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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición y discusiones. Happiness:


Concepts, theories, measurement and discussions

Article · April 2017

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Julieth Marcela Gil Quemba Juan Francisco Muñoz


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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición y discusiones

Happiness: Concepts, theories, measurement and discussions

Julieth Marcela Gil Quemba1


Juan Francisco Muñoz Olano2
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Abstract
The paper gives a presentation of the main concepts and theories about human

happiness, from their most outstanding philosophical approaches, to their behavioral

sciences perspectives, such as economics, and mainly, psychology. The discussion focuses

on the problems of measuring happiness, highlighting the need to understand this concept

from various types of experiences, as well as from an experimental research aproximation.

Also, central discussions of the field are made, such as the monetary versus the experiences

value, the irrationality of human decisions, and the need for a vision of happiness that

considers the context of social and evolutionary influences.

Key words: Happiness, psychology, decision making, meassurement, irracionality.

1
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Correo
julieth.gil01@uptc.edu.co.
2
Docente ocasional del programa de Psicología de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Correo juan.munoz04@uptc.edu.co.
La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición… Gil & Muñoz, 2017

Resumen

El escrito hace una presentación de los principales conceptos y teorías que sobre la

felicidad humana se han dado desde sus aproximaciones filosóficas más destacadas, hasta

su abordaje desde ciencias que estudian el comportamiento, como la economía, y

principalmente, la psicología. La discusión se centra en los problemas de medición de la

felicidad, donde se resalta la necesidad de entender este concepto desde varios tipos de

experiencias, así como desde una aproximación experimental de investigación. También, se

abordan discusiones centrales del campo, como el valor monetario versus el valor de

experiencias, la irracionalidad de las decisiones humanas, y la necesidad de una visión

sobre la felicidad que considere el contexto de las influencias sociales y evolutivas.

Palabras clave: Felicidad, psicología, toma de decisiones, medición, irracionalidad.

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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición… Gil & Muñoz, 2017

La felicidad es una sensación general de satisfacción con la vida que impregna y

permanece durante períodos de tiempo más largos. Es comúnmente considerada como la

principal forma en que los seres humanos pueden evaluar qué tan bien va su vida; lo feliz

que se siente una persona, es tal vez la pieza única de información que se puede saber

acerca de alguien.

La felicidad también es el fenómeno menos entendido en el mundo, ya que cada

persona tiene la expectativa de encontrar dicha felicidad, no obstante nadie sabe cómo

medirla o definirla con precisión (Gilbert, 2006); de hecho, parece que nadie sabe lo que

realmente es. De aquí que diversos autores planteen un significado diferente de lo que es.

Aristóteles (Trad. 2001) indica que el fin de todas las acciones y determinaciones

del hombre tienen por objetivo algún bien que se desee conseguir. El fin supremo del

hombre es la felicidad. Sin embargo, se dividen las opiniones sobre la naturaleza y esencia

de la felicidad en la vida humana.

Por otra parte, Durán Casas en su artículo “Kant: Moralidad y Felicidad ”,

menciona que Kant, reconoce que la felicidad es "el fin universal de los hombres, esto es,

el fin que todos los hombres persiguen” (Durán-Casas, 2007, p.78). Con ello acepta, o

mejor, constata, lo que ya Aristóteles había concebido con respecto a la felicidad: que la

felicidad es el nombre que se le da a eso que todos los hombres buscan y luchan por

alcanzar. Así, la felicidad en el mundo kantiano no depende del destino ni de los demás, ni

mucho menos de Dios, sino del comportamiento y carácter propio de una persona.

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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición… Gil & Muñoz, 2017

Sin embargo, Alarcón, basado tanto en la filosofía griega, como en los recientes

estudios, define la felicidad como “un estado de satisfacción, más o menos duradero, que

experimenta subjetivamente el individuo en posesión de un bien deseado” (Alarcón, 2009,

p. 262). Así concibe a la felicidad como un sinónimo de satisfacción con la vida.

Por otro lado, Fernández propone que la felicidad es única, si radica en nuestro

interior y poco tiene que ver con la acumulación de bienes (Fernández, 2009). Algo

ampliamente investigado por representantes de la psicología positiva (Seligman, 2002).

Gilbert , define a la felicidad como lo que puede ser interpretado por el cerebro

como “cualquier cosa que haga feliz al ser humano” (Gilbert, 2006, p. 51); el autor propone

que la felicidad es nada más y nada menos una palabra que los seres humanos utilizan para

referir a cualquier cosa que les guste. La palabra es utilizada para indicar al menos tres

experiencias afines, afirma el autor: la felicidad emocional, la felicidad moral y la felicidad

valorativa. La felicidad emocional consiste en un sentimiento, una experiencia, un estado

subjetivo, que no tiene un referente objetivo en el mundo físico; la felicidad moral, indica

un sentimiento muy bueno que solo puede generarse con medios especiales (e.g., vivir de

una forma correcta, ética, valiosa, profunda y enriquecedora). Los griegos definian esta

clase de felicidad como una “buen espíritu” que significa “vida bien vivida”; y por último,

la felicidad valorativa, consistente en los juicios elaborados por cada persona sobre

comparaciones entre experiencias propias, pasadas y recientes (Gilbert, 2006, p.56).

Veenhoven (1991), en su artículo “Is happiness relative?” hace referencia al

concepto de felicidad como el grado en el cual un individuo juzga, en general, la calidad de

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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición… Gil & Muñoz, 2017

su vida en forma favorable, a la larga cristalizado en un punto de vista estable. Así, describe

a la felicidad como una actitud hacia la vida.

Definiciones de la felicidad.

Muchas definiciones representan a la felicidad como un fenómeno afectivo. Por

ejemplo Wessman y Ricks plantearon que: “ La felicidad es como una evaluación global de

la calidad de las propias experiencias individuales, en el camino de sus asuntos

importantes” (Wessman & Ricks, 1966, p. 240).

Otro concepto es expuesto por Kanhneman, quien retoma la famosa definición de

Benthamn (1789), delimitando a la felicidad como la “suma de los placeres y dolores”

(Kanhneman, 2000, p. 2), que amenaza con afectar el balance o equilibrio afectivo. El autor

también propone el concepto de felicidad objetiva. Kanhneman (2000) define a la

“felicidad objetiva” como la verdadera experiencia afectiva que subyace de la evaluación

global de la vida.

La felicidad también se define como la disposición y la actitud positiva que se tiene

hacia la vida. Lieberman escribió, “ en algún punto de la vida, antes incluso de la edad de

18 años, un individuo se orienta a un cierto nivel estable de satisfacción, que dentro de una

gama bastante amplia de circunstancias ambientales, se mantiene durante toda la vida”

(Lieberman, 1970, p. 75).

Veenhoven (2006) menciona que algunas de estas definiciones de este tipo hacen

enfásis en la coherencia de la respuesta afectiva, mientras que otros lo ven más bien como

un sistema de creencias.

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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición… Gil & Muñoz, 2017

Causantes de felicidad.

En los últimos años, se han generado nuevas formas de comprender la relación entre

dinero y sentimientos humanos. Mientras los economistas han examinado los vínculos entre

la utilidad y la felicidad a través de estudios de poblaciones, los psicólogos han investigado

sobre qué realmente hace a cada individuo “feliz”.

Blackman (2014), en su artículo “Can money buy you happiness?”, describe que las

últimas investigaciones sugieren que la riqueza por sí sola no proporciona ninguna garantía

de una buena vida. Lo que realmente importa más que una gran cantidad de dinero, es la

forma de gastarla.

Howell afirma que “las personas creen que las experiencias sólo les proporcionan

una felicidad temporal, pero en realidad éstas proporcionan más felicidad de la esperada y

un valor perdurable” (Howell, 2009, p.519)

Gilovich, Kumar y Jampol (2014) comentan que las personas con frecuencia hacen

cálculos racionales (e.g., si tengo una cantidad de dinero, iré de viaje) relacionados con la

inversión de su dinero. Las personas dicen: -si voy allá, sería genial, pero no tengo tiempo,

y si compro esto, al menos siempre lo tendré-. No obstante, Blackman (2014) plantea que

los seres humanos con el tiempo se adaptan a sus bienes materiales, por adaptación

hedónica, lo que hace que sea tan difícil comprar la felicidad a través de bienes materiales.

También, los seres humanos parecen adquirir más placer anticipando experiencias

que anticipando la compra o adquisición de cosas materiales; las personas que esperan por

una experiencia, normalmente parecen estar emocionadas. En cambio, cuando esperan por

un bien material parecen estar ansiosas e impacientes (Blackman, 2014). Es así como el

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La felicidad: Conceptos, teorías, formas de medición… Gil & Muñoz, 2017

proceso de adaptación hedónica, viene de tomar lo que se da por sentado reduciendo la

velocidad con la que el ser humano tiende a recordarse a sí mismo el porqué valorar las

cosas que posee (Lyubomirsky, Sheldon & Schkade, 2005).

Por otra parte, Dunn (2013) propone que el dinero sí puede comprar la felicidad,

pero sólo si se gasta apropiadamente. En su libro “Happy Money: The Science of Smarter

Spending”, ofrece cinco formas para invertir el dinero, con fines de incrementar la

felicidad. Menciona que el dinero es mejor si se gasta comprando experiencias y tiempo,

más no cosas; por ejemplo, cuando una persona gasta cinco dólares al día, esto podría tener

un profundo efecto en cómo se siente dicha persona.

¿Objetos o experiencias?

¿Las experiencias realmente pueden hacer a las personas más felices que los

objetos?; si los objetos hacen a las personas más felices, éstas recordarían la mayoría de los

regalos que recibieron en su anterior cumpleaños. Sin embargo, los seres humanos tienden

a recordar el contexto alrededor de aquellos regalos, más claramente que la fiesta de

cumpleaños, la noche de navidad, o la cena de San Valentin, entre otros. Es decir, no

recuerdan como tal el regalo, sino, recuerdan la experiencia que ocurrió alrededor del

regalo (Clarck, 2009).

En síntesis, una explicación del porqué las experiencias hacen al ser humano más

feliz, podría radicar en que las personas pueden manipular los recuerdos que tienen de las

experiencias, y de esta manera hacerse más felices. Howell (2009) afirma que los seres

humanos se aburren de los objetos que compran. La novedad de un artículo es finita (i.e., se

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recuerda de seis a doce semanas). Las experiencias, por el contrario, no son tan fugaces, su

recuerdo perdura mucho más tiempo.

Tomando decisiones racionales e irracionales

La teoría de la elección racional (TER) supone que el individuo o agente es quien

maximiza su utilidad o beneficio mientras tiende a reducir los costes o riesgos; así, quien

elige prefiere más de lo bueno y menos de lo que le cause mal. Esta teoría asume que todos

los individuos son egoístas, considerando que cada uno tiene la capacidad racional, el

tiempo y la independencia emocional necesarios para elegir la mejor línea de conducta,

desde su punto de vista. Por tanto, el ser humano es visto como quien se guía racionalmente

por su interés personal, independientemente de la complejidad de la elección que deba

tomar (Rodriguez - Quintana, 2012).

Según la teoría de la utilidad esperada, ante varias alternativas, la persona evalúa la

probabilidad de que ocurra cada una de ellas, mientras le asigna una puntuación en función

de su utilidad ante una situación concreta. La que maximice la utilidad esperada sería la

elección más acertada. Esta sustitución del valor esperado por la utilidad esperada puede

explicar el comportamiento de las personas en juegos de azar o decisiones sobre seguros de

vivienda (Bernoulli, 1954).

Kosslyn y Smith (2008) afirman que economistas y psicólogos descubrieron que

además del valor o la utilidad esperados, en la toma de decisiones tiene importancia la

varianza del juego. La varianza de un juego es el cálculo que describe un intervalo entre

posibles ganancias. La varianza de las preferencias, a veces se denomina actitudes de

riesgo, y difiere de una persona a otra. Algunas personas prefieren juegos con intervalos

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pequeños entre las posibles ganancias. Otras personas eligen juegos con alta varianza, con

posibles ganancias y pérdidas de mayor magnitud.

Midiendo la felicidad

En el último par de décadas, hemos visto la aparición de las llamadas medidas

subjetivas de bienestar, diseñadas para reflejar el grado en que una persona es feliz, está

satisfecha, u otros conceptos similares. A diferencia de las medidas económicas más

ampliamente utilizadas, basadas en los datos sobre la renta, las transacciones de mercado y

similares, las medidas subjetivas se basan en respuestas a preguntas tales como: "Tomando

las cosas en conjuto, ¿cómo diría que las cosas son en estos días? Diría que ¿está muy feliz,

bastante feliz, o no muy feliz en estos días? " (Gurin, Veroff & Feld, 1960, p. 411 ). Hoy en

día las medidas subjetivas suelen presentarse como alternativas, e incluso mejoras respecto

a las medidas económicas tradicionales.

Krantz (1991) describe que, hay dos enfoques para la medición en las ciencias

sociales y del comportamiento: “El primero, determinado por un enfoque psicométrico,

introduciendo variables latentes (i.e., no observables) para explicar los tipos de

comportamiento; el segundo, trata la representación númerica de los tipos de

comportamiento” (Krantz, 1991, p. 2). Los psicólogos han explorado varios métodos para

medir características individuales y como resultado de esos esfuerzos, los primeros

psicólogos de la personalidad se convencieron que eran capacaces de medir dichas

características (McAdams, 2001).

Un tema central en el enfoque psicométrico que tiene la psicología de la

personalidad para lograr medir la felicidad, es la confiabilidad. Kline propone que la

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medida de confiabilidad significa que "sin una variación, independientemente de cuándo se

realice la medición o quién haga la medida, la única condición es que el individuo (i.e., la

persona que toma la medida) sea cuerdo, esté en posesión de todas sus facultades y esté

entrenado para utilizar el instrumento " (Kline, 1998, p. 26).

De hecho, hay una gran cantidad de argumentos que suponen que las medidas

subjetivas de bienestar y felicidad son adecuadas (Diener, Lucas, & Shigehiro, 2002). Sin

embargo, el enfoque psicométrico no explica la motivación en lo absoluto, algo que

conlleva a no poder dar respuestas concretas sobre cómo se maximiza la felicidad,

empleando particularmente medidas subjetivas de bienestar. Otro problema adicional de la

medición de la felicidad, estriba en que usualmente se supone que la introspección es un

método fiable para evaluar el propio grado de felicidad. Por lo que se refiere a los

individuos, los auto-informes psicológicos pueden también estar basados en la observación

cuidadosa de su propio comportamiento, aunque fallen en revelar el verdadero estado de

felicidad sentido (Angner, 2013).

Por tanto, es de resaltar que la felicidad no sólo se puede medir por medio del

enfoque psicométrico, sino que de hecho requiere de una aproximación experimental. Fue

el caso del estudio realizado por Glimcher (2003), donde se evidenció existen regiones del

cerebro en las que hay actividad neural relacionada con la ejecución de los cálculos

prescritos por el modelo de utilidad esperada. Mediante registros unicelulares en cerebros

primates, se decubrieron neuronas localizadas en la región lateral inferior de la corteza

parietal cuya actvidad corresponde con la probabilidad y manginitud de la recompensa

(Kosslyn & Smith, 2008).

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Glimcher encontró entonces los mecanismos neurales que pudieran realizar cálculos

de utilidad. En sus experimentos, un primate aprendió a mover los ojos a la derecha o a la

izquierda, siguiendo una señal de color que indicaba qué dirección era probable que se

recompensara con un sorbo de zumo. El primate aprendía a predecir la probabilidad de

recibir una recompensa y la cantidad de la misma. Así, los resultados demostaron que

habían neuronas individuales dentro de la corteza parietal cuya actividad antes del

resultado, seguía los cambios de probabilidad y la magnitud de la recompensa,

contemplando un intervalo de valores (Platt & Glimcher, 1999).

El principal problema con las medidas psicométricas es su tendencia a centrar la

medida en valorar situaciones que no se han experimentado. Son ejemplos, si las

valoraciones de algunos estados de salud (i.e., la discapacidad o los relativos a

enfermedades crónicas) son menores que las realizadas por las personas que viven la

enfermedad. Dolan y Peasgood (2008) han debatido si las valoraciones relevantes deberían

ser las de quienes conocen la situación de primera mano (e.g., los pacientes) y no las de

quienes sólo están valorando situaciones hipotéticas (e.g., la población general). Importante

además como Bradford y Dolan (2010) resaltaron que las personas se acomodan a la

mayoría de las nuevas situaciones, sean buenas o malas.

En un experimento de Redelmeier y Kahneman (1996) se sometió a pacientes a dos

tipos de examen doloroso (colonoscopia) y se les pidió que señalaran la intensidad del dolor

que sentían en cada momento. Los dos procedimientos tenían un nivel similar de malestar

máximo, pero en uno de ellos, la sesión terminaba rápidamente, mientras que en el otro, la

sesión se prolongaba un poco más. De resaltar, que aunque la cantidad total de dolor en el

segundo procedimiento era mayor, se había agregado un período de bajo sufrimiento al

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final de este procedimiento. Los resultados mostraron que cuando se les preguntaba a las

personas cuál había sido el procedimiento que les había causado mayor malestar, señalaban

el primero y no el segundo.

Este y otros experimentos muestran que la felicidad o el dolor dependen del

momento de mayor intensidad y del final de la experiencia. Es decir que no dependen de la

duración objetiva de la experiencia.

Discusión y conclusiones

Sobre la felicidad se han dicho y escrito muchas cosas, y esto no es extraño porque

es posible que el deseo de felicidad esté aferrado en lo más profundo de la motivación

humana. Desde la antigüedad la felicidad se ha asociado tanto con aspectos como la

cobertura de las necesidades básicas, como con otras formas complementarias. Para

Aristóteles (Trad. 2001) la felicidad era el fin último de todo hombre, y no solo la

satisfacción de los placeres. Para el sabio estagirita, el hombre debía dedicarse también a la

acción política y a la contemplación, y así alcanzar la tan anhelada felicidad. “Todo ser

humano desea, por naturaleza, ser feliz, este deseo es universal, ahora y antes; aquí y allá”

(Aristóteles, Trad. 2001, p 150).

Empero, las discusiones sobre la felicidad, sus conceptos y teorías, muestran que es

muy diferente decir que se es feliz, a conocer el modo para afirmar que la vida es feliz. Al

parecer no disponemos de una fórmula evidente. Tampoco existen fármacos, ni terapias

ultramodernas que garanticen esa tranquilidad del alma que los estoicos llamaron felicidad.

Para clarificar un poco, vale retomar a Punset (2005), cuando explica por qué razón

el equilibrio (i.e., unos le llaman tranquilidad, otros paz interior) genera felicidad: porque
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bloquea, controla y dirige nuestros conductores neurológicos de malestar (Punset, 2005,

p.185). Por otro lado, Gilbert (2006) menciona que en la medida en que aceptemos

experiencias que no podemos cambiar, tal vez podamos experimentar mayores niveles de

felicidad moral y valorativa. Y es que Gilbert plantea en su libro Tropezando con la

felicidad, que la felicidad no se busca, ni se persigue, ni se conquista; con la felicidad

parece ser que se tropieza.

El cambio en la vida, parece lo más constante. Cambiamos muy rápido en nuestros

intereses. Quién somos cuando obtenemos una cosa, puede ya no ser exactamente “la

misma persona” que la deseó. También parecer ser posible, que lo más temido casi nunca

es tan terrible como se imaginaba, y que una mayoría muy considerable de las personas que

sufren experiencias pavorosas acaban recuperándose de ellas más allá de sus expectativas

iniciales (Punset, 2005). Podría entonces ser que las emociones y las valoraciones emplean

una suerte de regulador que nos mantiene a salvo de las sensaciones extremas. El cerebro

tiene un cierto sistema inmunológico-psicológico (i.e., término metafórico) para auto

engañarnos y hacernos cambiar fácilmente la forma de ver las cosas, con el objetivo de

superar las decepciones y seguir adelante. En tanto al cerebro no le interesa la verdad u

objetividad de una experiencia, sino sobrevivir a la misma de la mejor manera posible

(Gilbert, 2006).

Las causas de felicidad son variables y difíciles de predecir. En la encuesta de

Gallup (2016) se analizaron variaciones en los sentimientos de las personas, conforme

variaban sus ingresos. Si bien los resultados mostraron que por debajo de unos ingresos de

US$60.000 al año, la gente afirmaba ser infeliz, se hizo evidente que el dinero no compra

la felicidad de nuestras experiencias en tanto que personas con mayores ingresos no

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reportaban mayores niveles de felicidad conforme aumentaban progresivamente sus

recursos financieros. No obstante, la falta de dinero produce miseria y pobreza, medibles

con precisión. Se podría afirmar, entonces, que el dinero sí compra la felicidad, cuando se

invierte en experiencias y recuerdos gratos sobre estas. No obstante, el dinero parece no

generar felicidad cuando se invierte en objetos materiales, que solo desprecian su valor real.

Los conceptos teóricos sobre la felicidad también han cambiado. La TER explica el

comportamiento de las personas a partir de la maximización de la utilidad. Esta teoría,

basada en elementos subjetivos, incluyó elementos personales en el análisis. Sin embargo,

el uso del concepto tradicional de utilidad ha sido criticado desde diferentes puntos de vista,

entendido como una maximización. Así, las investigaciones actuales, en lugar de pensar en

función únicamente de la utilidad de una decisión, se preguntan por qué tan satisfechos o

felices dicen estar las personas. Esta tendencia ha marcado una diferencia con la mayoría de

los trabajos que antes se realizaban y estaban basados en la utilidad, llevando a considerar

la influencia de ambientes probabilísticos y de riesgo en la toma de decisiones.

Importante también resaltar que la subjetividad en la toma de decisiones también es

afectada por el contexto social y sus modelos mentales, que evidencian un obstáculo más

hacia la racionalidad, pues el contexto en el que se enmarcan las opciones genera un

cambio de preferencias. A este fenómeno se le denomina el efecto marco, consistente en el

cambio de valoración de las opciones por su forma de presentación: “Maneras diferentes de

presentar una información provocan emociones diferentes” (Kahneman, 2014, p. 120).

Entonces, ¿Es posible medir la felicidad? La medición de la felicidad ha

representado varias dificultades, presentes en múltiples estudios. A continuación, se

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discuten dos dificultades principales: Primero, se ha intentado asociar la felicidad con

variables de personalidad. No obstante, los cuestionarios de auto informe que se usan para

medir la personalidad no suelen reflejar los sentimientos de las personas, impidiendo

cuantificar con certeza la felicidad; y segundo, otro gran problema ha consistido en que las

personas se sientan intimidadas o presionadas por el encuestador y no respondan

sinceramente a las preguntas.

Con los avances de la tecnología pueden probarse experimentos que aporten

soluciones prácticas a los problemas más relevantes del estudio de la felicidad humana: Por

ejemplo, medir el impacto de las relaciones sociales, así como de la influencia del contexto

en las decisiones de las personas. Teniendo además en cuenta el carácter impulsivo de la

toma decisiones, que hace aún más difícil estimar sus costes y beneficios.

No obstante, es importante finalizar este escrito con una reflexión. Los seres

humanos somos increíblemente capaces de cambiar nuestro punto de vista sobre el mundo,

para que nos haga sentir mejor respecto a lo que vivimos. Y es que, parece ser que son

pocas las veces en que somos conscientes de hacerlo, cuando notamos que modificamos los

hechos, alterando la realidad, para sentirnos mejor; es como si tuviéramos un escudo que

nos protege de “los golpes y dardos de la perversa fortuna” (Gilbert, 2006, p.86). Si

creemos que nos enfrentamos al futuro sin contar con un aliado, en efecto parece que

tenemos en nuestro cerebro a uno, un amigo, un ayudante, que en caso de que algo negativo

nos suceda en el futuro, nos ayudará a sobrellevarlo, plantea Gilbert (2006). La medición de

la felicidad sigue entonces siendo un campo abierto a probar metodologías y teorías, que

sean dinámicas, y permitan la prueba empírica de un concepto que, aunque subjetivo,

parece describir con precisión y profundidad, la cualidad de la vida humana.

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