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TOCCOCCOSOCAO
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rente, mientras atraves4bamos el aparcamiento. Me sefia-
16 un microbiis Toyota blanco, también adornado con la
estrella multicolor. Subf al asiento delantero: una sonrisa
sin objeto seguia iluminando el rostro de Patricks mientras
hhacfa cola para meter el ticket de salida empezé a tambo-
rilear con los dedos en el volante y a menear la cabeza,
como al compés de una melodia interior.
Circulabamos por una llanura de un negro inten-
0, casi azulado, formada por rocas angulosas, toscas, ape-
nas modeladas por la erosién, cuando volvié a tomar la
palabra:
—Ya verds, este curso es estupendo —dijo a me-
dia voo, como para sus adentros, o como si me conflara
un secreto—, Hay vibraciones especiales. Bs muy espiri-
tual, de verdad —yo asent{ educadamente. La observa~
cidn s6lo me sorprendfa a medias: en las obras mew age se
admite de forma tacita que las zonas volcdnicas estén atra-
vesadas por corrientes teliricas a las que son sensibles
Ja mayorfa de los mamiferos,y especialmente los hombres;
al parecer, entre otras cosas, incican a la promiscuidad
sexual—. Eso es, eso es... —dijo Patrick, sin salir del éxta-
sis—. Somos hijos del fuego.
‘Me tragué la réplica,
Poco antes de llegar, la carretera seguia una playa
de arena negra sembrada de pequefios guijarros blancos;
tengo que reconocer que era extrafio, por no decir pertur-
bador. Al principio miré con atencién, luego aparté la mi-
rada; aquella inversién de los valores me trastornaba un
poco. Si el mar hubiera sido rojo, seguramente habrla
sido capaz de aceptatlo; pero segufa siendo tan desespera-
damente azul como siempre.
La carretera giré bruscamente tierra adentro y qui-
nientos metros més adelante nos detuvimos delante de
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tuna barrera metilica s6lida, de tres metros de aleura, pro-
vista de alambre de espino, que se extendia hasta donde
alcanzaba la vista. Dos guardias armados con metralletas
patrullaban decrés del portén, que al parecer era la inica
salida, Patrick les hizo una seal, abrieron, se acercaron y me
escudrifiaron antes de dejarnos pasar.
—Es necesatio... —dijo Patrick con la misma voz
exérea—, Los periodistas...
El camino, bastante bien cuidado, atravesaba una
zona Ilana y polvorienta de guijarros rojos. Justo cuando
via lo lejos una especie de pueblo de tiendas de campafia
blancas Patrick giré a la inquierda, hacia una escarpadura
rocosa muy empinada, con uno de sus lados ctosionado,
formada por esa misma roca negra, seguramente voledni-
ca, que habia visto poco antes. ‘Tras dos o tres curvas muy
cerradas, decuvo el microbiis en un terraplén y tuvimos
que seguir a pie. A pesar de mis protestas, insistié en lle-
varme la maleta, que pesaba bastante,
—No, no, por favor... Eres un invitado VIP...
Lo decla como si bromeara, pero algo me hacia
pensar que la cosa iba bastante en serio, Pasamos por de-
ante de una docena de grutas que se abrian en el flanco de
Ja roca antes de llegar 2 otro terraplén, casi en la cima del
montfculo. Una abertura de unos tres metros de ancho lle-
vvaba a una gruta mucho més grande que las otras; también
allf habfa dos guardias armados apostados a la entrada.
Entramos en una primera sala cuadrada de unos
diez metros de lado, de paredes desnudas, amueblada tan
s6lo con algunas sillas de tijera colocadas a lo largo de las,
paredes; luego, precedidos por nn guardia, recorrimos un
pasillo iluminado por altas lmparas de pie, en forma de
columnes, bastante parecidas a las que estaban de moda
en los afios setenta: dentro de un liquido luminiscente y vis-
coso de color amarillo, turquesa, naranja o malva se for-
t208
maban grandes glébulos que subfan lentamente a lo largo
dela columna kuminosa antes de desaparecer.
Las habitaciones del profeta estaban amuebladas
en el mismo estilo aos seeenta. Cubria el suelo una grue-
sa alfombra naranja, cruzada por relémpagos violetas, Ha-
ba softs bajos tapizados en piel dispuestos de forma irre-
gular por la estancia. Al fondo, unos escalones llevaban a
un sillén relax giratorio de cuero rosa, con reposapiés in-
tegrado; el silidn estaba vacfo. Detris, reconoct el cuadro
que estaba en el comedor del profeta en Zork: en medio
de un jardin paradisiaco, doce jévenes vestidas con tini-
cas transparentes lo contemplaban con adoracién y deseo.
Era ridiculo, de acuerdo, pero sdlo en la medida —en el
fondo bastante débil— en que puede serlo algo puramen-
te sexual; el humor y el sentido del ridfculo (a mi me pa-
gaban, y me pagaban estupendamente, por saberlo) sélo
pueden lograr una autentica victoria cuando atacan blancos
desarmadios de antemano, como la religiosidad, el senti-
mentalismo, la abnegacién, el sentido del honor, etcézera;
por el contrario, son impotentes para dafiar seriamente los
detetminantes profandos, egoistasy animales de la conduc-
ta humana, Sea como fuere, aquel cuadro era tan malo
que necesité cierto tiempo para reconocer a las modelos
en las jévenes reales que estaban sentadas en los escalones
¢ intentaban, més 0 menos, reproducir las posturas pic-
tbricas —debian de haberlas puesto al corriente de nues-
tra llegada— sin conseguir offecer mds que una reproduc-
cidn aproximativa de la escena; aunque algunas llevaban
ttinicas transparentes, vagamente griegas, remangadas has-
tala cintura, otras habfan optado por corpifios y ligueros
de latex negro; én cualquier caso, todas tenfan el cofio al
aire,
—Son las novias del profere... —me dijo Patrick
con respeto.
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Me informné entonces de que aquellas clegidas dis-
frutaban del privilegio de vivir permanentemente en pre-
sencia del profetas todas tenfan habitaciones en su resi-
dencia californiana, Representaban a todas las razas de la
Tierra, y habfan sido destinadas, por su belleza, al servicio,
exclusivo de los Blohim: por lo tanto sélo podian tener re-
Taciones sexuales con ellos —cuando decidieran hontar la
Tietra con su visita, claro— y con el profeta; también po-
dian, si el profeta lo pedla, tener relaciones sexuales entre
sl, Reflerioné un rato sobre aquella perspectiva, intentan-
do contarlas a la ver: decididamente, sélo habfa diez. En
ese momento of un chapoteo que venta de la derecha, Se
encendieron unas halégenas en el cecho, revelando una pis-
cina excavada en la roca, rodeada por una vegetacién exu-
berante; el profeta se estaba bafiando desnudo. Las dos
chicas que faltaban esperaban respetuosamente junto a la
escalera de acceso, con una bata y una toalla blancas ador-
nadas con la estrella multicolor. El profeta se tomaba su
tempo, giraba sobre sf mismo en el agua, flotaba con pe-
reza haciendo el muerto, Patrick se quedé callado, agaché
la cabeza; ya sdlo se ofa el ligero chapoteo del bafio.
Salié por fin y una de las chicas lo envolvié dei
mediato en la bata, mientras la otra se arrodillaba para ftic-
cionarle los pies; me di cuenta de que era més grande, y
sobre todo mids fornido, de lo que recordaba; estaba dato
que debia de cuidarse, hacer musculacién. Se ditigid hacia
mi con los brazos abiertos, me abraz6,
—Me alegto... —dijo con voz profunda—,. Me
alegro de verte.
‘Yo me habia preguntado més de una ver durante
el viaje qué esperaba exactamente de m{; quizds sobreesti-
‘maba mi fama. La Cienciologfa, por ejemplo, se benefi-
ciaba sin Ia menor duda de Ia presencia entre sus adeptos
de John Travolta o de Tom Cruise; pero yo estaba lejes deSOOT COCOCCROONONONINAINAAINDIINAAD
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hallarme al mismo nivel. Aunque lo cierto es quel estaba
en el mismo caso, y quizds ésa era la explicacién: simple-
mente, aprovechaba fo que tenfa a mano.
El profeta se senté en su silln relaxs nosotros nos
inscalamos abajo, en unos pufs. A una sefia de sti mano,
las chicas se dispersaron y fegresaron con copelas de gres
llenas de almendras y frutos secos; otras Hevaban nforas lle-
nas de lo que luego resulté ser 2umo de pita. Asi que se~
guia con la nota griega; sin embargo, Ia puesta en escena
no*estaba perfeccionada, era un poco molesto ver, en un
aparador, las cajas vacas de los frutos secos que mds sé anuin-
ciaban en televisién.
Susan... —dijo en vor baja el profeta a una chi-
ca muy rubia de ojos azules, con una cara maravillosa y
cindida, que se habfa quedado sentada a sus pies. Obede-
ciendo sin decir una palabra, la chica se arrodillé entre sus
‘muslos, abrié la bata y emperé a chupérsela; tenla el pene
cotto y grueso. Al parecer, queria establecer de entrada
una clara posicién de dominios me pregunté fugazmente
silo hacfa tan sélo por placer o si aquello formaba parce
de un plan concebido para impresionarme. Lo cierto es
que yo no estaba impresionado en absoluto, pero me di
cuenta de que Patrick parecla cortado, se mirabe los pies
con incomodidad, enrojecta un poco; cuando todo aque-
lo, en principio, se ajustab a la perfeccidn a las teorfas
que profesaba. Al principio, la conversacién vers6 sobre la
situacién internacional, caracterizada, segin el profera,
por las graves amenazas que pesaban sobre la democracias
segiin dl, el peligro que representaba el integriomo musul-
iin no era exagerado en modo alguno, disponfa de infor-
maciones preacupantes procedentes de sus adeptos aftica-
nos. Yo no tenfa gran cosa que decir sobre el rema, lo cual
tampoco estaba mal, me permitfa darle a mi cara una ex-
a1
presién de interés respetuoso. De vez en cuando él ponta
Ja mano en la cabeza de la chica, que hacia una pausa; lue-
go, 2 una nueva sefial, empezaba a mamérsela otra vez.
‘Tras un mondlogo de varios minutos, el profeta quiso s2-
ber si yo querfa descansar un poco antes de la cena, a la
que asistirfan los principales dirigentes; tuve la sensacién
de que la respuesta correcta iba a ser «so,
—me soplé
Patrick, bullendo de excitacién, mientras recorrfamos el,
pasillo en sentido contrario. Su alarde de sumisién me
habfa dejado un poco perplejo: intentaba pasar revista a lo
que sabia sobre las tribus primitivas y los rituals jerdrqui-
cos, pero me costaba acordarme, eran lecturas de juventud,
de la época en que daba clases de teatro; entonces estaba
convencido de que los mismos mecanismos segufan re-
produciéndose, casi sin modificaciones, en las sociedades,
modernas, y que conocerlos podfa serme dtl para escribir
mis niimeros; por lo demas, la hipécesis habia resultado ser
cierta en Iineas generales; Lévi-Strauss, en particular, me
habfa ayudado mucho, Al salir al terraplén me detuve, im-
presionado por la visién del campamento donde se aloja-
ban los adeptos, unos cincuenta metros més abajo: debia.
de haber més de mil tiendas igld, muy juntas, de un blanco
inmaculado, colocadas de manera que formaban la estre-
lla de puncas curvas que era el emblema de la secia. Sélo
se podia apreciar el disefio desde més arriba; o desde el ai-
re, sugirié Patrick. La embajada, una vez construida, cen-
dria la misma forma, el profera habla dibujado los planos
personalmente, desde luego le gustarfa ensefiérmelos.
Yo esperaba, mds 0 menos, una cena suntuosa, sal-
picada de delicias sibariticas; no tardé en desengafiarme.
En materia de alimentacién, el profeta se atenfa ala mayor
frugalidad: comates, habes, olivas, sémola de trigo duro;
todo servido en pequefias cantidades; un poco de queso212
de oveja, un vaso de vino tinto, No sblo apoyaba la linea
dura de la dieta mediterrénea, sino que hacta una hora de
gimnasia todos los dias, siguiendo movimientos conce!
dos con gran precisién para tonificar el aparato cardio
vascular, ademds de tomar comprimidos de Pantestone y
MDMA’ y otros medicamentos disponibles iinicamente
en Estados Unidos. Estaba literalmente obsesionado con
clenvejecimiento fisico, y la conversacién traté casi exclu-
sivamente sobre la proliferacién de los radicales libres, la
degradacién de las moléculas de colégeno, Ia fragmenta
cidn de Is elastina, la acumulacién de lipofuscina en las
células del higado. Parecfa conocer el tema a fondo, el Sa-
bio intervenia sélo de vez en cuando para precisar un de-
talle, Los demas comensales eran el Humorista, el Poli y
Vincent, a quien vela por primera vez desde mi llegad,
Y que me pareci6 todavia mas zombi que de costurnbre:
no escuchaba en absoluto, parecta pensar en cosas perso-
nales e informulables, tenia un montén de tics netviosos
en los misculos de la care, que aumentaban cuando velaa
Susan; las novias del profera servian la mesa, vistiendo pa-
ala ocasién tiinicas largas abiertas por el costado.
El profeta no tomaba café, y la cena concluyé con
‘una especie de infusién de color verde especialmente amar-
g25 pero que, segrin , era mano de santo contra las acu
mulaciones de lipofuscina. El Sabio confirmé la infor-
maciéa, Nos separamos pronto, el profeta insistfa en la
necesidad de un suefio largo y reparador. Vincent me si-
guié precipitadamente por el pasillo de salida, me dio la
impresién de que se aferraba a mi, de que querfa hablar
conmigo. La gruca que me habfan asignado era un poco
més grande que la suya, tenfa una terraza desde donde se
+ £1 Panceston es un preparado de escosterona. MDMA es milenodioxime-
tanfecamina, es deci nts (dela)
213
vela todo el campamento. Aunque sélo eran las once de la
noche estaba sumido en una calma chicha, no se ofa nin-
guna miisica, no se vefa a nadie i y venir entre las tiendas.
Leserva Vincent un vaso del Glenfiddich que habfa.com-
prado en el duty-fiee del aeropuerto de Madrid.
Esperaba més 0 menos que él iniciara la conversa-
ci6n, pero no hizo nada, se conformé con servirse otra vex,
y darle-vucltas al iquido en el vaso. A mis preguntas sobre
sw trabajo sélo contesté con monostlabos desanimados; ha-
bia adelgazado més todavia. Como iiltimo recurso em-
pecéa hablar de mi, es decir, de Esther, lo nico que me
parecla sefialado en mi vida desde hacia tiempos también
habla comprado un nuevo sistema de riego automético,
pero no me sentfa capaz de sacarle demasiado partido al
tema. Me pidié que siguiera hablindole de Esther, cosa
que hice con auténtico placer; su rostro se iluminé poco a
poco, me dijo que se alegraba por mis yo notaba que era
sincero, Entre hombres, el afecto es diffcl, porque no pue-
de concretarse en nada, es algo irreal y dulce, pero tam-
bien, siempre, un poco dolorasos se fue diez minutes des-
pués sin haberme dicho ni una palabra sobre su vida. Me
tumbé en la oscuridad y medité sobre la estrategia psico-
légica del profeta, que no me parecla facil de entender. {Me
oftecerfa una adepca para distraerme en el terreno sexual?
Seguramente tenia dudas, no debia de tener mucha expe-
riencia sobre c6mo tratar alos VIP. Consideré con salina
la perspectiva: habfa hecho el amor con Esther esa saisma
mafiana, habia sido atin ms largo y delicioso que de cos-
tumbre; no deseaba para nada a otra mujer, ni siquiera
estaba seguro, llegado el caso, de lograr interesarme en el
asunto, Por regla general, se considera a los hombres po-
Ilas con patas, capaces de tirarse 2 cualquier tfa a condi-
cidn de que sea lo bastante excitante, sin tener en cuenta
sentimiento algunos es un retrato bastante exacto, pero deyO
A
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ocoaos
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FEC Ce CEE Caterer (el epee in)
214
SEES SP ote eerie es hee ete e eee
yodus miudos un poco forzado. Bien es cierto que Susan era
‘matavillosa, pero al verla chupaze la polla al profeta no ha~
bia sentido la menor oleada de adrenalina, ni el rs mini-
‘mo impulso de rivalidad simiesca, en !o que a mi respecta
el efecto habfa sido un fracaso, y me sencfa, en Iineas ge-
nerales, inusitadamente tranquilo.
‘Me desperté a eso de las cinco de la madrugada,
poco antes del alba, y me aseé con energfa, terminando
con una ducha helada; tenfa la impresién, bastante dificil
de justificar y que después resultaria ser falsa, de que me
disponfa a vivir una jornada decisiva. Me preparé un café
solo y me lo tomé en la terraza, contemplando el campa-
mento que empezaba a despertar; algunos adeptos se di-
rigfan hacia los aseos colectivos. Bajo la luz del amanecer,
Ja lanuca pedregosa parecfa de un rojo oscuro. Lejos, ha-
cia el este, se vetan las barteras metilices de protecciéa: el
terreno delimitado por la secta debia de ser de unos diez
Kilémetios cuadrados. De pronto via Vincent en comps-
‘hia de Susan; bajaban por las curvas cerradas del camino,
tunos metros mas abajo. Se detuvieron en el terraplén
donde la vispera habfamos dejado el microbuis. Vincent
agitaba las manos, parecia defender su causa, pero habla-
ba en voz baja y yo estaba demasiado lejos para enten-
derlo; ella lo miraba con calma, pero su expresién segula
siendo inflexible. Volvié la cabeza; se dio cuenta de que
yo los mitaba y puso una mano en el brazo de Vincent
para hacerle callar; volvi al interior de mi gruta, pensati-
vo. A Vincent no parecia irle muy bien; aquella chica,
con su mirada Itmpida que nada parecia capaz de turbar
y su cuerpo atlético, sano, de joven deportiva y protes-
tante, tenfa todos los ingredientes de la tipica fandtica: te
Je podias imaginar igual de bien en un movimiento evan-
gelista radical o en un grupisculo de deep ecology; en este
215
caso debfa de haberse consagrado en cuerpo y alma al
profeta, y nada podria convencerla de que rompiera sus
votos de servicios sexuales exclusivos. Comprendf enton-
ces por qué nunca habfa metido sectas en mis espectécu-
los; es ficilironizar sobre los seres humanos, consideratlos,
‘mecanismos ridiculos cuando los mueve, de la manera més
banal, la concupiscencia o el deseo; cuando, en cambio,
parece moverlos una fe profunda, algo que sobrepasa el
instinto de supervivencia, el mecanismo se agatrota, la risa
muere antes de nacer.
Uno tras otro, Jos adeptos salfan de sus tiendas
vvestidos con tinicas blancas y se ditigian hacia la abertura
en la base del pico zocoso, que llevaba 2 una inmensa gru-
ta natural en la que se impartfan las ensefianzas. Muchas
tiendas parecian vaclas; pocos minutos més tarde, hablando
con el Poli, me enteré de que ese afio sélo se haben apun-
tado al curso de invierno trescientas personas; para un mo-
vimiento que reivindicaba ochenta mil adeptos en todo el
mundo, era poco. El achacaba el revés al nivel, demasiado
alto, de las conferencias de Miskiewicz.
—La gente no pilla ni una... En un curso pensa-
do para todo el mundo, més valdrfa poner el acento en
emociones mas simples, més federativas. Pero el profeta es-
td totalmente fascinado con kas ciencias...—concluyé con
amargura,
Me sorprendié que me hablase con tanta franque-
za; al parecer, la desconfianza que sentia hacia m{ duran-
te el curso en Zwork se habia desvanecido. A menos que
buscara un aliado: a lo mejor se habia informado, se haba
enterado de que yo era un VIP de primera fila, quizds lla-
mado a desempefiar un papel en la organizacién, incluso
a influir en las decisiones del profeta. Sus relaciones con el
Sabio no eran buenas, estaba claro: el otro lo consideraba216
tuna especie de suboficial, bueno para organizar el servicio
de orden o Ja intendencia de las comidas. Y en sus conver
saciones con el Humorista, a veces acerbas, éste lo eludta,
ironizaba, procuraba no tomar partido, apoyéndose com-
pletamente en su relacién personal con el profeta.
La primera charla del dla empezaba a las ocho, y era
precisamente una conferencia de Miskiewicz titulada «El
ser humano: materia e informacidny, Al verlo subir al es-
trado, demacrado, serio, con un taco de papeles en la ma-
no, me dije que, desde nego, habria encajado a la perfec
cidn en un seminario de estudiantes de tercer ciclo, pero
que alli no estaba tan clato. Saludé répidamente a la asis-
tencia antes de iniciar su exposicién: ni un guifio al pii-
blico ni un rasgo de humor, tampoco el menor intento de
despertar una emocién colectiva, ya fuera sentimental o re-
ligiosa; s6lo el saber en estado bruto,
Sin embargo, tras una media hora dedicada al c6-
digo genético —muy bien explorado en la actualidad— y
las modalidades todavia poco conocidas— con que se
‘expresa en la sfntesis de proteinas, hubo una pequeia pues-
ta en escena. Dos ayudantes llevaron a la mesa del confe-
renciante, con cierto esfuerzo, un contenedor que tendrfa
més 0 menos el tamafio de un saco de cemento, formado
por bolsas de plistico, transparentes, de tamafio desigual,
que contenian diversos productos quimicoss la més gran-
de, con diferencia, estaba llena de agua.
{Esto es un ser humano! —exclamé e! Sabio,
casi con énfasis; mds tarde me enteré de que el profeta, to-
‘mando en cuenta las observaciones del Poli, le habfa pedi-
do que dramatizara un poco durante la exposicién, inclu-
so lo habfa matéiculado en un intensivo de comunicacién
‘oral, con video de entrenamiento y participacién de acto-
tes profesionales—. El contenedor que ven en la mesa tie-
ne exactamente la misma composiciéa que un ser humano
27,
adulto de setenta kilos. Como verdn, estamos compuescos
sobre todo de agua... —cogié un estilete, perfors la tolsa
transparente; salié un pequefio chorro.
»Por supuesto, hay grandes diferencias... dl es-
pectéculo habja terminado, otra vez se puso serio; la bolsa
de agua se estaba quedando fléccida, se aplastaba lenca-
mente—. Estas diferencias, por importantes que sean, pue-
den resumirse en una palabra: informaci6n, El ser humano
es materia mds informacién, En la actualidad, conocemos
esa materia casi al milimetro: se trata de elementos quimi-
cos simples, ya presentes en abundancia en la naturcleza
inanimada. También conocemos a informacién, o al me-
nos su principio: se basa por completo en el ADN, el del
niicleo y el de las mitocondrias. Este ADN no sélo con-
tiene informacién necesaria para la conscruccién del con-
junto, en la embriogenia, sino también la que guia y rige
acontinuacién el funcionamiento del organismo. Por lo
tanto, gpor qué debemos obligarnos a pasar por la em-
briogenia? Por qué no crear directamente un ser huma-
no adulto a partir delos elementos quimicos necesat:os y
del esquema que nos proporciona el ADN? Esta es, ob-
viamente, la via de investigacién hacia la que nos dirigi-
remos en el futuro. Los hombres del futuro nacerdn diz
rectamente en un cucrpo adulto, un cuerpo de dieciocho
afios, y es este modelo ef que se reproduciré a continua-
cién: con esa forma ideal se alcanzar4, alcanzaremos uste-
des y yo, si mis investigaciones avanzan con tanta rapidez
como espero, Ia inmortalidad. La clonacién no es més
que un método primitivo, dicectamente calcado del mo-
do de reproduccién natural el desarrollo del embrién no
aporta nada, salvo la posibilidad de malformaciones y de
ettores; puesto que disponemos del plan de construczién
y de los materiales necesarios, se convierte en una etapa
indi.