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Sm aoe eee ee Coen a Soom nn err rae Cee On cea ery Neem rT me ern Cm ra maa CC ae Cm Onn ara eS acer Cee ere CO meer at SS LUM me Tee Oe Se eI Tee eT eT Seem Cae eer ey Noe oR Oe en ee eR on ony eee ea nea eee Ten El otro hilo conductor que recorre los diversoe Seem ne mn rio y las formas que éste adopta, Los testimoition Creamery ny Pom ee Nan ae tn eT ern ee ero Mer ay ea eer eee! A eee ee Cea Cate oT Tae Ca eet een Recor meet ae interrogantes de plena vigencia en nuestros paliesi eee Momo cra eT nme Cate Cee ee eee Tey Ce ecm een a ere DURE ne me ae Tees Ta Cee ee et nen een ey me cee Sct te in ty CTE es 52) SUBJETIVIDAD, | eE: i 23) PARTICIPACI ry 5 a =z) E INTERVENCION ge: 2) COMUNITARIA t BEB UNA VISION ORITICA DESDE : 2 AMERICA LATINA : BERNARDO JIMENEZ-DOMINGUEZ (COMPILADOR) * Ene aes ee nate ee abe. ena eer, ce eee u Bernardo Fiménex-Dominguez Pol, E; Guardia, J; Valera, S; Wiesenfeld, E. y Uzzel, D. (2000): “Cohesion ¢ identificacién en la construccin de Ja identidad social: la relacién entre ciudad, identidad y sostenibilidad”, Revista Universidad de Guadalajara, n° 19: 40-49. Rahman, A. y Fals-Borda, O. (1992): “La situacién actual y las perspectivas de In IAP en el mundo”, en Lewin, K; Taz, S; Stavenhagen, Ry Fals-Borda, O.; Zamosc, L Kemmis, $, y Arman, A., La investigaciGn-accién participa- iva. Inicios y desarrollas, Madrid, Editorial Popular, OET y Quinto Centenario. Ramirez, J.M. (2001): “Agenda ciudadana y democracia deli- berativa”, Revista Universidad de Guadalajara, n° 25: 29- 20. Reason, P. (1994): “Three approaches to participative inquiry”, en Denzin, N.K. y Lincoln, ¥.S. (eds.), Handbook of Qualitative Research, Thousand Oaks, Sage. Ribeiro, R. J. (1999): “De lo piblico y lo privado”, en Sosnowski, S. y Patifio, R. (comps.), Una cultura para la democracia en América Latina, México, FCE y UNESCO. Safa, P. 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En ambos casos implica entrar en algo (situa- cién, acontecimiento, proceso), proviniendo de afuera. Como concepto, sobre. todo en Jas ciencias humanas yen la accién social, que es lo que nos ocupa, significa, en primer lugar, actuar, ejercer una accidn sobre algo. Un sujeto activo que, viniendo de fuera, entra con su accién.en una realidad externa a él y la transforma. En principio, pues, y en términos generales, supone un sujeto, fuente de la accién, y un objeto, paciente de ésta. Al final del proceso, el objeto ha sido transformado por la intervencién del sujeto. En el puro concepto, no esté implicada Ia transformacién del sujeto aunque en la prictica ésta inevitablemente también sucede. La intervencién, en la préctica, parece ineludible exi- gencia de la vide. Vivir en cuanto hecho estrictamente natural, ejercer la vida, supone necesariamente interve- .1_2*. 2 86 Alejandro Moreno Olmedo nir. Ningtin ser vivo puede permanecer en la vida intervenir fuera de si, esto es, sobre el ambiente en que se halla inserto. Las funciones vitales son funcio! ; de intercambio y, tanto cuando se toma del medio co! cuando se le entrega o se le devuelve, se interviene sol 4l. Asi, respirar, alimentarse o moverse es intervenir. intervencién es, por tanto, inherente a la vida nat més allé de toda decisin intencionada. La vida est por'su propia estructura intencionada actuar hacia fuera y sobre el entorno y, en este sentid habria que hablar de una intencién intrinseca a Ja vida, constitutiva de ésta, pero no de una decisién. La inten cién decidida 0 la decisién intencionada es propia d una forma especial de vida, la vida humana. F Cuando Ia intervencién es ejercida sobre el medio inerte, sobre un no viviente,.el proceso.y.los resultados 9 — dependeran sobre todo de las capacidades y habilidad del sujeto que interviene, pues el intervenido sélo pue presentar una resistencia pasiva. Un problema muy dis tinto se plantea cuando aquel sobre el que se intervient es otro viviente. Este, en principio, reacciona a la inter» vencién ya sea resistiéndose a ella ya.sea aceptindola por sometimiento a algiin tipo de violencia ejercida por el interventor, 0 por negociacién actuada en algiin tipo de intercambio conveniente para interventor e interve~ nido. Esto sin entrar todavia en el mundo de la vida dotada de conciencia, Asi, pues, entre vivientes, no puede actuarse la inter- venci6n sin Ja anulacién o suspensién de la capacidad de resistir, ya sea, como se ha dicho, por efecto de alguna _ violencia, ya sea por el mutuo interés.en algin modo pactado. j Para que haya violencia, no es necesario que la resis tencia sea expresamente activa contra el acto interven tor, basta con que el otro esté dotado de li capacidad Mes allé de (a intervencién a7 \esistencia (Jo cual es inherente al hecho mismo de vivit) \.to sea tenida en cuenta por quien interviene. La renuncia a resisti: puede ser, en el intervenido, el jirimer resultado de la violencia, pero también una dis- posicién asumida de antemano de modo que él mismo ho s6lo acepte, sino también pida y aun exija Ja inter- vencién del otro. Si entre viviente y no viviente, en el acto de la inter- venci6n, las posiciones de sujeto activo y objeto pasivo son muy claras, entre v-vientes (fuera de la situacién de violencia) estas posicioaes se intercambian, se diluyen, poniéndose en crisis el concepto mismo de sujeto y objeto. Cuando los vivientes son seres humanos, Ja intervencién plantea situaciones mucho més complejas por la complejidad misma de la capacidad de accién, reaccién, resistencia y acuerdo humanos, y porque todos estos factores de dotacién inherente al vivir natural pasan a constituirse-en derechos y exigencies as. La intervencién puede verse ademas, en cuanto con- dicién para la préctica, como postura. Entiendo por postura ~y aqui entramos en el campo netamente hume- no-la manera de situarse en la existencia ante el mundo, ante Ja vida y ante los demés. La postura, antes que per- sonal, es social, colectiva y cultural. En el 4mbito de la postura colectivamente compartida por una sociedad y una cultura, se disefian las posturas personales y de pequefios grupos o comunidades. Un grupo humano, una comunidad humana, antes de constituirse en cultura se ha constituido en mundo-de- vida, esto es, en una forma especifica, colectivamente compartida, de practicar la vida. Sobre esta prictica de vida y en su horizonte se constituye lo que normalmen- te entendemos por cultara. En este sentido un mundo- de-vida y una cultura son desde un inicio una postura , 38 Alejandro Moren lejandro Moreno Olsedo Mes allé dy ta imervencién 89 is) componente esencial de las profesiones que surgen scl seno de la modernidad y, entre ellas, la psicologia determinado mundo-de-vida, tanto t wil. La profesi6n se piensa para la intervencién, sus des cuanto como sociedad, como singulai inctodos y técnicas se evaltian en vistas de su eficacia ~ La intervencién, ci Jaterventora, el profesional se.forma para intervenir, , en el sentid, i : 3 . to he venido desarrollanda pate hasta este mor in Ja actualidad, en Venezuela como en toda Lati- intrinseco, una disposicion e dnd joimérica, la intervenciSn esté sobre el tapete con ponerse, de sitttarse o abtirse en la vidy de es ‘nuevo impulso; ya sea en forma: explicita, proclamada leviay aie ee la vida; de ese mun como proyecto modernizador y globalizador, como especialmente en su manifestacién hin oes oe ica, como instrumento, como prictica ¢ incluso 5, ors és rodent istérica mas reci ‘como necesidad ineludible, ya sea en forma implicita en La modernidad, : los programas de promocién social. como mundo-de-vi programas de pi lo-de-vida y como cull La reorientacién de nuestros paises demandada por de pensar, de sentir y de actuar de los miembros de Ta, se concibe a si misma como el ipo de humanidad céntrico, Las ciencias sociales y las pric c y kas précticas de accién soci con las teorfas que las justfican y los metodo y toon gue las hacen eficaces, son hijas de la modernidad, on coya “apercura” han nacido y se han desarrollado de ‘ya postura participan, No resulta extrafio, pues, que la intervencién, en cuanto accién dirigida a transformar la. realidad social y humana en general, se inscriba como 1, Véase este concepto, tomad i : ado de Heidegger, en Vani O99). Més alld de la interpretaciéa, sobre todo an ms 7 3 siguientes, en las que discure las nuevas formas de pensat la post. ion hermentutica, Consiiltese, también, del mismo an Introduccitn a Heidegger (1990: 70-75), =“ los procesos mundiales parece exigir mas que nunca una imervencién més consciente y racionalmente asumida para que nuestras poblaciones se encaminen por las vias ‘que se supone- los tiempos imponen, Interventores € intervenidos estarfan, asf, sometidos a fuerzas ajenas a cllos, de las que proviene el mandato. Los interventores se identifican con ellas y de ese modo realizan su liber- tad; los intervenidos han de asumirla, quiéranlo o no. Su libertad de decision al respecto no puede ser vista sino como un obsticulo. Dado que Ia historia ha demostrado, desde los tiem- pos de la conquista, que la sumisi6n. de los intervenidos y, por ende, la eficacia de la intervenciéa uansformado- ra, no se ha logrado munca satisfactoriamente 0 a gusto de los interventores, todo el proceso tiene que ser repensado tanto desde Ja posicién del agente y la fun- cionalidad de sus instrumentos como desde la del supuesto paciente y su resistencia. Después de esta reflexion, se ha legado a una clara conclusién: Ia resistencia no puede ser ya racionalmen- te atribuida a la simple decisin voluntaria individual de cada uno de quienes resisten ni a la acci6n persuasiva de 0 Alejandro Moreno Olmedo ningiin lider Opositor -la clésica i tevoltosa, la cual, por ota parte en come teen 2, también ha fracasado-, ni a alguna natural incapack dad para el progreso, sino a un problema de cultare, ¥ cultura parece ser entendida, sobre todo, como un siste~ ma de valores y una manera de concebir las relaciones jumanas, Por tanto, se trata de intervenir la cultura para modificarla en el sentido proyectado por quienes oe fenden saber de exo y saber ademés sobre el futuro de hhumanided que hay que consruir en cuales lugar y ~Al plantear el problema en términ: Sjan de una ver los dos extremes une colton Se concibe como la humanamente vilida ya la que le toca Por lo mismo, intervenis,.y una culeura invlida que lebe ser intervenida y cambiada. Cada una de estas Cal, turas esté claramente identificada: la primera es la cal, tura particular de las elites dirigentes de cada pafs, inte. grada a su manera en la més amplia -no por eso meno: Particulary menos hist6rica~ y hoy globelizante culture de quienes dominan.o intentan dominar el mundo, que se pretende universal en cuanto se autodefine cong, Ia punta del desarrollo al que, por su propia naturaleas tiende toda la humanidad: la cultura moderna en oc momento histérico actual. La otra es Jacultura -en rea- lidad, las culturas~ de nuestros pueblos, pensada desde siempre como imperfeccién, atraso o distorsién de esa Supuesta gran cultura con voeacia universal. 4 estos términos se plantea en la actualidad Ja clasi- 2 Yuna extinguida oposcion entre czacén y bare Qaie caballo de batalla de nucstas elites desde el siglo 2. Véase este problema mas exhaust i EGE SE pol Seam ra echaustivamente analizado en Mis alle de la intervencién a1 Hoy estd bastante claro para todos que Ja cultura no csuna simple cuestién de conocimientos, de costumbres © de productos sino Ia manera misma de estar en el mundo y en a vida de quiznes la portan. En consecuen- cia, cambios significativos en la cultura implican cam- bios profundos en el ser mismo de los hombres. Esto, sobre todo, porque las diferencias culturales no son diferencias de grado ~de atraso y progreso o de los muy diversos pre y sub que sirven para calificar y descalificar- sino diferencias de identi¢ad. Producir, por tanto, desde la maodernidad, cambios ea la cultura de.un pueblo, esto cs, modernizar, no es simplemente mejorarla o fomen- tar su desarrollo sino sustituirla. Con esa'intervenci6n, se trata de sustituir una cultura por otra. Nadie duda, en estos tiempos, de que ninguna cultu- raes estitica ni de que el didlogo entre culturas impul- sa cambios entre ellas, cambios libremente consensua- dos, asumidos y procesados. Pero la intervencién no es didlogo. Esta supone que Ia cultura interventora no tiene que cambiar. Todo el cambio recae sobre la cultu- ra intervenida, de modo que es un cambio totalmente ajeno, enajenante.’ Al interventor se le hace muy dificil lograr el cambio programado porque choca, afortuna- damente, con una resistencia cada dia més firme y més consciente, Aqui se implican la ética y la pragmética. La intervencién cruda y patente no sdlo no es ética sino que ‘tampoco es prictica. Ambos problemas se resolverfan si los cambios se produjeran desde dentro de las culturas mismas de los pueblos. Y los cambios, dado el dinamismo de toda cul- 3. Los clisicos en un detenminado tema siempre orientan aun- que estén superados en el tiempo. Constltese sobre esta discusién auno de ellos, latinoamericano ademas: Guzmén Béckler (1975). ~ dicho esto paraubicarme sin-més, desde Venezuela, en 2 Alejandra Moreno Olmedo tura, se producen constantemente. Pero no es el cambio ea sflo que la cultura dominante, o la modernidad glo- balizante de hoy, pretende sino el cambio por ella pro- gramado y planificado. El verdadero cambio deseado no es el que se produce desde dentro sino el proyectado y pensado. desde fuera..No un-cambio propio sino’ un cambio ajeno. El interrogante que se plantea, entonces, es cémo hacer que el cambio ajeno sea asumido como propio por Ja cultura que lo debe realizar, o, lo que es lo mismo, cémo lograr que una cultura se autoenajene. Si eso se lograra, eparentemente, tanto el problema ético com el « problema préctico quedarfan resueltos, En la década de 1960 se produce un proceso de cam- bio muy significative e importante entre numerosos profesionales latinoamericanos en la manera de orientar el gjercicio de su profesién a rafz de la toma de con. Glencia de la situacién de injusticia dominante en el con. tinente, Venezuela no es una excepcién. Visto, por cjemplo, desde Haiti o Bolivia, puede aparecer todavia hoy, aunque mucho mss en el pasado, como un pais dotado de abundante riqueza, en el que no se presenta. rian, por tanto, con tanta agudeza los endémicos pro- blemas latinoamericanos de marginacién y pobreza. El Clasico tpico de que las apariencias engafian se hace plenamente verdadero entre.nosotros. Quizés por eso sea mds evidente y flagrante Ja injusticia social. Sea el comtin espacio de los pueblos de América Latina, El movimiento al que me refiero, y que globalmente puede identificarse como el movimiento de la libera. ciSn, proviene, sobre todo, de dos tipos principales por’ lo menos mas publicitados~ de orientaciones, unas polf- ticas y otras teoldgicas, que con mucha frecuencia se solapan. Unas y otras se sostienen sobre una motivacién Mas alli de la intervencién #8 ética comin: el rechazo a Ja injusticia', la opresién y la dlominacién y el compromiso para superarlas. En este sentido, habria que decir que se trata de un movimien- to sobre todo ético. E] proceso se da,-si.no en todas, en una amplia gama de profesiones: los arquitectos empiezan a pensar en una arquitectura al servicio del pueblo; los médicos, en una medicina inserta en los sectores populares; los educado- res, en una educacién liberadora; los sacerdotes, en una pastoral y en una teologia de la iberacién; etcétera, Los psicélogos entramos también de leno en este mismo proceso de cambio. En un principio no se cuestiona la profesién, ni en el plano teérico de principios y teorfas ni en el prictico del ejercicio concreto. Lo que se cues- tiona y sobre lo que se decide es, en principio, el fn que se persigne con ella ya favor de quién se pone su ejerci- cio: el para qué prictico concreto y el para quién. En Venezuela, las dos primeras escuelas de psicolo~ gfa, la de la Universidad Central y la de Ja Universidad Catélica, aparecen casi simulténeamente. Pronto empieza a dar sus primeros pasos, en Ja. Universidad Central, la psicologia social. Puede decirse que nace ya orientada hacia la transformacién de la sociedad, incht- so hacia la revolucién, contra la dominacién y al servi- cio de los dominados. Sélo.en los fines y los destinata- tios hay ex ella novedad, pues sigue inscrita en los paradigmas te6ricos y procedimentales heredados del 4. Ein el campo politico, es necesario considerar el movimiento en tomo a la teorfa de la dependencia en los afios sesenta y seten- &, sobre el- oval la bibliografia es-abundantisima y del que no se puede sefialar una obra especialmente seiiera para todo el conjun~ to, En el campo teol6gico, si también es muy abundante la produc- ion de textos, hay uno que mareé definitivamente toda la orienta- ciGn, Teolegie de la liberacién, de Gustavo Gutiérrez (1973). | | 94 Alejandro Moreno Olmedo pasado que se consideran propios de Ia disciplina aun- gue han sido producidos en otras realidades sociales y culturales. Pero la novedad més importante esta en la predominancia, casi exclusividad, de un campo especifi- co de trabajo: los barrios marginales de nuestras ciuda- des, especialmente de Caracas. Alli, en el campo de trabajo, le esperaba al psicdlogo ya la psicologia una auténtica renovacién. Los psicélo- 805 no se encontraron con masas ni con proletarios sim- plemente, ni con marginales en general como anuncia- ba la teorfa sociopolitica del momento. Encontraron, en cambio, conmunidades. No-comunidades de proletarios © marginales, sino simplemente comunidades de convi- vientes que no pudieron recibir otro calificativo sino el de populares. Algo parecido sucedié, creo, en el resto de Latitoamérica. La psicologia social tuvo que asumir las comunidades y abrirse a la psicologia comunitaria. No hemos inventado los latinoamericanos a psicologia comunitaria, por lo menos como denominacién de una discipline, pero entre nosotros ha surgido una psicolo- gia comunitaria que poco le debe a las de otras latitudes, _ dotada de una originalidad que no proviene de una especial capacidad creativa de los psicélogos sino de la originalidsd de nuestras comunidades populares. No seria demasiado atrevido pensar que ellas han sido las verdaderas creadoras de esta especialidad de la psicolo- gia social (Montero, 1994 ay 1994 b). ‘Todo este-movimiento se da como ejercicio de una prictica en el marco de orientaciones teéricas también bastante originales. Paulo Freire (1964, 1970, 1973), desde una prictica de educacién popular, y Fals Borda (1978, 1985), desde la préctica sociopolitica, para nom- brar sélo a dos de los mas influyentes, venfan ya apor- tando, a partir de finales de la década de los cincuenta, Ja renovacién completa de la teoria para la accién social, Mais allé de la iutervencién 9 A todos nos parecia evidente, y aqui empiezo a incluir- me personalmente, que la transformacién social a cuyo servicio ponfamos nuestra profesién no se podia lograr sin la organizaci6n de los sectores populares, los que a priori considerébamos desorganizados. De aquf que la intervencién se nos presentara como un servicio popular liberador y Ia intervencién-para-organizar, como su expresién privilegiada, ocupara buena parte de muestros esfuerzos. Estébamos en tiempos de vanguardias. No se dudaba, en general, sobre Ia necesidad y con- veniencia de intervenir. Al fin yal cabo, para eso éramos profesionales. Teniamos el bagaje de conocimientos y técnicas que le gente comin no-poseia ni podfa poser. Crefamos saber cémo habjan de hacerse las cosas y habiamos de intervenir para lograrlo. Por otra parte, nos tocaba superar las esperadas resistencias mediante un concienzudo. trabajo de persuasién y concientize- cién. En cuanto postura, nos sitwébamos como inter- ventores benévolos con: la intencién de promover el bien de nuestros pueblos, y asi no dudabamos de que nuestra intervencidn fuera liberadora. Hubo, y sigue habiendo, intervenciones irrespeto- sas, al principio un poco por parte de casi todos, aun bienintencionados, y ahora principalmente por quienes ejecutan programas gubernamentales. En cambio, quie- nes actuamos sin compromisos con el gobierno, univer- sitarios y religiosos sobre todo, muy pronto estuvimas convencidos de la necesidad y la justicia del respeto a las Poblaciones en medio de las cuales actudbamos, exigen- cia que ya habia’ sido ampliamente debatida no sélo como prescripcién ética, sino también como necesidad técnica, esto es, para asegurar resultados y generar el minimo posible de resistencia. Ese respeto ponia en duda la legitimidad ética de la intervencién en cuanto intervencién propiamente dicha 96 Alejandro Moreno Olmedo Por eso mismo li intervencién se fue desplazando hhasta desembocar, asi necesariamente, en la participa- cién. Hoy nadie duda de que toda intervencién ha de hacerse en un clima y en una prictica de participacién que habré de ser comunitaria, y no sélo de lideres y organizaciones, una vez que las comunidades han ocu- pado los primeros planos. La participaci6n parece, asi, superar las contradicci nes éticas que planteaba la intervencién,’ Pero la parti cipaci6n tiene sus trampas. Trampas que el profesional, aun sin darse cuenta, pone a la comunidad y trampas gue la comunidad pane al profesional. Las dei profesio- nal, ademés de ser manipulaciones irrespetuosas, suelen resultar daftinas e infecundas. Las de la comunidad han resultado fecundas para la transformacién del psicélogo y de la psicologia social misma. A veces, el psicdlogo social, sobre todo si tiene que evar a término un proyecto que le ha sido.encomenda- do desde fuera, hard todo Jo posible para que la comu- nidad se sume al proyecto y.a esto lo llamaré participa- ci6n, que no sera sino una participacién tramposa, pero Por su misma posicién esté defendido contra las trampas de Ja comunidad. Cuando, en cambio, el psicélogo no ene necesariamente que llevar a término un proyecto tal como ha sido elaborado con anterioridad ni tiene que rendir cuentas estrictas de su realizacién, cuando esti libre de sigidos compromisos institucionales, se encuen- ta felizmente indefenso, La comunidad, al principio muy sutilmente, luego més abiertamente, le va desbara- tando lo proyectado, transformandolo y hasta rechaza dolo o rehaciéndolo. Estas son las trampas de la comu- nidad que me parecen fecundas, §. Véase Moreno (2003a) sobre el concepto de participacién, y Rodriguez (2000) sobre los problemas éticos que plantea la inter- vencién. Mes alle de la intervencién ” De esa experiencia, el psicélogo puede salir desani- nado 0 transformado, En el primer caso, abandonaré todo con el clisico reproche: “Con esta gente no se puede hacer nada”, En el segundo, se someterd a un proceso transformador tanto. de su persona como de su bajo. En mi caso, también de la profesién. Euclides nchez (2000) lo expresa muy bien en una frase con la ~ que titula un apartado de la introduccién a su iltimo libro’: “el transformador transformado”. El psicélogo, al inicio, pudo partir de lo que le parecia una obviedad, a saber, que él era un especialista en un campo de la con- ducts humana e iba dispuesto a poner al servicio de la comunidad su seria formacién, pero la préctica misma se encargé de deconstruir esa identidad. Si la accién del psicdlogo, desde esa identidad, se centraba en Is intervencién, fueron precisamente sus intervenciones las que entraron en crisis. Cuando sus intervenciones se ubican en la participacién, si ésta es verdaderamente libre y sin trampas, ya no puede inter- venir sino participar. Intervencién y participacién pare- cen entrar en conflicto. Para resolverlo y no perder por completo, en cuanto simple participante, su identidad profesional ha encontrado una aceptable salida: consi- derarse un participante especializado. Pero su especiali- dad solamente la podré eercer cuando y como la comu- nidad muestre necesitarla. Ante esto, pueden adoptarse dos posturas: retirarse de la comunidad y acudir tinicamente cuando se es soli- citado, con lo que la participacién del psicdlogo se vuel- 6. Véase Euclides Sinchez (2000): Tados com: le “esperanza”. Es ‘una léstima que no se haya detenido més sobre este aspecto tan sig- nificativo de la experiencia que describe y documenta. Un cierto pudor ante lo subjetivo parece limitar todavia la prictica, o por lo menos la exposici6n, de algunos cientificos sociales. 98 Alejandro Moreno Ohneds ve errética y parcial, o integrarse a la comunidad pl mente como un participante més y aceptar un pay subsidiario en cuanto especialista, Asi, la identificaci Primera es la de participante sin mis y le de profesion: un simple recurso. Quien més se acerca a esta ultima postura, a entender, es Maritza Montero, con las tres preposici nes que sefiala como caracteristicas de la participaci comunitaria del psicélogo social: en, com y para la comu- nidad? Ahora bien, gno hay en esta sohicién tranquilizadon también una trampa? El psic6logo puede actuar en, con y para la comuni= dad, pero su profesién gpertenece a la comunidad? Esto es: cuando el psicélogo participa como profesional, edesde dénde lo hace, desde dentro o desde fuera de la comunidad? Al hacerlo desde su profesiGn, eno lo esté haciendo desde una pertenencia externa? En términos de la hermenéutica actual, desde qué apertura herme- néutica, desde qué postura o; lo que es lo mismo, desde _ qué comprensi6n de la realidad? 2Es su comprensién en cuanto. profesional Ia -misma comprension, la misma apertura, en la que esté instalada la comunidad? Si no es a misma, las tres preposiciones resultan también tram- Posas y la participacién, ficticia. Estarfa en la comuni- 7.-Maritza Montero se ha referido repetidamente a estas tres reposiciones en concordancia con su concepto de psicologia social, segrin el cual Ia actividad del sujeto es, niicleo central del- enfoque que debe prevalecer en ella. Puede consultarse al respecto el capitulo timlado “Vidas paralelas: psicologia comunitaria en Latinoamérica y en Estados Unidos” en la obra colectiva por ella coordinada: Pricologie social comunitaria, Universidad de Gradalajara, 1994. La referencia especifica corresponde a la pagina 22, pero todo-el texto es significativo con respecto al tema, Mas alle de lu itervencién w thd, pero no en su horizonte hermenéutico, con la comunidad pero con otra comprensién, y pare In comu- vidad que é comprende. Cuando el psicdlogo y Ia comunidad estén usando la palabra partcipacén, gestin \liciendo lo mismo o el psicdlogo induce a la comunidad «usar ese palabra pero la est pronunciando en otro len- puaje’? oo. No-fue la reflexién hermenéatica, ni el giro lingtisti- co, lo que, hace ya aproximadamente veinte aios, me cuestion6 radicalmente, y me refiero ahora a mi expe- viencia personal, a partir de mi insercién como habitan- te-de-ua barrio popular-al este de Caracas. Fue la préc- tica misma de haberme :nsertado como conviviente de Ia comunidad lo que fue poniendo en crisis y deconstru- yendo toda mi accién y todos sus fundamentos cultura les y disciplinarios. La argumentacién hermenéutica ha venido después y me pe-mite justificar y comunicar Ia experiencia, Ante el cuestionamiento radical a que me vi sometido, decidf detenerne y dedicarme simplemente 2 convivir y, s6lo en cuanto convivierite, a participar, mientras, por otra parte, me entregaba 2 investigar. La-investigaci6a, sin embargo, me planted, muy pronto, el mismo problema. Si iba a investigar, zdesde qué comprensidn lo iba a hacer, desde la propia de la comunidad o desde la que proventa de mi formacién? Si una y otra no fucran coincidentes, si fueran distintas, no seria mi trabajo una construccién externa pot com- pleto a fa realidad de la comunidad que pretendia cono- cer y, por tanto, un elaborado y sistemético desconoci- miento de ésta? 8. Véase en Moreno Olmedo (2003 b) esta discusi6a sobre Ia postura hermenéutica. 100 Alejandra Moreno Olrsedo La raiz de la crisis estaba precisamente en una sosp cha ineludible para mf: la comunidad popular de barrio constitafa todo un mundo completamente distin: to del mio, Abandonar la accién intencionada y dedicat me a convivir no solucionaba, ni transitoriamente, f crisis, En-efecto: gpodia realmente convivir, esto es, viv la misma vida de mi gente desde el mismo sentido y Ia misma comprensién? Las mmiltiples experiencias de la vida cotidiana, del discurrir cotidiano de la vida, de eso que, con una pala~ bra, he llamado “vivimiento” en mis tiltimas publicacio- nes, retaban permanentemente mi pretensién de com= prender hasta que me indujeron a renunciar también a ella. No a la comprensi6n, sino a Ja pretensién de com- prender. Dejar que la comprensién se produzca sin pre- tenderla. De hecho,-a medida-que fracasaba en encon- trar un piso comin para la comprensién y me dedicaba a vivir implicado en la vida de mi comunidad, en la vida misma y no en el conocimiento, se abrieron las claves de a comprensién. Dada la brevedad de esta exposicién s6lo me expresa~ ré en forma esquemitica y sintética, lamentablemente muy insuficiente. La sospecha de dos mundos distintos de pertenencia dejé de ser sospecha y se convirti6 en constatacién vivi- da. Fue un proceso bastante largo al que me he referido més de una vez y que no puedo aqui desarrollar. El camino fue el “vivimiento” in-viviendo la vida. La pre- posicién latina én quiere aqui conservar su sentido de situarse dentro, de insvalarse en. En este sentido habla de implicacién. La implicacién, en cuanto proceso de irse implicando e irse dejando implicar, concluye en “implicancia”, término con el que designo la implica~ cidn lograda Desde la implicancia, se cae-en la comprensién. La Mais allé de la istervencién 101 comprensidn es, pues, ante todo, una caida, no un cono- vimiento, La cafda, en un segundo momento reconoci- «ti, pasa a ser conocimiento. La comprensién de la vida n-vivida, hecha conocimiento, puede ser apalabrada, vomunicada en el decir, Puesto que se comprende in~ viviendo, se cae viviendo y se cae en la vida, ante todo; Juego en el conocimiento desde la cafda en la vida. Al caer en la vida, no caigo en un universo simbélico ni en un horizonte he-menéutico sino radicalmente en una prictica, en la préetica pura del vivir, en Ja ejercita- cin misma de la vida.’ Una préctica comin de la vida es lo que define en profundidad la identidad de una comu- nidad, 1o que la constituye en mundo, mundo que no puede ser sino mundo-de-vida. Es claro que entiendo aqui mundo-de-vida en manera distinta de como lo ha entendido Ia fenomenologia (Husserl, 1991; Gémez~ Heras 1989) 0 autores como Habermas (1987). Ahora bien, un mundo-de-vida es ya una posture y una apertura que se constituye como horizonte, pero 10 horizonte propiamente-hermenéutico, sino horizonte dle vida, previo a la apertura hermenéutica y del que ésta extrae su sentido, Sobre el mundo-de-vida se instala el horizonte de comprensién. Resumo muy brevemente algunas conclusiones deducidas del estado actual de mi investigacién en la medida en que remiten a la intervencién y la participa- cién. * El barrio se ha mostrado como condensacién del mundo-de-vida popular venezolano, un mundo-de-vida dis-tinto, externo, otro diferente ~no necesariamente en conflicto~a la modernidad en la que parecen instalados 9. Se puede obtener un conocimiento ms amplio sobre este proceso del autor, en un.articulo ya publicado (Moreno Olmedo, 1996). ~ ¥ la préctica social con ella conectada, ello genera deter - Sada, desde sus fandamentos, en el mundo-de-vida 102 Alejandro Moreno Olmedo los sectores dirigentes del pais. Dos mundos coexist asf, en Venezuela; no sé si también en otros paises Latinoamérica, pero sospecho que si. El mundo-de-vi Popular venezolano es histérico-particular y no prete deninguna universalidad humana. Su dis-tincién, e nalidad y otredad residen en su préctica propia del vivi nos de la hermenéutica actual, podria entenderse com habitante de y habitado por otra apertura. 4 Para la ciencia, en particular para la psicologia social minadas exigencias, Toda ciencia social ha de ser repens desde él, si quiere decir algo verdadero al respecto, Entiendo lo verdadero,-en este momento, siguiendo los trabajos de Vattimo ya citados, como conforme a reglas en una apertura. Eso significa que desde una apertura no se puede decir verdad sobre otra apertura segiin las reglas de esta iiltima, pues cada-apertura dice verdad conforme a sts propias reglas. En consecuencia, la modernidad, en cuyas reglas ha sido elaborada toda psicologia tanto en el plano tedrico como en el prictico, no puede sino decir su verdad sobre el pueblo, esto es, su propia construccién del pue- blo, pero no la verdad del pueblo. Una intervencién, por tanto, y una participacién comprendidas con el bagaje cientifico moderno (y la psicologia no tiene otro) tiene presente sélo una imagen moderna del pueblo, wtil para manejar a éste (y dominarlo) pero no para comprender- lo. Sila psicologia y el psicélogo no se dejan deconstruir y transformar radicalmente por las comunidades mis- mas, no podrén evitar una praxis dominadora por més esfuerzos que hagan y buena voluntad que tengan, A.mi entender, y esto no puede sino ser polémico, se abre la tarea de producir una psicologia en y desde el Mas alle de la intervencién 103 jwindo-de-vida popular hasta ahora inédita, Habré que plantearse, incluso, si se podré lamar psicologiz. Ello supone una completa reformulacién de su mismo obje- \, No tiene sentido, en el pueblo, una psicologia cuyo objeto sea la conducta (o la psique o la conciencia) en un undo en el que la vida es ante todo relacién acaecien- te. Quizas la relacién se imponga como objeto, si es que \ ésta se la puede lamar objeto. Entonces, la psicologia primera no seria la psicologia general, sino la psicologia le la relacién, nombre “popular” de la psicologfa social. ‘Tanto-la intervencién como ke participaciGn estén pro- ‘lucidas, pensadas, comprendidss, desde una apertura y un mundo-de-vida, el mundo-de-vida modemno, y desde ill se abren todas las reformas y modificaciones pensa- bles, también las tres preposiciones: en, con y para. Un inundo totalmente externo a las comunidades populares. Si realmente queremos ser consecuentes con la moti vacién ética que orienta desde un principio todo el movimiento de cambio y liberacién, seria bueno pensar cuiles son las pricticas y los conceptos que surgen desde cl sentido, la apertura, del mundo-de-vida de nuestras comunidades a partir de una préctica de implicacion e implicancia. La intervencién, por muy participativa que se la piense, siempre implica una accién de alguien sobre otro. En este marco conceptual, en este horizonte de comprensién, las tres presosiciones correctivas pueden quedar reducidas a una téenica de aplicacién. éCémo salir de este marco? Pienso en otra preposi- cién que deberfa convertirse en el horizonte mismo, la preposicién desde. Desde el pueblo, pero en sentido total integral. Asumir un desde asi es ponerse fuera de la intervencién como palabra, como concepto y, sobre todo, como postura. Supone sustituir la intervencién por una implicacién radical en el pueblo, en su préctica Mais allé de ta intervencién 105 104 Alejandro Moreno Olmedo . “ (2003a) “La participacién como problema”, Heterotopta, w" 25: 7-24, Caracas. ; (2003b): "Living and knowing”, Critical Prychology 9: 61- '5, Londres, Laurence and Wishart. : Roulriguez, W. (2000): “Los limites éticos de la intervea- cin”, Heterazopia, 16: 45-59, Caracas. Sinchez, E. (2000): Tadas son La Esperanza, Caracas, Wey. . Vswimo, G. 1990): Introiucin a Heidegger, México, Gedisa, | (1995): Mas alld de le interpretacién, Barcelona, Paidés. de vida y en su sentido, asumirse como convivi éste y como recurso puesto a su servicio, por e sometido a un proceso de deconstruccién y reco cién cuyo agente sea el pueblo mismo. Referencias bibliogréficas Fals Borda, O. (1978): “Por Ia praxis: el problema de o6 investigar la realidad para wransformaria”, en Critica py lencias sociales, Bogoté, Guadalupe, pp. 209-29 ): Conacimientoy saber popular, Bogots, Siglo x3 Freire, B (1964): La educeciin como prditica de la hin México, Siglo x00. = 1970): Pedagogta del oprimide, México, Siglo 100. Gam 973) eBatensin o comumicaciin?, México, Siglo 100, Gémez-Herss, JMG. (1989): Ela priori del med tele vi Barcelona, Anthropos, Gutiérrez, G. (1973): Teologia de ls lberacién, Selamane Sigueme. 4 Guzmin Bockler, C. (1975): Colonialiono y revalucin, Méxic Siglo x0, Habermas, J. 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