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period Glacial, taj ul as caernicalas se iene Grudn decide Gastndo bromas a Jonés, un mam pelvso que vive ceca de Si tue. En mas de una ocasidn esas Gertidas bromas son ft pel- roses pata el cavericla, que el propio mamut tiene que salve lz wa, DEREK SAMPSON ha publicd en esta misma colccién Més avn ‘as de Grutén y el mamut pelvdo A partir de 7 aos Grufion y el mamut peludo Derek Sampson CColeccién dirigida por Marinella Terzi rime een: mayo 1987 ‘Segunda an nore 1087 Tato eae may a8 Gara can jhe 1388 Sola er: Soe 0 Traduceién del inglés: Blanca Aguire Til gina! Gp ane tne hay "Re porate Gers Bose @ Tewo Back sampean 437% etraconse: Sn St, ¥971 Ecicorer ht, 135" Singule Tura, 39-20044 Magia (Comariaiza: CESMA, SA: Auacat, 25 29044 Maid ot ymin tal pac io ‘exma o por cunguir medio, ya sealer, mecsnico. por ‘Stop por egntew tes maton sa sl permis pete pores nde el copy IT Primer encuentro con Grain —€ Por que seré tan feo? Grufién suspir6 y dio una patada a una piedra con el pie descalzo. En el largo pe- riodo Glaciar, hace muchisimos miles de afios, la vida resultaba dificil para cl hombre de las cavernas. No se puede de- cir que los hombres del perfodo Glaciar fuesen guapos, pero Grufién era el més feo y extraio de todos. Tenia tal cantidad de arrugas en la frente que parecia una sdbana retorcida, y la nariz vuelta hacia arriba como si estuviese oliendo algo ho- rrible. Los demas cavernicolas se diver- tian riéndose de lo feo que era. —Bueno, pues si no quieren saber nada de mi, yo tampoco de ellos —refunfuié Grufién. Miré con rabia a los hombres 5 que estaban charlando a la tenue luz del sol—, Puedo arreglir- melas muy bien solo. Era verdad. Un buen dia, Gruiién se harté de que se rieran de él, y aprendié a vi- vir solitario. Escogié ‘ivir una cueva que tenia goteras y en la que hacia mu- cho frio, lejos del resto de la tribu. Desde entonces, comia solo, paseaba solo y ha- blaba consigo mismo. Pero sobre todo gruiiia. Por eso le lamaban Gruiién. — Qué puedo hacer esta mafana? No tengo que buscar comida. Todavia me queda un poco de la deliciosa fruta de ayer. Qué puedo hacer? Eso era lo peor de vivir en el periodo Glaciar. Resultaba muy aburrido. Y luego estaban todos aquellos glaciares que se derretian y goteaban y volvian loco a Grui —Tengo que encontrar algo que hacer —gruftia Grufién, mientras trepaba con dificultad por la cuesta que habia por en- 6 cima de su ceva. Tba pensando en hacer alguna travesura, y no tardé mucho en encontrar el motivo. De repente divisé algo debajo del acantilado. Se asomé al borde para mirar. —iQué sorpresa! —dijo riendo entre dientes—. Pero si es el viejo colmillos pe- ludos, dando una cabezadita como siempre. De un claro de sol al pie del acantilado legaban unos ronquidos. Procedian de una criatura enorme, que dormitaba al sol. Gruiién se retiré répidamente cuando cl animal se movio. —iQué suerte tiene! —se dijo—. Lo ‘inico que hace es comer y dormir. Nadie se mete nunca con un mamut, Porque aquel animal que estaba dormi- tando era un mamut: un inmenso mamut peludo. Se llamaba Jonds y era la criatura més feliz del mundo. Quiz por eso Gru- fin tenia envidia de él. No le parecia justo que alguien pudiese estar tan con- tento, {Qué vida tan cémoda Ilevaba Jonas, comparandola con la de él! Si que- ‘ria comer, no tenia que escarbar para co- ger raices ni esperar en cuclillas cuando hacia frio para cazar algin conejo. Lo nico que hacia era mordisquear alegre- mente las copas de los Arboles y dormir calentito y abrigado en su propio abrigo de piel. —Se cree que lo tiene todo, zno? —se quejaba Gruién—. Se siente muy satisfe- cho de si mismo. Si pudiera bajarle un poco los humos. Pero gcémo? Seria initil tirar piedras a la cabeza de Jonas. El mamut apenas lo notaria. Grufién tenia que hacer algo dife- rente. De repente se puso a dar patadas en el suelo. —iYa esté! —se dijo muy contento—. Cavaré un agujero muy profundo para ca- zar mamuts. {Vamos a ver qué le parece esto! Grufén se dio la vuelta y salid co- rriendo colina abajo hasta acercarse a Jonas, pero sin que éste pudiera verlo, Enseguida se puso manos a la obra, ca- vando afanosamente. jPum! ;Pam! ;Pum! ;Pam! Jonas levant6 la cabeza medio adormilado. ;Qué era aquel ruido tan cercano? {Qué pasaba? No vefa nada. jEspera! Algo que se pare- cia a un saco viejo de papel, rematado por un nabo, venia saltando de roca en roca hacia él. La figura le era familiar. Grufién volvia a las andadas. Jonas cerré los ojos ¢ hizo como que seguia dur- miendc Grufién estaba nervioso, Habfa cavado un agujero y lo habia cubierto con hele- chos gigantes y ramas secas. Ahora tenia que obligar a Jonés a que lo persiguiera para que cayese en la trampa, Pero no sa bia cémo obligarlo. Se estremecié y se arrastré a gatas en direccién al animal, que roncaba. Después, ef mamut levanté una de las orejas que le tapaba la cara ‘como un alerén peludo. —iViejo mamut tonto! —Ie grité—. ;Tu madre era una alfombra y tu padre un perchero peludo! Gruiién salié corriendo inmediatamente, aterrorizado por lo que habia hecho. Pero Jonas no rechist6. Ni un movimiento, ni tuna sacudida. De repente, a Grufién se le ocurrié una idea. ;Estaria Jonas enfermo? eLe sucederfa algo? ;Y precisamente ahora que el cavernicola habfa trabajado tanto cavando una trampa estupenda! Era mas de lo que se podia soportar. Dio un grito de rabia y salt6 sobre el lomo de Jonas y empezé a tirarle del pelo. —jDespiértate, cabezota! jDespiértate y persigueme! Fue un grave error por parte de Gru- fién. En cuanto estuvo sobre el lomo de Jonds, el mamut se puso en pie. Con un grito de triunfo, Jonas empez6 a correr. Al principo despacio, pero fue cogiendo cada vez thas y més ve- an locidad. No queria ha- f{ cerle dafo, claro esta. Para él se trataba sola- mente de un juego. Pero Grufién iba aterrorizado. Jonas corria por encima ‘de las rocas. Cruzaba los K 10 rios, Pasaba como una flecha por medio de las manadas de dinosaurios que dormi- taban. Se deslizaba por los glaciares. Re- corria con paso torpén el irregular te- rreno. Pero, finalmente, hasta él mismo empez6 a encontrarse cansado. Se enca- miné de vuelta hacia su punto de partida. Entonces fue cuando vio el agujero de Gruiién. Era un agujero muy bien hecho, pro- fundo, de paredes rectas y muy bien di mulado con los helechos. Pero Jonas no se dejé engafar. Justamente cuando parecia que iba a caer, se detuvo. Grufién salié despedido por los aires, dando vueltas como un acrobata, y fue a aterrizar en- cima de los helechos. Alli permanecié du- rante unos segundos, después los helechos cedieron y desaparecié dando un grito de desesperacién, —jAy! jAy! {Que me hago trizas! —Gruiién siguié quejandose mientras se ponfa de pie. Se palpé con cuidado. Pare- cla no haberse roto ningdin hueso. Le- vanté la vista y vio que Jonas le miraba con interés desde el borde del agujero. —No presumas tanto, orejazas —le gri- 16 Grufién, amenazandole con el puiio—. iYa verés cuando salga de aqui! EI problema era cémo salir de alli. El agujero era profundo, muy profundo, tan enorme como para que cupiese el mamut mas grande. ¢Cémo lograria escapar de alli el pequenio cavernicola? No habia nada donde agarrarse, excepto unas pocas ramas rotas y unos helechos marchitos. Gruién dio un grufido y se sent6. Estaba conven- cido de que Jonas tenfa la culpa de todo. —Mira que hacerle esto a una persona tan inofensiva y tan buena como yo —se 12 decfa—. Me gustarfa coger esos helechos y atarselos alrededor de la trompa, y... Se interrumpié y se le pusieron los ojos como platos. Si pudiera atar algo a esos viejos helechos secos... cogeria esas ramas rotas... Dio un grufido, se incorporé de un salto y puso manos a la obra. Jonds, mientras tanto, se habia retirado para echar una cabezada cerca de alli y vigilar el agujero. Después de todo, no queria que a Grufién le pasase nada malo. La vida seria muy aburrida si no fuera por el pequefio cavernicola que ale- graba las cosas un poco. Jonas no reti raba la mirada del agujero. Al cabo de un rato empez6 a moverse algo. Dos ramas se asomaron_lenta- mente por el agu- jero. Se agitaron y se tambalearon un momento y se apoyaron contra la pared del agu- jero. Después se Ss oyé un gruitido > y aparecié la ca- 13 ra de Grufién. El cavernicola miré a su alrededor como un conejo desconfi do, pero no vio a Jonds. Finalmente, tre- p6 hasta la superiicie y se dio la vuelta para tirar de las ramas. Estas estaban unidas unas con otras mediante cuer- das hechas con helechos trenzados. Grufion se quedé mirandolas con orgullo. iQué cavernicola tan listo soy! —se dijo—. Hace falta ser inteligente para que a alguien se le ocurra algo como esto. ¢Cémo puedo lamarlo? Vamos a ver... cy si lo llamo escalera? Gruién tenia motivos para estar satis- fecho. Con aquella escalera podia hacer muchas cosas: subirse a los arboles altos, coger huevos de los salientes mas altos, encontrar una cueva tan alta que ningin animal pudiera atraparlo.... —Hasta puedo esconderme de ese ma- nojo de pelos de Jonas —se decia Gruiin sonriendo—. No es que le tenga miedo. Si ahora se encontrase aqui, le haria un nudo en la trompa. Gruitén no deberia haber dicho eso. En aquel momento, Jonas lanz6 un bramido tal que a Grufén le zumbaron los ofdos. 4 No esperé a escuchar el siguiente, Aga- 176 la escalera y salié corriendo a tal velo- cidad que apenas se le podian distinguir Jas piernas. Los mamuts no se rien con frecuencia; sin embargo, cualquiera que estuviese ob- servando a Jonas habria dicho que eso era exactamente lo que estaba haciendo. Sacudia sus poderosas paletillas y balan- ceaba la trompa de un lado a otro como un péndulo. Se quedé mirando a Gruiién hasta que desaparecié de su vista. Des- pués, sacudiendo por iiltima vez la trom- a, se dispuso a dormitar al sol, 2 El baio de Gratin éPor qué la toman siempre con- migoz —murmuraba Grufién mientras se inclinaba sobre su cata de pescar en la orilla del lago helado. Miré con atencién su cara reflejada en el agua. Tenia un as- pecto més triste que de costumbre. Los demas hombres del periodo Glaciar le habian echado de los mejores sitios de pesca que habia a la orilla del lago, y no habia pescado nada en toda la maiana. Y lo que atin era peor, estaba oyendo un zumbido espantoso que no paraba. LeRERRRRRRR Lo ofa a sus espaldas, por la parte en que los arboles Hegaban hasta la orilla del Iago. 16 ec Grufién se dio la vuelta y, de repente, se sintié peor que nunca. jEs él otra vez, como si no me hubiese dado ya suficientes problemas! Era Jonas, el mamut, que se acercaba trotando alegremente en aquella mafiana soleada. Canturreaba para si desa mente, pero aquél no era el n atormentaba a Grufién. El ruido parecia venir de una nubecilla negra que revolo- teaba alrededor de la cabeza de Jonas Gruiién fruncié el cefio y miré fija- mente. v —Se trata de una trampa —mur- muré—. Ese monstruo apolillado quiere ponerme en ridiculo otra vez. En cualquier otra ocasién Grufién ha- bria hecho como que ignoraba al mamut. Siempre que se habia encontrado con Jonas, el cavernicola habia salido pe: diendo. jPero esto era demasiado! Alargé la mano para coger una piedra que tenia cerca, —iToma eso, saco de huesos, cobarde! —y le lanz6é la piedra con todas sus fuerzas. La piedra rebot6 en la dura cabeza de Jonas y no le hizo mas daito del que le harfa un globo. Jonas le contesté con una mirada de suave reproche. —jLargate! jLargate! ;Vete a afilar tus colmillos o te tiraré otra piedra! Gruftén estaba de pie, gritaba y gest culaba con las manos, bastante asustado de lo que habia hecho. Con gran asom- bro, Jonas sacudié la trompa una o dos veces y después se dio la vuelta en direc~ cién a los Arboles. —iEso le ensefiara! —3 Grufién volvié a su pesca. satisfecho, 18 En ese momento algo le golpeé en la nuca, un objeto grande y pegajoso que casi lo tira al lago rodando. —jSocorro, que me apedrean! —Gru- én gated como una araiia enloquecida para esconderse detrés de una piedra. Fi- nalmente, asomé la cabeza y vio a Jonas que se alejaba entre los arboles. —jQué jugada tan sucia, golpearme por la espalda! ;Tramposo! ;Vuelve aqui y te haré un nudo en la trompa! Envalentonandose ahora que Jonas se alejaba, el pequefio cavernicola se puso de pie otra vez, gritando y agitando el objeto amarillo y pegajoso que el mamut le ha- bia arrojado. Finalmente se senté y se miré las manos. Estaban cubiertas de una pasta pegajosa y amarilla. Se chupé los dedos con precaucién. Se quedé asombrado. Volvié a chuparse los dedos, esta vez con avidez. Jamas en la vida habia probado nada tan dulce, tan sabroso. Y siguié chupando la pasta ama- rilla y pegajosa con entusiasmo. —jMmm, es delicioso! ;Mmm, es mara- villoso! —exclamaba—. Demasiado bueno 19 para un pobre mamut viejo. Tengo que descubrir de dénde lo saca. Asi que donde quiera que fuera Jonas a largo del dia siguiente, Hevaba’a Gru- j6n pegado a los talones, escurriéndose de roca en roca y de Arbol en arbol. —iQué cosa més tonta, que no sabe ni distinguir un dinosaurio bailando! —gru- ‘iia Grufién mientras le seguia silenciosa~ mente—. En cuanto encuentre un poco mis de esa deliciosa pasta amarilla, se la quitaré, Pero Grufén empez6 a cansarse de se- guir a Jonds. El mamut iba de un lado para otro sin rumbo fijo. Caminaba por las sendas més espinosas y més enchar- cadas, acompaiiado todo el rato de aque- lla nube zumbona. iZazzegceeenel Grufin se estaba volviendo loco. Sola- mente el recuerdo de aquella deliciosa pasta amarilla le hacia seguir hacia ade- Jante. —Qué va a hacer ahora? —Gruiién se detuvo con desconfianza cuando Jonas se paré al pie de un 4rbol. 20 De repente, el zumbido de la nubecilla que revoloteaba alrededor de la cabeza de ‘Jonés se hizo més insoportable. Jonas me- 1ié Ia trompa en el interior de un nudo del Arbol y buscé a tientas. Pronto un hi- lillo del Iiquido amarillo empez6 a resba- larle por la trompa. —iEso es! jAhi es donde esconde la pasta! Lleno de gozo, el pequefio cavernicola se precipité hacia adelante. Por una vez, debido a su ansiedad, se olvidé del mic do que tenia al animalote, Agarré un pa- lo largo y obligé al mamut a que se ale- jase. —Le esta bien empleado por tratar de quedarse con todo —murmuraba Grufién mientras trepaba arbol arriba—. Ademés, Ie estoy haciendo un favor. Esto lo tinico que hace es ponerle el pelo pegajoso. Mientras hablaba, encontré un agujero grande en el Arbol; alli estaba la pasta amarilla. Metié la mano dentro. Entonces fue cuando comprendié lo que significaba la nube zumbona que revoloteaba alrede- dor de Jonas. —jOh! ;Guu! jAy! —Grufién dejé esca- 2 par un grito de dolor y bajé del arbol de un salto. Ahora Ievaba su propia nube alrededor de la cabeza. Una nube de abejas grandes, rabiosas y decididas a castigar al intruso. A diferencia de Jonds, el pobre Grufién no tenia una piel dura que le protegiese de los aguijones de las abejas. Bailaba, daba manotazos en el aire, gritaba, pero no le servia de nada 2 —iOh! jEstaos quietas! jA) De repente not6 que le cogian por la espalda de su chaqueta de piel de conejo y le levantaban del suelo. Le transporta- ban a través del bosque sacudiéndole como si fuera un saco. Las abejas seguian clavandole el aguijén todavia, pero estaba demasiado asustado como para preocu- parse de eso ahora. Aquello que le suje~ G a MW taba era largo y gris, y se parecia mucho ala trompa de un mamut. jJonds le habia capturado! —jiBéjame! ;Por favor, bajame, y pue- des quedarte con tu asquerosa pasta ama- rilla! —Ie suplicaba Gruiion. ‘Todavia seguia chillando cuando Ilega- ron al lago. Jonas mir6 a su alrededor con ansiedad. Sabfa lo mal que se iba a poner Grufién si las abejas segufan picdndole més tiempo. Grufén se merecia todo lo que le estaba pasando, pero Jonas tenia buen coraz6n, Pondrfa a Grufién en buen sitio, a salvo de las abejas. El mamut se dirigié trotando pesadamente hacia la ori- lla del lago —iNo, ahi no! Por favor, no... —miei tras chillaba, la boca de Gruiién se lend de agua. El mamut lo dejé caer dentro del lago. —jSocorro, que alguien me salve! —balbuceaba Grufén mientras Jonas le sacaba para que cogiese aire—. Esta in- tentando ahogarme. jSocorro! Abajo de nuevo, sacudiendo los pies y los brazos. Arriba y abajo, arriba y abajo, como si fuese un manojo de trapos mo- 4 Jjados. Por fin a la quinta intentona dio un tirén a la desesperada, consiguié soltarse de la trompa de Jonas y se alej6 nadando, Hasta después de un rato no se dio cuenta de que estaba a flote. —iEh! jMiradme! Estoy _ flotando! —gritaba—. {No me hundo como siempre me pasaba! Miraba asombrado a su alrededor mientras chapoteaba con los brazos y las piernas, alejandose de la orilla donde es- taba Jonés. —TTe he engaiiado, geh? —le gritaba al mamut con aire triunfal—. Estoy... g¢mo puedo llamar a esto? Si, jestoy nadando! Grufén dejé de tener miedo al agua Ni siquiera le importaba que estuviera fra. Estaba como loco de alegria por po- der mantenerse a flote y avanzar. Pronto se sintié lo suficientemente valiente como para zambullir la cabeza y mirar a los peces que se deslizaban por su propio mundo gris. iPeces! De repente, Gruiién pens6 en la sorpresa que se llevarian los demas hom- bres del perfodo Glaciar si le viesen na- dar. Tal ‘seria la sorpresa, que saldrian 5 corriendo y abandonarian la pesca que habian conseguido en la orilla del lago. —jEsta noche cenaré pescado! —se dijo riéndose entre dientes—. {Montones de rico pescado! —se dio la vuelta y empez6 a cruzar el lago nadando en direccién a donde estaban pescando los demas hom- bres. Y Jonas, que le observaba desde la ori- la, oyé un ruido, un ruido poco corriente. Era la risa de Gruiion. El mamut se qued6 alli durante un rato hasta que el hombrecillo desaparecié de su vista. Después, levantando la trompa como si hiciese un gesto de despedida, se dio la vuelta y se dirigid hacia el bosque 3 Gnuiién, artista 1. Lo consegui jLo consegut! Los ojos de Grufén brillaban de entu- siasmo al tiempo que se ponia en cuciillas en el centro de su cueva. Reflejaban la luz de algo que danzaba y parpadeaba de- lante de él. Se trataba de una hoguera que ardia alegremente, El cavernicola nunea se habia sentido tan orgulloso de si mismo, —Todos decian que no podia hacerlo, geh? Se reian de mi, zno? No es que Gruiién hubiese encendido el fuego él solo. En aquella época ningiin ca- vernicola sabia hacer fuego. Pero el ve- rano habia sido seco. Un rayo habia al- canzado un arbol en el bosque y lo habia incendiado. De todos los hombres de las 27 cavernas, tinicamente a Grufién se le ha- bia ocurrido coger un palo ardiendo del fuego. Los demas se habian burlado de él, pero ahora tenia una pequefia hoguera para él solito. —iY es estupendo, maravilloso! —decia riéndose entre dientes—. Todos me ten- dran envidia cuando Ilegue el frio. EI problema era que todavia hacia ca- lor, y la cueva de Gruiién estaba tan lena de humo que apenas podia respirar. No pudo aguantar mas tiempo. —Saldré un rato a respirar un poco de aire fresco. Ademas, necesito mas leia para mi maravillosa hoguera. Salié dando grandes zancadas. Por alli no habia ningiin cavernicola. Todos esta- ban descansando en las hiimedas cuevas 0 pescando a la orilla del lago. Gruiién dejé escapar una risita. —Creo que daré una vuelta hasta el lago para contarles mi nueva invencién —se dijo—, para darles envidia sola- mente. Gruiién se sentia mas contento que de costumbre mientras caminaba hacia cl lago. Recogia lefia por el camino. Se iba 28 imaginando un invierno maravilloso, ca- Tentito, con una hoguera encendida en su cueva. Quizd hasta dejase que los demas cavernicolas se calentasen en su ho- guera... si dejaban de refrse de él. —Después de todo —se decia—, soy un cavernicola bastante listo. Bueno, quiza no mucho... De repente dejé de hablar y se detuvo, Habia Ilegado a la orilla del lago y ante su vista aparecié un espectaculo intere- sante. Jonas estaba en el agua, intentando refrescarse. En la superficie sdlo se le vefa la trompa. Pero Grufién vio su peluda piel esponjada bajo el agua; parecia un globo inmenso. Grufién se puso a reir. —Hoy hasta me siento amigo de ese gran globo peludo —se dijo—. Estaré pa- sando mucho calor. Me pregunto si po- dria ayudarle. A Grufén no se le ocurrfan muchas veces estas buenas ideas; pero en aquella ‘ocasién se encaramé a un glaciar cercano y partié el pedazo de hielo més grande que pudo. Cuando lo arrastré hasta el lago, se sintié bastante cansado. Se secé el sudor de la frente y miré hacia el agua. Jonas seguia allf todavia, con los ojos ce- rrados —Le voy a dar una sorpresa —se dijo Gruén—. Se va a poner muy contento cuando le deje a gusto y fresquito Se metié en el agua. Después, empu- jando el trozo de hielo delante de él por la superficie del agua, nadé en direccién a Jonas. El mamut no se movia. Se encon- traba demasiado a gusto disfrutando del frescor del agua como para prestar aten- cién a Grunén, Fue una léstima que abriese la boca para dar un bostezo en el mismo momento en que el pequefio caver- nicola nadaba hacia él Gruién se quedé sorprendido. De re- pente, el trozo de hielo desaparecié de su vista 'y se metié en la boca de Jonas. Jonas también se quedé sorprendido, muy sorprendido. ‘Tuvo Ia sensacién de estar 30 tragandose el helado mas grande que ha- bia visto, Era una sensacién espantosa. Abrié los ojos y se encontré de frente con Gruaén, —No —Gruién tartamudeaba inten- tando explicar—, no lo entiendes. Sélo trataba de ayudarte. {No era una broma, de verdad! No se quedé a dar explicaciones. El brillo de los ojos de Jonas le indicaba que corria peligro si lo hacia. Empezé a nadar hacia la orilla, Jonas le seguia muy de cerca, y no en actitud amistosa precisa- mente Gruiién tuvo suerte de que Jonas estu- viese metido en el lago. Lo Gnico que im- pidié que el mamut cogiese al cavernicola en los primeros momentos fue su piel em- papada. El mamut tenia que pararse para sacudirse como un perro gigante. Pronto la parte del bosque que quedaba a su al- rededor estuvo tan empapada como si hu- biese lovido. Aun asi, Gruiién consiguié ponerse fuera de su alcance cuando se encontré en su cueva, Se desliz6 hacia el interior y se escondié en una grieta donde el mamut 31 no pudiera alcanzarle. Jonas ni se molesté en hacerlo. Ya habia decidido cémo iba a castigar al pequeiio cavernicola por lo que consideraba una mala jugada. Se qued6 esperando con la boca Mena de agua y la trompa estirada como una manguera. Cuando Gruién sacé la ¢: beza de su escondite, Jonas soplé con todas sus fuerzas. El chorro de agua casi derribé a Grufién. Se agarré a la roca, castafetedndole los dientes, hasta que se acabé el chaparrén. Después volvié a aso- marse cautelosamente. Jonas se alejaba de Ja cueva con paso torpén. 32 —jBah! jEsta es la dltima vez que te hago un favor! —se lamenté Grufién. Grufién amenazé a Jonas con el puto mojado. El mamut se detuvo y miré hacia atras. Se habia divertido mientras perse- guia al cavernicola y nunca podia guardar Tencor a nadie durante mucho tiempo. Saludé con la trompa y continué su ca- mino hacia el lago. Necesitaba refrescarse de nuevo. Gruiién distaba mucho de estar con- tento, Cuando regres6 a la cueva, se en- contr con una escena horrible. La ho- guera que antes ardia alegremente habia desaparecido. En su lugar solamente que- daban unos cuantos palos empapados. jLa manguera de Jonas habia funcionado demasiado bien! —jMi hoguera! |Ha apagado mi mara- villosa hoguera! —gimoteaba Gruién, y se arrodill6 al lado de las cenizas hiime- das—. jNunca le perdonaré esto! Soplo ¢ imploré, pero no sirvié de nada, Su maravillosa hoguera se habia apagado para siempre. —Y nunca conseguiré otra, a menos que haya otro incendio en el bosque. ;Oh, lo que seria capaz de hacerle a ese ma- mut! ‘Arrojé los palos chamuscados lejos de 1, Al caer, uno de ellos araié la pared y dejé una raya de lo mas interesante. Gru- én fruncié el entrecejo y se acercé a la pared. —iQué curioso! Es una sefial alargada y en espiral. Se parece a la trompa de Jonas. :Gémo se ha hecho? Gogié el palo y desliz6 la punta que- mada por toda la pared. Aparecié otra raya negra, Volvié a intentarlo. Y apare- cié otra raya. Todas juntas eran como la 34 trompa de un mamut. De repente, Gru- Gn se encontré temblando de emocién. —iQué invento tan estupendo! —gri- taba—. Mucho mejor que cualquier ho- guera maloliente. {De esta manera puedo pintar todo lo que se me ocurra! Era ya bastante tarde cuando Jonés re-~ gres6 a la cueva de Gruién, Estaba preo- cupado por. el cavernicola, Quiza habia sido un poco cruel con él. Se detuvo en la puerta de la cueva y se quedé asombrado. No quedaba ningiin espacio de la cueva de Gruiién que no apareciese cubierto de dibujos, grandes dibujos, de todas las ¢s- pecies de animales imaginables. Y Gru- nén todavia pintaba afanosamente. ‘Jonas miro atentamente. Grufién estaba pintando un animal muy extraiio. Era grande, estaba cubierto de pelo y tenia una trompa muy larga con un colmillo a cada lado. Jonas sacudié la cabeza. El nunca habia visto un animal como aquél. iQué ocurrencia la de Gruiién imaginarse una cosa asi! Jonds enrollé la trompa y se rascé los colmillos con aire pensativo. Después se dio la vuelta y se alejé de nuevo hacia el lago a paso lento, para darse un chapu- z6n antes de que anocheciese. 4 Gnuttin, a punto de hervir —Clom0o no encuentre pronto algo que comer, me..., jme comeré mi chaqueta! Grufién grufiia y miraba la chaqueta de piel de conejo que llevaba siempre puesta Era una chaqueta muy ligera y de aspecto lamentable, pero Gruiién era delgado y aquella mafiana estaba triste. S6lo habia desayunado unas pocas raices correosas. No quedaba nada mas por los alrededores de su cueva. —jQué porqueria! Ni siquiera serviria para alimentar a un anciano —suspiré— Lo que me hace falta es una buena co- mida. Grufén habia andado mucho para bus- car comida. Se encontraba en una parte desconocida del territorio. Del suelo bro- 37 taban manantiales de agua caliente. Unos lagos de lodo caliente burbujeaban a la luz del sol. Hasta habia algunos arboles que tenian unas bayas redondas y rojas. A Gruiién se le iluminaron los ojos. —Estupendo! Eso sera una comida for- midable para mi ‘Trepé a un Arbol y se metié un pufiado de bayas en la boca. Rapidamente las es- cupié. Estaban muy amargas. —iQué cosa mas repugnante! —refun- fuiié Grufén—. No tienen derecho a estar aqui si no valen para nada. Estaba a punto de bajarse del arbol cuando vio algo que le lamé la atencién. En la punta de una rama habia un nido grande. En él habia cuatro huevos. —jiComida! —grité Gruién—. Huevos frescos es exactamente lo que yo necesito. Gated con impaciencia en direccién al nido, y cuando lleg6 se quedé mirando su presa. Eran unos huevos inmensos. Sut cientemente grandes como para acabar con el apetito de Grufién. Rompié uno y se lo comis. izo una mueca. Estaba crudo y tenia un gusto horrible; pero. como todavia nadie habia aprendido a guisar, frecuentemente la comida de Gru- fién tenia un gusto espantoso. —Bueno, es lo mejor que puedo cons guir —se dijo. Se guardé los dem huevos en los bolsillos de la chaqueta y se dio la vuelta para bajar del Arbol. De nuevo algo atrajo su atencién. Estaba alli abajo, lejos de él, en el lago de lodo. —No puedo creerlo..., no puede ser..., pero jsi es él! 82 contré devolviéndoselos, y Jonas se los re- cogia con la misma facilidad. De repente se convirtié en un juego, un juego agota- dor. Al cabo de diez minutos los dos se encontraban muy cansados. Gruién cogié algo para beber. —No, ti no, lanzahuevos peludo —le dijo, mientras Jonas miraba la bebida con esperanza de que le diera algo—. El zumo de frutas no es para los mamuts. Gruiién bebia, pero sintiendo todo el rato la mirada de Jonas sobre él. Por fin no pudo resistirlo ‘mas tiempo. Se dio la vuelta. —Si quieres beber, ahi podrés hacerlo —le dijo—. La Iluvia se filtra a través del techo y cae por un agujero. Le sefialé hacia un lado de la cueva Jonas, obedientemente, fue a beber alli. Grufién le observé y fruncié el cefio con aire pensativo. —Animal chiflado. ¢Quién iba a pensar que se divertirfa jugando a la pelota? Me pregunto si también le gustara el tambor. Grufién cogié el tambor. Miré a Jonas y empez6 a tocarlo. Las patas del mamut se movieron, Volvié a golpear el tambor una vez més, y las inmensas patas del mamut se arrastraron bailando al com- pas. Gruiién se eché a reir. —Venga, botazas! —le ordend—. No te quedes ahi parado. ;Baila! Y Jonas bail. Sus patas aporreaban arriba y abajo, balanceando la cabezota, mientras que Gruiién tocaba cada vez mas fuerte. ;Plam! ;Plam! ;Plam! jRata- plam! jRataplam! Jonas daba vueltas y 8 mas vueltas con paso tor} in, mas y mas répido, hasta que se sintié bastante ma- reado. jPlam! ;Plam! ;Plam! jRataplam! De repente, Grufién descubrid que se estaba divirtiendo. Se alegré de que cl 85 aguacero hubiese traido a Jonés a su cueva, El mamut también ‘estaba con- tento. Cerré los ojos complacido. Eso fue un error. Su trompa, que daba vueltas como un molinete, golpeé a Grufién de- tras de la oreja y le tiré al suelo. Gruiién se puso de pie como pudo, con aire amenazador. —Ten cuidado con lo que haces, ca- beza hueca. No esta bien ir dando trom- pazos a la gente. No lo hiciste a propé- sito, verdad? ‘Mir6 a Jonas con desconfianza. —A lo mejor si. Ese es el problema que tengo contigo, que nunca sé a qué ate- nerme. Jonas sacudié el tambor con la trompa con aire esperanzado, y movié las patas de un lado para otro, pero no sirvié de nada. El hechizo se habia roto. Grufén negé con la cabeza. —Se acabaron los juegos por hoy —le dijo—. De todas maneras, ha dejado de Hover. Tenia raz6n. Ahora brillaba el sol y la tierra desprendia vapor. Jonas se quedé mirando el tambor con desilusién durante 86 un momento, después se dio la vuelta para marcharse. Grufién le siguié hasta la puerta. Era extrafio. El cavernicola estaba se- guro de que Jonas no le caia bien; sin em- bargo, algo le decia por dentro que hi- ciese volver al mamut. No lo hizo. Por el contrario, se quedé observando cémo se alejaba el inmenso animal. Slo en el ltimo momento le Hamé6, pero entonces era ya demasiado tarde. Jonas le vio con la mano levantada, pero no oyé su la- mada. El mamut saludé con la cabeza, y por un momento dio la sensacién de que sonreia. Después desaparecié detras de un cerro. —iMenudo alivio! —gruié Gruién. Pero no era verdad. Su rostro tenia una expresin triste al regresar dentro de la cueva. Entonces fue cuando oyé un grito y risas de nifios. Se volvié para mirar afuera una vez mas. Los nifios venian co- rriendo por el campo en direccién a su cueva, ;Los invitados de su fiesta estaban Megando! Gruitén se eché a reir. A pesar de todo, iba a celebrarse su fiesta. 87 9 Gratin y el tigre — j Larcare, zoquete! ~No ves que csthmos ocupades? EI grupo de cavernicolas se quedé mi- rando a Grufién airadamente, mientras hablaban entre ellos delante de las cuevas. A diferencia de los chiquillos, que ya eran amigos de Gruién, los demas hombres todavia le ignoraban. —No es justo —se quejaba—. Simple- mente porque estan de mal humor, la to- man conmigo. Y todo por ese ruido esttipido que se oye por la noche. Mientras iba andando por la linde del bosque, a Grufién se le cerraban los ojos de cansancio, Tenia mucho suefio. Ese era el problema. Todo el mundo tenia sueiio, Noche tras noche, a lo largo de va- 88 rias semanas, no habfan podido conciliar el suefio a causa de unos rugidos espan- tosos que sonaban fuera de las cuevas, unos rugidos y gemidos que no cesaban nunca. Grufién se estremecié. —No es que eso me preocupe —se dijo para sus adentros dandoselas de va- liente—. Yo no creo en fantasmas EI ruido se oyé por la derecha a la es- palda de Grufién, El cavernicola, con un grito de terror, dio un salto y se escondié entre los arboles. Se asomé, temblando, y la célera hizo que se le agrandaran los ojos. Era Jonas. jOtra vez él! gPor qué ese cabeza hucca tiene que estar siempre gastando bromas? La verdad es que Jonas no podia haber clegido otro dia mejor para gastarle una broma a Grufién. Pero no tenia ni idea de cémo le asustaban al pequefio cavernicola los ruidos extrafios en ese momento. Ha- bia crefdo que un ruidito en la oreja le animaria. Pero no fue asi. Gruiién se mostraba més deprimido que nunca. —Queria refrse de mf, geh? —murmu- 89, raba Grufén—. Bueno, pues los dos po- demos jugar a lo mismo. Fue siguiendo a Jonds sin hacer ruido a través del bosque. El mamut no Hevaba prisa, Iba olfateando alegremente las gi- gantescas flores. Despertd con sus torpes patazas grises a una o dos tortugas dor- midas, dando gruiiditos de alegria. jLa vida era tan estupenda! Pero por fin se sintié un poco cansado y buscé un sitio fresco para dormir. Vio una cueva de- sierta en la falda de la colina y se meti6 a ver cémo era. La oportunidad de Grufion habia llegado. —Un buen susto se paga con otro —dijo Gruiién, riéndose entre dientes. Las cosas no podian presentarsele me- jor. En la falda de la colina habia una roca gigantesca encima de la entrada de la cueva. Habria que cavar un poco y la roca se vendria abajo tapando la entrada. Jonas se quedaria atrapado. —iY menudo trabajo para Jonés! Cava- ré durante todo el dia para poder salir. Grufién se puso a trabajar. Pronto s6lo quedaban unos cuantos guijarros suje~ tando la roca. 90 —No puedo llegar desde aqui —refun- fuié—. Seré mejor que lo intente desde abajo con un palo largo. Asi fue como Gruiién se encontré abajo, al lado de la entrada de la cueva, tanteando la roca con un palo largo. Iba a dar un dltimo empujén con el palo cuando sintié un golpecito en el hombro. Se dio la vuelta. Jonas se encontraba a su lado, tenfa la trompa levantada de nuevo para golpear a Gruii6n, pero esta vez en la cabeza. Grufién no esperd. Salié corriendo. hacia el interior de la cueva. En ese mo- mento la roca se desprendié con gran es- trépito y la entrada de la cueva quedé ta- ponada. Gruiién se encontré a oscuras. —iQué truco ms sucio! jPedazo de bestia tramposa! —se quejaba—. jNunca saldré de aqui! Grufén no sabia que afuera el mamut ya habia empezado a cavar para sacarle. Aterrorizado, se abrié paso a tientas por la cueva en medio de la oscuridad para buscar otra salida. Su mano tropez6 con algo. Se detuvo. Su mano volvié a wope- zar con algo calido y suave que se movia 91 con lentitud. Gruitén retrocedié asustado. No estaba solo en la cueva. Habia alguien mas con él, algo que estaba vivo. Y aan mas, habia empezado a hacer un ruido horripilante. —jGreerrrr! Grufén se tapé la cabeza con las manos. jLa fiera! La fiera que habia te- nido aterrorizados a todos por las noches con sus rugidos estaba alli, en la cueva. Se apret6 contra la pared de roca y se quedé mirando fijamente a la oscuridad. Donde estaba la fiera? ¢Qué fiera era? En ese momento Jonas consiguié arran- car parte de la roca de la puerta. Un te- nue rayo de luz penetré en la cueva. Gru- fi6n se qued6 horrorizado cuando distin- guid al animal. Se trataba de un tigre con colmillos como pufiales, que se dirigia di- rectamente hacia él, —iVete! jFuera! jLargate y déjame en paz! —le grité Gruién, agitando las manos a la desesperada. No sirvid de nada. El tigre se le acercé mas. Grufén dejé escapar un gemido y cerns los ojos. No tenia escapatoria posible. Pronto se iba a convertir en el aperitivo 92 del hambriento tigre. Este se le acereé to- davia mas. A Grufién se le pusicron los pelos de punta al oir el rugido aterrador. En ese momento el rugido ces6. Cuando por fin Grufién abrié los ojos se encontré con el tigre sentado delante de él. Los grandes ojos verdes del animal parecian suplicarle algo. El cavernicola retrocedié tun paso con nerviosismo y fruncié el cefio con aire pensativo. —iQué raro! En mi vida he visto un ti- gre con tantos colmillos. Grufién tenia raz6n. En el lugar donde 93 el tigre deberia tener dos _colmillos brillantes, habia tres. Grufién miré fija- mente, y la explicacién era sencilla. El tigre tenia un hueso pequeiio clavado detras del largo diente delantero, y sobre- salfa como si fuera un colmillo mas. —Te duele, ¢verdad? Por eso has es- tado gimiendo ‘tanto noche tras noche. {Quieres que te lo saque? Dio un paso hacia adelante muy ner- vioso. Si le sacaba aquel hueso, después podria convertirse en comida para el ti- gre. Pero tenia que correr el riesgo. Inten- tando ser valiente, agarré el hueso y tiré de él. Se estremecié cuando el tigre rugié. Entonces, de repente, el hueso se desen- cajé y sali6. El tigre miraba al hueso, después a Gruiién, y de nuevo al hueso. A continua- cién se abalanz6 sobre Gruiién y lo tiré al suelo. El cavernicola apreté los ojos, con- vencido de que habia legado su tltima hora. Pero el tigre no estaba comiéndo- selo. Le estaba lamiendo y hacia un ruido ue se parecfa mucho al ronroneo. Gru- in permanecié alli tumbado leno de asombro. of Atardecia cuando Jonés consiguié apar- tar, por fin, la roca de la entrada de la cueva. Se retiré de la entrada y esperd con an- siedad. Enseguida aparecié Gruiién, hizo solemnemente un guifio al sol que se po- nia y se alejé lentamente, Jonas hizo un gesto de satisfaccién con la'cabeza. Lo nico que le importaba era que el pequefio cavernicola estuviera a salvo. No mucho después, los demas caverni- colas vieron que Grufén se aproximaba hacia ellos. Empezaron a darse codazos unos a otros con regocijo. Nunca podian resistir la tentacién de meterse con él. —iQué tarde vienes, cara de roca! —le grité uno de ellos—. ;Ten cuidado, no te pille el monstruo que ruge! —jA él no! —grité otro—. Con esa ca- ra, el monstruo saldria corriendo asustado. Grufén los miré airadamente, pero no dijo nada. Generalmente dejaba que le gastasen bromas hasta que se hartaban y le dejaban en paz. Pero esta noche iba a ser diferente 95 De repente, un rugido espantoso se dejé ofr en la noche, Los cavernfcolas se que- daron paralizados por el miedo durante unos instantes; después se dieron la vuelta. Detras de ellos, con los pelos del lomo erizados y las mandibulas muy abiertas, estaba el tigre de los colmillos como pu- fiales. Dando gritos de terror, se tiraron de cabeza a esconderse detras de unas rocas. Desde alli observaron con asombro cémo €l tigre se acercaba a Grufén y daba vueltas a su alrededor, restregandose con- tra las piernas del cavernicola. Gruiién no se movia. Puso las manos sobre la cabeza del tigre, dndole palmaditas audaz~ mente, mientras miraba a los demas ca- vernicolas con expresién de triunfo, Durante mucho tiempo después, cuan- do los cavernicolas volvian a tener la ten- tacién de empezar a burlarse de Grufién otra vez, recordaban aquella noche. Por- que sucedié algo mas: ;Grufén sonreia! Sonrefa mientras miraba al tigre, y por un momento dejé de parecer un hombre- cillo tan feo. Después se dio la vuelta y, 96 levando al tigre a su lado y con Jonas siguiéndolos en la oscuridad, tomé el camino de regreso a su cueva con paso alegre. 97 WONVAGRGNS INDICE Primer encuentro con Gruién.. El baio de Gruitin Gruitén, artista. Gruitén, a punto de hervi. Gruitén ataca de nuevi Los pies frios de Grufdh Grurién en el trineo La fiesta de Graitin Gruitin y el tigre... 16 27 37 46 37 68 78 88 99

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