cuerpos
encontrados
en
el
mismo
lugar”.
Emol
Chile.
18
febrero,
2010.
http://www.emol.com/noticias/nacional/2010/02/18/399336/identifican-‐restos-‐de-‐13-‐detenidos-‐
desaparecidos-‐del-‐caso-‐hornos-‐(14/10/2014).
138
violencia
de
impedir
su
funeral
arrojándolos
a
la
fosa
común,
a
fin
de
que
no
tuvieran
sepultura.
A
fines
de
1979
se
publicó
en
Ginebra
el
informe
especial
de
Félix
Ermacora,
profesor
austríaco,
que
había
formado
parte
del
Grupo
de
Trabajo
ad
hoc
sobre
la
situación
de
los
derechos
humanos
en
Chile,
que
había
visitado
el
país
en
197852.
La
Asamblea
General
de
Naciones
Unidas
le
había
encargado
investigar
los
cientos
de
casos
de
detenidos
desaparecidos
en
Chile
denunciados
desde
1973 53 .
En
su
informe
señaló:
El
Gobierno
de
Chile
tiene
el
deber
de
explicar
y
aclarar
a
la
comunidad
internacional
la
suerte
de
estas
personas
desaparecidas,
de
castigar
a
los
responsables
de
las
desapariciones,
de
indemnizar
a
los
familiares
de
las
víctimas
y
de
tomar
medidas
para
evitar
que
en
el
futuro
se
repitan
tales
casos54.
(…)
la
desaparición
de
esas
personas
constituye
un
cuadro
persistente
de
violaciones
de
los
derechos
humanos
y
un
grave
problema
humanitario
para
los
parientes
que
desean
saber,
como
es
su
derecho,
qué
les
ha
sucedido
a
sus
familiares55.
Concluyó
que
la
DINA
había
ordenado
asesinar
a
ciertos
presos
y
que
después
de
examinar
exhaustivamente
las
evidencias
documentales
disponibles,
no
había
indicios
que
los
detenidos
desaparecidos
estuviesen
vivos,
incluidas
las
mujeres
embarazadas
y
sus
bebés56.
El
diario
El
País
señalaba
en
1980
que,
en
opinión
de
Ermacora:
“Muchos
de
los
casos
de
ciudadanos
desaparecidos
en
Chile
no
han
sido
objeto
de
investigación
por
parte
de
los
jueces
(…)
difícilmente
tribunales
militares
estarían
dispuestos
a
juzgar
a
militares
involucrados
en
arrestos
y
asesinatos”57.
El
informe
no
tuvo
mayor
difusión
pública,
sin
embargo
tuvo
un
fuerte
impacto
sobre
los
familiares.
Una
autoridad
de
Naciones
Unidas
declaraba
la
verdad
sobre
el
destino
de
sus
familiares,
la
que
era
negada
por
las
autoridades
del
país.
Una
vez
más
los
familiares
se
veían
forzados
a
elegir
pensar
que
su
familiar
estaba
muerto,
o
seguir
buscándolo
porque
tal
vez
podría
todavía
aparecer
vivo.
La
esperanza
se
alimentaba
especialmente
porque
entre
1978
y
1979
aparecieron
cinco
52
Véase
los
informes
del
grupo
de
trabajo
ad
hoc:
A/10285
de
7
de
octubre
de
1975,
E/CN.4/1188
de
4
de
febrero
de
1976,
A/31/253
de
8
de
octubre
de
1976
y
E/CN.4/1221
de
10
de
febrero
de
1977.
53
Resoluc.
11
(XXXV)
de
la
Comisión
de
Derechos
Humanos,
de
6
de
marzo
de
1979,
párr.
6,
apartado
b).
54
A/34/583/Add.1,
párrs.
165
y
177.
55
Ibíd.,
párr.
178.
56
A/34/583/Add.1
de
21
de
noviembre
de
1979.
Véanse
también
sus
informes
a
la
Comisión,
E/CN.4/1363
de
2
de
febrero
de
1980
y
E/CN.4/1381
de
9
de
abril
de
1980.
57
Alejandro Fusch “La DINA chilena asesinó a "desaparecidos" según un informe de la ONU”. El País:
Madrid, 20 febrero. 1980. El informe de Félix Ermacora ha sido citado en innumerables documentos de
ONU y en artículos sobre la desaparición forzada pues sus conclusiones y recomendaciones influyeron
decisivamente en las políticas posteriores.
139
sobrevivientes
de
ejecución
política
que
permanecieron
ocultos,
descubriéndose
fortuitamente
que
estaban
vivos58.
El
impacto
sobre
las
familias
Las
respuestas
de
las
autoridades
negando
toda
responsabilidad
y
conocimiento
sobre
la
suerte
de
los
desaparecidos
generaban
mucha
angustia
en
los
familiares.
Las
respuestas
de
los
tribunales,
las
intervenciones
del
gobierno
y
las
búsquedas
infructuosas
forzaban
a
las
personas
a
vivir
en
un
estado
de
alerta
y
ansiedad
permanente.
No
les
parecía
posible
que
su
familiar
desapareciera
voluntariamente
sin
haberse
despedido,
sin
haber
informado
de
alguna
manera
sobre
sus
planes.
La
desaparición
sin
huellas
dejaba
un
vacío,
una
falta
de
información
que
despertaba
una
gran
ansiedad.
Resultaba
poco
creíble
que
no
hubiera
enviado
algún
mensaje
para
informar
y
tranquilizar
a
los
suyos.
Por
ello,
los
familiares
seguían
todas
las
pistas.
Patricia
Verdugo,
periodista,
entrevistó
a
cuatro
mujeres
familiares
de
detenidos
desaparecidos
en
1979:
(...)
todas
usaron,
indistintamente,
tiempos
verbales
de
presente
y
pasado
al
referirse
a
sus
desaparecidos.
Todas
relataron
la
angustiosa
búsqueda
en
comisarías,
cuarteles,
hospitales
y
hasta
en
la
morgue.
(...)
Todas,
reciben
datos
de
gente
que
asegura
decir
la
verdad:
que
están
en
Putre,
en
“Colonia
Dignidad”
o
en
una
hacienda
de
reclusión
en
Paraguay59.
En
muchos
casos,
las
familias
temían
que
su
familiar
hubiese
sido
detenido
y
torturado
y
que
pudiera
estar
muerto,
que
hubiera
perdido
la
razón
y
no
supiera
su
nombre.
Pero
no
tenían
como
averiguarlo.
Y
continuaban
la
búsqueda.
Las
acciones
ante
los
tribunales
generaban
muchas
expectativas.
La
falta
de
respuesta
y
la
negación
de
los
recursos
de
amparo
tenían
efectos
devastadores.
La
mayoría
de
las
desapariciones
ocurrieron
cuando
el
país
estaba
sometido
a
estados
de
excepción,
especialmente
bajo
estado
de
sitio
y
toque
de
queda,
lo
que
llevaba
a
desconfiar
de
las
declaraciones
oficiales
que
afirmaban
desconocer
esta
situación.
A
veces
las
familias
temían
mantener
la
denuncia
de
desaparición
de
su
familiar,
imaginando
que
la
represalia
pudiera
ser
la
desaparición
de
otro
de
los
suyos.
Los
familiares
casi
no
tenían
palabras
para
comunicar
lo
que
sentían,
lo
que
les
pasaba,
la
tristeza
y
el
miedo
por
lo
que
les
había
sucedido.
A
ello
se
sumaba
la
percepción
de
estar
bajo
vigilancia
y
amenaza.
La
vida
cotidiana
estuvo
cruzada
por
el
temor
a
la
muerte
de
su
familiar,
temor
que
estaba
instalado
entre
ellos
desde
el
momento
en
que
ocurrió
la
desaparición.
58
Véase
de
Elizabeth
Lira
“Sobrevivir:
los
límites
de
la
psicoterapia”
en E. Lira
y
E.
Weinstein
eds.
Psicoterapia
y
represión
política.
México:
Ed.
Siglo
XXI,
1984:
95-‐115.
59Patricia
Verdugo.
“Detenidos.
Los
que
no
regresaron.
Cuatro
casos
que
muestran
lo
que
suce
de
en
las
familias
chilenas
afectadas
por
la
incertidumbre”.
Revista
Hoy. No
105,
año
III.
Santiago,
30,
mayo-‐15,
junio.1979:
13.
140
La
desaparición
forzada
generó
en
las
familias
un
estado
permanente
de
ansiedad,
de
incertidumbre
y
miedo,
de
impotencia
radical,
de
desamparo
y
vulnerabilidad,
toda
vez
que
los
recursos
ante
instituciones
del
Estado
se
demostraron
inútiles
para
dar
con
el
paradero
del
desaparecido/a.
En
casi
todos
los
casos
las
autoridades
no
solamente
negaron
toda
relación
con
la
detención
y
desaparición
denunciada
sino
que
se
formularon
interpretaciones
oficiales
que
desplazaron
la
responsabilidad
de
la
situación
a
la
propia
persona
desaparecida.
Las
autoridades
decían
no
ser
responsables
incluso
bajo
estado
de
sitio
y
con
un
control
policial
y
militar
del
país
casi
absoluto.
Una
mirada
retrospectiva
de
la
actuación
de
las
instituciones
y
agentes
del
Estado
entre
1973
y
1990
puede
ser
caracterizada
como
una
agresión
deliberada
que
afectó
psicológica
y
moralmente
a
las
familias
de
las
personas
desaparecidas
y
a
su
círculo
cercano,
pero
también
a
la
comunidad
nacional,
generando
una
asociación
entre
el
quehacer
político
y
la
muerte,
miedo
que
persistió
de
manera
imprecisa
más
allá
del
fin
de
la
dictadura.
Esta
agresión
se
concretó
a
través
de
las
actuaciones
de
la
autoridad
destinadas
a
desmentir
la
desaparición,
en
la
negación
de
toda
responsabilidad
en
ella
y,
en
la
práctica,
convertir
la
situación
en
un
asunto
privado
del
propio
desaparecido
a
espaldas
de
su
familia
y
de
sus
vínculos
personales,
erosionando
e
introduciendo
dudas
acerca
de
sus
motivaciones
y
actuaciones
políticas,
sus
afectos
y
lealtades.
Las
respuestas
del
Estado
durante
la
transición
a
la
democracia:
la
comisión
de
verdad
y
reconciliación
Terminada
la
dictadura,
el
11
de
marzo
de
1990
asumió
la
presidencia
de
la
República
Patricio
Aylwin,
quien
fuera
elegido
para
ese
cargo
en
1989,
después
del
plebiscito
del
5
de
octubre
de
1988,
en
el
que
se
rechazó
mayoritariamente
la
continuidad
del
general
Augusto
Pinochet
como
presidente
de
la
República.
Una
de
las
primeras
medidas
del
gobierno
de
Aylwin
fue
crear
la
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación
para
investigar
los
casos
con
resultado
de
muerte,
incluyendo
a
los
ejecutados
políticos,
los
detenidos
desaparecidos
y
las
víctimas
de
violencia
política.
A
inicios
de
febrero
del
año
siguiente
la
Comisión
le
entregó
su
informe.
El
Presidente
de
la
República
lo
dio
a
conocer
al
país
a
inicios
de
marzo
de
1991
y
pidió
perdón
a
los
familiares
en
nombre
del
Estado,
haciéndose
responsable
de
las
medidas
necesarias
para
reparar
a
las
víctimas.
El
informe
de
la
Comisión,
conocida
como
“Comisión
Rettig”
por
el
nombre
de
su
presidente,
describió
los
efectos
de
la
desaparición
y
la
ejecución
de
las
personas
basado
en
los
testimonios
de
los
familiares
que
se
presentaron
ante
ella
y
de
la
documentación
de
los
organismos
de
derechos
humanos
sobre
esos
casos.
Constató
que
la
desaparición
forzada
tuvo
como
efecto
principal
una
“perturbación
existencial
definitiva”
sobre
sus
familiares
y
cercanos
a
causa
de
la
pérdida
141
inesperada
e
indefinida
de
una
persona
amada.
También
constató
la
imposibilidad
de
hacer
el
duelo
por
su
ausencia,
vivenciando
cotidianamente
la
angustia
ante
su
pérdida
definitiva
e
irreparable,
ante
su
muerte,
lo
que
la
Comisión
definió
como
un
“impacto
traumático”.
La
comisión
señaló
que
los
familiares
describieron
lo
vivido
“como
un
castigo
a
los
adversarios,
una
violencia
irracional
aplicada
como
sanción.
(…)
en
el
caso
de
los
detenidos
desaparecidos
se
mantiene
aún
la
incertidumbre
acerca
de
cual
fue
el
destino
de
sus
seres
queridos”60.
El
informe
indicaba
que
a
“los
familiares
de
las
víctimas
les
fue
negada
la
posibilidad
no
sólo
de
saber
por
qué
los
habían
matado,
sino
también
de
ver
sus
cuerpos,
enterrar
dignamente
sus
restos
(…)
Sé
que
murió,
pero
nunca
me
entregaron
su
cuerpo” 61 .
La
situación
de
los
familiares
de
detenidos
desaparecidos
fue
caracterizada
como
“un
dolor
permanente,
sin
fin.
No
hay
posibilidad
de
descanso,
la
sensación
de
impotencia
va
haciéndose
crónica”.
Se
deja
constancia
en
el
informe
de
que
muchas
de
las
víctimas
fueron
torturadas.
“La
familia
conoce
estos
hechos
por
las
evidencias
que
ellos
mismos
vieron
en
sus
cuerpos
o
por
el
relato
de
otros
detenidos”.
Algunos
de
los
desaparecidos
aparecieron
muertos
con
huellas
de
tortura
abriendo
varios
dilemas
y
confirmando
que:
La
posibilidad
de
la
muerte
como
desenlace
se
convierte
en
realidad.
Pero
subsisten
las
preguntas
¿Lo
tengo
que
considerar
muerto?
¿Cuándo
lo
mataron?
En
la
medida
en
que
no
hay
respuesta
o
evidencias
que
permitan
resolver
estas
interrogantes,
se
pone
al
familiar
ante
la
dramática
situación
de
tener
que
ser
él
quien
defina
un
desenlace.
Para
la
mayoría
de
los
familiares
esto
se
hace
inaceptable.
Con
ello
se
agudiza
la
sensación
de
impotencia
e
incertidumbre62.
La
forma
en
que
murieron
pasa
a
convertirse
en
una
pesadilla
más
dura
que
la
misma
muerte”63.
La
desaparición
instala
la
búsqueda,
refuerza
los
vínculos
y
la
memoria
del
desaparecido.
Se
le
quiere
y
se
le
busca
vivo.
Las
familias
se
reorganizan
para
afrontar
la
situación:
Muchos
no
han
cambiado
de
domicilio,
de
ciudad
o
de
trabajo
a
pesar
de
las
amenazas
y
dificultades;
otros
han
mantenido
intocadas
las
ropas
y
objetos
del
familiar
que
no
está.
Para
muchos
se
ha
esfumado
la
esperanza
de
encontrarlos
con
vida,
para
todos
sigue
vigente
la
pregunta
de
saber
dónde
están
y
qué
hicieron
con
ellos.
(…)
La
búsqueda
es
permanente,
sólo
que
con
el
tiempo
cambia
de
forma.
Primero
fue
el
peregrinaje
por
cárceles,
centros
de
detención,
postas,
el
Instituto
Médico
Legal.
Luego
seguir
las
pistas,
las
informaciones,
los
rumores
que
llevan
a
lugares
y
60
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación.
Informe
de
la
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación.
Santiago:
1991.
Capítulo
IV:
Efectos
familiares
y
sociales
de
las
mas
graves
violaciones
a
los
derechos
humanos
Pp.
766-‐
786.
Véase
también
http://www.ddhh.gov.cl/ddhh_rettig.html
(02/11/2014).
61
Ibíd.,
767-‐768.
62
Ibíd.,
769.
63
Ibíd.
142
organismos
secretos.
Hoy
es
la
búsqueda
de
los
restos,
de
lugares
donde
cavar,
fosas
que
descubrir.
La
búsqueda
del
ausente
ha
llevado
a
los
familiares
a
agruparse,
a
realizar
acciones
conjuntas,
a
asumir
comunitariamente
este
desafío
que
los
compromete
vitalmente64.
Según
el
informe,
la
desaparición
tuvo
efectos
graves
sobre
la
salud
mental
de
los
familiares,
describiendo
que
el
“trauma
individual”,
había
repercutido
en
la
salud
física
y
mental
de
los
miembros
de
las
familias
afectadas.
Se
indicaba
además
que
los
familiares
habían
hecho
referencia
al
miedo,
a
la
impotencia,
a
la
necesidad
de
callar
para
sobrevivir,
es
decir
a
conductas
adaptativas
ante
la
amenaza
de
muerte
percibida
desde
la
desaparición
de
su
familiar,
que
se
extendía
a
ellos
mismos
en
su
vida
cotidiana:
“Sus
vidas
aparecen
ordenadas
en
torno
a
un
hito:
la
muerte
o
desaparición
del
ser
querido”65.
Se
dejaba
constancia
también
que
las
reacciones
de
las
familias
ante
la
muerte
o
desaparecimiento
de
uno
de
sus
miembros
fue
diversa
y
muchas
veces
conflictiva,
especialmente
cuando
se
“generaron
desconfianzas
mutuas
que
provocaron
un
evidente
deterioro
de
los
vínculos
familiares
con
las
consiguientes
consecuencias
de
mayor
soledad,
aislamiento
y
sensación
de
pérdida
y
abandono”66.
También
se
señalaba
que
el
encarcelamiento,
la
desaparición
o
la
muerte
de
un
miembro
de
la
familia,
generalmente
jefe
de
hogar
o
hijo,
producía
un
cambio
en
los
roles
habituales
al
interior
de
la
familia:
“las
mujeres
deben
asumir
la
búsqueda,
huir
o
iniciar
trabajos
remunerados
de
jornadas
largas
para
mantener
el
hogar;
los
hijos
deben
abandonar
los
estudios
para
trabajar,
las
hijas
mayores,
los
familiares
cercanos
y
los
vecinos,
sustituyen
a
las
madres
en
el
cuidado
de
los
hermanos
menores”67.
Las
familias
viven
la
muerte
vinculada
a
una
situación
global
de
cambios.
La
legalidad
vigente
induce
a
comportamientos
que
en
ese
contexto
se
transforman
en
riesgos
para
la
vida,
como
presentarse
al
llamado
de
un
bando
o
volver
al
lugar
de
trabajo
a
entregar
el
cargo.
No
hay
procesos
previos
a
las
ejecuciones,
gente
desaparece
y
no
hay
investigación
ni
responsables
(...)
Es
difícil
discriminar
lo
seguro
de
lo
peligroso68.
La
Comisión
señaló
que:
Las
autoridades
del
país,
en
sus
declaraciones
oficiales,
se
refirieron
a
las
personas
muertas
o
desaparecidas
como
delincuentes,
terroristas,
antisociales,
sujetos
peligrosos
para
la
sociedad.
La
prensa
incorpora
ese
lenguaje,
presume
la
culpabilidad
de
estas
personas
y
parte
de
la
sociedad
va
incorporando
estos
conceptos,
despojando
a
las
víctimas
de
su
calidad
de
tales.
Las
familias
reportan
64
Ibíd.,
770-‐771.
65
Ibíd.,
773.
66
Ibíd.,
776.
67
Ibíd.,
777.
68
Ibíd.,
143
cómo
la
existencia
de
esta
denigración
oficial
y
la
imposibilidad
de
defender
públicamente
a
sus
seres
queridos
constituye
un
daño
difícil
de
reparar,
ya
que
ha
repercutido
fuertemente
en
los
hijos
y
en
la
imposibilidad
de
vivir
comunitariamente
el
duelo
por
muerte
o
ausencia69.
En
el
informe
de
la
Comisión
se
hizo
referencia
a
los
malos
tratos
y
a
la
indignidad
de
los
procedimientos
de
detención
y
allanamiento,
señalando
que
en
muchos
casos
ocurrieron
robos
durante
la
ocupación
de
los
hogares.
Se
agregó
que
“En
el
proceso
de
búsqueda,
durante
las
visitas
a
lugares
de
detención,
la
entrega
de
cadáveres
y
la
búsqueda
de
rastros
de
los
que
han
desaparecido,
las
familias
cuentan
cómo
fueron
humilladas,
se
les
mintió,
se
las
insultó,
se
las
amenazó”70.
Se
señaló
también
que
“a
la
muerte
o
desaparición
de
un
miembro
de
la
familia
sigue
una
larga
historia
de
marginalidad.
Las
familias
son
discriminadas
en
sus
posibilidades
de
trabajo,
los
niños
en
el
acceso
a
colegios,
universidades
e
instituciones
del
Estado.
El
estigma
es
tan
fuerte
que
las
familias
al
sentir
el
rechazo
del
mundo
externo
se
van
sumiendo
en
un
ostracismo,
en
un
aislamiento
muy
grande.
Sólo
se
sienten
a
gusto
con
aquellos
que
comparten
su
experiencia”71.
Se
dejaba
constancia
que
“En
los
testimonios
de
los
familiares
se
manifiesta
con
desencanto,
rabia
e
impotencia
el
cambio
que
lo
vivido
ha
generado
en
sus
valoraciones
respecto
de
las
instituciones
sociales;
las
esperanzas,
anhelos
y
temores
que
tienen
respecto
del
presente;
la
necesidad
de
verdad
y
justicia
para
alcanzar
la
paz
propia
y
del
país” 72 ..
La
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación
declaró
su
convicción
de
que
todas
las
víctimas
de
desaparición
estaban
muertas
y
que
perecieron
en
manos
de
agentes
del
Estado
o
de
personas
a
su
servicio
y
que
estos
que
dispusieron
de
sus
restos
de
modo
que
no
fueran
encontrados73.
Otras
iniciativas
del
Estado:
comisión
del
senado
para
el
esclarecimiento
de
la
situación
de
desaparición
forzada
La
persistencia
de
la
situación
de
los
detenidos
desaparecidos
preocupaba
a
varios
sectores
políticos,
precisamente
porque
la
Comisión
de
Verdad
y
Reconciliación
y
la
Corporación
de
Reparación
y
Reconciliación
(1992-‐1996)
identificaron
a
las
víctimas
pero
no
pudieron
resolver
las
preguntas
sobre
el
destino
final
y
el
paradero
de
la
mayoría
de
ellas.
La
Corporación
implementó
las
medidas
de
reparación
69
Ibíd.,
70
Ibíd.,
71
Ibíd.,
72
Ibíd.,
73
Ibíd.,
26.
144
dispuestas
en
la
ley
19123
y
desarrolló
un
programa
de
investigación
sobre
el
destino
final
de
las
víctimas
de
acuerdo
al
mandato
de
dicha
ley74.
En
1998,
la
Comisión
de
Derechos
Humanos,
Nacionalidad
y
Ciudadanía
del
Senado
inició
una
investigación
exhaustiva
sobre
los
casos
de
detenidos
desaparecidos.
Recibió
antecedentes
de
la
Agrupación
de
Detenidos
Desaparecidos;
se
reunió
con
autoridades
de
las
Fuerzas
Armadas,
de
la
Iglesia
Católica
y
autoridades
políticas75.
La
comisión
resumió
sus
conclusiones
en
un
informe
final
en
2000,
constatando
que
la
mayoría
de
los
casos
denunciados
se
encontraban
aun
en
la
condición
de
desaparecidos.
Entre
tanto,
a
mediados
de
octubre
de
1998,
Augusto
Pinochet
fue
detenido
sorpresivamente
en
Londres
por
un
juicio
iniciado
en
1996
en
Valencia
por
casos
de
españoles
desaparecidos
y
asesinados
en
Chile.
Permaneció
503
días
sometido
a
investigación
para
determinar
su
extradición
o
bien
ser
sometido
a
proceso
por
casos
de
torturas76.
Mesa
de
diálogo
de
Derechos
Humanos
En
agosto
de
1999
se
había
iniciado
una
Mesa
de
Diálogo
de
Derechos
Humanos
convocada
por
el
ministro
de
Defensa,
Edmundo
Pérez
Yoma,
con
el
fin
de
abordar
los
problemas
pendientes
en
la
sociedad
chilena
sobre
las
violaciones
de
derechos
humanos.
En
la
primera
sesión
el
ministro
fijó
el
marco
general
y
los
objetivos
de
esta
instancia
señalando:
“Una
tarea
pendiente
es
saber
la
suerte
y
paradero
de
los
detenidos
desaparecidos
y
recuperar
sus
cuerpos
para
que
sus
familiares
le
den
sepultura.
Nos
asiste
la
convicción
de
que
con
un
trabajo
de
reconstitución
de
la
información
podríamos
acceder
a
esta
verdad” 77 .
La
mesa
de
diálogo
estuvo
formada
por
abogados
de
derechos
humanos,
representantes
de
las
Fuerzas
Armadas
y
de
Orden,
de
algunas
iglesias,
de
la
comunidad
judía
y
de
la
masonería
y
algunos
académicos.
El
trabajo
fue
programado
solicitando
que
los
participantes
entregaran
por
escrito
su
visión
sobre
la
proposición
del
ministro
y
expusieran
en
la
sesión
asignada.
Algunos
de
los
participantes
se
refirieron
a
algunos
casos
judiciales
en
los
que
se
lograba
identificar
ciertas
regularidades
en
los
procedimientos
de
detención
y
74
Al
cierre
de
la
Corporación
el
Gobierno
estableció
el
“Programa
de
Continuación
Ley
19.123”
(1997-‐2001)
dependiente
del
Ministerio
del
Interior
que
colaboró
en
los
numerosos
procesos
judiciales
abiertos
por
estos
casos,
pero
en
la
mayoría
de
ellos
no
hubo
resultados.
75
Senado.
9ª
Sesión
Ordinaria,
11
julio,
2000.
76
La
orden
de
detención
fue
emitida
por
el
juez
Baltasar
Garzón
de
España.
El
proceso
d e
extradición
termina
finalmente
fundado
en
casos
de
tortura
posteriores
a
septiembre
de
1988
realizados
por
la
dictadura
contra
opositores
políticos
en
Chile.
Finalmente
en
marzo
de
2000
es
devuelto
a
Chile
por
razones
humanitarias.
77
Edmundo
Pérez
Yoma
“Mesa
de
Diálogo
sobre
Derechos
Humanos.
Discurso
en
la
constitución”.
21
145
desaparecimiento
de
personas
que
mostraban
su
sistematicidad,
contradiciendo
la
explicación
habitual
de
las
autoridades
de
la
dictadura
que
justificaban
esas
prácticas
como
“excesos
individuales”,
para
los
que,
por
cierto,
no
hubo
sumarios
ni
investigaciones
internas.
Otra
exposición
dio
cuenta
de
los
casos
de
diez
mujeres
embarazadas
y
la
necesidad
de
conocer
si
algún
niño
llegó
a
nacer
y
cual
sería
su
paradero78.
En
los
casos
mencionados
no
había
ni
hay
hasta
la
fecha
evidencia
alguna
de
que
esas
mujeres
sobrevivieron
y
dieron
a
luz
a
sus
hijos,
incluso
en
el
caso
de
una
de
ellas,
Michelle
Peña
Herreros,
que
tenía
8
meses
de
embarazo
al
momento
de
su
detención,
todos
los
indicios
apuntan
a
que
fue
asesinada
antes
que
su
hijo
llegara
a
nacer79.
Jueces
especiales
2001
Entre
los
acuerdos
finales
de
la
Mesa
de
Diálogo
de
Derechos
Humanos,
las
Fuerzas
Armadas
y
de
Orden
se
comprometieron
a
buscar
información
acerca
de
los
detenidos
desaparecidos
en
sus
instituciones.
La
mesa
se
disolvió
el
13
de
junio
de
2000.
En
enero
de
2001,
las
Fuerzas
Armadas
y
de
Orden
entregaron
al
Presidente
de
la
República
un
informe
sobre
200
casos,
proporcionando
una
lista
de
180
nombres
de
quienes
habían
sido
lanzados
al
mar
y
dando
alguna
información
acerca
de
cementerios
clandestinos,
en
los
que
fueron
enterrados
inicialmente
aproximadamente
20
personas,
las
que
no
se
identificaron.
El
informe
no
fue
publicado
íntegramente
y
la
comunicación
sobre
los
casos
se
limitó
a
decir
se
trataba
de
actos
repudiables.
En
ese
informe
figura
el
nombre
de
Michelle
Peña.
No
se
hace
referencia
a
su
embarazo
y
no
hay
información
sobre
el
hijo
por
nacer.
El
informe
tenía
errores
en
50
casos,
afectando
la
credibilidad
de
la
información.
Sin
embargo,
lo
más
importante
fue
el
reconocimiento
de
la
responsabilidad
de
las
Fuerzas
Armadas
y
de
Orden
en
la
desaparición
de
personas.
Este
reconocimiento
fue
nuevamente
devastador
para
las
familias.
Muchos
de
ellos
supieron
que
nunca
podrían
enterrar
los
cuerpos
de
sus
familiares.
A
raíz
de
ese
informe,
el
Gobierno
del
presidente
Ricardo
Lagos
solicitó
a
la
Corte
Suprema
la
designación
de
jueces
con
dedicación
exclusiva
o
preferente
para
investigar
los
casos
allí
mencionados
y
para
investigar
los
datos
sobre
fosas
clandestinas.
78
Véase:
“Detenidas
desaparecidas
que
estaban
embarazadas.
¿Donde
están
sus
hijos?”.
Revista
Punto Final www.puntofinal.cl/551/embarazadas.htm
29
de
agosto
al
11
de
septiembre,
2003
(20/10/2014).
79
La
situación
de
desaparición
forzada
de
las
mujeres
embarazadas
véase
María
Inés
Muñoz
y
Paz
Rojas.Todas
íbamos
a
ser
reinas.
Santiago:
LOM,
2002.
Véase
también
“La
‘familia
chilena’
y
las
violaciones
de
derechos
humanos”.
Mesa
de
Diálogo.
Intervención
de
la
psicóloga
Elizabeth
Lira,
14
de
septiembre,
1999.
http://www.archivochile.com/Derechos_humanos/M_Dialogo/interv/hhddinterv0011.pdf
(21/10/2014).
146
Operación
“Retiro
de
televisores”
o
la
nueva
desaparición
de
los
desaparecidos
Después
de
los
hallazgos
de
detenidos
desaparecidos
en
1978,
se
habían
denunciado
tumbas
y
cementerios
clandestinos
en
Mulchén,
Laja,
Yumbel,
Chihuío,
Fuerte
Arteaga,
Cuesta
Barriga.
Sin
embargo,
en
algunos
de
esos
lugares
ya
no
se
encontraban
los
restos80.
Entre
los
casos
mencionados
en
el
informe
de
las
Fuerzas
Armadas
de
enero
de
2001
se
indicó
que
en
la
Cuesta
Barriga
se
encontrarían
los
restos
de
algunos
dirigentes
comunistas.
El
ministro
Héctor
Carreño
llevó
a
cabo
la
investigación
judicial
y
pudo
comprobar
que
la
mayor
parte
de
los
restos
habían
sido
removidos
y
destruidos.
Los
fragmentos
encontrados
fueron
sometidos
a
un
complejo
proceso
científico
para
lograr
su
identificación.
Solo
en
2012
fueron
entregados
a
sus
familiares
los
restos
de
los
dirigentes
comunistas
Fernando
Ortiz
Letelier,
Horacio
Cepeda
Marinkovic
y
Lincoyán
Berríos
Cataldo,
y
del
militante
del
Movimiento
de
Izquierda
Revolucionaria,
Ángel
Guerrero
Carrillo
encontrados
en
el
lugar.
Habían
pasado
36
años
desde
su
desaparición81.
La
constatación
de
la
“desaparición”
de
los
restos
en
los
casos
investigados
dio
lugar
a
otras
investigaciones
judiciales
que
identificaron
que
Augusto
Pinochet
ordenó
en
su
calidad
de
comandante
en
jefe,
la
llamada
“operación
retiro
de
televisores”
en
1978,
nombre
en
clave
que
se
le
dio
a
la
exhumación,
destrucción
e
incineración,
o
eliminación
en
el
mar
o
en
volcanes
de
los
restos
mortales
de
presos
políticos
que
habían
sido
sepultados
en
fosas
clandestinas,
muchos
de
los
cuales
figuraban
como
desaparecidos82.
Pinochet
ordenó
este
procedimiento
con
el
fin
de
evitar
nuevos
hallazgos
de
“detenidos
desaparecidos”
como
ocurriera
en
Lonquén83.
El
primer
procesamiento
por
el
delito
de
exhumación
ilegal
en
la
causa
conocida
como
“retiro
de
televisores”
se
dictó
en
2003
en
relación
con
los
cuerpos
de
los
detenidos
en
el
palacio
presidencial
de
La
Moneda.
En
2008,
la
Corte
de
Apelaciones
de
Santiago
condenó
a
nueve
militares
en
retiro
en
ese
caso.
El
fallo
estableció
que
el
delito
se
inició
con
la
detención
de
un
grupo
de
personas
en
el
Palacio
de
La
Moneda
80
Fundación
de
Ayuda
Social
de
las
Iglesias
Cristianas
(FASIC)
Yumbel:
cuando
los
muertos
vuelvan
a
su
tierra.
Santiago,
1980;
Ruby
Weitzel
Tumbas
de
cristalTulibro
testimonio
de
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
del
Arzobispado
de
Santiagolibro
testimonio
de
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
del
Arzobispado
81
Identifican
víctimas
halladas
en
Cuesta
Barriga,
24
Julio
2012.
Véase:
http://www.sml.cl/sml/index.php?option=com_content&view=article&id=241:sml-‐identifica-‐
victimas-‐halladas-‐en-‐cuesta-‐barriga&catid=35:identificacion-‐y-‐ddhh&Itemid=222
(04/11/2014).
82
DDHH:
procesan
a
9
ex
militares
por
el
caso
“retiro
de
televisores”.
Nación.cl
29
enero,
2014
|
por
-‐
http://www.lanacion.cl/noticias/pais/ddhh/ddhh-‐procesan-‐a-‐9-‐ex-‐militares-‐por-‐el-‐caso-‐retiro-‐de-‐
televisores/2014-‐01-‐29/13542
(15/10/2014).
83
Jorge
Escalante,
Nancy
Guzmán,
Javier
Rebolledo
y
Pedro
Vega
Los
crímenes
que
estremecieron
a
Chile.
Las
memorias
de
La
Nación
para
no
olvidar.
Santiago:
Ceibo
ediciones,
2013:
357-‐373.
Véase
también
“Operación
retiro
de
televisores”
en
http://www.elmostrador.cl/media/2013/09/Retiro-‐
de-‐televisores.pdf
(19/10/2014).
147
el
11
de
septiembre
de
1973,
quienes
fueron
enterrados
en
un
pozo
seco
al
cual
fueron
cayendo
a
medida
que
eran
ejecutados.
El
tribunal
señaló
que
la
exhumación
ilegal
era
parte
de
un
delito
de
lesa
humanidad
“considerando
que
la
remoción
efectuada
más
de
cinco
años
después
de
dicho
secuestro
y
presunta
ejecución,
constituyó
la
última
fase
destinada
a
lograr
el
ocultamiento
de
los
hechos”.
La
remoción
se
efectuó
en
diciembre
de
1978
haciendo
desaparecer
los
restos.
El
tribunal
consideró
que
el
plan
implementado
por
la
autoridad
“que
detentaba
el
poder,
estaba
dirigido
esencialmente
a
causar
temor
mediante
el
secuestro
o
desaparición
de
personas,
conductas
que
realizaban
agentes
del
Estado
provistos
de
todo
el
poder
que
la
situación
de
facto
les
proporcionaba”.
El
fallo
de
la
Corte
Suprema
se
dictó
el
14
de
agosto
de
2009
y
cerró
definitivamente
este
caso
con
las
condenas
de
los
procesados84.Varios
otros
casos
se
encuentran
todavía
abiertos
y
en
desarrollo
para
investigar
sobre
el
paradero
de
los
restos
exhumados
con
el
fin
de
hacerlos
desaparecer
definitivamente.
Exhumaciones,
errores
en
la
identificación
de
los
restos
La
búsqueda
de
las
víctimas
de
desaparición
forzada
se
orientó
progresivamente
a
la
recuperación
de
los
restos
para
lograr
identificarlos
y
sepultarlos.
La
identificación
fue
posible
al
iniciarse
la
investigación
de
las
fosas
comunes
denunciadas
en
distintos
momentos.
Fue
el
caso
de
la
fosa
de
Pisagua
abierta
en
junio
de
1990,
en
la
que
aparecieron
cuerpos
momificados
de
personas
que
fueron
ejecutadas
y
otras
que
se
encontraban
desaparecidas
desde
197385.
En
1991
se
produjo
la
exhumación
de
restos
óseos
pertenecientes
a
124
cuerpos
enterrados
como
NN,
en
el
patio
29
del
cementerio
general
de
Santiago86 .
La
complejidad
técnica
y
científica
de
dichos
procedimientos
con
osamentas
deterioradas,
no
solo
por
el
paso
del
tiempo
sino
por
la
intención
de
destruir
todas
las
evidencias
del
crimen,
hizo
de
la
identificación
forense
un
proceso
lento
y
en
muchos
casos
casi
imposible
con
los
conocimientos
y
tecnologías
disponibles
en
esa
época.
Aun
así,
entre
los
huesos
recuperados
del
patio
29
se
identificaron
90
personas
por
el
Servicio
Médico
Legal
a
lo
largo
de
los
años,
entregando
los
restos
a
84
Sobre
el
caso
de
La
Moneda
véase
Editores, 2009.
148
sus
familiares.
La
mayoría
de
ellos
fueron
sepultados
en
el
Memorial
del
Detenido
Desaparecido
y
del
Ejecutado
Político
en
Santiago.
El
magistrado
Sergio
Muñoz
que
llevaba
el
proceso
por
inhumación
ilegal
en
el
Cementerio
General
de
Santiago,
consideró
necesario
comprobar
esas
identificaciones
con
pruebas
de
ADN
disponibles
en
ese
momento.
El
2
de
febrero
de
2005,
ordenó
la
reexhumación
de
69
casos
del
Patio
29
que
habían
sido
entregados
a
sus
familias.
En
una
primera
investigación,
48
de
ellas
resultaron
erróneas.
Las
advertencias
sobre
algunos
de
los
procedimientos
del
Servicio
Médico
Legal
se
habían
iniciado
en
1995.
Las
dudas
sobre
los
resultados
de
sus
identificaciones
se
habían
reiterado
en
2002.
Expertos
forenses
de
la
Universidad
de
Granada
y,
posteriormente
expertos
de
la
Universidad
de
Glasgow,
Escocia
habían
informado
a
la
Fiscal
de
la
Corte
Suprema,
Mónica
Maldonado,
sobre
la
existencia
de
errores
en
una
muestra
de
al
menos
tres
casos
de
personas
mal
identificadas87.
La
información
oficial
sobre
los
casos
mal
identificados
fue
entregada
en
abril
de
2006
y
fue
devastadora
para
las
familias
directamente
afectadas
por
esos
errores88.
Con
el
fin
de
esclarecer
lo
ocurrido
se
formó
una
comisión
investigadora
en
la
Cámara
de
Diputados,
para
conocer
los
detalles
y
establecer
responsabilidades89.
La
investigación
confirmó
que
los
registros
tanto
del
Cementerio
General
como
del
entonces
Instituto
Médico
Legal
habían
sido
irregulares
y
poco
confiables
en
relación
con
la
información
proporcionada
al
momento
de
la
inhumación
inicial
de
los
cuerpos
y
para
los
efectos
de
la
exhumación
con
fines
de
identificación
en
1991.
Los
errores
producidos
daban
cuenta
de
un
trabajo
profesional
que
hacía
urgente
la
modernización
de
sus
procedimientos,
pero
que
requería
también
de
autoridades
que
comprendieran
la
importancia
que
tenía
para
las
familias
recibir
los
restos
debidamente
identificados
e
intentar
cerrar
por
fin
un
duelo
alterado
e
inconcluso
por
décadas.
Las
rectificaciones
de
los
procedimientos
y
la
reorganización
de
los
equipos
profesionales
dieron
garantías
a
los
familiares
que
se
completarían
87
Véase
Jacmel
Cuevas
P.
“Informe
de
Universidad
de
Granada
sobre
Patio
2 9.
Errores
en
identificación
fueron
confirmados
por
expertos
externos
a
Glasgow”.
27
de
Abril
del
2006,
Diario
Electrónico
El
Mostrador.
http://www.archivochile.com/Portada/8_ddhh/25_port_ddhh.pdf
(07/11/2014).
88
A
raíz
de
la
publicidad
de
estos
errores
se
produjo
una
reorganización
general
del
Servicio
Médico
Legal,
la
creación
de
una
comisión
internacional
de
expertos
para
buscar
procedimientos
para
corregir
y
mejorar
los
procedimientos
y
proponer
modalidades
de
identificación
certeras.
Véase
Verónica
Torres.
“Proceso
para
rectificar
identidad
de
víctimas.
Patio
29:
La
doble
tragedia
de
las
familias
obligadas
a
devolver
sus
muertos.”
Reportajes
de
investigación
03.08.2011.
http://ciperchile.cl/2011/08/03/patio-‐29-‐la-‐doble-‐tragedia-‐de-‐las-‐familias-‐obligadas-‐a-‐devolver-‐
sus-‐muertos/
(22/10/2014).
89
Informe
de
la
Comisión
de
Derechos
Humanos,
Nacionalidad
y
Ciudadanía
acerca
de
las
eventuales
irregularidades
cometidas
en
el
Servicio
Médico
Legal
las
que
condujeron
a
la
errónea
identificación
de
los
cuerpos
humanos
hallados
en
el
‘Patio
29’
del
Cementerio
General
de
la
ciudad
de
Santiago.
Véase:
http://ciperchile.cl/wp-‐content/uploads/Informe-‐Cámara-‐Diputados-‐Patio-‐29.pdf
(07/11/2014).
149
correctamente
las
identificaciones
a
fin
de
poder
enterrarlos
definitivamente.
La
mayor
parte
de
los
restos
del
patio
29
y
de
otros
recintos
fueron
enviados
a
analizar
a
laboratorios
forenses
extranjeros
a
fin
de
obtener
el
99
%
de
la
certeza
requerida
para
garantizar
la
identificación.
La
Corte
Suprema
ha
ratificado
la
responsabilidad
del
Estado
en
los
errores
cometidos
autorizando
indemnizaciones
a
los
familiares.
La
investigación
judicial
ha
permitido
dilucidar
los
casos
erróneos
y
asegurar
la
entrega
de
restos
solo
ante
una
identificación
certera.
Es
importante
señalar
que
esta
situación
expuso
a
todas
las
familias
afectadas
a
un
enorme
sufrimiento.
Para
muchos
de
ellos,
sin
embargo,
estos
errores
constituirían
un
nuevo
episodio
traumático
en
una
secuencia
que
se
iniciaba
con
la
información
oficial
que
reconocía
que
los
cuerpos
entregados
y
sepultados
en
el
Memorial
del
Cementerio
General
de
Santiago
estaban
mal
identificados;
continuaba
con
la
“devolución”
moral,
mental,
afectiva
y
práctica
de
los
restos
sepultados
que
volvían
a
ser
“NN”
y
que
volvían
al
Servicio
Médico
Legal
para
su
identificación;
finalizaba
con
la
reapertura
de
la
búsqueda
de
su
familiar
que
volvía
a
estar
desaparecido,
esta
vez
con
mayor
desolación90.
Cada
persona
y
cada
familia
vivió
estas
circunstancias
con
mucha
angustia
como
si
la
pesadilla
de
la
desaparición
se
reactivara
al
desaparecer
la
identidad
atribuida
a
los
restos
enterrados
como
pertenecientes
a
su
familiar.
¿Puede
cerrarse
alguna
vez
esta
búsqueda?
¿puede
dar
lugar
al
duelo?
Las
cifras
generales
permiten
dimensionar
cuanto
falta
todavía
para
que
la
sociedad
chilena
pueda
dar
por
terminado
el
proceso
de
búsqueda
de
los
detenidos
desaparecidos.
Desde
el
golpe
militar
de
1973,
la
desaparición
forzada
fue
el
resultado
de
una
política
de
eliminación
de
miembros
de
los
partidos
de
la
Unidad
Popular
y
del
Movimiento
de
Izquierda
Revolucionaria
(MIR).
Casi
todos
ellos
murieron
a
causa
de
haber
sido
torturados
sin
límites91 .
El
mayor
número
de
personas
desaparecidas
se
produjo
entre
1973
y
1976.
La
información
disponible
hasta
1995
establecía
que
se
encontraban
desaparecidas
1192
personas92.
En
2008
90
Carlos
Madariaga,
Beatriz
Brinkmann
“Del
cuerpo
y
sus
sucesivas
muertes:
identidad
y
retraumatización.
Particularidades
del
proceso
de
exhumaciones
vivido
en
Chile”.
CINTRAS.
Centro
de
Salud
Mental
y
Derechos
Humanos.
Serie
Monografías
2006.
91
La
Unidad
Popular
fue
la
coalición
política
que
llevó
al
poder
a
Salvador
Allende
Gossens
en
1970.
Estaba
formada
por
partidos
y
movimientos
de
centro
izquierda.
Estos
eran:
el
Partido
Socialista,
el
Partido
Comunista,
el
Partido
MAPU
(Movimiento
de
Acción
Popular
Unitaria)
la
Acción
Popular
Independiente
(API)
y
el
Partido
Social
Demócrata
(PSD).
En
1971
se
incorporaron
la
Izquierda
Cristiana
y
el
Partido
Izquierda
Radical.
Su
objetivo
era
construir
la
vía
chilena
al
socialismo
desde
la
opción
electoral.
El
Movimiento
de
Izquierda
Revolucionaria
(MIR)
no
formaba
parte
de
la
Unidad
Popular.
Se
proponía
acceder
al
poder
mediante
la
vía
armada.
92
La
cifra
corresponde
a
un
estudio
realizado
sobre
el
listado
de
la
comisión
Rettig,
la
información
de
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
y
el
listado
de
la
Agrupación
de
Familiares
de
Detenidos
Desaparecidos.
Véase
Elías
Ballesteros.
“La
memoria
y
el
olvido”.
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/investig/lamemolv/memolv07.htm
(14/10/2014).
150
se
denunció
la
existencia
de
7
casos
incluidos
erróneamente
en
las
listas
oficiales93.
En
2011
fueron
reconocidos
30
nuevos
casos
de
desaparición
forzada
por
una
instancia
oficial
del
Estado,
creada
por
la
ley
20.40594.
No
más
del
10%
de
los
desaparecidos
han
sido
encontrados
en
fosas
comunes,
cementerios
clandestinos
o
en
cementerios
públicos
donde
fueron
enterrados
sin
identificación
y
sin
que
su
familia
tuviera
conocimiento
de
ello95 .
El
Servicio
Médico
Legal
identificó
132
personas
hasta
201496.
De
180
se
sabe
que
fueron
lanzados
al
mar
según
lo
indicado
en
el
informe
de
las
Fuerzas
Armadas
en
virtud
del
acuerdo
de
la
Mesa
de
Diálogo
de
Derechos
Humanos.
Las
cifras
indican
que
la
mayoría
de
las
víctimas
de
desaparición
forzada
continúan
como
desaparecidas
desconociéndose
su
destino
final
y
su
paradero,
así
como
quienes
fueron
responsables
de
su
desaparición.
Las
políticas
del
Estado
después
de
1990
tuvieron
el
propósito
de
reconocer
y
reparar
a
las
víctimas.
En
los
casos
de
los
detenidos
desaparecidos
su
objetivo
fue
esclarecer
lo
sucedido,
conocer
su
destino
final
y
su
paradero
y
ofrecer
medidas
de
reparación
materiales
y
simbólicas.
La
reconstitución
de
la
desaparición
y
la
búsqueda
sin
resultados
permitió
establecer
la
verdad
caso
a
caso
ante
la
Comisión
Rettig
y
la
Corporación
de
Reparación
y
Reconciliación
(1992-‐1996),
pero
reactivó
una
herida
nunca
cerrada
del
todo,
pues
la
verdad
era
parcial
y
seguía
sin
saberse
donde
estaban
los
restos
y
en
casi
todos
los
casos
se
ignoraba
como
habían
muerto…
Esa
verdad
oficial
era
importante
también
para
la
sociedad
chilena,
pero
la
familia
seguía
buscando
sin
lograr
un
desenlace.
La
reapertura
de
los
casos
judiciales
permitió
conocer
el
destino
final
de
muchos
de
ellos,
confirmado
las
circunstancias
de
sus
muertes.
Pero
la
identificación
que
había
conducido
a
rituales
de
duelo,
a
funerales
y
despedidas,
esperando
por
fin
apaciguar
el
dolor
y
cerrar
la
búsqueda
porque
se
le
había
encontrado
era
errónea.
Seguía
desaparecido.
La
búsqueda
tendría
que
continuar.
Un
error
cambiaba
el
sentido
de
todo
lo
vivido
y
vulneraba
los
soportes
morales
y
psicológicos
que
habían
sostenido
desde
entonces
a
los
familiares.
Las
confianzas
en
el
Estado
se
habían
erosionado,
93
Universidad
Diego
Portales. Centro
de
Derechos
Humanos.
“Verdad
y
justicia:
las
violaciones
a
los
derechos
humanos
durante
el
régimen
militar”:
27-‐28.
http://www.derechoshumanos.udp.cl/wp-‐
content/uploads/2010/01/01_verdad-‐y-‐justicia.pdf
(22/10/2014).
Los
casos
erróneos
fueron
borrados
de
las
listas
suprimiendo
los
beneficios
asociados
al
reconocimiento.
94
Informe
de
la
Comisión
Presidencial
Asesora
para
la
Calificación
de
Detenidos
Desaparecidos,
Ejecutados
Políticos
y
Víctimas
de
Prisión
Política
y
Tortura.
Véase
en
http://www.indh.cl/wp-‐
content/uploads/2011/10/Informe2011.pdf
(14/10/2014).
95
Durante
el
siglo
XX
no
hubo
más
de
5
casos
de
desaparición
de
personas
por
motivos
políticos.
Véase
Elizabeth
Lira
y
Brian
Loveman.
Poder
Judicial
y
Conflictos
Políticos.
Chile
1925-‐1958.
Santiago:
LOM.
Universidad
Alberto
Hurtado,
2014.
96
El
Servicio
Médico
Legal
ha
verificado
la
identificación
de
16
ejecutados
políticos.
Véase
151
pues
aunque
no
fuera
una
acción
deliberada
como
lo
fue
la
desaparición,
los
errores
institucionales
lo
hacían
desaparecer
nuevamente.
Consecuencias
psicológicas
y
psicosociales
de
la
desaparición
forzada:
búsqueda
y
ausencia
La
desaparición
forzada
es
una
situación
que
se
configura
cuando
una
persona
falta
a
sus
lugares
habituales
sin
llevar
consigo
ni
siquiera
su
ropa
y
sin
dar
aviso
a
nadie
en
un
contexto
político
en
el
que
su
desaparición
puede
ser
atribuida
a
agentes
del
Estado
o
a
agentes
vinculados
al
conflicto
político.
Al
no
encontrarse
indicios
ni
testigos
acerca
de
su
ubicación
o
destino
ni
tampoco
de
su
muerte,
no
es
posible
definir
si
la
persona
se
encuentra
viva
o
muerta.
Este
dilema
es
el
punto
de
partida
de
una
incertidumbre
que
han
padecido
por
décadas
más
de
mil
familias
que
tienen
a
uno
de
los
suyos
como
desaparecido
o
desaparecida.
La
acción
inmediata
de
los
familiares
ha
sido
la
búsqueda.
Una
búsqueda
caracterizada
por
la
ansiedad
constante,
la
angustia
y
la
desesperación
ante
el
riesgo
posible
de
la
muerte.
Las
personas
más
próximas
temen
que
pueda
haberle
ocurrido
una
desgracia.
Pero
también
creen
que
si
lo
buscan
pueden
encontrarlo
con
vida.
Los
costos
materiales
y
emocionales
para
las
familias,
especialmente
para
los
niños
y
los
más
vulnerables
en
cada
familia
son
incalculables.
La
interrupción
y
alteración
de
los
proyectos
vitales,
los
planes
personales
de
vida,
de
educación
y
trabajo,
la
vida
de
pareja
y
de
familia,
los
hijos,
la
sociedad,
se
han
afectado
de
diversas
maneras
y
la
vida
de
todos
no
volvió
nunca
más
a
la
“normalidad”,
no
solo
por
la
desaparición
que
operaba
como
un
acontecimiento
traumático,
sino
por
la
búsqueda
sin
resultados,
que
ordenó
el
sentido
de
la
vida
cotidiana
de
ahí
en
adelante
en
la
frustración,
impotencia,
angustia,
desmoralización
y
tristeza
que
no
lograba
superarse,
precisamente
porque
el
paso
del
tiempo
no
modifica
la
situación
inicial
ni
resuelve
los
dilemas
inherentes
a
la
situación
vivida.
Los
efectos
morales
y
las
consecuencias
psicológicas
de
esta
situación
han
sido
identificadas
en
investigaciones
centradas
en
las
secuelas
en
familiares
y
especialmente
en
los
niños,
hoy
adultos,
así
como
en
el
informe
de
la
Comisión
Nacional
de
Verdad
y
Reconciliación
anteriormente
mencionado.
Estas
investigaciones
concluyen
que
la
desaparición
tiene
consecuencias
profundas
de
origen
traumático,
que
duran
más
allá
de
la
aparición
de
los
restos
o
del
esclarecimiento
del
destino
final
de
la
víctima97.
La
pregunta
sobre
los
responsables
forma
parte
de
esa
verdad
subjetiva
y
objetiva
que
se
requiere
establecer
para
poder
entender
por
qué
“me”
–
“nos”
sucedió
esto.
La
respuesta
se
está
construyendo
en
los
procesos
judiciales.
Establecer
la
verdad
en
cada
caso,
ha
permitido
establecer
que
la
pérdida
personal
fue
el
resultado
de
decisiones
políticas
97
“Mujeres
detenidas
desaparecidas.
Chile
1973-‐2010”
en
MUJERES
Historias
chilenas
del
siglo
XX.
152
de
las
autoridades
que
buscaron
el
exterminio
de
esos
opositores.
La
condena
de
los
responsables
definiendo
que
se
trata
de
un
delito
restituye
un
orden
jurídico,
moral
y
político
necesario
para
la
convivencia
en
paz.
Sin
embargo,
este
conocimiento
es
necesario
pero
no
suficiente
para
cerrar
el
proceso
individual
de
duelos
postergados
e
imposibles.
La
situación
de
desaparición
de
un
familiar
ha
tenido
consecuencias
psicológicas
que
se
han
manifestado
en
muchas
personas
en
síntomas
crónicos
que
se
agudizan
ante
las
informaciones
vinculadas
a
la
desaparición,
pero
también
ante
pérdidas
y
sufrimientos
personales.
Es
decir,
la
experiencia
traumática
de
la
desaparición,
y
las
traumatizaciones
acumulativas
a
lo
largo
del
tiempo,
vinculadas
a
la
agresión
sistemática
del
Estado
al
negar
toda
responsabilidad,
al
inventar
operaciones
variadas
para
dar
por
muertos
a
los
desaparecidos,
desorganizan
los
esfuerzos
de
las
personas
por
recuperar
el
control
de
sus
vidas
y
mantiene
trastornos
de
ansiedad
agudizando
las
vulnerabilidades
de
las
personas
y
las
familias.
El
efecto
más
evidente
es
la
exacerbación
de
la
vulnerabilidad
emocional,
la
que
puede
ser
activada
por
nuevas
pérdidas
personales,
pero
también
por
los
eventos
públicos
que
se
refieren
a
la
desaparición
como
hecho
político
colectivo,
tales
como
la
campaña
de
los
119
en
1975,
la
desconfirmación
de
la
existencia
de
su
familiar
en
discursos
y
documentos
oficiales,
o
simplemente
la
negación
de
su
desaparición
a
partir
del
rechazo
de
los
recursos
de
amparo.
También
activa
esa
vulnerabilidad
el
hallazgo
de
restos
de
detenidos
desaparecidos
que
confirman
la
muerte
posible
de
su
familiar,
la
declaración
ante
una
comisión
de
la
verdad,
que
implica
recordar
y
volver
sobre
la
historia
de
desaparición
y
búsqueda.
Esa
reacción
ocurre
en
relación
con
todos
aquellos
momentos
en
que
actividades
o
eventos
públicos
que
se
refieren
a
la
circunstancia
no
resuelta
en
la
que
la
persona
y
la
familia
se
encuentra
inmersa.
Sin
embargo,
a
pesar
de
ello,
muchos
familiares
han
buscado
restablecer
la
normalidad
de
la
vida
cotidiana
y
hacer
su
vida
a
pesar
de
esta
pérdida
y
este
dolor
con
muchas
dificultades
y
sufrimientos98.
Es
importante
señalar
que
la
desaparición
forzada
instala
el
fantasma
de
la
muerte
cuya
verificación
no
se
confirma
y
permanece
latente
en
su
ambigüedad
amenazante
en
la
vivencia
de
las
personas
vinculadas
a
la
persona
desaparecida.
A
pesar
de
la
negación
de
las
autoridades
de
toda
vinculación
y
responsabilidad
en
la
detención,
los
familiares
mantienen
la
esperanza,
esperando
que
hubiera
sucedido
algo
milagroso
que
lo
haga
aparecer
con
vida.
Al
mismo
tiempo,
viven
con
el
temor
angustioso
de
su
muerte,
una
muerte
no
confirmada
para
la
mayoría.
Los
familiares
experimentan,
durante
un
período
que
se
ha
hecho
interminable,
la
impotencia
de
enfrentarse
a
una
situación
muy
penosa.
Si
esperaban
o
creían
que
su
familiar
estaba
vivo
debían
asumir
que
los
había
abandonado
sin
mediar
palabra,
lo
98
María
Rosa
Verdejo,
Gloria
Maureira,
María
Teresa
Dalla
Porta
E.
Memoria
y
Archivo
Oral:
Hijos
e
153
cual
afectaba
la
certeza
de
los
vínculos,
generaba
dudas
acerca
del
afecto
de
esa
persona
–padre,
madre,
esposo,
esposa
o
hijo–
y
rabia,
tristeza,
desencanto,
y
una
gran
ambivalencia
respecto
a
la
búsqueda
misma.
Si,
por
el
contrario,
se
pensaba
que
la
persona
desapareció
contra
su
voluntad,
que
estaba
secuestrado
y
no
había
indicio
alguno
de
dónde
podría
encontrarse,
la
angustia
crecía
con
el
paso
de
los
días
temiendo
su
muerte.
Es
precisamente,
la
existencia
de
vínculos
afectivos
muy
próximos
–ser
pareja,
hijo,
hija,
madre
o
padre–
lo
que
genera
un
efecto
desquiciante
en
cada
uno
de
los
miembros
de
la
familia99.
Un
día
se
apostaba
por
la
vida
y
a
las
pocas
horas
el
temor
de
la
muerte
se
instalaba
como
una
amenaza
inevitable.
Sin
embargo,
se
apostaba
a
la
vida
contra
toda
esperanza,
como
lo
han
declarado
muchos
familiares.
Ángeles
estuvo
detenida
con
su
marido.
Ella
salió
libre
después
de
meses
de
estar
en
un
recinto
secreto
de
detención.
De
él
no
se
volvió
a
saber.
Recordando
ese
momento
dijo:
Cuando
yo
salí
libre
salí
con
un
pesimismo
hacia
la
vida
de
los
desaparecidos
pero
no
hacia
la
lucha
de
los
desaparecidos.
Cuando
me
integré
a
trabajar
en
la
Agrupación
pensaba
que
debía
tratar
de
hacerles
ver
que
puede
que
no
los
encontremos
vivos,
pero
hay
que
seguir
buscando,
hay
que
seguir
reclamando
porque
es
nuestro
derecho,
porque
es
absolutamente
injusto
lo
que
ha
estado
pasando,
porque
no
se
puede
permitir
el
silencio...Yo
tenía
ese
propósito
pero
me
pasó
absolutamente
al
revés.
Me
convencen
a
mí
de
que
pueden
estar
con
vida.
Como
las
mamás
tienen
tantos
argumentos...
todas
las
esperanzas
que
yo
había
perdido
con
la
lista
de
los
119,
las
recupero.
Empezaba
a
pensar
¿Cómo
estará?
Me
preocupaba
de
recuperar
las
cosas
nuestras
(...)
Mandé
a
arreglar
el
reloj
que
me
había
quedado
de
él
para
el
día
que
él
regresara.
Vivía
ese
mundo
de
una
espera
real
y
concreta...
100.
El
ausente
está
presente
en
su
ausencia
en
la
vida
familiar
desde
el
momento
en
que
desapareció.
La
vida
cotidiana
se
hace
día
a
día
a
partir
de
su
ausencia,
sin
poder
prescindir
de
su
falta,
pero
sin
poder
vivir
activamente
su
presencia
que
cada
día
se
hace
pasado
y
configura
su
pérdida.
Esta
tensión
tiene
efectos
diversos.
El
impacto
de
la
desaparición
no
es
igual
para
cada
persona
y
cada
familia.
Ese
impacto
se
juega
en
el
vínculo
que
se
tenía
con
el
ausente,
pero
también
depende
de
la
edad
en
que
ocurre
la
pérdida.
Muchos
niños
eran
pequeños
y
no
tienen
un
recuerdo
propio
sino
que
lo
han
construido
o
reconstruido
desde
el
recuerdo
de
los
adultos.
Desde
las
imágenes
y
fotografías
disponibles,
desde
los
relatos
de
otros.
Hay
una
orfandad
no
reconocida
porque
la
familia
no
asume
al
padre
como
muerto.
Hay
una
viudez
no
nombrada
porque
la
ausencia
es
vivida
como
si
fuera
transitoria.
Hay
padres
que
perdieron
a
su
hijo
pero
toda
la
familia
los
intenta
proteger
con
la
esperanza
que
en
cualquier
momento
volverá
a
la
casa
y
estarán
todos
nuevamente
reunidos.
99
Paz
Rojas.
La
interminable
ausencia:
estudio
médico,
psicológico
y
político
de
la
desaparición
forzada
154
A
veces
los
familiares
no
comprendían
por
qué
desapareció
su
familiar,
o
por
qué
apareció
muerto.
Algunos
creían
que
su
familiar
había
cometido
un
delito,
pero
que
el
castigo
era
desproporcionado.
Otros
no
entendían
ni
compartían
las
opciones
políticas
del
o
de
la
desaparecida.
Otros
compartían
sus
ideas
y
se
identificaban
con
las
opciones
políticas
del
ausente
y
aunque
podían
entender
el
contexto
político,
la
muerte
de
su
familiar
aumentaba
su
temor.
La
mayoría
ocultó
el
hecho
ante
el
vecindario
porque
estimaba
que
era
peligroso
comentar
lo
sucedido.
A
veces
también
al
interior
de
la
familia
se
hizo
difícil
explicar
lo
que
ocurría
por
el
temor
de
que
los
niños
hablaran
de
ello
en
la
escuela
o
en
el
vecindario
y
eso
podría
poner
en
riesgo
a
otros
miembros
de
la
familia.
La
desaparición
era
un
secreto
que
se
encubría
contándole
a
los
hijos
que
el
padre
se
había
ido
“a
la
Argentina
o
estaba
trabajando
en
el
norte”,
en
un
intento
de
proteger
a
los
hijos
de
la
penosa
incertidumbre
causada
por
su
ausencia.
Este
tipo
de
respuestas
fue
común
también
en
los
familiares
de
personas
ejecutadas,
ocultando
a
su
entorno
el
desenlace
de
muerte
de
su
familiar.
La
desaparición
o
la
muerte
generó
dificultades
para
funcionar
emocional
y
socialmente,
desconfiando
de
compartir
ese
secreto
con
vecinos,
compañeros
de
trabajo
e
incluso
familiares.
ya
que
al
estar
insertos
en
un
contexto
inmediato
de
represión
política
predominó
la
protección
de
sí
mismos
y
de
sus
seres
queridos.
Pero
también
la
tristeza
se
ocultaba
a
otros
miembros
de
la
familia,
Ana
relataba:
Entonces
en
las
noches
me
ponía
a
mirar
las
fotos
(...)
rememoraba
lo
feliz
que
fui,
trataba
de
no
evadir
el
dolor
y
terminaba
llorando
con
hipo,
pero
me
desahogaba.
En
mi
familia
nadie
sabía
que
yo
lloraba
todas
las
noches
(...).
Nadie
tenía
idea
que
yo
me
dormía
llorando.
Además
la
familia
quiere
que
te
lo
saques
de
la
cabeza,
que
te
olvides
y
no
sufras101.
El
temor
a
la
desgracia
y
la
muerte
coexiste
con
la
fantasía
-‐y
la
esperanza-‐
de
que
la
“desaparición”
sea
el
resultado
de
una
opción
personal,
aunque
no
sea
fácil
reconocer
o
aceptar
que
su
partida
podría
haber
sido
voluntaria.
Las
fantasías
intentan
llenar
la
brecha
de
la
falta
de
información,
pero
muchas
veces
resultan
intolerables
y
expresan
la
angustia
por
el
familiar
ausente,
por
su
sufrimiento,
por
su
destino.
Expresan
la
angustia
de
no
tener
control
alguno
sobre
los
acontecimientos
que
les
afectaban
vitalmente,
tanto
sobre
el
desaparecido
como
sobre
la
familia.
La
familia
vive
la
ausencia
experimentándola
cada
día
con
mayor
angustia.
La
ausencia
se
siente
en
todos
los
rincones
de
la
casa.
El
lugar
que
ocupaba
en
la
mesa,
en
la
cama,
en
la
vida,
está
vacío.
Está
la
ropa
esperando
a
ser
usada.
Falta
su
voz,
su
cuerpo,
su
sonrisa,
sus
gestos,
sus
abrazos,
sus
palabras
y
sus
ideas.
La
ausencia
de
ese
ser
amado
causa
angustia,
miedo
y
la
tristeza
inconsolable
de
los
suyos.
La
101
Ibíd.,
247.
155
ausencia
y
la
pérdida
se
hacen
irreversibles
cuando
la
persona
ha
sido
encontrada
muerta,
confirmando
las
angustias
de
días,
meses
o
años.
La
información
sobre
la
muerte
transforma
la
situación
en
una
pérdida
brutal
y
definitiva,
y
amplifica
la
impotencia
por
no
haber
podido
evitar
ese
desenlace.
Carmen,
esposa
de
Alejandro
Rodríguez
(49)
arquitecto,
ex
–
regidor
comunista
dice:
Temía
llegar
a
casa.
Los
niños
preguntaban:
“¿Cómo
le
fue
mamá?”.
Y
eso
significaba
“¿Qué
noticia
hay
del
papá?”.
A
los
mayores
les
contaba
los
datos
que
recibía,
hasta
que
un
día
decidí
que
no
podía
someterlos
a
este
sube
y
baja
que
es
peor
que
la
muerte
(...)102.
La
desaparición
forzada
ha
tenido
diversas
consecuencias
de
acuerdo
a
las
particularidades
de
cada
familia
y
según
las
alternativas
y
desenlaces
de
la
búsqueda.
En
la
mayoría
de
los
casos
el
recurso
de
amparo
interpuesto
en
los
tribunales
fue
rechazado
como
quedó
constancia
en
los
registros
del
Comité
de
Cooperación
para
la
Paz
(1973-‐
1975)
y
la
Vicaría
de
la
Solidaridad
(1976-‐
1992).
La
mayoría
de
los
casos
abiertos
en
los
tribunales
no
lograron
avanzar
en
la
investigación
para
llegar
a
saber
del
paradero
de
los
desaparecidos
y
tuvieron
dificultades
a
veces
insuperables
para
obtener
nuevas
informaciones.
La
familia
mantenía
la
búsqueda,
pero
se
agudizaba
la
impotencia
y
el
sentimiento
de
tristeza
y
pérdida
causado
por
la
ausencia
al
verificar
que
ninguna
instancia
del
Estado
protegía
sus
derechos.
El
doctor
Iván
Inzunza
militante
comunista,
desapareció
el
14
de
agosto
de
l976,
tenía
43
años.
Doña
Violeta,
su
madre,
dice:
Esto
es
un
vía
crucis,
una
tortura
que
aumenta
día
a
día.
Hay
gente
que
jugó
con
nosotros
dando
datos
de
que
estaba
en
Villa
Grimaldi
o
que
fuéramos
a
la
morgue
a
reconocer
el
cuerpo.
Ahora
dicen
que
lo
tienen
de
médico
en
un
campo
de
detenidos...
ya
no
damos
más.
(...)
¿Rencor?
No,
yo
quiero
justicia
hecha
por
jueces.
Para
que
nunca
se
repita
en
Chile
algo
tan
atroz.
Ahora,
quiero
que
me
entreguen
a
mi
hijo
vivo103.
La
persona
no
estaba,
pero
para
sus
familiares
no
había
certeza
de
su
pérdida
definitiva.
La
muerte
no
había
sido
confirmada
por
ninguna
autoridad.
Los
familiares
se
resistían
a
considerarlo
muerto,
lo
que
impedía
vivir
la
pérdida
como
un
duelo
por
muerte.
La
tristeza
cotidiana
de
la
separación
y
de
la
ausencia
daban
lugar
a
un
duelo
negado
que
no
podía
admitirse
porque
era
vivido
por
los
familiares
como
si
se
les
obligara
a
darlos
por
muertos.
Y
lo
querían
vivo.
102Patricia
Verdugo.
“Detenidos.
Los
que
no
regresaron.
Cuatro
casos
que
muestran
lo
que
suce
de
en
las
familias
chilenas
afectadas
por
la
incertidumbre”.
Revista
Hoy.
No
105,
año
III.
Santiago,
30,
mayo-‐15,
junio.1979:
14-‐15.
103
Ibíd.,
17.
156
Es
preciso
subrayar
que
la
condición
de
persona
desaparecida
coloca
a
su
familia
en
la
necesidad,
en
el
deber
de
buscarlo
esperando
encontrarlo
vivo104.
Sin
embargo,
en
la
búsqueda
se
produce
la
ambivalencia
de
quererlo
vivo,
pero
pensarlo
muerto.
Para
muchos
la
pesadilla
más
temida
era
imaginar
que
habría
muerto
a
causa
de
las
torturas
sufridas,
prefiriendo
pensarlo
vivo
y
sonriendo,
imaginando
que
en
cualquier
momento
llegaría
a
la
casa.
Esta
ambivalencia
se
mantuvo
durante
décadas
y
muestra
una
de
las
condiciones
más
angustiantes
para
el
familiar:
percibir
que
la
esperanza
de
encontrarlo
vivo
dependía
de
su
voluntad
de
buscarlo
y
creerlo
vivo.
La
esperanza
de
encontrarlos
vivos,
sin
embargo,
se
fue
extinguiendo
con
el
curso
de
los
años,
al
no
tener
noticia
alguna
durante
décadas,
pero
también
al
encontrar
algunos
desaparecidos
en
cementerios
clandestinos,
enterrados
de
manera
anónima
o
en
fosas
comunes.
La
imposibilidad
de
dar
con
el
paradero
de
la
persona
desaparecida
generaba
sentimientos
de
impotencia
y
frustración
en
sus
cercanos,
pero
precisamente
por
ello
parecía
ser
que
la
única
actividad
imaginable
era
mantener
la
búsqueda.
Los
familiares
experimentaban
grandes
dificultades
para
realizar
actividades
diferentes
que
no
estuvieran
relacionadas
de
manera
directa
con
la
búsqueda.
De
esta
manera
trabajar
para
la
mantención
de
la
familia
implicaba
un
enorme
esfuerzo
al
que
se
le
agregaba
todo
el
tiempo
libre
para
trabajar
en
su
búsqueda.
Pero
la
búsqueda
podría
terminar
con
respuestas
que
confirmaban
su
muerte,
pero
no
había
ningún
cuerpo
para
enterrar
ni
menos
una
responsabilización
de
la
autoridad
sobre
los
hechos.
Ana
señala:
(...)
mi
única
preocupación
en
ese
tiempo
era
que
se
habían
llevado
a
mi
esposo
y
mi
ocupación
era
estar
todos
los
días
en
el
estadio
(...)
Al
otro
día
de
la
detención
fui
al
Estadio
Chile.
Allí
comenzó
mi
búsqueda.
(...)
Estuvimos
toda
la
mañana
en
el
estadio
nacional
además
de
ver
en
las
listas.
(...)
Como
a
los
diez
días
fui
al
Instituto
Médico
Legal
(...)
Después
me
dijeron
que
fuera
al
crematorio.
(...)
Hice
todas
las
diligencias
(...)
Ministerio
de
Defensa
(...)
Ministerio
del
Interior.
En
el
Ministerio
del
Interior
[le
dijeron
que]
“el
funcionario
Lucio
Bagus
Valenzuela
fue
ejecutado
el
18
de
septiembre.
No
se
le
encontraron
armas
ni
panfletos,
pero
en
su
declaración
le
pusieron
marxista”.
(...)
Lucio
era
del
Partido
Socialista
(...)
Yo
no
estaba
inscrita,
pero
también
me
gustaba...
no
entendía
mucho,
ahora
entiendo
mejor105.
104
Pontificia
Universidad
Católica
de
Chile.
Programa
de
Magíster
en
Artes.
“Fotografía,
historia
y
memoria
presencia
de
una
ausencia:
la
fotografía
de
los
detenidos
desaparecidos
en
cuatro
momentos”.
Paulina.
Orrego
Standen,
2013.
http://repositorio.uc.cl/xmlui/handle/123456789/1806
(22/10/2014).
105
Rosario
Rojas
de
Astudillo
et
al.
Memorias
contra
el
Olvido.
Santiago.
Amerinda.
1987:
79
a
81;
83;
86.
157
El
temor
y
la
incertidumbre
ante
la
desaparición
sin
rastros
se
agravaba
con
el
paso
del
tiempo
repercutiendo
sobre
la
salud
mental
de
los
familiares.
Se
observó
desde
el
inicio
que
las
personas
experimentaban
reacciones
angustiosas
y
depresivas
o
una
combinación
de
ambas,
con
diversa
sintomatología:
imágenes
recurrentes
e
invasivas
sobre
la
persona
desaparecida,
imaginando
que
podría
haber
muerto,
que
podría
haber
sido
torturado,
lo
que
intensificaba
la
angustia.
Trastornos
del
ánimo,
trastornos
de
ansiedad,
insomnio
y
alteraciones
del
sueño,
perturbación
de
la
capacidad
de
atención
y
concentración,
pérdida
de
interés
por
estudios
y
trabajo,
presentando
alteraciones
del
rendimiento
escolar
y
laboral,
irritabilidad,
manifestaciones
psicosomáticas,
alteraciones
de
la
vida
sexual,
pérdida
de
interés
y
motivación
por
actividades
placenteras
y
de
diversión.
La
percepción
subjetiva
de
la
angustia
y
la
desolación
de
los
adultos
suele
tener
efectos
emocionales
sobre
los
niños
y
en
muchos
casos
tuvo
efectos
traumáticos.
A
pesar
de
los
esfuerzos
de
los
adultos
para
protegerlos,
los
niños
percibían
que
los
adultos
de
la
familia
estaban
inmersos
en
una
situación
que
los
había
desmoralizado
y
deprimido
y
que
paralizaba
muchos
de
sus
recursos,
que
eran
débiles,
que
tenían
miedo 106 .
Los
niños
experimentaban
emociones
devastadoras
que
no
podían
verbalizar.
Entre
otras
cosas
percibían
que
los
adultos
no
los
podían
proteger
de
su
angustia
porque
no
podían
revertir
la
situación
que
les
afectaba
a
todos.
Es
decir,
que
esos
adultos
no
eran
poderosos
como
los
niños
los
imaginaban
sino
que
estaban
desolados
y
aterrados.
Los
niños
y
los
adultos
se
mostraban
muchas
veces
irritables,
ansiosos,
abrumados
y
traspasados
por
la
angustia
y
el
miedo.
Las
redes
familiares
y
sociales
próximas,
que
podían
darles
apoyo
y
contención,
casi
siempre
se
veían
afectadas
por
la
misma
situación
y
muchas
otras
personas
tenian
miedo,
no
sabían
qué
hacer
ni
como
huír
de
una
amenaza
imprecisa,
que
ya
se
había
consumado,
pero
que
podría
volver
a
ocurrir.
Vivir
una
situación
de
amenaza
probable
pero
al
mismo
tiempo
imprevisible
pudo
tener
efectos
abrumadores
sobre
las
familias,
pero
especialmente
sobre
los
niños
más
pequeños.
Es
muy
difícil
para
adultos
amenazados
proteger
a
sus
hijos
del
sufrimiento
y
de
la
angustia
que
afecta
a
la
familia
y
que
se
respira
en
la
vida
cotidiana.
Los
niños
pueden
expresar
su
angustia
de
diferentes
formas.
Algunos
niños
y
adolescentes
presentaban
sintomatología
angustiosa,
además
de
otros
trastornos,
especialmente
alteraciones
del
sueño
y
conductas
regresivas.
Algunos
niños
no
presentaban
síntomas
específicos,
pero
funcionaban
“fuera
de
control”,
especialmente
en
la
casa,
desafiando
las
normas,
la
autoridad
de
los
adultos,
reaccionado
con
mucha
ira
y
manifestándose
incluso
en
la
escuela
de
manera
disruptiva.
O
bien,
se
comportaban
de
una
manera
sobre-‐adaptada,
procurando
106
Adriana
Maggi,
con
la
colaboración
de
Rosario
Domínguez.
“Reflexiones
sobre
psicoterapia
a
hijos
de
detenidos-‐desaparecidos”
en
Psicoterapia
y
Represión
Política.
México
DF.
Siglo
XXI
Editores.
E
Lira
y
E.
Weinstein
eds.:
66-‐83.
158
cooperar
y
aliviar
el
dolor
y
la
angustia
de
la
familia,
de
la
madre,
o
de
sus
hermanos
menores,
postergando
sus
propias
necesidades.
En
muchas
familias
el
hijo
o
hija
mayor
asumió
funciones
parentales
reemplazando
a
su
padre
desaparecido
y
a
su
madre
que
lo
buscaba.
De
esta
manera,
crecer,
jugar,
tener
amigos,
estudiar,
hacer
una
vida
normal
eran
tareas
difíciles
sino
imposibles.
Estas
conductas
en
muchos
casos
se
prolongaron
en
la
adolescencia
dificultando
transitar
hacia
una
mayor
autonomía
emocional
y
personal.
Este
rol
de
hija
o
hijo
parentalizado
hipotecó
la
infancia
y
adolescencia
y
a
veces
la
vida
de
muchos
de
esos
hijos
e
hijas
dando
cuenta
de
una
dinámica
familiar
cruzada
por
el
temor
a
la
muerte
de
su
familiar
desaparecido,
instalado
en
la
familia107.
Las
niñas,
niños
y
adolescentes
que
habían
perdido
a
su
padre,
no
obstante
no
les
constara
su
muerte,
en
muchos
casos
habían
perdido
también
a
su
madre,
absorbida
en
la
tarea
desesperada
de
encontrar
al
padre.
Rara
vez,
a
pesar
de
sus
esfuerzos,
las
familias
lograban
desarrollar
un
ambiente
de
protección
adecuado
que
permitiera
que
los
niños
crecieran
física
y
emocionalmente
de
manera
satisfactoria.
La
inquietud,
la
angustia,
el
temor
y
el
malestar
que
circulaba
en
la
familia
se
hacía
presente
agudamente
en
la
constatación
del
carácter
infructuoso
de
su
búsqueda,
en
lo
doloroso
de
la
ausencia
y
en
las
vulnerabilidades
y
riesgos
en
los
que
se
encontraba
la
familia,
en
los
problemas
económicos
y
de
sobrevivencia
cotidiana.
Los
niños
expresaban
a
veces
sus
temores
preguntando
cerca
de
que
su
padre
pudiese
estar
muerto
o
bien
sufriendo
torturas
atroces
en
manos
de
sus
captores,
pero
casi
siempre
esos
temores
eran
desconfirmados
por
los
adultos,
negándose
a
expresar
abiertamente
que
era
un
posibilidad
real
para
no
causar
más
tristeza
en
la
familia
y
buscando
proteger
a
los
niños.
A
veces
alguien
de
la
familia
se
atrevía
a
decir
que
tal
vez
anduviese
por
las
calles
o
los
pueblos
deambulando
en
el
frío
y
en
la
miseria
con
sus
facultades
mentales
alteradas
sin
poder
regresar
a
los
suyos
y
sin
poder
ser
ayudado.
Estos
temores
cruzaban
a
todos
los
miembros
de
la
familia.
Amigos
y
parientes
oscilaban
entre
pensarlo
vivo
y
sufriendo
o
muerto
y
enterrado
clandestinamente
por
sus
captores.
En
los
adolescentes
se
pudo
observar
que
en
muchos
casos
estas
experiencias
afectaban
a
su
desarrollo
vital,
escolar,
social
y
que
en
la
mayoría
de
los
casos
la
situación
producía
una
suerte
de
marca
social,
un
estigma
que
los
hacía
diferentes
en
su
entorno,
siendo
mirados
principalmente
con
compasión
o
rechazo,
lo
que
afectaba
a
sus
capacidades
sociales
en
diferentes
formas.
Eran
huérfanos
pero
nadie
lo
sabía.
Y
quienes
lo
sabían
no
se
atrevían
a
confirmarlo
actuando
como
si
todas
las
cosas
funcionaran
normalmente.
Por
esta
razón
muchos
de
esos
niños
ocultaban
su
verdadera
situación
en
la
escuela
y
entre
los
grupos
de
pares.
Se
ha
descrito
también
que
algunos
adolescentes
encanecieron
precozmente,
experimentaron
trastornos
emocionales
severos
o
se
incapacitaron
durante
años
para
una
vida
social
107
Ibíd.
159
correspondiente
a
su
edad108 .
Aunque
ha
sido
frecuente
referirse
a
los
hijos
como
“segunda
generación”,
esta
afirmación
describe
la
posición
demográfica
de
estos
hijos
en
el
grupo
familiar.
Sin
embargo,
corresponde
preguntarse
sobre
el
impacto
de
esta
experiencia
en
sus
vidas
considerando
que
los
hijos
constituyen
en
verdad
una
primera
generación
expuesta
en
la
etapa
de
crecimiento
a
una
ausencia
vivida
con
la
ambigüedad
de
una
presencia
constante
marcada
por
la
búsqueda,
por
el
miedo,
la
pérdida
y
la
muerte
incidiendo
sobre
su
individuación
y
sobre
su
autonomía.
La
tarea
de
lograr
autonomía
y
la
diferenciación
propia
de
la
adolescencia,
como
tarea
vital
se
hacía
complicada
o
imposible
para
los
adolescentes
dentro
de
una
familia
con
este
dolor,
con
esa
ausencia
y
con
el
fantasma
de
la
muerte.
La
experiencia
acumulada
a
lo
largo
de
años
de
no
saber
lo
ocurrido,
de
no
encontrar
a
la
desaparecida
o
desaparecido
(queriendo
saber
su
paradero,
conocer
su
destino
final)
ha
implicado
desarrollar
distintas
estrategias
en
esos
niños
y
jóvenes.
Algunos
se
involucraron
en
grupos
políticos
con
una
ideología
antagónica
a
la
de
su
padre
desaparecido;
otros
se
incorporaron
al
mismo
partido
de
su
padre
intentando
simbólicamente
tomar
su
lugar.
Otros
se
hicieron
religiosos,
buscaron
pertenecer
a
sectas
o
grupos
alternativos
de
diferentes
temáticas.
Algunos
han
participado
en
la
agrupación
de
familiares,
han
creado
organizaciones
de
distinto
tipo.
Otros
formaron
parte
de
la
iniciativa
HIJOS
(hijos
por
la
identidad
y
la
justicia,
contra
el
olvido
y
el
silencio).
Algunos
han
recuperado
sus
difíciles
memorias
de
la
infancia
compartiendo
sus
estrategias
para
vivir
a
pesar
de
la
pérdida
y
la
muerte
en
el
Museo
de
la
Memoria
y
los
Derechos
Humanos,
en
el
archivo
oral
de
los
hijos
e
hijas
de
detenidos
desaparecidos 109 .
Algunos
han
sido
muy
activos
en
las
FUNAS,
manifestaciones
públicas
de
denuncia
de
torturadores
en
sus
lugares
de
trabajo
o
en
sus
domicilios,
denunciando
con
pancartas
y
batucadas
a
quienes
participaron
en
torturas 110 .
Otros
han
hecho
un
corte
radical
con
su
pasado
intentando
vivir
normalmente
en
otro
lugar,
buscando
dejar
atrás
lo
sufrido
y
lo
perdido.
Algunos
han
sufrido
trastornos
psicológicos
severos
y
todos
han
tratado
de
recuperar
la
normalidad
de
una
vida
cotidiana
en
medio
de
una
situación
extremadamente
adversa,
tanto
por
su
larga
duración
como
por
el
hecho
que
para
la
gran
mayoría
la
situación
de
su
familiar
aun
se
encuentra
pendiente,
es
decir
se
ignora
su
destino
final
y
su
paradero.
108
Niels Biedermann. Psiquiatra Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS).
http://pidee.cl/es/wp-‐content/uploads/2013/04/Libro-‐DDHH.pdf
110
“Las
ocho
funas
que
causaron
polémica”.
http://www.archivochile.com/Derechos_humanos/FUNA/hhddfuna0008.pdf
160
¿Cómo
se
entienden
esas
diferencias
?
Posiblemente
una
clave
sea
pensar
en
el
sistema
de
lealtades
al
interior
de
cada
familia.
Frente
a
la
desaparición
las
familias
organizan
su
funcionamiento
interno
alrededor
del
amor-‐
dolor-‐
lealtad
con
la
o
el
desaparecido.
Algunas
familias
no
toleran
bien
el
crecimiento,
la
autonomía
y
diferenciación
de
la
hija
o
el
hijo
la
que
es
vivenciada
como
deslealtad:
“Ya
el
sólo
deseo
de
desarrollar
conductas
autónomas
tiende
a
generar
fuertes
sentimientos
de
culpa
en
los
miembros
de
estas
familias
(...)
La
rigidización
de
las
estructuras
internas
frente
a
la
agresión
externa
es
un
fenómeno
grupal
universal.
Todo
sistema
de
lealtades
se
extrema.
(…)
Esto
apunta
a
las
dos
vertientes
de
todo
sistema
de
lealtades:
la
cohesión
interna
y
la
lucha
contra
el
agresor”111.
La
lucha
contra
el
agresor
puede
constituirse
como
una
misión
de
venganza,
lo
que
ha
ocurrido
muy
rara
vez.
En
la
mayoría
de
los
casos
se
ha
manifestado
en
la
búsqueda
del
destino
final
y
el
paradero
de
la
persona
desaparecida,
a
la
vez
que
en
la
exigencia
de
la
verdad
de
lo
sucedido,
identificando
a
los
responsables
y
exigiendo
justicia
y
sanción
para
los
culpables.
La
función
psicológica
de
la
acción
judicial
no
ha
radicado
solo
en
el
castigo
de
los
culpables.
La
investigación
judicial
permite
confirmar
una
verdad
necesaria
para
la
familia,
desprivatizando
el
proceso
de
la
búsqueda
y
de
la
responsabilidad
por
el
destino
de
la
persona
desaparecida.
La
justicia
cumple
también
una
función
emocional
al
restaurar
el
buen
nombre
y
la
dignidad
de
ese
ser
querido
que
fue
deshumanizado
y
denigrado
públicamente.
El
proceso
judicial
libera
a
la
familia
y
a
los
hijos
de
ser
la
voz
pública
que
reivindica
a
uno
de
los
suyos
y
asume
el
deber
de
la
venganza
como
sanción
cuando
hay
impunidad.
Ese
desplazamiento
a
las
instancias
del
Estado
es
crucial
para
la
paz
social,
pero
también
es
decisivo
para
la
salud
mental
de
la
familia
y
de
las
siguientes
generaciones.
En
Chile,
como
en
la
mayoría
de
los
países
con
desaparecidos,
las
mujeres
se
organizaron
en
agrupaciones
de
familiares
para
reclamar
justicia,
denunciar
lo
ocurrido,
buscar
a
sus
familiares
y
postergaron
sus
necesidades
personales
poniendo
como
centro
de
sus
vidas
la
búsqueda
de
su
familiar.
En
este
marco,
muchas
mujeres
de
todas
las
edades
han
experimentado
la
dificultad
de
rehacer
una
vida
de
pareja
y
restablecer
la
normalidad
de
una
vida
familiar.
Muchas
veces
los
intentos
de
"hacer"
o
"rehacer"
una
vida
de
pareja
han
entrado
en
colisión
con
diversas
lealtades
construidas
en
torno
al
familiar
desaparecido112.
Así
muchas
mujeres
han
renunciado
a
tener
una
pareja
y
hacer
una
familia
buscando
incansablemente
a
su
padre.
Otras
se
han
separado
de
una
pareja
para
mantenerse
111
Niels Biedermann Psiquiatra Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS).
detenidos-desaparecidos” en E. Lira
y
E.
Weinstein
eds.
Psicoterapia
y
represión
política.
México:
Ed.
Siglo
XXI,
1984:
81-‐
92.
161
unida
a
una
familia
que
ha
sufrido
la
desaparición
del
padre
o
de
un
hermano
y
continuar
en
su
búsqueda113.
Muchas
han
renunciado
a
todo,
manteniendo
una
lealtad
inamovible
con
el
esposo
o
compañero
muerto
o
desaparecido.
En
este
último
caso,
la
esperanza
de
encontrarlo
con
vida
hace
que
la
relación
con
el
desaparecido
se
mantenga
como
un
vínculo
amoroso
activo
con
alguien
del
cual
se
está
separado
transitoriamente
y
que,
por
tanto,
estando
en
desgracia
el
ausente,
sería
una
gran
traición
tener
una
nueva
pareja.
No
se
trata
de
"ideas"
sobre
el
amor,
la
pareja
o
la
fidelidad
sino
de
lealtades
profundas
con
personas
reales
y
con
valores
significativos
para
la
persona.
En
esta
breve,
sintética
y
no
exhaustiva
descripción
da
cuenta
del
profundo
impacto
que
estas
situaciones
tuvieron
y
pueden
tener
todavía
sobre
los
adultos
y
los
que
eran
niños
en
ese
entonces.
Muchos
adultos
no
lograron
mantener
las
funciones
protectoras
de
la
familia;
no
pudieron
contener
el
sufrimiento,
la
angustia
y
la
desesperación
que
estas
situaciones
generaban
en
los
niños
y
en
todo
el
grupo
familiar.
El
impacto
causado
en
todas
las
esferas
de
relación
y
de
funcionamiento
individuales,
en
la
familia,
así
como
en
muchos
casos
en
la
comunidad
a
la
que
ese
individuo
y
su
familia
pertenecían,
producía
y
puede
producir
una
saturación
emocional
que
se
caracteriza
por
el
desgaste
y
la
angustia,
al
mismo
tiempo
que
se
despliegan
innumerables
recursos
para
sostenerse
recíprocamente
que
activan
modos
de
relación
que
no
siempre
favorecen
el
crecimiento
ni
la
autonomía
de
sus
miembros
al
interior
de
la
familia.
Sin
embargo,
cada
persona
y
cada
familia
ha
vivido
y
sobrevivido
estas
circunstancias
desde
sus
particularidades,
sus
creencias
y
sus
recursos
y
es
la
modalidad
de
esa
sobrevivencia
lo
que
influye
sobre
las
generaciones
siguientes.
Los
efectos
del
duelo
por
ausencia
de
un
ser
querido
La
búsqueda
infructuosa
va
desgastando
los
esfuerzos
y
las
esperanzas,
no
así
los
recuerdos
y
la
memoria
que
evoca
a
un
ser
querido
ausente,
casi
siempre
idealizado.
Desde
su
desaparición
las
familias
y
los
partidos
y
las
organizaciones
sociales
y
políticas
han
idealizado
al
ausente.
El
peso
de
esa
idealización
recae
principalmente
sobre
los
hijos
forzándolos
a
suprimir
sus
sentimientos
contradictorios.
No
será
posible
criticar
sus
opciones,
matizar
los
recuerdos,
aceptar
sentimientos
negativos,
lo
que
hará
muy
difícil
para
los
hijos,
diferenciarse
del
ausente
como
parte
del
proceso
psicológico
indispensable
para
ser
adultos.
La
familia
vive
desde
el
primer
día
la
ausencia
y
la
separación
y
ocurre
del
mismo
modo
en
las
comunidades
de
las
que
formaba
parte
(grupo
de
trabajo,
equipo
de
113
Véase
Carmen
Gloria
Quintana
Arancibia
y
M.
Verónica
Silva
Toro.
“Posibilidades
de
duelo
en
esposas
de
detenidos
desaparecidos”.
Tesis
para
optar
al
título
de
licenciado
en
Psicología
Universidad
Nacional
Andrés
Bello.
Facultad
de
Humanidades
y
Educación.
Escuela
de
Psicología,
1996.
162
fútbol,
vecindario,
sindicato,
comunidad
religiosa,
partido
político,
otros).
La
ausencia
se
manifiesta
a
través
de
muchos
sentimientos
distintos:
la
noción
de
separación
brutal
y
traumática;
la
rabia
contra
los
que
fueron
responsables...
la
rabia
vaga
e
imprecisa
contra
el
protagonista
que
no
fue
capaz
de
proteger
su
vida,
que
se
involucró
en
acciones
políticas
"sin
pensar
en
su
familia"…
También
los
sentimientos
de
culpa
por
tener
estos
pensamientos
y
estas
emociones.
Un
temor
inmenso
por
su
vida,
por
su
integridad
física
y
mental..
Por
el
miedo
que
ya
hubiese
muerto
y
no
volverlo
a
ver
nunca
más.
La
desaparición
instala
una
situación
pérdida
de
un
ser
querido,
de
un
duelo
que
no
empieza
por
la
muerte
que
se
ignora
y
se
teme,
sino
por
la
ausencia
causada
por
una
separación
traumática,
contra
la
voluntad
del
sujeto.
La
negación
de
toda
responsabilidad
por
parte
de
las
autoridades
coloca
al
familiar
en
un
dilema
psicológico
y
ético.
El
dilema
de
experimentar
su
pérdida
como
una
separación
traumática
prolongada
pero
definida
como
transitoria,
versus
decidir
que
la
persona
ha
muerto
y
que
la
pérdida
es
definitiva
y
absoluta,
aunque
nadie
se
haga
responsable
de
su
muerte.
Este
dilema
hace
que
este
proceso
de
duelo
haya
sido
caracterizado
como
un
duelo
anormal,
como
un
duelo
imposible,
como
un
duelo
especial
o
como
un
duelo
traumático.
La
situación
se
inicia
con
la
desaparición
de
una
persona
sin
que
se
tenga
noción
de
su
paradero;
las
autoridades
niegan
toda
participación
en
el
hecho
y
declaran
públicamente
que
la
persona
no
existe;
que
la
ausencia
es
un
hecho
voluntario
del
sujeto
a
pesar
de
lo
que
denuncia
su
familia
desconfirmando
la
experiencia
de
la
familia.
La
experiencia
de
la
búsqueda
infructuosa
y
conflictiva
durante
años
y
décadas,
generó
un
modo
de
duelo
por
la
separación
de
una
persona
querida
que
se
supone
viva,
pero
que
está
imposibilitada
de
toda
reciprocidad.
Es
una
ausente
presente
que
se
pierde
de
nuevo
cada
día
que
pasa
sin
que
se
haya
sabido
dónde
está
y
sin
que
pueda
clausurarse
la
memoria
anclada
en
las
lealtades
y
el
vínculo.
La
reacción
del
familiar
es
siempre
apostar
a
la
vida
y
en
consecuencia
le
es
imposible
hacer
el
duelo
por
la
pérdida
de
ese
ser
querido,
aunque
esa
prolongada
separación
haga
sospechar,
cada
día
que
pasa
con
mayor
fuerza,
la
probabilidad
de
su
muerte.
La
decisión
de
imaginarlo
vivo
o
asumir
que
está
muerto
parece
depender
de
sus
familiares,
en
tanto
la
desaparición
se
ha
constituido
en
un
hecho
privado,
al
desligarse
las
autoridades
de
toda
responsabilidad.
La
imposibilidad
de
tomar
la
decisión
de
pensarlo
muerto
y
hacer
un
proceso
de
duelo
que
permita
asumir
su
muerte,
aunque
a
nadie
le
conste
que
efectivamente
está
muerto
se
funda
precisamente
en
el
vínculo
con
la
o
el
desaparecido
y
es
precisamente
esos
vínculos
y
lealtades
los
que
modulan
el
proceso
emocional.
La
familia
enfrenta
una
situación
de
duelo
por
la
ausencia
de
su
familiar,
pero
ésta
no
es
vivida,
no
puede
ser
vivida
como
un
duelo
normal,
aunque
la
pérdida
y
la
ausencia
se
hayan
instalado
desde
el
primer
momento.
El
proceso
de
duelo
ha
sido
alterado
desde
el
momento
de
la
desaparición
y
la
ausencia
se
ha
constituido
como
163
una
pérdida
cotidiana
que
se
prolonga
en
el
tiempo
no
solamente
por
el
número
de
meses
o
años
transcurridos,
sino
por
la
duración
de
otros
efectos
asociados,
como
problemas
patrimoniales,
económicos,
conflictos
intrafamiliares
y
otros,
que
reducen
las
posibilidades
y
los
recursos
emocionales
de
las
personas
para
enfrentar
esta
pérdida.
Pero
la
posibilidad
del
duelo
se
ve
alterada
e
interferida
cada
vez
que
las
autoridades
agreden
a
los
familiares
construyendo
versiones
falsas
sobre
la
desaparición
de
los
suyos;
cuando
las
autoridades
mienten
a
los
tribunales
acerca
de
la
detención
de
personas
y
desmienten
su
responsabilidad
en
la
desaparición
y
exterminio.
Al
cabo
de
40
años
la
mayor
parte
de
esas
mentiras
fueron
descubiertas
en
los
procesos
judiciales
produciendo
la
verdad
tantas
veces
buscada
y
anhelada,
verdad
que
esta
vez
daba
a
conocer
a
los
responsables.
La
imposibilidad
progresiva
de
vivir
la
ausencia
como
transitoria
y
reversible,
sospechando
y
temiendo
su
muerte
mantiene
la
imposibilidad
de
hacer
el
duelo,
pues
la
persona
se
resiste
a
aceptar
privadamente
la
muerte
de
su
familiar
sin
que
ninguna
autoridad
lo
establezca
como
un
hecho
efectivamente
sucedido.
Esta
necesidad
es
igualmente
importante
cuando
se
produce
el
hallazgo
de
sus
restos
y
estos
dan
cuenta
de
una
muerte
violenta.
En
ambos
casos
se
hace
psicológicamente
indispensable
que
en
la
instancia
judicial
se
esclarezca
lo
sucedido,
permitiendo
saber
el
destino
final
de
la
persona
y
los
responsables
del
crimen.
Desde
la
observación
clínica
y
la
atención
psicoterapéutica
de
personas
y
familias
que
tuvieron
uno
o
más
miembros
víctimas
de
desaparición
forzada
es
posible
afirmar
que
la
desaparición
ha
tenido
efectos
traumáticos
sobre
niños
y
adultos.
El
trauma
psicológico
se
manifiesta
como
alteraciones
profundas
a
nivel
biológico,
emocional,
cognitivo
y
relacional
que
afecta
de
distintas
maneras
a
cada
persona
dependiendo
de
muchos
factores,
desde
su
edad
y
experiencia,
hasta
sus
convicciones
personales
morales,
religiosas
y
políticas,
desde
sus
soportes
afectivos
o
su
soledad
y
aislamiento114..
Entre
los
síntomas
descritos
aparece
en
primer
lugar
la
reexperimentación
del
hecho
traumático
de
manera
recurrente,
el
que
se
impone
como
imágenes
e
ideas
intrusivas
y
penosas,
las
que
para
cada
miembro
de
la
familia
pueden
ser
momentos
distintos,
pero
que
casi
siempre
corresponde
al
momento
en
que
esa
persona
llega
a
saber
que
su
padre
o
su
madre,
su
hijo
o
su
hermano
“ha
desaparecido”.
Se
puede
manifestar
bajo
la
forma
de
imágenes
recurrentes
que
se
hacen
inevitables,
que
evocan
ese
momento,
pesadillas
que
interrumpen
angustiosamente
el
sueño
y
rememoran
el
terror
vivido
al
saber
que
no
está
y
que
no
se
sabe
donde
está.
Esta
reexperimentación
era
uno
de
los
síntomas
más
frecuentes
en
el
período
inmediato
114
Véase
Elena
Gómez
Trauma
relacional
temprano
–
Hijos
de
personas
afectadas
por
traumatización
de
origen
político.
Santiago:
Ediciones
Universidad
Alberto
Hurtado,
2013;
María
Isabel
Castillo
El
(im)
posible
proceso
de
duelo
–
Familiares
de
detenidos
desaparecidos:
violencia
política,
trauma
y
memoria,
Santiago:
Ediciones
Universidad
Alberto
Hurtado,
2013.
164
después
de
la
desaparición.
La
prolongación
de
la
búsqueda,
en
muchos
casos,
fue
desgastando
a
las
personas
manifestándose
en
una
gran
vulnerabilidad
a
padecer
reacciones
angustiosas
y
depresivas,
las
que
se
desencadenaban
ante
pérdidas
privadas
y
también
ante
las
informaciones
públicas
sobre
casos
de
desaparición
forzada
y
también
al
saber
de
noticias
de
orden
político
que
pudieran
afectar
sus
vidas.
En
muchos
casos
se
producía
una
conducta
de
evitación
de
todo
lo
que
se
relacionaba
con
este
“saber”
de
la
desaparición.
A
veces
se
observaron
sentimientos
de
desapego,
imposibilidad
de
disfrutar
y
experimentar
alegría,
placer,
interés
intenso,
e
incluso
una
suerte
de
amnesia
parcial
del
hecho
traumático,
funcionando
como
si
no
hubiera
ocurrido.
En
otros
casos
se
observó
una
hiperactivación,
un
estado
de
alerta
y
vigilancia
exagerado,
un
estado
de
ansiedad
permanente,
dificultades
para
dormir,
respuestas
de
sobresalto
e
irritabilidad
115.
En
síntesis,
las
acciones
de
búsqueda,
las
actuaciones
y
respuestas
del
Estado
en
relación
con
la
desaparición
forzada,
el
carácter
moral
y
afectivo
del
vínculo
con
la
o
el
desaparecido,
su
rol
dentro
de
la
familia
(padre,
madre,
pareja,
hija
o
hijo,
hermano
o
hermana)
son
elementos
constitutivos
de
la
experiencia
traumática
secuencial
que
se
ha
descrito,
produciendo
un
daño
psicológico
específico,
que
se
origina
y
se
mantiene
precisamente
por
el
vínculo
que
se
tiene
con
la
persona
y
la
imposibilidad
de
conocer
su
paradero.
La
forma
en
que
muchas
víctimas
de
desaparición
forzada
han
aparecido
muertos
afecta
a
todos
los
familiares
desencadenando
la
reviviscencia
del
dolor
y
la
angustia.
Es
frecuente
que
el
hallazgo
de
cuerpos
vinculados
a
la
desaparición
de
personas
y
el
inicio
de
su
identificación
y
reconocimiento
sea
un
desencadenante
muy
potente
de
sufrimientos,
angustias
y
tristezas.
Permite
visualizar
con
claridad
que
lo
que
ocurre
en
la
realidad
social
y
política
tiene
la
capacidad
de
movilizar
y
alterar
el
mundo
interno
y
relacional
de
los
familiares
y
sobrevivientes,
subrayando
el
doble
carácter
político
y
subjetivo
de
esta
situación.
La
desaparición
de
personas
impacta
como
ausencia
y
pérdida
desde
el
inicio.
Pero,
la
ejecución
política
es
vivida
inmediatamente
como
una
ausencia
y
pérdida
irreversible,
causada
por
la
muerte
de
un
ser
querido
de
manera
arbitraria
e
inesperada.
Se
trata
de
una
situación
de
muerte,
reconocida
como
tal,
aunque
los
familiares
no
recibieran
el
cuerpo
y
no
pudieran
sepultarlo
y
aunque
por
décadas
no
obtuvieran
un
certificado
de
defunción,
debido
a
disposiciones
arbitrarias
de
las
autoridades.
115
Véase:
Eugenia
Weinstein,
Elizabeth
Lira
y
María
Eugenia
Rojas.
Trauma,
duelo
y
reparación.
Santiago:
Ed.
Interamericana-‐
FASIC,
1987;
Elizabeth
Lira
y
Eugenia
Weinstein
Psicoterapia
y
represión
política.
México:
Ed.
Siglo
XXI,
1984.
165
A
modo
de
conclusiones
El
impacto
en
las
familias
de
la
desaparición
forzada
de
uno
de
sus
miembros
tiene
secuelas
morales
y
psicológicas,
constituyendo
en
casi
todos
los
casos
un
trauma
psicológico
específico
que
afecta
las
vidas
de
las
personas
y
las
familias
de
manera
diferenciada
sobre
cada
uno
de
sus
miembros.
Un
aspecto
esencial
es
el
sentimiento
de
vacío,
ausencia
y
pérdida
sostenido
en
el
tiempo
y
que
no
puede
cerrar
porque
depende
inevitablemente
del
pronunciamiento
de
las
autoridades
sobre
el
destino
final
de
los
desaparecidos.
Por
otra
parte,
los
procesos
de
duelo
por
la
desaparición
de
un
ser
querido
están
psicológica
y
moralmente
interferidos
e
impedidos
por
muchos
factores,
entre
ellos,
por
la
falta
de
desenlace
público;
por
la
falta
de
reconocimiento
de
la
existencia
y
de
la
desaparición
de
esa
persona
por
motivos
políticos;
por
la
prolongación
por
décadas
de
los
procesos
judiciales
que
podrían
establecer
su
muerte;
por
los
obstáculos
para
que
los
familiares
puedan
enterrar
sus
restos.
La
desaparición
de
los
cuerpos
en
los
ríos,
en
el
mar
o
los
volcanes,
o
su
destrucción
por
el
fuego
o
la
dinamita,
con
el
propósito
de
borrar
las
huellas
del
crimen,
han
agregado
dificultades
adicionales
a
la
constatación
de
la
muerte.
Otro
elemento
casi
insuperable
ha
sido
la
imposibilidad
de
identificar
todos
los
restos
encontrados
en
fosas
comunes
o
entierros
clandestinos,
(agregándose
la
complejidad
de
las
identificaciones
erróneas);
finalmente
es
un
factor
subjetivo
poderoso
la
necesidad
política
y
personal
que
se
identifique
a
los
responsables
y
que
estos
sean
sancionados.
Estos
efectos
no
solamente
han
dependido
del
hecho
mismo
de
la
desaparición,
originado
hace
décadas.
Se
ha
agravado
a
través
del
tiempo
por
la
falta
de
resultados
para
lograr
saber
cual
fue
la
suerte
de
su
familiar116.
Algunas
personas
parecieron
superarlo,
pero
la
huella
imborrable
de
la
pérdida
del
hijo
o
del
padre
o
la
madre,
de
un
hermano,
en
esas
circunstancias,
permanece
latente
como
una
cicatriz
que
recuerda
la
herida
y
el
dolor
que
la
causó,
pero
que
puede
volver
a
doler
y
abrirse
en
cualquier
momento.
116
Véase
Universidad
Academia
de
Humanismo
Cristiano.
Carrera
de
Psicología.
“Salud
mental
y
Derechos
Humanos.
La
Impunidad.
Efectos
en
la
elaboración
del
duelo
en
madres
de
detenidos
desaparecidos”.
Angélica
Pizarro
e
Ingrid
Wittebroodt.
Tesis
para
optar
al
título
de
psicólogo.
2001.
http://bibliotecadigital.academia.cl/bitstream/123456789/174/1/tpsico34.pdf;
Universidad
de
Playa
Ancha.
Faculta
de
Ciencias
sociales.
“Chile
durante
la
Dictadura
Militar
1973-‐1975:
El
caso
de
los
ocho
de
Valparaíso:
una
aproximación
a
las
políticas
de
violencia,
anulación
de
la
diferencia
y
neutralización
de
la
memoria.
Ensayo
de
nuevas
versiones”.
Tesis
de
Grado
para
optar
al
Título
Profesional
de
Periodista
y
al
Grado
de
Licenciado
en
Comunicación
Social.
Amory
Isabel
Díaz
Sánchez
Universidad
de
Playa
Ancha
(Chile),
2011.
Revista
F@ro
2011.
Revista
teórica
de
la
Facultad
de
Ciencias
Sociales
Universidad
de
Playa
Ancha
e-‐ISSN
0718-‐4018
Tesis
-‐
Año
7
–
Número
13
-‐
I
Semestre
http://web.upla.cl/revistafaro/
166
La
sentencia
judicial
que
reconoce
la
muerte
y
las
circunstancias
en
que
tuvo
lugar,
que
condena
a
los
autores
y
que
califica
las
conductas
como
delito
es
fundamental
para
la
recuperación
psicológica
de
los
afectados.
Su
valor
material
y
simbólico
incide
sobre
la
resolución
de
la
situación
que
no
solo
se
dirige
a
las
víctimas
sino
a
las
condiciones
de
la
convivencia
en
paz,
generando
progresivamente
certezas
institucionales
y
políticas
de
que
los
hechos
no
se
volverán
a
repetir.
La
condena
de
los
responsables
constituye
muchas
veces
el
factor
decisivo
en
el
proceso
de
aceptación
de
la
muerte,
abriendo
la
posibilidad
de
hacer
el
duelo
y
contribuyendo
al
bienestar
emocional
que
ha
estado
impedido
durante
la
mayor
parte
de
su
vida.
Las
intervenciones
de
rehabilitación
–
psicoterapia,
acompañamiento
psicosocial-‐
entre
otras
requieren
hacerse
cargo
de
las
particularidades
de
los
procesos
individuales
y
familiares
y
especialmente
identificar
el
requerimiento
concreto
que
hace
el
familiar
sobre
lo
que
le
ocurre
en
el
momento
que
consulta.
Se
trata
de
una
persona
y
de
una
familia
que
ha
vivido
por
décadas
en
una
temporalidad
alterada
por
el
hecho
traumático,
por
las
secuencias
traumáticas
a
lo
largo
de
los
años
y
por
el
carácter
actual
de
la
desaparición,
que
la
legalidad
vigente
y
los
procesos
judiciales
han
definido
como
secuestro
permanente
mientras
no
aparezcan
sus
restos
o
hayan
evidencias
suficientes
de
su
muerte.
Las
exigencias
para
los
terapeutas
varían
a
lo
largo
del
tiempo.
Si
al
inicio
se
trataba
de
creer
y
confirmar
la
experiencia
represiva
como
un
hecho
efectivamente
sucedido,
con
el
transcurso
del
tiempo
los
requerimientos
cambian
y
obligan
a
redefinir
las
intervenciones
a
partir
de
un
vínculo
terapéutico
capaz
de
contener
las
alternativas
de
un
proceso,
que
en
muchos
casos,
no
tiene
todavía
desenlace
desde
la
sociedad.
Es
precisamente
a
partir
de
estas
situaciones
que
se
cuestionan
y
redefinen
los
encuadres
terapéuticos,
los
procesos
y
sus
objetivos
y
la
capacidad
de
responder
a
necesidades
que
exceden
muchas
veces
las
capacidades
de
los
propios
terapeutas
y
trabajadores
de
salud
mental.
La
tensión
entre
aceptar
ese
pasado
destructivo
y
destruirse
con
él
o
resistir
y
cambiar
para
vivir,
amar
y
trabajar
en
el
presente
y
el
futuro
puede
durar
años.
Diferenciar
lo
que
ha
muerto,
lo
que
se
ha
perdido
y
destruido
de
lo
que
sostiene
y
permite
vivir
implica
mirar
desde
otro
lugar
la
propia
vida
y
el
pasado
político
y
personal.
Ofrece
la
posibilidad
de
contribuir
a
la
construccón
de
una
convivencia
democrática
sobre
la
base
del
reconocimiento
y
la
reparación
de
las
víctimas,
pero
también
sobre
la
condena
del
crimen
y
de
los
responsables,
así
como
del
rechazo
de
la
violación
de
los
derechos
humanos
como
recurso
del
poder.
167
Capítulo
7
La
infidelidad
al
machismo
y
la
búsqueda
de
sueños
de
restitución
moral
Marcela
Polanco
Prólogo
Las
ideas
que
abordo
en
este
documento
responden
a
la
inspiración
a
explorar
opciones
de
restitución
moral
frente
a
los
daños
humanos
de
los
patrones
de
la
colonialidad
del
género
y
de
la
identidad
desde
una
visión
latinoamericana.
Estas
ideas
toman
forma
a
través
del
relato
de
mi
trabajo
junto
con
una
pareja
de
diferente
sexo
y
de
procedencia
mexicana,
Elvira
y
Antonio,
sobre
asuntos
de
machismo
e
infidelidad.
A
este
relato
le
acompaña
una
revisión
teórica
de
ideas
que
aún
siguen
en
remojo
y
que
han
venido
empapando
mi
trabajo
como
terapeuta
de
la
familia.
Estos
dos
aspectos,
los
cuales
influyen
el
desarrollo
de
mi
práctica
terapéutica—el
académico
por
un
lado,
y
el
vivencial
por
el
otro,
los
ubico
en
sus
contextos
correspondientes
marcando
un
contraste
en
el
uso
de
mi
estilo
de
escritura
para
cada
cual.
La
revisión
teórica
la
presento
desde
una
posición
de
sospecha
imperiosa
hacia
la
hegemonía
de
la
geopolítica
del
conocimiento
(Mignolo,
2003;
S.
Jawerbaum
&
J.
Barba,
trad.,
2012).
Esta
es
una
hegemonía
sorda
y
ciega
que
se
ejerce
de
acuerdo
con
la
geografía
y
el
lugar
de
origen
para
determinar
qué
tipos
de
conocimiento
e
identidades
se
consideran
como
legítimas,
sostenibles
y
únicas.
Y
como
parte
de
sus
desenlaces
están
el
desplazamiento,
la
represión
y
la
subalternización
de
otras
posibilidades
epistémicas
e
identitarias
procedentes
de
otros
lugares,
creando
dicotomías
irreconciliables.
Ha
sido
a
través
de
estas
exploraciones
que
he
encontrado
refugio
en
propuestas
epistemológicas,
latina/o-‐céntricas
(Hernández-‐Wolfe,
2013;
Mignolo,
S.
Jawerbaum
&
J.
Barba,
trad.,
2012;
Quijano,
2000;
y
Escobar,
2010)
que
aquí
discuto
para
su
subsecuente
escrutinio
y
critica
como
las
epistemologías
descoloniales
(Mignolo
2003;
Hernandez-‐Wolfe,
2013)
y
de
la
frontera
(Anzaldúa,
2012)
y
éticas
de
la
solidaridad
(polanco,
2011).
Estas
ofrecen
un
sentido
y
una
forma
más
resonante
a
mis
condiciones
como
mestiza,
colombiana
e
inmigrante
en
Estados
Unidos
(EE.UU.),
y
al
contexto
en
el
que
trabajo
actualmente
con
personas
inmigrantes,
latinoamericanas
y
sus
familias
en
San
Antonio,
Texas.
Estas
epistemologías
proveen
un
contexto
para
contrarrestar
los
efectos
de
patrones
coloniales
de
paradigmas
europeos
y
norteamericanos
que
por
centurias
han
determinado
globalmente
la
manufactura
y
legitimidad
del
conocimiento,
no
siendo
el
campo
de
la
psicoterapia
una
excepción.
Amparada
por
las
epistemologías
descoloniales,
de
la
frontera
y
por
la
ética
de
la
solidaridad
que
aquí
expongo,
inicio
el
relato
de
mi
trabajo
junto
con
Elvira
y
Antonio
pero
no
sin
antes
ofrecer
un
contexto
geopolítico
de
nuestras
conversaciones.
Intento
entretejer
un
marco
conceptual
e
histórico
del
pensamiento
colonial
dentro
del
cual
ubico
una
posible
comprensión
de
la
sistematización
de
la
violencia
discursiva
y
retórica
del
problema
de
la
infidelidad
y
de
sus
efectos
opresores
en
las
vidas
de
Elvira,
Antonio
y
mía.
Conceptualizo
además
la
denuncia
que
hacen
Elvira
y
Antonio
del
problema
de
la
infidelidad
como
sus
testimonios
novelados
y
descoloniales
a
través
de
los
cuales
el
problema
se
puede
escudriñar
minuciosamente.
Igualmente
discuto
posibilidades
para
desnudar
el
problema
a
través
de
una
artesanía
conversacional
que
literaturiza
sus
testimonios
de
una
manera
novelística
que
no
solamente
revela
su
cuerpo
colonial.
Las
fronteras
del
problema
también
se
iluminan
con
mayor
claridad,
y,
desde
allí,
formas
subalternas
de
restitución
se
bifurcan
como
respuesta
a
las
secuelas
morales
que
éste
deja
atrás.
Estas
formas
brotan
como
posibilidades
fronterizas
para
agenciar
el
torrente
de
la
imaginación
de
Elvira
y
Antonio
entre
los
vaivenes
de
sus
presentes,
pasados
y
futuros
de
una
manera
en
la
que
las
prácticas
de
la
infidelidad/el
problema
salen
al
descubierto
y
se
vuelven
en
contra
de
sus
propios
sus
requerimientos.
Como
terapeuta
de
la
familia,
mujer
mestiza,
colombiana
e
inmigrante
en
EE.
UU.,
mi
compromiso
aquí
es
el
de
contribuir
a
la
construcción
de
posibilidades
para
un
contexto
de
transformación
sostenible
y
moral.
Este
compromiso
se
traduce
en
mis
intenciones
de
dar
forma
a
artesanías
conversacionales
que
faciliten
el
ofrecimiento
de
testimonios
novelísticos
que
favorezcan
acciones
de
restitución
moral.
Como
la
propongo
aquí,
la
restitución
moral
es
el
proceso
que
le
sigue
al
sufrimiento
deshumanizador
que
está
atado
a
condiciones
desfavorables
culturales
e
históricas
para
las
expresiones
de
identidad
de
género,
raza,
orientación
sexual,
habilidades,
etc.
(Urban
Walker,
2006).
Este
proceso
incluye
deliberaciones
morales
que
permitan,
por
un
lado,
discernir
y
reconocer
simultáneamente
la
sistematización
de
la
opresión
colonial
y
las
respuestas
descoloniales
que
las
personas
ponemos
en
práctica
frente
a
las
consecuencias
de
nuestro
sufrimiento
y
deshumanización,
a
pesar
del
costo.
Este
proceso
implica
la
atribución
de
responsabilidad
dentro
de
los
sistemas
coloniales
a
quien
o
a
aquello
a
lo
cual
le
corresponde.
Aunque
no
es
un
asunto
de
discusión
aquí,
antes
de
proceder
considero
importante
aclarar
que
mis
estudios
y
práctica
de
la
terapia
narrativa
en
inglés
(White
&
Epston,
1990)
me
han
servido
como
punto
de
partida
a
las
exploraciones
que
aquí
expongo.
Al
ser
ésta
una
perspectiva
sureña
que
trafica
en
la
periferia
de
prácticas
convencionales
(buscando
interrogar
los
efectos
de
la
fabricación
de
vida
desde
lineamientos
169
eurocéntricos),
las
ideas
que
aquí
presento
han
sido
resultado
de
intentos
a
reconceptualizar
sus
propuestas
desde
paradigmas
latinoamericanos.
Intento
desligarme
de
sus
formas
ya
que
proceden
de
culturas
ajenas
a
la
mía.
Este
es
un
trabajo
que
he
venido
desarrollando
ya
por
algún
tiempo
en
colaboración
con
David
Epston
al
querer
reimaginarnos
la
terapia
narrativa
desde
una
postura
paralela,
tomando
de
las
memorias,
cuerpos,
almas,
colores
e
idiomas
colombianos.
Esto
está
siendo
documentado
en
otro
espacio.
El
contexto
geo-‐político
Mis
reuniones
con
Elvira
y
Antonio
tienen
lugar
en
el
centro
de
consejería
de
la
universidad
para
la
cual
trabajo
en
San
Antonio,
Texas.
Ubicado
en
el
oeste
de
la
ciudad,
las
familias
que
vienen
al
centro
en
búsqueda
de
servicios
son
mayoritariamente
de
recursos
económicos
limitados.
Esta
área
de
la
ciudad
ha
sido
considerada
históricamente
como
un
área
hispana,
méxico-‐americana
y
chicana,
poblada
por
familias
quienes
han
vivido
en
condiciones
de
pobreza.
Un
gran
número
de
familias
que
viene
al
centro
son
inmigrantes
de
Centroamérica
y
de
México,
quienes
no
poseen
documentación
migratoria
y
buscan
servicios
en
español
o
bilingües.
Al
sur
y
centro
del
Estado
de
Texas,
las
1.3
millones
de
personas
que
viven
en
San
Antonio
hacen
de
esta
la
séptima
ciudad
más
poblada
en
Estados
Unidos,
con
una
mayor
concentración
de
personas
con
orígenes
o
herencias
latinoamericanas
(63.2%),
particularmente
mexicanas.
Versiones
históricas
indican
que
su
territorio,
anteriormente
conocido
como
Yanaguana
(aguas
refrescantes),
le
pertenecía
a
los
pueblos
originarios
Payáya
(Barr,
2011).
Los
Payáya
fueron
subsecuentemente
desalojados
por
los
españoles
cuando
llegaron
a
la
región
alrededor
de
1691
con
su
misión
evangelizadora.
Esto
resultó
en
su
posterior
extinción
y
la
extinción
de
los
remanentes
de
su
cultura
(como
ocurrió
con
muchos
otros
pueblos
originarios
en
América
Latina).
Esto
dio
paso
a
la
integración
del
imaginario
europeo-‐cristiano,
es
decir
a
la
construcción
de
un
territorio
a
la
imagen
de
la
conciencia
europea
(Mignolo,
2003).
Yanaguana
se
convirtió
en
una
de
las
concentraciones
coloniales
Españolas
más
grandes
de
lo
que
hoy
se
conoce
como
Texas.
Yanaguana,
luego
conocida
como
San
Antonio,
nombre
adoptado
del
sacerdote
portugués
San
Antonio
de
Padua,
ha
sido
“testigo”
de
muchas
atrocidades.
Estas
incluyen
las
confrontaciones
entre
México
y
Texas—esta
última
buscando
su
independencia—y
las
intenciones
expansionistas
de
los
Estados
Unidos.
La
actitud
de
superioridad
moral
de
Estados
Unidos
resultó
en
la
anexión
de
Texas
a
éste
país
en
1845
(Griswold
del
Castillo,
1991).
Los
términos
de
la
anexión
fueron
tremendamente
desiguales,
prácticamente
dictados
por
y
favoreciendo
a
los
Estados
Unidos
sobre
México
(Griswold
del
Castillo,
1991).
Junto
con
esta
anexión
surge
la
idea
de
una
línea
divisoria
de
fronteras
morales
y
políticas.
A
la
consolidación
e
imposición
de
esta
frontera
le
han
seguido
una
serie
de
historias
de
marginalidad,
deshumanización
y
explotación.
Entre
sus
secuelas
está
económico
de
México
(Griswold
del
Castillo,
1991),
y
la
lucha
por
la
igualdad
política,
social
y
racial
de
los
pueblos
originarios
y
170
mexicano-‐americanos
en
territorio
Texano
y
en
el
resto
del
país.
Además
ha
dejado
un
legado
de
tensiones
territoriales
que
iluminan
a
la
raza
y
a
la
etnia
en
la
intersección
de
lo
geográfico,
político,
social,
económico
y
cultural
bajo
el
manto
de
los
patrones
de
la
colonización.
Esta
intersección,
a
su
vez
provee
un
contexto
inexorable
de
multiplicidad
para
la
comprensión
de
la
complejidad
de
las
relaciones
entre
la
cultura
mexicana
y
la
estadounidense
que
considero
que
se
manifiesta
en
nuestras
conversaciones
terapéuticas
de
diferentes
maneras
a
través
de
los
relatos
de
las
personas,
como
es
el
caso
de
Elvira
y
Antonio.
Aunque
como
bogotana
las
particularidades
históricas
de
Yanaguana
parecieran
ser,
en
parte,
ajenas
a
mi
historia,
los
patrones
coloniales
que
han
caracterizado
la
relación
entre
los
Estados
Unidos
y
Europa
con
México
ciertamente
no
lo
son.
No
solamente
mis
ancestros
Muiscas
conocen
muy
bien
de
las
acciones
coloniales
europeas.
Nuestras
comunidades
afras,
campesinas
y
originarias
aún
viven
bajo
la
repetición
de
lineamientos
coloniales
de
marginalización
y
explotación
frente
a
las
caras
contemporáneas
de
la
colonización
tales
como
las
de
los
grupos
armados
o
las
corporaciones
económicas
expansionistas
quienes
han
desplazado
forzosamente
a
estas
comunidades
de
sus
tierras.
Estas
historias
por
lo
tanto,
no
tienen
que
ver
únicamente
con
el
pasado.
Las
reminiscencias
de
estos
pasados
en
nuestros
presentes
permanecen
vigentes
no
solamente
en
las
estructuras
sociales
y
políticas,
pero
además
en
nuestra
manera
de
pensar
y
de
concebir
nuestras
identidades.
De
acuerdo
con
el
semiólogo
Argentino,
Walter
Mignolo
(2003),
durante
el
momento
de
la
historia
de
la
colonización
de
América
Latina
se
inserta
en
nuestras
tierras
un
paradigma
basado
en
un
sistema
de
clasificación
y
orden
colonial
como
base
para
la
legitimación
del
conocimiento,
del
idioma
y
del
ser
de
acuerdo
con
su
marco
geográfico
y
lugar
de
origen:
“lo
que
vale
como
conocimiento
está
en
ciertas
lenguas
y
viene
de
ciertos
lugares”
(Mignolo
en
Walsh,
2003,
p.
4).
En
este
caso,
tras
la
doble
colonización—europea
y
estadounidense—lo
que
vale
como
conocimiento
hoy
está
primeramente
en
inglés-‐-‐
y
luego
en
español
(deslegitimando
las
lenguas
originarias),—es
de
color
blanco
(valga
resaltar
el
género
masculino
de
la
palabra),
es
heterosexista
y
viene
del
lado
estadounidense
de
la
frontera.
En
mi
trabajo
con
Elvira
y
Antonio
intento
situarme
en
lo
posible
en
las
periferias
epistemológicas
de
este
sistema
al
tomar
además
de
comprensiones
alternas
que
denuncien
e
interroguen
la
geopolítica
del
conocimiento
para
reconocer
más
claramente
las
intersecciones
raciales,
étnicas
y
de
género.
Legados
de
sueños
mexicanos:
Elvira
y
Antonio
Mi
introducción
a
las
vidas
de
Elvira
y
Antonio
fue
a
través
de
las
palabras
de
Antonio
durante
su
primera
visita.
Tras
aspirar
una
larga
bocanada
de
aire—visiblemente
llenando
hasta
el
tope
sus
pulmones—mientras
reacomoda
su
silla
para
acercarse
aún
más
a
Elvira
hasta
el
punto
que
su
rodilla
toca
la
de
ella,
dice:
“Venimos
a
la
terapia
porque
he
herido
a
mi
esposa.”Al
silencio
que
le
siguen
sus
palabras
lo
acompaña
la
actitud
de
Elvira
más
bien
inquebrantable.
Mirándolo
fijamente
a
sus
ojos,
ella
171
confirma
sus
palabras
asintiendo
con
la
cabeza.
Antonio
continúa:
“He
sido
mujeriego
y
mi
esposa
ha
aguantado
mucho.
Yo
la
quiero
mucho
pero
cuando
tengo
una
oportunidad,
algo
dentro
de
mí
hace
que
la
engañe
y
quiero
mejorar
eso.
Quiero
cambiar.
Por
eso
busqué
la
terapia
y
le
pedí
a
Elvira
que
viniera
conmigo.”
Las
palabras
de
Antonio
dan
inicio
a
cuatro
reuniones
de
trabajo
que
transcurrieron
a
través
de
un
periodo
de
tres
meses.
Tras
la
declaración
de
Antonio—sobre
la
cual
Elvira
estaba
bien
al
tanto—ella
propone
que
la
dirección
más
apropiada
a
tomar
para
que
nuestra
conversación
nos
sea
de
mejor
provecho
es
la
de
ponerme
al
día
sobre
su
familia.
Como
ella
aclara,
esto
me
permitiría
no
solo
entender
la
gravedad
de
la
situación
al
saber
lo
que
está
en
juego.
Además
me
permitiría
entender
por
qué
ella
“todavía”
no
ha
decidido
“romper
la
cadena
de
estar
juntos.”
Esto
lo
enfatiza
con
tono
de
advertencia
pero
además
de
justificación
como
si
su
decisión
de
quedarse
o
no
en
la
relación
también
estuviera
bajo
tela
de
juicio.
Antonio
estuvo
de
acuerdo
con
la
propuesta
de
Elvira
aún
antes
de
que
ella
la
propusiera—no
quedaba
la
menor
duda
que
a
este
punto
su
voluntad
estaba
a
la
merced
de
la
de
Elvira,
fuera
lo
que
fuera.
Elvira
de
39
años
y
Antonio
de
40
años,
me
cuentan
que
llevan
de
casada/os
21
años.
Hace
18
años
emigraron
de
México
a
San
Antonio
con
el
sueño
de
un
“mejor
futuro”
para
la
familia
que
añoraban
crear.
Ambos
sienten
orgullo
de
haber
logrado
precisamente
eso
a
pesar
de
la
argucia
del
problema
y
de
las
limitaciones
de
no
tener
documentación
migratoria
en
EE.UU.
Cuando
de
sus
dos
hijas
mayores
e
hijo
se
trata,
mis
preguntas
son
un
exceso.
Como
si
la
razón
que
los
trajo
a
nuestra
conversación
se
hubiera
desvanecido,
Elvira
y
Antonio
se
interrumpen
la
una
al
otro,
compitiendo
por
la
historia
que
mejor
represente
lo
extraordinario
que
son
las
tres
personas
jóvenes
que
están
realizando
su
sueño.
Estas
personas
jóvenes
conforman
la
cadena
que
mantiene
a
Elvira
y
Antonio
junta/os.
Antonio
trabaja
en
el
área
de
construcción
y
Elvira
trabaja
medio
tiempo
haciendo
la
limpieza
en
una
oficina.
Si
bien
hace
18
años
dejaron
atrás
su
casa,
familia,
amiga/os,
vecina/os
etc.,
el
empecinamiento
de
sus
raíces
se
manifiesta,
entre
otras
cosas,
en
el
aroma
y
sabor
de
los
taquitos,
tamales
y
mole
que
prepara
Elvira;
además
en
sus
idas
regulares
a
la
misa
católica
los
domingos;
en
ver
televisa;
y
en
su
idioma—Español
es
el
único
idioma
que
se
habla
en
su
casa.
Para
Elvira
y
Antonio
indiscutiblemente
su
identidad
es
la
de
una
mexicana
y
mexicano.
Considerando
el
poder
del
sueño
que
llevó
a
Elvira
y
Antonio
a
trasladarse
a
San
Antonio/Yanaguana,
y
las
implícitas
relaciones
culturales
como
a
las
que
me
referí
arriba
entre
Estados
Unidos
y
México,
interrumpo:
-‐-‐¿Estaría
bien
si
les
pregunto
sobre
lo
que
me
contaron
hace
un
rato
del
sueño
de
un
mejor
futuro
que
los
trajo
a
San
Antonio?
Al
estar
de
acuerdo,
prosigo:
¿Qué
habían
oído
hablar,
o
qué
sabían
de
San
Antonio,
que
los
llevó
a
pensar
que
esta
tierra
era
adecuada
para
realizar
su
visión
de
un
mejor
futuro?
172
Para
Elvira
y
Antonio,
San
Antonio/Yanaguana
era
realmente
tierra
desconocida.
Solo
sabían
de
un
primo
de
Elvira
quien
había
migrado
hace
unos
años
y
estaba
establecido,
con
trabajo
y
viviendo
“en
tranquilidad.”
Dejar
atrás
la
pobreza
y
la
violencia
de
los
carteles
de
la
droga
que
se
asientan
cada
vez
más
profundamente
en
su
tierra
natal,
al
norte
de
México
cerca
de
la
frontera
con
Estados
Unidos,
fueron
sus
motivos
más
que
el
deseo
de
estar
en
territorio
estadounidense.
La
violencia
y
la
pobreza,
pensaron
Elvira
y
Antonio,
se
interpondrían
en
sus
deseos
de
criar
hijos
o
hijas
y
de
vivir
en
tranquilidad.
Para
Elvira
y
Antonio
la
tranquilidad
va
de
la
mano
de
su
idea
de
un
mejor
futuro
y
tiene
que
ver
con
el
que
sus
hijas
e
hijo
no
se
metieran
con
drogas
y
pandillas.
Decididamente,
en
condiciones
más
favorables
para
Antonio,
México
hubiera
sido
la
mejor
tierra
para
trabajar
por
la
realización
de
su
visión.
Elvira
está
de
acuerdo
pero
además
reconoce
que
algunos
aspectos
de
la
cultura
de
EE.
UU.
han
sido
también
favorables;
entre
estos
está
el
que
ella
este
también
trabajando
y
contribuyendo
financieramente.
-‐-‐¿Me
podrían
contar
o
platicar
un
poco
más
sobre
cómo
es
que
su
visión
por
un
mejor
futuro
para
su
familia
hubiera
encajado
mejor
con
México,
si
las
condiciones
lo
hubieran
permitido?
¿Este
sueño
tiene
una
conexión
particular
con
sus
culturas
mexicanas,
es
decir,
es
este
un
Sueño
Mexicano
o
más
bien
sería
un
Sueño
Americano
como
le
dicen
aquí—el
“Américan
Drim”
[dream]?
El
sueño
de
Elvira
y
Antonio
indudablemente
le
pertenece
“a
la
tierra
de
dónde
venimos.”
El
valor
de
la
familia
sobresale
en
sus
relatos.
Para
Antonio,
tener
familia
ha
sido
entre
lo
más
importante
en
su
vida,
lo
cual
le
atribuye
al
haber
sido
criado
en
una
familia
mexicana,
en
México.
Desde
muy
joven,
Antonio
recuerda
con
nostalgia,
“uno
quiere
casarse
para
tener
una
familia.”
Tener
hijos
o
hijas
para
darles
oportunidades
que
él
no
tuvo,
como
ir
a
la
escuela,
es
parte
de
su
sueño
de
vida.
Antonio
recuerda
que
desde
muy
pequeño
conversaba
sobre
su
futuro
con
su
papá
y
mamá.
Sus
aspiraciones
para
Antonio
eran
que
él
tuviera
su
propia
familia.
A
lo
largo
de
la
vida
su
padre
y
madre
aprovechaban
momentos
para
enseñarle
a
Antonio
sobre
cómo
debía
cumplir
sus
responsabilidades
como
padre
de
familia.
Entre
algunas
de
sus
lecciones
Antonio
recuerda
la
idea
de
que
la
vida
familiar
consiste
en
“tener
a
una
buena
mujer
al
lado
que
este
en
la
casa
haciéndose
cargo
de
los
hijos
mientras
el
hombre
trabaja.”
En
esta
visión,
Antonio
se
veía
como
el
hombre
de
la
casa
quien
tiene
la
responsabilidad
de
“dar”
económicamente,
quien
toma
las
decisiones
y
quien
“toma
las
riendas
del
hogar.”
Por
la
parte
de
Elvira,
su
sueño
incluía
el
de
ser
una
mamá
“luchona”
tal
y
cual
como
su
mamá
lo
fue
y
sigue
siendo.
Elvira
fue
criada
prácticamente
solo
por
su
mamá.
El
alcohol
no
le
permitió
al
papá
de
Elvira
tener
una
presencia
más
activa
en
su
vida
y
finalmente
le
terminó
robando
la
vida
en
un
accidente
vial
cuando
Elvira
tenía
13
años.
-‐-‐Esta
puede
ser
una
observación
un
poco
obvia—les
digo—pero
si
no
les
importa,
sólo
por
un
momento,
sus
descripciones
me
hacen
pensar
como
colombiana—Colombia
es
un
país
diferente
a
México
pero
también
con
mucha
violencia,
pobreza,
drogas
y
pandillas,
y
aun
así
es
posible
que
soñemos
con
ilusiones
de
un
mejor
futuro.
¿Qué
creen
que
nos
permite
soñar?
Y
¿qué
nos
dice
esto
de
las
limitaciones
de
los
alcances
de
la
violencia
y
173
de
la
pobreza
que
no
nos
roba
de
nuestra
imaginación
para
soñar?
Está
bien
si
no
les
interesa
contemplar
estas
preguntas,
solo
se
me
vinieron
a
la
mente
al
escuchar
sobre
sus
sueños.
A
Elvira
le
empiezan
a
rodar
las
lágrimas
por
la
cara.
Antonio
y
yo
quedamos
encallado/as
en
sus
lágrimas.
Simultáneamente
ambo/as
bajamos
la
mirada.
Le
dimos
espacio
a
las
lágrimas
de
Elvira
tal
vez
mientras
especulábamos
sobre
su
significado,
con
algo
de
temor,
en
el
caso
de
Antonio,
fugitivo
de
su
declaración
inicial.
Mientras
estira
su
brazo
para
coger
la
caja
de
pañuelos
sobre
la
mesa,
ahora
un
poco
más
calmada,
Elvira
dice:
“Mi
mamá
no
ha
podido
conocer
a
mis
hijos
en
persona.”
Ahora
Antonio
le
ofrece
su
mano
en
solidaridad,
y
con
un
aparente
alivio
a
lo
mejor
porque
en
esta
ocasión
él
no
fue
el
causante
de
las
lágrimas
de
Elvira.
Ella
es
receptiva
a
su
atención.
Su
mamá,
quien
vivió
en
condiciones
de
pobreza
la
mayor
parte
de
su
vida
hasta
que
Elvira
y
Antonio
pudieron
empezar
a
ayudarla
económicamente,
tenía
temor
por
la
vida
y
seguridad
de
Elvira,
y,
consecuentemente,
por
su
futuro.
Elvira
recuerda
con
dolor
las
compañeras
de
su
escuela
que
aparecieron
muertas
al
lado
de
la
carretera;
y
sólo
sus
cuerpos
podían
hablar
sobre
el
terror
tan
repugnante
e
inhumano
que
vivieron
antes
de
tomar
su
último
respiro.
Conocer
a
sus
hijas
e
hijo
en
persona
le
confirmaría
irrefutablemente
a
su
mamá
que
la
pobreza
y
la
violencia
no
lo
paran
a
uno
de
soñar.
Elvira
y
su
familia
son
la
confirmación
en
carne
propia;
a
su
manera
de
ver,
no
tenían
otra
opción
más
que
la
de
continuar
la
vida
y
sobrevivir;
y
es
ahora
su
labor
la
de
hacérselas
más
fácil
a
sus
hijas
e
hijo.
Elvira
y
Antonio
lograron
serle
infiel
a
las
tácticas
de
la
violencia
y
de
la
pobreza
de
su
tierra
natal
y
brotaron
sus
raíces
en
San
Antonio/Yanaguana,
territorio
que
a
fin
de
cuentas
no
les
ha
sido
del
todo
ajeno.
Ambos
son
parte
de
una
comunidad
de
familias
mexicanas
con
quienes
se
conocieron
a
través
de
la
iglesia
y
cuyas
condiciones
migratorias
son
similares.
Como
me
cuentan,
estas
familias
al
parecer
también
han
podido
reclamar
la
identidad
mexicana
de
sus
sueños.
A
través
de
esta
primera
conversación,
gracias
a
la
iniciativa
de
Elvira
pude
entender
un
poco
mejor
cómo
sus
sueños
mexicanos
han
guiado
sus
vidas,
lo
cual
ha
requerido
de
la
toma
de
decisión
por
parte
de
Elvira
y
Antonio
de
tomar
iniciativas
para
verlos
realizados.
Además
aprendí
sobre
cómo
estos
sueños
están
ahora
en
juego.
Elvira
y
Antonio
concluyen
al
final
de
esta
primera
reunión
que
Antonio
le
ha
hecho
daño
a
Elvira,
ha
sido
un
buen
padre
y
responsable,
y
ha
sido
un
buen
compañero
de
realización
de
sueños
de
vida;
y
Elvira
siente
orgullo
de
ser
una
mujer
tan
luchona
como
su
madre.
Elvira
y
Antonio
sienten
orgullo
por
la
labor
que
han
hecho
durante
los
años
en
criar
a
sus
tres
hijas/o
y
de
darles
oportunidades
que
ella/os
no
tuvieron.
Esto
no
significa,
sin
embargo,
como
Elvira
se
asegura
en
aclarar,
que
está
en
la
disposición
a
perdonar
el
daño
de
Antonio,
como
él
se
lo
ha
pedido.
No
es
sino
hasta
los
siguientes
encuentros
cuando
nos
adentramos
a
las
exploraciones
de
la
declaración
de
Antonio.
Pero
para
continuar
con
el
relato,
considero
relevante
discutir
antes
la
descolonialidad
como
marco
epistemológico
que
guió
mi
participación
en
nuestras
conversaciones
más
adelante,
teniendo
en
cuenta
asuntos
de
género
y
cultura
implícitos
en
la
declaración
inicial
de
Antonio.
174
América
Latina/Abya
Yala
como
espacio
epistémico
enunciativo
En
su
trabajo,
A
Borderlands
View
on
Latinos[as],
Latin
Americans,
and
Descolonización,
la
colombiana
Pilar
Hernández-‐Wolfe
(2013),
radicada
en
Oregon,
Portland,
EE.UU.,
presenta
la
propuesta
de
la
descolonización
para
ilustrar
tensiones
geográficas
y
políticas
para
repensar
el
sistema
de
la
salud
mental
en
EE.UU.
Al
situarse
epistemológicamente
en
la
frontera
entre
sus
condiciones
como
colombiana
e
inmigrante
en
los
Estados
Unidos,
y
como
psicóloga
de
consejería
y
terapeuta
de
la
familia,
Hernández-‐Wolfe
esboza
entre
otras
cosas
patrones
coloniales
en
relación
con
la
institucionalización
y
administración
de
la
salud
mental
en
EE.
UU.,
y
Colombia
al
seguir
modelos
estadounidenses.
La
propuesta
de
la
descolonización,
Hernández-‐Wolfe
(2013)
la
presenta
desde
la
experiencia
histórica
y
cultural
de
América
Latina
y
desde
la
migración
latinoamericana
hacia
los
Estados
Unidos.
Ella
parece
reclamar
la
identidad
aborigen
latinoamericana
en
las
fronteras
geográficas
e
identitarias,
denunciando
sus
complejidades
sociopolíticas,
culturales,
raciales,
económicas,
etc.
de
inequidad.
Esto
lo
hace
inclusive
a
través
del
uso
de
su
lenguaje
refiriéndose
a
América
Latina
por
su
nombre
Kuna
de
los
pueblos
originarios
Kuna
de
la
región
de
Panamá
y
Colombia—
Abya
Yala
(tierra
madura,
tierra
viva,
tierra
en
florecimiento).
Su
posición
contestataria
por
la
reafirmación
epistémica
y
política
de
los
pueblos
originarios
ha
sido
una
inspiración
para
mí.
Hernández-‐Wolfe
(2013)
parte
del
proyecto
de
la
modernidad/colonialidad/descolonialidad
de
Walter
Mignolo
(Argentino)
(2003),
Aníbal
Quijano
(Peruano)
(2000),
María
Lugones
(Argentina)
(2008;
2011),
Arturo
Escobar
(Colombiano)
(2010)
Enrique
Dussell
(Argentino-‐Mexicano)
(1977),
y
otras/os.
Este
proyecto,
que
discutiré
más
adelante,
emerge
como
un
tipo
de
comprensión
crítica
desde
enunciaciones
latinoamericanas,
es
decir,
desligada,
en
lo
posible,
del
pensamiento
euro-‐cristiano-‐céntrico,
y,
por
lo
tanto,
más
afín
a
las
consideraciones
históricas
de
América
Latina/Abya
Yala
(Mignolo,
2003).
Para
reimaginar
y
repensar
otras
alternativas
para
la
psicoterapia,
siguiendo
la
propuesta
multidisciplinar
de
este
proyecto,
de
acuerdo
con
Mignolo,
se
requiere
darle
un
vuelco
a
la
geo-‐política
del
conocimiento
que
está
centrada
en
enunciaciones
europeo-‐
cristianas.
Para
él,
esto
implica
desprenderse
de
éstas
empezando
necesariamente
por
el
reconocimiento
del
contexto
de
su
enunciación
para
luego
pensar
en
alternativas
desde
otras
locaciones
enunciativas.
Valga
aclarar
sin
embargo,
que
el
desarrollo
de
nuevas
alternativas
subalternas
no
tiene
como
propósito
la
creación
de
un
nuevo
diseño
global
(siguiendo
el
mismo
patrón
colonial)
o
la
erradicación
del
diseño
actual.
Mejor
aún,
éstas
propugnan
la
plurivalencia
e
interculturalidad
de
diseños
locales
y
regionales
construídos
desde
posiciones
de
alteridad
(Escobar,
2010)
desde
las
cuales
no
es
posible
hablar
de
garantías
de
pureza
cultural
o
universalidad
y
singularidad.
Estas
son
propuestas
de
integración
de
diferencias—y
no
de
marginalización—que
se
encuentran
en
sus
175
fronteras.
De
acuerdo
con
Mignolo
(S.
Jawerbaum
&
J.
Barba,
trad.,
2012),
las
propuestas
alternas
están
enraizadas
en
las
historias
de
las
fronteras,
y
no
en
las
historias
de
los
territorios
creados
o
inventados
por
el
expansionismo
europeo
y
estadounidense.
Entre
los
aportes
particulares
del
proyecto
de
la
modernidad/colonialidad
que
considero
de
gran
importancia
para
la
práctica
psicoterapéutica
está
el
estudio
de
sistemas
del
poder
desde
una
perspectiva
de
América
Latina/Abya
Yala.
Este
puede
ofrecer
un
posible
marco
de
entendimiento
del
funcionamiento
opresor
a
nivel
cultural,
racial,
histórico,
social,
y
de
género
que
los
problemas
tienen
en
nuestras
vidas—más
no
para
definirlos,
claro
está.
El
estudio
de
los
sistemas
de
poder
en
relación
con
patrones
de
marginalización
y
discriminación
ha
sido
foco
de
interés
para
alguna/os
psicoterapeutas
a
partir
del
cual
conceptualizan
sus
contra-‐prácticas,
éstas
últimas
informadas
por
principios
de
equidad
cultural
(Almeida,
Hernández
Wolfe
&
Tubbs,
2011),
social
y
política.
Este
es
especialmente
el
caso
en
prácticas
post-‐
estructuralistas
dentro
del
campo
de
la
terapia
de
la
familia,
las
cuales
han
tomado
del
estudio
sobre
los
sistemas
del
poder
desde
la
visión
europea
del
francés
Michel
Foucault
(1994).
Otras
aproximaciones
son
la
psicología
de
la
liberación
(Martín-‐Baró,
1983),
la
terapia
justa
[just
therapy]
(Waldegrave,
Ramasese,
Tuhaka
&
Cambell,
2003),
la
terapia
de
la
familia
transformativa
[transformative
family
therapy]
(Alameida,
Dolan’Del
Vecchio
&
Parker,
2007)
y
la
terapia
narrativa
(White
&
Epston,
1990).
Inspirada
por
sus
propuestas,
a
continuación
ofrezco
mi
interpretación
de
la
epistemología
descolonial
y
el
proyecto
modernidad/colonialidad
y
su
relevancia
para
mi
trabajo
psicoterapéutico
y
mis
conversaciones
con
Elvira
y
Antonio.
Colonialidad
Antes
de
discutir
la
propuesta
del
proyecto
político
de
la
modernidad/colonialidad
(Mignolo,
2003)
y
su
pensamiento
crítico,
clarifico
el
uso
de
los
términos
de
la
colonialidad
y
el
colonialismo.
Para
Nelson
Maldonado-‐Torres
(Shiwy,
Maldonado-‐
Torres
&
Mignolo,
2006),
el
colonialismo
denota
relaciones
políticas,
culturales
y
económicas
dentro
de
las
cuales
la
soberanía
de
una
nación
o
de
un
pueblo,
América
Latina/Abya
Yala,
en
este
caso,
recae
en
el
poder
de
otras
naciones,
España,
Portugal
y
Gran
Bretaña,
haciendo
de
éstas
últimas
un
imperio.
Aunque
la
colonialidad
emerge
durante
la
colonización
de
América
Latina/Abya
Yala,
ésta
se
refiere
específicamente
a
una
matriz
colonial
del
poder
que
le
sobrevive
a
la
independencia
de
las
colonias
Europeas.
Esta
matriz
ha
perdurado
por
centurias
y
continúa
corriendo
a
través
de
las
venas
abiertas
de
América
Latina/Abya
Yala
(Galeano,
2006).
La
matriz
de
la
colonialidad
contiene
dos
ejes
de
poder
fundamentales
para
su
operación
y
definición.
Estos
son
la
codificación
o
clasificación
de
las
diferencias
por
un
lado,
y
la
constitución
de
estructuras
de
control
de
trabajo,
de
recursos,
del
pensamiento
y
del
ser
como
base
del
mundo
moderno
capitalista,
por
el
otro.
De
acuerdo
con
Quijano
(2000),
los
ejes
del
poder
atraviesan
varios
dominios
tales
como
el
control
de
la
economía,
de
la
autoridad,
de
la
sexualidad,
de
la
raza,
del
género,
del
conocimiento
y
de
la
subjetividad.
176
Para
Mignolo
(2003;
S.
Jawerbaum
&
J.
Barba,
trad.,
2012),
es
para
ese
entonces
que
surge
un
sistema
colonial
con
sus
patrones
de
racismo.
Este
lo
define
como
un
discurso
hegemónico
que
interroga
la
humanidad
de
quienes
no
pertenecemos
al
locus
de
enunciación
al
que
pertenecen
en
vez
aquellos
quienes
asignan
los
estándares
de
clasificación
y
se
asignan
a
sí
mismos
el
derecho
a
clasificar.
La
colonialidad
se
puede
considerar
entonces
como
la
expresión
más
terca,
perdurable
y
abismal
de
dominación.
Sus
patrones
de
poder,
a
los
que
en
mayor
parte
les
tenemos
lealtad
y
respeto
a
ojo
cerrado,
se
constituyen
a
través
de
la
clasificación
y
el
orden
del
conocimiento
Cristiano,
del
idioma
español,
portugués
o
inglés,
y
de
la
identidad
blanca
europea
y
masculina.
El
poder
es
accedido
por
aquellos
que
más
se
asemejen
a
estas
categorías
o
que
puedan
demonstrar
una
afiliación
directa
a
ellas.
Estos
patrones
proveen
autoridad
para
definir
la
cultura,
el
trabajo,
la
producción
del
conocimiento,
del
pensamiento
y
de
la
identidad
más
allá
de
los
estrictos
límites
de
su
administración
colonial.
Sus
dispositivos
están
sustentados
por
las
lógicas
persuasivas
del
control,
la
dominación
y
la
explotación
que
son
endulzadas
por
las
promesas
blanqueadoras
de
discursos
tales
como
el
“American
Drim”
de
la
migración
del
sur
hacia
el
norte,
o
de
la
salvación,
liberación,
progreso,
civilización,
modernización
y
riqueza
de
quienes
poseemos
una
identidad
diferente
a
la
de
quienes
poseen
autoridad
colonial.
Esta
es
la
retórica
de
la
colonialidad.
Proyecto
modernidad/colonialidad
El
proyecto
modernidad/colonialidad
se
postula
en
los
años
90
a
partir
del
trabajo
multidisciplinar,
en
su
mayoría
de
hombres
intelectuales
como
cité
arriba,
algunos
radicados
en
Estados
Unidos.
De
acuerdo
con
Escobar
(2010),
este
proyecto
toma
de
teorías
críticas
europeas
y
norteamericanas
de
la
modernidad,
de
postulados
surasiáticos
y
sus
estudios
subalternos,
de
teorías
feministas
chicanas,
de
la
teoría
postcolonial
y
la
filosofía
africana.
Sin
embargo,
está
orientado
principalmente
por
una
reflexión
crítica
sobre
la
realidad
cultural
y
política
del
conocimiento
subalternizado
de
grupos
explotados
y
oprimidos
en
América
Latina/Abya
Yala.
Este
proyecto
surge
además
bajo
las
influencias
de
otras
tradiciones
críticas
de
América
Latina/Abya
Yala
de
gran
importancia
como
la
teoría
de
la
dependencia,
la
teología
de
la
liberación
y
la
investigación
acción
participativa.
Desarrollado
como
un
“paradigma
otro”
o
diferente,
este
proyecto
surge
principalmente
al
borde
de
los
pensamientos
no-‐eurocéntricos
en
contra
posición
a
las
narrativas
modernistas.
La
insistencia
de
sus
proponentes
de
ser
un
paradigma
“otro"
en
vez
de
“nuevo"
se
debe
a
evitar
que
sea
situado
dentro
de
una
historia
lineal,
pre
o
post,
típica
del
pensamiento
moderno.
Este
proyecto
emerge
como
un
esquema
analítico
que
desenmascara
la
retórica
de
la
colonialidad
del
poder,
del
conocimiento
y
del
ser.
Ofrece
una
manera
para
comprender
el
poder
en
la
modernidad
desde
una
mirada
más
amplia
al
considerar
la
geopolítica
del
conocimiento
localizada
en
América
Latina/Abya
Yala.
Desde
esta
mirada,
el
origen
de
la
modernidad
no
tiene
su
origen
durante
el
periodo
de
la
iluminación
como
se
ha
pensado.
Sus
orígenes
se
localizan
en
el
período
de
la
conquista.
Es
en
este
momento
cuando
los
mecanismos
177
europeos
de
clasificación
y
orden
emergen.
Sin
la
colonialidad,
la
universalización
y
la
radicalización
del
orden
del
mundo
bajo
los
principios
racionales
de
la
modernidad—
enunciados
desde
la
conciencia
del
hombre
europeo—no
existirían.
El
asentamiento
y
la
subsistencia
de
la
subordinación
de
otras/os
está
implícita,
y
es
requisito
de
la
modernidad.
Desde
esta
perspectiva
los
proponentes
de
este
proyecto
asumen
una
posición
crítica
frente
a
las
críticas
de
la
modernidad
planteadas
desde
Europa
y
Estados
Unidos,
como
por
ejemplo
el
trabajo
de
Michel
Foucault.
Sin
minimizar
sus
importantes
contribuciones,
a
pesar
de
que
sus
críticas
hacen
visible
la
racionalidad
de
la
modernidad,
no
toman
en
cuenta
la
otra
cara
del
sometimiento
colonial
a
la
subalternidad
de
experiencias
y
de
conocimientos
periféricos.
Para
Mignolo
(S.
Jawerbaum
&
J.
Barba,
trad.,
2012)
la
modernidad
es
una
narrativa
europea
que
tiene
una
cara
oculta;
la
colonialidad.
La
colonialidad
y
la
modernidad
son
dos
caras
de
una
misma
moneda:
La
primera
es
la
cara
oscura
y
oculta
de
la
moneda
y
es
constitutiva
de
la
segunda
(Mignolo,
2003).
Al
considerar
el
estudio
de
la
modernidad
para
la
teorización
y
práctica
de
la
psicoterapia,
considero
que
la
colonialidad
del
poder
no
debe
ser
olvidada.
Los
discursos
excluyentes
y
totalizadores
de
la
modernidad
dentro
de
los
cuales
pueden
estar
incrustados
los
problemas
que
nos
llevan
a
las
personas
a
terapia,
han
de
ser
considerados
dentro
de
los
patrones
coloniales,
opresores,
euro-‐
cristianos
del
racismo.
La
colonialidad
del
ser
y
del
género
en
la
modernidad
Las
implicaciones
de
la
matriz
del
poder
colonial
de
nombrar
y
clasificar
como
mencioné
arriba,
conllevan
a
la
reducción
activa
de
las
personas
y
a
nuestra
deshumanización.
Y
es
precisamente
esta
deshumanización
lo
que
nos
hace
candidatas,
con
la
cabeza
inclinada
y
de
rodillas,
a
nuestra
clasificación
y
subalternidad.
Una
de
las
dimensiones
del
estudio
del
proyecto
de
la
modernidad/colonialidad
es
la
categorización,
subalterniazación
o
colonialidad
del
ser
y
del
género
en
la
modernidad,
aspectos
que
estuvieron
al
centro
de
nuestras
conversaciones
con
Elvira
y
Antonio.
Lugones
(2008)
ofrece
una
visión
a
partir
de
esta
matriz
del
poder
colonial
que
pone
al
descubierto
la
racialización
del
género
y
la
“engenerización”
(p.
86)
de
la
raza
por
una
parte,
y
ofrece
una
manera
de
entender
y
percibir
la
lealtad
que
le
tenemos
a
este
sistema,
por
la
otra.
Para
Lugones
(2008;
G.
Castellanos,
trad.,
2011),
desde
esta
matriz
la
intersección
entre
las
categorías
de
la
raza
y
el
género
se
visibiliza.
Esto
es
de
vital
importancia
para
revelar
consecuentemente
los
vacíos
entre
las
tensiones
de
dominación
y
los
pensamientos
categoriales
que
le
caracterizan.
De
esta
manera
es
posible
reconocer
que
no
todas
y
no
todos
somos
dominadas/os
o
victimizadas/os,
o
que
no
somos
dominada/os
o
victimizada/os
de
la
misma
manera.
Por
ejemplo,
la
lógica
colonial
nos
invisibiliza
y
nos
distorsiona
a
unas
mujeres
más
que
a
otras
y
a
los
fenómenos
sociales
que
trafican
en
la
intersección
de
las
dicotomías
de
género
y
raza,
como
ocurre
en
la
identificación
como
mujeres
en
relación
a
un
estándar
masculino
(Lugones,
2008).
178
Las
mujeres
quienes
nos
identificamos
como
mujeres
de
color
en
la
intersección
entre
nuestro
género
y
raza,
podemos
reconocernos
en
nuestras
condiciones
como
tal
porque
de
lo
contrario
nuestra
identidad
estaría
perdida
en
la
palabra
mujer
la
cual
está
asignada
a
quienes
se
identifican
como
mujeres
blancas
heterosexuales.
La
palabra
mujer
torna
visible
los
patrones
de
poder
a
través
de
los
cuales
desde
la
relación
entre
el
género
y
la
raza,
como
bien
lo
comentó
una
mujer
de
un
pueblo
originario
en
Colombia,
las
mujeres
sufren
de
marginalización
tres
veces
por
ser
pobres,
indígenas
o
afra-‐colombianas,
y
mujeres
(Gauma,
Pancho
&
Rey,
2009).
Esto
mismo
ocurre
con
la
palabra
pareja,
asignada
a
parejas
de
diferente
sexo,
invisibilizando
las
relaciones
entre
personas
del
mismo
sexo.
Las
clasificaciones
del
sistema
eurocéntrico
moderno
del
género,
para
Lugones
(2008),
implica
la
exclusión
de
algunas
mujeres
de
color
de
la
autoridad
colectiva,
de
la
producción
del
conocimiento,
de
la
sexualidad
y
del
control
sobre
los
medios
de
producción.
Desde
la
colonialidad,
el
poder
de
algunos
hombres
de
color
se
mantiene
en
tanto
el
sometimiento
de
las
mujeres
de
color
se
mantenga
con
una
indiferencia
dañina.
Lugones
anota,
sin
embargo,
que
algunos
hombres
de
color
también
están
sujetos
a
la
dominación
y
explotación
por
el
patriarcado
blanco
y
participan
como
cómplices
de
la
indiferencia
hacia
la
dominación
y
la
violencia
hacia
las
mujeres
de
color.
El
género,
sin
embargo,
no
era
una
categoría
de
organización
social
antes
de
la
colonización
(Lugones,
2008).
Al
incluirlo
como
un
principio
de
categorización
durante
la
colonización
se
vuelve
un
medio
de
dominación.
Las
categorías
de
género
toman
un
carácter
de
oposición
vertical
y
binaria
basada
principalmente
en
pretensiones
biológicas.
Que
subsecuentemente,
en
la
colonialidad,
prevalecen
como
diferencias
que
toman
un
carácter
político
representando
la
superioridad
de
los
unos
sobre
las
otras
y
determinando
así
su
grado
de
humanidad.
Estas
se
impregnan
en
la
subjetividad
de
nuestras
relaciones,
nuestra
identidad,
nuestro
cuerpo
y
nuestras
prácticas
sociales
en
las
que
participamos
diariamente.
Desde
la
colonialidad,
la
modernidad
entonces
no
transpira
únicamente
la
categorización
y
nombramiento
de
nuevas
identidades
que
resultan
en
prácticas
inmorales
de
racismo
y
sexismo.
Peor
aún,
ésta
da
origen
a
una
actitud
inmoral
de
permanente
sospecha
internalizada
sobre
el
grado
de
humanidad
que
poseemos
quienes
estamos
bajo
escrutinio
(Mignolo,
2003).
Esta
es
una
de
las
condiciones
más
atroces
de
la
violencia
discursiva
y
de
la
violación
retórica
de
la
colonialidad.
Bajo
la
mirada
de
aquellos
cuya
humanidad
es
incuestionable,
algunas
mujeres
de
color
hemos
llegado
a
cuestionar
nuestra
propia
condición
humana.
Estas
condiciones
de
sospecha
están
sostenidas
por
el
principio
de
la
no
contradicción,
de
la
dicotomía
y
de
la
jerarquía
del
género
y
de
la
raza
(Lugones,
G.
Castellanos,
trad.,
2011).
Las
propuestas
contestatarias
a
la
lógica
colonial,
por
lo
tanto,
provienen
de
postulados
confluyentes,
contradictorios
y
complejos,
polívocos
y
solidarios—estos
motivan
prácticas
descoloniales
que
emergen
desde
lo
que
Mignolo
(2003)
llama
la
diferencia
colonial.
179
La
diferencia
colonial,
la
descolonialidad
y
la
frontera
La
descolonialidad
se
refiere
a
composiciones
desligadas
de
patrones
coloniales
del
ser,
del
pensar
y
del
conocimiento;
y
siempre
están
latentes
en
la
colonialidad.
Esta
emerge
de
la
diferencia
colonial
definida
como
el
exceso
que
le
sigue
a
los
sistemas
de
clasificación
y
orden
coloniales
(Mignolo,
2003),
y
de
la
identificación
de
poblaciones
en
términos
de
las
faltas
o
excesos
de
quienes
somos
clasificados
y
de
quienes
nos
clasifican,
respectivamente.
La
diferencia
colonial
puede
considerarse
como
el
lugar
en
donde
quedamos
relegadas/os
aquellas/os
quienes
diferimos
de
y
entramos
en
conflicto
con
las
categorías
del
conocimiento
europeas
de
la
modernidad
y
nos
encontramos
en
condiciones
de
subalternización.
Esta
diferencia
asume
la
intersección
o
encuentro
entre
aquellos
quienes
representan
y
definen
las
categorías
legítimas
de
clasificación
en
términos
de
raza,
género,
religión,
lenguajes,
etc.,
en
la
modernidad,
y
aquellos/as
quienes
estamos
en
la
periferia
de
estas
categorizaciones.
La
localización
de
tal
coyuntura
es
teorizada
como
la
frontera
(Anzaldúa,
2012;
Mignolo,
2003).
Esta
es
polívoca,
compleja,
no
uniforme
y
contradictoria
como
lugar
de
fuerzas
opuestas.
Al
intentar
reproducir,
legitimar
y
naturalizar
la
colonialidad,
las
fuerzas
opresoras
y
silenciadoras
encaran
en
la
frontera
a
las
fuerzas
de
resistencia.
Como
consecuencia,
el
conocimiento
subalterno
emerge
desde
su
perspectiva
local
y
se
restituye
al
trascender
la
dualidad
del
encuentro
entre
el
conocimiento
hegemónico
y
la
resistencia.
Por
lo
tanto,
es
en
este
encuentro
descolonial
en
donde
se
encuentran
latentes
posibilidades
otras.
La
frontera
da
lugar
a
un
pensamiento
fronterizo
emergente
al
cual
Mignolo
(2003,
S.
Jawerbaum
&
J.
Barba,
trad.,
2012)
se
refiere
como
una
conciencia
epistémica
doble,
o
yo
diría
mejor,
polívoca
(para
evitar
connotaciones
binarias)
que
poseen
múltiples
fuerzas
de
resistencia
a
la
opresión
para
rearticular
las
condiciones
coloniales.
Al
sostener
este
pensamiento
fronterizo,
es
posible
que
los
lineamientos
del
poder
de
la
modernidad/colonialidad
se
revelen
al
desnudo
para
poder
contestarlos.
Por
su
parte,
la
chicana,
feminista,
queer,
Gloria
Anzaldúa
(2012),
en
sus
estudios
sobre
la
frontera
o
borderlands,
identifica
este
tipo
de
concientización
como
una
conciencia
mestiza
que
es
divergente
y
está
en
perpetua
transición.
Para
Anzaldúa,
esta
concientización
es
tolerante
de
las
contradicciones,
es
flexible,
fluyente,
incluyente
y
pluralista.
Aunque
es
fuente
de
dolor
por
las
sanciones
coloniales,
la
concientización
mestiza
surge
de
la
energía
proveniente
de
una
moción
creativa
y
continua
que
desarma
los
aspectos
unitarios
de
los
paradigmas
de
cada
uno
de
los
territorios
que
se
encuentran
en
la
frontera,
transcendiendo
esta
dualidad.
Lugones
(2008)
considera
que
la
teorización
de
Anzaldúa
del
espacio
de
la
frontera,
provee
un
espacio
teórico
de
inteligibilidad
para
la
resistencia,
para
capturarla
en
la
acción
en
el
momento
de
la
opresión.
Como
lugar
de
resistencia
a
la
opresión,
en
la
frontera
ocurre
un
interjuego
entre
la
opresión
y
la
resistencia
y
por
lo
tanto
ésta
última
se
revela
en
el
momento
en
que
la
persona
se
percibe
a
si
misma
durante
el
180
proceso
de
ser
oprimida
como
otra
cara
de
sí
misma
durante
el
proceso
de
resistir
la
opresión.
En
la
frontera
una
epistemología
otra
de
la
descolonialidad
se
evoca
al
poner
en
claro
que
las
categorías
de
clasificación
de
la
identidad
de
acuerdo
con
la
raza
y
el
género,
entre
otras,
son
una
ficción
más
que
una
condición
natural,
estática
que
define
intrínsecamente,
y
en
mayúsculas,
la
humanidad
de
las
personas
y
de
sus
culturas.
Las
categorías
coloniales
se
revelan
como
construcciones
históricas
entramadas
en
los
patrones
europeo-‐cristianos
del
poder;
al
mismo
tiempo
que
su
retórica
de
la
salvación
se
denuncia
como
su
lógica
de
opresión
y
explotación.
La
identidad
desde
la
descolonialidad,
por
otro
lado,
se
puede
entender
como
lo
propone
Mignolo
(2003),
como
una
opción
de
trabajo
y
una
manera
de
pensar
guiada
hacia
una
visión
de
vida
humana
que
no
depende
de
o
está
estructurada
por
la
imposición
de
un
ideal
universal
de
la
sociedad
sobre
quienes
difieren
de
ésta.
Esta
es
más
bien
una
construcción
fluida,
en
minúsculas,
y
en
constante
transformación.
Este
es
el
punto
de
desligamiento
de
la
retórica
de
la
modernidad
y
de
la
lógica
de
la
colonialidad,
y,
por
lo
tanto,
es
el
momento
en
el
que
se
empiezan
a
cambiar
los
términos
y
contenidos
de
la
conversación,
dando
un
giro
a
las
éticas,
estéticas
y
políticas
fronterizas,
polívocas,
incluyentes
y
fluidas
del
conocimiento
y
de
la
identidad.
Considero
que
las
propuestas
de
la
descolonialidad
y
de
la
frontera
ofrecen
un
refugio
epistémico
de
gran
interés
para
las
conversaciones
terapéuticas.
Desde
la
colonialidad,
la
consolidación
y
operación
de
los
problemas
en
las
vidas
de
las
personas
puede
comprenderse
dentro
del
funcionamiento
de
los
sistemas
de
poder
colonial,
basado
en
su
retórica
blanqueadora
de
la
salvación.
En
la
periferia
de
este
sistema,
en
su
frontera,
la
posibilidad
de
desnudar
su
inmoralidad
se
vuelve
una
opción
disponible
para
cuestionar
sus
tácticas,
tomando
desde
el
otro
lado
de
la
frontera
en
donde
yacen
los
conocimientos
y
acciones
subalternizadas
de
restitución
moral.
Allí
las
personas
podemos
vernos
a
nosotras
mismas
y
nuestras
relaciones
en
el
momento
de
la
opresión,
reflexionando
en
el
acto
de
nuestra
resistencia.
En
la
frontera,
es
posible
transcender
la
dualidad
entre
la
opresión
y
la
resistencia
(o
el
problema
y
la
solución)
para
dar
lugar
a
la
emergencia
de
otras
posibilidades
polívocas.
Como
terapeuta
de
la
familia,
he
optado
por
orientarme
alrededor
de
un
pensamiento
descolonial,
fronterizo
y
mestizo
que
facilite
la
identificación
del
lugar
de
enunciación
de
los
relatos
de
las
personas,
bien
sea
desde
la
geografía
e
historia
del
territorio
colonial
del
problema,
desde
la
geografía
e
historia
del
territorio
colonizado,
y
desde
la
frontera
como
lugar-‐otro.
Esta
orientación
asume
una
ética
de
la
solidaridad
la
cual
discuto
abajo.
Desde
estas
perspectivas,
ninguno
de
los
lados
de
la
opresión
o
de
la
resistencia
toma
predominio
sobre
el
otro
(ya
que
esto
repetiría
el
mismo
patrón
opresor)
sino
que
otras
posibilidades
polívocas
emergen
al
zigzaguear
entre
los
lados
para
facilitar
acciones
de
restitución
de
las
personas
desde
la
frontera.
Mi
inclinación
más
fuerte
es
hacia
las
historias
de
las
fronteras,
y
no
hacia
las
historias
de
los
territorios
creados
o
inventados
por
la
inmoralidad
del
expansionismo
colonial
de
los
problemas
en
las
vidas
de
las
personas
y
sus
relaciones.
Desde
la
intersección,
lugar-‐
181
otro,
entre
racialización
y
engenrización
del
problema
y
sus
respuestas
subalternas
se
revelan
las
tácticas
del
primero
para
facilitar
la
restitución
moral
de
las
personas.
Ética
de
la
solidaridad
Las
propuestas
de
la
descolonialidad
y
la
frontera
vienen
de
la
mano
de
la
solidaridad
como
una
ética
que
guía
acciones
para
contrarrestar
el
aislamiento,
el
silencio
y
la
soledad—consecuencias
de
la
fragmentación
de
vínculos
humanos
y
comunitarios
por
el
racismo
y
sexismo
de
la
matriz
de
poder
colonial.
La
soledad,
de
acuerdo
con
Galeano
(Fischlin
&
Nandorfy,
2002),
al
igual
que
el
silencio,
son
términos
cargados
políticamente
en
relación
a
la
opresión,
—la
soledad
surge
de
la
alienación
y
el
silencio
de
la
represión.
Igualmente,
para
Gabriel
García
Márquez
(citado
por
Guibert,
F.
Patridge,
trad.,
2006,
p.
39)
la
soledad
y
el
silencio
son
la
negación
de
la
solidaridad
dentro
de
los
sistemas
de
poder
y
por
lo
tanto
la
solidaridad
es
también
un
concepto
político.
La
colonialidad
rompe
violentamente
cualquier
señal
de
solidaridad.
Desde
una
ética
de
la
solidaridad,
las
diferencias
no
son
una
amenaza
pero
una
promesa.
A
través
de
relaciones
solidarias
nos
reconocemos
recíprocamente
en
nuestra
humanidad
y
dignidad,
y
no
hay
lugar
a
anularnos
por
nuestras
diferencias.
La
humanidad
y
la
dignidad
de
ambas
partes
están
ligadas
a
través
de
un
compromiso
colectivo
desde
nos
reconocemos
a
nosotras/os
mismas/os.
Este
es
un
compromiso
a
la
acción
frente
a
la
concientización
de
las
consecuencias
de
los
daños
humanos
de
los
patrones
coloniales
del
conocimiento,
del
poder
y
del
ser
que
vivenciamos
de
maneras
diferentes.
Considero
importante
aclarar
que
las
acciones
a
tomar
desde
las
relaciones
solidarias
a
las
que
me
estoy
refiriendo
aquí
no
son
de
carácter
caritativo
como
en
las
campañas
de
la
solidaridad
de
asistencia
humanitaria
durante
situaciones
de
desastres,
por
ejemplo.
Esta
clarificación
es
fundamental.
La
caridad,
por
el
contrario,
se
interpone
a
la
propuesta
de
la
solidaridad
que
discuto
aquí.
Como
bien
lo
explica
Galeano
(2006),
la
caridad
establece
diferencias
verticales
entre
quien
da
y
quien
recibe,
aunque
la
ofrenda
sea
bien
intencionada.
Relaciones
caritativas
son
más
condescendientes
que
respetuosas.
Desde
la
caridad,
las
diferencias
se
pueden
tornar
humillantes
hacia
quienes
reciben
de
la
“ayuda,”
restringiendo
las
posibilidades
de
cuestionar
la
misma
relación
de
poder
que
está
implícita,
reforzando
por
lo
tanto
el
aislamiento
(Galeano,
M.
Fried,
trad.,
2000).
La
toma
de
acción
en
las
relaciones
solidarias
cuestiona
y
busca
trascender
este
tipo
de
líneas
ficticias
que
establecen
relaciones
verticales
en
los
sistemas
de
categorización
y
orden
coloniales.
La
práctica
psicoterapéutica,
pienso
yo,
es
en
ciertas
maneras
indiferente
a
la
categorización
de
las
personas
y
al
desarrollo
de
relaciones
caritativas
propias
de
la
colonialidad.
Como
consecuencia,
inadvertidamente
nos
enmarañamos
en
iniciativas
terapéuticas
que
nutren
esta
matriz.
Además
de
la
orientación
médica
en
la
psicoterapia
bajo
la
cual
las
personas
están
sujetas
a
su
categorización
con
base
en
diagnósticos
de
trastornos
mentales
definidos
por
los
anglos
y
exportados
mundialmente,
otras
prácticas
profesionales
adoptan
medidas
de
categorización
y
orden.
Me
estoy
refiriendo
a
la
comprensión
de
las
personas
y
sus
familias
que
buscan
terapia
desde
la
categoría
de
clientes,
pacientes,
o
poblaciones
clínicas
vulnerables
por
182
un
lado.
Y
desde
la
categoría
de
personas
quienes
ofrecen
servicios
terapéuticos
como
expertas,
profesionales
y
modeladoras
de
sanidad,
por
el
otro.
Las
instituciones
que
regulan
las
prácticas
profesionales,
sobre
todo
en
Estados
Unidos,
consideran
ético
establecer
tal
divisiones
con
argumentos
de
“proteger”
a
un
público
vulnerable
y
cualquier
señal
de
transgresión
de
tales
categorías
es
un
comportamiento
castigado.
Estas
regulaciones
corren
el
riesgo
de
cosificar
a
las
personas
quienes
buscan
servicios
como
objetos
de
nuestro
trabajo
y
como
casos
para
categorizar
con
argumentos
extranjeros
de
trastornos
mentales.
Si
a
esto
le
agregamos
las
complejidades
que
surgen
en
la
intersección
con
otras
categorizaciones
coloniales
sociales
de
clase,
género,
raza,
etnia,
orientación
sexual,
habilidad
física,
etc.,
la
humanidad
de
quienes
buscamos
servicios
tanto
la
de
quienes
ofrecemos
servicios
está
en
juego.
Desde
una
terapia
de
la
solidaridad,
la
búsqueda
de
opciones
para
comprometerse
en
una
labor
terapéutica,
recíproca,
entre
personas
es
fundamental.
Las
vidas
de
quienes
buscamos
servicios
no
le
pertenecen
o
están
sujetas
a
quienes
ofrecemos
el
servicio.
Las
conversaciones
en
una
relación
solidaria
son
charlas
dialógicas,
fronterizas
y
por
lo
tanto
mestizas,
de
acompañamiento
moral.
Y
quienes
participamos
en
ellas,
nos
conectamos
en
un
proyecto
solidario
moral
más
amplio
de
transformación
mutua
a
través
de
experiencias
compartidas
que
nos
unen
en
nuestras
diferencias.
En
las
fronteras,
nos
reconocemos
las
unas
a
los
otros,
y
viceversa,
creando
vínculos
desde
donde
poder
buscar
opciones
para
transgredir
patrones
inmorales.
A
partir
de
relaciones
solidarias
fronterizas
es
posible
reconocernos
en
nuestras
condiciones
particulares
que
nos
atan,
trabajando
hombro
a
hombro
en
un
proyecto
de
acompañamiento
para
nuestra
restitución
moral.
De
esta
manera,
podemos
tomar
acción
desde
una
posición
más
respetuosa
hacia
las
condiciones
sociales,
históricas,
raciales,
y
de
género
que
compartimos
de
maneras
diferentes.
Toma
de
acción
solidaria:
la
artesanía
de
testimonios
novelados
Al
optar
por
orientarme
en
mi
trabajo
por
la
solidaridad—desde
una
epistemología
descolonial,
fronteriza
y
mestiza—para
contribuir
a
la
gestación
de
proyectos
de
restitución
moral,
mi
labor
terapéutica
empieza
a
tomar
otros
rumbos.
Estos
atraviesan
territorios
de
mundos
recientes
a
los
que
se
refería
Gabriel
García
Márquez
(2002)
en
los
“que
muchas
cosas
carecían
de
nombre,
y
para
mencionarles
había
que
señalarlas
con
el
dedo…”
(p.
38).
Es
decir,
mundos
en
donde
la
práctica
de
nombrar/categorizar
está
ausente
y
para
describir
las
cosas
prevalece
la
vivencia
a
través
de
sus
sensaciones,
aromas,
colores,
sabores,
imágenes
etc.
Mis
conversaciones
se
han
vuelto
un
asunto
más
claramente
fluyente,
irrepetible,
contradictorio,
complejo,
polívoco
que
se
transforma
reunión
tras
reunión,
conversación
tras
conversación
y
palabra
tras
palabra.
Noto
que
cada
vez
sostengo
un
discernimiento
más
claro
de
mi
posición
cultural,
migratoria,
racial,
étnica,
de
género,
de
mi
orientación
sexual,
de
mis
habilidades
físicas,
etc.
Cuando
pienso
en
la
labor
terapéutica,
tomando
de
las
consideraciones
que
he
discutido
hasta
ahora,
algo
similar
a
la
forma
en
que
se
desarrollan
procesos
artesanales
se
me
viene
a
la
mente
para
183
representar
mi
actuación
en
las
conversaciones
a
pesar
de
que
no
cuento
con
la
más
mínima
vocación
artística.
La
labor
artesanal
me
ha
servido
como
una
analogía
para
comprender
el
proceso
cuidadoso,
creativo,
cultural
y
único
de
la
vivencia
de
la
labor
terapéutica.
Para
el
diseñador
industrial
colombiano,
Enrico
Rocancio
(1999),
la
artesanía
es
un
concepto
que
se
refiere
a
una
actividad
de
identidad
cultural
comunitaria
hecha
a
mano.
Esta
actividad
está
cargada
de
la
cultura
particular
del
o
de
la
artesana
y
su
región,
y
está
reflejada
en
el
alto
valor
cultural
del
resultado
en
cuanto
a
su
estética,
funcionalidad
o
simbolismo
gracias
a
la
creatividad
y
a
la
imaginación
de
la
artesana.
Mi
creatividad
y
mi
imaginación
han
sido
las
materias
primas
de
mis
conversaciones
tomando
de
recursos
locales
de
mi
identidad
como
mujer
de
color,
colombiana,
e
inmigrante.
Nuestras
conversaciones
con
Elvira
y
Antonio
se
desenvuelven
a
través
de
reflexiones
e
indagaciones
estéticas,
creativas
y
simbólicas.
Estas
son
construidas
a
mano,
dentro
de
tradiciones
culturales,
históricas,
lingüísticas
y
de
género;
que
resisten
en
lo
más
posible
técnicas
profesionales
estandarizadas
con
base
en
la
evidencia
de
enunciaciones
foráneas.
Mis
reflexiones
surgen
desde
una
posición
de
audiencia
a
sus
expresiones
a
partir
de
las
cuales
discierno
además
los
contextos
que
compartimos,
sociales,
culturales,
raciales,
históricos
y
de
género,
de
maneras
únicas.
Mis
indagaciones
toman
forma
de
preguntas
que
ofrezco
como
una
invitación
a
adentrarnos
en
un
compromiso
exploratorio
de
opciones
para
desligarnos
de
la
matriz
del
poder
colonial
al
transgredirla
y
reimaginarla.
Esto
es
desde
la
frontera
entre
aquello
que
está
siendo
denunciado—el
problema—y
la
respuesta
de
resistencia.
El
proceso
de
indagación
lo
considero
de
gran
cuidado.
Temo
correr
el
riesgo
de
asumir
un
derecho
único
en
la
relación
a
ser
quien
hace
preguntas,
sugiriendo
inadvertidamente
que
la
otra
persona
no
tiene
la
capacidad
de
interrogar
sus
propios
mundos.
Esto
asumiría
además
que
solo
son
legítimas
las
preguntas
que
provienen
del
conocimiento
académico,
intelectual
o
elitista,
como
el
que
presento
aquí
en
buena
parte.
Por
esta
razón
intento
abrir
espacios
para
el
intercambio
mutuo
de
preguntas
y
reflexiones
para
interrogar
el
mundo
colonial
que
se
nos
ha
impuesto
en
nuestro
diario
vivir
y
en
nuestro
imaginario.
Mi
intencionalidad
en
tal
labor
artesanal
es
la
de
construir
un
espacio
que
facilite
la
reimaginación
de
nuestras
vidas
para
que
nos
lleven
a
tomar
acciones
sostenibles
que
evoquen
nuestra
creatividad
e
imaginación.
Esto
es,
tomando
de
los
arreglos
lingüísticos
de
nuestras
expresiones
al
igual
que
de
las
particularidades
de
nuestras
historias,
relaciones,
género,
etc.
Más
específicamente,
a
través
de
la
labor
artesanal
terapéutica
intento
facilitar
el
ofrecimiento
de
la
denuncia
que
las
personas
hacemos
al
buscar
terapia
junto
con
sus
estragos
morales,
para
así
develar
los
sistemas
coloniales
que
la
nutren.
Y
en
el
proceso,
buscamos
opciones
de
restitución
moral.
Me
ha
sido
de
gran
utilidad
conceptualizar
el
significado
tan
vital
que
tiene
el
ofrecer
tal
denuncia
como
la
construcción
de
un
testimonio.
184
Testimonio
En
América
Latina/Abya
Yala,
el
género
narrativo
testimonial
ha
sido
adoptado
por
sectores
de
nuestras
sociedades
en
los
últimos
años
como
un
marco
político
de
acción
en
respuesta
a
la
falta
de
otros
espacios
formales,
genuinos
y
democráticos.
Esta
iniciativa
se
puede
considerar
como
una
estrategia
que
facilita
la
toma
de
acción
política
y
cultural.
A
través
del
testimonio,
las
voces
silenciadas
y
subalternizadas
encuentran
un
espacio
público
para
dar
a
conocer
sus
historias
que
de
otra
manera
no
hubieran
sido
escuchadas.
Es
una
práctica
discursiva
no
institucionalizada
que
narra
la
historia
de
una
manera
alternativa
al
discurso
historiográfico
en
el
poder.
Como
bien
lo
indica
el
cubano
Barnet
(1989),
en
el
testimonio—como
medio
de
expresión
para
las
conciencias
marginalizadas—ocurre
la
reivindicación
de
la
gente
sin
historia.
Facilita
la
reclamación
del
poder
interpretativo
(Sotelo,
1995).
Para
Ileana
Rodríguez
(1987,
citada
en
Sotelo,
1995),
el
testimonio
es
uno
de
los
géneros
literarios
considerados
más
explícitamente
popular
por
su
idoneidad.
Configura
acontecimientos
que
han
sido
ignorados
hasta
el
momento
por
la
cultura
ilustrada,
antes
de
que
se
extingan.
Provee
acceso
directo
a
formas
de
pensamiento
hasta
ahora
desconocidas,
pero
no
desaparecidas.
Ofrece
un
espacio
para
quienes
sienten
la
urgencia
de
atestiguar—con
carácter
de
denuncia—eventos
de
vida
significativos,
extraordinarios
o
de
crisis.
Usualmente
incluye
a
una
persona
mediadora
que
facilita
este
acto,
considerando
los
aspectos
históricos,
morales
y
literarios
de
la
denuncia
(Yudice,
1992).
En
el
testimonio,
la
persona
quien
ha
pasado
por
las
vivencias
particulares
sobre
las
cuales
está
atestiguando
es
reconocida
como
enunciante
legítima
quien
no
requiere
de
otros
para
hablar
en
representación
de
su
opresión.
Sus
narrativas
escritas
o
enunciadas
oralmente
son
presentadas
en
primera
persona
dentro
de
un
contexto
relacional.
Estas
dan
cuenta
de
las
experiencias
auténticas
de
la
persona
(Rizo-‐Patron,
2007)
al
tomar
la
posición
de
testigo
de
sus
propias
vivencias.
Desde
lo
ineludible
de
su
vivencia,
la
persona
toma
consciencia
de
sus
condiciones
a
través
de
su
testimonio,
para
denunciarlas
(Yudice,
1992)
y
para
constituir
otras
opciones
de
restitución.
En
el
testimonio,
la
conciencia
de
la
persona
se
transforma
(Rizo-‐Patron,
2007)
en
relación
con
su
conocimiento
y
acción
dentro
de
las
contingencias
de
su
existencia
humana
día
a
día
(Yudice,
1992).
Esto
sugiere
que
la
persona
quien
narra,
se
constituye
a
si
misma
en
su
testimonio.
La
literaturización
del
testimonio
al
novelizarlo,
surge
como
una
propuesta
estética
que
toma
elementos
de
la
novela
para
enlistar
intencionalmente
la
imaginación
de
la
persona
en
su
relato
de
vivencias
reales.
Este
género
literario,
al
traerlo
al
testimonio,
desafía
las
categorías
tradiciones
que
determinan
lo
que
es
fáctico.
La
línea
que
separa
la
imaginación
de
la
persona
enunciadora
y
la
pretensión
de
objetividad
de
los
hechos
se
diluye.
Los
testimonios
novelados
buscan
trascender
los
límites
de
la
sensibilidad
y
las
estrictas
fronteras
de
la
razón.
Estos
se
consideran
como
un
recuento
de
verdad
185
sustentado
por
la
vivencia
personal
que
está
empapada
de
sueños
(Rizo-‐Patron,
2007)
e
imaginación.
El
testimonio
novelado
se
considera
como
una
novela
de
la
vida
real
basada
en
las
vivencias
tangibles
y
palpables
de
las
personas
en
su
contexto
historio,
social,
racial,
etc.
desde
una
retórica
de
la
particularidad
(Sommer,
1999).La
persona
atestigua
sobre
sus
vivencias
tal
y
como
las
recuerda,
incluyendo
sus
tonos
literarios
facilitados
por
quien
está
mediando
su
testimonio.
Adscribiéndose
a
la
fidelidad
de
sus
vivencias
mediadas
por
su
imaginación,
sus
relatos
son
necesariamente
ficcionalizados
al
pasar
por
sus
recuerdos.
Como
bien
lo
indica
la
etiología
de
la
palabra
“recordar”
proveniente
del
latín
“recordis,”
formada
por
re
(de
nuevo)
y
cordis
(corazón),
recordar
significa
“volver
a
pasar
por
el
corazón”
(Galeano,
2009).Estos
recuerdos
o
memorias,
sin
embargo,
no
son
simplemente
de
carácter
informativo.
Los
recuerdos
buscan
algo
específico:
su
restitución
moral
descolonial
(Barnet,
1989).
Para
capturar
las
dimensiones
literarias
sobrenaturales
de
los
testimonios
novelados
son
vitales
los
detalles
y
las
expresiones
situadas
en
sus
contextos
espaciales
y
temporales.
A
diferencia
del
relato
histórico
que
reduce
la
pluralidad
de
los
hechos
a
una
unidad
significativa
en
un
devenir
lineal
e
irreversible,
en
el
testimonio
novelado,
como
en
la
novela,
la
realidad
se
mantiene
como
autónoma
y
autosuficiente,
cuyo
sentido
último
nunca
está
“más
allá”
sino
siempre
en
ella
misma.
A
seguir,
continúo
con
el
relato
de
los
testimonios
novelados
de
Elvira
y
Antonio.
Estos
continúan
tomando
forma
a
través
de
nuestras
conversaciones
desde
sus
vivencias
y
mi
invitación
a
explorar
opciones
de
restitución
moral
tras
la
denuncia
que
hace
Antonio
de
haber
herido
a
Elvira
a
través
su
engaño.
Esto
lo
hago
a
través
de
una
artesanía
de
indagaciones
y
reflexiones
posicionadas
desde
las
perspectivas
fronterizas,
descoloniales
y
solidarias
que
he
discutido
aquí.
Aquí
retomo
el
relato
en
nuestra
segunda
reunión.
Testimonios
novelados
de
Elvira
y
Antonio
Dos
semanas
transcurrieron
antes
de
nuestra
segunda
reunión.
Durante
este
tiempo,
sin
haber
sido
un
acuerdo
de
palabra,
por
primera
vez
desde
los
últimos
seis
meses
cuando
todo
salió
al
descubierto,
Elvira
y
Antonio
tuvieron
una
semana
tranquila
y
no
tocaron
el
tema
de
la
declaración
inicial
de
Antonio.
Elvira
explicó
brevemente
que
estaba
cansada
de
las
lágrimas
y
de
hacer
recriminaciones
que
solo
parecían
incubar
el
dolor
y
el
sufrimiento.
Durante
estas
dos
semanas
Antonio
notó
la
diferencia
del
cambio
de
Elvira
y
le
dio
alegría.
Para
él
fue
como
si
estuvieran
viviendo
en
los
recuerdos
de
las
cosas
cuando
sus
vidas
estaban
bien,
pero
aún
perseguidos
por
el
drama
del
engaño
del
presente.
“Antonio,
al
notar
la
diferencia
del
cambio
de
Elvira
¿se
te
vinieron
algunas
preguntas
a
la
mente,
tal
vez
hayan
sido
preguntas
que
hablaste
con
alguien
más?
¿O
le
preguntaste
algo
o
te
gustaría
preguntarle
algo
a
Elvira?
186
Antonio
empieza
a
especular
en
vez
sobre
las
razones
de
Elvira.
Como
lo
discutió
con
su
concuño,
quien
está
al
día
de
la
situación,
y
de
quien
hablamos
más
en
la
siguiente
reunión,
Antonio
sospecha
que
nuestra
conversación
anterior
sobre
su
Sueño
Mexicano
tuvo
algo
que
ver
por
lo
importante
que
es.
Después
de
aclarar
que
estas
sospechas
le
pertenecen
solo
a
Antonio
ya
que
hasta
el
momento
él
no
le
había
preguntado
nada
a
Elvira
por
temor
a
empezar
una
discusión,
yo
insisto
nuevamente
en
mi
pregunta:
“En
la
conversación
que
tuvimos
hace
dos
semanas
aprendí
de
lo
poderoso
que
su
Sueño
Mexicano
ha
sido
para
ti
y
Elvira,
y
de
lo
orgulloso
y
orgullosa
que
se
sienten
de
su
familia.
No
me
extrañaría
que
una
vez
más
el
Sueño
estuviera
haciendo
de
las
suyas
para
inspirarlos
nuevamente
a
salir
de
una
situación
que
al
parecer
les
ha
traído
sufrimiento.
Corriendo
el
riesgo
de
empezar
una
discusión,
quisiera
saber,
¿tienes
alguna
pregunta
que
le
quisieras
hacer
a
Elvira
sobre
la
diferencia
que
notaste
esta
semana
en
ella
que
te
dio
alegría,
bien
sea
que
haya
sido
el
Sueño
o
algo
más?
Antonio
le
pregunta
a
Elvira
si
ella
lo
ha
perdonado.
Enfática,
Elvira
responde:
“No.”
Sin
embargo,
ella
ahora
está
dispuesta
a
considerar
el
perdón.
Elvira
continúa
contándonos
lo
que
le
pasó
dos
días
después
de
nuestra
primera
reunión
que
la
estremeció
hasta
los
dientes.
El
domingo
por
la
mañana,
después
del
desayuno
cuando
estaba
lavando
los
trastes
antes
de
alistarse
para
ir
a
la
misa,
tuvo
una
realización.
Esta
realización
se
le
vino
en
el
momento
en
que
por
su
mente
pasa
el
eco
de
las
imágenes
de
sus
compañeras
de
la
escuela
quienes
murieron
violadas
y
torturadas
y
sus
cuerpos
abandonados
a
la
impunidad.
No
solamente
las
vio
en
su
mente.
Sintió
su
presencia
como
si
fuera
una
señal.
“Yo
pude
haber
sido
una
de
esas
jovencitas.”
Dice
Elvira.
Esta
fue
una
señal
de
algo
así
como
si
algo
importante
estaba
pasando
y
Elvira
no
lo
podía
dejar
pasar
por
alto
para
poder
vivir
de
lleno
las
oportunidades
que
estas
mujeres
jóvenes
no
pudieron
tener.
Por
esta
razón
consideró
que
su
matrimonio
“merece
otra
oportunidad,”
aunque
no
se
siente
tan
“aguantadora”
como
lo
ha
sido
antes.
Esto
requeriría
que
las
cosas
cambien
por
parte
de
Antonio.
El
cambio
significa
para
amba/os
pedir
el
perdón
para
Antonio
y
dar
el
perdón
para
Elvira.
Y
para
esto,
consideran
que
hablar
de
los
hechos
es
de
gran
importancia.
Elvira
quiere
saber
de
boca
de
Antonio
sobre
lo
que
él
está
pidiendo
perdón
para
poder
juzgar
si
las
condiciones
se
dan
para
ella
ofrecer
el
perdón.
Y
Antonio
quiere
hablar
de
los
hechos
para
saber
cómo
cambiar.
En
mi
imaginación,
lo
que
hasta
el
momento
había
aprendido
de
las
vidas
de
Antonio
y
Elvira
parecía
haberse
quedado
por
algún
tiempo
en
la
periferia
de
los
estragos
causados
por
el
problema
del
engaño
hasta
las
últimas
dos
semanas
y
por
lo
tanto
consideré
importante
tenerlo
presente
en
nuestra
conversación.
En
un
pizarrón,
dibujo
una
raya
punteada
en
la
mitad.
A
la
mano
derecha
pongo
el
título
Sueño
Mexicano.
Bajo
este
título
escribo
una
lista
tomando
de
mis
notas
que
contienen
sus
palabras.
Escribo
los
nombres
de
las
dos
hijas
mayores
y
el
hijo
menor
de
Antonio
y
Elvira,
la
mama
de
Elvira,
el
legado
de
las
jóvenes
quienes
no
tuvieron
oportunidades,
familias
amigas
mexicanas,
“tener
una
buena
mujer
al
lado”
y
“responsabilidad
de
dar.”
En
la
misma
lista,
al
frente
del
nombre
de
Antonio
escribo:
buen
compañero
de
187
realización
de
sueños,
“quiero
cambiar”;
y
del
de
Elvira:
“luchona”
y
dispuesta
a
considerar
el
perdón.
Elvira
y
Antonio
agregan
a
la
lista
de
sus
nombres:
Para
Elvira
“me
quiere
mucho,
ha
dado
mucho
por
mí,
me
ha
atendido
con
amor,
y
me
ha
sido
fiel.”
Para
Antonio
“es
buena
persona,
no
le
falta
el
respeto
a
mis
hijos[as],
es
buen
papá
y
cocina.”
Al
otro
lado
de
la
línea
punteada
incluyo
en
la
lista
las
palabras
“mujeriego,”
violencia,
pobreza,
pandillas,
drogas,
dolor,
sufrimiento
y
engaño.
Aunque
no
lo
escribo
en
el
tablero,
en
mi
imaginación
el
perdón,
como
restitución
moral,
está
en
la
línea
punteada,
es
decir,
en
la
frontera
entre
estas
dos
jurisdicciones,
entre
muchas
otras,
de
las
vidas
de
Elvira
y
Antonio.
“Antonio,
¿estaría
bien
si
habláramos
un
poco
sobre
lo
que
dijiste
al
principio
de
la
semana
anterior
de
engañar
a
Elvira?”
Inclinándose
hacia
adelante,
cómo
si
tuviera
que
reacomodar
su
cuerpo
para
sostener
mejor
el
peso
de
sus
acciones
en
su
espalda,
con
la
cabeza
inclinada
hacia
abajo
pero
mirándome
a
los
ojos
Antonio
dice:
“Si,
hay
que
hablarlo.”
Ahora
dirigiéndome
a
Elvira:
“Elvira,
¿te
parece
bien
si
charlo
o
platico
con
Antonio
por
unos
minutos?
Elvira
asintió
con
la
cabeza.
¿Si
durante
mi
charla
con
Antonio
tienes
algún
comentario
o
pregunta,
no
dudes
en
interrumpir?
Antonio
(leyendo
de
mis
notas),
has
dicho
que
has
sido
mujeriego
y
que
cuando
tienes
la
oportunidad,
algo
dentro
de
ti
hace
que
engañes
a
Elvira.
¿Si
eso
que
sientes
dentro
de
ti,
que
no
sabemos
todavía
qué
es,
no
estuviera
dentro
de
ti,
no
la
engañarías,
no
serías
mujeriego?”
Antonio
está
de
acuerdo
así
que
continúo:
“¿Y
qué
te
da
la
certeza
de
que
este
es
el
caso?
Sospecho
que
lo
que
dice
Elvira
de
que
eres
un
buen
hombre
(apuntando
al
pizarrón)
puede
tener
algo
que
ver,
pero
puedo
estar
muy
equivocada.
¿Qué
opinas
tú?
Para
Antonio,
su
dolor
de
haberle
hecho
daño
a
Elvira
y
su
deseo
de
cambiar
le
indican
que
“no
soy
del
todo
malo.”
Nuestra
conversación
inicia
al
establecer
primero
que
Antonio
es
una
buena
persona
y
que
no
es
del
todo
malo.
Este
es
el
punto
de
partida
de
la
exploración
de
la
retórica
colonial
del
problema
del
engaño
para
hacer
visibles
sus
posibles
promesas
que
han
hecho
que
se
haya
acuñado
en
las
vidas
de
Antonio
y
Elvira.
Así
que
prosigo
con
mi
labor
artesanal
de
construir
mis
preguntas
y
reflexiones
cuidadosamente,
palabra
por
palabra,
a
partir
de
lo
que
vaya
aprendiendo
de
Antonio,
teniendo
muy
presente
nuestras
diferencias
de
género.
188
“Antonio,
¿tienes
alguna
intuición
sobre
qué
es
esto
dentro
de
ti
que
te
hace
engañar
no
solamente
a
Elvira
pero
también
a
tu
Sueño
Mexicano
que
has
logrado
al
ser
una
buena
persona?”
“Es
el
ego.
El
machismo,”
dice
Antonio.
“Yo
lo
pondría
ahí
de
primeras”
señalando
en
el
tablero
el
otro
lado
del
Sueño
Mexicano.
Aunque
le
doy
el
marcador
a
Antonio
para
que
él
escriba,
el
insiste
en
que
sea
yo
la
que
continué
escribiendo.
Anoto
la
palabra
“Machismo”
como
el
título
del
otro
lado
de
la
línea
punteada
del
Sueño
Mexicano.
Continúo:
“He
tenido
oportunidad
de
hablar
sobre
la
idea
del
machismo
con
otras
parejas
y
familias
de
varias
partes
incluyendo
México
y
he
aprendido
que
no
solamente
hay
varias
clases
de
machismo.
También
he
aprendido
que
es
una
palabra
que
significa
algo
muy
diferente
entre
hombres
y
mujeres.
Por
eso
me
gustaría
preguntarte,
Antonio,
¿cuál
es
el
machismo
al
que
te
estas
refiriendo?
¿Es
este
un
machismo
que
viene
de
tu
cultura
de
México,
de
San
Antonio,
de
ambas
o
de
otras
partes?
“Pues
¿cómo
le
digo?
Es
el
ego
del
hombre
de
tener
varias
mujeres.”
“Y
este
ego
tiene
alguna
nacionalidad,
o
viene
de
un
lugar
desconocido?
“Pues
es
así
en
México,
hasta
donde
yo
sé.
Yo
no
sé
si
es
así
en
Colombia,
pero
el
hombre
es
así
en
México”
“La
verdad
sé
que
la
palabra
“machismo”
también
se
usa
de
varias
maneras
en
Colombia,
pero
me
has
despertado
la
curiosidad
de
buscar
oportunidades
para
preguntarle
a
hombres
colombianos
sobre
sus
tipos
de
machismos
desde
sus
perspectivas
colombianas.
Pero
en
tu
caso,
¿me
dices
que
el
hombre,
o
algunos
hombres,
me
imagino,
son
así
en
el
México
de
donde
tu
vienes?”
“Si,
si,
así
es”
“Y
específicamente
para
ti,
¿cómo
funciona
dentro
de
ti
éste
ego
de
machismo
de
tu
México
de
tener
varias
mujeres,
qué
te
hace
saber
que
está
ahí?
¿Cómo
sabes
que
éste
ego
está
dentro
de
ti,
y
que
no
eres
tú
mismo?
Antonio
habla
de
sus
deseos
de
no
engañar
a
Elvira
y
de
haber
hecho
intentos
fallidos
años
atrás.
Esto
le
indica
a
Antonio
que
él
tiene
intenciones
distintas
a
las
intenciones
del
ego.
Las
suyas
son
de
fidelidad,
de
amor,
y
de
respeto
por
la
familia.
¿Qué
significa
para
este
ego
“tener
varias
mujeres”
y
cómo
le
hace
para
lograr
esto,
resultando
en
el
engaño
de
Elvira?
“Pues
usted
sabe
cómo
son
las
mujeres,”
continúa
Antonio,
esta
vez
con
una
mirada
nueva
al
parecer
extendiéndome
su
invitación
para
ser
su
cómplice
de
tal
189
conocimiento.
Tal
vez
se
olvidó
repentinamente
que
es
a
una
mujer
a
quien
le
está
ofreciendo
tal
invitación
o
que
está
en
la
compañía
de
dos
mujeres.
Me
pregunté
si
esta
posible
amnesia
temporal
era
parte
de
la
matriz
de
poder
del
ego,
pero
por
el
momento
considero
de
gran
importancia
interrumpirlo
para
rechazar
tal
invitación.
“Pues
realmente
he
conocido
a
muchas
mujeres
a
lo
largo
de
mi
vida
y
mi
trabajo,
que
vienen
de
varias
partes
de
México
y
de
muchas
otras
partes
del
mundo
pero
realmente
no
sé
cómo
son
las
mujeres
a
las
que
te
estás
refiriendo,
Antonio,
y
lo
más
posible
es
que
no
las
he
conocido.
¿Me
puedes
contar
un
poco
sobre
quiénes
son,
de
dónde
son,
y
qué
sabes
de
ellas?
De
reojo
noto
que
Elvira
se
sonríe
y
asiente
con
la
cabeza
tras
mi
observación.
“Quiero
decir
que
a
las
mujeres
no
les
importa
si
uno
está
casado
y
con
familia,
y
están
dispuestas.
Y
en
ese
momento
lo
único
que
cuenta
es
mi
orgullo
de
hombre.
Y
aunque
ellas
dicen
que
no
quieren
ningún
compromiso
ya
después
cambian
de
parecer.
Así
fue
como
Elvira
se
enteró
de
que
la
estaba
engañando
porque
una
de
ellas
fue
a
la
casa,
fue
a
buscarme
y
Elvira
le
abrió
la
puerta.”
“¿Dijiste
que
tu
orgullo
de
hombre
tiene
que
ver
también?
¿Ese
es
el
orgullo
de
tener
varias
mujeres,
o
es
algo
más?”
“Si,
por
tener
varias
mujeres…una
más
bajo
el
cinturón”
“Me
puedes
contar
en
qué
consiste
la
idea
de
“tener”
mujeres.
La
expresión
me
intriga
porque
en
mi
mente
la
estoy
entendiendo
como
una
idea
de
“poseer”
y
no
sé
si
es
a
esto
a
lo
que
te
refieres?
Me
gustaría
entender
un
poco
más
sobre
éste
ego
de
algunos
hombres
de
“poseer”
a
varias
mujeres.
Obviamente,
esta
es
una
pregunta
que
me
intriga
como
terapeuta,
pero
como
terapeuta
que
es
una
mujer
de
un
país
en
el
que
también
se
habla
del
machismo,
y
por
lo
tanto,
estoy
considerando
¿qué
significaría
para
una
mujer
ser
poseída
por
un
hombre?
“Pues
no
sé;
yo
pienso
que
es
el
deseo
carnal;
siempre
buscando
oportunidades
aquí
y
allá
hasta
que
se
dan.
Y
llevar
a
las
mujeres
a
la
cama.”
Dice
Antonio
con
algo
de
cautela,
a
lo
mejor
sintiendo
el
calor
que
emanan
los
ojos
de
Elvira
quien
lo
mira
en
silencio
y
con
calma
al
escuchar
su
testimonio.
Me
dirijo
en
este
momento
a
Elvira,
anotando
al
mismo
tiempo
las
palabras
“deseo
carnal”
y
“orgullo”
en
el
tablero
bajo
la
lista
del
machismo:
“Elvira,
¿cómo
van
las
cosas
para
ti
escuchando
a
Antonio?
¿Quieres
hacer
algún
comentario
o
le
quieres
hacer
alguna
pregunta
a
Antonio,
o
está
bien
si
continúo
hablando
con
él?
“Usted
siga.
Finalmente
él
está
hablando
con
la
verdad.”
190
Brevemente
hablamos
sobre
el
significado
de
la
verdad
y
la
relación
de
la
verdad
con
el
perdón.
Antonio
expresa
haber
tenido
temor
de
hablar
con
la
verdad
por
el
temor
de
empeorar
las
cosas
pero
está
dispuesto
a
correr
el
riesgo
y
a
causar
más
dolor.
Y
Elvira
habla
sobre
el
costo
de
la
verdad
para
poder
perdonar.
Ambos
están
bien
con
la
dirección
que
la
conversación
está
tomando
así
que
continuamos.
Antonio
aclara,
en
tercera
persona,
que
para
los
hombres
de
su
México
la
idea
de
tener
muchas
mujeres
está
particularmente
relacionada
con
el
deseo
carnal
de
relaciones
pasajeras
que
se
ejecuta
en
la
cama.
Cuando
se
trata
de
crear
una
familia,
es
solo
con
una
mujer
como
su
padre
y
madre
le
enseñaron.
Al
preguntarle
a
Antonio
si
la
posesión
de
una
persona
hacia
la
otra
solo
ocurre
de
hombre
a
mujer,
aunque
ambas
personas
estén
en
la
cama,
Antonio
establece
que
ese
es
el
caso,
y
que
no
está
familiarizado
con
la
idea
de
que
las
mujeres
posean
a
los
hombres
de
esa
manera.
Tras
indagar
sobre
la
historia
de
la
importancia
que
Antonio
le
da
a
la
idea
de
tener
o
poseer
a
muchas
mujeres,
Antonio
recuerda
un
evento
en
particular.
Esta
es
la
memoria
de
la
primera
vez
que
identificó
el
machismo
como
parte
de
su
vida.
Antonio
tenía
entre
13
o
14
años.
Iba
caminando
por
la
calle
en
compañía
de
su
papá
en
su
pueblo
natal.
Era
un
día
soleado
y
polvoriento,
como
cualquier
otro.
Sin
importar
a
donde
van
o
con
qué
propósito,
Antonio
se
siente
contento
en
compañía
de
su
papá
a
quien
admira
mucho.
Admirado
además
por
su
comunidad,
su
papá
es
un
hombre
grande
cuya
fortaleza
es
indiscutible.
Algunas
de
las
mujeres
que
les
pasan
por
el
lado
le
ofrecen
a
su
papá
una
encantadora
sonrisa
como
si
fueran
amigas
de
tiempos
aunque
Antonio
nunca
las
había
visto
antes,
ni
las
ha
visto
en
su
casa
de
visita.
El
papá
empieza
a
señalar
con
voracidad
a
algunas
de
ellas,
haciendo
a
Antonio
cómplice
de
su
secreto
de
habérselas
llevado
a
la
cama.
Antonio
nota
que
su
entusiasmo
coincide
con
el
de
su
papá
al
empezar
a
contar
a
estas
mujeres.
El
las
señalaba
con
la
frente
bien
en
alto
como
si
cada
una
representara
la
celebración
de
su
hombría.
Sólo
por
un
momento,
Antonio
se
siente
confundido
por
lo
irredimible
de
la
situación.
“Qué
sentiste
en
ese
momento,
Antonio.
Han
pasado
muchos
años
pero
parece
que
es
un
recuerdo
que
tienes
vivo
en
la
memoria.
Estando
en
ese
momento
de
confusión
cuando
piensas
en
tu
mamá,
¿qué
sientes?
Por
un
lado
se
siente
lleno
de
felicidad
por
tener
un
nuevo
vínculo
con
su
papá
al
confesarle
sobre
cosas
de
hombres
adultos.
Pero
por
el
otro,
al
pensar
en
su
mamá
Antonio
teme
de
las
consecuencias
de
ser
cómplice
de
su
papá.
Antonio
empieza
a
recordar
cómo
su
mamá
le
reclama
a
su
papá
sobre
“las
mujeres
de
la
calle”
mientras
el
papá
se
reía
y
le
decía
que
se
estaba
imaginando
cosas.
También
se
le
vinieron
a
la
mente
conversaciones
entre
su
papá
y
sus
amigos
quienes
lo
admiran
por
su
“don”
con
las
mujeres,
y
recordó
las
advertencias
de
su
papá
de
no
llevarse
a
la
cama
a
una
mujer
más
de
tres
veces
porque
empiezan
a
hacerse
ideas
en
la
cabeza.
Antonio
no
deja
de
sentir
pena
y
tristeza
por
su
mamá.
191
Sin
embargo
este
sentir
es
sólo
pasajero.
Un
torrente
de
júbilo
le
corre
por
su
cuerpo
adolescente
por
la
promesa
de
convertirse
en
un
hombre
que
otros
admiran
y
respetan
si
él
fuera
a
heredar
este
don
de
su
papa
con
las
mujeres.
En
mi
imaginación,
ésta
es
la
retórica
de
la
versión
del
machismo
de
Antonio;
esta
es
la
promesa
del
ego
machista:
entre
más
mujeres
tengas,
más
respetado
y
admirado
serás
como
hombre
entre
los
demás
y
los
costos
del
engaño
con
quien
tienes
un
aparente
compromiso
de
fidelidad
no
se
compara
con
los
frutos
de
la
promesa.
“Aunque
fue
solo
por
cuestión
de
un
momento,
¿qué
razones
les
das
a
la
pena
y
tristeza
al
pensar
en
tu
mamá,
Antonio?”
Para
Antonio,
esta
era
una
falta
de
respeto
al
compromiso
de
fidelidad
que
viene
con
el
matrimonio.
Le
parecía
además
una
burla
hacia
su
mamá
y
algo
que
le
estaba
haciendo
daño
aunque
ella
no
lo
supiera
con
certeza.
Al
igual
que
Elvira,
la
mamá
de
Antonio
era
una
mujer
fiel
y
dedicada
a
su
familia
y
el
considera
que
no
se
merecía
este
daño.
Antonio
nunca
habló
con
su
mamá
al
respecto
y
cuando
su
mamá
le
hacía
recriminaciones
a
su
papá,
a
Antonio
le
daba
amnesia
temporal.
“Entonces
la
versión
del
machismo
de
tu
papá
te
dio
un
sentido
de
pena
y
tristeza
por
tu
mamá,
quien
no
se
merecía
el
engaño,
pero
solo
fue
temporalmente.
Y
¿qué
sentiste
con
respecto
a
las
mujeres
que
caminaban
en
la
calle
a
las
que
tu
papá
señalaba,
indicando
que
habían
compartido
la
cama
con
tu
papá?
“No
sé.
Nunca
pensé
en
ellas.”
“Y
qué
crees
que
tu
papá
pensaba
de
ellas”
Antonio
no
recuerda
que
su
papá
las
llamara
por
sus
nombres.
A
veces
se
refería
a
ellas
por
algún
rasgo
de
sus
cuerpos
que
a
él
le
parecía
distintivo;
pero
no
recuerda
haberlo
escuchado
referirse
en
esos
términos
a
su
mamá.
Ellas
eran
un
logro
del
don
de
su
papá.
“Esto
es
lo
que
estoy
entendiendo
de
lo
que
me
cuentas,
Antonio,
déjame
saber
qué
opinas:
el
machismo
de
tu
México
asume
una
idea
de
que
hay
dos
grupos
de
mujeres.
A
un
grupo
le
pertenecen
aquellas
mujeres
como
quienes
tu
papá
señalaba
en
la
calle
por
los
rasgos
de
sus
cuerpos
que
se
poseen
en
la
cama
por
hombres
como
tu
papá,
sin
tener
que
saber
más
allá
de
sus
vidas
o
nombres.
Al
otro
grupo
le
pertenecen
mujeres
como
tu
mamá—y
tal
vez
como
Elvira.
¿Estoy
entendiendo?
Como
Antonio
está
de
acuerdo,
continúo.
¿Tú
compartes
esta
manera
de
categorizar
o
agrupar
a
las
mujeres
o
personas,
cambiando
el
valor
y
respeto
hacia
ellas
de
estas
maneras?
Antonio
me
mira
en
silencio
por
un
momento
y
confirma
que
aunque
él
no
comparte
esta
visión,
es
la
manera
en
que
él
se
ha
relacionado
con
varias
mujeres.
Para
Antonio,
192
esta
manera
que
agrupar
a
las
mujeres
va
en
contra
de
lo
que
dice
su
biblia
sobre
los
valores
de
la
igualdad
y
el
respeto.
Pero
aclara
que
él
no
había
pensado
antes
en
esto
desde
la
perspectiva
de
las
mujeres
con
las
que
su
papá
y
él
han
compartido
la
cama
fuera
de
su
hogar.
“Antonio,
se
me
ocurrió
algo
y
quisiera
consultarte
tu
opinión
sabiendo
del
ego
que
está
dentro
de
ti,
y
sabiendo
que
eres
un
buen
hombre
(esta
vez,
continúo
sin
chequear
sobre
su
disposición
tal
vez
porque
me
ardía
la
curiosidad).
Me
interesa
muchísimo
entender
lo
mejor
que
pueda
esta
idea
de
la
categorización
y
posesión
de
las
mujeres,
considerando
que
tú
y
Elvira
están
criando
a
dos
mujeres
y
un
hombre
dentro
de
sus
tradiciones
mexicanas:
Crees
que
hay
versiones
del
machismo
en
tu
México
que
llevan
a
los
hombres
a
categorizar
a
las
mujeres
de
una
manera
mucho
más
intensa
y
peligrosa,
tanto
así
que
la
mujer
es
vista
solo
por
su
cuerpo
y
su
potencial
sexual,
sin
importar
sus
nombres,
familias
o
vidas,
y
esto
resulta
en
actos
como
los
de
las
compañeras
de
Elvira
que
aparecieron
sin
vida
al
lado
de
la
carretera
al
ser
violadas
y
torturadas
antes
de
que
las
mataran?
Aunque
me
imagino
que
lo
que
llaman
el
femicidio
o
violencia
sexual
es
un
asunto
bastante
complicado-‐-‐como
lo
es
en
mi
país-‐-‐sería
muy
descabellado
asumir
que
estos
hechos
fueron
cometidos
por
hombres
quienes
tenían
deseos
machistas
de
poseer
los
cuerpos
de
estas
jovencitas
sin
saber
de
sus
sueños,
familias,
vidas,
etc.
Me
interesa
mucho
tu
opinión,
pero
antes
quiero
agradecerte
por
hablar
de
estas
verdades
que
me
estoy
imaginando
no
son
tan
fáciles
de
hablar
para
ti,
y
de
alguna
manera,
para
mí
también.
Talvez
pienso
esto
porque
estás
dando
testimonio
de
tus
verdades
frente
a
Elvira
y
frente
a
una
mujer
también
latinoamericana.
Antonio
refuerza
su
disposición
de
querer
hablar
con
la
verdad
y
me
agradece
por
mi
“ayuda.”
El
cree
que
es
posible
que
los
hombres
que
mataron
a
estas
jóvenes
no
las
vieran
como
nada
más
que
para
satisfacer
sus
deseos,
aclarando
que
estos
no
son
hombres
“normales”
sino
que
son
“producto
del
diablo”
y
que
sólo
están
en
este
mundo
para
hacer
daño.
Y
considera
que
es
posible
que
el
ego
y
el
orgullo
de
algunos
hombres
puedan
llegar
a
esos
extremos
de
negar
cualquier
valor
no
solo
de
las
mujeres
pero
de
cualquier
persona.
Antonio
introduce
la
importancia
de
estar
cerca
a
Dios
para
evitar
tal
violencia.
“Considerando
que
eres
papá
de
dos
mujeres
jóvenes
y
un
hombre
joven
de
la
misma
edad
que
tu
tenías
durante
ese
momento
en
que
viste
el
machismo
dentro
de
tu
papá
por
primera
vez,
y
que
has
traído
tus
tradiciones
de
tu
México
a
San
Antonio
para
criarlos
y
cumplir
tu
Sueño
Mexicano,
¿qué
has
hecho
con
estas
experiencias
en
términos
de
lo
que
les
has
venido
enseñando,
junto
con
Elvira?
Antonio
marca
algunas
diferencias
entre
su
papá
y
él.
Antonio
reflexiona
sobre
la
pena
(o
vergüenza).
Para
él
involucrar
a
su
hijo
en
sus
engaños,
y
peor
aún
a
sus
hijas,
sería
un
acto
penoso.
Teme
que
sus
hijas
sean
categorizadas
en
la
manera
en
que
él
lo
ha
hecho
con
otras
mujeres,
lo
cual
le
hace
pensar
que
le
debe
el
perdón
no
solo
a
Elvira
pero
también
a
otras
mujeres
a
quienes
no
las
consideró
como
tales.
En
este
momento
escribo
la
palabra
pena
a
través
de
la
línea
punteada
entre
el
Sueño
Mexicano
y
el
Machismo.
193
¿Y
qué
simboliza
esta
pena
para
ti
sobre
tu
disposición
a
promover
o
eliminar,
o
algo
más,
el
machismo
de
tu
México
de
la
categorización
de
las
mujeres,
bien
sea
en
tu
vida,
en
la
vida
de
tu
familia
y
en
otras
partes?
A
partir
de
esta
pregunta,
Antonio
reflexiona
sobre
su
sentir
a
partir
de
nuestra
conversación.
Para
Antonio,
sentir
pena
es
algo
que
él
no
había
reconocido
claramente.
Reconoce
con
más
familiaridad
la
culpa
que
viene
cargando
por
engañar
a
Elvira.
La
pena
para
Antonio
significa
entender
más
claramente
lo
erróneo
del
machismo
desde
la
perspectiva
de
sus
consecuencias
y
es
algo
que
no
quiere
traer
a
las
vidas
de
sus
hijas
e
hijo
y
quiere
erradicarlo
de
su
vida
con
Elvira,
lo
cual
ve
ahora
con
más
claridad.
A
su
manera
de
ver,
una
manera
de
reparación
de
sus
daños
es
la
de
asegurarse
de
que
su
hijo
no
continúe
con
esta
versión
del
machismo.
Al
terminarse
el
tiempo
de
nuestra
reunión
ofrezco
una
última
reflexión.
¿Por
decirlo
de
alguna
manera,
Antonio,
será
entonces
que
esta
pena
habla
de
una
disposición
de
engañar
o
traicionar
al
machismo
o
de
serle
infiel
a
sus
deseos
para
continuar
con
tu
Sueño
Mexicano.
O,
como
decimos
en
Colombia,
¿será
que
al
ego
le
salió
el
tiro
por
la
culata?
Durante
las
dos
siguientes
reuniones,
con
Elvira
y
Antonio
hablamos
de
las
iniciativas
de
Antonio
de
serle
infiel
al
ego
del
machismo
desde
mucho
antes
de
que
Elvira
confirmara
sus
sospechas
de
años
al
recibir
la
visita
de
una
de
las
mujeres
con
quien
Antonio
se
había
involucrado.
Estas
iniciativas
incluyeron
su
envolvimiento
con
grupos
de
estudio
de
la
biblia
en
la
iglesia
que
frecuentaban.
Aunque
Elvira
no
sabía
de
las
intenciones
de
Antonio,
si
había
notado
que
Antonio
había
dejado
de
ser
“posesivo”
y
“protectivo”
hacia
ella,
tanto
así
que
finalmente
Antonio
estuvo
de
acuerdo
que
Elvira
empezara
a
trabajar
por
primera
vez
cuando
su
hijo
estaba
en
edad
de
guardería.
También
hablamos
brevemente
sobre
el
concuño
de
Antonio
quien
ha
sido
una
figura
importante
en
los
esfuerzos
de
Antonio.
Amba/os
consideraron
al
final
de
la
cuarta
reunión
que
estaban
en
un
buen
lugar
para
continuar
trabajando
en
el
perdón
sin
la
necesidad
de
nuestras
conversaciones.
Siete
meses
después
de
nuestra
última
conversación
les
llamé
para
saber
cómo
estaban
las
cosas.
Sólo
pude
hablar
con
Elvira
quien
me
contó
que
aún
seguían
juntos.
Aunque
han
tenido
momentos
difíciles
en
su
relación,
los
han
podido
sobrellevar
y
por
lo
tanto
no
han
visto
la
necesidad
de
volver
a
terapia.
Antonio
continúa
con
su
grupo
de
la
iglesia
y
ella
confía
que
él
está
tomando
“una
buena
dirección”
en
su
vida.
Le
pregunté
a
Elvira
si
se
acordaba
de
lo
que
le
había
pasado
aquel
domingo
después
de
nuestra
reunión
al
sentir
la
presencia
de
las
mujeres
jóvenes
de
su
escuela.
Elvira
me
contó
que
con
frecuencia
siente
que
ellas
vienen
y
la
visitan
y
esto
la
conforta.
194
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211-‐
232.
196
Capítulo
8
Acercamiento
a
los
significados
de
salud
y
enfermedad
en
una
población
rural
de
Colombia:
Jongovito117
Heiman
Nupan
Criollo118
"No
podemos
desprendernos
por
entero
de
la
influencia
de
los
modelos
culturales
que
nos
enseñan
tanto
a
obedecer,
como
a
rebelarnos
(Gluckman,
1953);
ni
la
fecundidad
de
determinado
modo
de
pensar
depende
de
que
sea
o
no
convencional.
Un
modelo
es
fecundo
si
es
consciente
y
representa
una
sublimación;
y
es
estéril
e
inútil,
si
se
trata
de
una
defensa
inconsciente.
Aunque
no
podamos
ser
todos
genios,
sí
hay
muchas
maneras
de
evitar
el
ser
unos
tontos"
George
Devereux
(1977)
Resumen
En
el
presente
artículo
se
pueden
observar
como
los
significados
se
salud
y
enfermedad
en
una
población
rural,
Jongovito
(Colombia),
se
constituyen
a
partir
de
la
relación
con
su
contexto
sociocultural;
significados
que
se
distancian
de
los
estudios,
como
es
el
caso
de
la
salud
mental,
de
los
datos
estadísticos.
Dichos
significados
y
formas
de
tratamiento
se
cruzan
indistintamente
entre
la
medicina
occidental,
popular
y
tradicional.
Introducción
En
los
últimos
años
he
dedicado
mi
tiempo
al
estudio
de
las
“medicinas
tradicionales”.
El
interés
por
dichos
conocimientos
está
derivado
por
mi
contacto
con
personas
que
acuden
en
búsqueda
de
ayuda
ante
sus
“malestares
psicológicos”,
malestares
que
no
se
pueden
comparar
con
la
versión
de
“trastornos
mentales”
descrito
por
manuales
diagnósticos
como
el
DSM
o
el
CIE.
La
psicología
tiene
formas
particulares
de
investigar,
muchas
de
ellas
derivadas
de
las
Ciencias
naturales
o
Ciencias
exactas,
y
aunque
éste
no
sea
un
requisito,
el
uso
de
117
Este
capítulo
surge
de
la
investigación
“En
búsqueda
del
sentido:
del
malestar
a
la
cura”
(2014).
118
Psicólogo,
Universidad Mariana; Magister en Psicología-Eje temático Psicología Cultural, Instituto de
Psicología, Universidad del Valle. Actualmente es docente investigador en la Universidad Mariana (Pasto-
Colombia) Correo electrónico: hnupan@umariana.edu.co, masheiman@hotmail.com
197
metodologías
experimentales
y
estadísticas
son
las
que
predominan
hasta
nuestros
días.
¿Es
una
forma
adecuada
de
estudiar
la
realidad?
Cuando
se
trata
de
indagar
por
el
estado
de
la
salud
mental
de
un
país
como
Colombia,
por
ejemplo,
se
puede
buscar
El
estudio
nacional
de
salud
mental
(Ministerio
de
la
Protección
Social,
Colombia,
2003),
documento
que
hace
acopio
de
la
iniciativa
presentada
por
la
Organización
Mundial
de
la
Salud,
en
consorcio
con
la
Universidad
de
Harvard
y
ejecutada
en
Colombia
por
la
Fundación
FES-‐Social.
Se
realizó
así
un
estudio
de
prevalencia
en
una
muestra
probabilística
de
4.544
adultos
entre
los
18
y
65
años
de
edad,
residentes
de
5.526
hogares
urbanos
de
los
diferentes
estratos
socioeconómicos
de
60
municipios
de
25
departamentos
del
país.
Los
resultados
de
la
encuesta
muestran
que
alrededor
de
ocho
de
cada
20
colombianos,
tres
de
cada
20
y
uno
de
cada
14
presentaron
trastornos
psiquiátricos
alguna
vez
en
la
vida,
en
los
últimos
12
meses
y
en
los
últimos
30
días,
respectivamente.
Por
tipo
de
trastornos,
los
más
frecuentes
fueron
los
trastornos
de
ansiedad
(19.3%
alguna
vez),
seguidos
por
los
del
estado
de
ánimo
(15%)
y
los
de
uso
de
sustancias
(10.6%)”
(Ministerio
de
la
Protección
Social,
Colombia,
2003).
Este
estudio
a
nivel
estadístico
no
sólo
permite
ver
la
prevalencia
de
ciertos
trastornos
y
los
factores
asociados
con
los
mismos,
sino
también
apreciar
que
el
porcentaje
de
personas
que
son
atendidas,
no
supera
el
5%.
Además,
“entre
un
85.5%
y
un
94.7%
de
las
personas
con
algún
trastorno
mental,
no
acceden
a
algún
servicio
de
salud”
(2003).
Este
dato
es
significativo,
pero
no
desde
el
punto
de
vista
que
el
estudio
quiere
hacer
ver:
sobre
la
falta
de
promoción
de
la
salud
mental.
En
mi
interpretación,
se
refiere
a
esa
limitada
disposición
que
tiene
el
sistema
de
salud
colombiano
para
comprender
la
existencia
de
otros
tipos
de
dispositivos
a
los
cuales
las
personas
asisten.
El
problema
con
este
tipo
de
estudios
es
que
su
grado
de
confiabilidad
estadístico
es
“significativo”,
de
tal
manera
que
se
da
por
cierto,
primero,
que
la
muestra
es
representativa;
es
decir,
popularmente
hablando,
es
como
si
se
hubiera
adelantado
la
encuesta
a
todos
los
colombianos;
segundo,
por
ser
una
muestra
significativa,
tiene
la
“validez”
del
caso
para
trazar
políticas
públicas
en
búsqueda
de
disminuir
la
prevalencia
de
las
“enfermedades
mentales”
y
contribuir
con
planes,
programas
y
proyectos
de
intervención
para
favorecer
la
salud
mental
de
un
país.
De
igual
manera,
el
Modelo
de
Atención
en
Salud
Mental
para
el
Departamento
de
Nariño
(Colombia)
y
el
Manual
básico
de
Atención
primaria
en
salud
mental,
siendo
los
más
utilizados
por
las
instituciones
del
Estado,
para
atender
salud
mental
de
las
personas,
ninguno
de
estos
documentos
hacía
mayor
caso
a
aquellos
“síndromes
198
dependientes
de
la
cultura”119.
En
realidad
estaban
cargados
de
“cientificidad”
y
explicaciones
biologicistas.
Es
como
si
hubiesen
sido
realizados
para
un
tipo
de
individuos,
para
los
que
son
diagnosticados
y
tratados
por
modelos
psiquiátricos
(por
ejemplo
el
Diagnostic
and
Statistical
Manual
of
Mental
Disorders,
DSM);
en
ningún
momento
se
menciona
qué
hacer
en
este
tipo
de
casos
-‐
los
referidos
más
arriba
-‐,
aquellos
que
son
tratados
por
sistemas
de
curación
no
convencional
(llamados
popularmente
y
por
algunos
expertos,
“medicinas
tradicionales”).
Con
respecto
al
Estudio
Nacional
de
Salud
Mental
del
2003
realizado
en
Colombia,
hay
unos
interrogantes
por
considerar:
¿A
qué
se
debe
la
presencia
de
un
porcentaje
tan
elevado,
85.5%
a
94.7%,
de
personas
con
algún
trastorno
mental,
que
no
acceden
a
algún
servicio
de
salud?
¿Es
adecuado
anteponer
una
terminología
psiquiátrica
a
todos
aquellos
comportamientos
que
están
por
fuera
de
la
llamada
“normalidad”
dejando
que
sea
el
DSM
o
la
Clasificación
Internacional
de
Enfermedades
(CIE),
los
que
definen
qué
es
patológico
y
qué
no
lo
es?
¿Acaso
son
consideradas
en
este
tipo
de
estudios
las
particularidades
culturales,
al
momento
de
identificar
lo
que
es
anormal
o
patológico?
¿Las
estrategias
de
promover
conocimiento
en
determinadas
entidades
psicopatológicas,
a
través
de
manuales,
es
una
forma
adecuada
de
preservar
la
salud
mental?
¿Por
qué
no
se
hace
distinción
en
los
estudios
y
modelos
mencionados
de
otras
estrategias
que
las
personas
cotidianamente
usan
para
conservar
su
salud
mental,
o
a
lo
que
llaman
“estar
bien”?
En
el
caso
de
las
“prácticas
y
saberes
(alternativos)
relacionados
con
la
condición
de
salud
mental”
propias
de
“pueblos
indígenas,
población
de
ascendencia
africana
y
el
pueblo
ROM”
(Ministerio
de
Protección
Social,
Colombia,
2005),
no
exime
pensar,
primero,
que
existan
otros
tipos
de
dispositivos
que
culturalmente
las
personas
utilicen,
y
segundo,
tampoco
se
puede
negar
de
lleno,
que
a
las
prácticas
y
saberes
de
las
etnias
mencionadas
asisten,
también,
personas
de
las
zonas
urbanas
y
rurales.
Esto
abre
un
espacio
de
interés
a
todos
aquellos
estudios
que
buscan
reconocer,
en
la
diversidad
cultural,
formas
particulares
de
entender
el
significado
de
salud
y
enfermedad.
Además,
permite
considerar
la
existencia
de
dispositivos
diferentes
a
los
utilizados
por
el
sistema
de
salud
público
colombiano,
dispositivos
que,
no
cumpliendo
los
requerimientos
de
ser
científicos,
ocupan,
no
obstante,
un
lugar
importante
en
las
prácticas
culturales
de
las
personas
al
momento
de
buscar
la
sanación
o
la
cura.
Cotidianeidad
y
psicología
cultural
Mi
interés
en
este
capítulo
se
concentra
en
la
comprensión
de
ciertos
dispositivos
de
curación
que,
siendo
distantes
de
los
estudios
nacionales
y
regionales,
me
parecían
hasta
cierto
punto,
por
la
falta
de
conocimientos
en
la
materia,
de
gran
eficacia.
Y
que
119
El
DSM IV, en su Apéndice J, Guía para la formulación cultural y glosario de síndromes dependientes de
la cultura, no dedica más de seis páginas a dichos síndromes, dividiendo el apéndice en dos secciones: guía
para la formulación cultura y un breve glosario de los síndromes dependientes de la cultura.
199
encuentre
“eficacia”
en
otras
formas
de
curar
ciertas
enfermedades
no
era
una
simple
“fe
ciega”.
Había
dedicado
tiempo
–posterior
a
mi
pregrado
en
psicología-‐
al
estudio
de
ciertos
tipos
de
tratamientos
muy
diferentes
de
los
sugeridos
en
la
universidad,
y
en
los
cuales
había
encontrado
formas
distintas
de
tratar
determinados
“desequilibrios”.
De
esta
forma
empecé
a
enterarme
que
existían
otras
interpretaciones
de
los
significados
de
“enfermedad”.
Quien
fuera
mi
“maestro”
–
Servio
Tulio
Caicedo
–
explicaba
desde
la
medicina
tradicional
china
(MTCH)
que
la
llamada
“enfermedad”
física
y
mental
no
se
localizaba
en
un
punto
específico
como
se
estaba
acostumbrado
a
hacerlo
desde
la
medicina
alopática
o
convencional
(medicina
occidental);
la
enfermedad
era
un
“desequilibrio”
de
todo
el
“ser”:
cuerpo,
mente,
emociones
y
espíritu.
Las
diferencias
con
respecto
a
la
medicina
convencional
que
se
podían
observar
al
tratar
a
una
persona
a
través
de
la
MTCH
son:
primero,
que
existía
una
energía,
llamada
qi120
que
se
encuentra
en
el
universo,
incluyendo
nuestro
cuerpo;
segundo,
esta
energía,
en
el
caso
de
los
seres
humanos,
puede
debilitarse;
y
tercero,
el
qi
puede
ser
vuelto
a
su
curso
“normal”
de
tal
manera
que
quien
esté
“enfermo”
pueda
resultar
equilibrado
y
armonizado
después
de
haber
sido
tratado
con
algunos
de
los
tratamientos
que
ofrece
la
MTCH.
El
hecho
de
que
la
MTCH
no
localice
la
enfermedad
en
un
lugar
u
órgano
determinado
obedece
a
una
explicación
de
tipo
cosmológico.
El
ser
humano
está
en
plena
relación
con
la
tierra
y
con
el
cosmos;
y
esa
relación
es
llevada
para
comprender
el
funcionamiento
del
“cuerpo”
de
un
ser
vivo,
incluyendo
el
del
hombre.
“Como
es
120
Los
términos utilizados hacen parte del uso corriente del lenguaje de la medicina tradicional china. A
pesar de su amplitud significativa, a continuación se presenta una breve explicación: qi (energía interna), jing
(esencia) y shen (espíritu); todos tienen una relación estrecha con la filosofía china; no se puede aislar ningun
concepto por fuera de dicho universo. El Dr. Jang Jwing-Ming se refiere a ellos en su libro La raíz del Chi-
Kung chino (2006, p. 49-94). Tanto jing, qi como shen pueden tener una variabilidad de significados de
acuerdo con el uso idiomático que se realice de los mimos. Jing se puede utilizar como “esencia”, es decir,
que está en todas las cosas, incluido el cuerpo humano. Para el Dr. Jang Jwing-Ming “Cuando Jing se usa
referido a animales o a seres humanos, significa la fuente más original esencial de la vida y el crecimiento.
En los seres humanos, el Jing lo trasmiten los padres. El esperma se denomina Jing Zi, que significa la
esencia de los hijos”.
El qi se puede definir como “energía”, pero no hay que confundirla con el concepto de energía que se usa en
la ciencia exactas occidentales, como la causa de transformaciones físicas o químicas de la materia. El qi
dentro de la filosofía china es de un contenido bastante amplio, “es la fuerza natural que llena todo el
universo”; de allí que se especifique diferentes tipos de qi: qi celeste, qi terrestre, qi humano. En nuestro
caso, el desequilibrio del qi conlleva a la enfermedad y a la muerte. Ahora bien, para la medicina china el
“Chi (qi) y la sangre están estrechamente relacionados. Donde vaya el Chi va la sangre (...) se cree –continúa
el Dr. Yang – que la sangre es capaz de almacenar el Chi y que ayuda a transportar el Chi del aire a todas las
células del cuerpo”. El shen, al igual que los anteriores términos, tiene una variedad de usos, dependiente del
contexto en el que se aplique. Nos dice el Dr. Yang, “Shen puede traducirse como espíritu, dios, inmortal,
alma, mente, divino y sobrenatural”. Para él, el shen tiene plena relación con la mente; el shen como la parte
espiritual del ser no puede estar separado del funcionamiento del cerebro; de esta manera, “la mente genera la
voluntad, que mantiene firme el Shen”. En últimas, qi, jing y shen tienen una relación de coexistencia en el
ser humano; no se puede tratar de entender su importancia de manera particular; su imbricación es ineludible.
(Tomado del artículo Enfermedad y curación desde una perspectiva cultural de Heiman Nupan Criollo en
Revista UNIMAR Nº 57, 2011)
200
arriba
es
abajo”,
es
un
principio
que
no
se
puede
salvar
al
momento
de
tratar
a
una
persona
por
un
determinado
desequilibrio.
Para
los
“médicos”
chinos,
existen
“cinco
procesos
elementales”
que
se
encuentran
en
todas
partes:
fuego,
tierra,
metal,
agua
y
madera121 .
Estos
cinco
procesos
elementales
se
dan
en
el
universo
entero,
en
el
macrocosmos
(arriba);
en
la
tierra
y,
por
su
supuesto,
también
en
el
cuerpo
humano
(abajo).
Estos
“elementales”
son
utilizados
para
explicar
el
funcionamiento
de
los
órganos
internos:
el
fuego
al
corazón
(C)
y
al
intestino
delgado
(ID);
la
tierra
al
bazo
páncreas
(BP)
y
al
estómago
(E);
el
metal
al
pulmón
(P)
y
al
intestino
grueso
(IG);
el
agua
al
riñón
(R)
y
a
la
vejiga
(V);
y
la
madera
al
hígado
(H)
y
a
la
vesícula
biliar
(VB).
Ahora
bien,
para
los
médicos
chinos,
cada
órgano
tiene
relación
con
ciertas
“emociones”:
el
C
y
el
ID
la
alegría,
el
BP
y
E
la
preocupación,
el
P
y
IG
la
tristeza,
el
R
y
la
V
el
temor,
y
el
H
y
la
VB
la
ira.
El
nombre
de
cada
órgano
es
utilizado
para
identificar
los
principales
meridianos,
sumando
con
el
triple
calentador
y
el
pericardio,
un
total
de
doce.
Esto
no
quiere
decir
que
sean
los
únicos
meridianos;
hay
más,
pero
en
esta
ocasión
me
limitaré
a
ellos
como
una
forma
de
explicar
el
funcionamiento
del
cuerpo,
su
desequilibrio
y
su
retorno
al
bienestar.
Cabe
anotar
que
la
relación
que
existe
entre
los
procesos
elementales
y
los
órganos
es
simbólica
y
obedece
a
formas
arquetípicas
particulares
de
entender
el
funcionamiento
del
universo
desde
la
cultura
china.
La multidimensionalidad emocional desde la
Medicina Tradicional China
FUEGO
C9/ID19
ALEGRIA
MADERA TIERRA
H14/VB44 BP21/E45
IRA VG28/VC24
PREOCUPACION
PC9 TC23
AGUA METAL
R27/V67 P11/IG20
TEMOR TRISTEZA
Figura
1.
La
multidimensionalidad
emocional
desde
la
MTCH
Fuente:
Autor
(Adaptado
de
Kiew
Kit,
2003)
121
Estos
términos no pueden ser entendidos por fuera de la cultura china; es necesario ir hasta sus orígenes
para poder comprender su uso; digo esto, no con el ánimo de complejizar el asunto sino más bien de
poder
entender que, al tratar un determinado sistema de curación, se hace necesario explorar más allá del beneficio
que éste puede tener para conservar el bienestar (salud). Incluso la noción de “cuerpo” es totalmente
particular y dependiente de la cultura. Cuando los médicos tradicionales chinos dicen que no hay una
enfermedad sino un desequilibrio, esto obedece a su forma de entender el funcionamiento de cuerpo. El
cuerpo no es una estructura física, tampoco emocional, menos mental, por lo menos como estamos
acostumbrados los occidentales a entenderlo; y ahí radica, en últimas, su forma de diagnosticar y tratar. La
MTCH es más de carácter preventivo que curativo.
201
En
el
caso
de
darse
un
desequilibrio,
por
ejemplo,
a
la
altura
del
corazón,
éste
no
es
el
órgano
al
que
se
dirige
la
atención;
existe
una
“inter-‐creatividad”
y
una
“inter-‐
destructividad”
en
el
funcionamiento
en
conjunto
con
todos
los
demás
órganos
internos.
Esto
quiere
decir
que
quien
consulta
a
un
médico
chino
y
se
queja
de
tener
dolores
frecuentes
en
el
corazón,
éste
se
dirigirá
a
observar
(oler,
tocar
el
pulso,
observar,
etc.),
no
sólo
el
órgano
en
cuestión;
para
él
existe
una
relación
con
otros
órganos;
es
posible
que
esté
implicado
el
riñón
y
a
su
vez
éste
tenga
relación
con
estados
emocionales
de
temor.
¿Qué
hacer
en
este
caso?
El
médico
utilizará
todo
su
saber;
quizás
aplique
acupuntura
y
moxibustión122,
o
puede
recetar
algún
tipo
de
planta
medicinal
(fitoterapia);
en
otros
casos
recomiende
chi-‐kung123;
en
fin,
su
saber
experto
le
llevará
a
indicar
la
terapia
a
seguir.
Para
mí
fue
sorprendente
encontrar
este
sistema
de
curación.
Inicialmente
no
es
del
todo
comprensible;
incluso
toma
tiempo
lograr
entender
cómo
existe
un
tipo
de
energía
como
el
qi,
energía
que
puede
estar
en
cualquier
parte.
No
se
puede
asociar
la
noción
de
energía
utilizado
por
esta
medicina,
con
el
concepto
de
energía
de
la
física.
Lleva
tiempo
distinguir
las
diferencias
que
existen.
Que
el
qi
está
débil
o
está
demasiado
cargado
es
un
asunto
que
desde
la
MTCH
se
puede
resolver,
en
ocasiones,
con
el
uso
de
una
sola
aguja.
Si
alguien
me
pregunta
qué
tiene
que
ver
todo
esto
con
el
presente
capítulo,
muy
seguramente
no
se
podrá
encontrar
la
suficiente
conexión;
es
comprensible
ya
que
la
MTCH
es
un
sistema
de
curación
que
proviene
de
otro
lugar.
Sin
embargo,
este
sistema
se
ha
extendido
por
el
mundo
de
tal
manera
que
ya
no
es
difícil
encontrar
entre
nosotros
alguien
que
no
tenga
conocimientos,
o
al
menos
algún
tipo
de
información
al
respecto124.
Volviendo
al
tema
que
me
compete,
¿qué
relación
puede
tener
esta
medicina
con
los
sistemas
de
curación
tradicional
(colombianos)
y
la
salud
mental
(y
física)?
122
“Laacupuntura es una rama de la Medicina Tradicional China, que ya se practicaba en épocas remotas. El
término (del latín acus, aguja y punctura, punzada), acuñado por los jesuitas misioneros que visitaron la
China de siglo XVII y describieron el método, expresa sólo una parte del mismo, que debería llamarse
Acupuntura y Moxibustión, o simplemente “Aguja y Moxa” (Tchen-Ziú), de acuerdo con su nombre original.
Es un procedimiento terapéutico de ejecución aparentemente sencillo, pues consiste en la introducción de
agujas metálicas o en la estimulación calórica de ciertas partes de la piel”. Sin embargo, esto tiene toda la
complejidad del caso, ya que la aguja se introduce en ciertos puntos que ya están previamente determinados,
de acuerdo con el flujo de chi, en los diferentes “meridianos” que se extienden por todo el cuerpo. (Ver más
en: Sussmann, David. Acupuntura. Teoría y práctica. Buenos Aires: Editorial Kier S. A., 1976).
123 De acuerdo con el Dr. Yang Jwing-Ming, el Chi Kung se define teniendo en cuenta “que el Chi (qi) es
energía y que se encuentra en el cielo, en la tierra y en todos los seres vivos. En China, la palabra “kung” se
usa con frecuencia en lugar de “Kung Fu”, que significa energía y tiempo. Por consiguiente, la definición
correcta de Chi Kung es cualquier práctica o estudio relacionado con el Chi que requiere de mucho tiempo y
esfuerzo”. (Tomado del texto La raíz del Chi Kung Chino. Secretos del entrenamiento en Chi Kung.
Editorial Sirio, Barcelona, 2006, p. 33).
124
Hoy en día la medicina tradicional china no es del todo ajena en nuestro contexto colombiano; la misma
Universidad Nacional ofrece actualmente a los médicos, una Maestría en Medicina Alternativa. Allí se
enseña diferentes tipos de tratamiento, como la acupuntura y la moxibustión.
202
Pues
bien:
mientras
unos
sistemas
de
curación
tradicional
ingresan
a
nuestra
sociedad
formando
parte
del
menú
de
alternativas
(legales)
que
promueven
la
salud,
no
sólo
física
sino
también
mental
y
espiritual,
en
ese
mismo
contexto
se
encuentran
otros
sistemas
de
curación,
que
si
bien
no
guardan
las
mismas
proporciones
de
legalidad
y
acreditación
dadas
por
el
Sistema
de
Salud
del
Estado,
han
pervivido
en
el
tiempo.
No
se
habla
de
su
existencia
en
las
universidades
y,
en
el
caso
de
hacerlo,
no
dejan
de
ser
como
desde
la
psiquiatría,
más
precisamente
desde
el
DSM,
“síndromes
dependiente
de
la
cultura”,
a
los
cuales
poco
y
nada
se
les
presta
atención.
Me
estoy
refiriendo
a
sistemas
de
curación
por
santería,
médiums,
curanderismo,
chamanismo,
entre
otros;
sistemas
que
no
son
nada
despreciables
en
su
uso
por
las
sociedades.
Pasto,
ciudad
capital
del
departamento
de
Nariño,
no
es
la
excepción
en
el
uso
de
estos
sistemas
de
curación.
Algunos
expertos
en
la
materia,
como
Virginia
Gutiérrez
de
Pineda
(1985),
Carlos
Pinzón
y
Rosa
Suarez
(1992)
les
han
llamado
Sistemas
de
curación
“mágico-‐
religiosos”.
Este
tipo
de
sistemas
son
dependientes
de
la
cultura;
su
“eficacia”
no
se
debe
sólo
a
los
resultados
que
producen
al
momento
de
curar;
estos
sistemas
de
curación
están
estrechamente
ligados
a
la
cultura
que
los
individuos
comparten.
Planteado
de
esta
manera,
¿qué
me
llevó
entonces
a
interesarme
en
otros
tipos
de
medicina
que
están
por
fuera
del
Sistema
de
salud
colombiano,
y
que
si
lo
están,
se
especifica
quién
los
debe
usar
y
a
quiénes
se
debe
suministrar?
Una
vez
que
salí
de
pregrado
de
la
universidad,
me
encontré
con
ciertos
tipos
de
casos
que
no
eran
fáciles
de
explicar
desde
la
psicología
que
se
me
había
enseñado.
Hay
síntomas
que
a
nivel
de
la
psicología
(psiquiatrizada)
pueden
ser
confundidos
con
un
“trastorno
mental”:
un
“niño
espantado”
o
una
mujer
“ojeada”
(mal
de
ojo)
no
eran
el
tipo
de
síntomas
que
podían
caber
en
alguno
de
los
trastornos
comunes
del
DSM.
¿Eran
síndromes
dependientes
de
la
cultura?
Hasta
ese
tiempo
no
les
había
hecho
caso
a
esas
contadas
páginas
a
las
que
hoy
el
DSM
IV
dedica.
Así
hubiese
encontrado
alguna
explicación
etiológica,
no
habría
sabido
qué
hacer.
Decidí
entonces
aproximarme
a
entender
esos
“relatos”
(de
espanto,
ojeado,
etc.)
desde
la
MTCH.
Desde
esta
medicina
había
una
explicación
de
ciertos
aspectos
que
estaban
relacionados
con
el
temor
y
la
preocupación
que
producía
ese
tipo
de
“enfermedades”
y
las
cuales
podían
ser
tratadas
desde
ese
tipo
de
medicina.
No
obstante,
la
mayoría
de
las
veces,
mi
explicación
se
ajustaba
a
una
responsabilidad
que
se
asentaba
en
el
individuo:
era
su
mente
la
que
producía
ese
tipo
de
“alucinaciones”.
Era
eso
lo
que
podía
decir
desde
la
psicología.
En
el
mejor
de
los
casos,
no
encontrando
manera
de
explicar,
prefería
callar
y
recomendaba
ir
donde
alguna
persona
que
supiese
tratar
dichas
afecciones.
Por
supuesto,
mi
recomendación
no
era
gratuita,
yo
tampoco
había
sido
ajeno
a
ese
tipo
de
“ataques”.
De
mi
infancia
sabía,
por
mi
madre,
que
fui
“enduendado”:
En
una
cosecha
de
papas
que
tuvimos
en
Gualmatán,
debías
haber
tenido
como
2
años,
te
dejé
sentado
junto
a
un
árbol.
De
repente
empezaste
a
llorar,
yo
te
fui
a
ver,
y
allí
estabas,
tendido
en
el
piso.
Hice
a
levantarte,
entonces
me
di
cuenta
que
estabas
con
el
codo
derecho
fracturado.
De
repente
entraste
en
fiebre
y
cuando
llegamos
a
la
casa
decías
‘velo,
velo
ahí
está
y
gritabas
ahhhh’.
Para
entonces
llamamos
a
Don
Leonardo
Potosí
para
que
te
arregle
el
codo.
Él
te
lo
arregló,
y
tu
abuelo
Luis,
vuelta
te
sopló
con
203
tabaco
y
aguardiente.
Yo
me
acuerdo
–
continúa
mi
madre
–
que
en
una
de
esas
noches
me
soñé
con
el
duende;
era
un
hombrecito
pequeño,
nos
perseguía.
Entonces
íbamos
por
un
palo
de
madera
que
estaba
suspendido
sobre
un
hueco.
Ese
duende
se
acercaba;
tenía
los
dientes
podridos
y
se
reía.
Yo
no
sé
cómo
hice,
pero
hubo
un
momento
(en
el)
que
pude
alcanzarlo
y
lo
tiré
contra
ese
hueco.
Nunca
más
te
volvió
a
molestar.
Claro;
desde
allí
me
acuerdo
que
se
te
ponía
en
la
pretina
del
pantalón
unas
hojas
de
altamizo.
Ahora
bien,
ya
entrado
a
los
treinta
años
y
habiendo
realizado
los
estudios
de
Psicología,
creía
tener
una
mejor
explicación
de
ese
tipo
de
fenómenos:
todo
estaba
en
la
mente
de
las
personas,
era
el
cerebro
el
responsable
de
ello.
Por
lo
tanto
el
mejor
tratamiento
era
negarse
a
que
ese
tipo
de
entidades
(sobrenaturales)
existieran.
De
cierta
forma
creí
que
una
“explicación
científica”
era
mucho
mejor
que
esas
historias
“de
miedo”
que
se
narraba
en
mi
casa
y
en
las
de
muchas
otras
personas
de
la
localidad
(Jongovito)
con
las
que
yo
compartía.
Pero
esa
negación
no
era
suficiente;
ocasionalmente
me
dejaba
llevar
por
esas
historias.
Tengo
que
admitirlo.
Sólo
que
en
ese
momento
había
dado
entrada
a
la
“ciencia”;
ella
me
daría
mejores
explicaciones.
Una
vez
terminé
mis
estudios
en
MTCH
y
Ciencias
Bioenergéticas
me
sentí
más
preparado
para
atender
cierto
tipo
de
casos.
A
esto
había
que
sumar
que
en
aquel
momento
tenía
una
estrecha
relación
con
“mi
credo
de
fe”,
aquello
que
la
religión
católica
me
había
enseñado:
“Dios
estaba
conmigo”.
Recapitulando
lo
que
he
venido
tratando,
en
el
presente
capítulo
no
sólo
confluyen
intereses
personales,
que
por
supuesto
no
pueden
ser
obviados;
también
hay
razones
de
peso
al
encontrar
en
las
universidades
la
falta
de
interés
en
el
caso
de
la
salud
mental,
por
los
sistemas
tradicionales
de
curación.
Y
esto
va
más
allá,
porque
el
“saber
experto”,
desde
el
cual
se
elabora
políticas
y
programas
para
la
prevención,
promoción
y
atención
de
la
salud,
está
cargado
de
un
universalismo
científico.
Se
piensa
–
en
el
caso
de
las
enfermedades
mentales
–
que
la
aplicación
del
DSM
o
el
CIE
garantizan
el
diagnóstico,
pronóstico
y
tratamiento
de
la
enfermedad,
desconociendo
sobremanera
las
particularidades
culturales
que
le
corresponden
a
una
sociedad.
El
lugar
del
presente
artículo
no
es
encontrar
en
el
exotismo
de
los
sistemas
tradicionales
(sector
popular
y
sector
folclórico)
otro
tipo
de
universalismo;
es
más
bien
distinguir
la
diversidad
cultural
que
nos
atañe
a
todos
y
de
la
cual
dependemos
en
nuestra
vida
cotidiana.
De
esta
manera,
los
sistemas
de
curación
tradicional,
sin
tener
los
mismos
criterios
de
exigencia
científica
como
los
emitidos
por
la
American
Psychiatric
Association
(APA),
han
sido
conservados
en
diferentes
sociedades
a
través
de
la
historia.
No
pertenecen
a
sociedades
primitivas,
ni
tampoco
forman
parte
de
ese
tipo
de
historia
que
divulga
la
medicina,
en
las
que
las
prácticas
mágico-‐religiosas
son
asunto
de
una
época
en
la
que
la
ciencia
estaba
evolucionando,
quedándose
hoy
en
el
pasado125.
125
Sudhir
Kakar, psicoanalista, en su ensayo Psicoterapia y cultura: La curación en la tradición india (1990)
manifiesta tal inconformismo de la siguiente manera: “…parece insostenible el punto de vista evolucionista,
que también se remonta a la ilustración, según el cual los sistemas psicoterapéuticos de otras culturas se
encuentran en etapas incipientes y menos adecuadas del desarrollo de una comprensión psiquiátrica universal”
(p. 27)
204
Entonces…
¿Qué
relación
puede
existir
entre
estos
antecedentes
personales
y
la
pretensión
de
comprender
los
dispositivos
de
curación
a
la
luz
de
la
psicología
cultural?
¿Es
enteramente
personal
y
arbitrario
este
propósito,
o
tiene
algún
valor
de
carácter
científico
(en
el
sentido
de
la
contribución
a
una
ciencia,
en
este
caso
a
la
psicología
cultural)?
Cuando
se
trata
de
averiguar
qué
significan
la
salud
y
la
enfermedad
para
las
personas
en
la
cotidianidad
de
sus
vidas,
éstas
se
distancian
en
sus
respuestas
de
los
presupuestos
cientifistas
que
en
los
círculos
académicos
se
promulga.
En
el
caso
del
Sistema
de
salud
colombiano,
éste
concentra
su
atención
desde
el
modelo
biomédico,
desconociendo
las
particularidades
culturales
de
significación
de
las
personas
frente
a
la
enfermedad.
Me
concentraré
en
estas
diferencias.
Mientras
en
Colombia
el
poder
legislativo
y
el
ejecutivo
discuten
sobre
la
necesidad
de
realizar
ajustes
al
“sistema
de
salud”,
buscando
favorecer
la
salud
de
las
personas,
éstas
últimas
no
dejan
de
hacer,
en
la
búsqueda
de
su
bienestar,
lo
que
esté
a
su
alcance
para
contrarrestar
aquellos
estados
de
desequilibrio
que
aquejan
sus
vidas.
Esta
distancia
que
se
establece
entre
la
búsqueda
de
la
cura
y
todas
aquellas
opciones
que
el
sistema
de
salud
ofrece
a
las
personas,
es
de
lo
que
el
artículo
quiere
dar
cuenta.
Si
bien
no
me
concentraré
en
la
discusión
que
las
instituciones
estatales
vienen
adelantando,
asunto
que
demandaría
otra
dirección,
sí
aspiro
a
mostrar
que,
el
“cuidado
de
la
salud”
demanda
una
atención
más
profunda
que
implique
el
reconocimiento
de
la
diversidad
cultural
que
tiene
nuestro
país
(y
el
mundo).
Por
lo
tanto,
¿cómo
es,
que
quienes
están
enfermos,
acuden
a
otras
alternativas
diferentes
a
los
que
su
sistema
de
salud
estatal
les
ofrece?
El
presente
artículo
es
fruto
de
una
investigación
que
adelanté
en
Jongovito,
población
campesina
del
municipio
de
Pasto
(Colombia).
Cuando
hice
el
planteamiento
de
la
investigación,
mi
intención
era
encontrar
cuáles
eran
los
significados
de
salud
(mental)
y
enfermedad
en
el
corregimiento
de
Jongovito.
Dichos
“conceptos”
eran
de
mi
competencia
como
psicólogo,
se
supone.
Me
había
encaminado
inicialmente,
sin
saberlo,
en
la
disputa
acalorada
entre
la
mente
y
el
cuerpo,
la
psique
y
el
soma.
¿A
quién
le
corresponde
saber
de
uno
y
otro?
En
nuestro
medio,
¿al
médico
alópata
el
cuerpo
y
al
psicólogo
(médico
también)
la
psique?
Sin
embargo,
para
Helen
Haste
(1999)
“salud”
y
“enfermedad”
no
pueden
ser
entendidas
desde
un
único
lugar:
Así
pues,
definir
los
límites
de
la
salud
y
la
enfermedad
dependen
de
una
mezcla
de
criterios
físicos,
sociales
y
psicológicos.
Tener
fiebre,
dolor
o
náuseas
son
aspectos
del
hecho
de
estar
enfermo,
pero
más
importantes
son
el
bienestar
psicológico,
especialmente
el
“ser
uno
mismo”
y
el
ser
capaz
de
realizar
todas
las
funciones
de
la
vida.
Esta
comprensión
no
me
fue
clara,
sino
en
el
proceso
de
la
investigación;
en
el
trabajo
de
campo
en
los
tres
pueblos
que
visité
(incluido
el
lugar
donde
permanecí:
Jongovito).
Las
personas
que
consultaban
a
los
curanderos
no
sólo
llegaban
por
205
enfermedades
de
carácter
físico
o
psicológico;
no,
estaba
alterada
toda
su
vida,
incluyendo
su
actuación
social.
Incluso
a
veces
estas
personas
ni
siquiera
sabían
el
porqué
de
su
malestar.
Voy
a
retomar
el
siguiente
relato
de
una
mujer
de
Jongovito,
a
quien
llamaremos
Socorro,
cuando
su
madre
padecía
de
una
enfermedad
extraña
que
no
pudo
ser
curada
por
la
medicina
convencional
sino
por
el
curanderismo:
Un
olor
extravagante
que
era
todos
los
días
y
todo
el
día.
¿Dónde
estaba
el
olor?
Mi
papá
iba
a
traer
remedios,
droga
de
médico,
eso
peor
le
hacía
daño
y
[en
una
ocasión]
una
buena
señora
de
madres
de
familia
le
dijo
‘¿señorita,
usted
cree
en
las
brujerías?’
Yo
no
–
contestó
ella
–,
pero
cansada
de
que
ya
no
podía,
‘le
traigo’,
le
dijo,
‘le
traigo
una
señora
de
allá
del
[barrio]
Obrero,
se
la
traigo
para
que
la
vea’.
Y
entonces
se
la
llevó
y
le
dijo:
‘vea,
señora,
a
usted
le
han
hecho
daño
tras
del
portón’.
Pero
eso
sí,
le
había
dicho
la
ésta
[la
curandera],
que
eso
se
lo
iba
a
sacar.
Le
dio
la
contra,
le
hizo
cosas
y
le
hizo…
bueno,
dijo
mi
mamita,
ya
por
último.
Y
le
quitó
el
olor
del
perfume
y
le
quitó
todo
y
la
curó.
Ese
es
el
cuento,
todo
pasó,
casi
la
mata.
En
este
tipo
de
casos,
¿quién
responde:
el
médico
alópata,
el
psicólogo,
o
quién?
Pues
bien:
detallar
esto
no
es
poner
en
entredicho
lo
que
el
médico
profesional
o
el
psicólogo
pueden
hacer;
más
bien
es
abrir
la
posibilidad
de
comprender
la
salud
y
la
enfermedad
más
allá
de
los
límites
conceptuales
de
la
biomedicina.
Es
considerar
que
existen
otros
factores
sociales
y
culturales
que
brindan
posibilidades
de
“cura”
frente
a
los
sufrimientos
que
ocasionan
las
enfermedades.
Prácticas
cotidianas
en
el
cuidado
de
la
salud
En
los
dos
volúmenes
de
La
invención
de
lo
cotidiano,
Michel
de
Certeau
(2000)
(aunque
en
el
segundo
ya
no
estuvo
presente,
dado
que
falleció
el
9
de
enero
de
1986)
hace
referencia
a
las
“prácticas
cotidianas”;
aquellas
que
están
por
fuera
de
las
“estrategias”
de
las
estructuras
de
poder;
un
asunto
que
se
configura
en
la
noción
de
“artes
de
hacer”.
Cada
“usuario”
establece
sus
propias
“tácticas”,
sus
modos
de
hacer
y
utilizar
los
recursos
que
están
en
la
sociedad.
La
táctica
es
“un
cálculo
que
no
puede
contar
con
un
lugar
propio,
ni
por
tanto
con
una
frontera
que
distinga
al
otro
como
una
totalidad
visible.
La
táctica
no
tiene
más
lugar
que
el
otro…
Muchas
de
las
prácticas
cotidianas
son
de
tipo
táctico…”
Ahora
bien:
conocer
a
quién
le
corresponde
“saber”
de
la
salud
y
la
enfermedad,
se
considera
que
no
es
una
labor
enteramente
del
sistema
de
salud;
cada
quien,
dependiendo
de
su
contexto
social
y
cultural,
establece
ciertas
“estrategias”
y
“tácticas”
(de
Certeau,
2000)
para
restablecer
su
equilibrio,
su
bienestar
personal.
Es
como
si
existiesen
unas
formas
particulares
de
significar
la
salud
y
la
enfermedad.
Con
esto
no
estoy
negando
que
se
haga
uso
de
la
medicina
convencional
que
ofrece
el
sistema
de
salud
colombiano,
pero
tampoco
estoy
admitiendo
que
se
entienda
de
la
misma
forma
que
el
sistema
demanda.
Esto
que
estoy
haciendo
hasta
aquí,
es
ir
delimitando
cuál
es
el
“contexto”
sobre
el
que
me
desplazo
para
encontrar
el
sentido;
es
como
deslizarse
de
un
discurso
“oficial”,
el
206
del
sistema
de
salud
del
estado,
al
discurso
del
“hombre
ordinario”,
a
las
acciones
que
realiza
frente
a
los
episodios
de
enfermedad.
Michel
de
Certeau
(2000)
expone
que
el
“hombre
ordinario”
se
mueve
en
un
campo
distinto
del
que
los
mecanismos
de
producción
demandan;
en
su
everyday
life
(vida
cotidiana)
este
hombre
hace
uso,
a
su
manera,
de
lo
que
recibe
del
exterior;
es
como
si
evadiera
la
responsabilidad
que
el
sistema
acusa
de
estricto
cumplimiento
(sociedad
disciplinada).
El
sistema
de
salud
en
Colombia,
por
ejemplo,
establece
que
para
las
personas
del
régimen
subsidiado
existe
una
ruta
de
atención
para
quienes
padezcan
una
determinada
enfermedad,
empezando
por
el
diagnóstico
del
médico,
y
si
éste
ve
necesario
la
realización
de
exámenes
o
la
remisión
al
especialista.
Pero
esto
no
se
cumple
en
su
totalidad.
La
persona
que
padezca
una
enfermedad,
antes
de
llegar
donde
el
médico,
ya
ha
acudido
a
otros
dispositivos
para
tratarse.
Esto
quiere
decir
que
hace
uso
del
sistema,
pero
no
de
la
forma
que
éste
demanda.
Incluso,
en
ocasiones
utilizan
prescripciones
farmacéuticas
anteriores,
pensando
que
los
síntomas
son
los
mismos.
A
esto
se
le
ha
llamado
popularización
de
un
sistema
de
curación;
se
usa
sin
el
debido
seguimiento
de
los
protocolos
del
sistema.
Pero
el
asunto
aquí
no
es
abdicar
este
proceder;
es
más
bien
distinguir
que
hay
formas
de
hacer
uso
de
lo
que
el
sistema
de
salud
prescribe.
Según
Michel
de
Certeau
(2000,
p.
XLIII),
el
hombre
ordinario
establece
tácticas
para
resolver
las
pretensiones
del
panóptico 126
con
respecto
a
los
propios
usos.
Un
ejemplo
de
ello
es
la
respuesta
de
los
indios
del
“nuevo
mundo”
a
las
exigencias
que
hace
el
colono
español:
…cuál
era
el
equívoco
que
minaba
en
el
interior,
el
“éxito”
de
los
colonizadores
españoles
sobre
las
etnias
indias:
sumisos
y
hasta
aquiescentes,
a
menudo
estos
hacían
de
las
acciones
rituales,
de
las
representaciones
o
de
las
leyes
que
les
eran
impuestas,
algo
diferente
de
lo
que
el
conquistador
creía
obtener
de
ellas;
las
subvertían,
no
mediante
el
rechazo
o
el
cambio,
sino
mediante
su
manera
de
utilizarlas
con
fines
y
en
función
de
referencias
ajenas
al
sistema
del
cual
no
podían
huir.
¿Por
qué
tomar
la
noción
de
práctica
de
de
Certeau?
En
los
dos
tomos
de
“La
invención
de
lo
cotidiano”
el
trabajo
se
concentra
en:
“prácticas”
de
la
lectura,
prácticas
de
espacio,
maneras
de
habitar
un
barrio
y
el
ritual
de
cocinar
en
casa.
En
mi
caso,
considero
que
el
tratamiento
que
sigue
una
persona
(usuario)
que
presenta
un
estado
de
“enfermedad”,
el
acceder
a
sus
propios
“remedios”
para
curarse,
son
las
“maneras
cotidianas
de
hacer”,
que
están
por
fuera
del
sistema
de
salud
que
prioriza
el
Estado.
Precisamente,
en
la
investigación
encontramos
que
quienes
viven
en
126
El
panóptico, en Michel de Certeau, es la figura arquitectónica de Jeremías Bentham que Foucault
interpreta como un mecanismo de poder, capaz de ejercer vigilancia y control no sólo sobre los individuos
que están dentro de él, sino también sobre quienes se encargan de ejercer la función de vigilantes. “El
panóptico… debe ser comprendido como un modelo generalizable de funcionamiento; una manera de definir
las relaciones de poder con la vida cotidiana de los hombres (…) El panoptismo es capaz de reformar la
moral, preservar la salud, revigorizar la industria, difundir la instrucción, aliviar las cargas públicas, establecer
la economía como sobre una roca, desatar, en lugar de cortar, el nudo gordiano de las leyes de los pobres,
todo esto por una simple idea arquitectónica” (p. 209-210). Michael Foucault en Vigilar y castigar.
Nacimiento de la prisión. Siglo Veintiuno Editores, S.A. México, 1984.
207
Jongovito,
cuando
presentan
un
síntoma
de
enfermedad
(dolor
de
cabeza,
del
estómago,
de
los
huesos,
etcétera)
acuden
a
las
plantas,
prenden
velas
y
oran
a
sus
santos
de
devoción.
Socorro,
por
ejemplo,
cuando
su
ahijada
enfermó
de
un
fuerte
dolor
de
cabeza,
menciona:
…voy
a
comprar
velitas,
ceritas.
Cuando
se
va
Josefina
yo
corro
a
poner
las
velitas
al
Niño.
Y
cuando
ella
estaba
con
ese
dolor
de
cabeza,
¡madrecita!
le
pedía
yo
con
toda
el
alma,
y
le
vino
a
hacer
una
cosa
tan
sencilla,
que
le
hizo
bien…
‘Póngame
a
cocinar
un
agua
de
manzanilla’
[le
solicitó
su
ahijada],
¿qué
será?
–
dije
yo
–
¿qué
va
a
hacer,
será
que
va
a
tomar?,
¿qué
va
a
hacer,
Josefina?
[le
preguntó
Socorro.
Entonces
Josefina]
se
levantó
a
esas
horas
del
dolor
de
cabeza
y
se
fue
y
se
bañó
la
cabeza
con
el
agua
de
manzanilla
y
le
fue
pasando…
se
envolvió
con
una
toalla…
y
se
bañó
varias
veces…
y
con
eso
le
pasó.
Esas
prácticas
cotidianas
son
las
que
están
por
fuera
de
las
estadísticas;
los
datos
que
se
consigna,
como
el
estudio
de
las
enfermedades
mentales
citado
anteriormente
se
preocupan
por
la
prevalencia
y
por
las
estrategias
a
seguir
para
“controlar”
la
incidencia
de
dichos
datos.
El
significado
de
'enfermedad'
se
significa
de
manera
distinta
de
como
lo
hacen
los
manuales
de
diagnóstico
para
las
enfermedades
(por
ejemplo,
DSM
y
CIE
para
las
enfermedades
mentales);
de
igual
forma,
el
tratamiento
sigue
un
curso
distinto
en
la
vida
cotidiana
de
las
personas.
Así,
en
el
caso
de
las
prácticas
cotidianas
para
restablecer
la
salud,
éstas
se
inscriben
en
los
individuos
como
parte
de
la
herencia
cultural
que
dejan
los
otros;
en
este
caso,
a
través
de
procesos
de
socialización
primaria
y
secundaria,
desde
el
mismo
momento
en
que
nacen.
Son
prácticas
que
se
depositan
en
cada
uno
de
los
personajes
y
las
cuales
son
trasmitidas
y
reproducidas
con
su
congéneres.
En
los
relatos
y
las
formas
como
se
ejecuta
saberes
y
prácticas,
se
distingue
una
cultura
determinada,
la
cual
se
distancia
más
o
menos
de
los
discursos
que
gobiernan
una
sociedad.
Aun
la
estadística
–
nos
dice
de
Certeau
(2000,
p.
XLIX)
–
casi
nada
conoce
al
respecto,
pues
se
contenta
con
clasificar,
calcular
y
medir
en
cuadros
las
unidades
"léxicas"
de
las
cuales
estas
trayectorias
están
compuestas,
pero
a
lo
cual
no
se
reducen,
y
de
hacerlo
en
función
de
categorías
y
taxonomías
que
le
son
propias.
La
estadística
toma
el
material
de
estas
prácticas,
y
no
su
forma;
marca
los
elementos
utilizados,
y
no
el
"fraseo"
debido
al
trabajo
y
a
la
inventividad
"artesanales",
a
la
discursividad
que
combinan
todos
estos
elementos
"recibidos"
y
grises.
Al
descomponer
estos
"vagabundeos
eficaces"
en
unidades
que
define
ella
misma,
al
recomponer
según
sus
códigos
los
resultados
de
sus
desgloses,
la
encuesta
estadística
no
encuentra
sino
lo
homogéneo.
Reproduce
el
sistema
al
cual
pertenece
y
deja
fuera
de
su
campo
la
proliferación
de
historias
y
operaciones
heterogéneas
que
componen
los
patchworks
de
lo
cotidiano.
La
fuerza
de
sus
cálculos
se
sostiene
gracias
a
su
capacidad
de
dividir,
pero
es
precisamente
por
la
fragmentación
analítica
que
pierde
lo
que
cree
buscar
y
representa.
No
encontrando
cercanía
alguna
entre
los
datos
estadísticos
y
las
estrategias
y
tácticas
que
los
individuos
utilizaban
para
restablecer
la
salud,
siendo
más
cercano
su
actuar
a
208
formas
culturales
muy
particulares
de
su
contexto,
fue
cómo
la
investigación
tomó
mayor
significado
a
los
dispositivos
curativos
no
convencionales.
Pasé
de
describir
las
medicinas
tradicionales,
a
relacionarlas
con
las
diferencias
que
se
presentan
con
respecto
al
sistema
de
salud
del
Estado.
Y
si
bien
no
iba
a
especificarlas,
lo
que
encontré
me
dio
pie
para
buscar
con
mayor
sigilo
el
uso
que
hacían
en
Jongovito
de
los
dispositivos
de
curación
local.
¿Qué
estudia
la
psicología
cultural
y
cuál
es
su
relación
con
las
medicinas
tradicionales?
La
salud
mental,
la
enfermedad
o
la
patología
son
conceptos
aparentemente
de
conocimiento
de
toda
persona
en
una
sociedad,
como
acabamos
de
ver
en
el
anterior
apartado.
Asumir
desde
el
Estado
una
responsabilidad
de
trazar
políticas,
modelos
y
planes
para
la
salud
mental
y
física,
es
considerar
que
existe
una
concepción
universalista
al
momento
de
tratar
la
salud
y
la
enfermedad.
Son
aquellos
ordenamientos,
de
carácter
científico
los
que
llegan
a
reproducirse
en
cualquier
contexto,
en
la
vida
social
e
individual
de
los
colombianos.
Sin
embargo,
como
ya
mencionaba,
también
existen
en
las
culturas,
prácticas
y
dispositivos
particulares
no
convencionales,
que
son
usados
al
momento
de
restablecer
el
bienestar
o
la
salud
de
las
personas.
Las
prácticas
y
los
dispositivos
pertenecen
a
los
instrumentos
que
la
cultura
transmite
de
generación
en
generación,
los
cuales
son
utilizados
por
los
individuos,
para
curarse.
El
realizar
este
estudio
en
una
población
específica
(Jongovito),
es
buscar
aquellas
particularidades
culturales,
la
existencia
de
significados
y
sentidos
con
respecto
a
lo
que
se
considera
es
la
salud
mental
y
la
enfermedad,
y
los
mecanismos
que
utilizan
para
restaurar
sus
estados
“normales”
de
vida.
Ahora
bien:
lo
que
pude
observar
entre
los
jongoviteños
es
que
dicha
trasmisión
no
era
posible
si
entre
los
individuos
que
pertenecen
a
una
cultura
determinada
no
se
establecen
formas
de
hacerlo.
Estas
formas
implican
un
conocimiento
y
una
praxis
que
sólo
tienen
comprensión
de
manera
casi
exclusiva
entre
quienes
habitan
un
determinado
contexto.
Lo
que
hoy
es
cotidiano
en
el
hombre
ordinario,
es
posible
debido
a
la
interacción
de
factores
psicológicos,
sociales
e
históricos.
Estos
factores,
o
mejor,
como
los
llama
Helen
Haste
(1999,
p.
164),
estos
campos,
tienen
su
actividad
en
las
interacciones
que
los
individuos
desarrollan
de
generación
en
generación.
Haste
presenta
un
modelo
que
da
cuenta
de
la
interacción
de
dichos
campos
en
la
adquisición
de
reglas
por
parte
del
infante:
…el
campo
intraindividual
es
el
campo
colonizado
por
los
evolutivos
cognitivos;
la
actividad
del
individuo
al
reflejar,
consolidar
y
construir.
El
campo
interpersonal
es
el
área
de
la
interacción
diádica
y
de
los
pequeños
grupos,
donde
el
niño
participa
en
las
interacciones
sociales
que
constituyen
la
experiencia
de
un
concepto-‐en-‐acción,
y
donde
la
negociación
del
significado
con
otras
personas,
crea
un
desequilibrio
en
sus
propias
estructuras
cognitivas.
Además,
a
partir
de
estas
interacciones,
el
niño
recibe
información
sobre
el
marco
de
referencia
cultural
y
social
(…)
El
campo
sociohistórico
es
209
el
mundo
de
las
tradiciones
culturales,
la
justificación
y
la
explicación
claramente
definidas
y
esperadas.
Mientras
indagaba
sobre
cuáles
eran
los
dispositivos
no
convencionales
que
usaban
los
jongoviteños,
me
fui
dando
cuenta
que,
tanto
en
el
pueblo
como
en
los
lugares
donde
atendían
los
curanderos,
los
adultos
indicaban
a
los
niños
qué
ramas
traer
para
hacerse
“aguas
de
remedio”,
o,
en
otros
casos
los
niños
iban
también
como
pacientes
o
acompañantes
donde
los
curanderos,
tanto
si
su
ubicación
estaba
en
la
ciudad
o
en
los
pueblos
aledaños
(para
esta
investigación
la
ciudad
de
Pasto,
Nariño
o
Catambuco).
Si
se
les
preguntaba
la
razón
por
la
cual
usaban
plantas
para
su
curación,
la
mayoría
de
las
veces
respondían
“porque
la
abuela
nos
enseñó”;
de
lo
cual
se
puede
inferir
que
se
presenta
una
trasmisión
de
saberes
de
carácter
histórico.
Esto
ampliaba
mis
expectativas
de
investigador,
y
si
bien
esto
no
estaba
en
mis
propósitos
iníciales,
tampoco
podía
pasar
por
alto
dichas
observaciones.
Así,
fui
descubriendo
el
“sentido”
de
la
existencia
de
esos
sistemas
de
curación
que
se
usa
en
la
actualidad,
aunque
pase
el
tiempo,
muy
a
pesar
del
desenfrenado
universalismo
al
que
nos
supedita
el
modelo
biomédico.
¿Cuál
es
el
lugar
de
la
psicología
cultural
en
los
estudios
de
las
medicinas
tradicionales?
En
los
apartados
anteriores
se
puede
observar
una
estrecha
relación
entre
el
uso
que
hacen
los
individuos
de
las
medicinas
tradicionales,
y
la
cultura
a
la
que
pertenecen.
De
esta
manera
las
particularidades
culturales
de
las
que
he
hablado
frente
a
la
búsqueda
de
la
cura,
diferentes
de
los
postulados
del
modelo
biomédico,
se
acercan
a
los
conceptos
de
la
psicología
cultural.
Richard
Shweder
(1990)
expone:
La
psicología
cultural
es
el
estudio
de
la
manera
en
la
cual
las
tradiciones
culturales
y
prácticas
sociales
regulan,
expresan,
transforman
y
permutan
la
psique
humana,
lo
que
resulta
menos
en
una
unidad
recíproca
para
la
humanidad
que
en
divergencias
étnicas
en
mente,
si
mismo
(self)
y
emoción.
[Traducción
de
María
Cristina
Tenorio]
En
el
caso
de
las
prácticas
de
curación
tradicional,
éstas
permanecen
históricamente
en
la
vida
de
los
pobladores
de
las
comunidades
campesinas
del
municipio
de
Pasto,
si
bien
las
personas
de
esta
investigación
no
reportaron
con
precisión
de
cuándo
datan
dichos
usos;
lo
que
sí
es
claro,
es
que
guardan
una
relativa
coherencia
cultural
entre
quienes
buscan
y
quienes
asisten.
De
esta
manera,
si
estas
prácticas
son
cotidianas
entre
estos
individuos,
es
debido
a
que
existe
una
relación
recíproca
entre
ellos
y
su
cultura.
No
se
podría
decir,
en
momentos
de
enfermedad,
que
las
medicinas
tradicionales
están
“afuera”
de
quien
las
busca,
como
un
recurso
que
la
cultura
ofrece;
tampoco
se
podría
decir
que
la
decisión
de
tomar
una
planta
es
estrictamente
individual;
“el
practicante
y
la
práctica
que
realiza,
viven
juntos,
requieren
el
uno
del
otro,
y
dinámicamente,
dialécticamente
y
aunadamente
se
promueven
el
uno
al
otro”
(Shweder,
1990).
Desde
la
psicología
cultural,
el
asunto
de
la
medicina
tradicional
tiene
otra
comprensión,
diferente
de
la
que
asume
la
psicología
general:
el
de
la
búsqueda
de
universales
para
tratar
a
un
individuo.
Y
no
es,
que
no
se
busque
universales
en
la
psicología
cultural
–
nos
dice
Bruner
–.
Para
la
primera
tiene
mucho
sentido
que
este
210
tipo
de
intervenciones
esté
cargado
del
acervo
cultural
de
una
sociedad
determinada;
es
decir,
hay
particularidades
que
le
conciernen
recíprocamente
al
individuo
y
a
la
sociedad.
Tobie
Nathan
en
su
texto
“La
influencia
que
cura”
realiza
un
amplio
reconocimiento
de
la
eficacia
de
ciertas
terapias
diferentes
a
las
utilizadas
por
el
sistema
de
salud
occidental.
Su
formación
en
psicoanálisis
no
es
un
límite
para
observar
que
existe
una
necesidad
importante
en
el
momento
de
tratar
un
individuo;
es
preciso
distinguir
su
lugar
de
origen,
su
cultura
para
implementar
un
dispositivo
terapéutico
adecuado
(técnica).
No
todas
las
personas
que
presenten
algún
tipo
de
problema
a
nivel
de
su
salud
pueden
ser
atendidas
con
el
mismo
tratamiento,
sobre
todo
si
su
lugar
de
origen
es
distinto.
Aquí
entran
a
formar
parte
otros
factores,
que
es
también
necesario
tener
en
cuenta
para
comprender
las
diferencias
culturales:
el
lenguaje,
la
estructura
social,
la
historia,
etc.
En
el
texto
de
Anthony
Sampson
(2001),
“Etnoterapia:
¿charlatanería
o
eficacia
simbólica?”,
expone
la
necesidad
de
adelantar
serios
estudios
a
estas
terapias,
y
que
sería
una
falta
no
considerar
sus
particularidades
de
curación.
Su
ponencia
termina
de
esta
manera:
…es
indispensable
tener
en
cuenta
nuestro
contexto
socio-‐cultural
definido
por
la
Constitución
del
91
como
indiscutiblemente
pluralista.
Pero,
por
encima
de
todo,
no
debemos
confiar
ciegamente
en
la
victoria
definitiva
de
la
racionalidad
de
las
Luces.
La
resucitación
de
la
religiosidad
popular,
para
no
hablar
de
los
desconcertantes
fundamentalismos,
nos
obliga
a
tener
que
examinar
las
modalidades
de
las
racionalidades
divergentes
que
poseen
una
innegable
eficacia
práctica
y
que
no
se
dejan
reducir
a
la
etnocentrista
categoría
de
la
superstición.
“El
desencantamiento
del
mundo”
no
sólo
no
ha
sido
total,
sino
que
puede
expresar,
mediante
el
mecanismo
de
la
inversión,
la
nostalgia
de
los
dioses:
otro
legado
griego
no
menos
duradero
que
la
racionalidad.
Es
de
esta
manera
como
Haste
(2000)
lo
menciona:
“definir
los
límites
de
la
salud
y
la
enfermedad,
depende
de
una
mezcla
de
criterios
físicos,
sociales
y
psicológicos”,
asunto
que
implica
buscar
dichos
significados
más
allá
de
la
individualidad
de
la
persona;
no
se
puede
encontrar
los
significados
de
salud
y
enfermedad
desde
quien
busca
la
cura
a
sus
traumatismos,
ni
tampoco
en
la
exclusiva
intervención
del
curandero
sobre
éste;
se
hace
necesario
descubrir
el
“telón
de
fondo”
que
los
gobierna,
y,
de
cierta
forma
predispone
a
las
acciones
de
los
individuos,
del
paciente
y
el
curandero.
Sería
equívoco,
como
diría
Nathan
(1999,
p.
12)
de
la
psicopatología,
dejar
en
manos
de
una
disciplina
tal
compromiso:
Esta
disciplina
se
abocaría
al
estudio
de
la
individualidad
del
sujeto,
escindiéndolo
de
su
mundo,
al
punto
de
determinar
su
comportamiento
por
su
naturaleza
biológica…
(Y
yo
que
siempre
me
preguntaba:
“¿Y
por
qué
no
el
pueblo,
la
descendencia,
los
ancestros?”).
Algunos
elementos
constitutivos
de
la
persona,
como
su
“identidad
cultural”
o
“étnica”
(su
lengua,
sus
costumbres,
su
sistema
de
representación),
se
representa
siempre
como
exteriores
a
su
naturaleza,
como
las
vestimentas
para
el
cuerpo
o
las
mantillas
para
una
planta.
211
Así,
me
aventuré
a
acercarme
a
la
historia
de
Jongovito,
pero
no
tanto
desde
los
documentos
como
una
serie
de
datos
cronológicos,
cuanto
de
la
importancia
de
los
relatos
de
las
personas.
Quienes
buscan
curarse
de
sus
“dolores”
de
sus
“sufrimientos”
no
traen
consigo
sólo
“síntomas”;
con
ellos
viene
el
carácter
cultural
de
los
acontecimientos
de
sus
vidas,
las
cuales
no
están
arrojadas
en
el
vacío
de
la
existencia;
están,
por
el
contrario,
determinadas
por
lo
que
ha
sido
y
es,
su
“pueblo”,
su
“descendencia”,
sus
“ancestros”.
Nathan
establece
así
una
relación
triangular
necesaria
desde
la
etnopsiquiatría,
para
comprender
la
eficacia
de
las
terapias
tradicionales:
la
psicopatología,
las
prácticas
clínicas
y
el
entorno
social
del
paciente.
Por
supuesto,
cada
uno
de
estos
campos
tiene
un
lazo
de
unión
que
determina,
en
últimas,
una
relativa
coherencia
cultural.
Cuando
un
curandero
atiende
a
un
paciente,
establece
los
criterios
de
conocimiento
sobre
la
enfermedad
que
éste
“trae”;
el
primero
tiene
un
dominio
y
establece
un
diagnóstico
en
razón
de
lo
que
“dice”
el
segundo
o
de
lo
que
puede
“ver”
como
curandero,
pero
esto
está
íntimamente
relacionado
con
el
“origen”
del
paciente,
del
lugar
de
dónde
éste
viene.
¿Cuál
es
la
relación
del
individuo
con
respecto
a
su
cultura,
o
a
la
inversa:
cuál
es
la
relación
de
la
cultura
con
el
individuo
y
el
uso
que
éste
hace
de
los
dispositivos
curativos
frente
a
la
enfermedad?
Si
vuelvo
a
los
dos
relatos
de
Socorro
ya
descritos,
el
primero,
el
del
“daño”
del
cual
fue
sujeto
su
madre
y
el
segundo,
el
fuerte
dolor
de
cabeza
que
le
sucedía
a
su
ahijada
Josefina
(años
después),
en
los
dos
hicieron
uso
de
distintos
dispositivos
curativos
que
tenían
al
alcance
de
sus
manos:
fueron
donde
el
médico,
se
ayudaron
de
una
curadora,
utilizaron
plantas
que
conocían
y
también
se
“pidió”
a
los
santos
de
devoción
por
su
salud.
La
cultura
provee
las
“herramientas”
necesarias
para
que
una
sociedad
perviva.
Nathan
(1999,
p.
115),
después
de
una
intensiva
dedicación
a
la
clínica
y
a
la
investigación,
concluye:
“la
cultura
es
el
sistema
que
no
sólo
da
coherencia
al
espacio
social,
sino
también,
y
principalmente,
al
sistema
interior
de
los
individuos”.
Socorro
y
Josefina,
por
ejemplo,
toman
de
esas
herramientas
o
dispositivos
de
curación
populares
y
buscan
calmar
sus
dolores;
en
caso
contrario,
si
estos
no
funcionan
acuden
a
otros:
a
aquellos
curanderos
que
forman
parte
de
su
sociedad.
En
cualquier
caso,
bien
sea
que
se
tome
una
decisión
personal
de
tratar
un
estado
de
enfermedad
con
las
herramientas
que
se
conoce
o
se
busque
a
otro
individuo,
como
el
curandero
para
que
opere
frente
a
la
urgencia,
la
cultura
se
encuentra
allí,
presente.
Por
ello
no
se
puede
pensar
que
la
cultura
está
“afuera”
del
individuo;
la
cultura
forma
parte
de
los
mecanismos
psíquicos;
está
imbricada
a
la
vida
de
las
personas.
Todo
aquello
que
parece
tan
natural
en
nuestras
vidas.
Aunque
su
origen
–
nos
dice
Nathan
(1999,
p.
105)
–
esté
fuera
del
individuo,
esta
estructura
permite
ante
todo
moverse,
pensar,
amar
y
trabajar,
evitando
el
espanto
y
la
perplejidad.
Existe
siempre
una
palabra
para
nombrar
los
objetos,
las
experiencias
vividas;
existe
siempre
un
pensamiento
capaz
de
dar
cuenta
de
los
desórdenes
y
los
dolores.
212
Me
pregunto
qué
haríamos
ante
nuestro
sufrimiento
si
no
tuviésemos
la
posibilidad
tan
siquiera
de
saber
que
existe
algo
que
puede
aliviarlo.
Sin
embargo,
creo
que
cada
vez
que
la
modernidad
avanza
y
con
ella
las
disposiciones
normativas
del
Estado
que
se
ampara
en
el
modelo
biomédico
para
conservar
la
salud,
poblaciones
rurales
como
Jongovito
se
deshabitan
de
sus
conocimientos;
ya
“las
plantas
no
sirven
como
antes”.
Y,
en
muchas
ocasiones
la
medicina
alopática
tampoco
responde.
¿Dónde
quedan
estas
sociedades,
se
restan
de
sus
conocimientos
ancestrales,
pierden
el
vínculo
con
su
lugar
de
origen,
y
luego
qué,
quién
responderá
por
ellos?
Sistemas
del
cuidado
de
la
salud,
enfermedad
y
prácticas
de
curación
Según
de
Certeau,
el
hombre
ordinario
establece
tácticas
que
se
salen
de
los
ordenamientos
preestablecidos
en
un
sistema
social
dado;
el
“usuario”
en
su
mundo,
en
su
barrio,
cuando
tiene
que
ir
de
compras
al
supermercado,
en
lo
que
hace
al
momento
de
cocinar,
éste
decide
que
hacer.
Esta
invención
de
lo
cotidiano
es
la
que
he
utilizado
para
tomar
en
consideración
las
decisiones
que
las
personas
toman
al
momento
de
buscar
la
cura
por
fuera
de
lo
que
ofrece
el
sistema
de
salud.
Las
tácticas
para
aliviar
sus
dolores
van
desde
el
uso
de
plantas
curativas,
hasta
el
uso
de
droga
farmacológica
(no
recetada),
pasando
por
diferentes
tipos
de
terapias
tradicionales.
Esto
no
quiere
decir
que
en
algún
momento
no
decidan
acudir
a
un
médico
profesional
que
esté
dentro
de
la
ruta
de
atención
que
ofrece
el
sistema
de
salud.
Virginia
Gutiérrez
de
Pineda
(1985,
p.
11)
tomando
como
referente
el
modelo
del
cuidado
de
la
salud
de
Kleinman127
explica
cómo
el
“sector
popular”
es
en
últimas
el
que
se
encarga
de
activar
un
sistema
médico;
no
es
el
profesional
o
el
Estado
(considerando
las
recomendaciones
que
realiza
el
Modelo
de
Salud
Mental
para
Nariño)
el
que
dispone
lo
que
hay
que
hacer
frente
a
la
enfermedad:
[El
sector
popular]
desempeña
un
papel
trascendente,
pues
aunque
es
creencia
común
que
el
profesional
organiza
el
cuidado
de
la
salud
del
enfermo,
en
realidad
es
este
sector
el
que
le
activa
diciendo
cuándo
y
a
quién
consultar,
si
se
queja
o
no,
o
qué
tratamiento
decide
entre
varias
opciones,
cuándo
la
atención
ha
sido
efectiva
o
si
está
satisfecho
de
su
calidad.
En
este
sentido,
sus
funciones
constituyen
la
fuente
fundamental
y
determinante
más
inmediata
de
la
atención.
Aunque,
precisamente,
la
labor
del
“cuidado
de
la
salud”
que
el
Estado
ha
querido
asumir,
estimando
la
confiabilidad
científica
de
su
proceder,
parece
ser
la
más
adecuada;
el
reverso
de
esto
es
que
a
quienes
se
dirige
dicha
atención
también
están
en
contacto
con
otras
alternativas,
las
cuales
forman
parte
de
su
realidad
social.
De
esta
manera,
las
personas
no
solamente
atienden
los
conceptos
que
por
enfermedad
127
Para
Gutiérrez de Pineda, retomando a Kleinman, “el sistema de salud, que es un concepto, no una entidad,
está compuesto por un sistema de cultura local, integrado por tres partes sobrepuestas: el popular, el
profesional y los sectores folclóricos”. Medicina Tradicional de Colombia. Magia, religión y curanderismo.
213
se
tiene
desde
el
modelo
biomédico;
antes
de
ello
y
quizá
de
manera
primordial,
encuentran
las
explicaciones
que
han
elaborado
en
su
proceso
de
socialización
desde
su
contexto
sociocultural.
Kleinman
(1981,
p.
24)
asume
que,
como
varios
de
los
sistemas
culturales
estudiados
por
la
antropología
(religión,
lenguaje,
parentesco),
la
medicina…
…es
un
sistema
cultural,
un
sistema
de
significados
simbólicos
anclados
en
acuerdos
particulares
de
instituciones
sociales
y
patrones
de
interacción
interpersonal.
En
toda
cultura
las
respuestas
a
las
enfermedades,
lo
que
experimentan
las
personas,
su
tratamiento,
las
instituciones
sociales
relacionadas
con
el
tema,
están
sistemáticamente
interconectadas.
La
totalidad
de
estas
interrelaciones
es
el
sistema
del
cuidado
de
la
salud
[health
care
system]...
(La
traducción
y
los
corchetes
son
míos).
Este
modelo
no
excluye
la
posible
incidencia
de
los
factores
socioculturales
en
los
significados
que
puede
tener
la
enfermedad
y
la
búsqueda
de
la
cura,
como
evidentemente
si
lo
hace
el
modelo
biomédico
prevaleciente
en
Colombia.
El
modelo
de
Kleinman
es
útil
para
comprender
la
interacción
entre
el
paciente
y
el
médico
(curandero),
los
cuales
no
son
aislados
de
su
contexto;
al
contrario:
se
constituyen
por
influencia
de
factores
sociales
y
culturales.
El
paciente
asume
la
enfermedad
a
partir
de
patrones
de
creencias,
y
el
médico
por
su
parte
actúa
en
función
de
las
normas
y
cánones
establecidos,
cada
quien
en
función
de
su
contexto.
Este
modelo
es
muy
cercano
a
lo
que
he
venido
tratando:
la
posibilidad
de
que
cada
individuo
utilice
sus
tácticas
para
restablecer
la
salud,
de
alguna
forma
por
fuera
de
la
normalización
que
promueve
el
Estado.
El
sistema
del
cuidado
de
la
salud
es
el
concepto
marco
que
Kleinman
asume
para
poder
explicar
las
indistintas
trayectorias
que
trazan
las
personas
que
padecen
algún
tipo
de
enfermedad,
trayectorias
que
implican
moverse
entre
varios
sectores
que
están
superpuestos:
popular,
profesional
y
folclórico.
(Ver
Figura
2,
p.
38).
El
sector
popular
implica
la
primera
alternativa
del
cuidado
de
la
salud
que,
por
lo
general,
una
persona
toma
ante
un
estado
de
enfermedad.
En
este
sector
ella
asume
una
responsabilidad
enteramente
individual,
o
busca
recursos
que
están
dentro
de
la
familia,
sus
creencias,
el
contexto
más
próximo.
No
es
profesional
ni
especialista;
sin
embargo,
su
importancia
radica
en
la
capacidad
de
dinamizar
los
otros
dos
sectores:
el
profesional
y
el
folclórico.
El
sector
popular
es
al
que
menos
atención
se
le
presta
en
las
investigaciones;
no
obstante,
menciona
Kleinman
(1981),
en
Estados
Unidos
y
Taiwán,
el
uso
que
hacen
las
personas
de
sus
recursos
populares
ante
los
eventos
de
enfermedad,
se
encuentra
entre
el
70
y
90
por
ciento.
Ante
un
evento
de
enfermedad,
en
este
sector
se
seguiría
los
siguientes
pasos:
percepción
y
experimentación
de
síntomas,
distinción
y
evaluación
de
la
enfermedad,
especificidad
de
una
clase
particular
de
enfermedad
(aguda,
crónica,
perjudicial,
de
214
atención
médica
o
psiquiátrica,
etcétera)
y
finalmente,
decidiendo
qué
hacer
para
mejorar
el
bienestar.
Esto
puede
conllevar
a
uso
de
los
recursos
familiares,
de
los
que
por
tradición
se
ha
transmitido,
o
a
la
búsqueda
de
otras
alternativas
en
los
sectores
profesional
y/o
folclórico.
Puntos
de
interacción,
entrada
y
salida
Figura
2.
Sistema
Local
del
cuidado
de
la
salud:
sistema
interno
[Fuente:
Kleinman,
p.
50.
Adaptada
la
traducción
del
texto
para
la
presente
investigación]
Es
de
anotar
que
cuando
un
individuo
padece
estados
de
enfermedad,
su
papel
es
diferente,
de
acuerdo
con
el
contexto
donde
se
encuentre.
Así,
“un
individuo
es
un
‘miembro
de
la
familia
enferma’;
en
otro
contexto
un
‘paciente’,
y
en
otro
un
'cliente'”.
Cada
sector
establece
la
interpretación
de
la
enfermedad
y
los
cuidados
a
los
que
un
individuo
se
debe
someter,
desde
el
uso
de
“plantas
medicinales”,
como
es
el
caso
de
Jongovito,
hasta
la
salida
en
busca
del
curandero
o
del
médico
profesional
por
fuera
de
su
contexto
habitual.
El
asunto
aquí
es
cómo
ante
los
eventos
de
enfermedad,
el
individuo
que
sale
del
sector
popular
al
sector
profesional
y/o
al
sector
folclórico,
tiene
que
“traducir”
a
su
lenguaje
lo
que
le
están
diciendo.
Aquí
ya
vemos
el
bosquejo
–
nos
dice
Kleinman
(1981,
p.
53)
–
de
un
problema
hermenéutico
central
en
las
transacciones
clínicas:
hay
diferentes
interpretaciones
de
la
realidad
clínica
que
reflejan
diferentes
sistemas
de
significados,
normas
y
poder.
El
sector
profesional,
por
otra
parte,
admite
todas
aquellas
organizaciones
de
profesionales
de
la
salud,
legalmente
institucionalizadas,
las
que
se
encuentran
dentro
de
la
llamada
“medicina
científica
moderna”.
También
están,
en
otros
lugares
del
mundo
como
China
e
India,
medicinas
de
carácter
tradicional
que
han
sido
profesionalizadas
y
se
encuentran
dentro
del
mismo
sector
profesional.
Usualmente,
en
nuestro
medio
colombiano,
quienes
se
encuentran
en
este
sector
la
distinguen
bajo
el
nombre
de
medicina
convencional
o
medicina
alopática.
El
sector
profesional
se
diferencia
por
la
aplicación
de
tecnología
de
punta
en
los
países
desarrollados.
Pienso
que
la
implementación
del
modelo
biomédico
caracteriza
este
sector
y
deja
por
fuera
todo
aquello
que
se
considere
“no
científico”.
En
Colombia,
si
bien
hay
tipos
de
medicina
tradicional
profesionalizadas,
su
aprendizaje
215
se
restringe
exclusivamente
a
quienes
ostentan
el
título
profesional
de
médicos,
asunto
que
deja
por
fuera
no
sólo
a
los
especialistas
del
sector
folclórico
sino
también
a
sus
medicinas,
ya
que
las
medicinas
tradicionales
que
se
enseña
a
través
de
la
educación
formal,
son
la
medicina
tradicional
china,
homeopatía,
osteopatía,
quiropraxis,
entre
otras,
cualquiera
de
ellas
originaria
de
otras
geografías
distintas
a
las
locales.
Hay
que
anotar
que
la
Ley
1164
de
noviembre
del
2007
también
concede
legitimidad
a
las
medicinas
tradicionales
propias
de
los
diversos
grupos
étnicos,
“las
cuales
sólo
podrán
ser
practicadas
por
quienes
sean
reconocidos
en
cada
una
de
sus
culturas
de
acuerdo
a
sus
propios
mecanismos
de
regulación
social”
(Artículo
20.
Del
ejercicio
de
las
Culturas
Médicas
Tradicionales).
Algo
particular
de
observar
en
las
fronteras
de
cada
una,
medicina
profesional
y
medicina
tradicional
es
que,
la
primera
puede
llegar
a
cualquier
lugar
de
la
geografía
de
Colombia,
en
cambio
la
segunda
es
de
uso
exclusivo
de
las
culturas
originarias.
Kleinman
advierte
dos
procesos
con
respecto
al
sector
profesional:
“indigenización”
y
“popularización”.
El
primero
surge
a
partir
de
los
procesos
de
cambio
que
la
medicina
profesional
moderna
ha
asumido,
producto
de
su
llegada
a
las
sociedades
no
occidentales.
Estos
cambios
comprenden
el
sistema
de
conocimiento,
las
instituciones
del
cuidado
de
la
salud
y
todos
los
factores
que
incluyen
la
“realidad
clínica”.
El
resultado
es
la
remodelación
cultural
del
cuidado
clínico
profesional
a
un
grado
mayor
o
menor.
Se
puede
pensar
que
esto
es
lo
más
adecuado:
que
la
medicina
profesional
se
contextualice
de
acuerdo
con
las
culturas
donde
llegue;
sin
embargo
–nos
dice
Kleinman
–
su
nueva
orientación,
más
apropiada
a
las
condiciones
sociales
particulares
de
las
culturas
no
occidentales,
frecuentemente
no
es
del
todo
adecuada.
En
el
caso
de
la
“popularización”
“ciertos
aspectos
del
cuidado
profesional,
tales
como
los
conceptos
científicos
de
la
salud,
son
alterados
y
difundidos
después
de
que
ellos
entran
en
el
sector
popular”
(Kleinman,
1981)
y
el
sector
folclórico.
Hay
quienes
ante
un
evento
de
enfermedad,
después
de
que
fueron
formulados
con
droga
por
parte
del
médico
profesional,
“aconsejan”
a
otros
su
uso
sin
determinar
la
etiología
de
la
enfermedad
que
esa
persona
padece.
Incluso
hasta
los
curanderos
se
han
apropiado
de
ciertos
conocimientos
de
la
medicina
profesional.
En
el
sector
folclórico
se
encuentran
los
no
profesionales;
la
medicina
que
aplican
estos
curanderos
es
una
mezcla
indeterminada
de
varios
componentes,
los
cuales
están
relacionados
con
el
sector
profesional
y,
en
una
gran
proporción,
con
el
popular.
Por
ejemplo,
dos
curanderos
a
quienes
acuden
los
jongoviteños,
que
no
pertenecen
a
los
profesionales,
hacen
uso
del
lenguaje
de
la
medicina
facultativa,
al
punto
de
ir
dejando
por
fuera
las
comprensiones
que
por
enfermedad
tenían,
quienes
les
habían
enseñado;
con
todo
ello,
su
distinción
estaba
en
la
“técnica
terapéutica”
implementada
con
los
pacientes,
la
cual
conservaba
ciertas
particularidades
muy
propias
de
las
medicinas
tradicionales:
el
uso
de
plantas
medicinales,
las
“tomas”,
los
rituales,
la
implementación
de
“oraciones
religiosas”,
la
etiología
de
las
enfermedades,
etcétera.
Considero
que
esta
medicina
tradicional,
si
bien
puede
estar
relacionada
con
los
otros
dos
sectores,
la
particularidad
de
su
proceder,
más
explícitamente
del
curandero
216
como
tal,
está
reafirmada
en
su
“don”,
el
cual
siendo
distinto
para
cada
quien,
por
su
manejo
y
dominio,
se
distancia
del
saber
popular.
Ahora
bien:
el
modelo
conceptual
del
sistema
del
cuidado
de
la
salud
propuesto
por
Kleinman
es
útil,
como
decía
hace
unas
líneas,
hasta
cierto
punto,
sobre
todo
en
la
importancia
que
concede
a
la
realidad
social128
y
a
la
interacción
que
se
produce
entre
el
paciente
y
el
médico,
como
también
en
la
posibilidad
de
complementar
los
conocimientos
de
las
diferentes
medicinas.
Sin
embargo,
para
otros
estudiosos
como
Anatilda
Idoyaga
Molina
(2005,
p.
115),
algo
que
sucede
con
el
modelo
de
Kleinman
es
que
limita
la
posibilidad
de
incluir
otros
tipos
de
medicina.
En
el
caso
de
América
Latina,
el
curanderismo
y
el
chamanismo;
en
China
la
MTCH;
en
la
India,
la
medicina
ayurbeda
y
el
yoga,
entre
otras.
Las
condiciones
socioculturales
e
históricas
de
estas
formas
de
curar
son
muy
distintas
de
un
lugar
a
otro:
La
integración
de
todas
estas
medicinas
en
una
sola
categoría,
dificulta
el
análisis
de
la
incidencia
de
factores
sociales,
económicos,
étnicos
y
de
estilos
culturales
en
los
procesos
de
selección
y
combinación
de
medicina.
Estas
tres
categorías
no
reflejan
la
totalidad
y
complejidad
de
la
oferta
médica,
así
como
no
permite
dilucidar
a
que
sectores
va
dirigida.
Idoyaga
(2005,
p.
136)
expone
una
variedad
de
modelos
de
clasificación
de
las
medicinas
y
hace
una
crítica
a
cada
uno
de
ellos,
“desde
las
propuestas
–de
carácter
global
–
de
la
Organización
Mundial
de
la
salud
(en
adelante
OMS)
hasta
las
sistematizaciones
de
científicos
sociales”
(Wardwell,
Dunn,
Young,
Kleinman,
Menéndez,
Pascualino,
Press,
Good
y
Fulder).
El
sistema
etnomédico
de
Goos,
el
cual
tiene
influencia
del
modelo
de
Kleinman,
propone
la
siguiente
clasificación:
biomedicina,
medicinas
tradicionales
y
las
de
auto-‐tratamiento,
a
las
cuales
agrega
medicinas
religiosas
y
medicinas
alternativas:
Esta
clasificación
–
concluye
la
autora
–
nos
permite
dar
cuenta
de
la
incidencia
de
factores
culturales,
socioeconómicos,
étnicos
regionales,
niveles
de
instrucción,
del
tipo
del
mal
del
enfermo,
de
los
alcances
y
límites
de
la
biomedicina
en
el
tratamiento
de
diferentes
dolencias,
en
diferentes
regiones
y
en
diferentes
unidades
de
salud.
Estas
categorías
nos
permiten
distinguir
la
oferta
total
de
medicinas
de
un
área
local
(ya
fuere
de
población
homogénea
o
de
población
multiétnica
y
pluricultural)
de
las
medicinas
realmente
traslapadas…
Dicho
de
otro
modo,
las
posibilidades
que
brinda
la
variedad
de
la
oferta,
no
implican
que
todos
los
individuos
seleccionen,
prefieran
o
combinen
las
mismas
medicinas,
ni
que
las
selecciones
o
combinaciones
particulares
respondan
a
los
mismos
motivos.
128
La
realidad social tiene aspectos supremamente importantes, que es necesario distinguir: realidad
psicológica, el mundo interior de las personas; realidad biológica, la infraestructura de los organismos;
realidad física, las estructuras materiales y los espacios que conforman el entorno humano; el mundo social y
cultural; la realidad simbólica, el puente que media entre el mundo social y cultural con la realidad
psicológica y biológica; y finalmente, la realidad clínica, los contextos socialmente constituidos que influyen
en la explicación de la enfermedad y en el cuidado clínico (Kleinman, 1981).
217
Como
se
puede
observar,
existen
diferentes
formas
de
clasificar
los
tipos
de
medicina,
al
igual
que
diversas
explicaciones
frente
a
los
eventos
de
enfermedad
que
puede
tener
una
persona,
y
ello
depende
del
contexto
sociocultural
e
histórico
en
el
cual
sean
inscritas.
En
el
caso
de
Jongovito,
tanto
las
prácticas
de
curación
que
se
utiliza,
como
los
significados
de
enfermedad
y
salud,
sobrevienen
de
acuerdo
con
los
factores
socioculturales
e
históricos.
Es
de
resaltar
que
dichos
significados
son
entendidos
como
parte
de
los
sistemas
culturales,
es
decir,
que
son
las
explicaciones
que
las
personas
conceden
a
la
enfermedad,
y
los
tratamientos
que
adelanten
para
restablecer
la
salud.
Cualquiera
que
sea
la
etiología
que
explique
el
estado
de
enfermedad
y
las
acciones
que
se
tome
para
buscar
la
cura,
estarán
en
plena
relación
con
el
contexto
y
su
realidad.
Cuando
un
jongoviteño
enferma,
por
lo
general,
frente
a
sus
primeros
síntomas
(“dolor
de
estómago”,
“dolor
de
cabeza”,
“dolor
de
espalda”,
“no
puede
dormir”,
“vómito”,
“soltura”,
etcétera),
lo
que
hace
es
acudir
a
las
plantas;
con
ellas
elabora
“aguas”
para
calmar
los
“dolores”,
un
asunto
que
busca
resolver
y/o
restaurar
su
vitalidad.
Si
bien
ésta
no
es
una
regla
que
se
puede
generalizar,
las
plantas
que
usa
para
pretender
curarse
son
conocidas
porque
su
uso
se
ha
trasmitido
de
generación
en
generación;
esto
quiere
decir
que
forma
parte
de
los
recursos
con
los
que
cuenta
su
contexto,
de
lo
que
Kleinman
llama
la
“realidad
clínica”.
Por
ejemplo,
cuando
alguien
tiene
“dolor
de
estómago”
(dispepsia)
se
toma
agua
de
yerbabuena
(Mentha
viridis)129;
si
se
tiene
“gases
en
el
estómago”
(llenuras
estomacales)
se
toma
agua
de
manzanilla
(Matricaria
chamomilla);
para
cuando
está
“espantado”,
se
limpia
con
ruda
(Ruta
graveolens)
y
se
toma
agua
de
la
misma
planta
en
infusión.
El
uso
de
estas
plantas
y
otras
más
se
“enseña”
a
los
niños
en
sus
familias
desde
temprana
edad.
Ahora
bien:
en
un
segundo
momento,
si
se
puede
llamar
así,
cuando
los
“dolores”
o
“molestias”
persisten,
se
busca
la
ayuda
de
los
curanderos,
de
los
médicos,
de
los
vecinos
y/o
de
las
farmacias.
Así
se
establece
una
relación
que
también
es
importante
en
el
modelo
del
cuidado
de
la
salud
de
Kleinman:
la
relación
paciente
y
médico.
Pero
hay
que
considerar
que
este
encuentro
se
convierte
en
un
intercambio,
sobre
todo
en
el
caso
de
la
relación
entre
paciente
y
médico
tradicional
(curandero).
¿Por
qué?
Entre
el
paciente
y
el
curandero
existe
una
relación
de
reciprocidad
más
regular;
es
decir,
comparten
de
cierta
forma
factores
socioculturales
más
comunes.
El
modelo
del
cuidado
de
la
salud
presentado
por
Kleinman
me
es
útil
para
comprender
la
relación
entre
paciente,
médico
y
contexto,
lo
cual
no
significa,
por
supuesto,
que
dicho
modelo
129
Ver
más en el texto Plantas medicinales aprobadas en Colombia de Ramiro Fonnegra y Silvia Luz
Jiménez. Editorial Universidad de Antioquia. Medellín, 1999.
Quiero dejar una anotación aquí: las plantas que he utilizado como ejemplo no son originarias de las
Américas, sino que pertenecen a otros continentes. Esto es interesante, si se puede apreciar que estas plantas
que son comunes, e incluso se las llama tradicionales, no pertenecen a la cultura prehispánica; son
introducidas en el “Nuevo Mundo”, y luego asimiladas por la cultura indígena.
218
(concepto)
se
imponga
per
se
sobre
la
realidad
de
un
determinado
contexto,
en
este
caso
en
Jongovito,
ya
que
se
estima
condiciones
particulares
que,
en
el
manejo
cotidiano
que
hacen
las
personas,
pueden
variar
sus
aplicaciones,
como
lo
he
anotado
anteriormente.
Aparentemente
los
jongoviteños
manejan
dos
nociones
frente
a
las
medicinas
que
los
tratan:
los
médicos
profesionales
y
los
no
profesionales
(que
en
el
modelo
de
Kleinman
serían
los
que
se
encuentran
en
el
sector
folclórico);
sin
embargo,
entre
los
no
profesionales
se
establece
diferencias
de
acuerdo
con
la
especialidad;
se
podría
decir
que
hay
de
dos
tipos:
los
“sobanderos”
y
los
“curanderos”.
Los
primeros
para
“curar
de
los
huesos”;
en
el
caso
de
los
curanderos,
éstos
tienen
la
posibilidad
de
implementar
dispositivos
para
varios
tipos
de
enfermedad:
pueden
curar
enfermedades
físicas,
psicológicas,
de
influencia
agresiva
o
“daño”,
como
le
llaman,
también
por
ocasión
de
espíritus
(ánimas
de
muerto,
niño
auca,
duende,
la
viuda)
y
de
ataques
de
la
naturaleza
(mal
viento,
mala
hora).
El
término
de
“médico
tradicional”
no
es
muy
corriente
entre
los
jongoviteños;
cuando
se
pregunta
por
ello,
varias
personas
responden
creyendo
que
se
trata
del
médico
convencional.
Los
términos
más
comunes
para
esta
denominación
son
el
uso
de
los
nombres;
en
el
caso
de
la
presente
investigación
los
“Juanitos”,
el
Hermanito
Gregorio
y
el
Hermanito
Tomás;
no
se
acuña
ningún
apelativo
que
los
identifique.
Esto
debe
ser
por
la
“naturalidad”
con
la
que
se
acostumbra
a
ir
hasta
ellos.
Valga
la
clasificación
que
se
decida
tomar,
bien
sea
que
se
dé
uso
de
los
modelos
ya
elaborados
por
otros
investigadores,
o
se
recurra
a
nuevas
formas
de
organizar
lo
que
sucede
frente
a
la
decisión
por
parte
de
una
persona
para
buscar
la
cura
frente
a
la
urgencia
de
sus
dolores,
lo
importante
es
poder
comprender
cómo
las
personas
significan
la
salud
y
la
enfermedad
por
fuera
del
modelo
biomédico,
recurriendo
a
los
recursos
que
la
cultura
les
provee.
El
modelo
biomédico
por
su
parte,
traza
en
sus
“estrategias”130
normas
para
el
cuidado
de
la
salud,
en
las
cuales
se
incluye
formas
universales
de
conceptualizar
y
tratar
la
enfermedad,
dejando
por
fuera
precisamente
las
particularidades
culturales
que
explican
la
enfermedad
y
las
decisiones
que
las
personas
toman
para
curarse.
En
el
trabajo
de
campo
con
los
jongoviteños,
el
estudio
tomó
un
giro,
en
el
momento
en
el
que
intentaba
averiguar
por
las
patologías
que
afectan
la
salud
mental
de
las
personas,
pues
me
di
cuenta
que
estaba
forzando
esa
búsqueda.
Paradójicamente,
mi
proceder
se
atenía
a
la
función
del
psicólogo,
función
que
es
trazada
por
el
mismo
modelo
al
que
yo
criticaba.
Creía
que
debía
buscar
versiones
tradicionales
que
dieran
cuenta
exclusivamente
de
la
enfermedad
mental
en
un
individuo,
pero
no
las
estaba
encontrado.
Las
personas,
cuando
enferman,
no
padecen
un
cuadro
exclusivamente
mental
o
físico;
al
contrario,
su
estado
vital
incluye
dichas
dimensiones
y
otras
más:
su
relación
de
pareja,
la
responsabilidad
social
como
madre
o
padre,
como
trabajador,
su
lugar
en
la
familia,
sus
creencias
religiosas,
incluso
hasta
su
participación
en
la
comunidad.
130
De
acuerdo con Michel de Certeau este término se acuña más a las instituciones que están normalizadas
por un sistema de poder determinado.
219
Siendo
así,
se
puede
reducir
la
observación
de
un
estado
“anormal”
de
una
persona
con
una
nosología
convencional
que
deje
por
fuera
la
construcción
cultural.
El
caso
que
presenta
Roberto
Beneduce
(2006,
p.
90)
nos
ofrece
una
ilustración,
una
nosología
convencional
de
histeria
en
los
Dogón.
Una
vez
revisados
los
factores
de
su
realidad
social
se
constituyen
en
la
noción
de
ya-‐pilu:
La
noción
de
ya-‐pilu
en
los
Dogón,
que
impropiamente
el
diccionario
de
Kervran
(1982)
analoga
con
la
histeria,
se
encuentra
en
el
centro
de
una
compleja
red
de
reenvíos
simbólicos,
conflictos
(sociales,
religiosos,
morales,
de
género)
y
elementos
ambientales
que
se
anudan
en
el
interior
de
una
categoría
nosológica
de
escaso
cotejo:
la
de
ya-‐pilu,
o
“mujer
blanca”,
referida
a
un
conjunto
polimorfo
de
síntomas
psíquicos
y
orgánicos
en
pacientes
de
sexo
femenino
en
casi
la
totalidad
de
los
casos,
a
menudo
diagnosticados
a
través
de
uno
o
más
encuentros
de
adivinación.
El
periodo
en
el
que
surge
la
enfermedad
es
generalmente
el
puerperio,
pero
son
susceptibles
de
padecerla
también
mujeres
sin
hijos.
El
complejo
de
los
síntomas
se
interpreta
como
consecuencia
de
la
trasgresión
de
los
procedimientos
relativos
a
la
sepultura
de
mujeres
muertas
embarazadas,
o
de
las
reglas
que
la
mujer
tiene
que
respetar
en
el
periodo
inmediatamente
sucesivo
al
parto.
De
la
misma
manera,
un
papel
importante
es
atribuido
al
espíritu
errante
e
inquieto
de
una
mujer
muerta
durante
el
parto,
o
de
un
hombre
muerto
sin
haber
engendrado
hijos.
Si
no
se
establece
el
contexto
histórico
y
cultural
de
esta
nosología,
difícilmente
se
puede
lograr
captar
qué
hacer
frente
a
este
tipo
de
casos;
una
terapia
y
una
curación
adecuadas
dependen
de
ello.
En
el
modelo
de
Kleinman
podemos
ver
la
necesidad
de
distinguir
la
realidad
social,
los
aspectos
del
mundo
social
y
cultural,
el
lugar
tan
importante
de
la
mediación
de
la
realidad
lingüística
y
cómo
el
contexto
influye
en
lo
que
se
designa
como
enfermedad,
y
el
tratamiento
a
seguir.
Continúa
Beneduce,
con
respecto
a
este
tipo
de
casos
y
las
fronteras
a
las
que
se
ve
expuesto
el
modelo
biomédico:
…la
enfermedad
no
constituye
nunca
una
realidad
biológica
y/o
psicológica
separada,
individual,
sino
un
complejo
proceso
de
“construcción
social”
o,
según
la
fecunda
expresión
acuñada
por
Mauss
en
referencia
al
don,
un
hecho
social
total,
en
el
que
los
significados
se
negocian
y
se
comparten;
las
experiencias
se
narran
en
contextos
precisos
y
las
estrategias
de
curación
se
producen
dentro
de
vínculos
individuales,
culturales
e
institucionales
(Kleinman,
1987
y
1995;
citado
en
Beneduce,
2006,
p.
91).
Precisamente
en
mi
caso,
observaba
que
las
personas
de
Jongovito
que
acudían
a
los
curanderos,
estaban
equipadas
de
un
acervo
cultural
propio
de
las
sociedades
campesinas.
Su
consulta
empezaba
con
un
“dolor”
en
una
parte
orgánica
determinada
del
cuerpo
y
terminaban
solicitando
en
algunos
casos
“limpieza”
de
todo
su
“cuerpo”
para
la
“buena
suerte”.
Dependiendo
del
lugar
donde
fuera,
bien
sea
donde
los
Juanitos
o
donde
el
Hermano
Gregorio,
estos
curanderos
implementaban,
de
acuerdo
con
su
diagnóstico,
una
explicación
de
la
enfermedad
(física,
mental
y/o
espiritual),
y
el
tratamiento
adecuado.
En
el
caso
de
Robert
(uno
de
los
Juanitos)
por
ejemplo,
el
220
consultante
le
preguntaba
si
su
enfermedad
era
física
o
como
consecuencia
de
un
maleficio.
Entonces
yo
me
cuestionaba,
en
el
caso
de
que
fuera
un
maleficio,
cuál
sería
el
tratamiento
a
realizar,
si
se
concentraría
sobre
el
cuerpo
biológico,
que
es
donde
aparecía
la
lesión,
o
a
qué
lugar
dirigiría
el
tratamiento.
Así,
la
“cura”
como
una
búsqueda
por
restablecer
el
orden
de
normalidad
adquirido
por
la
cultura,
que
bien
puede
ser
físico,
mental
o
espiritual,
y
que
a
su
vez
no
puede
asumir
apresuradamente
una
distinción
fragmentada,
depende
de
los
significados
adquiridos
por
el
individuo
en
su
proceso
de
socialización.
En
el
caso
de
los
conocimientos
tradicionales
utilizados
por
los
curanderos
como
parte
del
restablecimiento
de
estados
de
enfermedad
de
los
individuos,
Sampson
(2001,
p.
8)
nos
dice:
…el
curandero
de
las
sociedades
tradicionales
no
pretende
en
absoluto
cobijarse
bajo
el
manto
de
la
respetabilidad
científica
y
no
invoca
la
racionalidad
-‐
en
su
versión
occidental
al
menos
-‐
para
fundar
en
ella
su
credibilidad.
Por
eso
no
tiene
ningún
sentido
calificarlo
a
él
y
a
sus
prácticas
como
irracionales,
como
suele
ser
la
tentación.
“Sólo,
a
priori,
podrían
llamarse
‘irracionales’
razonamientos
o
decisiones
que
afirman
inscribirse
en
el
marco
de
un
procedimiento
racional
determinado
y
que
ignoran
o
contradicen
las
exigencias
de
este
procedimiento”,
como
lo
dice
Isabelle
Stengers.
Pero
justamente
la
práctica,
la
acción
de
las
etnoterapias,
psíquicas
o
somáticas,
de
acuerdo
con
nuestra
dicotomía
milenaria,
no
pretenden
inscribirse
en
semejante
marco;
más
bien
están
regidas
por
sistemas
que
sólo
podrían
llamarse
racionalidades
divergentes.
En
ellas,
el
curandero
es
experto;
quiero
decir
que
se
trata
de
la
implementación
de
técnicas
específicas
y
no
meramente
de
una
difusa,
vaga
y
mal
definida
capacidad
de
sugestión.
Finalmente,
creo
que
las
nociones
de
salud
y
enfermedad
que
encontré
tanto
en
los
jongoviteños
como
en
los
curanderos,
no
están
suficientemente
demarcadas;
es
decir,
ante
el
padecimiento
de
una
enfermedad,
ellos
no
establecen
fronteras
para
determinar
si
pertenece
o
no
a
los
niveles
mental,
físico
y
espiritual.
Tal
parece
que
dicha
división,
al
menos
la
que
maneja
la
medicina
occidental
que
fracciona
por
partes
independientes
lo
físico
de
lo
mental,
no
es
clara
entre
estas
poblaciones
(y
sus
curanderos).
Precisamente
Richard
Katz
(1990,
p.
266),
en
el
estudio
que
hace
de
los
entornos
de
curación
entre
los
!Kung
del
desierto
de
Kalahari
y
los
nativos
de
las
Islas
Fiji,
avizora
un
futuro
en
que
tales
divisiones
sean
innecesarias:
Entre
los
!Kung
y
los
nativos
de
las
Islas
Fiji,
y
en
la
mayoría
de
las
culturas
tradicionales
no
occidentales,
no
hay
diferencias
significativas
entre
la
curación
“física”
y
la
“psicológica”.
(…)
Puede
que
esta
postura
conservadora
–
de
dividir
el
cuerpo
–
pronto
sea
innecesaria
al
haber
cada
vez
más
evidencias,
dentro
de
la
medicina
y
la
ciencia
social
occidentales,
de
una
confluencia
entre
los
elementos
psicológicos
y
físicos
de
la
curación.
221
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(1994).
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statistical
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Universidad
Autónoma
de
México.
Bruner,
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223
Capítulo
9
Estamos
en
guerra.
De
la
biología
de
la
violencia
a
la
psicología
social
de
la
Paz
Josep
Seguí
Dolz
Introducción131
“Estamos
en
guerra.
Mientras
no
se
firme
un
acuerdo
definitivo
de
paz
y
abandonemos
las
armas,
estamos
en
guerra”.
Miembro
de
las
FARC-‐EP.
La
Habana,
diciembre
2013.
“ETA
ha
decidido
el
cese
definitivo
de
su
actividad
armada”.
Declaración
de
ETA.
País
Vasco,
octubre
2011.
En
diciembre
de
2013,
durante
la
celebración
de
la
VI
Convención
Intercontinental
de
Psicología
en
La
Habana,
Cuba,
un
grupo
de
psicólogas
y
psicólogos
tenemos
la
oportunidad
de
reunirnos
con
representantes
de
las
Fuerzas
Armadas
Revolucionarias
de
Colombia-‐Ejército
del
Pueblo
(FARC-‐EP).
Es
una
reunión
no
oficial
aprovechando
la
coincidencia
de
las
Conversaciones
de
Paz
en
esa
ciudad
entre
los
miembros
de
la
citada
organización
y
los
del
gobierno
de
Colombia.
Escuchar
las
palabras
con
que
encabezo
este
capítulo
asusta,
la
verdad.
Asusta
aunque
los
miembros
de
las
FARC-‐EP
se
presentan
como
miembros
organizados
del
ejército
del
pueblo;
en
ningún
caso
como
miembros
de
un
violento
grupo
terrorista,
guerrillero,
asesino
o
similar.
Como
tales,
tienen
sus
propias
leyes,
algunas
de
las
cuales
nos
explican,
como
la
del
retiro.
Conforme
van
exponiendo
estas
y
otras
cosas,
este
que
esto
escribe
va
tranquilizándose,
aunque
durante
las
casi
dos
horas
que
dura
la
reunión
nunca
llega
a
alcanzar
su
estado
de
calma
más
o
menos
habitual.
El
comunicado
de
ETA
que
reproduzco
después
de
la
frase
de
las
FARC-‐EP
consiguió
que
muchos
españoles
hiciéramos
como
un
¡Uf!
Esta
vez
sí.
Esta
vez
la
sensación
de
calma,
tras
cincuenta
años
de
violencia,
se
siente
con
claridad.
131
En
este
texto
se
utiliza
normalmente
el
género
neutro
sin
que
ello
implique
ningún
tipo
de
discriminación
sexista.
224
Comparar
ambos
procesos
es
imposible.
Ni
sus
orígenes
ni
su
desarrollo
tienen
demasiadas
cosas
en
común.
Aunque
alguna
sí.
La
violencia.
No
voy
a
entrar
aquí
en
detalle
en
la
génesis
de
la
misma
en
estos
casos
en
concreto.
Necesitaría
un
tiempo
del
que
no
dispongo
para
documentarme
a
fondo.
Pero
he
querido
ilustrar
esta
breve
introducción
con
dos
casos
bien
conocidos,
bien
vivos,
bien
violentos
y
bien
tristes.
Mi
objetivo
en
este
texto
no
es
ofrecer
una
solución
–de
presente
o
futuro-‐
para
conflictos
de
esta
envergadura
o
similares.
Ni
siquiera
proponer
una
metodología
posible,
aunque
sí
que
explico
alguna
idea
más
o
menos
fundamentada.
Me
sentiría
a
gusto
simplemente
generando
algunas
reflexiones
en
quien
lo
lea
que
sean
críticas
hacia
cierto
tipo
de
verdades
comúnmente
aceptadas.
Este
es
un
trabajo
eminentemente
teórico,
aunque
intento
poner
por
aquí
y
por
allá
algún
ejemplo
que
amenice
un
poco
la
dureza
de
la(s)
teoría(s).
No
sin
atrevimiento
hago
alguna
propuesta
práctica,
sin
ánimo
de
que
se
convierta
en
un
método
seguro
y
verdadero.
Así,
si
el
lector
decide
continuar
leyendo
este
capítulo,
¿qué
encontrará?
Primero
intento
fundamentar
algo
que
no
por
seguramente
tener
bastante
sentido
no
vale
la
pena
volver
a
recordar:
la
violencia
es
siempre
generada
por
conflictos.
Es
posible
que
podamos
consensuar
una
definición
más
o
menos
clara
de
lo
que
es
el
conflicto
y
dedico
unas
cuantas
páginas
a
justificar
que
este
no
es
algo
natural
ni
determinado
biológicamente,
aunque
desde
las
trincheras
de
la
Ciencia
oficial
y
dominante
se
nos
intente
convencer
de
lo
contrario.
Ofrezco,
pues,
algunos
argumentos
que
puedan
ser
útiles
para
re-‐pensar
el
conflicto
como
algo
socialmente
construido.
Lo
que
no
quiere
decir
que
no
sea
cierto,
ni
mucho
menos.
Un
poco
más
adelante
abandono
el
campo
de
lo
biológico
–el
cerebro-‐
y
me
traslado
ya
al
de
lo
puramente
social.
Contextualizo
el
conflicto
en
entornos
como
los
comportamientos
colectivos,
los
movimientos
y
movilizaciones
sociales,
incluso
los
violentos
como
las
llamadas
guerrillas
urbanas.
Presento
todo
ello
desde
la
perspectiva
de
diferentes
teorías
psicosociales
propuestas
por
expertos
que
saben
mucho
más
que
yo
del
tema.
Paso
después
a
hablar
de
política,
eso
tan
temido
por
algunos
y
tan
odiado
por
otros.
Es
posible
que
temor
y
odio
en
este
caso
sean
lo
mismo;
la
misma
emoción.
Resumiendo
mucho
intento
mostrar
como
las
actuales
democracias
representativas
y
los
sistemas
globales
que
las
soportan
son
nuevas
formas
de
dictaduras
de
audiencias
elegantemente
vestidas
y
–no
siempre-‐
educadamente
armadas.
En
algún
momento
parece
que
justifique
la
actuación
de
las
guerrillas
(en
general;
no
me
refiero
a
ninguna
en
concreto)
o
la
violencia.
Dejo
la
interpretación
a
juicio
del
lector.
Pero
ya
digo
que
no,
que
no
lo
hago.
Y
como
muestra
de
que
no
lo
hago
a
continuación
propongo
estrategias
no
violentas
de
gestión
de
conflictos
basadas
en
pensadores
y/o
activistas
que,
como
siempre,
saben
mucho
más
que
yo.
Y
paso
a
continuación
a
reflexionar
muy
brevemente
cómo
225
algunas
de
estas
estrategias
pueden
aplicarse
también
a
la
atención
a
personas
que
ya
han
sido
víctimas
de
violencia.
Finalmente
propongo
que
cuando
los
actos
violentos
ya
se
han
dado
o
están
en
marcha
parece
que
el
perdón
es
una
buena
estrategia
de
reconciliación
y
de
construcción
de
una
Cultura
de
Paz.
De
acuerdo.
Pero
esto
no
es
una
verdad
universal,
por
lo
que
termino
el
capítulo
con
una
intensa
y
personal
reflexión
al
respecto.
Reflexión,
que
sigue
sin
ser
una
verdad
universal
(sic).
Pido
disculpas.
No
termino
el
capítulo
exactamente
con
eso.
Me
he
permitido
agregar
un
apéndice
dejando
volar
a
mi
imaginación…
Sin
duda,
todas
mis
propuestas
están
absolutamente
sujetas
y
abiertas
a
crítica
y
debate.
¡Ojalá
sea
así!
Conflicto
como
origen
de
todo.
El
quehacer
del
psicólogo.
In
memoriam
Ignacio
Martín-‐Baró132
“...
su
quehacer
(el
del
psicólogo)
tiende
a
centrar
de
tal
manera
la
atención
en
las
raíces
personales
de
los
problemas,
que
se
echa
en
olvido
los
factores
sociales
(...)
Con
este
enfoque
y
esta
clientela,
no
es
de
extrañar
que
la
Psicología
esté
sirviendo
los
intereses
del
orden
social
establecido;
es
decir,
que
se
convierta
en
un
instrumento
útil
para
la
reproducción
del
sistema.”
Martín-‐Baró,
Ignacio
(1998,
pág.
167).
No
hace
falta
ser
académico
para
consensuar
que
en
la
base
del
origen
de
toda
forma
de
violencia
está
el
conflicto.
Nuestros
antepasados
comunes
hace
unos
nueve
mil
años,
una
vez
empiezan
a
sedentizarse,
probablemente
generan
las
primeras
actividades
de
violencia
formal
–guerra-‐
a
causa
de
conflictos
intergrupos
por
los
recursos
alimentarios;
pero
también
–y
quizá
sobre
todo-‐
por
lo
primero
que
es
sagrado
para
ellos:
el
territorio.
El
territorio,
el
entorno
natural
y
naturalmente
poseído
es
fuente
de
recursos
–agua,
comida,
cobijo-‐;
pero
también
es
creador
de
identidad.
La
identidad
social
–y
seguramente
no
hay
otra-‐
es
un
compendio
de
símbolos
significativos
que
se
agrupan
en
torno
y
dentro
de
un
espacio;
espacio
simbólico
casi
inmóvil.
Quiero
decir
que
una
o
uno
puede
moverse
por
el
amplio
mundo
a
la
búsqueda
de
agua,
comida
o
cobijo.
Puede
incluso
adoptar
otro
territorio.
Pero
el
propio,
el
que
ya
era
de
sus
ancestros
y
será
de
sus
hijos
siempre
es
el
mismo.
Parece
comúnmente
aceptado
que
el
conflicto
es
algo
natural,
consustancial
a
la
especie
humana.
El
doctor
en
ciencias
sociales
y
profesor
español
Eduard
Vinyamata,
sin
embargo,
no
lo
contempla
así.
El
autor
enfoca
el
análisis
del
conflicto
desde
un
punto
de
vista
relacional,
llegando
a
afirmar
que
es
“…
el
resultado
de
un
error
en
el
desarrollo
de
nuestras
relaciones,…”
(2001,
pág.
14)
y
que
puede
afectar
no
sólo
a
la
degradación
de
las
mismas,
sino
también
a
su
progreso.
Entonces
no
sería
algo
132
Psicólogo
y
jesuita
español
asesinado
en
noviembre
de
1989
por
el
ejército
de
El
Salvador.
226
natural,
consustancial
a
la
forma
de
ser
humana.
Más
bien
sería
algo
que
se
construye
en
base
a
determinados
parámetros
que
no
son
universales;
aunque
suele
tener
que
ver
siempre
con
la
territorialidad;
sea
esa
social
o
aquella
aparentemente
individual
(conflictos
de
pareja,
por
ejemplo).
Y
digo
aparentemente
porque
–como
es
sabido-‐
desde
el
Construccionismo
Social
(punto
de
vista
que
asumo
en
este
escrito)
no
hay
nada
que
sea
individual.
Siempre,
en
cualquier
conflicto
u
otras
actividades
humanas,
encontramos
asuntos
sociales
en
marcha.
O
sea
asuntos
relacionales.
Asumo
este
punto
de
vista
no
biologicista
ni
determinista.
Aunque
parece
que
el
conflicto
es
algo
universal
y
común
a
todas
las
culturas,
entiendo
que
no
existe
El
Conflicto
en
sí,
sino
los
conflictos.
Existen
muchos
conflictos
y
a
muchos
niveles
–desde
el
micro
al
macrosocial,
por
utilizar
ahora
estos
términos,
aunque
no
son
excesivamente
de
mi
agrado-‐
que
no
pueden
ser
analizados
desde
un
único
punto
de
vista.
Se
me
hace
difícil
construir
una
definición
absoluta,
verdadera
y
que
pueda
generalizarse
del
término
Conflicto.
Más
que
a
la
raíz
de
la
palabra
atiendo
a
su
significado.
Los
psicólogos
sociales
norteamericanos
Eliot
R.
Smith
y
Diane
M.
Mackie
ofrecen
la
siguiente
definición:
“El
conflicto
es
la
percepción
de
la
incompatibilidad
de
los
objetivos:
lo
que
desea
una
parte
es
considerado
por
la
otra
parte
perjudicial
para
sus
intereses”
(1995,
pág.
600).
Obsérvese
detalladamente
la
definición:
“...
es
la
percepción
...
es
considerado...”.
Extraigo
que
es
algo
percibido
y
considerado,
y,
como
tal,
socialmente
construido.
Este
argumento
refuerza
mi
idea
de
que
el
conflicto
es
algo
social,
no
genético,
ni
predeterminado.
El
Conflicto
no
es
algo
estático
ni
predefinido.
Se
construye
día
a
día,
minuto
a
minuto;
y
se
va
redefiniendo
por
sí
mismo
en
su
constante
manifestación
procesual
en
el
seno
de
los
diversos
entornos
sociales.
El
significado,
pues,
del
conflicto
tiene
que
ver
con
la
imagen
que
la
persona,
grupo
social
o
institución
construye
del
mismo.
“La
gente
que
está
en
conflicto
percibe
y
reacciona
ante
la
amenaza
que
le
inspira
la
imagen
más
que
ante
la
valoración
realista
de
su
adversario”
(Beck,
1999,
pág.
31).
Esta
imagen
puede
ser
positiva,
contemplando
el
conflicto
como
una
puerta
abierta
a
posibilidades
de
cambio.
O
negativa,
dando
lugar
a
patologías
mentales
o
situaciones
de
institucionalización
de
la
violencia;
la
guerra,
por
ejemplo.
De
la
propuesta
de
Smith
y
Mackie
se
extrae
también
que
el
conflicto
afecta
a
los
objetivos
e
intereses
de
las
personas,
lo
que
Vinyamata
(1999)
llama
necesidades.
Objetivos,
intereses
y
necesidades
no
se
dan
en
el
aislamiento
sino
en
la
relación.
Desde
este
punto
de
vista
los
conflictos
afectan
a
las
personas
en
sus
múltiples
interacciones
cotidianas,
desde
las
más
íntimas
(identidad,
de
pareja,
familiares)
a
las
más
públicas
(entorno
laboral,
sociopolítico,
económico).
Si
los
conflictos
afectan
al
deterioro
de
las
relaciones
generan
no
pocos
problemas
tanto
mentales
como
sociales.
227
Por
otro
lado,
la
institucionalización
del
conflicto
tiene
que
ver
con
la
legitimación
del
Poder.
Sin
ejercicio
del
Poder
no
existe
Conflicto.
Los
poderes
públicos
se
autolegitiman
legislando
en
base
a
abstracciones.
Los
sociólogos
norteamericanos
Peter
L.
Berger
y
Thomas
Luckmann
afirman
que
"Cuanto
más
abstractas
resultan
las
legitimaciones,
menos
probabilidad
existe
de
que
se
modifiquen
según
las
cambiantes
exigencias
pragmáticas"
(1968,
pág.
150),
llegando
a
la
conclusión
de
que
ciertos
elencos
llegan
a
dedicarse
exclusivamente
a
legitimar
de
este
modo
la
conflictividad
social.
El
Poder
institucional
es,
consecuentemente,
fuente
constante
de
conflictos,
asentándose
en
ellos
y
ofreciéndose
como
la
solución
a
los
mismos.
Es
decir,
mi
idea
es
justo
la
contraria
a
la
que
comúnmente
se
aceptaría
en
cualquier
curso
o
análisis
de
Conflictología.
Lo
que
me
atrevo
a
decir
es
que,
El
Poder
Institucional
no
surge
como
una
intención
de
solucionar
los
conflictos
sociales
que
aparecen
por
naturaleza.
Más
bien
al
contrario
son
los
intentos
de
las
propias
instituciones
por
legitimarse
los
que
generan
los
conflictos
de
una
manera
artificial
y
respondiendo
a
oscuros
(o
no
tanto)
intereses
económico/políticos
y
de
dominación.
Si
el
conflicto
es
algo
percibido,
construido
socialmente,
¿será
suficiente
con
cambiar
esa
percepción,
con
deconstruirla,
para
eliminarlo?
No
siempre
es
tan
sencillo.
La
gestión
del
conflicto
es
tremendamente
compleja.
Precisa
partir
de
la
observación
de
la
cultura
popular
–de
los
usos
y
costumbres-‐
hacia
los
modelos
de
institucionalización
de
los
mecanismos
del
Poder.
Se
hace
preciso
utilizar
el
microscopio
analítico
para
detectar
los
procesos
implícitos,
muchas
veces
no
suficientemente
patentes,
del
conflicto.
Pero
no
es
bastante
con
poner
al
descubierto
sus
causas
y
orígenes.
Ni
siquiera
con
proponer
soluciones
más
o
menos
estereotipizadas
e
institucionalizadas
basadas
en
Derecho
y
Normas.
Entiendo
que
es
necesario
orientarse
a
las
soluciones
más
que
al
problema
en
sí,
dejando
de
lado
las
dicotomías;
admitiendo
las
diferencias
y
discrepancias.
Cuando
el
conflicto
se
hace
patente
se
ha
producido
un
deterioro
de
la
simbolización
relacional,
de
la
percepción
del
otro;
de
sus
objetivos,
intereses
y
necesidades.
Reconducirlo
apreciando
la
diversidad
y
discrepancia
no
es
tarea
fácil.
Entiendo
que
es
necesaria
la
intervención
de
todas
las
partes;
no
sólo
de
agentes
institucionales
externos
per
se,
quienes
al
final
lo
único
que
consiguen
es
agravar
o
perpetuar
el
proceso
conflictivo.
Digo
proceso
porque
el
conflicto
nunca
es
un
hecho
ni
una
cosa,
sino
–como
ya
he
adelantado-‐
algo
vivo
y,
como
tal,
en
constante
cambio;
sin
saberse
muy
bien
hacia
dónde
se
dirige.
Algunas
orientaciones
que
proponen
la
agencia
de
los
implicados
en
determinados
conflictos
son
la
Investigación
Acción
Participante
(IAP)
inspirada
por,
entre
otros,
Ignacio
Martín-‐Baró;
o
las
nuevas
Prácticas
Colaborativas
enfocadas
a
la
solución
del
problema
desde
el
“no
saber”
(Anderson,
1997)
y
la
participación
activa
y
equilibrada
de
las
partes.
Creo
que
estas
–y
más-‐
orientaciones
pueden
tener
algo
que
decir
en
el
228
campo
que
nos
ocupa,
el
de
la
violencia;
el
de
la
guerra,
como
propongo
un
poco
más
adelante
en
este
escrito.
En
cualquier
caso,
el
trabajo
del
psicólogo
–y
no
distingo,
siguiendo
a
la
psicóloga
norteamericana
Harlene
Anderson
(1997),
entre
social,
clínico,
organizacional,
comunitario,…-‐
tiene
que
ver
también
con
implicarse
en
la
lucha
contra
la
continuidad
del
sistema.
Seguramente
–a
pesar
de
la
claridad
en
este
sentido
de
las
palabras
de
Martín-‐Baró
con
que
inicio
este
apartado-‐
no
tiene
ninguna
obligación
de
hacerlo.
Seguro
que
puede
quedarse
encerrado
entre
las
cuatro
paredes
de
su
consultorio
escuchando
tristes
historias
de
infelicidad,
desdicha,
impotencia,
abandono,
trauma
y
similares.
No
me
cabe
la
menor
duda
de
que
con
su
sabiduría
y
experimentado
buen
hacer,
el
profesional
será
capaz
de
mejorar
todos
esos
síntomas
y
dolencias
de
sus
pacientes.
Eso
es
respetable
y
eso
es
lo
canónico
que
marca
la
profesión
sanitaria
y
clínica
como
delegada
del
poder
económico/político
establecido.
Pero,
y
siempre
en
mi
opinión,
eso
no
basta.
Es
preciso
salir
a
la
calle,
ver
qué
está
pasando
en
el
mundo,
implicarse,
comprometerse.
Seguramente
así
el
profesional
verá
que
todos
esos
procesos
–esas
tristes
historias-‐
no
son
fruto
más
que
de
tremendas
injusticias
sociales
y
conflictos
que
no
se
resuelven
en
el
cerebro
o
en
la
mente
individual.
¿Dónde?
Quizá
un
poco
de
eso
trata
este
capítulo…
¿Es
la
violencia
algo
natural?
La
determinación
biológica
Permítaseme
argumentar
mejor
mi
afirmación
contraria:
la
violencia
no
es
algo
natural,
innato,
genético,
ni
siquiera
predeterminado
social,
cultural
o
históricamente.
En
esta
ocasión
identifico
lo
natural
con
lo
biológico.
En
otras
ocasiones
seguramente
tendremos
tiempo
para
debatir
otras
identificaciones133 .
Parece
que
una
cosa
sería
la
agresividad
como
algo,
efectivamente,
biológico,
y
la
violencia
como
algo
más
social.
Los
etólogos
diferencian
los
términos
agresividad
y
violencia,
asimilando
el
primero
al
comportamiento
de
los
animales
y
el
segundo
al
de
los
humanos.
Partiendo
del
comportamiento
agonístico
-‐de
lucha
o
confrontación-‐
se
centran
en
que
la
agresividad
tiene
como
objeto
asegurar
la
territorialidad
y
la
jerarquización
de
quien
es
más
fuerte
o
también,
más
sabio.
Detengámonos
siquiera
sea
sólo
un
momento
en
el
concepto
de
jerarquización
social,
proceso
mediante
el
que
unos
animales
dominan
y
otros
se
subordinan.
Desde
Etología
el
Doctor
español
José
Luis
Sotillo
Ramos,
miembro
de
la
Academia
de
Veterinaria
Española134
establece
varias
clases
de
jerarquización:
a) la
lineal
(primacía
absoluta
de
un
individuo
sobre
el
grupo);
133
Teniendo
presente
que
algo
que
se
nos
aparece
como
histórica,
social
o
culturalmente
predeterminado
no
justifica
que
siga
siendo
así.
Es
decir,
que
algo
haya
pasado
siempre
no
determina
que
siga
pasando
siempre.
134
Conferencia
de
toma
de
posesión.
Madrid,
1981.
229
b) la
social
(en
escala);
c) y
la
triangular
(retroalimentada
entre
varios
individuos).
El
mismo
autor
intenta
establecer
bases
que
expliquen
el
comportamiento
agresivo
de
los
animales
y
el
de
los
humanos,
pasando
a
lo
que
sería
propio
de
estos
últimos:
la
violencia,
y
centrándose
en
el
caso
de
la
violencia
más
extrema:
la
guerra.
Si
más
arriba
he
tratado
de
argumentar
que
la
guerra
se
da
desde
antiguo
por
la
defensa
del
territorio
cuando
este
es
agredido
(invadido)
desde
fuera,
se
hace
preciso
recordar
que
la
territorialidad
en
los
humanos
no
puede
estudiarse
desde
las
ciencias
naturales
sino
desde
las
sociales.
Así,
una
cosa
es
el
instinto
agresivo
–y
defensivo-‐
que
quizás
aún
compartimos
con
el
resto
de
seres
vivos
y
otra
es
el
combinado
simbólico
cultural
que
constituye
todo
tipo
de
territorio.
El
instinto
agresivo
formaría
parte
de
un
primer
nivel
del
andamiaje
adaptativo
humano.
Y
de
eso
–de
instintos-‐
quien
firma
estos
papeles
sabe
más
bien
nada.
La
violencia
y
la
guerra,
aún
con
todas
sus
terribles
consecuencias,
poseen
una
enorme
simbología,
en
tanto
en
cuanto
el
territorio
es
simbólico;
aunque
no
solo
por
eso.
Y
el
nivel
de
análisis
semiótico
me
resulta
más
familiar.
La
jerarquización
natural
estaría
orientada
a
la
regulación
de
la
población
y
la
selección
de
los
más
aptos
para
la
supervivencia
y
la
reproducción
de
la
especie.
Aceptémoslo,
por
ahora.
Pero
si
esto
puede
ser
cierto
en
los
animales
no
tiene
absolutamente
ninguna
validez
para
justificar
la
jerarquización
social
humana
porque
Homo
Sapiens
sapiens
somos
portadores
y
productores
de
cultura.
Y
la
cultura
tiene
mucho
que
ver
con
nuestra
supervivencia
y
reproducción,
pero
no
en
un
sentido
evolucionista.
Los
razonamientos
basados
en
el
darwinismo
social
puede
llegar
a
justificar
ya
no
la
guerra,
sino
el
exterminio
de
los
más
débiles,
de
los
más
pobres
o
de
los
diferentes,
algo
probablemente
bastante
reprobable
desde
un
punto
de
vista
moral,
sea
lo
moral
lo
que
sea.
Las
diferencias
de
comportamiento
entre
hombre
y
animales
están
basadas
en
sus
diferentes
culturas,
considerando
estas
de
una
manera
muy
amplia
como
sus
diferentes
formas
de
adaptarse
al
medio
con
el
fin
de
sobrevivir
y
reproducirse.
El
animal
se
limita
justo
a
esto
último:
vivir
y
reproducirse.
El
humano
hace
mucho
más:
construye
el
mundo
a
su
gusto,
a
su
medida,
a
su
capricho.
La
diferencia
es
total.
De
acuerdo
con
el
profesor
español
Francisco
Javier
Vadillo
Olmo
(2009)
el
comportamiento
hace
referencia
tan
solo
a
lo
humano135
y
se
modula
por
la
cultura
y
la
inteligencia.
Es
por
ello
que
me
refiero
a
sus
diferentes
culturas
–las
de
los
animales
y
las
de
los
humanos-‐
contemplándolas
de
una
manera
amplia.
Según
el
profesor
compartimos
conductas
con
los
animales
–respuestas
básicas-‐
en
las
que
no
intervendrían
ni
la
cultura
ni
la
inteligencia.
135
La
conducta
sería
común
a
ambos.
230
Pero,
¿cuál
el
origen
filogenético
del
comportamiento
humano
en
comparación
con
el
de
la
conducta
del
resto
de
animales?
Muy
brevemente:
a) Parece
aceptado
por
la
comunidad
científica
que
el
ser
humano
es
el
más
débil
de
los
mamíferos.
De
no
haber
sido
por
una
evolución
filogenética
(y
también
el
desarrollo
ontogenético
individual)
en
la
que
hace
pronto
su
aparición
la
socialización
y
tecnología
como
uso
de
instrumentos
para
modificar
el
medio,
Homo
Sapiens
sapiens
hubiera
desaparecido
rápidamente.
b) Diferentes
especies,
los
delfines
y
las
vacas,
por
ejemplo,
se
adaptan
de
diferentes
maneras.
Ambos
son
mamíferos,
como
los
humanos.
Sin
embargo
viven
en
medios
muy
diferentes
y
han
construido
sus
diferentes
culturas
y
formas
de
comunicación
en
función
de
sus
necesidades.
c) Los
humanos
hemos
desarrollado
una
tecnología
muy
compleja
que
nos
permite
comunicarnos
de
manera
también
muy
compleja:
el
lenguaje
simbólico.
Y
esta
es
la
tecnología
más
potente
para
cambiar
el
medio
natural.
Mediante
el
lenguaje
se
transmiten
culturas
de
unas
generaciones
a
otras
multiplicando
las
posibilidades
previas
de
adaptación
y
cambio.
Cosa
que
no
ocurre
en
los
animales.
Al
menos
no
de
una
forma
tan
vertiginosamente
rápida
como
lo
ha
hecho
en
el
hombre.
d) El
lenguaje
es
una
forma
simbólica
de
comunicación:
precisa
de
elaboración
y
de
interpretación.
Aunque
en
su
desarrollo
y
funcionamiento
están
implicadas
diversas
áreas
corticales
del
cerebro
la
que
cumple
una
función
fundamental
es
la
corteza
prefrontal
mucho
más
desarrollada
en
los
humanos
que
en
los
no
humanos
(Sanmartín,
2008).
La
clave,
pues,
de
las
diferencias
entre
las
conductas
animales
y
los
comportamientos
humanos
estaría
en
este
mayor
desarrollo
de
esa
área
del
cerebro
humano:
la
corteza
prefrontal.
Área
en
la
que
se
procesa
la
simbolización
del
lenguaje
y,
a
su
través,
de
otras
capacidades
humanas
que
parecemos
no
compartir
con
el
resto
de
animales:
sentimientos,
ideas,
pensamientos,…
Asumo
mi
desconocimiento
de
esas
claves
biológicas
y
cerebrales.
Me
atrevo,
sin
embargo,
a
revisar
algunas
de
sus
propuestas.
Solicito
al
lector
su
benevolencia
ante
mi
desconocimiento
y
atrevimiento
que
no
son
baladís,
como
muestro
pronto.
231
Inhibición
de
la
agresividad
¿Quién
manda
aquí?
Diferencias
entre
la
amígdala
y
la
corteza
frontal-‐prefrontal136
Parece
que
la
amígdala
es
el
centro
vertebrador
de
la
conducta
agresiva.
Y
parece
que
la
agresividad
aparece
sólo
ante
el
miedo.
Esta
estructura
cerebral
modela
dos
tipos
de
reacciones:
a)
inconscientes;
b)
conscientes.
Las
primeras
son
mucho
más
rápidas
que
las
segundas.
Y
las
primeras
son
instintivas;
las
segundas
aprendidas.
En
el
primer
caso
(reacciones
inconscientes)
la
amígdala
envía
señales
mediante
determinados
neurotransmisores
a
ciertas
áreas
del
cerebro
[1)
sustancia
gris
periacueductual;
2)
hipotálamo;
3)
troncoencéfalo]
que
generan
las
siguientes
reacciones
y
conductas:
inmovilidad
(en
el
área
1);
aumento
del
ritmo
cardíaco,
la
presión
sanguínea,
la
palidez;
determinadas
hormonas
que
aumentan
las
reservas
de
energía
(en
el
área
2);
estado
de
vigilancia,
incremento
de
la
irritabilidad
(en
el
3).
En
esto
la
amígdala
actúa
igual
en
todos
los
mamíferos.
Además
(segundo
caso;
reacciones
conscientes)
la
amígdala
también
manda
señales
a
la
corteza
frontal-‐prefrontal;
la
que
nos
diferencia
del
resto
de
animales,
más
que
nada
porque
ellos
no
tienen.
En
esa
corteza
se
movilizan,
fruto
de
procesos
más
largos
y
complejos
que
los
hasta
ahora
vistos,
reacciones
también
mucho
más
largas
y
complejas,
además
de
reflexivas
y
conscientes:
ideas,
pensamientos,
sentimientos,
memoria
a
corto
plazo,
control
de
las
emociones.
Las
diferencias
fundamentales
entre
ambas
estructuras
cerebrales
parecen
claras:
- La
amígdala
genera
impulsos
hacia
otras
estructuras
que
producen
reacciones
de
tipo
inconsciente.
La
corteza
frontal-‐prefontal;
conscientes.
- La
primera
es
común
al
resto
de
mamíferos;
la
segunda
es
solo
propia
de
Homo
Sapiens
sapiens.
- La
amígdala
provoca
reacciones
innatas,
instintivas.
La
corteza,
aprendidas,
culturales,
sociales.
- Muchos
especialistas
diferencian
entre
agresividad
(fruto
de
las
reacciones
inconscientes)
y
violencia
(fruto
de
las
conscientes,
de
las
premeditadas).
136
Llevo
ya
unas
líneas
adentrándome
en
terrenos
resbaladizos
para
mí,
los
de
la
biología
y/o
neurología.
Y
sigo
haciéndolo
en
este
apartado.
Lo
que
pretendo
con
ello
es
destacar
el
discurso
oficial
con
que
se
nos
argumentará
desde
las
trincheras
de
la
Ciencia
dominante.
Por
diferentes
motivos
no
puedo
deconstruirlo
ahora.
Pero
sí,
al
menos,
hacer
algunos
apuntes
que
nos
permitan,
como
psicólogos
sociales
y/o
interventores
comunitarios,
avanzar
en
la
reflexión
de
que
las
cosas
no
son
como
siempre
se
nos
dice
que
son
desde
las
citadas
trincheras.
Justifico
así,
parcialmente,
mi
atrevimiento
por
hablar
de
asuntos
que
no
son
de
mi
especialidad.
232
¿Quién
manda
aquí?
En
un
primera
mirada
parece
que
la
amígdala.
No
solo
porque
es
el
centro
vertebrador
de
la
conducta
agresiva,
sino
por
su
rapidez
de
respuesta
ante
amenazas
externas.
Sin
embargo,
los
lóbulos
centrales
son
capaces
de
inhibir
dicha
conducta
modelando
las
reacciones,
digamos,
primarias.
En
este
último
sentido
parece
que
la
respuesta
se
inclinaría
hacia
la
corteza
frontal-‐prefrontal.
Permítaseme
una
breve
reflexión
en
torno
a
algunas
dudas
que
me
surgen:
¿el
miedo
es
innato?;
¿la
agresividad
es
sólo
fruto
del
miedo?;
¿existe
realmente
diferencia
entre
agresividad
y
violencia?;
¿llega
la
consciencia
a
controlar
absolutamente
a
la
inconsciencia?
Algunos
manuales
y
artículos
consultados
(Rosenzweig,
Leiman
y
Breedlove,
2001;
Tobeña,
2002)
muestran
su
acuerdo
en
el
innatismo
del
miedo
y,
por
tanto,
de
la
agresividad
como
mecanismos
de
defensa
hacia
las
amenazas
externas.
Sin
embargo,
esto
no
parece
ser
absolutamente
así.
Hay
otros
puntos
de
vista.
El
antropólogo
y
escritor
Ashley
Montagu
no
lo
ve
de
esta
manera,
llegando
a
afirmar
que
“los
humanos
no
tenemos
instintos
de
ninguna
clase”
(El
País,
14/08/83).
Desde
esta
opción
el
miedo
y
la
agresividad
no
tendrían
una
sustancia
innata
previa
a
la
experiencia,
sino
que
serían
fruto
de
aprendizaje.
Y
no
serían
universales,
sino
determinados
culturalmente.
A
partir
de
esta
postura
–que
comparto-‐
las
preguntas
que
acabo
de
hacerme
no
llegan
a
obtener
una
respuesta
definitiva,
pero
adquieren
otro
carácter.
El
ser
humano
sería
una
tabula
rasa,
siguiendo
a
los
filósofos
Tomás
de
Aquino
y
–más
tarde
John
Locke
o
David
Hume-‐,
a
merced
de
las
influencias
del
medio
y
sin
ninguna
predisposición
ni
siquiera
a
defenderse
de
las
amenazas
del
entorno.
El
miedo
se
aprende;
la
agresividad
también.
Las
diferencias
entre
la
agresividad
y
la
violencia
serían
de
matiz,
de
definición
(y
todas
las
definiciones
son
relativas
y
hacen
referencia
a
otras
definiciones;
no
son
verdades
absolutas).
Y
consciente
e
inconsciente
responderían
a
conceptos
distintos
a
los
tradicionales,
como
innato
y
aprendido.
Es
curioso
que
el
ser
humano
sea
el
mamífero
que,
con
gran
diferencia,
precisa
de
un
proceso
de
adaptación
al
medio,
de
los
cuidados
de
sus
progenitores
y
congéneres,
más
largo
de
todos
los
mamíferos.
El
proceso
hacia
eso
que
llamamos
la
maduración
y
la
independencia
es
muy
largo
y
complejo
(Rosenzweig
y
Leiman,
1992).
¿Por
qué?
Pero,
dejando
un
poco
de
lado
la
Filosofía
(aún
con
toques
de
Fisiología),
¿cómo
sería
el
proceso
de
este
aprendizaje?
Sin
entrar
en
asuntos
cognitivos
-‐sobre
los
que
el
que
sigue
escribiendo
esto
tampoco
sabe
nada-‐
por
algo
parecido
a
la
repetición.
La
repetición
formaliza
la
memoria
procedimental,
la
que
necesitamos
recuperar
de
forma
no
voluntaria
para
manejarnos
en
primera
instancia
con
el
exterior.
Este
tipo
de
memoria
–llamada
técnicamente
por
los
psicólogos
cognitivos
priming
y
que
a
diferencia
de
la
declarativa
no
es
explícita
y
cuyos
contenidos
no
se
hacen
patentes
lingüísticamente-‐
no
es
consciente
y
se
formaliza
mediante
condicionamiento.
Pero
que
no
sea
consciente
no
quiere
decir
que
sea
innata.
Ni
que
no
se
pueda
hacer
explícita
en
caso
de
necesidad.
Ni
que
no
se
pueda
modelar;
también
en
caso
de
necesidad.
En
este
sentido
el
priming
se
puede
modificar
bien
mediante
procesos
de
233
re-‐priming,
bien
por
procesos
de
aprendizaje
consciente,
más
complejos
que
el
repetitivo.
Discúlpeseme,
por
favor,
el
uso
de
estos
tecnicismos
de
orden
cognitivo.
En
estos
momentos
estoy
trabajando
humildemente
en
la
elaboración
de
lo
que
llamo
Una
Teoría
de
la
Intención;
teoría
que
se
fundamenta
en
supuestos
hermenéuticos,
narrativos,
relacionales
y
dialógicos
–o
sea,
construccionistas
sociales-‐
y
que
sustituiría
todas
estas
explicaciones
de
la
conducta
humana
desde
la
biología
y
lo
cognitivo.
Pero
mi
teoría
no
está
todavía
lo
suficientemente
fundamentada
como
para
ponerla
en
negro
sobre
blanco.
Aun
así,
me
atrevo
a
adelantar
que
desde
mi
punto
de
vista
sólo
habría
un
tipo
de
funciones
innatas
en
el
cerebro:
las
que
mantienen
el
funcionamiento
del
resto
de
órganos
necesarios
para
la
supervivencia
física.
El
resto
de
funciones
–incluyendo
el
miedo
y
la
agresividad-‐
serían
aprendidas.
La
dicotomía
innatismo/aprendizaje
desaparecería
de
nuestro
léxico.
Todo
es
un
asunto
de
intención;
de
puesta
en
marcha
psicosocial
de
aquello
ausente
pero
implícito,
usando
términos
de
las
Prácticas
Narrativas
(ver,
por
ejemplo,
White
y
Epston,
1980).
Del
cerebro
a
la
colectividad:
una
aproximación
construccionista
social
Propongo
ahora
ajustar
el
microscopio
epistemológico
y
ver
cómo
se
explican
los
comportamientos
colectivos.
En
definitiva,
si
hablamos
de
violencia
en
la
misma
están
implicadas
personas137 .
Pero
estas
no
están
solas.
Se
agrupan
en
torno
a
diferentes
intereses
colectivos;
el
territorio,
como
ya
se
ha
dicho,
uno
de
los
más
significativos.
El
objetivo,
entonces,
ahora
es
analizar
someramente
los
comportamientos
colectivos
y
sus
interrelaciones
desde
el
marco
teórico
del
Construccionismo
Social,
un
marco
antiesencialista,
anti
realista,
que
considera
el
lenguaje
como
condición
previa
al
pensamiento
y
como
forma
de
acción
social
y
que
no
comparte
con
la
psicología
clásica
la
idea
de
que
la
explicación
a
los
fenómenos
sociales
se
encuentra
en
la
psique
individual
o
en
las
estructuras
sociales.
El
Construccionismo
Social
postula
que
dicha
explicación
está
en
"…
los
procesos
interactivos
en
que
participan
de
una
forma
rutinaria
las
personas”
(Burr,
1995,
pág.
19).
Esbozo,
así,
algunos
argumentos
usables
desde
nuestras
propias
trincheras
que,
como
es
sabido,
distan
mucho
de
las
de
la
Ciencia
oficial
y
dominante.
Existen
diferentes
teorías
sobre
el
comportamiento
colectivo
-‐
las
del
contagio,
la
convergencia,
la
norma
emergente,
el
valor
añadido,
la
identidad
social,…-‐.
No
es
preciso
ahora
describirlas
todas
–y
más-‐.
137
Suelo
utilizar
el
término
persona
frente
al
de
individuo.
Este
último
tiene
que
ver
con
una
identidad
monolítica
difícilmente
pensable
desde
el
construccionismo
social.
El
término
persona,
por
el
contrario
engloba,
desde
mi
punto
de
vista,
las
historias
propias
y
ajenas
sobre
el
sí-‐mismo,
la
cultura,
las
relaciones;
todo
lo
que,
en
fin,
nos
da
cuenta
de
quién
es
Juan
o
María;
no
tal
o
cual
individuo
en
un
sentido
abstracto.
234
El
análisis
-‐la
observación,
el
estudio,
la
experimentación,
la
elaboración
de
hipótesis
y
teorías-‐
sobre
la
conducta
humana
supone
al
psicólogo
un
enorme
esfuerzo
personal.
No
se
trabaja
solo
con
datos;
también
con
personas,
siendo
el
propio
investigador
también
una
persona.
O
sea,
sujeto
y
objeto
son
lo
mismo.
Y
este
esfuerzo
se
multiplica
cuando
se
trata
de
analizar
los
comportamientos
colectivos.
Es
difícil
eliminar
prejuicios
políticos,
religiosos,
morales.
La
frialdad
matemática
de
que
goza
la
metodología
hipotéticodeductiva
en
ciencias
naturales
no
es
atributo
de
nuestros
métodos
de
trabajo.
¿Esto
es
bueno
o
es
malo?
Ni
lo
uno
ni
lo
otro.
O
lo
uno
y
lo
otro.
Es
menester
resaltar
que
la
acción
social
siempre
desemboca
y
está
inmersa
en
conflicto.
Y,
en
muchas
ocasiones,
también
en
violencia.
Desde
el
Construccionismo
Social
-‐y
desde
la
Teoría
de
la
Norma
Emergente
y
la
de
la
Identidad
Social-‐
no
tiene
sentido
evaluar
el
comportamiento
de
las
colectividades
si
no
es
en
el
contexto
de
la
crisis,
del
cambio,
incluso
de
la
violencia.
El
psicólogo
social
turco-‐norteamericano
Muzafer
Sherif
y
su
equipo,
adscritos
a
la
Teoría
de
la
Norma
Emergente,
manifiesta
que
“En
una
amplia
parte
de
las
teorías,
los
problemas
se
expresan
en
términos
de
realidades
de
los
acontecimientos
en
las
relaciones
de
grupo,
tal
como
existen
en
la
vida
cotidiana”
(Sherif
et
al.,
1954/1961.
Introducción,
pág.
1).
Este
interés
por
el
análisis
de
las
relaciones
intergrupales
en
la
vida
cotidiana
enlaza
con
el
manifestado
por
los
sociólogos
norteamericanos
Peter
L.
Berger
y
Thomas
Luckmann
(1.968)
por
realizar
un
análisis
de
la
interacción
social
en
el
contexto
de
la
misma,
desde
el
punto
de
vista
de
la
construcción
de
la
realidad
y
el
conocimiento.
Sherif
se
ocupa
de
analizar
el
cómo
y
el
porqué
de
la
emergencia
de
normas
de
conducta
en
los
grupos
sociales,
así
como
de
las
interrelaciones
entre
los
mismos.
Aplica
un
método
experimental
del
que
extrae
interesantes
conclusiones,
sin
perder
nunca
de
vista
el
carácter
de
cotidianeidad
que
impregna
la
vida
social
de
las
personas.
¿Cómo
surgen
las
normas
en
el
seno
del
grupo?
¿Por
qué
unas
determinadas
pautas
de
comportamiento
y
no
otras?
Sherif
y
colaboradores
definen
las
actitudes
y
comportamientos
de
la
siguiente
forma:
“Las
actitudes
intergrupales
(tales
como
los
prejuicios)
y
el
comportamiento
intergrupal
(como
práctica
discriminatoria)
se
refieren
a
las
actitudes
y
la
conducta
manifestada
por
los
miembros
de
los
grupos
de
forma
colectiva
o
individual”
(Sherif
et
al.,
1954/1961.
Capítulo
8,
pág.
2).
Así,
contempla
la
conducta
de
la
colectividad
desde
un
punto
de
vista
del
comportamiento
de
cada
una
de
las
personas
que
la
componen,
aun
reconociendo
que
la
tendencia
es
a
elaborar
una
norma
común
en
su
elaboración
de
juicios,
norma
definida
como
marco
de
referencia
que
organiza
o
modifica
la
experiencia
personal
de
cada
miembro
del
grupo.
La
estandarización
de
las
normas
se
construye
-‐incluso
semánticamente-‐
como
guía
para
la
acción.
Considerada
así,
podemos
hablar
de
la
norma
como
de
una
consigna
que
tiene
su
auténtico
sentido
y
razón
de
ser
ante
la
aparición
del
conflicto.
En
este
sentido
el
psicólogo
Steve
Reicher,
de
la
Universidad
de
Saint
Andrews,
Escocia
-‐militante
de
la
Teoría
de
la
Identidad
Social-‐
habla
del
poder
como
de
la
235
sensación
de
que
uno
puede
hacer
algo;
de
la
eficacia
como
el
convencimiento
subjetivo
de
ser
capaz
de
llevar
a
cabo
actividades
específicas
o
alcanzar
determinados
fines
y
el
apoderamiento
colectivo
("collective
empowerment")
“como
el
grado
de
control
percibido
que
los
miembros
de
un
grupo
tienen
sobre
su
destino
y
el
de
otros
grupos”.
(1999,
pág.
384).
Las
normas
sociales
emergentes
tienen,
desde
este
punto
de
vista,
un
sentido
claro:
el
control
del
destino
del
propio
grupo,
pero
también
del
de
los
demás.
Y
no
es
posible
identificar
uno
sin
los
otros.
El
control,
el
poder,
adquiere
aquí
un
sentido
procesual:
no
es
por
sí
mismo,
no
tiene
una
esencia
ni
una
realidad
externa
al
propio
proceso.
El
control,
la
norma
social
-‐entendida
como
consigna
para
la
acción
(y
una
consigna
es
algo
que
se
dice,
es
algo
lingüístico)-‐
es
dinámica,
creada
en
el
caldo
de
cultivo
de
la
colectividad
y
sin
implicaciones
cognitivas.
Además,
“la
mera
conciencia
de
la
presencia
de
un
grupo
afuera
es
suficiente
para
provocar
respuestas
intergrupales
competitivas
o
discriminatorias
por
parte
del
grupo
interno”
(Tajfel
y
Turner,
1979,
pág.
38).
Respuestas
discriminativas
en
el
sentido
de
un
aumento
de
la
autoestima
positiva
personal
a
partir
del
sentido
de
pertenencia
a
un
grupo.
La
Teoría
de
la
Categorización
-‐nuevamente
en
términos
lingüísticos;
categorizar
también
es
decir
algo-‐
definida
por
Tajfel
y
completada
-‐la
Autocategorización-‐
por
Turner
lleva
al
endogrupo
a
considerar
al
grupo
externo
como
más
homogéneo
que
el
propio
y
a
marcar
las
diferencias
intergrupo
en
términos
de
valoración
clasificativa:
nosotros
somos
mejores.
Si
desde
la
Teoría
de
la
Norma
Emergente
-‐tomando
a
Sherif
como
uno
de
sus
máximos
representantes-‐
he
llegado
a
Reicher
y
la
Teoría
de
la
Identidad
Social
enlazando
a
ambos
autores
por
sus
estudios
sobre
las
relaciones
intergrupales
y
pasando
por
Tajfel
y
Turner,
no
quiero
dejar
de
señalar
una
de
las
diferencias
metodológicas
básicas
entre
Sherif
y
Reicher
y
las
teorías
que
representan:
el
primero
se
centra
en
las
relaciones
inter-‐grupos
pequeños,
diseñando
y
llevando
a
cabo
elaborados
experimentos
y
contrastes
de
los
datos
obtenidos.
Reicher
se
centra
en
la
observación
y
análisis
de
conflictos
urbanos.
Estamos,
casi,
ante
una
declaración
de
principios
sobre
les
técnicas
de
investigación
que
está
aplicando
Steve
Reicher
y
colaboradores
desde
hace
ya
algunos
años
en
el
campo
del
comportamiento
colectivo.
Lejos
de
la
experimentación
y
cerca
de
la
observación
-‐no
participante,
como
se
haría
con
una
técnica
etnográfica-‐
y
el
análisis
del
discurso
de
los
miembros
de
las
muchedumbres
en
conflicto,
postulan
que
la
persona
aun
actúa
en
base
a
intereses
propios;
pero
diferentes
a
los
puramente
personales,
ya
que
se
fundamentan
en
una
identidad
nueva:
la
colectiva,
que
no
tiene
ningún
sentido
si
no
es
un
entorno
de
relación/acción/conflicto
social
con
otras
identidades
colectivas.
La
violencia
responde,
entonces,
a
conflictos
intergrupales.
Pero,
¿y
los
interpersonales?
¿Puedo
dejar
de
lado
violencias
que,
como
la
machista,
están
también
presentes
en
lo
cotidiano
y
se
nos
presentan
como
pertenecientes
al
ámbito
de
lo
privado
e
individual?
No.
Lo
privado
e
individual
son
también
grupales
y
colectivos.
236
Cuando
un
hombre
agrede
a
una
mujer
–siguiendo
con
el
ejemplo;
lamentablemente
hay
más-‐
no
está
más
que
poniendo
al
descubierto
tradiciones
culturales
seculares
y
simbólicas.
Está
ejerciendo
claramente
prácticas
de
poder
y
dominación
en
muchos
casos
ancestrales
que
no
han
salido
de
la
nada
ni
tienen
–me
repito-‐
un
origen
biológico.
Es
decir,
un
hombre
y
una
mujer
no
son
individuos,
sino
grupos
sociales
corporalizados
en
una
fisicidad
imaginada
e
imaginaria.
Cuando
se
ejerce
ese
tipo
de
violencia
se
están
trayendo
al
presente
de
manera
intencional
(por
aquí
va
un
poco
mi
Teoría
de
la
Intención)
costumbres
y
prácticas
socialmente
construidas
e
históricamente
legitimadas.
Y
esta
imaginería
sociocultural
e
histórica
es
lo
que
determina
la(s)
violencia(s).
¿Se
puede
cambiar?
Quizás
es
cuestión
de
política…
Un
poco
de
política.
Cuando
la
dictadura
de
las
mayorías
absolutas
se
llama
democracia
En
las
democracias
representativas
eso,
la
representación
política
no
existe.
El
poder,
siguiendo
a
Foucault 138
-‐necesario
para
mantener
un
cierto
equilibrio
social-‐,
es
siempre
poder
político
de
unas
minorías
sobre
unas
mayorías.
Minorías
configuradas
por
una
élite
política
que
emana
de
los
votantes,
sí.
Pero
al
final,
unas
pocas
miles
-‐
incluso
sólo
cientos-‐
de
personas
son
las
que
mandan,
las
que
detentan
ese
poder
emanado
de
las
urnas
que
determina
el
futuro
-‐al
menos
a
cuatro
años
vista
(seguramente
muchos
más)-‐
de
millones
de
personas.
La
democracia
se
nos
presenta
como
el
menos
malo
de
los
sistemas
políticos.
Pero
este
argumento
no
es
razón
para
que
se
siga
perpetuando
a
sí
misma
in
aeternum.
Los
sistemas
democráticos
actuales
pueden
y
deben
cambiar.
Y
ese
cambio
se
exige
en
muchas
ocasiones
a
través
de
movilizaciones
de
protesta
más
o
menos
puntuales,
movimientos
sociales
más
perdurables
en
el
tiempo
y
también
con
la
organización
de
acciones
de
tipo
violento
y
guerrillero.
Es
preciso
señalar
que
las
movilizaciones
de
protesta
por
los
motivos
que
sea
no
son
per
se
movimientos
sociales,
ni
generan
cambio
social
alguno.
Han
sido
-‐y
son-‐
movimientos
de
masas
enormemente
significativos
socialmente,
pero
no
pueden
calificarse
como
movimientos
sociales,
pues
su
perdurabilidad
en
el
tiempo
es
muy
corta
y
su
finalidad
no
es
un
cambio
social
amplio.
Así,
son
eso,
movilizaciones
sociales,
lo
que
no
es
poco,
sin
duda.
Incluyendo
los
casos
más
o
menos
puntuales
de
guerrilla
urbana
violenta.
Ambos
–movilizaciones
y
guerrilla-‐
constituyen
una
especie
de
capital
social
que
puede
promover
auténticos
cambios
en
determinadas
circunstancias.
138
"El
poder
no
es
una
sustancia.
Tampoco
es
un
misterioso
atributo
cuyo
origen
habría
que
explorar.
El
poder
no
es
más
que
un
tipo
de
relaciones
entre
individuos.
(…)
El
rasgo
distintivo
del
poder
es
que
algunos
hombres
pueden,
más
o
menos,
determinar
más
o
menos
la
conducta
de
otros
hombres,
pero
jamás
de
manera
exhaustiva
o
coercitiva"
(1981,
pág.
138).
Este
es
el
sentido
en
que
utilizo
el
constructo
"poder"
a
lo
largo
del
texto.
Veremos
cómo,
en
cualquier
caso,
al
hablar
del
"poder
político"
este
sí
que
se
ejerce
de
forma
coercitiva.
237
El
capital
social
definido
en
base
a
la
horizontalidad
se
movilizó
a
mediados
del
siglo
pasado
en
América
Latina
como
vanguardia
de
"una
lucha
armada
irregular
contra
enemigos
de
mayor
potencial
bélico"
(“Che”
Guevara,
1963,
web).
En
nuestro
caso
las
armas
y
la
característica
bélica
del
asunto
son
las
palabras,
la
libertad
de
expresión
tan
cacareada
por
las
democracias
actuales
y
tan
denegada
o
denostada
por
sus
mayorías
absolutas.
La
cuestión
es,
como
en
tantas
otras
ocasiones,
el
distanciamiento
a
que
estamos
asistiendo,
cada
día
más,
entre
la
legalidad
y
la
legitimación
de
determinadas
formas
de
poder.
A
los
que
criticamos
la
legitimación
-‐y
por
tanto,
ponemos
en
duda
la
legalidad-‐
del
poder
actualmente
establecido
a
través
de
sistemas
dudosamente
democráticos
no
nos
basta
con
que
nos
digan
que
tal
día
o
tal
otro
podremos
decidir
más
amplia
e
intensamente
sobre
nuestra
cotidianeidad
o
que
hay
otras
vías
para
expresar
lo
que
uno
quiera.
Cuando
un
grupo
actúa
representando
la
opinión
-‐y
la
voluntad-‐
mayoritaria
de
un
pueblo
la
legitimación
democrática
está
de
su
parte:
los
malos
son
los
otros;
los
que
ostentan
su
legalidad
solo
por
los
resultados
de
las
urnas.
Y
la
actuación
de
este
grupo
que
actúa
utilizando
estrategias
de
movilización
atípicas
y/o
guerrilleras
puede
quedar
validada
y
legitimada.
Siguiendo
a
Cornelius
Castoriadis
(1994),
al
final,
la
democracia
se
reduce
a
un
simple
conjunto
de
procedimientos,
donde
la
persona,
pero
sobre
todo
la
presión
social,
queda
cada
vez
más
al
margen
de
la
legalidad
procedimental,
aunque
le
asista
la
legitimación
actuacional.
No
referencio
al
filósofo
greco-‐francés
por
casualidad
o
capricho.
Sus
reflexiones,
sus
propuestas
sobre
la
democracia
procedimental
vienen
al
hilo
de
la
problemática
de
una
(in)pensable
forma
de
gobierno
político
auténticamente
representativa
y/o
participativa.
Parece
que
una
democracia
directa
que
permita
la
participación
de
los
ciudadanos
en
las
decisiones
del
poder
no
es
posible.
Una
de
las
muchas
razones
en
contra
es
que
la
mayoría
no
siempre
tiene
razón.
Nos
quedamos
entonces
en
una
aparentemente
elegante
democracia
de
audiencias.
Me
interesa
detenerme
un
segundo
sobre
este
tema.
Por
ejemplo,
es
razonable
pensar
que
los
ciudadanos
deseemos
más
y
mejores
servicios
públicos;
pero
también
pagar
menos
impuestos.
La
contradicción
parece
evidente.
Otra
cosa
es
cómo
esto
puede
ser
arbitrado
por
el
Estado;
por
un
imaginable
y
utópico
estado
que
valorara
de
verdad
estos
deseos
de
los
ciudadanos.
Lo
que
suele
hacer
–y
casi
siempre
con
resultados
desastrosos
para
la
propia
ciudadanía-‐
es
privatizar
empresas
públicas
que
son
de
todos,
endeudarse
con
el
Fondo
Monetario
Internacional
y
similares,
y
aumentar
los
impuestos
indirectos.
Este
no
es
un
ensayo
de
economía,
pero
si
cualquiera
de
nosotros
calcula
el
importe
de
sus
ingresos
que
se
le
va
en
los
citados
impuestos
vía
gasto
corriente
(consumo
diario)
se
horrorizará:
tan
sólo
la
repercusión
de
los
impuestos
sobre
el
valor
añadido
(IVA
en
España)
en
todo
el
proceso
de
fabricación
y
distribución
de
bienes
de
primera
necesidad
puede
llegar
a
quintuplicar
el
precio
de
la
materia
prima
-‐incluyendo
el
coste
de
la
mano
de
obra
de
transformación-‐.
Esta
es
una
de
las
grandes
mentiras
de
la
democracia:
nos
roban
y
nos
mienten.
Así
hay
que
decirlo
porque
así
es.
238
El
mal
uso
de
la
democracia
nos
lleva
cada
vez
más
a
una
desconfianza
en
este
sistema
de
gobierno
-‐de
poder-‐.
Desconfianza
que
legitima
las
movilizaciones
sociales,
los
actos
guerrilleros
y
la
desobediencia
civil.
El
abajo
firmante
ha
dicho
-‐casi
siempre
en
voz
muy
bajita-‐
que
no
cree
en
la
democracia,
puntualizando
que
no
cree
en
ella
como
fin,
pero
sí
como
medio
hacia
un
sistema
de
gobierno
más
justo
y
donde
el
ciudadano
perciba
cada
vez
más
el
imperio
de
los
derechos
y
las
libertades
(otra
cosa
es
la
felicidad,
que,
siguiendo
a
Castoriadis,
pertenece
al
ámbito
de
lo
privado,
no
de
lo
público139)
como
algo
suyo.
Al
hilo
de
los
acontecimientos
de
la
rutina
diaria
del
ciudadano
medio
cada
vez
puedo
decirlo
más
alto,
pues
cada
vez
son
más
las
voces
de
descontento.
Hoy
el
problema
no
es
tanto
la
corrupción
o
el
paro
laboral
como
hechos
concretos
y
objetivos;
el
problema
es
que
la
democracia,
se
parece
demasiado
al
absolutismo
ilustrado
europeo
del
Siglo
XVIII:
todo
para
el
pueblo;
pero
sin
el
pueblo.
Es
decir,
el
sistema
se
ha
legitimado
como
una
dictadura
elegida,
convirtiendo
a
la
"representación
del
poder
como
extraño
a
la
sociedad,
frente
a
ella
y
opuesto
a
ella"
(Castoriadis,
1994,
web).
Ni
que
decir
tiene
que
todo
esto
adquiere
tintes
de
auténtica
tragedia,
por
ejemplo
en
países
como
Colombia
con
la
problemática
de
la
propiedad
ancestral
de
las
personas
originarias
de
las
tierras
o,
más
concretamente,
en
la
ciudad
de
Bogotá
con
los
ciudadanos
desplazados.
O,
por
ejemplo
también,
el
de
las
personas
migrantes
sin
papeles
en
España.
Así,
pueden
llegar
a
adquirir
legitimidad
(no
institucional,
por
supuesto)
acciones
sociales
como
la
guerrilla
de
las
palabras
y
opiniones
en
libertad
por
sobre
instituciones
que
ya
no
representan
a
la
mayoría
social.
Una
guerrilla
que
busca
-‐
irónicamente;
pero
también
utópicamente-‐
el
resquebrajamiento
del
viejo
orden
(“Che”
Guevara,
1963,
web)
violentando
el
equilibrio
dictadura
democrático/oligárquica
versus
presión
popular.
Su
estrategia:
"movilidad
constante,
vigilancia
constante,
desconfianza
constante"
(“Che”
Guevara,
1963,
web).
Una
guerrilla
que
"se
dirige
hoy
en
día
contra
los
aparatos
del
Estado-‐nación
que
han
perdido
legitimidad
en
el
proceso
acelerado
de
globalización"
(Joxe,
2001),
buscando
la
práctica
diaria,
constante,
insistente
del
diálogo
y
la
participación
y
la
instauración
de
un
ciclo
continuo
de
cambio
en
la
cada
vez
más
extendida
e
imparable
globalización
capitalista.
Esta
guerrilla
vanguardista
tiene
una
enorme
responsabilidad:
no
dispone
de
más
armas
que
la
palabra
y
el
pensamiento.
Utilizando
ambos,
tiene
que
buscar
solución
a
otro
de
los
graves
problemas
de
la
democracia
participativa
directa:
los
costes
de
transacción.
Dichos
costes
cada
vez
se
van
a
ver
más
reducidos
en
base
a
las
formas
de
democracia
electrónica
que
ya
se
están
experimentando
y
poniendo
en
práctica.
Sin
duda
es
preciso
que
los
grupos
sociales
de
vanguardia
avancen
en
el
control
y
universalización
de
estas
prácticas,
luchando
por
una
mayor
accesibilidad
de
los
139
Dudo
sobre
mantener
esta
cita.
Me
parece
cada
vez
más
que
la
felicidad
es
también
algo
simbólico
y,
por
tanto,
público.
Mantengo
la
cita
con
la
esperanza
de
que,
junto
a
este
pie
de
página,
genere
alguna
discusión.
239
ciudadanos
a
las
(ya
no
tanto)
nuevas
tecnologías
de
la
comunicación,
la
información
y
la
participación
directa.
Pero
ha
de
ser
también
la
punta
de
lanza
de
la
desobediencia
civil,
legitimada
por
la
lucha
contra
el
Pensamiento
único
y
la
enfatización
de
la
libertad
negativa140 .
Ellos
que
sigan
tranquilos,
"Todo
Estado
democrático
de
derecho
que
está
seguro
de
sí
mismo,
considera
que
la
desobediencia
civil
es
una
parte
componente
normal
de
su
cultura
política,
precisamente
porque
es
necesaria”,
asegura
el
sociólogo
y
filósofo
alemán
Jürgen
Habermas
(1985,
pág.
75).
La
cuestión
es
¿están
seguros
de
sí
mismos?
Nosotros
podemos
estarlo.
No
tenemos
ninguna
obligación
última
de
obedecer
al
Derecho
como
consenso
(y
construcción)
social
de
unos
pocos.
Sin
embargo
sí
que
tenemos
el
derecho
–y,
seguramente,
la
obligación-‐
de
la
desobediencia
fundamentada
en
una
conciencia
ética
común
también
consensuada
socialmente,
sin
duda.
Esa
conciencia
ética
se
convierte
en
libertad,
en
autonomía
en
el
sentido
de
Castoriadis.
Y
esa
autonomía
personal
no
se
puede
concebir
sin
la
autonomía
colectiva,
siguiendo
al
mismo
autor.
El
Estado
de
derecho
puesto
en
entredicho
por
Castoriadis
como
Estado
de
la
ley
no
legitima
la
corrupción,
el
terrorismo,
la
delincuencia,
el
paro,
las
drogas
como
asuntos
más
preocupantes
para
los
ciudadanos;
pero
tampoco
legitima
un
ejercicio
del
poder
sin
límites.
La
cuestión
es
-‐siguiendo
de
nuevo
a
Foucault141-‐
que
no
es
ya
suficiente
con
rebelarse
contra
una
forma
de
poder
determinada,
sino
que
hay
que
poner
en
duda
y
al
abasto
de
la
discusión
amplia
la
base,
la
justificación
misma
de
ese
poder
democrático
que
se
perpetúa
a
sí
mismo
ad
infinitum.
¿Es
en
algún
sentido
justificable
la
violencia?
Estoy
bastante
convencido
de
que
hay
que
cambiar
el
sistema.
Y
también
lo
estoy
de
que
se
puede
y
se
debe
hacer
desde
dentro.
Pero
¿qué
pasa
si
el
sistema
se
ha
blindado
de
tal
manera
que
es
imposible
entrar?
¿Cuáles
son
las
consecuencias
de
que
las
oligarquías
locales
y
transnacionales
(¿hay
diferencia?)
se
blinden
militarmente
evitando
así
la
entrada
de
elementos
perturbadores?
140
El
ex
catedrático
de
Psicología
social
de
la
Universitat
Autònoma
de
Barcelona,
Tomás
Ibañez,
nos
trasmite
la
diferencia
entre
libertad
negativa
y
libertad
positiva.
En
esencia,
dicha
diferencia
estriba
no
en
la
acción,
sino
en
la
decisión
(poder
de
decisión)
que
caracteriza
a
la
segunda.
"El
actual
sistema
político
descansa
sobre
unos
mecanismos
de
poder
que
enfatizan
la
libertad
negativa
mientras
trabajan
solapadamente
para
constreñir
la
libertad
positiva.
La
elección
se
instituye
como
el
valor
supremo,
'aquí
está
nuestra
oferta,
examínala
y
decide
por
ti
mismo,
con
toda
libertad'"
(2001,
pág.
166).
Pero
la
decisión
de
la
libertad
negativa
es
sobre
lo
que
"ellos"
nos
ofrecen,
no
sobre
lo
que
"nosotros"
decidimos
que
nos
ofrezcan.
141
"…
los
que
resisten
o
se
rebelan
contra
una
forma
de
poder
no
pueden
satisfacerse
con
denunciar
la
violencia
o
criticar
una
institución.
No
basta
con
denunciar
la
razón
en
general.
Lo
que
hace
falta
volver
a
poner
en
tela
de
juicio
es
la
forma
de
racionalidad
existente"
(1981,
pág.
139).
240
Una
propuesta
psicosocial
de
estrategia
no
violenta
El
psicólogo
o
el
interventor142
social
puede
o
no
tomar
partido.
Puede
o
no,
como
ya
dije
al
principio,
implicarse
en
la
problemática
socioeconómica
y
política
de
sus
conciudadanos
y,
por
ende,
en
la
suya
propia.
Aunque
no
parece
pensable
ni
defendible
una
práctica
psi
ajena
al
contexto.
Ante
cualquier
situación
de
pérdida
de
dignidad,
derechos
civiles,
opresión,
latrocinio,
injusticia,…
propongo
que
la
primera
–e
ineludible-‐
pregunta
que
nos
hagamos
sea:
¿de
qué
poder
disponen
los
afectados
como
colectivo?
Siguiendo
a
Montero
(quien,
entre
otros,
se
basa
en
Foucault
y
Martín-‐Baró,
¡excelente
combinación!),
el
poder
es
"...el
diferencial
de
recursos
(...)
la
posesión
de
recursos
es
lo
que
hace
la
diferencia."
(2003,
pág.
39).
De
entrada,
pues,
es
muy
posible
que
el
colectivo
en
el
que
vamos
a
participar
no
disponga
de
ningún
poder
a
causa
de
su
falta
de
recursos.
La
primera
misión
del
psicólogo
y/o
interventor
social
es
colaborar
en
la
auto
organización
del
colectivo
para
reconstruir
esos
recursos
–seguramente
perdidos
o,
mejor,
robados-‐
o
construir
nuevos.
En
esta
primera
fase
es
preciso
actuar
sobre
tres
constructos
interrelacionados
que
tomo
en
general
de
la
Investigación
Acción
Participativa
en
general
y
más
concretamente
del
politólogo
y
sociólogo
español
Tomás
Villasante
(1998;
2000):
las
necesidades,
las
propuestas
y
la
acción.
Lo
novedoso
de
esta
actuación
es
que
su
interacción
no
es
lineal,
sino
radial
y
sujeta
a
los
cambios
y
sucesos
que
irán
surgiendo
a
lo
largo
de
la
investigación/intervención.
El
psicólogo
interviene
en
este
punto
como
un
movilizador
de
recursos,
como
un
generador
de
empowerment
por
el
propio
colectivo
que
ha
de
ser
capaz
de
modificar
la
realidad
social.
Permítaseme
elaborar
el
siguiente
esquema/resumen
de
esta
primera
fase:
142
No
me
gusta
la
palabra
interventor.
Pero
no
encuentro
una
mejor,
por
ahora…
En
cualquier
caso,
un
interventor es alguien que interviene. Dejémoslo, pues, así, si le parece bien al lector…
241
Los
subrayados
nos
trasladan
a
una
interrelación
entre
tres
constructos
básicos
en
torno
a
los
que
debería
girar
cualquier
tipo
de
intervención
psicosocial,
especialmente,
la
IAP.
Esta
radialidad
entre
necesidades,
propuestas
y
acción
en
la
que
ninguno
de
los
conceptos
se
establece
en
base
a
criterios
jerárquicos,
sino
de
interdependencia,
puede
trasmitir
la
sensación
de
que
la
investigación-‐intervención
es
sencilla.
Efectivamente,
si
establecemos
los
criterios
jerárquicos
(o
de
prioridad
metodológica,
si
se
quiere)
parece
suficiente
con
detectar
las
necesidades
de
los
afectados,
realizar
propuestas
para
su
satisfacción
y
pasar
a
la
acción.
Pero
una
intervención
basada
en
la
IAP
no
es
tan
simple,
pues
a
lo
largo
de
la
misma
se
descubre
que
los
criterios
básicos
citados
no
responden
a
linealidades,
sino
a
relaciones
en
red.
Es
preciso
también
resaltar
que
el
profesional
interviene
en
una
relación
de
igual
a
igual,
de
acuerdo
con
las
propuestas
de
las
Prácticas
Colaborativas
(PC;
Anderson,
1997).
Siguiendo
las
mismas,
el
interventor
comunitario/social
es
un
experto
en
facilitar
diálogos
que
abran
posibilidades;
y
los
afectados
son
expertos
en
sus
propias
vidas,
incluyendo
imaginarios
sociales,
historias
ancestrales,
territorios,
recursos.
Estos
últimos
se
encuentran
tremendamente
deteriorados,
como
he
señalado.
A
través
del
diálogo
sin
fin
propiciado
por
las
PC
es
posible
ir
re-‐encontrando,
re-‐
estructurando
o
construyendo
nuevos.
Las
PC
no
proponen
métodos
ni
técnicas,
sino
diálogos
no
lineales.
Quiero
añadir
que
no
son
una
técnica
a
utilizar
ni
antes
ni
después
de
la
IAP
(o
de
cualquier
otra
propuesta
que
pueda
resultar
útil).
Son
una
filosofía
de
trabajo
que
se
hace
presente
en
todos
los
momentos
del
proceso.
Sin
embargo,
por
algún
sitio
hay
que
empezar.
Me
permito,
entonces,
esquematizar
un
poco
lo
que
podría
ser
un
proceso,
como
digo,
orientado
–solo
orientado-‐
por
la
IAP.
Para
iniciar,
pues,
el
trabajo,
propongo
un
guion
que
facilite
una
evaluación
de
hacia
dónde
debería
ir
el
proceso.
Me
baso
para
ello
en
el
sociólogo
colombiano
Orlando
242
Fals
Borda
y
el
ya
citado
Tomás
Villasante
(cit.
en
Montenegro,
2002).
Elaboro
la
siguiente
tabla
en
la
que
integro
y
relaciono
las
propuestas
de
fases
de
acción
de
los
dos
autores:
Fals
Borda
Villasante
1.-‐
Constitución
del
equipo
1.-‐
Autodiagnóstico
2.-‐
Identificación
de
las
necesidades
básicas,
problemas
y
centros
de
interés
2.1.-‐
Elaboración
del
diseño
de
la
investigación
2.2.-‐
Recopilación
de
la
información
al
objeto
de
realizar
un
diagnóstico
2.3.-‐
Análisis
e
interpretación
de
los
datos
3.-‐
Devolución
sistemática
de
la
2.-‐
Negociación
para
la
construcción
del
información
programa
y
la
elaboración
del
plan
de
acción
4.-‐
Planificación
de
las
acciones
5.-‐
Autogestión
3.-‐
Desarrollar
y
evaluar
acciones
Lo
apasionante
del
proyecto
resultante
de
la
fusión
de
los
puntos
de
vista
de
ambos
investigadores,
es
que
permite
una
visión
amplia
de
la
intervención,
y
precisa
de
la
participación
de
todos
los
miembros
del
colectivo.
El
desarrollo
de
las
fases
de
intervención
siguientes
se
configura,
pues,
en
el
guion
que
extraigo
de
la
tabla
1.
La
elaboración
de
un
autodiagnóstico
propuesto
por
Villasante
cumple
las
funciones
de
seleccionar
un
equipo
base
(propuesto
por
Fals
Borda)
que
intervenga
en
las
necesidades,
problemas
y
centros
de
interés.
El
equipo
se
selecciona
entre
voluntarios.
Para
la
elaboración
del
diagnóstico
me
baso
en
el
modelo
de
discrepancia
descrito
detalladamente
por
Witkin
(1979,
cit,
en
Martín
et
al.,
1989)
en
base
a
la
definición
de
tres
fases:
a.-‐
Definir
lo
que
debería
ser.
b.-‐
Determinar
lo
que
es.
c.-‐
Identificar
las
discrepancias
entre
lo
que
es
y
lo
que
debería
ser.
243
Obsérvese
como
este
modelo,
responde
a
la
propuesta
de
Fals
Borda
partiendo
de
que
las
definiciones
y
las
discrepancias
deben
formularse
por
los
propios
miembros
del
equipo
de
trabajo
previamente
organizado,
con
la
participación
de
toda
la
comunidad.
Como
modelo
de
análisis
de
lo
que
debería
ser,
propongo
el
UWASIS
II
(Sistema
de
Identificación
II
de
la
United
Way
of
America,
Sumariwalla,
1976,
cit.
en
Martín
et
al.,
1989),
basado
en
8
ítems:
a.-‐
Seguridad
económica
e
igualdad
de
oportunidades.
b.-‐
Salud.
c.-‐
Cobertura
de
las
necesidades
materiales
básicas.
d.-‐
Posibilidades
para
la
adquisición
de
conocimientos
y
habilidades.
e.-‐
Calidad
ambiental.
f.-‐
Seguridad
colectiva
e
individual.
g.-‐
Funcionamiento
social.
h.-‐
Garantía
de
efectividad
mediante
acción
organizada.
En
base
a
los
resultados
de
esta
evaluación
-‐realizada
ya
colectivamente-‐
se
transmite
la
información,
se
negocia
de
nuevo
la
planificación
del
programa
con
el
resto
del
colectivo143
y
se
pasa
a
la
práctica
del
plan
de
acción.
El
psicólogo/interventor
social
es
un
invitado
en
la
vida
de
los
colectivos
en
conflicto
(Anderson,
1997),
al
tiempo
que
estos
son
huéspedes
del
primero.
Esta
es
la
materialización
de
esa
relación
igualitaria
a
que
me
he
referido.
A
menos
que
el
profesional
se
convierta
en
un
activista
comprometido
al
cien
por
cien
con
la
causa
colectiva,
solo
compartirá
unas
horas
con
los
afectados.
Su
misión
es
la
de
facilitador
de
conversaciones
y
nuevas
formas
de
discurso
y
acción,
repito.
Y
es
únicamente
desde
ahí
desde
donde
se
contemplan
los
esquemas
y
recomendaciones
antes
descritos.
Por
ejemplo,
la
propuesta
de
crear
un
equipo
de
voluntarios
es
eso,
una
propuesta
que
facilite
el
trabajo
con
comunidades
amplias.
Pero
también
se
puede
trabajar
con
sub-‐equipos
diversos
que
impliquen
a
toda
la
comunidad.
Surge
una
tremenda
duda.
¿Se
permite
y/o
facilita
la
aparición
de
líderes?
En
mi
opinión,
hacerlo
es
muy
peligroso,
ya
que
puede
generar
en
futuros
próximos
que
estos
se
conviertan
en
nuevos
detentores
del
Poder
que,
a
su
vez,
sometan
al
resto
del
143
Los
procesos
de
transmisión
de
la
información
junto
a
los
de
negociación
constituyen
la
retroalimentación
necesaria
para
el
buen
funcionamiento
del
esquema
propuesto,
reflejada
en
la
bidireccionalidad
de
las
flechas
del
mismo.
244
colectivo.
Encuentro
una
posible
solución
a
este
dilema
si
hacemos
una
diferenciación
no
solo
semántica
entre
el
concepto
de
líder
y
el
de
caudillo.
Y
no
he
encontrado
mejor
conceptualización
de
ambos
constructos
que
la
propuesta
por
Juan
Gregorio
Palechor,
líder
subalterno
de
la
comunidad
yanacona,
en
Colombia.
Reproduzco
sus
palabras:
“Los
indígenas
han
hecho
como
personas,
lucha
por
sus
intereses,
pero
es
necesaria
una
organización
para
formar
líderes.
Si
solo
depende
de
un
caudillo,
se
muere
y
todo
se
acaba.
No
estoy
de
acuerdo
en
uno
que
mande
a
todos.
Para
una
lucha
reivindicativa
hay
que
educar
a
su
grupo
étnico;
por
una
parte,
una
sola
persona,
si
lesiona
intereses
o
lo
asesinan
o
la
encarcelan,
todo
se
acaba.
(…)
En
cambio,
si
se
educa
y
se
organiza
y
no
está
comandado
por
un
caudillo,
todos
conocen
lo
que
se
hace,
cuando
asesinan
un
líder
o
lo
encarcelan,
la
lucha
sigue
de
todas
maneras”.
(Cit.
en
Jimeno,
2006
,
pág.
188).
Es
posible,
pues,
pensar
que
la
estrategia
más
o
menos
propuesta
esté
orientada,
en
definitiva,
a
la
formación
de
auténticos
líderes
comunitarios,
es
decir,
a
que
cada
miembro
de
la
comunidad
sea,
en
uno
u
otro
momento,
su
líder;
algo
muy
diferente
a
los
programas
de
liderazgo
organizacional
al
uso,
por
ejemplo
para
empresas,
que
no
hacen
más
que
perpetuar
los
sistemas
de
dominación
capitalistas,
eso
sí,
rodeados
de
un
halo
de
buenismo.
Atención
psicosocial
a
las
víctimas
de
violencia
Antes
de
ir
finalizando
con
estas
propuestas
y
reflexiones
me
gustaría
apuntar
algunas
posibles
orientaciones
que
puedan
ayudar
al
profesional
de
la
atención
a
las
víctimas
de
violencia
a
desarrollar
estrategias
de
asistencia
en
estas
situaciones.
Para
ello
me
oriento
desde
lo
descrito
en
el
apartado
anterior:
la
Prácticas
Colaborativas
y
la
Investigación
Acción
Participativa.
Sin
duda,
la
situación
ideal
sería
una
buena
prevención
de
los
conflictos
que
puedan
generar
procesos
violentos.
Siendo
ahora
menos
teórico
y
más
práctico
se
me
hace
preciso
reconocer
que,
en
líneas
generales,
estamos
bien
lejos
de
esa
situación.
Por
ello,
el
profesional
se
encuentra
comúnmente
con
casos
diversos
–desde
la
violencia
machista
a
los
conflictos
armados-‐
en
que,
digamos,
el
mal
ya
está
hecho
y
esa
persona
o
personas
que
solicitan
nuestra
ayuda
ya
no
piden
una
acción
preventiva,
sino
más
bien
una
restaurativa,
concepto
que
utilizo
aquí
como
un
proceso
de
devolver
–
restaurar-‐
cursos
de
acción
vital
de
mayor
calidad
que
los
siempre
deteriorados
subyacentes
a
las
prácticas
violentas.
El
profesional
colaborativo
inicia
el
proceso
de
restauración
siempre
con
un
diálogo
franco
y
abierto
y
una
postura
de
no-‐experto,
como
ya
he
apuntado.
Esta
no
significa
exactamente
“no-‐saber”,
sino
más
bien
“no-‐conocer”
(Anderson,
2009;
Seguí
y
Olivé,
2014).
El
acercamiento
desde
aquí
es
tremendamente
humilde,
reconociendo
que
el
experto
en
emociones
y
sentimientos
es
la
persona
o
personas
que
consultan.
Nuestra
misión
es
aquí
abrir
posibilidades
a
la
narración
normalmente
cerrada
en
esas
245
emociones
que,
seguro,
no
ayudan
a
restaurar
una
vida
deseablemente
mejor.
No
se
trata
de
adoptar
una
actitud
indagativa,
sino
una
completamente
dialógica
en
la
que
no
importan
tanto
la
obtención
de
datos
o
conocimientos
objetivos,
como
generar
en
las
partes
honesta
curiosidad
hacia
las
historias
de
vida
que
es
justo
en
ese
momento
–y
no
en
otros-‐
cuando
se
están
compartiendo.
Me
muestro
totalmente
partidario
de
iniciar
el
proceso
de
atención
trabajando
en
Equipos
Reflexivos
(Andersen,
1991;
Fraga
y
Araujo,
2010;
Seguí
y
Olivé,
2014a).
Desde
nuestra
propia
experiencia
(Seguí
y
Olivé,
2012;
2014a)
puedo
sugerir
que
estas
prácticas
facilitan
la
socialización
de
los
múltiples
problemas
post-‐violencia,
abriendo
puertas
a
posibilidades
que
antes
parecían
no
existir.
Y
esa
socialización
tiene
efectos
terapéuticos 144
basados
fundamentalmente
en
dos
pilares
cuyas
posibilidades
hemos
experienciado
bien
en
nuestro
equipo:
hacer
público
lo
privado
y
escuchar
la
mayor
cantidad
de
voces
posible
sobre
ese
o
esos
problemas
que
angustian
a
la
persona
que
ha
sido
víctima
de
violencia.
No
sé
decir
ahora
mismo
–ni
es
mi
objetivo-‐
cuántas
sesiones
u
horas
de
trabajo
son
necesarias
para
llegar
a
ese
estado
de
apertura
psicosocial.
Si
tengo
que
hacer
una
propuesta
concreta,
es
esta:
las
que
la
persona
o
personas
crean
necesarias
para
generar
una
disposición
al
empoderamiento
a
que
he
hecho
referencia
más
arriba.
Es
decir,
a
tomar
socialmente
y
comunitariamente
las
riendas
de
su
propia
vida;
una
vida,
quizás
y
deseablemente,
mejor.
Y
el
significado
de
“mejor”
sólo
lo
puede
definir
la
víctima,
aunque
estableciendo
un
pacto
de
significado
(sic)
con
el
profesional.
Y
es
aquí
–y
este
“aquí”
será
cada
vez
diferente;
no
hay
recetas
mágicas-‐
cuando
y
donde
podemos
iniciar
procesos
de
IAP
restaurativa
con
unos
objetivos
ya
claros
y
definidos,
pactados,
co-‐construidos,
consensuados
y
empoderados
por
todas
las
personas
intervinientes,
incluso
con
poblaciones
numerosas
y
también
aquellos
procesos
en
los
que
es
posible
–y
probablemente
deseable-‐
que
participen
víctimas
y
victimarios.
Ahora
sí,
y
desde
este
“ambiente”
colaborativo
se
atiende
a
los
contenidos
del
primer
esquema
resumen
que
he
propuesto
anteriormente
y
que
están
relacionados
en
plano
horizontal:
a) Necesidades
de
la(s)
persona(s).
Necesidades
de
todo
orden:
económico,
psicosocial,
emocional,
político.
b) Redes
psicosociales
(y
económicas,
y
políticas,…)
de
acción
y
apoyo
mutuo.
144
No
hablo
aquí
de
efectos
individuales,
que
posiblemente
también.
Probablemente
debería
decir
más
246
c) Propuestas
de
objetivos,
que
surgen
de
la
propia
interacción,
no
sólo
con
el
profesional,
sino
con
la
comunidad,
sea
esta
la
que
sea
(familiar,
barrio,
pueblo,
nación).
Y
me
remito,
de
nuevo,
al
cuadro/resumen
basado
en
Fals
Borda
y
Villasante,
tanto
como
a
los
ocho
ítems
de
lo
que
debería
ser
propuestos
por
el
UWASIS
II.
Al
margen
de
múltiples
experiencias
en
terapia
(Seguí
y
Olivé,
2012;
2014b),
hemos
trabajado
utilizando
más
o
menos
canónicamente
estas
líneas
de
atención
en
contextos
de
conflicto
social
y/o
familiar
(Seguí
et
al.,
2012,
Olivé
y
Seguí,
2013).
Como
repetimos
en
diversas
ocasiones,
en
nuestro
equipo
nunca
hablamos
de
éxito
o
fracaso.
Son
las
personas
quienes
deciden
si
estas
prácticas
les
resultan
útiles
para
restaurar,
al
menos
un
poco,
eso:
esa
vida
mejor
posible.
Para
finalizar:
hablemos
de
perdón.
Hacia
una
cultura
de
paz
laica
De
alguna
forma
habrá
que
frenar
las
actuales
escaladas
de
violencia
sea
en
el
plano
llamado
privado
(violencia
machista,
por
ejemplo145),
sea
en
el
plano
público
(guerra).
Parto
de
la
idea
de
que
cualquier
método
o
sistema
–venga
de
donde
venga-‐
que
limite
la
violencia
tiene
un
valor.
Es
decir,
al
margen
de
cuestiones
ideológicas
o
metodológicas
valoro
cualquier
iniciativa
que
promueva
la
Cultura
de
Paz.
Por
supuesto
también
las
que
pasen
por
procesos
de
Reconciliación.
Sin
embargo,
no
me
gusta
la
palabra
Perdón.
Y
no
me
gusta
porque
en
la
misma
encuentro
un
componente
religioso
que
limita
la
universalización
de
esta
Cultura
de
Paz
que
defiendo
y
que
estoy
seguro
de
que
futuras
generaciones
serán
capaces
de
construir
de
forma
mucho
más
sólida
de
lo
que
los
humanos
hemos
hecho
hasta
ahora.
Entiendo
que
la
Cultura
de
Paz
debe
de
basarse
en
dos
principios
básicos:
a)
la
laicidad
y
b)
la
universalidad.
Debe
de
partir
de
una
concepción
del
valor
de
la
vida
(y
la
calidad
de
vida)
del
ser
humano
per
se
–independiente
de
su
trascendencia
religiosa
o
su
valoración
como
parte
de
una
realidad
ontológica
ajena
a
lo
contingente-‐.
En
líneas
generales,
las
creencias
fuertemente
implementadas
en
los
imaginarios
colectivos,
como
las
religiones
o
las
opciones
políticas
institucionalizadas
generan
muros
interculturales
que
no
favorecen
la
Cultura
de
Paz.
Conceptos
como
el
Perdón
surgen
de
entornos
fundamentalmente
religiosos.
Como
tales
no
son
universales.
Y
como
tales
no
son
laicos.
Insisto
en
que
toda
piedra
hace
pared,
aunque
los
cimientos
de
esa
construcción
orientada
a
la
Paz
serán
muy
débiles
si
sólo
se
basan
en
materiales
tan
livianos
como
los
que
constituyen
el
Perdón.
145
Aunque
ya
argumenté
más
arriba
que
no
creo
que
exista
ningún
plano
privado
y
menos
en
lo
referente
a
la
violencia.
247
Una
metodología
potente
orientada
a
la
Paz,
además,
no
puede
basarse
en
ideas
y
prácticas
sectarias
eurocentristas.
Ideas,
por
otro
lado,
que
no
han
demostrado
en
largos
años
de
existencia
ser
nada
eficaces.
La
laicidad
es
posible.
Pero
¿cómo
alcanzar
la
universalidad
en
un
mundo
tan
tremendamente
convulso
y
relativizado
como
el
nuestro
y
en
el
que
cada
persona
y
grupo
humano
quiere
siempre
imponer
sus
ideas
y
métodos?
El
reto
es
complejo
y
más
partiendo
de
quien,
como
el
que
esto
escribe,
no
cree
en
la
posibilidad
de
ideas
universales,
ni
siquiera
desde
lo
civil,
desde
lo
laico.
Entonces,
cuando
hablo
de
universalidad
lo
hago
de
un
paquete
de
mínimos
en
el
que
dejemos
fuera
en
principio
cualquier
sesgo
a
los
que
me
vengo
refiriendo
(religiosos,
políticos
institucionales)
y
seamos
capaces
de
analizar
qué
es
aquello
que
como
humanos
nos
une
y
nos
iguala.
¿Qué
nos
une
y
nos
iguala?
Desde
luego
los
objetivos
de
estas
cuatro
líneas
no
son
elaborar
un
tratado
en
profundidad
sobre
la
cuestión.
Pero
quizás
un
punto
de
partida
sería
conocer
–hasta
donde
sabemos
o
creemos
saber-‐
y
analizar
la
ontogénesis
y
la
filogénesis
de
Homo
Sapiens
sapiens.
Los
humanos
no
hemos
sido
siempre
como
somos
–ni
física,
ni
social,
ni
culturalmente-‐.
Ni
lo
seremos
en
un
futuro.
Reflexionar
sobre
nuestra
realidad
como
especie
creo
que
sentaría
las
bases
de
que,
más
allá
de
las
diferencias
y
apreciando
nuestra
enorme
diversidad
(diferencia
y
diversidad
no
son
lo
mismo),
somos
iguales.
Mujeres
y
hombres;
orientales
y
latinos;
musulmanes
y
ateos;…
somos
iguales146.
Y
como
iguales
construimos
marcos
de
referencia
colectivos
dentro
de
los
cuales
podemos
trabajar
juntos
orientándonos
a
la
Cultura
de
Paz,
desde
el
laicismo
y
el
profundo
respeto
a
la
diversidad.
No
somos
individuos.
Somos
colectividades.
Nuestro
espíritu
es
colectivo
(Fernández
Christlieb,
2006)
y
relacional
(Gergen,
2009)
y
forma
parte
de
un
entramado
de
imaginarios
e
interacciones
procesuales
que
no
podemos
dejar
de
lado
cuando
analizamos
propuestas
encaminadas
a
la
Paz.
El
psicólogo
Aaron
T.
Beck
(1999)
muestra
como
tendemos
a
“…
interpretar
de
forma
exagerada
las
situaciones
basándonos
en
nuestro
propio
marco
de
referencia…”
(pág.
58).
La
conciencia
individual
(en
el
sentido
moral
de
la
palabra)
se
cierra
en
sí
misma.
Busca
su
propia
satisfacción,
en
el
caso
del
Perdón,
la
tranquilidad
de
conciencia,
la
paz
interior,
la
superación
del
duelo…
Aspectos
todos
ellos
muy
saludables,
sin
duda,
desde
el
punto
de
vista
del
bienestar
psicológico
de
la
persona
afectada
por
violencia
o
agravios;
pero
poco
útiles
y
eficaces
desde
el
punto
de
vista
colectivo.
Las
guerras
no
nacen
en
el
corazón
de
las
personas
y
de
los
pueblos.
La
violencia
no
es
algo
determinado
biológicamente.
Estas
verdades
generan
un
determinismo
pesimista
146
Aunque
aquí
cabría
añadir,
por
no
caer
en
ese
buenismo
que
no
me
agrada,
el
viejo
e
irónico
dicho
de
248
que
poco
hace
por
la
Paz.
Como
alternativa
a
estas
verdades
y
a
otras
que
espero,
al
menos,
haber
sugerido
en
este
breve
ensayo,
me
permito
proponer
humildemente
la
mirada
hacia
la
Psicología
social
crítica
y
la
Psicología
de
la
liberación
con
este
resumen
de
propuestas
de
la
psicóloga
social
colombiana
Ángela
María
Estrada
(2003)
al
hilo,
precisamente
del
largo
conflicto
armado
en
Colombia
(traduzco
libremente):
- Desarrollar
métodos
de
crítica
cultural
orientados
a
la
imaginación
participativa.
- Promover
el
progreso
ético-‐político
de
formas
organizativas
comunitarias.
- Fortalecer
formas
de
intervención
orientadas
a
la
restitución
de
los
derechos
de
quienes
los
han
perdido.
- Facilitar
pedagogías
orientadas
a
redes,
organizaciones,
movimientos
sociales
y
resistencia
civil
desde
una
praxis
crítica.
Resumiendo:
bienvenido
el
Perdón.
Pero
no
olvidemos
la
Acción.
Una
cosa
es
el
pasado
y
el
presente,
lo
que
ha
sido.
Otra
el
futuro,
lo
que
está
por-‐venir.
Apéndice:
imaginando
(o
no
tanto)
una(s)
sociedad(es)
ideal(es)
Miro
a
través
de
la
ventana
y
me
llama
la
atención
un
enjambre
de
abejas.
Su
organización
social
parece
perfecta.
Cada
una
sabe
lo
que
ha
de
hacer.
Desde
la
reina
a
las
obreras
hacen
y
hacen.
Siempre
lo
mismo.
No
hay
conflicto.
Una
sociedad
perfecta.
Pero
aburrida.
Para
distraerme
del
aburrimiento
pongo
una
película
en
el
dvd:
Blade
Runner,
de
Ridley
Scott.
Los
replicantes
son
casi
perfectos.
Más
humanos
que
los
humanos
(Nietszche
dixit)
en
muchos
sentidos.
Un
fallo
en
su
programación
les
hace
emocionabilizarse
a
los
cuatro
años
de
vida.
Sus
constructores
los
preparan
para
morir
antes
de
que
las
emociones
hagan
su
aparición.
Y
con
ellas
los
conflictos.
La
perfección
no
es
perfecta
con
emociones.
Leo
un
rato
buscando
emociones.
Un
mundo
Feliz
de
Aldous
Huxley.
Felicidad
absoluta.
La
gente
sabe
lo
que
hay
que
hacer
y
lo
hacen.
No
tienen
ninguna
necesidad;
todas
están
cubiertas.
Comida,
sexo,
cultura.
Pero
creo
que
les
falta
algo:
son
felices,
pero
no
son
libres.
No
hay
conflicto.
Aburrimiento,
emociones,
libertad.
¿Es
imaginable
una
organización
social
sin
diversión,
sin
emoción,
sin
libertad?
Seguramente
no.
Y
seguramente
es
necesario
imaginar
que
hay
que
regular
la
diversión,
la
emoción
y
la
libertad.
Y
mucho.
Para
evitar
el
conflicto.
O,
al
menos,
minimizarlo.
249
Miro
a
mi
alrededor.
Mucha
minimización.
Mucha
regulación.
Muchas
normas,
mucho
Derecho.
La
Sagrada
Democracia
occidental
es
así.
Sin
embargo,
anomia.
Cada
cual
–
sobre
todo
los
ricos
y
poderosos-‐
hace
lo
que
le
da
la
gana.
Hacemos
lo
que
nos
da
la
gana
porque
no
llevamos
de
serie
normas
morales
inscritas
en
nuestros
genes.
Y
lo
hacemos
–los
pobres-‐
con
el
miedo
al
Sagrado
Poder
metido
en
el
cuerpo,
eso
sí.
Pero
libres,
emocionados
y
divertidos.
Vigilados
pero
con
una
sonrisa
en
los
labios.
Mi
imaginación
no
va
mucho
más
allá
de
la
de
las
abejas,
Scott
o
Huxley.
Mi
imaginación
imagina
que
disfrutar
de
la
diversión,
la
emoción
y
la
libertad
precisan
de
regulación.
La
del
voto
cada
cuatro
años
y
gracias.
La
del
Control
del
Estado,
la
Moral
y
el
Sentido
Común.
¿Una
sociedad
perfecta
sin
Derecho
ni
normas
contra
las
que
rebelarse
y
movilizarse?
Sí.
Una
sociedad
aburrida,
sin
emociones
y
sin
libertad.
Perfecta.
Sin
conflictos,
sin
gestión,
sin
relación.
Una
sociedad-‐máquina.
Conclusión
En
la
introducción
a
este
capítulo
dije
de
qué
iba
a
hablar.
Luego
he
hablado.
Ahora
solo
apunto
de
qué
no
he
hablado
y
quizás
algún
día
próximo
hable.
Y
lo
apunto
con
tres
citas
de
tres
de
mis
filósofos
favoritos…
"Debemos
saber
que
la
guerra
es
común
a
todos
y
que
la
discordia
es
justicia
y
que
todas
las
cosas
se
engendran
de
discordia
y
necesidad".
(Heráclito,
232).
"...Donde
la
autoridad
forma
todavía
parte
de
las
buenas
costumbres
y
no
se
argumenta,
sino
que
se
ordena,
el
dialéctico
es
una
especie
de
payaso;
la
gente
se
ríe
de
él,
no
lo
toma
en
serio.
(...)
La
dialéctica
no
puede
ser
más
que
un
recurso
de
emergencia
en
manos
de
personas
que
ya
no
poseen
otras
armas".
(Nietzsche,
126).
"La
idea
del
espíritu
humano,
que
se
ve
o
no
se
ve,
es
muy
parecida
a
la
idea
del
significado
de
una
palabra,
que
se
sitúa
junto
a
la
palabra,
como
un
proceso
o
como
un
objeto".
(Wittgenstein,
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Hablar
de
lo
que
hay
que
hablar
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caso
de
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de
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253
Capítulo
10
Retos
que
los
escenarios
actuales
le
imponen
a
la
formación
profesional
para
la
atención
psicosocial
a
las
víctimas
del
conflicto
armado
en
Colombia
Ángela
María
Estrada
Mesa147
Los
retos
que
enfrentamos
en
Colombia
ante
la
posibilidad
muy
concreta
de
que
alcancemos
un
escenario
social
de
postconflicto
mediante
el
logro
de
un
acuerdo
de
paz
son
múltiples.
En
efecto,
se
enmarcan
tanto
en
los
debates
internacionales
contemporáneos
sobre
la
relación
teoría-‐práctica-‐realidad
y
en
particular
en
la
crisis
del
conocimiento
profesional,
como
en
las
exigencias
del
proceso
de
reparación
integral
a
las
víctimas
primarias
y
secundarias
del
conflicto
armado
tanto
en
el
marco
de
la
Ley
de
Víctimas
como
en
el
del
PAPSIVI148
que
establecen
la
reparación
integral
–
y
por
tanto
la
atención
psicosocial
del
sufrimiento-‐.
Ambos
retos
le
imponen
exigencias
muy
concretas
a
la
formación
de
los
profesionales
que
se
espera
y
se
requiere
participen
en
la
implementación
de
la
nueva
política
pública.
Exigencias
que
tienen
que
ver
en
muy
buena
medida
con
la
carencia
de
una
representación
adecuada
en
los
actuales
planes
de
estudio
universitarios
de
los
enfoques
y
abordajes
necesarios
para
dar
respuesta
y
estar
a
la
altura
de
las
necesidades
y
demandas
de
los
procesos
que
serán
atendidos149.
A
continuación
se
desarrollan
tales
retos
y
se
abre
la
reflexión
y
la
conversación
sobre
las
propuestas.
147
Psicóloga,
Magister
en
Investigación
y
Tecnología
Educativas,
PhD
en
Psicología
Social.
Directora
Ejecutiva
de
Quira
–
Centro
Latinoamericano
para
el
Desarrollo
de
la
Cultura
Colaborativa.
Líder
del
grupo
de
Investigación
en
Psicología
Social
Crítica
co-‐gestionado
con
la
Universidad
de
Los
Andes:
am.estradam@gmail.com
148
Programa
de
Atención
Psicosocial
y
Salud
Integral
a
Víctimas
que
está
desarrollando
el
Ministerio
de
Salud.
149
Con
muy
pocas
honrosas
excepciones.
254
Necesidad
de
complejizar
la
epistemología
de
la
práctica
o
el
tránsito
necesario
de
la
‘vieja’
a
una
‘nueva’
epistemología
Me
refiero
con
esto
al
necesario
desplazamiento
del
modelo
moderno
de
ciencia
hacia
otras
propuestas
epistemológicas
que
reconsideren
las
principales
falacias
plenamente
identificadas
que
haciendo
ya
parte
del
dominio
académico
común,
todavía
no
han
ingresado
de
manera
efectiva
en
los
actuales
currículos
universitarios.
Tanto
si
las
propuestas
apuntan
hacia
una
era
y
una
psicología
posmodernas
que
involucran
la
crítica
a
la
cultura
y
una
modalidad
de
conocimiento
generativo
(Lyotard,
1991;
Gergen,
1994);
como
si
lo
hacen
hacia
una
epistemología
figurativa
que
anticipe
nuevos
escenarios
culturales
(Braidotti,
2000;
Butler,
1992),
una
nueva
era
en
el
campo
de
los
cánones
científicos
se
ha
abierto
paso
para
quedarse
definitivamente.
Los
desplazamientos
implicados
en
esta
nueva
era
ubican
un
lugar
muy
importante
de
cara
a
la
atención
de
personas
afectadas
por
el
conflicto
toda
vez
que
exige
la
puesta
en
acción
de
enfoques
y
abordajes:
a)
políticamente
críticos,
dada
la
necesidad
de
tomar
en
consideración
el
origen
de
la
afectación
como
parte
del
proceso
de
atención;
b)
transdisciplinarios,
para
responder
a
la
concepción
de
la
reparación
en
el
marco
de
la
justicia
transicional;
c)
en
red,
debido
a
los
diferentes
niveles
psicológicos,
sociales
y
económicos
involucrados
en
la
afectación;
d)
críticos,
ya
que
las
intervenciones
deben
ubicarse
en
el
marco
de
las
garantías
de
no
repetición
y
reparación
integral;
y
e)
creativas,
capaces
de
combinar
ciencia
y
arte
para
cubrir
de
manera
eficiente
el
espectro
de
las
necesidades
de
reparación
con
enfoques
innovadores.
Falacias
comunes
asociadas
a
la
‘vieja’
epistemología
y
los
retos
contemporáneos
Falacia
representacionista.
Como
herencia
de
la
modernidad
europeizante
hemos
aceptado
que
“una
buena
teoría
es
aquella
que
describe
la
realidad
con
la
más
objetiva
exactitud”.
En
tal
sentido,
la
realidad
constituiría
la
fuente
de
la
teoría.
En
contraposición
con
ésta
posición,
la
‘nueva
epistemología’
propone
que
“es
la
teoría
quien
constituye
la
fuente
de
realidad”
(Ibáñez
&
Iñíguez,
1996,
p.
59).
Sorprendentemente,
al
tiempo
que
reivindicábamos
la
más
absoluta
objetividad
para
el
conocimiento
científico
validábamos
lecturas
que
legitimaban
la
mirada
del
varón
blanco
europeo
de
clase
y
edad
medias,
logrando
así
que
en
los
tiempos
modernos
la
investigación
científica
quedara
inextricablemente
ligada
al
imperialismo
y
el
colonialismo
europeos:
“En
el
contexto
colonial,
la
investigación
llegó
a
ser
una
vía
objetiva
de
representar
El-‐Otro-‐de-‐piel-‐oscura
para
el
mundo
blanco”
(Denzin
&
Lincoln,
2005,
p.
1.
La
traducción
es
mía).
255
Falacia
aplicacionista
Como
herencia
de
los
sesgos
en
la
epistemología
moderna
subsiste
todavía
hoy
en
la
academia
una
división
simplista
entre
el
conocimiento
básico
y
el
conocimiento
aplicado
que
asume
no
solo
la
supremacía
del
primero
sobe
el
segundo
(Gergen,
2007),
sino
que
supone
que
el
segundo
se
deriva
inductivamente
del
primero.
En
otras
palabras,
que
el
conocimiento
teórico150
basta
como
fuente
de
la
cual
se
derivan
las
aplicaciones
necesarias
para
la
resolución
de
problemas
en
el
mundo
real.
Esta
falacia
-‐sólo
aceptada
en
los
niveles
de
formación
académica
más
básica-‐,
es
refutada
inclusive
por
los
modernistas
que
se
han
formado
en
alguna
rama
profesional
compleja
reivindicando
“el
carácter
autónomo
de
la
práctica
respecto
a
la
teoría”
(Ibáñez
&
Iñíguez,
1996,
p.60).
No
obstante
lo
anterior,
tal
perspectiva
modernista
logra
comprometer
la
concepción
que
sobre
la
práctica
terminan
privilegiando
muchos
de
los
futuros
profesionales
de
la
Psicología
y
de
las
Ciencias
Sociales
quienes
una
vez
enfrentados
a
los
retos
de
la
práctica
experimentan
gran
frustración
pues
en
efecto
constatan
que
su
formación
es
insuficiente
para
resolver
problemas
complejos
y
que
su
conocimiento
los
faculta
sólo
para
una
acción
muy
limitada
y
necesitada
de
fórmulas
(Schön,
1996).
El
estado
de
cosas
descrito
para
la
academia
contemporánea
permite
entender
que
tanto
Moscovici
(1985)
como
Gergen
(1996),
cada
uno
en
su
momento,
se
hayan
declarado
pesimistas
en
cuanto
al
potencial
de
cambio
en
la
academia
contemporánea
en
favor
de
propuestas
más
complejas,
ubicando
la
innovación
principalmente
en
organizaciones
diferentes
a
las
universidades151.
La
concepción
crítica
y
contemporánea
de
la
práctica
profesional
hace
énfasis
en
un
modelo
que
abandona
la
posición
cientificista
en
favor
de
una
concepción
de
la
práctica
profesional
como
innovación
que
privilegia
la
acción
reflexiva
o
si
se
quiere,
la
reflexión
en
la
acción,
puesto
que
combina
conocimiento
científico
con
el
arte
y
la
intuición.
Lo
anterior
implica
que
no
todo
puede
diseñarse
de
antemano
a
la
experiencia
en
terreno
o
de
la
situación,
ni
todo
puede
ser
plenamente
sistematizado
(Schön,
1996).
Desarrollo
indispensable
de
una
seria
sensibilidad
ético-‐política
Compromiso
con
una
lectura
sistemática
del
daño
150
En
la
concepción
moderna
reconocido
básica
o
casi
exclusivamente
como
el
propio
de
las
grandes
concepción
modernista,
con
muy
buenos
recursos
de
todo
tipo,
que
ofrezcan
el
desarrollo
de
habilidades,
parece
la
salida
más
sensata
toda
vez
que
no
solo
les
garantiza
niveles
de
‘saber
hacer’
superiores
y
profundos
(conceptuales
y
prácticos),
sino
que
les
permite
mayor
maduración
vital
para
atender
problemas
humanamente
tan
duros
como
los
de
las
víctimas
del
conflicto
interno.
256
Que
involucre
de
manera
equilibrada
una
lectura
de
los
origenes
del
mismo
y
no
solo
de
sus
consecuencias
psicosociales.
En
tal
sentido
se
busca
evitar
tanto
los
sesgos
psicológicos
como
los
políticos
para
facilitar
una
explicación
equilibrada
por
parte
de
los
consultantes
quienes
por
lo
general
requieren
una
resignificación 152
de
la
explicación
del
daño.
Transformación
del
espacio
interventivo
en
función
del
reconocimiento
del
daño
Como
ya
se
ha
mencionado,
la
atención
psicosocial
a
las
personas
afectadas
por
el
conflicto
interno
en
Colombia
no
es
meramente
una
intervención
terapéutica;
en
efecto,
no
sólo
por
la
necesaria
explicación
interdisciplinaria
del
contexto
en
el
cual
se
generó
el
daño
como
parte
del
proceso
de
atención
sino
por
la
necesaria
combinación
de
diferentes
niveles
de
intervención
que
van
desde
la
capacitación
y
la
mediación,
hasta
la
intervención
terapéutica,
los
rituales
y
otras
formas
de
atención,
disolución
y/o
superación
de
patrones
problemáticos
y
otras
formas
de
sufrimiento,
la
atención
psicosocial
es
un
proceso
complejo
que
requiere
de
la
acción
en
equipo
interdisciplinario153
sobre
redes
y
sistemas
sociales
(Estrada,
Ripoll
&
Rodríguez-‐
Charry,
2010).
Reconocer
la
necesidad
y
el
derecho
de
todas
las
víctimas
a
la
reparación
y
el
acompañamiento
psicosocial
Es
indispensable
evitar
que
el
acompañamiento
psicosocial
profundice
la
polarización
política
de
nuestra
sociedad,
efecto
muy
nocivo
del
conflicto
armado
entre
otros
procesos
políticos
nacionales.
En
tal
sentido,
la
equidad
en
la
oferta
de
atención
a
las
diferentes
víctimas
primarias
y
secundarias
es
una
condición
para
ello.
Uno
de
los
principales
retos
éticos
de
los
interventores
nacionales
y
extranjeros
es
evitar
la
profundización
de
la
polarización
política
que
implica
una
gran
contradicción
pues
al
tiempo
que
se
realizan
acciones
de
reparación
se
facilitan
nuevas
escaladas
del
conflicto
social.
Evitar
la
apertura
de
procesos
que
no
se
puedan
acompañar
y
contener
en
el
tiempo
Es
un
hecho
que
la
atención
psicosocial
como
parte
de
una
política
pública
de
reparación
integral
a
víctimas
del
conflicto
interno
está
imponiendo
nuevas
transformaciones
epistemológicas
toda
vez
que
los
tiempos
y
los
encuadres
se
dan
en
152
Noción
entendida
para
este
caso
principalmente
como
complejización
y
densificación
(Strauss,
1990)
de
la
explicación.
153
La
organización
de
equipos
interdisciplinarios
facilita
la
vinculación
de
profesionales
de
diferentes
grados
de
formación
y
especialización
para
atención
de
niveles
diversos
de
complejidad
en
el
marco
de
la
necesaria
supervisión.
257
una
lógica
muy
diferente
a
la
de
la
práctica
privada154.
Lo
anterior
exige
enorme
cuidado
en
las
decisiones
sobre
qué
acompañar
prioritariamente
(lo
cual
no
es
igual
ni
implica
negar
dimensiones
de
la
historia
del
otro)
a
partir
de
un
balance
ético
de
los
aspectos
de
la
historia
que
será
posible
acompañar
responsablemente
hasta
su
‘cierre’.
Comprometerse
con
el
tránsito
de
la
condición
de
víctima
a
la
de
sobreviviente
El
respeto
y
la
promoción
de
la
dignidad
de
las
víctimas
es
uno
del
principios
éticos
básicos
de
la
atención
psicosocial.
Desde
el
punto
de
vista
psicosocial
evitar
la
totalización
de
la
identidad
de
las
personas
como
víctimas
(White,
2002a),
aunque
el
sistema
jurídico
imponga
la
condición
de
víctima
como
condición
del
derecho
a
la
reparación,
exige
reconsiderar
la
atención
psicosocial
en
contextos
jurídicos
como
parte
de
su
aplicación
(Estrada,
Ripoll
&
Rodríguez-‐Charry,
2010)155.
En
el
mismo
sentido,
la
dignificación
de
las
víctimas
exige
facilitar
el
tránsito
de
la
condición
de
víctima
a
la
de
sobreviviente
(Cobb,
1997)
apoyando
la
posibilidad
de
reinventarse
(White,
1991,
2002b)
y
facilitando
la
construcción
de
historias
con
mejor
forma
(Sluski,
2006)
para
la
disolución
del
trauma
y
la
movilización
hacia
el
futuro.
Importancia
de
tomar
en
consideración
y
articular
distintas
memorias
Como
parte
de
los
procesos
de
superación
de
la
polarización
política
y
la
contribución
de
la
reparación
a
la
construcción
de
memoria
histórica,
es
importante
reconocer
que
la
voz
de
las
víctimas
no
es
la
única
voz
válida,
necesaria
o
suficiente
(Orozco,
2009).
Por
el
contrario,
es
cada
vez
más
clara
la
necesidad
de
poner
en
juego
diferentes
memorias.
Aplicación
de
un
enfoque
diferencial
De
la
mano
de
los
criterios
anteriormente
expuestos
se
impone
la
necesidad
de
considerar
el
género,
la
edad
y
la
etnia
entre
otros,
como
criterios
para
la
articulación
de
un
enfoque
interventivo
que
considere
la
diferencias
sustantivas
en
el
interior
de
los
sistemas
sociales
intervenidos.
Sólida
formación
psicosocial
Consecuentemente
con
todo
lo
señalado
hasta
aquí,
desde
el
punto
de
vista
de
los
retos
de
sólida
formación
para
la
atención
psicosocial,
se
impone
la
apropiación
crítica
de
la
teoría
y
el
desarrollo
de
la
capacidad
práctica
que
den
garantías
de
no
revictimización
a
los
clientes
y
su
tránsito
desde
la
condición
de
víctimas
hacia
la
de
154
Sobre
este
tema
en
Quira
estamos
aprendiendo
mucho
en
las
procesos
actuales
de
atención
a
las
víctimas
primarias
y
secundarias,
contratados
por
organizaciones
de
la
sociedad
civil,
los
cuales
exigen
múltiples
encuadres
y
cuentan
con
recursos
limitados.
155
En
una
conversación
en
2012
facilitada
por
el
Grupo
de
Psicología
Social
de
la
Universidad
Javeriana
de Bogotá Elizabeth Lira señaló: “la noción de víctima no es informativa”.
258
sobrevivientes;
en
ese
sentido,
facilitar
el
tránsito
hacia
el
ejercicio
de
la
ciudadanía.
Así
pues,
la
intervención
debe
buscar
la
activación
de
las
personas
como
sujetos-‐
agentes
proactivos.
Por
otro
lado,
los
retos
de
la
formación
para
el
personal
que
ejecute
la
política
de
atención
debe
orientarse
a
desarrollar
la
capacidad
para
favorecer
contextos
que
propicien
performances
reflexivos
antes
que
puramente
emocionales.
Finalmente
ya
para
cerrar,
vale
la
pena
señalar
que
nuestro
reto
actual
desde
el
punto
de
vista
formativo
es
el
desarrollo
de
la
capacidad
para
la
conversación
apreciativa,
colaborativa
y
generativa
que
facilite
la
sanación
y
el
fortalecimiento
de
los
vínculos,
el
fortalecimiento
de
la
confianza
y
el
desarrollo,
entre
los
afectados,
de
recursos
y
alternativas
narrativas
suficientes
para
la
superación
de
la
polarización,
el
trauma
y
el
sufrimiento,
al
tiempo
que
se
ejercita
la
reflexión
crítica
sobre
las
tradiciones
culturales
que
facilitan
la
falta
de
protección
de
los
vínculos
primarios
y
escalada
de
los
conflictos.
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terapia.
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Lesley
Allen.
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Reescribir
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Vida.
Entrevistas
y
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Entrevista
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Donald
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John
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West
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Shelly
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White,
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Reescribir
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Vida.
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Deconstruction
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Therapy.
Dulwich
Centre
Newsletter.
No.
3,
pp.
21-‐40.
260
Sobre
las
y
los
autores:
Kenneth
J.
Gergen
Profesor
asociado
del
departamento
de
Psicología
en
Swathmore
College
en
los
Estados
Unidos
y
Presidente
del
Taos
Institute;
autor
de
más
de
15
libros
que
han
sido
traducidos
a
varios
idiomas,
entre
los
cuales
se
encuentran
El
yo
saturado,
Realidades
y
relaciones:
Aproximaciones
a
la
construcción
social
y
La
terapia
como
construcción
social,
al
igual
que
de
innumerables
artículos.
Ha
sido
profesor
visitante
y
residente
en
más
de
ocho
países
de
la
Unión
Europea,
así
como
Japón
y
China.
Michael
White
Trabajador
social
y
terapeuta
familiar
australiano.
Es
conocido
por
ser
el
fundador
de
la
Terapia
narrativa
y
por
su
significante
contribución
a
la
psicoterapia
y
a
la
terapia
familiar.
En
1983
creó
el
Dulwich
Centre
Institute
para
la
terapia
familiar.
Autor
de
muchos
textos
y
libros
de
gran
importancia
para
el
campo
de
la
terapia
de
familia
y
la
terapia
narrativa.
En
enero
de
2008
conformó
el
Centro
de
terapia
narrativa
de
Adelaida,
Australia,
con
el
objetivo
de
brindar
servicios
de
terapia
y
entrenamiento
dirigida
a
individuos,
familias,
parejas,
grupos
y
comunidades
a
través
de
la
exploración
de
las
diferentes
prácticas
narrativas.
También
es
conocido
por
su
trabajo
con
niñez,
comunidades
indígenas,
así
como
su
abordaje
de
la
esquizofrenia,
anorexia/bulimia,
violencia
y
trauma.
Murió
en
abril
del
2008
a
la
edad
de
59
años.
Harlene
Anderson
Psicóloga,
Ph.D.,
es
integrante
y
fundadora
del
Instituto
Houston
Galveston
y
el
Instituto
Taos.
Es
reconocida
internacionalmente
por
estar
en
la
vanguardia
de
las
prácticas
de
colaborativas
posmodernas
como
pensadora,
consultora,
entrenadora
y
educadora.
Ella
toma
sus
herramientas
-‐
sus
ideas,
su
curiosidad,
su
participación
estilo
conversacional,
sus
habilidades
de
liderazgo
y
su
gran
interés
-‐
para
ayudar
a
los
profesionales
a
transformar
la
teoría
en
nuevos
y
a
menudo
sorprendentes
posibilidades
para
sus
clientes,
estudiantes
y
organizaciones.
Es
autora
y
co-‐autora
de
numerosos
escritos
profesionales,
incluyendo
su
libro
“Conversación,
Lenguaje
y
Posibilidades.
Una
Aproximación
Posmoderna
a
la
Terapia”.
Sylvia
London
Psicóloga
de
la
Universidad
Católica
de
Chile
y
Magister
en
Ciencias
del
Desarrollo
del
ILADES.
Directora
del
Centro
de
Ética
y
profesora
de
la
Universidad
Alberto
Hurtado
de
Santiago
de
Chile.
Durante
varias
décadas
ha
realizado
programas
de
formación
para
psicólogos
que
tratan
a
víctimas
de
violaciones
a
los
derechos
humanos
en
diversos
países
en
Latinoamérica
y
Europa.
Elizabeth
Lira
Psicóloga
de
la
Universidad
Católica
de
Chile
y
Magister
en
Ciencias
del
Desarrollo
del
ILADES.
Decana
de
la
Facultad
de
Psicología
de
la
Universidad
Alberto
Hurtado
de
Santiago
de
Chile.
Durante
varias
décadas
ha
realizado
programas
de
formación
para
261
psicólogos
que
tratan
a
víctimas
de
violaciones
a
los
derechos
humanos
en
diversos
países
en
Latinoamérica
y
Europa.
Marcela
Polanco
Psicóloga
de
la
Universidad
de
los
Andes
y
magister
en
Psicología
comunitaria
de
la
Universidad
Javeriana.
Doctora
en
Terapia
Familiar
de
Nova
Southeastern
University.
Actualmente
es
profesora
asistente
del
departamento
de
psicología
en
Our
Lady
of
the
Lake
University.
Heiman
Nupan
Criollo
Psicólogo
de
la
Universidad
Mariana
(Pasto-‐Colombia)
Estudios
en
Medicina
Tradicional
China
y
bioenergética
en
el
Instituto
Kongang
Gim
Wanchon.
Centro
Superior
de
Acupuntura
China
y
Ciencias
Bioenergéticas
Magister
en
Psicología-‐
Enfasis
Psicología
Cultural.
Instituto
de
Psicología-‐Universidad
del
Valle
(Cali-‐Colombia).
Josep
Segui
Dolz
Licenciado
en
Psicología.
Máster
en
Sociedad
de
la
Información
y
el
Conocimiento.
Diploma
en
Estudios
Avanzados
en
Psicología
social.
Aspirante
a
Doctor
en
el
Departamento
de
Psicología
social
de
la
UAB.
Es
miembro
del
Taos
Institute,
la
Red
de
Trabajo
para
Diálogos
Productivos,
el
Observatorio
para
la
Cibersociedad
y
la
Asociación
Española
de
Terapia
Narrativa.
Es
tutor
de
alumnos
de
Psicología
en
la
Universitat
Oberta
de
Catalunya.
Su
experiencia
parte
de
la
docencia
presencial
y
a
través
de
internet
(e-‐learning),
la
investigación
en
ciencias
sociales,
la
participación
en
congresos
académicos,
la
impartición
de
seminarios
y
talleres,
conferencias.
Ha
publicado
diversos
actículos
y
ponencias.
Ángela
María
Estrada
Psicóloga
y
M.A
en
Investigación
y
Tecnología
Educativas
de
la
Pontificia
Universidad
Javeriana
–
Colombia.
PhD
en
Psicología
Social
–
UFP
–
Brasil.
Desarrolló
una
carrera
académica
principalmente
en
la
Universidad
de
Los
Andes
en
Bogotá
Colombia.
También
contribuyó
de
manera
significativa
a
la
vida
académica
de
la
Universidad
Javeriana
y
más
recientemente
a
la
Universidad
Nacional
de
Colombia.
Actualmente
es
Directora
Ejecutiva
de
Quira
–
Centro
latinoamericano
para
el
desarrollo
de
la
cultura
colaborativa.
262
Taos
Institute
Publications
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psico-‐sociales
para
el
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Maria
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as
Social
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Contributions
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Theory,
Research
and
Practice
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2015)
Editors:
Thalia
Dragonas,
Kenneth
J.
Gergen,
Sheila
McNamee,
Eleftheria
Tseliou
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Innovation
in
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(PDF
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{In}Credible
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(PDF
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(PDF
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PDF
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Shi-‐Jiuan
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(PDF
version
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(PDF
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(PDF
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reprinted
with
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(PDF
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La
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(PDF
versión
2013)
by
Diego
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Karma
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(PDF
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Maurits
Kwee
La
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como
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Márgenes
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en
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(PDF
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Limón
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(PDF
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(PDF
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(PDF
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Taos
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Collaborative
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70Candles!
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Thriving
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8th
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(2015)
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Jane
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Cole
(also
available
as
an
e-‐book)
U
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Communicating
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(Revised
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2014)
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(also
available
as
an
e-‐book)
264
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(2013)
by
Lone
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Ken
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(also
available
as
an
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Retiring
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Create
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(2012)
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Ellen
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(also
available
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e-‐book)
Relational
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(2012)
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Carsten
Hornstrup,
Jesper
Loehr-‐Petersen,
Joergen
Gjengedal
Madsen,
Thomas
Johansen,
Allan
Vinther
Jensen
(also
available
as
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Practicing
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Ethics
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(2012)
by
Gitte
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Loua
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Enhance
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(2011)
by
Joan
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Tony
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Riding
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How
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with
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(2010)
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Madelyn
Blair
Ordinary
Life
Therapy:
Experiences
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Collaborative
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(2009)
by
Carina
Håkansson
Mapping
Dialogue:
Essential
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for
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(2008)
by
Marianne
“Mille”
Bojer,
Heiko
Roehl,
Mariane
Knuth-‐Hollesen,
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Colleen
Magner
Positive
Family
Dynamics:
Appreciative
Inquiry
Questions
to
Bring
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the
Best
in
Families,
(2008)
by
Dawn
Cooperrider
Dole,
Jen
Hetzel
Silbert,
Ada
Jo
Mann,
and
Diana
Whitney
**********************************************
Focus
Book
Series
When
Stories
Clash:
Addressing
Conflict
with
Narrative
Mediation,
(2013)
by
Gerald
Monk
and
John
Winslade
(also
available
as
an
e-‐book)
Bereavement
Support
Groups:
Breathing
Life
Into
Stories
of
the
Dead
(2012)
by
Lorraine
Hedtke
(also
available
as
an
e-‐book)
The
Appreciative
Organization,
Revised
Edition
(2008)
by
Harlene
Anderson,
David
Cooperrider,
Ken
Gergen,
Mary
Gergen,
Sheila
McNamee,
Jane
Watkins,
and
Diana
Whitney
Appreciative
Inquiry:
A
Positive
Approach
to
Building
Cooperative
Capacity,
(2005)
by
Frank
Barrett
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Ronald
Fry
(also
available
as
an
e-‐book)
Dynamic
Relationships:
Unleashing
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Power
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Appreciative
Inquiry
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(2005)
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Jacqueline
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Cheri
B.
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Appreciative
Sharing
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Knowledge:
Leveraging
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(2004)
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Tojo
Thatchenkery
Social
Construction:
Entering
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Dialogue,
(2004)
by
Kenneth
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Gergen,
and
Mary
Gergen
(also
available
as
an
e-‐book)
Appreciative
Leaders:
In
the
Eye
of
the
Beholder,
(2001)
edited
by
Marge
Schiller,
Bea
Mah
Holland,
and
Deanna
Riley
Experience
AI:
A
Practitioner's
Guide
to
Integrating
Appreciative
Inquiry
and
Experiential
Learning,
(2001)
by
Miriam
Ricketts
and
Jim
Willis
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for
Professionals
Series
Social
Constructionist
Perspectives
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Group
Work,
(2015)
by
Emerson
F.
Rasera,
editor.
New
Horizons
in
Buddhist
Psychology:
Relational
Buddhism
for
Collaborative
Practitioners,
(2010)
edited
by
Maurits
G.T.
Kwee
Positive
Approaches
to
Peacebuilding:
A
Resource
for
Innovators,
(2010)
edited
by
Cynthia
Sampson,
Mohammed
Abu-‐Nimer,
Claudia
Liebler,
and
Diana
Whitney
Social
Construction
on
the
Edge:
‘Withness’-‐Thinking
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(2010)
by
John
Shotter
Joined
Imagination:
Writing
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Language
in
Therapy,
(2009)
by
Peggy
Penn
Celebrating
the
Other:
A
Dialogic
Account
of
Human
Nature,
(reprint
2008)
by
Edward
Sampson
Conversational
Realities
Revisited:
Life,
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and
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(2008)
by
John
Shotter
Horizons
in
Buddhist
Psychology:
Practice,
Research
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(2006)
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Maurits
Kwee,
Kenneth
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Gergen,
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Fusako
Koshikawa
Therapeutic
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Collaboration,
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SocioDynamic
Counselling:
A
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Experiential
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(2004)
by
Robert
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Judith
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Dialogues
About
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New
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(2004)
by
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Smedslund
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