Soustelle Jacques El Universo de Los Aztecas Completo

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Traduccién de José Luis Martinez (Cap. 1) Juan José Ureatta (Caps. IV) AH JACQUES SOUSTELLE El] universo de los aztecas MEXICO Conceal en fianegs, 1979) Grimmer vic en espaol, 199 jisiol, 19% Sexta ewimpresin, 1998 tsi 2708 oles Aatgues| £150, TRormann, Panis 03 DR. © 1982, Forno ne GuLTURA Econduea, DRO 19886, Foxno bs GuLtuRs EconoatcA, 8.8, b& 6. V 1D. R.© 1996, Fonto b¢ GULYORA Feondaica, Carrevera Pieacho-djosco ISBN 968-16-0872.0 Lnpreso en Mi M200 México, D. F I, RESPETO A LOS DIOS! § MUERTOS EL. DIANLO DEBE SER -TOMANO EN SERIO Sor cos dioses de México esos pobres seres quejumbrosos que Horan su destino, ese Tliloc que tiene frio y caler de tanto Morar, uetzaledatl que se monta en fa espalda de ste vecino “con una Ientitud repugnante” como quién sabe qué ciempi lopochtli lagrimoso que se quejs co q Claudel ce les © se ese Hult oo un machacho al que se ha do el postre? Al principio de a escena que les consagra Paul ica dle “esparnte sos dlivses ike sangre y de nicblas”, to cual puede discutinse y se diseutira, 1 ro aunque se admiticra esta definicion, ze6ino podiian reconocerse las divini dades tertibles de la América precristinna en eses imagenes de pa yasos? Piéusese lo que se piense de elas, gno merectan algo mejor u otra cosa que un intermedio cémico? Seguramente nuestro poeta ha queri costa de los dioses venciclos, con lo que se muestra poco 9 diventiv al espectador a agent ios desollando sus nombres: Vitliputali o Huichtlipochtli en lugar de Huitzito pochtli, 0 inve mo en st victorin. No teme tamporo recurtir a at ntande nombres como Ixilipetzloc @ Hichtti Horktchli, cuyo ca recitante. Es pos ropeo, pero desp fcter cacofaico subraya no sin pesadez el ble que las sflabas aatecas desroncertaran al ew de todo, gpor qué Dios no podria hablar el az ? Los romanos del sigle | escuchaban con un sentimiento de desdefiosa superioridad a los esclavos cristiznos estropear los nombres hebreos de su nuevo panten. "Quisiera saber déude hyn encontrado nombres como ésos", hubiera exclamado un Claudel latino 0 griego que se rebelara contra el exotismo de Jas religiones importadas de Asia Menor. Y respecto de las “nite logias confusas”, recordemos «ue son siempre las ajenas las que se considera confusas, sobre todo en la medida en que se las igno: ra y ex que se cree conocer tas del propio pais y tiempo. En rea Jidad, todas las mitologias son confusas; felizmente, porque de 1 8 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS otra manera se volverfan sistemas filos6ficos. Ponderandolo bien, puede preferirse la Historia sagrada a la Critica de la razén pura, yel Teteofnan icuic a El mundo como voluntad y representacion. Pero tengamos cuidado. Una mitologta vale tanto como otra, y no reconozco el derecho de condenar una de ellas con el pretexto de que no es la que me enseiié mi abuela. Es evidente y aun natural que Paul Claudel haya escrito esta es- cena con un prejuicio de hostilidad y denigramiento. Pero, por qué tomar en broma a los dioses mexicanos? Esto es una especie de golpe bajo y sobre todo una grave contradiccién interna: esos seres que nuestro autor pone en escena existen, y existen sin duda alguna como demonios. No aparecen, acaso, rodeados de diabli- los que forman su cortejo? Ciertamente, son demonios, y me sorprénde que un poeta cristiano no tome en serio a los demonios. ‘Todo el sigio XVI espafiol ha crefdo sinceramente en la existen- cia de los dioses mexicanos. Nunca pas6 porla cabeza de Cortés, de Bernal Diaz, de Zumfrraga o de Sahagin negar la existencia de seres cuya realidad se afirmaba con tanta evidencia en cada as- pecto del paisaje y en cada instante de la vida de los hombres. Huitzilopochtli, Quetzalcbatl, Tliloc, Tezcatlipoca y todas las demas innumerables entidades no eran; para los conquistadores 0 los sacerdotes, “falsos dioses" ni ilusiones ni creaturas imaginarias de las conciencias extraviadas. Los reconocfan como poderes reales, aunque demoniacos. Para ellos, todo ser sobrenatural no cristiano s6lo podia ser un demonio. Ast Io dice, con cierta chulerfa, Henin Cortés al emperador Moctezuma II desde el principio de su estancia en México: “no son dioses sino cosas malas que se llaman diablos”. Ignérase como la india Malintzin, quien servia de intérprete al caudillo extreme- io, pudo traducir al soberano azteca esta frase sacrilega. La len- gua mexicana no tiene palabra que corresponda a “diablo” oa “demonio”. Posteriormente, los predicadores desviaron de su sig: nificacién original los nombres de las temibles divinidades del Oeste, los Tzitsimime, y aun inventaron la palabra tlacatecélotl, “el hombre biho”, para designar a los diablos que obsesionaban desde hacfa miles de afios la conciencia europea. Y més simple- RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS 9 mente, impusieron et vocablo espatiol diablo. Durante todo cl siglo xvi la doctrina oficial, ortodoxa, aceptada por los padres misioneros fue ésta: las divinidades mexicanas existen, pero se trata de diablos que se hacen pasar por dioses. ““Hluitailopochtli no es dios. Tezcatlipoca no es dios. Tléloc no esdios. . . todos son demonios”, escribié Sahagan, quien afiadi6: ““Vuestros antepasados adoraban a un dios llamado Tezeatlipoca {pero hoy sabemos que] es Lucifer, padre de toda maldad y mentira.” En 1560, el cronista oficial de la Imperial Ciudad de México, don Francisco Cervantes de Salazar, no vacilaba en afirmar que la religion mexicana fue fundada por Lucifer para arrastrar a los indios y que “diesen para siempre consigo en lo profundo del infierno"; decia ademas que “en la provincia de México el prin cipal demonio que adoraban. . . se llamaba Ochipust! Uchilo- bus", Y aun cuando habla de los actos adivinatorios de los hechi- ceros, no los pone en duda sino que, por lo contrario, afirma que “todo esto pueden hacer, porque el diablo, cuyos ellos son, s¢ lo fia, para engafiat avtros". adie est4, pues, mas alejado que estos espafioles de la actitud racionalista de los incrédulos que los sucederan y que proclama- rn que los dioses de México “no existian”. En su universo habia lugar para dos —no para mas— series divinas de signo contrari la del cristianismo, del lado fasto, y la de México, del lado nefas- to, y ambas reales. En este sentido, negar la existencia de Tléloc hubiese sido una blasfemia, porque Dios sélo puede ser vencedor cuando tiene enemigos por deshacer. Esta vision de las cosas es seguramente la de Claudel. Debe serlo porque é1 ha sentido mejor que nadie lo que trastornaba, en el mundo por descubrir, el empuje conquistador de Castilla. Debe serlo porque sélo ast se justifica la declaraci6n inicial del exposi- tor: la “larga noche anterior al nacimiento” es el tiempo de la dominacién demoniaca. {Y para qué mostrar, si no existen, a los dioses “que se retinen con inquievud en la playa"? Claudel esta muy de acuerdo con a linea ortodoxa de los espa- fioles que legaron a esta playa. No se hace vanas ilusiones sino que denuncia a demonios reales que abatiré el descubrimiento. RUSPETO A LOS DOSES MUERTOS ro, entonces, lo comico no tiene lugar. El diablo puede ser cuanto se quiera, menos un motivo de risa. De ahi ese algo de rechinante que hay en esta escena, ese algo que no “pega’ Quisigrase ver terribles, sangrientos si se quicte, grandiosos sin duda en ej horror, a esos dioses aiin en su dominio y dustinados inafiana a desaparecer, a volver a tos infiernos. La bufoneria no va con ellos, y no sienta tampoco al Dios de Claudel, quien va a arrebatarles enn ida lucha un continente insnenso. Unes y otros valen mucho mas que esto La GRAN CALDERA AZTECA Pero zcomo estar seguros de que los dioses adorados —y con qué pasion, qué minucia y qué esplendor— por fos millones de sitbdi tos de un vasto imperio son sélo demonios? gCémo expulsarlos al otro lado de la linea que separa en dos el dominio de lo sagrado? Hablando con propiedad, basta una comprobacion de identidad Estos didses no tienen sus papeles en regla, son desconocides en cl fichero de la ortodoxia, no figuran en Ia initotogia aceptara. De pronto, helos aqui echados del infinito césmico, rele; lado de las alambradas “en las tiniebias exteriores con Ia regla segti os vencedores” gados al otro En fin, basta wn la cual "los dioses vencidos son Jos demonios de Pero, gbasta realmente? De todas maneras, uno se siente mas cé- modo invocando en su ausilio a la conciencia universal, la piedad y la solidaridad humana. ¥ de allf surge el tema de “la gran cal dera areca” que Paul Claudel vuelve a tomar con brillo. Los sacrificios sangrientos, los corarones arrancados de los pechos hendides por ef pedernal, tas calaveras astentadas en los 200 pantli condenan a los dioses del México antiguo y con ellos a steci vilizacién, La conquista es, pues Gel infierno y a los cuerpos de la “gran caldera". Las lagrimas odiosas de Huitzilopochtli son las de monstruosas comidas, No Hora mis que por sf mismo y por st cs tomago, y no sdlo ¢s un vencido sino también un bribon. alvadora; arranca a las almas aun ogto frustrado en sts RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS ” El tema de fos sacrificios humanos en el México antiguo v0 puede eludirse. Puede alegarse sin duda que su importancia ha sido exagerada sistematicamente por los conquistadores y tos mi sioneros. El comprensible horror que experimentaron los castella nos cuando vieron cn Tenochtitlan ta estatua del gran dios tibal cubieria con Ia sangre de las victimas, y con mayor razon, cwanch pudieron ver a tv lejos las caberas de sus propios companeros x hibidas sobre los macabros ca un espectécute d Hetes, toda esta repulsion frente in Jos Hevea falsean ta imagen. Advertimos, de paso, que los mismus castellanos cu contraban absolutamente natural que Cortés hiciera colar. mv lar y quemar vivos a espaioles ¢ indies, porq bitual no © rucldad desacostumbr a cruelitad Jue Muy sinceramente, los espaiioles encoatrs feroces a los indios porque ‘aban sei 's bramanos Frente 9 60 mente, tos indios emblaban frente 4 h dioses: y no menos sin: ferocidad espaiiola cuando fos conquistadores comenzaron tL xico: porque el ideal de los indios la guerra “lo que se ignora con mucha frecuencia— era el de no matar a nadie, Una batalla consistia en hacer prisioneros que debian ser sacrificados despué sacrificios humanos sustitufan a matanzas de Cholula y de Mi De esta manera, en México los las pérdidas en el campo de bs alla que ocurven en nuestro mundo. En este aspecto, si se quiets comparar la civilizacién de los aztecas y ia nuestra, no deben compararse fas cifras de los sacrificios hum: aztecas, tants millares”, sino las pérdidas en tiempos de guerra nos: “cristianos, 0 suropa y las ocasionadas por los sacrificios humanos en Méxi co. Entonces resulta evidente que el mismo emperador Ahufzotl, gue consagré el gran templo de México con la sangre de 20 mil Mictimas, no era mas que un nifio al lado de nuestros jefes de guerra y hombres de Estado, Hubieran sido necesarios a los dioses aziecas muchos siglos para devorar tantos corazones como los que dejaron de latir de 1914 a 1918 y de 1939 a 1945, Aunque multipt cado, el sacrificio cra un acte individual y no una destruccidn en masa: el ¢ al sla mataba aun hombre cada 6 de fas v n. por extraio que pueda pare Sin ema: sentido det saerificio, Ahor 5 2 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS cernos, no puede negarse que el sacrificio haya sido casi siempre voluntario o al menos valientemente aceptado. Desde su infancia, el mexicano ofa decir que habfa venido al mundo para dar su co- raz6n y su sangre intonan intota tlaltecuhtli tonatiuk, “a nuestra Madre y a nuestro Padre, la tierra y el sol”, segin la frmula ri tual. Sabe que si muere tranquilamente en su casa, estari desti- nado a disolverse, devorado en las tenebrosas cuevas del Mictlan; y si, por el contrario, muere sacrificado, lo espera una eternidad radiosa, primero, al lado del dios solar, en las filas del resplande- ciente cortejo que lo acompafia del Orience al cenit, y mas tarde, reencarnado, bajo la forma graciosa de un cclibri que zumba entre las flores. Cuando joven, n la escuela elemental del tel- pochcalli o en el colegio superior del calmécac, escuchaba con respeto'a los jefes militares o a los sacerdotes-maestros que le reve- laban la verdad escondida bajo las apariencias del mundo: el sol es un dios que se ha sacrificado, queha querido morir para rena- cer eternamente, Quienes, sacrificados a su vez, le ofrecen su sangre —"el agua preciosa” — y su curaz6n, se convierten en sus émulos y sus servidores, en los “acompafiantes del Aguila”. Qué otra cosa ¢s Huitzilopochtli, nuestro sefior, sino el simbolo del gue- rrero convertido en dios? Asi se iba foimando en el alma del joven mexicano un ideal de orgullo sobrehumano, el deseo de su. perar a la muerte por la voluntad de morir, y la fe en el renaci- miento que experimenta quien acepta su propia destruccién, Alistado en sus primeras expediciones, el joven guerrero captura un prisionero al que acompafia al teocalli para asistir a su inmola- cién: en su Gltima hora, cuando sucumbe su enemigo que se ha vuelto para él extrafiamente fraternal, es como si él mismo sobre- pasara el limite. Llega el dia en que el emperador le impone el, penacho de caballero Aguila y le entrega la rodela ornada de plu- mas, oro y jade. En fin, él es capturado también en un combate, arrastrado, y pronto va a subir los escalones de una aguda pirami- de para convertirse a su vex en un dios. . Esto explica que los guerreros hechos prisioneros hayan recha- zado salvar su vida y hayan exigido la muerte, esto es, la apoteosis —las crénicas indigenas consignan més de un caso semejante— RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS B Esto explica también el que cada affo un joven haya aceptado representar el papel de un principe, al que se rodea de todas las delicias’ antes de perecer eri la pirimide de Tezcatlipoca: que las mujeres revestidas de los ormamentos de la diosa madre canta- ran y danzaran estoicamente, fingiendo ignorar su destino, hasta ci momento en que su cabeza rodaba por las baldosas (porque las mujeres también podian ganar el paraiso); y, en fin, que se haya inventado la Guerra Florida, simulacro de batalla en plena paz, con el dinico fin de proveer a los altares con victimas de hecho vo- luntarias. Los sentimientos que animan a los actores del drama son exal- taci6n y esperanza, de parte de las victimas, y certidumbre de rea- lizar un deber césmico, de parte del sacerdote. Deber césmico, porque el sol s6lo se elevar4, la luvia s6lo descenderé de las cum- bres de las montafias, el mafz s6lo surgirs de la tierra, y el tiempo mismo sélo proseguira su curso majestuoso si se consuman los sa- crificios. Ast fue desde el primer dia del mundo. La sangre de los hombres es la fuerza vital del sol. “Yo soy el que ha hecho salir al sol”, ¢5 el grito con que se anuncia Huitzilopochtli en el himno ri- tual que le est dedicado, Huitzilopochtli es la encarnacién det orgullo y de la esperanza de la nacién azteca. EL COLIBRI DE LA IZQUIERDA : El gran dios nacional de los aztecas, que s6lo les pertenece a ellos y de quien son el pueblo elegido, es el colibri, huitzilin, de la iz quierda, opochtli. Ast lo expresa el lenguaje esotérico del México antiguo. Traduzcémoslo: el “sacrificado resucitado”, quien reen- carna en el cuerpo frégil y multicolor del colibri “del lado del Sur", porque los libros sagrados representan al mundo como una cruz, el Este arriba y el Sur a la izquierda. jEI mediodfal ;Qué lis- tima que Claudel blasfeme de este mediodia triunfante y sagrado, del sol del cenit! Huitzilopochtli es el grande y duro sol de mediodia, y este astro es una reencarnacién. Acaso por ello en el Cédice de Florencia, u RESPETO A LOS DIOSHS MUFRIOS en un pasaje oscure, se dice que este dios era “sélo un hombre co: inn, solo un hombre", gan maceoalli, gan thécatl, un hom. bre como los otros, en suina; pero al mismo tiempo "ua brujo, un presagiador funesto”, naoalli, terzduitl. Como simbolo de la apo- teosis, afirma que el hombre pucde sobrepasarse. Da la prucba y | mismo es la prueba de que cl ciclo esta abierte para el hombre, y de que ¢s un reino prometido a los violentos. Los origenes de este gran dios fueron humildes. Tliloc y Quet ralcbail reinaban desde hacta muchos sigles, desde milenios quizis, en los pueblos del México central, cuando una pequeiia ribu inculta y miserable emprendié su lenta migracién hacia el Sur, a través de los desiertos de cactus. A la cabeza marchaban los “cargadores de los dioses", sacerdotes-soldados, que Mevaban sobre sus espaldas el divino farde. En las paginas de los manuscri tos antiguos sé les ve encorvados bajo un tosco bulto del que sobresale una enorme cabera de colibri. Huitzilopachtli se les apavecta y les hablaba, En cada etapa expresaba suis oraculos, siempre para decit: jms lejos! jmas lejos! Refiere Ia tradicin que algunos se rebelaron, cansados de servir a este dios perpetuamente insatisfecho, y la tribu se dividi6. Pero ebnicteo de los fictes per manceié agrupado en torno al extraiio pajaro. La marcha duré siglo y medio, peregrinaciéa interrumpida por combates, desilu siones y derrotas, hasta el dia en que los errantes se detuvieron fi nalmente en las ciénagas, en medio del carrizal, alli donde apare cié Ia sefial prometida: un Aguila, posada sobre un nopal, que tenia en su pico una serpiente, Alli se fundé, alrededor de un ru dimentario templo de Huitzilopochtli, ct pobiado lacustre que se convertirfa en 1a ciudad de México, En Ia época en que Cristbal Colén embarca rumbo a lo que él cree la India, Huitilopochili es el dios supremo de un imperio. Su teocaili domina la ciudad como la ciudad domina el pats mexi cano, El dios que se transportaba a lomo de hombre, bajo al sol y en medio del polvo del desierto, envuelto en toscos tejidos de fibras, domina ahora en Io alto de una piramide, y su estatua esté cubierta de mantos d= plumas resplandecientes, Durante 20 dias Gel aio —en el mes Panquetzaliztli—, se suceden en su honor las RESPETO A 1.05 DIOSES MUERTOS, danzas y los sacrificios, entre nubes de incienso ya la sombra de inmensas banderas ide plumas verdes; cl emperador, todopodero: so entre los hombres, no es mnas que su primer servidor. Todo wn sacerdocio jerarquizado lo rodea noche y dia con ritos sini ciosos. El errante de ayer est hoy dotado de uaa genealogia yun ito: los sacerdotes explican que nacié milagrosamente, ea la montaita de las serpientes, de una diosa fecurdada por un copo de plumas caida del ciclo; que apenas nacido debié exterminar a las estrellas del Sur y a la divinidad de la noche, Sol invictus, ta serpiente de curquesas y fuego que tiene en su ciestra derriba a las fuerzas de las tinieblas. Las victimas son inmoladas frente 41, porque es al quien fabrica continuamente la vida con la muerte Sin embargo, en lo alto del templo, como en lo alto det mund @ no esta solo. El santuanio que remata la gran pirdimide es doble al lado del ceacatlé en que reside se eleva, con dimensiones igua les, el de otro dios, Tlaloc, Y ala cabeza de la Iglesia hay dos grandes sacerdotes de puster igual: el de Hutil HECHIGERO DE LA DICHA TRANQUILA Este era un dios muy viejo. Su mascara, formada por anillos (scr picntes) en torno a los ojos y colmillos de ofidio saliendo de ta boca, ornaba vasijas de barro y esculiuras en todo México desde hacia mil afios. Llamabasele el “Sacerdote”y también el Principe Hechicero”. El era quien convocaba las nubes agitando su sonaja, “la sonaja de brumas”. Es preciso haber visto, en Mexico, fa Hega da de las Huvias después de la estacion seca para sentir lo que esta dramitica transformaci6n de la naturaleza podia significar para fos pueblos sedentarios del altiplano. L: Ja sequia son agocadoras, angustiantes: sperecerd el maiz que aca ltimas semanas de ba de sembratse? ¢Todo lo consumira el fuego que cae del ciclo sin nubes? Como por milagro, rodean de vapor, hiego de brama, retumba el trueno, cae la Ue via bia, y brotan las flores. El hechicero Tlalce, una ver més, ha salvado al mundo y a los hombres. las cumbres ce las montafias se 6 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS Huitzilopochtli es el dios de los némadas guerreros y cazadores que vinieron de las estepas desérticas. Tléloc es el dios de los agri- cultores asentados desde muchos siglos tris. Uno promete a quienes lo siguen la muerte violenta del sacrificio y la alegria del cortejo solar. Otro oftece a quienes distingue la eternidad tran- quila del Tlalocan, lugar cAlido y hmedo de la abundancia y de Jas flores, exuberante jardin bajo las lluvias, La sabiduria mexica- na supo hacer la s{ntesis de los dos suefios, el del guerrero y el del campesino, pues aceptaba que existiera mas de un paraiso. Reconocia la complejidad del mundo y lo contradictorio del cora- z6n del hombre, y por ello exaltaba por igual el ideal sangriento de los caballeros destinados al sacrificio, y el tenaz apego de los sedentarios a su tierra y a su perpetua renovacién. Mas esto.no es todo, ya que existian atin otros mundos posibles en el universo mencal de los antigues mexicanos, sobre todo el que simboliza la forma ambigua, la historia oscura de la serpiente emplumada. EL MEROE DE LA VIDA CIVILIZADA Me he referido pocs antes a los dos grandes sacerdotes de México. Cada uno de ellos tiene su titulo personal, pero ambos poseen también un titulo comin: se les llama las “serpientes empluma- das”, De esta manera, se perpetéa en ellos, en la cumbre mas clevada de la jerarquia espiritual, la gloria de quien fue a la vez sacerdote, rey y dios: Quetzale6atl, la serpiente revestida de las plumas verdes y doradas del quetzal, Como sacerdote, durante su aparicién en Ia tierra alcanzé la perfeccién y queda como modelo, Para imitar su piedad, los sacerdotes mexicanos se imponfan austeridades y penitencias, ayunos y vigilias; ofrectan a los dioses su propia sangre y se levan- taban a medianoche para irse a bailar, tiritando, en agua hela- da. La tradicién nos describe los oratorios, oricntados a los cuatro puntos cardinales, entre los que dividfa su vida de oraci6n y reco- gimiento. Y se hablar de é como del modelo consumado de sabidurfa religiosa, RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS 7 Como rey fue el soberano de los toltecas. En su ciudad de Tula, de edificios de suefio hechos de metales preciosos, conchas resplandecientes y plumas multicolores, 1a abundancia y el lujo se dilataban en torno suyo. Los toltecas, sus vasallos, eran muy diestros. Gincclaban el jade y fundfan el oro. Todas las artes y toda la sabidurla proventan de ‘Quetzalcatl. Alla (en Tula] él habfa construido su casa de jade, su casa de oro, su casa de coral, su casa de conchas, su palacio de tur- ‘quesas y de plumas preciosas, . . Las mazorcas de maiz cran tan grandes que se levaban abrazadas. El algod6n crecfa ya tefido ~rojo brillante, amarillo, rosado, violeta, verde, azul, .. y habla en Tula pajaros de todas las especies, de plumaje precioso y que canta- ban melodiosamente. . . y los toltecas nunca carecfan de nada. Asi se expresa la tradicion, Fue Quetzalc6atl quien inventé la cuenta del tiempo —la compleja y precisa cronologia de los anti- guos mexicanos—, los jerdglifos y todas las artes que embellecen la vida. En cl siglo XV1, la palabra toltécatl, tolteca, se habfa vuelto si nénimo, en la lengua azteca, de artista, La época fabulosa en que Querzaleéatl rein6 sobre Tula fue la edad de ord de la civilizacién. ‘Ahora bien, todas las tradiciones concuerdan en este punto: Quetzalcéatl, gran sacerdote y rey de Tula, no acepté nunca los sacrificios humanos, Ofrecia a los dioses su propia sangre y la de los pajaros, pero nunca maté a un hombre frente a los altares. ¥ ello determiné6 su caida. Porque esta edad de oro, como todas las edades de oro, tuvo su fin. Brujos de otros pafses —encabezados por Titlacauan- Tezcatlipoca, el dios del cielo nocturno, de la Osa Mayor, de las hechicerfas y de las tinieblas— legaron a Tula y su magia negra venci6 al rey sacerdote que rechazaba matar hombres como oftenda a las divinidades. Comprendiendo que legaba para él la decadencia, Quetzalcéat! abandoné Ilorando a su pue- blo. Los pajaros tornasolados volaron de la ciudad, Desapare- Gieron las plantas multicolores. El rey desposefdo inicié el largo camino del exilio, a través del altiplano central, y descendié luego hacia el sudeste por las pendientes de las montafias, en busca del RESPEED A LOS IHOSES MUERTOS, agua divina”, es decir, del mar. Dos tradicionesdistintas deseri bon su partida: segin una, dispuso al borde del océano una ho guera sobre la que se eché, y pudo verse su corazén salir de las lla- mas en forma de una estrella luminosa; Ja otra tradici6n refiere que encontré en a playa una extratia balsa tejida de serpientes, y en cuanto subié a ella, la balsa se alejé de la costa para desaparecer para siempre en direccion det Fste, del “pais rojo" de Tlapallan En uno y otro caso, sin duda alguna, el rey Quetzaledat! se con: virtid en dios, ¥ los mexicanos del siglo X¥1 lo adoraban como dios, jen qué desconcertante variedad de formas y atributos! Ehé: catl es el dios del viento bienhechor que "barre tos caminos fren te a los dioses de la luvia” anahuatzin, el que en los origencs del mundo se sacrifice lanzindose a un brasero para dar naci micnto al sol, Xototl, ser ambiguo a lit ver hombre y perro, ef que desafia las-tinieblas del infierno para arrebatar de la nad hinesos de los mmertns y formar con ellos hombres nuevos. huizertpanteculuti, el “Seiior de la Casa Roja de tia Aurora”, es el planeta Venus, estrella de la 1 Ja resurrecci6n, Ce- na y de la tarde, stribulo de catl lleva, arriba de su tocado de sexpiente del que salen largas plumas, el glifo del aito fatidico en cuyo curso abandoné México, y bajo cl signo del cual volver. Yaca tecuhtli, el “Sefor que Camina a la Vanguardia", guia a través de las montatias y selvas a las caravanas audaces que van en busca det émbar, cl jade, las turquesas y el oro. Con el nombre de Quet vale6at!, simbotiza las fuerzas positivas de la naturaleza y del hombre, la accién benéfica del emperador y el esplendor de las artes. Sacerdote, rey y dios, es sobre todo ef héroe de ta vida, y de la vida civilizada Para quienes buseamios en los vestigios dejados por los hombres del pasado el sentido de los pensamientos profundos, la historia yelinito de la serpicnte emplumada se velan por contradicciones y oscuridades que aumentan a medida que crece nuestro coneci miento, La serpiente emplumada aparece desde la época clasica maya del sur —del tercero al décimo siglo de nuestra era ~ en los admirables bajorrelieves de las ciudades sepultadas, particular anente en Yaxchilan. Del sexto a qui cl octavo siglo, su cuerpo [TO A LOS UL ISES MUERTOS 1 y su cabeza decoran los monumentos de Teotihuacn, en el alti plano central, y de Xochicalco, en la vertiente del Pacifico. Todo sélo sefialaria un mito y su difusién. Mucho mas perturba dor, en cambio, es el hecho, cada vez menos discutible, de que Quetzaleoatl, el gran rey, existi6. Las exploraciones de Tula han revelado sus palacios, con colummas en forma de scrpicntes tales como las describe la tradici6n, En Yucatén fue un gobernante ct vitizado, designado en maya con un nombre que significa serpien. te emplumada, que hacia el aio 1000 vino a presidir el briltante renacimienio de Chichén liza, Mayapan y Uxmal. Las tradi ciones no habian mentido: Quetzaleéatl s6lo aparece en fa histo- riq para hacer revivir, para erear la belleza ya paz, Su interven: cién en Yue {Serf necesario, seas, avepaar que un ho: conductor de pucblos, un creador de eivilizacién, tom6 el nov dle un dios atorade deste siglos sO x, y st identified eva 6b en be memoria de los hombres agradecidos? En todo caso, to que hay de incjor en an puchlo, el mas alto deseo de perfeccion, Ia voluniat mis serena, nunca han encarnado en una Figura mas digna de reapeto que la de este hombre-.tios, poderose emperador humiilde frente al destino, sacerdote puro, estrella de esperanza. Los espafioles de la época cortesiana sinticron que estaba frente a algo grande cuando se acercaton a Quetzale6atl, gNo de bieron cllos mismos la recepeién que les fue concedida a su Heya da al hee! : condcatl, cl pli€o del regreso de la "Serpiente gaban del Este, de Tlapallan, por ef mismo may cn que Quetval cbatl habia desaparecido, tras el mismo horizonte. Aparecian ba: jo elsigno calendirico del dios-héroe. Exan blancos, como lo habta sido Quetzaleéatl, enamorado de Ja blancura, Enarbolaban wna cruz, yel vestido de Quetzalcéatl estaba sembrado de cruces, simbo: Jo de las cuatro direcciones del mundo, Tamb.én el piadoso empera dor Moctezuma crey6 durante mucho tiempo que trataba con dio: ses, aunque ¢s verdad que los mismos conquistadores seencargaron de desengaiarlo, pues su comportamiento los revel6 “humanos" Pero fite mucho lo que debieron a Quetzalebatl esto 1 dio dos glos luminosos al mundo maya. re excepeional, an istema Hevaba cl signo Emplumada"? Le 20 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS ‘Mas tarde, cuando algunos espafioles se intcresaron en la reli- gién del mundo que acababan de ocupar, comprendieron que es- te dios no merecfa las mismas condenas que los demas. Puede per- cibirse que Sahagiin no pucde englobarlo en la misma reprobacion que a los dioscs sangrientos. Sin embargo, se siente obligado a rechazarlo, porque si no. . . Entonces, como de mala gana, lo acu: sa de haber sido no un demonio sino “un amigo de los demonios”, y a causa de esta amalgama lo considera destinado, como los otros, al infierno, Pero no puede dejar de pensarse que, en su fuero inter- no, el buen padre hubiera preferido darle un trato especial. Claudel no parece haber experimentado los mismos escripulos. Destina alegremente a su gran caldera —que no es azteca— a Quetzaleoatl junto a Huitzilopochtli. Ademés, quiere ridiculi- zarlo, Confieso que la “lentitud repugnante” de Quetzalcéatl me oprime el corazon. Estas cuatro sflabas musicales han resumido durante siglos lo que habia de més noble en el alma de numerosos pueblos. No las profanemos. Nuestro pobre mundo, que se cree civilizado y se hunde en sus odios y sus fealdades, jcuénto necesitarfa un Quetzalcéatl! ‘TODAS LAS LOCURAS Y TODAS LAS CORDURAS He expuesto hasta aqui lo concerniente a los dioses mexicanos se- fialados expresamente por Claudel: Huitzilopochtli, Tléloc y Quetzalc6atl, tres sefiores de primera importancia. Pero habia muchos ms, Y solamente para que se entrevea al menos la multi- tud divina que gravita alrededor de ellos, en la que nuestro pocta los ha ido a buscar para atacarlos, invoquémoslos: Los pequefios dioses sonrientes de 1a embriaguez, los “Cone- Jos"; los pequefios dioses benéficos de Ja lluvia y la abundan- cia, jas “Montafias"; “La que Lleva un Faldellin de Piedras Pre- ciosas’, diosa del agua dulce, y la “Sefiora de la Sal", diosa del agua marina. _EL “Principe de las Flores" y la “Flor-Pluma de Quetzal”, dios y diosa de los juegos, la danza y el amor, de la juventud y la prima- RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS a vera; y la sombria Tlazoltéotl, Venus imptdica, quien no obstan- te presidfa la confesion y liberaba a las almas de sus pecados. Las diosas madres de numerosos nombres: “Nuestra Abuela”, ‘Mariposa de Obsidiana", “Serpiente-mujer”, “Madre de los Dio- ses”, fuentes de la vida y de la muerte, benéficas y terribles, con tocados de plumas de Aguila y pintadas con sangre de serpiente. El “Sefior de la Turquesa”, viejo dios del fuego y del sol, padre eterno y consorte de la tierra-madre, a quien los guerreros adora- ban bajo la forma de una mariposa en lamas. El dios del maiz, Gentéotl, y la venerable "Siete Serpiente’ quien las muchachas trafan como ofrenda manojos de mazorcas de mafz adornados con cintas. Xipe Tétec, el sangrante dios de los orfebres y de la lluvia pri- maveral, revestido con las pieles de las victimas desolladas; lam: basele el “Bebedor Nocturno” porque la Huvia que cae por la noche fecunda la tierra y la cubre de una’nueva piel al despertar. Y Tezcatlipoca, el hechicero negro de la Osa Mayor y también protector de los jévenes, él mismo eternamente joven; y el “Sefior de la Dualidad” con la “Sefiora de la Dualidad”, impasibles e in- méviles en la cispide del mundo, “all4 donde-el aire es muy frio, sutil y helado”, pareja primordial de la que todo proviene; y aun la inconocible “causa de todas las cosas”, dios sin rostro al que ce- lebraba en Tezcoco, en el signo 15, el rey filésofo Nezahualcéyotl. No habia ningiin limite en este océano de formas divinas, Todo tenia derecho a la adoracién de los mexicanos: los dioses de las corporaciones, de los pueblos y de las ciudades que pertenecian al imperio; los dioses de los vecinos y los que se capturaban en los adoratorios de los templos incendiados; los dioses de los planetas que observaban con ojos adiestrados los sacerdotes-astronomos de Teotitlan. El drama de 1519 fue et choque de una religin abierta contra una religi6n cerrada, de una religion que no excluia nada contra una religién que, salvo ella misma, exclufa todo. La idea de que para rendir culto a un dios era necesario destruir a los otros, era incomprensible para los aztecas: de ahf el estupor cuan- do, después de haber acogido la cruz espafiola en su ¢eocalli, oye- ron a los recién venidos exigir que se derrumbara a sus {dolos. La 2 RESPETOA LOS DIOSES MUERTOS religién mexicana era un mundo sublimado en el que se rellejaba el conjunto del universo: lo fasto y lo nefasto, la felicidad y la desgracia, la vida y Ja muerte y, en suma, Ja toralidad del hombre: la aypiracién hacia to mejor y la atraceién de la destruc cién, la esperanza de la eternidad y el vertigo de la nada. Para los antiguos mexicanos ei mundo era una decoracion, un telén irisado siempre a punto de desvanece: habian perecido cuatro: mundo: desgarratia un dia como un velo. En este universo fragil y siempre amenazado, el curso imperturbable del tiempo, dia tras dia, nos depara el m: tigen el destino. ¢¥ el hombre? Efimero dentro de Io efimero, cl hombre realiza brevemente su combate, Bajo ol imperio todopo deroso de los signos, poco es To que depende de él. Pero existen los dioses, y hay dioses para todos y para ca ¢ como un suciio. Ya tiz feliz, desdichado o indiferente de los signos que uno, para todas las vir tudes y para todos los pecados, para todo lo are leva y para todo Jo que rebaja, para la guerra y para la labranza, para todas las lo curas y para todas fas corduras, Hay muchos paraisos para los bieriaventurados, y para los demés, la esperanza de un aniquila miento tranquilo. : De esta manera, los hombres de este tiempo y este pals encontra- ban on estas miltiples fuentes la fuerza para ser hombres y para vi EL SOL YA HABIA SALIDO, SENOR CRISTOBAL GOLON El primer rayo de sol va a alcanzarla [se trata de América] y ves tituirla a la humanidad”, declara el expositor, quien habla tam bien de la “larga noche anterior al nacimiento” en que estaba hundido el continente rojo antes de su descubrimiento por los curopeos: —jUn momento, sefior Cristobal Colén! Hay un error. El sol ya habia salido desde hacia mucho tiempo. Diga que no sabia que este conti te exis pa ignoraba que, mis allé del océano, existfan tierras inmensas, RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS ms con sus Estados, sus ciudades, sus artes y sus dioses. ¢Pero todo, esto era nada solo porque sus ojos no to habian contemplado? Extraiia ilusién, en verdad, Irresistiblemente hace recordar la de aquel reyeauclo miserable del Asia Central que, después de haber tomado su pobre comida de leche cuajada bajo st tienda d por medio de un herald se digna reyes y principes del mundo. ,Solo habia habidu beliecs y verdad entre los custra muros de nuestra pequelia casa familia? {Por qué no aceptar la evidencia? Mucho antes de Colin —cuya hazaiia sélo signifies para el Nuevo Mundo, durante largo licmpo, Ia destruccién de todos Tos valores que se habian creado—, los hombres de América, y especialmente los de Mé xico, habian hecho méltiples basquedas y logrado algunos encuentros, al igual que nosotros. Para desh:ozar, se habfan en: sangrentado las manos con Jas espinas y los pies con las piedras de Jos caminos, como nosotros. Habfan construido palacios y templos, observado los astros y escrito libros, Valerosamente ha bian representado su papel en la escena que les estaba asignada, al lado de los demas. Habfan sufrido como los demés y habfan tratado como los demas de domtinar su sufrimiento, Aunque igno: rada por nosotros, su aventura fue, como la nuestra, una paite de Ja aventura humana, fieltro, ral 2 autorizar a comer a todos los ‘Aan mas: si imaginamos a un abservador sobrchumano que, en deterninades momentos de la historia, abarcara de una sola mi rada las dos orillas del Atlantico, donde habla visto surgir la Tux y dance espesarse jas tinieblas? Entre 600 y 800, por ejemplo. yeudl era el centro cultural mas briliante? 2Era nuestro pobre Oc- cidente, agorado por las invasiones barbaras y ocupado en rumiar débilmente los tiltimos restos de la gran fiesta antigua, o el rico y luminoso México, cubierte de partea parte por una capa de piedras esculpidas, de Teotihucan a Monte Albin y de Palenque a Copan? La balanza de la civilizacién se inclinaba entonces hacia la tierra de Quetealcéatl, Las civilizaciones se elevan y caen como las olas del mar, Rece noreamos, jucs, de buena fe que en fa cresta de algunas olas, una espuma resplandeciente traza en et aire el nombre de los antiguos “ RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS hombres y los antiguos dioses de América. Negarlo seria, de nuestra parte, presuncién pura, “Ese mundo que yo he sacado de la nada", dice también Cristé- bal Colén en la vor de Paul Claudel. {De la nada? {Eran acaso na da los milenios de cultura, el orden y la prosperidad arrancados poco a poco a la naturaleza, las esculturas exquisitas de Copan y de Palenque, los frescos de Monte Alban, de Tizatlan y de Bonam- pak, los jeroglifos sabios de los mayas, la sabidurfa de un Nezahual- c6yotl y la grandeza de un Abuizotl? Y toda lz obra realizada por el hombre americano, desde la época en que erraba a través del continente desierto, semidesnudo, disputando su alimento a las bestias, hasta el momento en que su vida pudoensancharse en me- dio de las creaciones de su espfritu y de sus manos, toda esa obra del hombre americano es inseparable de los dioses en que crefa. . —Pero, destén muertos esos dioses, se hallan acaso vencidos? Es posible. Sin embargo, visitad las cumbres de algunas monta- de México y,encontraréis ofrendas recientes. . . Tlaloc era ya viejo durante el imperio de Tiberio César, cuando Poncio Pilato gobernaba Judea. Olvidémoslo. Es cierto que muchos dioses han muerto ya en la tierra, y en realidad, en muy poco tiempo: todos los de Egipto, de Fenicia, de Grecia y los del imperio romano. Es un destino, jay!, que puede acontecer a muchos otros. Cada vez que un dios muera guardemos silencio: un poco del hombre ha si- do herido 0 va a serlo, porque ha caido una pieza de su armadura. Puede soffarse un universo en el que cada pueblo y cada ciudad hubieran permanecido protegidos por sus dioses; en donde sus piramides, sus pagodas, sus campanarios hubieran montado guardia juntos en torno al hombre; en donde sus manos blancas, morenas 0 negtas hubieran formado una cadena ep torno a no- sotros, hijos suyos. Si es cierto que el incienso no humea ya por Querzalcbatl, reconozcamos en ello la fuerza del destino que ha hecho mortales a las civilizaciones, y también a sus dioses. Pero en ello no hay nada de qué alegrarse. Sobre todo, no hay motivo pa- a sarcasmos o calumnias péstumas. Se trata de grandes muertos. \Cuan dura ¢ incierta es la marcha de la humanidad en los po- cos milenios de que tenemos conocimientol La vanidad del ii RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS % hombre europeo, su ingenua seguridad, quisieran que toda esta aventura s6lo tuviera sentido gracias a él. Sin embargo, nos en- contramos ya en una época en que ésta ilusion de la ignorancia y del orgullo debe ceder a una visi6n ecléctica de las cosas. Desde el punto de vista de nuestro relativismo, la historia humana se pre- senta en su diversidad real. Pekin y Teotihuacén, la India y Gre- cia, Roma y Cuzco sélo son puntos de referencia. Y en esta pers- pectiva, el “descubrimiento” de América, a pesar de sus inmensas consecuencias, s6lo es un incidente que, en todo caso, no entraiia ninguna virtud particular. Imaginar que este descubrimiento ha sefialado una ctapa en un devenir césmico predeterminado equivale a compartir, bajo otra forma, el error del cientifico del siglo XIX, que crefa firmemente que toda la evolucién humana re- mataba en él mismo y en sus semejantes, en el capitalismo liberal y en los ferrocarriles, ; Todo cuanto podemos corprobar es que, en el curso del tiem po, de tarde en tarde, y separadas por vastos espacios y largos pe- riodos, surgen en nuestra tierra civilizaciones que duran algunas centenas o algunos millares de afios. jEn los trescientos mil aflos, aproximadamente, en que existen hombres, la era de las civiliza- ciones conocidas ocupa apenas siete u ocho mil, y con cuantas in- terrupciones, lagunas y retrocesos! Cada una de ellas ha seguido a sus dioses. Creo que el deber de cada hombre es respetar todos los esfuerzos que otros hombres han realizado para ponerse de acuer- do con et mundo y darle una forma a su vida. Indudablemente, a los europeos nos es dificil abstraernos de los marcos hist6ricos de nuestro pensamiento, como es dificil para el observador terrestre abstraerse del movimiento de nuestro"plane- ta cuando estudia el curso de los astros. ¢Cémo imaginar, esto es, revivir en nosotros mismos, lo que henchfa el alma de un mexica- no prosternado frente ala “Serpiente Emplumada”, u ofreciendo su pecho al cuchillo del sacrificador en la pirémide de Huitzilo- pochtli? : , Pero lo que no puede negarse es que, durante siglos, los sonidos y las imagenes que designaban y representaban esos dioses han servido de apoyos, de puntos de cristalizacion, a inmensas espe- (8 “OSES MUERTOS as, furores misticos, voluntades de senovacién y profundos apaciguamientos, |Cudntos hombres semejantes a nosotros han luchado contra la nada con sus imagenes en cl corazén, y cuane tos han muerto con esos nombres sagrados en los Jabios! Esos dioses i han sido consolacién para los dolientes, bandera para los guerre- 0s y diadema para los emperadotes Respetémoslos. Su paso por la ticrra no ha sido en vano. i. EL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGION Qus es In epoca del descubrimiento de México la sociedad azte ca parezca intensamente religiosa, que toda la vida pablica y pri vada se muestre invadida, digamoslo asi, por 10s ritos y dominada por las ereencias, es algo evidente para quienquiera que esté un tanto familiarizado con los documentos y los testimonios de la época. Pero, zeuil era precisamente el lugar de la religion y de sus ministros en la jerarquia de los poderes? En qué medida se con fundia la fancién sacerdotal con la del gobierno y la gestion de la ciudad? ,Pucde Hamarse teoeracia al réginen del México an- tiguo? Para contestar a esas preguntas no es indtil remontarse primero, a Mi o- Tenochtitlén La TRIRY AZTECA DURANTE LA MIGRACION La historia tradicional de los mexicanos nos indica que la uibu anteca, habiendo partido de un punto situace en algéa lugar del Norte — una isla en mitad de un ago, Hamada Aztkin— en la se gunda micad det siglo X11, requiri6 cerca de un sigio y medio para liegar al contro de México e instaiarse alli cn medio de las lagunas y los pantanos de In mesa central, Por supuesto, no hay que representarse esta peregrinacién co mo un desplazamiento ininterrumpida, La triba se detenfa un afio en ciertos lugares, en ocastones varios afios, sembrabe y co sechitba su maiz; al salir de las estepas deséricas del Norte, entro en contacto con pueblos de avanzada civilizacién, los nahuas de Tula y los de las ciudades lacustees. Sin embargo, es probable que durante toda esta fase de su historia, ni su modo de vida ni su organizaci6n social y politica suftieran alguna alteracion con siderable. Los azt as de este periodo arcaico no se distinguen apenas de la masa de las tributs Hamadas “chichimecas", es decir, “b: ” 8 EL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGION ras” que hasta el siglo xvi11 poblaron todo el norte de México. Esos chichimecas eran a las civilizaciones del centro de México poco més o menos lo que los celtas y los germanos fueron a las ciudades mediterraneas de la Antigiiedad clisica. Las estepas septentrio- nales desempefiaron el papel de reserva de pueblos que se preci- pitaban sobre el centro del pais en cuanto se debilitaban las grandes civilizaciones. Esos pueblos barbaros se caracterizaban por su genero de vida: cazadores y guerreros némadas, s6lo practicaban la agricultura en las zonas en que la habfan aprendido al contacto con los seden- tarios, tarascos, otomies 0 nahuas, No sabiendo tejer, se vestian con pieles de animales; a veces edificaban chozas, pero sobre todo se abrigaban en cavernas, Ademas de la caza, practicaban la re- coleccién de frutos silvestres (en especial los frutos del mézquitl, tuna mimosacea espinosa), de raices y de setas, y recogian toda clase de pequetias alimatias 0 insectos. Su religién no incluia ritos agrarios, pero otorgaba un lugar importante a los dioses de la ca- za y de la guerra, muy a menudo identificados con los astros: el Sol, Venus, la Via Lacted: Su organizacién social nos es casi des- conocida: s6lo saberos que Hevabar su existencia némada por grupos, al mando de unos jefes, algunos de los cuales, como el semimitico Xélotl, a veces podian extender su autoridad sobre todo un conjunto de tribus, al menos en lo tocante a la guerra y la conquista. Los aztecas birbaros (azteca chichimeca) de la migracién no eran entonces mas que una tribu entre otras, errante en las sole- dades desoladas de la “lanura divina” (teotlalli: asi se Hamaba a las estepas de cactos del Norte). Mas tarde, convertidos en herede- ros de las brillantes civilizaciones del México central y en sefiores de un vasto imperio, conservarian la pasién por el combate, el culto a los dioses de la caza y a los astros, el concepto de un jefe de guerra que mandaba a tribus confederadas y, en un dominio mas humilde, el gusto por alimentos como las plantas silvestres (quilitl) y los insectos, placer ya no impuesto por la pobreza, _ La tribu azteca en migracién estaba compuesta por varias frac- iones, de las que s6lo conocemos el nombre reciente: calpulli. ELESTADO MEXICANO Y LA RELIGION 2» ‘Como este término designa “un grupo de casas”, puede suponerse que sélo empezé a ser empleado después de la instalacién de los aztecas en ¢] altiplano central y six conversién a la vida urbana, 0 al menos después de sus primeros contactos con los agricultores sedentarios, {Cul era el namero de esas fracciones? Conocemos el nombre de sicte calpullé antiguos, y el cronista autéctono Tezo- zomoc enumera 15, Tal parece que, a continuacién, ese nmero aument6 de manera considerable, No cabe duda de que cada fraccién tenfa su jefe —el calpullec de la época clasica—, elegido 1, antes bien, designado por los jefes de familia, y ayudado por un consejo de ancianos. Pero, gexistia un poder tribal de conjunto que “coronara” las fracciones? Las crénicas y los manuscritos indigenas mencionan a jefes y notables, pero no a un solo jefe. La monarquia, que des- pués ser tan brillante y poderosa en México, adn no ha aparecido. Cada fracci6n debia ser auténoma bajo“el mando de su propio jefe y de su consejo. Tal ver los representantes de las diversas frac- ‘ciones deliberaban reunidos en ocasi6n de las decisiones.impor- tantes, lo que prefigurarfa el “gran consejo" de la ¢poca imperial. ‘Sin embargo, la tribu, en su larga migracién, no dejé de ser guiada. Se tomaban decisiones, se daban érdenes: habia que ¢s- coger las etapas, fijar la fecha de una nueva partida, En este esca- lon y para estos fines, habfa una especie de gobierno tribal: era el de los sacerdotes 0, antes bien, si queremos colocarnos en el inte- rior de las creencias aztecas, era el gobierno de un dios ejercido por sus delegados, los sacerdotes. En efecto, durante todo este pe- riodo fue Huitzilopochtli, el gran dios solar y guerrero, encarna- cion del sol de mediodia y de los combatientes resucitados, el que, supuestamente, tomé las decisiones mas importantes y las dio a conocer por boca de los saccrdotes. Los manuscritos aztccas, como por ejemplo el Cédice Azca- titlén, representan a los sacerdotes durante la “larga marcha” en su papel de “portadores de dios” (teomamaque). Sobre su espal- da, sostenido por la correa frontal utilizada desde antiguo por los indios mexicanos, est representado un fardo del que sale el pico de un colibri, el Auitzilin, simbolo de Huitzilopochtli. Es probable EL ESTADO MEXICANO ¥ L.A RELIGION que los aztecas de la migracién no escuipioran estatuas La imagen del dios debid haber sido una especie dle muiieco ligero hecho de tallos de plantas recubiertos de pafios; quizis el propio fardo sagrado no contuviera, bajo varias capas de tejidos, més que algunos objetos simbélicos: cl cronista Pomar menciona, en la época de Ja conquista espafiola, unos paquetes sagrados que contentan espinas de maguey correspondientes a Huitzilopochtli, ‘© un espejo, simbolo de Tezcatlipoca. Esos paquetes, que traen a la memoria los medicine bundles de los indios de la América del Norte, eran conocidos entre los aztecas con el nombre de tla quimilolli. A principios del siglo Xvi, el tesorero de la Iglesia me- xicana, responsable de enormes riquezas en terrenos, edificios, ropajes, mucbles, objets de culto y mercancfas de toda indole Hevaba el titulo de “Sefior de los Tlaquirnitolti” El Gédice Azcatittin nos muestra que dos divinidades eran (ransportadas ast por sus sacerdotes durante la migracién: Huitai lopochtli y Tezcatlipoca. Este titimo, sombrio dies del cieto noc tug, de las tinieblas y del viento de la noche, también era et pro: tector de los jévenes guerreros. En el siglo XVi Negaria a ser el testigo invisible y ommipotente de las acciones, de los pensamien. tos y de las confesionés, asi como el protector de los emperadores. Pero durante el periodo axcaico no parece haber influido directa mente sobre las decisiones de fa tribu, En cambio, Huitzilopochtli si intervenia frecucntemente por medio de sus orfculos. Mas a menudo por la noche, algunas veces de dia, se dejaba ofr su vox: Hamaba a sus sacerdotes, les daba érdenes. Fue asf como sc fundé Tenochtitiin, que cn menos de dos sigtos licgarfa a ser la poderosa capital, ta ciudad de Mexico. U er ordculo del dios habfa anunciado a los “ancianos” de Ia tribu que encontrarfan en algiia ugar, “en medio de los juncos ¥ de las ca fias”, intollihtie inacaihtic, en las marismas, un sauce, wna rana y un pez blancos (Ia blancura estaba ligada al nombre de Aztlan, patria mitica de los aztecas). Cuando los ancianos hubieron en: contrado esas sefiales, durante In noche Huitzilopochtli Namé al sacerdote Cuauhcéatl y le ordené ir en busca de un “cacto te- nochili sobre el cual estara posada alegremente un Aguila, .. alli EL FSTADO MEXICANO Y LA RELIGION 2 sera nuestra ciudad México-Tenochtitlin, alli donde el Aguila lanza su grito, abre las alas y come. . . alli donde la serpiente es devorada" Siguiendo a Cuauhedatl, los mexicanos se pusieron a buscar centre los matorrales de juncos y de plantas acuaticas hasta el mo: mento en que, “al borde de ua caverna, vieron al Aguila posada sobre un cacto, devorando alegremente”. Y de nuevo resoné la vor de Huitzilopochili, gritando: "jOh mexicanos! |Aqut es! Por las escasas indicaciones que nos dan los documentos sobre este periodo antiguo, al parecer podemos deducir que el modo de gobierno de los aztecas cra, a la saz6n, una democracia tribal re matada por una teoctacia: para cada fraccién, un jefe elegide por su constjo; para el conjunto de la tribu, los viejos o ancianos” (huehuelque), guiados por los acerdotes, o saccndotes ellos mismos; en la etispide, el propio dios, gobernanda por los oraculos que hacia ofr a sus servidores. El término de “teocracia” se aplica aqui de manera particusny mente exacta, puesto que cl jefe de la tribu no es un hombre, sir el dios en persona. No es imposible que Huitzilopochtli fuera en su origen un hombre, acaso un sacerdote, divinizado después ¢ identificado con uno de los aspectos del sei: eso explicaria la extraiia afirma cién de les informantes aztecas de Sahagiin, segin la cual Huitzilo pochui “gan maceoalli, can tldcatl catca, naoalli, tetzduitt”; era s6lo un hombre comén, sélo un hombre”, pero al mismo ticmpo “un brujo, un presagiador funesto” LA MONARQUIA Y LA JERARQUIA RELIGIOS\ EN MEXICO época en quc los espafioles Hegaron a México, el Esta“ teca propiamente dicho y las ciudades confederadas eran gob nados por unos monarcas, el mis poderoso de los cuales cra ef de México-Tenochtitlan. Lo que nosotros Hlamamos, con mayor 0 menot exactitud, cl “imperio” azteca se habia constituido recien ternente, en menos de un siglo, surgiendo, gracias a la guerra ya se EL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGION la'diplomacia, de una situacion confusa en que todo el centro del pats estaba dividido cn numerosos pequeiios Estados indepen- Gientes, a la manera de las ciudades griegas antiguas. Cada uno de esos Estados presentaba la misma estructura de gobierno: un monatea, ayudado por uno 0 a veces varios consejos, y rodeado de dignatarios investidos de funciones militares o administrativas. ‘Antes de la Ilegada de los aztecas, esos Estados-ciudades podian dividirse, grosso modo, en dos categorfas: por una parte, los que habfan sobrevivido al desplome de la civilizacién tolteca, como Xochimilco y Culhuacén, y habfan conservado lo esencial de las tradiciones de esta cultura; por otra parte, los que habian sido fundados por las tribus victoriosas llegadas del Norte, como Azca- potzalco y Tezcoco. Entre los primeros, la institucién monarquica procedia, por una tradicién ininterrumpida, al menos en princi- pio, de la monarqufa tolteca, cuyo prestigio legendario reflejaba afin, mientras que entre los segundos era testimonio de un proce- so de “toltequizacién” de los barbaros al contacto con los vestigios de la alta civilizacion precedente. A este respecto, la historia de Tezcoco es tfpica: fundada por el jefe chichimeca Xélotl, la dinastia evolucioné en menos de 200 afios con tal rapidez que, desde el siglo XV, el rey de Tezcoco, Nezahualeéyotl, podia ser considerado como el representante de la civilizacién mexicana més clasica, y su ciudad como una especie de Atenas del nuevo continente. El concepto tolteca de la monarqufa estaba fuertemente im- buido de religion: el rey tolteca por excelencia, Quetzaleéatl, zno era un gran sacerdote, taumaturgo, héroe civilizador, un dios, en fin, la “Serpiente Emplumada"? Entre los barbaros era, al contra- rio, el aspecto militar el que predominaba: el rey era el gula de la tribu némada, el jefe de los guerreros. La monarqufa mexicana de la época historica evoca una especie de conciliacién entre esos dos conceptos. Desde su primer contacto con las avanzadas culturas del al- tiplano central, los aztecas habian querido imitar a los Estados en medio de los cuales se encontraban, dandose un rey, Huitzilihuit] el Viejo. Esta tentativa termin6 trigicamente, al ser aplastada la EL ESTADO MEXICANO ¥ LA RELIGION 3 joven monarquia y muerto Huitzilihuitl. Cuando, en 1875, los az- tecas decidieron retomar aquel ensayo abortado, trataron de “cubtirse” invocando la gran‘tradicin tolteca: escogieron para soberano a Acamapichtli, al que unas genealogias acaso compla- cientes hacian descender de la dinastia de Culhuacén, la que, su- puestamente, a su ver descendia de la de Tula, y por tanto del ropio Quetzalcoatl. : “a cenperadot ‘mexicano, en el apogeo de Ia civilizacion azteca, es un personaje casi divino y rodeado de un aura religiosa, Cuan- do muere, sus despojos, revestidos de los ornamentés de Queczal- céatl, son incinerados de manera que vaya a reunirse en el otro mundo con su ilustre antepasado. Se consideraba que su eleccin (cl emperador era elegido por un “colegio” de dignatarios milita- res, civiles y religiosos) expresaba la voluntad de los dioscs, en particular la de Texcatlipoca. Juraba “defender el templo de Huitzilopochtli", y una de sus misiones principales consistia en agrandar y embellecer ese templo y en sacrificar prisioneros en él, En 1487, Ahuizotl presidié las ceremonias de inauguracion del gran teocalli, no sin sacrificar personalmente a muchos cautivos; Cortés y sus conquistadores vieron con horror al emperador Moc- tezuma Il oficiar ante un santuario con paredes salpicadas de sangre. En el curso del afio, el soberano tomaba parte en diversas ceremonias religiosas y en las danzas rituales por las que los cre- yentes “adquirian méritos a los ojos de los dioses” z ‘Sin embargo, ¢puede decirse que el propio emperador fuera un sacerdote, un miembro de la clase sacerdotal, 0 mejor dicho de la subclase sacerdotal que, con los dignatarios militares y civiles, formaba parte de la clase dirigente? Hemos de responder negati- vamente. Sus titulos oficiales son significativos: Hevaba el de ta- toani, "el orador” (de tlatoa, hablar, rafz que también expresa la idea de “mando”), y cl de tlacatecuhtli, "jefe de los guerreros “Hablaba”, es decir, exponta en consejo las decisiones que habia que tomar, y mandaba el ejército, Jefe politico y militar, cierta- mente debia de cumplir —como, por otra parte, todo el mundo en una sociedad intensamente religiosa— con obligaciones ri- tuales maltiples, pero él mismo no era un sacerdote.

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