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rporn La ideologia del poder y el poder de la ideologia INDICE Introducci6n: demarcaciones y desviaciones . 1. - EL MATERIALISMO HISTORICO DE LAS IDEOLOGEAS . LA FORMACION IDEOLOGICA DE LOS SUJETOS HUMANOS ... ... ... I. La dialéctica general de la ideologfa, 13.—II. Subjetividad y pepe: breve digresién sobre Ia teorfa de Jos papeles, 17.~—III. El uni- ‘verso ideolégico: las dimensiones de la subjetivided humana, 19— IV. Ego-idcologias y alter-ideologias, 24. I. La estructura de los sistemas ideolégicos, 27.—II. 1 La genetacién de las ideologfas y el cambio material, 34. |. La CONSTITUCIGN IDEOLOGICA DE LAS CLASES .. I. Ego-ideologiss de clase, 45.—II. Alterideologtas de clase, 5 50.— TIL. Ideologias de clase ¢ ideologfas no de clase, 55.—IV. Elebora ciones y permutaciones de las ideologfas de clase, 60. EL ORDEN SOCIAL DE LAS IDEOLOGfAS . L FE proceso social de la ideologte, 63.—IL. “La organizacién. socal del discurso ideolégico, 66—III, Aparatos ideolégicos, 69. IpEOLOGfA ¥ PODER POLETICO ... 4. os. I, Formes de dominacién ideolégica, 74.—II. Legitis y conciencia de clase: arcafsmos y problemas de la tica, 80, CAMBIO SOCIAL Y PODER DE LA IDEOLOG{A .. I. Procesos de movilizacién ideolégica, 92—IT. " sujetos polices y y desviacién ideoldgica, 99. 13 42 4 vit Géran Therborn dadas de forma explicita, y no (como han tendido a Kacer los matxis- tas contempordneos) soslayadas con un silencio vergonzante, o sim- plemente repetidas, interpretadas y reinterpretadas en una serie in- terminable de exégesis marxoldégicas. Lo que aquf se pretende es una nueva formulacién de una teorfa de la determinacién material y de las ideologias de clase. Creo, por tiltimo, que el tratamiento habitual de la ideologia en Ja teorfa y el andlisis politicos es insatisfactorio, Por ello examinaré concepciones tales como la dicotomia fuerza/consentimiento, la legi- timidad, el consenso y la conciencia de clase revolucionaria, en cuan- to condiciones previas y factores esenciales del cambio revolucionario, sometiéndolas a un andlisis critico en el contexto de las principales tesis aqu{ expuestas. Estas preocupaciones criticas, por supuesto, no son exclusivas de este ensayo, que patte de otras contribuciones previas que abrieron nuevos caminos. Espero —ésa es mi intencién— que conecte con las investigaciones, reflexiones y debates actuales, algunos de los cuales son divergentes, otros paralelos, y otros convergentes. Antes de someter el texto al juicio del lector, un autor debe dar las gracias a todos los que le han ayudado, En este caso son muchos y mi deuda de gratitud es muy grande. He sacado un enorme pro- vecho del gran ndmero de criticas detalladas y constructivas realiza- das por Perry Anderson, Francis Mulhern, Gunnar Olofsson y Erik Olin Wright. También he recibido valiosos comentarios de Anthony Barnett, Robin Blackburn y Terry Freiberg, de los miembros de mi seminario sobre ideologfa en la Escuela de Verano de la Universidad de Boston (1978), y de los participantes en el interesantisimo taller sobre «La autoridad en las sociedades industriales», organizado en Bruselas por el European Consortium for Political Research y la Ca- nadian Political Science Association en abril de 1979. Kjel Tornblom me ha prestado una valiosa ayuda bibliogréfica. Patrick Camiller se ha esmerado por hacer mi inglés imprimible. Muchas gracias a todos. GORAN THERBORN Goteburgo, abril de 1980, INTRODUCCION: DEMARCACIONES Y DESVIACIONES La principal preocupacién de este ensayo es la funcién de Ia ideo- en la organizacién, el mantenimiento y la transformacién del en la sociedad. Desde el punto de vista de un andlisis de clase de la dominacién social, esto comprende cuestiones relacionadas con el papel desempefiado por Ia ideologfa en la dominacién y la lucha de u social. De alguna manera, lo que aqu{ se presenta es una conti- nuacién de What does the ruling class do when it rules? ', obra que también se ocupaba de la organizacién, la reproduccién y la trans- formacién del poder, pero cuyo centro de atencién era el Estado. Estas preocupaciones e intenciones delimitan por sf mismas en alguna medida mi consideracién del tema casi inagotable de la «ideo- logfa». Mas todavia son muchos los accesos posibles a dicho campo y los recorridos que pueden hacerse a través de él. Con el fin de ofrecer al lector la oportunidad de evaluar el aquf elegido, se preci- san al principio una serie de razonamientos de base. Se necesitan, sobre todo, algunas definiciones rudimentatias pero justificadas de los temas a tratar; ademds, el presente texto deberd ser situado de forma explicita en la conjuncién entre teorfa ¢ investigacién en relacién con cuyos problemas y cuestiones ha sido escrito. El término «ideologfa» serd utilizado en un sentido muy amplio. No supondré de antemano un contenido particular (falsedad, conoci- miento erréneo, cardcter imaginatio por contraposicién al real), ni asumiré necesariamente un grado de elaboracién y coherencia. Més bien, baré referencia a ese aspecto de la condicién humana bajo el 1 What does the ruling class do when it rules?, Londres, 1978 [¢Cémo do- mina la clase dominante?, Madrid, Siglo XXI, 1979]. \ 2 Géran Therborn cual los seres humanos viven sus vidas como actores conscientes en un mundo que cada uno de ellos comprende en diverso grado. La ideologfa es el medio a través del cual operan esta conciencia y esta significatividad. La conciencia de cada nuevo ser humano se forma a través de procesos psicodin4micos en su mayor parte inconscientes, y funciona mediante un orden simbélico de cddigos de lenguaje, La ideologfa, en cambio, no es reducible a una u otra cosa, ‘Asi, la concepcién de ideologia aqu{ emplesda incluye delibere- damente tanto las nociones y la «experiencia» cotidianas como las elaboradas doctrinas intelectuales, tanto la «conciencia» de los actores sociales como los sistemas de pensamiento y los discursos institu- cionalizados de una sociedad dada. Pero estudiar todo esto como ideo- Jogia significa consideratlo desde una perspectiva particular: no como cuerpos de pensamiento o estructuras de discurso per se, sino como manifestaciones del particular ser-en-el-mundo de unos ac- tores conscientes, de unos sujetos humanos, En otras palabras, con- cebir un texto de unas palabras como ideologia equivale a considerar Ja manera en que interviene en Ja formacién y transformacién de la subjetividad humana. ‘Desde esta perspectiva puede trazarse una distincidn entre ideo- Jogia, por un lado, y ciencia, arte, filosoffa y derecho, por otro. Esta distincién esté relacionada primordialmente con las diferentes dimen- siones del andlisis, y sdlo de forma secundaria con su contenido in- trfnseco. No toda ideologfa es o puede funcionar como ciencia, arte, filosoffa o derecho; pero estos Ultimos surgen de configuraciones ideo- Iégicas y sf podrfan funcionar como ideologfas. Al igual que el resto de les actividades humanas, las prdcticas cientfficas, estéticas, filosé- ficas y legales estén siempre rodeadas de ideologia; pero su surgi- miento como précticas especificas, institucionalizadas en una divisién histérica del trabajo, conlleva también una <«ruptura» con las ideolo- gias circundantes mediante la produccién de discursos especificos orientados a una produccién de consecuencias especiales, independien- tes de las convicciones y la experiencia cotidians. En el caso de la ciencia, esta ruptura significé el descubrimiento y la produccién de unos modelos de determinacién y la investigacién sistemdtica de su funcionamiento?, Sin embargo, el hecho de que la ciencia se constituya como un discurso particular no quiere decir que 2 Véase mi Science, class and society, Londres, 1976, pp. 66 ss. [Ciencia, clase sociedad, Madrid, Siglo XXI, 1980, pp. 62 ss.]. Demarcaciones y desviaciones 3 su préctica permanezca o vaya a permanecer inmune a Ia subjetivi- dad de quienes la practican, ni que sea incapaz de afectar a la sub- jetividad de los miembros de la sociedad, esto es, de funcionar como ideologfa. Las obras de Adam Smith, Marx y Darwin, por ejemplo, zon obras cientifices y pueden ser estudiadas, evaluadas, desarrolla- das, atacadas o defendidas en cuanto tales. Pero también ban funcio- su difusién, eficacia e implicaciones. de éste podemos distinguir al menos dos concepciones distintas de la ideologia o de lo ideolégico. Una de ellas es bésicamente la misma que la adoptada aqui. En ella se considera la ideologfa como el medio a través del cual los hombres hacen su historia en cuanto actores conscientes, En este sentido la ideologia se refiere a las «formas en las que los hombres se hacen conscientes de este conflicto [entre las fuerzas y las relaciones de produccién] y luchan por resolverlo». Dentro de esta perspectiva hay dos temas bésicos. Uno se refiere a cémo pueden explicarse determinadas ideologies, y abarca todos los de la determinacién material. El otro tiene que ver con Ja lucha entre les diferentes ideologias de clase y su relacién con las ideologias no de clase. El primero de ellos es tratado por Marx y presente ensayo. Dicha consideracién de la ideologfa, sin embargo, aparece vincu- lada en Ja obra de Marx y Engels a otra que la domina. En este otro 3 Un enunciado teérico clave es el del prefacio de Marx a su Contribucién 4 Ie critica de la economia politica; otro es el pasaje de EI dieciocbo de Bruma- pp. 321-27, especialmente 326-27 [Marx y Engels, Obras escogides, 2 vols., m1, Madrid, Akal, 1975, pp. 510-17]. 4 Géran Therborn sentido «ideologia» se refiere a un acercamiento y a un conocimiento falsos ¢ idealistas de la conciencia y de Jas motivaciones de Ja accién humana. «La ideologfa es un proceso que se opera por el llamado pensador conscientemente, en efecto, pero con una consciencia falsa. Las verdaderas fuerzas propulsoras que lo mueven permanecen igno- radas para él; de otro modo, no serfa tal proceso ideolégico [...] Trabaja exclusivamente con material discursive, que acepta sin mi- rarlo, como creacién del pensamiento, sin someterlo a otro proceso de investigacién, sin buscar otra fuente més alejada e independiente del pensamiento» *. Aqui la oposicién no se establece entre ideologia proletaria e ideolog{a burguesa, sino entre ciencia e ideologfa en cuan- to tales, entre conciencia verdadera y falsa. Esta tiltima concepcién de la ideologfa ha sido la que se ha he- cho dominante en la tradici6n marxista. Todavia resuena en Althus- ser. Me distancio de ella en este ensayo porque ha sido asociada a una interpretacién de Ja motivaci6n humana que considero insoste- nible. Esta interpretaci6n mantenfa unidas las dos concepciones de la determinado por el «interés», por los intereses de clase. Las for- mas de la conciencia podfan corresponder a dichos «intereses» —con- ciencia «verdadera»—- 0 no, en cuyo caso constitufan ilusiones y, como tales, eran inefectivas (al menos a largo plazo). Un ejemplo de esta alternativa es el tratamiento que hace Marx de las ideologias burguesa® y proletaria; esta ultima como firme creencia en el desarro- Engels a Mehring, 14 de julio de 1893, Selected correspondence, p. 459 {Obra escogidas, 11, pp. 530-31]. 5 Cf. Ia visién de conjunto presentada en Carol Johnson, «The problem of and Marx’s theory of fetishism», New Left Review, 119, enero- febrero de 1980, En El dieciocho de Brumario Marx tealiz6 una importante exposicién tedrica de la ideologia y la aplicS a las facciones monérquicas rivales de la burguesfa: «Sobre las diversas formas de propiedad, sobre condiciones existencia, se levanta toda una sobrestructura de sentimientos, ilu- iH dinastis, los hechos demostraron més tarde que eran mis bien sus encontrados Demarcaciones y desviaciones 5 llo por parte de la clase obrera de una conciencia verdadera de sus intereses de clase, a pesar de las apariencias distorsionadoras de las telaciones de produccién capitalistas, de la «cosificacién», del «feti- chismo de la mercancia» y de la «forma salario» de la explotacién. Esta nocién de la motivacién por interés supone que las concep- ciones normativas de lo bueno y lo malo, asf como las concepciones de lo posible y lo imposible, estén dadas en la realidad de la exis- tencia y sélo son accesibles mediante el conocimiento verdadero de ésta*, En mi opinién, se trata de suposiciones injustificadas e insos- tenibles. Dentro del marxismo representan un residuo utilitarista que deberfa ser rechazado de forma explicita y definitiva, de una vez por todas. La amplia definicién de ideologfa adoptada en este ensayo se des- via de la marxista tradicional al no estar restringida a formas de ilu- sién o de conocimiento erréneo; y también de la liberal tradicional, la cual no acepto porque pienso que debemos rechazar su supuesto, esto es, que Jas formas de conciencia y de significado que no se es- tablecen en unas doctrinas més o menos coherentes, o bien carecen de importancia para la organizacién y Ia lucha en torno al poder, o bien son evidentes por si mismas, «de sentido comin» ptagmético (como en la célebre tesis del «fin de las ideologias»). intereses lo que impedia que las dinastfas se uniesen. Y asf es como en la vida privada se distingue entre lo que un hombre piensa y dice de s{ mismo y lo que realmente es y hace, en los hechos histéricos hay que distinguir todavia més entre Jas frases y las pretensiones de los partidos y su naturaleza real y sus intereses reales, entre lo que se imaginan ser y lo que en realidad son. Orleanistas y legitimistas se encontraron en Ia reptblica los unos con los otros y oon idénticas pretensiones. Si cada parte querfa imponer frente a la otra la restauracién de su propia dinastia, esto sélo significaba una cosa: que cada uno de los dos grandes intereses en que se divide la burguesta —la propiedad del suelo y el capital— aspiraba a restaurar su propia supremacfa y la subordina- cién del otto» Karl Marx, Surveys from exile, Londres, 1977 [EI dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, Barcelona, Ariel, 2." ed., 1971, pp. 52-53]. La principal conclusién de Marx, por supuesto, puede mantenerse sin la pro- blemftica epistemolégica de los «intereses» y las «ilusiones», mostrando la vincu- Jaci6n histérica de las dos dinestfas rivales con diferentes fracciones de clase. 6 En el prdlogo de la Contribucién a la critica de la economia politica Marx afirmé que «la humanidad se propone siempre ‘inicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estan objetivon s6lo brotan cuando ya se dan 0, por lo menos, se estén gestando, las condicio- nes materiales para su realizacién» [Marx, Introduccién general ¢ la critica de la economia politica, México, Siglo XXI, Cuadernos de Pasado y Presente, 1, 18. ed., 1985, p. 77]. 6 Géran Therborn Por Ultimo, deberfa tenerse en cuenta que, a pesar de su ampli- tud, esta definicién de ideologia conserva una dimensién analitica espectfica que la distingue de Jas estructuras o procesos politicos, de las relaciones econdémicas o de las fuerzas de produccién. En este sentido, difiere de la amplia nocién de «culturas utilizada en muchos de log escritos ingleses sobre la cultura de clase obrera’, y de la no menos amplia definicién de ideologia elaborada por Francois Cha- telet, que cubre practicamente todo Jo existente entre la «larga dura- ciéne de las estructuras lingiifsticas y la «corta duracién» de los acontecimientos, por ejemplo las «estructuras de parentesco, las téc- nices de supervivencia (y desarrollo)» y «la organizacién del po- der» *, Estas definiciones generales tienden o bien a ocultar el hecho de que lo que se esté utilizando realmente es una definicién mucho més restringida, o bien, en caso de ser tomadas en serio, a mezclar- lo todo. Raymond Williams, cuya gran obra sobre la cultura no puede ser ignorada por ningtin estudioso de la ideologia, ha criticado acerta- damente la idea de que la «base» y la «superestructura» son «enti- dades conctetas separables» ®. Sin embargo, ha insistido menos y de forma no tan clara en el punto igualmente importante de que «pro- cesos verdaderos e indisolubles» pueden tener a la hora de su fun- cionamiento real dimensiones diversas, distinguibles analiticamente, y de que su percepcién correcta puede requerir de hecho estas claras distinciones analiticas. Dejando a un lado el hecho de que Ia «cul- tura» funcione como una importante figura del discurso cuyo estudio es en sf mismo fascinante (como lo es en Culture and society, de Williams), el concepto de cultura puede resultar titi! al lado de una amplia definicién de Ia ideologfa. Puede emplearse, por ejemplo, como abreviatura del conjunto de actividades cotidianas ¢ ideologias de un grupo o clase determinados, 0 como un concepto mds general y am- plio que englobe la ideologfa, la ciencia, el arte y, posiblemente, otras 7 Véase la interesante visién de conjunto ofrecida en J. Clarke, C. Critcher, R. Johnson comps., Working class culture, Londres, 1979. 8 F, Chatelet, comp., Histoire des idéologies, 3 vols., Paris, 1978; vol. 1, pp. 10-11 [Historie de las ideologtas, 3 vols., Madrid, Zero, 1978]. En realidad, esta voluminosa obra ¢s una historia de las ideas bastante tredicional, casi en- ciclopédica. 9 La cita procede de Williams, Marxism and literature, Oxford, 1977, pp. 81- 82 [Marxismo y literatura, Barcelona, Peninsula, 1980, p. 100]. Cj. Anthony Barnett, «Raymond Williams and Marxism: a rejoinder to Terry Eagleton», New Review, 99, 1976. g Demarcaciones y desviaciones 7 précticas estudiadas desde el punto de vista de su produccién de sig- nificado, No obstante, el concepto de ideologia no depende de un concep- to de cultura, en contra de lo que recientemente ha mantenido Ri- chard Johnson. Este defiende que «las ideologfas nunca se dirigen [“interpelan”] a un sujeto “desnudo”», y que «las ideologfas traba- jan siempre en un terreno: J¢ cultura». La redundancia teérica del concepto se hace evidente al sustituir la frase «las ideologias siempre trabajan sobre un terreno» por una de las dos definiciones de «cul- tura» ofrecidas por Johnson: dicho terreno es «el complejo de ideo- logias realmente adoptado como preferencias morales o principios de vida» ®, Althusser dijo algo parecido hace diez afios: «Los indi- viduos son ya-desde siempre interpelados por la ideologia en cuanto sujetos» 4, Las clases son definidas aqu{ en términos estrictamente econé- micos, haciendo referencia a los «portadores» o «agentes» de determi- nadas relaciones de produccién. Esto es coherente con la tradicién marxista cl4sica pero difiere del uso de Nicos Poulantzas, que in- siste en que las clases deben ser definidas tanto a «nivel» polftico ¢ ideolégico como econdmico. Sin embargo, la definicién de las clases en términos ideoldégicos excluye una de las cuestiones mds problemé- ticas con Jas que debe enfrentarse una teorfa materialista de la ideo- logia: ecémo se relacionan las ideologfas con las clases de los agentes econdémicos? El término «poder» se referiré principalmente en este contexto al poder polftico en su sentido habitual, a la condensacién centrali- zada de relaciones sociales de poder con que se inviste al Estado. Se trata ante todo de una eleccién debida a un simple interés analf- R. Johnson, «Three problematics: elements of a theory of working-class culture», en Working class culture, p. 234 (se omite el subrayado). En una i ite ecuménica, tura de la clase obrera y el «estructuralismo» althusseriano. 4L, Althusser, «Ideology and ideological state apparatuses, en Lenin and philosophy, Londres, NLB, 1971, p. 164 [«Aparatos ideolégicos de Estado», en Es- critos, Barcelona, Laia, 3.* ed., 1975, p. 161]. Johnson confunde tal vez la teo- tla althusseriana del funcionamiento social de la ideologla con una exploracién de los procesos psicodinémicos constitutivos de la subjetividad humana, inspi- rada en Ia interpretacién lacaniana del psicoandlisis y perfectamente legitima en la medida de su alcance. Hi ‘ie MT a ina Hel Het Demarcaciones y desviaciones 9 En mi opinién hay dos errores fundamentales en la concepcién althusseriana de la ideologfa. Nos encontramos primeramente con el problema de lo que llamaremos modo de interpelacién ideoldgica, es decir, lo que Jas ideologias dicen a los sujetos a los que se dirigen y constituyen. Dentro de la perspectiva althusseriana, la ideologia representa una «distorsién imaginaria de las relaciones reales» de los individuos con las relaciones de produccién y con las que derivan de éstas. Esta definici6n esté conectada a dos tesis que considero insostenibles: 1) que sélo el conocimiento cientffico es «verdadero» © «auténtico»; las otras formas de conocimiento (en la experiencia cotidiana, por ejemplo) son distorsiones o formas de conocimiento erréneo; 2) que los seres humanos sdlo estén motivados (significati- vamente) como sujetos por lo que conocen, por su conocimiento ver- dadero o distorsionado. La primera de estas tesis ha sido rechazada en mi definicién de ideologfa. Pero el distanciamiento de ella debe llevar también a una nueva concepcién de Ja matriz material en la que se reproduce la dominacién de una determinada ideologia: una ideology, Londres, NLB, 1977 [Politica ¢ ideologia en la teorta marxiste, México, Siglo XXI, 2.* ed. 1978]; C, Moutfe, «State ideology and powers (panencia presentada en el seminario zcPR/cPsa ‘cPsA celebrado cn Bruselas en 1979); M. Pé- cheux, Les vérités de La Palisse, Paris, 1975; J. Rancidre, La legon d’Althusser, Paris, 1974. De forma simulténea, y especialmente en Francia, se ha producido tna proliferacién de otras obres genereies sobre la ideologla, Véase P. Ansart, Les idéologies politiques, Paris, 1974; ibid., Idéologies, conflicts, pouvoirs, Pa- tis, 1977; J. Baudrillard, Pour une critique de l'économie politique du signe, Parfs, 1972 [Critica de la economia politica del signo, México, Siglo XXI, 1974]; F. Dumont, Les idéologies, Paris, 1974; A. Gouldner, The dialectic of ideology and technology, Nueva York, 1978 {Le dialéctica de le ideologta y la tecnologia, Madrid, Alianza, 1978]; J. Lertain, The concept of ideologie, Londres, 1979; E. Maffesoli, Logigue de le domination, Paris, 1976 [Logica de la dominacién, Barcelona, Peninsula, 1977]; J. C. Merquior, The veil and the mask, Londres, 1979; C. Summer, Reading ideologies, Londres, 1979; D. Vidal, Essai sur Vidéo- logic, Paris, 1971 [Sobre la ideologta, Barcelona, Laia, 1973]. Toda esta literatura merece una extensa evaluacién que no puede ser aco- metida aquf. Me limitaré tan s6lo a dos observaciones: el lector que quiera una visi6n de conjunto de los diversos tratamientos de le ideologia realizados hasta Ja fecha encontraré una muy buena introduccién en la obra de Larrain; la obra que me ha parecido, personalmente, més interesante y original ha sido la de Gouldner. Sin embargo, ¢l presente ensayo se desvia de la obra de Gouldner al poner entre paréntesis la dimensidn lingiifstica de las ideologlas y sdoptar una definicién més amplia, Gouldner considera las ideologfss como «sistemas sim- bélicos que sirven para justificar y movilizar proyectos ptiblicos de reconstruc- én social» (pp. 54-55), definicidn que se queda corta para lo que a mf me Preocupa. i ae AME : Demarcaciones y desviaciones a5 cepto de relaciones de produccién, de Ja definicién de las clases a partir de su posicién como productoras o apropiadores de plustra- bajo. +«Explotaciény no implica per se resistencia a la explotacién, resistencia de los explotadores a la resistencia de los explotados o lucha en torno a la explotacién en cuanto tal. A pesar de las con- notaciones peyorativas de la palabra, el concepto de «explotacién» en el materialismo histérico se refiere simplemente a la apropiacién uni- lateral de plustrabajo; en otras palabras, al hecho de que una cate- goria de agentes econémicos trabaje més de lo necesario para su reproduccién y de que otra se apropie de los frutos de su plustrabajo. En lugar de intentar afrontar el problema de Ja constitucién ideolé- gica de los sujetos de las clases en lucha, muchos marxistas han re- currido a la tosca y utilitaria nocién de «interés»: el «interés» de los explotados es resistirse a la explotacién y el de los explotadores defenderla. Pero los «intereses» no explicen nada por s{ mismos. «Interés» es un concepto normativo que indica el tipo de accién mds racional en un juego predefinido, es decir, en una situacién en Ja que han sido definidos con anterioridad el triunfo y la derrota. Lo que hay que explicar, sin embargo, es cémo los miembros de las diferentes clases legan a definir de una determinada forma el mundo y su situacién y posibilidades dentro de él. El intento de afrontar sisteméticamente los problemas de Ja ideologia y las clases requiere también una clarificacién de Ia relacién existente entre ideologfa de clase y subjetividad, asi como de otras formas posibles de la subje- tividad humana que no sean las de la pertenencia a una clase deter- minada. Estas criticas a Althusser equivalen a decir que todo nuevo dess- trollo de una teorfa de Ja ideologia requiere un cambio o ampliacién del objeto a investigar, desde el papel de la ideclogfa en la reproduc. cién de la explotacién y el podet hasta la generacién, reproduccién y transformacién de las ideologias. Requiere, por tanto, una ruptura con las persistentes restricciones de la problemdtica althusseriana de los afios 60 y, de forma especial, con la tigida demarcaci6n entre ciencia e ideologfa. Sobre esta base es posible volver a cuestiones planteadas por Althusser y ofrecer respuestas més adecuadss. Por ultimo, y con todo el debido respeto a Althusser, un anéli- sis de la ideologia y el poder no puede limitarse a los términos en que éste formula la empresa: examinar Ja reproduccién de las tela- ciones explotadoras de produccién y los problemas que ésta plantea. Igualmente pertinentes resultan la problemética gramsciana de les 12 Géran Therborn formaciones histérico-sociales y el interés por la hegemonfa®. Te- nemos también la problemética lukacsiana de la conciencia de clase revolucionaria como clave del cambio social. Y existen, ademds, im- portantes aproximaciones no marxistas al problema, como las tesis de Foucault sobre el «orden del discurso» en 1a sociedad *; la pro- blemética weberiana de la «legitimacién» —que recientemente se ha extendido al discurso marxista o marxiano, sobre todo en los Estados Unidos y en Alemania Occidental—; y la cuestién del «consenso». Después de trazar los perfiles de una teorfa materialista de la ideo- Jogia, intentaré también pasar revista a estos otros enfoques. 15 Las diferencias existentes entre la problemdtica de Althusser y la de Gramsci han sido convincentemente expuestas —desde un punto de vista gram- sciano— por C. Mouffe, «State, ideology and power». 16 M. Foucault, L’ordre du discours, Paris, 1971 [El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1975]; La volonté du savoir, Paris, 1976 [La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 1977]; Discipline and punish, Nueva York, 1977 [Vigiler y castigar, México, Siglo XXI, 1977]. 1. LA FORMACION IDEOLOGICA DE LOS SUJETOS HUMANOS I. La DIALECTICA GENERAL DE LA IDEOLOGIA La funcién de la ideologia en la vida humana consiste bdsicamente en la constitucién y modelacién de Ja forma en que los seres huma- nos viven sus vidas como actores conscientes y reflexivos en un mun- do estructurado y significativo. La ideologia funciona como un dis- curso que se dirige 0 —como dice Althusser— interpela a los seres humanos en cuanto sujetos. Antes de empezat a examinar cémo funciona Ia ideologia en la formacién de los sujetos humanos y de las formas de subjetividad, no estar4 de mds una nota que clarifique la relacién entre estos pro- cesos y los de formacién de la personalidad. La subjetividad de una persona, su actuacién como un sujeto particular en un contexto igualmente particular, debe distinguirse de su personalidad o estruc- tura de cardcter. La personalidad y la subjetividad tienen cada una su propia especificidad y autonomfa, asf como efectos rec{procos. El término «personalidad» o «estructura de cardcter» es utilizado aqui para designar vaga y ampliamente los resultados de los pro- cesos psicodindmicos estudiados por el psicoandlisis y las teorias psi- coldgicas rivales. Estos procesos operan sobre un material —las ener- gfas y deseos libidinales de los nifios presubjetuales— y a través de unos mecanismos en su mayoria inconscientes, que estén fuera de la competencia de la ciencia social y la historiograffa. La formacién de Ia personalidad coincide m4s o menos en el tiempo con la pri- mera formacién de los seres humanos como sujetos, de la cual las interpelaciones ideoldgicas constituyen una parte fundamental. Pero Ja personalidad tiene una temporalidad propia, con unas fases deci- sivas de desarrollo psiquico y unos efectos duraderos que dependen de cémo hayan sido superadas dichas fases. 14 Géran Therborn Una persona lleva a la préctica, vive su petsonalidad en cuanto sujeto en diferentes formas de subjetivided que, sin embargo, no Ilegan a agotarla. Estas formas pueden entrar en tensién 0 conflicto en ciertas condiciones. Las formas de la subjetividad humana estén constituidas por intersecciones de lo psiquico y lo social, y pueden considerarse como los aspectos externos, més conscientes y més s0- cialmente intercambiables de la persona. Althusser ha presentado el funcionamiento bésico de toda ideo- logfa como un sistema cuddruple que comprende: «1) la interpela- cién de los “individuos” en cuanto sujetos; 2) su sometimiento al Sujeto; 3) el reconocimiento mutuo entre los sujetos y el Sujeto, de los sujetos entre sf y, finalmente, el reconocimiento del sujeto por 41 mismo; 4) la garantia absoluta de que todo es realmente asf, y de que a condicién de que los sujetos reconozcan lo que son y actéen en consecuencia, todo ird bien: amén (“Asf sea”)» '. Althusser ilustra este sistema con una referencia a la ideologta religiosa judeo-cristiana, en la que Dios (Yavé) es el Sujeto con S ma- ydscula, El esquema me parece deficiente en un aspecto decisivo: no deja espacio a una dialéctica de la ideologia. Dicha dialéctica, sin embargo, aparece ya indicada por la ambigtiedad bésica de la pala- bra «sujeto», tanto en francés como en inglés, como apunte el pro- pio Althusser sin terminar de centrar claramente el tema. El. caréc- ter dialéctico de toda ideologfa, en efecto, puede aparecer indicado por los sentidos opuestos de la palabra «sujeto» en expresiones como «el sujeto [sometido] al poder del rey x (0 al orden social y)» y «los sujetos de Ja historia». En el primer sentido se refiere a las personas subyugadas @ una fuerza u otden detetmiinados; en el segundo, a los hacedores 0 creadores de algo. Aunque conservemos la dualidad interpelacién-reconocimiento, propondrfa que reemplazéramos la de «sometimiento-garantia» por sometimiento-cualificaci6n. La formacién de los seres humanos por parte de cualquier ideologia, sea ésta conservadora o revolucionaria, represiva o emancipadora, y se ajuste a los criterios que se ajuste, comprende un proceso simulténeo de sometimiento y de cualificacién. La libido amorfa y Jas miltiples posibilidades del nifio estén sujetas a un determinado orden que permite o favorece ciertos impulsos y 11, Althusser, «Ideology and ideological state apparatuses», pp. 168 ss. (pp. 167 ss.; traduccién corregida]. Se omiten el subrayado y la nota a pie de pagina del original. La formacin ideoldgica de los sujetos burcanos 15 capacidades, al tiempo que prohfbe o desfavorece otros. A la vez, a través de este mismo proceso, nuevos miembros obtienen su cuali- ficacién para asumir y realizar (una determinada parte de) el reper- torio de papeles dado en Ia sociedad en la que han nacido, incluido el de posibles agentes del cambio social. Debe tenerse en cuenta tam- bién la ambigiiedad de Jas palabras «cualificar» y «cualificacién». Los sujetos cualificados por las interpelaciones ideolégicas se cualifican también a su vez para «cualificary a éstas, en el sentido de especifi- carlas y modificar su dmbito de aplicacién. La reproduccién de cualquier organizacién social, ya sea una so- ciedad explotadora o un partido revolucionario, implica una corres- pondencia bdsica entre sometimiento y cualificacién. Los que han sido sometidos a una particular modelacién de sus capacidades, a una disciplina concreta, quedan cualificados para determinados papeles y son capaces de Ilevatlos a cabo. Peto cabe siempre la posibilidad de que surja entre ambos una contradiccién. Pueden ser requeridas y suministradas nuevas formas de cualificaci6n, nuevas técnicas que cho- quen con las formas tradicionales de sometimiento. O, a la inversa, pueden desarrollarse nuevas formas de sometimiento que choquen con el suministro de cualificaciones todavia precisas. Las consecuen- cias de una contradiccién de este tipo son la oposicién y la revuelta o el bajo rendimiento y la renuncia. EI doble proceso de sometimiento y cualificacién incluye la inter- pelacién por parte de un Sujeto central y el reconocimiento en 4, Ildmesele Dios, Padre, Razén, Clase 0 algo més difuso. Dicho Sujeto modela el superego de los sujetos y les proporciona ego-ideales. Ha- bida cuenta de la orientacién social y politica de este ensayo, no tra- taré todos los aspectos lingiifsticos y psicoanalfticos de estos proce- sos; volveré, en cambio, sobre el funcionamiento social bdsico del proceso de sometimiento-cualificaci6n. Este comprende tres modos fundamentales de interpelacién ideoldgica, Las ideologias someten y cualifican a los sujetos diciéndoles, haciéndoles reconocer y relacio- néndolos con: 1. Lo que existe, y su corolario, lo que no existe; es decir, quié- nes somos, qué es ef mundo y cémo son Ia naturaleza, la sociedad, los hombres y las mujeres. Adquirimos de esta forma un sentido de identidad y nos hacemos conscientes de lo que es verdadero y cierto; 2 Coward y Ellis ofrecen una visién de conjunto valiosa y accesible de algu- nos de estos aspectos. 16 Géran Therborn con ello la visibilidad del mundo queda estructurada mediante la dis- tribucién de claros, sombras y oscuridades. 2. Lo. que es bueno, correcto, justo, hermoso, atractivo, agrada- ble, y todos sus contrarios. De esta forma se estructuran y norma- lizan nuestros deseos. 3. Lo que es posible e imposible; con ello se modelan nuestro sentido de la mutabilidad de nuestro ser-en-el-mundo y las conse- cuencias del cambio, y se configuran nuestras esperanzas, ambiciones y temores. Estos modos de interpelacién tienen dimensiones temporales y espaciales importantes. Asf, las interpelaciones de lo que existe inclu- yen tanto ideologias de lo que ha existido como una consideracién cronolégica del presente en cuanto parte de una corriente (hacia ade- lante o hacia detrés), un ciclo o una inmovilidad infinita. «Lo que es posible» puede abarcar desde la infinidad de lo meramente concebible hasta la presencia de la realidad existente. En el caso de las ideolo- gfas de lo que es bueno y correcto Jo esencial es més bien el espacio que el tiempo. Algo puede ser bueno y justo en todas partes, en alguna parte, aqui, o en otra parte. Estos tres modos de interpelacién constituyen en conjunto le es- tructura elemental del proceso ideolégico de sometimiento-cualifica- cién, pero pueden tener un peso y una importancia distintos en cada discare ¢ © estrategia discursiva. Desde el punto de vista de su fun- cionamiento en el cambio 0 en la conservacién sociales, los tres modos de interpelacién forman una cadena de significacién. Pueden establecerse tres I{neas sucesivas de defensa de un orden determinado. En primer lugar, puede mantenerse que ciertos rasgos de dicho orden existen mientras que otros no: por ejemplo, que exis- ten la opulencia, la igualdad y la libertad; pero no la pobreza, la explotacién y la opresién. (Los rasgos seleccionados dependen gene- ralmente de las ideologfas de lo justo que se hallen al uso.) En se- gundo lugar, si ya no es vélida esta linea de defensa, en caso de que deba admitirse la existencia de rasgos negativos puede afirmarse que Jo que ‘existe es, con todo, justo; por ejemplo, porque los pobres y Jos desposefdos son inadaptados y marginados que se merecen lo que tienen y son los tnicos culpables de ello. En tercer lugar, puede . que incluso la existencia de la injusticia sea (o tenga que ser) admiti- da; pero entonces puede afirmarse que no es posible un orden més justo, al menos por el momento. Hay una légica del cambio que se La formacién ideoldgica de los sujetos bumanos 17 con esta légica de la conservacién. Para comprometerse al cambio de algo uno debe conocer piimeramente lo que existe, y después determinar si es bueno que exista. Y antes de decidirse a hacer algo respecto a un mal estado de cosas, uno debe estar conven- cido primero de que hay alguna posibilidad de cambiarlo realmente. Por supuesto que la sucesién de los acontecimientos resulta decisiva para las estimaciones y concepciones de esta posibilidad. Estas tres interpelaciones y su recepcién tienden a entrelazarse empiricamente, pero el desenmarafiamiento de su légica interna pone al descubierto algunos defectos y omisiones importantes de la aproxi- macién tradicional a las ideologias y al poder. La aproximacién libe- tal al estudio de las ideologfas politicas, con su preocupacién por el «consenso» y la «legitimacién», por lo general se ha concentrado ex- clusivamente en el segundo modo de interpelacién, en las concepcio- nes de la buena sociedad, en Ia forma de gobierno o de régimen, olvi- dando 1a configuracién del conocimiento y Ja ignorancia, de las am- biciones, las esperanzas y los temores. El ttadicional interés de los marxistas por la «conciencia de clase» ha tendido a centrarse exclu- sivamente en los dos primeros aspectos de la formacién ideolégica, haciendo caso omiso del tercero. Pero, por supuesto, es posible ser un miembro altamente concienciado de una clase explotada sin ver por ello una posibilidad concreta de poner fin a dicha explotacién. La formacién de los sujetos de Ia lucha de clases implica, por lo que a los miembros de las clases explotadas respecta, un proceso de so- metimiento-cualificaci6n que permita la produccién de plustrabajo y el reconocimiento de Ia existencia de un gobierno de clase, asi como del cardcter injusto de éste y de la posibilidad de oponerse a él. En cuanto a los miembros de la clase explotadora, la formacién de los sujetos de la lucha de clases requiere un proceso de sometimiento- cuslificacién para ejecutar las tareas de la explotacién y un recono- © cimiento de que esto es lo correcto y de que puede ser defendido. TI. Susyerivipap Y PAPEL: BREVE DIGRESION SOBRE LA TEOR{A DE LOS PAPELES Dimos comienzo a este capftulo con una observacién acerca de la relacin existente entre el sujeto y las formas de subjetividad, por un lado, y la personalidad, por otro. Seguiremos con ella detallando 18 Goran Therborn brevemente cémo dichos conceptos se relacionan con el de «papel». As{ como Ia cuestién de la personalidad nos Ievé a la frontera de la psicologfa y del psicoandlisis, el concepto de «papel» nos conduce a la sociologia y a la psicologia social. En dichas disciplinas académicas abundan las definiciones de «pa- pel». No obstante, se refieren por lo genetal al comportamiento que desde un punto de vista normativo se espera de personas que ocupan una determinada posicién social*. Es un concepto clave en la socio- Jogia de Parsons y en mucha de la sociologfa posterior. El enfoque socio-psicolégico del comportamiento personal y de las relaciones in- les en funcién de las definiciones y atribuciones del papel s lo que habitualmente se denomina teoria de los papeles. En algu- nas de las ocasiones en las que se ha hablado aqui de formas de sub- jetividad, un socidlogo de esta tendencia o un psicélogo social habria hablado probablemente de papeles. ¢Qué razones existen para la in- troduccién de este nuevo concepto en el presente ensayo? Hay tres razones de importancia fundamental. En primer lugar, el concepto sociolégico de papel se inserta en una particular concep- cién de la sociedad: una visién idealista y personalista en Ia que se considera el comportamiento social como definido exclusivamente des- de un punto de vista normativo, y las relaciones sociales sélo como relaciones interpersonales. Se pierden, asf, el concepto de clase y la materialided de las relaciones econémicas y de la tecnologia. Los partidarios de esta teorfa hablan de papeles ocupacionales pero no de papeles de clase; y con razén, ya que no hay definicién normativa de Jas clases en la sociedad capitalista, ni del plustrabajo y su extrac- cién. Sélo fuera de la problemitica sociolégica de la comunidad ideo- Iégica podemos hablar de «papeles» de clase, que son definidos por relaciones de produccién especfficas y funcionan sobre la base de determinadas fuerzas de produccién. En segundo lugar, la problemé- tica del «papel» corresponde a determinadas demandas sociales. De ah{ que su orientacién sea b4sicamente estética. Por otro lado, la posibilidad de trascender los datos sociales y personales es siempre inherente al doble sentido de la palabra «sujeto». Podemos hablar, por ejemplo, de sujetos de la lucha de clases y sujetos del cambio 3 Sobre Ia teorfa de los papeles, véase B, J. Biddle y E. J. Thomas, comps., Role theory: concepts and research, Nueva York, 1966; R. Dahrendorf, Homo Sociologicus, Colonia y Opladen, 4. ed. 1964 [Homo sociologicus, Madrid, Akal, 1975]; T. Sarbin-V. Allen, «Role theory», en G. Lindzey y E. Aronson, comps., Handbook of social psychology, Reading (Mass.), 1968, vol. 1. La formacién ideolégica de los sujetos humanos 19 social, pero diffcilmente podemos hablar de «papeles» en ese mismo contexto. En tercer lugar, le problemética del «papel» es claramente adialéctica. Se centra en las definiciones, aprendizajes y realizaciones de «papel», asf como en conflictos externos entre personalidad y ex- pectativas del papel o entre los diferentes papeles posibles del mismo individuo. La problemética del sujeto y las formas de subjetividad, por el contrario, subrayan la unidad intrinseca y el posible conflicto de los procesos opuestos de sometimiento y cualificacién. Il. Ex unrverso weo.dcico: LAS DIMENSIONES DE LA SUBJETIVIDAD HUMANA Si queremos avanzar hacia un entendimiento firme y sistemético de la relacién entre clase ideologia y, m4s generalmente, de lo que determina la generacién y articulacién de las ideologias, debemos tratar de realizar un mapa estructural del universo ideolégico en su conjunto. A la vista de la enorme variedad de ideologfas existente, tanto antiguas como actuales, esto puede parecer un intento absolu- tamente imposible, condenado a un ignominioso fracaso, No obstan- te, corretemos el riesgo. Es claro que un intento semejante sélo pue- de levarse a cabo a un nivel de abstraccién muy alto. Pero, en la medida en que podamos demostrar que es exhaustivo, nos permitiré situar el problema de Ia ideologia de clase en un marco global y sis- temitico. Hemos definido Ia funcién de la ideolog{a refiriéndonos a la cons- titucién de la subjetividad humana, de donde se sigue que indagar la estructura del universo ideolégico equivale a buscar las dimensio- nes de la subjetividad humana. Al nivel més general parece que pue- den distinguirse dos dimensiones del ser-en-el-mundo del hombre en cuanto sujeto consciente, Ambas, a su vez, pueden ser ordenadas en torno a dos ejes: uno hace referencia al «ser», el otro a «en-el- mundo». Asf, «ser» un sujeto humano es algo existencial: ser un individuo sexuado en un momento determinado del ciclo de su vida, telacionado con ottos individuos sexuados de diferentes generaciones que se encuentran en un cierto punto del ciclo de sus vidas («existen- cial» parece més adecuado que «bioldégico» para designar el primer - aspecto del ser, pues lo que nos preocupa es su aspecto significativa- mente subjetivo). Es también algo histérico: ser una persona que 20 Goran Therborn existe sdlo en algunas sociedades humanas y en un determinado mo- mento de Ja historia humana, como un chamén, un recaudador de im- puestos, un herrero o un futbolista. Ser «en el mundo» es a la vez inclusivo (ser un miembro de un mundo significativo) y posicional (ocupar un determinado lugar en el mundo en relacién a otros miem- bros del mismo, tener un género y una edad determinados, una ocupacién, una etnia, etc.). Mi tesis es que estas cuatro dimensiones componen las formas fundamentales de la subjetividad humana, y que el universo de las ideologias queda exhaustivamente estructurado por los cuatro tipos principales de interpelacién que constituyen estas cuatro formas de subjetividad. Podemos ilustrar la estructura del universo ideolégico mediante el siguiente cuadro: UNIVERSO DE LAS INTERPELACIONES IDEOLOGICAS Subjetividades Subjetividades lientes a correspondientes al «ser» Existencial — Hist6rica 1 2 3 4 Los cuatro tipos principales de ideologias se hallan designados pro- visionalmente por niimeros, pues no parecen hallarse disponibles otras palabras de suficiente generalidad. Lo siguiente, por tanto, ser4 le- vantar el velo de anonimato que cubte estos niimeros 0, lo que es Jo mismo, precisar sus sindnimos: lo inclusivo-existencial, lo inclusivo- histérico, lo posicional-existencial y lo posicional-histérico. 1. Ideologias de tipo inclusivo-existencial. Este tipo de discurso ideolégico proporciona significados relacionados con la pertenencia del mundo, esto es, el significado de la vida, del sufrimiento, de la muerte, del cosmos y del orden natural. Atafie a lo que es la vida, a To que es bueno y malo en ella, a lo que es posible en la existencia humana y a la posibilidad de una vida tras la muerte del cuerpo. Las formas més comunes de discurso que tratan estas cuestiones son las La formacién ideoldgica de los sujetos humanos 21 mitologias, las religiones y el discurso moral secular. Pueden diferir enormemente no sdlo en su contenido, sino también en su elabora- cién, desde los grandes sistemas religiosos y mitolégicos hasta las concepciones difusas y frecuentemente técitas de un propésito de la vida suministradas en las sociedades secularizadas del capitalismo avanzado contemporéneo. 2. Ideologtas de tipo inclusivo-bistérico. A través de ellas los se- res humanos se constituyen como miembros conscientes de unos mun- dos socio-histéricos. Estos mundos son indefinidos tanto en nimero como en variedad, y sélo a titulo ilustrativo mencionaremos for- mas como la de la tribu, el pueblo, la etnia, el Estado, la nacién, la Iglesia. La teorfa politica burguesa suele concentratse en tales enti- dades ¢ interpelar a los miembros (ciudadanos) del Estado, en con- traposicién a Ja interpelacién posicional al principe tipica de los idedlogos feudales. La teorfa polftica burguesa dice a los ciudadanos qué es el Estado, qué politica es buena y qué polftica es mala, y qué es posible o imposible polfticamente. Précticamente todo puede de- finir la pertenencia a un mundo social. Es més, las definiciones y demarcaciones de los mundos sociales se superponen, compiten y cho- can unas con otras. La historia politica de la Europa medieval, por ejemplo, fue en gran medida la historia de Ja competencia entre dos mundos sociales superpuestos: los Estados dindsticos y la Iglesia. Debe tenerse en cuenta, ademés, que 1a pertenencia a un mundo so- cial no sélo entra en conflicto con Ja pertenencia a otros, sino que también coexiste con ellos en diferentes jerarquias de dominacién y " subordinacién. Por ejemplo, uno puede ser al mismo tiempo un cons- ciente ciudadano de los Estados Unidos, catélico, italiano, miembro de Ja clase obrera, residente en un determinado barrio y miembro de Las ideologias de tipo inclusivo son también excluyentes en la medida en que definen la pertenencia a un mundo significativo y que, con ello, trazan una Ifnea de demarcacién entre pertenencia y no pertenencia. «Excluido» podria hacer referencia aqu{, por ejemplo, a una vida desprovista de significado (como quiera que éste se defina), al distanciamiento de Dios, a la no pertenencia a una tribu, etnia, na- cién, Estado, etc. 3. Ideologtas de tipo posicional-existencial. Una ideologia posicio- nal somete y cualifica a alguien para una determinade posicién den- 22 Géran Therborn tro del mundo al que pertenece. Las posiciones més significativas del mundo existencial, los aspectos mds importantes de la estructura de lo dado en la existencia humana, son los perfilados por las distin- ciones Yo/Otros y masculino/femenino, asi como por el ciclo vital de infancia, juventud, madurez y vejez. Por tanto, las ideologias de tipo posicional-existencial constituyen formas-sujeto de individualidad, masculinidad, femineidad, edad y envejecimiento. Con ello le dicen a uno quién es por contraposicién a los otros, lo que es bueno y lo que es posible para 41. 4. Ideologtas de tipo posicional-histérico. Los seres humanos también ocupan posiciones en unos mundos sociales histéricos. Las ideologias de tipo histérico-posicional integran a los miembros de una familia en una estructura de familias y linajes, a los habitantes de una determinada localidad en un modelo més amplio de geografia social, a los que gozan de un determinado estatus educativo, a los que tienen determinadas ocupaciones y determinados estilos de vida, a los que ocupan una posicién de poder politico (y a los que no la ocupan), a Jos miembros de las diferentes clases. Las posiciones pueden ser dis- tinguidas y relacionadas sélo en términos de diferencias, en términos de una gtaduacién jerdrquica a lo largo de un solo continuo de cri- tetios de complementariedad, competitividad y conflicto frontal. Deben tenerse en cuenta tres aspectos importantes del universo ideol6gico. En primer lugar, las distinciones anteriores son analiticas. No reptesentan a las ideologfas tal y como aparecen y son denomi- nadas concretamente en el lenguaje cotidiano, pues pueden presen- tar mds de una de las cuatro dimensiones, ya sea de forma simulté- nea o en diferentes contextos. Una ideologfa religiosa, por ejemplo, no es tan sélo una ideologfa de tipo inclusivo-existencial. En una sociedad plurirreligiosa o parcialmente secularizada funciona también como ideologia histérico-posicional. El nacionalismo puede ser tanto una ideologfa de tipo histérico-inclusivo como histérico-posicional, caso, este Ultimo, en el que confiere a los sujetos una posicién dentro de un sistema internacional; sin embargo, el énfasis de una deter- minada ideologfa nacionalista puede recaer en cualquiera de las dos © caracterizaciones. Por contra, en algunas tendencias del movimiento obrero, especialmente en el anarcosindicalismo revolucionario, la «cla- se» se convierte més en una ideologfa de tipo inchusivo que posicional. Se considera al adversario no tanto como ocupante de una posicién La formacién ideoldgica de los sujetos bumanos 23 de dominacién en un determinado modo de produccién como cuanto un cuerpo extrafio y superfluo separado de la clase de los produc- tores. Desde esta perspectiva se contempla la revolucién més como un desplazamiento o deportacién de extrafios pardsitos que como una transformacién de la sociedad. Como dijo un destacado anarquista espafiol, «tras la revolucién... los trabajadores tendrén que hacer lo mismo que hacfan el dia anterior» *. En segundo lugar, yo dirfa que Jos tipos de ideologia especificados son exhaustivos e irreducibles. Una implicacién de esto, particularmente importante para los marxis- tas, es que el universo ideolégico nunca es reducible a las ideologias de clase. Incluso en las sociedades clasistas més polarizadas y con més conciencia de clase, las otras formas fundamentales de la sub- jetividad humana coexisten con las subjetividades de clase. Es evi- dente que las especificidades de sexo y edad de los individuos huma- nos estén constituidas ideolégicamente por ideologias de tipo exis- tencial-posicional. Y el significado de la vida y el mundo de una persona es una cuestién existencial a la que no se puede responder plenamente haciendo referencia a las relaciones de produccién, sino que més bien debe ser planteada por ideologias de tipo inclusivo- existencial como la religién y la moralidad secular. Debe tenerse presente asimismo que, por definicién, las ideolo- gfas posicionales siempre se refieren a posiciones dentro de un mundo més amplio, ocupadas también por sujetos poseedores de otras po- siciones. Una clase, por ejemplo, forma parte de un modo de produc- cién tanto como su clase opuesta, explotadora o explotada, y/o (caso éste de la pequefia burguesfa y de los campesinos patriarcales que sustentan un modo de produccién no explotador) existe en el marco de una formacién social histérica compuesta por varias clases. Por tanto, es algo natural —y no una aberracién originada por una con- ciencia de clase subdesarrollada— que las ideologias de clase coexis- tan con las ideologias de tipo histérico-inclusivo, y que constituyan a los sujetos de la totalidad contradictoria de un modo de produccién y/o una formacién social explotadores. En tercer lugar, la irreducible pluridimensionalidad de las ideolo- gfas indica que un aspecto decisivo de las luchas y las relaciones de fuerzas ideolégicas es Ja articulacién de un determinado tipo de 4 El anarquista catalfn Garcfa Oliver, citado en R. Fraser, The blood of Spain, Nueva York, 1979, p. 545 [Recuérdalo té y recuérdalo a otros, Barce- lona, Critica, 1979, vol. 2, p. 346]. 24 Géran Therborn ideologia con el resto. La eficacia de una determinada religién, por ejemplo, deber4 ser entendida en su articulacién implicita o explicita con las ideologfas de tipo histérico, tanto posicional como inclusivo. La concepcién estratégica de la lucha ideolégica de clases por encima de la articulacién de la clase con otras formas de ideologia, fue ela- borada en el movimiento obrero por Kollontai y Reich con relacién a las ideologias existenciales; y fue Gramsci, sobre todo, quien ex- ploré las articulaciones de las ideologias nacionales de tipo inclusivo. IV. Eco-mx0.oefas ¥ ALTER-IDEOLOGEAS Hay un aspecto ulterior de las ideologfas y de su funcionamiento al que quienes han escrito sobre el tema han prestado muy poca aten- cién. Las ideologias posicionales tienen un cardcter intrinsecamente dual: en el proceso de sometimiento-cualificacién que conlleva una determinada posicién, uno se hate consciente de la diferencia que existe entre s{ mismo y los otros. Esta distincién es especialmente importante en lo que a la ideologia de los sujetos dominantes res- pecta, pues «dominacién» designa precisamente una relacién particu- lar y decisiva con el Otro. Asf, la ideologfa sexista machista-chauvi- nista deberfa considerarla como una ego-ideologia de la masculinidad y, al mismo tiempo, como una alter-ideologia de la femineidad. (Esta dualidad es inherente a la subjetividad especffica de cada género, y no es necesariamente sexista.) Otro tanto ocurre con la ideologia his- térico-posicional. La ideologia de una burguesfa en el poder, por ejemplo, deberfa ser analizada como una ego-ideologia que forma a Jos sujetos de Ja burguesfa misma y, al mismo tiempo, como una alter-ideologia que domina o que se esfuerza por dominar la forma- cién de otros sujetos de clase. En las comunidades primitivas aisla- das, las ideologfas inclusivas tendfan a no tener esa dimensién de al- teridad; lo que estaba fuera de su propio mundo era el caos o la nada. Sin embargo, en los mundos sociales més desarrollados ¢ inter- relacionados, las ideologfas inclusivas tienen también un componente de alteridad en los

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