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Dejé Pars, sin un dolor, sin una ligrima. Mis veinte ‘thos de Pars, que yo creia que eran unas manos de hierro ‘que tne eujetaban al solar luteciano, dejaron libre ‘mi corazon. Cretlorar y no lor. RUnEN Darto, La vida de Rubést Dario por él mismo {1912} El despliegue de nuestras veinte banderas de la Unién Paname~ vicana de Washington deberiamos verlo como una burla de enemigos habiles Sin embargo, nos ufanansos, cada uno, de nuestro bumilde trapo, que dice ilusiom van, ni siquiera nos ruboriza el becho de nuestra discordia delante de la fuerte unién norteamericana. No advertimos el con- taste de la unidad sajona frente a la anarguia y soledad de los escudos iberoamericanos... Jost. Vasconcei0s, La raza eésmica (1925) De CALIBAN A ProsPERO* 1, El ocaso de la Bella Epoca y el transito hacia lo que estamos dando en llamar los Afios Locos, no era solo, por supuesto, una mucanza en la relacién de lasélites con el centro y los suburbios, sino, primordialmente, tun desplazamiento de polos de modernidad y de formas civilizadoras asociadas, Se enmarcaban todos esos signos en los cambiantes bastido- res geopoliticos antecedentes a la Primera Guerra Mundial (1914-18), asi como en la tramoya subsiguiente, Ademds de la activaci6n de la doctrina Monroe propiciada por Estados Unidos desde finales del siglo XIX, seguida del ya referido expansionismo de McKinley y Roosevelt en el Caribe, el relevo gringo en el fracasado proyecto de Ferdinand de Lesseps (1805-94) para el canal de Panamé, finalmente atravesado por vez primera en 1914, consolidaron todos la tutela del Coloso del Norte en Latinoamérica al inicio de la Gran Guerra. Elensayista ecuatoriano Juan Montalvo (1833-89), cuyo liberalis- ‘mo roméntico y afrancesado lo ha hecho pasar tradicionalmente por 7” Pasajes de esa seccin y algunas de las siguientes fueron incluidos ene capitulo A. Almandox, «De Caliban a Prospero...». 2 Véase supra «A la sombra del coloso». MopERnizaciOn unnana EN Awfinica Larina, precursor del arielismo, habfa empero exhortado al continente, en los afios de la doctrina Monroe cuando la empresa del canal era empufiada por los gringos, a aliarse «con los Estados Unidos y trabajar con ellos en esa obra. Asi debe ser, y tan asi que lo contrario serfa faltar al ame- ricanismo (...). Los europeos nos quieren para esclavos, con los ameri- canos seriamos ciudadanos». Era este, como bien ha sefialado Arturo ‘Andrés Roig, un premonitorio planteamiento contra el colonialisma europeo al tiempo que en pro del venidero arielismo, «pero sin la dosis de desconfianza respecto de la cultura norteamericana que hay en Rod6 y sin la denuncia del imperialismo yanqui que hay en Rubén Darfo».? Incluso en Colombia, despojada de Panamé después de la Gue- ra de los Mil Dias (1899-1902), los gringos fueron logrando una penetracién y modernizacién en el sector econémico y financiero que alcanzaria su cispide con la Hegada de la misin Kemmerer en 1921, abocada a crear el Banco de la Reptiblica y la Superintendencia Ban- aria. Habiendo recibido una indemnizacién de 25 millones de délares por la pérdida de la otrora provincia en el istmo, tal reforma aceler6 Ja asi llamada «Danza de los Millones», cuya bonanza hasta la Gran Depresidn fue en buena medida posibil version norteamericana en la economia neogranadina, que pas6 de 4 millones de délares en 1913 a 280 millones en el 29.* En los vecinos, mientras tanto, la tutela geopolitica afirmada con la inauguracién co- mercial del canal en 1920, fue respaldada con el flujo de empréstitos y cl establecimiento de empresas estadounidenses, emblematizadas por Ja United Fruit Company en paises de Centroamérica, asf como con las ‘compaiiias mineras en otras rep iblicas latinoamericanas, incluyendo las rada por la penetracién de in- 3 Arturo Andrés Roig, HI pensamiento social de Juan Montalvo. Sus lecciones ‘al pueblo (1984), Quito: Universidad Andina Simén Bolivar, Subsede Eeuador, Corporacién Eaitora Nacional, 1995, pp. 75, 775 la cita de Montalvo esta romada del texto de Roit + Javier Ocampo Lépex, Historia bsica de Colombia (1994). Bogoti: Plaza & ‘Tanés, 2007, pp. 274-275, 279, Tal como resume A. M. Sudre2 Mayorga, La ‘iudad de los elegidas....p. 51: «La definicibn de un régimen regulador de la actividad borsétil estatal, manifescada en la creaciGn del Banco dela Republica yy dela Superintendencia Bancaria, senté as bases delo que posteriormente seria |a ‘Danza de los Millones’ o de la‘Prosperidad al Debe’, como se le denomin6 alacelerado desarrollo que sufrié el pais entre 1925 y 1929 como resultado de Ia entrada de mas de doscientos millones de dates al erario nacional por con: cepto de la mejoria en fa relacin de los precios internacionales los empréstitos para obras piiblicas y los pagos por la pérdida de Panam... (Captruno IV: MASIFICACION, URBANISMO ¥ PLANES MANIPIESTOS petroleras en México y Venezuela.’ Los intereses de compaiiias como la Standard Oil llevaron a mejoramientos de infraestructura y campaiias contra la fiebre amarilla y ln malaria promovidas por el Instituto y la Fundacién Rockefeller desde 1910. Operando como una penetrante diplomacia de blanco ejecutada por legiones de médicos y enfermeras, esta participaci6n privada complet6 el protagonismo que en materia sanitaria y técnica venfan adquiriendo los Fstados Unidos desde las ya mencionadas Conferencias Interamericanas de comienzos del siglo XX. En el terreno politico, ademas del fracaso de la reaccién liderada por Huerta y apoyada por Washington para contrarrestar la Revolucién ‘mexicana, reveses de las intervenciones en la cuenca caribefia hicieron que el gobierno norteamericano, bajo presién de la opinién piiblica nacional, moderara su expansionismo en la regién. Asi por ejemplo, después de las intervenciones en Repiblica Dominicana (1905) y Ni- caragua (1912), las fuerzas estadounidenses se retiraron de ambas, en cl segundo caso repelidas por el movimiento de resistencia encabezado por Augusto César Sandino (1895-1934). La soberanfa de los paises ccentroamericanos terminé siendo reconocida por Estados Unidos en la Gonferencia Panamericana de Washington en 1923.7 Soportada por el andamiaje econémico y diplomético, fue sobre todo la Primera Guerra Mundial la que completé el viraje iniciado por Jos latinoamericanos al buscar en Estados Unidos el adelanto médico y ‘éenico recibido antes de Europa, De alli result6 «un mejor conocimiento yun sincero carifio y admiraci6n por las instituciones y métodos ameri- anos», tal como reportara Purl Lord Bell (1886-19302), comisionado comercial de Washington en Caracas, en un informe diplomético a comienzos dela década de 1920." M, Carmagauni, Bl otro Occidente.., p. 336, proporciona cifras inteesantes en este sentir eLas finanzasestadounidenses ineenivan este proceso de ro- dernizacin aprobando nuevos emprésttos: entre 1914 y 1929 éstos aumentan répidamente, pasando de 365.6 a 723.9 millones de délares, que representan casi tecia de las inversiones estadounidenses en el subcontinent Este nuevo ‘ilo suponeen efecto, una [sic] notable aumento de a actividad de los Estados Unidos en le agricultuza tropical en la produecién minera, en el petréleo yen Ja industeia manufaceureralatineamericans...s © Conferencias Internacionales Americans, 1938, 1, p. 24; C. M. Wilson, Ambassador: in White. pp. 16, 326; Ricardo Archila, Historia de la Sanidad ‘en Venezuela. 2 8, Caracas: Imprenta Nacional, 1955, ¢, pp. 180-184. Vease supra «Reforma higinica y habitacional>, 7 Véase en este sentido M. Carmagnani, El otro Occidente... pp. 205-206 Purl Lord Bell, Venezuela, Commercial and Industrial Handbook, With a Chapter on the Dutch West Indies. Washingron: Department of Commerce, MODERNIZACION URBANA EN AMERICA LATINA. 2. Mientras los Estados Unidos asumfan el traslatio imperi en cl mundo de entreguerras, el ominoso Calin del arielismo daba paso a un Prés- pero prudente y protector que presidia un cambio de elenco cultural en el prolongado crepiisculo de la Bella Epoca, secundado por sus contrapar- tes europeas.’ Demorando su rol decimonénico de madrina civilizadora de las repiiblicas americanas, la Francia de la Belle Epoque haba sido invocada inntimeras veces, como se ha visto, en tanto aliada dilecta para confrontar el materialismo del siglo XX. La égida cultural gala entre los intelectuales latinos de la Bella Epoca habia sido confirmada, tal como se ha visto también, en el culto a Paris como meca y mett6poli, Ilevado al paroxismo por los modernistas."” «La moda tiene en Paris su imperio, y los sombreros de nuestras mujeres son flores grandes de un rbol que s6lo crece alla, Francia nos ensefia, nos domina, y sobre todo eso nos da algtin poco de vino de Champaiia. Paris es el centro de nuesteas aspiraciones. Mentalmente somos suyoss aguardamos que nos dirija una mirada, que nos descubra...», habia apologizado Dario a finales del siglo XIX." La adoraci6n religiosa de aquellos afios qued6 después confesa en perspectiva autobiografica, cuando el también co- sresponsal y diplomatico fuera despachado a Francia por vez primera ‘Yo soitaba con Pars, desde nifio,a punto de que cuando yo hacia mis oraciones rogals a Dias que no me dejase morie sin conocer Paris, Parfs era para mi como un paraiso en donde se respirase la ‘esencia de la felicidad sobre la tierra, Era la ciudad del Arte, de la Belleza y de Ia Gloria; y sobre todo, era la capital del amor; el reno dol Ensuefio.Eiba yo a conocer Paris, a realizar la mayor ansia de mi Government Printing Office, 1922, pp. 23-24; mi wadueci6n de «betteracquain- nee and sincege liking and admiration for American institutions and methods» % Tal como resume M. Carmagnani, Fl otra Occidente., pp. 274-275: «Desde .” De cara a superar el roméntico idealismo y las infructuosas re- voluciones de la endeble Venezuela decimonénica, la necesidad de un Orden rigido habia sido también preconizada por Gil Fortoul en El bombre y la historia, apuntando al formidable ejemplo estadounidense. Obedeciendo al llamado de Spencer a los intelectuales para expresar sus ideas mas propias, sin importar cudn impopulares pudicran resultar, desde hacfa mucho Gil Fortou! habia clamado por el Orden civico en tanto tinica senda conducente a las deseadas mecas del Progreso posi- tivo. Posteriormente, en vista de la provechosa alianza de la Venczuela de Gémez con el Coloso del Norte, Laureano Vallenilla Lanz confirmé ademas —en su controversial Cesarismo democratic (1919}— que el régimen gomecista materializaba la temprana formula de Gil; «Cali- ban, en el fondo, nos presta mayores servicios que Prospero», afiadié el sociélogo, haciéndose eco del rechazo de Renan hacia la atavica espiritualidad heredada de Espaiia2” ® J.Gil Fortou, Elbombre y a historia... pp. 4-5, 11, 31-32. Véase también supra «Padrinos evropeos» "© Pedro Manuel Arcaya, Estudios de sociologia venezolana. Madrid: Editorial América, 1914, p. 319. J.Gil Forcod, El hombre yta historian. p. 136; L. Vallenilla Lanz, Cosarismo democritico.p. 220; ese tikimo libro fue concebido como una interpretacion desmiticada dela gestaindependentista venezolana que devino justificacién po- Iitica dea yadesenmascarada dcradura gomecista. Basindose en los arquetipos del sjefe militar» de Spencer y del «gendarme de Taine, asi como en la revision ue Fastel de Coulangeshiciera de los iranos griegos el aotiguo alumno de la Sorbona —como hemos visto— enarbol6 el concepto de «gendarme necesation, ‘como un nuevo tipo de «caudilloy llamado a superar los traumas politicos de las diezmadas repiblicaslatinoamericanas. MopeentZaci6n URBANA BN AMERICA LATINA ‘Ya para finales de Ia Primera Guerra Mundial, antes de emigrar a Nueva York durante la década siguiente, Jesiis Sempriin (1882-1931) encomio al vencedor del conflito y rectificé las inveteradas suspicacias de los latinoamericanos para con la «tremenda Repéblica boreal» Deslumbradlos por su ret6rica lealtad hacia la hidalga Espafia de don Quijore, los intelectuales de entre siglos habjan sido envenenados contra « Yanquilandia», sin poder entrever el magnifico significado de Ia liberacién de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas; en ese entonces, los europeizados arielistas shablaban del Norte como de pais de nifios gigantescos y horribles, adoradores del Becerto de Oro, ricos si, pero torpes y toscos». Pero el abominable Caliban se haba desvanecido después de la guerra, cuando los arieles surefios pudicron darse cuenta de que «los maestros de ayer estaban equivocados». En contraste con la historia apécrifa propalada por Dario, Rod6 y Ugarte —segiin la cual todos os hispanoamericanos eran nietos del noble Cid, quien habria sido injuriado por el gran garrote del Tio Sam— la alteuista participaci6n de Jos norteamericanos en la Primera Guerra Mundial habia comprobado su idealismo oculto: «Es verdaderamente una procza digna del Ingenioso Hidalgo de la Mancha la que han realizado los hijos de Washington». Y como garantes de democracia y modernidad, las virtudes cfvicas del ‘Tio Sam fueron entonces contrapuestas por Semprtin a los calculados invereses de los aliados europeos en el reciente contlicto: Inglaterea defendia su poderio naval y sus dominios, al mismo tiempo que la libertad que ha sido desde hace largas centurias su ‘orgullo y su norte; Francia su incegridad; Ialia su porvenis. Los Estados Unidos defendian el principio de fa lberead de las naciones y del predominio del derecho. Las ideas no pueden ser motores cficaces sino en los grandes pueblos espiritualistas y generosos, es deci civilizados los Estados Unidos se han colocado ala cabeza de la cultura eivica del orbe* Por todo ello, libres de temores y sospechas para con el Coloso del ‘Norte, las repliblicas criollas podian entonces seguir los ideales del pre- sidente Woodrow Wilson (1856-1924), para remontar «el arbol pacifico, armonioso y fecundo de la libertad». ¥ asi, establecida la supremacia, politica y econdmica de Estados Unidos desde los aiios del furor Monroe, Jess Sempriin, «El Norte y el Sur. Los Estados Unidos y la América Latina, Divagaciones sobre un tema de actualidad» (1918), en Pensamsiento politico vvenezolano del siglo XIX, vol. 14z La doctrina positiista. Caracas de la Repiblica, 1983, pp. 507-527. (CApfruto IV: MASIEICACION, URBANISMO ¥ PLANES MANIFIESTOS el panegirico de Sempriin sobre la proeza de los estadounidenses en la Primera Guerra Mundial confirmaba la conquista ideolégica que estos hicieran de la Venezuela gomecista, donde crecfa, como en otras partes, de Latinoamérica, la admiraci6n por el Caliban trocado en Prospero. 4. Esa metamorfosis de los personajes shakesperianos es ilustrable también mediante las impresiones suscitadas por Estados Unidos entre intelectuales visitantes y exiliados que acogiera, incluso entre quienes guardaban resentimientos histéricos y resabios culturales, A manera de postales de viaje, esas impresiones ilustran el imaginario més urbano de un ariclismo politico luchando por resistirse a la grandeza metro- politana gringa, Iniciando su periplo por tierra yanqui a finales del siglo XIX, Justo Sierra se sintié aturdido al ver tanto frenesf comercial en los pobladas fronterizos, al contemplar los trenes «diabélicamente ruidosos»,al abordar el gigantesco vapor para cruzar el Mississippi, que era «un hijo cel carbon y del agua», un «dios de la mitologfa nueva». Adentrandose en ciudades ms robustas ¢ impasibles, como Nueva Orledns y Atlanta, el maestro azteca asomé cierto desdén ante aquel desproporciorado paisaje urban, donde muchas de las armazones para sramays despuntaban como «aborios de la torre Biffel» pero sobre todo recordé, al pasar por la estatua del presidente Andrew Jackson (1829-37) en le otrora capital de la Luisiana, la guerra que hacia medio siglo habia dilacerado y mutilado a México.** Encaminado hacia el noreste, ante la egrandeza» del «océano ar- quitecturab» de urbes como Filadelfia, y sobre todo en la smonstruosa Nueva York, sla ciudad imperio», con sus dos millones de habitantes en elfin de siglo, muchos de ellos apifiados en los «rasca-nubes» recorridos sin cesar por las «piramides humanas» de los elevadores, asomé en el aristarco mexicano algo del recelo, que por aquella misma década de 1890, proclamara Darfo con més fiereza, asi como de las profecfas a ser propaladas por Rod6 contra el materialism de las urbes anglosajonas.”" Pero debié cl viajero porfirista capitular a lo largo de la «soberbia» longitud de Broadway y la Quinta Avenida, ante la monumentalidad de San Patricio y del puente de Brooklyn; por ello confes6, apelando a su fuero realista y positivo, gustar mas dle saquella Nueva York de bulto, 2] Sierra, Vises... pp. 11-12, 15, 25. Para otras reflexiones del mismo Sierra, ‘durante su viaje, sobre la guerra de Estados Unidos con México, véase supra «Ala sombra del coloso». % J. Sietra, Vigjes... pp. 30-31, 37. Respecto de las crticas de Dario y Rode a las lades estadounidenses,véase supra «Arielismo,modernismo y Bella Fpoca», “MopsnwizactOn unnana EN Anténuca LATINA que Paris 0 Londres», las cuales solo habia entrevisto en estereoscopio y magacines.* ‘Mas sobrecogido atin fue el visitante al arribar a la estatua de la Libertad obsequiada por la Repiblica Francesa a su contraparte nor- teamericana, cuyo rostro y diadema apolineos eran dignos herederos de los eternos ideales helenos; «es la civilizacién misma esta libertad iluminando al mundo, es el jeroglifico gigantesco de la civilizacion humana», exclamé el prohombre ante la augusta diosa de Frédéric Bartholdi (1834-1904). Y como reconociendo en el gilibo colosal de esta Libertad secular a la nacién que la habia merecido en su centenario republicano de 1886, por acoger en sus puertos a tantos inmigrantes del orbe, contemplé don Justo la «flama inmévil de la antorcha», enhiesta como un unisono cantado por un pueblo © por un océano, hacia lo alto, en un gloria in excelsis de bronce y de vida». 5. Todavia en La raza césmica (1925), ensayo futurista y ecuménico de José Vasconcelos, hay ecos del arielismo rodosiano, en cuanto alli se fraslada a tierras del Nuevo Mundo, con renovado anlisis racial, Ja ancestral antinomia de «latinidad contra sajonismo». Para el adalid intelectual de la Revolucién mexicana, esa pugna histérica se habria iniciado con las derrotas de la Armada Invencible y de'Trafalgar, hasta la estocada final sufrida por Espaiia en 1898, con el expolio de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Sin embargo, el otrora ministro de Educaci6n Piiblica de Alvaro Obregén (1920-23), devenido a la sazén catedratico de la Universidad de Chicago, reconocié que ese envilecimiento por la derrota, aunado a la balcanizacién heredada de la independencia hi panoamericana, no habia conducido sino a una bizantina imposicién de las nociones de patria y repablica por sobre la de raza. Frente a todo ello contrapuso, no sin amargura, el colosal ejemplo de la confederacién norteamericana: 3 J, Siera, Viajes. pp. 33°35, 39. % Tid, pp. 44-45. La descripein de la estatua ofrecida por el autor continia siendo aleyérica de los ieales nacionales, al tempo que iustrativa de su emo- cin y sobrecogimiento: «Es inexpresable, visto desde aqui, el movimiento que, ttansformando la fuerza en gracia y armonia, corre la estatua de linea en Tinea, ondulando desde el pie echado hacia atris, por los pliegues de la tnica, hasta el gilibo divino del osteo y el perfil del brazo, para rematar en el baleon yen laflama inm6vil de la antorcha. Sentimos el golpe en plena alma, nuestras Initadas quedaron como crstalizadas al contacto de la mijer de bronee, y la sangre se agolpé a nuestro corazén» (Captruvo IV: MASIFICACION, URBASISMO ¥ PLANDS MANIPIESTOS El despliegue de nuestras veinte banderas de la Unién Pa cana de Washington deberfamos verlo como una bucla de enemigos hhabiles. Sin embargo, nos ufanamos, cada uno, de nuestro humilde trapo, que dice ilusion vana, y ni siquiera nos ruboriza el hecho de nuestra discordia delante de la fuerte unin norteamericana. No advertimos el contraste de la unidad sajona frente a la anarquia y soledad de los escudos iberoamericanos. Nos mantenemos celoss ‘mente independientes respecto de nosotros mismos; pero de una u ‘tra manera nos sometemos o nos alianmos con la Unién sajona...* Prolongada asi por décadas con contriciones y mea culpas en el ‘pensamiento latinoamericano, esa suerte de modernismo politico repre- sentado por elarielismo resonaria también en compaiieros de Vasconce- os en el Atenzo de la Juventud, como el dominicano Pedro Henriquez Urefia (1884-1946) y el mexicano Alfonso Reyes (1889-1959}.” Pero hubo al mismo tiempo, como hemos visto, desencanto y desengafio ance las misetias del Viejo Mundo entre intelectuales de generaciones mas j6venes, nacidos con el europeismo de la Bella Epoca y con tempranas obras modeladas segin vanguardias parisinas de entreguerras, muda- das a Nueva York y otras urbes norteamericanas después del imbatible triunfo de Bstados Unidos en la segunda conflagracién.* Si se nos permite volver a otro ejemplo venezolano, valga sefialar en este sentido a Mariano Picén Salas, autor de un cielo de ensayos que registra ese traslatio imperi que era a la vez un relevo cultural transatlantico, desde Preguntas a Europa (1937) hasta La esfinge en América (1953). Si el autor meridefio dejé ver en algunos textos tem- pranos cierta aprehensién ante aquella influencia gringa invasiva del pais que se tornaba petrolero desde los Aifos Locos gomecistas,” su =r fasconedlos, Lara edsmica (1925). Méxio: Edtsial Pora,2007, p. 7-8 % Otros descendintes del arilismo en diferentes géneros son identficados por J. Franco, The Modern Culture of Latin America... p65: «The Arielis generation was to contibute some outstanding scholars in Hispanic sedies, such as the Dominican Paro Henriques Urefia (1884-1946) and the Mexican Alfonso Reyes (1889-1959). Two novels of the period stress the common Hispanic heritage: Elembrajo de Sevilla (The Magic of Seville, 1922) by Carlos Reples (Uruguay, 1868-1938) and La gloria de Don Ramiro (Don Ramiro’ Glory, 1908), by Enrique Lae (Argentina, 1875-1961), a skilfal historical reconstraction of Spanish life nthe tz of Philip I % Vease infra Entze vanguardiasy ciencias sociales. Obras reunias en Masiano Picdn Salas, Europa-Amrica Biblioteca Mariano Picén-Salas. Caracas: Monte Avila Editores Latinoamericana, 1996. ‘ease por ejenplo M.Picin Salas, Regreso de tres mundos, en Autobiografia.. p 169; «Caraeas en custo tiempos, en Suinia do Veneztela.., pp. 44-245, MopeRN1ZAciON URBANA EN AMERICA LATINA posterior agregadurfa cultural en Washington, asf como su experiencia como profesor visitante en las universidades de Columbia y California, entre otras, le permitieron un conocimiento inmediato del gran ven- cedor de la Segunda Guerra. Con visos caleidoscépicos, la «enotme flota futurista» de Nueva York fue acogida por el autor en «Mayo de 1940» (1945) en tanto baluarte de «una civilizacién pacifica y madura, prodigada en bienes materiales, en abundancia, en espectéculos»s su particular «Poesia de la vida» le habia rodeado «con su aliento trepi- dante», durante la visita del director-fundador de la Revista Nacional de Cultura a la Feria Mundial de Nueva York, y a més de un campus universitario, en aquellos afios de la politica de Buen Vecino promovida por los gobiernos de Franklin Delano Roosevelt (1933-1945). Mien- tras el edificio del Times proyectaba a los trasnochados transetintes neoyorquinos la noticia de la rendicién francesa ante las tropas nazis en aquella madmngada fatidica del 22 de mayo, Picén patecié entender la revelacion de los catedraticos estadounidenses con quienes habia departido, abogados de «un didlogo espiritual entre las dos Américas, para mantener una convivencia sincera, para defender la libertad del hombre...».*! Tal como asoma en la setie de cuestiones planteadas en La esfinge en América, pareciera que a partir de entonces se acentué en don Mariano la preocupaci6n hemisférica por reconciliar las antiguas «Américas desavenidas» (1951), cuyas reticencias databan de nuestro ariclismo politico, descendiente del modernismo hispanoamericano de comienzos de siglo. Por ello sentenci6 y preguntose Picén a la vez, ante la esfinge desertora de la anciana Europa devastada: ‘Yano nos asta aque individualismo estético, a leccién sosegada del viejo maesteo Prospero, porque estamos urgidos de solidaridad tic, y las ondas nos empujan hacia donde esté bramando y soli- citando lo colectivo. Ha desaparecido ese mundo de Red6, de los finos aristarcas intelectuales de hace cincuenta aos, ¢ inquirimos, perplejos, qué es lo que va a nacer.™ 3” MM. Picén Salas, «Mayo 1940» (1945), La esfinge en América, en Europa- ‘Arméricd.ny pp. 125-131, 126-127. % ML Piodn Salas, «Américas desavenidas» (1951), en Europa-Ameérica.. pp. 234-244, 244, He revisade este vicaje de acercamiento hacia los Estados Unidos cen la segunda posguerra en otzos autores venezolanos en el capitulo «Regreso de Nueva York»,en A. Almandoz, La ciudad en ol imaginario venezolano, tt, pp. 7-112. (Capfruto IV: MastricaCION, URBANISMO ¥ PLANES MANIETESTOS DE GIUDADES BURGUESAS A METROPOLIS MASIFICADAS®> La masa fue ese conjunto heterogéneo, marginalmente situado al lado de wna sociedad normalizada, frente ala cual se resentaba como un conjunto andmico. Era un conunto urbano, aunque urbanizado en distinta medida, puesto que se integraba con gente urbana de antigua data'y gente de extraccién rural que comenzaba a urbanizars... Jost Luts Romuno, Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976) 6. Mientras el europeizado arielismo novecentista languidecta entre Ja intelectualidad latinoamericana, se evidenciaban mutaciones en las grandes cindedes de los paises en proceso de urbanizacién. Ya para 1920, algunas de las mayores poblaciones nacionales tenian dos ciu- dadanos por cada campesino rezagado en la vasta y atrasada ruralidad de las pampas y sierras, de los sertones y llanos. Por supuesto que esta proporcién continental, tan gruesa y bésica, camnflaba una realidad ‘mas contrastante, donde el Cono Sur tenia mas del 50 por ciento de su poblacién urbanizada para 1914, mientras que paises andinos y centroamericanos serian predominantemente rurales hasta los afios cincuenta." A pesar de su relativa simplificacién, estos indicadores demograficos reflejaban una tendencia inequivoca: iniciado con el siglo XX en algunas repiiblicas, el proceso de urbanizacién se dispararia en la mayor parte de Latinoamérica en el segundo tercio de aquel. Y aunque fuera solo en términos demogréficos, sin base econémica ni cultural en la mayoria delos contextos, en pocas décadas se completarfa el ciclo de urbanizacién que habia tomado mas de una centuria en Gran Bretafta ¥¥ otras naciones industrializadas desde el siglo XIX. Como ocatriera en otras regiones del que estaba por ser llamado ‘Tercer Mundo, el acelerado crecimiento urbano en Latinoamérica 5 Una versién mas desacrollada de ese trinsito fue incluida en A. Almandoz, «De las ciudades burguesas a las masificadas en Romero...». % Gustavo Beyhaut y Helene Beyhaut, Historia universal Siglo XXI. América Latina, II De la independencia a la segunda guerra mundial. México: Siglo ‘Veintiuno Editores, 1985, vol.23, pp.210-211. Me apoyo en pasajes iniciales de Arvuro Almandoz, «Despegues sin madure. Urbanizacién, industrializacién y desarrollo ena Latinoamérica del siglo XX», EURE. Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos y Regionales, ol. 34, 0° 102, Santiago de Chile: Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Pontificia Universidad Catolica de Chile, agosto 2008, pp. 61-76. htepu/wwrw.scielo.cieure.htm, % Vease en este sentido, por ejemplo, R. B. Pottery S. Lloyd-Evans, The City in the Developing World, pp. 9-11. -MopenwtzAciOw URBANA EN AMERICA LATINA alcanz6 extremos que acentuaron el contraste con el atraso y la disper- si6n rurales, Inundadas con inmigraci6n fordnea y provinciana, antiguas capitales coloniales y ciudades recientes cesultantes de la explotaci6n de nuevos rubros primarios, del café y el caucho al cobre y el petréleo, aleanzaron magnitudes que rivalizaron con mett6polis europeas ¥ nor teamericanas. Algunas de las capitales burguesas de las economias en expansién trocéronse en ingentes metr6polis hacia la década de 1930: liderando la primacia continental, Buenos Aires salt6 de 663.000 habi- tantes en 1895 a 2.178.000 en 1932s Santiago se duplicé de 333.000 en 1907 a 696.000 en 1930; mientras que Ciudad de México, perdiendo importancia regional, pas6 de 328.000 en 1908 a 1.049.000 en 1933, So Paulo se duplicé de 240.000 habitantes en 1900 a 579.000 en 1920 y 1.075.000 en 1930, mientras Rio de Janeiro, aunque disminuyendo su primacia nacional, pas6 de 1.157.875 habitantes a 2.380.000 en el mismo lapso, representando un crecimiento del 48 por ciento.** La expansién de las capitales fue impulsada por una incipiente industrializacién que acelerd la urbanizacién en Argentina, Uruguay, Chile y Cuba, contables entre los paises mas urbanizados del mundo para cuando sobrevino el crac de 1929. La poblacién habanera salt6 de 250,000 habitantes a comienzos de siglo a medio millén en 1925. Principalmente engrosadas por la inmigracién del campo a la ciudad, ‘tras capitales de paises andinos también experimentaron un ineremento significativo: Bogota se triplicé de una poblacién de 100.000 en 1900 a 330.000 en 1930, mientras Lima pas6 de 104.000 en 1891 a 273.000 en 1930, Aunque Caracas apenas subi6 de 72.429 habitantes en 1891 2 92.212 en 1920, los primeros efectos de la bonanza petrolera llevaron la poblacién de 135.253 en 1926 a 203.246 en 1936. San José de Costa Rica solo tenfa 50.580 habitantes en 1927, pero estos representaban 11 por ciento de la poblacién del pais.” 7. En términos de cultura urbana y transformaciones estructurales, las primeras décadas del siglo XX supusieron en muchas capitales latinoa- mericanas el transito de las «ciudades burguesas» a las «metrépolis masificadas», para utilizar de nuevo los momentos distinguidos por José Luis Romero. Si bien la urbanizacién de la masa seria el fendme- zo més caracteristico de ese periodo —tal como veremos en la seccién 3A, Almandoz, «Urbanization in Latin America: from Haussmann to CAM», 1.215 me apoyo en pasajes de este capitulo para esta seccidn, Idem; J lardoy, «Las ciudades de América Latina a partir de 1900», ‘Canfruto IV: MASIFICACION, URBANISMO ¥ PLANES MANIFIESTOS siguiente—, el extranjerizado ascenso de parte de la clase media tradi cional fue también otro importante factor de cambio social. Aun cuan- do las reformas alcanzadas por los sectores medios latinoamericanos terminarian siendo mas lentas y moderadas que las de sus contrapartes en sociedades industrializadas, valga sefialar que, ademds de los paises del Cono Sur, donde las clases medias lideraron las demandas politicas ya referidas, en el més inestable caso de México los grupos populares alcanzaban casi un cuarto de la poblacién para 1940, mientras la nueva clase media representaba 12,2 por ciento.* ‘La cristalizaci6n de esa masa fue apurada por el agravamiento de tensiones entre campo y ciudad desde finales de la década de 1920, cuando los cambios eran catalizados en América Latina por la crisis econémica mundial. Entonces «los problemas urbanos se multiplicaron por el crecimiento demogréfico, por la diferenciacién social y, a veces, por la diferenciacion ideolégica entre los grupos»; se constituy6 a la saz6n, para Romero, una masa que hizo que las urbes dejaran «de ser estrictamente ciudades para transformarse en una yuxtaposicién de guetos, incomunicados y anémicos»..” Todo ese paisaje de movilidad y anomia, atravesado por la segregacién espacial y funcional, eran rasgos que —valga recordar—la filosofia culturalisca alemana primero, y la escuela sociolgica de Chicago después, habian detectado como efectos dela modernidad industrial y la urbanizacién sobre el modo de vida y la estructura metropolitanos desde mediados del siglo XIX. En el marco de ese gran fresco secular, Romero contrapuso las bburguesias que «se adhirieron a la ideologia de la sociedad de consumo y procuraron impulsar el desarrollo heterénomo de las metropolis», frente a la masa constituida por «la vasta muchedumbre de marginales que hicieron inseparable la imagen de la metr6poli moderna de la de los "Seg datos suminstrados por G. Beyhaut y H. Beyhaut, Historia universal Siglo XX1..p- 220, Respecto de las reformas acanzadas por las clases medias Jatinoamericanas por contraste con las sociedades industrializadas, véase R. Pineoy James A Bae, «Urhantzation, the Working Class and Reforms, p20. Sobre las eformas potas ideradas por las clases medias en el Como Sut, vase supra «Pax ditaarial y postivismo, revolucién y democracia. 2» JL Romero, Latinoamérica: las cidades y las ideas, pp. 19, 322 © “Véase por ejemplo el clésico dela escuela de Chicago, por Robere Park, «The City: Stagesions for she Investigation of Human Behavior in the Urban Environ- ment» (1916),en Robert E.Parky Ernest W. Burgess, The City Suggestions for Investigation of Eman Behavior inthe Urban Evironment (1925). Chicago: “The Universty of Chicago Press, Midway Reprint, 1984, pp. 1-46. MopERsizactw URBANA EN Avgtnica LATINA rancherios que la rodeaban».*' Esto supuso, como rasgo propiamente latinoamericano detectado por ef historiador argentino, una polarizacion, en el concepto de masa a lo largo de la metropolizacién del siglo XX; pero también conllevé —atencién— un amalgamiento de los inmigrantes. de provincia y foraneos con los tradicionales sectores urbanos venidos a menos. uc a fasin de los grupos inmigrantes y los secrores populares y de pesueta clase media dela sociedad tradicional lo que constitu 6 la mass de las ciudades latinoamericanas a pati de la primera ‘uerra mundial. El nombre con que se la design6, més frecuente aque el de mulivud, adquiié cierto sentido restrngidoy preciso, La ‘masa fe ese conjunto heterogéneo, marginalmente situado al lado de ua sociedad nocmalizada, ent a cual se preseataba como un conjunto anémico, Fra un conjanto urbano, aunque urbanizado ea distnea medida, puesto que se integraba con gene urbana de antigua data y gente de extraccin eural que comenzaba a urbanizars..* Puede asi decirse que la ciudad masificada de Romero es, en buena medida, la expresién latinoamericana de la metrépoli mecanizada de la sociologia funcionalista de raigambre europea. Aunque su sustrato sea la masa amalgamada, esa ciudad masificada no deja de acusar la diferenciacién social de la burguesfa y las altas clases medias en proceso de americanizada modernizaciOn. Evidencia también la segregacién funcional y socioespacial, con algo de la dialéctica entre asociativa y commnitaria detectada por la escuela de Chicago, especialmente por Robert E. Park (1864-1944), heredera de a contraposicién de Ferdinand ‘Tonnies entre Gemeinschaft y Gesselschaft.* Solo que el «vecindatio» latinoamericano va mutando hacia el «barrio» en tanto recinto primario de lo comunitario dentro de la hidra metropolitana, donde surgiera, como Io ha ilustrado Gorelik para el temprano caso de Buenos Aires, una cultura entre popular y masificada con manifestaciones propias, desde el deporte y la misica hasta la literarura.** 5” [.L. Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, pp. 19-20. © bid. p. 336, © Adem del ya citado texto de Park, véase por eemplo Ernest Burgess, «The Growth of the City: An Introduction to a Research Project», en R. Park y E. Burgess, The Git. Suggestions for Investigation. pp. 47-62. Valga recordar que la distinciéa entre comunidad y asociacion viene dal clésico anaisis de F Tonnies, «Gemeinschaft and Gesellschaft», pp. 191-201. Con respecto a otros exponentes de la escuela calturalista, véase el apartada siguiente «Postales de cvilizacién».. + Para este proceso de segregacion barrial en el marco de la emergente cultura de masas, valga refer, por ejemplo, el estudio de A. Gorelik, La grilla y el (Capfruto IV; MAStEIGACION, URBANISMO ¥ PLANES MANIEIESTOS POSTALES DE CIVILIZACION Ciudad sin fisonomia propia, desdenosa de su cardcter colonial de antaito, arrogante de civilizaciin y de riqueza, impla- cable para con los titimos restos de su abolengo romdnti- 0, febrciente en su absurda megalomania que la lleva a ‘buscar la semejanza de Londres y de Paris, Buenos Aires es apenas una imitacién torpe yridfeula de aguellascapi- tales europeas, Enloquecida por su afin de embellecerse toma los prestigios ajenos sin advertr que, de tal manera, suprime su porveniyespiritual y que, en la gloria aparente de sus bellezas prestadas, ostenta su triste condicién de ‘pueblo secundaria, Maxuat GAtvaz, BI diario de Gabriel Quiroga (1910), Comenzé tambiée on esta atrasada y virginal Suramérica son como proceso de mecanizacin de la vida. ..) Progreso superficial que se quedaba en las ciudades capitales que crecian desmesunsdamente, ert mescolartea de estilos y materiales arquitecténicos, en un como ponerse a jugar a la alta civilizacién, en el desarrollo de una gran prensa sensacionalista, en la bazaka financira del esiratega de la bolsa o del estafador a alta escucla. Més allé de las luces, el asfaltoy los rascacielos de la ciudad capital, segua el ‘pueblo en su oscuro medioevo aborigen. Mariano Picén Salas, «Meditacién francesa», en Preguntas a Europa (1937) 8. Con visos dela antinomia entre organicismo y mecanicismo heredada de Durkheim, en el trdnsico de las ciudades burguesas a las masificadas urbes latinoamericanas asoma mucho del sindrome despersonalizador ¢ instrumental presente en la vida metropolitana, segtin fo registrara Georg Simmelen su clisico ensayo de 1903." También esté ahf la trans- cculturacién desarraigada y uniforme conllevada por la civilizaci6n, por parque..., pp. 273-306; también las bases asociativas de la idemtidad barvial pportefia son enfatizadas por L.A. Romero, «Sectores populares, asociacionismo y politica...» p. 294. “6 Véase Georg Simmel, «The metropolis and mental fife (1903),tead.H.H. Gerth, en Richard Sennett (ed.), Classic Essays on the Culture of Cities. Nueva York: Appleton-Cantury-Crofts, Meredith Corporation, 1969, pp. 47-60. Aun cuando la antinomis original de Emile Durkheim asociara fo mecinico con lo comuni- tario y tadisional, mientras que lo orgénico corresponderia a lo asociativo y ‘moderno, ena evolucién posterior de los términos aquellos signifcados fueron invertidos. He tratado de aclarat este punto en Arturo Almandor, «Taxonomia

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