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Documento de Cátedra elaborado por la Profesora Natalia Cánepa para la Cátedra “Construcción de la Subjetividad”.

Tecnicatura Universitaria en Educación Social, Facultad de Educación, Universidad Nacional de Cuyo.


2021

La Subjetividad: líneas teóricas para pensar su

complejidad

Documento de Cátedra elaborado por la Profesora Natalia Cánepa


para la Cátedra Construcción de la Subjetividad, de la Tecnicatura Universitaria en Educación Social

“Somos un mar de fueguitos, cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos
fuegos iguales, hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego
sereno que ni siquiera se entera del viento y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca se enciende”

Eduardo Galeano

Son distintas las teorías psicológicas que a lo largo de la historia han intentado dar cuenta de
cómo se construye la subjetividad, pero también son disimiles las utilizaciones que hoy tiene la
categoría “subjetividad”.

Interesa aquí recuperar el clivaje propuesto por Silvia Bleichmar (1999) quien distingue entre
las condiciones de producción de subjetividad -en el sentido de los aspectos que hacen a la
construcción social del sujeto- y la constitución el psiquismo, dada por variables cuya permanencia
trascienden ciertos modelos sociales e históricos.

El psicoanalista Enrique Carpintero (2016) sostiene que el pensamiento occidental patriarcal


mantiene un dualismo jerarquizado mente-cuerpo. También mantiene la dicotomía individuo-
sociedad. De allí que la subjetividad pueda ser entendida perteneciendo al campo de la conciencia -
como pretende la filosofía tradicional- o como equivalente a fantasías inconcientes en una relación de
extraterritorialidad con las contingentes formaciones histórico-sociales -como sostiene el psicoanálisis
estructuralista-. Ninguna de las opciones anteriores será la que aquí nos servirá para entender la
subjetividad. La comprenderemos como ese “entre” que no es pura interioridad, ni pura exterioridad.

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Ante la convicción de que el sujeto es un ser histórico y social, propongo un acercamiento a la


comprensión del sistema social en el que se desarrolla la subjetividad. En función de esto, el primer
apartado dará cuenta del sistema social en el cual se produce la subjetividad hoy, esto es, el
capitalismo. Se plantearán así algunos elementos (muy introductorios) del materialismo dialéctico e
histórico, como teoría de la sociedad humana que fundamenta algunas de las concepciones de
subjetividad que se estudiarán en el espacio.

Un segundo apartado planteará los principales elementos de algunas de las teorías que (desde
la psicología como ciencia) dan cuenta, en concreto, de la subjetividad.

En un tercer apartado se presentan algunas precisiones y distinciones acerca de la categoría


de la Identidad.

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|- Una base para pensar la subjetividad: el materialismo

dialéctico e histórico

“La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la
educación (…) olvida que las circunstancias son cambiadas precisamente por los hombres. La
coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana solo puede
concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”

Karl Marx, Tesis III, Tesis sobre Feuerbach.

El mérito de haber generado las herramientas teóricas y conceptuales para analizar las
diferentes formas de organización social que se ha dado la humanidad a lo largo de su historia (y de
proponer las herramientas para transformar, asimismo, esa historia) se lo debemos a K. Marx y F.
Engels. Ellos crearon una teoría totalizadora que permitió y permite comprender de manera sistemática
la historia de la humanidad. A esa teoría se la denomina Materialismo Histórico.

Marx (…) descubrió las bases para la clasificación científica de las sociedades
humanas en el desarrollo de sus fuerzas productivas, y de la estructura de sus
formas de propiedad. (Trotsky, sin fecha/2004)

El Materialismo Dialéctico (muchas veces sinónimo de Marxismo) sintetiza y unifica dos


elementos que Marx halló separados y aislados en la conciencia y la filosofía de su época: el
materialismo filosófico, por una parte, y por la otra la dialéctica de Hegel. Para los filósofos
materialistas la realidad fundamental es la materia y por lo tanto los fenómenos llamados espirituales
son también producidos por esta. Marx toma de Hegel la explicación dialéctica del desarrollo de la
“Idea” aplicándola a la realidad material.

Cuando hablamos de Dialéctica nos referimos a la consideración del movimiento, del devenir,
del cambio constante que caracteriza a todo lo vivo; la naturaleza, los procesos sociales, psicológicos,
etc. Implica la comprensión de que el movimiento, la transformación, el cambio, hacen a la esencia de
todo fenómeno. Podríamos decir que la dialéctica es la forma superior del pensamiento, ya que es la
que más se aproxima a los fenómenos vivos, a la complejidad de los mismos.

Cuando sometemos a la consideración del pensamiento la naturaleza o la


historia humana, o nuestra propia actividad espiritual, se nos ofrece por de

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pronto la estampa de un infinito entrelazamiento de conexiones e


interacciones, en el cual nada permanece siendo lo que era, sino que todo se
mueve, se transforma, deviene y perece. Esta concepción del mundo, primaria
e ingenua, pero correcta en cuanto a la cosa, es la de la antigua filosofía griega,
y ha sido claramente formulada por primera vez por Heráclito: todo es y todo
no es, pues todo fluye, se encuentra en constante modificación, sumido en
constante devenir y perecer (Engels, 1878).

Heráclito, de la antigua Grecia, es el primero en tratar de explicar el movimiento, ha sido el


primero en darnos una explicación dialéctica del mundo, es decir, lo ha descripto en movimiento y no
como algo fijo, inmutable. La siguiente frase del padre de la dialéctica da cuenta de ello:

Nada esta inmóvil; todo circula; nadie se baña jamás dos veces en el mismo
río, porque este no es nunca, en dos instantes sucesivos, el mismo; de un
instante al otro ha cambiado, se ha transformado.

Es decir, en el devenir de la realidad todo fluye, todo es y no es, todo se encuentra en constante
modificación. Como señala Trotsky, la dialéctica es la lógica del movimiento, del desarrollo y la
evolución. Contrariamente, la lógica formal engloba cantidades estacionarias e inmutables (el famoso
silogismo A=A es expresión de esto). La dialéctica condensa diferentes leyes que expresan la idea de
movimiento, leyes como la ‘de la cantidad a la cualidad’, la ‘lucha de los contrarios’, o la ‘negación
de la negación’.

Hegel (1770-1831) fue un filósofo alemán, profundamente idealista, que desarrolló


notablemente la teoría de la dialéctica. Volviendo a la vieja idea de Heráclito, comprobó, ayudado por
los progresos científicos, que en el universo todo es movimiento y cambio, que nada está aislado, sino
que todo depende de todo. Pero Hegel es idealista, es decir, que da primordial importancia al espíritu,
a la idea, y, por consiguiente, tiene una concepción particular del movimiento y del cambio. Considera
que son los cambios del espíritu los que producen los cambios de la materia. Para Hegel, el universo
es la idea materializada y está primero el espíritu que descubre el universo. Comprueba que el espíritu
y el universo están en perpetuo cambio y saca la conclusión de que los cambios del espíritu determinan
los cambios en la materia. En síntesis, Hegel es dialectico, pero subordina la dialéctica al idealismo.

Para Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895) la filosofía hegeliana tenía un carácter


revolucionario que fundaba la lógica dialéctica como lógica de la evolución, del cambio, pero requería
ser reelaborada con el enfoque del materialismo. Para Engels (1878) el mayor mérito de Hegel fue

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recoger de nuevo la dialéctica como forma suprema del pensamiento. Dirá también que con Hegel la
dialéctica se mantiene cabeza abajo, había que ponerla sobre sus pies. Entonces, toman de Hegel la
explicación dialéctica del desarrollo de la Idea aplicándola a lo que consideran la única realidad: la
material. La realidad material comprende la naturaleza y por ende el hombre, sus relaciones mutuas y
las del hombre con los demás hombres. Estamos diciendo, entonces, que el Materialismo Dialectico
es la aplicación de la dialéctica hegeliana al estudio de la materia y los fenómenos concretos.

Así, el Materialismo Dialéctico sintetiza y unifica dos elementos que Marx y Engels hallaron
separados y aislados en la ciencia y en la filosofía de su tiempo: el materialismo filosófico, ciencia ya
avanzada de la naturaleza humana; y la dialéctica de Hegel. Sin embargo, resulta incorrecto decir que
Marx y Engels “sólo” unificaron ambas teorías, ya que su elaboración implicará una profunda
transformación, sumado a la incorporación de elementos nuevos que permitieron un gran salto en
calidad.

El Materialismo Histórico no es otra cosa diferente de lo que conocemos como Materialismo


Dialectico: es la aplicación a la historia, al dominio de los fenómenos sociales, de una doctrina para la
que toda la realidad tiene una estructura dialéctica.

Para Marx la historia del hombre en sociedad no es otra cosa que la relación fundamental
hombre-naturaleza-hombre. La humanidad nace y se desarrolla a partir de la primera mediación que
pone en relación al hombre con la naturaleza y al hombre con los otros hombres: el TRABAJO. La
historia es, por consiguiente, la historia de la procreación del ser genérico del hombre por el trabajo y
por las mediaciones que de este se derivan. Así, el primer acto que al humano lo hace diferente de la
naturaleza y los animales es la producción de objetos para la satisfacción de sus necesidades. Por esto
Marx considera equivocadas todas aquellas lecturas de la historia de la humanidad que consideran en
hacer sujeto de la historia, bien a un sujeto trascendente (dios, providencia, espíritu), bien a un sujeto
que sólo fuera derivado del acto procreador del hombre (ideas del hombre, Estados, iglesias, etc.). La
historia, entonces, no se explica por móviles subjetivos; el verdadero motor de la historia no es la
voluntad de las personas ni de las sociedades, sino la economía y las conflictivas relaciones que esta
provoca.

En toda época histórica, el modo económico predominante de producción e


intercambio, y la estructura social que deriva necesariamente de él, constituye
el fundamento sobre el cual se basa la historia política e intelectual de una
época, y únicamente a partir de él puede explicársela; (…) toda la historia de

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la humanidad (…) ha sido una historia de lucha de clases, de luchas entre clases
explotadoras y explotadas. Dominantes y dominadas. (Marx, 1848)

Marx consideraba que las concepciones no materialistas de la historia solamente examinaban,


en el mejor de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar
el origen de estos móviles. Por eso, se considera que el Materialismo Histórico superó los defectos de
las viejas teorías de la historia. Y que trazó el camino para estudiar científicamente la historia como
un proceso único, regido por leyes en toda su diversidad y con su carácter contradictorio.

Para el Materialismos Histórico la ley del desarrollo de la historia humana podría sintetizarse
de la siguiente manera:

(…) el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y


vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.: por tanto, la
producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente,
la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es
la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las
concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los
hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés como
hasta entonces se venía haciendo”. (Discurso de Engels ante la tumba de Marx,
1883)

Desde esta concepción, entonces, las diferentes trasformaciones en las formas de organización
social que se han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad dependen de los cambios operados
en la estructura productiva, en la base o estructura económica de una sociedad.

El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica


de la sociedad, la base real sobre la que se erige una superestructura política y
jurídica, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El
modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política, espiritual en general. No es la conciencia del hombre lo que determina
su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su conciencia. Al
llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales
de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes (…). De
formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten
en trabas de ellas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la

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base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa


superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay
que distinguir siempre entre la revolución material producida en las
económicas de producción, y que puede verificarse con la precisión propia de
las ciencias naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas, religiosas,
artísticas, filosóficas; en una palabra, de las formas ideológicas en que los
hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. (Marx,
1859)

En síntesis, son los cambios operados en la Estructura económica de una sociedad, en su base
productiva (fuerzas productivas y relaciones de producción) los que permiten explicar todo el conjunto
de fenómenos jurídicos, políticos e ideológicos, así como las instituciones propias de una sociedad
(Superestructura). Por supuesto que la concepción que estamos aquí se presenta considera los vínculos
entre Estructura y Superestructura de manera dialéctica, es decir, en permanente y mutua interacción.
Así, los cambios operados en la Superestructura también pueden modificar y alterar la base productiva
de una sociedad. Las revoluciones sociales son un ejemplo de esto. Vemos entonces que no existe aquí
un determinismo mecanicista, sino todo lo contrario, se considera a la Estructura y la Superestructura
como una unidad, diferenciada, pero unidad al fin.

Los Modos de Producción

Para explicar cómo y por qué existe determinado orden social resulta necesario remitirse a cuál
es el modo específico de producción en esa sociedad.

Se entiende al Modo de Producción como la combinación resultante de las Fuerzas Productivas


y de las Relaciones Sociales de Producción. Constituye una totalidad orgánica, un todo que se
autorreproduce durante siglos o milenios más o menos en las mismas condiciones iniciales (Astarita,
sin fecha).

Según el economista mencionado, Rolando Astarita, las Fuerzas Productivas constituyen


determinaciones del proceso de trabajo (proceso que implica una totalidad formada por el hombre, los
medios de producción y la naturaleza). Son la fuerza en acción de estos momentos puestas al servicio
de la creación de valores de uso durante el proceso de trabajo. Al tratarse el proceso de trabajo de una
unidad dinámica, cada uno de los elementos que la constituyen adquiere la propiedad de ser fuerza
productiva dentro de esa relación y en la medida en que funcione con ella. Por ejemplo, la maquina en

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sí misma no es una FP, sólo puede serlo efectivamente como momento de la totalidad constituida por
el proceso de trabajo.

Las Relaciones Sociales de Producción serían las relaciones que se derivan de ese particular
ordenamiento de la economía, relaciones que tienen que ver con el lugar que cada persona ocupa en la
producción. Si bien estos conceptos son objeto de discusión y debate entre economistas, y puede
resultar simplista explicarlo de esta manera, se dirá que, en una sociedad dividida en clases sociales,
las relaciones de producción son clasistas: una gran mayoría trabaja para producir lo socialmente
necesario mientras una minoría, dueña de los medios de producción (fabricas, herramientas, tierras) se
apropia de los producido socialmente.

Al adquirir nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian de modos de


producción, y al cambiar de modo de producción, la manera de ganarse la vida,
cambian todas sus relaciones sociales. (Marx, 1847)

Cuando las Fuerzas Productivas de una sociedad se estancan, eso se expresa en las crisis
económicas. Para el marxismo, las crisis no son otra cosa que la forma en que se manifiesta el choque
entre las Fuerzas Productivas y las Relaciones de Producción existentes (en este caso, capitalistas), es
decir, las FP no pueden seguir desarrollándose, avanzando, a causa de esas relaciones de producción.

En la historia de la humanidad se han sucedido diferentes Modos de Producción. No de manera


lineal y simple; todo lo contrario, cada trasformación en el modo de producción implicó profundas
revoluciones y transformaciones de todos los aspectos de la vida social. Y por supuesto que, en muchas
sociedades las características de modos de producción, al parecer, ya superados perviven; aparecen
formaciones combinadas que condensan muchas veces elementos parciales de uno u otro modo de
producción.

A continuación, se señalarán de manera muy sintética, los diferentes Modos de Producción por
los que ha atravesado la humanidad, y se esbozarán las características principales de los mismos. Se
verá que en cada formación social aparecen determinadas relaciones de producción y, a la vez, un
determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Es decir, en cada modo de producción se
destaca una particular forma de producir lo sociablemente necesario, y en función de eso se establecen
determinadas relaciones entre los hombres respecto a las cosas producidas, relaciones que (salvo en el
Comunismo Primitivo) se caracterizan por la existencia de diferentes clases sociales.

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Comunismo Primitivo

Este Modo de Producción abarca la inmensa mayoría de la historia de la humanidad. Se


caracteriza fundamentalmente por un bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, lo que
posibilita la inexistencia de clases sociales, la propiedad colectiva y comunitaria de los medios de
producción (tierra, herramientas rudimentarias-hechas de piedra, madera, hueso,) y la distribución
igualitaria de los productos.

La actividad productiva se basaba en la cooperación de diferentes grupos, dedicados a la pesca,


la caza y la recolección. Como justamente el desarrollo de las fuerzas productivas era muy primitivo
(recordemos que estamos hablando de la Prehistoria de la Humanidad) la producción social no creaba
ningún tipo de excedente (es decir, sólo se producía para garantizar las satisfacción de las necesidades
inmediatas de los individuos) por lo que era imposible la acumulación de bienes y por tanto no había
explotación ni diferenciación de clases sociales. Por lo tanto, no era necesaria ninguna clase de Estado
para su regulación.

Por supuesto que esta forma de organización social se expresaba también en formas particulares
de ordenamiento familiar. Claramente no existía la familia nuclear y las relaciones monogámicas que
hoy conocemos. Simplificando un tema de extrema complejidad, se dirá que los lazos se establecían
por línea materna (matrilineales). Por esto mismo, no había opresión de la mujer. Si bien había cierta
división de las tareas entre las mujeres y los hombres, estas tareas eran consideradas en un plano de
igualdad1.

Esclavismo

De forma muy esquemática y simplista, se señalará que el modo de producción anterior fue
suplantado por el Modo de Producción Esclavista. Claro que esto con ritmos y tiempos diversos en los
diferentes puntos de la tierra. El ejemplo más claro de este tipo de sociedad son Grecia y Roma, donde
las clases fundamentales son los amos y los esclavos.

1
Esta hipótesis tradicional de Materialismo Histórico es problematizada por algunas feministas materialistas del siglo
XX. Son destacar los aportes de Paola Tabet quien en su artículo “Las manos, los instrumentos y las armas” discute la
hipótesis de la “igualdad entre los sexos” en las sociedades de caza y recolección. Con sólidos argumentos y una fuerte
evidencia empírica extraída de múltiples estudios antropológicos, pone en discusión el carácter “natural” de la división
del trabajo, y en particular la idea de complementariedad y reciprocidad en la división del trabajo entre los sexos en las
sociedades de caza y recolección. Su planteo principal será que la división del trabajo no es nuestra, sino orientada y
asimétrica, aun en las sociedades llamadas “igualitarias”.

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Aquí, si bien hay mayor desarrollo de las Fuerzas Productivas que en los períodos previos, la
tierra y el trabajo mismo siguen constituyendo las fuerzas productivas predominantes (no hay todavía
maquinaria industrial, estamos hablando de sociedades preindustriales)

La forma de apropiación del excedente, la forma de explotación se efectiviza justamente con


la presencia de propietarios libres (amos) que someten a la mayoría de la población a la esclavitud.
Los dueños de los medios de producción son los amos; son dueños de las tierras, las herramientas, pero
también son dueños de la fuerza de trabajo, de los esclavos. Ellos decidían la vida y la muerte de los
esclavos, a quienes les llamaban “herramientas parlantes”. Los esclavos trabajaban los 7 días de la
semana, y sólo disponían de un día para producir parta si mismos lo necesario para subsistir; lo demás
era apropiado por el amo. Evidentemente, el móvil de la producción es garantizar el ocio improductivo
de los amos.

Es este contexto donde vimos el surgimiento de la Filosofía, actividad que por supuesto se
realizaba a expensas del trabajo esclavo de la inmensa mayoría de la sociedad. Algunas frases del
filósofo Aristóteles son bastantes gráficas y expresivas del carácter del esclavismo como modo de
producción dominante en esa época:

Los trabajadores son casi todos esclavos. Nunca una república bien ordenada
los admitirá entre los ciudadanos, o si los admite, no les concederá la totalidad
de los derechos cívicos, derechos que deben quedar reservados para los que no
necesitan trabajar para vivir (Aristóteles, citado en Ponce, 1981).

Respecto al ordenamiento de la Familia es necesario recordar que, al ya haber surgido


excedente de producción y por lo tanto apropiación por parte de una minoría social de ese excedente,
resulta necesaria (para las clases dominantes) la herencia. Así, los hombres de las clases dominantes
necesitan heredarles a sus hijos el poder militar, político, económico a sus hijos legítimos. Es por esto
que surge la familia monogámica; su fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible
y esa paternidad indiscutible se exige porque los hijos en calidad de herederos directos han de entrar
un día en posesión de los bienes de su padre.2

Tal fue el origen de la monogamia (…). De ninguna manera fue fruto del amor
sexual individual, con el que no tenía nada en común, siendo el cálculo ahora

2
Nuevamente estas hipótesis del materialismo histórico pueden ser discutidas. En el clásico “El segundo sexo” de
Simone de Beauvoir la autora, feminista y existencialista, sostiene que, si bien la hipótesis de Federico Engels aporta
algunos elementos, escamotea (o no explica) los problemas principales. Para profundizar en estos debates, se sugiere la
lectura del libro.

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como antes, el móvil de los matrimonios. Fue la primera forma de familia que
no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en
el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva,
originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en la familia, y
procreación de hijos que sólo pudieran ser de él y destinados a heredarle: tales
fueron, abiertamente proclamados por los griegos, los únicos objetivos de la
monogamia. (Engels, 1845)

Feudalismo

Si bien no hay fechas taxativas al respecto, es en el Siglo V d.C. donde se señala, por lo general,
la transición entre el Modo Esclavista y el Feudalismo. Fueron las innovaciones en la técnica agrícola
(entre otros factores) las que posibilitaron también las reformas en las formas de organización social,
ahora caracterizada fundamentalmente por el fuerte peso de las autoridades locales (nobles laicos o
eclesiásticos) que controlaban castillos o monasterios fortificados en entornos rurales convertidos en
los nuevos centros de poder. De hecho, el mantenimiento del lujo y los privilegios de la nobleza
parecían ser el motor de toda la producción social.

Si antes el Amo explotaba al Esclavo, ahora las clases fundamentales son los Señores y los
Siervos. El Señor es el dueño de los medios de producción (la tierra, las herramientas, etc.) y en parte
es dueño de los siervos de la gleba. Los siervos además de tener que trabajar la tierra, le tienen que
pagar impuestos, tributos. Entonces, la forma de explotación es la servidumbre, una relación de
dependencia personal de los siervos (campesinos, trabajadores) con los señores feudales.

Si en el esclavismo, el esclavo trabaja seis días para el amo y sólo uno para producir lo que él
necesita para vivir, ahora el Siervo trabaja tres días a la semana para el señor y tres para sí mismo y su
familia (pequeña economía doméstica).

Respecto a las trasformaciones de la familia, en los roles de la mujer de las clases dominantes
hay cierta continuidad con las formaciones sociales anteriores. Desde el punto de vista de las clases
oprimidas, las mujeres siguen estando relegadas a la esfera de la reproducción, pero empieza a haber
cierta participación en la economía doméstica, en el trabajo productivo.

Capitalismo

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El crecimiento poblacional, el grandísimo desarrollo de la industria (el invento paradigmático


de esta época, que revolucionó el rendimiento industrial, es la máquina de vapor) y la consolidación
de una nueva clase social (la burguesía) son los signos de una nueva época que tendrá su correlato
político en los ideales de la Ilustración y en la Revolución Francesa, Revolución Burguesa por
excelencia.

La llamada Revolución Industrial, las nuevas formas de organización del trabajo que se
desprenden de ésta, la creación de nuevos mecanismos comerciales (ampliación de los mercados)
crearán lo que se conoce como capitalismo fabril e industrial.

Como correlato superestructural de estos cambios operados en la base productiva de las


sociedades europeas, aparecerán una serie de pensadores y filósofos que postularon una visión más
racional del mundo y plantearon formas de organización social más democráticas. Son los llamados
pensadores de la Ilustración.

En este contexto también se empiezan a consolidar nuevas disciplinas científicas. La Psicología


y la Sociología -disciplinas de las que nos nutrimos para pensar esta materia- empiezan a tener un
estatuto de ciencia en esta época.

Es una época de procesos revolucionarios profundos, de luchas despiadadas entre un régimen


descompuesto política y económicamente que pretende sostenerse a como dé lugar, y las nuevas
fuerzas sociales, dirigidas por la burguesía. La lucha fue fundamentalmente entre la nobleza feudal y
la burguesía, esta última dirigiendo políticamente al conjunto de las masas. Es una época de cambios
profundos en todos los aspectos de la vida social.

La Revolución Francesa es el acontecimiento que precipitó el tránsito de la Edad Moderna a la


Edad Contemporánea. Tal es la trascendencia de un proceso que sepultó el Antiguo Régimen
absolutista en Francia y dio paso a una nueva época, que se extenderá con ritmos y tiempos diferentes
por todas las partes del globo terráqueo.

La Ilustración y el enciclopedismo del S.XVIII dieron expresión ideológica a los valores e


intereses identificados con la burguesía, lo que se sustanció en un ambicioso programa político, social,
y económico que se implantó a lo largo del siglo siguiente, en la sustitución del Antiguo Régimen por
un Nuevo Régimen donde la burguesía paso a ser la clase dominante. En esta nueva formación social
se destacan dos clases fundamentales: la burguesía (propietaria de los medios de producción) y el
proletariado (los trabajadores, que lo único que poseen es su fuerza de trabajo, que debe ser vendida
en el mercado como una mercancía más a cambio de un salario).

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En el Capitalismo, la apropiación del trabajo ajena se va a dar de una forma categóricamente


distinta. Si antes la forma de explotación era descarada y abierta, ahora la forma de explotación es el
trabajo asalariado, donde formalmente l*s trabajadores “son libres”.

Los grandes hombres que iluminaron en Francia las cabezas para la revolución
en puerta obraron ellos mismos de un modo revolucionario. No reconocieron
ninguna autoridad externa, del tipo que fuera. Lo sometieron todo a la crítica
más despiadada: religión, concepción de la naturaleza, sociedad, orden estatal;
todo tenía que justificar su existencia ante el tribunal de la razón o renunciar a
su existencia. (…). Ahora irrumpía finalmente la luz del día; a partir de aquel
momento, la superstición, la injusticia, el privilegio y la opresión iban a ser
expulsados (…).

Hoy sabemos que aquel Reino de la Razón no era más que el Reino de la
Burguesía idealizado, que la justicia eterna encontró su realización en los
tribunales de la burguesía, que la igualdad desembocó en la igualdad burguesa
ante la ley, que como uno de los derechos del hombre más esenciales se
proclamó la propiedad burguesa y que el Estado de la Razón, el contrato social
rousseauniano, tomó vida y sólo pudo cobrarla, como república democrática
burguesa. (Engels, 1878)

La frase anterior de Federico Engels señala claramente cómo una vez consolidado el
Capitalismo como Modo de Producción aparecieron en escena nuevas contradicciones: la explotación
descarnada de los trabajadores, el trabajo de niñ*s en las fábricas, las mujeres embarazadas que parían
al lado de las maquinas, etc. Es decir, el desarrollo colosal de las Fuerzas Productivas posibilitada por
el Capitalismo como fuerza revolucionaria tenía su contracara.

Ante este escenario es que comienzan a aparecer las luchas obreras; en Inglaterra, en Francia,
en Alemania l*s trabajadores se comienzan a organizar y a exigir por sus derechos. Así, la lucha entre
el proletariado y la burguesía se sitúa en el primer plano en los países adelantados de Europa. Como
expresa Engels, las doctrinas propuestas por la economía burguesa sobre la identidad de intereses entre
el capital y el trabajo, la armonía general y el bienestar universal del pueblo como consecuencia de la
libre competencia se vieron cada vez más desmentidas por los hechos. Es en este contexto donde
comienzan a aparecer las doctrinas socialistas: primero el llamado Socialismo Utópico, y luego el
Socialismo Científico de Marx y Engels que develando los secretos de la sociedad capitalista

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(plusvalía, enajenación, etc.,) elaboraron una teoría que permitía no sólo comprender los nuevos signos
de la época sino dotar a las masas laboriosas de un programa de transformación revolucionaria de la
sociedad.

Decir que hoy vivimos en una sociedad capitalista es casi una obviedad. El desafío es seguir
pensando, seguir abriendo preguntas que nos permitan caracterizar mejor la época que vivimos.
Podemos recurrir a los clásicos del marxismo, pero también podemos recurrir a otras teorías (y esa es
la invitación) que nos den insumos para pensar no solo nuestra época, sino que hacemos nosotr*s en
la época.

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2- Líneas teóricas para pensar la subjetividad

En el apartado anterior se señalaron algunos elementos del llamado Materialismo Dialéctico e


Histórico. Si bien el mismo es una base necesaria para explicar la subjetividad, no resulta suficiente.
Deberemos recurrir a otras teorías para dar cuenta de la complejidad de los procesos de subjetivación
humanos. Así, las teorías que, escuetamente, se desarrollan a continuación, son algunas (entre tantas)
de las que asumieron este desafío.

2-1-La psicología dialéctica de Vigotsky

“La diferencia básica entre nuestro enfoque y el de la psicología tradicional es que nosotros
no buscamos los orígenes de la conciencia humana en las profundidades del ‘alma’ o en los
mecanismos cerebrales que actúan de manera independiente. Mas bien, operamos en una esfera
totalmente diferente: la verdadera relación de los seres humanos con la realidad, su historia social,
que está estrechamente vinculada con el trabajo y el lenguaje”

Davydov, psicólogo soviético.

Si bien en la obra de Vigotsky no hay desarrollos concretos que den cuenta de la categoría de
la “subjetividad”, resulta central abordarlo ya que él -como parte principal de lo que se llamó la
Psicología Soviética o la Psicología Sociocultural o Sociohistórica- desarrolló una teoría que permitió
comprender lo social como constituyente de la psique humana y trascender la visión de una naturaleza
humana universal presente en otras teorías de la época (González Rey, 2011).

Vigotsky (1896-1934) “no vivió rodeado de circunstancias normales: su entrada en la edad


adulta coincidió con la experiencia de una de las mayores revoluciones sociales del siglo xx, la
Revolución Rusa” (Wertsch, 1988, p. 20). Oriundo de Bielorrusia, la que luego fue parte del primer
estado obrero de la historia. Los cambios revolucionarios en Rusia permitieron que se desarrollaran
genialidades como Vigotsky en las distintas ramas del conocimiento y del trabajo científico.

Fue un pensador marxista, que consideraba la dialéctica como la estructura del modo de pensar,
no como dogma. Fue principalmente filósofo y semiólogo, desarrollando trabajos sobre literatura, arte,
psicología, entre otros. Fue, también, diputado del soviet del distrito Fruenze de Moscú, donde

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participó en la elaboración de políticas para la educación pública. Como maestro se planteó una de las
cuestiones centrales de la política del nuevo gobierno revolucionario: cómo acabar con el
analfabetismo. Así mismo, estuvo encargado de desarrollar un sistema estatal para la educación de
“niños pedagógicamente desatendidos” (Daniels, 2009). Desde allí, fue que recurrió a la psicología,
ya que creía que le brindaría las herramientas para la elaboración de programas de instrucción masivos,
así como insumos para pensar la problemática de lo que en ese entonces se llamaba “defectología”,
que sería lo que hoy se entiende por discapacidad y necesidades educativas especiales.

Toda la teoría vigotskiana es fruto de una fuerte crítica a toda la ciencia existente, crítica que
respondía a la búsqueda de una psicología que hundiera sus raíces en el marxismo.

La psicología anterior, que consideraba la psiquis aislándola de la conducta,


no podía encontrar realmente el verdadero terreno para una ciencia aplicada.
Por el contrario, por dedicarse a ficciones y abstracciones siempre se
divorciaba de la vida real y por eso resultaba impotente para devenir la fuerza
que pudiera crear una psicología pedagógica. Toda ciencia surge de las
demandas prácticas, y en última instancia se orienta también a la práctica.
Marx decía que los filósofos no habían hecho más que interpretar el mundo y
que ya era tiempo de transformarlo. Ese tiempo llega también para cada
ciencia. (Vigotsky, 1926)

Como ya se señaló, otros de los objetivos de Vigotsky se vinculaban con la necesidad de


desarrollar formas concretas de hacer frente a algunos de los problemas de la política del nuevo
gobierno revolucionario: cómo acabar con el analfabetismo y cómo desarrollar servicios para las
personas que, en ese momento, se consideraban “retrasados mentales”. Así, Vigotsky se interesó por
niñ*s con déficits auditivos, retraso mental o problemas de aprendizaje, y si bien su pensamiento sobre
estos temas fue incompleto, planteó algunos elementos sumamente progresivos para la época.

La llegada del stalinismo a la URSS fue modificando todo. El enorme control ideológico
llevado adelante por la burocracia stalinista, con la eliminación física e intelectual de la izquierda del
régimen, provoco que el trabajo de Vigotsky trabajo fuera prohibido por más de 20 años. Luego, en
los años 60’ su obra llego a otras latitudes del mundo, siendo recortada y tergiversada en el proceso de
“occidentalización de su pensamiento” que se llevó adelante con el objetivo de separar al autor de su
contexto y su obra del “espíritu de la época” que le dio origen.

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La génesis social del individuo

La clave de los desarrollos del autor es el uso de la noción de “acción mediada” y de la persona
que actúa con “instrumentos mediadores”. Los instrumentos mediadores están inherentemente
relacionados con la acción. La relación que el animal establece con la naturaleza no está mediada, pero
las personas, desde niñ*s, se forman en un medio socio cultural, en el cual se hallan los logros del
género humano (técnica, lenguaje, arte, etc.). Al respecto señalaban Marx y Engels (1846): “La
conciencia es el conocimiento compartido, en el sentido de que la conciencia individual sólo puede
darse si existe una conciencia social, una lengua, que sea sustrato real. (…) el lenguaje es la conciencia
práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres”.

Desde esta teoría, la interacción social y los instrumentos lingüísticos son fundamentales para
comprender el desarrollo. “El descubrimiento por parte del niño de la importancia de una palabra como
signo es similar al descubrimiento de la importancia funcional de un palo como herramienta”
(Vigotsky, 1926). La conciencia se transforma en una forma superior de adaptación del hombre para
dominar la naturaleza. En el desarrollo sociocultural se superan las leyes biológicas.

Una araña ejecuta operaciones semejantes a las de un tejedor y una abeja


empequeñece la habilidad de más de un arquitecto con la estructura de sus
celdillas de cera. Pero lo que desde el comienzo distingue al peor arquitecto de
la abeja más experta es que el arquitecto construye la celdilla en su cabeza
antes de construir el panal. El resultado del trabajo preexiste idealmente en la
imaginación del trabajador. No se trata de que solo produzca un cambio de
forma en las materias naturales, al mismo tiempo realiza su propio objetivo,
del cual tiene conciencia, que determina como ley el modo de su acción y el
cual debe subordinar su voluntad. (Marx, 1867).

Entonces, para la teoría de Vigotsky, el individuo es indisociable de la sociedad en la que vive,


la cual le trasmite formas de conducta y de organización del conocimiento que el sujeto tiene que
interiorizar. El desarrollo del individuo se produce, entonces, ligado a la sociedad en la que vive. Ahora
bien, la influencia social se convierte en individual no a través de un proceso de simple transmisión:
los individuos construyen sus propios sentidos de los significados socialmente disponibles.

Como señala Castorina (2001) para Vigotsky la educación es constitutiva de la formación de


la subjetividad en el contexto sociohistórico. En líneas generales, interpreta el aprendizaje en los
términos de la adquisición de sistemas de mediación preexistentes a los niños y a los docentes. Por

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este camino, el aprendizaje organizado se convierte en desarrollo mental y pone en marcha una serie
de procesos evolutivos que no podrían darse sin él. Aquí se pone en evidencia cuál es la relación entre
aprendizaje y desarrollo.

Así, es la internalización de la cultura la que llega a ser formadora de los procesos psíquicos
superiores. Es decir, la conciencia y las funciones psicológicas superiores se enraízan en las
condiciones objetivas de la vida social. Sin embargo, como señala Noemí Aizencang (en Elichiry,
2004), el proceso de apropiación de herramientas culturales supone una actividad reconstructiva por
parte del sujeto. Lejos de tratarse de un mero traspaso de habilidades de un mundo exterior a un mundo
interior, implica la construcción misma de este último.

Esto último aparece de diferentes maneras en la teoría de Vigotsky, ya que, como señala
González Rey (2011) el autor soviético puede no estar exento de los reduccionismos en los que fue
cayendo gran parte de la intelectualidad soviética vinculada a la psicología.

El reduccionismo de lo psíquico a lo material externo se expresó también en


determinado momento del pensamiento de Vigotsky, en especial en el segundo
momento de su obra, entre 1928 y 1931, cuando expresó que toda función
psíquica fue primero una operación externa. Lo social es reducido a
operaciones con objetos en un contexto inmediato. Para romper la dicotomía
entre lo interno y lo externo se comprendió lo interno como un reflejo de lo
externo, (…) lo que llevó a una comprensión mecanicista y causalista de lo
psíquico. (González Rey, 2011, p. 41)

La “unidad de análisis” y la acción intersubjetiva como creadora de los Procesos Psicológicos


Superiores

Otra de las aportaciones fundamentales de Vigotsky fue la introducción de la categoría “Unidad


de análisis”. En 1934, ya en su lecho de enfermo, finaliza su segunda y más famosa obra, “Pensamiento
y Lenguaje”. Allí, para dar cuenta de las interacciones entre las actividades del pensamiento y el
lenguaje, introduce a las “unidades de análisis” como un concepto fértil (Erausquin, 2017). Como
aclaración epistemológica, sostiene que para abordar el estudio de dichos fenómenos es necesario
replantear los recortes que desde la psicología se han realizado, recortes que implican la escisión y la
reducción de las unidades dinámicas de la vida. Lo que en realidad es indivisible aún en sus tensiones,

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el pensamiento moderno (y allí la psicología) ha tendido a fragmentarlo. Esta idea es solidaria con la
dialéctica marxista. En palabras de Lukács:

Lo que diferencia decisivamente al marxismo de la ciencia burguesa no es la


tesis de un predominio de los motivos económicos en la explicación de la
historia, sino el punto de vista de la totalidad. La categoría de totalidad, el
dominio omnilateral y determinante del todo sobre las partes es la esencia del
método que Marx tomó de Hegel y transformó de manera original para hacer
de él el fundamento de una nueva ciencia. La separación capitalista del
productor respecto del proceso total de la producción, la fragmentación del
proceso de trabajo en partes que no tienen en cuenta la peculiaridad humana
del trabajador, la atomización de la sociedad en individuos que producen
insensatamente, sin plan ni conexión, todo eso tenía que influir profundamente
también en el pensamiento, la ciencia y la filosofía del capitalismo. (…). El
dominio de la categoría de totalidad es el portador del principio revolucionario
de la ciencia (2002, p. 79).

Es esta idea de totalidad, propia del método marxista, la que le da fundamento a la categoría de
unidad de análisis vigotskiana. Vigotsky plantea entonces el problema en términos de la necesidad de
hallar una unidad de análisis que exprese las propiedades del fenómeno, sin vulnerar lo esencial del
mismo. Serán diversas las unidades de análisis propuestas por Vigotsky a lo largo de su breve, pero
fructífera vida. En función del estudio de los procesos que fueron siendo objeto de su indagación, fue
tomando como unidades de análisis a la “acción mediada”, al “significado de la palabra” y finalmente
a la “vivencia”3 (Erausquin, 2017).

Una de las claves de la obra de Vigotsky es la utilización de una particular unidad de análisis,
que supera los dualismos sujeto-objeto: la acción intersubjetiva, doblemente mediada, constitutiva
de los procesos psicológicos superiores.

La unidad de análisis no es homogénea, sus componentes son diversos y heterogéneos, siendo


la unidad irreductible a cada uno de los mismos por separado: sus propiedades derivan de la relación
que se establece entre ellos (Erausquin, 2017).

3
La “vivencia” es la última unidad de análisis trabajada por Vigotsky. Sintéticamente podría definirse como un
entrelazamiento entre emoción y cognición. Sintetiza aspectos emocionales, afectivos, intelectuales y cognitivos.

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Entonces, las unidades de análisis dan cuenta del recorte que el observador/a realiza para
comprender y abordar una problemática. La problemática claramente está allí, en el campo de
indagación o intervención, pero lo que se haga con ella depende de la construcción que los agentes
hagan a partir de sus modelos mentales de la situación (Rodrigo, 1997, 1999, citado en Erausquin,
2017).

Para Vigotsky, en el desarrollo humano, en el desarrollo de los Procesos Psicológicos, se da


una tensión entre dos líneas de desarrollo. La línea natural, que motoriza los procesos de tipo elemental;
y la línea histórica o cultural, que explica la presencia de procesos de tipo superior. Los procesos de
tipo Elemental como la memoria, la atención, la sensopercepción, etc.) progresan con el desarrollo,
generalmente acompañando procesos de maduración. Son una condición necesaria para la aparición
de los procesos de tipo superior pero no una condición suficiente.

Los Procesos Psicológicos Superiores pueden clasificarse en Rudimentario y en Avanzados.


Los Rudimentarios son aquellos que están constituidos en forma universal en todos los sujetos por el
solo hecho de pertenecer a una cultura. Sientan las características de la subjetividad, de la ruptura con
lo natural. Los Avanzados son aquellos que sólo pueden desarrollarse bajo desarrollos históricos y
prácticas culturales específicas, por ejemplo, la lectoescritura y las formas científicas de
conceptualización.

Estos últimos procesos se desarrollan atendiendo a la “Ley de Doble Formación”. Cómo ya se


explicó con anterioridad, en el desarrollo de l*s niñ*s toda función aparece dos veces, primero a nivel
social y más tarde a nivel individual. Todas las funciones superiores se originan como relaciones entre
seres humanos, “la internalización de la cultura llega a ser formadora de los procesos psicológicos
superiores”.

Otro de los conceptos más conocidos de su obra es el de la Zona de Desarrollo Próximo. Según
ella, la modificación de los conocimientos de los alumnos no depende solo de lo que el niño sabe hoy,
sino que deriva de una compleja relación entre lo que un niñ* sabe hoy y lo que sabrá mañana, en
interacción con un docente o un par que sabe más que él. La idea central es que l*s chic*s no adquieren
conocimientos solo por su propia actividad; lo hacen con la ayuda necesaria, no contingente, de
docentes intermediari*s de la cultura preexistente a ellos mismos y a los alumnos.

La característica central de la instrucción es la creación de una zona de desarrollo potencial. La


educación tiende a modificar, reconstruir y no crear algo absolutamente nuevo. La pedagogía tiene un

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carácter creativo, entendiendo su labor no como “cultivo” de los dotes naturales, sino como creación
de un hombre nuevo. “La educación nunca comienza a edificar en un solar vacío” (Vigotsky, 1926).

El tránsito de l*s alumn*s por las zonas de desarrollo próximo es un caso del proceso central,
definitorio, de la formación de cualquier función psicológica. Primero, es un proceso
“interpsicológico” y luego “intrapsicológico”: lo que un niño o niña puede hacer ahora por su cuenta
resulta de una interacción mediante la cual se internalizan los instrumentos culturales. Como se ve, el
énfasis está puesto en la interacción: al decir de Vigotsky, “(…) la maduración de las funciones
mentales superiores del niño se produce en este proceso de cooperación, es decir, se produce a través
de la asistencia de los adultos y la participación”.

2-2- Los aportes del Psicoanálisis

“Les he dicho que el psicoanálisis comenzó como una terapia, pero no es en calidad de terapia que
yo querría recomendarlo al interés de ustedes, sino por su contenido de verdad, por los
descubrimientos que nos procura sobre aquello que más interesa al hombre, su propio ser, y por las
relaciones que señala entre sus más diversas actividades”

Sigmund Freud

El psicoanálisis es una teoría que no puede eludirse a la hora de intentar conceptualizar la


subjetividad. La constitución de la subjetividad “(…) requiere de la presencia, en diversidad de
espacios y tiempos, de vínculos que entretejan la red de relaciones que alberguen al bebé humano
nacido en un estado de extrema prematuración” (Kazi, 2004). Será el Psicoanálisis quien desarrolle en
profundidad estos mecanismos que dan cuenta de los trabajos de subjetivación originarios.

Sigmund Freud (1856-1939) fue un médico, neurólogo, nacido en Freiberg, Moravia, pero
vivió casi ochenta años en Viena. Desde muy joven se dedicó a investigar el sistema nervioso. A causa
de la remuneración insuficiente, y en contra de sus deseos de ser un hombre de ciencia, se vio obligado
a practicar la medicina. Calvin Hall (1964) considera que de alguna manera fue una suerte que Freud
se viera obligado a trabajar como médico, ya que fue el contacto con los pacientes lo que le sirvió de
estímulo para pensar en términos psicológicos. Así, Freud comenzó a especializarse en el tratamiento
de las perturbaciones nerviosas, rama de la medicina que en ese momento se encontraba en un estado

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muy atrasado. En Francia, Jean Charcot solía alcanzar algunos éxitos mediante la hipnosis, sobre todo
en el tratamiento de la histeria. Freud pasó un año en París (1885-1886) aprendiendo el método de
Charcot. Sin embargo, no quedó del todo satisfecho porque notaba que los efectos de la hipnosis eran
solo temporales y no llegaban al fondo del problema. Joseph Breuer, un médico vienés utilizaba la
“terapia catártica”; de él Freud aprendió los beneficios de este método, método que le permitió ir
conociendo las causas subyacentes de algunas patologías que hasta ese entonces no encontraban una
explicación.

Con verdadera curiosidad y celo científico, comenzó a sondar cada vez más
hondo en la mente de sus pacientes. Su exploración reveló fuerzas dinámicas
responsables de la creación de síntomas anormales que él tenía que tratar.
Gradualmente comenzó a bosquejarse en la mente de Freud la idea de que la
mayoría de esas fuerzas eran inconcientes. (Hall, 1964)

A partir de allí, Freud comienza a elaborar todo un cuerpo teórico que le permite explicar el
padecer de sus pacientes (sobre todo mujeres). Cuerpo teórico (el Psicoanálisis) que Sigmund va
modificando y enriqueciendo a medida que avanza en la terapia con sus pacientes, y a medida que
somete sus propias elaboraciones a fuertes críticas.

El psicoanálisis no fue una teoría con una evolución lineal, mucho menos exenta de
contradicciones. Aun así, sigue siendo considerada una teoría revolucionaria, que además de dar cuenta
de la motivación inconciente en la conducta humana, será la primera en descubrir la no subordinación
de la sexualidad al instinto, es decir, su carácter irreductiblemente ligado a las series placer-displacer.

Para el Psicoanálisis, el primer complejo que estructura el aparato psíquico es el Complejo de


Nebenmensch (prójimo, otro de los cuidados ajenos). Al nacer, el/la bebé se encuentra en una relación
de total dependencia con su madre (o su cuidador/a)4, dada por el estado de indefensión y prematurez
primordial del lactante. Nacemos desamparados y prematuros; si no somos tomados por alguien que
quiera que vivamos y que realice las acciones necesarias para que eso suceda, morimos. Así, más allá
de la necesidad de alimento, necesitamos a alguien que nos desee. Se insiste en que la cría humana no
tiene autonomía para la supervivencia, pero tiene una plasticidad neurológica única, que hace posible

4
En lo que sigue se hará referencia a la madre o al “otro de los cuidados” para dar cuenta de una función, función que
puede ser llevada adelante por distintas figuras: mamá, papá, cuidador, niñera, abuelo, etc.
Esto que teoriza el psicoanálisis es lo que, por otras líneas teóricas, incluso por estudios, ha sido denominado como “la
necesidad primaria del ser humano de los afectos”. Decir que el afecto es una necesidad primaria es sostener que es
imprescindible para la supervivencia y que no puede ser sustituida por ningún otro recurso. Insisto: somos una especie
social por lo que, sin afecto, no podemos sobrevivir.

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que a partir del nacimiento (en ese momento de revolución y desequilibrio) tengamos que vincularnos
con el afuera para resolver el malestar, y que, en ese encuentro, esté la base de la constitución psíquica
que nos caracteriza a los seres humanos. Es posible decir que el sujeto se construye en el vínculo con
el otr*. En palabras de Silvia Bleichmar:

El proceso de constitución de la subjetividad se inicia en el vínculo con otros


sujetos significativos que donan sentidos, que arman un proyecto donde el niño
queda enlazado; el decir, el sujeto se constituye en ese entramado de lazos
libidinales que se van dando en distintos tiempos y presume operaciones
fundamentales para la formación del aparato psíquico. Un proceso que
comienza con las figuras parentales -o con quienes asumen la función de
ofrecer los primeros sostenes y cuidados-, y continúa luego en otros espacios
sociales. En esta línea, entendemos a los adultos como condición para la
subjetivación. Asimismo, la alteridad resulta un prerrequisito de la
constitución subjetiva.

Como señala Bleichmar en la cita anterior: “los sujetos/otros significativos que arman un
proyecto donde el niño/a queda enlazado”, esto es, la mamá, el papá, o quienes hayan deseado a ese
sujeto por venir, fantasean con ese niñ* mucho antes de que nazca, mucho antes (incluso) del embarazo
mismo. Lo piensan, lo imaginan, tienen expectativas, emociones, incluso sentimientos contradictorios.
Esta es la condición para que advenga un sujeto: el deseo de es*s otr*s en donde inevitablemente se
entramará ese sujeto.

Una de las particularidades del vínculo entre le bebé prematur* y ese “otro de los cuidados”,
es que este último responderá a las demandas del pequeñ* no desde un “instinto” animal, sino desde
determinado orden cultural, un orden lleno de significantes, tradiciones, mitos, etc.

La perra que acaba de parir sabe, de manera instintiva5, qué hacer con la placenta y cómo
garantizar la supervivencia de su cría. Por el contrario, la persona humana gestante o quien se haga

5
Se definirá al “instinto” como una pauta hereditaria de comportamiento que es común a toda la especie y que posee
finalidad adaptativa. Para evitar confusiones, habrá que diferenciar los instintos del concepto de Reflejo que se entiende
como una respuesta automática e involuntaria que realiza un ser vivo ante la presencia de determinado estímulo. Existen
reflejos innatos (por ejemplo, el reflejo de succión) y reflejos condicionados o aprendidos (las experiencias de Pavlov dan
cuenta de ellos)
“Las conductas instintivas son inmutables, pertenecen al ámbito de la naturaleza y se producen con prescindencia del
entorno social. En cambio las conductas determinadas socialmente forman parte del devenir histórico, se modifican de
acuerdo con el tiempo y las circunstancias ,y a su vez son causa de modificaciones en las estructuras de las relaciones”

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cargo de esos primeros contactos, esta inserta en determinado orden social y cultural: aprende en qué
posición colocar al bebé para que tome la leche, cómo limpiarlo, interpreta si el llanto equivale a dolor
de panza por hambre o a alguna otra dolencia. Esta “interpretación” que esa madre (o quien cumpla
esa función) realiza, es hecha desde un “orden cultural” y, de esa manera, introduce al bebé en ese
particular orden cultural. Diferente a lo que sucede en el mundo animal, donde es el instinto (y no los
mandatos sociales y culturales) lo que posibilita la correcta satisfacción de las necesidades de las crías.

Además de la introducción del o la pequeña en el orden cultural, el Complejo de Nebenmensch


define al sujeto como sujeto deseante. Ese otro va dando lo que cree que el o la bebé necesita; la mamá
da lo mejor que puede, pero siempre va a haber algo que falte, esto hace que aparezca el deseo, y la
búsqueda del objeto perdido durante toda la vida.

El Psicoanálisis Francés teorizará lo anterior con particular agudeza. Jacques Lacan (1901-
1981) dirá que el aparato psíquico está estructurado como un lenguaje. Antes de nacer hemos sido
dichos por infinidad de palabras, hemos sido nombrados. Este nombre propio, primer significante,
presta la ilusión de identidad, pero es una marca que elige otro para intentar identificar al sujeto. Es un
parche que tapa la falta de identidad, y empuja a un proceso que no termina jamás que es la
identificación.

Así, el sujeto se constituye a partir de la relación con otr*s, que es una relación simbólica,
mediada por el lenguaje. La dimensión psíquica, que es la que organiza el cuerpo, es introducida por
la madre (o quien cumpla esa función) que da significado-interpretando desde el lenguaje- a lo que el
bebé hace.

Toda esta dinámica de interrelación que se da entre el/ la recién nacido/a y ese “otro de los
cuidados ajenos” así como la calidad de esos primeros vínculos (lo que llamamos Vinculo Primario)
será determinante en la configuración de la subjetividad de ese niñ*. Incidirá claramente en los niveles
de salud psíquica futuros6, así como en los vínculos que ese sujeto construya con otr*s.

Pero no solo incidirá a nivel representacional: la subjetividad es cuerpo también, de este modo,
el cuerpo mismo se ira delimitando y organizando a partir de esos primeros vínculos. Es que el cuerpo
no es solo biológico, es también un cuerpo libidinal. El cuerpo se constituye como superficie a partir
de las caricias y los contactos del bebe con su mamá (u otr* significativ*), caricias que erotizan y van

6
También incidirá en las posibilidades de aprender. Así como el sujeto se constituye en el campo del otro, es necesario
visibilizar que no hay aprendizaje sin otro. Aspecto fundamental para considerar por l*s educador*s en general, y l*s
educador*s sociales.

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marcando el cuerpo. Es por este proceso de humanización que el cuerpo deja de ser puro organismo,
pura biología, pura necesidad.

La importancia dada a lo anterior, al vínculo primario, no implica desestimar la acción de las


experiencias posteriores que suceden en la vida humana y que tienen, también, un carácter
subjetivante7.

Melanie Klein (1882-1960), representante de lo que se conoce como “escuela inglesa”, teorizó
con agudeza alrededor de las dinámicas vinculares primarias que constituyen el aparato psíquico.

Al comienzo de la vida el/la bebé cuentan con un poderoso aparato perceptivo, incapaz de
discriminar aquello propio de aquello que no lo es. En el momento del nacimiento, el registro corporal
del malestar contrasta con un conglomerado sensorial que proviene de un adulto
(amamantamiento/primera experiencia de satisfacción según Freud). Ese impacto sensorial, esa
confusa primera experiencia, produce placer, alivia el malestar. La primera experiencia vital se
relaciona, entonces, con una alternancia de placer-displacer, alternancia que será la clave de la
constitución psíquica. Ese intercambio entre la mamá y el bebé tiene, en este momento, una dimensión
predominantemente corporal.

Esta primera experiencia de satisfacción, claramente corporal, dejará huellas mnémicas, es


decir, un registro, una inscripción de lo sucedido. Si el/ la bebé desea nuevamente el pecho materno y
este no aparece, podrá calmar transitoriamente ese malestar recreando imágenes del pecho. Asimismo,
podrá anticipar su pronta presencia. La ausencia de la madre, ese registro corporal de ausencia es
necesario, ya que posibilitará la creación de imágenes (de lo que no está y se desea-el pecho). Pero
también es muy importante la presencia de esa madre, es decir, la producción paulatina en el sujeto de
la sensación de que el pecho que gratifica y calma el dolor, aparecerá. Esto generará sentimientos de
seguridad y tranquilidad respecto a la benevolencia de los objetos del mundo externo. Así, es esta
alternancia entre ausencia y presencia, entre placer-displacer, la que constituye las bases de la
estructura psíquica denominada YO. El psiquismo se va complejizando progresivamente gracias a
esta dinámica de interrelación. El proceso de subjetivación podría de hecho ser entendido como el
movimiento intersubjetivo que posibilita el advenimiento de un Yo, instancia psíquica que no existe
desde los comienzos de la vida.

7
Las “Series Complementarias” de José Bleger son un excelente esquema que permite pensar la interacción de los
diferentes factores que hacen a la subjetividad; la interrelación entre experiencias infantiles y eventos posteriores.

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A medida que se va delimitando ese Yo, se va delimitando también quién es ese otro,
indiferenciado en los primeros momentos de la vida. Este proceso de diferenciación yo-no yo es
gradual, progresivo.

La producción de imágenes, la evocación alucinatoria del objeto (del otro, de lo que no es el


yo) considerarse la primera forma de simbolización; lo que más adelante se constituirá en el
pensamiento. La lógica de presencia-ausencia del objeto será la que exija y posibilite el trabajo de
representación y la creación de imágenes que está a la base del pensamiento.

Además de todo lo referido, en esos primeros momentos de la vida cobra fundamental


relevancia el denominado Complejo de Edipo, complejo que posibilita la “prohibición del incesto”
como base de la cultura, ubica a los sujetos en procesos identificatorios, permite las elecciones
objetales fuera del núcleo familiar (exogamia) y asegura de esta forma la continuidad de la sociedad.

El Complejo de Edipo ha tomado su nombre de una leyenda griega cantada en un poema épico
atribuido al poeta Cineton.

Edipo, símbolo de la fatalidad o fuerza del destino, según la versión de


Sófocles (año 497-405 a. C.), era hijo de Layo, rey de Tebas, y de Yocasta.
Habiendo consultado Layo al oráculo de Delfos si sería feliz en su matrimonio,
éste le anunció que el hijo que naciera de la unión con Yocasta le daría muerte.

Aterrorizado, y tratando de rehuir tal destino, Layo entregó el niño a un criado


con orden de matarlo en el monte Citheron. El sirviente trabó a la criatura por
los pies, abandonándola colgada de un árbol, de lo que toma su origen el
nombre Edipo (que significa: pies hinchados). Poco después fue salvado por
un pastor que lo llevó a Corinto, donde lo adoptó la reina del lugar.

Al llegar Edipo a la mayoría de edad, entró en sospechas acerca de la


legitimidad de su origen, y con el objeto de aclarar su duda interrogó al oráculo,
del que solo pudo obtener una respuesta nebulosa y extraña: Edipo, serás
asesino de tu padre, esposo de tu madre, y engendrarás una raza maldita de los
dioses. Horrorizado por tal predicción trató de evitar que se cumpliese
desterrándose voluntariamente de Corinto, de cuya reina le decían ser hijo.
Camino de la Fócida y habiendo tropezado con un viajero en una senda
estrecha que conducía a Delfos, disputaron sin conocerse, y el viajero, que no
era otro que Layo, su padre, quedó muerto en la refriega. Huyó Edipo sin ser

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reconocido y llegó a Tebas, ciudad asolada por los estragos que causaba la
Esfinge. El padre de Yocasta, que regía el país desde la muerte de la Layo,
hacía difundir por toda Grecia la noticia de que daría su hija y corona al que
librase a Tebas del tributo que pagaba al monstruo. Edipo se ofreció para ello,
acertó los enigmas propuestos por la Esfinge, la venció y dio muerte. Obtuvo
de este modo a Yocasta, su madre (como premio de la victoria), la hizo su
esposa y tuvo de ella cuatro hijos.

Años después, Edipo llegó a saber el misterio de su nacimiento,


reconociéndose, por lo tanto, parricida e incestuoso. Horrorizado, en castigo,
se arrancó los ojos. (Tallaferro, 1957, p. 187)

Esta antigua leyenda, según Freud, se repite en el terreno de la fantasía inconsciente, como
representación psíquica. Da cuenta del Complejo de Edipo; un marcado afecto hacia la madre que se
contrapone a los celos y deseos de destruir al rival: el padre.

Si bien esta elaboración teórica de Freud se tomó durante muchos años con una excesiva
literalidad, hoy se puede pensar que el Edipo se trata, no solo de la prohibición del objeto incestuoso
y la promesa futura de otras mujeres y otros varones para vincularse (es decir, elecciones objetales
amorosas fuera del núcleo familiar), sino de la instauración de una legalidad. Se instala a nivel
simbólico la denominada Castración, la ley del “no todo se puede”, hay algo que está permitido y algo
que no. Con esto se vinculan las denominadas “función materna” (contención, sostén) y la “función
paterna” (vinculada al establecimiento de un corte, una separación de la simbiosis inicial entre el bebé
y la mamá).

Frente a lo anterior, caben una serie de aclaraciones y de discusiones. La función materna y


paterna son independientes de la madre y el padre biológicos, e independientes de la identidad de
género y la orientación sexual de las personas. Esto significa que pueden ser ejercidas por la misma
persona: una madre soltera puede ella llevar adelante las dos “funciones”. O por el contrario puede ser
ejercida por varias personas. La garantía de que las funciones se lleven a cabo no depende de la
existencia de una familia con las figuras tradicionales de “mamá” y “papá”, sino de la salud psíquica
de sus miembros, sean estos los que sean. En sintonía entonces con esto, el psicoanálisis debería
plantearse la necesidad de modificar ciertos nombres…si la llamada función paterna no depende de la
existencia de un “padre”, ¿por qué seguirla llamando de esta manera? Son cosas sobre las que nos
debemos una reflexión. Como señala Silvia Bleichmar:

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Lo que me preocupa son las relaciones de poder y las relaciones de género: el


problema de la maternidad o la paternidad no está en si se es hombre o si se es
mujer, sino en cómo se asumen los roles. Tampoco creo que la autoridad sea
paterna; me parece lamentable seguir pensando por la falta del padre en un país
como el nuestro, que ha tenido tantos padres perversos. El problema del padre
no es el padre en sí mismo, sino la ley del adulto que se tiene que trasmitir a
los niños, y esto lo pueden hacer los hombres y las mujeres. De manera que,
aquí vuelvo a plantear la diferencia entre la ética y la moral (…). (2014, p.46)

Lo anterior lleva a pensar entonces más en la necesidad de que l*s adult*s se ofrezcan como
base segura del niñ*, generando una matriz vincular que sostenga psíquicamente al pequeñ*. Esto será
condición para que un sujeto se constituya como tal.

Aquí, en la cuestión del Edipo, se puede visualizar con claridad este clivaje, planteado por
Bleichmar (1999), entre “psiquismo” y “producción de subjetividad” que señale al comienzo del
documento. Es validad la pregunta que se hace la autora: ¿Qué vigencia tiene este articulador
fundamental en la actualidad, cuando la familia tal como la hemos conocido esta en vías de mutación?
Y se responde: “En este sentido, y más allá de la mama, el papa, lo homo, lo hetero, lo que es
antropológico, universal en la constitución psíquica, es esta asimetría y el hecho de que todas las
culturas deben ejercer algún tipo de pautación que impida la apropiación del cuerpo del niño por
parte del adulto como objeto de goce” (Bleichmar, 1999, .p 5).

Si bien lo que precede es un recorte de la compleja teoría psicoanalítica, se entiende que será
suficiente para poner en evidencia la importancia de los vínculos primarios y de los aspectos
inconcientes en la conformación de lo humano.

Psicoanálisis y Marxismo

“La neutralidad de las ciencias sociales estalló hecha pedazos. Vimos como psiquiatras,
sociólogos, antropólogos, psicólogos y psicoanalistas, se vieron obligados a tomar partido. Las dos
ideologías estaban claras, se estaba con el explotado o con el explotador”

Armando Bauleo, 1974

Durante todo el siglo XX el Psicoanálisis fue creciendo a lo largo y ancho del globo terráqueo,
generando adhesiones, críticas y fuertes polémicas. La Argentina no estuvo exenta de estos procesos,

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por lo que se puede decir que nuestro país dio grandes psicoanalistas. El Psicoanálisis se introduce en
la Argentina por obra de Garma, Pichon Riviere, Marie Langer, entre otros/as, quienes fueron
iniciadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Algunos de ellos/as fueron parte de
procesos instituyentes al interior de las organizaciones psicoanalíticas (y luego fuera) e intentaron
pensar los alcances del psicoanálisis, poniéndolo en tensión con la realidad social, realidad cruzada
por una fuerte lucha de clases en los años 60’ y 70’. Otros/as, defendieron la ortodoxia psicoanalítica
y fueron muchas veces cómplices de los gobiernos militares de turno.

Uno de estos psicoanalistas críticos de la APA y que intentó poner al psicoanálisis al servicio
de la transformación revolucionaria de la sociedad fue Pichon Riviere, de quien desarrollaremos
algunas de sus ideas más adelante.

Otro psicoanalista, que nunca abandonó la APA (aunque fue muy crítico con ella) fue José
Bleger, un reconocido psicoanalista y marxista de quien también tomaremos algunos de sus desarrollos
teóricos8.

Una experiencia política y organizativa muy interesante fue la experiencia denominada


PLATAFORMA, que tiene existencia entre los años 1969 y 1973 y que condensó una serie de prácticas
y elaboraciones teóricas que intentaron reflexionar entre los nexos existentes entre Psicoanálisis y
Marxismo. Marie Langer, Armando Bauleo, Gregorio Baremblit, Eduardo Pavlovsky, Fernando Ulloa,
entre otr*s, fueron parte de este importante proceso.

La interpretación psicoanalítica puede complementar nuestra comprensión y


política, pero pierde sentido si la emitimos aisladamente, en vez de ubicarla
dentro de una estructura social que Marx nos volvió inteligible. (Langer,
1971/1987, p. 18)

Los nexos entre el psicoanálisis y el marxismo implicarían profundos debates que no se


realizarán aquí, aunque si es importante señalar la actualidad (y necesidad) de estos debates.

Otras articulaciones posibles del psicoanálisis

Otros nexos que, más tardíamente, ha ido desarrollando el psicoanálisis, por ejemplo, con las
teorías de Foucault han posibilitado otras construcciones teóricas sobre la subjetividad. En esa línea,

8
Para el espacio “Construcción de la Subjetividad” tomaremos de Bleger la categoría de “conducta” y la explicación de
la motivación o causa de esta: las llamadas “Series Complementarias”

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Daniel Korinfeld (2016) plantea que la subjetividad “no es individual ni es colectiva, atraviesa esa
disyunción y se constituye -se construye y se produce- en el dominio de los procesos históricos y
diversos de producción de sujetos” (p. 102).

De esta manera, la noción de subjetividad se va alejando de los esencialismos intrapsíquicos


tan caros al psicoanálisis para empezar a pensarse como una noción que articula aspectos psicológicos
individuales entramados en las historias colectivas. En la misma línea entonces, es posible decir que
“la subjetividad no es ‘interioridad’, en contraposición a ‘mundo externo’, ni tampoco se reduce a
aspectos exclusivamente identitarios, ni se trata de aquello que buscaba la llamada ‘psicología
profunda’ en oposición a los fenómenos que se podrían captar en alguna superficie” (Korinfeld, 2016,
p. 102).

Estas articulaciones intentan dar cuenta de cómo se produce subjetividad. Al respecto, Ignacio
Lewkowicz (2004) expresa: “las subjetividades se construyen mediante distintas prácticas productoras
de subjetividad en distintas situaciones, (…) no hay una naturaleza humana dada, sino que hay
prácticas que la producen” (p. 109).

La concepción anterior permite, a su vez “(…) concebir las prácticas de producción de la


subjetividad como generadoras de sujetos capaces de alterar la propia subjetividad instituida y el lazo
social” (Korinfeld, 2016, p. 103). Esto implica también pensar en las transformaciones posibles,
alejándonos de los determinismos lineales y mecanicistas. Así, los acontecimientos sociales, políticos
y culturales configuran a los sujetos, pero también son configurados por ellos.

Sintetizando algunas de estas articulaciones, la propuesta sería pensar lo subjetivo como


singularidad atravesada por las situaciones y por la época. Sostiene Korinfeld (2016):

La singularidad humana será entonces producto de la articulación de los


universales que hacen a la constitución psíquica y los modos históricos que
generan las condiciones del sujeto social. Desde esa trama, cada sujeto
configura su propio itinerario libidinal e identificatorio, un itinerario que se
despliega en el encuentro con otros sujetos cuyos intercambios, interrelaciones
e interacciones intervienen en los condicionamientos de los procesos de
subjetivación. (p. 103)

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Otros aportes en torno a la noción de subjetividad se nutren, por ejemplo, de la mirada


deleuziana9. Así, Ana María Fernández, sostiene:

La subjetividad no es meramente mental o psíquica, ni discursiva, sino que


engloba las acciones y las prácticas, los cuerpos y sus intensidades; que se
producen en el entre con otros y que es, por tanto, un nudo de múltiples
inscripciones deseantes, históricas, políticas, económicas, simbólicas,
psíquicas, sexuales, etc.

El psicoanálisis y los grupos

“La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera vista puede
parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a más
detenido examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado, e investiga
los caminos por los que el mismo intenta alcanzar la satisfacción de sus pulsiones (…) En la vida
anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, ‘el otro’, como modelo, como objeto,
auxiliar, o adversario, y de este modo la psicología individual es al mismo tiempo y desde un
principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado”

Psicología de las masas y análisis del yo. Sigmund Freud, 1920, 1921.

Resulta inevitable, cuando se menciona al psicoanálisis, hacer por lo menos una mención a los
grandísimos aportes realizados respecto a los grupos y los complejos procesos de carácter inconciente
que se juegan en su interior. Fue efectivamente Freud quien descubrió los mecanismos de la
constitución subjetiva, mecanismos que se realizan siempre con otros/as. A partir de esta premisa, es
que a lo largo del siglo XX much*s psicoanalistas teorizaron sobre estas temáticas. Mencionare aquí
solo a algunos: Marcos Bernand, Rene Kaes, Didier Anzieu y Wilfred Bion. Es de destacar aquí
también el aporte de Pichon Riviere, quien, siendo todavía psicoanalista, fue el primero en utilizar el
termino “grupo interno”. Si bien el concepto fue sufriendo mutaciones y reinterpretaciones, fue central
en las concepciones psicoanalíticas de los fenómenos grupales.
No trabajaremos aquí con ninguna de estas elaboraciones, solo las menciono para que, quien
desee indagar más al respecto, sepa hacia que lecturas puede dirigirse.

9
Gilles Deleuze (1925-1995) fue un filósofo francés considerado entre los más importantes e influyentes del siglo XX

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2021

2-3- La Psicología Social Pichoniana

“Pensamos que todo, aun lo más íntimo, es social. Sin embargo, lo psicológico constituye una
dimensión específica de análisis y operación”

Fernando Fabris

Enrique Pichon Riviere (1907-1977) fue un médico psiquiatra argentino que crea la perspectiva
denominada Psicología Social. Lejos de entenderla como un área operacional, para Pichon la
Psicología Social es una concepción en sí misma. Si bien Pichón parte desde el Psicoanálisis
(particularmente el enfoque kleiniano de la teoría de las relaciones objetales), fundamenta su
perspectiva psicológica en el pensamiento dialéctico.

Luego de sus experiencias clínicas en hospitales psiquiátricos comienza a analizar cuál es el


tipo de interacción entre los miembros de la familia de algún paciente con diagnóstico de psicosis, e
hipotetiza que la enfermedad de un miembro expresa efectivamente la enfermedad que subyace en
todo el grupo (y de la cual el síntoma vendría a ser un emergente). Esta hipótesis se va ratificando con
el tiempo, lo que conduce a Pichón a señalar que lo intersubjetivo incide en lo intrasubjetivo, y que lo
vincular tiene tanto o mayor peso que lo instintivo. Con su teoría del vínculo pasa entonces del
Psicoanálisis a lo que él llamó Psicología Social.

Ana P. de Quiroga (discípula de Pichon Riviere) afirma que el psiquismo se constituye a partir
de dos materialidades: un organismo biológico y un orden de relaciones sociales que preexiste a ese
organismo vivo, y que del juego de relaciones dialécticas que se establece entre estos dos polos se va
constituyendo el mundo interno, la trama de vínculos en principio externos que en ese proceso de
intercambio es internalizada.

Otro de los seguidores de Pichon Riviere es Fernando Fabris, quien da cuenta de “procesos y
contextos que, en calidad inicial de factores externos, determinaron y determinan la subjetividad,
condicionándola tanto como configurándola, moldeándola en cada aquí y ahora tanto como
produciéndola, creándola” (Fabris, 2009).

Esta brevísima introducción a la Psicología Social Pichoniana será complementada en la


asignatura con otras lecturas obligatorias.

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2021

2-4- La propuesta de González Rey: la psicología social de carácter

histórico-cultural

“Podemos decir que hay sujeto cuando hay producción de sentido subjetivo asociada a la
diferenciación y la singularidad, sin lo cual la persona queda anulada por determinaciones
externas”

Fernando Luis González Rey

El cubano González Rey, recuperando algunas de las principales categorías vigotskianas (sin
dejar de ser crítico con los límites de la teoría del pensador soviético) ha desarrollado una teoría de la
subjetividad. La misma aspira a tener una matriz dialéctica compleja, alejada de los reduccionismos
(mentalistas o ambientalistas) que caracterizaron a la historia de la psicología y a las diferentes teorías
psicológicas que intentan dar cuenta de la subjetividad. Al respecto señala: “Si analizamos las teorías
modernas de la psicología, podremos percibir que ninguna de ellas se aproximó al tema de la
subjetividad, como definición ontológicamente10 diferenciada de la psique humana” (Gonzales Rey,
2011, p. 108).

González Rey (2011) explica cómo Vigotsky, en la última etapa de su trabajo desarrolla la
categoría de sentido: “El sentido era el agregado de todos los factores psicológicos que emergen en
nuestra conciencia como resultado de la palabra” (Vigotsky, 1987, citado en González Rey, 2011, p.
44).

Vigotsky comprende lo social no como algo externo y objetivo con relación a


lo individual, sino como un espacio de producción simbólica donde también
se generan sentidos. Sin embargo, Vigotsky nunca llegó a superar
completamente su representación de la psique como reflejo, y no consiguió
desarrollar de forma consecuente la categoría de sentido como un nuevo tipo
de unidad de la vida psíquica. (González Rey, 2011, p. 44

10
“Cuando nos referimos a ontología no la identificamos como naturaleza universal del ser, como aparece el término
en la tradición metafísica. Comprendemos la ontología como la forma diferenciada en que el conocimiento nos
presenta espacios diferentes de la realidad en que vivimos; toda ontología está definida por la forma en que un
dominio de la realidad adquiere inteligibilidad para las prácticas humanas en términos de conocimiento” (González Rey,
2011, p. 103)

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A partir de lo anterior es que el autor cubano comienza a desarrollar el concepto de sentido


subjetivo, que, en palabras de él mismo, significó un paso adelante para la fundamentación de una
teoría de la subjetividad de carácter histórico, cultural y social (González Rey, 2011). Desde aquí, la
subjetividad sería comprendida entonces como “(…) producción psicológica de base histórico, cultural
y social” (González Rey, 2011, p. 7).

El sentido subjetivo (…) es la expresión simbólico-emocional mediante la cual


se vive subjetivamente una experiencia, lo que es una condición objetiva para
el sujeto que la vive. (…) es parte de un sistema, del sistema de la subjetividad,
que integra tanto la subjetividad social como la individual en una relación
inseparable con la acción del sujeto. La subjetividad en esta perspectiva no está
reducida a lo intrapsíquico, no es un concepto de orientación mentalista, sino
una definición ontológica que especifica cualitativamente los procesos
psíquicos humanos constituidos en la vida social dentro de una cultura
determinada. La vida social no es algo situado en una dimensión externa y
objetiva, lo social en sus relaciones y en sus diferentes producciones subjetivas
configura una verdadera red subjetiva en la que se mueve el sujeto. (González
Rey, 2011, p. 47)

En el mismo sentido que lo anterior, en su fuerte crítica no solo al reduccionismo de lo


intrapsíquico sino también al determinismo social, el autor señala como lo social no es el contexto
objetivo inmediato en el que una relación se expresa, sino los múltiples procesos objetivos que
aparecen como resultado de las distintas formas de organización social en las que tienen lugar las
relaciones de cada sujeto (González Rey, 2011). Lo anterior da cuenta entonces de lo que denomina
Subjetividad Social. El concepto de subjetividad social intenta dar cuenta de la complejidad sistémica
del funcionamiento de los diferentes espacios sociales, complejidad dada por el carácter subjetivo de
la organización de la sociedad.

Reconocer, entonces, el carácter social de la subjetividad humana, así como la propia


organización subjetiva de la sociedad; de eso se trata la propuesta de González Rey.

Así, para pensar la subjetividad nos propone “(…) superar su representación metafísica como
entidad intrapsíquica universal orientada a explicar el comportamiento humano y comprenderla como
sistema generador de sentidos subjetivos, capaz de producir alternativas de sentido frente a las
condiciones objetivas que enfrentan las personas en su desarrollo” (González Rey, 2011, p. 112). La

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subjetividad sería definida como “la forma de lo psíquico cuando pasa a ser definido desde la cultura,
a través de procesos de significación y de sentido subjetivo que se constituyen históricamente en los
distintos sistemas de actividad y comunidad humanas” (p.7).

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3-La cuestión de la Identidad

“Pues para ser uno hay que ser el otro de los otros, la pura confusión de la identidad, la memoria
que se olvida de sí delante del esplendor del mundo”

Carlos Skliar

Pensar la relación existente entre la categoría de subjetividad y otras propias de la psicología


como la Identidad, el Aparato Psíquico, la Personalidad, entre otras, requeriría un trabajo aparte. Se
planteará sobre esto que González Rey considera que la teoría de subjetividad se orienta al desarrollo
de una macroteoría de carácter teórico general, capaz de articular campos diversos de la psicología. Se
desprende de lo anterior la idea de lo necesario que resulta comprender (e investigar) cuáles son los
lugares que una teoría general de la subjetividad (en desarrollo) destinaría a las categorías mencionadas
inicialmente. De forma introductoria, se plantearán aquí algunas cuestiones referidas a la categoría de
la Identidad.

Puede pensarse que la Identidad es parte constitutiva de ese entramado más amplio que es la
subjetividad. Erickson (1971) la define como esa idea unificadora y totalizadora de la persona que se
conforma a partir de vínculos de integración espacial, temporal y social que generan en el sujeto
sentimientos de unidad, continuidad y mismidad. Si bien es cierto que la identidad se va redefiniendo
a lo largo de la vida, es en la adolescencia cuando se produce una ruptura del sentimiento de identidad
como probablemente no se vuelva a experimentar a lo largo de la vida. La identidad infantil entra en
crisis, siendo esta crisis un momento del desarrollo necesario para la constitución de una identidad
adulta.

Edelman y Kordon (en Mateu, 2000) definen a la identidad “como el conjunto de


representaciones y la valoración que un sujeto posee de si, que le generan un sentimiento de mismidad
y le permiten mantener en el tiempo la cohesión interna” (p. 56). González Rey (2011) la definirá como
“la producción de sentidos subjetivos asociados al sentimiento de congruencia y continuidad de
nuestras acciones” (p. 140).

La Identidad se logra a través del desarrollo de una multiplicidad de aspectos, entre los cuales
se pueden destacar:

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-Aspecto ideológico: hace referencia a un conjunto de valores, creencias y concepciones que


orientan a las personas y se transforman en una guía para la acción. Por ejemplo, un joven que
considera que la familia es el valor más importante otorgará muchos esfuerzos en buscar pareja,
conseguir un trabajo que le posibilite la obtención de bienes materiales para garantizar la supervivencia
del grupo familiar que pretende construir, etc. Otra joven puede considerar que es la militancia para
transformar algún aspecto de la realidad lo que motoriza su vida; así dedicará tiempo a la formación
política, al estudio, a la participación en asambleas, etc.

-Aspecto ocupacional: se refiere al conjunto de metas educacionales, ocupacionales y


vocacionales. Por ejemplo, un adolescente puede soñar con ser músico y poder vivir el día de mañana
de esa actividad. Entonces dedicará tiempo al estudio, a la escucha de sus músicos favoritos, al ensayo
con su banda y se capacitará para ingresar a la Faculta de música, etc.

-Aspecto Interpersonal: este aspecto refiere a los vínculos que establecemos con amig*s,
familia, parejas, etc. Aquí cobra particular importancia lo que se conoce como Identidad de Género,
así como la llamada Orientación Sexual.

Para dar cuenta tanto de la Identidad de Género, así como de la Orientación sexual presentaré
algunas precisiones teóricas.

El género es una construcción social, por tanto, arbitraria, respecto a lo que debe ser femenino
o masculino. Es decir, las características que la cultura adjudica a hombres y mujeres. Son todas
aquellas peculiaridades que la sociedad humana ha atribuido a uno y otro sexo, a los roles esperados
de varones y mujeres, a las suposiciones acerca de la conducta y sentimientos que los diferencian.
Mientras el sexo (hembra, macho o intersex) tiene anclajes biológicos11, el género (masculino,
femenino, o no binario) tiene un carácter psicológico y social.

11
Por supuesto que aquí la distinción sexo/genero se utiliza a los fines de la simplificación de la transmisión didáctica,
sin desestimar con esto las profundas discusiones que hoy existen sobre la necesidad -o no- de esa distinción. La critica
a la teoría de la diferencia sexual, propuesta por Wittig en los años 70 y reactualizada hoy por Butler es sumamente
necesaria.
Hoy existen diferentes posiciones al respecto, incluso al interior de los feminismos. Se me ocurre pensar en la existencia
de un continuum en las posiciones teóricas existentes para definir al sexo. Desde las posiciones más biologicistas (que
lo entienden como algo inamovible y de lo que depende todo lo demás) a aquellas mas ligadas al posestructuralismo
(que lo entienden solo como construcción discursiva o efecto del lenguaje). Es interesante la definición de Alejandra
Ciriza: “Anclajes biológicos, pero también las distintas experiencias del cuerpo que la diferencia sexual tanto posibilita
como limita” (2007).
Para profundizar en estos debates se sugiere la lectura de Monique Wittig, Judith Butler, Blas Radi y Mauro Cabral,
entre otr*s.

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El género serían entonces las funciones, las actitudes y capacidades que culturalmente se les
atribuyen a las mujeres y a los hombres. Todo el conjunto de expectativas que la sociedad nos transmite
desde el momento del nacimiento, son aprendidas y elaboradas en cada un* de nosotr*s.

En esta sociedad existe un sistema de género que establece dos polos, uno femenino y uno
masculino, es decir, estereotipos de conducta esperables para un “hombre” y una “mujer”. Este sistema
de género se encuentra profundamente arraigado en nosotr*s, por eso tendemos a naturalizarlo y a no
percatarnos de que el mismo es una construcción social e histórica. A esta construcción social e
histórica podemos llamarla “binarismo de género”. Además de la lógica binaria que impregna nuestro
sistema, no se puede dejar de mencionar que ese binario tiene polos jerarquizados, en donde lo
masculino tiene mas valor que lo femenino. A este ordenamiento social se lo llama patriarcado. El
patriarcado es un sistema político. Celia Amorós (citada en Colectiva Feminista La Revuelta, 2016) lo
define como un pacto entre varones, interclasista, en el cual el poder se constituye como patrimonio
del genérico de los varones.

[…] implica que los varones tienen el poder en todas las instituciones importantes de la
sociedad y que se priva a las mujeres de acceder a él. No implica que las mujeres no
tengan ningún tipo de poder o que se las haya privado por completo de derechos,
influencias y recursos. Una de las tareas que supone un mayor desafío […] es rastrear
con precisión las diferentes formas y los modos en que aparece históricamente el
patriarcado, los giros y los cambios en su estructura y en sus funciones, y las
adaptaciones que realiza ante las presiones y las demandas femeninas. (Lerner, citada
en Morgade, 2012, p. 104)

De lo anterior se desprende que la distribución de roles, de papeles sociales entre varones y


mujeres es un hecho social, no desprendida naturalmente de la biología. Ahora bien, ¿cómo se
construye la Identidad de Género? ¿Cómo este ordenamiento social llega a ser parte del núcleo
identitario más íntimo de los sujetos? Para dar cuenta de este proceso me referiré a la Socialización de
Genero.

La socialización se refiere a todas y cada una de las instancias a través de las cuales un sujeto
humano integra e incorpora las consignas y determinaciones de la estructura social a la que pertenece.
Diversas son las instituciones (familia, escuela, instituciones laborales, justicia, medios de
comunicación, etc.) que contribuyen a transmitir, mantener y perpetuar valores, creencias, actitudes,
etc., estructurando así a los sujetos. Todas estas instituciones son las que sostienen y perpetuán los

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roles y estereotipos de género asignados a mujeres y hombres. Podemos decir entonces que la
socialización de género tiene por finalidad brindar información al sujeto para que se incluya en el orden
social como hombre o mujer. Desde antes del nacimiento la familia construye un sistema de
expectativas con respecto al niñ* que vendrá. Así desde el color de la ropa que se le compra al bebe
(rosa o celeste), hasta los juguetes (muñeca o autito) serán determinantes en su proceso de socialización
y de adquisición de roles masculinos o femeninos. El contexto familiar transmite el género de diversas
maneras: no sólo a través de lo que se dice, sino sobre todo a través de lo que se hace, es decir de los
roles representados por las figuras paterna/materna o sus representantes. Este complejo proceso se
profundiza con el ingreso del niño/a a las instituciones educativas formales, es decir, a la escuela. Allí,
se efectiviza un proceso de socialización que (generalmente) reforzará los roles de género (y de todo
tipo) adquiridos tempranamente en la familia.

Todo este complejo proceso de socialización, el mismo que estructura nuestra subjetividad y
nuestra vida psíquica en general, irá construyendo dinámicamente lo que denominamos Identidad de
Género. Es importante aclarar que, como se señaló antes, este proceso de socialización se realiza en el
contexto de sociedades patriarcales, por lo que ubicarse en el polo de “lo femenino” o en el de “lo
masculino” producirá efectos radicalmente diferentes en los sujetos.

La Identidad de Género es entonces la sensación que tiene cada un* de ser hombre o mujer,
o la sensación de no encajar en el masculino ni en el femenino (personas de género no binario). La
identidad de género podría expresarse diciendo: “me reconozco como perteneciente al grupo de las
mujeres o al grupo de los hombres”. La psicoanalista Emilce Dio Bleichmar definió a la identidad de
género como “el esquema ideoafectivo más primitivo, conciente e inconsciente, de la pertenencia a un
sexo u otro” (citado en Morgade, 2001, p. 26). Hoy podemos decir que existen múltiples identidades
genéricas; personas que se identifican como varón o mujer, y también personas que se identifican como
travestis, de género fluido, agénero, no binaries, entre otras identidades.

La identidad de género se construye desde muy temprana edad; la mayoría de l*s autor*s
coincide en que se da simultáneamente con la adquisición del lenguaje, cerca de los dos (2) años. A
medida que l*s pequeñ*s empiezan a hablar, ya muestran claros signos de que se identifican como
varón o como mujer; se miran en el espejo y dicen “yo nene” o “yo nena”. La entrada en la pubertad
implicará un fuerte movimiento emocional (que problematizaremos en la Unidad 2) y que posibilitará
una redefinición identitaria y de las elecciones objetales, esto es, de la llamada orientación sexual. Si
bien hay “núcleos duros” identitarios que se definen en los primeros años de vida, a lo largo de la vida
las personas pueden transformar muchos de esos aspectos que hacen a la identidad de género.

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La Ley Nacional 26.743 sostiene “se entiende por identidad de género a la vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos,
quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras
expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”

Por su parte, el Rol de Género es todo aquello que pone de manifiesto esta sensación subjetiva
de sentirse hombre, mujer o no binarie. Es decir, es todo lo que la persona hace y dice que indica (para
sí misma y para los demás) que es hombre, mujer o no binarie. Podemos decir que la Identidad de
Género es la experiencia privada del Rol de género y el Rol de género es la expresión pública de la
Identidad de género. Sin embargo, esos aspectos no siempre coinciden. Una persona puede
identificarse como mujer, y no necesariamente su expresión de genero ser “femenina”. Eso interpela
fuertemente el modo en el que nos vinculamos, y nos invita a preguntar a las personas con que
pronombre prefieren ser nombradas.

Por otro lado, la identidad de género puede o no coincidir con el género asignado al nacer
(asignación que mayormente se hace en función de la genitalidad).

Cuando la identidad de género no coincide con el género asignado al nacer, nos referimos a las
“identidades trans”. La categoría “trans” se aplica para designar al conjunto de identidades de las
personas que desarrollan, sienten y expresan una identidad de género diferente a la asignada al nacer.
Es una expresión genérica que engloba a travestis, transexuales, transgénero. Si bien "Trans" puede
querer decir desplazarse a otro lado, también representa a todo el abanico de personas que no se
identifican con el género que se les asignó al momento de nacer, por lo que no sólo existen mujeres y
hombres trans, sino también personas trans no binarias (aunque no todas las personas no binarias se
identifican con el termino trans).

Cuando el género sentido sí coincide con el asignado al nacer estamos en presencia de lo que
hoy llamamos “personas cisgénero”. “Cis, por cisgénero o cisexual, es un término acuñado en los años
noventa en el seno de la comunidad trans* para referirse a las personas que no son trans*” (Radi, 2019,
p. 37). La palabra cisgénero,

[…] no logró aceptación hasta el siglo XXI, pero pronto se difundió como sinónimo de
‘no transgénero’. El prefijo cis- significa ‘en el mismo lado de’ (es decir, lo opuesto a
trans-, que significa ‘al otro lado’). Su intención es la de indicar el privilegio

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normalmente tácito o asumido de no ser transgénero. La idea que esconde el término es


la de combatir la forma en la que los términos ‘mujer’ u ‘hombre’ denotan ‘mujer no
transgénero’ u ‘hombre no transgénero’ por defecto, a menos que la condición
transgénero o no binaria de la persona se nombre de forma explícita. […] El uso de la
terminología cis- se ha difundido entre personas, particularmente del entorno educativo
y universitario o relacionadas con el activismo de base, que se consideran aliadas de las
personas transgénero o que desean indicar su concientización en relación con los
privilegios a los que tienen acceso por ser binarios o no transgénero. Pero ni el propio
término cisgénero está libre de contradicciones o debilidades conceptuales. (Stryker, S.,
2017, pp. 41-42)

En el mismo sentido, Radi (2020) sostiene y agrega:

Este neologismo comenzó a ser utilizado por comunidades trans norteamericanas en los
años noventa (Enke, 2013; Aultman, 2014). Desde entonces fue adoptado
fundamentalmente por intelectuales trans […]. Este recurso interpretativo pone una
marca donde no la había, desafía el prejuicio de acuerdo con el cual las personas que no
son trans son “normales” o “naturales”, y evidencia que sus perspectivas son tan
situadas y parciales como cualquier otra (Koyama, 2002; Cabral, 2009ª, Aultman, 2014;
Cava, 2016; Radi, 2019). Como clave de lectura, en su dimensión crítica, pone de
manifiesto las limitaciones de la “perspectiva de género”, cuya “absoluta dependencia
ontológica respecto de la diferencia sexual produce un inmediato y persistente efecto
óptico: dicha perspectiva solo ‘ve’ mujeres y hombres cis (Cabral, 2006: s/n). (p. 25).

Lo anterior invita a reflexionar sobre lo que se ha llamado cisexismo. Al respecto, Cabral (2014)
sostiene:

Sin importar que tan reales o ficticias sean las categorías de hombre y mujer, nadie duda
de que vivimos en una cultura donde ser identificado como hombre implica privilegios
que no comporta ser identificada como mujer. Lo mismo, exactamente lo mismo, pasa
con el cisexismo: sin importar quien seas o como te identifiques, vivimos en una cultura
en la que ser o parecer trans tiene consecuencias materiales y simbólicas concretas:
Sobre todo, una: valer menos que las personas cis, es decir, de aquellas que no son trans.
(par.3)

De modo que el cisexismo puede definirse como:

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[…] la creencia, muchas veces no explicita y hasta inconciente, de que las personas que
no son trans, las personas cis, son más importantes, más auténticas que las personas
trans y, por lo tanto, sus problemas son más urgentes. El cisexismo se ve reflejado en
las estructuras sociales: lo vimos con relación a los programas impulsados por el Estado
en materia de violencia de género e igualdad de oportunidades, podemos localizarlo en
el funcionamiento de la academia, está presente en la gramática que utilizamos, lo
vemos incluso en la organización de los propios movimientos de la diversidad […].
Fíjense que el cisexismo está funcionando aun cuando hablamos de discriminación
hacia las personas trans, o cuando pretendemos utilizar términos universales, hablamos
de misoginia y de homofobia o heteronorma, o sea, de una aversión hacia las mujeres y
hacia gays y lesbianas. (Radi, 2014, p. 4)

Por último, es importante definir la Orientación Sexual; es hacia donde se dirige el deseo
sexual y el afecto; hacia donde dirigimos nuestra atracción sexual, física y/o afectiva. Es decir, se
puede ser heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual. La heterosexualidad, la homosexualidad o
cualquier tipo de orientación sexual no son “elecciones”, en el sentido tradicional del término. Es decir,
las personas no decidimos ser homosexuales o heterosexuales, simplemente es algo que (construido
desde las más tempranas relaciones afectivas con otros/as) sentimos. Además de esas construcciones
-que se vinculan con los vínculos primarios- es importante decir que la heterosexualidad es un régimen
político (Wittig, sin fecha) de modo que, como régimen de poder, construye las subjetividades para
que las mismas sean heterosexuales.

Reflexionar alrededor de los nexos existentes entre las categorías conceptuales abordadas
anteriormente, así como develar qué formas de subjetivación producen los escenarios en los que
transcurren las vidas de los sujetos en la actualidad y qué prácticas subjetivas posibilitan las
transformaciones de esos escenarios y de los sujetos involucrados, se torna una tarea de primer
orden para pensar cualquier intervención de tipo psico-socio-educativa.

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