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Greil Marcus - Like A Rolling Stone (Dylan en La Encrucijada)
Greil Marcus - Like A Rolling Stone (Dylan en La Encrucijada)
GREILMARCUS
G R EIL MARCUS
8
A LA RADIO
¿Qué se siente?
¿Qué se siente
Vagando sin hogar
Por todos ignorada
Com o un canto que rueda?
GR EIL MARCUS
Aw you’ve
Gone to the finest school alright Miss Lonely but you know you only used to get
Juiced in it
Nobody’s ever taught you how to live out on the street
And now you’re gonna
Have to get
Used to it
You say you never
Compromise
With the mystery tramp but now you
Realize
He's not selling any
Alibis
As you stare into the vacuum
O f his eyes
And say
D o you want to
Make a deal?
10
A LA RADIO
Sí doña Soledad
Fuiste al mejor colegio pero bien sabes que allí te
El día mamada
Nadie te ha enseñado a vivir en la calle
Y ahora te toca
Acostumbrarte
A eso
Dijiste que jamás
Transigirías
Con el vagabundo misterioso pero ahora
Adviertes
Que él no vende
Coartadas
Mientras contemplas el vacío
De sus ojos
Y le preguntas
¿Quieres
Hacer un trato?
¿Qué se siente?
¿Qué se siente
A solas en la vida
Sin hogar en tu camino
Por todos ignorada
Com o un canto que rueda?
GREIL M A RCUS
Ah, you
Never turned around to see the frowns
On the jugglers and the clowns when they all did
Tricksfo r you
Never understood that it ain’t no good
You shouldn’t
Let other people
Get your
Kicks for you
You used to ride on a chrome horse with your
Diplomat
Who carried on his shoulder a
Siamese cat
Ain't it hard
When you discover that
He really wasn’t
Where if s at
After he took from you everything
He could steal?
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A LA RADIO
¡Ah!
Nunca te volviste a ver el ceño
De malabaristas y payasos cuando hacían
Sus números para ti
Jamás comprendiste que no es bueno
No conviene
Dejar que los demás
Se lleven
Los palos por ti
Montabas un caballo cromado
Con ese diplomático
Que llevaba al hombro
Un gato siamés
¿No fu e duro
Descubrir que
No era
Tan estupendo
Cuando te quitó todo
Lo que pudo robar?
¿Q ué se siente?
¿Qué se siente
A solas en la vida
Sin hogar en tu camino
Por todos ignorada
Com o un canto que rueda?
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G R EIL MARCUS
Ahhhhhhhh
Princess on the steeple and all the
Pretty people they’re all drinkin’ thinkin’ that they
Got it made
Exchanging all precious gifts
But you better
Take your diamond ring
You better pawn it, babe
You used to be
So amused
At Napoleon in rags
And the language that he used
Go to him now, he calls you, you can’t refuse
When you ain’t got nothin’
You got
Nothing to lose
You’re invisible now, you got no secrets
To conceal
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A LA RADIO
¡Ahhhhhhhh!
Princesa en la torre y toda esa
Gente guapa que bebe convencida
De su éxito
E intercambia preciosos regalos
Pero más vale
Que te quites el anillo de diamantes
Más vale que lo empeñes, nena
Te hacía
Mucha gracia
Aquel napoleón andrajoso
Y su manera de hablar
Ve ahora con él, te llama y no puedes negarte
Cuando nada tienes
Nada tienes
Que perder
Ya eres invisible, no tienes secretos
Que esconder
¿Qué se siente?
¿Qué se siente
¿A solas en la vida
Sin hogar en tu camino
Por todos ignorada
Com o un canto que rueda?
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G R EIL M ARCUS
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SUMARIO
Prólogo......................................................................................... 21
Primera parte........................................................ 29
El día en que mataron a Kennedy............................................ 31
La nación de los Top 4 0 .............................................................. 31
El hombre de la cabina telefónica............................................ 61
Segunda parte........................................................................... 79
El ídolo de San Jo sé .................................................................... 81
En otro tiempo......................................................................... 95
En el aire...................................................................................... 101
Tercera parte............................................................................... 131
En antena..................................................................................... 133
Tres escenarios............................................................................. 147
La democracia en América...................................................... 157
La movida de Londres............................................................. 167
Una vez m á s................................................................................ 175
Epílogo....................................................................................... 189
Agradecimientos................................................................................. 205
PRÓLOGO
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PRÓLOGO
23
G R EIL M ARCUS
»
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PRÓLOGO
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PRÓ LO GO
por hacer, sin comida, sin hogar, apenas una camioneta lanzada
por la carretera. No es una decisión sensata. Está claro que al
gunos en ese momento tomaron exactamente esa decisión, pero
lo que me impresiona de la canción de Dylan es que él no está
solamente pidiéndote a ti (y a mí) personalmente que te deci
das, sino que quiere que el país entero lo haga, ahora mismo.
Como si un país pudiera desprenderse de un pasado convertido
en la piel gastada de una serpiente. Como si, en el caso de que
pudiéramos ver nuestra situación con claridad, nos fuéramos a
dar cuenta de que ya hemos llegado. Tengo que entender esto
como una llamada a algún tipo de revolución espontánea; una
no necesariamente violenta, pero sin duda muy extraña. ¿Qué
aspecto tendría una nación de «napoleones andrajosos»? ¿Cómo
actuaría? ¿Montones de gente deambulando de un sitio a otro,
soltando discursos y haciendo barbacoas?
2-7
GREIL M ARCUS
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Primera parte
CAPÍTULO 1
Burton fue a Misisipi para ver qué estaba pasando, e hizo mu
chas declaraciones públicas. Estaba seguro de que la delegación
de Misisipi iba a arremeter contra él en el Congreso cuando
el lunes se iniciara la sesión. Por lo tanto, a mí me tocó buscar
información para formular cargos detallados contra Misisipi
mientras él se tomaba unos días de descanso. Me leí los seis
volúmenes del Informe sobre los derechos civiles de 1961, las
quinientas páginas del informe de 1963, tres informes espe
ciales sobre Misisipi y algunas cosas más. También repasé las
ediciones del New York Times desde el 1 de junio al 16 de julio
para ver toda la violencia contra los negros en Misisipi durante
ese período. En ese mes y medio siete negros habían sido ase
sinados por blancos, alrededor de veinte iglesias habían sido
quemadas y había habido un sinfín de palizas y detenciones.
También, desde enero, catorce negros habían sido víctimas de
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GREIL M ARCUS
asesinatos por los que nadie fue procesado. Todo estaba rela
cionado con los derechos civiles. Y también descubrí que ha
bía trece condados de Misisipi donde ni un solo negro estaba
registrado para votar, aunque los negros llegaban a representar
hasta el setenta por ciento de la población.
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EL DÍA EN Q UE MATARON A KEN N ED Y
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GREIL MARCUSÍ
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EL DÍA EN Q U E MATARON A KENNEDY
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GREIL MARCUS
* «Fennario» es una variación de Fyvie, el nombre de una pequeña aldea que aparece en
una balada tradicional escocesa («The Bonnie Lass o Fyvie») que se convirtió en un tema
popular de la canción folk de los años sesenta. La versión de Bob Dylan, «Pretty Peggy-O»,
comienza así: «Cuando marchábamos, cuando marchábamos, / cuando marchábamos hacia
Fennario, / nuestro capitán se enamoró de una dama como una paloma. / Su nombre era
Pretty Peggy-O». (N. del T.) +«
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EL DÍA EN Q U E MATARON A KEN N ED Y
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GREIL MARCUS
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EL DÍA EN Q U E MATARON A KE N N E D Y
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GR EIL MARCUS
Baby I went
And I stood up
On some high oíd lonesome hill
4*
w
EL DÍA EN Q UE MATARON A KEN NED Y
* Nena, me fui / y llegué hasta lo alto / de una vieja y solitaria colina. / Nena, me fui y
llegué hasta lo alto / de una vieja y solitaria colina. / Y desde allí contemplé la casa / donde
había pasado mi vida.
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GREIL MARCUS
Robinson, que había pasado por Duluth para actuar una sola noche, fueron arrestados y
acusados de violar a una joven blanca de diecinueve años que había asistido al espectáculo.
Entre cinco y diez mil ciudadanos asaltaron la cárcel de Duluth y cogieron como culpables
a Elias Clayton, Elmer Jackson e Isaac McGhie, y a pesar de las súplicas del reverendo
de la Catedral del Sagrado Corazón, William Powers, los colgaron de un poste de la luz.
Después, varios miembros de la multitud posaron para ser fotografiados con los cadáveres,
y una de esas fotografías llegó a ser una de las más divulgadas entre las muchas postales
de linchamiento que se hicieron populares en esa época como tarjetas con el lema «ojalá
estuvieras aquí» y como signos de orgullo ciudadano. En 2002, la ciudad de Duluth erigió
un monumento en memoria de los hombres asesinados, unas esculturas de bronce de más
de dos metros de altura diseñadas por Carla Stetson; el homenaje fue denunciado en el
sitio web V Daré como un intento de «hacer que los blancos sientan vergüenza de su raza».
Los abuelos paternos de Dylan se habían establecido en Duluth en 1907; el 15 de junio
de 1920, su padre, Abraham Zimmerman, tenía ocho años. No se sabe si él o sus padres
asistieron al linchamiento.
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EL DÍA EN Q UE MATARON A KEN NED Y
2. En mayo de 2004, la revista Mojo clasificó «Masters of War» como la número uno de «las
cien mejores canciones protesta». A continuación estaban «We Shall Overeóme» de Pete Seeger
(1963), «Say it Loud— Im Black and I’m Proud» de James Brown (1968), «God Save the Queen»
de los Sex Pistols (1977) y «Strange Fruit» de Billie Holiday (1938). La lista incluía también
«Summertime Blues» de Eddie Cochran (1938), «You Dont Own Me» de Lesley Gore (1964) y
«Christianity Is Stupid» de Negativland (1987). Fuera quedaban, de forma inexplicable, «I Dont
Like Mondays» de los Boomtown Rats (1980), «Blue Suede Shoes» de Cari Perkins (1956), «Eve
of Destruction» de Barry McGuire (1965) y al menos una docena de Bob Dylan.
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EL DÍA EN Q UE MATARON A KEN N ED Y
casi te daba una pala para que abrieras la fosa y dejaras el cadáver a
merced de los perros. Y no importaba si no captabas ni una palabra,
si no conocías la canción, si no tenías tu propia estafeta de correos
en la cabeza para que te llegara el mensaje. En la sala donde se en
tregaban los Grammys aquella noche, el espectáculo te decía que la
vida real estaba en otra parte, que era peligrosa, que la vida era un
tren fuera de control y tú estabas a bordo tanto si habías comprado
un billete como si no. Y estabas destinado a llegar a la parada final
fuera cual fuera el lugar adonde hubieras imaginado que irías aquella
mañana al levantarte. Esa noche, una canción que Bob Dylan había
grabado casi treinta años antes se cantaba por primera vez, y de la
misma manera, esa noche, se cantaba por última vez.
Era este tipo de drama lo que «Like a Rolling Stone» había puesto
en marcha en la música de Bob Dylan: el empeño por llegar a ese mo
mento en que el juego de la vida se vuelve serio. La gente reconoció eso
desde el principio. «La primera vez que escuché la canción fue cuando
fuimos a Los Ángeles. Era la número uno allí. No la había escuchado
antes y nunca había oído hablar de Bob Dylan. íbamos en coche por
Hollywood Boulevard o algo así y salió la canción por la radio. Está
bamos con un grupo de gente y todos empezaron a gritar y yo dije
“¿de qué va esto?”, y ellos dijeron que subiera el volumen.» Eso cuenta
Steve Cropper, guitarrista de BookerT. y los M G s, que en 1965 era el
grupo más importante de soul del país, pero lo podría haber contado
cualquiera. El drama era instantáneo, sobrecogedor, una historia que
te atrapaba y que como única vía de escape te ofrecía la embestida final
de una armónica que era como una tabla de surf que saliera despedi
da de la cresta de una ola. Había una suerte de epifanía común, una
congregación del inconsciente colectivo: la canción fundía la máscara
de lo se empezaba a llamar cultura juvenil, y aún más completamente
la máscara de la cultura moderna como tal. «Cualquiera puede ser
concreto y obvio», dijo Bob Dylan acerca de la canción a principios de
1966 hablando con el crítico de jazz Nat Hentoff:
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GREIL M ARCUS
Ésa siempre ha sido la vía fácil. Los líderes del mundo cogen la
vía fácil. No es que sea tan difícil ser inconcreto o menos ob
vio, sólo que no hay nada, absolutamente nada, sobre lo que
ser concreto y obvio. Lo mínimo que se puede decir sobre mis
primeras canciones es que no eran sobre nada. Las más recien
tes son sobre la misma nada, sólo que vista dentro de algo más
grande, que podríamos considerar un no lugar.
En «Like a Rolling Stone» ese no lugar era una ola creciente. El críti
co británico Wilfred Mellers captó en 1985 la sensación: la música,
dice él, lo deja a uno «deseoso de saber lo que viene después». No a
todo el mundo: en 1967, Phil Spector, el gran productor discográfi-
co de Los Ángeles, al describir la canción durante una conferencia en
la Universidad de California en Berkeley, sostenía que si bien «siem
pre es muy satisfactorio reescribir los acordes de “La Bamba » lo que
«Like a Rolling Stone» necesitaba era un sonido más grande, con
lo cual Spector se refería a su propio «muro de sonido». Distinguía
entre las grabaciones que podían considerarse «un disco» y las que
eran «una idea», señalando en un modesto aparte que una grabación
que era las dos cosas a la vez (sugirió como ejemplo su producción
de «Da Doo Ron Ron» de los Crystals) «puede dominar el mundo».
«Like a Rolling Stone», dijo, era sólo una idea.3
Si «Like a Rolling Stone» no era un muro de sonido, sí era un río
de sonido en sus estrofas y una montaña de sonido en su estribillo:
un profundo río, una alta montaña. A lo largo de casi cuarenta años
3. «Su canción preferida es “Like a Rolling Stone” — le dijo Spector a Jann Wenner de
Rolling Stone en 1969 a propósito de lo que había dicho dos años antes— , y se entiende
porque es su canción más entretenida, hasta donde puede serlo una canción. Puede que su
mensaje no lo sea tanto. Puede que no sea la mejor canción que haya escrito, pero puede
ver por qué es la que más satisfacción le da, porque reescribir los acordes de “La Bamba”
siempre es divertido y es un placer cada vez que puedes hacer un disco que llega a ser nú
mero uno y reescribir esos cambios». En 1970, con George Harrison a la guitarra y Charlie
Daniels al bajo, Dylan grabó una versión garaje de «Da Doo Ron Ron»: «I met her on a
Monday ... I saw her last Friday» [la conocí un lunes... la vi el viernes pasado].
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EL DÍA EN Q UE MATARON A K EN N ED Y
52.
LA NACIÓN DE LO S TO P 40
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GREIL MARCUS
Then I go to my brother
And I say brother, he’p me please
But he winds up
4. «Un trío de folk de Greenwich Village estaba subiendo en las listas con una canción
titulada “Blowin in the W ind” que llamó y retuvo la atención de Sam», escribió a
propósito del año 1963 Daniel Wolff en You Send Me: The Life & Times ofSam Cooke
(1995). «Peter, Paul & Mary estaban muy lejos del rocanrol (que les disgustaba y del
que se burlaban), pero no fue el grupo ni la poesía folk de Bob Dylan lo que sorprendió
a Cooke. Fue que un tema pudiera hablar de los derechos civiles y a la vez llegar al
número dos en las listas de éxitos pop.»
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LA N ACIÓ N DE LOS TOP 40
Knockin’ me
Back down to my knees
Ohhhhhhhhhhh—
There been times, that I thought
I couldn’t last for long
But now I think Ym able, to
Carry on
It’s been a long
A long time comin’, but I know
A change gone come
Oh yes it will*
5. El 28 de marzo de 2004, en Apollo at 70: A Hot Night in Harlem, una gala de estrellas a
beneficio de la Apollo Theater Foundation, Natalie Colé cantó una canción hasta dejarla
por los suelos, hubo un homenaje a Ray Charles y luego el actor y activista de los derechos
civiles Ossie Davis, con ochenta años y hablando como si tuviera todo el tiempo del mun-
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G REIL MARCUS
do, subió al escenario. «A finales de los cincuenta — dijo— , el movimiento de los derechos
civiles se hizo cada vez más insistente, ávido e intenso. Mi generación estuvo involucrada,
poniendo en cuestión la profunda división racial de América. Nos manifestábamos, rezá
bamos, predicábamos (y luchábamos) por la libertad. La música se convirtió en un instru
mento importante para sacar esas cuestiones a la luz, y para hermanar a la gente.» Hasta
ese momento, Davis estaba simplemente repitiendo la típica cantinela de las entregas de
premios, pero entonces dio un giro: «Un joven cantante llamado Sam Cooke dominaba las
listas de éxitos — dijo mientras en la pantalla iban apareciendo imágenes de Cooke actuan
do con más de una docena de cantantes y bailarines— . Un día, Sam escuchó una canción
que preguntaba algo sumamente importante». Mientras subía el sonido en la pantalla se
podía oír que Cooke estaba cantando «Blowin in the Wind» («¿cuántas muertes harán falta
para que entienda / que ya han muerto demasiados? / La respuesta, amigo mío, vuela con
el viento») y oír la voz impecable de Cooke dentro de la de Dylan era escuchar la canción
como si fuera algo nuevo. «Lo animó — dijo Davis— a escribir la que es posiblemente
su obra más sincera y conmovedora: “A Change... Is Gonna Come”. Una canción que se
convirtió en el himno del movimiento por los derechos civiles. Para cantarla esta noche está
alguien a quien he tenido el placer de presentar antes (y Davis pronunció esa palabra con
solidez, cargando finalmente su retórica) cuando estábamos una vez juntos ese histórico día
de 1963, cuando el doctor Martin Luther King nos contó el sueño que quería compartir
con toda América. Estoy encantado (¡qué va!, feliz) de volver a presentar a ese artista esta
noche. Señoras y caballeros: Bob Dylan.»
Con su grupo en la sombra (un guitarrista y un bajo que llevaban sombrero, un
guitarrista y un batería que no) Dylan estaba detrás de un piano eléctrico y entró
directamente en la canción. El sonido de su voz era el sonido de una suela de cuero
rascando la acera; la canción estaba fuera del registro vocal de Dylan, así que la llevó
a su terreno como si fuera un camarada. Al principio, con un arpegio de guitarra y
unos golpes en un bloque de madera, la canción sonaba muy sentimental. Frenando
el ritmo de la forma más radical posible, Dylan se abrió espacio para arrastrar ciertas
palabras, allanar la melodía y a la altura de la segunda estrofa (con el cantante a la
puerta de un cine en el que se le negaba la entrada) se veía a alguien en un escenario
de la WPA [Works Progress Administration, la agencia de obras públicas más impor
tante del New D eal estadounidense] de los años treinta, vacío excepto quizás con el
trasfondo de una puesta de sol. La actuación estaba hecha con dignidad y autoridad,
cualidades que cuando Dylan cantaba iban pasando de él a la canción y a Cooke, y
de vuelta de nuevo. El espléndido y sofisticado disco que Cooke había grabado cuatro
décadas antes era ahora áspero, primitivo; donde Cooke había sido un profeta de club
nocturno, Dylan era un vagabundo de la calle, un profeta que se contentaba con decir
lo que le tocaba para luego desaparecer. Así era como sonaba; con un chaqué beige y
desenfadado, una camisa rosa de satén, una estrecha corbata negra y un bigotillo fino
parecía un tahúr.
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LA N ACIÓ N DE LOS TO P 40
escrito «Tliis Diamond Ring» como una seria balada soul, e incluso
grabó una versión para probarlo; en 1965, esa canción era de una
inanidad apoteósica. La voz de Gary Lewis era un gimoteo, el so
nido era de lata, y para los millones que no podían evitar tararearla
era algo mucho más vergonzoso que lo que Jerry, el padre de Gary,
había hecho nunca (y eso que Jerry sabía bien lo que era hacer el
ridículo). Mientras, miles de personas de Selma, de todo el país e in
cluso de fuera del país salían a manifestarse y, bajo la protección del
gobierno federal, recorrer cincuenta y cuatro millas hasta el capitolio
estatal de Montgomery para exigir la eliminación de las barreras que
impedían votar a la población negra, un crimen constitucional al
que cuatro meses después se pondría fin con la Ley del Derecho al
Voto aprobada por el Congreso y firmada por Lyndon B. Johnson
como el legado más importante de su presidencia. Entre los parti
cipantes en la marcha estaban Joan Baez, un hombre con una sola
pierna y muletas y una voluntaria de treinta y nueve años de Detroit,
Viola Luizzo, que esa noche sería asesinada por varios miembros
del Ku Klux Klan. Por ese entonces, las Supremes relevaban a los
Beatles y la sonrisa reluciente de «Eight Days a Week» era sustituida
por «Stop! In the Ñame of Love», su cuarto disco seguido que lle
gaba al número uno, un disco tan apasionado, tan bien construido,
que hacía que los tres anteriores parecieran anuncios de refrescos.
A finales de abril, cuando Bob Dylan marchó de gira por el Reino
Unido, donde descubrió que las canciones que cantaba cada noche
habían perdido aquello por lo que valía la pena cantarlas, las listas
de éxitos perdieron garra. Mientras en el Sur se seguía arrestando a
cientos de personas en manifestaciones por el derecho al voto, Mien
tras Johnson enviaba a los marines a la República Dominicana para
abortar una revolución democrática, mientras estudiantes y profeso
res protestaban en las universidades y organizaban los primeros ac
tos públicos contra la Guerra de Vietnam, por las ondas circulaban
«Shotgun» de Júnior Walker y los All Stars y «King of the Road» de
inZn
G R EIL M ARCUS
Roger Miller, y los ganadores eran los Herman’s Hermits con «Mrs.
Brown You’ve Got a Lovely Daughter», la simplona «Game of Love»
de Wayne Fontana y los Mindbenders, y «I’m Telling You Now» de
Freddie y los Dreamers, que hacía que «Game o f Love» sonara casi
como «A Change Is Gonna Come», o más bien como si «A Change
Is Gonna Come» no hubiera existido nunca. Después vinieron los
Beatles con «A Ticket to Ride» (un lamento con un ritmo curioso,
una canción que tenía auténtico contenido emocional) seguidos de
cerca por Gary Lewis y los Playboys con «Count Me In», por Sam
the Sham y los Pharaohs burlándose de Lewis y el resto del mundo
con «Wooly Bully» y por Elvis Presley intentando imponer la calma
con «Crying in the Chapel». Pero a finales de junio, con «Like a
Rolling Stone» grabada pero todavía sin salir, el mundo del pop dio
un giro. Bob Dylan nunca lo había conseguido, pero los Byrds al
canzaron el número uno con una adaptación de su «Mr. Tambouri
ne Man», una canción incluida en Bringing It All Back Home unos
pocos meses antes. Era un sonido intenso, denso, profundo, como
podían haberlo cantado los Beach Boys, con notas altas y refinadas.
Con su candencia inicial, el disco era un anuncio, una señal que
quizás era una versión del cambio que estaba por venir. Luego llega
ron los Rolling Stones con «(I Can Get No) Satisfaction», justo tres
puestos por encima de los Herman’s Hermits y su version de «(What
A) Wonderful World» de Sam Cooke, un disco perfecto en I960
y opuesto al discurso profètico de «A Change Is Gonna Come», el
mejor disco de Cooke. Los Rolling Stones dominaban la partida: se
mantuvieron a la cabeza de la lista durante un mes, y cuando el 10
de agosto cedieron el puesto a los Herman’s Hermits y «I’m Hen
ry V ili, I Am», una cancioncilla de teatro de variedades británico,
«Like a Rolling Stone» ya estaba en la radio y faltaba un día para que
Watts encendiera un fuego que se vería desde la otra parte del globo.
Se mire como se mire, aquello era un campo de sorpresas. En una
época marcada por un peligro y un terror públicos, un coraje incom-
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LA N A C IÓ N D E LOS TO P 40
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CAPÍTULO 3
EVERY M O TH ER S SON
Ginos
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EL H O M BRE DE LA CABINA TELEFÓ N IC A
Entrada libre
Única actuación
en vivo
«Sensacional»
BOB DYLAN
«Blowing in the Wind»
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GREIL M ARCUS
Bajo el hueco para la cabeza de la mujer hay una figura con un suéter
de cuello alto y sin sujetador, con pantalón pirata y sandalias, soste
niendo una pancarta que dice «We Shall Overeóme» [venceremos];
64
EL H O M BRE DE LA CABINA TE LE FÓ N IC A
¡Hola! Soy Bob Dylan. ¿Se acuerdan de los fabulosos años se
senta? Las manifestaciones, las sentadas, las quemas de carti
llas militares y lo mejor de todo, la música. Bien, ahora Apple
House ha recopilado las mejores canciones de esa época en
un álbum titulado Dorada protesta con las versiones originales
de los artistas que las hicieron famosas. ¡Se estremecerán con
Janis Ian cantando «Society’s Child»! ¡Los Monkees y «Plea-
sant Valley Sunday»! ¡Los Searchers y «What Have They Done
to the Rain»! ¡Elvis Presley y «In the Ghetto»! ¡»Silent Night/
Seven O ’ Clock News» de Simón y Garfunkel! ¿Y quién podría
nunca olvidar ese clásico de todos los tiempos, sí, la inmortal
«Eve o f Destruction» de Barry McGuire? Y, por supuesto, no
podía faltar mi propia «Masters of War». Todo por el increíble
precio de sólo $3,95. Y si hacen el pedido ahora mismo...
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GREIL M A RCUS
dicales. Parecía que Bob Dylan había dicho que las injusticias había
que corregirlas, y si no había sido así, si la guerra continuaba y el
racismo simplemente había cambiado de forma, entonces aquéllos
que se habían reconocido a través de la manera como Dylan decía
las cosas («el sonido de la voz de Bob Dylan — escribió una vez el
crítico Robert Ray— cambió las ideas que la gente tenía sobre el
mundo más que su mensaje político») lo mejor que podían hacer
para salvarse era hacerle quedar a él como un idiota. Y el anuncio de
Radio Dinner, hecho con el grado perfecto de carrasposa madurez en
la voz de Dylan, con sus cadencias marcadas justo como tenía que
ser, resultaba realmente divertido.
A veces, como pasa en «The Times They Are A-Changirí », con Dylan
vestido como bardo-del-pueblo en la portada del álbum publicado con
ese mismo título en 1963, sus canciones protesta tenían programática y
automáticamente el carácter de himnos, aunque era imposible cantarlas
en grupo. La mayoría de las veces te llegaban como sesgadas, llenas de
ambigüedad e incertidumbre, y con un sentido del detalle que te situa
ba en medio de la acción. Cuando en los años noventa Dylan cantaba
«The Lonesome Death of Hattie Carroll», de 1963 (sobre la sentencia
de seis meses que recibió un blanco privilegiado de Maryland por matar
a bastonazos a una camarera negra) en ciertos momentos la canción
parecía ralentizarse: casi se podía sentir el movimiento del bastón en
el aire. Las canciones protesta pueden arrastrar los pies como lacónicos
números de comediante, como ocurre en la impagable «Talking World
War III Blues». Ha caído la bomba, y el cantante saca un Cadillac de
un concesionario abandonado y dice: «Un buen coche para conducir
después de la guerra».
Dylan intentó eludir su encasillamiento. «Nunca he escrito una
canción que empiece con las palabras “os he reunido aquí esta no
che”», dijo una vez. Cuando le preguntaron por sus cantantes pro
testa favoritos, mencionó al cantante de salón-bar Eydie Gorme y
a Robert Goulet, quien según la leyenda era el artista por el que
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EL H O M BR E DE LA CABINA T ELEFÓ N IC A
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G REIL M ARCUS
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EL HOM BRE DE LA CABINA TELEFÓ N ICA
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EL H O M BRE D E LA CABINA TE LE FÓ N IC A
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7*
EL HOMBRE DE LA CABINA TELEFÓ N IC A
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G REIL M ARCUS
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EL H O M BRE D E LA CABINA T E LE FÓ N IC A
* Vi tres carabelas / que venían hacia mí. / Le pregunté al capitán su nombre / y por qué no
era camionero. / Dijo llamarse Colón / y le deseé buena suerte.
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EL H O M BR E DE LA CABINA T E LE FÓ N IC A
Stone», una obra que incorporaría todas esas cosas para devolverlas
transformadas.
No había risas en la otra cara del disco. Allí aparecía Bob Dylan
como siempre, solo con su guitarra y su armónica, excepto en «Mr.
Tambourine Man» y «It s All Over Now, Baby Blue», donde los sen
cillos intrumentos de acompañamiento eran tan sutiles que parecían
emanaciones de la canción misma. Esa cara tenía cuatro largos temas,
y todos ellos prometían no acercarse nunca a los cuarenta principales
de la radio; y era evidente que estaban tan llenos de sentido y eran
tan atractivos, tan importantes, tan elegantes, que su calma acallaba
el ruido de la otra cara. Puede que la intención de Bob Dylan fuera
marcar un límite, pero lo hacía en un surco que ya estaba arado, y las
flores crecieron sobre él. Cuanto más rápido avanzaba, más pillado
estaba en su propia trampa.
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Segunda parte
CAPÍTULO 4
83
G R EIL M ARCUS
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EL ÍD O LO D E SAN JO S É
* Nombre dado a los actores blancos que se tiznaban la cara para imitar estereotipadamente
a los negros en los espectáculos de vodevil. {N. del T)
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r ¥ EL ÍD O LO DE SAN JO SÉ
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EL ÍD O LO DE SAN JO SÉ
canza su máxima fuerza con «Come una pietra scalciata» (una graba
ción de 1998 de Articolo 31, un grupo italiano de hip-hop formado
por J. Ax y D j Jad); es decir, con «Like a Rolling Stone».
Esta interpretación, extraña y desconcertante, remite a «Like a Ro
lling Stone» tal como apareció en 1965, y lo hace mirando atrás a
través la confusión de acontecimientos que en el futuro próximo de
la película ya ha negado la primera versión de la canción a través del
tiempo que la ha ido borrando, de los miles de otras canciones que
han ocupado su lugar en las listas, del mundo que la canción cambió,
el mundo que cambió a su alrededor y la dejó atrás en alguna bifurca
ción del camino. Acaso se trate de esa legendaria bifurcación de carre
teras con dos señales (« p o r a q u í a T e x a s », « p o r a q u í a A r k a n s a s »)
donde, según la leyenda, todos los que saben leer siguen hacia Texas, y
el resto acaba en Arkansas. De modo que la canción va a Arkansas, a la
tierra de nadie marcada por la iconografía de esa leyenda. Para los ita
lianos que ahora reclaman la canción como si fuera un antepasado, un
padre fundador, un Jefferson o un Garibaldi, no queda nada, sólo una
memoria heredada y distante de lo que una vez significó. Pero ellos no
la tocan como una memoria. Lo que su interpretación afirma, a lo que
se agarra como derecho inalienable que hace pasar la composición de
quien una vez la cantó a la gente que ahora lo hace, es precisamente la
confusión de acontecimientos, no tanto el «Like a Rolling Stone» que
se encontraron, sino el que se ha perdido.
Con «Come una pietra scalciata» incluso el propio Dylan es una
especie de fantasma. El disco es de hecho la versión de una versión:
una versión del «Like a Rolling Stone» que en 1993 grabó el enigmá
tico grupo blanco de hip-hop Mystery Tramps.6
6. Buscando sobre los mystery tramps [misteriosos vagabundos] en Google, la cuarta entrada
que aperece no dice nada sobre el grupo, pero menciona que «la tesis de Coup d ’E tat in
America sugería que E. Howard Hunt, conspirador del Watergate y antiguo agente de la
CIA, fue uno de los tres misteriosos vagabundos mencionados en historias sobre el asesi
nato de Kennedy». Puesto que esos vagabundos, «fotografiados cerca de la loma cubierta
de hierba», fueron «detenidos por la policía de Dallas y luego puestos en libertad sin que
existan datos sobre su arresto», es posible que se trate realmente del mismo grupo.
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CAPÍTULO 5
EN OTRO TIEMPO
L
a canción es una pieza musical, pero antes que nada es una his
toria. Y no una sola historia. «Yo tengo la audacia de tocar aLike
a Rolling Stone” en mi show, casi cada noche — dijo el cantante de
country Rodney Crowell en 2004— . Empecé a hacerlo en broma,
para demostrar a los de mi grupo que me sabía toda la letra. Pero me
sorprendió de inmediato la respuesta de la audiencia: desde los que
tenían seis años hasta los de setenta, todos se sabían el estribillo. Y no
lo pude dejar, es algo que nos une cada noche. Creo que de alguna
manera es una parte del tejido de nuestra cultura.»
«Trata de lo que supone hacerse adulto, de qué significa descubrir
lo que pasa a tu alrededor, darse cuenta de que la vida no es como
te contaron», dijo Jann Wenner ese mismo año; treinta y siete años
antes, en 1967, decidió que su revista se llamaría Rolling Stone por
que, como explicó en el primer número, «Muddy Waters le puso ese
nombre a una canción, los Rolling Stones tomaron su nombre de la
canción de Muddy Waters y “Like a Rolling Stone” es el título del
primer disco de rocanrol de Bob Dylan».
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* Conjunto de locales donde los músicos y comediantes negros podían actuar sin problemas
durante la era de segregación racial. (TV. del T.)
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42, «esperando que alguien les hiciera una señal». A medida que toca
la canción, el Hendrix de Henderson invierte la perspectiva, la retira
del personaje de Dylan (ese tú que en otro tiempo se reía de todo el
mundo) y se la entrega a la gente sin nombre que se esconde en los
callejones y zaguanes que aparecen en la canción, gente que (como
Hendrix) va sin rumbo por las calles: «Se habían reído de él». «Era
una canción que hasta entonces sólo Dylan podía cantar», escribe
Henderson, pero es él quien la canta, es él quien la ofrece a los de
más. Tal como lo cuenta Henderson, «Like a Rolling Stone» no es
una historia de liberación, sino una epopeya.7
7. «Creo que a Jimi se lo recordará durante siglos, como le pasará a gente como Leadbelly y
Lightnin Hopkins», afirmó en 1992 el difunto John Phillips, uno de los organizadores del
Festival Pop de Monterrey, situando así a Hendrix en una América tan misteriosa y seductora
que alteraba una vez más la historia de Hendrix, reconstruyendo su breve trayectoria como un
desafío o una carrera contra un oponente que Phillips no identifica, anunciando una leyenda
que aún estaba por contar: «Es un verdadero héroe popular, otro John Henry».
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CAPÍTULO 6
EN EL AIRE
* Frase equivalente a «érase una vez...» o «había una vez...» en los cuentos tradicionales. Por
razones gramaticales aquí se traduce como «en otro tiempo...». (N. del T.)\
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8. Como manera de empezar una canción, ésta siempre me ha parecido completamente sin
gular, no porque sea única, por supuesto, sino porque el drama que ese sonido aislado crea
para «Like a Rolling Stone», quizás el eco que lo rodea, borra para mí toda posible analogía.
«¿Recuerdas por qué se hizo así?», le pregunté a Al Kooper. «Es algo muy normal — dijo— .
Alguien empieza la cuenta atrás y alguien toca una introducción. Es muy común tener un
toque de batería en uno de los primeros compases. El [el batería Bobby Gregg] podría haber
empezado: uno, dos, tres, rataplán ; podía haber hecho un millón de cosas. Simplemente
decidió hacer eso. Es el cuatro del compás antes de empezar: uno, dos, tres, ¡cu atro ! Fue
así.» Entonces Kooper enumeró unos treinta discos que empiezan de la misma manera,
entre ellos «It s All Right» ( 1963 ) de los Impressions, «When the Spell Is Broken» ( 1983) de
Richard Thompson, «Goodbye Eral» (2000) de las Dixie Chicks, la cabalísticamente oscura
«Pom Pom Playgirl» ( 1964 ) de ios Beach Boys, y «Sleigh Ride» ( 1963) de las Ronettes.
Jon Langford, de los Mekons, mencionó la versión que ese grupo hizo en 1986 de «Sweet
Dreams», de Patsy Cline, donde el efecto es tan parecido que cabe considerarla una versión
de «Like a Rolling Stone». Dave Marsh hizo referencia a los Beatles y su «Any Time at AJI»
de 1964 : «Tiene el golpe de tambor inicial, con un efecto muy similar; de hecho, Ringo lo
toca al principio y sobre cada estribillo. Tiene ese efecto de disparo, no rápido y seco como
en “Like a Rolling Stone”, sino más duradero, como un disparo de verdad». Yo sigo en mis
trece: no hay nada parecido.
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más fuerza y más delicadeza, con líneas que son como escaleras que
llevan al techo o ventanas que dan a un muro (techos y muros que
la música abre como si fueran puertas y cierra de la misma manera
tras de sí), Johnson habla el lenguaje de lo que no existe. No es ése
el motivo por el cual la mayoría de quienes lo precedieron siguieron
viviendo mucho después del asesinato de Johnson en un tugurio de
Misisipi en 1938; él hizo de su música una especie de testigo de su
muerte. Contenidas dentro de sus trazos a la guitarra y los matices
de su voz existen siempre más posibilidades de las declaradas. En el
tono más alto de su música cada nota implica otra que no suena;
cada emoción expresada sugiere lo inefable. A pesar de su elegancia y
buen hacer, la música en su esencia es inestable: cada canción es a la
vez un intento de escapar del mundo tal como lo entienden quienes
rodean al cantante y el sueño de que el mundo no es una prisión sino
un hogar. Como los Drifters o Dion and the Belmonts, Johnson se
encuentra por momentos en el aire, volando igual que en un sue
ño, contemplando maravillado desde arriba el territorio, planeando
como si fuera la cosa más natural del mundo.
Antes de «Like a Rolling Stone», puede que Johnson and the
Drifters se hayan acercado más que nadie al sonido total. El deseo
podía definirse aún cuando su realización fuese imposible (quizás
podía definirse a causa de su imposibilidad). El sonido total lo abar
caría y consumiría todo. Mientras durase, ese sonido sería el mundo
mismo, ¿y quién sabe lo que sucedería cuando se abandonase ese
mundo y se volviese al mundo que parecía tan completo y acabado
antes de escuchar ese sonido?
«Like a Rolling Stone» sigue en el aire. Eso es todo un logro:
aguantar durante seis minutos completos sin mirar nunca hacia aba
jo. Cuando termina, la canción se desvanece en el aire, dejándoles
la tierra a todos los hombres y mujeres que se apresuran a través de
los túneles y trampas del resto del país cartografiado en Highway 61
Revisited y la serie de canciones que inauguraría.
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bueno como Otis Rush, tan bueno como Buddy Guy, como Freddie
King, fuese cual fuese el intrumento que tocases en ese momento, te
nías que ser tan bueno como ellos — dijo una vez— . ¿Y quién quería
ser malo en el South Side? Tío, estabas expuesto a todo. En la misma
ciudad donde vivías, una noche podías escuchar a Muddy Waters,
Howlin Wolf... Big Walter, Little Walter, Júnior Wells, Lloyd Jones,
docenas de cantantes de blues diferentes, algunos famosos y otros
no tanto. Todos eran parte del blues, y podías tocar con ellos si eras
lo bastante bueno.» Encontró su propio sonido: «Toco blues dulce
— dijo en 1968— . No puedo explicarlo. Quiero cantarlo, quiero
ser dulce». «Si yo pudiera ser cualquier cosa en el mundo — dijo un
amigo ese año— , sería las notas que toca Mike Bloomsfield.»
Bloomsfield encontró su sonido, pero no pudo mantenerlo. En
1967 dejó a Paul Butterfield, igual que había dejado a Dylan después
de una sola actuación, en el Newport Folk Festival de 1965, y formó
la muy anunciada Electric Flag, que debutó en el Monterey Pop
Festival de 1967, donde los confusos pastiches de blues y tributos al
soul de su banda fueron eclipsados por Jimi FFendrix, quien después
de cantar «Like a Rolling Stone» prendió fuego a su guitarra para
luego rezar ante ella; por los Who, quienes antes de destrozar sus
instrumentos enardecieron a la muchedumbre con ocho minutos
de su opereta «A Quick One While H es Away» («estáis perdona
dos», gritaba Pete Townshend a un público formado por gente del
mundillo musical); y en especial por Big Brother and the Fíolding
Company y su versión del «Ball and Chain» de Mae Thornton, la ac
tuación que hizo de Janis Joplin una estrella internacional. La banda
de Bloomfield se disolvió después de un solo disco. Él hizo los elepés
«Supersession» con Al Kooper y Stephen Stills, que venía de BufFalo
Springfield, los tres comerciando con su pasada gloria, («un espectá
culo penoso», le dijeron a uno de ellos, según un artículo de la época;
«ya, pero le hemos sacado un par de discos», fue supuestamente la
respuesta); grabó discos en solitario, tocó de nuevo con Butterfield
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Fui a su casa para oír por primera vez las canciones. La primera
fue «Like a Rolling Stone». Quería que captase la idea, cómo
tocarla. Me imaginé que quería un estilo de blues, estirando
las cuerdas, porque es lo que hago. Pero me dijo: «Eh, tío, no
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* Ahora la quinta hija en la duodécima noche / le decía al primer padre que las cosas no
iban bien.
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* Tengo cuarenta cordones rojos, blancos y azules / y mil teléfonos que no suenan.
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damente, que se puede ver la senda que sus notas están abriendo. El
cantante brama y truena por encima de todo, sin prestar atención
a lo que nadie tenga que decir, pero su cuerpo lo absorbe todo, y
todo lo que absorbe termina llegando a su voz, que se crece con cada
palabra. La rueda dorada de Bloomfield es ahora mayor y más bri
llante que antes (y más peligrosa: una rueda que te ciega y atropella)
y transporta al cantante fuera del claro hasta la siguiente estrofa. En
minuto y medio, una estrofa y un estribillo, han sucedido más cosas
que en ninguna otra canción producida ese año.
El tono de la música en la segunda estrofa es más triunfante.
Las líneas de Bloomfield son más largas, más como un halcón en
el cielo que como un venado saltando un barranco. El resto sigue
a un paso constante, y la historia parece abocada a una conclu
sión. Cerca del fin de la estrofa se produce quizás el momento más
asombroso cuando, por puro instinto o deseo, desde una sonrisa en
alguna parte de su memoria, Bloomfield encuentra un gran rugido
y por un instante se eleva un viento que sopla a través del resto de
la música como si la canción fuera una escopeta de feria. ¿Es eso lo
que hace que el cantante se dé la vuelta en el aire, dandos golpes a
diestro y siniestro? Hay desesperación, algo cercano al miedo, en la
manera como Dylan lanza used to iP. las palabras parecen empujar
a la persona de la canción, dejándola caer en el arroyo, aturdida,
cubierta de suciedad; el cantante intenta ayudarla sin conseguirlo,
pero no hay tiempo para retroceder: el estribillo ya está aquí de
nuevo. Con su primer verso, esas simples palabras, ¿qué se siente?>
sin duda una pregunta inofensiva, se nota que esta vez el cantante
está exigiendo más de las palabras, y más de la persona a la que van
dirigidas. En las estrofas él la ha perseguido y acosado, pero con la
llegada del estribillo salta por delante de ella; cuando ella intenta
huir él se interpone, señalándola, gritando, y entonces la persona
a la que todo esto va dirigido ya no es simplemente la muchacha
mencionada en la canción. Esa persona es ahora al mismo tiempo
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letra habla de alguien sin voluntad, sin deseo. Sin embargo es una
canción sobre la libertad: libertad frente a la familia, la autoridad, el
gobierno, el trabajo, la religión, pero sobre todo frente a uno mismo.
Es la canción de un vagabundo; la imagen dominante no es el «canto
que rueda» sino la «carretera perdida» cuando augura que la tumba del
que canta será una cuneta a un lado de la carretera.
En «Like a Rolling Stone» la influencia de «Lost Highway» no
es más fácilmente discernible que la de «Rollin Stone» (1950) de
Muddy Waters. Grabada en Chicago, con Waters tocando una
guitarra eléctrica, la pieza tenía un puro tono Misisipi, con su
carácter amenazante, afirmando una tensión enroscada de modo
tan tirante en la música que cuando en un breve solo de guitarra
Waters entrega una simple y vibrante nota, ésta parece morderse
a sí misma. «Será un canto que rueda, / con seguridad será un
canto que rueda», se repite a sí misma la mujer embarazada de
la primera estrofa a propósito del niño que lleva en su interior,
chasqueando la última palabra una y otra vez, como un cuchillo
que vibra al chocar contra un muro, a menos que lo que se oye
sea el niño que desde dentro está aporreando la puerta, susurran
do su intención de matar a su madre si no lo deja salir. Aquí el
canto que rueda se levanta y camina como un hombre, y esto es
lo que se oye en el solo de guitarra de Waters, incluso más que
en la manera como desliza su voz sobre las palabras. Se escucha a
alguien libre de valores y límites, sin importarle madres, padres,
trabajos, iglesias o tribunales. Nunca eleva el tono de su voz, pero
deja claro qué pasaría si decidiera hacerlo...
En términos de folk, las imágenes de Dylan surgen de fábulas
como «Lost Highway» y «Rolling Stone», pero si la imagen del can
to que rueda es lo que determina la fábula de su canción, no es la
que le da su impulso. Como canción, actuación, amenaza o gesto,
«Like a Rolling Stone» está más cerca de «A Hard Rains A-Gonna
Fall» (1963) del propio Dylan, «Can’t Help Falling in Love» (1961)
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9. A veces es en las versiones que Dylan hizo de estas canciones donde se puede oír algo
parecido a «Like a Rolling Stone», aunque no siempre: su desganada grabación de 1970
de «Can’t Help Falling in Love», omitida del ya ensamblado Self Portrait e incluida en el
conjunto de desperdicios de Dylan de 1973 (Dylan se había pasado temporalmente a otra
discográfica y Columbia intentaba abochornarlo publicando el peor material que pudo
encontrar), no decía nada; su «Little Maggie» de 1992 era severa, sincopada y soporífera,
pero no le debía nada a los Stanley Brothers. Si Dylan se basó en ellas para «Like a Rolling
Stone» fue por su estructura, su melodía y sobre todo su empuje, su sensación de triunfo.
El «House o f the Rising Sun» de los Animáis, con cuatro minutos y medio en su versión
completa, se tomó de la interpretación quebrada que Dylan hizo de la canción en Bob
Dylan dos años antes; con el alcance temporal de una canción que daría poder a «Like a
Rolling Stone», un quinteto británico de blues de Newcastle transformaría una balada folk
sobre una casa de citas de Nueva Orleans en un éxito internacional que cuarenta y cinco
años después aún da vueltas al mundo. Pero cuando cantó «Don’t Start Me Talkin» en The
Late Show with D avid Letterman en 1984, Dylan se encontraba francamente poseído por
la canción, por la oportunidad que le daba de pasar por encima de cualquiera («diré t o d o
lo que sé», gritaba con júbilo sobrehumano); cuando eliminó «New Minglewood Blues»
de sus actuaciones en los 90, su banda se estrellaba en las palabras born y den mientras él
se las arrebataba construyendo cada verso sobre el anterior hasta que era imposible ver el
final de la escalera.
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Says I know you will catch it, babe, in this world somewhere
Says I know you 11 catch it, mama, in the world somewhere*
* Voy a escribirte una carta, la voy a enviar por el aire. / Yo sé que la cogerás, nena, en alguna
parte del mundo.
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del primer año de giras con «Like a Rolling Stone», esa noche Dylan
está volando con la canción, excitado por la historia. A medida que
transcurre, golpea todo con más fuerza:
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Tercera parte
CAPÍTULO 7
EN ANTENA
10. «Estaban haciendo algo tan grande como lo que hacía Dylan», dice Kooper de los
autores de Aldon, cuyo trabajo para The Drifters («Up on the Roof»), los ChifFons
(«One Fine Day»), The Shirelles («Will You Love Me Tomorrow»), The Righteous Bro
thers («You’ ve Lost that Lovin Feeling») y muchos otros artistas de rocanrol de los
primeros sesenta sobresale como uno de los logros más verdaderos de la música pop de
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postguerra. Dylan más que nadie terminó con su carrera como escritores de canciones.
«Ibas a ver películas mudas —dice Kooper hablando de la manera como Dylan cambió
el concepto de canción pop, o de cómo su uso del Lenguaje cambió el lenguaje de las
canciones— y de repente tenían sonido. Eso dejó sin trabajo a mucha gente. Gente
elegante, que hablaba muy finamente. Se quedaron sin trabajo.» Y lo sabían: no es exa
gerado decir que Bob Dylan les producía terror. Años antes de «Like a Rolling Stone,»
ya casi los había desafiado a un duelo: «A diferencia de la mayoría de las canciones de
hoy, que se escriben en Tin Pan Alley, porque ahí es donde se escribe la mayoría de
la canciones folk hoy día — dijo en The Freewheeling Bob Dyian para presentar «Bob
Dylan’s Blues»— , ésta no se escribió allí; ésta se ha escrito en alguna otra parte de Es
tados Unidos». Sois unos farsantes, entendieron Goffin y K ing; el rey de los nightclubs
Bobby Darin, el cantante estrella Dion y tantos otros: lo vuestro son falsificaciones y esto
es real. En 2001, hablando para The Hitmakersy un documental de A&E sobre el 1650
de Broadway, Goffin decía: «Ojalá hubiéramos intentado con más ahínco escribir can
ciones que dijesen realmente algo... Dylan se las arregló para hacer algo que ninguno
de nosotros fue capaz de hacer: ponerle poesía al rocanrol, y luego levantarse como un
hombre y cantarla. Y Carole sentía también lo mismo, así que tuvimos que hacer algo
dramático, coger todas las demos de las canciones que no habían sido producidas y
partirlas por la mitad. Dijimos “tenemos que crecer, que comenzar a escribir mejores
canciones a partir de ahora”». «Había alrededor nuestro un fenómeno cultural que no
tenía que ver con escribir canciones — decía King en el mismo documental, sentada a
la mesa con Goffin, Weil y Mann, con un deje de desprecio— . Así estaban las cosas:
¡Espera un momento! ¿Qué está pasando* Las cosas están cambiando. ¿Cómo vamos a es
cribir cosas como ésta! ¿Cómo vamos a encajar?» En otras palabras, estaban escuchando
todas las preguntas que Dylan hacía en «Like a Rolling Stone», y empezaban a darles
respuesta. Que tuviesen que devaluar su propio trabajo para hacerlo es un testimonio
del miedo que podía producir la canción o de lo peligrosa que podía llegar a ser.
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11. «Haré una ópera con él — dijo Spector en 1969— . Seré su productor. Veréis que nunca
antes ha tenido uno de verdad. Siempre ha entrado en el estudio con la fuerza de sus letras
y han vendido suficientes discos para taparlo todo... Ni él tiene el tiempo ni ninguno de
sus productores la ambición o el talento necesario para desautorizarlo y discutir con él. Me
imagino que con Albert Grossman debe de haber una situación de control empresarial igual
que con Elvis Presley y el Coronel Parker. Quizás nadie ha tenido las agallas, las pelotas o la
ambición para meterse en eso, pero no hay razón para no hacerlo a menos que Dylan no lo
quiera. Pero se le puede convencer.»
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12. «John Hammond me dijo una vez que yo debería hacerme cargo de Columbia Records
— dice Johnston, como si relatase la historia de un acuerdo roto, de cómo sus antepasados
apaches fueron expulsados de sus tierras— . Así que le dije “Bien, ¿cómo se hace eso?” Me
reuní con Paley y con Stanton [William S. Paley, el legendario bucanero capitalista que en
1928 había comprado la pequeña Columbia Broadcasting System, era el presidente del
consejo de administración de CBS; Frank Stanton había sido presidente de la compañía
desde 1946] y con toda la gente de arriba, y dijeron: “¿Qué harías si te hacieras cargo?”. Y
les dije: “Bueno, no les gustaría, ni querrían hacerlo, pero creo que lo primero que tendrían
que hacer es poner orden en todo esto. Lo que quiero decir es que deberían poner a los
abogados en la planta 10, y a los contables en la 11, y la música en la 12. Y nunca se les
debería permitir pasar de una planta a otra. Lo que ustedes quieran hacer, la manera de
engañar y joder a los artistas es asunto suyo, pero al menos denles la oportunidad de crear
algo sin estar rodeados de gente que es incapaz de seguir el ritmo con los pies o silbando, y
que se dedica a juzgar lo que hacen según lo que otra persona hizo la semana pasada, sólo
para conservar sus puestos seis meses más”. Y seguí: “Si lo hacen así, la música será siempre
la música, y todos esos hijos de puta nunca tendrán una oportunidad de meterse con ella,
ustedes podrán ganar todo el dinero que quieran, pero ellos no joderán la música”. Paley
dijo: “Eso es muy interesante”. John salió y dijo: “Tú no querías el trabajo, ¿verdad?”».
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[uno de los hipsters del Village] estaba haciendo una música que po
día competir con la de ello s [los Beatles] y la de los Stones y la de
los Dave Clark Five sin sacrificar la integridad de la música folk o el
poder del rocanrol. Como productor, esto me supuso una revelación
asombrosa. Sabía que la canción suponía una ruptura, y aún así me
moría de envidia porque era lo mejor que había escuchado de entre
lo que nuestra tribu producía, y yo sabía que aquello iba a darle la
vuelta a nuestras agradables y cómodas vidas.»
Cuando el single se lanzó, el 20 de julio de 1965, las copias
enviadas a las emisoras de radio cortaban la canción por la mitad y
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13. «Después del lanzamiento de Highway 61 y de su éxito — dice Kooper— , había veces
en que Bob y yo íbamos a una tienda de discos y comprábamos imitaciones, y luego íbamos
a escucharlas a su casa y nos reíamos. Me divertía en particular el hecho de que grandes
músicos de verdad estuviesen imitando mi ignorancia. Yo había dedicado mucho tiempo
a ser guitarrista, y estaba entonces comenzando a tocar los teclados para ganarme la vida.
Tenía mucho que aprender.»
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ya! People cali’ shed b’ware dolíya bound ta fa llyyou tought dey
was ally k id d ii J ya!
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14. «Creo que hay una manera muy extraña de escuchar la canción por primera vez»,
dijo en 2004 Paula Radice, una maestra de escuela primaria en Hastings, Inglaterra,
con voz suave y modesta; ella fue una de las personas entrevistadas para un documen
tal radiofónico de la BBC sobre «Like a Rolling Stone» producido para la serie de
Birmingham «Soul Music». «Dado que descubrí a Dylan tarde, en los 80, en contra
posición a todas las personas que conocían la canción desde los años sesenta, me llegó
completamente fresca y nueva. Estaba sentada en un bar de Durham, en 1984, en la
época de la huelga de los mineros, y en ese tiempo Durham era un lugar en crisis. Era
un momento extraño para encontrarse en una universidad acomodada en un parte muy
infeliz del mundo. Yo estaba sentada en un pub anticuado, no de estudiantes, sino tan
tradicional que creo que en realidad nunca habían servido a mujeres. Se escuchaba sólo
el murmullo general de la conversación. La máquina de discos estaba en marcha, y de
repente comenzó la canción. Yo no sabía qué era, probablemente era la única persona
en el bar que no la reconocía. Pero todo se paró. Todas las conversaciones se pararon y
todo el mundo comenzó a cantar. Pensé, ¿que demonios está pasando, nunca antes he
escuchado esta canción, cómo es que todo el mundo la conoce? No sólo todo el mundo
la conocía, por descontado la amaban, la saboreaban, moviendo sus cabezas al cantar el
estribillo, How does it feel?, casi aullando. Recordándolo ahora me parece bastante re
presentativo de lo que estaba pasando en Durham en ese momento. Había una especie
de euforia injuriosa en la canción con la que se identificaban. Al acabar la canción, todo
el mundo volvió a sus bebidas y a su charla como si nada hubiese pasado.»
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CAPÍTULO 8
TRES ESCENARIOS
E
l acontecimiento se expandió por todo el país, tanto el país real,
tal como era en el ruidoso, sanguinario e idílico verano de 1965,
como el país imaginado, tal como Dylan lo pintaría en Highway 61
Revisited, que salió a la venta el 30 de agosto, justo a tiempo para que
todo el mundo volviese a la vida real.
El primer paso fue la actuación de Dylan en el Newport Folk
Festival, donde en los dos años anteriores (rodeado por creadores
de éxitos como Joan Baez y Peter, Paul &C Mary, nombres legenda
rios forjados en los discos fundacionales de blues y country de los
años 20 y 30 — entre ellos Son House, Mother Maybelle Cárter,
Skip James, Roscoe Holcomb, Clarence Ashley, Mississippi John
Hurt y Dock Boggs— y guardianes de la tradición como el can
tante y banjista Peter Seeger o el folclorista Alan Lomax) se había
convertido en la mayor atracción y la presencia más carismática. El
amigo de Dylan Paul Nelson escribía entonces en el Little Sandy
Review de Minneapolis y en Sing Out!, el órgano oficial del mo
vimiento folk. Como él mismo diría en 1975 (posando como un
detective de la Watchtower Detective Agency que estaba investi
gando la biografía de Dylan para eventuales clientes que «busquen
promocionar a un héroe»), «a mediados de los sesenta el talento de
Dylan provocaba un grado tan intenso de participación personal
por parte de sus admiradores y detractores que él no podía per
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TR ES ESCENARIO S
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15. «Lo que más me impresionó fue lo fantasmal de aquello — me escribió el historiador
Sean Wilentz a propósito del festival de 2002— porque todos los que eran una inspiración
para los jóvenes artistas folk en 1965 o antes están muertos: Mississippi John Hurt, Son
House... Había un buen número de fantasmas dando vueltas. Al mismo tiempo se producía
un paso muy consciente de esa tradición hacia algo nuevo, en lo que respecta a los cantantes
folk más veteranos. Dylan lo dejo ver muy claramente con las canciones que cantaba en
1965, con canciones que recordaban esa tradición.
»Hubo una fase de vuelta a las raíces, pero comparada con el inmenso interés por la
música del pasado, había muy poco de ella. La mayoría de las canciones eran historias
personales, de manera que con el 0 Brother, Where Art Thou?, de Alison Krauss, el festival
parecía desmarcarse de la música folk de hoy. Era más que nada una muestra refinada de
angustia adolescente y auto-indulgente, a lo Shawn Colvin.
»Dylan salió a escena con tirabuzones judíos, con coleta y una barba postiza. Parecía
un tipo que se hubiera perdido intentando llegar en autobús a Crown Heights [el barrio
hasídico de Brooklyn]. Visto desde otra perspectiva, sin tener en cuenta la barba, podría pa
recer una de las Shangri-Las. Luego se pareció más a Jesucristo. Estaba montando un show,
y llevaba un disfraz porque era un juglar: un juglar judío, un juglar americano.
»Luego llegó un momento en que podría haber dicho algo [sobre lo sucedido en 1965]
(cuando estaba presentando a la banda; en ese momento le presté especial atención), pero
sólo sonrió, hizo un gesto rápido y luego acometió la última canción, “Leopard-skin Pill-
box Hat”. Y luego una versión estupenda de “Not Fade Away” de Buddy Holly, De nuevo
los fantasmas. Él era toda la jodida tradición, él solo un festival.»
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G REIL MARCUS
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TR ES ESCENARIOS
16. Incluso en 1974, cuando Dylan y The Band volvieron una vez más a hacer giras por
el país, la parte del show que hacía Dylan en solitario, acompañado sólo por su guitarra
acústica y su armónica, casi siempre provocaba la respuesta más entusiasta, con muchos
gritando y aplaudiendo con un fervor que ponía de manifiesto el rechazo que sentían por
todo lo demás.
153
GREIL MARCUS
tando, muchos de ellos tan unidos en sus gritos como lo podían estar
las adolescentes fanáticas de los Beatles («muy bien, cuando levante
la mano todas gritamos ¡ p a ú l !», salvo que en Forest Hills la consig-
na habría sido «muy bien, ahora todos juntos: ¡h i j o d e p u t a !»). La
actuación era un escándalo, con los músicos dejándose la piel en las
canciones. «Like a Rolling Stone» era la última. Aún cuando los aplau
sos se imponían a los abucheos (que eran para muchos la razón de su
presencia en el concierto) se puede oír que tanto Dylan como el grupo
se distancian de la canción, de su dificultad, de su forma esquiva, del
desafío que a fin de cuentas ésta representaba no sólo para quien la
escuchaba sino también para quien pensaba que podía tocarla. Hacia
el final, cuando todo indicaba que que sólo Kooper con su piano eléc
trico estaba dispuesto a hacerse cargo del monstruo, la canción parecía
reducirse a una insistente nota metálica.
Seis días más tarde, en Hollywood, hubo muchas menos protes
tas (aunque la única persona por mí conocida que reconoce haber
abucheado a Dylan en 1965, y quizás la única persona viva dispuesta
a admitirlo, lo hizo en el Hollywood Bowl), pero el grupo había
evolucionado hasta sonar como lo que había entonces en la radio,
y «Like a Rolling Stone» era aún una historia poco creíble. Shirley
Poston, que escribía para The Beat (una gaceta sobre emisoras de
radio que, a pesar de sus meteduras de pata — incluso en 1965, la
mayoría de los oyentes de los Top 40 probablemente sabían que Eric
Burdon de los Animáis no era «el mejor cantante de blues del mun
do»— , era en ese momento una revista de música pop tan buena
como cualquier otra), es quien mejor cuenta la historia:
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TR ES ESCEN ARIO S
155
CAPÍTULO 9
LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA
E
ste podría ser el escenario más fiel para «Like a Rolling Stone»:
un país imaginado hace cuarenta años y tan reconocible hoy
como entonces.
La Highway 61 es la carretera estadounidense que va desde el Golfo
de México a la frontera canadiense, justo un poco más allá de Grand
Portage (Minnesota). Cuando Dylan estaba en la escuela secundaria
en Hibbing era una carretera mágica: con sus amigos atravesaba veinte
millas hacia el este para bajar por la carretera 53 hasta Duluth, donde
había nacido, y de ahí tomaba la 61 y se encaminaba a Saint Paul y
Minneapolis en busca de otros ambientes.17 En 1959 y 1960, cuando
Dylan estudiaba en la Universidad de Minnesota, la carretera lo lleva-
17. En Minnesota, la edad mínima para conducir eran los quince años. Dylan hizo sus
primeras grabaciones en Terline Music, una tienda de partituras e instrumentos musicales
de Saint Paul, la víspera de Navidad de 1956. Entre ellas había fragmentos de canciones
como «Ready Teddy» de Little Richard, «Confidential» de Sonny Knight (un tema que
Dylan tocó de nuevo en 1967 con los Hawks como parte de las Basement Tapes, y que
todavía seguiría tocando en escena veinticinco años después), «Boppin the Blues» de
Cari Perkins, «Lawdy Miss Clawdy» de Lloyd Price, «In the Still of the Nite» de los Five
Satins, «Let the Good Times Roll» de Shirley and Lee, y «Earth Angel» de The Penguins.
Dylan se acompañaba a sí mismo al piano, y sus amigos Howard Rutman y Larry Keegan
también cantaban. Después de quedar parapléjico tras varios accidentes que tuvo en su
juventud, Keegan en su silla de ruedas subió con Dylan al escenario en Merrillville (In
diana) en 1981, para un bis del «No Money Down» de Chuck Berry (con Dylan tocando
el saxofón), y en 1999 cantó en la toma de posesión de Jesse Ventura como gobernador
de Minnesota. Keegan murió en 2001 de un ataque al corazón a los 59 años; siempre
conservó el disco de aluminio que resultó de la sesión de 1959 y después de su muerte
sus familiares lo pusieron a la venta en eBay, supuestamente con un precio de partida de
150,000 dólares, aunque nadie llegó a pujar tanto. «Era horrible», dice uno de los recep
tivos oyentes que escucharon las canciones.
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LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA
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LA DEM O CRA CIA EN AM ÉRICA
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LA DEM O CRA CIA EN AMÉRICA
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LA DEM OCRACIA EN AMÉRICA
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CAPÍTULO 10
LA MOVIDA DE LONDRES
18. «Yo no daba un pimiento por el Bob eléctrico o por el Bob folk, y no conocía a nadie
que lo hiciera — escribió el cantante Bob Geldof en 2003 sobre su vida a los trece años en
1965— . Lo que contaba eran las palabras, la voz, la camisa. No pude encontrar una igual,
de modo que pinté lunares en el cuello de mi camisa azul, en los hombros y hasta la mitad
de la parte frontal, y luego no me quitaba la chaqueta. Una noche me olvidé, y la chica que
luego me inspiraría la canción “Mary o f the 4th Form” dijo que me encontraba trágico y
se lo contó a sus amigas.»
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LA MOVIDA DE LO N DRES
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LA MOVIDA DE LO N D RES
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LA MOVIDA DE LO N D RES
colaron por una puerta lateral, y vagaron por los pasillos hasta que
llegaron a una puerta próxima a los laterales del escenario desde don
de escucharon «Like a Rolling Stone». Luego la puerta se abrió y dos
tipos se llevaron al cantante en volandas fuera del teatro. «Parecía
como si hubiera tenido un accidente de coche, alguien en completo
estado de choque.»
173
CAPÍTULO 11
L
a canción nunca fue la misma después de Inglaerrra; tampoco
lo fue Bob Dylan, ni su público. Él y el público cambiaron a
lo largo de los años, pero, salvo algún momento aislado, la canción
había llegado tan lejos como podía llevarla la gente que la tocaba, o
tan lejos como la canción podía llevar a quien intentara tocarla. «Es
como si un fantasma hubiese escrito una canción así — dijo Dylan
en 2004 a propósito de «Like a Rolling Stone» hablando con el pe
riodista Robert Hilburn del Los Angeles Times— , te la entrega y lue
go se aleja, se aleja.» Sobre el escenario, durante los siguientes años,
la canción misma sería el fantasma. No era el cantante quien decidía
cantarla; era la canción la que decidía.
El disco siguió igual, lo cual significa que permaneció inestable,
que nunca era el mismo. En el escenario «Like a Rolling Stone» fue
durante años y con demasiada frecuencia la misma canción: un ca
ballo de batalla llevado al trote una vez más para dar la vuelta a la
pista. Podía parecer cada vez más larga, como si, en lugar de llegar a
la canción, la lucha fuera ahora por salir de ella. A veces la música se
diluía, y entonces parecía una mala composición de bluegrass; otras
veces se inflaba, y entonces había cierta excitación en las sacudidas
del ritmo, sin importar qué otra cosa pudiera echarse en falta. Una
noche de 1992, en un programa que celebraba el décimo aniversario
del Late Night with DavidLetterman en la N BC , con Letterman to
cado con lo que parecía el tupé de Cari Perkins y Dylan al frente no
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UNA VEZ MÁS
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UNA VEZ MÁS
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GREIL MARCUS
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UNA VEZ MÁS
q u e lo s i g a n c u a n d o c ie r r a d e g o l p e la p u e r t a d e l c o c h e y se d ir ig e
a la c a r r e t e r a 61 , in t e r e s a d o e n a v e r ig u a r si é s t a p u e d e c o n d u c i r l o a
a lg ú n lu g a r d o n d e n o h a y a e s ta d o a n te s.
A pesar de tantas millas, el hombre que canta «Tangled Up in
Blue» no tiene cicatrices, no tiene miedo, no está acabado y está to
talmente cuerdo. La paz de espíritu es su derecho inalienable; la tie
rra bajo sus pies es firme. Pero no hay tierra bajo los pies del hombre
que canta «Idiot Wind». Como si se tratara del valle del río Hudson
en el siglo dieciocho y el cantante fuera a la vez Ichabod Crane y
el jinete sin cabeza que lo persigue, él viaja por el aire. Aterriza en
Leadville (Colorado) en 1890, entra en un bar y pide una bebida.
«Cuentan que maté a un hombre llamado Gray, y que me llevé a su
esposa a Italia», dice el hombre a los demás parroquianos, discur
seando como si se tratar de un político en campaña. «Ella heredó un
millón de dólares, y cuando murió me los quedé. No puedo evitar
tener suerte.» Pero nadie está prestando atención y el camarero le
dice al cantante que tiene que pagar como todo el mundo; él le pega
un tiro al vaso que el camarero tiene en la mano y sale precipitada
mente por la puerta. Lleva una gabardina de facineroso y maneja su
Winchester como un revólver; lleva un capote negro de predicador
de Nueva Inglaterra y guarda un cuchillo.
No tiene adonde ir y la única historia que puede contar está he
cha de maldiciones; todo lo que espera en la vida es vengarse. La
cómica bravata del hombre en el bar, tratando de gorronear una
bebida con su increíble historia de la fortuna que se ha esfumado, se
transforma en odio en sus ojos rasgados cuando piensa en la mujer
que se marchó o en su propia identidad desaparecida; cuando el can
tante dice «acabarás en una zanja, con moscas zumbando sobre tus
ojos» te entran ganas de cubrirte los tuyos. En «Like a Rolling Stone»
había una rabia y un miedo que quedaban finalmente atrás gracias
al puro júbilo de la aventura que la canción prometía; ahora no hay
promesa, y la rabia y el miedo son la única moneda de cambio en
UNA VEZ MÁS
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GREIL MARCUS
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UNA VEZ MÁS
ju n t o s v o la r e m o s a lto
ju n t o s d ire m o s a d ió s a n u e stro s a m ig o s
ju n t o s c o m e n z a re m o s u n a n u e v a v id a
e s t o e s lo q u e h a r e m o s j u n t o s
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GREIL MARCUS
Al o e ste a l a ir e l ib r e
Al o e ste t ú y yo
Ai o e s t e ¡é s e e s n u e s t r o d e s t i n o !
uno se elevaba hasta la historia que estaba oyendo, ansioso por unir
se, incluso si antes o después uno se daba cuenta de que la masiva voz
del coro representaba todas las voces de los muertos, y que Tennant,
con treinta y nueve años en 1993, era la voz de una aventura que
había encontrado su fin antes de que él estuviese listo para partici
par en ella. Al escucharla se puede oír como la historia hace trizas
la canción, pero la canción nunca abandona su cuerpo. A los cinco
minutos parece continuar para siempre, y eso es lo que uno quiere.
Es imposible escucharla sólo una vez.
El «Highlands» de Dylan que cerraba Time Out ofM ind en 1997
(el disco era en realidad un western hecho con pueblos fantasma y
mal tiempo, una obra de arte americano tan completa y libre de con
cesiones como la trilogía de Philip Roth Pastoral americana, Me casé
con un comunista y L a mancha humana) tenía dieciséis minutos de
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UNA VEZ MÁS
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GREIL MARCUS
15 DE JUNIO DE 1965,
e s tu d io A de C o lu m b ia R e c o r d s , N u e v a Y o rk
Toma 1 — 1.11
«Vamos allá, Larry. No hay... mejor lo pongo en la pizarra», dice
Tom Wilson. «Eh, CO-86446. “Like a Rolling Stone”, toma uno».
Dylan prueba una nota en la armónica. Bloomfield empieza a con
tar «un dos, un dos tres» y Bobby Gregg golpea la caja ligeramente.
Comienzan la canción muy lentamente, todo cubierto por el balido
de la armónica, que deriva en un largo lamento (cercano a los solos
que Dylan tocaría en 1966 en «Sad-Eyed Lady of the Lowlands» de
Blonde on Blonde) cuando el grupo entra en el tema.
Dylan: «Se nos ha perdido, ¿no?». Suena ansioso, excitado: «Se ha
perdido. Vamos a intentarlo de nuevo». Sopla su armónica. Bloom
field comienza a recorrer la canción: «Dos compases, un compás en
Mi, Si bemol menor...».
19 0
EPÍLOGO
Toma 3 — 1.46
Bloomfield, en voz alta e imperiosa: «Un dos tres, dos dos», y se pro
duce un gran sonido, de nuevo una muy lastimera armónica. Con
muchas notas ásperas, Bloomfield comienza a encontrar una melo
día. El órgano hace naufragar lo que está en marcha: es exagerado
y agresivo, suena de un modo destructivo. Luego Bloomfield casi se
bloquea en el tema.
«¿Qué estáis haciendo?», dice alguien. Hay confusión, mucha
gente hablando al mismo tiempo. «Esta vez — dice Bloomfield, el
maestro de guardería cada vez más impaciente porque la jornada
ha terminado hace veinte minutos y nadie ha venido a recoger a los
crios — sólo habéis tocado seis compases en Do.» «Quiero oírlo otra
vez por los altavoces — dice Dylan— , yo cantaré la letra.» Desde el
fondo: «Esa parte no encaja, la parte del puente no...». «Oye — dice
Bloomfield— , ¿sabes qué?, si yo lo tocase sería mucho más fácil, tío,
y habría sólo uno de nosotros, en lugar de todos esos cambios, por
que de otra manera nos vamos todos a...» Dylan también se impa
cienta: «Vale, vamos a... pero no — le dice a Bloomfield— él sabe de
qué va, tío, lo sabe.» «Bueno, yo sigo oyendo una suspensión», dice
Bloomfield. Dylan se aclara la garganta dos veces, como para hacerle
callar. Toca una nota con la armónica. «Vamos», dice. «Cuatro», dice
Wilson.
Toma 4 — 2.20
Bloomfield: «Un dos tres, dos dos». Dylan comienza de inmediato la
primera estrofa. Su voz es como el croar de una rana. El piano aúlla y
Dylan añade una armónica chirriante. El bajo aparece y desaparece.
El órgano cruje, pero el cantante es el que más chirría. Dylan alcanza
el final de la estrofa y se cuelga de la última palabra: your next meeea-
aalll... Llega al estribillo.
Esta es la toma que apareció en The Bootleg Series, volumes 1-3 [rare
and unreleased] de Dylan en 1991. Allí suena fatal, pero en la película
191
GR EIL MARCUS
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EPÍLOGO
Toma 4 a — 0.39
Bloomfield encuentra un sonido de cuento de hadas. Una segunda
guitarra se acopla en los agudos. Entra la armónica. Bloomfield: «No
estáis tocando la suspensión al mismo tiempo». Dylan: «¿Quieres
intentarlo?».
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GREIL MARCUS
16 DE JUNIO DE 1965
194
EPÍLOGO
Dylan intenta cubrir el hueco que hay hasta la segunda estrofa con
su armónica, pero los restos de sonido se deshacen. Paran. Dylan
busca de nuevo el tema en su guitarra; nadie más intenta encontrar
la melodía, el punto de vista, la estructura de la canción.
Toma 1 — 3.10
Wilson es muy lacónico: «Muy bien, Bob, todo el mundo está aquí;
hagamos una, luego te la reproduzco y la puedes analizar». Después ve
a Kooper al órgano. «¿Qué estás haciendo ahí?», dice obviamente di
vertido. Kooper rompe a reír. «Ja!», exclama Wilson. Luego él también
ríe: «Vale, vale, quédate ahí. Ésta es la toma CO-86446, “Like a Rolling
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GREIL MARCUS
196
EPÍLO GO
en las cuerdas un eco del tema. «Aguanta ahí — dice la voz— , pasa a la
siguiente estrofa.» «No, no, no — dice Dylan— , esto es lo que yo quiero
decir», y de nuevo se pone a enseñarles a los demás cómo es la canción,
cómo pasar de la estrofa al estribillo, pero luego pierde concentración.
Wilson dice: «Detén la cinta». «Seguimos adelante aunque metamos la
pata», dice Dylan con un nuevo dominio en su voz. «Okey», dice Wilson.
Toma 2 — 0.30
Se escucha una brillante introducción, pero el piano resbala, y des
pués de once upon a time todo se vuelve confuso.
Toma 3 — 0.19
Han continuado sin descansar, y en estos pocos segundos suceden
muchas cosas. Con el aviso inicial («un dos, un dos tres»), Gregg
golpea caja y bombo con fuerza, un sonido enorme, el big bang, y
por primera vez de verdad toma forma la canción y queda claro cuál
es la diferencia con respecto a lo que han estado haciendo. Los mú
sicos, en especial Bloomfield, Griffin y Kooper, entran con suavidad,
como si supieran adonde van. Se produce un sonido fuerte y simple;
intentan conseguir un punto de agarre en la canción, definirla, darle
un verdadero comienzo para que pueda alcanzar el final, pero se in
terrumpen antes incluso de que Dylan empiece a cantar.
Toma 4 — 6.34
«Cuatro», dice Wilson. Esta resultará la toma maestra, y la única vez
que los esfuerzos por descubrir la canción dan fruto.
«Uno dos, uno dos tres»: el bang que pone todo en marcha no es
tan grande como en la toma anterior, pero de algún modo se abre
más espacio, mantiene a raya al resto durante la fracción de segundo
necesaria para marcar el acto. Gregg también ha encontrado la can
ción. Tiene una estrategia: va creando ondulaciones en las estrofas y
sobre ellas conduce a los demás.
197
G R EIL MARCUS
Toma 5 — 0.30
«Espera un segundo», dice Wilson. «Muy bien, toma cinco.» Grif-
198
EPÍLOGO
fin lanza la canción muy deprisa; Dylan lo para: «Así no es, ¿cómo
lo hacemos?» «Esa no es la manera de hacerlo», dice alguien. «Bien
— dice Dylan— , ¿cómo lo hacemos, tío, cómo empezamos?» Vuelve
a su guitarra y toca el tema lentamente.
Toma 6 c — 0.36
«Toma seis», dice Wilson. De nuevo la guitarra de Dylan suena áspe
ra; los tambores meten ruido. Dylan se para después de dime. «Otra
vez, empecemos otra vez — dice— . ¿Está mi guitarra muy alta?»
199
GREIL MARCUS
Toma 9 — 0.20
Se oye la cuenta, unas pocas notas. Wilson da un silbido para inte
rrumpir la toma.
Toma 10 — 0.24
Wilson, con voz cansada: «Diez». De nuevo cuenta, notas y silbido.
«Algo no va bien, una cuestión de tiempo», dice.
Toma 11 — 6.02
Dylan, de nuevo con disgusto: «Digamos que algo va mal con el
jodido tiempo». «Once», dice Wilson.
Cuando comienzan de nuevo, Dylan parece que ya se ha can
sado de la canción, y el primer verso resulta mecánico. Todo sale
200
EPÍLO GO
Toma 12 — 0.29
«Atentos — dice Wilson— , vamos a la toma doce.» Kooper toca una
introducción; Wilson silba para interrumpirla.
Toma 13 — 1.49
«Hey, Al, deja esa introducción. Trece.»
Kooper toca de manera muy esquemática, como si estuviese re
solviendo un problema aritmético, y no funciona; y luego en un
estribillo pierde el control. Se produce un extraño sonido submarino
desde el piano. Después de una estrofa y un estribillo se paran. «¿Por
qué no podemos hacerlo bien, hombre?», dice Dylan articulando las
palabras mejor de lo que había sido capaz durante la toma. «Muy
bien — añade con cansancio— , probemos otra vez.»
201
GREIL MARCUS
Toma 14 — 0.22
«Catorce», dice Wilson. La batería está fuera de compás; Dylan se
carga el primer verso.
Toma 15 — 3.18
«Quince», dice Wilson. Kooper prueba unas pocas líneas como si
estuviera sobre una pista de hielo. Gregg ha perdido la canción por
completo; todo lo que toca es decorativo, pero decora algo que no está
allí. La voz de Dylan es enérgica pero desenfocada. Se apresura hacia
el estribillo, aún cuando Griffin y Bloomfield se mantienen firmes en
la cadencia que pide la canción. Llegan al estribillo. El órgano se crece
con cada línea. Y de una manera que lo empuja hacia adelante em
barullando el ritmo pero le permite salvar todos los obstáculos en su
camino, con palabras que se disuelven y le llegan de nuevo deformadas
por espíritus distantes, Dylan canta al ritmo marcial de Gregg:
Do you
Want to make
A DEAL
Y luego la palabra d eal, al igual que CONCEAL en la toma once, sale dis
202
EPÍLOGO
203
GREIL MARCUS
zaría de nuevo desde su primer compás), están tan lejos del tema y
tan distantes entre ellos que resulta fácil imaginar a Bob Dylan con
ganas de desechar la canción. Sin duda habría tomado algunas frases
y las habría insertado en otras canciones situadas más o menos en
la misma línea, sin molestarse otra vez por esa cosa llamada «Like a
Rolling Stone». Siguiendo las sesiones tal como ocurrieron, por mo
mentos puede ser más fácil imaginar eso que la grabación final del
disco, que acabaron por atrapar la canción dando vueltas en torno a
ella como cazadores rodeando a un animal escapado una docena de
veces. Eso es después de todo lo que define un acontecimiento: sólo
puede ocurrir una vez. Cuando ya ha sucedido parece inevitable,
pero ni las mejores razones del mundo pueden provocarlo.
204
AGRADECIMIENTOS
Dado que la idea fue suya, puede decirse sin hipérbole que este
libro no existiría sin Clive Priddle, de Public Affairs. Trabajar con
él ha sido un placer constante, como lo ha sido con el director
editorial Peter Osnos, la directora de arte Nina D ’Amario, el dise
ñador Mark McGarry, el coordinador Robert Kimzey, el director
de ventas Matty Goldberg, el publicista Jaime Leifer y el director
de publicidad Gene Taft. El corrector John Guardiano, la jefa de
proyectos Carol Smith y el encargado del índice Robert Swanson
han hecho un excelente trabajo. En Faber 6L Faber (como ocurre
desde hace años) debo mucho a Jon Riley, y también a Lee Brack
stone, Angus Cargill y Helen Francis. En Kiepenheuer & Witsch
he hallado el entusiasmo y la profesionalidad de Birgit Schmitz
y, demasiado a menudo para mi sosiego, el inagotable saber, la
ilimitada paciencia y el infatigable ojo crítico del traductor Fritz
Schneider. En Donzelli Editore de Roma mi agradecimiento va al
director editorial Carmine Donzelli, la coordinadora Marta Don
zelli y el muy cordial traductor Andrea Mecacci. En Galaade Edi-
tions de París debo dar las gracias a Levent Yilmaz, Emmanuelle
Collas, Clement Baude, Sophie Lhuillier y el traductor Thierry
Pitel. Wendy Weil y Emily Forland de la agencia literaria Wendy
Weil hicieron (como siempre) que me sintiera afortunado, algo
que también han logrado Anthony Goll de la agencia londinense
David Higham, Christian Dittus y Peter Fritz de la agencia Paul
and Peter Fritz de Zurich, Antonella Antonelli de la Agenzia Lette-
GREIL MARCUS
206
AG RAD ECIM IEN TO S
U K E A IL ÍI-.S T O N E
BOB DYLAN EN LA ENCRUCIJADA memoria (no sólo musical) del hombre contempo
Greil Marcus ha escrito la biografía de una canción ráneo. Aquí se narra la aventura de esa canción.
mítica. Grabada el 16 de junio de 1965, «Like a
Rolling Stone» se incorporó inmediatamente a la «Greil Marcus es sencillamente inigualable no sólo
iconografía de su época, y con tanta fuerza que como cronista ¿(ti rock, sino también como
varias décadas después sigue evadiendo los zar historiador de la cultura.»
pazos del tiempo. Los músicos reunidos en el es Nick Hornby
tudio deambularon por una veintena de pruebas
baldías persiguiendo algo inasible que sólo atrapa «Marcus ha situado a Dylan en lo más hondo del
ron durante la cuarta toma del segundo día. Habían universo norteamericano, ese magma de voces
dado inopinadamente en el clavo, y ahí quedó una nativas donde emergieron alquimistas como Walt
versión que nadie ha mejorado, ni siquiera el pro Whitman, John Ford y Chuck Berry.»
teico Dylan con sus veleidosas interpretaciones. Jonathan Lethem, NewYork Times Book
El itinerario de Dylan como cantante folk y la pre «Su obra crítica es, seguramente, la más imagina
latura que le habían asignado como «voz de su tiva entre las realizadas hoy día, pero hay más que
generación» llegaban entonces a un callejón sin eso: es una luz en un tiempo oscuro.»
aparente salida: el nuevo paisaje que los Beatles y Luc Sante, New York Magazine
otros grupos habían diseñado representaba para
él un desafío y un llamamiento. Marcus evoca en «Una aproximación esencial a la historia viva del
estas páginas la atmósfera cordial y ferozmente rock.»
competitiva en que se movían los astros de la Rolling Stone
música hacia 1965 (año, conviene recordarlo, sa
cudido también por conmociones como «Help!» o «Greil Marcus, crítico de formidable erudición y
«Satisfaction»): Dylan vibraba en ese medio, ab escritor de envidiable maestría, ha construido
sorbía todas las influencias, reaccionaba a todos sobre los cimientos del rock y a lo largo de tres
los estímulos y supo destilar la energía, la rabia y décadas su propia escuela de estudios norteameri
la ansiedad que lo embargaban en una composi canos. [...] Su libro es una hazaña no menor que
ción de seis minutos que cuarenta y cinco años la propia canción de Dylan.»
después permanece como un hito imborrable en la Los Angeles Times
Entre los libros escritos por GREIL MARCUS destacan The Oíd, WeirdAmerica, Traces (Rastros
de carmírr, Anagrama, 2005), Mystery Train (Mystery train: imágenes de América en el rock &
Círculo de Lectores, 2003), TheShape of Thinmto Comeo TheDustbinofHistory. Durante los últimos
años ha publicado numerosos artículos en ThMiew York Times, Salón, Esquire, Interview, CityPages y
Art Forum. En las universidades de Princeton y California (Berkeley) imparte cursos sobre temas como
«la voz profética norteamericana» o «práctica de la crítica».
9788496879515