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22'S. INTRODUCCION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO ¥ DEMOCRACIA xrismo no pretende -como podria pretender- lo el populismo~ que no existan organismos de control frente a los érga- 105 0 expresiones mayoritarias; lo que pretende es un sistema institucional ue aliente y contribuya a mejorar (en lugar de desalentar 0, directamen- te, reemplazas) la voluntad mayoritaria. Del mismo modo, el igualitarismo no pretende ~como podria pretenderlo el perfeccionismo- que no existan derechos, © que los mismos no constituyan “eartas de triunfo” frente 2 los avances mayoritarios; lo que pretende es una concepcién de los dere- cos compatible con (y no seriamente enfrentada a) el ideal de la autode- terminacién cole lar estas aspectos, concluiria, el consti- tucionatismo i sus originales promesas igualitarias. Llegados a este punto, de todos modos, no es mucho lo que hemos podido avanzar. Aiin es necesario demostrar de un modo més contunden- te los referido smo, en tanto postura igualitaria Por otra parte, es posible que idualismo cuente (aunque no estoy seguro de ello) con formas mas efectivas para justificar la concepcién de derechos, o el pecul necesario mostrar que quedar pendientes hasta un préximo y mas detallado a \ellin iVle a de bs Angel és Derecho Gos * huctona/ Loaided 1 We @ Caviruco IIL CONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA Por ROBERTO GARGARELLA 1. InTRODUCCION Detris de muchas de las discusiones que hoy se escuchan en paises como el nuestro, se esconde una disputa 2 la cual apenas prestamos aten- realidad, puede parecer extrafio que exista un conflicto entre amt cuando es tan usual que hablemos de “democracias constitucion inuestras discusiones piblicas. conflicto entre ambas ideas surge, ante todo, del hecho de que e apclan a principios opuestos. Nuestros compromi un principio que a primera vista no reconoce hay ninguna autoridad superior a la nuestra, Mientras tanto, y por otro lado, ideas tales como las de Con: derechos humanos nos Ilevan a pensar, justamente, en li bles, capaces de resist la presidn de cualquier grupo y aun, y especial- las presiones de un grupo mayoritacio. En nuestras discusiones cotidianas, la tensién referida emerge de un modo especialmente gravoso. Ocurre que, por un lado, queremos y ne- 1 ccesitamos aferrarnos al derecho: queremos estar sujetos a reglas imper- sonales, antes que 2 la voluntad discrecional de algin personaje todo- poderoso. Sin embargo, y por otro lado, vemos que explotan nuestros impetus democraticos que, muchas veces, encontramos encorsetados, pri- sioneros, dentro del derecho, La mala noticia es que dicha tensidn no es 24 INTRODUCCION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO ¥ DEMOCRACIA ye una obvia resolucién, pero lo interesante es que recono- problema quedamos forzados a plantearnos cuestiones de Los otigenes de dicha tensién pueden encontrarse, por caso, en al- gunos célebres escritos anticonservadores de Thomas Paine, proclaman- in vivos” por encima de “a autoridad de los -a de que “cada generacién tiene los mismos derechos .s generaciones que la precedieron, del mismo modo en que cada iene los mismos derechos que cualquiera de sus contempord- afirmacién, Paine se oponia a la idea conserva- ida por Edmund Burke— que venia a rebelarse jemo, y en particular, frente al ideario revolu- cionario que los franceses habian puesto de moda, Para Burke, las tradi- ciones de la comunidad guardaban mayor valor que las ambiciones de cualquier generacién particular. Paine, mientras tanto, y como muchos de sus contempordneos, pensaba lo contrario. | Un viejo conocido de Paine, Thomas Jefferson, supo retomar aque- 110s reclamos para incorporarlos a la historia norteamericana. Como Paine, Jefferson también sostuvo que nada era mas importante que el autogobier- por ejemplo, que en sus “Notas para el Estado de Virginia” se manifestara en contra de Ia idea de dictar una Constitucién permanente. La misma debia ser, en todo caso, cada genera~ Gién debia tener el derecho de rehacer el texto fundacional propio (de calculando que las generaciones se recambiaban, més 0 menos, (¢afios, Jefferson propuso la adopcién de reformas constitucio- jicidad). De este modo, pioneramente, tan- 1, gPUEDE RESOLVERSE EL CONFLICTO ENTRE EL CONSTITUCIONALISMO Y LA DEMOCRACIA? {fs cierto, tal como lo sugiriéramos en les tineas anteriores, que no es posible resolver este dilema entre el constitucionalismo y Ia democra~ cia? Por qué es que no podemos afirmar, come lo hace una mayoria de ‘uperiorided de la Constitucién? Por qué no podemos decir, iveva York, 1995, p. 56 CCONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA, 25 plemente, que la Constitucién est “po la se impone no s6lo sobre a coi or una estrategia sustantivamente di al menos, a mostrar la comp: incipio del autogobiemo, snto con el que nos encontramos, el més dice que la comuni i Constitueién porque esta ‘0. Aun asumiendo que siempre lo es —1 iin de perdurar con rrer de los afios y con el paso de las generaciones. ué es entonces que la comunidad que sucede a la nuestra debe st imitada a partir acuerdo del que no ha tomado pai ‘por ejemplo, alguien podria sostener que |: ionalismo sobre todo, la de permanecer a {justifican a partir de que rodearon a su naci tado de mayorias abrumadoras (0 faordinario al momento de su escritura), 1 puro énimo piblico de 10 de argumentos son muy habituales den- srgo, en una mayoria de casos, dicho re- disuelven apenas se los examina c la mayoria de los procesos constituyentes que conocemos tienen poco 26 INTRODUCCION, CONSTITUCION, IGUALITARISMO Y DEMOCRACIA, parecido con aquellas descripciones heroicas que suelen hacerse acerca de | 5 tiempos fundacionales ~tipicamen ‘del XIX- tenian poco que ver con sagenes de consenso undnime y reflexiones desinteresadas, los nos hablan de diseriminacio- ), de presupues- tas (conforme a los cuales la mayor parte de la ciu- ‘como parte de una masa irreflexiva, mas que como iduos con iguales capacidades que los constituyentes) y de decisio- nes con un claro componente de autointerés (Io que explica el estatus especial conferido a la propiedad privada, en todos los casos, incluyendo en muchos ~como el norteamericano~ el resguardo a la propiedad de los esclavos), ‘Admitido este hecho, esto es, el cardcter originalmente poco demo- ceritico de una mayoria de Constituciones, los abogados del constitucio- nalismo podrfan apelar a una estrategia complementaria. Ellos po por ejemplo, que la Constitucién merece un respeto especial ya no ir de la situacién especial en Ia que tuvo origen, sino a partir de respaldo que fue obteniendo con el transcurrir del tiempo. Esto es, s esta postura, la Constitucién ~zuna mayoria de las Constituciones que o- nocemos?~ puede haber tenido un origen “purificado” con el paso del través de los afios, Esta idea, asociada a la no nbn resulta my popular ene Tos defenses go, como es bien sabido, los argumentos en favor del consenso Y es que nunca podemos saber CCONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA 2 ber si la falta de una reforma de la Constitucién, en sus rasgos esencia- les, se debe al consenso gencrado por la misma o, més bien, a las propias dificultades impuestas por sus creadores para modi (.e., en la exie gencia habitual de una mayoria calificada en ambas Cémaras para obte- ner Ia autorizaci6n para la convocatoria a una Convencién reformadora). Una alternativa estrechamente vinculada con la anterior, pero mente fallida, seria ta de sostener que la Constitucién se encuentra ya enraizada en las tradiciones més profundas de nuestra comunidad. El ar- gumento, en este caso, retomaria el ideal democratico afirmando que los pring jonales ya se han “decantado” hasta el punto de for- mar parte, en la actualidad, de aquel “nicleo duro” que hace que nuestra comunidad sea lo que es, que configura su identidad. En un punto, el ar- gumento es mas ambicioso que el anterior, ya que el mismo trasciende la {idea del consenso —que, en tancia, podria cambiar de un mo- mento a otro para decir que nuestra comunidad no puede abandoner aquel ctimulo de ideas sin dejar de ser lo que es. Sin embargo, claramente, cho argumento es més vulnerable que el recién examinado. Y es que, por un lado, uno puede tomar algunas inadas a desentrafiar Ia persistencia 0 no de aquel “consenso dormido”, pero zqué hacer en cam- bio frente a la apelacién de'las tradiciones? {Cémo demostrar rece definitivamente indemostrable? Lo que ¢s peor, aun en aso en que pudiéramos demos! tc ya una “inarca de identidad” de nuestro ambito. Ps hecho no nos proporciona ninguna razén para dar! cial a aquella indeseable practica. Necesitamos cr scho de que una préctica h 28 M-TRODUCCION. CONSTITUCION, )UALITARISMO ¥ DEMOCRACIA 1 argument demoertico no podia ser defendido en su extrema radica- inalmentc, en honor de una tltima preocupacién por el va smocracia. La disputa entre Madison y Jefferson apares portavoz de los sectores més democ jcularmente preocupado ico al que consideraba fun- arse frente a la sugerencia del autor ia". Contra este tiltimo, y en lo que hoy se conoce como el escrito nro. 49 de los papeles de “El Federalista”, Madison present6 tres argumentos principales ~algunos de los cuales son pertinentes para nuestra requisitoria~, En primer lugar, Madison sostuvo que si los principales conflictos centre poderes tuvieran que ser resueltos a partir de una convocatoria po- pular, los mismos iban a tener un final previsible. En su opinién, dado que la Camara legislativa era la rama del gobierno “més popular”, resul- taba obvio que cualquier convocatoria al pueblo contaba ya con una res~ puesta fija de antemano: el pueblo siempre tenderia a inclinarse a favor de la rama que vela mas cercana a sus intereses. Por 10 tanto, sostenia Madison, la insistencia en el recurso al pueblo, para estos casos, era irra- zonable. En segundo lugar, Madison afirmaba que la obsesién con la con- vocatoria al pueblo debia dejarse de lado si la misma podia poner en rics- go como él presumia— la propia estabilidad del gobierno democritico. En su opinién, las convocatorias frecuentes a la dad del gobierno ~de cualquier gobierno-, alegaba que un reclamo como el formulado por Jefferson era i porque conlleva el riesgo de “encender las pasiones popt jad insti do lo que mas se preci medidas eapaces de amal Como re: iual, las sugerencias de Madison guardan mucho del mejor sentido comin, y son —como lo fueron— capaces de ganar la adhesién de sectores importantes de la poblacidn, Pero la pregunta es si las razones que daba en aquel momento son lo su como para desplazar posibles argumentos en su contra. Y la respuesta no CONSTITUCIONALISMO PERSUS DEMOCRACIA 29 nada clara. El atractive de los argumentos de Madison resulta a {ue se extreman los de su contrario. Pero {por qué pen jativa como Ia de Jefferson, destinada a reafitmar la idadana estimula los conflictos sociales, ;por qué no pensar ~como jo de determinados conflictos puede de la comunidad, y preferible a un resultar valioso para la salud Tatente? de todos modos, conviene explorar un dltimo y ‘es especialmente interesante porque se orienta di- ar 1o que los eriticos del constitucionalismo més va~ es, el principio demoerético. Lo que este argumento sefals, ‘que la misma preocupacién por el valor de la democracia debe amos directamente a reconoeer la primacia del constitucionalismo. Ello, fundamentalmente, en la medida en que la Constitucién establezca las, condiciones que permitan que Ia democracia funcione como tal. El argumento es importante y vale la pena examinarlo con algiin detalle, Lo que aqui se hace es poner cabeza abajo una mayoria de las criticas democréticas examinadas hasta ahora. En efecto, lo que nos ocu- rria hasta aqu{ es que, cada vez que invocébamos un argumento en favor del constitucionalismo, nos encontribamos frente @ alguna variante del argumento democratico que venta a decimos: {pero cual ‘quitarle libertad a Ja comunidad, para impedirle que sea ella decida cémo quiere organizar su vida future? Si usted valora el autogo- bordinado, dependiente, de la Constituci ‘cambio, parece realmente novedoso. Aqui se nos sugiere que, justamente porque nos interesa defender el valor del autogobierna, es que tenemos razones para defender la primacia de la Constitucion. Mas precisamente, se afirma aqui que el constituci ‘yerse —como lo vetamos ymo una forma de “atarle las manos” a la sociedad ~una forma ertad, de ahogar el autogobierno-. Mas bien, y por el con- trario, se nos dice en este caso que el constitucionalismo debe ser visto como una forma de ganar o porenciar nuestra libertad como comunidad. 30 INTRODUCTION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO ¥ DEMOCRACIA El argumento en cuestidn reconoce una presentacién elegante y muy sugerente @ través de la metafora de Ulises y Jas sirenas?, En el relato tradicion como capitin de que lo aten al méstil de la embarea orden, Ulises sabia que iba a perder control sobre sus impulsos més mediatos ~esperablemente, él se veria tentado a desviar su embarcacién, e incapacitado asi de Hegar al destino que se habia fijado inicialmente-, pero ello no lo llevé a desdecirse. Ulises tomé su decisién de modo cons- ciente, convencido de que de ese modo -atado al mastil, inmovilizado— el objetivo que se habfa propuesto en un principio. Por ier descripcién de tal situacién que pretendiera presentar dicho acto como una “pérdida de libertad” por parte de Ulises resultaria insensata, Ulises, podriamos decir, gané libertad en lugar de perderla, al méstil: fue asi, en definitiva, como consiguié llegar al destino prefijado. La moraleja parece clara: contra 1o que nos sugiere consistentemente el sentido comin ~atarse las manos es sinénimo de per- | der libertad, 1o que el ejemplo nos demuestra es lo contratio: en ocasio- | nes, ganamos en libertad cuando nos limitamos. O, para decirlo de otro ¥ modo, hay limitaciones que liberan, ataduras que nos capacitan, El traslado de esta metéfora al campo cor nal parece obvio: el mismo modo en que Ulises pudo ganar libertad, en lugar de perderla, -apacitarse para ciertas acciones, una sociedad también puede expan- . Este seria el rol de la Constitueién -el poner limites “capacitadores” sobre las faculta- des de autogobiemo de la sociedad-. Reconociendo los riesgos de caer en tentaciones inadmisibles (oprimir a grupos minoritarios, censurar a la in), una comunidad actuarfa tan racionalmente como lo hiciera a fijar, de una vez, ciertos limites irrenunciables, capa- ces de potenciar la propii La propuesta es atractiva, al menos en un punto importante: e ayuda a dejar de lado la visién habitual conforme a la cual toda cién, aun autoimpuesta, debe ser vista como una aftenta al autogobierno, CONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA 31 compatibles con, y aun necesarios para, asegurar el autogobierno. Ahora bien, admitido este punto, corresponde preguntarse: hasta dénde es que este argumento permite afirmar la vi espectacularidad del ejemplo de Ulises, el mismo termina probando me- nos de lo que pretendia En efecto, enfrentados a consideraciones semejantes, los defensores del autogobiemo podrfan replicar que, en verdad, dicha metéfora sugiere bastante poco: en definitiva, los demécratas no objetan la posibilidad de que una comunidad se autoimponga determinados limites, tal como lo hiciera Ulises. Lo que objetan es la posibilidad de que una comunidad cexija que los limites que se autoimpuso se preserven firmes frente a las generaciones futuras ~algo tan inaceptable como que Ulises le exija a su hijo que se ate al méstil como él lo ha hecho-. Esto es lo que rechazan los demécratas, y lo que el ejemplo de Ulises es incapaz. de probar. Di- cho ejemplo, en todo caso, prueba lo obvio: Ia racionalidad del autopa- / temalismo, pero no avanza en lo que mas les interesa a los constitucio- 5, esto es, La ju jén de una comunidad para imponer sus normas sobre otras comunidades diferentes. La comparacién entre la situacién de Ulises y la que enfrenta una ‘comunidad que quiere dictar su Constitucién también registra otro tipo de des-analogia notable. Las sociedades son cuerpos numerosos -compues- tos, muchas veces, por millones de personas~ y, lo que es més grave, no es para nada esperable que todos ellos participen del dictado de su propia li que merece guardarse una mayor prudencia cuando se quiere comparar la situacién de Ulises, autoimponiéndose normas, con la de la sociedad, queriendo hacer lo propio: en este tiltimo caso, lo espe- rable es que un (muy pequeiio) sector de la sociedad determine cuales son s normas que Van a regir para todo el resto. De alli que, en este caso, ni ie sentido hablar de autopaternalismo. En précticamente to- ia sociedad se dicta su propia Const antes, ac- por més representativa tuando de modo conjun y honesta que sea. Este hecho abre, entre otros, algunos riesgos notables, ausentes en el caso de Ulises. Bien puede ocurtir, por ejemplo, que dicho sector encargado de dictar 1a Constitucién se incline por dieter normes mis favorables para sf mismo que para todo el resto. Esto es, para conti- nuar con la metifora ya empleada, puede ocurrir que los encargados de dictar la Consttucién aten las manos de toda Ia comunidad, dejando desa- 32 INTRODUCCION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO ¥ DEMOCRACIA tadas las propias ~una posibilidad inimaginable para el caso de pero bastante habitual, de hecho, en la moderno~* TIL. LA 1GUALDAD COMO PRESUPLESTO COMUN Una manera de moderar los devastadores eft: tre constitucionalismo y democracia puede ‘notas que retinen ambas ideas, antes que este sentido, creo que existe un camino igualdad. En efe resa el constituci smo y si nos preocupa la democracia Je asignamos un lugar importante a la idea de igualded. ido de que asumimos que todas las personas poseen una misma dignidad moral, y son iguales en cuanto a sus capacidades més mmpromiso con el sistema demoeratico, justamente, ¢ existen clases de personas situadas ~en a de todas las iduo tiene un propia comunidad: todos merecen participar de dicho proceso decisorio fen um pie de igualdad. Nuestro compromiso con el constitucionalismo, del ‘mismo modo, se desprende de este tipo de presupuestos igi efecto, queremos preservar ciertos derechos fundamentales que permitan cada uno Hevar adclante su vida conforme a sus propios idea! remos preservar una estructura de d i nidn de cada uno valge lo mismo que la de los demés, La idea de igual- dad, entonces, resul fundamento tltimo del constitucionalisino y la democracia’. La apreciacién, cabe aclararlo, no parece descabellada © Aos después de haber escrito Ulises» la sirenas, Elster advinié la importan- cia y gravedad de esta posi Jn, Ulysses Unbound, Cambridge University Press, Cambridge, 2000. Esta posicién resulta obviamente tibutaria de la sostenida por Dworkin, Ver const ICIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA 33 ‘cuando Tleemos algunos de los documentos esenciales en Ia materia, tales jorteamericana ~que recono- s hombres son creados ancesa, que comienza hacien- o una referencia a la libertad e igualdad que une’a las personas. La nocién de igualdad presentada en las lineas anteriores responde, sin dudas, a una interprets muchas posibles, de la idea de igualdad. Por ello, es importante que desde un comienzo especifi gue por tener ciertos rasg: mino: cada persona en cllas merece asignérsele un valor idénti miso con la suerte de cada persona implica, segin entiendo, tratar a cada persona como un igual, més que tratar a cada persona igual: 1o que se pre- tende es afirmar nuestra preocupacin por Ia igual consideracién y respe- to que nos merece cada uno®, Uno fallaria en su compromiso con ia igual- dad, en tal sentido, y por ejemplo, si no proveyera un tratamiento especial ala mujer en el Ambito del trabajo, en consideracién de su embarazo; 0 no tomara medidas especiales para asegurar la proteccién de los intercses de la comunidad negra, Iuego de sigios de una indebida postergacién alen- tada y mantenida por el Estado. ‘Aunque son, evidentemente, muchas las formas posibles en las que se puede pensar Ia idea de igualdad, en lo que sigue asumiré a la misma como vinculada con la perspectiva desarrollada en las iltimas décadas por la filosoffa politica liberal igualitaria. Conforme a una lectura posible de di- cha tradicién, tratar a cada individuo como un igual conlleva una preocu- ppacién por asegurar que la vida de cada individuo dependa de las eleccio- rnes que cada individuo realiza, y no de las meras circunstancias en las, que le toca nacer’, La vida de aiguien resulta inapropiadamente definida por las circunstancias en las que le toca nacer cuando, por ejemplo, el sis- tema institucional permite que algunos reciban beneficios y otros resulten perjudicados por hechos que son ajenos a su responsabilidad, ic., por el hecho de que hayan nacido en condiciones de pobreza o riqueza; por el he- R.A Matter of Principle, Harvard ereign Virtue, Harvard University Theory of Justice, Harvard University Press, Cambridge, 1971, y Dworxin, Re 4 Water. cit 34 INTRODUCCION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO ¥ DEMOCRACIA cho de que hayan nacido con ventajas o desventajas intelectuales o fisicas; por el hecho de que pertenezcan a tal o cual género o grupo racial. Por \d de cada uno ~una preo- objeto final r, entonces, el de asegurar que nadie tenga 5 que el sistema institucional no distribuya razén de factores arbitrarios desde un punto de vista moral, sino en razén de las elecciones que cada uno realiza Esta posicién ~conforme a la cual la vida de cada uno depende fun- damentalmente de las decisiones de cada uno aparecerd en lo que sigue como “ideal regulativo”, o “punto de reposo” de muchas de las conside- raciones que presento. Dicho ideal, conforme iré dejando en claro, seré interpretado de un modo particular, asumiendo lo siguiente, En primer lugar, que tal ideal puede resultar violado tanto por acciones como por comisiones del Estado o, en ciertos casos, de otros particulares. En tal sen- tido, y por ejemplo, asumiré que el Estado no cumple con ascgurar a todos un igual trato cuando meramente se abst ‘en una situacién en donde algunos gozan de ventajas frente yy las mismas resultan ya sea de su buena fortuna, ya sea de pi nes indebidas del Estado ({e., una indebida concesién de derechos, como Ia que podria resultar de una asignaci sideracién de los reclamos igualment tras pretensiones sean sim conformada a partir de preji lo que el respeto por las de previo proceso de infor jente un Teflejo de abusos y privilegios injust aceiones en favor de colectivos determinados. Tipicamente (y conforme CCONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA 35 «os mismos ejemplos arriba citados), en una sociedad en donde el estatus de te mujer ode alguna mi ., quien impi ina gia clin tarantiin seed ien asi ‘ciones piblicas de poder), el compromiso con el trato igual requiere de toma de decisiones orientadas a remediar Ia situacién de los colectivos indebidamente perjudicados. En tal sentido, e! Estado no actuaria de un modo “debidamente neutral” frente a todos si permitiera que la suerte de determinados individuos empeorara en razén de su pertenencia a deter- minados grupos previamente perjudicados por el activismo estatal. IV. IGUALITARISMO Y DEMOCRACIA Una vez.que reconocemos el valor tiltimo de Ia idea de igualdad, nos encontramos en mejores condiciones para proseguir nuestros estudios. En particular, y en lo que sigue, quisiera dedicarme a aclarar algunas ideas vVinculadas con el compromiso democritico. Al respecto, y en primer lu- ‘gar, me interesa afirmar gue la superioridad moral de la demoeracia no 2 que debamos situar en el mismo plano a toda expresién de la voluntad ciudadana. En efecto, para quienes asumimos fundamentalmente iguales ~y que nadie tiene, por tanto, el derecho de otras que se encuentren mas mediadas institucionalmente. En tal sentido, y por } adjudicar mayor legitimidad democr que a la decisi6n de un juez; 0a jerarquizadas por tura que la represente ” en la Argentina o en los Por otra parte, cuando reconocemos mmitada, no podemos sino asumi de equivocarse en sus j aleanzamos a manejar i dir bien. De alli que no podamos cor tadas en respeto de la regla mayor 36 INTRODUCCION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO Y DEMOCRACIA Porque respetamos a todos por igual, y porque asumimos que na- dic tiene el conocimiento suficiente como para decidir en nuestro nom- bre (es decir, porque asumimos que todos podemos equivocarnos), es iquenecesitamos escuchar a todos los demés, y corregir nuestros juicios jidades nos demos para Hevar adelan- mutuamente, Cuanto menos oportut deci te este proceso de muta clarificacin, mas riesgos correremos d dir mal, esto es, a partir de errores, prejuicias, 0 falta de informaci to parece explicar por qué los gobernantes mas autoritarios su jog que més se entusiasman con las invocaciones a las mayorias; por qué Pinochet en los aiios ochenta o Fujimori en los noventa convoca- fon alegremente la celebracién de plebiscitos destinados a ratificar su presencia en la cispide del poder (como lo hicie bemador Eduardo Dubalde en la provincia de Buenos ? si se restringe la circulacién de informacién y opiniones tras se insiste con la propaganda en favor de quien esté en el poder (como hicieran cada uno de Jos nombrados); si se prohibe la dicatos 0 partidos politicos (como ocurriera durante hnochet); o se permite que el debate pablico esté controlado por el poder J cl dincro, luego, las posibilidades de que el convocante obtenga una Yictoria en la compulsa electoral se inerementan de un modo obvio. Asi, ‘quedamos sujetos a la peor situ: mostrar al mundo su sutoridad reh de la legitimacién popular, Por advertir lo anterior, ‘den un compromiso radical con la democracia tienen la especial respon Sabilidad de tomarse en serio el disefto de las reglas capaces de darle sentido al mismo. ‘Lo dicho lleva implicito una reflexién de teorla de la democ tas formas en que le concebirla En particular, las consideraciones re tuna idea que tiene mucho predicamento dentro de mocracia (vinculada con lo que se ha dado en llamar Ia concepeién pluralista de Ta democracia®), ¥ que sostiene o simplemente asume que Piitistema politico debe encargarse, fundamentalmente, de agregar las diferentes preferencias existentes dentro de la sociedat practica aquellas que cuentan con mayor respaldo. Con gut se procura distinguir—como ya sugiriramos- entre la agregacién y ® Ver Dait, Rig A Preface to Democratic Theory, The University of Chicago Press, Chicago, 1956. CONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA 37 Is trongfermaciin de pefeencat”, Lo que se wma ex oe, jutrente tratamiento deferencial, por el hecho de serlo. tal como ocurre en una mayori i ales en las que se desarrol lar, cuando ides modernas~ las condicio- ‘una multitud de estudios psicoldgicos que muestran de qué modo las de~ en esses de las personas resultan moldeadas a pat que haya razones a¢ ales para someter a un proceso de examen crit co las posiciones iniciales de cada uno. Ocurre que, por ejemplo, es da- ble opera : 1¢ luego de largas décadas o siglos de racismo, muchas per- sonas de color hayan desarrollado una vision muy degradada acerca de sus propias capacidades. Del mismo modo, es espe Pal larga época en que se les privaba del voto o del Jat, muchas mujeres hayan comenzado a verse a si mismas como incepa- ces de desarrollar tareas para las que estin perfectamente cal ién, en contextos como los citados, es dable esperar gos afios de injust yy organizar conforme IN. CONSTITUCION, LGUALITARISMO ¥ DEMOCRACTA 38 mnTRoDU otros términos, en situaciones como las citadas la democracia no merece ser pensada, meramente, como un instrumento orientado de preferencias ~un instrumento encargado’de convertir las toricas en injusticias legitimas. Del mismo modo, consideraciones como las anteriores, que asumen 4 igual valor de cada individuo, tienden a reafirmar el presupuesto mi- ‘ano conforme al cual cada individuo es “soberano sobre si mismo, so- ‘bre st propio cuerpo y mente”. Con Mill, reconocen entonces que cada persona es el mejor juez de aus propios intereses. Conviene aclarar que, Fl afirmar una idea como la citada, uno no queda comprom sguna de las dos ideas sigui in sth en lo cierto, en lo que conciemne a su proy pre escoge el mejor camino aliemativo posible, cuando se encuentra en ne enerucijada vital; y que los demas no pueden tener razén (y aun, beasionalmente, més razones que nosotros mismos) al pronunciarse acer- ta de nuestras elecciones personales, Lo que se quiere afirmar, mas bien, fs que cada persona se encuentra excepcionalmente bien situada para re ‘Conocer cuéles son sus propios intereses, cules sus deseos y temores, ctl fh intensidad eon la que abraza o rechaza ciertas opciones. Esa posicién privilegiada convierte a cada uno en el “mejor juez” de su propio dest Foy hace presumir que, tendencialmente, nadie vaya a saber sopesat ingjor que uno los propios intereses. 10 presupuesto tiene implicaciones muy significativas en mate- ria de filosofia politica. Fundamentalmente, nos sugiere que los proble- 0s deben ser discutidos colectivamente, si lo que se pretende imente, esto es, seein decisiones que sepan balancear adecuadamente los firmar esto implica rechazar, por ejemp! 1 entre quienes se ocupan del est ‘on Law and Democracy, MIT Press, Cambridge, 1936. CONSTITUCIONALISMO VERSUS DEMOCRACIA, 39 Esta posicién es flindamentalmente inclusiva en cuanto sostiene que ‘el mejor método para garantizar que ningiin punto de vista sea ignorado | © supra 0 subvalorado consiste en asegurar la intervencién ~y en defi-~ a, Ia presencia de todos los potencialmente afectados por Ia de- cisién en juego 'S en el proceso de toma de decisiones. Se afirma aqui que en la medida en que el proceso de toma de decisiones tenga me- ‘nos que vet con un proceso inclusive, del que toman parte todos aquellos eresados en la decision, y desde un lugar igual, menos razones ber para pensar que la decisién finalmente adoptada sea una decisi6 imparcial Por supuesto, no se afirma agui que nadie puede ni debe hacer el esfuerzo para situarse en el lugar de los demis. Es claro que todos tene- mos cierta capacidad para la empatia, y que es muy valioso hacer ese esfuerzo por reconocer y entender el punto de vista de los demas. Lo que se dice aqui es que una comunidad mejor decision imparcial en Ia medida en que escucha efectivamente a aqu personas o grupos que pueden ser afectados por la decisién en juego'*. ©, en otros términos, se dice aqui que una comunidad reduce los riesgos de ignorar © pasar por alto la consideracién de ciertos intereses relevan- tes dejando que los propios afectedos tengan la oportunidad de hacer uso de la palabra, y explicar a los demés por qué sostie sostienen. Llegamos asi, entonces, 2 otra consideracién clave para caracterizar tomaremos como punto de referencia. Y portancia de Ia deliberacién colectiva a la hora de determinar nes frente a problemas de dos merecemos un igual respeto ~el jene el derecho de arrogarse el poder 40 NTRODUCCION. CONSTITUCION, IGUALITARISMO ¥ DEMOCRACIA corregir nuestras propias posturas; nos permite entender por qué los de- iis estin de acuerdo 0 no con nosotros; contribuye a que conozeamos puntos de vista que podriamos haber ignorado simplemente en razén de juicios; favorece la consolidacién de una practica conforme a la cual ines se toman por consenso, ¥ no como resultado de la imposi- atbitraria de algin grupo. Finalmente, los procedimientos de disct nos fuerzan @ dar razones acerca de hacemos -si decim posicién porque si”, 0 “porque me conviene a mi"=, seguramente tendre- icultades en ver nuestra propuesta aprobada. Por supuesto, la dis- no hace un amado a Ia hipocresia a que cada uno indague, es- ‘aunque algunos vayan a hacer un uso meramente manip\ gumentos. De lo que se trata es de reducir ciertos sentes en cualquier procedimiento de toma de de \des a alternat tun debate del que algunos sectores se encuentren sis- ibucién de la palabra depende del dinero o la capac cada uno; en donde ef uso de le palabra queda disociado de la toma final de decisiones; no es un deba- ‘que merezca mayor atencién, Del mismo modo, defender la delibera- ica sostener que la misma implica -o debe sentido el logro de un consenso undnime entre los participantes; que un previo proceso deliberativo garantiza la imparcialidad final de la decisién en juego: lo que se mantiene, mas bien, es que la deliberacién es un procedimiento justificado, y capaz de favorecer una dindmica colecti- va valiosa. Finalmente, la defensa de la deliberacién no implies sostener la idea de que Ia deliberacién va a Nevar al logro de acuerdos arménicos, mis que a la revelacién o estallido de conflictos ”. La deliberacién puede tenerar tanto come disolver conflictos, y su sostenimiento se basa, en todo ‘caso, en razones independientes, como las citadas mas arriba. tes |, Aa "Deliberation nd Ideological Domination”, en ELsrex, J. (@6). ‘acy, Cambridge University Press, Cambridge, 1998, 17 Przewors Deliberative Dem SISTEMA POLITICO

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