You are on page 1of 60
Graciela Hierro De la domesticacién - ala educacién de las mexicanas | | i | i | ' i RIAL TORRES ASOCIADOS Mlustracién de 62 de Pampa Antinopay, 1981 Segunda edi icin, corre, Primera edicién’ 19g9, 0% 1990 CEDITORIAL TORRES AsociADOs Qtomies Lt. 1, saz. 15, Interior 6, Cal. Ajusco, Cpr Méicn, Dp 19%, Dales. Coyoacén ©Graciela Hierro os Nila total i — i Fgrrse.o tranmiting nae ningén medio, seu eectrénicn, mesa nn forma por oho, porfosepay mse: teams, mages Previo, por exit del eden © Slain pe TImpreso en México. Prine én Me ISBN 966-6586-00-8 | j ; | | | | | Indice PROLOGO “La paradoja de Choderlos de Laclos”” 11 E| problema El método INTRODUCCION La madre 19 GAPITULO I T. La educacién de las antiguas mexicanas 27 en la casa y la escuela 1. La educacién no formal en la casa 2. La educacién matrilineal ,, 3: La educacién formal en las escuclas 4, La educacién matrilineal en el Calmecac La separacién del Calmecac GAPITULO IL La educacién de las mujeres colonizadas 39 1. La educacién matrilineal durante la colonia 9. La ensefianza en las ““Amigas”” 3, La educacién mistica y teolégica 4, La educacién musical 5, Las mujeres sabias de la colonia y las cronistas 6. La educacién de Sor Juana El temor y la reverencia Su sexo CAPITULO UI La educacién de las sefioritas mejicanas 57 1. Entre liberales y conservadores 2. La esclava se levanta CAPITULO IV Las maestras mexicanas 69 1. El Estado de Yucatén y la educacién de las mujeres 2. José Vasconcelos y ¢} magisterio femenino 5. La filosofia educativa de Rosario Castellanos y la cultura femenina CAPITULO Vv La educaci6n feminista 9 “Educando a Emilia’ La educacién Los ciclos de la vida femenina Hacia una nueva educacién feminista 1. Emilia y la infancia 2. La adolescencia de Emilia 3. La juventud de Emilia 4. La madurez de Emilia 5. La vejez de Emilia y los ciclos de vida femenina CONCLUSIONES ¥ cuestiones pendientes 144 La Etica feminista del interés Bibliograffa 119 Ong i | i PARA LAS MAESTRAS MEXICANAS PROLOGO “La paradoja de Choderlos de Laclos”’ bers eareryssecisenneenssencemsemanmnesin Culesserdn los mejores medios para perfecionar Ta educaci de las mujeres? Choderlos de Laclos LA EDUCACION DE LAS MUJERES "BL mal no tiene remedio cuando fos vcios shan transformede en costumbre””. Seca, CARTA 59. En marzo de 1783 la Academia de Chalons-sur Marne abre su concurso literario, Esta es la repuesta de Laclos: “Un grupo de eruditos y sabios ofrece una corona literaria para aquél que mejor diga: cudles serén los medios para perfeccionar la educacién de las mujeres. La turba de oradores aparece. Cada uno de ellos viene a presentar a sus jueces el fruto de su trabajo ‘y todos esperan obtener el premio. Otros son los motivos que a ‘mi me traen aqui, Me presento frente a esta'respetable asamblea atconsagrar una verdad aun més respetable, con voz débil pero “firme, que no alterard el temor al rechazo, ni la esperanza del ‘premio. Tal es la responsabilidad que hoy asumo. El primer deber que se me impone es el de reemplazar una verdad severa ‘por un seductor error. Se debe, por tanto, tener la asadia de de- cirlo: NO EXISTE RECURSO ALGUNO PARA PERFECCIONAR ‘LA EDUCACION DE LAS MUJERES. Esta aseveracién parecerd temeraria y ya escucho alrededor mio reclamar contra la parado- ja. Pero, a menudo, es la paradoja el inicio de una verdad. En ‘ste caso surgird una si-yo consigo probar que la pretendida edu- cacién, que se ha dado a las mujeres hasta este momento, no ‘amerita, en efecto, el titulo de educacién. Que nuestras leyes 9 nuestras costumbres se oponen igualmente a que se les pueda dar (a tas mujeres) una educacién mejor, y que si, a pesar de estos obstdculos, algunas mujeres acceden a procurdrsela por st mis- ‘mas, esto constituird una desgracia mds para ellas y para noso- ros. En este momento surge la necesidad de plantear algunos principios, y si este desarrollo pedaddgico no obedece a la elo- ‘uencia, ¢s suficiente, desde mi perspectiva, que se apegue a la verdad.” 13 c on las palabras anterior su texto acerca inicia Laclos e: pa mujeres que sei tuna realidad actual, Lo que entonn oe neces, y atin ahora se titula “pompé. educacién vive pomPssamente” con el nomby as de DOM Scere eB MUCHOS cas08, una eas eee nore aoe que sigue inscribiendo a lac m sitio que el pod : ler masculino ha a elegido Para ellas: moe oa sl reino de Io doméstico (de “*d lon El problema Si el nombre de ltim i Soran © para avizorar i eee ae de que se imparta en ain en cae "ERSONAS, que allade inciones de gémao NS AE 8 abra més ald de las 14 El método Cada tipo de conocimiento requiere de la metodologia que le sea propiada. La educacién tradicional de las Inujeres puede ser observada, con provecho, con base en el método ferninista de investigacién. Si bien existen muchos “feminismos’’, yo lo entiendo como el des- cubrimiento, la creacién y la préctica de Ja cultura fe- menina, que persigue el objetivo politico de realizar la revolucién de la vida cotidiana. En el caso de la ‘educaci6n, lograr la hazafia que sefialo arriba: La crea~ Gién de una educacién para personas, sin distincién de género. La investigaci6n feminista surge de la conside- racién de lo que hacen las mujeres y de cémo lo hacen observado por las mismas mujeres. En esa medida sur- ge avasalladora la experiencia femenina, el descubri- miento de sus intéreses y de sus necesidades, como ellas nfismas los entienden, La metodologia cruza el cuerpo femenino. Se ha superado ya la etapa del feminismo, creo yo, en que se daba la lucha de las mujeres en con- tra de los hombres concretos, padres, hermanos, espo- sos, amantes o hijos y se combatia la ideologia patriarcal en la figura del hombre con la que se entabla la relacién interpersonal. O contra las mujeres que constitufan la cara femenina del patriarcado. En esta nueva época de reflexién y accién feminista, las peri- pecias son otras. Para muchas de nosotras el interés se centra en el intento de hacer explicica lacultura que ve nimos elaborando las mujeres. También queremos descubrir y sacar a la luz Ja labor silenciosa de nuestras madres y abuelas, reales ¢ hist6ricas, que desde tiem- pos inmemoriales se ha venido elaborando y que habfa sido ignorada. Es trabajo nuestro, de las contemporé- neas, tomar sobre sf la amorosa tarea de descubrir, fo- mentar y enriquecer esa cultura femenina milenaria fe | Cuando hablo de beres, obras, hechos, ae simbolos, tradiciones, preferencias, ig desarrollado las cia vivida, y en nuestro case al grupo femenino, A través de identifica al conjunto o Ja metodologta feminis. Urge pues que se haga ex mujeres y que se descuby hasta épocas recientes se Como sefialaba ante. Plicita la creacién de las a sui visiin del mundo que encontraba enmascarada ture el ftura me refiero al conjunto de sax Sabemos ahora que a lo largo de la historia de la humanidad las mujeres estébamos ahf, inteligentes, ac- tivas, compasivas y creativas. Pero nuestra actividad se disolvia en la masculina; asf debe ser, pensébamos en- tonces, nuestra labor se identifica y reconoce con la de los hombres, con la humanidad. Hasta que nos dimos cuenta, unas hace mucho tiempo, otras recientemente, que ‘‘hombres”-no significa ‘mujeres’; que la “huma- nidad”” no eramos nosotras. Y asf se inicié la revolucién de Ia vida cotidiana en la vida femenina. En una voz {que se escucha, en una actitud que se descubre, en una forma de vivir la vida que se hace patente, las mujeres hablan, sienten, actdan, viven en ‘voz alta”. Y ahora es el tiempo de reconocer y hacer valer esa labor en el conjunto de la cultura de nuestro pafs La situacién anterior, en gran medida, obedece a a forma en que tradicionalmente se nos “hace muje- res’’s porque la nuestra es una condicién, no una “‘na- turaleza’’. No ‘‘nacemos mujeres”, es la llamada “educacién”” femenina la que ha conformado esa con- dicién nuestra que muchas de nosotras deseamos cam- biar. Para superar ese estado de cosas, habr4 que mo- dificar la idea de la educacién misma. Con base en esa preocupaci6n, este trabajo persi- gue dos vertientes: primero, hacer la hermenéutica de la educacién mexicana para las mujeres, intentando hacer explicita la condicién domesticadora de nuestra formacién cultural. En el sentido de confinarnos al am- bito doméstico. En segundo lugar, apoyar al movi miento que desenmascara la creacién cultural femenina, lo cual ha propiciado el fenémeno social que ya estamos viviendo de la revolucién de la vida cotidia~ na. Merecen mencién distinguida el grupo cada vez mayor de intelectuales mexicanas y mexicanos, que han hecho estudios profundos, concienzudos, comple- a7 Ie eae sektzemo creativos, sobre las distintas etapas de la educacién de las mujeres en México, Sus nombres nos es cl objetivo de este trabajo rescatar los ras liosos de Ja educacién mexicana en esta» ‘6rica. integrandolos creativamente en la educacién ac- twal de las mexicanas; en su capitulo informal, en la casa, y en su etapa formal, en las escuelas y universida- sae ceLin’ Ccucacién para las mujeres de acuerdo con 1 cles de vida, ampliando Ja historia interminable dle la autoeducacién nuestra, que culmina con ia prepa- racién para la madurez y la vejez. INTRODUCCION ciSiasntiinamaniieniciieiit icansiaey La madre Coailicue, la de “Ua falda de serpents”, imagen sehera de las maseres mexicanas: Surgié “hermosa, portentosa, ipoderesa”, om palabras de Justino Fernéndes, como “la Inds fantétca creaciin plstica de todos los tempos”? Cada dia es mayor la conciencia de la necesidad y de la importancia que tenemos las personas de indentifi- carnos con imagenes positivas —masculinasy femeninas— que nos permitan fortalecer la autoesti- ma, indispensable para desarrollar las potencialidades individuales. Esta conciencia ha hecho evidente en el caso de las mujeres mexicanas, la dolorosa carencia de imagenes fuertes y positivas, tanto en la literatura co- mo en la tradicién sagrada y profana de nuestro pais. Como una reaccién para llenar este vacfo, muchas de nosotras nos hemos lanzado a la biisqueda de imagenes perdidas en la oscuridad de los tiempos, investigando historias de mujeres —nuestras abuelas y madres, ima- ginarias ¢ histéricas—, que permanecfan ignoradas. ‘Al investigar las ideas centrales que han guiado la educacién femenina tradicional, de inmediato surge la imagen de la madre que cruza todo el territorio. Se re- fleja en las ideas religiosas precisamente en la diosa~ madre de la cultura antigua: Coatlicue, Tonanzin. Después del encuentro con los conquistadores seré Ma- ria de Guadalupe el arquetipo de la educacién femeni- na. Sabemos que nuestro destino es la maternidad, y que nuestra vida ha de desenvolverse en el ambito ce- rrado de la familia, El espacio que nos reserva la cultu- ras el de lo privado, los hombres dominan el piiblico. Nacemos a lo doméstico y todo el esfuerzo educativo se concentra en lograr nuestra exitosa “domesticacién’’. 1 Feméndez, Justine. Coatlcw. Pag. 211 24 Domésticos h: Fear nae i de ser nuestros conocimientos, domé dea heats Bablidades y domésticas ues ee watts gue Heguen los tiempos propicios para ivas, se abran las puertas de nue nuestras vida en s : ofrece el ee de fecundadora de la tierra bien oo uten de nuestro alimento el mata”; ue fecunndadie it hace brotar las legumbres"; la oS forma de mujer, ora ‘ombres, representada “ora en en su relacién con el sal, ma eo culebra””. Guerrera ¥en analogt tna gs han a era ates 22 or la vida, contra la muerte. La poesfa mexicana ha inmortalizado a | ” TONAN- ja diosa en. su invocacién materna: “‘Nuestras madre. ZIN. “«B] Aguila, el Aguila Quilaztli, la pintada con sangre de serpientes, cuyo penacho es de plumas de 4guila, tl sabino de los de Chalma, la de Colhuacan. ‘Ah, cl sostén de nuestro alimento, el mafz, en el campo tn de sonajas es su bastén. n 1 campo divino divino: el ba Espina, espina tengo en la ma espina tengo en la mano, en el bast6n de sonajas es su bastén Escoba tengo en la mano, en el campo divino: el bastén de sonajas es su bast6n *Frece-Aguilas, nuestra madre, la reina de los de Chalma con la coa de cactos labra para mf la sementera: ella es un prodigo: mi hijo Mixeéatl Nuestra madre, la guerrera; nuestra madre, | guerrera, el Ciervo de Colhuacan, ya est4 aderezado con plumas Oh, ya salié el sol; ha sonado el grito de guerra; ‘a sonado el grito de guerra ya sali6 el sol: hi iperezca el Sean arrastrados los hombres cautivos: pais entero! El ciervo de Colhuacan ya esta Plumas de Aguila son vuestro aderezo, oh, cl combate valiente en la guerra aderezado con plumas, ése es vuestro aderezo”” Su historia se cuenta diciendo que hace muchos Ivide. Pag. 229, Iidem, Pag, 228. 23 nombre era Coyolxauhqui. Co mo toda las madres barria y ast “hacta peniten- @ pelotilla de pluma I que ella ‘ed6 prefiada. Sus hijos se mos. tradicién de infinidad de pueblos, entre éstos el nues- tro, nos ayuda a comprender la enormidad de aquello que ha sido tradicionalmente ignorado acerca de las imagenes de la mujer, tal como ha sido percibido por la experiencia humana en épocas diferentes. Coatlicue, nuestra madre, no ha sido una excepcién. En su tiem- po se le considera el origen de todo, aun de los mismos dioses y esa es su fuerza y el alcance de su poder. Los historiadores contempordneos, hombres, la consideran en un momento dado como dios hombre, anulando el sentido femenino de la diosa. Asi, Justino Fernandez en su COATLICUE, dice: ‘‘el ser de la belleza de Coa tlicue es el ser guerrero”’. Y dado que el sentido de la vida de los aztecas es la guerra, como es actividad ex- clusiva masculina, y por el poder que la diosa represen- ‘a, la despojan de su ser femenino para estar en condiciones de comprenderla. (Ibidem, pag. 231). Por mi parte no intento saber quién era esa diosa y qué significado tuvo su culto para los antiguos mexi- canos. Solo quiero destacar la relacién que guarda su imagen con la vida y la consideracién de las mujeres mexicanas concretas. Recordar el valor del principio femenino reflejado por las diosas antiguas. Y rescatar el ser y el valer del principio femenino que ha sido ig- norado. Con la invocacién a Coatlicue comienzo el camino que me lleva a la consideracién de las etapas cruciales de la educacién de las mexicanas. Sigo los avatares de nuestra historia nacional, hasta alcanzar el tiempo pre- sente. Leo lo que aprenden las ‘‘antiguas mexicanas”, en el primer capitulo de la historia. Sigo con la forma. cién bésicamente moral de las ‘“‘colonizadas” y me de- tengo en la educacién de Sor Juana, que por ser autoeducacién superé las barreras de su tiempo. Conti- niio con la formacién moral de las ‘‘sefioritas mejica- ee nas” hasta culminar con las “maestrai”” para desembocar en la excelencia de Rosario Castellanos Finalizo con una propuesta: ‘“Educando a Emilia’ Educando a Emilia y parafraseando a Rousseau, apunta al territorio que avizoro para la nueva educa. cin de las mujeres. Esta formado con los hallazgos de todas las €pocas recorridas. Arranca con la idea de las antiguas mexicanas de la “Educacién Matrilineal”” que es lo que las mujeres ensefian y aprenden de otras mujeres. Se enriquece y profundiza con el procedi- miento pedagégico de Sor Juana: “La autoeduca. cin”. Se torna sabia, critica y politica con “la iro- nfa’’ de Rosario Castellanos. Y la recorre el desper- tar de las sefioritas mexicanas del siglo XIX con la fuerza intelectual y social de las maestras normalistas, Todas ellas nuestras madres y maestras. Los estudios de mujeres, que son el brazo intelec- tual del feminismo, coneretan la ““Educacién y los ci- clos de vida"” proponiendo una educacién especifica Para cada etapa de la vida femenina. Se inician en la educacién para la nifia, sigue con la adolescente, luego, la javentud, la madurez y finalmente culmina con la vejez. Y esta es la educacién feminista que se crea, se ensefia y se aprende en los estudios de mujeres, que ya existen en nuestras escuelas y universidades, 26 CAPITULO I LA EDUCACION DE LAS ANTIGUAS MEXICANAS "Con perfecto deecho ls espaales imperan sobre eos binbaros det Nuevo Mundo eislasadvacentes, fos cuales, (1 prudencia, ingenio, srt y humanidad, com tan inf. riores @ fos espaioes, como is nos a ls adultos 9 lat mujeres las varones” Ginés de Sepoeda.! I. La educacién de las antiguas mexicanas en Ia casa y la escuela La llegada de los conquistadores espafioles establecié el primer contacto con la poblacién nativa de habla ma- ya. Sin embargo, de acuerdo con Garibay, no se hizo ja penetracién cultural en esa regién hasta muy avan- zado el siglo. La conquista espafiola que culminé el 13 de agosto de 1521 fue en pueblos de habla nahua. A su juicio los mas cultos y organizados bajo la dominacién def sefiorfo de Tenochtitlan y sus aliados, que con nombre ya divulgado suele Hamarse Imperio Azteca. En 1528 se redacta y escribe por indios, la primera de las recopilaciones histéricas que hoy se hallan en la Biblioteca de Parfs. De esta serie de testimonios en len- gua nativa traducidos por Angel Ma. Garibay, tomo a continuacién los llamados ‘‘Discursos educativos” que son: La exhortacién e instruccién a las hijas? y La educacién sexual al hijo. Este dltimo escrito contiene advertencias también para las hijas. Los testimonios anteriores pueden considerarse como la educacién no formal de las nifias, es decir, la instruccién impartida por las madres en el hogar. Hablaré también del discur- so educativo formal, es decir, del que se hacfa al ingre- sar en las escuelas bajo el titulo de “Ceremonias de ' Kobayashi, Jost Maria, La edwacin come computa, Pag. 143. * Gavibay, Angel Marfa, Historia ds ls liratura Nobuo. Pag. 9. 29 recepcién de las escuelas’ *, que en las nifias corre: de a su ingreso al Calmecac.' a pa tcetimonio de Sahagain hace patente que las cul- turas ingen aban ala mujer el papel tradicional de 8 adre, dependiendo siempre de un hy padre, marido, hermano, b Eracienar era : hn ; , hijo, para su defer - También sabemos eee que sus tareas domésticas, a é , artesana- Se gefcolas, comerciales y religiosas eran siempre su. ordinadas frente a su a 1 i ft lestino absoluto: el Businonin Sin embargo, las mujeres mexicanas tam- pan en la vida ptibliea; lo h ¢ ; Io hacen como sa. cerrotiens y como cacicas. Podfan heredar de 7 Paces ¥ €sposos la sucesién politica. También las ha- pa Rubias, scribientes y poetas. En el Cédice Telleria. 10 Remensis aparece una mujer dlacuilo, “ ee el Pincel en la mano hace el registro de los ‘cimientos con sus fechas. Se ll; Schi c i n sus lamé Xéchitl y fu hia del sefior Hutzilihuitl. Macuilxochitzin, sciiora de a, es una poeta néhuati ’ : que enumera, en un poeina épico, las batallas del rey Axaydeatl pes “5 (coms) es hombre no concen gu le ene & jr tendo en esa A hemes oie Schogin, 1, La educacién no formal en la casa “Sordas y mudas”’, El testimonio educativo las hijas”* nobles. De: “Exhortacién e i i ¢ instruccién a Corresponde a la ensefianza para las nifias 'graciadamente conocemos poco la forma en 2 Lape Agustin, Alfredo, La dua de lr antigus Nobu Muriel, Josefina. Cultura femenina novokispdnica, “Pag. 12 30 (il que eran educadas las nifias de niveles socioeconémicos distintos. Garibay sefiala que ‘‘la carencia de alfabeto impidié a los antiguos mexicanos dejar por escrito la doctrina que regfa su vida y sus costumbres”’. Piensa que la falta de escritura fonética fue un incentivo para el desarrollo de la memoria. Y de memoria se transmi- tieron y redactaron los discursos que los padres y maes- tros ensefiaban a los jévenes.! Parece ser que estas ensefianzas en lo basico , no serian muy distintas para las demés clases sociales. Puede destacarse, sin embargo, algunas preocupacio- nes especificas de los sefiores acomodades, como es el caso del linaje: se afirma que la hija del sefior es la de- positaria del honor de la familia, la joven no se pertene- ce a si misma; sus actos —buenos y malos— repercuten sobre todos los demas miembros de la fami lia, de allf la importancia de su sujecién a las normas. Esto se hace patente en las palabras siguientes: (Eres) “Prueba de mi fuerza viril, de mi sangre y de mi lina- je’’, le dice el padre. De este destino como ya vimos, ni las diosas se salvan: Coatlicue es amenazada por su embarazo.* La recomendacién bésica a la joven, que se en- cierra en los conceptos vertidos por el padre, se resume en la prescripcién: “No vivas vida vana, no vivas sin cordura, no andes por lugares inciertos””. La vida valiosa —para la doncella— consiste en el culto a a divinidad. En seguida, en cl cumplimiento de las la- bores domésticas propias de su sexo. Cualquiera que sea su condicién, ya que en el fondo es la misma ‘la forma en que estas cosas hacen las sirvientas, las seiio- ras y las mismas princesas’”. En verdad cambian poco " Garibay, Literatura de los aztcas. Pig. 106. 2 Ctr, Introduecién, | } Pertenece. “Uno solo unido a tf so: hasta el fin’? a Enla sociedad mexica, tod mujer—, nacia. sefial Y para ella serd el espo- 2. La educacién matrilineal Se hace pat ente al leer: “D, una madre hizo a su hija’! ‘Nore 1 oaeién que n el “‘Agradecimiento de la hija a su madn e' joven reconoce el esfuerzo de la madre en la er; i crian: ™ za de pez Austin, Alfredo. Le edecai Nota 1: Esta eta educacign no formal Jere de cuntquer Epo ries, Emel eas dela made a semejanies Ton dl cién de la madre oie ee sé es el destino fermen Pag. 45. femenino por excelencia y asi + equién te querré ae sus palabras recue Inari ue uerda que la parié, que la .ce patente el ‘‘desvelo’” de la ma- {6n en sentido literal, cuando dice ”, Tam- jahija, lo aprecia y ha dre, tomada la expresi {feniéndome en los brazos fatigada de suefio’ bién reconoce el sufrimiento del embarazo, ‘‘por los trabajos que teniades, y por estar embarazada conmigo ho podiades acudir al servicio de vuestra casa”. Bl ago a la madre lo constituye la obediencia de la hija, Pon la conducta apropiada y asi dice, “‘siendo yo la que vos desedis”’." En: “Educacién sexual al hijo’, podemos descu- prir la idea de la “‘pureza’? que se espera de los jéve~ nes. S¢ trata de la pureza de costumbres entendida como castidad, ya que se refiere a la conducta sexual debida, en primer lugar, para corresponder al amor de Jos dioses a los j6venes. Estos deberes se alcanzan tam- bién cumpliendo los ritos: ‘Si son mujeres, a limpiar Ia Boca a los dioses’”. Si son hombres, cuidando la cas- tidad al alejarse de las cosas libidinosas; se le advierte que ‘no desees polvo y basura’”. Se amenaza al joven con la pérdida del potencial sexual, lo cual también atrae la desgracia de las mujeres, en el sentido siguien- te: si el hombre que les corresponde no las satisface, cllas buscardn sustituto sin importar su edad; esto es cvidente en el relato de las ancianas. Se dice que las mujeres tienen “‘una cueva, un abismo hay en nosotras””. Vemos que la amenaza de la infidelidad femenina es Ja sancién para lograr la pureza masculina. El cuerpo de Ja mujer no le pertenece a ella sino es de él —de su pareja— por ello, él debe cuidar de los dos cumpliendo la regla de la abstinencia cuando sca necesario, y no ¢x- cediéndose en el ejercicio sexual, cuando ya le sea per mitido. La conducta sexual femenina supone la castidad, * Thidem. Pig. 49 33 antes ates del matrimon io. Se hace patente la amenaza con. Sala vida de Seat para las mujeres, la prosti- tucién, a la cual el padre advi ‘Mas valdria que murieras’’. ee 3. La educacién formal en las escuelas. Nos es relatada ipcién de las ceremonias de latada en la descripei or recepcion en el Calmecac para las nifias, ‘ grar que las educ: g ‘adas sean mujere: “hermana mayor 0 dama’? paces hermana” significa ‘ distincién ma’. Aclara Lépez Austin que servidora del templo”” 0 sacer- idea de un lugar de recogimi c , gimiento para las d nite ence cnt ec de ung snchte Para el dios tutelar”, formando pant a colectiva de varones o de doncellay bn Ie iAstico, también se modelaba la mo- mplo-escuela era también S¢ Proporcionaba conocimientos y ral de jévenes y nifios; el te = de produccién. tay ee ene tin Lépez Austin el término tlamacazqui, “s » puede ser también aplicado a las snuiers No son pues “‘monjas’” melee como quiere Sahagtin. Ellos y acuerdo con el ri ells al ones de acne rigor con plan los ejercicios religiosos. Recibiss ay a través de lo que vean por conporsica si fallan en la petra eee ee Para las mujeres la educac i6n religioso- politica se resume en una virtud: la obediencia. Este rasgo de caréc- * Tbidem. Pag. 27, a4 ter se cumple no s6lo en la forma sino también en la actitud de la joven al aceptar internamente el mandato. Serequeria ademés la penitencia fisica: hacer ejercicios para logra la perfeccién espiritual. Los discursos morales corrian por cuenta de los mayores. Pedfan a las jvenes obediencia y diligencia —no estar ociosas— y de acuerdo con Motolinia, las muchachas mexicanas habfa de ser “‘sordas y mu- das”. 4. La educacién matrilineal en el Calmecac “ es bia que pagar la manut 1. La educacién matrilineal durante la colonia. ee tnseflaban a leer a sus hijas. A su ver, ellas an a la instruccién de sus h 3 aftdaben Iai sus hermanas menores. L ppletaban la educacién de sus hifi a cs us hijas ense- Handles labores de mano”, a bordar, tejer ¢ hilar También cconomfa doméstica; y algo mas, sefiala mu un sentido de vida que se sostenfa en la a d stenfa en la fe cristi sus previa la conducta regida por los mandamnien~ le Dios y las costumbres de 1: fia catélica. a un le la Espafia catélica. wit iecraras permitidas por sus madres a las jéve- Eee “profane y Teligiosa, Asi forma- es su cultura, Jo mismo las que vit : que vivian en las ciudades como las que habitaban en las Faciendas ? 2. La ensefianza en las “‘Amigas”’ E i u problema dela sducacién para las nifias de escasos ‘onémicos durante la Coloni: i co lonia era paté Las escuelas de nifias llamadas “‘Amigas’” 0 “migace ; a no estabatinclufdas en ninguna reglamentacién, la ica salvedad era la prohibicién de ensefiar a nifios varones que no fueran de dos afios y a veces has © tres afios y a veces hasta Se expedfan licenci expedian licencias para estas escuelas a ‘‘perso- § idem. Op. Git. Pag. 49: 2 Wid, Pog. 378. 44 (i nas de sangre limpia, hijas legitimas y de buenas cos- tumbres’”. No se les exigia habilidad para ensefiar a leer o escribir; los requisitos minimos eran tener cono- cimientos de las oraciones y de la doctrina cristiana. De acuerdo con Elizabeth Tanck, probablemente la mitad de las maestras de las ‘“‘Amigas”” sélo ensefiaban rudi- mentos de la doctrina cristiana.’ En 1813, la maestra Gregoria Pleimber, aspirante ala licencia de Maestra en las escuelas ‘‘Amigas”’, in- dica su esperanza de que imejore la ensefianza para las nifias y asf dice: ‘‘con mi ejemplo... (expresa su deseo) de sacar a las maestras que hasta aqui se han llamado “amigas” de esa torpe rutina que han seguido de no ensefiar otra cosa que coser, bordar y medio leer, sin considerar que las mujeres necesitaban de otras luces como las que he propuesto, tanto para desempefiar en larcasa el grave ministerio de madre de familia, como para manejarse en cualquier otra situaci6n que les des- tine la providencia divina en la sociedad””.* 3. La educacién mistica y teolégica La educacién religiosa para mujeres se impartfa en los grandes colegios, o en conventos donde se admitia a ni- ias. Esta instruccién se Hevaba a cabo, sefiala Muriel, a través de lecturas del Evangelio y de las historias de Jos santos. Todas estas ensefianzas las vigilaba cuida- dosamente el confesor de la familia que dirigia la vida de las mujeres.* El latin se aprendfa leyendo el “‘Oficio Divino’’, "Tanck, Elizabeth. La educaciin ilustrada, Pag. 160. 2 idem. Pag. 166. 3 Muriel, Josefina, Op. Cit. Pég. $35, A x ae ~~ las sagradas escrituras y las obras teol6; cas.' Una v ‘onocia la lei a se oes ina vez que se conocfa la lengua latin: a lia iniciar el estudio de las obras religi insiar 4 Obras religiosas, las doctri mintinsy los comentarion de esritores eadicon Es froementy ol cso; durante el Virreinato, de la existen- Ge Se, fsftogas como por cjemplo Marfa Ana Agueda vida conventual es por las erénicas wae exons, oe 8 aes nicas que existe! funda 7 de los conventos y colegios femeninos. oe SeGpleas se scribfan por mujeres, las cuales excep ndaban imprimir y casi siempre cis, culaban manuscritas.> eee 4. La educacién musical En todos los conventos y en los cole t ts iOS: ic Sateen habfa clase de mmitica: Por aes ie gsel Conservaterio de las Rosas en Morelia y en el Co. mre ere Belén en México. Hubo al; ie nas de estas instituciones que se destacaron por hacer de a mse a materia mds mporant en onsen ee de €n verdaderos conservatorios di Sin embargo, eneaar ange aar de Marti Sin ‘ jones no exist de estudio obligatorios, de allf que cada escuela panes deat Sengz? vedo com cpa y ees ‘ lias religi Ean eeste de Ja comunidad.‘ La enseane dk Ia anda comprendia primero canto; luego toc : 08 instrumentos musicales; también es. 1 tide. Pag. 40, {idem Pig. 450 3 Thiden. Pig. 44. * idem. Pag. 483. 6 cribir mésica y atin componerla. Se ejecutaba miisica religiosa y profana.' Se puede decir que la cultura feme na fue creada por las ‘‘criollas”’. Sin embargo, olla” no se entiende como espafiola pura.* Puede hablarse més bien de espafiolas tal vez.con sangre indi- gena, pero siempre se trata de las mujeres que se inte- sesaron por su propia educacién. Las escritoras indigenas, que fueron la minoria, se interesaron basi- camente en las biografias de las indias caciques dentro de los conventos.? nina novohispa~ Serie 5. Las mujeres sabias de Ja Colonia y las cronis- tas Darante el virreinato, escribe Muriel, existieron muje res sabias que se distinguieron en el cultivo de la mate- mética, que aprendieron para poder administrar sus bienes. También las hubo en los conventos encargadas de cuidar el dinero de la comunidad, en este caso se les lamaba ‘“contadoras””. Una obra escrita por una ma- tematica de esa época leva el titulo de: Efemérides calcula- das al meridiano de México para el aio de 1757, compuesta por Francisca Gonzélez Castillo, matematica y astro- homa, Queda también la memoria de otra mujer le- trada, Beatriz Galindo, Hamada ‘“‘la latina’’, que fue maestra de nifias indigenas, mestizas y criollas.’ Jose~ fa Antonia Gallegos, se le conocié con el honroso nom- bre de “‘la abeja de Michoacdn’’. Ella aprendié a leer 1 hide. Pig 488, * No cxste una casitieacin preci acuerdo con In altura dominante T Mfuriel, 1978. Fon. Pig 5 + Muriel Josefina, Le Cultura... Pig. 493. 4 Op. Cit Pag. 15. jsa de estos conceptos, Su definicidn es de PR mee. ‘con pluma de ave casera’” y tinta hecha de carbén molido y agua. En Cocupao fue la fundadora de un co legio gratuito para nifias y doncellas.! La crénica de la vida de la venerable madre Mag- dalena de Jestis, india cacique, nos muestra la preoce. paci6n de los espafioles por la educacién religiosa de las indigenas de alcurnia. Como ya vimos, los conventos de monjas aceptaban como internas a nifias de escasos afios. La finalidad de la educacién de la nifia no era otra que la preocupacién del siglo: guardar la castidad, garantfa de la salvacién del alma; también de un matri. monio ventajoso. Y asi, también aprendieron las nifias caciques como sus hermanas, a leer y escribir, los ofi- cis mujeriles y las virtudes propias de su sexo y condi- ‘én. A continuacién voy a comentar brevemente la famosa educacién que recibié Sor Juana. En ésta se re- sume la inquietud de algunas de las mujeres de su épo- ca por recibir una educacién tan excelente como la de Jos hombres ilustrados del siglo. Se hace patente en su relato, las dificultades y los sacrificios que impone tal propésito, cuando el intelectual es mujer. 6. La educacién de Sor Juana “Mlieres in Beclsiataceant?*® San Pablo Eo texto Respuesta a Sor Filotea’ Sor Juana nos ofre- ce la biograffa de su propia educacién. En su historia se resumen las tres ctapas que siguié la educacién fe- 1 idem. Of. Cit, Pig. 32 Que las mujeres callen en el temple * De la Gruz, Sor Juana Inés, “Respuesta a Sor Filotea” 48 menina novohispénica, de las que ya hablamos. Seré Ja tiltima, la de la autodidacta, el modelo de excelencia mayor al que ha llegado mujer mexicana alguna, pro- pando la idea educativa de que toda verdadera educa- cidn culmina en autoeducacién. ‘La importancia que reviste la historia de la educa- 46n de Sor Juana no radica tinicamente en la descrip- cin de los logros de la monja jer6nima; nos interesa también conocer los argumentos que utiliza en la de- fensa de la educacién de las mujeres que siguen siendo vélidos hasta nuestros dias. Especialmente en lo que hace referencia al género. Su relato se inicia con la educacién formal que reci- be, por interés propio, en las ‘“Amigas”’, donde apren- de a leer y los ‘“‘oficios mujeriles’’. Posteriormente regjbe lecciones de gramética latina de un profesor par- ticular, etapa que hemos caracterizado como de “‘instruccién media’”’. Se corta el cabello por lo limita do de sus ideas como si quisiera rebatir —antes de tiempo— la definicién del filésofo Schopenhauer acerca de las mujeres: ““Mamiferos de cabellos largos ¢ ideas cortas’. La lectura de los libros de la biblioteca del abuelo completa su instrucci6n, ante la imposibili- dad de que asista a la Universidad ‘‘mudandose de tra- je Esta es en sintesis, su preparacién intelectual antes de ingresar al convento. Veamos a continuacién la jus- tificacién que hace Sor Juana de su dedicacién intelec- tual cuando ya monja. La Respuesta... persigue el intento de rebatir, primero, la critica que le hace el Obispo de Puebla, Fernandez de Santa Cruz, por estudiar Filosofi- a,! en vez de catecismo y Teologia, materias apro- 1 Recuérdese que errel siglo XVI la Filosofia comprende to- do el saber profano; también lo que ahora corresponde a la ciencia empfrica 49 piadas para las mujeres que se han dedicado como ella a la penitencia, inica tarea salvadora del alma. El argumento puede desglosarse en tres componen- tes: al primero le llamo: Del temor y la reverencia. Al se- gundo: Por su sexo, y al tercero: La necesidad de conocer previamente las ciencias profanas (Filosofia) como preparacién para las sagradas (Teologia). A continuacién examino brevemente los tres argumentos de Sor Juana que a su juicio justifican la dedicacién de una mujer de su tiem- po y condicién a los estudios superiores. El temor y Ia reverencia Para defender el estudio de la Filosofia heck por mujeres. “Yo Ia peor de todas’ Sor Juana Tradicionalmente se sostiene que las mujeres no tie- nen capacidad para los estudios profundos, como los de la Filosofia. A esto se afiade la prohibicién de algunas autoridades eclesidsticas de la época, para que las mu- jeres estudien. San Pablo, por ejemplo, prohibe que las mujeres ensefien. Ordena que callen en el templo. Sos- tiene que si piensan, piensan mal. Luis Vives, en el texto que ya mencionamos, describe cuidadosamente todos los argumentos de la época, contra la educacién femenina superior. Sor Juana, como més tarde lo harfa Rosario Caste- Nanos, utiliza la ironia como recurso para la defensa de sus ideas. Afirma su falta de capacidad como mujer en cuanto a la inteligencia para comprender temas arduos que atin los varones doctos tenfan que esperar a la ma~ durez, tanto intelectual como moral, para comprender- los. Prueba de ello es la prohibici6n que existia - en su 50. €poca - de leer de la Biblia: “Los Cantares” y atin “El Génesis”. La Respuesta... Sor Juana la escribe a los 40 afios, ya viviendo plenamente la edad de la madurez. Por tanto, tendra que defender su caso utilizando tam- bién el argumento del sexo. La justificacién de la dedicacién al estudio de lo profano, paradéjicamente la funda en su falta de capa- cidad; se puede decir que es una herejfa que las muje- res estudien, pero no perseguible por el Santo Oficio, sino por ser ofensa contra el arte (es decir, la ciencia); que merece, por tanto, la risa y la censura. En seguida argumenta que ha escrito violentada y s6lo por dar gusto a otros. En suma, su capacidad es limitada, su preparaci6n escasa y obediente al mandato de sus supe- riores. El temor y la reverencia ante estudios esotéri- cos como son los teolégicos, la ha guardado de penetrar en estas cuestiones. Asf, dice que no quiere ruido con el Santo Oficio, en el siglo de la quema de brujas, cuando las mujeres levaron la peor parte. En este sen- tido el primer argumento se enlaza con el segundo: El hecho de ser mujer. En seguida Sor Juana explica una raz6n profunda para no dedicarse a las ciencias sagradas: su verdadera vocacién. Y dice: ‘Yo no estudio para escribir, ni me- nos para enseiiar (que fuera en si desmedida soberbia), sino s6lo por ver si con estudiar ignoro menos. Asf lo respondo y asf lo siento”’. En esta advertencia aparece su deseo de ser sabia (*‘scholar””) como apunta Octavio Paz: su vocacién es la filosofia, dedicada “‘al saber por el saber mismo”’.! En apoyo a su vocacién Sor Juana describe las cualidades naturales que posee y asi dice, “me ha hecho Dios la merced de darme grandisimo amor ala verdad que desde que me rayé la primera luz ' Paz, Octavio, Las trampar de la f. | i \ 5 de la raz6n, fue tan vehemente y poderosa la inclina- ci6n a las letras, que ni ajenas represiones, que he teni- do muchas, ni propias reflejas, que he hecho no pocas han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mf; y sabe que le he pedido que apa- gue la luz de mi entendimiento dejando sélo lo que bas- te para guardar su Ley, pues lo demés sobra segun algunos, en una mujer; y atin hay quien diga que da- fia”. Como vemos, el primer argumento del saber fe- menino se enlaza continuamente con el del género. Se dice que el mucho saber dafia a las mujeres. Recuérde- se la desgracia que constituye ser ‘“‘mari sabidilla’ © mujer ‘‘sabia’” a juicio de Moliere; y en nuestro me- dio ‘‘culta dama”” ‘de acuerdo con Salvador Novo. En suma, el argumento completo de Sor Juana a favor de la educacién de las mujeres, mAs allé de los estudios religiosos que siempre han sido alentados por las mismas mujeres, se apoya paradéjicamente en la inferiorizacién femenina. El temor y la reverencia frente alo sagrado, por falta de inteligencia y prepara. cién precisamente por el hecho de ser mujer. Su sexo Retomemos su argumento acerca de que la inteligenci: y el estudio, en exceso, dafian ala mujer. Ella preten. dfa salvarse de su vocacién intelectual y parece er év la razén de su entrada a la vida religiosa! “He intenta. do - dice - sepultar con mi nombre mi entendimient y sacrificdrselo sélo a quien me lo di6; y que no otro ‘motivo me entr6 en religién, no obstante que al dese, barazo y quietud que pedia mi estudiosa intencién erai fepugnantes los ejercicios y companfa de una comna dad’’. Continéa comentando cémo, al parecer, el sexo ‘emenino y la Teologia parecen estar en contradiccién, 52 Por ello se pregunta Sor Juana, “es Ifcito a las muje- res dedicarse al estudio de la Sagrada Escritura, y a su interpretacién?””, Se apoya para plantear la pregunta en lo dicho por el apéstol San Pablo: ‘Las mujeres ca- llen en las iglesias, porque no les es dado hablar”. Es- tos argumentos bastarfan para justificar la decisién de Sor Juana de no tratar asuntos teolégicos, sin embargo Ja monja los usa para demostrar lo contrario: la necesi- dad de que las mujeres se eduquen. Concluye defen- diendo el derecho que tienen ellas de discutir asuntos sagrados. Finalmente se apoya en un argumento utili tario a favor de la educacién femenina; la ventaja que traeria, para ambos sexos, que existiera una verdadera educacién matrilineal, es decir, que fueran las mismas mujeres las sabias 0 ancianas que iniciaran a las jéve- nes en las cuestiones intelectuales. Salvando asf el peli- fo de la inmediacién, que en términos actuales es el hostigamiento sexual que sufren algunas mujeres por parte de algunos profesores hombres. En este momento de La Respuesta... se hace patente lo que podriamos llamar el conflicto existencial de Juana de Asbaje, entre su vocacién intelectual, su sexo y las convenciones del tiempo que le tocé vivir. Y asi dice: “cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinenci- las de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupacién obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que im- pidiese el sosegado silencio de mis libros””. El convento era “lo menos desproporcionando y lo mas decente que podia clegir en materia de la seguridad que desea- ba de mi salvacién””, humana y eterna. Segiin comenta Octavio Paz, su confesor tuvo mucho que ver en la de- cisién de entrar al convento garantizéndole la indepen- dencia para continuar su vocacién, circunstancia que se vio desmentida con la experiencia de las criticas, 53 vere ae A AR Te p ts 5 PRS a prohibiciones y amenazas a que se vio sujeta a lo largo de su vida conventual.! Contintia diciendo la monja: ‘‘Pensé yo que huia de mf misma, pero miserable de mf, trajeme a mi con- migo y traje mi mayor enemigo en esta inclinacién, que no sé determinar si por prenda o castigo me dio el Cielo, pues de apegarse 0 embarazarse con tanto ejer- cicio que la religién tiene, reventaba como pélvora y se verificaba en mf el “privatio est causa appetitus”” (la privacién causa el apetito o deseo) Como sabemos sobradamente, ninguna circuns- tancia pudo alejarla de su vocacién intelectual. Con ironfa advierte “‘qué podemos saber las mujeres sino filosofias de cocina’’. Sin embargo concluye que Aris- t6teles hubiera escrito mas, si hubiera sido mujer coci- nera. Cémo supieron de ciencia humana y divina todas, Jas mujeres que cita con admirable erudici6n, desde las legendarias, las mitolégicas, hasta las de carne y hueso Concluye brillantemente su alegato a favor de las mu- jeres diciendo: ‘que el hablar pablicamente en las cé- tedras y predicar en los pilpitos no es licito a las muje- res; pero que el estudiar, escribir y ensefiar privadamente, no sélo les es licito, pero muy provecho- so y titil; esto no se debe entender con todas, sino con aquellas a quienes hubiere Dios dotado de especial vi tud y prudencia y que fueren muy provectas y eruditas y tuvieren el talento y requisitos necesarios para tan sa- grado empleo””. No se trata pues de imponer Ia vocacién intelectual para todas las mujeres, s6lo para aquellas que asi lo deseen, Termina la discusién atacando a los hombres, «que con sélo serlo piensan que son sabios’’ y son ellos el origen de un sinnéimero de herejfas, precisamente " Paz, Octavio. Las trampas iain poses por el cardcter masculino, cuando no son ni doctos ni virtuosos ni de ingenios déciles y bien inclinados; a és- tos ‘mas daiio les hace el saber que les hiciera el igno- rar”. Ella, concluye, no tiene esa presuncién, y por tanto se justifica el hecho de que no se dedique al estu- dio teolégico. “Pues en qué ha estado el delito, si aun Jo que es licito a las mujeres, que ¢s ensefiar escribien- do, no hago yo porque conozco que no tengo caudal para ello””. Bi hecho de haber escrito la Carta Atenagé- fica lo hizo por mandato, siguiendo el derecho de todo cristiano, hombre o mujer, de intentar entender las verdades religiosas. Desafiante dice: “‘Si es, como dice el censor, herética, gpor qué no la delata?. Con eso él quedarfa vengado y yo contenta”’. ; Para terminar este apartado quiero destacar la im- pprtancia de la defensa de Sor Juana de la educacién Tnatrilineal; vedmoslo brevemente: “Si las ancianas fueran doctas como Leta, y que supieran ensefiar como manda S. Pablo y mi padre San Jerénimo... se evitarfa la ignorancia de las mujeres por preservar su pureza. en el manoseo de Ia inmediacién’’, a lo que antes hice referencia. Actualmente sabemos la importancia que han alcanzado los ‘‘estudios de mujeres’” en la mayorfa de las universidades y escuelas. Estos estudios son he- chos por mujeres y para mujeres. El presente trabajo persigue esa finalidad. San Jerénimo, en la Carta a Leta sobre la educa- cidn de Su hija, dice: ““Acostumbre su lengua atin tier- na a la dulzura de los Salmos. Los nombres mismos con que poco a poco vaya a habituarse a formar frases, no sean tomados al azar, sino determinados y escogi- + Lia Carta Atenagérica que critica el sermén del jesuita Antonio Vieyra, onsejero de los Reyes de Portugal. Circunstancia que suscita la necesidad Ue Fat Respuesta

You might also like