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DE LOS TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON A la imprecisa designacién del objeto de estudio se aftaden otras muchas dificultades, derivadas de las peculiaridades de los textos medievales, desde la anonimia hasta la ausencia de titulos, a lo que se suman circunstancias més especificas como la falta de testimo- nios o la pervivencia de huellas literarias fruto de la coexistencia entre cristianos, moros y judfos. Comparando nuestra literatura con la de otros paises cercanos, quizs una de las singularidades és llamativas sca la escasez, de obras conservadas, hasta cl punto de haberse equiparado metaféricamente la produccién que nos ha Iegado con los restos de un nautragio. 1.08 TEXTOS PERDIDOS DE LA LITERATURA CASTELLANA, MEDIEVAL, La literatura castellana medieval fire, comparada con Ia de otros pueblos romanicos, limitada por el nimero de sus obras, sin que, ademis, la mayoria de sus textos romances traspasaran las fronteras ibéricas ni estuvieran muy difundidos. Unos cuantos ejemplos nos servirdn para apoyar esta afirmacion: cl Cantar de mio Cid, de fina~ les del siglo x11 0 principios del siglo xm, sobrevive en un solo c6 dice, en pergamino algo tosco y escrito en letra gética del siglo xv; las obras de Gonzalo de Berceo, compuestas entre 1230 y 1260, se conservan en seis fragmentos, de los cuales cinco copian en el siglo 26 ENTRE ORALIDAD ¥ ESCRITURA: LA EDAD MEDIA, xvi un subarquetipo perdido; conocemos el Libro de Apolonio (h. 1260) por la transcripcién de un escribano aragonés de mediados del siglo xav. Por lo general, las obras en romance de los inic nuestra literatura se han transmitido cn copias tardias, en mu E2803 pobres y defectuosas, a excepcidn de la mayoria de los cuida- dos textos alfonsies. - Los autégrafos son reducidisimos, del mismo modo que las obras surgidas de los escasos seriptoria mantenidos por los autores, y todavia més los borradores, que solo nos han legado de forma excepcional. De la Grant crénica de Espanya (1385) de Heredia pervive un cédice fragmentario de una fase de redaccién previa, del siglo xy, el manuscrito B. 355 de la Biblioteca de Cataluita, con sus tachaduras y adiciones, que permite analizar la forma de trabajo de su equipo. Pero se trata de un ejemplo singular; lo habitual es que hayan subsistido muchas mas copias distantes de la época de su produccién, en especial del siglo xv. La explicacién del fenémeno radica en su mayor proximidad temporal y estabilidad lingiistica, a la que después contribuyé la imprenta; asimismo, se acrecenté el mimero de lectores y el afin coleccionista, un signo de distincién, que llev6 a los mas altos estamentos a buscar y encargar manuseri~ tos, No obstante, comparativamente, los reyes, principes y nobles bibli6filos no abundan en el Ambito hispano, y menos en el caste~ llano, sin que ademés, en la mayoria de los casos, sean similares a los de otros paises europeos mas refinados. Sobresalen excepciones regias como Alfonso X, mas frecuentes en la Corona de Aragén, por ejemplo Pedro el Ceremonioso, 0 sus hijos, Juan, cufiado del duque de Berry, exquisito coleccionista, y Martin el Humano, para culminar con Alfonso V el Magnanimo, quien hizo del libro uno de sus emblemas, y de la biblioteca, una de sus apuestas politicas en competencia con los mandatarios italianos. Paralelamente en el si- glo xv se copian las viejas obras, lo que explica que gran parte de la literatura castellana medieval se lea en cddices de esa época. Menéndez Pidal traté de llenar los grandes vacios existentes en nuestra literatura a partir de la hipotesis de que muchas obras no se habrian Hegado nunca a escribir. La importancia de la oralidad, DE LO8 TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON 27 aspecto que trataremos mas adelante, est en la base de las tesis tradicionalistas. De acuerdo con sus seguidores, los poemas jugla- rescos correspondian a una literatura iletrada que no merecia la pena ser fijada por escrito, dado lo costoso de su manufactura, sal- vo que se hicieran toscas reproducciones para facilitar su memori- zacién. Se ha tomado como ejemplo paradigmitico el pequefio y pobre cuadernito (japroximadamente de 65 x 55 milimetros!) en el que se copia el poema de debate Elena y Maria, adecuado quiz para que algiin juglar ambulante fo llevara en su bolsillo. Al mar- gen de estas «ayudas» mnemotécnicas, gran parte de la literatura tradicional, por ejemplo las cancioneillas o los cuentos folcléricos, nunca habria salido de Ia oralidad, por lo que se nos ha perdido para siempre; a veces conocemos su existencia y contenido por tes~ timonios indirectos: un resumen, un fragmento 0 una adaptacién, {os cuales nunca nos pueden devolver el original. Los trabajos de la escuela tradicionalista, con Ramén Menéndez Pidal al frente, se centraron sobre todo en la épica, género del que nos sorprende la ausencia de testimonios conservados, mds atin si lo comparamos con la abundante produccién francesa. De ahi su esfurerzo por in~ tentar demostrar, mediante pasajes cronisticos y algunos roman- ces, la existencia de cantares de gesta perdidos, Ilegando incluso hasta su reconstruccién, como ocurre con Los siete infantes de Lara. Resulta innegable la pérdida de muchas obras, manuscritas € impresas, que han afectado casi a géneros completos, pero su recu- peracién textual es tarea hipotética, ademas de compleja y polémi- a; por ello en los tltimos tiempos la investigacién se ha centrado sobre los textos que, habiendo sido fijados, no se han conservado o Jo han hecho de un modo muy parcial. Con los precedentes de proyectos similares para la literatura inglesa y latina, Alan Deyer- mond emprendié esta labor borgiana y detectivesca. Por referen- cias de los escritores a otras obras o a las suyas propias, de citas, © de inventarios de bibliotecas, ete., confeccioné un catilogo con mis de 600 fichas de textos desaparecidos, que facilita su identifi- cacién en el caso de ser localizados. El fenémeno no es privativo de Ja transmisién manuscrita, pues la aparicién de la imprenta favore~ 28 [ENTRE ORALIDAD ¥ ESCRITURA: LA EDAD MEDIA. cié la multiplicacién de ejemplares, pero no asegur6 su conserva~ cin, Por estas mismas razones se ha ido elaborando un Repertorio de impresos perdidos e imaginaries, aunque en este caso no se restrin- ge alas obras medievales. DESAPARICIONES DEFINITIVAS Las consecuencias de estas desapariciones, a veces, pueden ser de- finitvas y otras, felizmente, solo transitorias. Ciertos episodios se sian devastadores como las guerras, el rego o los prejuicios ideol6- gicos. El incendio de! convento dominico de Pefiafiel destruys el ejemplar que don Juan Manuel habia dejado, «emendado en mu- chos logares de su letra». La gran biblioteca de Cérdoba en tiem- pos de Al-Hakem II, considerada por sus cocténeos como la ma~ yor del mundo, fue destruida parcialmente por la censura de ‘Almanzor contra las «ciencias ilicitas» a finales del siglo x. Razo- nes politicas, religiosas 0 morales han conducido también a que numerosos libros acabaran en la hoguera purificadora, Muy cono- cido es el caso de la famosa biblioteca de Villena, cuya fama de ‘mago inspiré a Ruiz de Alarcén su comedia La cueva de Salamanca, A su muerte (1434), Juan II requisé sus libros, con ejemplares de procedencia arabe y hebrea, encargando al obispo Lope de Ba- ttientos su revisién; como resultado, fueron quemados varios trata- dos, evoliimenes de libros de malas artes», En otros casos la destruccién de importantes bibliotecas parti- culates obedece al descuido o al desinterés de sus descendientes, que ejemplificaremos con la de Gonzalo Argote de Molina (1548- 1596), quien poseia miiltiples manuscritos medievales, entre otros el Poema de Ferndn Gonzdlex, el Libro de buen amory Elconde Luca~ nor, en algunos casos con testimonios quizés mejores que los con- servados. Sin embargo, segiin refiere el cronista sevillano Diego Ortiz de Ziitiga (1677), parte de sus manuscritos y papeles se es parcieron a su muerte y parte quedaron en poder de Lépez de Cir- denas, su sobrino y heredero, quien los guard6 con tanto celo que ‘DE £08 TEXTS PERDIDOS A LA CREACION DEI. CANON 29 1 tiempo y la polilla los tenian casi consumidos a su fallecimiento (1671), perdiéndose asi valiosos originales, mientras que otros pa~ saron a distintas manos, Desolador es también el panorama descri- to por Ambrosio de Morales (1572), encargado por Felipe I de buscar cuai Sroa antanae s «reliquias, enverramientos reales y libros antiguos» se encontrara en su peregrinacién a Santiago. Bl monarca intenta- ba rescatar libros valiosos para dejarlos en la Biblioteca de El Esco- rial, pero, segiin refiere Morales, algunos habian sido prestados y no devueltos, otros estaban desheckos y los més, descuidados 0 vendidos como pergamino viejo. ~ Hay numerosas referencias sobre bibliotecas particulares, no- biliarias o eclesidsticas desaparecidas 0 cuyos fondos han quedado dispersos sin que puedan hoy reconstruirse, al igual que ha ocurri- do con inventarios librescos de disposiciones testamentarias. La biblioteca de Jerénimo Zurita (1512-1580) constituye un caso pa~ radigmético, entre cuyos fondos se contaban, junto a muiltiples manuscritos ¢ impresos en latin y griego, obras en romance. Una gran parte de sus libros pasaron a ha biblioteca de la Cartuja de ‘Aula Dei (Zaragoza) y de abi salieron en 1626 por peticién del conde-dugue de Olivares, con gran escandalo, para ir finalmente a parar a la Real Biblioteca de San Lo-enzo de El Escorial. Sin em- argo, los eddices en romance —dlos de vulgar de mano» en sus palabras— se los dona, al morir, a su hijo, y bastantes se dispersa~ ron por diferentes bibliotecas particulares hasta que la suerte ha deparado en algin caso hallazgos fortuitos; otros, sin embargo, volvieron a parar a la Cartuja por disposicidn testamentaria del des- cendiente, lo que puede explicar la presencia en E] Escorial del ma~ nuscrito k-11-4, gracias al cual conocemos el Libro de Apolonio. La época moderna no fue més respetuosa con Ios libros de lo que lo habfan sido las anteriores. La expulsién de los jesuitas por Carlos III (1767) 0 la Desamortizacién de Mendizibal (1835~ 1836) afectaron al patrimonio bibliogrifico y supusieron la pérdida de fondos 0 la desmembracién de bibliotecas; asi, a consecuen- cia de las leyes desamortizadoras desaparecieron del monasterio de San Millin dos manuscritos medievales que contenian casi todas 30 ENTRE ORALIDAD ¥ ESCRITURA! LA EDAD MEDIA las obras de Berceo, de los cuales solo se han localizado breves fragmentos. DESAPARICIONES TRANSITORIAS Algunas de las causas mencionadas han ocasionado pérdidas solo transitorias. Cédices e impresos procedentes de colecciones parti- culares o de fondos monisticos espaiioles se custodian oy en la Hispanic Society of America de Nueva York, en la Biblioteca del Congreso de Washington, en Ia Nacional de Paris o en la Bibliote- ca Britinica, etc., hasta donde han llegado a veces a través de largos petiplos (donaciones de coleccionistas privados, adquisiciones di- rectas, en subastas, etc.), por lo que nunca puede perderse la espe- ranza de recuperar algtin valioso testimonio; por ejemplo, la casa Shoteby de Londres subast6 en 1978 un manuscrito de! siglo xv del Libro del Conoscimiento, curioso libro de viajes escrito en el siglo anterior, ilustrado con.bellas miniaturas, que finalmente fue a pa- rar a la Biblioteca Estatal de Baviera. La caracteristica letra inicial del manuscrito apuntaba, sin duda, a su procedencia (la menciona- da biblioteca de Jerénimo Zurita), desde donde se habia dispersa~ doa su muerte y, tras integrarse en la biblioteca del conde de San Clemente, se perdié su rastro hasta su feliz reaparicién. La investi- gacién depara permanentes sorpresas, por lo que los hallazgos se van incrementando, aunque a veces se trate de fragmentos mini- ‘mos y en sorprendentes soportes. El Poema de Fermin Gonzalez ha pervivido gracias a un eddice del siglo xv, bastante deteriorado, transcrito con los rasgos lingiiisticos de la época de su copia; sin ‘embargo, en fechas recientes se ha encontrado en Villamartin de Sotoscueva (Burgos) una teja, quizds escrita y cocida casi doscien- tos aiios antes que el tinico testimonio conocido, en la que hay co~ piadas cuatro estrofas (180, 106, 107 y 108) del citado Parma. Los viejos pergaminos se usaron con frecuencia para encuader~ nar nuevos volimenes o para confeccionar objetos como «rocade- ros» (armazén para las viejas ruecas), carpetas, bolsas, ete., lo cual DE LOS TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON 3t ha supuesto la destruccion de muchos textos, aunque el procedi- miento usado también ha permitido importantes descubrimientos. Del Roncesuatles se salvaron dos folios en letra gética del siglo xv porque en el Archivo Provincial de Pamplona fueron plegados y cosidos dejando un lateral libre con el fin de que sivieran de bolsa para uso de algyin archivero; gracias a este hallazgo se ha incremen- tado la reducida lista de textos épicos. Cuatro fragmentos del dma fs de Gawla, copiados hacia 1420, aparecieron en 1954 cuando un coleccionista de Almeria cambiaba 1a encuademacion de unos vi portancia por ser el tinico testimonio conservado de un Amadis an- terior al de Montalvo. Otras veces la sorpresa surge en los archivos notariales, al descubrir protocolos cosidos y reforzados con folios impresos. Asi se han podido identificar algunos editados por Pablo ‘Hurus, como una ignorada edicién zaragozana de la Creel de amor (493) con sus primeros y hellos grabados, utilizados después en la traduccién catalana (Barcelona, Johan Rosenbach, 1493). Quiz uno de los mas recientes importantes hallazgos sea el manuscrito Pde La Celestina, locali b cio encuademnado junto a otros cuatro textos. Esta importante co- pia de parte del acto I de La Celestina se ha identificado con los primitivos papeles mencionados por Rojas, aunque es objeto de vatiadas interpretaciones. El derribo de una pared 0 de una casa puede deparar insélitas sorpresas relacionadas sobre todo con la literatura aljamiada, mar~ ginal y clandestina. Por este camino ha aumentado nuestro conoci- miento de cédices mudéjares y moriscos, ocultos por sus propieta~ trios, segtin se agravaban las prohibiciones de tener libros o apuntes en arabigo, Un manuscrito del Poema de Yiisufse localizé en Morés (Zaragoza) en una cueva junto a algunas armas de fuego, del mis- mo modo que en Almonacid de la Sierra (Zaragoza) se descubrie~ ron los fondos de lo que parece el almacén de un librero morisco, por la riqueza:y variedad de sus materiales. R ENTRE ORALIDAD ¥ ESCRITURA LA EDAD MEDIA CONSECUENCIAS DERIVADAS DE LA ESCASEZ DE TEXTOS CONSERVADOS Las consecuencias de esta escasez de textos conservados son nu- merosas: ha condicionado nuestra tradicién filoldgica y ha causado un cierto desinterés por su filiacién. Mientras franceses, italianos 0 alemanes experimentaban y discutian sobre critica textual desde el siglo 21x, la filologia hispinica permanecié ajena a este prictica; solo a partir del siglo xx se han emprendido importantes trabajos, en especial sobre aquellas obras que por disponer de varios tes- timonios plantean mas problemas ecdéticos, como el Libro de Alexandre, Ellconde Lucanor o las cr6nicas histéricas. La penuria de testimonios contribuye también a las abundantes discusiones sobre los generos literarios. La clasificacién de las obras medievales sus- cita siempre un amplio debate, al que no es ajena la colisién entre nuestro sistema de recepcién y el contexto en que surgieron los textos. Desde una perspectiva actual tendemos a asignarles una linica adscripeién moderna que facilita nuestra interpretacién y, sobre todo, la catalogacién didactica, pricticas inadecuadas para los habitos medievales. Sus textos carcefan de unos modelos cané- nicos que se impusieran, lo que contribuia a la heterogeneidad de sus componentes, vista desde nuestra época; al mismo tiempo, po- dian encuadernarse en un mismo volumen piezas en apariencia dispares, sin que tampoco las denominaciones genéricas resultaran muy precisas, casi siempre diferentes a las usuales hoy. Su escasez puede convertir a las obras conservadas en hitos «singulares», por Ja ausencia de antecedentes y consecuentes, lo que nos impide te- ner un panorama completo sobre la evolucién de la serie. Esto ha propiciado que algunas obras se hayan adserito de forma muy di- versa, como el Libra de buen amor, catalogado como autobiografia erdtica, fabula milesia, poesia escolar de tradicién ovidiana, maga- ‘ma, etc., 0 el Zifar, libro de caballerias, novela didéctico-moral, regimiento de principes, etc. El problema afecta por igual a las obras mas relevantes de nuestra literatura que a aquellas considera das menores. Baste con recordar el interés que suscitan actualmen- DE LOS TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON 33 te dos breves textos, el Libro de las tres razones de don Juan Manuel y las denominadas Memorias de dofia Leonor Léper. de Cérdoba. ‘Ambos, con ingredientes autobiogrificos, escapan a cualquier in- tento de clasificacién. Sin entrar ahora a debatir su adseripcién, si contéramos con més testimonios de la denominada en otros paises «literatura linajistica» 0 de los libros de familia», podriamos pro- yyectar ambas obritas sobre textos afines. La insuficiencia de testimonios también nos dificulta conocer importantes datos sobre su circulacién y recepcién, lo que distor- siona nuestro andlisis, a lo que se suma la cambiante apreciacién debida al paso del tiempo, superpuesta a otros sistemas estéticos y culturales. El Libro de buen amor tuvo cierta difusién confirma- da por los tres manuscritos existentes, su relacién en inventarios —que pueden referirse a otros testimonios perdidos—, sus ecos en obras y autores del siglo xv (el Cancionero de Baenao el Arcipreste de Talavera), su mencién en un manuscrito misceléneo, en el Probe ‘ioe carta de Santillana o los restos de una traduccién portuguesa perdida, ;Podemos asegurar lo mismo de otros textos considerados hoy ineludibles para conocer este periodo histérico? {Tuvo, por ejemplo, el Cantar de mio Cid la importancia actual? Fue valorado por su historicidad y usado por los colaboradores del taller histo- rlogrtfico alfonsi, pero es posible que otros cantares menos cultos —hoy perdidos— fueran mas populares. Su consideracién como paradigma de un género —el épico— que reflejaria las esencias sgenuinas de la castellanidad (= espafiolidad) condiciona nuestra lectura e interpretacién en funcién de unas pautas inexistentes en el Cantar, sin que estas observaciones le resten mérito alguno. DE LA RECUPERACION DE LOS TEXTOS MEDIEVALES ALA LITERATURA NACIONAL Nuestra perspectiva en torno a los textos viene determinada por el canon literario, tamizado por los gustos, valores, estética, ideolo- sa, etc,, del presente, sumados a los prejuicios y consideracién ge- 34 ENTRE ORALIDAD Y ESCRITURA: LA EDAD MEDIA nerales de su época, La cambiante fijacién de ese canon ha seguido un largo cariino en el que la literatura medieval ha pasado del olvi do a su revalorizacién, tras un lento proceso de rescate de su pro- duccién y un acercamiento mas matizado, desprovisto de ciertos apriorismos que condicionaban los estudios anteriores, sin que ello implique qce ahora no sengamos otros. De su desarrollo, destaca- remos unos hitos representatives, para detenemnos en el nacimien- to del medievalismo profesional, representado por Amador de los Rios, Mila i Fontanals, Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal, cuya tarea supone la aparicién de la filologia moderna y del medievali iterario, Sus andamiajes han legado hasta nuestros dias, en los que perviven todavia ciertas huellas de su legado, entre otras raz0- nes, por la magnitud de su obra y su influencia, directa 0 indirecta através de discipulos y sucesores. ‘Los cambios en os iltimos afios estn siendo suficientemente profundos como para que podamos hablar de la existencia de unos nuevos y diversos paradigmas, favorecidos por las generacones ‘més recientes, Con independencia de los métodos empleados, el estudio de la literatura se aborda, queramos 0 no, a partir de una én diferente de la Edad Media, unida a una mayor amplitud del panorama investigador, légica consecuencia del mayor caudal de informacion sobre los autores y los textos editados. Esta dltima tarea todavia deberfa resultar prioritaria, por més que en unos mo- mentos u otros se pongan de moda ciertos géneros y temas, por lo general més olvidados, peor estudiados 0 cuya revision se siente . Una de las mayores diferencias con el pasado incluso préximo radica en el incremento del nimero de personas dedicadas a la tarea, también en Espaita, unida a una cierta dispersion geogrifica, lo que ha conllevado una mayor variedad de enfoques asi como una ampliacién de las mate- rias y los autores analizados. Del cultivo monotematico, se ha pa- sado a una mAs satisfactoria pluralidad, cuyo anilisis desbordaria nuestros propésitos, nuestra disciplina y nuestros limites, al tiem- po que una parte se vera plasmada en nuestra exposicién posterior yen el volumen transversal sobre teorias literarias desde el presente como una labor prioritar DE L08-TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON 35 LA LITERATURA MEDIEVAL EN LOS SIGLOS DE ORO: ENTRE LA CONTINUIDAD ¥ BL DESPRECIO Las relaciones entre la literatura medieval y lade los Siglos de Oro obras y de los autores ¢Cémo podian acceder Jos escritores éureos a las obras medie~ vales? Las formas de difusién ya conocidas, la tradicién oral y la manuscrita, no desapareceran, pero la imprenta desempefia un pa pel cada vez més decisive. La cultura oral medieval, cuentos, ro- mances, canciones, ete., sigue viva, pero ahora penetra en los en~ tornos cortesanos; por ejemplo, los cantarcillos tradicionales los famosos villancicos—, cuyo origen remoto no podemos precisar en muchos casos, afloran con la moda popularizante de tiempos de los Reyes Catdlicos, proseguida e incrementada después. En ese con- junto heterogéneo de canciores, tan bien estudiado por Margit Frenk, se integran poemitas arcaicos junto a otros muchos en los que lo popular y lo culto se entrecruzan y suponen una contimui~ dad, no consciente, con la tradicion medieval. Por otra parte, los anaqueles de los nobles seguirin atesorando manuscritos como en las ya citadas bibliotecas de Jersnimo Zurita o de Gonzalo Argote, cn las que se guardaban ejemplares de obras medievales. ‘Ahora bien, en Ia difusién de textos medievales en los siglos xv1y xv debemos atender, sobre todo, a la imprenta, que aparte del libro propicia la aparicién de pliegos sueltos econdmicos, desti- nadojun piblico heterogéneo, de letras eiletrados, en los que se transmitira casi todo el romanzero viejo y buena parte de la poesta de cancionezo. En su negocio editorial Ios impresores se ocupan al comienzo, légicamente, de las obras manuscritas més leidas y ac~ tuales, lo que supone que se impriman y aprecien més los autores del siglo xv, entre los que destacan las ediciones y reediciones de poesia, por ejemplo el Cancionero general de Hernando del Castillo he pita 36 [ENTRE ORALIDAD Y ESCRITURA: LA EDAD MEDIA (1512), las obras de Santillana, Mena o Manrique, convertidos en clasicos comentados con glosas, o la prosa didictica, histdrica y de ficcién, sea la Crémica abreviada de Esparia de Valera, la Cronica del rey don Rodrigo 0 Crénica sarracina de Pedro del Cosral, el Corba- cho, la Circe de amor, el Amadis 0 La Celestina. El éxito de estas tres iltimas se manifiesta no solo en el niimero de sus reediciones, sino en su capacidad para convertirse en para~ igmas de series nuevas y de renovar ¢ impulsar las existentes, las continuaciones celestineseas, la ficcién sentimental y los libros de caballerias, aptas para triunfar en Europa y crear nuevos textos his~ panos. De las «obras antiguas», anteriores a 1400, pocas consiguen saltar la barrera del eédice con la posibilidad de ampliar el ntimero de sus lectores. Quedaron al margen de la imprenta géneros inte~ ros, los cantares de gesta o el mester de clerecia, y se «salvaron> cexcepcionalmente algunas obras narrativas, entre otras el Cavallero Zafar, el Exemplaria contra los engahios peligros del mundo, Ya remo- zada Crénica troyana, la llamada Crénica popular del Cid, el Enrique fide Oliva, la. Historia de la reina Sevilla, conocida en el siglo xiv como el Noble cuento del enperador Carlos Maynes, ademas de textos juridicos como el Fuero Juxgoy las Partidas, muchas veces glosadas. Las causas de estas excepciones son varias, pero entre ellas de~ bemos destacar los diferentes significados que adquieren las obras medievales en los nuevos contextos desde los que deben ser lefdas, © su posible vigencia legislativa, sin olvidar la habilidad de unos impresores por atender los gustos de los receptores y saber remozar las viejas cteaciones. Existe, por ejemplo, un public consumidor de historias caballerescas cada vez mas amplio, al que los editores facilitan viejos textos castellanos, modernizados en mayor o menor grado lingiisticamente, 0 de autores extranjeros, traducidos y adaptados. Gracias a ciestos impresores, en especial Fadrique de Basilea, Juan de Burgos y los Cromberger, los lectores del siglo xv1 dispo- in de bastantes creaciones medievales, entre las que conviven ti- tulos como la Historia de los nobles cabalteros Oliveros de Castilla y Artis de Algarve 0 el Libro de Tristin de Leonis junto a La corénica Dh 105 TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON 37 del muy esforzade y esclarecido cavallero Cifar. En este caso, se remo 26 el lenguaje, el formato, el titulo, el grabado inicial y la division en libros y capitulos para que el viejo texto del siglo x1v se renova- 1a, presentindose como un libro de caballerias, sin obtener el éxito deseado porque no obedecia a las pautas triunfantes. Algo similar cocurre con el Galila ¢ Dimna, que circulaba en castellano desde la traduccidn encargada en la corte alfonsi. Esta coleccién de cuentos de remoto origen hindd, impresa en Zaragoza (1493), se reedita varias veces en el siglo xvi, pero sus lectores no la identificarian con a anterior. Desde el titulo, Exemplario contra los engatios y peli gras del mundo, se inserta ahora en la tradicién de los tratados de cedificacion religiosa. ‘A mediados del siglo xv1 se establecen importantes cambios editoriales que, entre otros aspectos, afectan a los pliegos de cordel, una barrera simbolica con la que topan la mayoria de las impresio~ nes de textos y géneros medievales, aunque algunos llegan a revita- lizarse excepcionalmente, como libros de caballerias, acompafiados de los especticulos caballerescos, que repuntan en torno a 1580, en consonancia con los intereses ideol6gicos promovidos desde el po- der. Solo algunos relatos alcanzarin suficiente popularidad para superar In mitad del siglo, reediténdose profusamente hasta la Edad Moderna con cambios y adaptaciones, como sucede con va~ rias historias caballerescas breves de Jejanos origenes. Muchas se han traducido de versiones francesas, desde el Libro del conde Parti ‘nuplés, el Oliveros de Castilla ya mencionado, La espantosa y admi- rable vida de Roberto el Diablo, la Historia del emperador Carlo Mag- no y los dove pares de Francia, la Historia del cavallero Climades, sin Ja que dificilmente se entenderia el episodio quijotesco de Clavile~ fio, etc, Se difundiran en pliegos de cordel, como los Siete sabios de Romay la Historia de (a doncella Teodor, del mismo modo que se- gguird imprimiéndose la traduccién medieval de las fabuulas de Eso- po. Todo ello apunta a las preferencias del publico lector, que en tuna primera fase prefiere la poesfa cancioneril, la religiosa y la pro- sa didfctico-moral e hist6rica, pero que, sobre todo, disfruta con las obras de entretenimiento medievales y sus continuaciones del 38 [ENTRE ORALIDAD Y ESCRITURA! LA EDAD MEDIA siglo xv1, segtin indican sus defensores y lamentan los moralistas; sus reiteradas criticas varian con el tiempo, en funcién de su cultu- ra, su personalidad, su difusién y del piiblico a quien van diigidas. Entre las muchas citas que podriamos esgrimir, recordaremos das palabras de fray Antonio de Guevara, quien en el «Argumento» de su Aviso de privados y doctrina de cortesanos (Valladolic, 1539), queja «de que ya no se ocupan los hombres sino en leer libros que es afrenta nombrarlos: como son Amadis de Gaula, Tristan de Leo- nis, Primaleén, Céércel de amor y a Celestina: a los cuales todos y a ‘otros muchos con ellos se devsia mandar por justicia que no se im- primiesen ni menos se vendiessens porque su doctrina incita la sen- sualidad a pecar y relaxa el espiritu a bien bivir». Si suelen ser leidos por espiritus «mas débiles o menos formados», como las doncellas, Jos avisos se acrecientan; asi, Luis Vives, en La formaciéa de fa mu- Jer cristiana (lib. 1, cap. v), advierte en 1523 2 las jévenes contra las «lecturas pestiferas», como los libros de caballerias o Le Celestina, aunque él mismo en Las disciplinas valora su desastrado final: «En ste punto fue incomparablemente més cuerdo el que escribié en nuestro vulgar castellano la Tragicomedia de La Celestina, pues alos amores avanzados hasta un limite ilicito y a aquellos delsites peca- minosos, dioles una amarguisima ejemplaridad con el trigico fin y la caida mortal de los amantes, y 2 las muertes violentas de la vieja alcahueta y de los rufianes que intervinieron en ese esclarecedor celestineo» (lib. I, TD. Este tipo de censuras mis 0 menos descalificadoras son habi- tuales, por lo que en estos contextos resultan mis valiosas las ob- servaciones del humanista Alvar Gomez de Castro (h. 1516-1580), buen lector del Amadss, del que entresacé los segmentos que mas le interesaban. Hacia finales de la década de 1570 por encargo de la Inquisicién emite un informe, examinado por Russell, en el que defiende la Tragicomedia, la Garcel de amor y numerosas sbras poé- ticas, al tiempo que pone en evidencia los nuevos recu:sos de los escritores en tiempos censores posteriores a Trento, Estos libros caunque tratan cosas de amores, tritanlo como gente prudente y sabia», hechos por hombres de idénticas condiciones; concluye con ‘DE LOS TEXTOS PERDIDOS A LA CREACION DEL CANON 39 benevolencia que «algunos libros an de quedar para ocupar la gente sensual que, no sabiendo ocuparse en cosas més altas, por fuerza an de tener algunos manjares gruessos en que se entretengan, y es im- possible segrin nuestra naturaleza que ... no hagan siempre seme- jantes poemas, disfragados de mil maneras, para escaparse de incu- rrir en las censuras». Dejando a un lado los criterios morales, entre los que, a veces, se interfieren y entremezclan opiniones estético-literarias, los es- critores de los siglos xvi y xvi1 muestran un conocimiento muy parcial de los textos antiguos y unos juicios, a veces, poco entusias~ tas, como el expzesado por Garcilaso en su prélogo a la traducci6n de Bosedn de EV cortesano (1534), indicio de que se van producien- do importantes cambios en el sistema de la mano de escritores con nuevas sensibilidades: «Y también tengo por muy principal el be- neficio que se hace a la lengua castellana en poner en ella cosas que ‘merezcan ser leidas; porque yo no sé qué desventura ha sido siem- pre la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera muy bien escusar». Se conoce la literatura del si- glo xv, y se valora en especial la obra de los tres grandes poctas, Santillana, Mena y Mantique, citados de forma elogiosa pot varios teéricos, como Herrera en sus Anotaciones a Garcilaso. Juan de Val- dés esta mejor informado, sin olvidar que desde 1529 habia aban- donado Espafia, temeroso por un proceso inquisitorial, para esta~ blecerse en Italia. Desde alli escribe su Didlogo de la lengua en el aque recurre con frecuencia a obras del siglo xv para ejemplificar sobre usos linggiisticos y estilo. Muestra sus preferencias por La Ce~ Iestinay el Amadts de Gaula, aunque también sefiala sus anacronis~ ‘mos; entre los poetas del xv, se inclina por Manrique, cuyas coplas le resultan dignas de ser leidas y estimadas asi «por la sentencia como por el estilo». ‘Ninguna de estas citas implica una perspectiva histérica ni una conciencia de la antigiiedad de los textos, al fin y al cabo se habian impreso haca poco tiempo, continuaban reeditindose y seguian vigentes insertos en el nuevo sistema literario; por tanto, la dptica adoptada no se corresponde con la nuestra mas histérica, pues di- 40 ENTRE ORALIDAD Y ESCRITURA: LA EDAD MEDLE ferenciamos periodos, origenes, posteriores adaptaciones y reedi- ciones. Ahora bien, ya el citado Alvar Gomez distingue expresa~ mente la antigiiedad de las obras poéticas a partir del Profemio ¢ carta del Marqués de Santillana dirigido a don Pedso de Portugal, Entre los libros bien escritos destaca la primera Celestina, pero no las continuaciones posteriores a Rojas; asimismo recomienda el Cancionero general, con las consiguientes eliminaciozes de autores y obras prohibidas. En el tiltimo tercio del siglo xv1 se perciben también los cam- bios que se estin produciendo en los escritos de los sevillanos Ar~ gote de Molina y Nicolas Antonio. El primero, poets, historiador, gencalogista, etc., se convirtié en uno de los principales coleccio nistas de antigtiedades; en su casa construyé un famoso museo en cl que, en palabras del pintor Pacheco, suegro de Velizquez, junts raros y peregrinos libros manuscritos ¢ impresos, extraordinarios caballos de raza, abundantes armas antiguas y modernas, cabezas de animales, pinturas de fabulas y hombres ilustres, hasta el pun- to de que incitaron a.que el rey, estando en Sevilla (1570), fuera en coche disfrazado a visitarlo. Desde una perspectiva filolégica, po- demos considerarlo el primer editor de obras antiguas con sus im= presiones de E/conde Liucanor (1575), €l Libro de la monteria (1582) yla Bmbajada a Tamorlén (1585). La edicin de E/ conde Lucanor se apoya en unos criterios que condicionaron durante afios su recepcién. De las circo partes del libro, Argote reproduce solo la primera, y en ella incluye 49 ejem- plos, en un orden diferente del habitual. Segtin nos dice accedié a tres manuscritos, el suyo, y otros dos de sus amigos Antonio Ore- tano, candnigo sevillano, y el historiador Jeronimo Zarita. La edi- cin se complementa con comentarios de Argote, un indice de ejemplos, un perfil biogréfico de don Juan Manuel, una transcrip- cin del epitafio de su tumba en Pefafiel, la relacién de miembros de la casa de los Manueles, un elenco de los wiessos que cierran cada ejemplo, y dos discursos, «Sobre la poesia castellana contenida en este libro» y «De la lengua antigua castellana, acompafiados de un «dndice de algunos vocablos antiguos». En sus discursos Argote DP 10S TEXTOS PERDIDOS A LA CREACIGN DEL CANON an copia vatias coplas del Poema de Ferndin Gonzalez y un soneto de Santillana, e incluye un clogio a Jorge Manrique. Sorprende, por el contrario, que atribuya unos versos del Libro de buen amor a Do- miingo Abad de los Romances, pues en el inventario de su bibliote~ ca figura un «Cancionero del Arcipreste, de canciones antiquisimas de tiempo del sey don Alfonso XI», quizis el famoso manuscrito citado en a biblioteca de Fernando Colén del que desconocemos su paradero.

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