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CarftTuLo XX Del dominio paternal y despético tne Una repiblica por adquisici6n es aquella donde el poder 5 spikes berano se adquiete mediante fuerza; y se adquiste medime'tee ‘init 74 cuando hombres en singular o reunidos muchos por pluralidey de votos, por miedo a la muerte o por vinculos, autorzan twikt las acciones del hombre o asamblea que tiene poder sobre sur das y libertad. a Enpé este tipo de dominio o soberanfa s6lo difiere en una cor ‘ihr de la soberanta por instucifn: que quienes eligen su soberang 444 hacen por miedo de unos a otros, y no por miedo a quien instty. rit ven, Pero en este caso se someten al que es temido. En ambos cg ‘msn os lo hacen por miedo, y deben anotarlo quienes consideran mu, Jos todos esos pactos por provenir del miedo a la muerte o de violencia. De ser esto cierto, serfa imposible que ningin hombye estuviese obligado a obediencia en ninguna clase de replica. fy verdad que en una republica ya instituida o adquirida, las prome. sas procedentes de miedo a la muere o de violencia no son pactos ni obligan cuando la cosa prometida es contraria a las leyes. Pero Ja razén no es que se hicieran por miedo, sino porque quien pro metié no tenia derecho en la cosa prometida. ‘Asimismo, cuando puede obrar legitimamente y no lo hace, lo que le absuelve no es la invalidez del pacto, sino la sentenci del soberano. En otro caso, alli donde un hombre promete legal mente, incumple ilegalmente. Pero cuando el soberano, que es ¢ actor, le absuelve, es absuelto por quien arrancé la promesa, co mo por el autor de tal condenacién. Los derechos Pero los derechos y consecuencias de la soberanja son idén- éesobaents, ticos en ambos. Su poder no puede ser transferido sin su com {Mésto* sentimiento a otro. No puede enajenarlo, No puede ser acusado Por ninguno de sus suibditos de injuria. No puede ser castigado por ellos. Es juez de lo que resulta necesario para la paz, y juez dels doctrinas. Es legislador unico, juez supremo de controversias, de los tiempos y ocasiones de guerra y paz. A él pertenece els ‘magistrados, consejeros, comandantes y todos los demis funcie [186 ] rarios o ministros, determinar recompensas y castigos, honor y Biden, Las razones de ello son idénticas a las ya alegadas en el Capitulo precedente, por los mismos derechos y consecuencias Ge la soberania mediante institucién, El dominio se adquiere de dos maneras; por generacin 0 por Cémo conquista. El derecho de dominio por generacién es el que el pa- alneadl dre tiene sobre sus hijos, y se denomina PATERNAL. Y no se deriva “mini de la generaci6n, como si el padre tuviese dominio sobre su hijo porque lo engendré, sino del consentimiento del nifio, bien ex- preso 0 por otros argumentos suficientes declarados. Pues, en cuanto a la generacién, Dios ha ordenado al hombre No porgene una compatiera, y siempre habrd dos que son igualmente padres. "cin, sno Por tanto, el dominio sobre el nifio debe pertenecer igualmente a °°"? ambos, y estar sometidos igualmente a ambos, lo cual es imposi- ble, pues ningiin hombre puede obedecer a dos sefiores. Y aunque algunos han atribuido el dominio al hombre exclusivamente, co- mo poseedor del sexo con mayor excelencia, se equivocan en es- to. Pues no siempre hay esa diferencia de fuerza 0 prudencia en- tre el hombre y la mujer como para que el derecho pueda determinarse sin una guerra. En las repiblicas esta controversia es resuelta por la guerra civil. ¥ en la mayorfa de las veces (pero no siempre) la sentencia favorece al padre, porque, en su mayoria, las repiblicas han sido erigidas por los padres y no por las madres de familia, Pero la cuestion reside ahora en el estado de mera natura- leza, donde no estén implicitas leyes de matrimonio ni leyes para la educacién de los nifios, sino la ley de la Naturaleza, y la incli- nacién natural de los sexos uno hacia el otro y hacia sus hijos. En esta condicién de mera naturaleza, o bien los propios padres dis- ponen de dominio sobre el nifio mediante contrato, 0 no dispo- nen de esto en absoluto. Si disponen, el derecho pasa con arreglo al contrato. Las amazonas contrataron con los hombres de los pai- ses vecinos, a quienes recurrian para la prole, que el varén nacido se devolveria pero que la hembra quedaria entre ellas. Por lo cual el dominio de las hembras estaba en la madre. Si no existe contrato, el dominio reside en la madre. Porque 0 edscactn: en el estado de mera naturaleza, donde no existen leyes matrimo- niales, no puede saberse quién es el padre si no lo declara la ma- dre; y, por tanto, el derecho de dominio sobre el nifio depende de [187] previo sometimiento de uno de los padres al otro El derecho de sucsin sigue Tas reglas del de posesiin Cimo se obtene et dominio despbtco su voluntad y es en consecuencia suyo. Viendo también que el ni- fio esta primero en poder de la madre y ella puede alimentarlo abandonarlo, silo alimenta debe su vida a la madre, y queda por eso obligado a obedecerla mas que a cualquier otro; y, por consi guiente, el dominio sobre él es suyo. Pero si lo abandona y otro Jo encuentra y lo alimenta, el dominio correspondera a quien Io aliment6. Porque debe obedecer a aquél por quien fue preserva. do, pues la preservacién de la vida es el fin por el cual un hombre se somete a otro, y se supone que todo hombre ha prometido obs. diencia a aquél en cuyo poder esta salvarlo o destruirlo. Sila madre es sibdita del padre, el nifio est en poder del pa dre. Y si el padre es stibdito de la madre (como cuando una rer, soberana contrae matrimonio con uno de sus stibditos) el nifo eg td sujeto a la madre, porque el padre es también su sibdito, Siun hombre y una mujer, monarcas de reinos distintos, ie. nen un nifio y contratan respecto de quien tendré su dominio, ¢ derecho de dominio pasa segin el contrato. Si no contratan, el ye minio sigue al dominio del lugar de su residencia, Porque el sobe, rano de cada pais tiene dominio sobre todo cuanto alli reside Quien tiene el dominio sobre el nifio tiene también el domi. nio sobre los hijos del nifio; y sobre los hijos de esos hijos. Pues quien tiene dominio sobre la persona de un hombre tiene domi- nio sobre todo cuanto es suyo, sin lo cual el dominio setia silo un titulo sin eficacia. El derecho de sucesién al dominio patemal procede del mis mo modo que el derecho de sucesién a la monarquia; de lo cul he hablado ya bastante en el capitulo precedente. El dominio adquirido por conquista o victoria en la gueracs el que algunos escritores llaman DESPOTICO, de Aeoxdeng que sig nifica un sefior 0 amo, y es el dominio del amo sobre su siervo. ¥ este dominio es adquirido por el vencedor cuando el vencido, pe ra evitar el inminente golpe de muerte, conviene por palabras &: Ptesas o por otros signos suficientes de la voluntad que mientrs se le preserve la vida y la libertad de su cuerpo el vencedor usatt de todo ello a su gusto. Y una vez hecho ese pacto, el vencidoe lun SIERVO, y no antes. Pues con la palabra sieroo (derivest de st tire, servit, 0 de servar, salvar, cosa que dejo a los gramitios ra su disputa) no se indica un cautivo que permanece en pas [188] af é ox FP AS o encadenado hasta que quien se lo trajo o lo compré de aquél considere qué hacer con él (pues tales hombres ~comunmente lla- mados esclavos- no tienen obligacién en absoluto, sino que pue- den romper sus cadenas, o la prisién, y matar o Ilevarse cautivo a su amo con toda justicia), sino alguien que habiendo sido apresa- do recibié libertad corporal y la confianza de su amo tras prome- ter no huir ni hacerle violencia, No es por eso la victoria lo que proporciona el derecho de do- No porla minio sobre el vencido, sino su propio pacto. Ni estd él obligado ctor, sino porque fue conquistado, esto es, golpeado, pretendido, o puesto 2” 2" en fuga, sino porque viene y se somete al vencedor; ni esté el ven- “7m” cedor obligado, porque un enemigo se rinda (sin promesa de con- vencidos cederle la vida), a no matarle por haberse puesto bajo su custodia; esto no obliga al vencedor mas de lo que sugiera oportuno su pro- pia discrecién. Y todo cuanto los hombres hacen cuando piden (como aho- ra se llama) cuartel (que los griegos llamaban Zoypia, atrapar vi- 1) es evadir la furia presente del victorioso sometiéndose, y ave- nisse para salvar la vida con la cautividad o la servidumbre. Y, por tanto, quien tiene cuartel no tiene concedida su vida, sino diferi- do el asunto hasta una deliberacién ulterior; porque no es una rendicién a condicién de guardar la vida, sino a discrecién. Y s6- Jo esta su vida en seguridad, y retribuido su servicio, cuando el vencedor le haya confiado su libertad corporal. Porque los escla- vos que trabajan en prisiones, o los galeotes, no lo hacen por de- ber sino para evitar la crueldad de sus capataces. El amo del siervo es amo también de todo cuanto éste posea, y puede beneficiarse de su uso (es decir, de sus bienes, su trabajo, sus siervos, y sus hijos) tan a menudo como lo considere oportu- no. Pues el siervo obtiene la vida de su amo, mediante el pacto de obediencia esto es, de asumir y autorizar todo cuanto el amo ha- ga. Y si, en caso de rehusar él, el amo lo mata, o lo carga de gri- lletes, o fe castiga de alguna otra manera por su desobediencia, se- 14 dl mismo el autor y no puede acusar al otro de injusticia. En suma, los derechos y consecuencias del dominio tanto pa- ‘emal como despético son idénticos a los de un soberano por insti- tucién; y por las mismas razones, enunciadas en el capitulo pre- cedente. En consecuencia, para un hombre que es monarca de [189] A diversas naciones, poseyendo en una la soberania por institucién del pueblo reunido y en otra Por conquista, esto es, por la sumi- ser de cada individuo para evitar la muerte 0 cadenas, exigit de que de la otra por el titulo de conquista, como s, nacién conquistada, es un acto de ignorancia de Jos derechos de soberania. Porque el soberano es absoluto en am. 1s ates del mismo modo o bien no hay soberania en modo a. wean entonces todo hombre puede protegerseleitimamenteg E propio, si lo consigue, con su propia espada, lo cual consttuye el estado de guerra. ae iene © Con esto resulta que una gran familia, si no forma parte de careine na republica, es por si misma y en cuanto a los derechos de sq. ‘onlay berania una pequefia monarquia. Ya sea que esa familia consigy, sino wan hombre y sus hijos, o en un hombre y sus ctiados, o en ya hombre con sus hijos y sus criados conjuntamente, el padre 4 amo ¢s el soberano. Con todo, una familia no es una repiblcg propiamente dicha si debido a su propio miimero, 0 gracias a ota oportunidades, no detenta ese poder de no verse sometida sin ¢| gzar de la guerra. Pues donde cierto numero de hombres son my. hifiestamente demasiado débiles pata defenderse unidos, cad, tuno puede usar su propia razén en tiempo de peligro pata salvar la vida huyendo 0 sometiéndose al enemigo, segin considere mig oportuno; del mismo modo que una compafia muy pequefia de soldados sorprendida por un ejército puede tirar las armas y pedi cuartel, 0 salir corriendo antes de ser pasada por las armas. Y con esto bastard en cuanto a lo que descubro por especulacién y de duccién de los derechos del soberano a partir de la naturaleza, ne cesidad y designios de los hombres al elegir repuiblicas y ponene bajo monarcas 0 asambleas a quienes encomiendan poder suficintepe ra su proteccion. Losdeedéns Consideremos ahora qué ensefia la Esctitura sobre el mismo dela monar- punto. A Moisés los hijos de Israel le dijeron: habla ti con noo, sate xe6ls aye podremosentendert; pero que no hable Dios con nosotros, no sea ge feade 2019 muramos, Esto es obediencia absoluta a Moisés. En cuanto al echo de los reyes, Dios mismo dijo por la boca de Samuel: Sam. 8.11, agui el derecho del rey que reinard. sobre vosotros, Tomard a vwestosb- Tae. ios y les pondrd a conducir sus carrozas, y a ser sus palafreneros,) 40 rer ante sus carrozas; a segar su cosecha; y a hacer sus mdguinas det una nacién mas se tratara de una [190] fe onestras bijas hagan perfi- tendré-vwestros campos, vues- 4 Sus siervos, Tomard el diez- Ios arros de sus carrozas; y harts wre que sean sus cocinerasy panadera, Ey tros vintedos y vuestros olivares, y los daré smo de oust male y vino, sos dard alos hombres de su manag sus orossieros. Tomard vuesiroscriados varonesy esr cradas» lo elegido de ones jventua, los emplearden su negocio. omard dnc mmo de onetrosrebaos; ybostros srs ous seo, Esto eo poder soluto, resumido en las ultimas palabras: vosotros seréic sus sey vos. ¥ cuando el pueblo oyé qué poder iba a tener su rey, nave consntié en ello dijo ast: Seremas como todos los demds pucios 9 nuestro rey juzgard nuestras causas, ¢ ird ante nosotros para guiarnos en nuestrasgueras. Agu se confirma el derecho que lov soberanee Ge, nen tanto a la militia como a toda judicatura, en lo cual es cons tenido el poder mas absoluto que un hombre puede transfer» otro. Por otra parte, la oracién del rey Salomén a Dios fue ésta: Da 4 tu sieroo intligencia para cuidar a tu pueblo, y para discerir enne a bueno 7 lo malo. Pertenece, por tanto, al soberano ser juez, y pres. eribir las reglas para discernir entre lo bueno lo malo, Estas reglas son leyes, y por eso reside en él el poder legislativo, Sail persiguis la vida de David, pero cuando estuvo en su poder matata Sail y Jo hubieran hecho sus sirvientes, David se lo prohibié diciendo- Dios problbe que realice semejante acto contra mi sefor, el ungido de Dios. En cuanto a la obediencia de los sirvientes. San Pablo dijo: Siervos, obedeced a vwestros amos en todas las cosas, e hijos, obedeced a vuestros padres en todas las cosas. Hay simple obediencia en los sujetos a do- minio patemal o despético. En otra parte se dice: los esas) fa riseos estén sentados en la cétedra de Moisés y, por consiguiente, cuando as ordenen observar observadlo y hacedlo. Fle aqui una vez mas simple obediencia. ¥ San Pablo dice: advertir que quienes estén sometidos a dos Principes a otras personas con autoridad deben obedecerles. Esta obediencia es también simple. Por ultimo, nuestro propio Salva- dor reconoce que los hombres deben pagar los impuestos estable- cidos por los reyes cuando dijo dad al César lo que es del César, y pa 6 €l mismo tales impuestos. Y que la palabra de los reyes es suficiente para tomar cualquier cosa de cualquier stibdito, cuando hay necesidad, y que el rey es juez de esa necesidad. Porque él nnismo, como rey de los judios, mand6 a sus discipulos que cogie- fan a la borrica y a su cria para llevarselas a Jerusalén diciendo: id [191] Vers. 19, et 1. Reyes, 3.9 1. Sam. 246 Gol 3.22 Vers. 20 Mat. 23.2, 3 Tt 3.1 Mat. 21.2,3 Gen, 3,5 El poder sobe- ano debe ser sabsoluto en todas las replicas al pueblo que estd frente a vosotros, y encontrartis a ung day a su borriquillo con ella: desatadlos y traddmelos. Y gunta qué os proponéis decile que el sefor lo necesita, y rén marchar. No preguntarin si esa necesidad suficiente; ni si él puede ser juez de tal necesidad, meterdn a la voluntad del Sefior. A estas citas puede también afiadirse la de Génesit: Sets com dios, eomacedores del bieny del mal. el versiculo U1: Suién ear cstabas desnado? $Has comido del drbol del que te ordené no comer que el conocimiento o juicio sobre bien y mal estaba prohibide el nombre del rato del érbol de la sabidurta, a titulo de prac” tala obediencia de Ad, Para inflamar la ambicién de le ae a quien ese fruto ya le parecia bello, el diablo le dijo que palades dolo serian como dioses, conociendo bien y mal, A pani det cual, tras haber ambos comido, asumie1 2 cio de Dios, que es juzgar sobre el bien rieron ninguna nueva habilidad para di cuando se dice que tras haber comido gin hombre ha interpretado ese pasaje c tudo ciegos y no viesen sus propias icles. Fl significado ceaty lo; s6lo entonces consideraron indecente la desnuder (donde fue la voluntad de Dios crearlos) y avergonzindose hicieron tet’ mente censura de Dios mismo. Y entonces Dios dijo: has conian etc., como si dijera: ti, que me debes obediencia, tomas ney el juzgar de mis mandamientos? Con lo cual se dice daamest (aunque de modo alegérico) que los mandamientos de quon, tienen el derecho a mandar no deben ser censurados 0 disutiy por sus stibditos. Por lo cual resulta sencillamente, para mi entendimiento, tan- toa partir de la razén como de la excritura, que el poder seben no situado en un hombre (segiin acontece en la monarqua) oe tuna asamblea de hombres (segtin acontece en repiblics pope tes y aristocraticas) es tan grande como los hombres hayan pod do imaginar. Y aunque en tal poder ilimitado los hombres pueden repre sentarse muchas malas consecuencias, las consecuencias desu fit ta —que son una guerra perpetua de cada hombre contra su vec no- son mucho peores. La condicién del hombre en esta vid borriquilla ata- si alguno os pre. entonces os deja. serd un titulo sino que se so. ron efectivamente el of, n'y el mal, pero no adgui, istinguirlos rectamente y se vieron desnudos, nin -omo si antes hubiesen eg [192] nunca carecerd de inconvenientes, pero en ninguna republica hay inconveniente que no proceda de la desobediencia de los subditos y la ruptura de los pactos a partir de los cuales nacié. Y quien, pensando demasiado grande el poder soberano, pretendie- ra disminuirlo habré de someterse él mismo al poder que puede ilmitarlo, es decir, a uno més grande. La objeci6n principal es la de la practica; cuando los hombres preguntan cuindo y dénde ha sido reconocido tal poder por los sibditos. Pero podemos preguntarles una y otra vez cudndo dénde ha habido un rey libre en medida bastante de la sedicisn y Ja guerra civil. En aquellas naciones cuyas repiiblicas han sido de larga vida y no se han visto destruidas por guerra desde el exterior, los sibditos nunca disputaron sobre el poder soberano. Pero, sea como fuete, es invalida una argumentacién basada sobre la préc- tica de hombres que no han sondeado hasta el fondo ni medido con exacta razén las causas y la naturaleza de las reptiblicas, y que sufren cotidianamente las miserias procedentes de tal ignorancia. Pues aunque en todos los lugares del mundo los hombres hubie- ran de poner los pilares de sus casas sobre la arena, no podria in- ferirse de ello que asi deberfa ser. La capacidad para hacer y man- tener repiblicas consiste en varias reglas, como la aritmética y la geometria; no (segiin acontece para el tenis) en la sola prictica, Reglas que los pobres no han tenido ocio para descubrir, como no han tenido interés 0 curiosidad los ociosos. CapfTuLo XXI De la libertad de los suibditos LBERTAD, © INDEPENDENCIA, significa (propiamente hablan- do) la falta de oposicién (por oposicién quiero decir impedimen- tos exteros al movimiento); y puede aplicarse a criaturas irracio- nales ¢ inanimadas no menos que a las racionales. Pues de cualquier cosa atada o circundada como para no poder moverse sino dentro de un cierto espacio, determinado por la oposicién de [193] Ones ibertad Quées ser ibe Miedo y libertad, compatibles eA algin cuerpo extemo, decimos que no tiene libe alla. Y lo mismo acontece con todas las criatura tras estin aprisionadas o en cautividad, limitada dena; ycon el agua mientias esté contend por diques o cae cuando en otro caso se desparramaria sobre una extensign mayor Solemos entonces decir que tales cosas no estén en libertad Parg moverse como lo arfan sn ess impediments extenoe Fe cuando el obstaculo al movimiento esté en la constitucién de |, cosa misma no slemos decir que le falta a libertad, sna el ge pata movers; como cuando una piedrayace quiets on hee es atado a su cama por una enfermedad, Y con arreglo a este sentido adecuado y generalmente Tecono. cido de la palabra, un HOMBRE LIBRE equine as css guar Sure 0 ingeio puede bacer no sve exarbado ex realizar eco Pero cuando las palabras libre lend se aplican a cosas di de eurpossecomete un abuso, pues lo no sujeto amovimiene esti sujetoaimpedimento¥, por tanto, cuando se dice (per plo) que la via est libre no se indica libertad alguna ene oo no, sino en quienes alli andan sin detenerse. Y cuando dese que una donacin es libre no se indica ninguna libertad de nacin sino del donante, que no estaba obligado por ningere o pacto a hacerla. As pues, cuando hablamos linemen eel bre, no la ibenad de voz 0 pronunciacién,aquél a quien nar ta ley obliga a hablar de modo dlstinto a como lo hizo, a fe mo, por el uso de la palabra libre albedrio no puede infae, ninguna libertad de la voluntad, del deseo o de la inclinacée nolla libertad del hombre, que consiste en no encontrar alt se no a la hora de llevar a cabo lo que tiene la voluntad, el dee Ia inclinacién de hacer. E] miedo y la libertad son compatibles; como cuando un hombre arroja sus mercancfas al mar por miedo a que el batco nan frague, pues lo hace entonces de muy buena gana y podiia cbc. nerse si asi lo quisiera. Por tanto, su accién es la de alguien cue era libre. Asi puede pagar a veces un hombre su deuda sso po ‘miedo a la circel, peto puesto que nadie le impidié abstenese fit ta accién de un hombre en libertad. Y, por lo general, todas lis ciones que los hombres realizan en las repiblicas por miedo a4 ley son acciones que estaban en libertad de omitis. Ttad para ir més S vivientes mien. s POr muros o ca [194] Libertad y necsidad son compatibles. Como sucede con el Libeiady agua, que no sdlo tiene libertad sino necesidad de descender Por e] mecesidad, canal, asi acontece en las acciones realizadas voluntariamente por “muti Jos hombres, que por proceder de su voluntad proceden de le fk bertad y, no obstante, proceden de la necesidad, porque todo acto de la libertad humana y todo deseo e inclinacién proceden de al. guna causa, y esta de otra en una cadena continua (cuyo primer eslabén esti en manos de Dios, primera de todas las causas). Con lo cual, para quien pudiese ver la conexién de sus causas, resulta- ria manifiesta la necesidad de todas las acciones voluntarias de los hombres. ¥, por tanto, Dios, que ve y dispone todas las cosas, ve también que la libertad del hombre al hacer su deseo esté acompa. fiada de la necesidad de hacer aquello que Dios quiere, y no mis ni menos. Pues aunque los hombres hacen muchas cosas que Dios no manda, y de las cuales tampoco es, por lo mismo autor, no pueden tener pasién ni apetito de cosa alguna que no tenga en Dios su causa. ¥ si su voluntad no asegurara la necesidad de In vor luntad humana y, en consecuencia, de todo cuanto depende de esa voluntad, la libertad de los hombres serian una contradiccién, un impedimento a la omnipotencia y a la libertad de Dios. Y esto debe bastar (en cuanto a la materia en cuestién) sobre la libertad natural, unica propiamente tal. Pero tal como los hombres, para obtener la paz y la propia conservacién, han hecho un hombre artificial que nosotros lla- mamos repuiblica, asi también han creado cadenas artificiales, [lama- das leyes civiles; ellos mismos, mediante pactos mutuos, las han soldado en un extremo a los labios de ese hombre o asamblea a quien concedieron el poder soberano, y en el otto extremo a sus Propios oidos. Aunque esos vinculos son débiles por su propia na- turaleza, pueden hacerse guardar debido al peligro, ya que no a la dificultad, de conculcarlos, Sélo en relacién con esos vinculos hablaré ahora sobre la liber- ‘ad de los sibditos. Pues viendo que no hay en el mundo repiblica donde haya suficientes reglas establecidas para la regulacién de to- dis ls acciones y palabras de los hombres (por ser una cosa impo- sible), se sigue necesariamente que en todo tipo de acciones, por las leyes predeterminadas, los hombres tienen libertad de hacer lo que puedan sugerirles sus Propias razones, a fin de extraer para si [195] Vincalos antificiaes, 0 pacios La libertad elas sibditos consist en ma libertad respecto de pactos G sentido adecua. id de las cadenay es clamar come mente distrutan, ion a las Leyes, ng lo hacen, algo me. Jo mas beneficioso. Pues si tomamos libertad en el do, como libertad corporal, esto es, como liberta y de la prisién, seria muy absurdo para los homb: Jo hacen por una libertad de la que tan manifiest: Y si consideramos la libertad como una excepci es menos absurdo para los hombres exigir como diante lo cual todos los demés hombres pueden ser duetos ig” vidas. Y aunque sea absurdo, no por ello dejan de exigitlo, olvi dan do que las leyes carecen de poder para protegerlos sin ung espadg en manos de un hombre (u hombres) que las haga ejecutay Fe? bertad de un siibdito yace por eso s6lo en aquellas cosas que a” lar sus acciones el soberano ha omitdo. Como acontts ees tad de comprar y vender, y con la de contratat,elegir ¢] ee Instruir a sug ii pio domicilio, la propia dieta, la propia linea de vida, hijos como consideren oportuno y cosas semejantes, Lalibetad Sin embargo, no podemos entender que por esa lib, di sibdite, poder soberano sobre la vida y la muerte quede abolido ertad ef ni limit compaite do, Pues se ha mostrado ya que nada puede hacer el representa, iimiaio dd te soberano a un sibdito, en ningiin campo, que pueda adetuate ‘ebro mente llamarse injustcia o injuia, porque todo sibdito ex sat de todo acto hecho por el soberano; y nunca le falta por ese recho a cosa alguna, salvo en el sentido de que es sibdito de Dig, y estd por ello forzado a observar las leyes de la Naturaleon ¥, por tanto, puede suceder (y a menudo acontece en le blicas) que un sibdito sea ejecutado por orden del poder sober, y, sin embargo, que no haya hecho mal al otro, como cuando it. dra hizo que su hija fuese sacrficada. En tal caso, y en otros sane res, quien asi murié tenia libertad para hacer la accién, por o cul fue ejecutado sin injuria. Y lo mismo es aplicable también a un principe soberano que ejecuta a un sibdito inocente. Pues aungu la accién sea contraria a la ley Natural, por ser contraria a equiad (como fue la muerte de Uriab perpetrada por David), no fue unain juria a Uriah, sino a Dios. No ofend{a a Uriah, porque el derecho hacer lo que quisiera se lo habia dado el propio Uriah, Pero siz Dios, porque David era el stibdito de Dios; y él prohibia toe it- quidad por la ley natural. Distincion que evidentemente confirm el propio David cuando, arrepintiéndose del hecho, dijo: Sta 41a ti he pecado. Del mismo modo, el pueblo de Atenas desterd 4 [196] ids poderoso de sus ciudadanos durante diez afios, aunque no co- metiese injusticia alguna, y jamés puso en duda su inocencia respec- to de cualquier crimen, porque el destierro se decreté atendiendo al mal que podria hacer. En realidad, los atenienses ordenaron el destierro de quienes no conocian; y llevando todo ciudadano su concha de ostra al mercado, escrita con el nombre de aquel a quien desearla desterrar, sin acusarle efectivamente, desterraron algunas veces a un Aristides por su reputacién de justicia y otras veces aun ridiculo bufén, como Hipérbolo, para mofarse de él. Y, con todo, un hombre no puede decir que el pueblo soberano de Atenas care~ ciese de derecho para desterrarlos; 0 que un ateniense no tuviese li- bertad para hacer bufonadas, o ser justo. La libertad que se menciona de modo tan frecuente y honro- so en las historias y la filosofia de los antiguos griegos y romanos, yen los escritos y discursos de quienes han recibido de ellos todo su aprendizaje en politica, no es la libertad de hombres particula- res, sino la libertad de la repiblica, que es idéntica a la que tendria todo hombre si no existieran en absoluto leyes civiles 0 repiiblica. Y los efectos de la misma son también idénticos, Pues asi como en- tre hombres sin amo existe una guerra perpetua de cada uno con- tra su vecino, donde no hay ninguna herencia que transmitir al hi- jo 0 esperar del padre ninguna propiedad de bienes o tierras y ninguna seguridad, sino una plena y absoluta libertad en cada hombre particular, asi en los estados 0 republicas independientes entre si cada repiblica (no cada hombre) tiene absoluta libertad para hacer lo que crea oportuno (esto es, aquello que el soberano © la asamblea representativa consideren oportuno) para su benefi- io. Pero por lo mismo viven un estado de guerra perpetua y sobre los confines de la batalla, con fronteras armadas y cafiones ergui- dos contra sus vecinos de los alrededores. Los atenienses y romanos eran libres, esto es, repiiblicas libres. No se trata de que ningtin hombre particular tuviese libertad para resistir a su propio repre- sentante, sino de que su representante tenfa libertad para resistir 0 invadir a otros pueblos. Estd escrita sobre las torres de la ciudad de ‘Lucca en grandes caracteres la palabra LIBERTAD, pero de ello nadie Puede deducir que un hombre particular tiene mas libertad o in- Tunidad por el servicio de la repiblica alli que en Constantinopla. libertad sera idéntica si una republica es mondrquica o popular. [197] La libertad (que enlazan dos escrtors sla libertad de soberanos mode hombres privados Cémo medir la libertad de os sibditos Pero es cosa fécil que los hombres sean engafiados 2 dos por el equi- ibertad y, debido a la falta de juici is. waco nombre de vada derecho de necimiee a commit orien F jerecho de lo piblico. ¥ cuando este misms pe 0 Siamado por la autoridad de hombres con reputation not S rreitos sobre este tema, poco puede extrafar que produzca se. sre ény cambio de gobierno. En estas partes occidentales del dicin ¥ Caos hace recbir ls opiniones concemientes ale inst. Maeion y derechos de las republicas de Ariséwles, Cerin y one, hombres, griegos y romanos, que viviendo bajo estados Populares no dervaron esos derechos de los principios de la naturaleza, si no que los transcribieron en sus libros partiendo de la préctica de sus propias repablicas, que eran populares; tal como los gram. cos describen las reglas del lenguaje partiendo de la préctica del momento, o las regla de la poesia extrayéndolas de los poemas de Homero y Virgilio. ¥ puesto que se ensefiaba a los atenienses (para alejar de ellos el deseo de cambiar su gobiemo) a considerane hombres libres, pensando que todos cuantos vivian bajo la mo. narquia eran esclavos, por eso mismo Aristételes afirma en su Po, litica (Lib. 6. cap. 2): em la democracia debe suponerse la libertad, pues es comiinmente mantenido que ningin hombre es libre en cualquier otro gobierno. Y lo mismo que Aristételes hacen Cicerén y otros escite. res, fundando su doctrina civil sobre las opiniones de los toms. nos, que fueron al principio instruidos para odiar a la monarqua por quienes, tras haber depuesto a su soberano, compartieron l soberania de Roma; y, més tarde, por sus sucesores. Y leyendo a €s0s autores griegos y latinos los hombres han adquitido desde ss infancia el habito (bajo una falsa apariencia de libertad) de favo tecer tumultos y controlar arrogantemente las acciones de sus so- beranos, y el de controlar a su vez a esos controladores, con laefi- sién de tanta sangre; por lo cual pienso poder decir en verdad que nunca han comprado algo tan caro estas partes occidentales como el aprendizaje de la lengua griega y latina, Yendo ahora a los detalles de la verdadera libertad de un sib dito esto es, a cudles son las cosas que aunque ordenadas pot 5 berano puede negarse a hacer sin injusticia, hemos de llegar «com siderar qué derechos enajenamos al hacer una repiiblica; 0 (cos idéntica) qué libertad nos negamos asumiendo (sin excep)” [198] OP TE OM Oe & y x & x das las acciones del hombre o asamblea que instituimos como puestro soberano. Pues en el acto de nuestra sumisién consiste tan- to nuestra obligacién como nuestra libertad, lo cual debe, por tanto, inferirse mediante argumentos tomados de alli, no habiendo obli- gacién de hombre alguno que no surja de algiin acto suyo, pues todos los hombres son igualmente libres por naturaleza. Y Porque tales argumentos deben extraerse de las palabras expresas, axtorizo todas sus acciones, o bien de la intencién de quien se sometié a su poder (1a cual ha de entenderse con arreglo al fin perseguido en la sumisién), la obligacién y la libertad del sibdito deben derivarse, o bien de esas palabras (o de otras equivalentes) o bien del fin apa- rejado a la institucién de la soberania, a saber: la paz de los sibdi- tos entre si, y su defensa frente a su enemigo comin. Viendo asi, en primer lugar, que la soberania por institucion se hace mediante pacto de cada uno con cada uno; y que la so- # berania por adquisicidn se hace mediante pactos del vencido con el vencedor, o del nifio con el padre, es manifiesto que todo siib- dito tiene libertad en aquellas cosas cuyo derecho no puede transferirse por pacto. He mostrado antes, en el capitulo xav, que son nulos los pactos de no defender el propio cuerpo. En conse- cuencia: Si el soberano ordena a un hombre (aunque justamente con- denado) que se mate, se hiera o se mutile, © que no se resista a quienes lo asaltan, o se abstenga de usar comida, aire, medicina 0 cualquier otra cosa sin la cual no puede vivir, ese hombre es libre para desobedecer. Si un hombre es interrogado por el soberano, o por sus auto- ridades, en relacién con un crimen cometido por él mismo, no es- 14 obligado (sin aseguramiento del perdén) a confesarlo; porque ningun hombre (como he mostrado en el mismo capitulo) puede ser obligado por, pacto a acusarse a si mismo. Por decirlo una vez mis, el consentimiento de un siibdito al poder soberano esta contenido en estas palabras: autorizo, o asumo, todas sus acciones, en lo cual no existe restriccién alguna a su pro- Pia libertad natural anterior. Pues permitiéndole matarme, no es- toy obligado a matarme cuando me lo mande. Pues una cosa es decir matame, 0 a mi compaiiero, si te place, otra cosa decir: me ma- ‘art, o mataré a mi camarada. Se sigue de ello que ningin hombre [199] Ningin hombre etd obligado por ss palabras a ‘matarse 0 smatar a oto esti obligado por sus propias palabras ni a matarse ni a matar a ningiin otro hombre; en consecuencia, la obligacién que un hare bre puede a veces tener por la orden del soberano en elsentide de ¢jecutar cualquier oficio peligroso o deshonroso no depende de las palabras de nuestra sumision, sino de la intencién, y ésta debe comprenderse a partir de su fin. Asi pues, cuando nuestra negaty va.a obedecer frustra el fin para el cual fue ordenada la soberania, no hay libertad para rehusar. En otro caso, si. Dentro de esta materia, un hombre a quien se ordena luchar como soldado contra el enemigo puede en muchos casos rehurs, | sin injusticia, aunque su soberano tenga derecho suficiente para castigar tal negativa con la muerte y asi acontece cuando pone en su lugar a un sustituto suficiente. Pues en este caso no deserta de] servicio de la repiblica. Y debe dejarse algiin margen también a ly tendencia timorata natural, no solo de las mujeres (de quienes no puede esperarse ningiin deber peligroso semejante) sino también de hombres con coraje femenino. Cuando los ercitos luchan, uno de los bandos, o los dos, se retiran; pero cuando no lo hacen por traicién sino por miedo no se estima que lo hagan injust. mente, sino deshonrosamente. Por la misma razén, evitar la bata. Ila no es injusticia, sino cobardia. Pero quien se enrolé como sol. dado o tomé a préstamo dinero pierde la excusa de una naturaleza timorata, y no sélo se ve obligado a ir a la batalla, sino también a no huir lejos de ella sin el permiso de sus capitanes. Y cuando la defensa de la repablica requiere simulténeamente la ayuda de to dos los capaces de portar armas, cada stibdito queda obligado a ello, pues en otro caso seria vana la institucién de la repiblica, que no tienen el propésito o el valor de preservar. Ningin hombre tiene libertad para resistir la espada de la re Piblica en defensa de otro hombre, culpable o inocente; porque tal libertad priva al soberano de los medios para protegerlos; y Por lo mismo, destructiva para la esencia misma del gobiemo. Pe ro en el caso de muchos hombres juntos, que ya hayan resistido injustamente al poder soberano o perpetrado algun crimen cap tal por el que cada uno de ellos espera la muerte étienen ono Ue nen entonces libertad para unirse, ayudarse y defenderse un0s ? otros? La tienen, ciertamente. Pues no hacen sino defender das, cosa que el hombre culpable puede hacer tanto como li [200] ws cente, Hubo sin duda injusticia en la primera nuptura de su deber: su posterior portar armas, aunque sea para mantener lo ya hecho, no es un nuevo acto injusto. Si es unicamente para defender sus personas, no ¢s injusto en absoluto. Pero la oferta de perdon se su, prime en aquellos a los que se ofrece la excusa de defensa propia y hace ilegitima su perseverancia al asistir 0 defender al resto. En cuanto a otras libertades, dependen del silencio de la ley. Allf donde el soberano no ha prescrito regla, el sibdito tiene Ik bertad de hacer o no hacer con arreglo a su propio criterio. Yen consecuencia, tal libertad es en algunos lugares mayor y en ovos menor; y en algunos momentos més y en otros tiempos menos, segiin piensen ms oportuno quienes poseen a soberania. Por ejemplo, hubo un tiempo en Inglaterra donde un hombre podia ‘ocupar sus propias tierras por la fuerza (y despojar a quienes te- nian igualmente su posesién). Pero en tiempos posteriores esa li- bertad de entrada por la fuerza fue suprimida mediante un estatu- to hecho (por el rey) en el Parlamento. Y en algunos lugares del mundo los hombres tienen la libertad de poseer muchas mujeres, En otros lugares tal libertad no se admite. Si un subdito tiene una controversia con su soberano sobre deuda, o sobre derecho de posesién referente a tierras 0 bienes, 0 concemniente a cualquier servicio requerido de sus manos o vincu- lada a cualquier pena, corporal o pecuniaria, fundamentada sobre una ley precedente, tiene la misma libertad para defender su dere- cho que si se tratara de demandar a otro stibdito, y para realizar sa defensa ante los jueces designados por el soberano. Pues vien- do que el soberano exige por la fuerza de una ley anterior, y no en virtud de su poder, declara por eso mismo que no requiere més de lo que parezca debido con arteglo a esa ley. En consecuencia, la isa no es contraria a la voluntad del soberano, y, el sibdito tiene libertad para exigir que se escuche su causa y se dicte senten- cia con arreglo a esa ley. Pero si el soberano exige 0 toma cual- uier cosa por pretensi6n de su poder, en ello no hay accién de la ley. Pues todo cuanto es hecho por él en virtud de su poder es he- sho por la autoridad de cada siibdito y, en consecuencia quien di- ‘ge una accién contra el soberano la dirige contra si mismo. Si un monarca o una asamblea soberana otorgan a todos 0 Parte de sus sibditos una libertad que mientras se mantenga im- [201] Laméxima libertad de os stbditos depende del silencio de ta ley WV] edidas eeu para eae la concesién ‘ye el soberano renuncie directame a, a menos Que eee odla haber renunciado a ella ct, soberatro en términos sencillos (de haberlo queride tai), y no lo hizo. Debe Por 50 entenderse que no se trataba de Sa voluntad, sino de que Ia coneesion procedia de ignorar la re- pugnancia entre tal libertad y el poder soberano. Y, por tanto, la Puna sigue manteniéndose Y, en consecuencia, todos los po. soberafue son necesarios Para su ejercicio, como el de guerra y paz, judicatura, designacion de consejeros, acufiar moneda y ¢| Polo de los entumerados en el capitulo XVII, Exqtcar La obligacién de los sibditos para con el soberano se sobreen. quedan tiende que dura tanto como el poder mediante el cual éste es capaz stains br Ge protegeris. Pues los hombres no pueden enajenar el derecho aes é que tienen por naturaleza a protegerse cuando ningiin otro puede oelnie Vetlo. La soberania es el alma de la repiiblica, y una ver. separada del cuerpo, los miembros ya no reciben su movimiento de ella, E] fin de la obediencia es la proteccidn, y alli donde sea detectada por un hombre, en su propia espada o en la de otro, atrae sobre sy por naturaleza la obediencia y el propésito de mantenerla. Y aunque la soberania es inmortal en la intencién de quienes la crean, en su propia naturaleza no sélo esta sometida a la muerte violenta y ala guerra con el extranjero; a través de la ignorancia y las pasiones de los hombres tiene en si, desde su institucién misma, muchas semi- Ilas de una mortalidad natural por discordias intestinas. Baw Si un sibdito es hecho prisionero en la guerra, 0 si su peso- na y medios de vida estan en poder del enemigo, y tiene su vida Y ad ee bajo la on de ser sibdito dola aceptado, es sibdito ee aiea le prior ee modo de preservarse a si nism El avo es idbeticn si fuse det nido por idénticos téminos en i. oo hombre es mantenido en prisién, ra ee eiccendt See ee nee lenado, 0 no se le conf alasujtion yale NO fins le suponerse vinculado por pacto hide por elclsuae : Lane le, puede por eso mismo intentar st scan, Hida Por cualquier ipo de medios 4 54s heredens arca enajena la soberanfa, tanto la propia como lade s, Sus stibditos retornan a la absoluta libertad de lam [202] turaleza; pues aunque la naturaleza pueda declarar quiénes son soberano sus hijos y quienes son los més préximos de su estirpe, depende pared de su propia voluntad (como ha sido dicho en el capitulo ante- Hm rior) quién sera su heredero. Por tanto, si carece de heredero no mine? habra soberanfa ni sujecién. El caso es idéntico si muere sin hijos conocidos, y sin declaracién de su heredero. Porque entonces no es posible descubrir heredero y, por tanto, no se debe sometimien- to alguno. Si el soberano destierra a su siibdito, éste no es tal durante el. Ee caw de destierro. Pero quien es enviado con un mensaje o tiene autoriza- deter cién para viajar sigue siendo stibdito; pero es por contrato entre soberanos y no en virtud del contrato de sometimiento. Pues quien entra en los dominios de otto queda sujeto a todas las leyes de alli, salvo que tenga un privilegio por la amistad de los sobera. nos o por licencia especial. Si un soberano sometido por la guerra se hace stibdito del Ex caw vencedor, sus stibditos quedan emancipados de la obligacién pre- #1 soe via y obligados para con el vencedor. Pero si el soberano es man- peated tenido prisionero, o no tiene la libertad de su propio cuerpo, no “4 se supone que haya abandonado el derecho de soberania y, por tanto, sus siibditos estan obligados a prestar obediencia a los ma- gistrados ya nombrados, que no gobieman en su propio nombre sino en el suyo. Pues, manteniéndose su derecho, la cuestion es sélo la administracién, es decir, cuestién de los magistrados y fun- cionarios; careciendo de medios para hacer nombramientos, se st- Pone que aprueba a quienes designé él mismo previamente. CarfruLo XXII De los sistemas politicos y privados de subditos ‘Tras haber hablado de la generaci6n, forma y poder de una re- Difrnes Pidblica, me preparo a hablar ahora de sus partes. ¥ primero de los. ds ae sstemas, que se asemejan a las partes similares © miisculos de un aa “eto natural. Por sistemas entiendo cualquier ntimero de hom- [203]

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