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i # % 3 aennTeHa JORGE ALBERTO LOZOYA cee MISHIMA Lecciones ESPIRITUALES PARA LOS JOVENES SAMURAIS Y OTROS ENSAYOS Traduecién de ‘Martin Raskin Gutman biblioteca @ la esfera Bblioteca Daniel Cosio Wllegas \. ELCOLEGIO DE MEXICOA.G. Primera dein: septiembre de 2001 Quedan rigurosamente prohbidis, sin ls aucorzacin escrita de Tos tales dl copyrigt, bajo las ancionesextablecis en as lees reprodaccin total o patil {de exa obra por cualquier método © procedimient, comprendidos la reprografi yo eaamiemo informstico,y la dscibucién de ejemplares de els mediante alquiler 0 préstamo piblicos. ‘inulo original: Hal same no tame wo sichin owe {© Herederos de Yukio Mishima, 1968-1969 = © De la trduccin: Martin Raskin Gutman ; © Del Pralogo: Clara Sinchez © La Esters de los Libooe SL, 2001 ‘Avenida de Alfonso XI, 1 bos. 228002 Mack Diseito de coleceién: Compatia de Diseho Diseio de cubierta: Compaiia de Diseio ISBN: 81-9736-005-1 Depiisito legal M.3,638-2001 Fotocomposicién: Esra Grifea Impresin: Anzox “Encuadernacin: Encuadernacién 90 Impreso en Espa {iNDICE Prdlogo de Clara Sanchez... 2... 9 Introduccién 19 LECCIONES ESPIRITUALES PARA LOS JOVENES SAMURAIS . . sivusae 265 La vida. . 67 Sobre el arte 1 La politica. 16 Los valientes . .. 81 La etiqueta .... 88 Sobre el cuerpo . ee 93 Sobre el mantenimiento de Ja palabra dada 100 Sobre el placer. Sobre el pudor. La urbanidad ..... 00.5005 La vestimenta. EL respeto por los ancianos. Los intelectuales afeminados . . . El esferzo. 0.0.0.0 e ee eee LA SOCIEDAD DE LOS ESCUDOS INTRODUCCION A LA FILOSOFIA DE LA ACCION Qué es la accién La accién militar Paicologia de la accién Los modelos de la aceién El efecto de la accion La accién y la espera del momento propicio Proyectar la accion... 0.0.0. eee ee La belleza de la accién .. . La accién y el grupo. . La accién y la ley La accién y Ia distancia La conclusién de la accién . . ‘MIS ULTIMOS VEINTICINCO ANOS . PROCLAMA DEL 25 DE NOVIEMBRE 147 - 161 164 170 175 180 185 193 198, «= 202 = 208 214 221 227 235 243 PROLOGO Puede que no exista en el mundo album de fotos menos aburrido que el de Yukio Mishima, Es como si el desarrollo de su personalidad, desde aquellos prime- 10s retratos infantiles junto a su madre o a su abuela Natsu, hubiera sido fijado en imagenes. El serio joven Mishima con aspecto de chico aplicado el dia de su graduacin. O posando con su padre, un sefior con gafas muy occidentalizado (s6lo aparentemente, a tenor de lo que cuenta sobre él en las paginas que siguen). O con toda su familia, una familia de nivel social alto. ‘A partir de aqui ya empezamos a verle en una sala de musculacién, Y algo después, exhibiendo el nuevo cuerpo con un taparrabos minimo sobre la nieve. En plan san Sebastian con flechas en los costados. Con el torso descubierto y brillante, una espada en la mano y tuna cinta en la frente, Desnudo y con una rosa en la boca. Pero también nos lo encontramos el dia de su boda con Yoko Sugiyama (con quien iba a tener tres, hijos). Jugando carifiosamente con estos nifios. Senta- do ante una fachada, la de su casa, que no recuerda en. Prilogo absoluto la arquitectura japonesa. Vestido de riguroso y elegante traje oscuro. Trabajando en cl estudio. Y jcd- ‘mo no!, envuelto en el risible uniforme de la Sociedad de los Escudos, su ejército privado, Entre foto y foto viaj6 mucho y escribi6 paginas literarias, que constitu- yen la delicada «estética Mishima». Son sus libros, pre cisamente, los que revisten de interés su biografia. Sin ellos, las fuertes contradicciones y el narcisismo que marcaron su vida, e incluso su aparatosa y ridicula muerte, no serian nada mas que acciones de un excén- trico comprometido absurdamente con el suicidio. Parecia vivir una lucha constante entre lo que era: un hombre moderno, conquistado por el mundo occi- dental (echemos otra ojeada a su casa), y el que hubie~ ma deseado ser: un samurdi o un guerrero del empera- dor. Por eso se declara a favor de la emancipacién de las mujeres al mismo tiempo que le agradaria que ellas. mismas fuesen guardianas de la tradicién, Por eso rei- vindica la accién frente al ensimismamiento del escti- tor y confiesa que «para un autor acumular escritos equivale a acumular excrementos, La literatura no me ha ayudado en absoluto a ser mis sabio.Y ni siquiera a transformarme en un maravilloso idiota» (pig. 238). Y sin embargo, por encima de todo fue escritor, nun- ca pudo dejar de serlo, formaba parte de su naturaleza y era consciente de ello: «S€ que debo mantener un 10 Prilego equilibrio constante entre mi actividad en la Sociedad de los Escudos y la calidad de mi trabajo literario. Si este equilibrio se quebrara, la Sociedad de los Escudos degeneraria hasta convertirse en a distraccién de un artista, 0 bien yo terminarfa por transformarme en un politico» (pag. 151). Lo cierto es que nadie (tal vez ni siquiera él mismo) llegé a tomarse en serio este ejér- cito de «soldaditos de plomo», que debian de pasearse como modelos mostrando los uniformes de invierno, de verano, las botas, al gusto efectista de Mishima. C6- ‘mo tuvo que divertirse vistiendo a sus chicos con un uniforme de combate que, segtin cuenta: «Es extraor- dinariamente vistoso y fue disefiado por Tsukumo Iga- rashi, el dnico estilista japonés que creé uniformes para De Gaulle» (pig. 149) De todos modos, si estas palabras se leen con una sonrisa, las siguientes la borran: «Cuando pienso en mis liltimos veinticinco afios me maravillo de cuin vacios han sido, No puedo decir que realmente he “vivido”. Solo los atravesé tapindome la nariz» (pig. 237). O: «No amo mucho la viday (pig. 240). En general, es agotadora la sensacién que transmite de estar esforzin— dose por hacerse forma a través de su literatura y de la transformacién de su propio cuerpo: «Mi proyecto era conceder el mismo valor a mi cuerpo y a mi espiritu y oftecer una demostracién prictica de ello» (pag. 239). Prélogo Lo cierto es que tal exigencia de demostraci6n pricti- ca le levé a crear un especticulo tragicémico, en que Ja parte tragica gané la partida, Pero detris dejaba su forma literaria, aquella que habia empezado para él antes que la experiencia de vivir. A los dieciséis afios. A esta temprana edad publica —entre la admiracién de los compaiieros y profesores de la Escuela de Nobles— Un bosque en flo, donde ya nos presenta fundidos sus temas obsesivos de erotismo, belleza y muerte, algo que a otros escritores les cuesta un buen recorrido Megar a descubrir. Se puede decir que empez6 pronto y terminé pronto, a los cuarenta y cinco afios, con un balance de cuarenta novelas, veinte libros de cuentos, poesia y teatro. Los bidgrafos pronto se interesaron por su figura. Yo he recurrido a dos que le trataron profandamente y que han escrito magnifi- cos libros sobre él, son: John Nathan (Seix Barral) y Henry Scott Stokes (Muchnik Editores) En esta primera publicacién ya adopta el seudénimo de Yukio Mishima.Y es con la eleccién de un nombre tras el que ocultar el verdadero de Kimitake Hiraoka como quiza da el primer paso hacia un proceso de construccién de todos los aspectos de su vida: su ex- tensa produccién literaria, su cuerpo, su ejército, su familia, su seppuku (suicidio ritual japonés). Todo ello hecho como si buscara en el orden externo la organi- Prilogo zacién y clarificacién de su compleja imaginacién. Sin embargo, Kimitake Hiraoka y Mishima discurririn en la misma vida hasta esa sintesis del final, del dltimo acto de voluntad, en que la personalidad anclada en el pasa do remoto de su abuela Natsu y devota del emperador, de las tradiciones y de una heroicidad imposible, absor- be al hombre cosmopolita, aspirante al premio Nobel, buen relaciones piblicas y profundo admirador de escritores europeos como R. Radiguet, J. Cocteau, O.Wilde y T. Mann.¥ decidié que la imagen que nos queria legar firese su cabeza decapitada, cefiida por una cinta con el simbolo rojo del sol naciente. El presente volumen recoge la Proclama del 25 de noviembre, el texto que leyé unos momentos antes de su desastroso seppuku. En fin, el macabro disparate —que llevaba un aito planeando— ocurrié en una ofi- cina de la base militar de Ichigaya. El siempre habia sentido delirio por la muerte gloriosa de un hombre joven, idea contemplada en un cédigo de ética samurii del siglo xvi Iamado Hagakure, y que dejé plasmada en sus novelas, cuentos y teatro de muchas manera. La cuestién es que Mishima queria dirigirse a las tropas y para ello secuestr6 a un general. Le permitie~ ron hablar, pero ante el griterfo de los soldados en seguida comprendié que habia fracasado estrepitosa- mente. Asi que tuvo que retirarse y volver dentro, don- 3 Prilogo de esperaba atado a una silla el general, cuatro fateno- kai, una sobrecogedora espada con empuiiadura de nacar y diamantes y varios pufiales. Mishima debia abrirse el estémago con una daga como en la pelicula Rito de amor y muerte, en la que él mismo protagoniza un crudo seppuku, basada en su cuento Patriotismo, Pero ahora se trataba de la realidad, y la realidad es muy apa~ ratosa y ademas se complicé extraordinariamente por la inexperta intervencién de Morita, uno de los cuatro tatenokai y seguramente su amante, que, tras un buen haraquiri por parte de Mishima, no acertaba a cortarle la cabeza con la espada. Pero ya no habia vuelta atris. Asi que tuvo que hacerse cargo de la operacién otro tatenokai, el mismo que luego decapité a Morita. El especticulo era nauseabundo, El general no podia creer se lo que estaba viendo. Con su violenta forma de morir (aunque Mishima la imaginase més gloriosa y no tan chapucera), pasa a engrosar la lista de los escritores nipones suicidas, de la que también forma parte su mentor y premio Nobel Yasunari Kawabata. Al fin y al cabo se trata de una prictica que se encuentra dentro de su cultura y tradi- cién y que a Mishima Ileg6 a obsesionarle. No la muerte natural, sino la violenta y heroica, la muerte como liberaci6n. En Confesiones de una mascara, escrita a los veintitrés aitos, declara que cuando en su infancia 4 Prego leia cuentos de had: Me enamoraba por completo de cualquier joven que fuera muerto. Lo que nos conduce al pequefio Kimitake Hiraoka (1925), el que leia cuentos de hadas, aquél de quien habria de surgir el escritor: «Para el que escribe, no s6lo la adolescencia sino también la infancia suponen una preciada ciudad natal. Durante esos periodos, la vida no es experiencia sino sueiio, no es raciocinio sino sensi~ bilidad (pag. 70). De aquel conocimiento del mundo que se inicia en el interior en penumbra de la alcoba de su abuela Nat- su nace su pasion por el emperador y los samuriis. Ella, siempre sumida en el dolor, la enfermedad y la nostal- gia del lejano mundo aristocritico del que proventa, fasciné al pequefio Kimitake, encerrado entre aquellas cuatro paredes, con el teatro kabuki y los cuentos de misterio del siglo x1x. Alli aprendié a escapar median- te fantasias de gloria, heroismo y violencia de fantasti- cos guerreros, y quiza entonces descubrié el infinito poder de imaginar mundos e imaginarse en ellos. En realidad, Mishima empez6 a ver ese «mundo virilr, al que tan a menudo se refiere, a través de los ojos de una mujer, y accedié al mundo de Ia literatura gracias a las influencias y al apoyo de otra, su madre. Gracias a ella alcanz6 en parte un éxito que tuvo su gran apogeo en la década de los cincuenta, en que a5 Prilego publica Confesiones de una méscara (1949), Sed de amor (1950), Colores prohibidos (1951 y 1953), Muerte en el estio (1953), El rumor de las olas (1954), Seis piezas no (1956), El pabellin de oro (1956), Los siete puentes (1958) ¥ muchisimo més. Hay que tener en cuenta que mien- tras creaba literatura seria también escribia la destinada a revistas femeninas En la década siguiente, La casa de Kyoko no tiene el éxito esperado, las ventas son bajas y ademas le rodea un comportamiento escandaloso, que no le favorece: sus posiciones ultranacionalistas —cuya postura queda reflejada en el ya mencionado relato Patriotismo—, el posado para el dlbum fotogrifico Torturado por las rosas, al que pertenece la fotografia de la rosa en la boca a que me referi al principio. ¥ tuvo que responder ante Jos tribunales por difamacién. Aun asi publicd, entre otras novelas, El marino que perdié la gracia del mar (1963), EI sol y el acero (1968) y la tetralogfa, iniciada en 1965 y concluida el afio de su muerte (1970), El mar de la fertilidad. En 1968 podria haber sido premio Nobel, pero lo obtuvo ¥. Kawabata que, siguiendo los pasos de Mishima, se suicidé en 1972. Fue entonces cuando cred su Sociedad de los Escudos (Tate No Kai) con cien hombres, bandera y uniformes. Fanatismo, locura © la aterradora sensacién de no pertenecer a ningin sitio. 6 Pritego Los escritos reunidos en el presente libro los redac- t6 en el transcurso de los afios 1968, 1969 y 1970. El {iltimo del libro también es el iltimo de su vida. Estin cargados de expresividad, de energia. Se dirige a los j6- venes samurdis, a todos nosotros, de un modo que reve- la que quiere hacerse comprender, que quiere enten- derse a si mismo. Declara con fascinante sinceridad que casi ha acabado siendo como aquellos estudiantes mili- taristas que, en su juventud, le atacaban a él y a sus compaiieros diciendo que era vergonzoso que en su escuela cexisticran algunos literatos afeminados de tez piliday. Escribe Nabokov en una de sus novelas que el mun- do es un perro que pide que jueguen con él. ¥ Mishi- ma vivid como si jugara, hasta las diltimas consecuen- cias, hasta perder la camisa o la cabeza, como fac el caso, Sélo parecié tomarse en serio Ja literatura. Me lo confirma una anécdota que cuenta en la pagina 152 de este libro: «En mayo de este afio fui invitado a una reu- nién de estudiantes de la izquierda mis radical, con los que me enzarcé en un emocionante debate. Cuando transcribi tal encuentro en un libro, la edicién se con- virtio en un best-seller. Decidi, de acuerdo con los estu- diantes, repartir a partes iguales los derechos de autor. Probablemente con ese dinero habrin comprado cas- cos y fabricado cécteles mélotov; yo, por mi parte, com- a Prego pré los uniformes estivales para la Sociedad de los Escudos.» Asomarse a estas péginas es asomarse a Mishima, un gran escritor, que nos ha legado la cara y la cruz de un espiritu. que zozobré peligrosamente en la marea que nos lleva. Clara Sanchez 18 INTRODUCCION Aquella soleada majiana del 25 de noviembre de 1970, aparecié en el centro de todos los telediarios el escritor Yukio Mishima. La noticia no era su literatu- ra, sino un gesto protagonizado por él que verdadera- mente conmocionarfa al mundo. Se le vefa en la imagen vistiendo un extraio uniforme con doble botonadura y el hashimaki en la frente: la banda blanca con leyen- das que se colocaban los viejos guerreros japoneses antes de entrar en combate 0, mas recientemente, los pilotos kamikazes antes de volar hacia la muerte. El suyo tenia un sol rojo y,a simple vista, algo impercep- tible escrito en su idioma, Mishima pronunciaba un discurso, de pie sobre el parapeto de una terraza alta. Parecia una arenga, pero sus palabras apenas se ofan debido al ensordecedor rui~ do de los helicépteros sobrevolando la zona y las sire~ nas de los coches de policia y ambulancias que iban y venian. Los congregados alli, en el exterior, tampoco le escuchaban, y algunos se lo tomaban a broma o le insultaban, pensando que se trataba de otra de esas bra~ 19 Introduccion vatas 0 lamadas de atencién en las que iiltimamente venia prodigindose. El informador del telediario aiia~ di6 entonces: «Ante la imposibilidad de hacerse oft, el escritor guardé silencio y, desplegando una dltima mirada, dio media vuelta y entré de nuevo en el edifi- cio. En el despacho, delante del retenido general Kane- toshi Masuda y de algunos miembros jévenes de la Sociedad de los Escudos (Tate No Kai) fundada por el propio Mishima, se hizo el haraquiri' en compaiifa de otro de Jos suyos, que también murié.» Fue, en efecto, el acontecimiento mundial de aquel 25 de noviembre de 1970. No se hablaba de otra cosa. En Japén, desde luego, pero igualmente en Europa y América Entre nosotros, en efecto, la noticia no fae la litera~ tura de Yukio Mishima. La mayorfa, incluso la gente letrada, ni siquiera habia ofdo hablar de él, y casi nadie Jo habia leido. Las traducciones de sus obras eran esca- sas en Occidente, y en Espaiia apenas existian. Qué duda cabe, la informacién de la jornada fue —una vez mas— la espada japonesa.Y todo sucederfa conforme Mishima lo habia planeado, Sabia que su actitud lama ria més la atencién si el destello frio y azulado de un " Coando se habla de suicdio ritual de acuerdo a las normas esablecidas ‘nos estamos refiriendo a un verdadero acto liagico, por-eso es mejor deci spp, kappukw © ksh por el cédigo de honor srt 20 Intvoducion acero bien templado brillaba en el centro de la escena. Como en aquella ocasién en que, tiempo atris, con- versaba con una elegante dama de la nobleza inglesa sobre las espadas japonesas. Mishima cuenta la anécdo- ta en este libro. Intrigada, le pregunté: «Cémo se com- bate con esta arma?» Mishima —a la sazn maestro de kendo— le hizo una demostraci6n al instante, Desen- vain6 y, con rapidez, rasgé el aire imitando un golpe oblicuo. La dama se estremecié. Escribe Mishima: «La sefiora palidecié y estuvo a punto de desmayarse. Entonces comprendi que lo que impresiona a los occi~ dentales no es nuestra literatura sino nuestras espadas.» Esa es la razén. No nos sorprendia, ni siquiera sabia~ mos que el hombre que tenfamos delante habia escri- to mas de un centenar de libros’, que haba sido poe- ta, autor teatral, director de escena y actor, que habia dominado como pocos el estilo arcaico japonés de los sighos x y xi, que escribfa en el barroco modo del En Occidente, I bibliografia mis completa que se conoce es Ia publicada ors amigo Henry Scott Stokes, en st Vide y muerte de Yukio Miia, Mach nik Ealtores, Barcelona, 1985, Scott proporcions la cronologia de 102 titulos del escrtory lade sus obras completa (36 volimenes), Juan Antonio Vallejo- [Nigera, por s ldo, proporciona una fotografia en su libro Mishima oe placer de mong, Plancta, Barcelona, 1991. En el pie dice: «Obras publicadas hasta noviembre de 1970, Doscientos cuarenta y cuatro volimenes.

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