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Biron ECON) LA PSICOLOGIA Dos / Patologizar 0 desmembrarse Seiioras y sefiores: estoy seguro de que todos ustedes se dan cuen- ta, tanto en su trato con las personas como en su relacién con las cosas, de la importancia que tiene el punto de partida. Lo mismo sucedié con el psicoanilisis: el desarrollo que ha experimentado, y la acogida que ha tenido, no han podido sustraerse al hecho de que comenzé trabajando con un sintoma, algo que es mas ajeno al yo que cualquier otro aspecto de la mente, Freud tan psicopatologias. Cualquicr alma, en un momento u otro, mues tra ilusiones y depresiones, ideas sobrevaloradas, manias y arreba: tos, ansiedades, compulsiones y perversiones. (RAlWeZii0@Stra pS Pues cada uno de nosotros es peculiar; tenemos sintomas; fracasamos, y no somos capaces de ver por qué nos equivocamos 0 incluso en qué, a pesar de las grandes esperanzas y las buenas in- tenciones. Somos incapaces de poner las cosas en st sitio, de com= prender qué esti sucediendo 0 de ser comprendidos por aquellos que lo intentan, Nuestras mentes, sentimientos, voluntades y come Portamientos se desvian de lo normal. Nuestras intuiciones son impotentes, o inexistentes; nuestros sentimientos se diluyen en la apatia: nos preocupamos y al mismo tiempo nada nos importa, La. destruccién se filtra lentamente desde nosotros de manera auté- noma y no somos capaces de redimir la confianza, las esperanzas y los amores fallidos. El estudio de las vidas y el cuidado de las almas implican ante todo un prolongado encuentro con aquello que destruye y es des ttuido, con aquello que esti roto y hace daiio, es decir, con la psi copatologia. Entre las lineas de cada biografia y en las Iineas de cada rostro podemos leer una lucha con el alcohol, con la dese peracién suicida, con la espantosa ansiedad, con las obsesiones se- xuales lascivas, con la crueldad, con las alucinaciones secretas 0 con los espiritualismos paranoicos. Envejecer acarrea la soledad del alma, momentos de agudo dolor psiquico ¢ inquietantes re~ cuerdos a medida que la memoria se desintegra. El mundo noc tumo en el que sofiamos muestra el alma dividida en antagonis- 146 mos; noche tras noche somos temerosos, agresivos, culpables, y frax Fans) son las realidades “la marafia conereta de Ia existencia cS colégica tal como es desde el punto de vista eee jetivo e individual- en las que quiero enmarcar estos om ee lo largo de ellos espero descubrir alguna necesidad psicolog' a actividad patologizadora del alma. La psicopatologia en la medicina y en la religion La propia palabra «patologia>, que empleamos pa ieee estas perturbadoras experiencias, demuestra la influe el medicina en el punto de vista dela psicologia con respecto is que. La mayoria de los términos especificos de la ee 3 oe tales como «paranico», -esquizoide>, «psicopiticos, han entra en nuestro lenguae através de la medicina psiquitrica, te a que cuando pensamos en psicopatologia pensamos inmedliatams fermedad. i aoe durante los diltimos afios han surgido ‘bre la validez del modelo médico para la psicologia profunda, Se i r r sobre la validez del : serias dudas fares condiciones del ha dicho que las peculiares condi a jtuir una end ue presenta pueden no constituir wi Fae evaiee, Entas condiciones y dolencias tampoco responden a : s jentos basados en el modelo médico. Sélo desde Freud he- tratami mos llegado a admitir que dimiemtosemédicos (examenes fisicos, prescripcién de farmacos, ctiologiasfisiologicas). De hecho, el pensar en términos de causas M7 y er nes asi como en formulas de cualquier tipo ey suele estar contraindicado en la psicologia pi alcaed eo hemos sido conducidos a la conclusién de sliaretee a a las que hemos llamado psicopatologias een patologias en el sentido médico. - pone dado que la psique no ha respondido a la ratamiento, la psicoterapia ha comenzado prenderse por completo del modelo médico de tratami cluyendo su idea fundamental: la patologia, is plc BlimodeloiFeligidso tiene una historia més antigua incluso cl modelo médico médico en nuestros intentos de comprender los blemas psiquicos, y h: jados. » y habitualmente ambos suelen i se los presenta como alternativos. sis deca Pero en ambos Con objeto de dar un Necesitamos comenzar de nuevo. “Hemas estado limitados duc |. Posible- mente los sucesos patologizados no se verfan tan errados i se con- templasen desde posiciones menos dependientes de la medicina fisiol6gica y la religiOn espiritual. Nuestra intencion aqui no es re- patir la idea de enfermedad o la idea de pecado, ni poner en di da ta autenticidad de Ta percepcién médica o religiosa en lo que respecta a la psique. Nuestro objetivo es verlas ~y ver a través de cllas- como perspectivas, al mismo tiempo que mantenemos ot? punto de vista que difiere del suyo yes psicol6gico. Si fuéramos ca- paces de descubrir su necesidad psicol6gica, patologizar ya no se- rig erréneo o acertado, sino simplemente necesario, pues implica ria una serie de propésitos que hemos percibido mal y una sere dde valores que deben presentarse necesariamente de manera dis. torsionada. Este es el tipo de cuestiones que nos aguarda. Tatentamos concebir la patologizacién psicologicamente con el fin de encontrar un lugar para ella, una manera de aceptarla, en general y como conjunto. Queremos saber qué tiene que decir arerca del alma y qué tiene que decir el alma por medio de ella. Y ata actitud dcbe preceder cualquier intento de tratarla, conde narla, ustficarta o hacer algo a favor o en contra de ella. ‘Debemos idesde el «autismo» hasta la «zoofilia». Pues estas acufiaciones constituyen una inversién psicol6gica @ largo plazo que adquiere cada vez mayor interés con el paso del tiempo. Desecharlas porque procedan de la terminologia médica o porque 149 tengan implicaciones religiosas volver a empezar desde el prince: pio acu’ indo un nuevo vocabulario~ serfa desestimar la impor tancia fundamental de estos términos y de la SpatOlOgia en parti cular; esta palabra [ApUntal/eireetainieitelalaNentermedadnyae! sufrimiento, que es precisamente lo que no queremos eludir, Lesitgtminos!de nuestro Campo —"”, un estadio en el que se) alin esti divi ‘ta frente a si misma: por una parte es ya duefia de si misma, y por sora todavia no To es..»™ Aqui se prefiguran ya ¢} «Yo dividido» de Laing y el «doble vinculo» de Gregory Bateson (en el que se basa Laing con frecuencia)!®, La contradiccién intérm Ja esquizofrenia (y Laing, por cierto, particulariza toda k cen la exquizofrenia, ast como Szasz utiliza la histeria para su mo- 1a que caracteriza la locura 159 delo) encuentra en Hegel una necesidad mas profunda que la re= beli6n sociopolitica de Laing. Para Hegel la locura es inherente a Ta naturaleza del alma; no es un resultado o una estratagema. «En la Jocura el alma lucha por restaurar la perfecta armonia interior a partir de la contradicci6n existente.»™ Donde ambos ven una ne- cesidad psicolégica en la locura, Hegel, a diferencia de Laing, cuae lifica su sugerencia de que el alma pase por ella explicando que su afirmacion es general, «como si estuviéramos diciendo que todas Jas mentes, todas las almas, han de pasar por esta etapa de extrema perturbacign»" ‘Hegel ela ici Gv i epee aS (RGRERISPANAT a la que no puede accederse de ninguna otra max nera. Esto debe ser reconocido fundamentalmente. Entonces la patologizacién de la «demencia extrema» encuentra su auténtico fundamento en el propio ser del alma. La politizaci6n de la locura que hace Laing se vuelve irrelevante, y en su lugar tenemos una fie losofia en la que la locura encuentra su asiento. Antes de volvernos al tercer estilo de negacién, debemos pre- guntarnos si estos criticos existenciales, politicos y culturales no han pasado por alto algo bastante importante. Si, han visto el mal uso que se ha hecho de la psicopatologia, un asunto sobre el que vok veremos mis adelante. Y, si, han dado validez a la libertad plena, a la libertad anarquica, del individuo para elegir su propia forma de vida, Aluden también a la interdependencia de lo que hacemos en psicologia con lo que tiene lugar en el mundo social y pol ico, Pew distincién que los criticos han enturbiado. 160 Consideran que la enfermedad es una consecuencia del sistema que se ocupa de ella: es la camisa de fuerza la que vuelve loco al paciente; patologizar es obra de la psicopatologia. De esta manera sutil ya veces acalorada, todos esos criticos rechazan la patologi- zaci6n y querrian deshacerse de ella deshaciéndose de la psicopa- tologia. Sus diversos ataques a la psiquiatria son todos formas en- cubiertas de negar la propia patologizaci6n. 8, Trascendencia ésta es la negaci6n trascendental. Sexpresentade la que prestaremos més atencién en el cuarto capitulo. Debemos iniciar el debate aqui, sin embargo, a causa de su manera de abor- dar la psicopatologia. i : Pese a todos sus esfuerzos por oponerse a los agravios de casi to- das las psicologias experimentales, analiticas y conductistas, la psi- cologia humanistica se ha ido hacia otro extremo, ADIRERERGE: Al sacudirse las patologias 0 apartarlas de la vista, esta clase de humanismo promueve una dig- na parcialidad, un sentimentalismo que William James habria cali- ficado de bienintencionado. Esto se revela de inmediato en las palabras favoritas del huma- nismo psicol6gico contemporineo", A diferencia de los términos de la psicopatologia profesional, éstos resuenan con un timbre po- sitivo: salud, esperanza, coraje, amor, madurez, afecto, totalidad; nos hablan de las fuerzas ascendentes de la naturaleza humana que apa- 161 recen en la ternura, la franqueza y la generosidad, y que producen creatividad, alegria, relaciones significativas, placer, y momentos cul- minantes, Encontramos la misma unilateralidad en sus objetivos, tax les como la libertad, la fe, la equidad, la responsabilidad, la entrega. [Aparte del hecho de que su concepto del crecimiento es simplista, el de la naturaleza romantico y el del amor inocente ~pues nos pre- senta el crecimiento sin decadencia, la naturaleza sin catéstrofes © cestupidez inerte, y el amor sin posesi6n-, su idea de la psique es in- genua cuando no engafiosa. Pues zdénde esti el pecado, y dénde el vicio, el fracaso y las paralizantes vicisitudes que el destino nos de- para a través de la patologizaci6n? Cuando nos volvemos a su litera tura encontramos escasas menciones a ideas tan saturninas y revuk sivas como la necesidad, la limitacién, la ascendencia, 0 a las carencias y deseos fundamentales: las lagunas basicas de cada per~ sonalidad, Fsa literatura se desentiende de la visién tragica y estoica_ “del hombre existencial, irracional y patol6gico.- Mientras que el humanismo bienintencionado utiliza al recién nacido y al nitio que empieza a andar para su modelo desarrollista del hombre'®, la tradicién de la psicologia profunda contempla a ese mismo nifio con un ojo mas avezado y perverso. La psicologia profunda se apoya en las percepciones mas oscuras de Freud y de Jung, en su templado pesimismo y en su buen ojo para la sombra, respectivamente*. Por hacer hincapié en el lado mas luminoso de ‘En 1945, Jung formalé una definicién directa y precisa de la sombre: «aque to que una persona no quiere ser» (Colleced Works (CIV, 16, §470). Esta escucta declaracién resume las polifacéticas y repetidas referencias a la sombra como el aspecto negativo de la personalidad, el lado inferior, despreciable y primitivo de fa naturaleza humana: el «otro la cara oscura de uno mismo. La sombra es, por ta naturaleza humana, donde hasta la muerte se hace edulees™, la psicologia humanistica carece de sombrat es una psicologia sin pro- Fundidades, cuyas palabras profundas resultan superficiales Pord® su objetivo es la trascendencia. A fin de trascender deja atras los as- pectos mas bajos y oscuros como «valores regresivos». Puesto que la naturaleza liumana es bésicamente un OF ganismo que desarrolla conciencia a partir de una informacion Meciente, un campo de energia negentrpico © positive, Ia inte- gridad creciente de cada personalidad pods absorber las pertur- verciones menores de sus funciones, Al actualizarse y haces 1 Iidad las necesidades superiores, las inferiores se integran; Elorden siempre puede abarcar el desorden, porque las ‘energias positivas ‘edida que ascienden. Cada uno de no- patolégicas. Es son sintéticas y crean a m sotros puede ascender y salirse de sus condiciones vos trastornos necesitan ante todo ser sentidos, expresados ¥ C06 partidos, o exteriorizados a gritos en wn exorcin® primordial. Guando ya no s¢ sienten frustrados sino que reciben und acepta- vyerdeantes y crecientes ener- gas positivas, que regresan escarmentadas ¥ maduras al jardin de ra integridad. El modelo para la trascendencia posiivs de .6n compasiva, se transforman en nuest tanto, una suma de eontenidosinconscientes reprimidosy no adeiisom ¥ hase vin ~parcia, en el mejor dels cas de Eton plantca un problems 8 laper sonalidad consciente, que prefiere exp rerimentarla a través del mecanismo de proyeccin (el malo es siempre el vecino)- 163 nuestras patologias recibe el nombre de «experiencia cumbre», EI término «experiencia cumbre> evoca la obra de Abraham Maslow, que fund6 y todavia ejemplifica las principales actitudes del humanismo psicolégico contemporneo, ya sea en las terapias de grupo, en los piilpitos de las iglesias o en la manera en que las personas privadas quieren trascender sus conflictos. Algunos crit cos, sobre todo William Blanchard, han visto en las experiencias cumbre de Maslow una filosofia hedonista subyacente que ofrece una moralidad de placer exaltado. Elevaciones y cumbres nada di- cen acerca de la valia de la persona que las experimenta, pues pue- den darse también en psicépatas y criminales, y no tienen nada que ver con la creatividad ni con la madurez, que son los objetivos de Maslow. Cualquier manual de psicologfa anormal da fe del he- cho de que la propia patologizacién puede producir momentos culminantes: la cleptomanfa, la piromania, el sadismo, la profana- cin de tumbas..., pueden provocar momentos de éxtasis. Lo mis- mo puede decirse de un bombardeo y un ataque con bayonetas, ‘asi como del hecho de verlos por televisi6n"™. Cada vez que la im- portancia de la experiencia viene determinada s6lo por su inten- sidad, por su cualidad de absoluto, por su extitica semejanza 0 proximidad a Dios, y su autovalidacién™, corremos el riesgo de ser posefdos por una persona arquetipica y por una inflacién maniaca. La trascendencia por medio de un «viaje» ~idea muy extendida entre las diferentes formas de practica humanistica (viajes astrales, viajes de fin de semana, viajes con LSD)~ se convierte facilmente ‘en una manera manjfaca de negar la depresién. Mas que una nue- va forma de afrontar la psicopatologfa, es en si misma un estado psicopatolégico camuflado. Otra forma de negacién trascendental se produce en las solu- 164 ciones orientales (occidentalizadas) a la psicopatologia. Nueva- mente, se admite la presencia existencial de la psicopatologia, pe- ro se la contempla desde otra perspectiva més sutil, Nuestras pa- tologizaciones no son sino parte de las diez mil ilusiones que nos asaltan en la senda de la vida, un fragmento de apariencia que nos incita, o incluso un lastre kirmico que debemos saldar res- petuosamente. Pero, fundamentalmente, los hechos patol6gicos tvidencian los peldatios mas bajos y desaprovechados de la esea- la, Nosotros los circunvalaremos. Meditemos, contemplemos, ejercitémonos a través de ellos, pero no permanezcamos ali en busca de intuiciones. Analizarlos nos conduce en direccién des- cendente hacia la fragmentacidn, hacia los pedazos, funciones y complejos del hombre parcial, alejéndonos de la integridad y la uunidad sta negacién ve en los hechos patol6gicos energias descarrie das por las que uno puede ser flagelado pero que, en ltima ins tancia, se transformaran en energia para uno y hacia el Uno. La psicopatologga en y para si misma no es una expres i dde la divinidad del alma. La divinidad esté arriba, en las cumbres, nno en las ciénagas de nuestro miedo, ni en el lodo de la depresion ¥ la ansiedad, las profundidades a las que la vida real retorna re- gularmieute. Esto tltimo lo sabian los alquimistas hacedores de al- mas, como lo saben los pintores y escritores y cualquiera que de- penda de los movimientos de la imaginaci6n, Si Ia divinidad esta en liberarnos de los obstéculos y no en rnuestras inhibiciones, dolencias y extravagancias, entonces la trascendencia oriental no mirara a la patologia en busca de lo que puede entrar en nosotros a través de ella, preguntndose qué puerta al alma han abierto nuestras heridas. Por el contrario, nos 165 insta a que nos elevemos por encima de los problemas y enredos psicolégicos: sé sabio, sal de la trampa; corteja la dicha, no la aflicci6n. Mi caracterizacién de la negacién oriental de la patologizacién es occidental, y refleja la manera en que es usada por los occiden- tales, Pues lo que hacemos con los métodos trascendentes orienta- les procede tanto de la psique occidental como del espiritu orien- tal, En Oriente este espiritu hunde sus raices en la marga densa y grisicea de una imagineria profusamente patologizada: demonios, monstruos, diosas grotescas, torturas y obscenidades. Se alza en el interior de un mundo patologizado de carencias y desesperacién, ‘encadenado por obligaciones, ag6nico. Pero una vez. desarraigado € importado a Occidente, nos llega despojado de su trasfondo ima- ginal, inmaculado y con olor a sindalo: otra visién ascendente que nos proporciona una forma de esquivar nuestras psicopatologias occidentales. El contenido arquetipico de las doctrinas orientales, tal como se experimenta a través de las estructuras arqu de la psique occidental, constituye una negacién sistematica y rotunda de la patologizaci6n. “Si he menospreciado los enfoques trascendentales de las psico- logias humanistica y oriental es porque éstas menosprecian el al. ‘ma real. Al volver la espalda a sus patologizaciones, le vuelven la espalda a toda su riqueza. Al elevarse hacia un perfeccionamiento spiritual, dejan de lado sus aflicciones, y les confieren menos va- lidez.y menos realidad que a las metas espirituales. En nombre del espiritu superior, se traiciona al alma. 166

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