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‘Amar hoy desde el Reino La diffcutad para generar procesos afectivos correctos os algo connatural a cualquier situacién de vida. También la Vida Religiosa, nos dice Fidel Aizpu- ra, 50 ve implicada en esta tarea de un triple modo: tratando de mirar y ras- ‘wear los modos peculiares en los que ol mundo de hoy vive su afectvidad y sexualidad; descubriendo, lo mas hondamente posible, 10s mecanismos del alecto; buscando situarse en ese marco desde su opcién de vida por el Reino Esta tarea multiple desemboca en la certeza de que la espina dorsal det amor desde el Reino no es el Rein sino ot amar. Nos referimos a la experiencia fontal del amar, incluso de un solo amor, desde donde se extiende, como un racimo, todo el conjunto de amores que desencadena el proceso afectivo. El Reino envuelve, orienta, ordena y plenifica ese nucleo vivo del amor. Asi des: vela el Evangelio su calidad de correctvo de la historia, Desde esta vision puede plantearse de un modo nuevo el amor desde el Reino resituado en la realidad dei hoy en el que se halla inserto. Asi a pregunta por el cémo de la atectividad en la Vida Religiosa hoy recibe respuesta en la medi- ‘3a en que vuelque con docision vital al mundo del desamr. Entre los trabsjos literarios de Fidel Aizpuria podemos sefialar como temas afines a este cuademo: Sufrimiento y madurez, en Surge 46 (1988) 458-479; Ni Casandra, Ni Antigona, Ni Lisistrata. Mecitando la meditacién de Juan Pa- lo I "Muliers algnitatem’, en Surge 47 (1988) 43-55. kad de Teologta - Vitoria Fidel Aizpurtia Amar hoy desde el Reino La afectividad de la Vida Religiosa integrada en la cultura actual Fidel Aizpurtia AMAR HOY DESDE EL REINO La afectividad de la Vida Religiosa integrada en la cultura actual Facultad de Teologia VitoriayGasteiz Editorial ESET | Vitoria/Gasteiz D.L: $8-1013/92 Impresiéa: ‘Gertu Imprimategia Oat. Gipuckoa Instituto Teolgico de Vida Religiosa Erljioso Bizitzaren Teologi Institutoa Gasteiz/Vitoria Indice Introducci6n ‘Tema 1. Mirada y rastre Taller de lectura y didiogo Tema 2. Los mecanismos .... Taller de lectura y didlogo ‘Tema 3. La biisqueda.. Taller de lectura y didlogo . ‘Tema4, La pregunta Taller de lectura y didlogo Introduccién Enfocar la realidad desde el lado del afecto, pensado y vivido, es dar con ese punto de vista que aproxima y explica muchos de nuestros comporta- rientos, muchas de nuestras viven- cias. Por eso, para escritores, pensado- 1, cientifcos incluso el tema es ina- ‘gotable. Este cuademo no tiene gran- des pretensiones desde el lado acadé- mico. Quiere ser una reflexi6n, donde Ja experiencia, siempre corta pero siempre viva, tenga su sitio adecuado, Precisamente por este remitirse a la experiencia no se espere un estudio con sesuda bibliografa. Se citarin lic bros de actualidad, ariculos period ticos que nos hagan legar las voces de lo que hoy se piensa sobre el tema, re- ferencias, a veces muy coyunturales, que nos hablen de ese hoy en el que se cuecen muchas de nuestras actuales vivencias. En ese marco de hoy se ‘quiere engarzar la experiencia de to afectivo que la Vida Religiosa trata de cencajary orientar. Por eso mismo, ya desde ahora, se pide al amable lector un voto de con- fianza a muestra sociedad de hoy, por ser la nuestra, para tratar de hacer va- loraciones liberadas de acritud, de condena global, de facil desprestigio ‘en materia moral. EI mundo de hoy es nuestro mundo, de todos. Seamos comprensivos a la vez que discemido- res; valorémoslo como a un hermano del alma aunque con sagacidad para situar bien los problemas. Una visién conciliadora e integradora no est re- ftida con la profecia; el abrir horizon- tes, el suscitar la pregunta no es algo ‘puesto a una mirada compasiva y acogedora al mundo entorno. Ver al mundo de hoy como enemigo, por la raz6n que sea y en el imbito que sea, es, no lo olvidemos, echar piedras so- bre el propio tejado, Aunque solo fue- +a por eso, apelamos a la comprensién, nds fratema y profunda, Este es un “cuademo de frontera”. Ello quiere decir que no todos los po- sicionamientos han de ser comparti- dos, que no todas las opciones han de ser comunes. Quiere decir que, aun contando con un modo moderado en Ja forma y en el fondo, no tienen por- au coincidir las opiniones de los lee- tores y del autor. Nos darfamos por sa- tisfechos si aportéramos algo a la re- fexi6n, si la oferta de pensamiento quedara ampliada, si se hiciera més respirable el dmbito de nuestras viven- cias personales y comunitarias. La frontera siempre es un sitio peligroso, pero rico en experiences; un lugar de eae riesgo, pero posibiltador. El “earisma de la frontera” sigue siendo altamente bereficioso para la vida de la Iglesia y para la misma Sociedad, envueltas am- bas, con frecuencia, en la nube pega- jjosa y Hiante de cualquier justifcacién estructural No extrafe, pues, que no entremos ‘grandes y ajustadas definiciones; Ia sugerencia, 1a intuicién, el acerca miento seria Ta herramienta que wtili- zaremos para trabajar el tema. En el fondo, ereyendo en la capacidad im- plicativa del lenguaje, se buscard al- ‘tin tipo de respuesta algtin enriqueci- miento que haga més vivo ef mundo hermoso y complejo de la experiencia afectiva A todas estas pdginas subyace una tesis que, desde ahora, desvelamos: el mundo del afecto no es algo fatal, un elemento incontrolable en el que uno tenga que sumergirse y dejarse llevar no se sabe muy bien adénde. Por et contrario, ereemos que es algo que se puede construir, ontrastar, orienta, it Tlenado de sentido. No son esfuerzos estériles todos aquellos que toman por ‘campo de trabajo el ancho mundo del afecto, Incluso més, estas péginas quieren sostener que la espirtualidad evangélica del Reino de Dios puede imprimir a esta labor en las honduras de lo humano un sesgo definitive. Un tipo de dindmica asi seré algo enrique cedor de la vida humana, un contraste Stil para enfocar esas mociones siti sas del sistema operativo de lo huma- no tan decisivas para el mundo de re lacidn sobre el que se asienta la vida afectiva (Ojalé pudiéramos escapar a plante- amientos t6picos no contrastados que, aa larga, son estériles. Cémo nos da- rfamos por bien pagados si, en la con- frontaciGn con estas paginas, alguien encontrara alguna Tuz para reafirmar ‘sus més hondas opciones, sean cuales fueren, Tendriamos la evidencia de haber dado con el mayor fruto de un amor maduro: crecer en las rafces de la persona para abrazar desde ahi al hermano ensanchando ast los limites, siempre deseosos de horizonte, del amor humano. Y, mezclado a ese lo- 10, la formidable potencia que la op- cin por el Reino imprime a toda la realidad. “Se parece el Reino de los cielos a la levadura que metié una mujer..." (Le 13,21). No sabemos hasta dénde lle- gard el fermento, pero esté activo Tema 1 Mirada y rastreo Antes de trabajar las posibilidades y dificultades que la vida afectiva plantea a la Vida Retigiosa, sera bue~ no el mirar y rastrear el enorme es- fuerzo que la persona de hoy, la de siempre, ha desplegado para tratar de entenderse en este componente fuerte de la realidad humana que es lo afect vo. Es una pregunta viva que pide respuestas igualmente vivas. Mire- mos, pues. 1. Elancho mundo del afecto Hemos dicho que no nos meterfa- mos en el dificil mundo de la preci- sign cientifica, de la definicién exacta, Nosotros globalizamos més y desde ‘aht quisiéramos sugerir. a) Comprensién global del mundo del afecto Podriamos decir, tomando el sfmil de los ordenadores, que el ancho mun- do del afecto es como nuestro sistema operative, como ese mundo de Grde- nes basicas sobre las que luego se pueden asentar los diversos “progra~ mas” de la vida (el de la fe y el de op- cién evangélica como uno de ellos). En ese sistema juegan una serie de planteamientos que han brotado y se han conformado en las mas elementa- les experiencias vitales: la idea que ros hemos hecho de la persona (la nuestra y la de Ios demi), 1a idea a ta que hemos llegado acerca det sentido de la vida en el grupo social, 1a misma idea de Dios que se n0s ha inculcado y que hemos elaborado en sus estratos mis iniciales. Esto juega de tal modo en la vida de la persona que Iuego de- termina miltiples de nuestras actua- ciones. Para esto, como para todo, los afos iniciales de la vida, los ambien- tes familiares, las experiencia prime- 1s de apertura a la vida son decisivas. ‘A.veces la “fuerza” del Evangelio co- mo correcivo de estos elementos bi- sicos se estrellaré como contra un mu- 10, Oca EI mundo del afecto, por lo tanto, hace referencia a la historia personal en cuanto algo en sf y en cuanto algo asumido, Es justamente en esto segun- do donde a la persona se le plantean todos los interrogantes. Los elementos intocables de nuestro sistema operat vo nos sobrepasan hasta llegar a veces 1 desconocerlos, tan enraizados estén en Ios ultimos componentes de 10 ruestro. Pero su posterior reordena- —6— miento, la posibilidad de una ereciente asunciGn, la pretensiGn de inluir algo sobre ellos dindoles otra direccién es, sin duda, una posibilidad abierta. Y ello por muy limitada que se suponga esta posibilidad en casos donde la per- ona ha legado a estar marcada por sus circunstancias histéricas. Negar tuna puerta abierta a la manipulacién de este mundo es echarse en brazos de tun destino eiego; erect, por el contra rio, que esto és pan comido, es una in- crefble ingenuidad. El mundo del afecto hacer relacién 4 las pulsiones ltimas por las que, a veces incomprensiblemente, se mueve nuestra vida, Ali se hallan insertos los, gozos dltimos, tan personales; los ‘miedos dltimos, tan causantes de pa- vores insuperables a veces; las para- dojas dltimas, tan inconfesables y, con frecuencia, tan dificiles de aceptar aunque sean evidentes; las heridas iil- timas que uno va tragando en ese di logue interno que produce la experien- cia de toda enfermedad, ‘Todo eso se mezela en algo que, con frecuencia, tiene una manera extrafta de percibirse ¥ de tratarse. Extrafios a nuestro pro- pio fin, a nuestro propio componente. Esto ha generado el hondo caudal de tragedia que acompafia, en una medi- dao en otra, Ia existencia humana. De forma mas sencilla pero tal vez és certera quiza el mundo ancho y complejo del afecto pueda ser resumi- doen el simple afin de querer y que- rer-y ser quetido. Als se insriben los enormes esfuerzos vitales por dar con ese interlocutor en el que lo nuestro quede entendido al menos en la ver- dad que nosotros queremos otorgarle; yy, ademas, est esa otra bisqueda de alguien a quien entender améndole. Aqui se establece ese trasvase de vida que sostiene la débil espina dorsal de nuestra existencia y que hace erecer la realidad personal hasta hacerlavaliosa ¥ con prometedores horizontes. Ya de- cfa el viejo aforismo de Sir 6,14 “Quien encuentra un amigo fel, en- ‘entra un tesor0” el tesoro de enten- der y situar mejor 1a realidad de su propia existencia. Por eso le resulta tan vital : ) Dejarse envolver, saber discernir A nadie se nos escapa que, tanto en Ja Vida Religiosa como en cualquier otro género de opciones vitales, hay ‘no pocas personas que, por unas r420- nes 0 por otras, se han situado fuera de la comtiente de lo afectivo. A ello les han levado multiples causas: fa superficialidad que Mega a hacer ya costra impenetrable, obstéculo ante el ‘que se estrella toda pregunta en serio por las realidaies de la vida; los esco- zores no curados que llevan a no bus- carse nuevas complicaciones en este ‘mundo del afecto; los desconocimien- tos inerefbles que han Hegado a forjar —7— ‘una idea fantasmal ¢ inexistente de to- dda esta realidad; los desengatios hon- dos para los que ya no hay bélsamo que suavice y cure; los posiciona- -mientos irevocables que provienen de ideologias espirituales 0 morales que, ppuestos por delante, impiden cualquier planteamiento en novedad y gozo. To- das estas causas han hecho que el mundo de la afectividad sea un tren perdido cuya marcha se mira desde el andén en el que uno ha instalado ya su vida. Por eso, es preciso animar a dejar- se envolver por este torbellino que es el mundo afectivo en Ia inmensidad de sus variantes y races, Dejarse envol- ver es saberse parte viva de algo que puede ser enormemente posibilitador para la construccin de la verdad de la persona; desear entrar en este mundo sin frenesf pero con la certeza de que en ello se juega mucho de to nuestro; mantener Ia certeza de que abi se jue- ga algo de lo que nadie va a ahorrar- nos el trabajo y el gozo de lo hecho or nosotros mismos. Dejarse envol- vver como quien sabe que si logra at nar en el tratamiento correcto del te- ‘ma, esto ha de producir, sin duda, fra- tos de vida altamente positives. Todo esto no estd reiiido con un discernimiento perpetuo acompafiante de nuestro trabajo en el mundo del afecto, Precisamente porque mucho de este mundo es global, difuso, paradé- jico, conviene incidir en una ineludi ble tarea de discemnimiento: saber ca- {da vez més cudles son los abjetivos en este momento de la propia vida, que- rer entrar con decisién en los proble- ‘mas dispuestos a asumir riesgos, tra bajar lo mas posible para que esto sea algo que no desbarate los otros com- pponentes de Ia propia realidad, No ha- bbré que ahorrarse este esfuerzo que tiene todos los sintomas de un trabajo: cl gozo por lo conseguido, el esfuerzo y hasta el enfado por los momentos estériles, el sudor molesto de quien sa- bbe que ha puesto la carne en el asador, los hermosos logros que uno va i porando a su vida. Precisamente por- que es un verdadero trabajo es algo también de verdad positive para la persona, ala corta oa la larga. Ya lo decimos desde ahora, para cesta peculiar, hermosa y, a veces, dura labor, las ayudas serin imprescindi- bles. Ayudas que se traduciedn sobre todo en personas, en aumento de la ca- pacidad reflexiva, en contraste vital con situaciones similares en cualquie- ra de los campos de la vida gue uno frecuente, participacién real en el mundo afectivo de los otros por el cauce de la sintonfa y del compartir en €805 niveles. Quizé esto iltimo sea lo més dificil, pero, sin dda, lo més fe- cundo. ‘Cualquier sistema vital (el de la Vi- dda Religiosa, por ejemplo) que apaga 8 estos anhelos es un sistema sospecho- 50. Lograr imponer una ataraxiaafec- tiva como si ello fuera un logro defini- tivo es no haber entendido el torbeli- no del amor y, més al fondo, el vértigo 4e la vida. De ahi que proclamemos rya desde estas pdginasiniciales la rei- Vindicacién bisica de hacer parte de este mundo en cualquiera de las situa- ciones vitales en las que uno se inserte ¥ de las que haga parte. Negarseaesto es una mutilacién vital de consecuen- cias incalculables y nefastas. ¢) Otra mirada Provifiendo de una cultura, social ¥ teligiosa, donde lo relativo al afecto ha sido globalmente maltratado y ma- lentendido, es dificil dejar de mirar el tema con mirada desconfiada, esqui- nuda y hasta enemiga. Los transfon- dos morales que han jugado un papel decisivo han empobrecido, ridiculiza- do y vaciado de sentido, en no pocos aspectos, lo relativo al mundo del afecto. Y, sin embargo, habré que intentar mirar ese mundo del afecto con otra clase de mirada: un modo abierto que aleje prejuicios innecesarios, un talan- te benevolente que comprenda y excu- se al menos lo mismo que en otros as- pectos importantes de la vida, incluso " Recordar apes curios clan dt no paves luna capacidad creciemtemente flexible para encajar el riesgo de tratar un asunto vivo. Esta mirada fecunda y abierta es absolutamente necesaria si se quiere tratar el tema con posibilida- des de éxito. En el fondo, abolir los Viejos modos que persisten rutinaria- ‘mente? no es tarea fécil; estin inextri- cablemente mezclados a las raices ins- titucionales de los grupos religiosos. No nos extrafie que persistan. Pero el twabajo por crearse otra mirada, por si- twar el corazén en terrenos de més no- vvedad y libertad serd, ala larga y si se sabe hacer con el correlativo discerni- miento, un beneficio de incalculables frutos en humanidad y en fe correcta mente entendida. 4) Escuckar la voz Una actitud cerrada y visceral- ‘mente tradicional ante el tema de lo afectivo hace ofdos sordos a los mo- dos nuevos y a los lenguajes en que hoy se expresa lo afectivo, No se trata de patticipar sin mas en el aturdimien- ad demerit sl aspect deo afetv seta. 2 (mo vaaeacarr de un modo avo ee tema tut joven sacrete en ya orentcn sis en 1a pecan sifrenla de au parca eset a 1a dels denis y emia aceon, oy en fun inacababebesamanes”{Cén0 8 ent Problema aectva de un modo nie in oven ‘ligos gue we pone un bo difenindr, Ss le claca cu un wah dfeearinor seed Smit elacions ieenindor ysl ode de un plied citeeneidor = oe to y en el guitigay que, con frecuen- cia, es el modo como la sociedad de hoy presenta el mundo de lo activo. Escuchar la voz que habla el lenguaje del afecto con modos actualizados es teatar de situarse en el lado valorador de un componente humano y social cevidente; es trabajar por llegar a sinte- sis, lo mds pacficadoras posible, don- de el corazin y la vida se reconcilien al maximo; es vibrar solidariamente on todos aquellos para Tos que el o- {gro de una vida afectiva en riqueza no es un simple pasatiompo sino una ta- rea de existencial €) Una vuelta a tos sentimientos Al decir de los analistast el pensa- ‘miento de hoy postula una vuelta a los sentimientos que, con los debidos co- rrectivos, puede ser un enriquecimien- to para Ia manera de vivir el afecto. Nadie duda del efecto serenizante y cenriquecedor de la ternura, del cuida- do amoroso, del rumiar el devenir hu- ‘mano desde el lado de la honda y ma- tizada comprensién de la realidad, Na- die duda del efecto positive de la su- 3 Tomemos or ejemplo, un lengua cenurado asta shor, ano el soil cma sive iio se: lengisje dela carci, jC se enone? Cine we praca? CFA. GALA, Bl dul bc a. Madrid 19932, gp. 269.271: La “trea de te ria’ en Vda Nea 31095 de 31798 p38, 4 CFC. GURMENDEZ, Vuelta os seins, 8 Bobei/ELPAI,w88, sinado 19 de junio de 1993, p. 22, ma de sentimientoss, Pero también, ‘cualquiera es consciente del peligro de aislamiento que rodea al sentimiento interior y det peligro de dispersién que Je acecha cuando sale afuera. De ahi que sera necesario un tratamiento efi- az de los sentimientos, mezclado éste con una creciente apertura y una ma- ‘yor clatificacién. Con esos correctivos ¥y sabiendo que “los sentimientos hay que vivirlos con entera libertad, sin ‘ocultarlos como si fuesen una ver- sgilenza, pero tampoco entregarlos a cualquiera”s, los sentimientos pueden ser vehiculo valioso en la compren- sidn y vivencia del mundo afectivo, a la vez que elemento vinculante en op- ciones de vida en grupo, como lo es la Vida Religiose’ 2. Un modo peculiar de vivir lo afectivo Ese es el modo de nuestra cultura de hoy. Y, por lo tanto, conviene echarle una mirada para rastrear las ‘maneras mas caracterfsticas de esa vi- vencia, sabiendo que, de una o de otra 5 Masa en suet tenn tas un msm semen temo al Evangelo de Heck 52 eeemos econo spp de eto, CFC. GURMENDEZ act p.2 ? Hast eno puto gree Iiico ate la VR haya etgmtizado las pasionesdesontolags, poe solar a mina medi reprsiva a fs setnetos ‘elt contbeido aun state pstmt elas pes —10— forma, se hace parte de esta realidad y ales donde el religioso/a de hoy ne que ir insertando su vivencia de 10 afectivo, incluso con el componente cevangélico. a) Modos peculiares, denominador No es preciso hacer gran esfuerzo ppara mostrar que el tema de] amor y del afecto es componente continuado de la persona histérica’. Pero cada época, debido a un complejo conglo- merado de variables antropolégicas, sociales ¢ hist6rieas, lo vive a su ma- nera, Destaquemos tres rasgos: * El socidlago A.MONCADAY a- naliza cémo el amor libre, Ia emanci- pacién de la mujer, la répida disolu- cién de las ligazones amorosas, han desencadenado una reaccién conser- vadora y de serias coacciones para consolidar el vinculo de Ia pareja por cl matrimonio, Asi, la vida sentimen- tal y familiar se convierte en un meca- nismo disuasorio de la participacién politica, O de otro modo: cuanto mis ames y te sientas més feliz con los tu- § Asilotiguan ls visjas aged, os ei ‘doe veron de Cue 1s dramas shaespearanos, {1 ergerae de Rosana novela rons y cul Svina de for stimos Kiros on Tos anagucles de asta Liber, ° CEA. MONCADA, Lacs de le prea Ea. La Ieee Madd 1992. ys, menos te ocupards de In vida pai brica, det mundo social, de sus con- fictos. Esta manera involueionada de vivir la retacin de pareja es rasgo ela- 10 y peculiar de vivir el afecto hoy. * Por otro lado, la manere como el sector joven vive el afecto es, asf mis- ‘mo, peculiar. “Los jévenes de ahora ‘han desublimizado el amor y lo viven ‘como sentimiento gozoso y dispersi- vo. No buscarén, como generaciones pasadas, la criatura ideal. Encuentran tuna, Iuego otra, se poseen mutuamen- te como objetos que se consumen ri pidamente. Esta experiencia sexual cempirica erosiona el sentimiento amo- +050, porque el placer que proporcio- nan las satisfacciones eréticas sucesi vvas no se renueva, es parcial, fimitado al acto, y acaba despertando una gran angustia. Entregados a su pasién fun- sible, necesitan siempre nuevos obje- tos en que agotar su energia pulsiva, estableciendo relaciones sin compro- miso alguno. Al no entregarse nunca total y verdaderamente, el amor estén lejano como una estrella de otra gala xia”! Quiza sea parcial este modo de valorar, pero refleja una peculiaridad evidente del modo afectivo de la ju- ventud actual, "© Tal ver seria interesante percatar- se del esfuerzo que la sociedad de hoy 19 CFG.GURMENDEZ. ate. p.3 Vere fim aa amas et psi polemic, —u— esté haciendo por extender el uso, dis- frute y asimilacién de lo afective y lo sexual a sectores a los que antes les estaba vedado este tema: tercera edad, mundo de las deficiencias psiquicas, ete. Es, sin duda, un rasgo peculiar, aunque modesto, de una manera de entender lo afective mas como patri ‘monio de la persona que como algo de uso y disfrute de ciertas bandas exclu- sivas de la sociedad, Pero la caractertstica més pecu- liar por la que se podria caracterizar la ‘manera con la que Ia sociedad de hoy vive este componente de lo humano que es el mundo afectivo es Ia inercia, una especie de falta de pasién, en sen- tido positivo, un dejarse evar por las ‘aguas comunes de lo que hace todo el ‘mundo, un no poder de unos modos uniformados de comportamiento en los que uno se ve irremediablemente atrapado, Todo esto lleva a un empo- brecimiento enorme de la vida afecti- vva y.lo que es peor, a no desear traba- jar el tema, a sentirse fatalmente en- vuelto en un indiscernido torbellino ‘que incapacita para el andlisis®, 1 CELL. ARANGUREN, La vj como aor lel persona sia. Mad 1992 pp. 413 ‘BAL. Le seated del defen, EA. Cte Made 18 '2 En ta hemos cnc Palomas a vel dt disco de Mess, Deacons dominic se dibs fs problemiica ane el alec confisve "Una opi {ue age no ent bien soe opta gue Ge el ‘as hacer: aque opine os dem eat dems", Un pegueo tid ce mie de vere enrlo o0 mu espei de faatidad ue strepas aap. YY, sin embargo, debajo de todo es- to hay una sed inapagada, un atéa por vivir a fondo lo que solamente se vi vencia a nivel superficial, una intui- cién de que se da abf un mundo de verdad que atrae y obsesional, En es- ta paradoja se desenvuelve no poco de Jo que la persona de hoy elabora en tomo a la realidad afectiva. b) La dificultad mayor: recuperar la profuundidad No pocos pensadores de hoy! han ‘dejado en evidencia Ia urgente necesi- dad que Ia persona tiene de recuperar Ja dimensién de profundidad, ata que aman “dimensién perdida”. Quedan aterrados ante un estilo de sociedad donde el cada vez misfeada ver ma- yorfeada vez mejor, nuesto “todo va- Je" de ahora, son los dinamismos que activan la vida del ciudadano de hoy. Ese caminar en la horizontalidad Ue- va, irremediablemente, @ un estilo de vida despersonalizado, superficial e inhumano en todas sus variantes. Una vez més se comprueba que el 13 "ap gua boda tev sie eines eo wt snes. Ha sido algo Ratan vo, Quin I gene seando ge leben de amo A.GALA en Lt ROI TOR pe "er, por empl, tds via ob de PT LICH, La dimen praia, Bilbo 1970 69a ue se ere aa cman de profiad com sien prdids qe bombed ay ness. taucgemenent recaps, Ss cenemigo mayor de la vida humana, en todas sus facetas, es la banalizaci6n, la enorme superficiaidad a la que some- temos los procesos vitales. Ante una manera como esa de entender Ia vida se estrella cualquier argumento. La misma vida afectiva queda empobreci- da y en riesgo de pérdida de sentido ‘cuando no se la sabe situar en esa pro- fundidad vital que da a las cosas los perfiles y los matices peculiares que Jas van integrando en la verdad de lo {que somos. Situar el afecto en la pro- fundidad, en la realidad més honda de Ja persona, es una tarea no solo pen- dente para la persona de nuestra cul- tura, sino imprescindible si quiere contrarrestar el empuje hacia la super- fice, terreno donde los devastadores de la historia y de la vida hacen su agostols. ¢) Elancho mundo del desamor EI mundo del desamor siempre ha sido ancho y profundo. Quizé particu- larmente hay. O tal vez como nunca nos hace mella el amor vulnerado. ‘Aguf entran las grandes soledades, las 15 Up andoto cons In speci, stems de cui de a oles en fdas vara incre al engine pode. El que en sere aye cuenta, aunque serge Sxd pony on todavia ete reaps Scies ques ascan a mondo de lo poco ino postivo depos aay eso a de potas ora wea Wd sfectivaearqueida CT GISANTAYANA, ineptretcone de poesia Ti, Ea, Cited: M198, vidas en profundo olvido, et mundo del amor de los queridos por nadie, los que no saben el sabor de un beso de ‘amor, Ios que no han sentido nunca la célida presin de una mano acaricia- dora, los que no saben cémo se Susu 11a el caro ni c6mo es el brillo de un rosiro vuelto a quien se ama. Ademds, cada vez. es mis amplio y extenso el ‘mundo de los amores rotos, de los ca ‘minos que fueron hermosos y estin hoy intranstables de zarzas, de las im posibilidades harto comprobadas, del sometimiento a unas circunstancias de vida que parecen incambiables, de 1os muchos guebrantos de corazén y de ‘cuerpo que conlieva el vivir con quien el amor n0 es planta viva. ¥ Iuego es- tn las situaciones afectives de dificil superacin (amores rechazados social- ‘mente, situaciones afectivas sin salida, perplejidades grandes en cuestiones de amon). Y el duro mundo de fos inco- municados, de los envueltos en pe- numbras continuas, de los que tienen por compafiero de didlogo la bebida alienante, las drogas alienantes, 18s fu- {gas alienantes. Y crece el niimero de Tas que, Sobre todo en materia afecti- va, no han visto nunca cumplidos sus deseos. Ancho mundo todo él, profun- da herida Obviar todo este mundo seria igual ‘que volver el rostro a la inevitable rea- lidad de un amigo enfermo. Trabajar, aunque fuera poco, por reconstrur es- te derribo solo sera posible desde una —B— sintonfa de amor en esa profundidad cen 1a que se aproximan todos los que se ven necesitadas de salud en el cora- onl 4) El mundo de la mujer Todo el mundo coincide hoy en se- falar, como una caracterfstica peculiar dde nuestra sociedad, Ios logr0s socia- Jes que la mujer ha alcanzado, ha arrancado mas bien, en pro de su igualdad. Pero mirando el fenémeno as de cerca observa uno que no es ‘ro todo lo que reluce!”. La mujer co- ‘mo hecho social debil es algo que si- gue en pie, ya que en los paises mis desarrolladas (EEUU, por ejemplo) Jas mujeres representan los dos tercios 4e los adultos pobres, el 75% de las mujeres ganan la mitad anval del sala- rio de los hombres, el $0% de los puestos de trabajo femenino estén pe- ‘or remunerados que los hombres, solo el 8% de los jueces federales son ma- Jeres's, Pensemos lo que pasa en los pases més explotadas. Ineluso en los 36 Verne probleica in en a novela de M. HIDALGO, zuceno, que ep ates, Ed. Mon ado, Made 198, 57 Ain suena histone y con leo sain agua sforsmo de los Rating Sones en Let Hose”, once dein: "at rom mundo de homes,» Ie ‘mujeres lene un igen: bajo as ibaa 'S Verests dato onl eilo de M. PEREZ OLI- VA, La mie dienade: La etre nareamercona Susin Fala aber sobre la ofensveWelieea ora ef foinima et BabelgEL PALS 272335, pes nuestros el nico cambio destacable en os itimos quince aos es que aho- ra los hombres de clase media ereen que ayudan mas en casa. Imaginemos, a niveles de clases sociales bajas, las Timitaciones y opresiones con las que se entremezcla la vida de no pocas mujeres. Nada decimos de la erueldad sexual, de las historias de denigracién ‘y despotismo que encierran muchas de las alcobas de cualquier domicilio. Cambiar fs fundamentos de una cul- tura no es cosa de dias. Es preciso ser extico Y, sin embargo, el crecitniento en el mundo del afecto pasa por una inte- aracién y equilibrio entre la realidad hombre/mujer. “El hombre secular- mente esté dispuesto de una manera, como un conjunto de compartimentos estancos, uno lo dedica a trabajo, otro alos amigos, otro & sus aficiones, otro al amor..La mujer es mucho més ca- paz de dedicar la casa entera a esa quemaz6n, a esa alegria, a esa inunds- cidn gozosa y dolorosa que es e amor", Es necesario un trasvase en- tre amas realidades para que el mun- do del afecto funcione en nuestra so- ciedad de hoy”. "9 CEA.GALA, eowevis en £4 RIQUA 18:7.98 6 2 Ato ve mbic, au manera Is eosin de ‘an Pablo Auris dentate, coand die & a mujer como “ou "ef ala com, a? —M4— ¢) La dificultad para generar procesos ‘Siempre han sido dificiles los pro- cesos afectivos; también en nuestra sociedad de hoy. Esa dificultad gene- ra modos no asimilados de vivir la afectividad. De ahi que se la vida co- mo a saltos, a rompicones, a momen- tos tépicamnte dedicados a lla. No se Ja vive como algo envolvente, como un proceso generador de amor Esta dificultad se manifiesta en la dialéetica amorisexo en la que el se- undo de Tos tsrminos se leva la parte del le6n. “El amor no quiere decie simplemente sexo. El amor salpimenta cl sexo, Llegar al sexo sin amor, insis- to, es bailar sin musica"! Sin embar- 0, gran parte del hecho social empuja al sexo sin amor, en sus miitiples va- siantes. El trabajo por generar proce- sos en los que el amor envuelvaal se- x0 y a todos fos otros componentes del mundo afectivo es una tarea que la sociedad de hoy tiene pendiente y de laque depende no poco de la hurani- zacién del mundo del afecto an nece- sario para una vida integradora y equi- librada. J) ¢Un fendmeno de hoy? [Nos referimos al amplio fenémeno Gel erotismo. Cierto que, desde los 21 CEALGALA. emovna on LA ROI 18-793, pt. viejos tiempos ha habido modos muy irectos de tratar el tema. Pero, co- mo fenémeno social, tal vez sea una ccaracteristica de la moderna sociedad, EI mismo mundo censurador de anta- jo ha dado pie a una desinhibicién {que quiza conlleva el mismo riesgo de espersonalizacién que antes. “La li- bre satisfaccién erdtica produce una paradéjica insatisfaccién fotima y un creciente aislamiento. La carencia de amor mueve a un apoderarse de los ccuerpos ante la imposibilidad de pose~ er las almas. Se escapa ast el espiritu del objeto sexual y el del sujeto no en- ccuentra ni asidero nt reposo™. Y, sin embargo, este es un dato con el que hay que contar, dadas las dimensiones sociales que va tomando. Un discernimiento continuado, un precio de la belleza junto con un re- cchazo de lo s6rdido, sera instrumen- tos validos para saber moverse en esta realidad e incluso para integrarla, en la medida de 1o posible, en la cons trucciGn del procesos afectivo. Et principio rector de todo este asunto se- rel grado de humanizacién 0 su con- trario que lo compone, 22 CECATULO, Poesion Ea, Alianza, Madrid 1988s, 2 CEALGALA, El eaamo. en EL PAIS SEMA Nar 19.993 —15— 8) Entra la castidad en este esquema de sociedad? Globalmente hablando, es preciso decir que cualquier opcién de vida en castidad. méxime Ia castidad por op- cin religiosa, entra con mucha difi- cultad en una manera de entender la castidad tal como Ia venimos descri biendo, Si en modos religiosos tevcri- ticos goz6, al menos a nivel oficial, de gran predicamento, hoy, a nivel popu- lar, es un elemento cultural que de de- preciado ha pasado a ser précticamen- te no considerado, No creo innecesario el ser flexible para escuchar las voces de aquellos ue discrepan de nuestras maneras ha- bituales de valorar lo religioso y desde ahi la castidad por motivos de fe, Ellos niegan la castidad dictada en tér- minos absolutos, impuesta absoluta- mente a todos como norma universal de la que haya que derivar categorfas tices generales que consideran repre- soras, Para ellos 1a castidad est do- preciada en las personas que dicen ha- ber optado por ellas ya que es algo que se les impone, que los desmotiva de cara al mundo del afecto y que, ademds, no cumplen:*. Identifican la castidad religiosa con un puritanismo exagerado y opresor. E incluso, llegan 2 Lanse lanl do MOLX, Sead Pa pen EL PAIS37.93 p18. % IA: MENDATA, Le pei smb ae one so. on CAMBIO 16,262.93, ‘a acusar de inhumanidad ciertas pos- ‘turas oficiales sobre enfermedades co- mo el SIDA, pidiendo simbélicamente luna condena del estado moderno a la certazén, segtin ellos, que postula co- ‘mo tinica salida al problema el de la continencia’s, Cerrar sistematicamente los ofdos @ estas opiniones o disentir en todo por principio tal vez sea cerrarse a una re- alidad social que, en parte, también in- fluye en la correcta situacién de Ia vi- vencia de lo afectivo en la Vida Reli afosa dentro de nuestro conereto mun- do de hoy. 43. Insertos en este hoy Es en este marco donde la Vida Religiosa tiene que ir construyendo su opcién de vida que incluye un amor desde ta 6ptica del Reino. Por muy ajenas que parezcan ambas realidades, es preciso ir aproximéndolas. En el fondo, son elementos integrados, co- ‘mo una es Ia vida de cualquier perso- nna en unidad total con su momento historico. 2 Lae ol voledlc anise de A PEREZ RA- MOS, Tala de malechore, EL PAIS 20-493, 2p. 1-14. También . VATIMO, Hoc na see [iod mas amon, en EL MUNDO, 5.7.93 —16— 4) No al mundo de los tépicos Como toda institucién, larga en afios, la Vida Religiosa tiene el peligro de vivir en un mundo t6pico, indiscer- nido, sin contexto. Persistic en vivir los componentes de la Vida Religiosa, tuno de ellos el de la afectividad desde el Reino, sin considerar el contexto en ‘el que nos movemos hoy es, por decir lo de algin modo, un suicidio. No puede Hlevar sino a una inadmisible alienaciéa que no Is salva ni siquiera Ia posible buena voluntad con la que se hace” sos t6picas sin contraste son muy plurales. Nos referimos 2 algunos de ellos: aquel que todavia no ha logrado cerradicar el sentimiento de que la vir- inidad es un modo de vida (estado, dicen) superior al del matrimonio?*; quel que dice que el celibato nos ha- ‘ce més libres, siendo esto asf cuando se Jo asimila desde rafces antsopol6gi- ‘cas vilidos, si no, en ciertos 230s, &s tun obstéculo al crecimiento personal; quel que afirma taxativamente que la ‘opcién eélibe lo es por el Reino, cuan- 2 efumos hae poo a valorcin que ona Com fpozaion Religions hac de sea ial PRjeno su espinal marian eo 31 Frnaulaaca os ome talent nade asa lea boy 2 aa hay aces deposi, como J. M. CAS ‘THLLO, Cloves de la vide religiosaLihsna 1993 (torocopids) p16 gue haban de un Fein per del bao pee Reo es regiaros Siem da Males cnt 1°29 po sem plo ops aa es espa do la captacién y vivencia de Ios me- ceanismos del Reino no es algo que va de sf; aquel que recurre al t6pico de uuna opcién hecha desde la madurez, cuando sabemos que “nadie alcanza plenamente la madurez y la integra- cién total de su mundo afectivo-se- xual”, Ajustar esta clase de afirma- ciones es colaborar a situar nuestra ‘opcién eélibe en Ia verdad y en el con- traste del mundo en el que realmente nos movemos. Por otra parte, es preciso caer en la ‘cuenta de que una vida célibe desde el Reino es un modo de amor peculiar, no habitual. Requiere un tratamiento adecuado para que no se convierta en algo nocivo para la persona. No que- remos decir, claro esté, que sea un modo deficiente de amor, sino simple mente recalcar su peculiaridad de amor més diffcilmente encajable en los esquemas psicolégicos habitua- Jest, Ademfs, los procesos afectivos en Ia Vida Religiosa, por motives complejos aunque explicables, tienen, ccon frecuencia, los rasgos de lo que podriamos llamar un amor tardfo: se descubre y pasa por todas las etapas en la adultez, Io que le otorga también 2 CHI. M. CASTILLO. ae. cit 35, 50) crecimiento de amore no taints, node pc on nesta wid de Roy aang pues ES sigifetvo, Pone or ctesto fa reid fa fir radical somo reli afi lega nis Ions unn preg sabee fed misma de 1s rmecanamoe dl amor: también A. GALA, ua beta, pp. 297-298 7 Ja peculiaridad de los amores en época {ardfa, con una reduecién del tiempo dl proceso y una frecuente inadecua- cin entre edad y experiencias afecti- Por Io tanto, modestia y decisién, Modestia para no manejar t6picos in- discernidos que nos otorgan un estatus alectivo que no existe a priori. Deci- sin para intuir que en Ta afectividad desde el Reino se esconde algo de va- Tor digno de ser buscado y trabajado. Y desde ahi, en la mayor conexién con el hoy que vivimos, tratar de construir una vida lo mas coherente posible desde los postuladas del Rei- b) Las viejas raices Seri preciso aprender a convivir con ellas, sobre todo en este complica do mundo de lo afective. Muchas co- ‘munidades religiosas no han recibido 2 tiempo Ia posible terapia que podria haber reconvertido su vida afectiva y hhaberla adecuado al momento antro- pol6gico, momento de grandes muta- ciones sociales y eclesiales, que les ha tocado vivir. Quiad es ya tarde. Pero esa ¢s la hora que se tiene mano y des~ de abf habra que insistir en una bis- queda que libere de complejos y que trate de alcanzar Ia mayor madurez 3 ram opts posible, Segin J. M, CASTILLO™, la inte- ‘graci6n de lo afectiva se alcanza cuan- do se dan estos tres elementos: 1) la resolucién de Edipo como renuncia a los fantasmas parentales (renuncia, podrfamas decir, a buscar “padres” 0 “madres” por la vida). 2) La capaci- dad para integrar en una relaci6n las corriemtes sensuales y tiemas de la se- xualidad. 3) La capacidad para el en- cuentro del otro como “ti”, libre 9 di- ferente, y no como mero objeto de de~ pendencia o de posesiéa y de domi- no. UEstin muchos religiosos/as adule {os por esta labor? Nos tememos que les pilla tarde. Pero hay que repeti, & pesar de todo, que el camino por el que habria que haber seguido era ese y ue el modo de ir integrando los pro- e505 afectivos de la Vida Religiosa al ‘mundo de hoy es ese. Cualquier ayuda ue colabore a saber conllevar con hu- manidad las inerradicables viejas rai- ces de una afectividad poco cultivada, hari un favor notable & la Vida Reli siosa. ‘¢) Tema por tratar Insertar la problemética afectiva, ‘crear procesos actualizados, es tarea tan drdua para muchos que, unido to- do ello a un cierto alejamiento del he- —18— ccho social, se sigue respondiendo con cl silencio, No tratar el tema, no dale salida por ningiin lado es responder sin dar ninguna respuesta. Los grupos religiosos casi ni se lo plantean seria y cordenadamente, no Io hacen tema de formacién permanente. Es sintomiético que contando no pocas comunidades religiosas con técnicos de casa (psico- légos, socislogos, ete), no logren estos, ser empuje para Ia madurez afectiva de} hermano. Por eso realizan su tra~ bajo fuera de casa, con otras personas, Ha habido autores que han tratado cel tema con agudeza y acierto™. Quiz su mayor mérito no sea solo la perspi cacia del anslisis © las posibles “solu- ciones” que aportan, siempre dentro de la ortodoxia moral. Tal vez su ma- yor valor sea el haber colaborado a poner sobre la mesa todo uri mundo aque esti por tratar y que pide cada dia uuna respuesta nueva y actualizada. Nos tememos que, hoy por hoy, son prédicas en desierto, 0 casi. Sus frutos son tardies, pero vendrdn porque les asiste Ia mayor de las verdades: el tiempo es su aliado y la vida nos va evando a ello. ) La dificultad cara adentro del gru- po Hay comunidades religiosas, gene- 3 CF1,GARRIOO, Grandes» miseria del eda writin Sal Ter, Santander 987 ralmente insertas en medios de vida {gue no son los conventuales de siem- pre, que estin mas capacitadas para evar adelante una adecuacién entre sus procesos afectivos y el mundo en- torno del que hacen mas consciente parte. Sin ninguna duda, su mejor ayu- da es precisamente el esfuerzo que re- alizan como comunidad por buscar un modo de Vida Religiosa que sintonice mas significativamente con el mundo de hoy, Esto se nota en Ia vivencia del proceso afectivo. No obstante, con frecuencia son grupos integrados por personas que, fen una fuerte medida, provienen de ambientes oficialmente descontextua- lizados y, por lo tanto, no es de extra- jar que surjan los pequetios proble- ‘mas de ajuste, incluso en el mundo de lo afectivo. Ast se hace més viva la di- ficuitad para acogerse en las maneras fntimas de ser al ponerse estas ms en evidencia, més en comin; las celoti- pias gue acompafian inevitablemente Ja vida de las personas se hacen més ‘manifiestas, més pesadas, més ri Tas; Ia dialéotica en la sintonfa de afec- tos de un religioso/a con otto, sobre todo en el mundo femenino, es vivido no pocas veces desde el ado de Ia ri- vvalidad y del mal humor; la pequefia herida diaria que se establece como agravio comparativo entre las perso- nas con mis capacidad afectiva y aquellas otras que tienen los mecanis- ‘mos més apagados es mas sangrante; —19— Ja dificultad para soporar el peso del corazén, el propio y et del hermano, se hace mis consciente y a veces pare- ‘ce més imposible de superar. Y, sin embargo, por la dicha mejor adecuaci6n con el hoy social, estos grupos tienen el horizonte y la posi lidad de lograr un proceso afectivo éenso mucho mas a 1a mano que los ‘grupos tradicionales donde el tema ca- si ni se trata, Lo hemos dicho, es un fruto ms de Ia adecvacién a la socie- {dad en la que se hallan insertos. ¢) La dificultad cara afuera del grupo Siempre lo ha sido, Tradicion mente se ha reaccionado generando ‘una serie miltiple de defensas de todo tipo, legales, morales, de costumbres, etc. Todo este mundo defensive se resquebraja desce el momento en que el grupo religioso decide encarar, en el grado que sea, la realidad social de la que hace parte. Porque, ciertamente, tuna coss es teorizar sobre la inserci6n y otra cosa vivirla, Una de las conse- ‘cuencias de una insercién plasmada en un plan de vida es la mutacién en las relaciones afectivas con aquellos con los que se convive, Suele decirse, no sin cierta inge- ruidad, que el ideal de una buena rela- cin con el vecindario de Ja fraterni- dad se resume en el dicho “casa abier- ta, corazén abierto”. Ambas realidades son importantes, La casa abierta exige flexibilidad y una capacidad de acogi- da a la que no se nos ha acostumbra- do. Pero eso no es nada cuando uno decide de verdad abrir su corazén a Is personas que van incidiendo en el propio camino personal. Ahi el riesgo es mayor porque la acogida es mayor, situindose con frecuencia en niveles que para uno son totales. Se experi- menta en ese caso una pluralidad de amores que exige no poco esfuerz0 y ticmpo para situar, ordenar, asimilar. El riesgo de un desencaje amenaza siempre estas situaciones. Pero si se va haciendo una obra de asimilacién, iscernimiento e integraci6n; si se da cl tiempo necesario para que las cosas avancen al ritmo de Ia alteridad de la vida; si se logra ir aplicando los co- rrectivos nocesarios para que esto fun- cione en positive, quizé estamos dan- do con ese camino de maduracién per- sonal que hace fecunda cualquier op- cién, incluida la opeién de amar desde cl elemento ordenador y determinante de Reino de Jess. Tal vez aqui se ha- la ms vivamente planteado el pro- blema de la adecuacién de Ia vida afectiva de Ia Vida Religiosa en rela- cién con el mundo que a uno le ha to- ccado vivir, ya que la traduecién de ese ‘mundo pasa, sobre todo, por el entra- ‘mado de personas en las que la vida do uno se ve envuelto, Incrementar los. instrumentos fraternos que conjuren los riesgos y abran las posibilidades es —20— Ja gran tarea de la fraternidad en todo este asunto. A) El-contencioso de la Vida Retigio- sa femenina Precisamente por la situacién de la mujer en In sociedad de hoy todavia problematizada por su no lograda igualdad, la Vida Religiosa femenina sufre también, dentro de la Iglesia y de la Vida Religiosa’, una situacién de dificultad manifiesta. Esta situa- cién, acentuada por un clericalismo masculino que imbuye la vida de la Iglesia desde sus grandes cuerpos le- -gislatives hasta las actuaciones diarias de cualquier clérigo de la Iglesia, re quiere un tratamiento que hasta ahora no se le ha dado. Porque la Vida Religiosa femenina hha sido campo de un tradicional ma- chismo clerical, le urge una tarea de Iiberacién que incluye elementos co- mo estos: una formacién adecuada que logre poner en su sitio la pretendi- da capacidad orientadora de fos cléri- gos por el mero hecho de serlo; un 33 CE Revia de Pastoral Msonera,o° 178-199 (4991): E BORRENSEN, Mees yhodres en le cre ol Ilesia en Contin 1661981) anreaar 1M CFD, ALEINANDRE, Religisa en Ilsa desde der y desde el margen.c Ilsa Va 6 (okey 47-566, B. CARROL, La mujer on la Vie Retin en Concilrn 1E (1976) 117128 cambio de mentalidad que piensa, de salida, que lo que dice el elérigo tiene mds fundamento que To que piensa la religiosa; la asuncién de los riesgos que conlleva toda capacidad de deci- siGn, porque es preciso estar a las dura y las maduras; Ia Iucha en todos los frentes posibles, desde la pequefia ac- twacién del capellin o del parroco has- ta Tas grandes lineas de actuacién ecle- sia Si la mujer es “otro yo” en Ta hu- ‘manidad comin, también lo es, sin pa- liativos de ninguna clase, en la Iglesia yen la Vida Religiosa, Adecuar los procesos afectivos a esta ineludible re- alidad es una manera més de ser sensi- ble a la lucha que 1a mujer lleva a ca- bo en Ia sociedad de hoy por el logro de su més inmediata igualdad. 8) gPuede la Vida Religiosa de hoy reorientar todo esto? Es preciso ser cauto, Cualquier lo- {gf0 no ser shorrdndose un gran es- fuerzo, sobre todo el de la adecuacién con ei hoy social. El alejamiento de esta realidad deriva, entre otras cosas, en una imposbilidad para generar mo- dos de procesos afectivos vilidos. Por eso mismo, se necesita una flexibiliza- cin que lea la realidad de hoy no co- 35 documento La vide conzapade yo fi ales yen of mun (Lineometeh 0 fo (vera 9) ea late de pleat, —21— ‘mo un sarampién pasajero sino como el advenimiento, ef de la eta secular, de una manera totalmente diversa de centenderse y de entender Ia vida, ‘Al mismo tiempo, se necesitan, co- ‘mo verdaderos impulsores de una nue- va reorientacién en lo afectivo y en ‘otros asuntos bsicos, planes de vida, ‘maneras plésticas de lanzarse a vivie lia Vida Religiosa en modas no habi- tuales. Son los mismos modos que ‘maneja el hombre de hoy animados, so si, por una opcién evangélica. Las Viejas maneras con las que la Vida Re- 36 Todavis es sbundane el aimeo de estilgicos ue pena gue “eo ea cambiar’ pons en Is Uso tiempos de abundancia esl 2 Midas fo guns eetiond reid 3- sions del vnienda convene po emp, ligiosa se sitda en la sociedad adole- ‘cen de esta conexién social que podria abrir sus horizontes™” y puede impul- sar la reorientacién de los procesos afectivos desde lados nuevos, Hasta el vocabulario necesita una adecuacién. ‘Términos como “consa- gracién”, “voto de castidad”, “virgini dad”, “celibato”, ete, necesitan ser re- pensados conceptualmente. $i no, re- sultan totalmente inelocuentes para el Ambito social en el que se quiere vivir el contenido de esas palabras®, 38 tn mento de radu, «modo de superna: ‘onsen: via nena deel Rein oto de ‘stad "compromise cles one und del d= smor celta: “open elder desde el Re 0 ign: sorazde de odo volado al Rei —2— ‘Taller de lectura y didlogo 1. Leer Mulieris dignitarem, n° 6- I1'y hacer un pequerto resumen de la Visign bibliea y espiritual que ahi ma- neja en tomno Ia realidad compuesta en Ja relacionalidad hombre-mujer. 2. Hacer cinco grupos de trabajo que tome, cada uno, dos de las diez preguntas del siguiente cuestionari. Una ver. respondidas y por escrito, se puede hacer una 0 dos sesiones de puesta en comin para enriquecimiento del conjunto. a) {Sientes inguietud por cémo en- tender y vivir mejor en la realidad so- cial del mundo que te rodea (barrio, vecindario, pueblo, ciudad, pais). b) Crees que tu proceso afectivo, en la medida de su existencia, puede ir ceneajando con tu hoy social? «) ;Cémo tiene gue ser, en concre- to, esa “otra mirada” con la que enfo- quemos el hoy del mundo afectivo? ) «Crees que es necesaria en nues- tros grupos religiosos una “vuelta a los sentimientos"? ) ¢Piensas que la banalizacién de Ia vida afecta a nuestros procesos afectivos? 4 gSienten las comunidades reli- _giosas femeninas una particular urgen- cia en la adecuacién de la vivencia de Ia afectividad con la sociedad de hoy? 1) gPiensas que los t6picos en tor- no a la vida afectiva dentro de la Vida Religiosa son muchos todavia? bh) gHasta dénde las comunidades religiosas son deudoras de viejas raf ‘ces en materia afectivo-sexual? ') {Como solventar las dificultades ‘que conlleva Ia ereacién de un proceso afectivo equilibrado tanto en las difi- cultades de cara adentro como en las, de cara afuera del grupo religioso? |) {Te sientes con fuerza para ir ta bajando dia a dfa en esta tarea de ade- cuacién de lo afectivo a la vivencia de lo social? Tema 2 Los mecanismos No es nuestra pretensién dibujar ‘minuciosamente Tos inextricables me- canismos de los procesos afectivos. Pero, antes de plantear Ia biisqueda de quien intenta amar desde el Reino hoy, es preciso, ademés de contar con el contexto actual en el que quedan in- sertos, esbozar, siguiera de modo may aproximativo, el talante de esos meca- nismos, Hay mucho indiscernimiento ¥ mucho lirismo vacfo en todo esto. Por eso. cualquier pequefio esfuerzo gue se haga, puede ser bienvenido. 1, Lo oscuro Formados en modos mentalmente férreos y en maneras fijas de entender la persona, no nos extrala que, a ve- ces, e] mundo del afecto nos parezca oscuro y embarullado. Como todo lo que compone la base de Io humano, el mundo afectivo anda en los fondos de Ja zona oscura (verdadera) de nuestra persona, ahi donde uno es lo que es para bien y para mal. Hace referencia ‘esa dura mezcla de deseos insacia- dos, de anhelos perseguidos, de pre- tensiones inconfesables®. No nos ex- 29 Recorsnoe coo un miso insane “ainda desarclbaene soso,» props Jn pola, elmo la perona human ee lf da promis y poigamn trae que, con frecuencia, los procesos afectivos sean probleméticos hasta ex- tremos con no poca frecuencia irreso- Jubles. Y, lo que todavia hace més di- ficiles las cosas, esa problematicidad implica a otras personas, con lo que el asunto se complica y genera dificultad hasta limites a veces no féciles de su- perar. Pues bien, si, con sensatez a rauda les, se logra no embarullar més las co- sas, poner un dique, a base de com- prensién y cercanfa, a esas hondas coneéniricas del amor en coaflito, ya se habré hecho mucho. Si, ademés, se tiene el suficiente equilbrio para asi tircon humanidad a esa, a veces, cere- ‘moni de tinieblas, dura con frecuen- cia, ya se estésiendo luz. BI acompa- ftamiento solidario es base imprescin- dible para cualquier ulterior curacién, para cualquier crecimiento que aleje Jo mas posible al amor que crece y vi- ve de la confusién y el barlio, 2. Lolento Una mala comprensién de Ia es- tructura honda de Ia realidad personal hha hecho que, en materia de procesos afectivos, se le haya querido imponer —1u4— tun ritmo que no podia soporta resultados son devastadores. Trabajar el mundo del afecto es trabajo lento, al que es preciso darle todo el tiempo ne- cesario%, Incluso, el ideal serfa acom- pasar las diversas etapas del proceso afectivo con los tiempos personales apropiados. Es trastornante el tener un amor de adolescencia a los cuarenta aflos; es desequilibrador cerrarse en tun amor pretendidamente tinico a los cincuenta afios; es, a veces, dificil en- contrar una respuesta de amor perso- nal en el otofio de Ia vida". El ideal es ‘que a cada tiempo de la vida corres- onda la parte sespectiva del proceso. El ideal, porque @ veces son las cir- ccunstancias las que marcan el ritmo y Ia persona celigiosa sufre una enorme arritmia afectiva. Es un buen sintoma no exasperarse ni por ta lentitud ni por la irregulari- dad, Mantener la certeza de que, paro~ diando a M, BENEDETTI, lento vie~ ne el amor, lento, pero viene, es una gran sabiduria, No imponer ritmos inadecuados e insoportables, ser soli- dario con el ritmo del otro es la mane~ ra como el coraz6n amigo abraza y es- 10 Eh amor da sonacimin sme, sobre td, cl empe’, ELLEDO. £ silencio de a Berra Maa 192,109 1 Yas que es prcesos fev en lV Relgios one no poss veces, laapareni dun nai Mt BENEDETTI lsertartoposts 1950-180, Maid 1985.25, trecha a aguel a quien se ama. Es la fraternidad en el coraz6n a la que esté Hamada la persona humana, 3. Lo radical Radical porque afecta a la raiz. De ahi su decisividad, La raiz misma de nuestra entidad personal se ve envuel- ta en un proceso afectivo que la deter- ‘mina. Por eso, situar Io afectivo fuera de a rata es destrozarlo, separarlo det lugar que lo hace crecer. Pretender, por el contrario, que todo lo radical tenga que ver con el proceso afectivo, quiza sea una exageraci6n, De cual- quier modo, estar hoy por un radica- lismo en lo afectivo es una forma de decir que se quiere tomar absoluta- mente en serio el valor peculiar de 10 afectivo como componente y envoltu- ra de la raiz personal El piscoanalisis distingue en este terreno de Jo radical envuelto por 10 afectivo entre instinto y pulsién®. “EI instinto, a diferencia de la pulsién, su- pone un comportamiento no aprendi- do, sino biolégicamente adquirido; 1 instinto se dirige de un modo automa tico y casi meciinico hacia un objeto bien preciso y se despierta por unos cestimulos bien determinados. Sin em- bargo, a medida que se asciende en la 8 CLV, E ERANKL,Psiconrapiey hanonsma, {Tle un seni la vida, 8. FCB, México 1978, BB 9 scala biolégica, el instinto va per- diendo rigidez y va ganando flexibili- ad, A Tlegar a la especie humana es- ‘alla convertido en pulsién. Y la pul- si6n se derrama por todo el ser vivien- te, nos recarre por entero, hasta el punto de que todo en el hombre tiene una dimensign sexual” Lograr este transito es una de las mayores aspiraciones de quien sitia los procesos afectivos en lo serio de su vida, en lo radical, Quiza haya que decir una palabra de esperanza a este “areaica corazén” de Ia persona que le haga erefble y més al alcance de la ‘mano la posibilidad de dar madurez Ios instintos bisicos de las pulsiones del amor. Asf funciona Ja raiz de la persona cuando se la pone en contacto con Ia dindmica del afect. 4, Lo arriesgado Ya hemos aludido al componente de riesgo que conlleva todo proceso afectivo, sabre todo en lo que concier- ne a la vida de las personas que inter fieren en él, El desarrollo de un proce- so afectivo, segiin cémo se lo trate, puede constiwuir una avalancha que se eve todo por delante, algo destructor. Conviene, pues, como hacen los ban- 4 CEL. M. CASTILLO, ert ct. 4 cat bemoxepooms de B, ATXAGA, Arcaico cosh en Poe & bres, Mai 1980, 9.71 cos, analizar los riesgos, medirlos para ver si se adectian al ritmo del proceso, Si no, habra que poner medidas de fre~ no (alejamiento provisional, mesura cen la relaci6n, dejar el control a un tereero) precisamente para que [a rela- cién progrese a un ritmo apropiado, De cualquier forma, Ia reacciéa ante el riesgo gue se manifiesta en modos de comportamiento defensivos, y que suele ser habitual entre los religioso/as adultos®, es camino que, a la larga, no eva a ninguna parte. Aqui riesgo y miedo se hacen aliados, para mal Un baremo que puede indicar con aproximacién si el riesgo esta bien asumido puede ser este: que de esa re~ laci6n salgan fortalecidas las propias opciones personales bésicas. Es decir, cuando aguello que uno considera componente valioso de su vida sale potenciado al filo de una relacién per- sonal, €s indicio claro de que los ries- gos van siendo asumidos, Incluso, po- ‘enciardn los valores positivos de esa relacién, De cualquier manera, piénse~ se que un proceso afectivo es, ante to- do, algo prictico. ¥ toda praxis con- Teva riesgos inevitablemente. 5. Lo tépico Una manera, del todo cuestionable, de vivir las cosas grandes es vivirlas 46 CF1.GARRIDO, Grade ymiberanP-23, alin \épicamente, Ante la imposibilidad de ‘encajar esa magnitud se da una res- puesta trillada y tépica. Ello indica el alto nivel de superficialidad en el que se enraiza la vida. Por todo esto, el amor ha generado tépicos a raudales: el tépico de la belleza fisica como ga zantia tnica de un amor fuerte: cuando a esto se suma Ia fortuna préspera, el {Gpico llega a limites extremos. El t6- ppico de un “para siempre” no trabaja- do y, por lo tanto, imeal. El tépico del amor Unico donde, como suele deci se, tres son ya multitud. El t6pico de construir una familia 0 trabajar por los, hijos, cuando los divoreios y separa ciones, mayoritariamente en tos diez primeros afios de convivencia, con el horizonte econémico ya despejado y los hijos encarrilados, le hacen volver ‘uno a la dura realidad, a la dura sole dad. Y multitud de tépicos menores de Jos que se aprovechan a tope Ios in- ventores del consumo. Afiadamos a este mundo t6pico del amor humano el matiz religioso (Dios nos ha unido, somos hermanos, ete) y se acrecienta ms el riesgo de una vida en el vacio. Cémo escapar al riesgo del tépico cen la vivencia del amor en todas sus variantes? No sera tiempo perdido el contifuar, si se puede, en esa desigual ‘batalla por reformular todo: el lengua- je, los simbolos, las actuaciones de vi- da, los estilos de relacién, Quizé los mejores antidotos sean una vida en trabajada profundidad y, desde el lado. cristiano, una fe crecientemente culti- vada en sus contenidos bésicos. Si no, imposibte, 6. Loherido Parece que, de alguna manera, 1a herida es algo inseparable del gozo det amor. Asi lo atestiguan desde Ia sensi bilidad de os misticos*” hasta el dl mo amor de ta adolescente que sufre sin recursos para superar el dolor que ‘lla cree tinico en el mundo. Entran en este campo del amor herido todo el ciimulo de imposibitidades que en- vuelve los procesos afectivos. Y es que el amor contleva determinados su- frimientos que la persona sensible ‘acusa més, aunque también goza més. Parece legitimo aspirar a sultir so- lamente las heridas positivas del amor, ‘aquellas que lo hacen mis verdadero y ids fecundo: la necesaria lejania que

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