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complejidad
“Somos un mar de fueguitos, cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos
fuegos iguales, hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego
sereno que ni siquiera se entera del viento y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca se enciende”
Eduardo Galeano
Son distintas las teorías psicológicas que a lo largo de la historia han intentado dar cuenta de
cómo se construye la subjetividad, pero también son disimiles las utilizaciones que hoy tiene la
categoría “subjetividad”.
Interesa aquí recuperar el clivaje propuesto por Silvia Bleichmar (1999) quien distingue entre
las condiciones de producción de subjetividad -en el sentido de los aspectos que hacen a la
construcción social del sujeto- y la constitución el psiquismo, dada por variables cuya permanencia
trascienden ciertos modelos sociales e históricos.
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Documento de Cátedra elaborado por la Profesora Natalia Cánepa para la Cátedra “Construcción de la Subjetividad”.
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Un segundo apartado planteará los principales elementos de algunas de las teorías que (desde
la psicología como ciencia) dan cuenta, en concreto, de la subjetividad.
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dialéctico e histórico
“La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la
educación (…) olvida que las circunstancias son cambiadas precisamente por los hombres. La
coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana solo puede
concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”
El mérito de haber generado las herramientas teóricas y conceptuales para analizar las
diferentes formas de organización social que se ha dado la humanidad a lo largo de su historia (y de
proponer las herramientas para transformar, asimismo, esa historia) se lo debemos a K. Marx y F.
Engels. Ellos crearon una teoría totalizadora que permitió y permite comprender de manera sistemática
la historia de la humanidad. A esa teoría se la denomina Materialismo Histórico.
Marx (…) descubrió las bases para la clasificación científica de las sociedades
humanas en el desarrollo de sus fuerzas productivas, y de la estructura de sus
formas de propiedad. (Trotsky, sin fecha/2004)
Cuando hablamos de Dialéctica nos referimos a la consideración del movimiento, del devenir,
del cambio constante que caracteriza a todo lo vivo; la naturaleza, los procesos sociales, psicológicos,
etc. Implica la comprensión de que el movimiento, la transformación, el cambio, hacen a la esencia de
todo fenómeno. Podríamos decir que la dialéctica es la forma superior del pensamiento, ya que es la
que más se aproxima a los fenómenos vivos, a la complejidad de los mismos.
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Nada esta inmóvil; todo circula; nadie se baña jamás dos veces en el mismo
río, porque este no es nunca, en dos instantes sucesivos, el mismo; de un
instante al otro ha cambiado, se ha transformado.
Es decir, en el devenir de la realidad todo fluye, todo es y no es, todo se encuentra en constante
modificación. Como señala Trotsky, la dialéctica es la lógica del movimiento, del desarrollo y la
evolución. Contrariamente, la lógica formal engloba cantidades estacionarias e inmutables (el famoso
silogismo A=A es expresión de esto). La dialéctica condensa diferentes leyes que expresan la idea de
movimiento, leyes como la ‘de la cantidad a la cualidad’, la ‘lucha de los contrarios’, o la ‘negación
de la negación’.
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recoger de nuevo la dialéctica como forma suprema del pensamiento. Dirá también que con Hegel la
dialéctica se mantiene cabeza abajo, había que ponerla sobre sus pies. Entonces, toman de Hegel la
explicación dialéctica del desarrollo de la Idea aplicándola a lo que consideran la única realidad: la
material. La realidad material comprende la naturaleza y por ende el hombre, sus relaciones mutuas y
las del hombre con los demás hombres. Estamos diciendo, entonces, que el Materialismo Dialectico
es la aplicación de la dialéctica hegeliana al estudio de la materia y los fenómenos concretos.
Así, el Materialismo Dialéctico sintetiza y unifica dos elementos que Marx y Engels hallaron
separados y aislados en la ciencia y en la filosofía de su tiempo: el materialismo filosófico, ciencia ya
avanzada de la naturaleza humana; y la dialéctica de Hegel. Sin embargo, resulta incorrecto decir que
Marx y Engels “sólo” unificaron ambas teorías, ya que su elaboración implicará una profunda
transformación, sumado a la incorporación de elementos nuevos que permitieron un gran salto en
calidad.
Para Marx la historia del hombre en sociedad no es otra cosa que la relación fundamental
hombre-naturaleza-hombre. La humanidad nace y se desarrolla a partir de la primera mediación que
pone en relación al hombre con la naturaleza y al hombre con los otros hombres: el TRABAJO. La
historia es, por consiguiente, la historia de la procreación del ser genérico del hombre por el trabajo y
por las mediaciones que de este se derivan. Así, el primer acto que al humano lo hace diferente de la
naturaleza y los animales es la producción de objetos para la satisfacción de sus necesidades. Por esto
Marx considera equivocadas todas aquellas lecturas de la historia de la humanidad que consideran en
hacer sujeto de la historia, bien a un sujeto trascendente (dios, providencia, espíritu), bien a un sujeto
que sólo fuera derivado del acto procreador del hombre (ideas del hombre, Estados, iglesias, etc.). La
historia, entonces, no se explica por móviles subjetivos; el verdadero motor de la historia no es la
voluntad de las personas ni de las sociedades, sino la economía y las conflictivas relaciones que esta
provoca.
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la humanidad (…) ha sido una historia de lucha de clases, de luchas entre clases
explotadoras y explotadas. Dominantes y dominadas. (Marx, 1848)
Para el Materialismos Histórico la ley del desarrollo de la historia humana podría sintetizarse
de la siguiente manera:
Desde esta concepción, entonces, las diferentes trasformaciones en las formas de organización
social que se han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad dependen de los cambios operados
en la estructura productiva, en la base o estructura económica de una sociedad.
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En síntesis, son los cambios operados en la Estructura económica de una sociedad, en su base
productiva (fuerzas productivas y relaciones de producción) los que permiten explicar todo el conjunto
de fenómenos jurídicos, políticos e ideológicos, así como las instituciones propias de una sociedad
(Superestructura). Por supuesto que la concepción que estamos aquí se presenta considera los vínculos
entre Estructura y Superestructura de manera dialéctica, es decir, en permanente y mutua interacción.
Así, los cambios operados en la Superestructura también pueden modificar y alterar la base productiva
de una sociedad. Las revoluciones sociales son un ejemplo de esto. Vemos entonces que no existe aquí
un determinismo mecanicista, sino todo lo contrario, se considera a la Estructura y la Superestructura
como una unidad, diferenciada, pero unidad al fin.
Para explicar cómo y por qué existe determinado orden social resulta necesario remitirse a cuál
es el modo específico de producción en esa sociedad.
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sí misma no es una FP, sólo puede serlo efectivamente como momento de la totalidad constituida por
el proceso de trabajo.
Las Relaciones Sociales de Producción serían las relaciones que se derivan de ese particular
ordenamiento de la economía, relaciones que tienen que ver con el lugar que cada persona ocupa en la
producción. Si bien estos conceptos son objeto de discusión y debate entre economistas, y puede
resultar simplista explicarlo de esta manera, se dirá que, en una sociedad dividida en clases sociales,
las relaciones de producción son clasistas: una gran mayoría trabaja para producir lo socialmente
necesario mientras una minoría, dueña de los medios de producción (fabricas, herramientas, tierras) se
apropia de los producido socialmente.
Cuando las Fuerzas Productivas de una sociedad se estancan, eso se expresa en las crisis
económicas. Para el marxismo, las crisis no son otra cosa que la forma en que se manifiesta el choque
entre las Fuerzas Productivas y las Relaciones de Producción existentes (en este caso, capitalistas), es
decir, las FP no pueden seguir desarrollándose, avanzando, a causa de esas relaciones de producción.
A continuación, se señalarán de manera muy sintética, los diferentes Modos de Producción por
los que ha atravesado la humanidad, y se esbozarán las características principales de los mismos. Se
verá que en cada formación social aparecen determinadas relaciones de producción y, a la vez, un
determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Es decir, en cada modo de producción se
destaca una particular forma de producir lo sociablemente necesario, y en función de eso se establecen
determinadas relaciones entre los hombres respecto a las cosas producidas, relaciones que (salvo en el
Comunismo Primitivo) se caracterizan por la existencia de diferentes clases sociales.
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Comunismo Primitivo
Por supuesto que esta forma de organización social se expresaba también en formas particulares
de ordenamiento familiar. Claramente no existía la familia nuclear y las relaciones monogámicas que
hoy conocemos. Simplificando un tema de extrema complejidad, se dirá que los lazos se establecían
por línea materna (matrilineales). Por esto mismo, no había opresión de la mujer. Si bien había cierta
división de las tareas entre las mujeres y los hombres, estas tareas eran consideradas en un plano de
igualdad1.
Esclavismo
De forma muy esquemática y simplista, se señalará que el modo de producción anterior fue
suplantado por el Modo de Producción Esclavista. Claro que esto con ritmos y tiempos diversos en los
diferentes puntos de la tierra. El ejemplo más claro de este tipo de sociedad son Grecia y Roma, donde
las clases fundamentales son los amos y los esclavos.
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Esta hipótesis tradicional de Materialismo Histórico es problematizada por algunas feministas materialistas del siglo
XX. Son destacar los aportes de Paola Tabet quien en su artículo “Las manos, los instrumentos y las armas” discute la
hipótesis de la “igualdad entre los sexos” en las sociedades de caza y recolección. Con sólidos argumentos y una fuerte
evidencia empírica extraída de múltiples estudios antropológicos, pone en discusión el carácter “natural” de la división
del trabajo, y en particular la idea de complementariedad y reciprocidad en la división del trabajo entre los sexos en las
sociedades de caza y recolección. Su planteo principal será que la división del trabajo no es nuestra, sino orientada y
asimétrica, aun en las sociedades llamadas “igualitarias”.
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Aquí, si bien hay mayor desarrollo de las Fuerzas Productivas que en los períodos previos, la
tierra y el trabajo mismo siguen constituyendo las fuerzas productivas predominantes (no hay todavía
maquinaria industrial, estamos hablando de sociedades preindustriales)
Es este contexto donde vimos el surgimiento de la Filosofía, actividad que por supuesto se
realizaba a expensas del trabajo esclavo de la inmensa mayoría de la sociedad. Algunas frases del
filósofo Aristóteles son bastantes gráficas y expresivas del carácter del esclavismo como modo de
producción dominante en esa época:
Los trabajadores son casi todos esclavos. Nunca una república bien ordenada
los admitirá entre los ciudadanos, o si los admite, no les concederá la totalidad
de los derechos cívicos, derechos que deben quedar reservados para los que no
necesitan trabajar para vivir (Aristóteles, citado en Ponce, 1981).
Tal fue el origen de la monogamia (…). De ninguna manera fue fruto del amor
sexual individual, con el que no tenía nada en común, siendo el cálculo ahora
2
Nuevamente estas hipótesis del materialismo histórico pueden ser discutidas. En el clásico “El segundo sexo” de
Simone de Beauvoir la autora, feminista y existencialista, sostiene que, si bien la hipótesis de Federico Engels aporta
algunos elementos, escamotea (o no explica) los problemas principales. Para profundizar en estos debates, se sugiere la
lectura del libro.
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como antes, el móvil de los matrimonios. Fue la primera forma de familia que
no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en
el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva,
originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en la familia, y
procreación de hijos que sólo pudieran ser de él y destinados a heredarle: tales
fueron, abiertamente proclamados por los griegos, los únicos objetivos de la
monogamia. (Engels, 1845)
Feudalismo
Si bien no hay fechas taxativas al respecto, es en el Siglo V d.C. donde se señala, por lo general,
la transición entre el Modo Esclavista y el Feudalismo. Fueron las innovaciones en la técnica agrícola
(entre otros factores) las que posibilitaron también las reformas en las formas de organización social,
ahora caracterizada fundamentalmente por el fuerte peso de las autoridades locales (nobles laicos o
eclesiásticos) que controlaban castillos o monasterios fortificados en entornos rurales convertidos en
los nuevos centros de poder. De hecho, el mantenimiento del lujo y los privilegios de la nobleza
parecían ser el motor de toda la producción social.
Si antes el Amo explotaba al Esclavo, ahora las clases fundamentales son los Señores y los
Siervos. El Señor es el dueño de los medios de producción (la tierra, las herramientas, etc.) y en parte
es dueño de los siervos de la gleba. Los siervos además de tener que trabajar la tierra, le tienen que
pagar impuestos, tributos. Entonces, la forma de explotación es la servidumbre, una relación de
dependencia personal de los siervos (campesinos, trabajadores) con los señores feudales.
Si en el esclavismo, el esclavo trabaja seis días para el amo y sólo uno para producir lo que él
necesita para vivir, ahora el Siervo trabaja tres días a la semana para el señor y tres para sí mismo y su
familia (pequeña economía doméstica).
Respecto a las trasformaciones de la familia, en los roles de la mujer de las clases dominantes
hay cierta continuidad con las formaciones sociales anteriores. Desde el punto de vista de las clases
oprimidas, las mujeres siguen estando relegadas a la esfera de la reproducción, pero empieza a haber
cierta participación en la economía doméstica, en el trabajo productivo.
Capitalismo
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La llamada Revolución Industrial, las nuevas formas de organización del trabajo que se
desprenden de ésta, la creación de nuevos mecanismos comerciales (ampliación de los mercados)
crearán lo que se conoce como capitalismo fabril e industrial.
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Los grandes hombres que iluminaron en Francia las cabezas para la revolución
en puerta obraron ellos mismos de un modo revolucionario. No reconocieron
ninguna autoridad externa, del tipo que fuera. Lo sometieron todo a la crítica
más despiadada: religión, concepción de la naturaleza, sociedad, orden estatal;
todo tenía que justificar su existencia ante el tribunal de la razón o renunciar a
su existencia. (…). Ahora irrumpía finalmente la luz del día; a partir de aquel
momento, la superstición, la injusticia, el privilegio y la opresión iban a ser
expulsados (…).
Hoy sabemos que aquel Reino de la Razón no era más que el Reino de la
Burguesía idealizado, que la justicia eterna encontró su realización en los
tribunales de la burguesía, que la igualdad desembocó en la igualdad burguesa
ante la ley, que como uno de los derechos del hombre más esenciales se
proclamó la propiedad burguesa y que el Estado de la Razón, el contrato social
rousseauniano, tomó vida y sólo pudo cobrarla, como república democrática
burguesa. (Engels, 1878)
La frase anterior de Federico Engels señala claramente cómo una vez consolidado el
Capitalismo como Modo de Producción aparecieron en escena nuevas contradicciones: la explotación
descarnada de los trabajadores, el trabajo de niñ*s en las fábricas, las mujeres embarazadas que parían
al lado de las maquinas, etc. Es decir, el desarrollo colosal de las Fuerzas Productivas posibilitada por
el Capitalismo como fuerza revolucionaria tenía su contracara.
Ante este escenario es que comienzan a aparecer las luchas obreras; en Inglaterra, en Francia,
en Alemania l*s trabajadores se comienzan a organizar y a exigir por sus derechos. Así, la lucha entre
el proletariado y la burguesía se sitúa en el primer plano en los países adelantados de Europa. Como
expresa Engels, las doctrinas propuestas por la economía burguesa sobre la identidad de intereses entre
el capital y el trabajo, la armonía general y el bienestar universal del pueblo como consecuencia de la
libre competencia se vieron cada vez más desmentidas por los hechos. Es en este contexto donde
comienzan a aparecer las doctrinas socialistas: primero el llamado Socialismo Utópico, y luego el
Socialismo Científico de Marx y Engels que develando los secretos de la sociedad capitalista
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(plusvalía, enajenación, etc.,) elaboraron una teoría que permitía no sólo comprender los nuevos signos
de la época sino dotar a las masas laboriosas de un programa de transformación revolucionaria de la
sociedad.
Decir que hoy vivimos en una sociedad capitalista es casi una obviedad. El desafío es seguir
pensando, seguir abriendo preguntas que nos permitan caracterizar mejor la época que vivimos.
Podemos recurrir a los clásicos del marxismo, pero también podemos recurrir a otras teorías (y esa es
la invitación) que nos den insumos para pensar no solo nuestra época, sino que hacemos nosotr*s en
la época.
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“La diferencia básica entre nuestro enfoque y el de la psicología tradicional es que nosotros
no buscamos los orígenes de la conciencia humana en las profundidades del ‘alma’ o en los
mecanismos cerebrales que actúan de manera independiente. Mas bien, operamos en una esfera
totalmente diferente: la verdadera relación de los seres humanos con la realidad, su historia social,
que está estrechamente vinculada con el trabajo y el lenguaje”
Si bien en la obra de Vigotsky no hay desarrollos concretos que den cuenta de la categoría de
la “subjetividad”, resulta central abordarlo ya que él -como parte principal de lo que se llamó la
Psicología Soviética o la Psicología Sociocultural o Sociohistórica- desarrolló una teoría que permitió
comprender lo social como constituyente de la psique humana y trascender la visión de una naturaleza
humana universal presente en otras teorías de la época (González Rey, 2011).
Fue un pensador marxista, que consideraba la dialéctica como la estructura del modo de pensar,
no como dogma. Fue principalmente filósofo y semiólogo, desarrollando trabajos sobre literatura, arte,
psicología, entre otros. Fue, también, diputado del soviet del distrito Fruenze de Moscú, donde
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participó en la elaboración de políticas para la educación pública. Como maestro se planteó una de las
cuestiones centrales de la política del nuevo gobierno revolucionario: cómo acabar con el
analfabetismo. Así mismo, estuvo encargado de desarrollar un sistema estatal para la educación de
“niños pedagógicamente desatendidos” (Daniels, 2009). Desde allí, fue que recurrió a la psicología,
ya que creía que le brindaría las herramientas para la elaboración de programas de instrucción masivos,
así como insumos para pensar la problemática de lo que en ese entonces se llamaba “defectología”,
que sería lo que hoy se entiende por discapacidad y necesidades educativas especiales.
Toda la teoría vigotskiana es fruto de una fuerte crítica a toda la ciencia existente, crítica que
respondía a la búsqueda de una psicología que hundiera sus raíces en el marxismo.
La llegada del stalinismo a la URSS fue modificando todo. El enorme control ideológico
llevado adelante por la burocracia stalinista, con la eliminación física e intelectual de la izquierda del
régimen, provoco que el trabajo de Vigotsky trabajo fuera prohibido por más de 20 años. Luego, en
los años 60’ su obra llego a otras latitudes del mundo, siendo recortada y tergiversada en el proceso de
“occidentalización de su pensamiento” que se llevó adelante con el objetivo de separar al autor de su
contexto y su obra del “espíritu de la época” que le dio origen.
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La clave de los desarrollos del autor es el uso de la noción de “acción mediada” y de la persona
que actúa con “instrumentos mediadores”. Los instrumentos mediadores están inherentemente
relacionados con la acción. La relación que el animal establece con la naturaleza no está mediada, pero
las personas, desde niñ*s, se forman en un medio socio cultural, en el cual se hallan los logros del
género humano (técnica, lenguaje, arte, etc.). Al respecto señalaban Marx y Engels (1846): “La
conciencia es el conocimiento compartido, en el sentido de que la conciencia individual sólo puede
darse si existe una conciencia social, una lengua, que sea sustrato real. (…) el lenguaje es la conciencia
práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres”.
Desde esta teoría, la interacción social y los instrumentos lingüísticos son fundamentales para
comprender el desarrollo. “El descubrimiento por parte del niño de la importancia de una palabra como
signo es similar al descubrimiento de la importancia funcional de un palo como herramienta”
(Vigotsky, 1926). La conciencia se transforma en una forma superior de adaptación del hombre para
dominar la naturaleza. En el desarrollo sociocultural se superan las leyes biológicas.
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este camino, el aprendizaje organizado se convierte en desarrollo mental y pone en marcha una serie
de procesos evolutivos que no podrían darse sin él. Aquí se pone en evidencia cuál es la relación entre
aprendizaje y desarrollo.
Así, es la internalización de la cultura la que llega a ser formadora de los procesos psíquicos
superiores. Es decir, la conciencia y las funciones psicológicas superiores se enraízan en las
condiciones objetivas de la vida social. Sin embargo, como señala Noemí Aizencang (en Elichiry,
2004), el proceso de apropiación de herramientas culturales supone una actividad reconstructiva por
parte del sujeto. Lejos de tratarse de un mero traspaso de habilidades de un mundo exterior a un mundo
interior, implica la construcción misma de este último.
Esto último aparece de diferentes maneras en la teoría de Vigotsky, ya que, como señala
González Rey (2011) el autor soviético puede no estar exento de los reduccionismos en los que fue
cayendo gran parte de la intelectualidad soviética vinculada a la psicología.
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el pensamiento moderno (y allí la psicología) ha tendido a fragmentarlo. Esta idea es solidaria con la
dialéctica marxista. En palabras de Lukács:
Es esta idea de totalidad, propia del método marxista, la que le da fundamento a la categoría de
unidad de análisis vigotskiana. Vigotsky plantea entonces el problema en términos de la necesidad de
hallar una unidad de análisis que exprese las propiedades del fenómeno, sin vulnerar lo esencial del
mismo. Serán diversas las unidades de análisis propuestas por Vigotsky a lo largo de su breve, pero
fructífera vida. En función del estudio de los procesos que fueron siendo objeto de su indagación, fue
tomando como unidades de análisis a la “acción mediada”, al “significado de la palabra” y finalmente
a la “vivencia”3 (Erausquin, 2017).
Una de las claves de la obra de Vigotsky es la utilización de una particular unidad de análisis,
que supera los dualismos sujeto-objeto: la acción intersubjetiva, doblemente mediada, constitutiva
de los procesos psicológicos superiores.
3
La “vivencia” es la última unidad de análisis trabajada por Vigotsky. Sintéticamente podría definirse como un
entrelazamiento entre emoción y cognición. Sintetiza aspectos emocionales, afectivos, intelectuales y cognitivos.
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Entonces, las unidades de análisis dan cuenta del recorte que el observador/a realiza para
comprender y abordar una problemática. La problemática claramente está allí, en el campo de
indagación o intervención, pero lo que se haga con ella depende de la construcción que los agentes
hagan a partir de sus modelos mentales de la situación (Rodrigo, 1997, 1999, citado en Erausquin,
2017).
Otro de los conceptos más conocidos de su obra es el de la Zona de Desarrollo Próximo. Según
ella, la modificación de los conocimientos de los alumnos no depende solo de lo que el niño sabe hoy,
sino que deriva de una compleja relación entre lo que un niñ* sabe hoy y lo que sabrá mañana, en
interacción con un docente o un par que sabe más que él. La idea central es que l*s chic*s no adquieren
conocimientos solo por su propia actividad; lo hacen con la ayuda necesaria, no contingente, de
docentes intermediari*s de la cultura preexistente a ellos mismos y a los alumnos.
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carácter creativo, entendiendo su labor no como “cultivo” de los dotes naturales, sino como creación
de un hombre nuevo. “La educación nunca comienza a edificar en un solar vacío” (Vigotsky, 1926).
El tránsito de l*s alumn*s por las zonas de desarrollo próximo es un caso del proceso central,
definitorio, de la formación de cualquier función psicológica. Primero, es un proceso
“interpsicológico” y luego “intrapsicológico”: lo que un niño o niña puede hacer ahora por su cuenta
resulta de una interacción mediante la cual se internalizan los instrumentos culturales. Como se ve, el
énfasis está puesto en la interacción: al decir de Vigotsky, “(…) la maduración de las funciones
mentales superiores del niño se produce en este proceso de cooperación, es decir, se produce a través
de la asistencia de los adultos y la participación”.
“Les he dicho que el psicoanálisis comenzó como una terapia, pero no es en calidad de terapia que
yo querría recomendarlo al interés de ustedes, sino por su contenido de verdad, por los
descubrimientos que nos procura sobre aquello que más interesa al hombre, su propio ser, y por las
relaciones que señala entre sus más diversas actividades”
Sigmund Freud
Sigmund Freud (1856-1939) fue un médico, neurólogo, nacido en Freiberg, Moravia, pero
vivió casi ochenta años en Viena. Desde muy joven se dedicó a investigar el sistema nervioso. A causa
de la remuneración insuficiente, y en contra de sus deseos de ser un hombre de ciencia, se vio obligado
a practicar la medicina. Calvin Hall (1964) considera que de alguna manera fue una suerte que Freud
se viera obligado a trabajar como médico, ya que fue el contacto con los pacientes lo que le sirvió de
estímulo para pensar en términos psicológicos. Así, Freud comenzó a especializarse en el tratamiento
de las perturbaciones nerviosas, rama de la medicina que en ese momento se encontraba en un estado
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muy atrasado. En Francia, Jean Charcot solía alcanzar algunos éxitos mediante la hipnosis, sobre todo
en el tratamiento de la histeria. Freud pasó un año en París (1885-1886) aprendiendo el método de
Charcot. Sin embargo, no quedó del todo satisfecho porque notaba que los efectos de la hipnosis eran
solo temporales y no llegaban al fondo del problema. Joseph Breuer, un médico vienés utilizaba la
“terapia catártica”; de él Freud aprendió los beneficios de este método, método que le permitió ir
conociendo las causas subyacentes de algunas patologías que hasta ese entonces no encontraban una
explicación.
Con verdadera curiosidad y celo científico, comenzó a sondar cada vez más
hondo en la mente de sus pacientes. Su exploración reveló fuerzas dinámicas
responsables de la creación de síntomas anormales que él tenía que tratar.
Gradualmente comenzó a bosquejarse en la mente de Freud la idea de que la
mayoría de esas fuerzas eran inconcientes. (Hall, 1964)
A partir de allí, Freud comienza a elaborar todo un cuerpo teórico que le permite explicar el
padecer de sus pacientes (sobre todo mujeres). Cuerpo teórico (el Psicoanálisis) que Sigmund va
modificando y enriqueciendo a medida que avanza en la terapia con sus pacientes, y a medida que
somete sus propias elaboraciones a fuertes críticas.
El psicoanálisis no fue una teoría con una evolución lineal, mucho menos exenta de
contradicciones. Aun así, sigue siendo considerada una teoría revolucionaria, que además de dar cuenta
de la motivación inconciente en la conducta humana, será la primera en descubrir la no subordinación
de la sexualidad al instinto, es decir, su carácter irreductiblemente ligado a las series placer-displacer.
4
En lo que sigue se hará referencia a la madre o al “otro de los cuidados” para dar cuenta de una función, función que
puede ser llevada adelante por distintas figuras: mamá, papá, cuidador, niñera, abuelo, etc.
Esto que teoriza el psicoanálisis es lo que, por otras líneas teóricas, incluso por estudios, ha sido denominado como “la
necesidad primaria del ser humano de los afectos”. Decir que el afecto es una necesidad primaria es sostener que es
imprescindible para la supervivencia y que no puede ser sustituida por ningún otro recurso. Insisto: somos una especie
social por lo que, sin afecto, no podemos sobrevivir.
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que a partir del nacimiento (en ese momento de revolución y desequilibrio) tengamos que vincularnos
con el afuera para resolver el malestar, y que, en ese encuentro, esté la base de la constitución psíquica
que nos caracteriza a los seres humanos. Es posible decir que el sujeto se construye en el vínculo con
el otr*. En palabras de Silvia Bleichmar:
Como señala Bleichmar en la cita anterior: “los sujetos/otros significativos que arman un
proyecto donde el niño/a queda enlazado”, esto es, la mamá, el papá, o quienes hayan deseado a ese
sujeto por venir, fantasean con ese niñ* mucho antes de que nazca, mucho antes (incluso) del embarazo
mismo. Lo piensan, lo imaginan, tienen expectativas, emociones, incluso sentimientos contradictorios.
Esta es la condición para que advenga un sujeto: el deseo de es*s otr*s en donde inevitablemente se
entramará ese sujeto.
Una de las particularidades del vínculo entre le bebé prematur* y ese “otro de los cuidados”,
es que este último responderá a las demandas del pequeñ* no desde un “instinto” animal, sino desde
determinado orden cultural, un orden lleno de significantes, tradiciones, mitos, etc.
La perra que acaba de parir sabe, de manera instintiva5, qué hacer con la placenta y cómo
garantizar la supervivencia de su cría. Por el contrario, la persona humana gestante o quien se haga
5
Se definirá al “instinto” como una pauta hereditaria de comportamiento que es común a toda la especie y que posee
finalidad adaptativa. Para evitar confusiones, habrá que diferenciar los instintos del concepto de Reflejo que se entiende
como una respuesta automática e involuntaria que realiza un ser vivo ante la presencia de determinado estímulo. Existen
reflejos innatos (por ejemplo, el reflejo de succión) y reflejos condicionados o aprendidos (las experiencias de Pavlov dan
cuenta de ellos)
“Las conductas instintivas son inmutables, pertenecen al ámbito de la naturaleza y se producen con prescindencia del
entorno social. En cambio las conductas determinadas socialmente forman parte del devenir histórico, se modifican de
acuerdo con el tiempo y las circunstancias ,y a su vez son causa de modificaciones en las estructuras de las relaciones”
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cargo de esos primeros contactos, esta inserta en determinado orden social y cultural: aprende en qué
posición colocar al bebé para que tome la leche, cómo limpiarlo, interpreta si el llanto equivale a dolor
de panza por hambre o a alguna otra dolencia. Esta “interpretación” que esa madre (o quien cumpla
esa función) realiza, es hecha desde un “orden cultural” y, de esa manera, introduce al bebé en ese
particular orden cultural. Diferente a lo que sucede en el mundo animal, donde es el instinto (y no los
mandatos sociales y culturales) lo que posibilita la correcta satisfacción de las necesidades de las crías.
El Psicoanálisis Francés teorizará lo anterior con particular agudeza. Jacques Lacan (1901-
1981) dirá que el aparato psíquico está estructurado como un lenguaje. Antes de nacer hemos sido
dichos por infinidad de palabras, hemos sido nombrados. Este nombre propio, primer significante,
presta la ilusión de identidad, pero es una marca que elige otro para intentar identificar al sujeto. Es un
parche que tapa la falta de identidad, y empuja a un proceso que no termina jamás que es la
identificación.
Así, el sujeto se constituye a partir de la relación con otr*s, que es una relación simbólica,
mediada por el lenguaje. La dimensión psíquica, que es la que organiza el cuerpo, es introducida por
la madre (o quien cumpla esa función) que da significado-interpretando desde el lenguaje- a lo que el
bebé hace.
Toda esta dinámica de interrelación que se da entre el/ la recién nacido/a y ese “otro de los
cuidados ajenos” así como la calidad de esos primeros vínculos (lo que llamamos Vinculo Primario)
será determinante en la configuración de la subjetividad de ese niñ*. Incidirá claramente en los niveles
de salud psíquica futuros6, así como en los vínculos que ese sujeto construya con otr*s.
Pero no solo incidirá a nivel representacional: la subjetividad es cuerpo también, de este modo,
el cuerpo mismo se ira delimitando y organizando a partir de esos primeros vínculos. Es que el cuerpo
no es solo biológico, es también un cuerpo libidinal. El cuerpo se constituye como superficie a partir
de las caricias y los contactos del bebe con su mamá (u otr* significativ*), caricias que erotizan y van
6
También incidirá en las posibilidades de aprender. Así como el sujeto se constituye en el campo del otro, es necesario
visibilizar que no hay aprendizaje sin otro. Aspecto fundamental para considerar por l*s educador*s en general, y l*s
educador*s sociales.
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marcando el cuerpo. Es por este proceso de humanización que el cuerpo deja de ser puro organismo,
pura biología, pura necesidad.
Melanie Klein (1882-1960), representante de lo que se conoce como “escuela inglesa”, teorizó
con agudeza alrededor de las dinámicas vinculares primarias que constituyen el aparato psíquico.
Al comienzo de la vida el/la bebé cuentan con un poderoso aparato perceptivo, incapaz de
discriminar aquello propio de aquello que no lo es. En el momento del nacimiento, el registro corporal
del malestar contrasta con un conglomerado sensorial que proviene de un adulto
(amamantamiento/primera experiencia de satisfacción según Freud). Ese impacto sensorial, esa
confusa primera experiencia, produce placer, alivia el malestar. La primera experiencia vital se
relaciona, entonces, con una alternancia de placer-displacer, alternancia que será la clave de la
constitución psíquica. Ese intercambio entre la mamá y el bebé tiene, en este momento, una dimensión
predominantemente corporal.
7
Las “Series Complementarias” de José Bleger son un excelente esquema que permite pensar la interacción de los
diferentes factores que hacen a la subjetividad; la interrelación entre experiencias infantiles y eventos posteriores.
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A medida que se va delimitando ese Yo, se va delimitando también quién es ese otro,
indiferenciado en los primeros momentos de la vida. Este proceso de diferenciación yo-no yo es
gradual, progresivo.
El Complejo de Edipo ha tomado su nombre de una leyenda griega cantada en un poema épico
atribuido al poeta Cineton.
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reconocido y llegó a Tebas, ciudad asolada por los estragos que causaba la
Esfinge. El padre de Yocasta, que regía el país desde la muerte de la Layo,
hacía difundir por toda Grecia la noticia de que daría su hija y corona al que
librase a Tebas del tributo que pagaba al monstruo. Edipo se ofreció para ello,
acertó los enigmas propuestos por la Esfinge, la venció y dio muerte. Obtuvo
de este modo a Yocasta, su madre (como premio de la victoria), la hizo su
esposa y tuvo de ella cuatro hijos.
Esta antigua leyenda, según Freud, se repite en el terreno de la fantasía inconsciente, como
representación psíquica. Da cuenta del Complejo de Edipo; un marcado afecto hacia la madre que se
contrapone a los celos y deseos de destruir al rival: el padre.
Si bien esta elaboración teórica de Freud se tomó durante muchos años con una excesiva
literalidad, hoy se puede pensar que el Edipo se trata, no solo de la prohibición del objeto incestuoso
y la promesa futura de otras mujeres y otros varones para vincularse (es decir, elecciones objetales
amorosas fuera del núcleo familiar), sino de la instauración de una legalidad. Se instala a nivel
simbólico la denominada Castración, la ley del “no todo se puede”, hay algo que está permitido y algo
que no. Con esto se vinculan las denominadas “función materna” (contención, sostén) y la “función
paterna” (vinculada al establecimiento de un corte, una separación de la simbiosis inicial entre el bebé
y la mamá).
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Lo anterior lleva a pensar entonces más en la necesidad de que l*s adult*s se ofrezcan como
base segura del niñ*, generando una matriz vincular que sostenga psíquicamente al pequeñ*. Esto será
condición para que un sujeto se constituya como tal.
Aquí, en la cuestión del Edipo, se puede visualizar con claridad este clivaje, planteado por
Bleichmar (1999), entre “psiquismo” y “producción de subjetividad” que señale al comienzo del
documento. Es validad la pregunta que se hace la autora: ¿Qué vigencia tiene este articulador
fundamental en la actualidad, cuando la familia tal como la hemos conocido esta en vías de mutación?
Y se responde: “En este sentido, y más allá de la mama, el papa, lo homo, lo hetero, lo que es
antropológico, universal en la constitución psíquica, es esta asimetría y el hecho de que todas las
culturas deben ejercer algún tipo de pautación que impida la apropiación del cuerpo del niño por
parte del adulto como objeto de goce” (Bleichmar, 1999, .p 5).
Si bien lo que precede es un recorte de la compleja teoría psicoanalítica, se entiende que será
suficiente para poner en evidencia la importancia de los vínculos primarios y de los aspectos
inconcientes en la conformación de lo humano.
Psicoanálisis y Marxismo
“La neutralidad de las ciencias sociales estalló hecha pedazos. Vimos como psiquiatras,
sociólogos, antropólogos, psicólogos y psicoanalistas, se vieron obligados a tomar partido. Las dos
ideologías estaban claras, se estaba con el explotado o con el explotador”
Durante todo el siglo XX el Psicoanálisis fue creciendo a lo largo y ancho del globo terráqueo,
generando adhesiones, críticas y fuertes polémicas. La Argentina no estuvo exenta de estos procesos,
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por lo que se puede decir que nuestro país dio grandes psicoanalistas. El Psicoanálisis se introduce en
la Argentina por obra de Garma, Pichon Riviere, Marie Langer, entre otros/as, quienes fueron
iniciadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Algunos de ellos/as fueron parte de
procesos instituyentes al interior de las organizaciones psicoanalíticas (y luego fuera) e intentaron
pensar los alcances del psicoanálisis, poniéndolo en tensión con la realidad social, realidad cruzada
por una fuerte lucha de clases en los años 60’ y 70’. Otros/as, defendieron la ortodoxia psicoanalítica
y fueron muchas veces cómplices de los gobiernos militares de turno.
Uno de estos psicoanalistas críticos de la APA y que intentó poner al psicoanálisis al servicio
de la transformación revolucionaria de la sociedad fue Pichon Riviere, de quien desarrollaremos
algunas de sus ideas más adelante.
Otro psicoanalista, que nunca abandonó la APA (aunque fue muy crítico con ella) fue José
Bleger, un reconocido psicoanalista y marxista de quien también tomaremos algunos de sus desarrollos
teóricos8.
Otros nexos que, más tardíamente, ha ido desarrollando el psicoanálisis, por ejemplo, con las
teorías de Foucault han posibilitado otras construcciones teóricas sobre la subjetividad. En esa línea,
8
Para el espacio “Construcción de la Subjetividad” tomaremos de Bleger la categoría de “conducta” y la explicación de
la motivación o causa de esta: las llamadas “Series Complementarias”
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Daniel Korinfeld (2016) plantea que la subjetividad “no es individual ni es colectiva, atraviesa esa
disyunción y se constituye -se construye y se produce- en el dominio de los procesos históricos y
diversos de producción de sujetos” (p. 102).
Estas articulaciones intentan dar cuenta de cómo se produce subjetividad. Al respecto, Ignacio
Lewkowicz (2004) expresa: “las subjetividades se construyen mediante distintas prácticas productoras
de subjetividad en distintas situaciones, (…) no hay una naturaleza humana dada, sino que hay
prácticas que la producen” (p. 109).
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“La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera vista puede
parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a más
detenido examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado, e investiga
los caminos por los que el mismo intenta alcanzar la satisfacción de sus pulsiones (…) En la vida
anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, ‘el otro’, como modelo, como objeto,
auxiliar, o adversario, y de este modo la psicología individual es al mismo tiempo y desde un
principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado”
Psicología de las masas y análisis del yo. Sigmund Freud, 1920, 1921.
Resulta inevitable, cuando se menciona al psicoanálisis, hacer por lo menos una mención a los
grandísimos aportes realizados respecto a los grupos y los complejos procesos de carácter inconciente
que se juegan en su interior. Fue efectivamente Freud quien descubrió los mecanismos de la
constitución subjetiva, mecanismos que se realizan siempre con otros/as. A partir de esta premisa, es
que a lo largo del siglo XX much*s psicoanalistas teorizaron sobre estas temáticas. Mencionare aquí
solo a algunos: Marcos Bernand, Rene Kaes, Didier Anzieu y Wilfred Bion. Es de destacar aquí
también el aporte de Pichon Riviere, quien, siendo todavía psicoanalista, fue el primero en utilizar el
termino “grupo interno”. Si bien el concepto fue sufriendo mutaciones y reinterpretaciones, fue central
en las concepciones psicoanalíticas de los fenómenos grupales.
No trabajaremos aquí con ninguna de estas elaboraciones, solo las menciono para que, quien
desee indagar más al respecto, sepa hacia que lecturas puede dirigirse.
9
Gilles Deleuze (1925-1995) fue un filósofo francés considerado entre los más importantes e influyentes del siglo XX
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“Pensamos que todo, aun lo más íntimo, es social. Sin embargo, lo psicológico constituye una
dimensión específica de análisis y operación”
Fernando Fabris
Enrique Pichon Riviere (1907-1977) fue un médico psiquiatra argentino que crea la perspectiva
denominada Psicología Social. Lejos de entenderla como un área operacional, para Pichon la
Psicología Social es una concepción en sí misma. Si bien Pichón parte desde el Psicoanálisis
(particularmente el enfoque kleiniano de la teoría de las relaciones objetales), fundamenta su
perspectiva psicológica en el pensamiento dialéctico.
Ana P. de Quiroga (discípula de Pichon Riviere) afirma que el psiquismo se constituye a partir
de dos materialidades: un organismo biológico y un orden de relaciones sociales que preexiste a ese
organismo vivo, y que del juego de relaciones dialécticas que se establece entre estos dos polos se va
constituyendo el mundo interno, la trama de vínculos en principio externos que en ese proceso de
intercambio es internalizada.
Otro de los seguidores de Pichon Riviere es Fernando Fabris, quien da cuenta de “procesos y
contextos que, en calidad inicial de factores externos, determinaron y determinan la subjetividad,
condicionándola tanto como configurándola, moldeándola en cada aquí y ahora tanto como
produciéndola, creándola” (Fabris, 2009).
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histórico-cultural
“Podemos decir que hay sujeto cuando hay producción de sentido subjetivo asociada a la
diferenciación y la singularidad, sin lo cual la persona queda anulada por determinaciones
externas”
El cubano González Rey, recuperando algunas de las principales categorías vigotskianas (sin
dejar de ser crítico con los límites de la teoría del pensador soviético) ha desarrollado una teoría de la
subjetividad. La misma aspira a tener una matriz dialéctica compleja, alejada de los reduccionismos
(mentalistas o ambientalistas) que caracterizaron a la historia de la psicología y a las diferentes teorías
psicológicas que intentan dar cuenta de la subjetividad. Al respecto señala: “Si analizamos las teorías
modernas de la psicología, podremos percibir que ninguna de ellas se aproximó al tema de la
subjetividad, como definición ontológicamente10 diferenciada de la psique humana” (Gonzales Rey,
2011, p. 108).
González Rey (2011) explica cómo Vigotsky, en la última etapa de su trabajo desarrolla la
categoría de sentido: “El sentido era el agregado de todos los factores psicológicos que emergen en
nuestra conciencia como resultado de la palabra” (Vigotsky, 1987, citado en González Rey, 2011, p.
44).
10
“Cuando nos referimos a ontología no la identificamos como naturaleza universal del ser, como aparece el término
en la tradición metafísica. Comprendemos la ontología como la forma diferenciada en que el conocimiento nos
presenta espacios diferentes de la realidad en que vivimos; toda ontología está definida por la forma en que un
dominio de la realidad adquiere inteligibilidad para las prácticas humanas en términos de conocimiento” (González Rey,
2011, p. 103)
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Así, para pensar la subjetividad nos propone “(…) superar su representación metafísica como
entidad intrapsíquica universal orientada a explicar el comportamiento humano y comprenderla como
sistema generador de sentidos subjetivos, capaz de producir alternativas de sentido frente a las
condiciones objetivas que enfrentan las personas en su desarrollo” (González Rey, 2011, p. 112). La
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subjetividad sería definida como “la forma de lo psíquico cuando pasa a ser definido desde la cultura,
a través de procesos de significación y de sentido subjetivo que se constituyen históricamente en los
distintos sistemas de actividad y comunidad humanas” (p.7).
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“Pues para ser uno hay que ser el otro de los otros, la pura confusión de la identidad, la memoria
que se olvida de sí delante del esplendor del mundo”
Carlos Skliar
Puede pensarse que la Identidad es parte constitutiva de ese entramado más amplio que es la
subjetividad. Erickson (1971) la define como esa idea unificadora y totalizadora de la persona que se
conforma a partir de vínculos de integración espacial, temporal y social que generan en el sujeto
sentimientos de unidad, continuidad y mismidad. Si bien es cierto que la identidad se va redefiniendo
a lo largo de la vida, es en la adolescencia cuando se produce una ruptura del sentimiento de identidad
como probablemente no se vuelva a experimentar a lo largo de la vida. La identidad infantil entra en
crisis, siendo esta crisis un momento del desarrollo necesario para la constitución de una identidad
adulta.
La Identidad se logra a través del desarrollo de una multiplicidad de aspectos, entre los cuales
se pueden destacar:
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-Aspecto Interpersonal: este aspecto refiere a los vínculos que establecemos con amig*s,
familia, parejas, etc. Aquí cobra particular importancia lo que se conoce como Identidad de Género,
así como la llamada Orientación Sexual.
Para dar cuenta tanto de la Identidad de Género, así como de la Orientación sexual presentaré
algunas precisiones teóricas.
El género es una construcción social, por tanto, arbitraria, respecto a lo que debe ser femenino
o masculino. Es decir, las características que la cultura adjudica a hombres y mujeres. Son todas
aquellas peculiaridades que la sociedad humana ha atribuido a uno y otro sexo, a los roles esperados
de varones y mujeres, a las suposiciones acerca de la conducta y sentimientos que los diferencian.
Mientras el sexo (hembra, macho o intersex) tiene anclajes biológicos11, el género (masculino,
femenino, o no binario) tiene un carácter psicológico y social.
11
Por supuesto que aquí la distinción sexo/genero se utiliza a los fines de la simplificación de la transmisión didáctica,
sin desestimar con esto las profundas discusiones que hoy existen sobre la necesidad -o no- de esa distinción. La critica
a la teoría de la diferencia sexual, propuesta por Wittig en los años 70 y reactualizada hoy por Butler es sumamente
necesaria.
Hoy existen diferentes posiciones al respecto, incluso al interior de los feminismos. Se me ocurre pensar en la existencia
de un continuum en las posiciones teóricas existentes para definir al sexo. Desde las posiciones más biologicistas (que
lo entienden como algo inamovible y de lo que depende todo lo demás) a aquellas mas ligadas al posestructuralismo
(que lo entienden solo como construcción discursiva o efecto del lenguaje). Es interesante la definición de Alejandra
Ciriza: “Anclajes biológicos, pero también las distintas experiencias del cuerpo que la diferencia sexual tanto posibilita
como limita” (2007).
Para profundizar en estos debates se sugiere la lectura de Monique Wittig, Judith Butler, Blas Radi y Mauro Cabral,
entre otr*s.
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El género serían entonces las funciones, las actitudes y capacidades que culturalmente se les
atribuyen a las mujeres y a los hombres. Todo el conjunto de expectativas que la sociedad nos transmite
desde el momento del nacimiento, son aprendidas y elaboradas en cada un* de nosotr*s.
En esta sociedad existe un sistema de género que establece dos polos, uno femenino y uno
masculino, es decir, estereotipos de conducta esperables para un “hombre” y una “mujer”. Este sistema
de género se encuentra profundamente arraigado en nosotr*s, por eso tendemos a naturalizarlo y a no
percatarnos de que el mismo es una construcción social e histórica. A esta construcción social e
histórica podemos llamarla “binarismo de género”. Además de la lógica binaria que impregna nuestro
sistema, no se puede dejar de mencionar que ese binario tiene polos jerarquizados, en donde lo
masculino tiene mas valor que lo femenino. A este ordenamiento social se lo llama patriarcado. El
patriarcado es un sistema político. Celia Amorós (citada en Colectiva Feminista La Revuelta, 2016) lo
define como un pacto entre varones, interclasista, en el cual el poder se constituye como patrimonio
del genérico de los varones.
[…] implica que los varones tienen el poder en todas las instituciones importantes de la
sociedad y que se priva a las mujeres de acceder a él. No implica que las mujeres no
tengan ningún tipo de poder o que se las haya privado por completo de derechos,
influencias y recursos. Una de las tareas que supone un mayor desafío […] es rastrear
con precisión las diferentes formas y los modos en que aparece históricamente el
patriarcado, los giros y los cambios en su estructura y en sus funciones, y las
adaptaciones que realiza ante las presiones y las demandas femeninas. (Lerner, citada
en Morgade, 2012, p. 104)
La socialización se refiere a todas y cada una de las instancias a través de las cuales un sujeto
humano integra e incorpora las consignas y determinaciones de la estructura social a la que pertenece.
Diversas son las instituciones (familia, escuela, instituciones laborales, justicia, medios de
comunicación, etc.) que contribuyen a transmitir, mantener y perpetuar valores, creencias, actitudes,
etc., estructurando así a los sujetos. Todas estas instituciones son las que sostienen y perpetuán los
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roles y estereotipos de género asignados a mujeres y hombres. Podemos decir entonces que la
socialización de género tiene por finalidad brindar información al sujeto para que se incluya en el orden
social como hombre o mujer. Desde antes del nacimiento la familia construye un sistema de
expectativas con respecto al niñ* que vendrá. Así desde el color de la ropa que se le compra al bebe
(rosa o celeste), hasta los juguetes (muñeca o autito) serán determinantes en su proceso de socialización
y de adquisición de roles masculinos o femeninos. El contexto familiar transmite el género de diversas
maneras: no sólo a través de lo que se dice, sino sobre todo a través de lo que se hace, es decir de los
roles representados por las figuras paterna/materna o sus representantes. Este complejo proceso se
profundiza con el ingreso del niño/a a las instituciones educativas formales, es decir, a la escuela. Allí,
se efectiviza un proceso de socialización que (generalmente) reforzará los roles de género (y de todo
tipo) adquiridos tempranamente en la familia.
Todo este complejo proceso de socialización, el mismo que estructura nuestra subjetividad y
nuestra vida psíquica en general, irá construyendo dinámicamente lo que denominamos Identidad de
Género. Es importante aclarar que, como se señaló antes, este proceso de socialización se realiza en el
contexto de sociedades patriarcales, por lo que ubicarse en el polo de “lo femenino” o en el de “lo
masculino” producirá efectos radicalmente diferentes en los sujetos.
La Identidad de Género es entonces la sensación que tiene cada un* de ser hombre o mujer,
o la sensación de no encajar en el masculino ni en el femenino (personas de género no binario). La
identidad de género podría expresarse diciendo: “me reconozco como perteneciente al grupo de las
mujeres o al grupo de los hombres”. La psicoanalista Emilce Dio Bleichmar definió a la identidad de
género como “el esquema ideoafectivo más primitivo, conciente e inconsciente, de la pertenencia a un
sexo u otro” (citado en Morgade, 2001, p. 26). Hoy podemos decir que existen múltiples identidades
genéricas; personas que se identifican como varón o mujer, y también personas que se identifican como
travestis, de género fluido, agénero, no binaries, entre otras identidades.
La identidad de género se construye desde muy temprana edad; la mayoría de l*s autor*s
coincide en que se da simultáneamente con la adquisición del lenguaje, cerca de los dos (2) años. A
medida que l*s pequeñ*s empiezan a hablar, ya muestran claros signos de que se identifican como
varón o como mujer; se miran en el espejo y dicen “yo nene” o “yo nena”. La entrada en la pubertad
implicará un fuerte movimiento emocional (que problematizaremos en la Unidad 2) y que posibilitará
una redefinición identitaria y de las elecciones objetales, esto es, de la llamada orientación sexual. Si
bien hay “núcleos duros” identitarios que se definen en los primeros años de vida, a lo largo de la vida
las personas pueden transformar muchos de esos aspectos que hacen a la identidad de género.
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La Ley Nacional 26.743 sostiene “se entiende por identidad de género a la vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos,
quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras
expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”
Por su parte, el Rol de Género es todo aquello que pone de manifiesto esta sensación subjetiva
de sentirse hombre, mujer o no binarie. Es decir, es todo lo que la persona hace y dice que indica (para
sí misma y para los demás) que es hombre, mujer o no binarie. Podemos decir que la Identidad de
Género es la experiencia privada del Rol de género y el Rol de género es la expresión pública de la
Identidad de género. Sin embargo, esos aspectos no siempre coinciden. Una persona puede
identificarse como mujer, y no necesariamente su expresión de genero ser “femenina”. Eso interpela
fuertemente el modo en el que nos vinculamos, y nos invita a preguntar a las personas con que
pronombre prefieren ser nombradas.
Por otro lado, la identidad de género puede o no coincidir con el género asignado al nacer
(asignación que mayormente se hace en función de la genitalidad).
Cuando la identidad de género no coincide con el género asignado al nacer, nos referimos a las
“identidades trans”. La categoría “trans” se aplica para designar al conjunto de identidades de las
personas que desarrollan, sienten y expresan una identidad de género diferente a la asignada al nacer.
Es una expresión genérica que engloba a travestis, transexuales, transgénero. Si bien "Trans" puede
querer decir desplazarse a otro lado, también representa a todo el abanico de personas que no se
identifican con el género que se les asignó al momento de nacer, por lo que no sólo existen mujeres y
hombres trans, sino también personas trans no binarias (aunque no todas las personas no binarias se
identifican con el termino trans).
Cuando el género sentido sí coincide con el asignado al nacer estamos en presencia de lo que
hoy llamamos “personas cisgénero”. “Cis, por cisgénero o cisexual, es un término acuñado en los años
noventa en el seno de la comunidad trans* para referirse a las personas que no son trans*” (Radi, 2019,
p. 37). La palabra cisgénero,
[…] no logró aceptación hasta el siglo XXI, pero pronto se difundió como sinónimo de
‘no transgénero’. El prefijo cis- significa ‘en el mismo lado de’ (es decir, lo opuesto a
trans-, que significa ‘al otro lado’). Su intención es la de indicar el privilegio
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Este neologismo comenzó a ser utilizado por comunidades trans norteamericanas en los
años noventa (Enke, 2013; Aultman, 2014). Desde entonces fue adoptado
fundamentalmente por intelectuales trans […]. Este recurso interpretativo pone una
marca donde no la había, desafía el prejuicio de acuerdo con el cual las personas que no
son trans son “normales” o “naturales”, y evidencia que sus perspectivas son tan
situadas y parciales como cualquier otra (Koyama, 2002; Cabral, 2009ª, Aultman, 2014;
Cava, 2016; Radi, 2019). Como clave de lectura, en su dimensión crítica, pone de
manifiesto las limitaciones de la “perspectiva de género”, cuya “absoluta dependencia
ontológica respecto de la diferencia sexual produce un inmediato y persistente efecto
óptico: dicha perspectiva solo ‘ve’ mujeres y hombres cis (Cabral, 2006: s/n). (p. 25).
Lo anterior invita a reflexionar sobre lo que se ha llamado cisexismo. Al respecto, Cabral (2014)
sostiene:
Sin importar que tan reales o ficticias sean las categorías de hombre y mujer, nadie duda
de que vivimos en una cultura donde ser identificado como hombre implica privilegios
que no comporta ser identificada como mujer. Lo mismo, exactamente lo mismo, pasa
con el cisexismo: sin importar quien seas o como te identifiques, vivimos en una cultura
en la que ser o parecer trans tiene consecuencias materiales y simbólicas concretas:
Sobre todo, una: valer menos que las personas cis, es decir, de aquellas que no son trans.
(par.3)
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[…] la creencia, muchas veces no explicita y hasta inconciente, de que las personas que
no son trans, las personas cis, son más importantes, más auténticas que las personas
trans y, por lo tanto, sus problemas son más urgentes. El cisexismo se ve reflejado en
las estructuras sociales: lo vimos con relación a los programas impulsados por el Estado
en materia de violencia de género e igualdad de oportunidades, podemos localizarlo en
el funcionamiento de la academia, está presente en la gramática que utilizamos, lo
vemos incluso en la organización de los propios movimientos de la diversidad […].
Fíjense que el cisexismo está funcionando aun cuando hablamos de discriminación
hacia las personas trans, o cuando pretendemos utilizar términos universales, hablamos
de misoginia y de homofobia o heteronorma, o sea, de una aversión hacia las mujeres y
hacia gays y lesbianas. (Radi, 2014, p. 4)
Por último, es importante definir la Orientación Sexual; es hacia donde se dirige el deseo
sexual y el afecto; hacia donde dirigimos nuestra atracción sexual, física y/o afectiva. Es decir, se
puede ser heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual. La heterosexualidad, la homosexualidad o
cualquier tipo de orientación sexual no son “elecciones”, en el sentido tradicional del término. Es decir,
las personas no decidimos ser homosexuales o heterosexuales, simplemente es algo que (construido
desde las más tempranas relaciones afectivas con otros/as) sentimos. Además de esas construcciones
-que se vinculan con los vínculos primarios- es importante decir que la heterosexualidad es un régimen
político (Wittig, sin fecha) de modo que, como régimen de poder, construye las subjetividades para
que las mismas sean heterosexuales.
Reflexionar alrededor de los nexos existentes entre las categorías conceptuales abordadas
anteriormente, así como develar qué formas de subjetivación producen los escenarios en los que
transcurren las vidas de los sujetos en la actualidad y qué prácticas subjetivas posibilitan las
transformaciones de esos escenarios y de los sujetos involucrados, se torna una tarea de primer
orden para pensar cualquier intervención de tipo psico-socio-educativa.
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