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“ASCENSIÓN Y CAÍDA DE LAS ALIANZAS POSTINCAICAS EN

LOS PUEBLOS INDÍGENAS DEL PERÚ Y EL DESAFÍO DE LA


COLONIA ESPAÑOLA” Stern

a. ASCENSIÓN Y CAÍDA DE LAS ALIANZAS POSTINCAICAS.

Los españoles, tras capturar al Imperio Inca, tenían que aprender a gobernarlo. No
bastaba con hacer la transición del mero saqueo a la ocupación territorial y por
último a la dominación imperial.
Los encomenderos se encargaban de atender las necesidades militares y políticas
de la Corona en la colonia y de atender el bienestar material y espiritual de los
indios encomendados a su cuidado. A cambio podía exigir tributos y trabajo. Era
también el encargado de forjar relaciones coloniales con los nuevos súbditos indios.
El nacimiento de alianzas incómodas Por un lado, las sociedades andinas tenían
sólidos motivos para aliarse con la conquista europea: tenían un sano respeto a la
capacidad militar española y pensaban que aliándose a los españoles podían
deshacerse del yugo de la dominación inca y defender sus intereses étnicos.
Los europeos no eran los únicos que saqueaban, los indios también saqueaban los
almacenes inkas y las grandes huacas relacionadas con el Estado. Pese a las tenues
lealtades y los conflictos ocasionales los españoles tuvieron de los indios la ayuda
que necesitaban. Los indios no podían optar por la neutralidad, tenían que decidir
qué tipo de alianza era más conveniente a sus intereses étnicos.
Los encomenderos sabían que necesitaban tener unas relaciones de trabajo
favorables con los kurakas, los más astutos trataron de consolidar las alianzas
mediante favores y regalos. Solían presentarse ante el Cabildo para pedir tierras,
estancias para la ganadería o tierras de cultivo para ellos y sus kurakas.
Diego Maldonado era uno de los encomenderos más exitosos, quien llenó de
regalos a los kurakas de su encomienda de Andahuaylas. La elite autóctona recibía
un esclavo negro, mulas, caballos, ganado vacuno y paños inkas y europeos.
Maldonado prefería negociar antes que recurrir a la fuerza bruta. Para formar su
hacienda rural se hizo de tierras dedicadas antes al Estado inka y a sus cultos en
lugar de apropiar las de otros indios. De esta manera se integró a la sociedad como
un patrón generoso y <<redistribuidor>>.
El conquistador aplicaba las normas indias de <<generosidad>> para crear
dependencias y obligaciones <<recíprocas>> de intercambio.
Por otro lado, las relaciones entre indios y españoles no estaban exentas de
abusos. Indios eran sometidos a latigazos, saqueos y violaciones por parte de los
españoles, los negros, los mestizos y los mulatos. Además de que las condiciones
de trabajo podían ser primitivas y duras, muchos españoles consideraban a sus
indios como propiedad, por lo tanto se alquilaban y vendían súbditos. Las relaciones
iniciales entre los pueblos andinos autóctonos y los europeos contenían una mezcla
incómoda de fuerza, negociación y alianza. Las dos partes sabían que se
necesitaban mutuamente.
La economía comercial inicial
Los encomenderos que aspiraban a ser una clase dominante echaron los cimientos
de una economía y una sociedad coloniales en Huamanga. Desde 1550 los
corregidores y otros funcionarios por nombramiento empezaron a desempeñar
tareas judiciales y administrativas. El Cabildo, asentado en Lima, empezó a tratar
de limitar la autonomía regional de las principales familias de Huamanga. El Canildo
limitaba el precio del maíz, controlaba el suministro de pan, regulaba los pesos y
medidas, supervisaba obras públicas y se ocupaba de poner freno a los abusos que
ponían en peligro el futuro de la ciudad. Tal vez su tarea más importante era la de
asignar solares para viviendas, huertas, etc y la de conceder mercedes de
explotaciones agrícolas y pastos.
Los europeos solían asignarse múltiples parcelas en tierras cuya fertilidad,
idoneidad para cultivos muy apreciados (coca, vino) o ubicación cerca de la ciudad
o de las rutas comerciales prometían recompensas materiales. Sin embargo, debido
a que se trataba de una sociedad en la que la mayoría de los indios producía lo
necesario para la supervivencia de su ayllu, la producción capitalista era imposible.
Más allá de esto se creó un mercado mundial y un sistema comercial que
desencadenaron el impulso clave motivador de la producción capitalista.
Los europeos buscaban oportunidades para enriquecerse en la agricultura comercial
la minería y las manufacturas. Los descubrimientos de grandes yacimientos de oro
y plata en Atunsula en 1560 y de mercurio en Huancavelica en 1564 convirtieron a
Huamanga en una importante región minera. Se empezaron a construir talleres
textiles y obrajes. Los indios, individual o colectivamente se trataron de sumar a las
nuevas tendencias no solo con el propósito de conseguir del dinero para sus
tributos.
Lo que es cuestionable: “ahora; la sociedad colonial ofrecía nuevas posibilidades a
las personas descontentas dispuestas a abandonar la sociedad del ayllu o aflojar los
lazos con ella”.
Los kurakas eran lo que más podían aprovechar las oportunidades, ya que los
europeos los necesitaban para estabilizar la colonia inicial y para extraer tributo y
fuerza de trabajo de la sociedad del ayllu.
Además gozaban de privilegios especiales, ya que sus comunidades
los reconocían como tutores del bienestar de sus ayllus. Si bien esto es verdad,
también es cierto que si un kuraka violaba constantemente lo que sus parientes
entendían como intercambio recíproco podían negarse a obedecerle y hasta a
emigrar.
Los indios eran abiertos a la cultura y religión europeas. Los yanaconas, que se
convirtieron en los servidores personales de los amos europeos, aprendieron
rápidamente los estilos europeos de vestir, religión y costumbres. Los kurakas se
aficionaron a las mulas y los caballos, y, en general, todos los pueblos se
manifestaron receptivos a la religión católica, aunque interpretaran su significado
en los términos de su propia cultura. Establecieron relaciones de cooperación con
los clérigos católicos en el campo y en la ciudad de Huamanga. Trabajo y tributo al
estilo andino
La economía colonial seguía asentada sobre la estructura andina tradicional. Para
obtener sus tributos, los encomenderos tenían que respetar las normas
tradicionales que regían el trabajo. Los primeros encomenderos de Huamanga
alivianaban las cargas tributarias de los indios en tiempos de malas cosechas, lo
que refleja la incapacidad de eliminar tales normas.
Más allá de todo esto, los europeos tenían un número impresionante de yanaconas
y podían recurrir a los servicios de esclavos o mestizos y otras personas de sangre
mezclada o explotar a los autóctonos a nivel individual por extorsión o acuerdo. El
problema surgía cuando se trataba de empresas ambiciosas, ya que ninguna de
estas formas de mano de obra reemplazaba a la de los indios encomendados del
ayllu.
Los kurakas mediaban en las relaciones laborales. La minería y las
manufacturas textiles de los europeos dependían de los kurakas.
Aunque los europeos aspirasen a cargar con la tarea precaria de ordenar
internamente la economía autóctona, los límites de su posición los obligaban a
recurrir a la capacidad de los kurakas para convencer a sus parientes. Mediante las
relaciones de colaboración con estos, los colonizadores de Huamanga podían recibir
una parte de la riqueza y de la fuerza de trabajo. Los kurakas controlaban los
procesos básicos de producción y reproducción que sustentaban las posiciones
económicas, sociales y políticas de los colonizadores. No eran inferiores
absolutamente a los europeos, ya que dirigían las relaciones sociales y las
economías dinámicas fundamentales para la supervivencia de la empresa colonial.
En cuanto empezaron a desaparecer las ventajas específicas de la alianza de los
kurakas con los españoles (porque los europeos exigían demasiado o los indios se
resistían a las exigencias impuestas por la alianza) el sistema colonial entró en
crisis. La dependencia de los europeos para tener acceso a una mano de obra
explotable en la agricultura, los transportes, las obras públicas, las manufacturas y
la minería revelaba el carácter artificial de la hegemonía extranjera. La
economía era muy vulnerable a los cambios en la política de
cooperación de los indios.
Contradicción y crisis
Las contradicciones de las alianzas postincaicas llevaban consigo los preámbulos de
una grave desilusión. En muchos sentidos, a las sociedades autóctonas de
Huamanga les había ido relativamente bien en sus alianzas con los europeos. Se
habían liberado de los incas, tenían aliados en los combates con otros grupos
locales y podían acumular riqueza en forma de metales preciosos.
Sin embargo, las enfermedades epidémicas (tifus, peste, viruela y gripe), fueron
bastante bien soportadas por los indios de Huamanga, pero las guerras, las
emigraciones de yanaconas y la decadencia demográfica fueron acontecimientos
inquietantes. Por otro lado, las relaciones coloniales creaban humillaciones y
dependencias que minaban la libertad étnica lograda tras la desaparición de los
inkas.
Además de los abusos y de las extorsiones, las sociedades locales recorrían a las
autoridades coloniales para defender sus intereses. Es decir, una cosa era usar la
alianza con los españoles para triunfar contra otros grupos locales, pero era algo
muy distinto depender de los europeos para resolver las controversias internas o
controlar los abusos coloniales.
Las nuevas relaciones generaban, también, una demanda de mano de obra que
podía ir más lejos de lo que las sociedades locales estaban dispuestas a ofrecer a
cambio de los beneficios de la alianza.
Las exigencias habían aumentado proporcionalmente al número de españoles
asentados. Con respecto a los clérigos católicos, los abusos se dieron rápido y más
rápido aumentaron. Las deidades cristianas habían desplazado a las andinas, y,
como tales, podían influir en el bienestar de los vivientes. Por esta razón, los indios
no rechazaban a los curas ni a sus exigencias muy así nomás. Los indios eran
usados para trabajo en los transportes, la construcción, la agricultura, el
servicio doméstico, etc.
Las exigencias de mano de obra en general, provocaron el resentimiento entre los
indios. Los kurakas corrían el peligro de no poder cumplir con sus obligaciones para
con los europeos porque su confianza entre los indios se había ido desgastando. En
el decenio de 1560 las contradicciones se fueron haciendo espesas. La dependencia
cada vez mayor de los indios respecto de los europeos para la solución de
controversias, las dificultades económicas impuestas por la extracción colonial, por
las emigraciones o por la población decreciente, la tendencia de los encomenderos,
clérigos y funcionarios a exigir cada vez más mano de obra y excedente fueron
factores que provocaron la crisis. Entre ellos estaba el descubrimiento de las minas
de Huancavelica y Antusulla. Ante la necesidad de acrecentar la mano de obra para
explotarlas, se organizó una fuerza rotatoria de 700 trabajadores por semana para
Antusulla. Los trabajos en condiciones deplorables, las exigencias y las dificultades
para cobrar los salarios eran demasiado. Para 1560 la Corona recibió ofrecimientos
impresionantes de pago de ambas partes (encomenderos y kurakas) para abolir el
sistema de encomiendas. Polo de Ondegardo (partidario) y Fray Domingo de Santo
Tomás (adversario de ella) viajaron en 1562 a Huamanga, y allí y en otras partes
para investigar.
Se había generalizado el descontento entre los indios, y se expresó en una
negación cada vez mayor de la cooperación o la alianza. En una economía la cual
funcionaba dependiendo de la mano de obra indígena, la difusión de esa desilusión
y esa resistencia podía arruinar la actividad empresarial.
La disposición de los neoincas a encabezar revueltas mayores obligó a replantearse
las alianzas postincaicas

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