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AUGUSTO RAUL CORTAZAR ESQUEMA DEL FOLKLORE > 4 = COLECCION | ESQUEMAS EDITORIAL COLUMBA te http://bibliotecafolk.blogspot.com/ Augusto Ratil Cortazar nacié en Salta en 1910. Graduado en la Fa- cultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires como profesor en Letras, biblictecario y doc- tor en Filosofia y Letras, se ha con- sagrado a la docencia, abandonando su profesién de abogado. Actué co- mo bibliotecario desde 1a juventud y Megé a la direccién de la Biblioteca Central de aquella Facultad, donde re- organiz6 con orientacién técnica mo- derna ‘la carrera de bibliotecario. Actualmente es profesor en la Escue- Ja Nacional de Bibliotecarios, creada en 1956 en la Biblioteca Nacional. J El doctor Cortazar es actualmente _ profesor titular, por concurso, de Li- _ teratura Argentina en la Facultad de Filosoffa y Letras, jefe del Seminario de Folklore y miembro del Directorio del Fondo Nacional de las Artes, en _ cuyo seno preside la Comisién de Ar- ‘tesanfas y Expresiones Folkléricas. Realiza importante tarea en cuan- to a la investigacién y la ensefianza de la literatura argentina y el folklo- ze. Su tesis doctoral sobre El folklore _ 9 sus expresiones en ia literatura ar- gentina, asi como vatios de sus prin- cipales libros, reflejan una decidida dedicacién a esta especialidad: Guia hibliogrifica del folklore argentino (1942), Confluencias culturales en el folkiore argentino (1944), El carnaval en el folklore calchaqui (1949), Folklore argentino: el Nor- oeste (1950), Indios y gauchos en la literatura argentina (1956), “Poe- (Contintia en Ie solapa posterior.) COLECCIGON ESQUEMAS IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depésilo que previene ta ley niimero 11.723. Copyright bp Editorial Columba SACL, Br. Aires, 1959. AUGUSTO RAUL CORTAZAR Del natural, por Ramén. Columba. AUGUSTO RAUL CORTAZAR ESQUEMA DEL FOLKLORE CONCEPTOS Y METODOs EDITORIAL COLUMBA LOS FENOMENOS FOLKLORICOS LA PALABRA “FOLKLORE” Y SUS ACEPCIONES L4 palabra Folk-Lore fué propuesta por William revista John Thoms en su ya famosa carta a The Athenaeum, de Londres, que la publicé en el N® 982, del 22 de agosto de 1846. Con el nuevo término procuraba sustituir ambiguas expresiones en- tonces en uso, como “antigiiedades populares” y “lite- ratura popular”, designando concretamente el saber tra- dicional (“Lore”) del pueblo (“Folk”). En Ta misma arta se alude al “estudio de los usos, costumbres, cere- monias, creencias, roi anes, etc., de los tiem- pos antiguos” (7) sobrevivientes en el pueblo. Por lo tanto, en esta especie de partida de bautismo del folklore hallamos en germen la doble acepcién con que la palabra ha _cargado hasta hoy, originando no po- cas confusiones: (is) el saber del pueblo; (2) lo que se sabe acerca del pueblo, mediante Ia investigacién sis- tematica. En la terminologia actual, decimos que en el primer caso la palabra se refiere a los fendmenos folklé- ticos y en el segundo a la ciencia que los estudia. () ‘Thoms, William Jehn, Letier in ‘The Athenaeum... [Trad. R. 8, Boggs]. (En Folklore Américas, vol. 5, N? 2. Chapel Hill, North Carolina, dic. 1945.) r } Pero no son éstas las Gnicas acepciones,| Se llama /ha- bitualmente también “folklore” a ciertas expresiones, en particular de caracter artistico, como danzas, canciones, miisica, representaciones teatrales y cinematograficas, etc.,. no producidas espontinea y tradicionalmente en una region determinada por el “folk”, sino cultivadas por artistas determinados que reflejan en sus obras el estilo, el cardcter, las formas o el ambiente propios de la cul- tura popular. \No son por lo tanto fendmenos folkléri- cos, sino proyecciones de esos fendmenos en el dmbito de las ciudades, en el plano de Ja creacién artistica in- dividual y destinadas a un ptiblico que no es por cierto el “folk” y que con frecuencia se reduce a refinadas “ites”. Por otra parte, para producir, expresar y difun- dir tales proyecciones se utilizan elementos complejfsi- mos (imprentas, escenarios, maquinarias, organizacién técnica y comercial, etc.), inconcebibles en el modesto mundo del pueblo, | Las proyecciones revelan inspiracién folklética y se manifiestan en los mas diversos campos: novela y cuen- to, poesfa y sainete, misica y coreogratia, radio y tele- visién, pintura y escultura, cine y fotograffa.. . Si bien las de cardcter artistico son las mas evidentes y divulga- das, se revelan también en la industria (tejedurfa, pla- terfa, cerémica, etc.), en la moda femenina, en el arte culinario. El aprovechamiento de materiales folkléricos en Ia escuela, la ensefianza metodizada de las danzas nativas, son interesantes ejemplos de cardcter pedagdgico. yLas proyecciones del folklore son legitimas cuando se afianzan en el conocimiento directo y en la documen- tacién veraz de los fenédmenos, en la compenetracién del autor o del productor con el espiritu caracteristico 8 y con el estilo representativo del complejo folklérico que se trata de reflejar:’ Dignamente expresadas, presti- gian el folklore de un pais y contribuyen a que tras- cienda de su realidad viviente y de su documentacién técnica a planos més difundidos y a veces universales, acentuando la personalidad cultural del pafs. A la in- versa, las expresiones chabacanas e irresponsables cons- piran contra el patrimonio espiritual de la nacién. Por fin, hay otros casos a los cuales propongo llamar trasplantes. Son manifestaciones de indiscutible cardcter folklérico que se producen ocasionalmente fuera de su ambiente y desengranadas de su sistema funcional, aun- que los protagonistas ¢ intervinientes puedan ser miem- bros del “folk”, como por ej. personas o grupos que, trasladados de su pueblo provinciano a las grandes ciu- dades, gustan cultivar ciertas costumbres y mantener vi- vo el recuerdo de Ja tierra nativa. .Los hechos serfan folkléricos en razén de las personas Cmiembros del “folk”) y por la indole de la manifestacién supuesta (cancién, danza, comida tipica), pero en cambio han dejado de ser funcionales, ya con respecto al ambiente geogrifico, ya al grupo social. Han variado las necesida- des que se quieren satisfacer: las impuestas por las con- diciones de la existencia cotidiana lugarefia, para ser sus: tituidas artificialmente por un afin evocativo, por ape- tencias nostdlgicas o propésitos concretos de afirmar la fisonomfa y la personalidad provinciana o extranjera frente a un mundo que se considera indiferente, desde- fioso u hostil. En el uso de prendas campesinas o en las actitudes propias de los paisanos: en la reunién hoga- refia en la que se sirven tortas fritas y se toma mate: en el cultivado matiz del habla regional o en los plato; 3 tipicos de un almuerzo criollo hallan pretexto, los “tras- plantados” provincianos y extranjeros, para recordar el terrufio nativo; pero se ve que esos ejemplos no confi guran auténticos fenémenos folkléricos ni Ilegan tam- poco a ser proyecciones. Son como gajos que se quiere cultivar’ en macetas: proceden, es cierto, de “la tierra” lejana, pero no se pretenda que equivalgan, por su. des- arrollo y su funcién en Ia naturaleza y la vida humana, al 4rbol afioso del monte nativo. COMO RECONOCEMOS LOS FENOMENOS FOLKLORICOS * P ARA lograr una caracterizacién que permita su des- linde con respecto a otros fenémenos culturales’ sé- mejantes es conveniente afirmar, como punto de partida, el concepto de que se trata del resultado de un proceso no de manifestaciones estaticas. Son comparables a ios Besar slcaeran tosdurerasealande, en sintesis complejas, elementos diversos y no a joyas qué se con- serven intactas a través de generaciones. El] hecho de que el ritmo del proceso sea tan pausado que muchas veces no llege a percibirse en el curso de una vida, no contradice su naturaleza esencialmente dindmica. 4) Segtn un\ primer fasge_caraterizadonyel folklore no .€8 nunca privativo del individuo, circunscripto a lo per- sonal, sino por el contrario colectivo, socializedo y v i. gente. El origen remoto habra sido sin duda un acto in- dividual; el impulso generador pudo haber sido una invencién, o un descubrimiento, o la imitacién de algo prestigioso en la ciudad o Ja adopcién de una herencia 10 cultural indigena. Lo que interesa no es tanto el origen de Jos elementos, sino precisamente el haber dejado de ser manifestacién personalizada, tinica, para pasar a ser colectiva, compartida por todos los miembros de la co- munidad. Estos pueden no haber sido actores, parte ac- tiva en el proceso; basta con que en conjunto presten ambiente de receptividad general al bien de que se tra te. En otros términos, que el hecho no resulte, en el con- senso social, exético, llamativo, anacrénico. Si al hacer, pensar, creer, sentir, cantar no se suscita en los demds extrafieza, rechazo, burla, desprecio, incomprensién en el sentido social, se trata de un fenémeno colectivizado. Todos lo sienten como propio, como natural, como. pe vigentefen ese lugar y en un momento dado. Para que Seismcde ponte ots puletiow de lav oorenderas sean fendmenos folkléricos no es preciso, desde luego, que todos los miembros de la comunidad sean domadores o curanderos. .. Su vigencia social significa que el grupo los considera incorporados a su patrimonio tradicional, del que todos, por lo tanto, se sienten coparticipes, aun- que no intervengan personalmente en su expresién. Esto trae como consecuencia que cada uno siente la- tir en si, como en potencia, el derecho a introducir al- guna variante en Ja forma consagrada, El ejercicio de este derecho esta limitado por el concepto predominante en los grupos populares que valoran y prestigian lo he- redado y consabido, velando por su integridad, por su estilo, por su caracter. De ahi que la reaccién colectiva tienda més bien a proscribir que a prohijar las noveda: des, maxime si son desorbitadas. Esta actitud, a la vez que fundamenta la llamada “ley de autocorreccién” (enunciada por Walter Anderson), explica que la vida ll 4 / { tradicional del folklore se manifieste en variantes, sin cesar renovadas. No obstante lo cual, versiones anti- quisimas mantienen a través de los siglos los rasgos que las hacen inconfundibles y tnicas: pese a la infinita variedad de detalles, son perfectamente reconocibles los viejos romances espafioles, ya se recojan entre los se- fardies de los Balcanes, ya en Africa del Norte, ya en cualquier punto de América; los cuentos de Caperucita Roja o de Cenicienta, extendidos a los cinco continentes, repetidos en muchas lenguas, son reconocidos por todos, pese a que nadie se siente constrefido a respetar una versién tinica. La creacién originaria ha sido desde luego individual; pero en el curso del proceso, cada cantor o narrador se siente intérprete de un repertorio que la me: motia de los integrantes del grupo atesora, consideran- dolo como propio. Las variantes, las refundiciones, 1a reelaboracién del tema consabido mantienen la estruc- tura, la fisonomia fundamental, aunque los renovados matices atestiguan la intervencién de muchos narradores, de muchos verdaderos poetas (aunque anénimos) en el curso de las generaciones. Por lo tanto, el material reco- gido en el seno de una comunidad popular cualquiera representa una obra sutilmente colectiva y en este senti- do no es un despropésito hablar del pueblo, genérica- mente, como verdadero creador del folklore. (Pero si seria absurdo pensar en la creacién simultanea y colec- tiva, al conjuro del “espiritu del pueblo”. ) 2) En consecuencia, un segundo rasgo caracteriza los fenédmenos folkléricos: (el de se i de expresién espontdnea de una_ previa asi - lectiva por el “folk”. Como corolario, que aqui sdlo sefialaré de paso, cabe 12 t \ | | | | | i | hacer notar que no deben confundirse con instituciones y estructuras oficiales, de cardcter politico, juridico, econémico, etc., incorporadas a la vida del pueblo, a la cual a veces rigen y condicionan, como el gobierno municipal, la escuela, 1a policta, la iglesia, las oficinas administrativas, etc. Aunque los miembros del “folk” las integren, ejerzan o representen, no pueden, por su propia esencia, ser folkléricas. Tampoco se deben confundir con manifestaciones ocasionalmente popwlarizadas (no populares en aquel sentido), como una cancién o una danza en boga, los caprichos de la moda, los dichos y chistes de actualidad. Su vigencia pasajera, su falta de arraigo muestran que el pueblo ha sido temporariamente un medio fugaz de di- fusién, pero no el artifice concienzudo que selecciona, reelabora y asimila un bien cualquiera. 3En virtud de qué trayectoria cultural un nuevo ele- mento logra esa incorporacién al patrimonio tradicional de la comunidad? “Si observiramos un ambiente popu- lar tipico: pueblecito remoto, aldehuela aislada, caserio disperso, comprobarlamos que la menor porcién de su vida colectiva es la sometida a los moldes rigidos y uni- formizadores de lo cinstitucionalizado oficial> (Corgani- zacién politica, juridica, econémica, administrativa, etc.). Frente a estos casos cada individuo en desarrollo, por el contrario, se compenetra de todo el saber del gru- po escuchando sus conversaciones y asimilando sus téc- nicas; le basta parar mientes en lo que a su alrededor ocurre. Las ideas bisicas, los valores de la cultura y las pautas para su conducta social se le presentan en térmi- nos sencillos y accesibles con slo observar lo que todas 13 las personas normales creen 0 cémo cada cual reacciona: ante determinadas situaciones. “Desde luego no hay aqui erudicién ni saber libresco; falta la teorfa pura, la doctrina abstracta, el sistema inte- lectualizado; todo se edifica sobre la base de la expe- riencia, inductivamente, y no a través de un conocimien- to légico, sistematico, causal y cierto de los fendmenos. Hasta las més complicadas formas resultan de la equi- librada suma de experiencias que afiaden, quitan, pu- len, innovan o restauran la herencia comin. El producto es, por fin, la exteriorizacién de un intimo proceso en- cauzado por los criterios tradicionales, el medio natu- tal, los impulsos psiquicos, las necesidades funcionales. Asi, una larga germinacién se abre, al cabo, en flor de belleza o se brinda en fruto de sabiduria.” (*) En este sentido digo (y serfa_el tercer rasgo) que los fenémenos folkléricos son empiricos, esponténeos, no institucionalizados. m cuanto a los medios de trasmisién de los bienes en el 4mbito de la cultura popular, no son los caracte- risticos de las sociedades civilizadas contempordneas: libro, periddico, radiotelefonia, cinematdgrafo, televi- sién. En aquel ambiente “la difusién se logra merced ala palabra hablada, coloquial, directa. Por eso se dice con verdad que la trasmisién folklérica es oral, dando convencionalmente al término un sentido muy lato: se basa en la palabra, pero subrayada y a veces sustituida por el acto mismo, por el manipuleo que se aprende practicando, por el gesto que complementa o refuerza, G@) A, R. Cortazar, Qué es el folklore; planteo » respuesta con especial referencia a 10 ergentino y americano, p. 40. Buenos Aires, Lajouane, 1954, 14 negativa, porque se prescinde cominmente de la escritu- ta. En fin, el acervo cultural, que no por ser empfrico es endeble ni torpe, pasa asf, por la palabra, el ejemplo, Ja imitacién, a enriquecer los espfritus que inician su so- cializacién en el acotado ambiente de la aldea”. (*) i) a iat sl enaro singe diferensiador:_loefendmenos olkI6ricos son orales, dando a esta palabra un valor con- Vencional muy lato, que eguivale a no escrito, a no ad- itido a través de procesos institucionalizados yp siste- méticos de ensehanza endizaje. facias a su experiencia, el pueblo va asimilando nue- vos elementos que enriquecen el patrimonio tradicional. La intercomunicacién, cada dia més frecuente, con los centros urbanos irradiantes, los medios de difusién pro- gresivamente mds activos y variados, la corriente de trans- culturaciones de mis en més caudalosa multiplican las posibilidades de eleccién; pero el “folk”, mientras man- tenga su condicién de tal, en tanto no haya desnatura- lizado su cardcter, es muy parsimonioso en la eleccién. No acoge indiscriminadamente cuanto a su conocimien- to llega. Sélo acepta y progresivamente asimila aquellos elementos en los que descubre aptitud para satisfacer “necesidades” colectivas del grupo, ya de indole biolé- gica (alimentarse, vestirse), ya juridica o estética (re- particién hereditaria, decoracién o danza), ya mégica o religiosa. A diferencia de lo que ocurre en ambientes ) refinados, el “folk” se muestra muy cauto y sobrio en Ia eleccién de los medios que considera adecuados para sa- tisfaccién de esas necesidades. Se abstiene tanto de la duplicacién o de la heterogeneidad intitiles como del re- (@)° Ibid, p. 40. | por el ejemplo expresivo aunque mudo, Dicho en forma finamiento superfluo; también el artificio petulante, la singuralidad caprichosa, precisamente por lo que tienen de individualismo exacerbado, quedan al margen de la aceptacién general del pueblo. Cuando, por el contrario, esta aceptacién se va gene- ralizando y llega el bien a incorporarse al patrimonio comtin, es porque ha probado su aptitud para satis- facer alguna necesidad colectiva. Utilizando un tecni- cismo etnoldgico, llamo “funcién”, en este sentido, a la satisfaccién de necesidades del “folk”. En consecuencia, el folklore es siempre funcional tt Comunidad. EI pueblo se desembaraza o deja “pasar sin aceptarlos aquellos “pesos muertos”, aquellos elementos que hayan perdido o no hayan llegado a ad- quirir una “funcién” en la existencia del grupo, Y cuan- do esta funcién, por el contrario, se cumple, es decir, cuando un elemento cualquiera (comida o vivienda, mi- to o cancién) demuestra aptitud para satisfacer necesi- dades de la comunidad, queda por esto mismo engrana- do en el contexto de 1a cultura del grupo, a la cual in- tegra orgdnicamente, vitalmente. De allf que para definir, comprender e interpretar el valor o papel de cualquier fenémeno folklérico, haya que analizarlo, observarlo cuidadosamente como parte del conjunto, y no como manifestacién aislada, auténo- ma, suficiente por sf misma. Todos los elementos inte- grantes del folklore de una determinada comunidad se amalgaman en unidad superior y funcional que no ad- mite desgajamientos incomprensivos que atentan contra su naturaleza o tronchan su armoniosa realidad, Por esta condicién de satisfacer necesidades de los gru- Se pos populares, matizandose, por una parte, de tonalida- des tipicas determinadas por la tradicién y por el am- biente regional, y, por otra, correlacionéndose entre si en trabaz6n inextricable, los fenémenos folkléricos son 5) esencialmente funcionales. (Y éste es el quinto rasgo. ) Para lograr Ia plenitud de Ia condicién folklorica fal- tarla otra etapa esencial: el arraigo popular a través del __tiempo. No es suficiente"que un Bien se incorpore oca- sionalmente al patrimonio cultural del grupo: es menes- ter que integre la herencia social que Jos miembros de una generacién trasmiten a otra, en sucesién indefinida. EI fendémeno folklérico se configura cuando _concu- fa horizontal de su colectivizacion empirica entre los com- ‘ponentes de una comunidad en un momento dado, y la ma etapa es la cion. Si consideramos, por ejemplo, una cancién que por cua quier circunstancia fa- vorable se difunde en el pueblo y llega a adquirir vigen- cia en el grupo social, no creo que por ¢so sélo sea justificado que la lamemos folklérica. Puede tratarse de una popularizacién fugaz y no de una verdadera asimi- lacién perdurable. Serd, si se quiere, un fenémeno “en estado naciente”, mas para que Ilegue a la plenitud ha- br4 que aguardar la etapa de tradicionalizacién, es decir, comprobar sus condiciones de viabilidad. Para que aquella trasmisién de legados culturales con- figure, a lo largo del tiempo, una tradicién, se presupone, ademés, la existencia de un reconocimiento colectivo (expreso o ticito) de la eficacia de ésta, una refirma- cién de su excelencia, una aceptacién de su prestigio. Su propia venerable estabilidad, capaz de adaptarse 17 ined 7 mesuradamente, sin embargo, a los cambios de las so- ciedades modernas, sirve de base a ideales de vida y a concepciones del mundo muy caros a las comunidades del tipo “folk”. Por otra parte, desde Thoms en adelante, se consi- deré que uno de los rasgos mds definidores del material que la ciencia en esbozo estudiarfa, era precisamente el ser como una persistencia del pasado mds o menos re- moto en Ja cultura popular actual. Esto no quiere decir que esa tradicién sea en todas las épocas reconocida unanimemente y que siempre haya dejado huellas, vestigios, documentos. La falta de éstos no significa, desde luego, la inexistencia de aquélla. El eclipse, durante ciertos periodos, de un fendmeno fol- Elético (por lo tanto tradicional) ha sido comprobado més de una vez por la investigacién cientifica. La mds rotunda demostracién, en el caso de los romances espa- fioles, se debe a Ramén Menéndez Pidal. Sus conclu- siones exceden el caso particular estudiado por el maes- tro y refirman las obtenidas, en otros campos, por la ciencia folklérica (*). He dicho que el folklore es popular y funcional, que integra org4nicamente la vide del pueblo; pues bien: éste incorpora también a su vida actual ese pasado, que sobrevive en la memoria colectiva, no como simple re- cuerdo de algo ocurrido y concluso en una época cual- quiera, sino como tradicién, como elemento provenien- te de un pretérito indeterminado, pero vigente hoy en las preferencias colectivas, en los ideales comunes, en ()_ Ramén Menéndez Pidal, Romancero hispdnico, t. 2, p. 361- 362, Madrid, Espasa-Calpe, 1953. 18 ae ee las costumbres, en las normas consuetudinarias. Esa tra- dicién rige a su vez los actos, establece pautas de con- ducta colectiva. Por lo cual es evidente que la tradicién no es yerto pasado, no sdlo existe por ser pretérito (como ocurre con la historia), sino que nutre las conciencias de los hombres de hoy y, en una palabra, integra fun- cionalmente la vida del pueblo. Confirmando lo antes dicho: si la tradicién es folklé- rica, es funcional y, por lo tanto, actuante, vigente en la cultura actual de las comunidades populares de tipo “folk”. Esta perduracién indefinida, que suele ser secular y no pocas veces milenaria, que se mantiene a través de pueblos, lenguas, civilizaciones y Ambitos geogrificos distantes y disimiles es uno de los mis poderosos atrac- tivos del folklore y en ciertos casos se presenta como un verdadero prodigio. r(lf El sexto rasgo nos muestra, por lo tanto, que los fendmenos folkléricos son tradicionales, Tal circunstancia favorece el olvido de los nombres de los iniciadores del proceso, sean artistas o maestros de danza, héroes o inventores, hechiceros o principes. La anonimia va borrando los rastros. Pero no sélo por obra del tiempo. El pueblo mismo, al incorporar cada nuevo bien a su cultura, prescinde del nombre del crea dor porque considera que el acervo espiritual es colec- tivo, M4s atin: se despreocupa del autor individual puesto que (segiin ya dije) cada miembro del “folk”, cada intérprete de un fendmeno folklérico se ve a si mismo como coparticipe de una herencia comin y no concebirfa el respeto individualista de nuestra civiliza- cién por los “derechos de autor”, La consecuencia es 19 que al finalizar la trayectoria los fendmenos folkiéricos (y éste es el séptimo rasgo) resulian andnimos, Hasta ahora he considerado relacionados con los aspectos sociales y temporales del proceso de folklo- tizacién. En iltimo término, aludiré brevemente al fac- tor geografico, vale decir, a la influencia del medio na- tural, Es particularmente importante, dadas algunas de las caracteristicas de los grupos de tipo “folk”. Su pre- ferente localizacién marginal, con respecto a las grandes cindades y a las zonas de intenso trafago, de vida cos- mopolita ¢ industrializacién creciente, los pone en con- tacto mas inmediato y estrecho con la naturaleza, Ella condiciona algunas de las manifestaciones folkléricas més tipicas, como la vivienda, la indumentaria, la alimenta- cién, los transportes, las actividades laborales, las técni- cas agropecuarias y hasta las artesanias. La naturaleza circundante, con la que el grupo “folk” tipico vive en {ntimo contacto, forma con éste y su cultura tradiciona- lizada un complejo en el que la influencia geografica tiene papel decisivo. No creo que Ilegue a ser “determi- nante”, pero sin duda contribuye a configurar la fisono- mia inconfundible de cada conglomerado folklérico. Los 'géneros de vida, dice un gedgrafo de la autoridad de Federico A. Daus, son “modalidades por las cuales los pueblos que viven en contacto con la naturaleza logran obtener de ella su sustento” (+). Baséndome en el mis- mo autor, diria por mi parte que dmbito folklérico es la regién o area del territorio cuyos habitantes conservan tradicional y anénimamente un legado de cultura (es- (1) Federico A. Daus, Geograffla » unidad argentina, p. 223. Bue- nos Aires, Nova, 1957. 20 —— eto a ea FM ee piritual y material), por lo cual poseen conciencia de su individualidad. Be Ee eat ing El mundo natural circunvecino, que nutre la expe riencia comin, se infiltra en el ambito mental de cada paisano afincado en su terrufio y se trasluce luego en lo que su mente concibe. La animizacién y hasta la deificacién de las montafias y rios, del mar y la selva, que hacen germinar mitos y practicas rituales, leyen- das explicativas e infinidad de comparaciones, im4genes y metaforas del cancionero popular, tienen en el pai- saje su razén de ser. De alli que todo conglomerado folklérico Ileve la impronta del ambiente geogrifico en cuyo seno el “folk” desenvuelve su vida, por lo cual resulta interesante el estudio de lo que he llamado “eco- logia folklérica” (*). Surge de aqui el octavo y ultimo de los rasgos caracterizadores que he procurado puntua- lizar: todo fendmeno folklérico es geogrdficamente loca- lizado, es decir, tiene expresion regional. Al afirmar que el fenémeno folklético es lugarefio y tipico no quiero decir que sea exclusivo del lugar, ni Unico, ni de invencién o de origen local. El pueblo se- lecciona, adopta, adapta y asimila elementos culturales muy diversos y los va armonizando con las exigencias del medio circundante; pero entre esos elementos los hay excelsos por su jerarquia espiritudl, por su mérito artistico o por su milenaria antigiiedad, como los estu- diados por los investigadores en costumbres de campesi- nos y pescadores europeos, cuyo origen se ubica en la protohistorias otros equivalentes han pasado a América @)_ A. R. Cortazir, “Ecologia folklérica”, (En Gaea, Anales de Ja Sociedad Argentina de Estudios Geografices, t. 8, p. 125-139. Buenos Aires, 1947.) a1 en el folklore espafiol, rico en matices musulmanes y hebraicos, con lo cual el remoto Oriente confluye con las caudalosas supervivencias autéctonas en la formacién del folklore americano. Muchos de ellos han navegado en corrientes histéricas por centenares de afios, decan- tandose y acendrdndose en la reiterada tamizacién, Sue- len ser universales y representar lo més puro y perdura- ble de las creaciones del espiritu humano. Para no re- cordar sino un caso, piénsese en la deslumbrante calidad de la poesia del Siglo de Oro hisp4nico, germen de los infinitos cantares (romances, glosas, décimas, coplas)) que hoy entonan los campesinos americanos, Por eso Ia expresién regional del folklore no excluye la difusién ni la trascendencia universal de muchos de los elementos que lo integran. CARACTERIZACION SINTETICA SQUEMATIZANDO, diria que los fenémenos que han cumplido su complejo proceso de folkloriza- cién resultan ser populares (propios de la cultura tradi- cional del “folk”), colectivizados (socialmente vigentes en la comunidad), empiricos, funcionales, tradicionales, anénimos, regionales (geogrificamente localizados) y trasmitidos por medios no escritos ni institucionalizados. Es importante tener en cuenta que al intentar un diag- néstico de un fendmeno para determinar si es o no fol- klérico, se deben hacer jugar todos los criterios enuncia- dos y no reducirse a una confrontacién trunca o arbitra. ria de aquellos rasgos (por ej., tener en cuenta slo la condicién de tradicional, o de popular, o de anénimo, desechando las demés). 22 S{MBOLOS gut se cierra el ciclo que se inicié en las paginas primeras. Espero que, como sintesis, quede la ima- gen de un dindmico proceso cultural a cuyo término el folklore se brinda en noble fruto o en floracién de be- lleza, Esta imagen tan reiterada ha llevado a muchos a proponer el acertado simbolo del drbol. También podria setlo el rio, con lo que expresarfamos, a la vez, una as piracién. Somos, como pueblo, una ininterrumpida co- triente en la historia y en esta continuidad finca nuestra fisonomfa tradicional. Aceptemos el imperative de man- tener nuestro cardcter, pero no anquilosado y yerto, co- mo una momia sagrada y centenaria, sino como algo vi- vo y dinémico; parezcémonos al rio, siempre renovado y siempre idéntico, que mantiene por milenios su confi- guracién en el paisaje, a pesar de los aportes de sus afluentes, y que conserva su ser pese a las variables sus- tancias arrastradas por su corriente. Sea nuestro folklore como el rfo, cuyas aguas no adul- teran su naturaleza aunque se oscurezcan con las sombras de las barrancas © resplandezcan con la luminosidad del cielo: tal como los valores esenciales de la tradicién flu- yen en la historia sin afectarse por la mutacin de tiem- pos transitoriamente borascosos 0 limpidos. Sea nuestro folklore como el rio fecundante, que re- activa la vida propia de las tierras por donde pasa, fa- voreciendo la expresién de sus fuerzas teldiricas, y se ufa- na luego en rendir tributo generoso al mar, Constituya también nuestro folklore estimulo sugerente para el es- piritu de nuestro pueblo; tenga la aptitud de “reactivar 23

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