You are on page 1of 26
COMO HACER COSAS CON LOS TEXTOS M. H. Abrams. (Universidad de Cornell) La Era del Criticismo, la cual tiene su apogeo en la mitad de este siglo, ha ce- dido su puesto a la Era de la Lectura y, mientras los nuevos criticos america Nos v los formalistas europeos de la Era del Criticismo descubrieron la obra-co mo-tal, los tedricos literarios actuales han descubierto al lector-como-tal Este lector, como cualquiera que se ha mantenido aun sdlo en ligero contac- to con las dltimas creaciones de Paris, no es el hombre que sol/a ser. Es un fantasma de su antiguo ser despojado de todo lo humano, como parte de una deshumanizaci6n sistematica de todos los aspectos de la perspectiva tradicio- nal acerca de como cobra vida una obra literaria, qué es, como se lee, y qué significa. A modo de comparacién describiré los rasgos notorios y persistentes de los modelos tradicionales y humanisticos de los escritores y lectores de literatura, El escritor es concebido, segin Wordsworth, “como un hombre que habla a otro". En otras palabras, la literatura es una operacién estable- cida entre un autor humano y su lector humano. Por su dominio de las posi- bilidades lingiifsticas y literarias, el autor actualiza y registra con palabras !o que intenta expresar de los sentimientos de las acciones humanas, asi 59 como de los asuntos de interés humano dirigiéndose a aquellos lectores que son capaces de entender lo que ha escrito. El lector comprende lo que el autor concibié y expresé, continuamente introducido en el juego de la ex- periencia lingufstica y literaria que comparte con el autor. Al aproximarse a lo que el autor intenté expresar, el lector entiende lo que significa el len- guaje de la obra. En nuestra era de la Lectura, la primera contingencia en esta operacion literaria ha sido el autor. Para el lector incipiente, es contuso observar la complacencia con la que los autores de libros.y ensayos recientes anuncian su propia muerte, “Se acerca el tiempo”, dice Michel Foucault, “en que el criticismo y la filosoffa admitan la desaparici6n o muerte del autor”. “Como institucién’”, segun Roland Barthes, “el autor ha muerto: su status civil, su persona biogrdfica, ha desaparecido”. La necrologia se extiende al lector humano y realmente al hombre mismo, que es reducido a una ilusién engen- drada por el juego linguistico,o como Foucault declara, a “un simple doblez de nuestro conocimiento”, destinado a "‘desaparecer tan pronto como el co- nocimiento haya construido una nueva forma’. Por lo tanto, en estos nue- vos escritos acerca de la lectura, el autor se liquida en la escritura-como-tal y el lector en la lectura-como-tal, y lo que la escritura-como-tal efectia y la lectura-como-tal ocupa no es una obra literaria sino un texto, un escrito, écriture. En su giro, el texto pierde el derecho a su status como expresion Cuyo propésito son los sentimientos y asuntos humanos y su individualidad llega a ser simplemente un episodio de un todo —textualidad cercada— dis- perso, como Edward Said advirtié, en “el mar comun de la ciudad-lengua”. En consecuencia, las relaciones entre los autores que tradicionalmente se han conocido como “influencia” se despersonalizan en la “intertextualidad”, una repercusién entre secuencias de signos sin duefio. Se podria esperar que, despojada de su humanidad, ta lectura-como-tal Megaria a ser una accién reciproca de abstracciones muertas. Y es absoluta- mente lo contrario. Descubrimos en el criticismo estructuralista francés y su andlogo americano que la lectura es una peligrosa aventura —no de un alma entre obras maestras, sino de un inanimado Proceso de lectura como el uti- lizado con el texto-como-tal. Este encuentro inhumano ha figurado conti- nuamente en una retérica del rigor, tenso ante la mera conciencia de riesgo y crisis; angustiado por las dudas acerca de sus muchas posibilidades; topéndose Por todas partes, en la “action du significant’. con la violencia, la separacion, la castracién, las desapariciones misteriosas, el asesinato, la autodestruccién; 60 0 tan agobiado por el vertigo a medida que se desvanece el piso y se abando- na suspendido sobre un abismo de significados recesivos en un vacio referen- cial, En este contexto gético de los horrores de la lectura, es un consuelo Ile- gar a Ef placer del texto de Roland Barthes, con su aparente promesa para revivir la nociGn, tan vieja como Arist6teles y Horacio, de que la finalidad distintiva de la obra literaria esta en dar placer a sus lectores, Pero, entonces, encontramos en el estudio de Barthes que el placer no es un manejo artificial de agentes, interacciones y pasiones humanas expresados por el texto, sino el compromiso con el texto-como-tal, y que Barthes adapta los conceptos tradicionales a conocedores comunes de la textualidad por una presuncién apresurada, sostenida por ambigiiedades, en las que el placer textual es seme- jante al placer sexual; la primera distincién esté entre el mero plaisir efectua- do por un texto cémodamente tradicional y la embriaguez orgdsmica, fouissance, en el encuentro inmediato con un texto radicalmente “moderno” el cual, por frustrar las expectativas del lector, “condujo hacia una crisis sus relaciones con el lenguaje”. Parece seguro predecir que el inocente lector, seducido por lo erdtico del texto de Barthes, que se compromete con una nouveau roman, esté expuesto a una desilusién. Mi preocupacién, sin embargo, se orienta a la estrategia y las técticas ret6ricas del criticismo estructuralista, s6lo como un antecedente para consi- derar @ tres escritores que proponen nuevas formas de lectura. EI primero, Jacques Derrida, es un filésofo francés renombrado entre los criticos lite- rarios americanos; al presionar ex tremadamente las tendencias del estructura- lismo, Derrida propone un modelo de lectura que trasmine no sélo el funda- mento del estructuralismo mismo sino también la posibilidad de entender el lenguaje como un medio de determinar significados. Los otros dos, Stanley Fish y Harold Bloom, son americanos que oponen sus teorias de la lectura a lo que condenan como antihumanismo en los procedimientos estructuralis- tas, Los tres son eruditos, formidables, e influyentes innovadores que cimen- tan sus estrategias de lectura en un aspecto abandonado del texto mismo. Estos tedricos difieren, lo veremos, en aspectos esenciales, pero convergen @n puntos importantes que son caracteristicos de los actuales radicalismos en la interpretacién. Para ellos, la teorfa no intenta simplemente explicar cémo leemos en realidad, sino difundir una nueva forma de lectura que destruya interpretaciones aceptadas y las reemplace con alternativas ines- peradas. Cada teoria se sucede en un escepticismo radical con respecto a nuestra habilidad para realizar una interpretacién correcta, proponiendo, en su lugar, que la lectura debe liberarse de ilusorios constrefiimientos lin- 61 gii/sticos para llegar a ser libertaria, creativa, productora de significados ya creados, més que descubiertos. Y las tres teorias son suicidas; porque el terico estd consciente, sus perspectivas son autorreflexivas, de que su pro- ceso subversivo destruye la posibilidad de que el lector pueda interpretar correctamente o la expresién de su teoria o las interpretaciones textuales a las cuales se aplica, Cabe sefialar que esta Nueva-Lectura —por la cual designo un procedi- miento escrupuloso para reemplazar significados normales por nuevos sig- nificados— no estd sugerida mediante recursos novedosos, sino que tiene sus precedentes en la hermenéutica occidental. Semejante procedimiento lo encontramos cuando, por ejemplo, en la antigiedad griega y romana se intent6 revelar la verdad profunda oculta en los mitos y ficciones de Home- fo, y moralizar los inmorales cuentos de Ovidio; lo encontramos también en las reinterpretaciones del Viejo Testamento hechas por escritores del Nuevo Testamento, lo mismo que las elaboradas por cabalistas jud fos; encon- tramos un procedimiento similar en exégetas medievales y posteriores a ellos de muchos significados alegéricos de diferentes categor/as en la totali- dad del canon b/blico. Estas viejas actividades reinterpretativas, por muy diversas que sean, manifiestan tres momentos o aspectos del procedimien- to El intérprete indica que entiende lo normal, o acepta los significa- dos de un texto o pasaje (llamados por los exégetas biblicos “el significado literal’). Reemplaza, 0 por lo menos completa, estos significados normales Por significados nuevos. Media entre estos dos sistemas de significacién para establecer un cdlculo transformacional que sirva para convertir los vie- jos significados en sus significados nuevos. Podemos, pienso, distinguir un procedimiento paralelo en nuestros Nuevos-Lectores actuales. Por conside- far sus propuestas, contestaré las siguientes preguntas: Qué cosas intenta hacer el Nueva-Lector con los textos? {Qué recursos transformacionales maneja para hacer esas cosas? Y entonces, surge una pregunta general: {Qué hay acerca del uso de las funciones del lenguaje que habilitan al Nuevo-Lec- tor para llevar a cabo las cosas sorprendentes que hace con los textos? La ciencia de la nesciencia: Jacques Derrida. iCdémo se puede entrar en la teorfa de Jacques Derrida, e! mas evasivo, equivoco y asidua- mente reservado de los escritores filoséficos? Intentaré abrirme paso con una generalizacin violanta: como fildsofo del lenguaje, Derrida es un abso- Jutista sin absolutos. 62 Derrida propone que tanto el uso occidental del lenguaje como |a filoso- fia del lenguaje son “logocéntricos”; que lo son por ser esencialmente “fono- céntricos” (es decir, dan prioridad y privilegio al habla sobre ta escritura); y que de este modo el lenguaje es afectado explicita e implicitamente, por Jo que/ en una frase Heidegger lo llama “la metafisica de la presencia”, Por “presencia” —en términos alternativos, “significado trascendental”’ o “refe- tencia Ultima” —designa lo que llama un absoluto; es decir, un fundamen- to fuera del juego del lenguaje en si mismo, el cual estd presente inmediata- y simplemente para nosotros como algo Ultimo, terminal, autocertificado Ye por lo tanto, adecuado para “‘centrar’' la estructura del sistema lingii(stico y garantizar el significado determinado de una expresién dentro de! sistema, La proposicién de alguna forma de presencia es la expresién sugerida de un deseo —el cual es la motivaciGn anhelada de la metafisica— para establecer una sustitucién conceptual de la certeza acerca del lenguaje y el significado suministrado por el mito, en el Génesis, del lenguaje como originado y garan- tizado por la autoridad divina y, por esto, absoluto, o también por la pers- pectiva teoldgica de que el lenguaje es certificado por la omnipresencia del Verbo. En una interesante serie de lecturas de diversos textos, filoséficos y literatios, Derrida sutilmente descubre la presuposicién de que hay un fun- damento absoluto del lenguaje, y muestra las paradojas internas y auto- contradicciones que son concomitantes a tal presuposicidn. La busqueda de la presencia, entonces, esta sentenciada al fracaso, si lo que se supuso abso- luto es la presencia de su significado en la consciencia del hablante en el instante de su expresién; o las esencias platénicas que suscriben las signifi- caciones de los nombres verbales; 0 una referencia, fija y simple, “la cosa en si misma”, en el mundo “fuera del lenguaje”; o el “'Ser" de Heidegger segin la razén dltima de significacién y comprensién. Pero habiendo desar- ticulado en su lectura critica de textos el absoluto tradicional, Derrida con- tinua entregado al absolutismo; debido a que comparte la presuposicién de la perspectivas de-construye lo que es definitivamente comprensible, el len- guaje necesita un fundamento absoluto, y por tanto, sin esta raz6n, no hay obstdculo para el juego de los significados no-determinables: “La ausencia de un significado trascendental extiende el dominio y el juego de la signifi- cacién al infinito."” En este aspecto de sus relaciones con el lenguaje, los escritos de Derrida presentan variaciones sobre un tema nietzscheano: el Absoluto, aunque necesario, esté muerto, por !o tanto se permite la libertad. Debe observarse, sin embargo, que la filosofia del lenguaje ofrece una alternativa a la suposicién de que el lenguaje necesita un fundamento absoluto 63 para ser definitivamente intencionado. Esa alternativa, expuesta desde la ob- servacién que ofrecen las palabras en el lenguaje prdctico, se recibe como tarea concluida. Vivimos una vida en la cual tenemos la seguridad de que so- mos capaces de pensar 10 que decimos y sabemos lo que pensamos, en la que nuestros oyentes o lectores nos muestran por sus respuestas verbales o de accién si nos han entendido correctamente o no. Esta posicién alternativa tiene la tarea no slo de explicar cmo suceden, y en caso de fracaso, pregun- tar qué las ha hecho fallar. Un destacado y reciente ejemplo de esta posicién es el libro dnvestigaciones filosdficas de Ludwig Wittgenstein. Hay similitu- des entre la perspectiva del lenguaje de Wittgenstein y la de Derrida, en los aspectos criticos de la lectura de textos filos6ficos de éste. Como Derrida, por ejemplo, Wittgenstein insiste en que no es posible usar el lenguaje para salir fuera de “los limites del lenguaje”; sostiene que el concepto de que el lengua- je representa directamente la realidad es simplemente “una pintura que nos mantiene cautivos”, rechaza la explicacién del significado de una expresion en términos de los objetos o procesos a los cuales refieren las palabras, 0 co- mo equivalente del estado consciente del hablante en la expresidn; y, a su manera, también de-construye los absolutos tradicionales, o “esencias” de la metafisica occidental. También rechaza, por indtil, la-averiguacién de un fundamento Ultimo del lenguaje. Filosdficamente, dice, ‘puedo al fin y al cabo describir” el “uso actual del lenguaje”, no obstante “no puedo darle ningin fundamento”; en las razones dadas para el funcionamiento del len- guaje, “la espada vira” antes de que alcancemos una raz6n Ultima. Pero la Posicidn de Wittgenstein es que el lenguaje es “una prdctica” que se encuen- tra como parte de una “forma de vida” comprometida, y que esta préctica funciona; asi lo declara, en “este juego es jugado”’. Sus /nvestigaciones pre- tenden que reconozcamos cudndo el lenguaje funciona y cudndo no +‘cudn- do el lenguaje es igual a una maquina ociosa, no cudndo estd trabajando”’— esto nos induce a entender cémo ocurrié el resbalamiento. Por supuesto, Derrida admite que el lenguaje trabaja; o como lo expresa, “funciona” que practicamos constantemente lo que consideramos que son buenos actos de habla y ejemplos satisfactorios de comunicacién oral, y que Un texto escrito es legible, es decir, nos representa signiticados especificos. Pero considera que este trabajo no es tan grande como “los efectos de |a idea- lidad, de la significacin, del sentido y de la referencia” —efectos que son engendrados por el juego de diferencias dentro del lenguaje mismo; entonces, procedea “deconstruir estos efectos de compromiso para mostrar que, puesto que necesitan una raz6n presente, su especificidad de significados 64 es solo una simulacién. El procedimiento de Derrida puede ser resumido co- mo sigue: primero consiente que el lenguaje trabaja; luego pregunta: “Pero, ces posible que realmente trabaje?", para concluir que, por carecer de una razén fundamental, es absolutamente imposible que trabaje, por lo tanto, su. trabajo es s6lo una apariencia —que, en resumidas cuentas, aunque los textos puedan ser legibles, no son inteligibles o determinantemente significativos. De cada uno de los términos y distinciones tradicionales usados para ana- lizar el trabajo del lenguaje —términos como “comunicacién”, “contexto”, “imencién", “significado, y oposiciones como hablar-escribir, literal-meta- férico, no ficcional-ficcional—Derrida exige no sdlo que sean razonados en presencia absoluta, sino también que sean certificados por criterios de lo que llama “pureza ideal” y “rigor fundamental” si han sido usados y conve- nidos determinantemente. Por ejemplo, con el objeto de comunicar “un conte- nido determinado”, ‘un significado identificable”’, cada una de estas palabras debe significar un concepto “que sea Unico, univoco, rigurosamente controla- ble” y sus condiciones contextuales de uso deben ser “absolutamente deter- minadas” y “enteramente ciertas’’, mientras la expresidn de un determinado acto de habla debe ser restringido a “‘la pura singularidad del evento”, Por supuesto, tales palabras analiticas no pueden satisfacer los criterios de fijeza, pureza y singularidad absolutas, como no puede hacerlo ninguna palabra; Puesto que es una condicién esencial de! lenguaje que una sarie finita de pala- bras, manipulable de acuerdo con una serie finita de regularidades, sea capaz de generar una serie ilimitada de expresiones adaptables a una diversidad ili- mitada de circunstancias, propésitos y aplicaciones. Pero los principios todo- o-nada de Derrida no admiten alternativa: al fallar sus intentos para encontrar criterios absolutos que el lenguaje no puede satisfacer sin cesar de hacer su trabajo, todas las expresiones habladas o escritas, aunque puedan'dar el “efec- to” de significado determinado, son deconstruidas dentro de la indetermina- cién seméntica. Derrida describe su “estrategia general de deconstruccién” como un mo- delo de “doble escritura’, primero “invierte’ la jerarquia de los términos. en las normales oposiciones filos6ficas como hablar-escribir, significante-signiti” cado; entonces “desplaza” lo que era el término més bajo de la jerarquéa (0 una forma derivada de él) “fuera de las oposiciones en las cuales estuviera encerrado”. El paso posterior genera, en lugar del término normal usado para analizar los trabajos del lenguaje, una serie de términos nuevos los cuales, di- 65 ce, no son ni palabras ni conceptos, ni significante, ni significado. No obstan- te, estos pseudotérminos inventados, aunque desplazados de sus lugares den- tro del sistema lingifstico, son capaces de producir “efectos conceptuales”, y esos efectos operan en dos dimensiones. Por un lado explican realmente que los textos son “legible”, producen los efectos de significados aparentemente determinados. Por el otro, sirven como lo que he llamado una serie/de trans- formaciones, los que Derrida emplea para “diseminar’’ estos efectos dentro de sus alternativas deconstructivas. El transformador principal es différance —el término clave de Saussure, “diferencia”, vuelto a surgir y vuelto a escribir con una “a” que produce “distincién” y “dilatacién’’. En un aspecto de su funcionamiento, las “di- ferencias” entre los signos y entre las condiciones de su uso explican como generan sus significaciones aparentemente especificas; en su aspecto decons- tructivo, apunta que, como estas significaciones nunca pueden quedarse en una presencia absoluta, su especificacidn es diferida de signo sustituto a signo sustituto en un movimiento sin fin. Iqualmente con las otras no-palabras sin. valor con las que Derrida reemplaza términos normales de comunicacién en el lenguaje; en lugar de expresién hablada o texto escrito, el ‘texto general” © “protoescritura’’; en lugar de la palabra, “marca” o “grafema’’; en lugar de significacién, “'diseminacién” o un gran nGmero de otros “‘apodos’’ que De- frida acuiia mafiosamente, o adapta a partir del uso comGn para su equivoco propésito. En su doble funcién todas explican la legibilidad del texto a la vez que “abren” la aparente clausura del texto “en abyme”, dentro del abismo de un regreso sin fin del significado siempre-prometido, nunca-cum- plido, Derrida enfatiza que deconstruir no es destruir, que su tarea es “desman- telar las estructuras metafisicas y retéricas” operativas en un texto ‘'no para rechazarlas o descartarlas, sino para reorganizarlas de otra manera’; que po- ne en duda el problema de la “investigacién del significado no para anularlo, sino para comprenderlo dentro de un sistema para el que tal lectura es confu- sa’. De hecho puede llamérsele, en principio, un traidor del lenguaje, que tra- baja hipécritamente con dos érdenes seménticos —el normal y el deconstrui- do-Escribe ensayos y libros, y acude a simposio y debates, que proponen su estrategia deconstructiva, y la ejemplifica deconstruyendo los textos de otros escritores. En esta deconstruccién del lenguaje logocéntrico asume la postura de que este lenguaje funciona, que puede entender adecuadamente lo que otros hablantes y escritores quieren decir, y que oyentes y lectores compe- tentes lo entenderén correctamente. En este doble proceso de construir para deconstruir forzosamente adopta palabras del sistema logocéntrico; pera nos explica que lo hace asi slo “provisionalmente”’, 0 sous rature, “bajo tacha- dura”. A veces nos recuerda este penetrante procedimiento mediante la es- critura de una palabra clave tachéndola, dejéndola “legible” pero “borrada” -un ingenioso doble expresarse, adaptado de Heidegger, que le permite co- merse sus palabras pero también usarlas. EI doble juego de Derrida con los textos !o comprende todo, puesto que esté consciente de que su lectura deconstructiva es autorreflexiva; que aunque “exorbitante’” en intencién, no puede en realidad escapar a la drbita del siste- ma lingiifstico que deconstruye. “Al operar necesariamente desde dentro”, como dice, “la actividad de deconstruccidn en cierta manera, siempre es presa de su propio trabajo”. Las no-palabras que sirven como sus instrumentos de deconstruccién no sélo se toman prestadas del lenguaje, sino que vuelven a entrar en el lenguaje en el proceso de su “repeticién” (en el dole sentido ae “repetirse” de Derrida y, por lo tanto, “otra” cosa distinta en absoluto de la idéntica a si misma)’ Y la lectura deconstructiva que esos instrumentos efec- tuan, es una “produccién’ pero “‘no abandona el texto... Y lo que llamamos produccién es necesariamente un texto, el sistema de una escritura y una lectura que sabemos esté ordenada por su propio punto ciego". Por lo tanto, como son puestos a trabajar en un texto, los instrumentos deconstructivos se deconstruyen a sf mismos, lo mismo que la interpretacién deconstructiva del texto original que Derrida, como deconstructor, no tiene opcién excepto para redactar nuevamente como otro texto deconstructible. Como Gayatri Spivak, traductor de Derrida ha dicho, su Iéxico critico “estd siempre en movimiento”. En el esfuerzo conscientemente vano por des- cubrir un punto fuera del sistema logocéntrico en el cual pueda instalar su instrumental deconstructivo, salta de un neologismo a otro, a medida que cada uno se pierde en abyme, Su actividad deconstructiva por lo tanto es una operacién tirilla, un ejercicio deliberado de fundamental ineficacia, en un género de escritura que se ha inventado por sf solo —la verdadera filoso- fia del absurdo-Los pérrafos mas importantes e innovadores en Derrida son aquéllos en los cuales, superficialmente parece, en el mejor de los casos juguetén, y en el peor, embarazosamente astuto —pérrafos en que despliega bromas grotescas, palabras deformadas, etimologfas falsas, analogias genita- les y chistes sexuales; en los cuales dirige nuestra atencidn hacia las formas de literatura impresa, tretas jugadas sin fin con el nombre verdadero de 67 Derrida y con su firma; o introduce textos incongruentes, salvajemente mal adaptados. En tales pdrrafos —que llegan a tener la dimensidn de un No-libro en su Glas— Derrida es el maestro zen de la filosofia occidental, encargado de sacarnos de nuestras categor/as lingi/sticas habituales con el objeto de mos- trar lo que no puede ser explicado sin la feapropiacion de esas categorias: que es experimentar un texto no como transmisor de significado sino Unica- mente como una cadena de sefiales vibrantes con la libertad y el juego ince- sante de la différance. Sin embargo, ocasionalmente Derrida se aventura a tratar de explicar lo que no puede ser explicado, es decir producir sus conceptos deconstruc- tivos, aunque “en /ntima relacién con el aparato cuya deconstruccién permi- ten”, no obstante “designar la grieta atin innombrable a través de la cual se pueda tener una cierta visién’’. Derrida profetiza que esta visién de un nuevo mundo apocaliptico seré afectada por la deconstruccién total de nuestro mundo lingifstico logocéntrico —“el ineluctable mundo del futuro que se proclama a si mismo actualmente, més alla del fin del conocimiento"’; por lo tanto, no puede ser descrito sino sdlo “proclamado, presentado, como una suerte de monstruosidad””. Para comprender la inclusividad del nuevo mundo asi proclamado, no debemos olvidar !o que Derrida llama “la proposicién axial”, en De la grama- tologfa, su obra tedrica basica: /7 n’ y a pas d“hors-texte, “no hay nada fuera- del-texto”’. Como todas las afirmaciones claves de Derrida, esta oracién es miltiple en significacién. En un aspecto, dice que no podemos salirnos del texto escrito que estamos leyendo —es una clausura en la cual tanto su autor aparente como la gente y los objetos a los cuales el texto parece referirse son tan slo “efectos engendrados por la accién interna de la différance”’. En otro aspecto, dice que no hay nada en el mundo que no sea en si mismo un texto, fuesto que nunca experimentamos una “cosa en sf misma”, “sino Unicamen- te en el momento en que es interpretada”’, Entonces, en esta interpretacion inclusiva, todo el mundo es un texto, y los hombres y las mujeres son pura- mente lectores —excepto cuando los lectores, segdn Derrida, como “sujetos”, “egos”, “cogitos’, sean ellos mismos efectos engendrados por una interpre- tacién; de tal manera que en el proceso de anular textos, anulemos nuestros propios textos. Parecer‘a que la visién apocaliptica es de un universu total- mente textual cuya lectura es un modelo de intertextualidad por el cual un sujeto-remolino se enfrenta con un objeto-abismo en regresiones infinitas de significaciones diferidas. Hacia el final desu ensayo “Estructura, signo y juego”, Derrida se csfuerza en el vano intento de poner nombres a “lo hasta ahora innombrable, que no puede anunciarse a si mismo excepto... bajo la forma menos formal, muda, infantil y espantosa, de monstruosidad’’. La anunciacién es de “un mundo de signos sin error, sin verdad, sin origen, que se ofrece a una interpretacin acti- va”, en la cual uno “juega sin seguridad” en un juego de “azar absoluto, entre- géndose uno mismo a la indeterminancia genética, la oportunidad seminal de la huella. Derrida sugiere que al menos intentemos vencer nuestra “milena- tia nostalgia de la seguridad, con su suefio irremediable de una raz6n absoluta en presencia total, el fundamento tranquilizador, el origen y el fin del juego” y, en cambio, asumir hacia esta profecia de deconstruccién triunfante la indi- ferencia de Ubermensch, "la afirmacién nietzscheana, la alegre afirmacién del libre juego del mundo”. Si uno no puede compartir la alegrfa, puede al menos reconocer el vértigo producido por la visién de Derrida, y sin embargo tran- quilizarse en cierta manera con la idea de que, incluso en un signo-mundo de indeterminancia absoluta, quizé deberd ser posible todavia lograr el “‘efec- to” de distinguir un halcén de un serrucho?. 0 el “efecto”, si se presentara el caso, de identificar y Prevenir a un compafiero contra un autobiis.> Leer entre lineas: Stanley Fish. Derrida observa que la “interpre tacién de la interpretacién” deconstructiva “intenta ir més allé del hombre y el humanismo”. Stanley Fish representa su teor‘a de la lectura como so- nora defensa contra “la deshumanizacin del significado” en el “formalis- mo” de la lingii(stica general y la estilistica, asi como en ta critica estructu- ralista, que eleva “‘el antihumanismo implicito de otras ideologias formalis- tas a la categoria de principio’. Tal teorfa “se singulariza por lo que supri me y lo que suprime son los sentimientos humanos”. EI propio Fish se com- promete a explicar el significado de la réferencia para “la actividad espec ifi- camente humana de la lectura’, proponiendo como su humanistico “punto de partida la actividad (experiencia) interpretativa’’ en virtud de la cual los significados se dan. Su modelo de interpretacién es el de un lector que con- fronta las sefiales de unas paginas Y genera significados mediante sus respues- tas aprendidas para ello. Se recordaré que en la perspectiva humanistica tradicional, hay un autor que registra lo que intenta significar, asf como un lector que trata de entender lo que el autor ha significado. En términos de su Paradigma, la rehumanizacion de la lectura de Fish sdlo es un semihumanismo, puesto que comienza por disminuir y termina por suprimir la parte jugada Por el autor, Veremos que en’ los escritos mas recientes de Fish, el lector Se convierte Unicamente en el engendrador no sdlo de los significados del tex- 69 to, sino también del autor como el productor intencional del texto significa- tivo. Fish difiere de otros Nuevos-Lectores sisteméticos en que, en lugar deex- poner una matriz de transformadores —una serie de términos revisionarios~ propone un “método” o “estrategia’’ que es, de hecho, una serie de pasos que el lector debe establecer en el proceso de construccién de un texto. Estos pasos son tales que tienden a producir significados siempre sorpren- dentes, y, frecuentemente, antitéticos a lo que hasta ahora hemos tomado como lo que significa un texto, Como clave de su método propone que mientras leemos sustituyamos la pregunta usual: —“iQué significa esta ora- cidn (0 palabra, frase, obra)?— por “la pregunta magica”, es decir: “iQué hace esta oracién?”, El resultado de esta pregunta magica, si los lectores la aplican persistentemente, es que “transforma los juicios”’. Sin embargo, en todas las exposiciones del método de Fish, “la clave”, como él mismo observa, “es, por supuesto, la experiencia’; y, lo que gejerce realmente la magia transformadora es su principal premisa, expresa e impli- cita: “La lectura es una experiencia’. Partiendo de la suposicién comin de que el término “experiencia” pueda predicarse de cualquier percepcién o proceso del cual se tiene conciencia, esta asercién parece autoevidente y bastante inocente; sin embargo, puede provocar dudosas consecuencias cuan- do se plantea como la premisa para sacar conclusiones filoséficas. Por ejem- plo, témese una de las fuentes oracionales preferidas por Fish para demos- trar su método de lectura, la “Conclusién” de The Renaissance de Welter Pater. En un pérrafo genial, Pater comienza por proponer, casualmente, que la percepcién de todos los “objetos externos” es una “experiencia”; Por consiguiente, disuelve la experiencia de cada objeto “en un grupo de impresiones”, a traslada a la “‘impresién del individuo en su aislamiento”, y la reduce a una simple impresién sagaz en un momento efimero, conser- vando huellas de “momentos pasados por alto”; afirma que para esto, “lo que es legitimo en nuestra vida se purifica a si mismo". A partir de la pre- misa de que todo lo que percibimos constituye nuestra experiencia, Pater Nos ha llevado a la conclusién de un solipsismo del engafio —que se puede con validez defender la realidad sélo por el propio sentido de un fugitivo “jAhora!”, El ejemplo deberfa prevenirnos sobre las consecuencias de la interpretacién que Fish deduce de su premisa de que la lectura es una expe- riencia, y que propone como su corolario inmediato —que “el significado de una expresidn... es la experiencia— completamente”. 70 Una conclusién que Fish deduce de esa pretensidn de que el significado es el todo de la experiencia del lector (toda la experiencia, como la califica, de un lector “competente” o “‘informado”’) es que, puesto que la “respuesta incluye todo” y es una “experiencia total del significado”, no se puede va- lidar la distincién tradicional entre el asunto de que se trata y el estilo, “proceso y producto (el cémo y el qué)’ en una expresidn. Otra conclusion relativa es que no se puede distinguir lo que se afirma, dentro de la totalidad de una oracién declarativa. Por ejemplo, extracta de la “Conclusidn”’ que Pater hace a The Renaissance: “Que el eterno perfil de la cara y miembros es solamente una imagen de nosotros”. En el andlisis estilistico normal, dice, éste es “una simple afirmacién de la forma X es Y". Posteriormente, analiza la experiencia de la lectura de la oracién de acuerdo con la pregunta “iQué hace?” y encuentra que “en realidad no es una afirmacién del todo, aunque (la promesa de) una afirmacién es uno de sus componentes, Es una experien- cia, sucede; hace algo.../y/ lo que hace es lo que significa’. Invertimos el método de la lectura de Fish a su propia escritura (no encuentro nada en el método para evitar que lo hagamos asi) y llegamos al interesante resultado de que su afirmacién acerca de la oracién de Pater —"En realidad no es una afirmacidn...” de hecho no es una afirmacion, sino Gnicamente un desarrollo de la experiencia efectuada por el lector. No obstante, quiero concentrarme en un aspecto importante de la estra- tegia de Fish, para transformar significados aceptados. Completa su ecuacién basica del significado con la respuesta total del lector para proponer un méto- do de empezar-detenerse-extrapolar en la lectura: Lo bdsico del método es una consideracién del tluir tenporal de la ex- periencia de la lectura... En una expresién de cualquier extension, hay un punto en el cual el lector ha comprendido sélo Ja primera palabra, y luego la segunda, y entonces /a tercera, etc., y el relato de lo que le sucedié al lector siempre es un relato de lo que ha sucedido hasta ese momento. (EI relato incluye el juego del lector referente a futuras ex- Periencias, pero no a estas experiencias). Lo que sucede en cada punto de partida, entonces, es que el lector com- prende la palabra o palabras que hasta ahi ha lefdo, en gran parte mediante {a suposicién de lo que vendrd después. En la secuencia del texto, estas supo- siciones pueden ser correctas, pero frecuentemente son equivocas; asi, “los errores resultantes son una parte de la experiencia proporcionada por el len- 71 guaje del autor y, por lo tanto, parte de su significado”. Asi, “la nocién de error desaparece, al menos como algo que ha de evitarse”. Y el momento en el que “el lector arriesga une conclusién interpretativa” es independiente de las “unidades formales” (como las frases 0 las cldusulas sintécticas) 0 “los rasgos fisicos” (como la puntuacidn o las Iineas del verso) en el texto escrito por el autor; el método en realidad crea lo que el lector toma como los rasgos formales del texto, “porque mi modelo exige (no estrictamente) conclusicnes perceptuales y, por lo tanto, las locaciones donde ocurran’’. Por ejemplo, al leer la oracidn del The Renaissance de Pater, Fish aventura algunas conclusio- nes perceptuales después de cada una de las cuatro palabras iniciales: “Aquel claro perfil perpetuo...” Es obvio que mediante la estrategia de empezar-detenerse-extrapolar de Fish, una gran parte del significado del texto consiste en las suposiciones falsas que el lector genera en el vacfo temporal entre las palabras; y resulta que esta parte constituye muchas de las nuevas lecturas de Fish. Para citar un ejemplo, Fish presenta un pasaje de tres lineas de Lycidas de Milton, que describe una consecuencia de la muerte de Lycidas: The willows and the hazel copses green Shall now no more be seen Fanning their joyous leaves to thy soft lays Los sauces y ef joven avellano ya no han de verse mas abanicarse con su alegre follaje ante tus tiernos cantos Aunque nos explica que es “meramente una coincidencia’ cuando una con- clusi6n perceptual coincide con una unidad formal o rasgo fisico como el fina) de una linea de verso, sucede en este caso que el proceso del lector de comprender “implicard la suposicidn (y por lo tanto la creacién) de una afir- macién completa después de a palabra ‘verse’ [ seen] hacia el final de la se- gunda I/nea; entonces propondré la interpretaci6n de que estos drboles, por compasién por la muerte de Lycidas,. “se marchitarén y morirdn [ will wither and die} (ya no serdn vistos por nadie © [will no more be seen by anyone),, Y aunque esta interpretacién seré desvirtuada “en el acto de leer la siguiente linea” —1a invierte al continuar diciendo que “en realidad serdn vistos, pero no serdn vistos por Lycidas’—, la falsa suposicidn sigue siendo del significado del texto, 72 Recuerdo una nueva lectura del Ultimo distico de Lycidas que William York Tindall, de Columbia, me propuso hace muchos afios. Tindall sugeria las siguientes conclusiones perceptuales (cito la primera edicién de 1637): At last he rose, and twitch’‘d. His mantle blew, Tomorrow to fresh Woods, an Pastures new. Por fin se eleva y cae. Su manto henchido. Mafiana el fresco bosque y la dehesa. Los que conocen a Bill Tindall se imaginan que no decia eso en serio. Con todo, de acuerdo con la estrategia de Fish, es el medio por el que un lector primero podria intentar su conclusién perceptual. La idea de que, atin des- pués de la siguiente correccidn, el malentendido permanezca como un elemen- to en el significado del poema es lo que me inquieta. A modo de experimento, he probado leer de acuerdo con el método de Fish. Con austera disciplina me las arreglé para leer palabra por palabra e imponer frecuentes conclusiones perceptuales, resistiendo la compulsién de suponer cémo las frases y las cldusulas funcionarian en la oracién total. Y, en lugar de aplazar juicios para no interpretar hasta que se completara la se- méantica Gestalt, utilice mi voluntad para escoger una sola de esas posibilida- des. El resultado fue verdaderamente una secuencia evolutiva de suposiciones falsas. No obstante, estableci que el lugar en el que me detenia raramente coincidia con la escala de Stanley Fish, y que mis falsas suposiciones rara vez congeniaban con las suyas en sorprendente grado de divergencia con las que realmente seguian en el texto. LA qué conclusidn llego? Una posible conjetu- ra es que ni el propio Fish ha resistido el impulso de presuponer que de he- cho muchas de sus novedosas lecturas no son prospectivas, sino retrospec- tivas; que en ejemplos especificos son el resultado de una predisposicidn a generar significados sorprendentes entre las palabras; y que en ejemplos de gran escala, cuando presenta una nueva lectura de una obra literaria total, son él resultado de una predisposicion para generar un sistema de significados sor- prendentes de una manera coherente. En sus escritos anteriores, a pesar de alqunos titubeos como el que subyace a su uso del término “método”, Fish representaba sus andlisis primariamente como una descripcién de lo que realmente hacen los lectores competentes; su propésito sencillamente era “‘lograr que la conciencia anal/tica aprovechara las estrategias que los lectores actualizan, independientemente de si estén cons- 73 cientes 0 no de haberlas practicado’’. A pesar de todo, en sus escritos teéri- cos més recientes, Fish nos invita a tomar su método no como “descriptive” sino como “prescriptivo”; su propdsito ahora es persuadirnos de dejar nues- tra lectura tradicional y, en cambio, “leer de una manera nueva o diferente”. Las actuales perspectivas de Fish son una forma extrema de relativismo me- todolégico, en la cual la eleccién de un método de lectura es, en princi- pio, “arbitraria”, y el método particular que el lector elige crea el texto y los significados que equivocadamente cree encontrar. “Las estrategias inter- pretativas” son procedimientos “no para leer (en el sentido convencional) sino para escribir textos, para constituir sus propiedades y atribuirles sus in- tenciones’’. “Las unidades formales” e incluso “los ‘hechos’ de gramética’’ son siempre una funcién de la voluntad interpretativa que adquirimos ; no estdn ‘en’ el texto. En efecto, resulta que no hay nada ni dentro ni fuera del texto excepto lo que la estrategia que elegimos genere; porque “todo el mun- do trata de efectuar continuamente estrategias interpretativas y. en ese acto, Constituir textos, intenciones, hablantes y autores”. Empezando por la premi- sa de que para un lector la experiencia total de un texto es el significado,.nos hemos sumergido en la vertiente metafisica llegando a la conclusin de que la estrategia opcional de cada lector, al determinar su experiencia correspon- diente, crea todo excepto los signos de la pagina, incluyendo al autor cuyos actos verba.es intencionales —hemos supuesto erréneamente— actualizan el texto como discurso intencionado. De esta posicién Fish extrae la consecuencia de que, puesto que todas las estrategias de lectura son autoconfirmables, no hay “lectura correcta” de ninguna parte del texto; solamente hay acuerdos entre los lectores que Pertenecen a una “comunidad interpretativa” que comparte la misma estra- tegia. Y con su agudeza usual, Fish reconoce que la estrategia de lectura que 1 mismo propone no es menos “arbitraria” en su adopcidn y, por lo tanto, no menos “ficticia” que las madas alternativos de Necture; su justificacién para Convencernos es que es “una ficcién superior”. Es superior porque es “més coherente” en la relacién de la préctica de sus Principios, y porque “es también creativa’. La insistencia en una “lectura correcta” y “el texto real” son las ficciones def formalismo, y como ficciones tienen la desventaja de limitar, Mi ficcién es liberadora. Me quita de la obligacién de estar en lo cierto (una norma que simplemente desaparece) -y solamente me exige ser interesante (una norma que puede encontrarse sin ninguna referen- 74 cia a una objetividad itusoria). En vez de restaurar y recobrar textos, me dedico a hacer textos y a enseiiaries 2 otros o a hacerios suméndolos @ su repertorio de estrategias, En estas afirmaciones Fish hace su propia prdactica critica, bastante impreci- sa. Muchas de sus densas lecturas de textos literarios provocan en sus lecto- res un choque de reconocimiento que es el indicio de que no son precisa~ mente interesantes, pero si acertadas. Con todo, en tales lecturas escapa de su propia teoria y lee como otros lectores competentes lo hacen, sdlo que mas analiticamente que muchos de ellos; su orientacién hacia el proceso actual de lectura le sirve, en estos ejemplos, para sensibilizarse ante ciertos matices, impresionado por la eleccidn y el orden de las palabras de! autor, que hasta ahora no hemos comprendido. Y aun cuando, en contormidad con su estrategia, Fish crea el sianificado leyendo entre lineas, las nuevas lecturas a menudo son interesantes, segiin dice. Son interesantes porque son atrevi- das performancias criticas nada menos que de una inteligencia culta, ingenio- sa y aguda, porque las nuevas lecturas nunca se desvian totalmente de la confianza impifcita del modo tradicional de leer textos. Por lo tanto, sigo dudando que el circulo hermenéutico sea ineludible, en la representacion de Fish, como un circulo vicioso —una estrecha interac- cién entre la estrategia arbitraria de un lector y sus descubrimientos interpre- tativos. Insisto en fa convicién de que un lector competente de Milton, por ejemplo, desarrolla una practica para leer sus oraciones en adecuada concor- dancia, tanto con el uso lingi/stico de Milton como con la estrategia de lectura que el propio Milton empleaba y consideraba que seria la misma que utiliza: rian sus lectores. Esta prdctica no es una estrategia arbitraria —aunque queda continuamente abierta a la correccién y el refinamiento— porque esté garanti- zada con la evidencia que acumulamos tdcitamente en el curso de nuestra vida al hablar, escribir y leer inglés, leer literatura inglesa o leer a los contempora- neos de Milton o al propio Milton. Quienes comparten esta conviccidn se po- nen a leer los textos de Milton, no como pretexto de una aventura creativa en libre interpretacion, sino para saber lo que Milton queria decir y quisa que supiéramos. Porque nuestra preocupacidn es que, por muy interesante que sea un texto producto de la critica de Milton, serd menos interesante que el texto que el propio Milton escribié para sus dignos aunque pocos lectores. La escena de Ia literatura: Harold Bloom. La teora de la lectura y la escritura literaria de Harold Bloom se centra en el area que Derrida y los 75 estructuralistas llaman “‘intertextualidad”. Bloom, sin embargo, emplea el término tradicional “influencia” y presenta su teoria en oposicién a “le total oscuridad antihumanistica de todos aquellos desarrollos en la critica europea que todavia tienen que demostrar que pueden ayudar a leer cualquier poema de cualquier poeta”. Afirma que “Los poemas estan escritos por hom- bres”; y contra “los partidarios de la escritura... como Derrida y Foucault quienes consideran... que por si mismo el lenguaje escribe el poema y pien: insiste en que solamente “los humanos escriben, los humanos piensan”. Entonces, a diferencia de Stanley Fish, Bloom rescata al escritor humano asi como al lector en un papel decisivo dentro de la produccién literaria. Pero si la teor‘a de Fish es un semihumanismo, la de Bloom es demasiado humana, puesto que oculta, tanto de la escritura como de la lectura de la “intensa’” literatura, todos los motivos excepto los que le conciernen y todos los remor- dimientos por dar rienda suelta a lo que uno pueda: +0! laberinto animado de la literatura estd edificado sobre la ruina de los impulsos més generosos en nosotros. Asi, aparentemente, es y debe ser -estébamos equivocados al haber fundado un humanismo directamente sobre /a literatura misma, y la frase “letras humanas” es un oximoron... La imaginacién fuerte llega a su penoso nacimiento a través del salvajis- mo y la falsedad. Como muchos cr/ticos recientes, Bloom propone una gran divisién en la his- toria de la literatura y la ubica en el siglo diecisiete; su innovacin esté en con- siderar esta divisién como el cambio desde la relativa indiferencia creativa de Homero, Dante o Shakespeare en “la gran era antes del diluvio” hasta la penetrante ansiedad de la influencia sufrida por todos, menos por unos cuan- tos poetas, desde la llustracién. Un poeta moderno y por lo tanto “tardio” despierta a su !lamada cuando irresistiblemente captura en uno 0 varios poe- Mas al precursor 0 poeta-padre, a pesar de sex experiencias que captuta tomo una tolerable incursién dentro de su espacio vital imaginativo. La respuesta del tard/o escritor es defenderse contra el poema original distorsionandolo drésticamente en el proceso de lectura; pero no puede escapar al precursor, puesto que inevitablemente incorpora su forma distorsionada a su propio intento de escribir un poema absolutamente original. La teor/a de Bloom, como sejialo, es una revisin de la erftica literaria que Freud llamé sarcésticamente “La novela familiar”. La relacidn del lector Y el poeta con su precursor original, como en la relacion ed{pica de Freud, es 76 ambivalente, compuesta de amor y odio; pero en las descripciones detalladas de lectura y escritura de Bloom, el amor entra sdlo para debiivtar el resultado del proceso, mientras el aspecto de odio, celos y temor se dan sélo para cum- plir un papel sistemético y creativo. Este papel ha de desplegar, con disimulo inconsciente, una serie de tacticas detensivas, “las razones revisionarias”’, que son realmente actos agresivos designados a “malformar” al precursor en el intento de separar su “prioridad” sobre el advenedizo, tanto en tiempo como en fuerza creativa. “Todo acto de lectura es... defensivo, y como defensa hace de la interpretacién un crimen necesario... Una mala lectura es por tanto un crimen.” Y puesto que “todo poema es una mala-interpretacién de un poe- ma original”, concluye que “el significado” de un poema solamente puede ser “otro poem 0 hay lecturas correctas,” la Unica alternativa estd entre “lecturas semi-correctas y lecturas incorrectas’. Una lectura semi-correcta intenta, aunque en vano, llegar a lo que un texto realmente significa en si mismo; es el producto de una timidez inhibidora o en el mejor de los casos un exceso de “‘generosidad’’ hacia el poeta-original. Una lectura es inco: frecta, y por esto creativa y valiosa, en proporcién a la audacia con la que las compulsiones emocionales del lector tuvieron el valor de violentar e! texto que se esfuerza por vencer. Algunas veces se ataca la teoria de Bloom en cuanto a su pretensién de que “toda la lectura es mala-lectura’, es incoherente, en raz6n de que no po- demos saber que un texto ha sido mal-leido a menos que sepamos lo que es leerlo correctamente, Este argumento examina un rasgo interesante de la teorfa de Bloom, es decir, su cuasikantiano marco de referencia, A veces los términos de Bloom casi corresponden a los de Kant para calificar, en sus mismos téminos, un “crimen’ deliberando su epistemologia. Los términos a los que recurre en casi cada pégina para discutir la mala-lectura son “nece- sidad”, “‘necesario", “‘necesariamente”, “debe ser’. Tales términos han de Considerarse seriamente; significan una necesidad @ priori. Es decir, en la teorfa de Bloom, las compulsivas razones revisionarias mediante las cuales experimentamos un poema corresponden, en la filosofia de Kant, a las formas cognoscitivas de espacio y tiempo, y a las categorias que la mente ineludiblemente impone en toda su experiencia del mundo. Consecuente- mente, el lector de Bloom slo puede conocer el poama tenomenal consti- tuido por sus propias categor as revisionarias; es imposible que escape de es tas categorias para conocer el noumenal Ding an sich, 0 10 que Bloom llama “el poema-en-si”’ 0 el “poema-como-tal”. 7 Pero la finalidad de Bloom, segin dice, no es simplemente proponer “una nueva poética”, sino establecer y convertirnos a “una nueva manera més completa de leer poemas”. El producto de esta nueva forma de leer es “un criticismo prdctico antitético, opuesto a todos los criticismos prima- rios ahora en boga”” Desistamos de la superflua actividad de esforzarnos por “entender” cual- quier poema como una entidad en si misma. Dediquémonos, en cambio, al problema de aprender a leer cualquier poema como su deliberada mala- interpretacién del poema, como un poeta de un poema precursor, o de la poesia en general. Por lo tanto, Bloom, como Derrida y Fish. propone una forma de leer un texto desplazando los significados que los ““lectores primerizos” o tradiciona- les han encontrado hasta ahora. Como las aplica en su lectura, las razones re- visionarias de Bloom, en efecto, funcionan como un inventario de transtor- madores para interpretar significados aceptados por significados nuevos, pre- senta la tabla de una pagina con sus transformadores a la que llama “E| mapa de-un-crimen”. Y es tal la maestria de estos inventos que no pueden fallar para efectuar los significados antitéticos de Bloom; como repite, “Asi debe ser En este andlisis estableci deliberadamente el papel que Bloom, en una frase de Blake, llama “el Interrogador Idiota”, cuya presencia, como un as- pecto de su propio pensamiento, Bloom reconoce pero reprime severamen- te (En el presente caso, “el Interrogador Idiota” puede ser interpretado co- mo un investigador impasible de los titulos en los procedimientos interpretati- vos de la critica). Al continuar el estudio noto que Bloom, en su tetralogia de libros sobre la teoria y practica del criticismo antitético, propone seis ra- zones revisionarias que lama “clinamen”, “tessera’’, “kenosis”’ y asi sucest- vamente. Contintia asimilando cada una de estas razones a una serie de Otros medios interpretativos —para un mecanismo de defensa freudiano; para un concepto de cabalistas hebreos; para uno de los tropos retéricos como sinécdoque, hipérbole, metéfora; para un tipo recurrente de imdégenes posti- cas;— Estos transformadores amalgamados no sélo no son suficientemente versdtiles como para establecer cada una de las nuevas lecturas de Bloom, sino tampoco suficientemente antitéticos como para convertir cualquier posible contraevidencia de una confirmacién de su propia lectura. 78 Tomemos, por ejemplo, los mecanismos de defensa freudianos —que Bloom fiama “‘las-analogias mas claras que he establecido de las razones revisionarias”— segin los aplica para interpretar cualquier poema como una versién distorsionada de un poema precursor. Si el poema tardio manifesta do hace resonar el poema original, lo considera como evidencia de la nueva lectura; aunque Bloom asegura, “sdlo los poemas débiles o los elementos mas débiles de poemas fuertes, inmediatamente hacen resonar los poemas precur- sores; 0 los elementos débiles de poemas fuertes, inmediatamente hacen reso- nar poemas precursores Oo directamente aluden a ellos”. Si el poema posterior no contiene tales “’recordatorias verbales”, eso también Cuenta, sobre la base del mecanismo de represién —la necesidad de influir del poeta tardio ha sido suficientemente fuerte como para reprimir toda referencia a su predecesor.- Y si el poema tardio difiere radicalmente de su precursor propuesto, eso cuen: ta aiin més decisivamente, segiin el mecanismo de “reaccidn-formacién” —la ansiedad del poeta era tan intensa como para desviar al precursor hacia su apariencia opuesta.— El poder del negativo de convertirse en un positive mas tuerte, se manifiesta frecuentemente en el criticismo aplicado de Bloom. Por ejemplo, el primer pdrrafo en verso de Tithonus de Tennyson se ha entendi- do tradicionalmente como la expresién del antiguo pero inmortal anhelo de muerte del protagonista. Bloom, sin embargo, to lee antitéticamente como una revision, 0 desviacién lejos de las afirmaciones naturalistas de Wordsworth y de Keats. Lo que esta ausente en estas |ineas iniciales es sencillamente toda la naturaleza; fo que esté presente es el mustio Tithonus. Conforme a la reaccién-formacién de Tennyson contra la postura de sus precursores, estas ifneas son una ironia retérica, negando lo que desean, la adivina cin de una reliquia poética en el poder. Tal vez asi sea; pero se observard que la reaccién transtormadora estatuye la critica antitética para hablar sin temor a la contradiccién, mientras el cuestionador queda desamparado en una posicién de no-ganador. La teorfa de Bloom, como las de otros Nuevos-Lectores, es autorreferen- cial, no exenta de sus propias interpretaciones a partir de la afirmacién de que todas las lecturas son malas-lecturas. En sus recientes libros sobre Yeats y Stevens, encontramos criticas brillantes que requieren de la aprobacién de un critico “primario”, como yo mismo. No obstante el alcance de estas lecturas, son incorrectas, en la medida en que violentan los textos a los que 79 se dirigen, en virtud de la necesidad del propio Bloom de tener autonomia y por la influencia que han ejercido en él sus precursores. Y en lugar de cual- quier posible criterio de correcci6n, tales lecturas pueden ser valiosas sdlo en la medida en que son “malas-lecturas creativas 0 interesantes’’. Por su fuerza, dice, tales tecturas provocarén que sus criticos posteriores reaccionen por sus. malas-lecturas defensivas, y asi se ubiquen en la acumulacién inacabable de malas lecturas de malas-lecturas que constituyen la historia, tanto de la poe- sfa como del criticismo, al menos a partir de la llustracién. Al mismo tiempo que confiesa que su teor‘a “puede pedir ser juzgada como prueba”, Bloom también insiste en que “una teorfa de la poesia debe pertenecer a la poesfa, debe ser poesia”, y presenta su obra como “una vision critica de un lector” conformada como “un riguroso poema”’. Dejaré mi papel de el Interrogador Idiota de los procedimientos indicativos de Bloom para leerlo de este modo alternativo, como un poeta-en-prosa que expresa una visién fundamental de la Escena de la Literatura. En esencia, ésta ha sido con- cebida tradicionalmente como una republica compuesta también, en términos de Wordsworth, de “el poder de la vida y el poder de la muerte”, cuya poéti- ca, como dice Shelley, “es el registro de los més felices y mejores momentos de los més felices y mejores pensamientos”. En la fria re-visién de Bloom, ta Escena de la Literatura se convierte en la arena de una salvaje guerra de Lebensraum emprendida por el poeta vivo contra el opresivo y siempre- presente poeta muerto —una guerra parricida en la que cada recién llegado, en su necesidad de ser autoengendrado y autosuficiente, se lanza con astucia inconsciente‘a mutilar, asesinar y devorar a su padre poético, Las primeras compulsiones del poeta son como las del Id freudiano, que exige nada menos que todo inmediatamente y no tiene ni remordimiento moral ni incompati- bilidad légica ni imposibilidad empirica que le permitan reconocer cualquier limitacién en sus satistacciones. Y el yo poético permanece para siempre ligado al estado edipico del desarrollo; porque Bloom niega explicitamente al Poeta, “como poeta”, el mecanismo freudiano de sublimacién que per- mite la sustitucidn, al satisfacer nuestros deseos primordiales, de los grandes Objetivos por pequefios, haciendo posible la evolucidn de la etapa infantil de total egoismo al maduro reconocimiento de la reciprocidad con los otros. La guerra en la cual cada poema es el campo de batalla es en ultima instancia indtil, no sdlo porque cada’ poeta se forma inevitablemente por los precurso- res sino también porque, de acuerdo con Bloom, su voluntad de prioridad so- bre sus precursores es, en la realidad psiquica profunda, una defensa contra el feconocimiento de su propia mortalidad humana. E! conflicto, ademas, esté 80 condenado a terminar en la muerte de la poesia misma; puesto que la gran cantidad de buenos poetas sacard tanto provecho del espacio vital, que incluso {a ilusién de originalidad creativa ya no seré posible. En ta propia retérica de Bloom, uno puede decir que su poema critico so- bre la poesia es una sinécdoque prolongada que expresa la parte por el todo. Mediante este recurso, y mediante su recurso subsidiario de hipérbole fuerte, Bloom nos obliga a enfrentarnos con los aspectos de la motivacién para escri- bir y mal-leer poemas —autoafirmatividad, codicia de poder y superioridad, malicia, envidia, venganza— que los criticos canénicos han ignorado por mu- cho tiempo. Si alguno de nosotros sucumbiera a la elocuencia oscura y poderosa de Bloom, la Escena de la Literatura nunca volveria a ser igual; es posible que semejante resultado sea lo méximo que cualquier lector obligado por su visién antitética quisiera alcanzar. Pero la parte no es el todo. Lo que la ventajosa visi6n de Bloom no toma en cuenta es la gran diversidad de motivos de la poética escrita y, en los productos de esa escritura, la abun- dancia de temas, cafacteres, géneros y estilos, y la dimensién de las pasiones expresadas y representadas, desde la brutalidad, el terror y la angustia, y, por qué no decirlo, hasta la jovialidad, la alegria y algunas veces la completa diversién. En suma, lo que la visién trégica de la escena literaria de Bloom sistematicamente omite es casi todo lo que hasta ahora, supuestamente, constituye el reino de la literatura, Ante las premisas criticas de Bloom, naturalmente estoy abierto a la ré- plica de que he mal-lefdo tanto su critica como nuestra herencia de textos literarios. Pero conociendo por experiencia ta genialidad de Bloom hacia sus propios criticos precursores, estoy seguro de-que atribuiria mi mala-lectura a una amable debilidad —a mi falacia, es decir, a mi benevolencia mal ubicada. Nueva-lectura o viejas normas. Conciuiré considerando brevemen- te mi tercera pregunta: iqué hace a un texto tan vulnerable a las diversas Cosas que los Nuevos-Lectores hacen con 6!? La razdn principal es que nuestro uso y comprensién del lenguaje no es una ciencia sino una practica. Es decir, que para nosotros “‘saber un lenguaje” no es cuestidn de saber qué o saber por qué, sino saber cémo, de haber adquirido una habilidad. Necemos en una comunidad de hablantes y escritores que ya la adquirieron y nosotros, 3 nuestra vez, la adquirimos mediante nuestra interrelacién con aquéllos, aprendiendo como decir lo que pensamos y como entender lo que otros dicen mediante un continuo proceso de autocorreccidn y refinamiento, basado en 81 lo que frecuentemente son indicaciones muy sutiles de cuando y en qué forma nos equivocamos. La practica exitosa del lenguaje depende de nuestro dominio de las uniformidades lingiifsticas que llamamos convenciones, normas 0 reglas. Las feglas lingiiisticas, sin embargo, difieren radicalmente de las reglas del ajedrez © de las del juego de naipes con las que frecuentemente se les compara. Las reglas que constituyen estos juegos estén estipuladas en un cédigo autorizado al que podemos referirnos cuando es necesario. El uso y comprensién del lenguaje, por otra parte, depende de técitas regularidades consensuales que son multiples y fluidas; a menos que sea a grosso modo, estas regularidades no estén codificadas y probablemente son incodificables. Por lo tanto en nuestra préctica no debemos confiar en las reglas sino en el tacto lingiiistica —un tacto que es el resultado emergente de toda nuestra experiencia previa en hablar, ofr, escribir y leer el lenguaje. Me parece que Stanley Fish estd en lo correcto en su pretensiOn de que Jos significados lingiisticos que encontramos en un texto son relativos a la estrategia interpretativa que empleamos, y que el acuerdo acerca de los significados depende de si se pertenece a una comunidad que comparte una estrategia interpretativa. Pero si no nos arriesgamos a crear significados sino a entender lo que significa la secuencia de oraciones en una obra literaria, en- tonces no nos queda més que leer de acuerdo con la estrategia lingisstica del autor, Somos capaces de hacerlo porque obviamente compartimos la seguridad de que los autores de textos literarios pertenecieron a la comuni- dad lingii/stica en 1a que nacimos y, asi, compartieron nuestra habilidad y las regularidades consensuales de las cuales aquélla depende, con algunas divergencias —de las que tenemos una serie de indicios— que son el resultado tanto del lento cambio de las regularidades comunales en el tiempo como de las limitadas innovaciones que el autor individual puede introducir. Cuando un Nuevo-Lector, partiendo de su estrategia interpretativa, afirma que un pasaje significa algo radicalmente diferente de lo que se ha supuesto, 0 que de plano no significa nada, carecemos de criterios codificados con los cuales podamos atacar la nueva interpretacidn; en el Gitimo andlisis, pudimos solamente apelar a nuestro tacto lingii’stico como Prueba de los acuerdos de los lectores que lo comparten, Pero tal apelacidn no le prueba nada a un lec: tor que ha decidido entrar al juego del lenguaje de acuerdo con sus regularida: des constitutivas; ni la aplicacién de nuestra Propia practica heredada es veri- 82 ficable por ninguna prueba fuera de su funcionamiento normalmente cohe- rente. Todo lo que podemos hacer es sefialar al Nuevo-Lector lo que ya sabe —que estd jugando un doble juego, que esté introduciendo su Propia estra- tegia interpretativa cuando lee algtin texto, pero que tacitamente esté conti- nado en las normas comunes cuando comunica los métodos y los resultados de sus interpretaciones a sus propios lectores. No podemos decir que las estrategias del Nuevo-Lector no funcionen, puesto que cada uno de esos modos de manejar los textos indudablemente funciona. Admitidas sus propias premisas y procedimientos de conversion, Derrida es capaz de deconstruir cualquier texto en una suspensidn de innu- merables significaciones indeterminables, Fish puede hacerlo como motivo de una aventura creativa en suposiciones falsas, y Bloom puede leerlo como una perversa distorsién de cualquier texto precursor elegido, Estas estrategias sustitutas en realidad tienen ventajas, lo que es ta causa principal de su sim- patia en los estudiantes de literatura. A pesar de haber mostrado que conti- nuamente puede descubrir nuevos significados, incluso en un texto clasico, nuestra estrategia heredada debe operar siempre bajo el apremio de regula- ridades comunes de uso. Por otra parte, cada nueva estrategia es un procedi- miento de descubrimiento que garantiza nuevos significados. Por to tanto proporciona nuevas sensaciones en la lectura de textos viejos y familiares -hasta que aprendamos al menos a anticipar fa clase limitada de nuevos significados que es capaz de generar; también facilita que cualquier persona critica diga cosas nuevas € interesantes acerca de una obra literaria que, mu: chas veces ha sido discutida~Pero compramos esta ventaja al costo y es en Ultima instancia la elecciOn entre una Nueva-Lectura radical y el viejo modo de leer, una cuestién de costo cultural. Ganamos una novedad garantizada de las que hacen que cualquier texto se convierta en algo importante a inte: feses y asuntos de actualidad. Lo que perdemos es el acceso a la variedad inagotable de la literatura como textos determinantemente intencionados por, para y acerca de seres humanos, asi como el acceso a las cosas esclarece- doras que han sido escritas acerca de tales textos por los humanistas y cri- ticos que fueron nuestros precursores, desde Aristoteles hasta Lionel Trilling. Tr. Nadia Medina Muro 83 NOTAS Vegitference” and “deferment”, en el original. N.T. 2 howk from a handsaw, en et original .N.T 3 against an onrushing autobus, en el original. N.T. Notas: Este articulo aparecié en Partisan Review, 46.4 (1979); pp. 566-588. Traducido Y Publicado con el permiso det autor. : Las citas de las obras que no han sido nombradas provienen de las siguientes fuentes: Michel Foucault: Les Mots et les choses 1966)/Hay taduccidn al espafol en Siglo XXI, México, 1968/; “What is an Author?” Partisan Review (1975). Edward Said: “Abecedarium culturse: structuralism, absence, writing,”” Tri-Quarterly (1971). Jacques Dertida; De la gremmatologie (1967) /Hay traduccién al espaol en Siglo XX!, México, 1971/; La Structure le signe et le jeu dans fe discours des sciences humaines,en L'Ecriture ot la différence (1967); “Positions”, Partes 1y II, Diacrities, Invierno 1971 y Primavera 1973; “Différance’’, en Speech and Phenomena and Other Essays on Husser!’s Theory of Signs, trod. David B. Allison (1973); “White Mythology: Metaphor in the Text of Philosophy”, New Literary History, VI (1974); "Signature Event Context”, Glyph, | (1977); ted Inc abe...”", Glyph, II (1978). Stanley Fish: “Literature in the Reader: Affective Stylistics” (1970), incluida en Self-Consuming Artifects (1972); ‘What |s Stylistics and Why Are They Saying Such Terrible Things about It?" Approaches to Pootics, ed, Seymour Chatman (1973); “Facts and Fictions: A Reply to Ralph Rader’ Critical Inquiry, \ (1975); “Interpreting the Variorum™, Critical Inquiry, \\ (1976). “Interpreting the Variorum”, Critical Inquiry, \Il (1977). Harold Bloom The Anxiety of Influence (1973); A Map of Misreading (1975): Kabbalah and Criticism (1975); Poetry and Repression (1976).

You might also like