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Actividad 4 Sara López Bonell

Género y Literatura

ACTIVIDAD 4: MADAME ARTHUR

Nombre y apellidos Sara López Bonell

Asignatura Literatura y Género

Actividad 4

Fecha de entrega 06/02/22

Número de palabras

Comentarios alumna

Comentarios profesor

Calificación

1. Biografía1

Modesto Mangas Mateo, nació el 1923 en Villavieja de Yeltes (Salamanca). Su carrera en el


mundo del espectáculo empezó con el nombre artístico de Modesto de Alhambra cuando, a
los 12 años, se enroló en una compañía llamada «Sonrisas de España», que recorría los
pueblos al son y baile del cancionero español de los años treinta.

A los años 40, Modesto empezó a ver mundo más allá de su España natal, actuó en Madrid
y viajó a París, allí trabajó en el cabaret trans más famoso de la Europa de esos tiempos:
«Chez Madame Arthur» (de dicho cabaret tomó su nombre artístico: Madame Arthur). De
vuelta a España, su madre enfermó y él dejó la noche por petición de esta, trabajó durante 7
años como ayuda de cámara de un ministro de Gobernación franquista hasta que descubrió
el ambiente de Barcelona y decidió dejarlo todo atrás y dedicarse a su verdadera vocación:
el espectáculo del transformismo.

Empezó actuando en el «Gambrinus» y, tras el cierre de este en 1973, actuó en el


«Barcelona de Noche» durante muchos años. Ahí, Federico Fellini fue testigo y admirador
de su espectáculo, tanto fue así, que le dedicó las siguientes palabras: “Míster Arthur, que
transformas las noches del mundo en un personaje mío, quisiera plasmarte en el lienzo pero

1 Extraída y resumida tanto del documental”Madame Arthur” de Edurado Gión (2011) como del blog
que este director de cine, teatro y documentalista creó como un “diario de rodaje”:
http://madamearthureldocumental.blogspot.com/2009/

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te escapas. Eres una libélula. Eres la machihembra que Goya soñó antes de tú nacer. Eres
el clavel de España”.

Así se fue convirtiendo en el mito viviente que él mismo decía ser, un artista que se anticipó
a lo que aún estaba por llegar en España, que actuó en el primer espectáculo español
exclusivamente interpretado por travestis (formado por compañía «Incógnito»), poniéndose
el público en el bolsillo y convirtiéndose durante años en una estrella que garantizaba el
lleno allá donde actuara. Esa osadía de los adelantados a sus tiempos (convertida en
temeridad cuando se actúa en épocas dictatoriales), unida a su personalidad única y don de
improvisación, lo llevaron a ser considerado un modelo a seguir en el mundo del
transformismo español. Modesto se retiró definitivamente de los escenarios hacia los 90 y
murió en Barcelona a finales de 1999, llevaba años sin pisar la tierra salmantina que lo vio
nacer.

2. Análisis de género del documental “Madame Arthur”

El personaje de Madame Arthur podría ser un hilo conductor a lo largo del temario de esta
asignatura, ya que, en cada tema, se pueden encontrar características que lo definen, esto
es debido al periodo de tiempo en el que vivió (de 1923 a 1999), un recorrido histórico por la
evolución del transformismo en España. Empezando por el primer tema, Madame Arthur
sería un claro ejemplo de “imitador de estrellas” actualizado como transformista, su
trayectoria se encuentra en paralelo con, por ejemplo, la de Derkas (apuntes sobre Retana,
1964): debutando ya de muy jóvenes, viendo sus sueños amenazados por los obstáculos de
una sociedad heterosexista y exiliándose de su tierra natal para mostrarse tal y como eran y
ser reconocidos por su trabajo.

En el presente caso, ese escenario de triunfo se halló en Barcelona, concretamente en el


Barrio Chino, cuyas singularidades respecto a la libertad trans también fueron estudiadas en
el segundo tema. No está de más recordar que ésta era la zona donde se congregaban los
establecimientos que albergaban las realidades más disidentes y heterodoxas. El Barrio
Chino o Raval ofrecía un espacio de encuentro a las personas no normativas, desviadas,
marginales (bien por clase, por ideología, por orientación sexual, etc.); dicho barrio no sólo
reunía estas minorías sino que les permitía expresarse con relativa libertad. Las
desviaciones de la norma (es decir, de aquellos modelos heteropatriarcales impuestos por
la dictadura), concentradas en una región concreta y delimitada, permitía que el franquismo
pudiera controlar y marginar la población de moral potencialmente peligrosa, a la vez que la
“buena sociedad” tenía la posibilidad de asomarse al morbo y exotismo de lo prohibido,
saciando desde “la barrera” sus ansias y apetitos más indeseables.

Si se relaciona Madame Arthur con el tercer tema, nuestro protagonista puede identificarse
fácilmente con el personaje anónimo de «Nada» (Laforet, 1945). Madame Arthur, con unas
copas de más, trasnochando tras una de sus funciones hasta bien entrada la mañana,
intentando llegar a su casa: “con los ojos cargados de rimel (...), parecía disfrazado (...) me
rozaba el olor a vino”. También podría ser Mirko, personaje de Retana que el crítico teatral
Gasch describe de la siguiente manera: “La mayor parte de ellos se presentaban en el
escenario con una camisa floreada de mangas muy anchas y pantalones negros muy
ajustados”; y, justamente con esas piezas de ropa, es descrito por varios vecinos de

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Villavieja de Yeltes, en concreto el vecino Mateo Estévez dice en el documental: “Vestía una
blusa escotada estampada, un pantalón negro y un sombrero”.

A continuación, se entrará a analizar de manera más profunda (a la vez que se sigue


haciendo paralelismos con los conceptos estudiados a lo largo de esta asignatura) el
personaje que describe el documental de Gión (2011) titulado Madame Arthur.

El personaje de Madame Arthur representó los augurios de libertad de la época de los 70, la
libertad en tiempos de Madame Arthur se intuía pero no se vería materializada hasta mucho
después. El travestismo que encarnaba Madame Arthur se podría considerar una metáfora
de transición, de un cambio incompleto. Al igual que Madame Arthur nunca renunció a su
parte más masculina, sus actuaciones giraron durante muchos años en un clima dictatorial
que, a pesar de avanzar hacia la democracia (especialmente a partir de 1975, tras la muerte
de Franco), no era capaz de soltar totalmente las amarras del franquismo.

La hipocresía, existente en todos los lugares y épocas, pero más marcada en la España
rural de los 40, afectó a Madame Arthur. En el documental, las personas conocidas y
familiares de Madame Arthur, hablan inconscientemente de un fenómeno exótico del que se
desprende cierta esencia antinatural, describiéndolo más desde el distanciamiento que
marca la diferencia que desde la proximidad y normalización. Las contradicciones entre lo
expresado por las gentes de Villavieja de Yeltes y la realidad, quedan patentes: se intuye
que la escasa comunicación (y encuentros) existentes entre Modesto y sus “paisanos” son
más una autoafirmación de la figura de Madame Arthur y de su éxito frente aquellas
personas que lo juzgaron.

De hecho, uno de los testimonios que aparece en el documental de Gión (2011), el actor
Enric Majó, explica que una noche, Madame Arthur coincidió con la actriz Charo López
(también salmantina) y la primera dijo que ambas eran grandes artistas repudiadas por
Salamanca. El sentimiento de Madame Arthur no era pues de agradecimiento y afecto hacia
Salamanca como parece que quieran hacer creer (o hacerse creer a ellas mismas) las
personas que lo conocieron en sus orígenes, sino que Modesto albergaba más bien
despecho por haberse sentido incomprendido. Algunos de los comentarios de los
testimonios del documental que dejan entrever lo que Modesto pudo sufrir son: “Era buena
persona, caritativo, pero salió así por circunstancias naturales. (...) Es raro porque nuestros
abuelos tenían fama de mujeriegos” (Juan Mateos, familiar); “Era amanerado, lo sabíamos
todos… Por la forma de andar, la forma de hablar, de expresarse… Pero lo demás no lo
sabíamos” (Angel Garzón, compañero del servicio militar), “La gente lo recibía y lo quería
porque era del pueblo y sabían en las condiciones que vivía”.

Todas estas afirmaciones, se hacen intentando mostrar naturalidad pero se desprende una
visión muy sesgada, ignorante e incomprensiva de la realidad no heteronormativa, a día de
hoy, son realmente penosas a pesar de las buenas intenciones con las que se expresan y
de entender que quién las elabora son personas que vivieron otros tiempos en otro lugar.
Surge la duda de qué hubiera pasado si Modesto fuera de otro pueblo o si no hubiera tenido
el éxito que tuvo, ¿los testimonios se manifestarían tan orgullosos y aparentemente
afectuosos? Si tan buena relación tenían, ¿por qué motivo envejeció solo en Barcelona
mientras ellos seguían en Salamanca?

De hecho, la letra de una de las canciones que canta en sus actuaciones Madame Arthur
dice: “Soy un vampireso y por donde paso, la gente de pueblo, quieran o no quieran, tienen

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que admirar”. Esta frase tiene varios mensajes implícitos: por un lado, se refiere a la gente
del pueblo, que a pesar de no querer (ad)mirarlo no tienen más remedio que hacerlo, es
decir, él es consciente que lo que proyecta provoca sentimientos encontrados entre el
rechazo y la atracción, especialmente entre las personas de origen rural, con una
mentalidad mayoritariamente cerrada propia de la época. Por otro lado, se autodenomina
“vampireso”, como se comentó en la actividad referente a la obra «Flor de Otoño», la figura
de vampiresa o vamp representa la femme fatal que, al mismo tiempo, atrae y genera
miedo, rechazo, repulsión; es un ser ambiguo que suscita sentimientos también ambiguos y
contrapuestos. Pero, en este caso, Madame Arthur da un nuevo giro a la tuerca para
convertir a la vampiresa en el vampireso, es decir, para masculinizar esa femme fatal y
crear una figura aún más equívoca, turbia e incomprendida que genera confusión a quien la
observa.

Cabe decir, que la hipocresía y la doble moral no era exclusiva del entorno rural, al
contrario, en los espectáculos de Madame Arthur había un tipo de público que se mostraba
crítico y alejado de la disidencia representada por el Raval. Así pues, los espectáculos de
Madame Arthur, eran consumidos por personas de un universo próximo y amigo al que
pertenecía la propia Madame pero también tenía mucho público heteronormativo que
simplemente iba allí por curiosidad, morbo y/o diversión. Al salir de las salas de variedades
y de los locales con espectáculos de moral distraída, parte de este público que aplaudía
fervientemente las actuaciones irreverentes y desvergonzadas de nuestro protagonista,
mutaba en personas que entraban en la sociedad con una actitud intolerante y
prejuzgadora, que desaprobaba las prácticas desviadas, de las que nunca admitirían ser
asiduos espectadores. Esa doble moral era posible con el cambio de escenario, en la noche
del Barrio Chino, los principios de los más ortodoxos podían relajarse para recuperarlos y
retomarlos a la luz del día, saliendo del Raval.

En este sentido, parece que Madame Arthur permitiera que se rieran de ella a cambio de un
precio no solo monetario: la estrella aprovecharía para burlarse también de su público,
dignificando su actuación, sacando a relucir las miserias propias de todos los seres
humanos, igualándose (incluso superponiéndose) de manera más o menos sutil a aquellos
que se creían superiores al ambiente que frecuentaban. La doble moral era enfrentada por
Madame Arthur con un descaro afable, enmascarando quizás la antipatía que le generaban
aquellos que no entendían que se dedicaba al arte y no solo al mero entretenimiento, de
manera que se permitía insultar a su público sin que este se molestara, al contrario, esa era
una de las claves de su éxito.

Si se retoman los apuntes de este último tema, se habla de otras dobles morales existentes
en los 70: “durante la larga noche franquista pudiera existir no sólo una doble moral en
materia (hetero)sexual, sino también un factor clasista igualmente hipócrita en la expresión
y en la represión de la (homo/trans)sexualidad”. Eso lleva a hablar de los orígenes humildes
de la mayoría de trans de la época y, por tanto, de su frágil situación frente al régimen del
dictador Franco. Es el caso de Madame Arthur, que hacía malabarismos entre la libertad de
expresión y la represión franquista. En general y pese a su descaro, Madame Arthur pudo
sortear la situación hasta que fue encarcelado durante unos tres meses, acusado de
escándalo público, delito recogido en la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (1970),
en la cual las personas homosexuales seguían siendo consideradas peligrosas para el resto
de sociedad. Seguramente, su situación hubiera sido distinta en caso de ser rico y tener una
ocupación socialmente aceptada, puesto que la justicia franquista tenía un componente

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clasista muy fuerte, como dijo su compañero Pierrot en el libro de su propia autoría
“Memorias trans” (2006): “un maricón pobre era un maricón y (...) un maricón rico era rico”.

Mencionadas las anteriores contradicciones en las que Madame Arthur se veía envuelto, no
se puede obviar que el propio Madame Arthur era una paradoja en sí mismo, puesto que se
alejaba del hiperrealismo que aportaban las operaciones quirúrgicas que empezaron a
hacerse algunas personas transexuales de sus tiempos, es más, no solo se mostraba en
contra de dichas operaciones sino que ponía su empeño en enfatizar algunos de sus rasgos
más masculinos, como bien podría ser su grave voz. Madame Arthur nunca pretendió
parecer una mujer real, jugaba con su físico varonil para disfrazarlo con ropas y pelucas de
mujer, este peculiar transformismo era otra ambigüedad generadora de desconcierto. En
este sentido, Christine (artista) relata en el documental: “Hablaba con pretendida feminidad
aunque nunca llegó a ser femenina, era un superhombre vestido de mujer”. Puede qu sus
reticencias hacia la transexualidad se debieran a su edad, era un hombre nacido a
principios de los 20 y, por tanto, su mirada carecía de la apertura de los más jóvenes, pero
quizás simplemente se sentía bien con su cuerpo de hombre y su orientación
manifiestamente homosexual, sin necesidad de hacer ningún cambio más. Y, es que como
dicen varios testimonios en el documental, Madame Arthur solo se vestía y maquillaba de
mujer por las noches, durante el día, como mucho, llevaba las pestañas postizas, cara
lavada y ropajes impactantes pero sin llegar a travestirse. A pesar de todo esto, podría ser
que, como la drag de Butler, Madame Arthur “performara” (incluso inconscientemente) la
melancolía drag queen: su carácter fuerte, ácido, enfrentado al mundo entero sumado a la
imagen caricaturizada de la mujer, podría deberse a la pérdida no llorada (pero sí
tristemente reída) de algo que nunca pudo ser, de la fantasía que no sería realizada porque
ni siquiera él mismo se permitiría llevarla a cabo. Como se cita en los apuntes, Madame
Arthur dijo: "Yo recomiendo que no se pusiera hormonas a nadie, porque yo llevo cuarenta
años de transformación, he sido primerísima figura en España y parte del mundo sin
tenerme que poner tetas". Pero, bien podría ser que esa aparente aceptación y orgullo
hacia su cuerpo, así como las anécdotas sospechosamente fantásticas que explicaba de su
vida, fueran una tapadera de sus verdaderos sentimientos y anhelos, incluso de los más
inconscientes. Como declara Pierrot en el documental: “Su personalidad fuera del escenario
era muy parecida a la que tenía en el escenario pero porque nadie estuvo ahí cuando se
quedaba solo en casa, no sabíamos cuáles eran sus inquietudes, sus pensamientos, sus
miedos (...) Siempre ejercía de Madame Arthur, también fuera del escenario (...) no
exteriorizaba su parte triste”. Estas afirmaciones son realmente reveladoras porque vienen a
corroborar que Modesto no dejaba ver sus auténticos sentimientos que, a fuerza de ser
reprimidos, podrían haberse rebelado contra su amo y colado como parte de sus
actuaciones, traicionando tantos intentos por ocultar su yo real.

Dejando la psicoanálisis atrás, esta parte triste de Madame Arthur también es mencionada
por el actor e imitador de la misma, Víctor Guerrero, cuando expresa a finales del
documental: “Siempre pensé que, al final de su vida, no tuvo cerca una persona que lo
quisiera, que le permitiera tener una vejez digna y lo hubiera aconsejado”. Como tantas
otras personas, de todo tipo de condición sexual, dedicadas al espectáculo, la vejez de
Madame Arthur parece pesarosa y solitaria. Todo esto recuerda los versos de «La Tani»
(canción de Patxi Andión estudiada en el primer tema): “Y una sentencia de soledad
firmó/(...)/todo es un chiste donde dejarse la piel,/es un gueto feroz que la edad hace
crecer”. Bien podría estar dedicada a Madame Arthur que, a pesar de las anécdotas

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amorosas y sexuales de las que se jactaba, parecía no tener a nadie (o, al menos, no se le
conoció) de plena confianza, un apoyo incondicional que realmente lo quisiera; que, mirado
fríamente, se dedicaba a exponerse ante el público como un chiste, aunque plantara cara;
que, con la edad, fue siendo marginado y apartado de los escenarios, de su trabajo.

En conclusión, Madame Arthur sirve de amalgama de muchos de los conceptos e ideas


tratados en esta asignatura. Por lo visto, murió sin ser merecidamente valorado pero aún
hay personas, como Gión, dispuestas a recuperar memorias históricas de personajes
disidentes que dan a conocer realidades vividas en otros tiempos y ayudan a entender
mejor colectivos tradicionalmente discriminados no sólo por diferentes, sino también por
desconocidos.

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