Marvel
Moreno
Cuentos
completosLa muerte de la acacia
‘Quando la gran acacia de doa Genoveva fue fulminada por un
rayo hubo una cierta conmocidn en la ciudad. No la ciudad que
se extendia como un inmenso desierto de miseria mx alld de los
cuatro barrios residenciales, ni tampoco en todos esos barios, sino
en el viejo Prado, donde la gente que se reconocia por su apegoa
remotas tradiciones se habia venido agrupando después de aban-
ddonar ala voracidad de los buldozeres sus dignos caserones cons-
truidos alrededor de la iglesia de San Nicos, ditimo vestigio de
‘un pasado que sabian ya perdido, pero cuya nostalgia guardaban
vagamenteen el fondo del corazén,
Para aquellas personas, la acacia de dona Genoveva era un sim:
boloy una intertogacin, Habia sido plantada por-lla hacia treinta
aos, el dia que su exposo, don Federico Caicedo, un hombre de
exasperados ojos azules venido del interior, desaparecié con sa
perro dela ciudad, Nadie supo por qué se fue cuando parecta ha:
berse instalado definitivamente entre nosotros, Controlaba ya laa
dlireccién de los Molinos Insignares, origen de la inmensa fortuna
de dona Genoveva, y habia dejado al fin de hablar de las posesio-
nes de su familia en el Quindio, elevadasen otro tiempo porel rey
de Espasa a la dignidad de marquesado, segin contaba echando
tuna mirada displicente al grueso anillo de oro de su menique,
donde dos leones erguidos sostenfan una divisa en latin que ni un
bruja podia entender. Pero sobre todo, habia dejado de hablar por
‘completo de la forma como en su opinidn deblan ser tratadas las
mujeres para que se comportaran correctamente. La gente recor
dlaba que el tema parecis extraviarse en su memoria desde la co
‘mentada noche del adrén, Un cinco de diciembre, a eso dela una
de la mafana, los vecinos de dona Genoveva fueron despertados
por varia detonaciones seguidas de gritos viniendo de la casa y
alguien vio la silueta de un hombre saltar el muro del patio y per-
derse corriendo entre la oscuridad, Se iluminaron ls salones yen
la teeraza pudo distinguirsea don Federico, un revélveren la mano
del anillo,ronando contra los rateros costefios y la ineficacia de
la policia local, La gente seale6 de hombros yno falté quien recor-
dara que hacia una semana habia regresado ala ciudad el antiguo
novio de dona Genoveva, Pero s6lo fueron rumores. Nadie pudo
reconocer en el fugtivo la corpulenta estructura de Daniel Gon-
zilea, sin contar con que resultaba absurdo imaginarlo introdu-
ciéndose de semejante modo en la casa de una mujer que dos aos
antes se habia negado a desposar. Que estuviera 0 no al tanto de
aquellos rumores, don Federico hizo venir al dia siguiente a un
hombre que blinds todas las puertas con candados y complicadas
cerradurasy, después de haber hecho poner trozos de botell ver-
deen el borde superior del muro que cercaba el patio, se las inge~
ni6 para conseguir un salvaje perro lobo al que decidié alimentar
solamente con huesos de sopa y agua de panela buscando ast ex
cerbar su iracunda agrsividad,
Pr
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Ala larga aquel perro se volvié la pesaila del barrio. Los pro-
blemas comenzaron el dia que destroz6l sirvientico de as Aycardi
caando tobaba guayabasen el traspatio de dofia Genoveva y hubo
_quellevario al hospital convertido en una masa informe de sangre
gritos. Luego, sin hacer caso ala amenazante barrera de vidrios
‘etdesel perro aprendis a saltarel muro del patio atacand acuan-
to ser viviente tviera la desdicha de encontrarse en su camino.
Encerrados en sus casas, los aerrados vecinostenian que esperar
aquellegara don Federico a hacer entrarsu perroen raz6n,armado
de un palo y de un ltigo como cualquier domador de circo. Hubo
protests yhasta se hablé de presentar una quejaalaalalda pero
¢l proyecto no fue llevado a la prdctica en consideracién a dota
‘Genoveva. Quizas por eso, cuando don Federico y su perto desa
parecieron de la ciudad, Ie gente sintié primero alivio antes que
ganas de interesarse en Ios chismes que sobre su ausencia corrian,
La verdad es que nadie lament6 realmente la partida de don.
Federico, Era un hombee largo y huesudo movido por el inquie-
tante deseo de someterlo todo a su voluntad, decidido a convert.
‘el mundo entero sus ideas con un fanatismo que recordaba el de
los vejos predicadores que antafo venian de Fspatiaa sermonear
cenfiticamente desde el pulpit de San Nicos, Las ideas de don
Federico, pocas y desarmantes por su simplicidad, in todas
Conservador en politica ycatélico convencido, don Federico ha:
bia emprendido desde su llegada una campata contra el laicismo
{ela ciudad. Con la ayuda del Padre Sixtno, un venerable Savo:
narola que para entonces habia perdido el uso de la palabra, for
m6 la Asociacién de ex-alumnos de San José, cuyos miembros
debian reunirse cada semana y tenfan por mision descubriela co-
rrupcién donde quiera que se hallara, Una comisién compuesta
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ORIANE, TIA ORIANE
por los patriarcas de as ms iustes familias era nombrada después
para ira denunciar ala alcaldiaa los duetios de bares, slas de juego
‘yeasas de perdicibn, El alcalde, un liberal primo hermano de Da~
niet Gonzalez, los escuchaba atentamente y les brindaba caf tibio
mientras dibujaba conejitos en una hoja de papel. Aun jgnorando
Toque elalcalde dibujaba detrés de su escritorio, de espaldas a un
inmenso retrato del esalmado Santander los patriarcas termina
ron por sentrse en ridiculo y s6lo los mas decrépitos quedaron
para asistir las reuniones de la asociacién. Pero cuando los ex-
‘alumnos de San José comenzaron a inmiscuirse en la vida privada
dela gente crticando en voraltaa quienes se alejaban un poco de
las normas establecidas, y fueron llegando al escrtorio del Padre
Sintino anénimos de mujeres que denunciaban con nombre pro-
pio alas queridas de sus maridos y de hombres que delataban los,
‘viejo secretos de sus competidores, cada quien enconts6 més pru-
dente guardar asus ancianos en la casa descubriendo en un san~
tiamén a que explosivo desenlace podia conducir a inicativa de
don Federico.
‘Ya entonces su prestigio habia decaido pues circulaban seras
sobre su viilidad, No porque hubiera hecho de la fidelidad
ivisa ni se expresara de las mujeres como si fueran las hijas|
ismas de Satands, de un conservador podia esperarse, sino por-
1eal cabo de dos afios de matrimonio segufa sn descendencia y,
rticularmente insélita, las amigas de dona Genoveva habian.
erto que no dormia en su misma habitacién. Abandonan-
ola inmensa cama de caoba protegida por un mosquitero de gasa
azul el juego de tocador de plata comprado en el viaje de bodas
Jos gobelinos donde inocentesjovencitas escuchaban arrobadas a
tunos tocadores de flauta de mirada equivoca, don Federico se ha-
bia instalado en un cuarto que tena a sobriedad de una celda de
penitente, Como si fuera poco, su vida estaba regida por una,
‘ransigente dsciplina que comenzaba con la misa ofda alas seisde
la maiana en la iglesia del Carmen y terminaba alas sete en pun-
tode la noche frente ala mesa del comedor, donde tomaba como
tinica comida dos huevos frtos y cuatro rodajas de tomate. Que
se limentara de huevos y tomates desdetando el sancocho de ga
llina que dona Genoveva se hacia servi cada noche era algo que
nadie podia entender. Confusamente se establecia una relacién
entre el abandono del lecho conyugaly la frugalidad de su comi-
dy ante dos hechos tan singulares las opiniones no tardaron en
dividirse. Los conservadores hablaron de una vocacién religiosa
frustrada quizis por un padre impio.Losliberales{o tildaban sim-
plemente de huevén. Pero quien puso punto final ala discusién
fue un pariente suyo llegado ocasionalmente de Cali al contar en
una borrachera que la madre de don Federico habia abandonado
su hogar cuando éste tenfa apenas siete ais para fugarse con un
incierto cantante de bambucos. La mayor parte de la gente estuvo
‘entonces de acuerdo en apiadarse de un hombre golpeado por la
ida de tan mala manera, deallien adelante, cada vez queslguien
ludia a sus costumbres extravagantes, lo hacfa con una toleran
cia no exenta de sobrentendidos.
‘Quedaban sin embargo la irreductibles amigas de dona Geno-
‘eva ls tnicas en toda la ciudad que rataban de cerca don Fede:
rico, para seguir afirmando que era tan s6lo un manistico movido
por una extrafa obsesién, Contaban que se portaba como un car-
‘elero impidiendo a su esposa asomarse tan siquiera ala ventana
yrechazando sistemsticamente cuanta invitacion recibi
fen su compaiiia a misa de sei
Genoveva sélo podia salir si
vestitse sin el menor asomo de coquetera y ler obras edificant
clegidas porel Padre Sixtino. Tanta doclidad esultaba incompren
sible de parte de una mujer educada en la mis pura rebelin enc
lopédica y ademas, sobrina catnal de la ya legendatia38
Insignares que alos diz sete aos se habia vestido un dia con el
tuajeylasbotas de su hermano, ysltando aun caballo habia apun-
tado con dos revélveres a su consternada familia declarando que
estaba harta de ser mujer dispuestaa vivir deal en adelante como
hombre yacribillara tos a quien se ateeviera a seguirla, antes de
pica espuelasy meterse monte adentro desapareciendo para siem-
pre de la ciudad, De alli que a nadie le sorprendié saber que dota
‘Genoveva ni siquiera se tomabs la moletia de abrieloslibros pres-
tados por el padre Sixtino yas vieja matronas, las que habian visto
crecer mis de dos generaciones,recordando que apenas tenia veinte
anos, proftizaban que tarde o temprano un mal viento soplaria
cen la casa de don Federico.
Pas6 el tiempo sin que ninguna prediccin se realizara. Por sus
amiga se sabia que dona Genoveva se habia convertido en la mujer
‘mas bella de la ciudad, Tanto hablaban de su pelo color miel y de
su piel transparente, pero sobre todo, del terrible ostracismo al que
estaba condenada, que de repente los hombres comenzaron a en-
contrarse en el camino que cada mafiana recortia para asstr con
don Federico ala primera misa de la iglesia del Carmen. Envuel-
tosen a bruma de las seis, cuando el sereno humedecia todavia la
sgrama de losardines, esperaban fingiendo ignorarse unosa otros
paso de aquella mujer cubierta por un velo que a duras penas