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La Ilustración I
La Ilustración I
La Ilustración
Empirismo y racionalismo coinciden en rechazar las formas místicas y religiosas del mundo,
realizan su búsqueda del conocimiento en el estudio de la naturaleza y dejan fuera de sus teorías
filosóficas la explicación de la voluntad divina, aunque sus mismas limitaciones los remitan al
final a ella. En otros términos, no parten de la divinidad y buscan convertir al hombre en el amo
de la naturaleza y al darle prioridad a ésta se ubican en una visión materialista. Enfrentan la
concepción religiosa proveniente del medioevo: ”El hombre había sido declarado en el Génesis
`señor de la creación’, pero es cierto también que dos importantes hechos limitaban el ejercicio
de este señorío: desde la `caída de Adán, el hombre fue condenado a obtener el pan con el sudor
de su frente, el ‘señorío’ concedido a Adán precede a su expulsión del Paraíso; en segundo
lugar, el `señorío’ implicaba, al propio tiempo, el respeto a la obra de Dios, pues todo lo que éste
había hecho era considerado ’bueno’... transformar la naturaleza implicaba alterar el designio
definitivo del creador y de los objetos salidos de su mano.” 1
Influidos por el desarrollo de la producción y por el uso de algunas máquinas simples que
funcionaban de acuerdo a la tecnología mecánica, a la extensión de los métodos matemáticos de
investigación al campo de los fenómenos físicos. El desarrollo de la navegación y del comercio
demandaban el conocimiento del movimiento de los astros para la ubicación de las naves en sus
rutas. Todo ello favorecía a concebir la mecánica en el centro del conocimiento del mundo y a
reconocer a través de ella el movimiento de las cosas, pero este movimiento se da sólo en el
sentido de traslado, de velocidad, de cambios de cantidad, cuantitativos. Por eso se le denomina
como materialismo mecanicista.
El empirismo de Bacon era limitativo en la medida de que sostenía que todos los conocimientos,
aún los más abstractos, derivan en la percepción sensible del mundo exterior. Tendía identificar
sensación con pensamiento. Su clasificación de la ciencia permite apreciar su mecanicismo:
“Las ciencias son como las pirámides cuyos únicos conocimientos son la historia y la
experiencia y, por esa razón, la filosofía natural debe basarse también en la historia natural; el
piso más cercano a los cimientos es la física.” 2 {El conocimiento se obtiene de la sensación y la
sensación de la práctica, en Bacon}
1
Labastida, Jaime. Producción, ciencia y sociedad: de Descartes a Marx. Siglo XXI Editores, México,
1969, pp 96-97.
2
Dynnik, M.A. Historia de la filosofía. De la Antigüedad a comienzos del siglo XIX. Editorial Grijalbo,
México, 1960, p. 323.
3
Dynnik, Op.cit. p. 340.
2
Este movimiento múltiple y con matices en cada país tiene en común “desarrollar la lucha de la
razón contra la autoridad, o bien la lucha de la ‘luz’ contra las ‘tinieblas’. “El término
Ilustración significa esclarecimiento, clarificación. Es una “filosofía militante, de critica a la
tradición cultural e institucional; su programa es la difusión del uso de la razón para dirigir el
progreso de la vida en todos sus aspectos. Esto es, la expresión del proceso de secularización de
la ciencia política.”4 La disputa de la razón contra lo tradicional proveniente del medioevo, le
permite a la Ilustración llamar al siglo XVIII el “Siglos de las luces”.
Para evitar confusiones debemos decir que secularizar significa pasar instituciones o personas
de un carácter religioso a uno civil. En este caso, significa el proceso mediante el cual a partir
del Renacimiento el ámbito de la religión se va restringiendo a nivel de las ideas, de su
influencia política y de su presencia en la vida cotidiana de la sociedad.
Pero esta autonomía tiene obstáculos que superar. Sobre todo, cuando emitimos una opinión o
actuamos contra el interés social. ¿Pero qué es, en qué consiste ese interés social? Estamos
obligados a reflexionar que no estamos solos ni en la sociedad ni en el planeta, no somos
individuos aislados, necesitamos a los otros, porque es en el ambiente colectivo, social, donde
nuestra razón enfrenta otras razones, otras opiniones, y a comprender y a valorar los argumentos
ajenos. Los hombres solos, aislados no somos gran cosa. A nadie le importamos y no somos
autosuficientes. La novela de Robinson Crusoe según la cual una persona sobrevive al naufragio
del barco que lo transportaba, es eso, una novela, tan relevante es la soledad del naufrago que a
la primera oportunidad el autor incorpora al relato a un sirviente nativo que le da compañía.
4
Bobbio, Norberto, et al. Diccionario de política, Vol. 1, Siglo XXI Editores, séptima edició n en
españ ol, México, 1991, p. 779.
3
Sin embargo, frente a los conflictos de clase y entre naciones que se presentan es inevitable
definir cual es nuestra posición tomando en cuenta nuestros propios intereses y los de la
sociedad en que vivimos. Definirnos ante la crisis climática, la globalización de la economía, el
terrorismo internacional, los problemas de los pueblos originarios y su defensa de sus territorios
frente a la minería depredadora y muchos más requieren forjar una solidez de criterio basada en
el conocimiento y la información.
Un riego importante ante las situaciones conflictivas del mundo es abstenernos de adoptar un
criterio. En ese caso quedamos a expensas de la opinión pública y de los medos informativos
que poblarán querámoslo o no nuestra forma de pensar. Una actitud de desinterés social es
reforzada con la pretensión de encerrarse en lo personal, si acaso en lo familiar. Entonces
nuestros valores y nuestro criterio tienden al “valemadrismo”. No importa lo que suceda a mi
alrededor ni en mi país ni en el mundo. Como decía Luis XV, el rey de Francia previo a la
revolución francesa, “después de mi el diluvio”. Y llegó el diluvio que condujo a su hijo Lui
XVI y a su consorte María Antonieta a la guillotina. Otro ejemplo, relativamente dudoso, es el
emperador romano Nerón tocando un instrumento musical y contemplando a lo lejos el incendio
que arrasó Roma.
El individualismo extremo, como lo llaman el Papa Francisco, Víctor M. Toledo y muchos otros
destacados intelectuales, el individualismo egoísta o como se le defina con otros sinónimos, es
el campo fértil de la ausencia de valores, bien definida por Nietzsche y otros pensadores como
nihilismo. Es el riesgo que vive la sociedad actual, vivir en torno de lo mío, de mi equipo
deportivo, de mi artista favorito, de la ropa que visto, de los tenis que quiero adquirir, etc. Bien
dice Vinnai: “La concentración de poderío social en manos de la administración cultural y
política que todo lo abarca, someten hoy aspectos otrora privados de la existencia en la
burguesía a una enseñanza, manipulación y control metódicos, al servicio de la reproducción del
sistema social” actual.5
Laicismo
5
Vinnai, Gerhard. El futbol como ideología. Siglo XXI Editores, segunda edició n en españ ol, México,
1978, p. 85.
4
Fue necesario entonces separar los campos de la Iglesia y del Estado para no interferir uno en el
otro. De esta manera se estableció como un principio, surgido en la Ilustración, la división entre
la Iglesia y el Estado. Con esta política se garantiza la libertad de pensamiento, se prohíbe que
exista una religión de Estado y éste se compromete a respetar todos los credos sin beneficiar en
lo particular a ninguno.
Asimismo, se rescatan para el Estado funciones que durante siglos detentó la Iglesia para
difundir y reforzar su presencia en la vida cotidiana: la educación dejó de ser religiosa, el
control de los cementerios pasó a manos estatales, el registro civil sustituyó a la fe de bautizo y
se estableció el matrimonio civil, se extinguieron conventos y monasterios y se proporcionó la
libertad de elección a monjes y monjas para continuar o no en reclusión conventual. De acuerdo
a la situación específica de cada país y siguiendo los mismos principios se aplicaron medidas
adicionales. Por ejemplo, en México el rechazo del clero a estas medidas y la organización de
una guerra civil para conservar sus privilegios provocó la nacionalización de los bienes del clero
y se prohibió la participación política de los sacerdotes de cualquier religión.
Existe un tercer ámbito que dirige la acción del individuo: la autoridad dentro de la familia. Con
múltiples variantes que dependen del entorno social, la autoridad paterna absoluta está
cuestionada, con excepción de regiones donde tampoco se ha podido consolidar la separación
entre Iglesia y Estado. Identificada como una variante del machismo, la autoridad paterna es
ejercida sobre el conjunto de la familia controla a la esposa y a las hijas, y, en algunos casos, se
relaja en el trato con los hijos varones. Mientras más democrática y laica es una sociedad, se
está redefiniendo la autoridad dentro de la familia y la forma de ejercerla. En otros países donde
predomina el Islam la situación es radicalmente diferente. La autoridad paterna no está
cuestionada y esto conforma otro tipo de familia diferente al de la civilización occidental laica.
En este giro revolucionario de abandono de las normas religiosas, dejaba de ser el objetivo de
los individuos en esta vida la conquista del Paraíso, y la búsqueda de la salvación en el más allá.
¿Qué queda entonces? Se ha formulado como perspectiva para el ser humano la búsqueda de la
felicidad. ¿Pero qué es ésta? ¿Cómo definirla? Tal cuestión se arrastra hasta el presente y
apasiona a hombres y mujeres. Constituye uno de los problemas filosóficos y sociales
definitorios de la sociedad actual. Podemos adelantar una definición que considera a la felicidad
de los humanos se encuentra en la conquista del bienestar.
La mayoría de los filósofos y escritores actuales plantean las reformas sociales que pueden
proporcionar mejores condiciones de vida, de trabajo, de salud, etc. No omiten que ha otras
cuestiones fundamentales como el cariño y la amistad. Volveremos sobre este tema.
6
Todorov, Tzvetan. El espíritu de la Ilustració n, Op. Cit. p. 58.
5
Desde el mismo siglo XVIII aparecieron posiciones extremas que olvidan el carácter social de
los humanos y definen a la sociedad como un conjunto de individuos aislados e identifican la
satisfacción de sus intereses y placeres con la felicidad. El Marqués de Sade proporcionó, desde
entonces, las formulaciones más extremas: “La felicidad se reduce básicamente al placer sexual;
acto seguido, la humanidad se reduce al individuo aislado, al sujeto que desea. ‘Ningún límite a
tus placeres más los de tus fuerzas o tus voluntades’. Nada limita pues la autonomía individual,
que aspira sólo a la intensidad de la experiencia en el momento en que tiene lugar. El mundo se
reduce al aquí y al ahora.”7 Sade expresa en forma nítida una visión hedonista: primero el
individuo en busca del placer y su satisfacción, lo demás es secundario. El principal defecto de
estas doctrinas sensualistas y egocéntricas no es solamente que sean inmorales, sino que son
falsas.8
En oposición a la visión del individualismo extremo, hay otros conceptos que se oponen a esta
visión y que señala que es equivocada y falsa la idea del hombre aislado, autosuficiente. La
felicidad de los individuos se forja en el medio que le rodea, rechaza la idea de que los
miembros de la sociedad se preocupen únicamente de logros materiales: el dinero, el éxito
individual, la fama, y los placeres que pueden comprar. Al concepto de obtener las mejores
condiciones de bienestar se ha desarrollado otro objetivo importante: “La esperanza de lograr
una sociedad feliz en este mundo para las futuras generaciones”. 9
Con independencia de las características asumidas en cada país y época, la Ilustración enfrentó
en todos los casos la superstición, la intolerancia y el dogmatismo en materia religiosa; en la
política, la tiranía; en la sociedad el prejuicio, la desigualdad, la ignorancia y los obstáculos que
pudieran impedir la plena realización del individuo y su bienestar. 10 Centrados en la crítica a las
formas más recalcitrantes de la religión, se desarrolló el deismo como una doctrina que acepta la
existencia de Dios sin asociarlo con una estructura orgánica ni jerárquica y que la razón permite
comprobar su existencia. Dicha visión continuaba moviéndose en el terreno religioso, si bien
rechazaba las religiones establecidas: catolicismo, luteranismo, calvinismo y demás.
Universalidad
la Ilustración reconoce que Europa no está sola en el mundo y que existen otras culturas y
civilizaciones, algunas más antiguas, otras más atrasadas, pero diferentes a la civilización
occidental, lo percibe como algo novedoso y empieza a abrirse al conocimiento de ellas,
emprendiendo el debate sobre su cultura, costumbres, saberes diferencias religiosas y en general
todos los aspectos que las hacen una forma particular de organización humana. Contrasta con
ellas los valores fundamentales de la sociedad moderna. A partir de entonces no cesará el interés
y el empeño en comprenderlas otorgándole un gran impulso a nuevas ciencias que se destacarán
con un impulso propio como la antropología y la etnología. Es un interés persistente hasta
nuestros días y que ha enriquecido a la civilización occidental.
7
Todorov. Op., cit., pp. 94-95.
8
Todorov. OP., Cit., pp. 95-96.
9
Bury, John, B. La idea del progreso. Alianza Editorial (El libro de bolsillo, Madrid, 1971, p. 10.
10
Hufton, Olwen. Europa: privilegio y protesta, 1730-1789. Siglo XXI Editores (Historia de Europa
XXI), segunda edició n en españ ol, México, 1983, p. 76.
6
Son fruto directo del pensamiento ilustrado y revolucionario la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano promulgados por la Asamblea Nacional Constituyente en agosto de
1789 durante la Revolución Francesa. Se entienden como derechos universales que en el curso
de la historia se han extendido a hombres y mujeres de cualquier nacionalidad, origen étnico,
religión, fundamenta que la soberanía reside en la Nación, reconoce el derecho de la resistencia
contra la opresión y que son derechos inalienables la libertad, la seguridad, la propiedad, la
presunción de inocencia y la igualdad frente a la ley, que todos los hombres son libres y, de
hecho, condena cualquier forma de esclavitud,
Debemos resaltar que en otras regiones del mundo y en distintas épocas se han aplicado
principios muy similares y en algunos casos iguales a la Ilustración que se asumió
esencialmente como europea, subrayando que no se trata solamente de acciones o políticas
prácticas circunstanciales, “sino también una toma de conciencia teórica”. En algunos lugares se
da el reconocimiento a la pluralidad religiosa como entre el brahmanismo y el budismo en la
India; entre confucianismo y budismo en China; musulmanes, judíos, cristianos, zoroastras y
maniqueos en Oriente medio, entre otros casos. Relacionada con esta tolerancia y convivencia
pacífica aparece en dichos lugares la necesidad de separar la política de la teología, el poder del
Estado de la religión, el gobierno de las iglesias; “se desea que el poder terrenal esté en manos
del príncipe en lugar de en los mediadores con el más allá”. 11 Estos ejemplos muestran la
universalidad de los principios de la Ilustración para resaltarlos como principios comunes a
muchas sociedades. No se puede omitir, sin embargo, que fue en Europa donde estas ideas se
generalizaron y formaron un cuerpo permanente de principios, no sólo coyuntural, sino que se
materializó durante los siglos de ascenso del capitalismo para conformar sus bases ideológicas.
Progreso
Desde sus inicios la Ilustración se asoció a la idea de Progreso asumida desde la perspectiva
burguesa y sirvió para fijar una rotunda diferencia con el pasado. En sentido estricto el concepto
actual de Progreso es fruto de la Ilustración madurada durante los siglos posteriores al XVIII.
Decía M. A. Javary en 1850: “Si hay alguna idea que pertenezca con toda propiedad a un siglo,
al menos por la importancia que se le otorga y que, aceptada o no, sea familiar para todos, es la
idea de progreso concebido como la ley general de la historia y del futuro de la humanidad”. 12
11
Todorov, Op., Cit., 115-116.
12
Bury, Op Cit., p. 281.
7
y tuvo que vencer dos “poderosas fuerzas tradicionales, la ortodoxia cristiana y el clasicismo
renacentista”.13 El cristianismo aportó una visión lineal de la historia, ésta iniciaba en la
Creación del mundo y concluía en el Juicio Final. Rechazaba la idea de la repetición de las
sociedades, según la cual cumplido un ciclo éste se repetía con cambios menores, pero en lo
esencial era un retorno al inicio de otro ciclo similar. El renacentismo, a su vez, apreciaba como
progreso la recuperación de los valores científicos, filosófico y artísticos de la Antigüedad
greco-romana. Sin embargo, la Ilustración veía el Progreso con optimismo de construir un
mundo diferente, novedoso, en el cual se enriqueciera la vida de las sociedades con los avances
en la implantación del capitalismo y la entronización de la burguesía como clase dominante.
Ciencia y razón
Ilustración IV
13
Kahler, Erich. ¿Qué es la historia? Fondo de Cultura Econó mica (Breviarios, 187), segunda
reimpresió n, México, 1974, p. 142.
14
Abbagnano, Nicola. Diccionario de filosofía. Fondo de Cultura Econó mica, México, p. 936.
15
Oakley, Francis. Los siglos decisivos. La experiencia medieval. Alianza editorial, (El libro de
bolsillo), Madrid, Españ a, 1980, p. 164-166.
8
Con independencia de las características asumidas en cada país y época, la Ilustración enfrentó
en todos los casos la superstición, la intolerancia y el dogmatismo en materia religiosa; en la
política, la tiranía; en la sociedad el prejuicio, la desigualdad, la ignorancia y los obstáculos que
pudieran impedir la plena realización del individuo y su bienestar. 16 Centrados en la crítica a las
formas más recalcitrantes de la religión, se desarrolló el deismo como una doctrina que acepta la
existencia de Dios sin asociarlo con una estructura orgánica ni jerárquica y que la razón permite
comprobar su existencia. Dicha visión continuaba moviéndose en el terreno religioso, si bien
rechazaba las religiones establecidas: catolicismo, luteranismo, calvinismo y demás.
Desde sus inicios la Ilustración se asoció a la idea de Progreso asumida desde la perspectiva
burguesa y tuvo que vencer dos “poderosas fuerzas tradicionales, la ortodoxia cristiana y el
clasicismo renacentista”.17 El cristianismo aportó una visión lineal de la historia, ésta iniciaba en
la Creación del mundo y concluía en el Juicio Final. Rechazaba la idea de la repetición de las
sociedades, según la cual cumplido un ciclo éste se repetía con cambios menores, pero en lo
esencial era un retorno al inicio de otro ciclo similar. El renacentismo, a su vez, apreciaba como
progreso la recuperación de los valores científicos, filosófico y artísticos de la Antigüedad
greco-romana. Sin embargo, la Ilustración veía el Progreso con optimismo de construir un
mundo diferente, novedoso, en el cual se enriqueciera la vida de las sociedades con los avances
en la implantación del capitalismo y la entronización de la burguesía como clase dominante.
16
Hufton, Olwen. Europa: privilegio y protesta, 1730-1789. Siglo XXI Editores (Historia de Europa
XXI), segunda edició n en españ ol, México, 1983, p. 76.
17
Kahler, Erich. ¿Qué es la historia? Fondo de Cultura Econó mica (Breviarios, 187), segunda
reimpresió n, México, 1974, p. 142.
18
Abbagnano, Nicola. Diccionario de filosofía. Fondo de Cultura Econó mica, México, p. 936.
19
Oakley, Francis. Los siglos decisivos. La experiencia medieval. Alianza editorial, (El libro de
bolsillo), Madrid, Españ a, 1980, p. 164-166.
9
En el ambiente social de la clase media y una parte importante de la aristocracia flotaba la idea
de que la razón era el único medio por el cual los hombres podían buscar la felicidad.
Afirmaban los enciclopedistas que “La ciencia de la moral es quizá la más completa de las
ciencias, cuando consideramos las verdades que la componen. Descansa toda ella en un hecho
simple e innegable: la necesidad que los hombres sienten unos de otros, y las obligaciones
recíprocas que dicha necesidad impone. Todas las leyes morales proceden de esto. Los intereses
del individuo y del grupo nunca son incompatibles,”20
20
D’Alambert, citado por David Ogg. La Europa del Antiguo Régimen. 1715-1783. Siglo XXI Editores,
(Historia de Europa / Siglo XXI), cuarta edició n en castellano, mayo de 1981, p. 318 y ss.
21
Fukuyama, Francis. Confianza (Trust). Editorial Atlá ntida, Libro de edició n argentina, impreso en
Españ a, 1996, p. 25.