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Carra 18 [cccxevir] Descartes @ Elisabeth Hemond, 4 de agosto de 1645 Descartes esta decepcionado por la falta de precision de las ideas de Séneca. La felicidad es un perfecto con- tento de espiritu; ahora bien, hace falta precisar de qué suede resultar. puede cesultar. Descartes acepta la distincidn estoica entre las cosas que dependen de nosotros y las que no dependen de nosotros. Ai contrario de los Estoicos, admite que estas ultimas pueden contribuir al contento; pero, no interesan al fildsofo, ya que escapan a nuestra voluntad. Pero, bastan las cosas que dependen de nosotros para volvernos dichosos, con tal que sigamos estas tres reglas, paralelas a las de la moral provisional del Dis- curso (tercera parte). La primera regla de la moral provisional era “seguir las leyes y las costumbres de mi pais”, “rigiéndome por las opiniones mas moderadas”. Ahora, la primera regla de la moral definitiva’ es hacer uso del juicio racional respecto a las acciones que hay o no que cumplir. a A ETE RET TES 1 En la sexta parte del Discurso, Descartes habia escrito: “el_espiritu_depende_a_tal_pun! yde la ') disposicién de los érganos del cuerpo que si_es_posible hallar . “algin medio para volver cominmente a los hombres mas sabios | y ms hdbiles de lo que fueron hasta ahora, creo se debe bus- ear en la medicina.” Por lo tanto, la moral definitiva parece depender de la realizacién de una ciencia médica acabada; sin f A 78 DESCARTES A ELISABETH La segunda es muy parecida en ambas morales, es lg regla de resolucién: en la moral provisional se oponig sobre todo a la irresolucién y a la inconstancia; en [a moral definitiva, indica ademas el pasaje al acto, la req. lizacién de las decisiones tomadas por la razon, y es Ig virtud misma. (Cf. guia de la carta 9 pag. 39, (epistola dedicatoria de los Principios), donde aparece la misma tesis.) La tercera maxima de la moral provisional —la de yvencerse a si mismo antes que a la fortunat— es comple- tamente estoica, y la moral definitiva la reproduce, aun- que en un tono mas reflexivo y tedrico; si estamos aten- tos a los limites de nuestro poder, pronto nos acostum- braremos a no desear nada que lo sobrepase. Sin embargo, Descartes no sigue enteramente a los Estoicos y sostiene que hay deseos compatibles con la’ felicidad. Por otra parte, tampoco les sigue sin reparo cuando dicen que basta la virtud para conseguir la feli- cidad: para un contento verdaderamente sélido, hace fal- ta tener no solamente esta firme resolucién de obrar; bien que es propiamente la virtud, sino ademas unas no-) ciones exactas acerca dei bien y del mal, que dependen| enteramente del entendimiento y del recto uso del baen| sentido. En su préxima carta, Descartes se propone ex-| poner estas verdades esenciales. embargo, la interaccién entre el alma y el euerpo, que results de su unién, puede producirse en dos sentidos: primero, 4 cuerpo obra sobre el alma, y aqui la moral verdaderamente defi. ‘tiva no puede establecerse todavia; pero, también, obre & alma sobre el cuerpo, y, en este sentido la moral definitive depende de la medicina; esta parte, la mas importante, eo! ponde a lo que Descartes expone en. esta carta. | 4 DE AGOSTO DE 1645 79 ta, para proponerlo a Vuestra Alteza como una platica que le pudiera agradar, sdlo consideré la reputacién del © autor y la dignidad de la materia; no geparé en la mane- ra como la trata, la cual, al considerarla luego, no en- contré bastante exacta para que valga la pena seguirla, = Pero, para que Vuestra Alteza pueda decidir mas facil- — mente al respecto, probaré de explicar aqui cémo, a mi = parecer, un filésofo como aguél, que, al no ser iluminado £ por la fe se guiaba por la sola razén natural, hubjera de- _ bido tratar esta materia. . El dice muy bien, al principio, que vivere omnes © beate volunt, sed ad pervidendum quid sit quod beatam = vitam efficiat, caligant? [édos desean vivir bienaventu- radamente pero andan a ciegas en el conocimiento de aquello que hace bienaventurada la vida]. Pero, hace falta saber qué es vivere beate: yo diria en romance, vivir dichosamente, ‘salvo que hay diferencia entre la di- cha y la felicidad. La dicha no depende mas que de co- sas que estan fuera de nosotros, de donde resulta que se estima “mas dichosos que sabios” a los que recibieron algéin bien sin hacer nada de su parte; mientras que, a mi parecer, la felicidad consiste en un perfecto contento de espiritu y en una satisfaccién interior que no suelen poseer los mas favorecidos por la fortuna, y que los sa~ bios adquieren sin ella. Asi, vivere beate, vivir en feli- cidad, no es otra cosa que tener el espiritu perfectamente contento y satisfecho. Luego, cuando considero qué es quod beatam vitam. Sefiora, Cuando elegi el libro de Séneca De vita bea- yar: a one 1 De vita beata, cap. 1. 80 DESCARTES A ELISABETH y efficiat [aquello que hace pice veto la Vida) decir, qué cosas nos pueden os oe SUMO con ent reparo en que hay dos clases de e aa a saber: Ja, a dependen de nosotros, como la virtud y la sabiduyg las que no dependen de nosotros, como los honores i riquezas y la_salud. Imaginemos a un hombre bien Tae dor que no esté enfermo, a quien no le falte nada y ademas, sea tan sabio y virtuoso como otro que es Pobre enfermizo y achacoso; pues bien, ciertamente el prime, puede gozar.de un contento mas perfecto que el Segundy, Sin embargo, un vaso pequeno puede estar tan Teng como otro mas grande, aunque contenga menos liquid del mismo modo, si entendemos por el contento de cai uno la plenitud y el cumplimiento de sus deseos reguk. odos por la razén, no dudo que los mas pobres y desgre. @ciados puedan estar tan enteramente contentos y satis fechos como los demas, aunque no gocen de tanto bienes. Y no se trata aqui mas que de esta clase de contento;® pues, ya que la otra no esta en ningun modo a anuestn) alcance, su examen seria superfluo. Ahora bien, me parece que cada uno puede prow rarse contento por si mismo y sin esperar nada de ott parte, con sélo observar tres cosas, a las cuales se refit ren las tres reglas de moral que puse en el Discurso dt a La primera es que siempre tratemos de emplear nu ly see lo mejor que podamos, para conocer lo 4 ‘mos o no debemos hacer en todas las circunsta de la vida. AN 4 DE AGOSTO DE 1645 a ., que nuestras pasiones 9 nuestros apetitos nos desvien je ello: ¥ es la firmeza de esta ic ello; Tesoluci6n la que, creo, gebemos considerar como virtud, fe » Sino que la dividieron q varias Clases, a las cuales dieron nombres diversoy a e usa de los objetos diversos a que se extiend ’ ta tercera que, mientras asi n me a la raz6n tanto como pode; todos los bienes que no Poseemo, OS conducimos confor- MOS, consideremos que S estan por igual fu, dio, nos acostumbramos ‘Slo el deseo y el pesaro NOS estar contentos, Mas, ano desearlos. En efecto, tan st arrepentimiento pueden impedir; si cumplimos siempre todo cuanto nos dicta Ja razon, aunca tendremos motivo alguno de arrepentimiento, in cluso silos acontecimientos NOs revelasen luego que nos hemos engafiado, puesto que no habria sido por culpa nuestra. Si no deseamos tener, dio de nuestra conducta; 0 bi auestra indole particular, con las otras, Podremos en, que éstas dependen de mientras no sucede lo mismo despojarnos de tal opinién al considerar que sj hemos seguido siempre el consejo de nuestra raz6n, no hemos omitido nada de lo que estaba €2 nuestro poder, ¥ que las enfermedades y las desgra- as no son menos naturales en e] hombre gue la prospe- tidad y la salud, ‘ or lo demas, toda clase de deseos no son incom- Cf. Epistola dedicatoria de los Principios, carta 9, Pég. 41, * aunque no sepa que Y die lo haya explicado asi nunca na era 3a DIDUAINA ND Eh sesenernrn nn > patibles con la felicidad; lo son tan Slo_los deg acompaiiados de impaciencia y de tristeza, Tampocy necesario que nuestra. razon no eee Rune. basta que nuestra conciencia nos al estigue que NO ng, faltaron jamas resolucion y virtud para ejecutar to, : las cosas que nos parecieron las mejores. Por COnsiguien. te, la virtud sola basta para contentarnos en esta Vida, Pero, con todo, cuando la virtud no esta iluminada el entendimiento, puede ser falsa, es decir que la volun. tad y la resolucién de obrar bien pueden conducirnos a cosas malas que tomamos por buenas; por lo tanto, ¢ contento que de ella depende no es sélido; y como gs suele oponer esta virtud a los placeres, apetitos y pasio. nes, es muy dificil de practicar. Mientras que, el u» recto de la razon, como da un conocimiento verdadero del bien, impide que la virtud sea falsa: mas atin, com la concilia con los placeres licitos, facilita tanto su prac: tica, y, al descubrirnos la condicién de nuestra natura leza, limita tanto nuestros deseos, que es necesario reco’ nocer que la mayor felicidad del hombre depende 4 este uso recto de la razon; luego, el estudio por el cu se puede adquirirlo es la ocupacién mas util que um pueda tener, como es también sin duda la mas agradabl y sosegada. Por lo tanto, me Parece que Séneca hubiera debide ensefiarnos todas las verdades principales cuyo com miento hace falta para facilitar el uso de la virtud y ™ derar nuestros deseos y nuestras pasiones, y, de a modo, alcanzar la felicidad natural; lo cual hubiese he¢ de su libro el mejor y ms util que un filésofo page hubiera Podido escribir. Sin embargo, eso no es mas eto al juicio de Vuestra Alt 4 DE AGOSTO DE 1645 88 hacéis el gran favor de advertirm « ge ve een qué fallo, daré muy agradecido y manifestaré, corrigiéndo- ue! soy, sefiora, de Vuestra Alteza e] muy humilde e 6 obediente servidor, ya Baw a Descartes, Fomond, 4 de agosto de 1645,

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